CO en la escuela 111

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Tradiciones musicales venezolanas se reúnen en un gran festival Del 1° al 3 de agosto se desarrollará en Anzoátegui, Aragua y Trujllo el Festival Nacional Nuestra Música 2013. Habrá conversatorios, recitales y conciertos. Este festival se realiza bajo la producción de la Compañía Nacional de Música, junto a

Lunes 29 de julio de 2013

Nº 111

Año 3

los gabinetes de cultura, las gobernaciones de los estados y alcaldías de los municipios. Podrás disfrutar de lo mejor de las expresiones musicales de estas regiones del país. Busca la programación ¡No te pierdas este gran evento!

¡El Correo del Orinoco co o en la Escuela también ié ién én sale de vacaciones! s! Regresaremos con las clases el 16 de septiembre

Cagua

Llegaron las vacaciones

os 2 Juegos

3 Abrapalabra

Cuentos de Piratass de Graciela Pérez Aguilar


N° 111• Lunes 29 de julio de 2013

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Ilustraciones| César Mosquera

Vacacionistas desordenados Estos jóvenes han ido a la playa de vacaciones, pero ¡qué sorpresa! sus frases se han mezclado. ¿Podrías ordenar lo que realmente está diciendo cada uno?

Fiesta de sabores Identifica si el sabor de estas comidas es ácido, salado o dulce, y coloca el sabor correspondiente en el cuadro en blanco.

Ya casi prende... ... En los techos de cartón...

a

Pepinillos

b

c

Queso amarillo

d Limones

e

Patilla

Torta de chocolate

¡Que fría! ¿Cómo podré bajarlos?

¿Cómo es que se armaba esto?

f

Arepa con queso

Gemelos idénticos Los gemelos Barbasucia se parecen mucho, pero no son exactamente iguales, a ver si puedes indicar las 7 diferencias entre estas imágenes de los dos capitanes.

• Coordinación General | Carolina Álvarez Arocha y Carlos Ortiz • Diseño Gráfico | Eduardo D’ Jesús • Diagramadora | Mayermis Pérez • Ilustradores | Kabir Rojas, y César Mosquera Cagua, Estado Aragua

Teléfono (0416) 636.92.12

Correo electrónico elcorreoenlaescuela@gmail.com


N° 111 • Lunes 29 de julio de 2013

El pirata Chiquito Texto| Graciela Pérez Aguilar (*)

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abía una vez un pirata al que todos llamaban Chiquito. Era tan bajito que nadie lo veía cuando entraba a las tabernas (que son los bares de los piratas). Pero el pirata Chiquito tenía una voz tan fuerte que hacía temblar las botellas en los estantes, los vasos sobre las mesas y los vidrios de las ventanas. - ¡Quiero que me traigan una sopa de tortuga! – gritaba Chiquito. - N..no tenemos sopa de tortuga, p… pero le podemos ofrecer polenta con tuco, capitán – decía el dueño de la taberna temblando. ¿Por qué temblaba el dueño de la taberna? Porque Chiquito tenía muy, muy, muuuy mal carácter. Y sus marineros medían como dos metros de altura, y también tenían mal genio. - ¿Polenta con tuco? ¡Esa no es comida para piratas! – aullaba Chiquito. Y ahí mismo, sus marineros ponían la taberna patas para arriba y rompían las mesas y las sillas ante la desesperación del dueño. Cuando Chiquito salía a robar barcos por los mares, se sentaba en una

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Ilustraciones| Iván Lira

sillita alta, como las que usan los bebés, y desde allí miraba por su largavista y daba órdenes que se escuchaban a lo largo y a lo ancho del mar. - ¡Ataquen, mis valientes! ¡Tiren cañonazos al palo mayor de ese barco! ¡Vayan al abordaje! ¡Roben todo y después hundan el barco!

uuuuuuuuuuu. Lamentablemente, el primer oficial entendió que “Atchú” quería decir “atacar”, pero era todo lo contrario. El barco cargado de maderas perfumadas de Oriente también traía una batería de cañones que dejaron a la nave del capitán Chiquito convertida en un colador.

Sus marineros le obedecían y después del ataque ponían en las bodegas (que son los lugares de los barcos donde se guardan las cosas) todas las joyas, las hermosas telas y las monedas de oro.

Y después, todo fue de mal en peor. El capitán no mejoraba de su resfrío y sus órdenes se entendían cada vez menos. Los marineros creían que “snifff” era retroceder, que “atchú” era atacar y que “cof, cof” era volver al puerto. Por lo tanto, como cada vez el capitán Chiquito decía más “cof, cof”, los marineros regresaron al puerto de las Bermudas y al final se fueron a trabajar en otros barcos piratas.

Pero un día, el pirata Chiquito empezó a estornudar. Después, se le tapó la nariz. Más tarde, comenzó a dolerle la garganta y, al final del día estaba completamente afónico y resfriado. - Mi capitán – le dijo el primer oficial – Viene un barco cargado de maderas perfumadas de Oriente. - ¡Cof, cof! Ataq…atchúuuu, est…snifff…bar… yaaaatchús!- contestó el pirata con una voz que apenas se escuchaba - Disculpe, mi capitán, pero no lo entiendo. ¿Atacamos o no? - Aaaaaatchúu

Y así se quedó el capitán Chiquito, solo, afónico y resfriado, en una taberna del puerto. “Atchús”, “sniff”, “cof, cof” era todo lo que podía decir mientras miraba el mar y lamentaba su mala suerte. Hasta que, una tarde, pasó por allí un viejo marinero que había decidido dejar el oficio de pirata para aprender otro oficio, el de médico. En cuanto

escuchó los “atchús”, los “sniff” y los “cof, cof” de Chiquito, enseguida se dio cuenta de lo que le pasaba. - Buenas tardes, capitán Chiquito, ¿Puedo aliviarlo de su resfrío? - Mñsjfmdjeee, atchís, snifff, cof, cof – contestó el pirata Chiquito. - Bueno, capitán. ¿Quiere curarse de este mal? - ¡Cof! – dijo Chiquito, queriendo decir que sí. - Entonces, le voy a dar dos consejos y una medicina. El primer consejo es que no se sienta mal por ser chiquito y el segundo consejo es que deje de tener tanto mal humor. En cuanto a la medicina, si la toma todos los días, de ahora en adelante crecerá

tanto como quiera. Pero tenga cuidado con la forma en que crece. Y, sobre todo, no grite más. Y también le aconsejo –dijo el viejo pirata mientras se alejabaque se preocupe más de los chicos que de los grandes. El pirata Chiquito se quedó sentado en su sillón durante mucho tiempo, hasta que un día se levantó. Ya no estaba resfriado ni tenía mal humor. Había crecido unos cuantos centímetros pero había perdido su terrible voz. Y, como recordaba los consejos del capitán, volvió a navegar por los mares en un barco llamado “El Chiquito”, que durante muchísimo tiempo se dedicó a ayudar a la gente que tenía problemas en el mar.


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N° 111 • Lunes 29 de julio de 2013

N° 111 • Lunes 29 de julio de 2013

El pirata Malasuerte

Colombina y el “Demonio del Mar”

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ace mucho tiempo, Colombina vivía en una isla de piratas. Su papá había sido un famoso marinero que le enseñó todos los secretos del mar. Pero, un día, su papá se fue a navegar por los mares y no volvió. Desde entonces, Colombina trabajaba con su mamá en una tienda de ropa y todos los días veía pasar a los piratas frente a la tienda. —Hola, nena —saludaba el pirata Ojochueco —. ¿Querés dar una vuelta en barco? —No, gracias, Ojochueco, cuando mi papá vuelva me va a llevar a dar una vuelta en su barco —contestaba Colombina. —Hola, Colombinita —saludaba el pirata e p i at ir ata a Patanegra Pa ata t ne negra negr grra —.. ¿ ¿Querés ¿Qu Querés é que que te e enseñe en nse s ñe cómo m se e

maneja el timón de un barco? —No, gracias, Patanegra, mi papá ya me enseñó a manejar el timón —contestaba Colombina. Pero, un día, Colombina se cansó de que los piratas la trataran como a una nena. Y pensó, pensó y pensó cómo convertirse ella misma en una pirata. Los piratas iban y venían por los mares, decían malas palabras e iban a las tabernas (que son los bares de los piratas) sin que nadie les dijera nada. Mientras tanto, ella estaba siempre metida en la tienda de ropa, sin asomar la nariz a la calle. Fue entonces cuando inventó su fabuloso plan… Parece increíble, pero Colombina alquiló un bote grande en ell g an gr ande de e ne puerto, p er pu erto to,, co to con n llos os ahorros ahor ah orro or ro os

que que qu había juntado. Poco habí ha abí bía jju un nttad ado o.. P oco oc ap poco, po oc co o, le o, le ffabricó abri ab r có có unas as velas vel elas a con con on los lo oss retazos género retazo re os de de g én é ne erro ro

que sobraban de la tienda de su mamá y les pintó una enorme lengua roja. Después, fabricó unos piratas de mentira, con sombrero y todo. Después, inventó unas armas secretas con las recetas que le había enseñado su papá. Y cuando tuvo todo listo, se lanzó al mar. Y le puso un nombre a su bote: “El Demonio del Mar”. Desde entonces, “El Demonio del Mar” se convirtió en el terror de los mares del Caribe. Aparecía en los momentos menos pensados, cuando los piratas estaban descansando de sus piraterías, y los amenazaba con su espantosa vela iluminada con una lengua roja. Les arrojaba unos cuantos cohetes y después desaparecía. —Este “Demonio del Mar” es algo serio —decía Ojochueco en la taberna del puerto—. Se nos apareció con muchos piratas hace una semana y nos tiró un montón de cañonazos de fuego. —También me crucé con el “Demonio del Mar” y nos apuntó con la lengua roja de su

vela —agregaba Patanegra—. Vimos un montón de luces malas en el horizonte y decidimos volver al puerto. Mientras tanto, Colombina seguía trabajando en la tienda de su mamá y, por las noches, inventaba nuevos trucos para que el “Demonio del Mar” fuera el barco más temible del Caribe. Con lo que le había enseñado su papá, inventó un espejo que iluminaba el mar con la luz de varias velas. También inventó unos fuegos artificiales que parecían bombas destructoras y fabricó muchos más piratas de tela para poner en las bordas (que son los costados de los barcos). Todo iba bien para el “Demonio del Mar” hasta que los piratas se juntaron en la taberna del puerto. —¡Tenemos que atacar ese barco! —dijo Patanegra. —¡No puede ser que nos asuste tanto! — dijo Ojochueco. —¡¡¡Tenemos que destruir al “Demonio del Mar”!!!! —gritaron todos los piratas. Y acto seguido, tramaron un plan. Sin saber lo que pasaba, Colombina

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A

salió esa noche con su barco a navegar por el Caribe. Levantó la vela mayor y preparó sus nuevos trucos para asustar a los piratas. Pero la esperaba una sorpresa. A la salida del puerto, todos los barcos piratas la estaban esperando. Patanegra, Ojochueco, Barlovento y los más feroces bucaneros rodeaban la salida. Los cañones estaban preparados, los piratas esperaban con sus sables y sus machetes listos para atacarla. Cuando Colombina vio a todos esos barcos rodeándola, decidió seguir adelante. Levantó su vela pintada con la lengua roja y lanzó todos sus fuegos artificiales hacia el cielo. Después, caminó hacia la proa (que es la parte de delante de los barcos), y se paró allí. —¿Es Colombina la que está en la proa del “Demonio del Mar”? —preguntó Patanegra cuando miró por el largavistas. —¡Es Colombina! ¡Y es la hija del mejor marinero que conocí! —respondió Ojochueco—. No

podemos atacarla… debe ser una pirata muy valiente para hacernos frente. Se fue corriendo la voz de que Colombina era la capitana del “Demonio del Mar” y todos los barcos piratas retrocedieron y le abrieron paso. Entonces, Colombina navegó orgullosa mientras los más feroces bucaneros del Caribe la saludaban con mucho respeto. Era Colombina, la hija del marinero, y la pirata más conocida del Caribe, aunque no

hubiera destruido ni un solo barco. Y allí estaba, parada en la proa de su bote, el famoso “Demonio del Mar”. Desde entonces, Colombina siguió ayudando a su mamá en la tienda pero, por las noches, conversa con todos los piratas de la isla que vienen a consultarla para aprender nuevos trucos y siempre, siempre le preguntan si tiene noticias de su papá.

l pirata Malasuerte lo llamaban así porque siempre se quejaba: -¡Qué mala suerte tengo! ¡Nunca encuentro un tesoro que me guste! ¡Ay, ay, ay, qué mala suerte! Una vez, Malasuerte encontró dentro de una botella el mapa de un tesoro escondido. -¡Qué mala suerte tengo! ¡El tesoro está en una isla lejana! ¡Y encima está escondido! Pero igual, el pirata llamó a sus hombres y partió en su barco, el Malamufa, hacia la isla. Navegaron por el mar Caribe mientras Malasuerte se quejaba de las olas, del viento, de la lluvia y de las gaviotas que no lo dejaban dormir con sus graznidos. Cuando llegaron a la isla, se puso a buscar el famoso tesoro mientras protestaba porque tenía arena en los zapatos. -¡Qué mala suerte! ¡Con lo sensibles que tengo los pies! De pronto, uno de los piratas gritó: - ¡Capitán, encontré el cofre del tesoro! Cuando Malasuerte abrió el cofre, se agarró la cabeza y exclamó: -¡Qué malísima suerte! Porque el cofre estaba lleno de caramelos,

chupetines, galletitas con chocolate, obleas rellenas, chicles, pastillas de menta, tabletas de dulce de leche, garrapiñadas, confites, bombones de fruta, papitas fritas y chizitos. Mientras sus hombres comían golosinas a cuatro manos, Malasuerte gritaba: -¡Qué suerte horrible tengo! ¡No hay ni una moneda de oro! ¡No hay perlas, diamantes, rubíes ni esmeraldas! -Capitán -le dijo uno de sus hombres -, ¿no quiere comer un chocolate? Mire que están ricos… - ¡No! – exclamó Malasuerte -. Con mi mala suerte, seguro que me va a doler una muela. Vámonos enseguida de esta isla. Pero cuando estaban navegando en el “Malamufa” por el mar Caribe, se levantó una gran tormenta y el barco fue a parar a una isla donde no había ni tesoro, ni caramelos, ni papitas fritas, ni un triste coco. Cuando todos empezaron

a sentir hambre, Malasuerte se quejó: -¡Qué mala suerte, ojalá hubiera comido las golosinas de la otra isla! Entonces, sus hombres, cansados de escucharlo, se metieron en el agua y comenzaron a nadar lo más lejos que pudieron. El pirata se quedó en la playa y le dijo a un cangrejo que pasaba por ahí: -¿No ves? Si hasta mis piratas me dejaron solo… ¡Qué mala suerte!


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N° 111 • Lunes 29 de julio de 2013

Flint, el loro de Barbasucia El pirata Barbasucia tenía un loro muy inteligente llamado Flint. A veces, el loro escuchaba las conversaciones de los marineros en la taberna del puerto y después le contaba a su patrón los chismes sobre tesoros ocultos. También sabía leer mapas y reconocía las amenazas de tormenta. Cada vez que el mar estaba dudoso, se paraba en la punta del palo mayor y estiraba las alas en la dirección del viento. De vuelta sobre el hombro de Barbasucia, le decía al oído: — Viene un huracán desde las Bermudas. En doce horas se nos van a volar las plumas. Mejor entremos en aquella bahía. Barbasucia le hacía caso y su nave escapaba del temporal mientras todas las demás se hundían como piedras. Gracias al ingenio de Flint, el pirata y sus hombres habían reunido un tesoro de monedas de oro sin necesidad de pelear. Por eso, y porque tenía buen corazón, Barbasucia quería mucho a su loro. Una tarde, mientras el pirata tomaba fresquito en la cubierta del barco, Flint se paró sobre su hombro y le dijo: — Capi, me parece que sería bueno esconder el tesoro en bsss… bsss… bsss…. Pero después tiene que poner la piedra y bsss… bsss…. bssss. Trabuco, el contramaestre del barco, alcanzó a escuchar algo de la conversación, pero no pudo entender todo. Sin embargo, la palabra “tesoro” le resultó clarísima. Y enseguida pensó que ese secreto le iba a interesar mucho al feroz Parchenegro, el peor enemigo de Barbasucia. Hacía tiempo que el contramaestre quería unirse al malvado bucanero y una noticia como ésa era una buena carta de presentación. Cuando llegaron a puerto, ni lerdo ni perezoso, Trabuco corrió a la taberna y le contó todo a Parchenegro..La mención del tesoro hizo pegar un salto al siniestro pirata, que tiró todo el ron por el piso. Pero después de llenar nuevamente su vaso, le preguntó al contramaestre: —. ¿Qué me propones y qué pides a cambio? — Bueno, capitán… Por cincuenta monedas de oro puedo traerle al pajarraco. Y usted me deja formar parte de su tripulación. — ¡Trato hecho! Barbasucia y Flint estaban siempre juntos y pasaron muchos días hasta que Trabuco encontró la oportunidad. En un descuido del capitán, el traidor contramaestre entró en su camarote, metió a Flint en una bolsa y corrió a llevárselo a Parchenegro. — Vamos a ver si este plumífero nos revela su secreto — dijo el pirata mientras lo desembolsaba y lo ponía sobre una percha. Y allí se quedó el pobre loro, más verde todavía del susto, mirando cómo Trabuco recibía sus cincuenta monedas de oro y salía por la puerta de la cabina. — Ahora, vas a contarme todo o te convierto en sopa de loro. ¿Dónde está escondido el

tesoro? —le dijo jo Parchenegro cuando se quedaron a solas. Flint trató de ganar tiempo y, como el miedo lo había vuelto medio poeta, canturreó con voz finita: — El tesoro del pirata está en un cofre de lata. Tiene monedas baratas y un montón de garrapatas. — ¡Ahhhhhhhhh! Aquí hay un loro que se cree muy vivo pero va a terminar muerto — dijo Parchenegro, y lo agarró del pescuezo haciéndole volar varias plumas por el aire. El horno no estaba para bollos y Flint comprendió que no tenía escapatoria. Entonces dijo: — El tesoro del pirata está en la mina de plata, detrás de la catarata, bajo una piedra chata. — ¡Ya era hora — exclamó Parchenegro. Entonces, reunió a todos sus hombres y partieron, llevando a Flint, hacia la vieja mina de plata abandonada. Una vez allí, buscaron la entrada secreta que solamente el loro y Barbasucia conocían. Estaba escondida detrás de una caída de agua cercana y por ahí entraron Parchenegro y sus secuaces. Entonces, el malvado capitán soltó al ave. — ¡Ahora, muéstranos dónde está el tesoro! — le gritó. Flint voló hasta una piedra chata que estaba en la parte de arriba de la galería, se paró sobre ella y dijo: — Quiten esta piedra chata, que está abajo de mis patas. Aquí, sin más perorata, está el oro del pirata. Lo hombres se abalanzaron hacia la piedra y empezaron a quitarla de su lugar, mientras el loro escapaba buscando la salida. Pero, justamente, esa piedra sostenía la viga principal del techo y todo comenzó a desplomarse. Una montaña de tierra y escombros cayó sobre los bucaneros, tapándolos sin remedio. Desde la rama más baja de un árbol cercano, fuera de la mina, Flint escuchó el estruendo y las maldiciones mientras seguía canturreando: — ¿Dije el oro del pirata? Quise decir, sin más data que sobre la piedra chata está el loro del pirata. El loro esperó hasta asegurarse de que los enemigos de Barbasucia y el secreto de su tesoro estuvieran bien guardados Después, voló muy contento hacia la costa para reunirse con su querido capitán y emprender juntos nuevas aventuras por los azules mares del Caribe.

Graciela Pérez Aguilar es profesora y escritora. Nació y vive en Buenos Aires. Ha publicado numerosos libros para niñas y niños como El constructor de sueños, Los dragones y otros cuentos, Había una vez un delfín, El peludorrinco, La lagartija Amarilis y Perros, gatos y sueños, entre otros. Los cuentos que aquí presentamos vienen del libro Piraterías y se los regaló al Correo del Orinoco en la Escuela con mucho cariño. Al donar sus cuentos al periódico Graciela escribió: “Mi mayor anhelo es que mis piratas naveguen por el Caribe, que es adonde realmente pertenecen.”


N° 111 • Lunes 24 de julio de 2013

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Ilustraciones| César Mosquera

Papagayos distraídos Entre estos papagayos hay dos que son exactamente iguales, ¿Podrías encerrar en un círculo la letra del que corresponde?

Arqueología para principiantes Carmen está haciendo para su proyecto de arqueología una traducción de los petroglifos de esta roca, ayúdala a descifrar el mensaje.

A= D= E=

G= I= L=

N= O= S=

T= U= W= Y=

a

b

c

d

Mapa del tesoro Ayuda a los piratas a encontrar el camino correcto al tesoro que se encuentra escondido en esta isla.


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Solución a los juegos Arqueología para pricipiantes: Los wayúu son una etnia indígena

Fiesta de sabores: a) ácido b) dulce c) salado d) ácido e) dulce f) salado

Papagayo distraído: b

Mapa del tesoro

Gemelos idénticos

Mira cómo quedó la foto que le hice a Cheíto.

Claro Rafa, cuando no hay suficiente luz debes activar el modo flash. Ah, con razón, ahora voy a hacerle la foto con el flash activado. Ahora sí.


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