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El departamento del Meta en la gesta libertadora

CAPÍTULO 1

EL META EN LA INDEPENDENCIA DE COLOMBIA

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51 TORNEO INTERNACIONAL DEL JOROPO “MIGUEL ÁNGEL MARTÍN”

Llaneros de San Martín (1871) de José María Gutiérrez de Alba.

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Un canto a la libertad

Tierra la de tanta historia

Cinco repúblicas fueron las que libertó Simón Bolivia con Venezuela, el Perú y el Ecuador a Colombia no la nombro por ser la nación mayor 1 .

Así fue, este año completamos dos siglos de Independencia. Y los cumpleaños (¿se podrá decir cumple-siglos?) han de celebrarse con versos, poesía, canto y música.

Y en la Independencia que hubo ganamos por los llaneros que en el Puente ’e Boyacá buena victoria obtuvieron…

Pero el canto no es únicamente celebración, es también reflexión: los versos de Alfonso Niño ponen el dedo en la llaga: “pero nadie se ha da’o ’e cuenta, Colombia, / lo que estos hombres hicieron […]”.

Porque fue esta tierra y fueron sus habitantes los que aportaron a la causa libertadora primero refugio, luego ganas de resistir en la inmensidad, siempre posibilidades de sobrevivir, ganado para comer o conseguir recursos, caballos para moverse

1 Sextilla tradicional llanera.

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y combatir, y hombres, hombres llaneros, o sea conocimiento del terreno, sangre y valor. Además, por qué no, capacidad para contar esos hechos y cantarlos.

Pues, junto con el nacimiento de la patria, la guerra de Independencia significó el reconocimiento de lo llanero como una entidad cultural diferenciada, en la que, aparte de la habilidad ecuestre, la frugalidad y la rebeldía, destacaban sus cantos singulares en los que narran “las acciones de guerra, los estragos de sus terribles lanzas, sus pasiones y amores” 2 .

Nombra el llanero su tierra tierra la de tanta historia historia la de Bolívar, Bolívar hombre de gloria gloria al padre, gloria al hijo, gloria a su santa memoria 3 .

Así es, la merece: ¡gloria al padre Bolívar! Pero también a sus hijos libertadores, los hijos de esta llanura, el mundo plano, todos los llanos, lejanía de tierra tendida sin divisiones entre dos sanjuanes: San Juan de los Morros y San Juan de los Llanos. ¡Gloria a los llaneros, a todos los llaneros!

La historia se centra muchas veces en el héroe y su batalla victoriosa; como dice Carlos Guillermo Páramo, la historia ha hablado de personas, no de sociedades, ha tratado de eventos y no de procesos. Por eso, la historia está incompleta, es una recopilación de titulares sin desglosar; por eso, en estos días, la ruta pasó a ser más importante que el territorio entero; por eso, dos meses largos de camino opacan nueve años de lucha por todo el territorio. No es justo, ni real.

El triunfo nos hace olvidar la resistencia, pero sin esta no se hubiese logrado aquel. Y resistieron los Llanos de Apure y los de San Martín y Guárico y Casanare y Arauca y el Vichada y el Meta y la región del piedemonte… Luchó el llano entero.

Y cantó el llano entero… aún lo hace. Por eso esta crónica viene entreverada con cantos, para mantener viva la voz y la historia del pueblo llanero, sobre todo la del pueblo llanero de los Llanos de San Juan y San Martín, ahora del Meta, tierra también libertadora, tierra siempre de libertad, tierra eternamente cantadora y libre.

2 “Excursión de Bogotá a la isla de Trinidad por territorio de Venezuela, en el año de 1816” (José María Salazar).

3 Fragmento de “Décimas del llano adentro”, seis numerao del juglar sanmartinero Manuel “Chicuaco” Torres.

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¡Arriba, zambos del llano!

Por el llano entero anda este corrío:

Arriba, zambos del llano, los del brazo arremangao, que el Libertador nos llama a peliar como es mandao, montado en su caballito de color acanelao codicia del Negro Infante, coco de Julián Mellao… 4

El surgimiento de ese grito, de esta arenga feliz del centauro criollo, tiene una larga trayectoria y hunde sus raíces en varios acontecimientos de la segunda mitad del siglo XVIII que afectan la región llanera y sus habitantes.

El llano, los Llanos del Orinoco, son un territorio geográficamente diferenciado desde los primeros tiempos de la conquista y colonia española, y mantienen una gran importancia estratégica para la conservación de la integridad de los extensos y complejos dominios reales. Dividido entre el Virreinato de la Nueva Granada y la Capitanía General de Caracas, el llano espera que se consolide su proceso colonizador mientras el Estado cede su responsabilidad en las órdenes religiosas. Eugenio de Alvarado y otros miembros de la Expedición de Límites (1754-1761), que recorren la región del Orinoco buscando marcar linderos con Portugal, reportan consternados la indefensión de la frontera orinocense y los abusos y descuidos de los jesuitas.

Por esas quejas, entre muchas otras causas, los jesuitas son expulsados de todo el reino español en 1767. Se queda el llano, por lo menos una parte de él, sin sus protagonistas 5 . Quedan sin pastores las almas de los indígenas, y sin administradores las haciendas y hatos. Permanecen las enseñanzas y los instrumentos musicales, la ocupación ganadera y los mestizos libres acrecentando su población e importancia.

4 Corrío de tradición popular, que se canta en múltiples versiones, entre estas la de Rafael Román, Pedro Flórez y otros cantadores. Otero D’Costa recoge en sus escritos una versión de comienzos del siglo pasado.

5 Nancy Espinel, en Villavicencio, dos siglos de historia comunera, señala que —además de Apiay— los jesuitas tenían en el Meta las haciendas de Cumaral, San Martín y Patire (¿será Pajure?). Y Alvarado en su Informe reservado describe la “perjudicial sujeción” de los vecinos de San Martín a los sacerdotes jesuitas.

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Pero nadie protesta entonces en el llano por la expulsión de los ignacianos, nadie defendió su obra. O no había una capacidad de respuesta, o faltaba una representación política, o simplemente su labor no merecía el respaldo social, o fueron pronta ¿y eficazmente? reemplazados por otras comunidades religiosas como los dominicanos, franciscanos y recoletos, a las que la Corte cedió pueblos, haciendas y misiones. ¿O fue su expulsión una primera liberación de los indígenas, las tierras y el ganado? No olvidemos que en territorio del Meta los indígenas se habían rebelado en 1763, y que existía cerca de San Juan el único palenque de negros del llano colombiano 6 . ¿O disfrutaron los mestizos sin el monopolio jesuita sobre el extendido negocio ganadero? Las dudas deberán ser resueltas por los historiadores, mientras, seguimos cantando.

A finales del siglo XVIII, el Virreinato se dividía en provincias, que comprendían gobernaciones, corregimientos y alcaldías. Los Llanos de San Juan y San Martín (que abarcaban hasta los actuales Vichada, Guaviare y Caquetá) hacían parte de la provincia de Santafé, mientras que Casanare, Arauca y una buena parte de la vertiente orinocense de la cordillera Oriental formaban la Provincia de los Llanos, con capital en Santiago de las Atalayas.

Los sitios claves en la geografía del territorio del Meta eran la ciudad de San Martín, la decadente San Juan de los Llanos, la hacienda de Apiay (que había sido de los jesuitas), los pueblos de Medina, Cabuyaro y la Fundación de Upía, las salinas de Cumaral y las Misiones del Meta. La comunicación con la capital del reino estaba llena de dificultades, por Cáqueza o por Gachalá o por donde fuera, los caminos eran malos y peligrosos.

Un superior de los franciscanos, García Gálvez, describe estas tierras en 1769:

“Llegué a esta ciudad de San Martín con mil trabajos de caminos tan agrios, los ríos tan fragosos de grandes, los calores que se experimentan muy horribles. Está esto en un desierto. […] los pobladores estaban tan separados unos de otros que eran necesarios varios días de camino para llegar hasta ellos; […] el vecindario está tan solitario que no hay un cristiano a quien volver los ojos […] la visita no la he hecho porque hay de San Martín a San Juan dos días bien tirados, y unos ríos peligrosos que ha menester uno que lo pasen a uno y las bestias pagadas y en fin todo a menester plata y avíos…”.

Es posible que la dependencia administrativa de Santa Fe pusiera a los Llanos de San Juan y San Martín, que —al decir de Silvestre— no tienen padrón, en desventaja

6 En este capítulo seguimos principalmente al libro de Jane Rausch, Una frontera de la sabana tropical: Los llanos de Colombia 1531-1831.

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frente a la Provincia de Los Llanos, que sí aparece en el censo de 1778 con 21.000 habitantes: 7% blancos, incluidos 23 sacerdotes; 73% indígenas; 19% mestizos; y cerca de 0,6% esclavos negros 7 . Pero mientras los hatos jesuitas de Casanare, rematados por la Junta de Temporalidades de manera fallida, entran en franca decadencia, los hatos del partido del Meta, en manos de otras comunidades religiosas, aumentan sus rebaños y terminan teniendo más de cien mil reses a comienzos del siglo XIX. Pero nos estamos adelantando, antes de entrar al siglo XIX otro suceso sacudió estas tierras llaneras, especialmente Casanare, pero dejó sus semillas por toda la Nueva Granada: la Rebelión de Los Comuneros.

Los Comuneros olvidados

Acallen los atambores y vosotros sedme atentos que este es el fiel romance que dicen los comuneros.

Desde arriba, de la región del Socorro viene un rumor de voces descontentas, que va engrosando hasta hacerse protesta enfurecida. En el Llano se escucha, se replica y se agranda.

Es la Rebelión de los Comuneros de 1781, comunera y también llanera ya que, después de la región del Socorro, es en el Llano donde tiene mayor virulencia, radicalismo y profundidad política, además de cobertura geográfica.

El 16 de marzo de 1781 en El Socorro empezó la revuelta, generada por los duros gravámenes y severos ordenamientos que había impuesto el Estado español, necesitado de recaudos. Bajo el comando de Juan Francisco Berbeo fue recogiendo gente, algunos dicen que hasta 20.000 personas, y avanzando hasta Santafé. Pero en Zipaquirá la insurrección se topó con la Iglesia y se detuvo a hablar con el arzobispo Antonio Caballero y Góngora. El 6 de junio se firman las Capitulaciones, en las que se aceptan la mayoría de las peticiones de los comuneros, se disuelve la marcha, y se salva la capital del reino de la invasión del populacho enardecido.

El 6 de julio el virrey Flórez manda desde Cartagena 500 soldados para restaurar el orden, desconoce las Capitulaciones, argumentando que se habían firmado bajo presión, y persigue a los líderes. José Antonio Galán, que comandaba a los

7 El comentario es de Francisco Silvestre en su Descripción del Reino de Santa Fe de Bogotá. Y los datos y porcentajes del censo se tomaron de Convocatoria el poder del número de Hermes Tovar Pinzón y otros.

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comuneros que seguían activos, es capturado en Onzaga, el 13 de octubre, y fusilado, con otros tres dirigentes, en febrero de 1782.

En los Llanos la rebelión se extiende. El 19 de mayo de 1781 los criollos dirigidos por Javier de Mendoza, nacido en Miraflores (Boyacá) y con hato en Guachiría, se toman los principales pueblos de Casanare, o sea Pore, Santiago y Santa Rosa de Chire, decretan la abolición de los tributos, toman el dinero de esos recaudos y deponen al gobernador José Caicedo.

Un ejército indígena de cerca de 1.500 hombres, enfurecido por los gravámenes que afectaban su actividad textil, ataca al clero en las parroquias. Támara, Ten, Manare, Cravo, Paya, Labranzagrande, Pisba y otros pueblos se suman a la revuelta. No entran al juego Nunchía, Iximena, Tame, San Juan de los Llanos, ni San Martín. Observemos que nada pasa en el occidente llanero, todos los pueblos insurrectos están ubicados al nororiente de Pore, con la salvedad de Santiago de las Atalayas.

Los comuneros llaneros, “los comuneros olvidados” 8 , no obedecen las Capitulaciones firmadas entre la Corona y los líderes de El Socorro, y Mendoza sigue siendo capitán general de los Llanos, como apoderado subalterno del Inca Túpac Amaru, irónicamente, pues Túpac Amaru había sido ejecutado el día 18 de mayo de 1781.

Por cuatro meses el ejército comunero llanero, especialmente conformado por indígenas y algunas veces capitaneado por mujeres, recorrió la provincia hostilizando religiosos, persiguiendo alcabaleros y estanqueros 9 , y proponiendo llegar con su guerra a Santafé. Hasta que una milicia privada, pagada por el Marqués de San Jorge, lo derrotó. La dirigía Antonio Villalonga, que viene de la capital, cruza por el páramo de Pisba y va a salir a Pore. No encuentra resistencia seria y se impone sin mayores esfuerzos sobre los rebeldes a quienes causa tres bajas y toma 20 prisioneros, entre ellos Mendoza. Terminando el mes de septiembre se acaba también la rebelión comunera en los Llanos.

Pero han llegado muchos de los antiguos comuneros santandereanos, que, a pesar del armisticio general, buscan refugio en el Llano, alejándose de la poderosa garra del Estado. Viajeros como Humboldt, en 1802, y Cortés de Madariaga, en 1811 10 , registran su presencia en los pueblos a orillas del río Meta. Y quedan, en sus pueblos y sabanas,

8 El término, de dolorida justicia, es de Jane Rausch y su artículo así titulado es la fuente principal de estos párrafos.

9 Cobradores o recaudadores de impuestos.

10 Cortés en su Diario y observaciones señala que la mayoría de los blancos de Macuco son refugiados de los “asesinatos jurídicos” de 1780 “contra los socorreños y otros inocentes pueblos”.

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los comuneros llaneros, criollos e indígenas con pretensiones de justicia y consciencia de su capacidad guerrera. Y entre ellos sigue el Romance de los Comuneros 11 :

La cabra tira pal monte, el monte tira pal cielo; el cielo no sé pa’ dónde ni hay quien lo sepa ahora mesmo. El rico le tira al pobre, y al indio, que vale menos, ricos y pobres le tiran a partirlo de por medio…

Y sigue la misma historia

Pero la revolución de los comuneros olvidados no cambió la forma de intervenir del Estado en estos territorios, ni logró mayor presencia del gobierno del rey ni de sus ejércitos. Los textiles y el ganado siguieron teniendo muy poca importancia comercial para la Nueva Granada, y siguió sin usarse la vía Meta y Orinoco para salir al Atlántico. Los misioneros seguían siendo la mejor opción de administración del territorio: no valían mucho, permitían olvidarse de las responsabilidades estatales y contenían a los indígenas; tendrían que seguir salvando almas para Dios y el rey.

El territorio seguía sumido en sus dificultades. Faltaban buenos caminos, no había protección suficiente contra los ataques de los indios bravos, pues la presencia del Estado se limitaba a las exiguas escoltas asignadas a las misiones y haciendas. Por ejemplo, para las misiones del Meta, en 1782, había un capitán y seis soldados, uno de los cuales era muy viejo para combatir; tenían 5 rifles viejos, 3 trabucos y 3 pares de grilletes; no tenían pólvora, municiones, ni balas. En 1789 apenas había 14 soldados alrededor de San Martín. Ya don Eugenio Alvarado les había advertido hasta el cansancio de la indefensión del Orinoco y el Casiquiare, ante las ambiciones de otras potencias europeas y los asaltos de los feroces caribes, pero quizás seguían pensando en España que el llano, las selvas y los raudales eran infranqueables o a ningún otro le podían interesar.

Ni siquiera la toma de la Isla de Trinidad por parte de los ingleses, en 1797, cambia la actitud de la Corona hacia estos territorios, evidentemente tiene muchas otras cosas de las que preocuparse, pero con los ingleses tan cerca de las bocas del

11 Tomado de la antología Poesía política y social en Colombia de Gonzalo España.

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Orinoco hay un perro bien grande y peligroso latiendo en la cueva de los dominios hispanos. Esa presencia va a ser muy importante veinte años más tarde.

A comienzos del siglo XIX las misiones del Meta se encuentran en crisis por quejas, denuncias y enfrentamientos entre las comunidades religiosas, y entre los criollos y los misioneros, que se acusan —mutua y fundadamente en cualquiera de los dos sentidos y viceversa— de abusar de los indígenas.

La visita de fray Vicente Olarte, en 1806, pretende resolver conflictos y examinar la realidad sobre el terreno. Determina que hay 1.542 indígenas guahibos y achaguas, viviendo en siete pueblos, así: San Miguel de Túa, sede del Gobernador de las Misiones (antes Macurrubá), 328; Santa Cruz de Marayal (antes Pachaquiaro), 280; San Antonio de Cabuyaro (antes Iracá), 166; Nuestra Señora de los Dolores de Pajure (antes Jiramena), 140; Nuestra Señora del Campo del Arrojo (antes El Rayo), 212; Concepción de Arama, 268; y Maricuare (antes Macatía), 148. La visita resuelve algunos pleitos, pero no crea el obispado, ni otorga escoltas, ni autoriza las armas de fuego que le pedían las comunidades.

El tiempo avanza, para 1809 la capital de la Provincia de los Llanos se había trasladado de Santiago de las Atalayas a Pore, la autoridad del Meta era el Corregidor de las Misiones, Santiago y San Juan habían declinado hasta casi desaparecer, el Meta se mantenía lejos del poder civil y militar, mientras el Casanare —como concluye Jane Rausch— estaba más aislado de Santafé que 30 años antes.

La olla no ha hervido, pero la leña está ardiendo.

Llano y llaneros: “auxilio de los insurgentes”

Si acaso te preguntan por qué andais descamisado, avanzad, avanzad, avanzad con machete en mano, decid que con sus tributos los godos te lan quitado…

Todos los reyes del mundo son igualmente tiranos, avanzad, avanzad, avanzad

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con machete en mano, y contra ellos es preciso que nosotros nos unamos… 12

Un tercer acontecimiento que dejó su impronta en los Llanos, y sucedió unos pocos años antes del llamado Grito de Independencia, es la andadura levantisca de Rosillo, Cadena y Salgar, quienes recorren el Meta y Casanare buscando apoyo y armas para armar su revolución, para declarar la guerra al gobierno desde la llanura.

Se acaba 1809, tres jóvenes juntan vidas para armar un precario castillo de naipes con sus ambiciones políticas. Uno, santafereño, José María Rosillo, tiene 21 o 22 años y alguna experiencia militar por haber sido cadete del regimiento de Cartagena; el segundo, Vicente Cadena, nacido en Melgar, tiene 19 años; Rosillo y Cadena son primos, y gozan de lo que llamamos ahora buenos contactos, esto es, parientes en puestos importantes con poder político y eclesiástico; completa el trío Carlos Salgar, de Girón. Representan las inquietudes de la época, defienden al rey, pero protestan las actuaciones de sus delegados en América, les ilusiona el sueño de igualdad del Memorial de Agravios, saben de los sucesos de agosto en Quito y los quieren replicar en la Nueva Granada.

Participaron de la rebelión de El Socorro, derrotada por falta de armas. Buscaron quitárselas a los soldados del rey en El Portillo en noviembre de 1809, infructuosamente. Entonces, deciden ir a conseguirlas asaltando los supuestos arsenales de las Misiones del Meta, donde no había ejército y abundaban los socorranos exiliados desde la Revolución Comunera, que de seguro les ayudarían.

Vinieron al Llano, para armarse, engrosar filas, ocupar Pore y volver a El Socorro con un ejército que encendería la llama de la revolución de provincia en provincia hasta ocupar Santafé. Hay que resaltar el significado de su propósito, e insistir en que, desde antes del 20 de julio de 1810, son los Llanos —todo el territorio llanero— cielo, suelo y sustento del sueño de libertad.

A finales de diciembre de 1809 inician el recorrido en busca de armas, hombres y apoyo para su proyecto insurgente. Desde Miraflores entran al llano por Sabanalarga, hasta llegar a San Pedro de Upía 13 , para permanecer 15 días. Regresan a Miraflores para aprovisionarse, vuelven a San Pedro de Upía, pasan el río y llegan a Guaicaramo, desde donde se dirigen al río Meta. Van reclutando seguidores para su causa, en Cabuyaro se les junta un esclavo, Pedro Pablo de la Cruz, “a quien le ofrecieron darle

12 Transcrito de Las sabanas de Barinas del capitán Richard Vowell.13 Cerca del actual Aguaclara, en jurisdicción de Sabanalarga en Casanare.

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con que libertarse” 14 ; cerca de allí Venancio, un sanmartinero dueño de un trabuco, les promete unirse al movimiento con su arma; luego se les suma un baquiano del río Meta, Santos Rodríguez; y un tal Pablo Castro. El Meta aporta hombres y recursos al primer intento insurgente.

Se embarcan por el río Meta, pasan por Macurrubá 15 (donde reclutan a Jorge, un “indio viejo”, otro metense revolucionario), Maquivor, Casimena, el puerto de El Higuerón y Arimena. Al llegar a Macuco ya son más de quince los rebeldes. Consiguen caballos y van hacia Guanapalo, de donde se llevan prisionero al corregidor y juez ordinario del Partido de Misiones del río Meta, José de Planes. Siguen a Trinidad, incorporan venezolanos, santandereanos y llaneros a la sublevación. Más de treinta, bien armados —tienen fusiles y dos pedreros 16 —, llegan a Pore a las seis de la mañana del 15 de febrero de 1810. Y se toman la capital de la Provincia de los Llanos.

En Pore encuentran armas, pero el gobernador de Casanare, Remigio Bobadilla, anda por Támara. Sin detenerse a organizar una resistencia rebelde en la capital, salen para Nunchía. Allí encuentran apoyo en el alcalde —que fue comunero—, ganan nuevos adeptos y emprenden camino para Morcote.

No alcanzará a llegar la rebelión hasta ese pueblo, pues Bobadilla ha organizado una milicia y embosca a los sublevados en el sitio de Pie de Cuesta, la madrugada del 18 de febrero de 1810. A enemigo que huye, plomo caliente. Allí muere el zambo Pedro Pablo, Salgar alcanzará a huir, pero son detenidos Cadena, Rosillo y otros rebeldes… La insurgencia se dispersa.

Los prisioneros son llevados a Pore, donde serán juzgados 17 . Cadena y Rosillo son condenados a muerte y fusilados el 30 de abril de 1810. Sus cabezas son cortadas y enviadas a Santafé ese mismo día. Más que terror, su muerte generó rechazo e indignación, se les ha llamado protomártires de la Independencia.

A la capital llegaron sus despojos. En su Diario de la Independencia José María Caballero anotó:

14 Archivo General de la Nación, sección Colonia, tomo X, folio 239.

15 Es San Miguel de Túa, en la orilla derecha del río Meta, frente a la desembocadura del río Túa (cerca al actual Remolino).

16 Cañones pequeños.

17 El expediente del juicio se encuentra en el Archivo General de la Nación, y es la fuente principal de estos párrafos. Además, se consultó el libro de Arcadio Benítez Ortiz, Poré: 15 de febrero de 1810, que también sigue el expediente referido.

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A 14 de mayo entraron las cabezas de don Vicente Cadena y don José Rosillo, cadete que había sido del regimiento fijo de Cartagena, después del Auxiliar de esta capital. Fue y sublevó gente por los Llanos adonde los arcabucearon y se dijo que sin confesión. El ejecutor de esta maldad fue el alférez Surga, chapetón.

A 17. En este día enterraron las cabezas que trajeron de los Llanos, en la capilla de la cárcel grande.

Carlos Salgar huye, pero es detenido en Tunja y conducido a la cárcel de Santafé, donde es liberado por los sublevados del 20 de julio. Se unirá al ejército patriota y morirá en combate en 1816.

Cadena, Salgar y Rosillo fueron vencidos, pero no olvidados, su gesta dejó un gran legado y contribuyó a conformar un convencimiento colectivo: los rebeldes tendrían fortín y refugio en los Llanos.

¡Vengan, chapetones, a morir aquí, dexemos a España con su frenesí!

Regina se está muriendo

Vide principia’ la guerra, vide nacer La Patricia y mi machete sostuvo su derecho y su justicia. 18

Así canta un viejísimo corrido, así nombraban los llaneros a la Patria, con nombre de mujer: La Patricia, que está naciendo. Y, en oposición, la Regina, el reinado español, que está muriendo, pues en 1808 las tropas de Napoleón invadieron España, dando a los españoles mucho de que ocuparse, olvidando los dominios de ultramar.

El 20 de julio de 1810, el Grito de la Independencia en la capital del Virreinato de la Nueva Granada 19 , eco de otros, desencadena un proceso particular, los criollos

18 El verso del título es el inicio de un corrido que empieza “Regina se está muriendo / Patricia se está casando / Margarita es la madrina…” y la copla es parte del corrido de “La Patricia”, ambos de la tradición llanera.

19 Ya habían nombrado su Junta de Gobierno Caracas, Valledupar, Cartagena, Cali, Socorro y Pamplona.

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acaudalados ensayan un régimen que no desconoce al rey de España, sino al “mal gobierno”. El grito tuvo desigual eco en el llano, mientras Pore establece su Junta de Gobierno el 13 de septiembre, en muchos otros lugares no sucede absolutamente nada.

En los meses siguientes el llano replicará, con demora, los acontecimientos de las poderosas Tunja y Bogotá. Seremos, entonces, parte de la Patria Boba, como han llamado a ese triste desperdicio de tiempo, vidas y recursos, que demostró la incapacidad soberana de las élites criollas para autogobernarse.

Como río en invierno, sin cauce pero crecida la rebeldía se extiende. Los pueblos, las comunidades, van más allá que sus desconcertados dirigentes, y se sublevan contra las autoridades coloniales, algunas veces de manera muy curiosa. Escarbando en el Archivo General de la Nación encontré un documento de noviembre de 1810, en el que el cura de Guaicaramo 20 , Josef Pedraza, denuncia que en San Pedro de Upía,

[…] la noche del día tres del presente mes hubo toda la noche continúa música y canto, andando por las calles, lo que entendí era para burlarse de las órdenes del Juez, y tal vez atropellarlo […] solo pude conocer en el canto a Victorino Urrego del vecindario de San Martín cuya voz sobresalía. Tampoco percibí las voces o comprendí lo que querían decir, pero al siguiente día tomé razón de que eran versos insultantes y en deshonor del Juez […].

También participaron en apoyo del “motín de las mujeres […] Ignacio Roa, Manuel Chinchilla, Victorino Urrego, Rafael Cendales, Florencio Patiño, y otros varios con un negro Cayetano Brizuela vecino de San Martín, y que estaban armados con palos, machetes y espadas en defensa de las tumultuosas […]” 21 . Por desgracia el expediente no transcribe ni describe los cantos e instrumentos, pero, afortunadamente, deja constancia de que la música es desde muy temprano instrumento de la rebeldía por estas tierras, que son sanmartineras las voces más recias, y que un Brizuela cantó siglo y medio antes de que el “Gavilán” Víctor Brizuela ganara en los primeros Torneos de Villavicencio.

A pesar del desorden creciente de la Boba Patria hay intentos de integración, y los patriotas venezolanos envían, en 1811, como comisionado a la Nueva Granada, al clérigo chileno —y patriota venezolano— José Cortés de Madariaga, que nos dejó otros dos interesantes registros acerca de la música de entonces. De regreso para Venezuela pasa por la misión de Macuco, y se sorprende al encontrar coro y “orquesta de indios, compuesta de violines, violonchelos, flauta dulce, guitarra

20 Junto a la cordillera, arriba del actual Barranca de Upía, en territorio del departamento del Meta.21 Archivo General de la Nación, Historia: SAA-I.17,11, D.30.

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y triángulos”. Unos días antes, saliendo de San Miguel de Túa, navegando por las aguas del Meta, uno de sus socios había tomado la flauta “para ejecutar la canción de Caracas ‘Gloria al bravo pueblo…’, y al resonar el suave instrumento unieron sus voces los que sabían la letra, e hicieron sentir los ecos de la libertad a los bogas […]” (Diario y observaciones). Música de los indígenas aún ligada al culto y a la misión, y música de los mestizos americanos, pregonando la libertad y la gloria de los bravos pueblos, ambas cercanas, en el mismo llano, resonando sobre las aguas del Meta. “Música y libertad” debería decir nuestro escudo.

Lo que une la música lo separa la política. La división llanera siguió: San Juan y San Martín eran de Cundinamarca, de la antigua Provincia de Santafé, por lo tanto, fueron centralistas; Pore, o sea la Provincia de los Llanos, adhirió a la federación.

No hay mucha claridad sobre el papel ni la determinación con que participaron los poblados llaneros en esa confrontación interna, ni los efectos de sus adhesiones y participación en congresos y constituciones, pero se sabe que soldados llaneros casanareños acompañaron el general federalista Baraya en su derrota ante Nariño en Santafé de Bogotá en enero de 1813, y habría soldados del Meta entre los centralistas victoriosos. En 1814, cuando Bolívar —comandando el bando federalista— se toma Bogotá, el cura de Tame, fray Ignacio Mariño, es capellán y comandante de su ejército, y de seguro había llaneros, sus feligreses, entre sus tropas.

En las peleas de burros el que pierde es el arriero. Mientras los patriotas se dividen, el ejército realista va ganando posiciones en diversos lugares del Nuevo Reino. En contrapartida el llano sigue ganando prestigio como refugio, volviéndose el último territorio en el que se encuentra una posibilidad de ocultarse, armarse y combatir con el enemigo externo.

No solamente combatían los llaneros en los bandos patriotas, hay que recordar que un buen porcentaje del ejército español (mayor en las llamadas milicias que en el ejército regular) estaba integrado por soldados americanos, reclutados a la fuerza o como voluntarios aspirantes a la paga y mejora de su condición social; mientras las clases altas criollas, enlistadas en los cuadros de oficiales, pretendían nobleza, poder y reconocimiento. El bando victorioso en una batalla muchas veces incorporaba los soldados hechos prisioneros a sus propias tropas, simplemente cambiaban de banderas y —cuando se podía— de uniformes 22 .

Los poco poblados llanos de San Martín, San Juan y Casanare no participaban en un porcentaje relevante en las reclutas realistas; en cambio los llaneros del Apure,

22 Sin duda la mejor fuente sobre este tema es Repúblicas en armas. Los ejércitos bolivarianos en la guerra de Independencia en Colombia y Venezuela de Clement Thibaud.

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de Barinas y de los llamados Llanos de Caracas combatieron del lado realista en los inicios de la guerra de Independencia, bajo el comando de Boves, Yáñez y Morales, y lo hicieron con enorme efectividad poniendo en jaque a las tropas patriotas. Al lado de Boves cantaron los llaneros:

Está del valiente Boves la victoria enamorá siempre la lleva en la lanza adonde quiera que va.

En la batalla lo libra de las manos de la muerte, de velo matá patriotas llena de amor se divierte. 23

Los triunfos de los llaneros venezolanos, peleando del lado realista, obligan a los patriotas a buscar los llanos colombianos. El enemigo es Yáñez. Se ha tomado Barinas y, casi dueño del llano de Venezuela, amenaza Casanare.

En esos años la historia se moverá en el llano al galope de los caballos de José Antonio Páez, Ramón Nonato Pérez, Santiago Mariño, Juan Nepomuceno Moreno, Jacinto Lara, Juan Galea, Francisco Olmedilla, Fernando Figueredo y otros líderes de la resistencia armada llanera. Ellos recorren todo el territorio, van y vienen, con la agilidad que se espera de sus guerrillas a caballo, viviendo de los hatos y los pueblos, pendientes de la amenaza española, todos guerreros formidables; pero también guerreros con formidables problemas: ambiciones personales, disensiones internas, falta de disciplina, ausencia de un mando unificado y de la consiguiente estrategia definida. De esa guerra irregular, y por lo irregular, no hay ni registro documental suficiente de la actividad en el bando patriota, mucha de la información viene de relatos posteriores o del bando español.

En ese trasegar también se vincula a los llanos de San Juan y San Martín. Veamos uno de los tantos sucesos: Olmedilla en Pore le anuncia a Páez que se separa del ejército y se va para el Vichada, y le propone que le acompañe con 200 o 300 hombres, ambas familias, un cura, y el dinero que quiten a la fuerza a los ciudadanos. Páez no apoya la idea y finalmente Olmedilla sale para San Juan de los Llanos con su familia y algunos de sus hombres. El gobernador de Casanare ordena que se detenga a Olmedilla como desertor, y Páez cuenta: “a los cinco días de no interrumpido viaje, al amanecer, encontramos a Olmedilla en la provincia de San Martín”, lo

23 Estas coplas, y las de la página siguiente, son de Pasquinadas de la revolución venezolana de Arístides Rojas.

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hace prisionero y lo conduce de vuelta a Pore. Poco después será liberado y volverá a retirarse a vivir cerca de Santa Rosalía, al otro lado del Meta 24 .

Los llaneros de Yáñez quedan sin jefe, pues el realista muere el 2 de febrero de 1814, en Ospino, Portuguesa, en las escaramuzas previas al triunfo de Boves en La Puerta. Diez meses después le llega el turno a Boves, muerto en la batalla de Urica, el 5 de diciembre de 1814, en la punta de la lanza del guariqueño Pedro Zaraza, que había advertido “¡O se rompe la zaraza o se acaba la bobera!”.

Las coplas cambiaron la letra y la intención:

Si el general Bolívar fuera adivino, ya supiera que Ñáñez murió en Ospino.

En Urica murió Boves, en el Alacrán, Quijada, y en el sitio del Juncal, Rosete y sus camaradas.

Casanare sigue concentrando la atención de los mandos. Desde Santafé, el 29 de diciembre de 1814, Bolívar escribe al padre Mariño nombrándolo general y encargándole las tropas de Casanare que son “1.200 hombres y cerca de 3.000 caballos”. Y el 19 de enero de 1815 anuncia que “fusiles, lanzas, municiones, botiquín, cirujanos, armerías y oficiales de Caballería se dirigen a Casanare con el teniente Coronel Lara”. Empeñados en las luchas internas, los patriotas ni siquiera aprovechan la pasividad de las fuerzas del rey, y esa pasividad no dura para siempre.

Sebastián de la Calzada invade Casanare en marzo de 1815, con cerca de 2.000 hombres: quiere vengar la derrota que Olmedilla y Páez infringieron a sus tropas en Guasdalito el 29 de enero de 1815. Pasa el Arauca sin oposición alguna, pues los patriotas siguen enredados en sus discusiones, y llega hasta el río Ele. “El gobierno de Casanare, que se hallaba indefenso, estaba para emigrar a los Llanos de San Martín sobre el Meta, cuando Calzada se vio en la necesidad de volver a Guasdalito”, dice el historiador Restrepo. El Meta no es solo refugio externo, es también amparo de los llaneros.

Se salvó Casanare… ¿o se salvó Calzada? Lo cierto es que vendrán días amargos para los americanos. Con Fernando VII de nuevo en el trono, España emprende la Reconquista. Arranca de Cádiz un 15 de febrero de 1815, vienen los veteranos de

24 Relato de la autobiografía de José Antonio Páez.

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la guerra en España, 12.000 hombres del Ejército Expedicionario de Costa Firme, al mando de Pablo Morillo. Ese ejército de veteranos peninsulares, bien apoyado, cambia la dinámica de la guerra del lado español, ya no es guerra de guerrillas, ni guerra de insurrección popular al estilo de Boves, ahora será una guerra regular, de movimientos estratégicos y grandes desplazamientos y batallas.

La Reconquista entra pisando fuerte: en abril rinden a la Isla Margarita, luego entran a Caracas y Puerto Cabello, en julio se dirigen por mar a Nueva Granada, en agosto comienzan el asedio a Cartagena que finaliza con la entrada de las tropas realistas el 6 de diciembre de 1815. Comienza el terror.

El canto vuelve a cambiar de bando:

Cartagena se ha rendido, Morillo triunfa en la acción, Viva España y su nación y viva porque ha sabido confundir la insurrección 25 .

Y se persigue a los que cantan en favor de América, las canciones patrióticas son ahora canciones insurrectas. Comienza el terror. El joropo es un delito.

Caracas, 4 de diciembre de 1815, causa e indagación de Manuel Aguado, preso y sin comunicación, por cantar canciones insurrectas […]

Dijo: que es cierto que en dicho día se halló en la casa de Juana Morales. Que es cierto que había un baile con el cual se divertían los de la casa y los demás que allí se hallaban. Que se bailó el piquiriro y el joropo y se cantó lo mismo. Que quien tocaba la guitarra era Victorio Villegas. Declaró haber oído en dicho baile las redondillas: El general Bolívar tiene un caballo que cuando va a la guerra se vuelve un rayo. 26

El caballo tendrá que ser muy bueno, pues cinco poderosos ejércitos españoles reconquistan la Nueva Granada: Miguel de La Torre remonta el Magdalena para desviar hacia Ocaña y el Socorro; Julián Bayer entra en Chocó, para seguir hasta Cartago; Francisco Warleta sube por los ríos Nechí y Cauca hasta Antioquia y Cali; Donato Ruiz de Santacruz llegará por el Magdalena, hasta Honda y Neiva; y Sebastián de la Calza da, que llega por el oriente, desde Venezuela.

No habrá un ejército patriota capaz de parar el barajuste.

25 Tomado de 1816 / El terror y la sangre sublime, editado por la Universidad del Rosario.26 Citado de Cantar contando, contar cantando. Joropos al libertador de “Cachi” Ortegón.

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El barajuste de Serviez

¡Vienen los soldados del rey! ¡Viene la reconquista! Llegan a la capital, las tropas patriotas se baten en retirada. Vienen los vencedores de Francia, soldados profesionales, tropas de élite enviadas a devolverle el poder y el orgullo a España.

Latorre (o La Torre) persigue, y adelante corren sin saber qué hacer los sobrevivientes de la derrota de Cachirí, donde Custodio García Rovira y Francisco de Paula Santander fueron derrotados por Sebastián de la Calzada, el 26 de febrero de 1816.

El barajuste es grande, el presidente de la patria embobada, José Fernández Madrid, ordena que su ejército vaya al sur, rumbo a Popayán. Pero los oficiales deciden buscar para el llano. Por varias razones: está más cerca, allí hay resistencia pues combaten Ramón Nonato y Páez y otros, hay caballos y ganado, y está en la ruta a Venezuela, para allí va la oficialidad venezolana o más allá están el Atlántico, y por allí Europa, para donde se quiere ir la dirigencia civil granadina.

El sábado 4 de mayo de 1816 se inicia la retirada de Santafé, cuenta Caballero en su Diario de la Independencia que llevan “200 reses y mucho equipaje”. El domingo cruzan por la ciudad los dos batallones de Serviez, encabezando la marcha la imagen sagrada de la Virgen de Chiquinquirá, que sacó el francés de su iglesia pensando que motivará a los soldados. Acampan en Tunjuelo. Al otro día, lunes 6 de mayo, apenas quedan 600 infantes y 30 jinetes de 2.000 hombres de caballería e infantería 27 . El resto desertó, a pesar de la bendita presencia.

En la capital del Nuevo Reino, al preciso decir de Caballero, ese lunes 6 de mayo de 1816 fue el día de la “transfiguración”, todos los santafereños se convirtieron en realistas al ver llegar dos batallones de tropas españolas de infantería y dos de negros y mulatos venezolanos y reclutas del Socorro y Tunja.

Mientras tanto Serviez busca el llano, ese día 6 se queda en Chipaque, el 7 en Cáqueza, el 9 su retaguardia es alcanzada en el Alto de Ubatoque, por el capitán español Antonio Gómez, que más adelante —en Sáname— encuentra la Virgen de Chiquinquirá abandonada en un rancho. Al parecer dificultaba bastante el desplazamiento de los patriotas, “el cuadro no sirvió sino para embarazarnos la marcha en los desfiladeros y dar lugar a que el enemigo nos picase muy de cerca la retaguardia”, apunta Santander.

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En la Cabuya de río Negro, el 11 de mayo, hay un nuevo enfrentamiento desfavorable a los patriotas, que quedan reducidos a 150 o 200 hombres desmontados y sin alimentos.

Serviez tiene intenciones de buscar hacia San Martín, pero no puede o no quiere pasar el río Negro, entonces se desvía hacia el oriente, dirigiéndose a Casanare. Por el territorio del Meta atraviesa, con él van combatientes experimentados como Santander, José María Córdoba, Bermúdez, Montilla y —al decir de Morillo— “mucha oficialidad caraqueña”; con él van exfuncionarios de la patria libertada como Frutos Gutiérrez, José María Salazar, Ardila, Arrubla y Luis Girardot; con él va “La Emigración”.

Ya salen los emigrados ya salen todos llorando y detrás de ellos las tropas de su querido Fernando

Así es, los españoles continúan detrás de ellos, bien cerca. Latorre los bate en las inmediaciones del río Ocoa, el día 13 de junio; y sigue persiguiéndolos para batirlos nuevamente en el río Upía el 22 de junio.

La emigración comienza a entrar en Pore desde el 23 de junio. Finalmente llega Serviez, con la poca gente que no se le apartó. La ruta ha sido muy difícil para ellos. Dos semanas después, el 10 de julio, llega su perseguidor Latorre, y allí se queda con Matías Escuté y Manuel Villavicencio.

La ruta fue dura también para los españoles, Morillo ha escrito:

[…] al cabo de 44 días de una marcha inaudita, de no dormir en poblado, de no alimentarse más que con carnes, de sufrir lluvias continuas, de pasar los ríos Negro, Ocoa, Guatiquía, Upía, Toninio (¿Tocaría?), Cusiana, Cravo y Pauto, unas veces en balsas, otras en troncos, otras en barqueras y las más veces agarrados los soldados de las colas de los caballos que atravesaban nadando […] al fin logró a fuerza de constancia llegar a Pore, capital de los Llanos de Casanare, con su columna cubierta de laureles […]. 28

Dura la ruta para los guates y los europeos, en cambio Páez escribirá en su Autobiografía —refiriéndose al comentario de Morillo— que para los llaneros

[…] esa admiración por los trabajos y dificultades vencidas es hasta ridícula, pues ellos no necesitan de tantas comodidades en campaña, y se alimentan sólo de carne, sin pan, ni sal, ni otro condimento alguno. […] no necesitan de calzado y viven siempre a la intemperie; duermen en la sabana o en el bosque lo mismo

28 Correspondencia de Morillo al Ministro de Guerra, desde Santa Fe, 31 de agosto de 1816.

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Vuelvan Caras (1890), Arturo Michelena

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que si estuvieran bajo el más cómodo techado; son sobrios y jamás se afligen ni desesperan, aunque se vean rodeados de dificultades y peligros.

Comparemos ese llanero frugal, recio y rápido con un soldado de infantería español descrito por José Hilario López en sus Memorias:

[…] el peso enorme de un granadero, que se aproximaba de tres arrobas, constante de fusil y bayoneta, correaje completo con cuarenta cartuchos en la cartuchera, gorra de piel de oso con alma de vaqueta, adornos de plata, cordones, plumero y su funda de lienzo, llevando, además, dentro de ella, otros cuatro paquetes de cartuchos, dos pares de zapatos ordinarios, dos de botines y algunos otros enseres, una ruana pastusa y una frazada de lana, tres pares de alpargatas, una fiambrera con la ración de uno y de dos días, y, en fin, algunas otras cosas necesarias […]

En estos escritos queda resumida toda una diferencia de actitud y aptitud entre las dos tropas en combate. Ha sido importante hasta 1816 y lo será en adelante.

No todo es malo en el barajuste, también ha sido productivo. La huida de Serviez y sus gentes por Cáqueza y los llanos del Meta y Casanare no fue, evidentemente, una ruta triunfal, pero se trajo al llano un grupo de militares patriotas que desempeñarán un papel clave en los sucesos posteriores, pues no pasan de largo, sino se quedan peleando. Ofrecen al llegar su experiencia y capacidad organizativa, se juntarán los huidos con los resistentes, que llevan combatiendo un buen tiempo, conocen el terreno y al combatiente llanero, y entre todos armarán una fuerza más organizada y efectiva. Entre 1815 y 1817 la lucha va a cambiar, ya no será exclusivamente una guerra de guerrillas sino más bien una resistencia organizada, una “pequeña guerra”, como dice Thibaud. Van a enfrentar al español con diversa suerte.

Uno de los exfuncionarios patriotas que busca refugio en el llano es el antioqueño José María Salazar, que sale de Santafé el 27 de abril de 1816 y va escribiendo las memorias de su “excursión” (ya citada): baja por Cáqueza, Servitá, Buenavista, hasta llegar a Apiay, para ir a embarcarse en Pachaquiaro, “mas no había siquiera una canoa en que pasarlo, y fue preciso retroceder tomando casi todos los emigrados el camino de Upía punto muy distante, o para continuar por tierra hasta Casanare, si las guerrillas enemigas no le impedían, o para bajar desde allí al Meta con mejores recursos”. En Cabuyaro se embarcan con el cura patriota Luis Mendoza, Meta abajo llegan a Macuco, descansan unos días y llegan —a revienta cinchas— en solo dos días a Pore. Las impresiones de su viaje se concentran en una curiosa y admirada descripción de los llaneros, y en unos detallados comentarios sobre su música, que citaré en extenso:

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Costumbres diversas sean las que fueren interesan por su novedad; más nada me ha divertido tanto en los llanos como la música y poesía de estos pueblos. El canto es natural al hombre como a las aves, […] hay música sin el conocimiento del diapasón como hay elocuencia sin retórica, y el salvaje a falta de humana enseñanza recibe sus lecciones de los cantores de los bosques. No me había prometido en los llanos otra especie de música, mas no fue pequeña mi sorpresa cuando oí a los llaneros reunidos en coro entonando acordes composiciones regulares y canciones patrióticas. […]

La bandola, que es una especie de guitarra pequeña parece que habla bajo los dedos de los llaneros y al tocar en ella su canto favorito llamado galerón adecuado a asuntos festivos se les creería inspirados por la musa de la alegría: ella les hace improvisar versos regulares de ocho sílabas en una especie de romance arábigo que va siempre en cadencia, más de asonantes que de rimas, y aunque todavía ruda en su estilo siempre es animada y armoniosa. Es grato ver a la poesía en su rusticidad nativa y recibiendo apenas la forma del arte. En este romance cantan los llaneros las acciones de guerra, los estragos de sus terribles lanzas, sus pasiones y amores: pintan los objetos al natural, y con la viveza que sienten sus impresiones, usan de símiles sencillos tomados de las cosas que los rodean, y animan de este modo sus rudos conceptos. […] Los llaneros se desafían a cantar como los pastores de las antiguas y modernas églogas usando como ellos de amebeos o cantos alternados; mas en lugar de un juez entendido que adjudique el premio de un rabel, según el mérito del canto, pierde la apuesta el que tiene primero ronca la voz […]

Yo no sé cómo se han introducido en los llanos varias composiciones sagradas semejantes a los actos sacramentales. Entre ellas es notable un largo romance de San Miguel que se canta con acompañamiento y coro, el General Serviez oficial francés, uno de los jefes de la división, excelente Juez en materia de música, admiraba mucho la de aquella composición sacro profana, y nos la hacíamos repetir muchas veces: parecía cosa de novela ver aquellos pastores bigotudos con sus largas lanzas cantando el triunfo de los ángeles, y la caída de Lucifer que en el romance, así como en Milton hace una figura brillante, los fieros cantores esforzaban tanto la voz y hacían tales visajes y representaban los diablos tan al natural, que me parecía verlos allí mismo.

La musa llanera suele degradarse hasta recibir por su canto un mezquino salario, sucede esto regularmente cuando está falto de dinero el trovador, y quiere refrescar sus labios con licor más espirituoso que el agua cristalina, hácela entonces delirar la inspiración de Baco, menos parece musa que bacante furiosa, y aunque lleva la medida del verso su sentido no tiene pies ni cabeza […].

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Antes de transcribir los muy interesantes comentarios musicales del emigrado Salazar, que termina en Europa su carrera, viniendo a morir en París en 1827, habíamos dejado a Pore de nuevo en manos españolas, o mejor en las garras de los españoles.

La estrategia española estuvo bien clara, consolidar su dominio sobre el llano, primero asegurando los caminos que comunicaban con el altiplano, y, en un segundo término, reconociendo el territorio, también el del Meta. Así, el 16 de agosto de 1816, los realistas Sebastián Díaz y Emigdio Salazar informan a Pascual Enrile su llegada a Cáqueza, le cuentan el estado del terreno e informan su intención de reconocer Apiay, Medina, San Martín y sus inmediaciones.

La tercera forma de asegurar —según ellos— el dominio sobre los llanos era imponer castigos ejemplares a los revolucionarios y sus familias, para disuadir a sus paisanos de cualquier nuevo levantamiento. Muchos fueron obligados a trabajar en la construcción de nuevas vías o la mejora de los caminos existentes, entre ellos el que unía Cáqueza con Apiay, ordenado por Morillo y Enrile. Además, imponían la prisión, el destierro, la confiscación de los bienes y —no fue el último recurso— la pena de muerte, la horca, la decapitación, el fusilamiento por la espalda, y luego el descuartizamiento y puesta de sus cabezas o extremidades en lugares donde se pudiera generar el mayor impacto.

Por eso el 25 de octubre de 1816 fusilaron en la plaza de Pore a varios patriotas, entre ellos: Frutos Joaquín Gutiérrez de Caviedes, cucuteño; el capitán apureño Bernardo Escalona; el barinés Francisco Olmedilla, que había sido detenido por La Calzada en su retiro de Santa Rosalía; el oficial vizcaíno Luis Abad; el capitán canario Luis Báez; Juan Salias, sargento mayor, caraqueño; y —nuestro mártir— Joaquín Zerda (o Cerda), corregidor de los pueblos del Meta, que organizó y comandaba un batallón de indígenas armados con lanzas.

Los fusilamientos siguen: en Chita, el 23 de diciembre de 1816, son ejecutados Martín Gamboa y Victoriano Valbuena.

En otra guerra llanera, mucho tiempo después, un corrido 29 contó de otros fusilamientos,

Rodaron catorce lágrimas de los siete prisioneros al ver que iban a morir en tan grande desespero con las manos amarradas lo mismo que los corderos…

29 “El Corrido de Vigoth”, o “El Batallón J. V.”, narra la ejecución de siete contraguerilleros de José Vigoth, en Puerto Rondón, a manos de Guadalupe Salcedo.

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EL META EN LA INDEPENDENCIA DE COLOMBIA

¡Viva la revolución!

A la lanza del llanero le dio Dios su bendición diciéndole: mata godos, viva la revolución. 30

La táctica del terror y los fusilamientos no funcionan, la población llanera hace días ha tomado partido, así lo vemos en diversos partes de los españoles. En uno de ellos, el 4 de diciembre de 1816, Morillo informa al virrey Sámano que los “insurgentes de los pueblos” de la Fundación de Upía, Barro Blanco, San Pedro y Apiay han robado los caballos que los realistas conducían para el ejército; e insistirá después en que todos los habitantes de esa región “son opuestos al rey” 31 .

Además, los soldados llaneros que habían peleado del lado realista bajo el mando de Boves y Yáñez, y seguían ahora a Morales, son licenciados por Morillo, que confía solo en sus veteranos de la guerra de España y piensa que aquellos comandantes y sus tropas a caballo eran “bárbaros”. Esos combatientes llaneros venezolanos que, según Thibaud, “no tenían otra opción para sobrevivir fuera de hacer la guerra” terminan luchando en el bando patriota.

La persecución alcanza también a los sacerdotes que habían apoyado la causa americana, el 12 de agosto de 1816 Caballero, en su Diario de la Independencia, registra la salida de Santafé de 17 sacerdotes presos para ser conducidos a las mazmorras de Puerto Cabello, entre ellos el doctor Jorge Mendoza, cura de Pore, que fallece en dicho puerto el 18 de mayo de 1817. Preso para España va también el doctor Gómez, cura de San Martín, por su actividad en favor de los sublevados de su parroquia y región.

Desde septiembre de 1816 se combatirá en los llanos a órdenes del “Catire” Páez, que es elegido comandante en jefe, con el respaldo de los llaneros, por encima de Santander o Urdaneta. La guerra con Páez se seguirá haciendo a la criolla, con otra ganancia para los patriotas: tendrán un mando unificado.

La dura Reconquista española no deja de recorrer el llano entero, y no dejan las guerrillas llaneras de defender su territorio e importunar a los invasores con ataques constantes, que buscaban alejarles o arrebatarles los caballos, el ganado y los víveres, incendiarles las sabanas, dejarlos sin recursos, etc. Nunca pudo ufanarse

30 Godos se decía a los españoles. La copla es de la tradición llanera.

31 La correspondencia de Morillo de esta cita y en adelante se toma del Catálogo de la Colección Pablo Morillo, conde de Cartagena y de Campaña de Invasión del Teniente General don Pablo Morillo 1815-1816.

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el español de tener sometido al llano entero, jamás fue el llano tierra vencida. Si la potencia guerrera española se concentraba en el Apure, los patriotas cruzaban el Arauca; si la presión arreciaba en Casanare, el Meta era el “escampadero”. Todo el llano se defendía, todo el llano luchaba.

Fuera del llano la Reconquista es tan brutalmente efectiva que deja a los patriotas únicamente tres opciones: la cárcel, el destierro o el refugio. Y los refugios primordiales para venezolanos y colombianos eran los Llanos, de extremo a extremo, el bastión de la resistencia patriota. Los Llanos daban la posibilidad de sobrevivir, y, luego de sobrevivir, de oponerse, organizarse y contraatacar.

Pero la resistencia llanera necesita una salida para sus productos y una entrada para armas y municiones. La única vía, la eterna, con la que ya había soñado Nariño en 1797, es la ruta del río Meta, el Orinoco y el océano Atlántico. Pues esa ruta la asegura, el 17 de julio de 1817, Simón Bolívar adueñándose de Angostura, recogiendo la obra de Manuel Piar.

Desde entonces se podrá soñar con la victoria, tendrán los patriotas comunicación con el mar, ganado y recursos, seguridad para juntarse y proveer las tropas del llano, y una sede desde la cual manejar el territorio y empezar a construir un Estado independiente. Ya no serán las sillas de montar los escritorios, ni el lomo de los caballos los despachos, habrá ahora un lugar para reunir un congreso e ir armando la institucionalidad.

La tarea es larga. Un decreto de Bolívar, del 24 de septiembre de 1817, va a organizar el ejército patriota con todas las arandelas del modelo francés, un estado mayor al comando, un cuerpo organizado en divisiones, una intendencia, etc. El tiempo de la guerra de guerrillas, de las bandas y los caudillos ha pasado, ahora vendrá la guerra regular, la guerra grande.

Para finales de 1817 y comienzos de 1818 siguen dándose las escaramuzas, emboscadas o combates formales. Hay una valiosa documentación de estos hechos en los cuidados archivos españoles, en ellos también aparecen, como “papeles cogidos a los insurgentes”, una serie de comunicaciones patriotas cuya informalidad demuestra la escasez de medios de nuestros héroes. Valdrá la pena, a futuro, hacer un completo trabajo de transcripción y análisis de esa documentación patriota, que se escapa a la ligereza de esta crónica.

La suerte de los enfrentamientos es variada, en Zapatosa 32 los patriotas son derrotados en diciembre, pero bien pronto se desquitan en Santo Tomás de la Fundación de Upía y en San Martín.

32 Hoy Monterralo, en la cordillera, centro poblado de Aguazul, Casanare.

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José Manuel Restrepo, en su Historia de la Revolución de 1827, describe así la primera de esas batallas del día 28 de enero de 1818:

Entre estos combates el más notable fue en la Fundación de Upía. Los españoles tenían allí 180 hombres acuartelados en una casa rodeada de empalizadas y defendida por un cañón. Los patriotas, para sorprenderlos, marcharon no por el camino, sino por medio de la sabana pajosa, y en los últimos tres días no encendieron fuego ni hablaron en voz alta. Cercanos ya al pueblo, echaron pie a tierra, y armados de sables y lanzas atacaron con mucho arrojo la casa fortificada, tomándola sin embargo del vivo fuego que hicieron la artillería y fusilería de los realistas. Poco después batieron igualmente (febrero 21) la columna española que dominaba las llanuras de San Martín que riega el Meta. Entonces los realistas de la Nueva Granada fueron desalojados enteramente de los llanos situados al este de la gran cordillera.

Observemos la gran importancia que revisten estos dos combates, pues implican la delimitación de los territorios de los bandos en disputa: el llano será de los patriotas, mientras los realistas quedan reducidos a incursionar desde la cordillera o a realizar muy rápidas incursiones por la tierra plana. Y ambos combates, la Fundación de Upía y la sorpresa de San Martín acaecieron en territorio del Meta.

Los sucesos de Venezuela van decantando una estrategia patriota, hay que organizar un gran ejército para invadir la cordillera y llegar hasta la capital del Nuevo Reino. No hay otro lugar sino el llano colombiano para ese propósito, y quien lo realizará se llama Francisco de Paula Santander.

Llega remontando el Orinoco y el Meta. Su itinerario es fácil de reconstruir, a partir de su correspondencia, cuyos contenidos demuestran ya una organización eficaz. El 5 de noviembre de 1818 escribe a Bolívar desde el “Pueblo del Meta” 33 ; el 9 de noviembre desde “Sitio de Buenavista en Meta”; luego se instala en Guanapalo, donde el 27 de noviembre toma posesión del cargo de comandante para Casanare.

Su primera impresión, su primer deseo, contempla la posibilidad de instalarse en el territorio al sur del río Meta y resalta las ventajas de esos parajes. Informa a Bolívar, desde Guanapalo, en diciembre de 1818:

Tengo el honor de informar a Vuestra Excelencia que el departamento del Meta será la base de mis operaciones y el punto de retirada en cualquier caso urgente,

33 Las comunicaciones de Santander se tomaron de La campaña libertadora de 1819. Documentos históricos de Colombia y de Correspondencia dirigida al General Santander de Roberto Cortázar.

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es decir, al otro lado del río. Muéveme a esto, lo primero, porque es el único territorio donde han quedado ganados de toda especie […] Lo segundo, porque es el territorio que une a la provincia de Guayana de donde, así como de los Llanos de Apure, podemos recibir auxilios, manteniendo siempre la comunicación por el río. Lo tercero, porque desde aquel punto está descubierto todo el país, que pueden ocupar los enemigos […]; y lo cuarto, porque es opinión general de toda la provincia no retirarse al Apure en ningún caso.

Con rapidez empieza Santander a solicitar información a los comandantes militares de la región. Al capitán Higinio Castro, de la fuerza de San Martín, se dirige en diciembre 4 de 1818, decretando el reclutamiento general y condensando su intención guerrera:

Quiero saber cuánta gente reunida y qué recursos tienen, y qué es lo que más necesitan […] Entretanto es menester vigilar mucho sobre los movimientos del enemigo, trabajar constantemente en reunir hombres, caballos, armas y fijar la opinión; no exponerse contra fuerzas muy superiores, ni descuidarse con las sorpresas; asegurar la emigración y quitar al enemigo todo recurso de ganados, y trayéndolos todos, cuando sea ya necesario, al interior de la orilla derecha del Meta; hostilizar al enemigo del modo que se pueda y aguardar a que reunido el ejército que estoy formando, podamos salir a buscar al enemigo.

Al día siguiente, el 5 de diciembre, oficia al capitán Camacho comandante del departamento del Meta 34 , acerca de la designación de Santa Rosalía como depósito de armas y pólvora del ejército patriota, le encarga su custodia y le da precisas instrucciones para el cuidado y conservación de esos elementos, “untar los fusiles por fuera con sebo derretido para preservarlos del moho, y hacer enzurronar las piedras de chispa de a mil en un zurroncito largo…”, y le insta a cuidar la pólvora “sin confiarse ni de que los guahibos no pueden venir al pueblo, ni de que los pueblos sean del todo patriotas”. Esa instalación en Santa Rosalía del parque de reserva, tan importante para el ejército, confirma la importancia estratégica del Meta y la decisión de aprovechar su ventajosa ubicación y comunicación, pues por el río pueden llegar desde Angostura, o desde Europa, toda clase de auxilios.

Analizando la situación de los Llanos y sus zonas vecinas, Santander escribe a Bolívar el 8 de diciembre de 1818, desde Guanapalo:

[…] en el territorio libre de Casanare y llanos de San Martín, se encuentran 800 hombres de caballería mal armados y 130 infantes armados […] el enemigo en

34 En esa época se refiere a las riberas de ambos lados del río Meta, sus pueblos y misiones.

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la línea que se extiende de Medina a Chita tiene 1.100 hombres de infantería del Regimiento del Rey, colocados en dicho Medina, Miraflores, Paya y Chita, en cuyos puntos se han fortificado. Tiene además 300 infantes en Puebloviejo, inmediaciones de Sogamoso, y 500 caballeros en este pueblo, de los cuales parece que un escuadrón es de españoles […] el enemigo amenaza invadir esta provincia, y yo creo que, si lo efectúa, es con dos mil hombres por lo menos […]

Un mes después, el 6 de enero de 1819, la estimación de las fuerzas contrarias, bien diferente por cierto, viene del bando realista, en carta de Morillo a Sámano:

Debo manifestar a vuestra excelencia que los enemigos reúnen en Casanare sobre 1.400 hombres de caballería montados y dos batallones de infantería que compondrán 500 hombres de fuerza, no contándose en este número porción de indios flecheros reunidos de las Misiones del Meta y pueblos de Casanare.

El 4 de enero de 1819, nuevamente escribe Santander a Higinio Castro, comandante de San Martín, informándole que envía al comandante Aniceto Ramírez para “inspeccionar el estado de los llanos de San Martín” y poder determinar quien deba asumir la autoridad en esos Llanos, “que no pertenecen a Casanare sino a la provincia de Santa Fe”. Aniceto Ramírez es nombrado Teniente Justicia Mayor de los Llanos de San Martín o sea juez político del departamento. Ya hay un empeño de organizar el territorio liberado, y definirle un estatus administrativo y político, y ese empeño deja ver, claramente, que tanto Casanare como los Llanos de San Martín ya son territorios libres.

Cuando en enero de 1819 llega al cuartel de Trinidad el capitán Isidoro Enciso, proveniente de San Martín, comunicando que están desarmadas las tropas en ese lugar, la respuesta a su comandante es clara “[…] no habiendo armero que no esté enfermo y teniendo noticia de que los enemigos vienen a la provincia, he suspendido el envío hasta mejor ocasión, en que quizá irá mayor número”. Las instrucciones que envía Santander, el 20 de enero, al comandante Higinio Castro de San Martín reafirman las tácticas patriotas y el papel clave de los llanos del Meta:

Es necesario que, con su gente, aunque esté desarmada, haga inmediatamente un movimiento sobre Medina, sin comprometerse con fuerza que los pueda batir. En Medina regarán la chispa que por ese lado va una fuerte división de infantería al mando del coronel inglés Rooke. Si los enemigos fueren hasta San Martín, retírese al lado del Meta con los ganados, y si los godos dejasen poca guarnición, sorprenderla y acabar con ella.

Cuando salgan de Medina, en donde nos estarán poco tiempo, véngase a Upía y manden razón de que vienen a obrar contra los enemigos por su flanco y retaguardia, cosa que llegue noticias de ellos.

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En fin, con movimientos falsos, con noticias verdaderas o falsas, de todos modos se hace la guerra al enemigo.

El 13 de febrero de 1819, desde La Laguna —cerca de Pore— Santander comunica a Aniceto Ramírez que le ha nombrado Comandante General de los Llanos de San Martín, instruyéndole además que:

2. Debe hacer frecuentes correrías sobre Apiay y Cumaral y La Fundación, tanto para procurar hacerse a caballos como para impedir que partidas de facciosos infecten aquel país.

3. Por medio de vigías, o de la manera que sea posible, se informará del estado de Medina y de Cáqueza, para saber que fuerza tienen y si los enemigos hacen marchar por esos pueblos algunas divisiones, de lo que me dará parte volando. Si el enemigo hiciese marchar tropas sobre la ciudad de San Martín en número que considere no poder batirlas, se retirará con cuantos recursos pueda por la orilla derecha del Meta hasta el punto de seguridad que crea conveniente […]

4. Si las tropas enemigas que vinieren por Medina pasaren directamente para Upía y de allí para el Meta o para San Pedro, entonces con la tropa a su mando las incomodará por la retaguardia, procurando sorprenderlas y hacerles todo el daño posible.

La habilidad guerrera y el papel de distracción de las tropas del Meta, cuya actividad hacía dudar a los españoles sobre la ruta de llegada a Santafé, o por lo menos distraía su empeño andino de detener a Bolívar, se confirma con la Toma de la Casa Fuerte de Medina, realizada el 24 de junio de 1819, por el comandante de San Martín Aniceto Ramírez. Sámano la registra, “con dolor palpamos que nos sorprenden con facilidad en los puntos avanzados, como acaba de suceder en Medina”.

También aparece el territorio del Meta como punto de acceso a otros lugares aún no liberados del Nuevo Reino, como la Gobernación de Popayán, cuyo gobernador escribe al virrey temiendo la invasión patriota por el paso de “tropas independientes por los Llanos de San Martín a los andaquíes”.

La actividad guerrera en estos llanos no cesa. El 21 de julio de 1819, cuatro días antes de la Batalla del Pantano de Vargas, Barreiro escribe “he sabido hoy mismo que la caballería del Casanare, ha hecho movimiento por los llanos de San Martín con el objeto de llamar la atención de nuestras fuerzas por el punto de Cáqueza”. Y agrega el 31 de julio que “un grueso cuerpo de caballería se había apoderado del pueblo de San Pedro, donde se hallaba detenido por no haberle sido posible pasar el río Upía. […] haberse dirigido al llano de San Martín con el objeto de llamar

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la atención por Cáqueza, o los Valles de Tenza. Su número llega a ascender a 800 hombres, todos de caballería […]”. Dice Barreiro que hay que atacarlos y vencerlos pues sino habría “una invasión que podría interceptar [por Macanal o Miraflores] la comunicación de la división con la capital y aún incomodarnos por retaguardia”.

Tres días después de la Batalla del Pantano de Vargas, un decreto de Bolívar llama al servicio “a todos los hombres desde la edad de 15 años hasta la de 40, solteros o casados”; el decreto, que daba cuenta de la necesidad de movilización total y lo urgente de reforzar al ejército, “tendrá fuerza de ley en las provincias de Casanare, San Martín, Pamplona y El Socorro”, mejor dicho en el país libre del yugo español para ese momento. Como vemos la suerte de las dos provincias, de los dos grandes llanos de Colombia, está siempre estrechamente ligada.

Podríamos seguir extendiéndonos por muchas páginas con la narración documentada para resaltar el papel de estas llanuras del Meta en la resistencia y lucha por la Independencia, pero creo haber dejado demostrado que, desde antes del 20 de julio de 1810, hay una actitud de respaldo de las ideas insurgentes, una decisión social generalizada para otorgar refugio, ofrecer recursos y hacer la guerra contra España, y nadie puede dudar que los habitantes de los Llanos de San Juan y San Martín, indígenas y mestizos, apoyaron, resistieron, lucharon y lograron la Independencia de España. La Patria no nació en algún sector del mapa del Orinoco, no: todo el Llano es territorio libertador y todos los llaneros —sin distinción de género, ni sabana, ni río— son Libertadores.

Y todos han cantado los sucesos de la guerra.

Se acabó por fin la guerra

Se acabó por fin la guerra y me volví para el llano con esta herida en la frente y sin un real en la mano.

Veintiún días después de la Batalla del Puente de Boyacá, el 28 de agosto, con urgencia, se envía al mayor Ascanio con un dinero y cartas hasta Guayana y se le determina que irá por la ruta de Cáqueza, y luego “se embarcará por la provincia de San Martín”, por ser la más rápida forma de ir desde Santafé de Bogotá hasta el Orinoco.

Cuatro meses después de la Batalla del Puente de Boyacá, Pedro Briceño Méndez escribe desde Pore al vicepresidente Santander, impresionado por una peste que

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azota al llano, hablando por los llaneros, y aclarando que “lo peor es que también el Meta está infestado del mismo mal”:

[…] ¿no tienen estos infelices derecho para reclamar la más alta y decidida protección del gobierno?, ¿no son ellos los más beneméritos hijos de la Nueva Granada? ¿Los que a costa de sacrificios y esfuerzos extraordinarios e inauditos adquirieron su libertad, la conservaron y poderosamente cooperaron para darla a sus hermanos? ¿Por qué, pues, los abandona ahora el gobierno y los mira con indiferencia? ¿Por qué se ve devastar y asolar su territorio por una peste y no se sacrifica una pequeña parte del fondo público en contener a sus ruinosos y espantosos estragos?

Años después el verso “Y sin un real en la mano” adquirió dimensiones de triste realidad. Abunda la documentación en que viudas y huérfanos de los llaneros guerreros demandan del Estado los haberes militares, pensiones y sueldos de sus maridos y padres. Por esas demandas se han rescatado los nombres de muchos de los combatientes criollos, sus lugares de origen y hoja de servicios. Seguimos cobrando.

Dos siglos después… se mezquina hasta el reconocimiento de la participación del Meta en la Independencia.

Dos siglos después aparecen los vendedores, de la ralea ambiciosa que llega a todas las celebraciones, ofreciendo héroes con nombre propio, inventados recién y sin fundamento, como si la comunidad necesitara comprar mentiras para sentirse orgullosa de su pasado heroico.

Si queremos nombres, tenemos nombres: capitán Isidoro Enciso, cabo Nicolás Leal, teniente Marcelino Campos, soldado Jacobo Enciso, Paulino Rey y Pablo Enciso —a quienes la tradición sanmartinera recuerda condecorados como Vencedores de Ayacucho—, el sargento segundo de caballería Diego Ordúz de la Fundación de Upía… Pero sobre todo tenemos la Libertad como una causa colectiva.

Si queremos batallas, tenemos batallas: la Fundación de Upía, misiones del Meta, la sorpresa de San Martín, la toma de la Casa Fuerte de Medina, la Cabuya de Cáqueza… Pero sobre todo tenemos décadas de apoyo y lucha por la Libertad.

Y esa conciencia histórica nos alienta para seguir siendo un pueblo luchador, que no se detiene a recoger laureles, ni se pone a pulir monumentos, sino que trabaja día a día, sin descanso, porque una patria más justa y libre, más “victoriosa, digna, grande y soberana”, se siga construyendo desde acá, desde estos Llanos de San Juan y San Martín, acá desde el departamento del Meta.

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Por eso —hoy más orgullosos que nunca— nos ponemos de pie, con el sombrero sobre el corazón, y entonamos:

Canta el llanero si tragándose el camino cual centauro majestuoso se encuentra con el jilguero.

¡Ay mi llanura! embrujo verde donde el azul del cielo se confunde con tu suelo en la inmensa lejanía.

En la alborada el sol te besa y del estero al morichal hienden las garzas el aire que susurra en las palmeras un canto de libertad.

¡Un canto de libertad!

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