Canciones tristes para vacas llaneras

Page 1

ru

Lr

''( carnpesinas inician su fundo con una vaca. ,.'A ella le cornponen canciones cle ordeĂąo. A los terneros que nacen cle csa "funcladora" tambiĂŠn les cantan: para arrearlos, y luego

inmolarlos sin ninguna crueldad.

I \ ) /

/

I


--FFII O

\


pasado- Patrimonio Cultural Inmaterial Mundial por la Unesco. En el fundo La Palestina hay una

).ugular hinchada se ramifica en la mitad del

cuello. La boca de Víctor Espinel se abre y la voz sale, se sostiene y se quiebra en una tonada que parece un lamento. El cuerpo entero vibra. El hombre canta con una voz aguda, como un contratenor extraviado, de ropas sucias y desgastadas, que le ofrece un recital a un grupo de vacas. Luego calla, respira. El pecho sube y baja. Bajo la breve penumbra del sombrero, su cara tiene pocos rasgos, es pura boca. Y garganta. Y vuelve a cantar. El sonido afilado

casa modesta, una caballeriza, un co-

rral y una serie de potreros separados

por cercas de alambre donde pastan vacas desperdigadas. Thmbién hay dos

perros, un marrano pequeño, seis o siete caballos, una niña de cinco años,

un puñado de vaqueros de edades entre los r9 y los 65,y rnapateja pequeña y cetrina conformada por Víctor y Clara, los dueños del lugar. Víctor Espinel, un hombre que Ies canta canciones tristes a las vacas,

camina descalzo, sus pies tienen el aspecto del cuero viejo: capas de piel muerta sobre piel muerta que forman ur,a cotaza viva. Al cinto lleva un cuchillo y sobre la cabezaun sombrero

cortay traspasa. Las reses se acercan desde distintos puntos de la llanura como espectadoras conmovidas que conforman un público mugiente, como si obedecieran un designio secreto, como si no pudieran hacer otra cosa.

desgastado, cuyas alas se curvan hacia el cielo.

-Por fin llegó, parientico. -Por fin.

Todo esto lo veré en un par de días, porque ahora mismo en el fundo La Palestina solo haysilencio. Aeste lugar llegué desde Yopal hace una hora por una franja de asfalto de dos carriles que parece estrecharse después deAguazul y que, a la altura de Maní, se r,rrelve una trocha que más adelante se disuelve en la sabana. El paisaje oscila entre el verde claro, el verde quemado, el verde amarillo, entre montículos de termitas que brotan del suelo como colmillos terrosos ylas motas de vegetación que empiezan a recibir la humedad de un

invierno que apenas inicia. Aqui en los Llanos Orientales colombianos, una vasta regió n de zB 5. 437 kilómetros cuadrados que ocupa cua-

tro departamentos -Meta, Arauca, Vichada y Casanare-, el inicio de las lluvias significa varias cosas: la vida sale del letargo, los vaqueros inician sus trabajos del Llano -vacunar, doma\ arfean, marcar- y algunos de esos hombres entonan aquellos cantos melancólicos con los que han llamado y controlado a sus animales desde hace siglos en una tradición declarada hace poco -en diciembre del año

Los dedos de su mano se sienten ásperos al cerrarse sobre los míos; tie-

nen la textura de la leña. Laluz amarilla de una bombilla y la incipiente oscuridad de la tarde delinean una

silueta compacta, tosca.

-a 6ñA Pjj-ry @oi^ -oo O-E O^ 6Go 6.w

>

.oqF

P j €.:=s ü¡ & U

.Y q F.JJ6.

c^"h: .: q >.o

ñ I Eos i i-! ;- o o-co cr ==

+

*: i

= Eet:És !¡too;ñ

Potoü§ {=}=-g F'ON'YñE EUO

5

un cuerpo

viejo y resistente. El llanero de postal. El llanero que, a contraluz, es todos los llaneros. Lo que se espera de ellos: tipos taciturnos, tipos forjados en la adversidad, tipos rudos. Solo que el estereotipo se deshace cuando habla con su voz suave y mansa, cuando explica por qué les canta a sus vacas: -Pa' tranquilizarlas y que se pongan obedientes, porque cuando uno les canta con cariño a los animales como que les da alegría. Afuera suena la sabana. Cuando la tarde termina, se oye la percusión ahogada de los cascos del ganado sobre la tierra dura, los chifidos de los arrendajos en los nidos que cuelgan como mochilas en el árbol, el aleteo

eléctrico de la avispa.

De todas las cosas que un vaquero puede decir sobre su llanura hay una que prevalece como el cliché

I

I

(

I

I

i

I f

I

(

f

S


-qrizá-tr.ás honesto: "el Llano es lindo". Pero el asunto es cómo lo dicen: Víctor Espinel lo dice con la sonrisa debajo de su bigote blanco, yArnulfo Pinto, un vaquero de Cumaral, Meta,

Incluso la literatura hizo eco de esta tradición. José Eustasio Rivera

En la Orinoquía colombo-venezolana desde hace siglos se le canta alga-

habló tangencialmente de los cantos de vela -que tenían lugar durante la noche- en la escena del "barajuste" en La vorágine: "Los vigías empezaron a cantar, acudiendo con los caballos, y la torada se contuvo". Rómulo Gallegos los mencionó con más extensión et Doña Bárbara y el Cantaclaro, donde dijo cosas como esta: "Los versos están en las cosas de la sabana; uno se la queda mirando y ella te los va

nado para arrearlo, domesticarlo, ordeñarlo yvelarlo. Como me cuenta el

diciendo". O como esta: "¡Ese canto del cabrestero que se acuesta y se

investigador y folclorista casanareño Carlos "Cachi" Ortegón, se encuentran registros de Ia tradición desde el siglo xrx, en los relatos de "la guerra de Independencia y posteriormente

estira!". Hasta el mismo Julio Verne los describió en su novela El soberbio Orinoco como "una especie de himno salvaje de extraño ritmo" y si bien él jamás estuvo en estas tierras, no cues-

en los de varios viajeros que hablan del

ta imaginarlo envejecido en su casa en

canto de los arrieros llevando ganado".

Amiens, en el norte de Francia, mientras escucha el relato de algún paisano aventurero. Víctor no conoce aVerne ni a Gallegos ni aAppun, pero sí el Llano. En las paredes blancas y desgastadas de su casa cuelgan dos pares de cuernos

dirá semanas después en Bogotá escondiendo los ojosvidriosos debajo de su mano cuarteada. 1o

Karl FerdinandAppun, un naturalista alemán que viajó a Venezuela en 1849, 1o describe así en su llbro En los trdpicos: "En el tiempo de transportar ganado, el ganadero que cabalga en la

punta tiene, sin duda, el papel más difícil a causa del gran esfuerzo pulmonar que hace por el continuo canto; las bestias están tan acostumbradas al canto ruidoso que cuando elguía calla quedan confundidas en el acto y la catavanase enreda". La tradición, cuyo origen es incierto, llamó la atención de varios cronistas. El venezolano Ramón Pérez,por

ejemplo, escribió en lYild Soutb America

Scenes

negros ypulidos, un caparazón de mo-

rrocoy una

soga y un estribo; en una esquina el perchero de palo sostiene tres sombreros y al lado de un televisor Sharp de finales del siglo pasado, hay un almanaque en el que se lee "Veterinaria Felive" con la foto de un caballo al galope. El vaquero se sienta mientras Clara, su esposa, sale de la cocina con dos tazas de tinto. Espanta los insectos nocturnos que revolotean

in

-publicado en ú63-

sobre el canto y los nombres con que los campesinos bautizaban a sus animales: "Cad,avaca se distingue por un

atraídos por la luz y dice que canta porque "esa es la enseñanza que nos decían las abuelas, los abuelos". Clara

sofisticado nombre: Clavellina, Flor del Campo, Maravilla, y otros no menos eufónicos ypoéticos. Cuando son llamadas para el ordeño responden inmediatamente con entrecortados mugidos, y acuden sin ser arreadas, mientras los becerros encerrados en

sale de nuevo con dos platos de

{arne

y sofrita- y arroz, que pone sobre una

mesa rústica y grande. Víctor canta porque sus abuelos cantaron. Canta como ellos lo hicieron, con un canto inmóvil, que resiste el tiempo. Según Cachi Ortegón, dos siglos apenas han tenido efecto en la tradición: "Por las descripciones desde el

el corral corren a lo largo de las cercas en busca de la puerta al oír el nombre sus

pisillo

seca de chigüiro, deshilachada

madres".

-5I+


siglo xrx y principios del >o<, uno no le nota muchas variaciones al ca¡rto. Incluso muchas de las coplas son las

áspero

mismas que se cantan actualmente".

un grupo de ¡írboles que en la dista¡rciaparecen señoras raquíticasysinies-

Uictor

tras. AesahoraVíctor camina hacia el

efldereza y

Por eso en sus versos Víctor sigue hablando de pasos reales: En el paso real me lo

dijo

de

Arauca

un ganadteeero

sirtt e p a' cabrestrero

ooo oo.

desprende un ahtz aztladaque apenas define las formas de los animales y de

-Ajila, ajila, ganaito --€ntona mientras abre sus ojos grandes y bonitos. Ella recuerda la épica de una tierra que, se supone, engendró hijos recios semanas,

que enfrentaban la inmensidad con los pies descalzos y con una ración de

bastimento -rarne seca y tajadas de plátano-. Habla sin prisa, se queda un rato en silencio, piensa, luego vuelve. Habla de las largas travesías desde A¡auca hastaVillavicencio, en las que los hombres entonaban durante las noches cantos de vela para calmar el ganado, para armllarlo, porque si los animales se asustaban -por una sombra, por un ruido, por una fiera, por un espantG podían salir en estarnpida. Cuenta el Llano que fue y que duda si aún sea.

üenta 0tle ¡tldtlso

tas historias de amor entre lln

ltanero y tllta ttarcra tambien

cariñosas en el anca. Entonces canta:

ua]ld0 ell/aquer0

Mensajera

m ens aj era, m e ns aj e e e e ra, sé

que eres may buenc aaca

lecbeeeera que

dt la camaza

llena y le qaeda

pa'

te canta

a [a tlam, Der0 en seffeto [e ellt,Ía tlll ]nensaje a ta ]ntljel, 0tle t0

efufia

e]l ta rodlla

su terrreeeera

La voz es suave y pendular. Un arn¡llo o un mantra hipnótico. Leve, íntimo. Víctor aprieta la ubre y el chorro blanco y espumoso se arremolina en el fondo.

-Yo Ias quiero; más a las del ordeño, porque le dan a uno el alimento. Aquí hay dos suticas que toca acaba¡las de criar, entonces la leche es más que todo pa' ellas -dice Víctor refiriéndose a sus nietas. Luego pasa a la siguiente vaca y

repite el procedirniento, después a la siguiente y a la siguiente. A cada una le dedicaversos con sus nombres --eu-

fónicos ypoéticos, como dijo Ramón Pérez-: Niña Hermosa, Linda Dama, Bordadora. Llena la vasija. -Hay animales que se ponen nerviosos, que amanecen de mal genio y por eso hay que canta¡les. Elvaquero recio se disuelve en el hombre üejo y dulce, cuya voz oscilante entabla una relación con el ani-

mal, pues como dirá Jhon Moreno, músico e investigador casanareño y

de ordeño es una forma de persuasión, Pero aquí en La Palestina, el Llano es.

se

Dl'ledell efnDezal, en e[ r0rra[,

autor de la obra Vale más un leco a tiernpo que an barajuste a destiempo:"El canto

A las cinco de la mañana el mugido grave de las vacas produce un coro

reflerda. tt hombre

llas, amarra las patas traseras de la res con el rejo y le da un par de palmadas

Mns aj era, El cuerpo frágil de mi abuela Marina se acomoda enr¡na mecedora. Es una noche de diciembre y desde el balcón de su casa en Villaücencio se ven las luces de la ciudad. Su cabeza se mueve en un asentimiento continuo, y su voz ondulante y sus labios van hilvanando historias sobre el Llano en el que viüó buenaparte de sus 87 años. El Llano de los cabestreros y los caporales, el de los hombres que le cantaban alganado.

que cabalgaban durante

se

corral con la camaza en la mano -un recipiente hecho con la cáscara del fruto del totumo-, se pone en cucli-

el que no canta ganao no

y desordenado. Del cielo

es como enamorar a una mujer. Por eso las tonadas son puro amor". Algo

parecido también dirá A¡nulfo Pinto, qur'en a sus 74 a-ños no tlene fundo

- 52-

y

solo canta en presentaciones: "Eso es como cuando uno llega a la casa y la mujer está brava, no joda... Entonces uno tiene que cantarle para conquista¡Ia". Lo que ellos dicen la ciencia lo

ratifica con cie¡ta frialdad: el canto suave -según la Universidad de Leicester, en Inglaterra- calma aI animal

y eleva sus niveles de oxitocina, una hormona que ayuda a estimular la producción de leche al contraer las células muscula¡es de laubre, logrando así que la leche descienda.

El sonido de los chorros de leche que manan de la ubre se interrumpe cuando Víctor recuerda. El hombre se endereza y cuenta que incluso las historias de amo¡ entre un llalero y una llanera también pueden empezar en el corral, cuando elvaquero le

ca¡ta

a la vaca, pero en secreto le envía un

mensaje a la mujer que lo escucha en la cocina. Entonces sonríe:

inventaba la letra y la muchacha se asomaba por laventanay de pronto se quedaba mirando. Ahí uno ca¡rtaba: "Pan de arroz,pan de arroz, pan de arroz / por aquí te estoy mirando como granito de a¡roz / a mí se me está poniendo que nos queremos los dos". Entonces ella oíaypues daba alguna sonrisa. Pero eso era siempre ala

-IJno

se

escondída.


F

H

a-u

¡

rA

las reses les cortan los cuernos para hacerlas menos peligrosas.

En Bogotá, durante una presentación, Hermes Romero aprietalos ojos pequeños y negros como gotas de brea y caltauna copla de ordeño que, según dice, un vaquero de piel oscura le dedicó a su pretendida blanca: Por serpobre me despreciaaaas y

porque negrito soooy,

más negro y

es

un cigaruín

pica la mejorflooor

Luc erito, Luc erii i i ito.

Así fue conVíctory Clara, que empezarorl con la poesía sencilla de una copla, y así fue con miles de parejas de campesinos que se enamoraron con el canto a una vaca que llevaba una serenata encriptada. Pero, y aquí viene lo extraordina¡io de esa relación a tres bandas, es que esa pareja, si se casaba y se establecíaenunpedazo de tierra,

también conseguía una única vaca preí,ada a la que llamaban "fundadora", que era la base de la subsistencia, pues

I No la moleste, déjela quieta porque

la leche que producía se convertía en

el alimento de ellos y de sus hijos y, para agradecede, debían cuida¡la con esmero y permitirle que muriera de vieja en el fundo, pues "la fundadorate¡íaun poder mágico -diceJhon Moreno-. No se debía mata¡ ni vender: Si usted mataba a la fundadora o se le llegaba a morir o no la quería o no la consentía, entonces se creía que se acab aba la garader ía y usted se moría de hambre".

Arnulfo Pinto recuerda a la suya con una sonrisa melancólica, como quien recuerda a un ser querido: "Yo tuve un fundito de 6o hect:íreas. Mi fundadora se llamabaMa¡iposayyo le cantaba: Maripooosa, mariposa, mariposa / lavaca más hermooosa / cuántos

becerros me ha dado / en el fundo La Ponderooosa". Víctor también la recuerda y tararea un joropo que, precisamente, se llama "La fundadora" y que dice así:

ella

es

raízde nifundación.

Tfue

su lecbe

y

su bosta bervida la

curación, la que me saloó al borúín, de

aquellafiebre del sarampión

cuando a mi nifio me lo agarní.

Et

1962, la película

Sep

tirno parale-

lo rctrató lavida en la Orinoquía. Una rareza et si mismo, el largometraje no solo es uno de los pocos documentos audiovisuales filmados en los Llanos colombo-venezolanos en aquella época, sino que fue dirigido por un ita-

liano, Elia Marcelli, y financiado por un poeta, el venezolanoJosé Natalio Estrada. La película muestra las tensiones entre colonos e indígénas, la supervivencia en las temporadas de lluvia y de sequía y por supuesto, los trabajos de vaquería.

I


\

-N

J

rI r. Víctor Espinel narrando la historia de su familia. z. Un fundo suele tener entre 50O y l.ooo héctareas. 3. El ordeño se hace en la madrugada y los cantos son mucho más suaves que los de arreo. 4. iJop, jop, joaal

Aquellas escenas en blanco y negro revelan una región que para algunos ya no es la misma, una "tierra brava" -fue un título alternativo de la película- que perdió su brío y que reposa en la memoria de los vaqueros más viejos, de los llaneros que, como mi abuela, conocieron una extensión sin cercas, sin monocultivos, sin carreteras.

Víctor dice:

-La vida del llanero 154+

por arrozy

se acabó

las petroleras, los cultivos de

de palma africana, que son tres cánceres de esta región.

Hoy hay cerca de zoo mil hectáreas cultivadas de arroz y palma solo

en Casanare,f 14 de los 37 pozos ex-

ploratorios de petróleo del país -es decir, el 37,8%o- están en este departamento. Fuera del fundo, el paisaje casanareño varía entre el verde prílido de la vegetación natural y el marrón de las palmas africanas que se levantan como miles de pilares artificialmente ordenados en la sabana. El Llano a


A

rodean al animal que brama tendido

ve-

sobre el pasto. AI cabo de algunos segundos la novilla calla, los estertores levantan nubecillas de polvo bajo su

veces es planicie, aveces es muralla.

veces es la tierra de los vaqueros, ces es la de los monocultivos.

a

Pero si los monocultivos yla explotación petrolera secan, contaminan y fracturan la sabana, son las carreteras -que benefician a la mayoría de los habitantes de la región- las que le dan la estocada final a la tradición, pues como explicaJhon Moreno, "los ca-

nariz.Luego el polvo se asienta. El filo del cuchillo pasa desde el final de la mandíbula hasta el rabo, la piel se abre y se contrae. Los hombres desuellan con velocidad y precisión. Los músculos del animal aún vibran. Enseguida cortan la carne, las extremidades, sacan los órganos, dejan el cuero secando al sol para luego convertirlo en una tiraa)argaday retorci-

minos ganaderos desaparecen y ahora se usan camiones para transportar el ganado y el arreo se está acabando. Eso no

1o

para nada". Por eso "a medi-

da que el tiempo avatza hay muchas más presiones y por eso es clave que se reconozca

da que será la soga con la que enlazan a los animales. Todo el proceso toma viente minutos. Nada se pierde. Los arrendajos son los únicos que cantan

políticamente el canto

de trabajo, porque eso demuestra su

importancia cultural y lo preserva", sostiene Cachi Ortegón, quien tam-

desde las copas de los á¡boles. Víctoq

bié¡ matiza aquel pesimismo y sostiene, con tazót,"quc todas las culturas

suaves, ahora tiene los dedos untados

el hombre que entonaba canciones de sangre.

orales, y entre ellas la llanera, tienen una condición agonística, siempre se están acabando, siempre se están muriendo. Usted encuentra referencias de r84o deJoséAntonio Campo, donde los llaneros dicen que el Llano de su juventud sí era Llano. Igual lo decía mi abuelo, igual lo decía mi papá. Y el Llano ha resistido muchos embates de ese

8.zo a.m. Clara, con un grito, llama a los hombres a desayunar. La mesa

enorme que estaba en la casa ahora está afuera, a un lado de la caballeriza.

Hay caldo y chocolate. Militza, hija

yVícto! es una mujer grande que sirve porciones grandes. de Clara

-Quiubo, primo -la mujer

tipo".

saluda a

uno de los vaqueros. zQué hace prima?

-Pensarlo, primo. No he comido por pensarlo. 6:42 a.m. Unvaquero dice: a empeza

-De razó¡ está delgadita -dice el vaquero y suelta una carcajada. Militzale pegauna palmada en el hombro.

r la matanza.

-Va Sobre el pasto una novilla lucha. Dos hombres la dominan; uno sostienelacabeza, el otro mantiene el cuer-

po en el piso. Víctor le pone la punta del cuchillo en el cuello y empuja. La herida tiene el tamaño del ojal de una camisa y desde allí la sangre brota y se desliza lenta sobre la pared de una cubeta de plástico. El animal se retuerce.

Víctor pide otro cuchillo más largo. Apuñala de nuevo. La sangre mana a borbotones, como si fuera un rosario y con cada latido del corazót expulsara una cuenta, un coágulo espeso que se apoza err el recipiente. Los hombres

I

I

ro:17 a.m. Con una mangrrera en la mano y desde afuera de uno de los co-

rrales, Víctor riega un líquido lechoso -mezcla de agua y veneno contra las garrapatas- sobre los lomos de las bestias. Luego mira al Chapo, que está sentado sobre un tronco, y le dispara con cierta maldad divertida:

-Usted

es más

flojo que la mietda

en el agua.

El Chapo,

,l ,g"d

que Víctor, su-

pera los 6o años. Es calvo, gordo, tie-

ne el bigote blanco bien recortado;


a&t¡-tu

r. Un grupo de vaqueros prepara una res para su sacrificio.

también tiene artrosis y sus pies, enfundados en las alpargatas, se curvan

eléctricos. Sin embargo, aquí el sol aún revienta.

hacia adentro.

-Siempre me dediqué

ganade-

4:09 p.m. Lavaca sale encabritada

ría, mientras pude, porque hoy en día las enfermedades me han embromado. Yo fui hombre de caballo, amansador, y trabajaba en hatos -dice como

del corral. Es puro nervio. Un hombre

a la

quren se excusa.

El Chapo se mira las alpargatas. Las tiene hundidas en el lodo negro. Las levanta y deja dos huellas que se

enfrentan. Resopla. -Chico, yoviajé de aquí, de Maní, aVillavicencio. Nos echábamos catorce días y llevábamo quinientas vacas. No había carretera y eso arriábamos por la trocha... Y yo también cantaba bueno, pero la gargaltase me dañó y ahora no puedo ni silbar. 2ir3p.m. La novilla ahora es carne asada, morcillas y caldo. Los vaqueros

devoran y beben masato. Lejos, hacia el norte, el cielo es una masa compacta y gris que destella con fogonazos

-56-

laenlazay otro se acerca con cuidado y japeaparallamar la atención de la res: -Jop, jop, joaaaaat La ternura del canto de ordeño es reemplazadapor la rudeza del japeo, que tiene un sonido vertical, áspero, sólido. El animal mira al vaquero y el vaquero -moreno, pequeño, fibroso, seco- se pone detrás. Lavaca salta y lanza coces. Brama.

-/op, jop,

joaaaaat

El hombre corre y se estira, le agarra la cola y tira hacia atrás con todo su cuerpo. Abre la boca y enseña los dientes desgastados en una mueca de esfuerzo, luego jala y sus pies se deslizan en el barro.Jala más fuerte. Si él y la tierra fuesen las manecillas de un reloj, darían las dos y cuarto. La res se inclina y cae salpicando lodo. Entonces otro vaquero le amarra las patas y


trerra y un ,ean remangado hasta un poco más abajo de la rodilla. Irvanta un talón y después el otro como si enseñase unas espuelas inüsibles; luego patea, apura el ritmo a punta de golpes

Irepa roll una agitidad inverosÍmit Dal,d ull homDre

que su baile se convierte en una espe-

de 62 anos ttanimattanza

cie de galope estático.

una cornada y stls cachos

El que canta esVíctor:

cercenados [e rozan ta pierna. Los vaoueros

fiiflan

y japean

ttanimatdesiste y sangra.

secos con las plantas de los pies hasta

Mi

carácter arrogante tiene desallo de

hay all.lor, l.lo Jlay consideración,

y baquiano

andarpor To

tatnDoro hay cruetdad

el

Llano entero.

ya no siroo pa'nada, rne narcbita.

ron los años.

El día termina.

otro pone su peso sobre el costado de lavaca.IJno más se acerca con un serrucho y emp ieza a segar las puntas de los cuernos. De cada cacho brota un chorro de sangre delgado como el que saldría de una jeringa.

Víctor trae el hierro caliente para marcar. Lo estampa sobre el a¡caizquierda, y el cuero, al quemarse, produce el sonido de una fuga de gas. Los

hombres liberan a la res y se alejan unos metros.Lavaca se levanta. -Jop, jop, joaaat El animal busca revancha y enfila contra Víctor. Víctor corre y trepa a un árbol seco. Tiepa con una agilidad

inverosímil para un hombre de 6z años. E[ animal la¡zau¡a cornada y sus cachos cercenados le rozan lapierna. Losvaqueros chiflan yjapean.El animal desiste y sangra. No hay amoq no hay consideración, tampoco hay crueldad.

En el centro de Villavicencio, el Monumento a los Centauros es un homenaje al llanero arquetípico: la escultura de un hombre recio montado sobre un caballo que, aI estar levantado sobre sus patas traseras, simbolizala muerte del jinete en batalla. Aquel monumento, que tantas veces vi en mi niñez, recuerdalaleyendadel hombre fiero que cabalgó conlos ejércitos independentistas, que peleó en las guerrillas liberales de Guadalupe Salcedo, que se labró una reputación de bravura comparable con la del ser mitológico. Pero el llanero de hierro

chos. Se oye el rasgueo de las cuerdas,

lavoz agodadel cantante: joropo. Daniel, un vaquero de 19 años, baila por turnos con las mujeres y las niñas. El joven usa un sombrero marrón, una camisa curuba con vetas negras de

culateros atrás. Víctor --el cabrestero, quien debe guiar-va aI frente y continúa con su canto: "Como novillo fue el toro la vaca voltea y lo miraaaaa I oohhh, oooaahh". Las reses, unas treinta o cuarenta, se empiezan a acercar. Primero una, después otra, todas, en una versión pecuaria de El flautista de Hamelin. Obedecen de una manera extraña, como si suvoluntad se fundiera con la del humano a través del sonido, como si aquello que dijo elpoetavenezolano Alberto Arvelo Torrealba hace más de ochenta años no fuera una metáfora, sino la observación llana de una realidad: "En esta tierra la canta enlaza más que la soga".

Hubo un tiempo en el que

se

arrea-

ban cuatrocientas o quinientas cabezas de ganado, en el que cuadrillas de más de veinte jinetes se abrían camino en un territorio inaba¡cable y atravesaban kilómetros de sabana, ríos

y morichales bajo un sol corrosivo.

no necesariamente es el llanero de carne y hueso. Víctoq el hombre que

Ahora no. Ahora son siete hombres y un puñado de reses. Ahora es uno

ahora veo, no es puro brío y potencia;

solo el que canta, el más üejo. Sobre su caballo criollo y bravo confecciona una tonada que se amplía, que envuelve y vuelve como el eco, cuya materia prima es el sonido y el viento, la onda

es suavidad y desgaste.

En el fundo la tierra amanece mojada

73o p.m. Luego de comer lo mismo que al almuerzo, los llaneros cantan. Hay un cuatro y un par de capa-

dean y toman posición: dos punteros

arriba, dos orejeros a los lados y dos

ancrdno.

Ansío aolaer a ser joven, parandero

No

fuctuación espesa y tensa al mismo tiempo.'Aaaaahhhh, aaaaayyyyyyt'' . Los animales levantan la cabeza como atendiendo aquel "himno salvaje de extraño ritmo", como lo llamó Verne, y enseguida el pecho del hombre se infla de nuevo y entona: "El toro pita la -vaca y el novillo se retiiiiraaa". Los animales que pastan dejan de hacerlo, los jinetes los ro-

y sobre el lomo del caballo -la

altura perfecta paracontemplar el infrnito, diría Cachi Ortegón- el llanero mira la sabana. El día abre y la cuadrilla de siete jinetes cabalga hacia donde las reses son apenas puntitos claros en elverde pálido de la llanura. Víctor canta. Primero la¡za el leco, un grito agudo, que se estira y se adelgaza, que sube y baja como una

-17+

expansiva de lavoz agoday cansada.

Víctor toma impulso y entona: Ajila, ajila ganaito, por la buella el cabresteeeero ponle amor al camino

y olztida tu cornedeeeero.


rFl

Una ternera es sacriñcadfl para alimentar a los trabajado¡es de la finca, que desuellan al animal en cuestión de Nada se piefde, con la piel se fabrican sogas.

-18-


Unas semanas antes, Sonia pineda, asesora del Grupo de patrimonio

Cultural Inmaterial del Ministerio de Cultura, me había enviado un correo con un listado de "portadores,,, una palabra técnica que parece más emparentada con la virología que con la cultura. Algunos de ellos me dijeron que ya no cantaban, otros que lo ha_ cían pero solo en presenraciones, y otro -con voz pedregosa, enferma, jodida- dijo que vivía en Villavicencio, que estaba mal de salud, que no tenía empleo, que su vida como cabrestero se había acabado hacía

tiempo. La mención, por supuesto, no tiene valor estadístico, pero sí parece confirmar lo que Jhon Moreno

¡

I

dirá más tarde: se

y los

vaqueros que quedan ya están muy viejos. Es un mundo agonizante".

Víctor avanza,las

ga tiene su correlato en una geografía plana y sin obstáculos, y la tonada se vuelye amplia como la sabana,,; o por-

que "esa gran tristeza que se siente en las melodías se convierte en un reto

que lanza el hombre a Ia soledad,,, como dice Cachi Ortegón; o porque son cantos de personas que, además de tejer una relación atávicacon sus animales, viven en tierras duras con historias duras. Cantos de personas resrstentes.

"El mundo de los vaqueros acaba

aire como el filo primitivo y absoluto de la obsidiana. Thl vez lo que canta un vaquero de Casanare, Arauca, Vichada o Meta se parece al urtiin duu mongol o al kulning escandinavo, porque, como dice Jhon Moren o, "7a voz sostenida y lar-

reses Io siguen,

los otros jinetes chiflan y japean. controlan a los animales que intentan sa-

lirse de la caravana.'Iodos forman algo

El sol baja en el fundo La palesrina y el atardecer llanero que mancha de rojo el horizonte deja claro por qué es famoso. Víctor caminapor el co¡ra.l de su fundo y dice que en el canto ,,hav

un senttmlento, porque uno les supli_ ca a los animales que por favor haga¡ caso".

tmbién

dice que canta porque

vivo que tiene un sentido de la coreo_

así se espantan las penas y el cansan_

grafía, una simbiosis de distintas especres que se comunican y se conocen.

cio. Luego cuenta que sus hijos no saben cantar, que no les enseñó,,porque eso era hace¡les el mal, porque esta

Un organismo polifónico en el que se mezclan mugidos y voces, humanos, bovinos y equinos.

,

vida es muy dura y era me,or que estudiaran, que se fueran". Mientras lo dice, con sus uñas gruesas desprende pedazos de tierra seca de sus panto-

rrillas. O En YouJübe un grupo de vaqueros usa túnicas de seda y tiene los ojos rasgados. Detrás de ellos se abre el árido paisaje mongol, mientras entonan un canto de pastoreo llamado urtiin duu -o canro largo- que estira las palabras y parece convertirlas en viento. En otro video, una mujer ru_ bia lanza su voz agoda y sostenida,

t

tl

en una helada estepa escandinava; lo que canta se llama hu lning, se usa p ar a

llamar al ganado y parece un conjuro ancestral vikingo. En otro video un Ilanero viejo, cuya piel es pergamino húmedo, lanza un leco potente como un gemido que perfora, que corta el

J

-59+

.-.

JUUÁN lsAzA (vtLLAV|cENcto,

1979).

Autor delosllbros

Ondas expansioas y Alucinacidn o barbarie.

En zotT ganó el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar por su crónica "El vuelo del pterodáctilo,,, publicada en El Malpensante. Dirige Directo Bogotá.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.