Especial 27-F El Caracazo

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Domingo 24 de Febrero de 2013


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Domingo 24 de Febrero de 2013

Índice Los antecedentes

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Miguel Ángel Contreras, en entrevista con Carlos Ortiz, afirma que El Caracazo fue la primera protesta global contra el neoliberalismo. El investigador considera que el 27-F marcó la ruptura entre la sociedad y el régimen puntofijista.

La protesta de ese día comenzó en Guarenas

6 a la 9

Las manifestaciones populares escenificadas en Guarenas contra el aumento del pasaje, el 27 de febrero de 1989, fueron la chispa que encendió la pradera en Caracas y otras ciudades del país. Alexander Escorche ofrece una reconstrucción de los hechos.

El Valle: uno de los blancos

10 y 11

Cuando el régimen de la época sacó a la calle a las tropas de las Fuerzas Armadas comenzó una represión feroz contra el pueblo. Romer Viera cuenta los testimonios de quienes sufrieron la lluvia de balas en El Valle.

Nuevo Circo: la furia popular

12 y 13

El terminal del Nuevo Circo y sus alrededores recibieron todo el descontento del pueblo, que protestó el “paquetazo” neoliberal con saqueos y otras acciones. El mismo 27-F, un funcionario de la Policía Metropolitana apagó la vida de la estudiante Yulimar Reyes, en lo que se convirtió en uno de los crímenes emblemáticos de la represión de aquellos días. Jeylú Pereda entrevistó a algunos testigos de los hechos.

Moncada: el dolor de un padre

14 y 15

Una bala de FAL mató al hijo de Francisco Moncada durante El Caracazo. El impresor nunca pudo recuperarse de la pérdida de su pequeño. El Estado nunca hizo justicia con este caso. ¿Quiénes son los responsables? Romer Viera reconstruye una historia desgarradora.

Los “monseñores Romero” de Venezuela

16 y 17

Los padres Matías Camuñas y Bruno Renaud acompañaron al pueblo de Petare durante los días duros de la represión militar contra el pueblo. Camuñas recuerda, en entrevista con Romer Viera, la masacre de la escalera de Mesuca, conocida popularmente como la “escalera de la muerte”.

Bernal: un policía rebelde

18 y 19

El diputado bolivariano Freddy Bernal era, en 1989, integrante del grupo CETA de la Policía Metropolitana. El luchador le cuenta a Rafael Leyva cómo, algunos funcionarios de la PM, acompañaron al pueblo en su protesta.

Estudiantes: objetivo a perseguir

20 y 21

Luego de la rebelión popular del 27-F comenzó la represión. El régimen de Carlos Andrés Pérez dio vía libre a la persecución de centenares de estudiantes, que fueron secuestrados y encerrados en los sótanos de la Disip en Caracas sin saber siquiera de qué los responsabilizaban. Carlos Ortiz conversa sobre estos hechos con Ernesto Serrano, uno de los “cazados” en aquella razia.

Frasso: la foto como denuncia

22 y 23

El fotógrafo Francisco Solórzano salió a las calles a capturar con su lente las evidencias de la represión militar y policial contra el pueblo. Para la posteridad quedaron sus fotografías sobre el toque de queda y las masacres perpetradas en barriadas populares como Petare. Héctor Escalante recoge algunas de sus vivencias durante esos días aciagos.

Diseño y diagramación: José Manuel Hernández Chacín Corrección: Judith Herrada, Eliézer Aché, Miguel Hidalgo, Franklin Hurtado, José Brito


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Tecnocrátas que diseñaron el paquete de CAP insistieron en aplicarlo a pesar de la masacre

El 27-F fue la primera protesta global contra el neoliberalismo El sociólogo Miguel Ángel Contreras sostiene que El Caracazo y El Guarenazo fueron una subversión social que activó una corriente de cambio y transformación que no encontró conducción política inmediata. Pero el “por ahora” del 4-F les dio sentido a las protestas populares al crear la expectativa de una “rebelión indefinida” T/ Carlos Ortiz F/ Joel Aranguren Caracas

a revuelta popular del 27 de febrero de 1989 “fue la primera protesta global contra el neoliberalismo. Posteriormente vinieron los casos de Ecuador y Argentina, donde se dieron protestas más o menos similares”, afirma el sociólogo e investigador Miguel Ángel Contreras, quien sostiene que el histórico acontecimiento fue una enseñanza para los movimientos sociales. –¿El 27-F influyó a tal punto en el auge de esas protestas, diría que les dio el ejemplo a otros países? –Sí, como una expresión del hastío que producía y produce el neoliberalismo, como repuesta a la clausura del futuro que ese modelo planteaba y como evocación de la posibilidad de una vía distinta. Diría que a partir de entonces se fue extendiendo un movimiento molecular en América Latina. Fue el aprendizaje más emblemático de los movimientos populares en Ecuador y Argentina, espontáneos pero vinculados con las luchas históricas de los pueblos. –Sin embargo, en República Dominicana, en abril de 1984, hubo tres días de fuertes protestas contra un plan de austeridad acordado con el Fondo Monetario Internacional, con víctimas fatales. Y las manifestaciones se reactivaron entre 1987 y 1988. ¿Qué incidió para que fueran El Caracazo y El Guarenazo los que tuvieran ese impacto? –No conozco las dimensiones de esas protestas anteriores, pero en el caso venezolano no podemos olvidar la tremenda expectativa creada por el segundo Gobierno de Carlos Andrés Pérez (CAP) y el poder multiplicador de un estado de ánimo que pasó de la esperanza al trauma y la decepción. Además, el escenario era el del fin del socialismo y la clausura de otras alternativas, y eso generó desesperación. El neoliberalismo se presentaba como la única alternativa y libraba una

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tremenda ofensiva en todo el continente. El capitalismo vivía una reestructuración en la que las empresas de información se convirtieron en los signos por excelencia de ese cambio. Creo que los medios jugaron un papel importante. La diferencia respecto a otras experiencias podría estar en esos dos puntos: la fortaleza del discurso neoliberal en la región en la década de los 80 y el rol de los medios, que además no deben haber difundido mucho los hechos anteriores. –¿Qué elementos lo llevan a pensar que el 27-F fue una acción directa contra el neoliberalismo? –Para responder a eso, diría que hay que analizar todo febrero de 1989. Pero incluso, previamente, se deben revisar las características de la campaña electoral entre Eduardo Fernández y Carlos Andrés Pérez (diciembre de 1988), que se libró entre dos proyectos: uno de carácter abiertamente neoliberal, que era el de Eduardo Fernández, y otro que estaba marcado por lo que yo llamaría una visión nostálgica del primer Gobierno de Carlos Andrés Pérez, de carácter keynesiano, y que ofrecía la promesa de un estado de bienestar. Esas eran como las dos tesis de la campaña, a pesar de que ya en 1987 se había firmado un carta de intención entre los candidatos de que se iba a instrumentar una política del Fondo Monetario Internacional.

CONTRA EL GRAN VIRAJE Como considera que se debe analizar todo febrero de 1989 para evaluar el 27-F, Miguel Ángel Conteras se remonta hasta el día 2, cuando se dio la toma de posesión de Carlos Andrés Pérez. Recuerda “que fue calificada de ‘coronación’ en su momento”, no solo por la pompa con que se hizo, “sino porque reivindicaba a Carlos Andrés Pérez como un líder tercermundista”. Y comenta que “vinieron Dan Quayle, vicepresidente de los Estados Unidos, Fidel Castro y Daniel Ortega. Entonces, se veía que CAP tenía a su alrededor diversas voluntades que reforzaban la imagen de líder tercermundista”.

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“Eso influyó en que el 2 de febrero se viera como una promesa de que venía un cambio profundo. Pero el 16 de febrero fue el anuncio al país de la política del Gran Viraje. Cuando se anunció la política del Gran Viraje, se dio lo que uno podría llamar la primera ruptura con el Pacto de Punto Fijo”, sostiene. –¿Por qué? ¿Qué le da al Gran Viraje el carácter de ruptura con el Pacto de Punto Fijo? –El Gran Viraje fue presentado, tácitamente, como una política que se desligaba del viejo acuerdo. Los ministros que nombró Carlos Andrés Pérez en ese momento y que diseñaron esa política no venían de Acción Democrática y Copei. No en los términos en que ocurrió con el programa mínimo del Pacto de Punto Fijo. Estos eran profesores que venían del IESA, del Banco Central de Venezuela y principalmente del sector financiero: Eglee Iturbe, Moisés Naim, Miguel Rodríguez, Pedro Tinoco; era un grupo de tecnócratas. Ahora, el 27 de febrero de 1989 es también la primera ruptura social que se da en el contexto del Pacto de Punto Fijo. Fue eso, una primera ruptura social y política. –¿En qué sentido esa ruptura es social y política? –Como te dije, a partir de ese momento comienza una reacción abierta contra el neoliberalismo, que era el modelo que se decidió imponer desde el Estado y los poderes establecidos. Pero esa protesta masiva contra un paquete de medidas es también una reacción contra el neoliberalismo en el mundo. Y esa es una de las cosas más importantes del 27-F: su impacto en la protesta global. Fue una subversión social –con alto impacto político– contra un orden establecido que estaba en decadencia. –Hay opiniones contrarias a esa visión. Se dice que el 27-F lo que había era gente destrozando y saqueando todo, y que nadie esgrimía ninguna consigna contra el neoliberalismo ni contra el Puntofijismo. Que nadie tocó las sedes de los partidos políticos, ni Miraflores... –A eso habría que responder que ciertamente no hubo una dirección política, ni vimos ese día una declaración formal que dijera: “Estamos aquí reunidos protestando contra el neoliberalismo y las medidas económicas de CAP”. Aunque también hay que decir que en el sitio de los acontecimientos tampoco se dio una entrevista de ese tipo. Lo que se registró fue un proceso, digamos, de apropiación o reapropiación, que en un primer momento no lo protagonizaron las barriadas. La protesta comenzó con grupos de personas que estaban concentradas por distintas razones en lugares específicos de Guarenas, Los Teques, La Guaira y Caracas. Contreras llama la atención sobre el hecho de que “esas zonas son prácticamente ciudades periféricas donde vive principalmente población obrera, población administrativa. Y en ese primer instante, aunque la protesta era contra el aumento del pasaje del transporte público, fue una irrupción contra una afrenta, contra una violencia más o menos institucionalizada. Después se extendió –digamos que se desató la rabia, el resentimiento, en respuesta a esa afrenta. Eso no se entendió en ese momento como una reacción política, pero fue, sin duda, una subversión social. Continúa en la página siguiente


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Domingo 24 de Febrero de 2013 reformas económicas, porque iban a traer bienestar social. Apelaban a la promesa de lo que ellos llamaban el trickle down effect, el ‘efecto derrame’, que supone que el crecimiento económico va a derramarse hasta producir crecimiento social. Esa era la posición que defendían Eduardo Fernández, Carlos Andrés Pérez, los IESA y Chicago Boys, como Emeterio Gómez y Miguel Rodríguez”.

EL PAÍS ENTRÓ EN MOVIMIENTO

Viene de la página anterior –¿El impacto político de esa subversión social fue inmediato? –Quienes debían advertirlo no quisieron verlo así. Eso se aprecia claramente cuando se revisan las respuestas inmediatas al 27 de febrero. Uno ve las medidas económicas que se tomaron, el tipo de políticas que se comenzaron a instrumentar, y entiende que lo que se buscó fue la profundización de lo que podríamos llamar los dispositivos tecnopolíticos del neoliberalismo. Fue la economía política del neoliberalismo lo que empezó a imponerse a partir de entonces. “Otro asunto que se debe destacar –señala Contreras– es la forma en que fue tratada la protesta. No se utilizaba la palabra “horda”, pero la protesta se presentaba siempre como hecha por personas que no tenían visión política, se les describía como seres sin voz. Esa fue una expresión que se usó en esos días, me parece. Sin embargo, el efecto lo intuyeron, porque aunque el estallido del 27-F fue espontáneo, ¿quiénes fueron los presos esos días? Fueron militantes de algunos partidos políticos de izquierda, a quienes les atribuyeron responsabilidad en los hechos y se les persiguió. Pero de haber habido un partido de izquierda capaz de dar una respuesta tan contundente y de esa magnitud, habría tomado el poder. –Pero no lo había, ni hubo quien capitalizara esa subversión. –Es que inicialmente aquello no era un asunto político, sino eso: una subversión social que después se convirtió en política. Las protestas del 27 de febrero y los días siguientes subvirtieron el orden social. Después se fueron politizando en todos sus aspectos, al punto de que Carlos Andrés Pérez llegó a decir que era un asunto entre ricos y pobres. Y los poderes constituidos casi estaban haciendo agua ante ese tipo de movilización. Las reacciones de esos poderes, señaló Contreras, fueron contradictorias: “Los partidos del statu quo, Acción Democrática (AD) y Copei, trataron de salvar las formas de representación política que habían dominado desde 1958. Rafael Caldera y el secretario general de AD de entonces, Luis Alfaro Ucero, consideraban que se debía reajustar, adecuar todo el aparataje político”. A ese planteamiento se oponía el discurso neoliberal, “que insistía en que era necesario profundizar las

Contreras explica que en medio de la pugna entre los partidos y los tecnócratas, iba cobrando cuerpo “una fuerza incipiente, que estaba conectada con todas las protestas que se venían dando en la década de los 80 en Mérida, en Caracas, en Oriente, en distintos lugares y por diversos motivos, incluida la masacre de El Amparo. Todas esas protestas encontraron como punto de inflexión el 27 de febrero, y uno pudiera decir que ese es el inicio de Venezuela como una sociedad en movimiento”. –¿Quiere decir que antes de eso la sociedad estaba detenida? –Es que antes, por mucho tiempo, no hubo esa confluencia. Digo que Venezuela pasó a ser una sociedad en movimiento porque a partir de ese instante todos los sectores que de una u otra forma fueron afectados por las medidas económicas neoliberales, comenzaron a agruparse molecularmente. Las protestas aisladas se hicieron cada vez más constantes durante toda la década de los 90, que fue una época de protestas en todo el país. Y los movimientos sociales sacaron sus aprendizajes. Entonces, para insistir en la idea, quienes dicen que el 27-F no fue exactamente un fenómeno político en respuesta al neoliberalismo, desconocen que inicialmente fue una subversión social. Después, el acontecimiento en sí mismo se convirtió en un acontecimiento político.

CHÁVEZ Y LA CORRIENTE INSURRECCIONAL –Vistos los hechos en la distancia, ¿qué opina del planteamiento de que cuando estalló el 27-F en Venezuela se vivía una “situación prerrevolucionaria”? –Yo creo que había una acumulación de situaciones que eran una abierta afrenta contra toda idea de justicia social, contra la democracia, contra los derechos de los estudiantes y de la ciudadanía en general. Era una agresión a la gente, que se venía dando como efecto de que teníamos casi cuatro o cinco años de experimentos económico-políticos. Experimentos que uno de los problemas que conllevan es que crean desajustes internos en la sociedad. Como actor político de ese momento, te diría que al interpretar el momento tal vez estábamos forzando esquemas teórico-políticos que se daban en otros contextos, debido a que la politización de nuestra sociedad no se había dado todavía. –Pero de lo que dice se puede deducir que había un clima propicio para una explosión como aquélla. –Había resentimientos y dolores muy profundos desde el punto de vista de la sociedad, pero todavía no se habían convertido en una propuesta social y política. Lo que se dio fue una irrupción momentánea, espontánea y localizada, que se encontró con la brutal represión del aparato neoliberal. Eso hay que destacarlo: el neoliberalismo es siempre un modelo represivo que se sostiene en un aparato militar y político para aplastar cualquier reacción. No se puede dejar de lado eso

en el análisis del papel del Estado represivo, que después de la masacre fue criminalizando cada vez más la protesta, especialmente en las universidades, a las que fue cercando. El cerco y la criminalización, señala Conteras, se debieron a que el Estado finalmente intuyó que el 27-F era el germen de algo mucho más profundo. Y no se equivocó, la represión no contuvo la fuerza que se había desatado: “A partir del 27-F se fue construyendo toda una corriente histórica de cambio y transformaciones en el país”. –Ese planteamiento lo ha reivindicado el presidente Chávez. Él ha insistido en que la fecha no puede recordarse como un día de saqueos sino como el comienzo de una insurrección. –Sí, eso él lo vio claramente. –Y asumió el liderazgo de esa corriente, ¿por qué ese liderazgo no salió de las universidades, que eran motor de tantas protestas y movimientos? –Mira, a los desajustes que venían desde el Gobierno de Luis Herrera Campins les siguieron los intentos de adecuar el Estado mediante la creación de la Copre (Comisión Presidencial para la Reforma del Estado, 1984) instalada por Jaime Lusinchi. La Copre reunió a toda una intelectualidad a la que todavía estamos protestando. A la cabeza estaban Carlos Blanco y Gerver Torres. A ellos les encargaron expresamente hacer una reingeniería del Estado, y para eso convocaron a cuadros de izquierda y de derecha a discusiones cerradas en las que generaban documentos. En esa época, a pesar de todo lo que había pasado, la conducción política de los grandes problemas era una de las principales debilidades de la izquierda. Entonces, se veía como que al fin había un espacio en el que se podía incidir, pero muchos intelectuales comenzaron a transitar hacia el neoliberalismo, que es un pensamiento de derecha. Llegó el momento en que el discurso neoliberal terminó colonizando a intelectuales y partidos políticos. O sea, aquí todo el mundo era neoliberal, en el sentido de que se impuso esa visión como la única alternativa viable. –¿Toda la izquierda universitaria estaba intelectualmente colonizada? –Una buena parte lo estaba. Se estaba dando lo que yo llamo “la neoliberalización espiritual” de las izquierdas. Algunos intelectuales fueron enfocando los temas desde una orientación más bien socialdemócrata.Una vía de irrupción propiamente de izquierda no la veían posible. Pero había también una perspectiva negativa respecto al neoliberalismo, de crítica, porque en la calle la gente estaba protestando por el desmantelamiento de todos los derechos, que era algo que se veía venir y que en parte ya estaba ocurriendo. –¿Esa izquierda universitaria crítica estaba divorciada de lo que ocurría en la calle? ¿O no tenía como conducir las protestas? –Lo que ocurría es que junto a la intelectualidad colonizada por la derecha había una arremetida brutal desde el punto de vista mediático y político de las formas de mediación y del discurso neoliberal. Desde diversos centros académicos comenzaron a crearse interpretaciones del mundo que se colocaban como visiones dominantes respecto de otras. Y había un desencanto ante cualquier perspectiva de cambio, porque se había producido la crisis del llamado mundo socialista. La ofensiva neoliberal creó un clima de desarme de las izquierdas.


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Domingo 24 de Febrero de 2013 Contreras acota que en ese momento el socialismo “no era, en términos reales, una propuesta que se pudiera llamar global, y se fue diluyendo como expectativa. Entre los principales factores que influyeron en eso, desde el punto de vista doctrinario, están la caída del Muro de Berlín y el desmembramiento de la Unión Soviética. Aunque uno no podría decir que nuestra izquierda estuviera asociada directamente a la Unión Soviética, esa pérdida de referente, y la apoteósica ofensiva neoliberal que le siguió, golpearon mucho”. El investigador hace referencia a los primeros años de la década de los 90, y menciona que “el texto más importante de ese momento, El fin de la historia y el último hombre, de Francis Fukuyama, nos decía que habíamos llegado al fin, que ya no había ninguna posibilidad de cambio. Que la única alternativa, como lo había dicho Margareth Thatcher en su momento, era el neoliberalismo. No había alternativas”. Desde el seno de la propia izquierda, recuerda, “un autor que hoy es enemigo de la revolución venezolana, Jorge Castañeda, escribió un libro autobiográfico, La utopía desarmada, que era su propio tránsito hacia el neoliberalismo. Él y Alfredo Krauze crearon la noción de dos izquierdas: una atrasada y otra ‘moderna’, la de ellos”. Al mismo tiempo, “el socialismo se localizó, se parroquializó, quedó como una experiencia entre otras experiencias. Pero lo importante es que en febrero de 1989, y principalmente el 27, se produjo la apertura de un espacio de confrontación, de protesta, la construcción de una sociedad en movimiento. Y como dije: se puede afirmar que fue el antecedente de protestas globales contra las políticas neoliberales”, agrega.

Ese antecedente se expandió una onda de gran impacto, insiste Contreras, pues aunque no se veían indicios de una conducción política que encausara las protestas, “uno se encuentra –otra vez en febrero– con un hecho que les dio un sentido: el ‘por ahora’, que se convirtió en lo que he llamado ‘un principio de rebelión indefinida”. Es decir, con Chávez se abrió la expectativa de una insurrección que ya no se detendría, sostiene. Y acota que poco después, “el levantamiento del movimiento Zapatista con Marco en la selva mexicana, las protestas en París, en Italia, en Seattle, empezaron a tener también un sentido global. Es decir, la corriente histórica, que fue aplastada ideológicamente en 1989, de nuevo cobró fuerza entre sectores y actores sociales y políticos muy importantes en Venezuela, en América Latina y en el mundo”.

MIOPÍA Y ARROGANCIA –Esta pregunta es el reverso de la otra: ¿Por qué el liderazgo sí salió del seno de la institución militar? –Creo que algunos aspectos dentro de las Fuerzas Armadas se asemejan a la visión leninista del partido de la vanguardia. Uno es la disciplina, otro es la cercanía con la masa: no se puede obviar que una característica de la Fuerza Armada venezolana es que, a diferencia de otras fuerzas armadas latinoamericanas, tiene una raigambre popular. En aquel entonces ya había un sector popular incrustado en ese cuerpo, y ese componente popular estaba siendo constantemente interpelado por la cotidianidad. Los soldados y los cadetes padecían lo mismo que el pueblo. Además, hay cosas que tienen que haber producido un desajuste profundo en cualquier cadete, por ejemplo: que te hablen de

soberanía y que en tu cotidianidad veas que esa palabra es completamente negada. Creo que eso explica que se dieran simbiosis importantes entre el movimiento civil, los partidos de izquierda y los militares. –El presidente Chávez y sus compañeros han dicho que el 27-F fue una señal de que no podían posponer por mucho tiempo pasar a la acción. –No lo dudo, yo creo que la masacre del 27 de febrero y otras que se dieron posteriormente, y la represión que siguió, debieron producir en ellos una interpelación existencial muy fuerte, porque el ejército y las Fuerzas Armadas fueron utilizadas no con fines defensivos frente a otro Estado o contra un enemigo interno, sino contra el pueblo. Eso quebró su propia doctrina, porque les impusieron una labor policial represivas y los golpeó éticamente, porque los usaron para atacar a su propia gente. Eso debe haber producido un cisma interno, en cada uno de esos oficiales y en la institución. –¿No fue miope la clase dominante al no advertir que en ese contexto una fuerza armada con ese componente popular podía llegar a ser una amenaza? –Yo creo que no solo fue miope, sino fue claramente arrogante. La clase dominante pensaba que tenía absoluto control sobre la sociedad. Si uno mira los rostros del 27 de febrero, las cadenas nacionales, la gente que se desmaya, los rostros titubeantes, se da cuenta de que aquello fue completamente inesperado. Y aun así pensaban que podían seguir triturando cada vez más al pueblo con sus medidas económicas. Insistían en profundizar la política neoliberal. Lo único importante para ellos era la lectura tecnocrática. Los tecnócratas dijeron: la salida es el paquete de medidas. Esa es la salida. Y se fueron por ahí.

Quienes diseñaron el paquete de CAP tienen responsabilidad en los crímenes del 27 de febrero T/ Carlos Ortiz F/ Cortesía Caracas iguel Ángel Contreras se refiere a los paquetes neoliberales como “experimentos económicos”. Un término que no es de menor importancia, pues son experimentos que se hacen en tiempo real y con seres humanos. En atención a ello se le hizo el siguiente planteamiento: –Se dice que quienes diseñaron la bomba atómica son directamente responsables de las muertes causadas en Hiroshima y Nagasaki. ¿Ocurre lo mismo con un paquete de medidas económicas como el de CAP? ¿Alguien que diseña una política de esa naturaleza e insiste en aplicarla, a pesar de lo ocurrido el 27-F, debería responder por esos crímenes? –Cuando lanzaron la bomba, Oppenheimer, dijo: “Tengo las manos llenas de sangre”. Pero él sabía lo que estaba haciendo y sabía el efecto de la fusión del átomo. Quien fijó y confirmó el blanco para el lanzamiento de la bomba en Ngasaki, se llamaba Claude Eatherly, y creía que su misión era volar un puente. Cuando retornó, lo recibieron como un héroe y lo condeco-

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raron junto al grupo que lanzó las bombas. Terminó en un hospital psiquiátrico y ahí murió. Se volvió completamente loco por lo que había hecho. El 27 de Febrero de 1989, comentó Contreras, “plantea la relación entre la ética y las consecuencias de la acción humana. Creo que estamos ante un tema de ética consecuencialista”. En ese sentido, hizo esta reflexión: “Puedes no usar el ejemplo de la bomba atómica. Tú puedes ser dueño de un banco, y de un día para otro obtener una información privilegiada que te permitirá tomar grandes ganancias. Pero para ello tienes que tomar decisiones que arruinarán directamente vidas o incluso un país. ¿Eres responsable por esas vidas?”. “Para interpretar el neoliberalismo se debe tener en cuenta que es un modelo inseparable de un dispositivo militar y político. Yo le llamo a eso neoliberalismo armado. Se trata de un diseño altamente nocivo, que va contra la sociedad. Eso lo saben quienes lo proponen. Por eso creo que quienes diseñaron el paquete de CAP son responsables de los crímenes del 27-F, porque se cometieron en su nombre, y no solo fueron asesinatos, sino que se arruinaron vidas enteras, se destruyeron familias”.

Contreras no duda en afirmar que son crímenes iguales o peores que los de Hiroshima y Nagasaki: “El físico que crea la bomba atómica puede pensar que es un dispositivo, un aparato con un fin militar puntual, aunque sabe que costará vidas. Pero desde las ciencias sociales, cuando creas una política neoliberal, sabes que tendrá un efecto sobre la gente mucho más devastador, porque puedes arruinar sueños, arruinar generaciones, arruinar países. Pero para ti eso es solo un cómputo de un indicador que quieres ajustar. Entoncs, cuando aplicas los ajustes declaras que has logrado equilibrar la balanza de pagos. Eso es típico del saber tecnocrático: mide sus logros por indicadores, pero no considera los efectos sobre la vida”.

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Dicen que debería llamarse El Guarenazo y no El Caracazo

El 27-F de 1989 empezó en Guarenas el estallido social que hizo historia

El pueblo se organizó para protestar contra las consecuencias del “paquetazo” neoliberal de CAP y agotó todos los recursos para ser escuchado; finalmente, salió a la calle

T/ Alexander Escorche Caña F/ Héctor Lozano / Moisés Peralta Guarenas l estallido social del 27 de febrero de 1989, acontecimiento de la historia venezolana que se conoce como el 27-F, fue el resultado de una acción local que sus organizadores quieren que se reconozca como El Guarenazo. Es decir, que se reivindique que la reacción ante el “paquetazo” económico impuesto por el segundo Gobierno del socialdemócrata Carlos Andrés Pérez (CAP), con supervisión del Fondo Monetario Internacional (FMI), tuvo como epicentro la ciudad de Guarenas y no la de Caracas.

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PREPARACIÓN DE LA PROTESTA Eleazar Juárez se presenta como un “luchador social”. Dice que vive en Guarenas desde hace 39 años. Este hombre, que se muestra como un libro de historia andante, asegura que integró el movimiento popular que se alzó de primero en contra de las consecuencias del “paquetazo” neoliberal del expresidente Pérez. Juárez relató que a finales de los años 80 un total de 68 comunidades organi-

zadas de Guarenas integraban la Federación de Asociaciones de Vecinos del municipio Plaza (Federeplaz). “La dirigía el diputado suplente por Copei, Juan Arteaga, quien era el presidente; Benjamín Santelí, como vicepresidente; mi persona, como secretario general; Jovita Caraballo, como secretaria de organización; Hilda Gutiérrez, como secretaria de relaciones con las comunidades, y otros tres compañeros más”, apuntó. Destacó que, para aquel entonces, las guareneras y los guareneros sufrían por el encarecimiento de los alimentos. “Veníamos preparando una protesta general por el alto costo de la vida, que no tenía nada que ver con una planificación del 27 de febrero de 1989”, puntualizó. Añadió: “No teníamos previsto, en ningún momento, ningún tipo de saqueo; solo queríamos hacer una propuesta para que los mismos conductores tomaran conciencia y cobraran el aumento de pasaje que había sido aprobado por el Servicio Autónomo de Transporte y Tránsito Terrestre (Setra), que era de 30% pero ellos querían cobrar 50%”. Juárez acotó que había sido miembro fundador de la Central Única de Carros Li-

bres y por Puestos y que conocía “muy bien cómo se arman las cosas cuando los choferes quieren un aumento”. Agregó: “Uno más o menos los orienta sobre qué tienen que hacer, y eso nos lo estaban aplicando a nosotros aquí”.

SE PROCURÓ EL DIÁLOGO Juárez dio fe de que antes del 27-F se habló con todos los organismos y todas las personalidades del municipio “para que no se viera como un extremismo lo que hacíamos en contra de los choferes, sino que queríamos que se cumpliera el incremento del pasaje que se había aprobado”. Sin embargo, añadió, “el partido Acción Democrática les dijo a los organismos de transporte que mantuvieran su posición. Nosotros hablamos con las dos líneas que existían, la Cooperativa Menca de Leoni y la Asociación Civil Unión Conductores de Guarenas, y ellos dijeron que no”. De acuerdo con Juárez, la dirigencia de Federeplaz conversó con el padre Perdomo, que era el párroco de la iglesia Nuestra Señora de Copacabana, ubicada frente a la plaza Bolívar de Guarenas. “Le planteamos la situación; él estaba de acuerdo con nosotros hasta cierto punto, y nos prestaba la casa parroquial para hacer las reuniones”, señaló. Afirmó que también se habló con la Policía Metropolitana (PM) y se le planteó lo que estaba sucediendo, para que no tomaran las acciones como un enguerrillamento, “aunque a lo mejor en el fondo tenía algo de eso, porque veníamos sufriendo un golpe por el paquete económico”. Juárez dijo que la PM estuvo de acuerdo, y pidió que se le avisara el día que se iba a salir a la calle para prestar apoyo y evitar cualquier situación irregular. De acuerdo con su relato, también se dialogó con representantes de los partidos Acción Democrática (AD) y Copei, con la fracción de concejales municipales y, en especial, con el presidente del Concejo Municipal, el socialdemócrata Manuel Monjes. “Ellos decían que estaban de acuerdo con el pueblo, pero por otra parte estaban asesorando a los autobuseros”, refirió.

PRIMEROS ACONTECIMIENTOS Los representantes de Federeplaz no pensaron que el lunes 27 de febrero de 1989 ocurriría El Guarenazo. “Podía ser el martes, el miércoles o cualquier otro día, pero como fuera, los conductores tenían su estrategia y nosotros la descubrimos, porque éramos conocedores de la materia”, comentó Juárez. Contó que la federación se fue a una tipografía que funcionaba al final de la avenida Ruiz Pineda, y pidió colaboración para la impresión de una carta pública en la que el colectivo expresaba qué quería hacer y por qué. “Hasta las 2:00 am del 27 estuvimos imprimiendo y salimos directo a la calle. Previo se había convocado a todas las asociaciones de vecinos, las cuales ya habían movilizado a sus comunidades, y desde muy temprano se tomó el terminal de pasajeros”, relató. Luego decidieron acudir al Concejo Municipal y pasar por el centro de la urbanización Menca de Leoni, rebautizada como 27 de Febrero, pero grupos de esa comunidad les prohibieron el paso a las y los manifestantes, porque no estaba de acuerdo con la


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protesta. “Respondían a intereses de los partidos”, acotó. En consecuencia, añadió, cambiaron el trayecto y empezaron a atravesar la avenida Intercomunal hasta llegar a Valle Verde, donde esperaron a los representantes de las líneas de autobuses y al presidente del Concejo Municipal, quien supuestamente se había comprometido a estar en el lugar a la 4:00 am. “Ahí vinieron grupos de AD, procedentes de Guatire y Petare, y quisieron romper aquello, pero la federación defendía su posición y tenía su pueblo al lado”, narró Juárez. “Por eso es que en la unión está la fuerza, y por eso es que a Chávez no lo derrocarán jamás, porque tiene pueblo”. El activista indicó que el presidente del Concejo Municipal llegó a Valle Verde a las 11:00 am y le pidió a la PM que disolviera esa manifestación. “El oficial encargado le dijo que no era posible, porque había más de 4 mil personas, y entonces él le respondió: ‘Usted cumpla las órdenes y después reclame’; entonces el oficial sacó su 9 mm y disparó al aire”, describió. Al respecto, acotó: “Es mentira que aquí la policía disparó contra el pueblo, porque no es verdad que lo hicieron. Los disparos no causaron heridos ni muertos”. Monjes, de acuerdo con su versión, se marchó al Concejo Municipal, y la gente lo siguió. “En ese momento llegó un reportero de YVKE Mundial, en un yip blanco, y me entrevistó en plena calle Ricaurte, frente a una vivienda que prestó su línea telefónica para llamar a la radio, porque antes no había celulares. Yo informé lo que estaba sucediendo y esa información fue tomada y retransmitida hasta internacionalmente”, afirmó.

LOS SAQUEOS Juárez indicó que cuando la manifestación llegó al Concejo Municipal, a pleno mediodía, ya habían empezado los saqueos. “Mientras ocurría lo de Valle Verde venían de Higuerote unas camionetas de la Guardia Nacional. Como todo estaba trancado, buscaron una salida y se metieron por la vía de Las Clavellinas”, relató. Continuó: “Cuando iban pasando por el matadero El Ganado, los guardias se bajaron con peinilla en mano, y mandaron a los parroquianos que estaban ahí a que llenaran las camionetas de carne. Después, le dijeron a la gente: ‘Si quieren, ahora lleven

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Curiosidades De acuerdo con Eleazar Juárez, todo lo que sucedió en Guarenas el 27 de febrero de 1989 y los días sucesivos se escribió en un pergamino de papel cebolla que, supuestamente, se enterró debajo de la estatua ecuestre del Libertador que está en la plaza Bolívar. “Nosotros escribimos todo, y pusimos el por qué sucedió. También colocamos quiénes fueron nuestros amigos y aliados y nuestros enemigos. El documento está firmado por los siete miembros de la Federación de Asociaciones de Vecinos del municipio Plaza. Enterrarlo era una idea del cronista del pueblo, para que quedara para la posterioridad, pero decidimos no darle los detalles sino hacerlo nosotros mismos, que éramos los protagonistas”, indicó. El Correo del Orinoco intentó corroborar la veracidad de la existencia de este documento, pero no encontró otra fuente que lo confirmara. La cronista municipal, Noraya Pérez Díaz, así como un grupo de habitantes de la zona que también fueron consultados, expresaron que desconocen la veracidad de este dato aportado por Juárez.

para su casa’, y empezaron los saqueos en Guarenas”. También dijo que, cuando la manifestación llegaba a la plaza Bolívar de Guarenas, popularmente conocida como “la plaza de los flojos”, donde funciona el Concejo Municipal, un muchacho que estaba ebrio se paró en una esquina y lanzó una arenga; afirmó que el pueblo tenía hambre y que debía salir a buscar la comida. “En ese momento”, prosiguió, “llegó una patrulla de la PM. El dueño de un negocio que estaba enfrente bajó la santamaría pero no la trancó; los funcionarios se la levantaron y empezaron a sacar comida. Ahí fue que el pueblo empezó el segundo saqueo; luego, continuaron en otras partes”.

CIERRE DE LA JORNADA Juárez recibió información de que funcionarios del departamento de captura de la Disip (policía política de la época, hoy Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional), lo estaban buscando a como diera lugar. “Salí por la puerta de atrás del Concejo Municipal, y con mis compañeros me metí a la casa parroquial. Cuando el padre Perdomo se dio cuenta de lo que estaba pasando, nos sacó porque dijo que éramos unos extremistas”, señaló. “Entonces nos devolvimos al Concejo, hasta que llegó el gobernador, que era el profesor Ángel Zambrano, y empezó a conversar con nosotros. Se comprometió a hablar con el ingeniero José González Lander, que era el encargado de dirigir la planificación, el diseño y la construcción del Metro de Caracas, porque el colectivo solicitaba el Metrobús para Guarenas”, concluyó. La Federación tenía un proyecto de terminal de pasajeros, surtidores de combustibles y ventas de repuestos para reducir los costos de los choferes. “Incluso, solicitábamos que los mismos conductores administraran y dirigieran ese proyecto, y no nosotros. Sin embargo, los partidos AD

y Copei nunca estuvieron de acuerdo con eso”, subrayó. Juárez precisó que para minimizar el alto costo de la vida ocasionado por el aumento de la gasolina, de los repuestos y los cauchos, se proponía una cooperativa de repuestos y surtidores de gasolina, y que el terminal de pasajeros fuera construido donde hoy día están los quioscos de Valle Verde y el centro de salud Argelia Laya. Pero “no nos aceptaron nada de eso porque no éramos del partido”, afirmó. De acuerdo con Juárez, a las 8:00 pm la gente de Federeplaz acudió a una radio local que se llamaba La Industrial y llamó a la calma. “A los partidos les gusta enfrentar una lucha, pero para que otros la sigan. Cuando ellos ven que sus intereses pueden salir perjudicados, mandan a aguantarlas. Eso sucedió el 27 de febrero, porque el presidente de la federación era diputado suplente de Copei, y el día antes me dijo: 'Crea en mí desde el punto de vista social, pero no desde punto de vista político. Es posible que si esto agarra mucho auge a mí me manden a retirar a la gente”.

DÍAS DESPUÉS Después de los acontecimientos del 27-F, el gobernador Zambrano habló con Lander y este le dijo que esos Metrobuses no servían para Guarenas porque no aguantaban la subida. “Le pedimos hablar directamente con él; yo le dije que tenía 28 años de ser autobusero, y que esa vía me la conocía perfectamente”, expuso Juárez. “También le dije que yo manejaba un autobús con el mismo motor, y por lo tanto esos carros podían prestarle servicio a Guarenas”. Para demostrarlo, probó una de las unidades acompañado por una comisión del Metro; así demostró que no se calentaban, y que además los motores llegaban frescos. “Entonces se decidió que sí los iban a mandar”, finiquitó.


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El Estado respondió con una represión jamás vista en la historia contemporánea

El Guarenazo fue la gota que derramó el vaso del descontento popular

les dominantes, “excluyendo al resto de la población”.

BOMBA DE TIEMPO Para la historiadora, la peor situación que vivió el país fue el Viernes Negro, cuando el bolívar sufrió una devaluación frente al dólar estadounidense, derivado de políticas económicas asumidas por el entonces presidente Luis Herrera Campins (Copei). A juicio de la cronista, esto marcó el inicio del deterioro económico del país. “Jaime Lusinchi recibe la Presidencia del país con una marcada crisis económica, y crea la Oficina del Régimen de Cambio Diferencial (Recadi), que era un órgano que se encargaría de establecer un control de cambio a fin de evitar la fuga de capitales”, relató. Sin embargo, continuó, “en esta oficina se ocultó el tráfico de divisas por parte del sector económicamente poderoso, llegando a niveles elevados y colocando al país en una grave situación fiscal que logró ocultar, pero dejando una gran bomba de tiempo que estalló en el segundo periodo de Carlos Andrés Pérez”.

MENOS INVERSIÓN EN LAS POLÍTICAS SOCIALES El retorno de Pérez a la Presidencia escondía dos grandes problemas: la exclusión social y el desastre económico, producto del anuncio que haría Lusinchi al afirmar que Venezuela no podía pagar su deuda debido a que se habían agotado las reservas internacionales. “La terrible realidad económica del país llevó a Carlos Andrés a justificar la inminente entrega del país al Fondo Monetario Internacional. Aunado a esto, el 16 de febrero anuncia la aplicación de una serie de medidas económicas neoliberales ganándose el descontento y la inconformidad del pueblo, específicamente el de los sectores populares que veían cada vez menos inversión y participación del Estado en las políticas sociales”, refirió.

De acuerdo con la cronista Noraya Pérez, en 1989 se vivía un momento bastante difícil, de opresión económica y política

T/ Alexander Escorche Caña F/ Héctor Lozano/Moisés Peralta Guarenas o que se conoce como El Caracazo fue un estallido social que comenzó con El Guarenazo el 27 de febrero de 1989, en respuesta al paquete de medidas económicas neoliberales aplicadas en el país durante el segundo Gobierno de Carlos Andrés Pérez. Así lo indicó la cronista de Guarenas, Noraya Pérez, quien aseguró que en aquel entonces se vivía un momento bastante difícil, de opresión económica y política, lo que llevó a que el estallido social se diera y repercutiera. “El Guarenazo fue la gota que derramó el vaso de agua, en un país donde ya no se podía seguir aguantando el conjunto de medidas que se venían aplicando”, indicó. Pérez señaló que el detonante fue el abuso de las unidades de transporte, que decidieron aumentar la tarifa del pasaje arbitrariamente. “A eso se le une la protesta estudiantil, que como todo lo que ocurrió tuvo su impacto en las demás ciudades”, añadió. Precisó que los acontecimientos se desarrollaron básicamente en las urbanizaciones Trapichito y Menca de Leoni, esta última reivindicada por la Revolución con el nombre 27 de Febrero.

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CRISIS EN GESTACIÓN

FRUSTRACIÓN E IMPOTENCIA

Con sus protestas y disturbios del 27-F, el pueblo de Guarenas “demostró su herencia insurgente y levantó su voz en contra de las injusticias sociales de los modos de producción y organización social capitalista, representadas por el Gobierno de Carlos Andrés Pérez y su paquete Económico del FMI”, destacó la historiadora. En un breve paseo por los antecedentes históricos, Noraya Pérez relató que a finales de la década de los 80 el Estado venezolano vivió una profunda crisis económica que venía gestándose desde mucho antes, con la reducción del valor de las exportaciones e importaciones. Tras el derrocamiento de la dictadura de 1958, en Venezuela se estableció una democracia representativa pactada por las grandes élites, en la que dos partidos políticos dominaron el escenario político y compartieron el poder hasta 1999, cuando Hugo Rafael Chávez Frías asumió la Presidencia de la República. Con el Pacto de Punto Fijo se sentaron las bases para una democracia representativa en alianza con los Estados Unidos, instaurándose además un sistema político bipartidista (AD y Copei). La renta petrolera estaba solo al servicio de las clases socia-

Pérez sostiene que los sucesos que la historia recuerda como El Caracazo son reconocidos por las guareneras y los guareneros como El Guarenazo, porque durante los días 27, 28 y 29 de febrero de 1989 fue al pueblo de Guarenas al que le tocó protagonizar las primeras protestas y levantar su voz ante el atropello y violación de sus derechos. En 1988 “la situación del país era dramática. La inflación rondaba 100%, unida al desabastecimiento, la especulación de los alimentos y a que la población se empobrecía exponencialmente y sus recursos económicos eran cada vez más limitados”. Por lineamientos del FMI, se decretó el aumento de los precios de transporte, y sin esperar la publicación del aumento en Gaceta Oficial, las unidades de transporte público comenzaron a cobrarlo en el terminal de pasajeros de Guarenas. “Además del abuso de los transportistas, se sumó la escasez de unidades. A partir de este momento, la gente comenzó a sentirse frustrada e impotente, reclamó el atropello de los conductores, exigió la habilitación de unidades para poder llegar a Caracas”, apuntó. Se caldearon los ánimos y se sumó la manifestación de las y los estudiantes, lo cual desató en Guarenas una ola de protestas.


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Domingo 24 de Febrero de 2013 “El día transcurrió con disturbios y enfrentamientos entre efectivos policiales y el pueblo. Un pueblo que, cansado de la injusticia, el engaño y la opresión, decidió apropiarse de la mercancía de abastos, supermercados, y otros comercios”, detalló. Continuó: “El Gobierno, incapaz de controlar la situación, reprimió al pueblo con la activación de efectivos militares mediante su Plan Ávila; anunció la suspensión de las garantías constitucionales y declaró un toque de queda para evitar más saqueos e incendios de vehículos y locales comerciales”. Todo condujo a que se acabara la “legalidad burguesa”, que amparaba el acaparamiento y el sobreprecio de los productos de la cesta básica.

REPRESIÓN El 27-F fue un estallido de carácter popular que tuvo su epicentro en la ciudad de Guarenas, con un efecto en espiral sobre el resto de las ciudades del país en las que la población salió a tomar las calles. Subrayó que el alzamiento de la sociedad tuvo como respuesta del Estado la mayor represión militar jamás vista en la historia contemporánea de Venezuela. “El Guarenazo, El Caracazo, y la insurgencia militar del 4 de Febrero de

1992, le gritaron al mundo que no es posible aplicar en Venezuela modelos neoliberales ni recetas económicas, que

Fátima Reyes cuenta su experiencia en primera persona

“La Policía Metropolitana disparaba a quien fuera” T/ Alexander Escorche Caña F/ Joel Aranguren Guarenas uando ocurrieron los hechos del 27-F, yo tenía 13 años de edad y estudiaba primer año de bachillerato en el Liceo Benito Canónico, ubicado en la urbanización Los Naranjos de Guarenas. Recuerdo que todo ocurrió al mediodía. Yo había ido a clases ese día. Al finalizar la mañana, estudiantes de la Escuela Técnica Industrial (ETI) Rubén González, que estaba al frente del Liceo Benito Canónico, fueron a sacarnos, y nos lanzaban piedras para que saliéramos. Entonces, el director nos dejó salir porque decía que iban a destrozar el plantel. Uno de mis hermanos, que estudiaba tercer año en el mismo liceo, me dijo que me fuera para la casa y se quedó en la protesta. No había autobuses, así que me tuve que ir corriendo por la autopista y por las calles, desde Los Naranjos hasta Menca de Leoni, ahora 27 de Febrero, que era donde yo vivía. Eso eran perdigones y bombas lacrimógenas por todos lados; la Policía Metropolitana (PM) disparaba a quien fuera. Los estudiantes reclamaban el alza de pasaje, y que no los dejaban subir a los autobuses porque no pagaban completo. Cuando los empezaron a reprimir, encapuchados comenzaron a lanzarle piedras a la policía; realmente se enardecieron y comenzaron a quemar cauchos cuando la PM empezó a disparar.

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“Hay saqueo y la policía está disparando contra la gente”, era lo que se escuchaba que decía la gente. Cuando llegué al Centro Comercial Miranda, que está al frente del edificio donde yo vivía y aún viven mis padres (Bloque 20), estaban cerrando las tiendas. Terminé de llegar a mi casa, y me instalé a ver por la ventana. Comenzó el saqueo. Desde mi casa veía a la PM disparando; ya no era perdigones, sino balas. La gente caía frente al Centro Comercial Miranda, cargada con comida, ropa y zapatos. Hasta lavadoras y maniquíes con trajes de novia cargaban sobre los hombros. Los policías se metían a las casas y querían sacar las cosas. El gas lacrimógeno se metía en los apartamentos, y todo el mundo tenía que ponerse vinagre en la nariz; tanto, que llegó un momento en que mis vecinos decían que teníamos que irnos del edificio, porque no aguantábamos los gases. Mi mamá no nos dejaba salir, pero vio por la ventana a mi hermano, el que se quedó en la protesta, y lo mandó a buscar con mi otro hermano mayor. Cuando mi hermano mayor salió, tuvo que esconderse detrás de un quiosco, por los disparos, pero aún así lo alcanzó una bala que todavía tiene en el brazo. Mi papá salió a ayudarlo y lo llevó al hospital, pero tuvieron que regresarse porque no lo pudieron atender, en vista de que estaba congestionado con tantos heridos. Entonces mi mamá tuvo que curarlo y por eso nunca se le sacó la bala. Supe de mucha gente que recibió el impacto de perdigones. Uno de ellos fue mi

intentan privilegiar a una clase social a expensas del empobrecimiento de la mayoría”, concluyó.

hermano que se quedó en la protesta, que llegó con toda la espalda perdigoneada. Todo duró como hasta las 6:00 pm, porque después vino el toque de queda. Los Guardias Nacionales tomaron Menca de Leoni, y francotiradores se subieron a las azoteas de los edificios. Todo había sido un caos. Las vidrieras estaban rotas y nadie conseguía donde comprar, porque no había nada. Leche y otros productos de la cesta básica no se conseguían en ningún lado. En mi casa había comida, porque ya se escuchaba el rumor de que iba a haber una protesta, y mi mamá y mi papá compraron cosas con antelación. Sin embargo, a los días tuvimos que salir a buscar, porque las cosas se estaban acabando y decían que ya estaban vendiendo. Luego vino la calma, pero a la semana volvieron los policías a meterse en las casas para sacar más cosas. La gente estaba asustada y lanzaba lo que tenía por los bajantes y por la ventanas. Recuerdo cómo lanzaban los betamax. En mi vida jamás he visto en Guarenas acontecimientos como este.

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Ambas zonas fueron asediadas durante El Caracazo

Militares disparaban a todo lo que se moviera en Petare y en El Valle disparando al aire. Al rato comenzó a llegar otra vez la gente y continuó el despelote. Por esta zona creo que solo murió una persona. Una muchacha que vivía en la 13, por el callejón de Rayao”.

LA ÚNICA VÍCTIMA DEL BARRIO

Luis Rada, sobreviviente

A pesar de la represión, en las calles 12 y 13 solo hubo una víctima que lamentar. La “escalera de la muerte” en Palo Verde fue el escenario de la violencia del régimen puntofijista T/ Romer Viera F/ Manaure Quintero Caracas iles de habitantes de las barriadas caraqueñas, en palabras del padre Bruno Renaud de la populosa parroquia Petare, debieron “devolver en sangre lo que habían saqueado” el 27 de febrero de 1989 durante El Caracazo. Dos de los sectores populares de Caracas que sufrieron durante el acoso de las Fuerzas Armadas fueron los barrios de Petare y los Jardines de El Valle. Algunas vecinas y algunos vecinos contaron sus anécdotas al Correo del Orinoco.

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“LO ÚNICO QUE SE SALVÓ FUE LA BODEGA DE ALEJANDRO” Cuando Jesús Darío Labrador, mejor conocido como Chucho, llegó al barrio de la calle 12 de los Jardines de El Valle, eran aproximadamente las 4:00 pm. Trabajaba en la Universidad Central de Venezuela y durante todo el día le había hecho seguimiento a los acontecimientos de aquel 27 de febrero. “En la radio dijeron que todo comenzó en Guarenas por lo del aumento de pasaje. De verdad la vida no estaba fácil en aquel entonces, y para completar aumentaron la gasolina y tú sabes lo que pasa en este país si aumentan el combustible: se produce una reacción en cadena con todos los demás productos”, rememora. Chucho vio cómo fueron desvalijados cada uno de los supermercados cercanos:

Los Criollitos, saqueado; El automercado Los Rojas, saqueado; El Vicruz, también saqueado. “Lo único que se salvó fue la bodega de Alejandro, y eso porque un grupo de vecinos evitamos que se metieran. No había relación con los supermercados, pero con Alejandro era diferente. Él era un miembro más de la comunidad y hubiese sido injusto que el resto de los vecinos no hiciéramos nada para ayudarlo. Ahora pienso que menos mal que fue así, porque gracias a esa bodega pudimos medio resolver el problema de desabastecimiento que vino después”, relató. Ya en su calle vio cómo las noticias que los medios de comunicación habían anunciado durante toda la tarde se convertían en una dramática verdad. “Eso era increíble, chamo. Estaban destrozando el automercado Los Criollitos, el más popular, donde la mayoría de los vecinos del barrio hacíamos las compras. Se estaban llevando todo. Cientos, miles de personas entraban y salían como hormigas cargadas de cualquier cosa. Parecía como si la gente se hubiese vuelto loca”. El incontrolable frenesí de las personas se convirtió en terror cuando se escucharon los disparos. “Una jaula de la Policía Metropolitana se estacionó frente a la puerta del supermercado, y se bajaron como 10 agentes y empezaron a disparar al aire. La gente corría desesperada. Salían asustados del supermercado, pero esta vez sin nada entre las manos”, recordó el vecino. Según Labrador “no mataron a nadie, pero sí lograron retener como a 20 personas a quienes pusieron a sacar mercancía del negocio para que la metieran en la camioneta. Era una fila india que trabajó por media hora hasta que la jaula estuvo llena de comida de todo tipo; también había productos de limpieza y licores, de todo. Cuando ya no cabía nada más, los policías se montaron como pudieron en el camión y se alejaron

“Estábamos guardados en la casa viéndolo todo a través de la televisión. Según los medios de comunicación Caracas era un infierno. El Silencio había sido saqueado completamente y las zonas populares sufrían la misma suerte”. Esto lo cuenta Adriana Escobino, quien junto a su esposo y su pequeño niño de 3 años vio como por las escaleras subían cientos de vecinos hacia la parte alta de la calle 13 cargados con diversos productos; recuerda “pesadas camas, grandes cocinas y hasta enormes escaparates”. “Eran aproximadamente las 6:00 pm del 28 de febrero. Durante casi toda la tarde los militares habían disparado contra las casas y los edificios. Se escuchó una ráfaga que impactó muy cerca de mi casa y 10 minutos después escuche los gritos de un hombre que me llamaba desde las escaleras. Chillaba mi nombre pidiendo ayuda”, contó. Debido a la situación, el esposo de Adriana inicialmente se negó a que esta abriera la puerta y constatara lo que sucedía. “La situación era angustiante. No sabíamos lo que sucedía en las escaleras, pero por la zozobra de los gritos y las constante balacera era fácil imaginarse que se trataba de un herido o un muerto”, refirió. El callejón de Rayao, como se conoce aquella vereda del laberíntico barrio de la calle 13, era un lugar famoso entre los vecinos debido a la popular bodega atendida por este hombre cuyo mote identifica a la pequeña trocha. En el diminuto pero bien surtido abasto las y los habitantes de la comunidad encontraban, además de alimentos, un lugar idóneo donde poder robarle al barrio un rato de entretenimiento acompañados de una cerveza bien fría y música. En el lugar convivían cerca de una docena de familias. Esa tarde del 28 de febrero un joven había decidido gastarles una broma a los soldados ubicados en el pequeño edificio a la mitad de la calle 12. Para eso se valió de un palo de escoba con el que comenzó a apuntar al grupo de artilleros que, durante todo el día, había asediado a la gente. Quizá la muchacha de 14 años miraba divertida como aquel joven salía de su escondite y apuntaba con el palo a los militares, para luego rápidamente volver a su posición inicial y protegerse de la arremetida de balas que chocaban contra la pared. “Una bala la alcanzó en la cabeza y fue cuando uno de sus familiares la cargó; mientras bajaba las escaleras gritaba mi nombre, solicitando ayuda para que los trasladara al hospital”, recordó Escobino. Poco rato después de haber cesado los gritos Escobino salió de la casa, y ya en su ve-

Honor a los caídos Son las 4:00 pm y por las escaleras que comunican el sector de Mesuca de Petare con la estación del Metro de Palo Verde transitan cientos de personas que utilizan esa vía para dirigirse a la estación del nuevo Metrocable de Mariche, o para adentrarse en la populosa barriada. La inclinada escalinata dista mucho de aquel acceso que, durante la jornada del 28 de febrero de 1989, fue el escenario de la cruenta arremetida ejecutada por militares en contra de decenas de ciudadanas y ciudadanos. Ya aquella vieja gradería de cientos de peldaños que ese día se mancharon de sangre, y que fuera bautizada como La Escalera de la Muerte, no existe. Como recordatorio de los tristes acontecimientos que allí ocurrieron solo queda una descuidada plazoleta que sirve de improvisado baño a los transeúntes y de refugio a personas sin hogar. “Sobre la azotea del Centro Comercial Palo Verde había un batallón de militares que le echaban plomo a todo lo que movía”, recuerda el vecino Jesús Miranda. Cuando se le pregunta cuántas fueron las víctimas de aquella masacre, inmediatamente hace referencia a una placa recordatoria con los nombres, la que estuvo ubicada en uno de los extremos de un mural que decora la placita y de cuyo letrero solo queda un espacio vacío en la pared. Miranda asegura que, lo que no duda en llamar “toque de plomo”, comenzó en la zona de Petare “bien temprano en la mañana del 27. Y solo tres días después los habitantes del sector pudieron salir con tranquilidad de sus viviendas en procura de alimentos”. “Todo fue saqueado, y aunque algunas de las víctimas que cayeron en las escaleras eran personas que estaban saqueando los negocios, también es cierto que muchos de los muertos fueron gente que inocentemente se dirigían o regresaban de sus trabajos huyéndoles a los disturbios”, explicó. Al igual que Miranda, algunos vecinos aseguran que la razón por la cual los soldados fueron especialmente agresivos en aquella barriada caraqueña era una tienda de armamento de la empresa Cavim, ubicada en el centro comercial. “Cuando comenzaron los saqueos se pensó que la tienda de armas era una de las primera que sería atacada; por eso la brutal arremetida de los militares”, relató.


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Rosa Hernández

Adriana Escobino

hículo (un volkswagen blanco) dio alcance al hombre que, desesperado y sin saber qué hacer, gritaba desconsolado en una esquina de la calle 14. “Subió a la muchacha en la parte de atrás del carro y él se sentó a mi lado. Corrí hasta el Hospital Periférico de Coche, y cuando llegamos un militar nos cerro el paso y gritó que no podíamos estar en ese lugar porque era inseguro ya que les estaban disparando. El hombre sacó a la muchacha y la llevo en brazos hasta el interior del hospital. Yo me devolví al barrio. Esa noche me enteré de que la joven había muerto”.

poca afluencia de vehículos particulares. “A excepción de los carros policiales, las ambulancias y los camiones de bomberos, la circulación de vehículos era nula”, indicó. “Nadie estaba seguro en las calles”, comenta Escobar en el presente, mientras señala hacia la cercana calle 12 para luego mirar en dirección a la 14, que fuera la vía (después de la avenida intercomunal de El Valle) que más daños sufrió en la zona.

“ESA NO ERA PA’ MÍ” Los recuerdos que tiene Luis Escobar del 27 de febrero de 1989 son simples cuentos referenciales que le llegaron por familiares. Sin embargo, sí observó desde su atalaya del barrio cómo un grupo de no más de cuatro soldados, ubicados en la azotea de un pequeño edifico llamado Belle Rosa, “escupían balas a todo lo que se moviera en el cerro, en las calles cercanas y en los edificios”. Prosigue su narración: “Cuando llegué a mi casa conseguí a un amigo que me empezó a echar los cuentos. Me recosté de un poste para estar más cómodo cuando, de repente, sonó un disparo y el tubo que me servía de apoyo retumbó. Una bala había impactado unos centímetros más arriba de mi cabeza. Esa no era pa’ mí”. Escobar terminó de trabajar el 27 de febrero en la tarde y decidió acompañar a un amigo hasta su casa, donde les esperaban algunas cajas de cerveza. “Me fui para Petare a beber en la casa de un pana, no recuerdo el nombre del barrio. Mientras tomábamos se prendió la sampablera. El papá de mi amigo, un viejo estricto, viendo por la televisión todo lo que sucedía, tomó las llaves, cerró la puerta y dijo: ‘Ustedes no salen de aquí’. Cosa que hoy le agradezco”. Al día siguiente, cuando Escobar –gracias a los servicios de un amigo con carro– logró llegar a su casa, se encontró con la

PLOMO TRANCAO “Eso era plomo trancao pa’ rriba, pal’ cerro”, exclamó Luis Rada, el famoso Rayao, dueño de la bodega ubicada en el callejón que muchos identificaban con su apodo. Para el famoso vecino de Los Jardines de El Valle, los sucesos de febrero de 1989 significaron una explosión social tardía, pero que debía producirse. “Estábamos sufriendo los estragos de políticas económicas que no favorecían al pueblo. La mayoría de los vene-

En la morgue había “paredes de muertos”

“Todos nos levantamos, menos mi hermano” T/ Romer Viera Caracas o tenía 13 años cuando eso sucedió. Pero lo recuerdo claramente debido al vacío tan grande que dejó en mi familia”, manifestó Juan Carlos Pérez, habitante de la Zona 1 de Petare. “Ese día mi hermano había conseguido traer a la casa una paca de arroz; eso fue lo único que pudo encontrar durante el saqueo. Ya por la noche toda la familia estaba reunida en la casa. Él se encontraba asomado en la ventana observando como los militares disparaban desde

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zolanos meses antes habían elegido a Carlos Andrés Pérez como presidente para que sacara adelante al país, y este en pocos días se olvidó de sus promesa y de sus deberes con el pueblo”, expresó. Rayao cuenta entre risas que él pudo fácilmente engrosar el número de muertos que enlutaron a Venezuela en aquellas fechas. Busca en el interior de un pocillo de peltre que decora el lugar hasta dar con una serie de láminas de cartón sujetas con un alambre. “Aquí está. Esta es una bala de FAL”, explica Rayao, mientras señala con el dedo un pequeño aro de metal rojizo de un centímetro de diámetro. Acto seguido apunta con su mano un lugar en el borde de una pequeña pared donde pareciese que con un martillo hubiesen roto parte del concreto de la viga de arrastre. “Allí fue que pegó. Me asuste tanto ese día, que casi me mato cuando intenté bajar las escaleras dando saltos”, relata, todavía asombrado.

el centro comercial hacia las escaleras de Mesuca. De repente escuchamos un impacto de bala dentro de la vivienda y nos lanzamos al suelo. Al rato todos nos levantamos, menos mi hermano. Él permaneció en el suelo. Cuando nos acercamos a su cuerpo nos percatamos de que había recibido un impacto de bala que le había destrozado el cráneo”. Recuerda que debió acompañar a su familia a la morgue y que al entrar al edificio fueron recibidos por la impresionante imagen dada por altas columnas de cadáveres. “Eran paredes de muertos. Uno sobre otro. Yo nunca había visto tantos muertos como aquel día”, exclamó Pérez. “El cuerpo de mi hermano fue uno de los pocos que pudo ser velado por sus familiares, con una urna y en su casa. Por suerte pudimos identificarlo cuando lo iban a trasladar al cementerio para ser enterrado en una fosa común”, relató.

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La avenida Lecuna fue escenario de saqueos y muertes

Un huracán social recorrió las calles del Nuevo Circo de Caracas

La protesta, iniciada ese día en Guarenas debido a la imposición de nuevas tarifas en el transporte público y el desconocimiento del pasaje estudiantil, se extendió de inmediato a la capital, donde en el terminal de Nuevo Circo también se despertó el descontento por el excesivo aumento. Muchas personas se concentraron en la Lecuna; en su mayoría, estudiantes. En poco tiempo los ánimos se caldearon y la violencia se desbordó por las calles de Caracas.

LA LLUVIA DE BALAS

Luis Sánchez

Pasaron meses para que los comercios volvieran a abrir sus puertas, y se necesitaron años para que el pueblo regresara a la calle sin temor a la represión

T/ Jeylú Pereda F/ Miguel Romero/Cortesía Frasso Caracas sto lo dejaron por aquí como si hubiese pasado un huracán; no quedó nada”, aseguró el señor Ciro Mendoza mientras, sentado en la silla de la barbería en la que trabaja desde hace más de 25 años, recordaba cada una de las escenas –que sus ojos grabaron para siempre– de aquel lunes 27 de febrero de 1989 en la avenida Lecuna y en las adyacencias del Nuevo Circo de Caracas.

“E

Aunque aquella mañana reinó la incertidumbre, Mendoza recuerda perfectamente que las causas de aquel estallido social residen en el aumento de los precios y las medidas económicas anunciadas por el gobierno del entonces presidente, Carlos Andrés Pérez. “Todo estaba subiendo por las medidas económicas; entonces la gente se molestó. La cosa empezó por Guarenas, hasta que llegó aquí”, indicó el caraqueño, al tiempo que describió cómo la gente tomó de punta a punta la Lecuna y cómo todos los locales, desde el negocio de enfrente hasta la popular mueblería La Liberal, fueron saqueados.

El señor Arminio Da Silva, más que el intento de saqueo a su panadería ubicada en Parque Central, recuerda los perdigonazos que recibió cuando iba camino a su casa. “Eso fue feo, feo. Yo me fui a pie porque vivía aquí en la avenida Lecuna, pero mientras la Guardia venía detrás de uno, sin explicar nada. Había que correr y al que no corría lo caían a perdigonazos, como a mí”, contó. Por la falta de materia prima, Da Silva tuvo que esperar un mes para volver a abrir su negocio. Así como Da Silva, centenares de caraqueñas y caraqueños fueron reprimidos por la Policía Metropolitana y la Guardia Nacional, en una lluvia de balas que negó el derecho a la defensa y a la vida misma. “Unos decían que disparaba la guardia, otros que la policía y los revoltosos, pero la verdad es que eso era tiro pa’lla y pa’ca”, explicó Luis Sánchez, para entonces obrero del antiguo Fondo de Crédito Agropecuario. En esa institución, ya en horas de mediodía, “cuando la cosa se puso más fuerte”, les dijeron a las trabajadoras y los trabajadores que podían irse a sus casas. Fue esa misma lluvia de balas la que más tarde hizo cierto el rumor de que habían matado a Yulimar Reyes, estudiante de Letras de la Universidad Central de Venezuela (UCV), activista de la izquierda y amiga de Téresa Gómez (conocida como “La Guara”), con quien en la mañana había hablado sobre una entrevista en la que “le dio duro al paquete de Pérez”. “La Guara”, también estudiante de la UCV y en ese tiempo militante del movimiento Desobediencia Popular, contó cómo aquel 27 de febrero, paralelamente al alzamiento del pueblo, ellos se preparaban para la toma del arco de Plaza Venezuela. “Nos llamó la atención la poca o casi nula presencia policial, pero seguíamos sin atender a lo que decían los rumores, y el 27 llegamos, por primera vez, a la


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Ciro Mendoza

torre Polar, espacio que nunca había sido ‘conquistado’ por las y los encapuchados”. Sin embargo, la muerte de Yulimar cambió por completo el escenario de “La Guara”. “Ese día el pueblo descubrió que esta que escribe y que gritaba a voz de cuello: ni la cárcel ni la muerte detendrá nuestra acción… había sido neutralizada cuando vio el rostro de la muerte, instalado en uno de sus más grandes afectos”. Sucesos como los de Yulimar se multiplicaron en toda la ciudad, convirtiéndose la morgue en el fatídico lugar común de muchas caraqueñas y caraqueños. “Había montones de cadáveres en el piso tirados unos encima de otros”, contó “La Guara”.

como lo recuerda Ciro Mendoza: “Todo el mundo estaba asustado. Esa imagen no la puede borrar uno, porque queda grabada para toda la vida”. “La Guara” también recordó cómo aquel toque de queda sirvió para darles muerte a muchos inocentes. “Después, creo que el 28 mismo, me enfermó conocer por boca de otra gente, que habían ‘olvidado’ cerrar las puertas de un asilo de enfermos mentales y habían sido acribillados por ‘violar’ el toque de queda. Igual ocurrió en una cárcel. Esos muertos nunca fueron reclamados; hoy están en alguna de las ‘Pestes’ que se abrieron”.

GARANTÍA DE MUERTE

Los comerciantes que aún, después de 24 años, mantienen sus negocios en la Lecuna, no olvidan la desolación que inundó aquella avenida luego de tanto caos. Pasaron meses para que quienes lograron superar la quiebra volvieran a abrir las puertas de sus locales. “Hasta las bodegas las saquearon. Se duró como cinco días sin ir al trabajo. Había mucho acaparamiento, no se encontraban las

Ante la incontrolable convulsión social, el gobierno de Pérez no tardó en incrementar la represión y dictar la suspensión de garantías con la que se sentenció la vida de cientos de personas. La imposición del toque de queda sembró aún más el pánico. Hasta las 6:00 pm era “válido” transitar por la Lecuna y cualquiera de las calles del territorio nacional, tal y

LO QUE QUEDÓ

cosas”, señaló Luis Sánchez, quien considera que todos estos hechos estaban vinculados con el desconocimiento propio de la política en la que se mantenía al pueblo. “La Guara”, hoy día socióloga y una de las voluntarias de la Radio Comunitaria Sanareña 101.9 FM., explicó como en los días posteriores Caracas se convirtió en un gran cementerio: “Carros con muchas urnas recorriendo las avenidas. Gente saqueando, recuperando lo que nunca había tenido; pequeños centros de resistencia, sobre todo en los barrios. Creo que lo que caracterizó los días posteriores al sacudón fue el desconcierto”. Recuerda también cómo la prensa publicaba “fotos dantescas”, terribles, que surtieron “buen” efecto. La gente se asustó por la desproporción de la respuesta del Estado. Muchos buscaban a sus deudos “desaparecidos” entre las toneladas de basura que dejó la rabia de los descamisados. “Se instaló el terror, e hizo tanto efecto que tendrían que pasar muchos años para que la gente tomara las calles de nuevo, como lo hace hoy sin que haya consecuencias que lamentar, en términos de vidas perdidas”, expresó “La Guara”.

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En la Cuarta República “nunca fuimos atendidos por las autoridades”

Francisco Moncada exige justicia por el asesinato de su hijo Su pequeño de 8 años fue asesinado por una bala de FAL en La Silsa, el 28 de febrero de 1989

T/ Romer Viera F/ Manaure Quintero/Cortesía Frasso Caracas egún estimaciones de organizaciones no gubernamentales, como el Comité de familiares de las víctimas del 27 de febrero de 1989, en El Caracazo fallecieron más de 2 mil personas. Son víctimas con historias y familiares que, en muchos casos, aún reclaman la justicia que por 24 años ha sido esquiva. Este es el caso de Francisco Moncada. Su hijo perdió la vida la tarde del 28 de febrero de 1989 en el bloque 1 de La Silsa. Este trabajador ha dedicado parte de su vida a buscar que se haga justicia. La misma que, en su opinión, merecen todos lo asesinados durante aquellos sangrientos días. “Ahora sí puedo hablar de eso”, confesó Francisco Moncada al periodista mientras ordenaba sobre el escritorio viejos periódicos amarillentos. En silencio abrió los diarios y buscó páginas ya establecidas. “Hubo un tiempo en que no podía soportarlo. Recuerdo un día que me encontraba en la playa con mi familia y debí meterme corriendo al mar” para que no se vieran las lágrimas, rememora.

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Moncada toma una bolsa de papel marrón y del interior extrae una foto. Es el retrato en blanco y negro de un niño de aproximadamente 9 años de edad. “Después de 24 años no recordaba esta foto. La conseguí buscando papeles para mostrárselos. Este retrato me lo devolvió Amnistía Internacional. Allí tenía 8 añitos”, refiere.

“MI NIÑO NO MURIÓ AL INSTANTE” “Soy un esclavo del trabajo”, se definió Moncada, quien considera su labor en las artes gráficas como su única forma de existir. “Esta es mi vida”, dice, para luego confesar que trabaja de lunes a domingo, lo que explica el porqué aquel padre de familia caminaba por Catia el 28 de febrero de 1989, fecha en que las calles de Caracas probaron la sangre de miles de sus habitantes. Eran aproximadamente las 4:00 pm cuando Moncada, agotado comenzó a subir los 17 pisos del bloque 1 de La Silsa. “Nosotros habitábamos en el techo del edificio. Al tiempo solicité un permiso y amplié la casa como hizo mucha gente. Allí vivíamos mi esposa, una cuñada, mis tres hijas y mi hijo menor”. Cansado por el esfuerzo que implicaba subir las oscuras escaleras, y agobiado por

todo lo que acababa de presenciar en las calles, abrió la puerta y se consiguió con una familia exaltada, para la cual la presencia del padre era un elemento de tranquilidad. “Luego de conversar con mi esposa y ponernos al tanto de las novedades que cada uno había observado, decidí darme un baño. El agua fue un regalo. Me sentía tranquilo, relajado, a pesar que los disparos no dejaban de sonar. Y fue cuando escuche los gritos”, relata. Desconcertado por no saber lo que sucedía, Moncada se vistió como pudo y se dirigió a la sala de la casa. A la primera que vio fue a su cuñada, quien tenía una herida en el cuello de la cual manaba mucha sangre. Luego entró su cuñado con su hijo menor en los brazos. “Mi niño no murió al instante. Le coloqué un paño en la cabeza y bajé los 17 pisos por las escaleras oscuras. Llegué a mi carro y lo traslade hasta un hospital pediátrico ubicado en la calle Colombia, cercana a la plaza Pérez Bonalde. No nos atendieron por la gravedad de la herida. Lo tomé de nuevo en mis brazos y cuando me disponía a llevarlo a otro hospital llegó la Disip. Nos subimos en la patrulla y partimos rumbo al Periférico de Catia. Durante el recorrido en varias oportunidades le dispararon al vehículo, y eso hizo que el chofer, asustado, condujera más rápido por las calles casi desiertas del oeste de Caracas”. Recuerda Moncada que el arribo al hospital fue dramático. El niño continuaba vivo, pero tampoco pudo ser atendido ya que la sala de emergencia estaba colapsada, por lo que prosiguió la angustiosa búsqueda; así llegaron al Hospital de Lídice, donde los médicos intentaron en vano salvar la vida del pequeño. “Durante el recorrido en la patrulla yo le hablaba a mi hijo. Él no abría los ojos. Le indiqué que me apretara la mano si me escuchaba, e inmediatamente sentí una fuerte presión en mis dedos. Reaccionó de esta forma ante algunas preguntas que le hice. Esta fue la última vez que me comuniqué con él”.

UNA BALA CONTRA DOS VIDAS Aquella mañana Caracas había amanecido custodiada. El régimen a cargo del entonces presidente, Carlos Andrés Pérez, había decretado un toque de queda y los soldados tenían la orden de mantener a como diera lugar la paz en la ciudad. Muchos de estos jóvenes militares habían sido colocados en las azoteas de algunos de los edificios de Catia. La tía y el niño de 8 años, aprovechando la buena vista que había desde la azotea del bloque 1 de La Silsa, observaban los alrededores desde el muro de concreto que delimitaba la terraza del edificio: él, haciendo un esfuerzo para alcanzar con su mentón el borde del muro de aproximadamente un metro y medio; y ella detrás, cuidándolo. La bala de FAL penetró la frente del niño y, luego de atravesarle el cráneo, continuó su violenta trayectoria hasta herir a la muchacha en el cuello. Ambos cayeron al suelo, donde fueron auxiliados por miembros de la familia. “Ya muchos detalles se me han olvidado. Procuro hablar sobre esto lo menos posible”, exclamó el hombre mientras, con los ojos rojos, continuaba buscando información entre los amarillentos diarios.


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Este ha sido el Gobierno que más interés ha demostrado en los casos –¿Cuál ha sido la respuesta dada por este Gobierno a las víctimas de El Caracazo? –Este ha sido el Gobierno que más interés ha demostrado en que estos casos se resuelvan. Pero la justicia sigue siendo lenta, aunque con la actual fiscal Luisa Ortega noto hay una mayor diligencia. Pero mi pregunta es: ¿Por qué no fue igual desde un principio? ¿Por qué no se asignaron buenos fiscales y el personal suficiente desde el inicio del caso, incluso al comenzar este Gobierno? –¿Sigue participando en las reuniones de Cofavic? –No. Hay muchas cosas que allí sucedieron con las que no estuve de acuerdo. Por ejemplo, no entiendo cuáles fueron los parámetros de selección utilizados para solicitar la indemnización que este Gobierno otorgó a un grupo de familiares de las víctimas. De más de 200 personas que conforman el listado de los que luchábamos para que se resolvieran los casos, solo 45 fuimos beneficiadas por la indemnización en al año 2005. Nunca supimos cuáles fueron los parámetros que se utilizaron para definir quién podía ser indemnizado y quién no. Para mí todos los muertos fueron iguales. Nunca se consultó con los familiares de las víctimas sobre los parámetros con los que se seleccionaron a los beneficiados. Yo estoy casi seguro de que si mi hijo hubiese sido un adulto, (yo) no hubiese sido indemnizado.

–¿Cómo fue el trato del Gobierno de la Cuarta República? –Nunca lo aceptaron. Nunca fuimos atendidos por las autoridades competentes, ya fuese el Fiscal General del momento, el ministro de Relaciones Interiores, y mucho menos el Presidente de la República. Con decirte que a mí hasta me montaron un expediente por robo de vehículos con la intención de intimidarme. También fui acosado. Periódicamente llegaban a mi casa hombres armados que solo llegaban y se quedan parados sin hablar, esperando yo no sé qué, con la única intención de amedrentarme.

–¿Cuál es la situación actual del caso de su hijo? –El año pasado me llamaron desde la Fiscalía para conversar sobre el caso de mi hijo. Yo no fui. Mi exesposa no quiere saber nada de aquello. Ella se vio bastante afectada por lo que pasó. Aún así me gustaría que algún día me dijeran algo. Cualquier cosa, como por ejemplo, “mire, señor Moncada, hay 10 personas involucradas”, o simplemente que me digan “allí no había nadie”. Todos lo involucrados aún están en edad de pagar por lo que hicieron.

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Dos curas del pueblo ayudaron a los petareños durante El Caracazo

Bruno Renaud: “La gente debió devolver en sangre lo que había tomado gratis” T/ Romer Viera F/ Manaure Quintero/Cortesía Frasso Caracas l padre Bruno Renaud se encontraba en su pequeña habitación ubicada en pleno Barrio San José de La Urbina en Petare, cuando aproximadamente a las 7:00 am fue despertado por un grupo de vecinas y vecinos que le aseguraron que algo extraño sucedía en la autopista Petare-Guarenas. “Insistían en que había tres carros en llamas y que la circulación de vehículos era inusual. Efectivamente, al llegar a una especie de vereda que domina la autopista ubicada en la parte alta del barrio constaté que no había ninguna circulación de carros desde Guarenas hacia Caracas”, relató. “Entre las y los asistentes hacíamos conjeturas sobre las posibles causas de

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lo que sucedía, cuando de repente llegó una patrulla de la Policía Metropolitana y se detuvo en la autopista justo al frente de donde estábamos el grupo de personas. Descendieron algunos agentes y, sin previo aviso, comenzaron a disparar en nuestra dirección. Recuerdo que las balas pasaban sobre nuestras cabezas por lo que la primera reacción que tuvimos fue correr y ponernos a resguardo. Creo que esa mañana del 27 de febrero habríamos podido ser unas de las primeras víctimas del Caracazo”, rememora. Renaud aseguró que, ya en horas del mediodía, la mayoría de las venezolanas y los venezolanos estaban seguros de que aquel 27 de febrero iba a ser una fecha siniestra que marcaría la vida del país. Señaló que debido a la arremetida del ejército, que durante tres días acosó a punta de artillería a las y los habitantes de los

barrios de Petare, él no pudo constatar de primera mano las atrocidades que se cometieron en esas fechas. “Pero las pruebas de los atropellos sobrevivieron a los acontecimientos, porque además de los centenares de muertos que hubo en la zona, y que fueron reclamados y llorados por sus deudos, también quedaron para la historia decenas de lisiados. La gente debió devolver en sangre lo que había tomado gratis en el saqueo”, expresó.

¿REPETIRSE? El sacerdote, quien se cataloga como “decididamente socialista”, considera que no se puede asegurar que sucesos como aquellos no volverían a ocurrir en el país. “No podemos contentarnos con simplemente decirlo. No podemos ser ingenuos y creer en pajaritos preñados. Hubo en aquel momento una serie de elementos, muchos de ellos provocados, que se conjugaron y sirvieron como catalizadores del histórico estallido social. Hay que recordar que hubo escasez de productos de primera necesidad durante el mes de diciembre del año 1988, que se mantuvo durante los días de enero y febrero del año siguiente. Antes del 27 de febrero hubo escasez y después sobrevino el miedo”, expuso el sacerdote.


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Matías Camuñas: En el país nadie sabía lo que era un estado de sitio

T/ Romer Viera F/ Oswaldo Rodríguez/Cortesía Frasso Caracas a intervención del padre Matías Camuñas fue un factor decisivo para que finalizaran los asesinatos en la tristemente famosa escalera de Mesuca, la llamada Escalera de la Muerte, lugar donde un número no determinado de personas perdieron la vida en los tenebrosos días de aquel febrero.

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NERVIOS Y LLANTO La tarde del lunes 27 de febrero, el padre Matías Camuñas se encontraba en la Universidad Central de Venezuela con dos amigos. Después circularon por la Cota Mil en dirección hacia Petare, y allí observaron cómo, en distintos puntos de la ciudad, se levanta-

ban largas columnas de humo. “Al llegar a la redoma de Petare el zaperoco era tal que decidimos dejar el carro en El Marqués y regresamos caminando”, contó. El padre recuerda la noche del 27 como muy peligrosa. “Esa noche funcionarios de la Policía Metropolitana mataron a un joven del barrio José Félix Ribas, lo que causó un gran escándalo en la zona”, recordó Camuñas, quien ya anticipaba una jornada llena de dificultades el 28 de feberro. En opinión de Camuñas lo peor que pudo suceder durante los hechos de febrero de 1989 fue el protagonismo que obtuvo el ministro de la Defensa del momento, Ítalo del Valle Alliegro. “A partir de ahí cambia la situación porque se decreta el estado de sitio, y en este país nadie sabía lo que era ese tipo de situaciones. Los militares creían que al que permaneciera en la calle después de la 7:00 pm había que dispararle y matarlo, como de hecho se hizo”, comentó. “El día 1 de marzo la parroquia estaba llena de personas que lloraban y en evidente estado de nervios. Me fueron a buscar para que hablara con los militares que se encontraban en Palo Verde. Me puse mi sotana y me dirigí hacia el lugar para conversar con los soldados. La intención era evitar que continuara la matazón que llevaban a cabo en la zona. La tarea no fue fácil, ya que los militares se encontraban nerviosos; sin embargo, logré que detuvieran los asesinatos”, subrayó. Contó el padre que luego de hablar con los militares se dirigió hacia las escaleras de Mesuca. “Allí le di la unción a dos muertos: uno, con un disparo de FAL en el pecho; y otro que parecía que tenía tiempo en el lugar. También pude ver a una muchacha herida y a quien posteriormente le cortaron la pierna en el Hospital Pérez de León”.

En el estacionamiento del Centro Comercial Palo Verde se encontraban más de 200 jóvenes acostados con las manos en el cuello, mientras eran apuntados por los militares. “En la noche hicimos una misa al pie de la escalera, en conmemoración de los fallecidos y durante el recorrido que hicimos por la zona pudimos encontrar algunos cadáveres perdidos entre los matorrales”, refirió el padre. Relató que desde el 1 de marzo los cadáveres fueron recogidos en camiones de basura que los trasladaban directamente al Cementerio General del Sur. “No sabría determinar cuántas muertes se habrán dado en ese lugar, pero estoy seguro de que fueron muchas, ya que las escaleras de Mesuca era muy transitadas por personas durante esos días y permitían un blanco fácil desde diferentes puntos del sector de Palo Verde”, opinó Camuñas. —¿A qué factores atribuye el estallido social del 27 de febrero de 1989? —Yo pienso que el pueblo venezolano aspiraba a una vida mejor. Es un pueblo que demostró el cansancio que tenía de tanta explotación y reaccionó en consecuencia. Creo que mucha de la esperanza que tenemos actualmente en las organizaciones y en ciertos proyectos como las misiones tiene su semilla en aquella fecha.


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En Venezuela no habrá otro Caracazo mientras exista la Revolución Bolivariana, sostiene

Freddy Bernal: El 27-F provocaba quitarse el uniforme “y formar parte de ese estallido” Al entonces integrante del grupo CETA de la PM le tocó intentar poner orden en los saqueos. “Comenzamos a organizar las colas para que no se llevaran licores u otras cosas que no fueran comida. Tuvimos que hacerlo porque en aquella locura la gente se hería, se cortaba con los vidrios; era una situación muy peligrosa”, rememora

ORDEN A SAQUEOS

T/ Rafael Leyva F/ María Isabel Batista/Cortesía Frasso Caracas más de dos décadas del estallido social contra el paquetazo del Gobierno Carlos Andrés Pérez (CAP), que pasaría a la historia como El Caracazo aún permanecen frescas en la memoria del hoy diputado Freddy Bernal las escenas dantescas que terminaron enlutando a cientos de familias. El 27 de febrero de 1982 él tuvo la oportunidad de ver desde un helicóptero de la Policía Metropolitana (PM) a miles de venezolanos hambrientos en la calle. En conversación con el Correo del Orinoco rememoró que en esa fecha era inspector de la PM, adscrito a una brigada especial destinada a controlar el orden público de Caracas, grupo élite llamado Comando Especial Táctico de Apoyo (CETA). El escenario de efervescencia que se vivía en Venezuela antes de la implosión popular, con varias manifestaciones al día, señalaba

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la pérdida del “control social” de los partidos tradicionales de la democracia representativa. La dirigencia de Acción Democrática y Copei había perdido la conexión con el pueblo y el país era centro de escandalosos casos de corrupción, como el cobro de comisiones por la compra de armas para el Ejército. “Esos hechos de corrupción, más un montón que se registraron, terminó por asquear al pueblo. Sumado a eso había existido un deterioro de las condiciones de vida. Los estudiantes manifestaban en las universidades todos los jueves por el pasaje estudiantil, los cupos y las medidas de represión. Los viejitos por las pensiones; protestas que mandaban a disolver con gases lacrimógenos y peinilla”, recordó. –¿Cómo podía lidiar con ese conflicto personal? –Desde 1982 ya traíamos un movimiento clandestino con el que habíamos infiltrado la policía. Con el Movimiento Bolivariano por la Dignidad Policial hacíamos llegar información y denuncias a periodistas como Sandra Guerrero que trabajaba en El Nacional. Teníamos conexiones con la izquierda de aquel momento, como el actual asistente del gobernador Aristóbulo Istúriz, Fidel Vázquez, quien era concejal del MAS (Movimiento al Socialismo). Con él y otras personas nos reuníamos de forma clandestina para hacerles llegar documentos, panfletos y denuncias que luego se hacían públicas. Ser policía era tener una profesión de quinta, los sueldos eran de miseria y había un maltrato constante a la institución, además del alto nivel de corrupción desde la propia cúpula. La policía era dirigida por la Guardia Nacional, lo que completaba el mar de contradicciones cuando llegó el 27 de febrero de 1982.

Los primeros reportes policiales de radio del 27-F daban cuenta de disturbios en Guarenas y traslados de motorizados hacia Plaza Venezuela, pero el Gobierno creyó que eran parte de las protestas cotidianas. En la memoria de Bernal permanecen frescas las imágenes de miles de personas en las calles, la ciudad incendiada y la gente que corría con pedazos de carne, neveras y comida. Contó que mientras se trasladaba con su unidad por la avenida Fuerzas Armadas observó a muchas personas que saqueaban el mercado Central Madeirense. “Yo me paré con mi unidad y ordené aquello. Comenzamos a organizar las colas para que no se llevaran licores u otras cosas que no fueran comida. Tuvimos que hacerlo porque en aquella locura la gente se hería, se cortaba con los vidrios; era una situación muy peligrosa”, rememoró. Aclara que también tuvo que ordenar la cola en el Centro Comercial Anauco y “aunque parezca risible, lo hicimos también porque sabíamos que el pueblo tenía razón, había suficientes razones para esa explosión social; lo que provocaba era quitarse el uniforme y formar parte de ese estallido”.

REPRESIÓN Y ASESINATOS Siempre se habla del 27 de febrero pero en realidad fueron cinco días: desde el 27 hasta el 3 de marzo, como lo aclara Bernal. “El Caracazo tuvo dos fases: los saqueos primero y luego las represiones que iniciaron desde las 4:00 pm del 28 cuando el Gobierno ordenó sacar el Ejército”, detalló. “El 28 en la noche se había impuesto el toque de queda. Viniendo de Propatria nos encontramos a cinco muchachos a los que les pedimos las cédulas y los dejamos detenidos en una unidad del Ejército que estaba en La Silsa. Cuando volvimos a pasar en la madrugada la unidad ya no estaba, pero sí los muchachos acribillados”, relató. –¿Recuerda el oficial responsable que estaba en la Silsa? –En realidad no. Había mucha confusión. Estábamos en medio de una guerra civil. Nos tocó ver personalmente esos crímenes, también vimos los camiones de volteo llenos de cadáveres, llevándolos hacia La Peste. En la morgue de Bello Monte la altura de los montones de muertos casi sobrepasaba la del sitio. Eso nos impactó muchísimo y llevó a que la Policía Metropolitana entrara en una parálisis, de brazos caídos, y dos meses después, el 9 y 10 de mayo se dio la primera rebelión de la policía contra el Estado porque nos negábamos a ser un instrumento de represión contra el pueblo. El diputado socialista explicó como CAP ordenó tomar la Metropolitana con la tercera brigada de infantería del Ejército el 9 de mayo, cuando se enfrentaron a tiros a cuatro tanques AMX 30. Eso llevó a que 34 oficiales se fueran a la clan-


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destinidad aunque luego volverían por decreto de pacificación. Otro momento que remarca Bernal es el asesinato del comandante Acosta Carles, miembro del MBR-200 que mataron en la calle 18 de El Valle, en La Montañita. Según su versión, “lo mandó a matar Israel Weiser (alias Iván González), jefe de los Servicios de Contrainteligencia de la Dirección de los Servicios de Inteligencia y Prevención (Disip) y coronel de los servicios secretos del Mossad israelí. Eran los tiempos en que la Disip era dirigida por la CIA y el Mossad con asesinos como Posada Carriles y Orlando Bosch”, denuncia.

PROHIBIDO OLVIDAR Bernal aclara que el pueblo salió a las calles contra las medidas neoliberales pero no tuvo organización ni carácter político. “De haberla habido hubiese caído el Gobierno”, considera. “Por eso hemos levantado las banderas de prohibido olvidar, porque este proceso que vivimos en Revolución no siempre fue en Venezuela. Lo que estamos haciendo hoy con las misiones es tratar de reivindicar las luchas sociales de ese día y de toda una década. No cumplir con el pueblo hoy sería traicionar la memoria de los que murieron; quizá aún algunas reposan en fosas comunes. Hay que recordar también que fue el Gobierno del presidente Hugo Chávez el que indemnizó a los familiares de las víctimas. Por supuesto que nunca se podrán recuperar esas vidas ni pagar las lágrimas de esos padres y esos hijos, y por ello es que la Fiscalía aún tiene procesos penales contra esos genocidas”, comentó. –¿Aún hay responsables que deben pagar por esos crímenes? –En mi concepto, sí. Por ejemplo, no estoy de acuerdo con que el general Ítalo del Valle Alliegro y otros hayan quedado exonerados porque Del Valle fue el ministro de Defensa, el ejecutor de las órdenes de Carlos Andrés Pérez. Fue un crimen de lesa humanidad y estos nos prescriben. Aún a 24 años muchos de esos crímenes están impunes. –¿Extraña su uniforme policial? –Pues fíjate que sí. De la Policía Metropolitana se decían muchas cosas y algunos bajaban la cabeza cuando decían que eran de la PM. Yo nunca la bajé, porque mi uniforme azul de la Metropolitana era de dignidad, de lucha contra la corrupción. Me siento orgulloso porque cuando nos rebelamos

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Policía prestado a la Revolución Natural de la ciudad de San Cristóbal de Táchira, de procedencia humilde, Freddy Bernal pasó parte de su niñez en una casa del expresidente Marcos Pérez Jiménez, donde su padre trabajaba como conserje. La casa servía además como sede del partido de derecha Cruzada Cívica Nacionalista, donde se hacían reuniones clandestinas para tumbar al Gobierno. Confiesa que allí nacieron las banderas nacionalistas y la admiración profunda por Bolívar y su gesta independentista. Fue también edecán de Violeta Barrios de Chamorro a quien considera como un “ama de casa a la que las circunstancias la pusieron como presidenta de Nicaragua”. Violeta le regaló un fusil AK-47, el cual exhibió luego en su despacho en Venezuela junto con un afiche de Fidel con un arma similar, lo que casi le vale una investigación cuando un coronel descubrió sus “artículos de colección”. Bernal posee la única condecoración en la historia de la policía venezolana por luchar contra la corrupción en los cuerpos policiales: se la ganó por desmantelar una banda integrada por dos inspectores y 19 policías corruptos. Fue constituyente y trabajó en los artículos 55 y 332 que sirvieron de base para la formación de la Policía Nacional, los Bomberos, el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas, entre otros.

el 27 de noviembre de 1992 le dijimos al país que nos levantábamos contra la represión, con las ideas de Bolívar. Por eso fui orgulloso a la Asamblea Constituyente a defender el esquema de lo que es hoy el sistema de seguridad. Soy un policía prestado a la Revolución Bolivariana. –Hay sectores de la derecha que comparan las medidas económicas del Gobierno Bolivariano con las de CAP y sugieren que podría darse en Venezuela un nuevo estallido social como El Caracazo. ¿Lo cree posible? –Hay que recordarles que ellos llegaron con pompas al poder con Carlos Andrés Pérez, y en apenas 45 días el país se incendió. Hoy la inmensa mayoría del país entiende que el Gobierno del presidente Chávez se ha entregado a dignificar a un pueblo maltratado. El pueblo entiende que había que equilibrar la economía venezo-

lana para tener el dinero necesario y así poder mantener las misiones sociales, la inversión en infraestructura para que el país pueda seguir adelante. No tengo dudas, por ejemplo, de que este año habrá aumento de salarios. Mientras los presidentes en la Cuarta República recortaban lo social para que los ricos siguieran teniendo sus privilegios, Chávez nunca recortará las reivindicaciones de la masa trabajadora, la obrera. Hugo Chávez es la expresión más sublime del pueblo en los últimos 200 años de vida republicana. Por eso te puedo asegurar que más nunca volverá a haber en Venezuela un hecho como el del 27 de febrero de 1989 mientras haya una Revolución consustanciada con las masas, escuchando a las mayorías. Nota: Para escuchar parte de la entrevista, visita www.correodelorinoco.gob.ve


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Exdirigente universitario recuerda que agentes de la Disip se jactaban de sus crímenes

El Gobierno de CAP secuestró e incomunicó a más de 200 estudiantes en febrero de 1989 Ernesto Serrano era secretario general de la FCU de la UDO núcleo Sucre cuando fue aprehendido, un día después de El Caracazo. Desde Cumaná lo trasladaron a Los Chaguaramos, donde lo encerraron en un calabozo. Nunca le dijeron por qué estaba detenido

T/ Carlos Ortiz F/ Sara Azócar Caracas-Cumaná omo ocurrió en todo el país, el 27 de febrero de 1992 sorprendió a la dirigencia estudiantil de la Universidad de Oriente, aunque para entonces mantenía asambleas, movilizaciones y protestas. Muchas de esas acciones eran coordinadas con las casas de estudio del resto del país, pues desde las jornadas conocidas como el Marzo Merideño –acaecidas en 1987 a raíz del asesinato del

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estudiante Luis Carballo Cantor– no habían cesado la agitación y las movilizaciones. En el núcleo de Sucre, la noticia del día anterior no afectó los planes de sacar una marcha el 28, y así se hizo. Pero la manifestación se topó con una avalancha de personas que colapsó buena parte de las calles de Cumaná en medio de saqueos y escaramuzas. En cuestión de minutos, había una batalla campal entre estudiantes, una gran masa espontánea, la policía y la Guardia Nacional. Ernesto Serrano, secretario general de la Federación de Centros Universitarios

(FCU) en Sucre, tenía una pierna lesionada, y a sus compañeras y compañeros les costó evitar que entrara en el combate callejero. Pero eso no impidió que al final de la tarde, cuando el recinto universitario había sido evacuado, lo aprehendieran cuando se disponía a salir. No ha podido olvidar que “como a las 4:00 am me sacaron del calabozo y me trasladaron en un carro sin destino conocido. Y en una avenida me sacaron y me apuntaron con sus armas. Y decían ‘mátenlo’. Mi pensamiento se fue hacia mi familia. En eso se bajó un agente y dijo: ‘Viene un carro del Ejército, mételo en el carro’. Me dieron una golpiza, me metieron al vehículo y me regresaron al calabozo”. “Me detuvo una comisión de la Guardia Nacional y la Disip, en la entrada del núcleo de Sucre de la Universidad de Oriente, en Cumaná. Yo iba saliendo con el decano, el profesor Jesús Noriega. Argumentaron que había suspensión de las garantías constitucionales. Violaron todos mis derechos. Esa comisión me trasladó, en primer lugar, al comando general de la Guardia Nacional, ubicado en Puerto Sucre, de allí me llevaron luego al cuartel de la Disip. Al día siguiente me trasladaron para Caracas. En Barcelona recogieron a otros dirigentes estudiantiles. En caracas fuimos llevados a los calabozos de la Disip en Los Chaguaramos, donde se encontraban presos más de 200 estudiantes, dirigentes y no dirigentes. De eso recuerdo al camarada Álvaro Carrera, que estaba encerrado; lo agarraron en Caracas”, detalló. –¿Fue una detención o un secuestro? –Que el Gobierno había suspendido las garantías constitucionales, no les daba la potestad de violar mis derechos fundamentales. Mi detención se convierte en un secuestro porque fui retenido por la fuerza e incomunicado, nunca me dijeron por qué fui detenido. En nombre de la democracia que manifestaban defender cometieron las más crueles acciones de violación de los derechos humanos en todo el territorio nacional, aprovecharon el 27 de febrero para desaparecer gente y matar a muchos otros. Auqnue el Gobierno reconoció 300 muertos, ya se sabe que ese número no es real, que fueron muchos más. La Disip era el órgano represivo de aquel entonces. Yo escuchaba a los agentes con qué tranquilidad decían que habían aprovechado para “limpiar” matando mendigos y gente de la calle. Se jactaban de eso. –¿Le dijeron en algún momento por qué estaba detenido? En ningún momento me lo dijeron. Solo por el hecho de ser el secretario general de la FCU de la UDO en Sucre fui considerado como un agente perturbador de la seguridad del Estado. O sea, que defender los derechos de los estudiantes en aquellos años era un verdadero riesgo y éramos considerados subversivos. Ninguno de los que fuimos detenidos conocimos el porqué de las deten-


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Domingo 24 de Febrero de 2013 ciones, fuimos incomunicados, no tuvimos un debido proceso. –¿Cuánto tiempo estuvo preso? –Estuve secuestrado desde el 28 de febrero hasta el 8 de Marzo –¿Puede nombrar a otras personas que estuvieron detenidas? –Por supuesto que sí. De oriente estaban varios camaradas, entre ellos Jaime Quijada, del partido de Douglas Bravo; José Sanabria, de la Liga Socialista; José Gregorio Noriega, de Bandera Roja; María Elena, esposa de Pedro Véliz, también de Bandera Roja. Y en caracas, como te dije, habían capturado a Álvaro Carrera. Todos en la sede de la Disip de los Chaguaramos. Inclusive estaba la compañera Vanessa Davies, que hoy dirige este diario y modera Contragolpe en VTV, ella trabajaba con Tribuna Popular, creo que fue detenida junto con Álvaro Carrera. Claro, ella estaba en otra ala, donde encerraron a las mujeres. Aunque yo no la llegué a ver, supe que estaba allí. –¿En algún momento la dirigencia estudiantil se planteó convertir las protestas en una acción subversiva? –La dirigencia estudiantil combinaba distintas formas de lucha para lograr los objetivos propuestos. Hay que recordar que muchos de quienes estábamos en la dirigencia estudiantil éramos militantes de los partidos de izquierda. Algunos todavía creían en la lucha armada. Otros la habían abandonado, esto generaba grandes diferencias al momento de discutir las acciones de lucha del movimiento estudiantil. Pero pienso que todas las acciones que llevamos a cabo, más allá de lo reivindicativo, eran una vía para hacer crecer más la conciencia de nuestro pueblo, para lograr superar las desigualdades sociales producidas por el capitalismo. No podemos ocultar que todas las acciones del movimiento estudiantil iban siempre con ese objetivo: crear conciencia al pueblo para cambiar el sistema explotador imperante en Venezuela. Serrano afirma que, en atención a ese propósito, “buscábamos la vinculación con las comunidades, para emprender juntos la lucha por un futuro mejor, enarbolando la consigna ‘del pueblo venimos y hacia el pueblo vamos’. Por eso, las protestas estudiantiles siempre fueron catalogadas por los gobiernos de la Cuarta República como subversivas, porque levantábamos las bandera de justicia y bien común para el estudiantado y el pueblo en general. Ahora, el levantamiento popular del 27 fue espontáneo, no lo dirigió nadie. Fue una protesta netamente popular que se inició en Guarenas y se extendió por todo el país. En cuanto a los estudiantes de la izquierda, éramos una esperanza para muchos excluidos. Y el esfuerzo de ayer lo vemos hoy validado con la Revolución Bolivariana que comanda Hugo Chávez. Muchos de nosotros tuvimos participación en el levantamiento del 4 de febrero de 1992. –¿Qué piensa de la tesis de que cuando estalló El Caracazo en Venezuela había una situación “prerrevolucionaria”? –Cuando CAP asumió su segundo mandato, había ya un desequilibrio macroeconómico, una renta petrolera insuficiente para cubrir las demandas de la población, y un descontento generalizado. Las medidas económicas implementadas por Pérez, conocidas como el “paquete”, eran medidas neoliberales impuestas por el Fondo Monetario

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Una reunión con CAP Ernesto Serrano recordó que la dirigencia estudiantil “se reunió con el presidente Pérez en el Palacio de Miraflores, allí estuvimos dirigentes estudiantiles de todas las universidades del país. Asistieron los presidentes de las federaciones de las cinco universidades autónomas, de las experimentales y de institutos universitarios”. “Tratamos de hacerle entender a CAP lo equivocado de su política económica y la forma en que afectaba a la población. Al presidente de la FCU de LUZ, Frank de Armas, le correspondía plantearles nuestras propuesta al Presidente, quien no lo dejó terminar de hablar. Salió del salón y nos dejo ahí. De eso no recuerdo mucho más, solo que salimos a la sala de prensa y dimos unas declaraciones denunciando que el Presidente no permitió que el movimiento estudiantil le expusiera sus propuesta. Por la UDO asistimos el presidente de la FCU, Hermes García, y los secretarios generales de los cinco núcleos. Por la ULA, Manuel Dessa y Miguel Rodríguez por la UCV. Por la Unellez asistió nuestro actual embajador en La Habana, Edgardo Ramírez. Había muchos más, pero no recuerdo todos los nombres en este momento”. Hermes García, que hoy es diputado de Podemos a la Asamblea Nacional por Sucre, confirmó que la reunión se efectuó en 1990. “Allí presentamos una serie de peticiones para el sector estudiantil, como un seguro nacional de hospitalización, cirugía y maternidad, que se logró. También logramos la entrega de flotas de autobuses y la administración de muchos servicios estudiantiles por parte de las organizaciones de estudiantes”, precisó. Pero el grupo también llevaba planteamientos políticos que produjeron la intempestiva salida de CAP de la reunión: “Le expusimos nuestra posición de que debía renunciar a la Presidencia para asegurar la paz del país. También que cesara la represión y la persecución contra el sector estudiantil. En esa época teníamos todavía gente detenida y manteníamos tomas en 20 estados del país. Esos puntos no los aceptó; se levantó y salió de la reunión”.

Internacional, que incluían el aumento de la gasolina y del pasaje en el transporte público. Eran ajustes que golpeaban el bolsillo de los trabajadores. Cuando el 27 y el 28 se produjo el estallido de la población que salió a la calle a protestar, fue contra ese paquete de medidas neoliberales. Hubo saqueos de comercios y una feroz represión de parte del Gobierno. Se suspendieron algunas garantías constitucionales y se obligó a las Fuerzas Armadas a reprimir al pueblo. Aun con ese cuadro, Serrano advierte: “Decir que por esas circunstancias existía una situación prerrevolucionaria es otra cosa. Para eso habría que analizar las condiciones objetivas y subjetivas de ese momento. Es cierto que había una situación económica difícil, salarios insuficientes, niveles de pobreza altos y un rechazo a las políticas implementadas, que no se podría entender como un rechazo al sistema capitalista como tal, aunque sí concretamente a las medidas. El pueblo no entendía lo que significaba el socialismo como sistema alternativo. Entonces, no existía ninguna situación prerrevolucionaria. Pero sí comenzaron a profundizarse las condiciones objetivas y subjetivas para la Revolución. De ahí vienen los levantamientos del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 1992, que desembocaron en la Revolución Bolivariana que dirige nuestro comandante Chávez”.

TÁCTICA DE DESAPARICIÓN Ernesto Serrano era militante del Partido Comunista de Venezuela (PCV) cuando lo secuestraron los cuerpos de seguridad del Estado. A pesar de que estaba acompañado por el decano del núcleo de Sucre de la UDO, las autoridades negaban tener conocimiento de su detención. Luego lo admitieron, pero ningún funcionario daba información sobre su paradero. Tampoco se tenía certeza de dónde estaban otros detenidos, como Luis Sanabaria. “Supe que a él lo sacaron en la noche de su casa y no se sabía ni quién se lo había llevado. Él estaba recién llegado de Cuba, donde lo habían operado de la vista”, recuerda Serrano. La táctica operaba en doble sentido, pues durante los primeros días, las y los estudiantes secuestrados tampoco tuvieron contacto con sus familiares. Se les mantenía en sótanos, y en muchos casos fueron sometidos a torturas. Era inútil insistir en que había testigos, la política era negarse a admitir detenciones o dar datos específicos. Una alianza MAS-PCV llevó a la Asamblea Legislativa del estado Sucre a José Luis

Meza (fallecido) como diputado. Serrano era su suplente, por eso se llegó a plantear que Meza se excusara y se llamara a cámara al dirigente secuestrado. Pero ni Serrano era el primer suplente, ni el mecanismo era algo que pudiera aplicarse en esas circunstancias. Las perspectivas de tener siquiera una fe de vida se iban reduciendo. Y esa situación se repetía por todos los casos similares en varios estados del país. No obstante, y a pesar de la suspensión de garantías, la dirigencia estudiantil hacía la presión que estaba a su alcance hacer. Y se encontró con un valioso grupo de aliados, rememora Serrano: “Hay que recordar que en aquellos momentos, los diputados de izquierda, del MAS, de La Causa R y el PCV, jugaron un papel fundamental para la libertad de todas y todos los estudiantes detenidos por el Gobierno Nacional”. La acción de diputados como Pablo Medina, Aristóbulo Istúriz, Ramón Martínez, así como la presencia constante de familiares en la sede de la Disip, evitó que ese cuerpo represivo ocultara por más tiempo la información. Por otra parte, la prensa daba cuenta de algunos allanamientos y capturas. Los parlamentarios lograron ver a varios de los detenidos, prácticamente a la fuerza, porque se les negaba el acceso a los calabozos. También se constituyó el Comité por los Desaparecidos, mediante el cual el diputado del MAS Enrique Ochoa Antich recibía y procesaba denuncias. La madre de una de las estudiantes secuestradas, contó al Correo del Orinoco que “todos los días nos decían que los soltaban en la tarde, y a las 5:30 nos decían que no, que quedaba para el día siguiente. Y teníamos que retirarnos, porque había toque de queda a partir de las 6:00 pm”. Serrano cuenta que “de todos los detenidos habíamos varios que íbamos para el Cuartel San Carlos. Pero ese grupo de diputados, del que recuerdo sobre todo a Ramón Martínez y Aristóbulo Istúriz, lograron que CAP decretara nuestra libertad. En mi caso, salí el 8 de marzo de ese mismo año”. Ernesto Serrano es sociólogo y en julio se graduará de abogado en la Universidad Gran Mariscal de Ayacucho. Hoy milita en el Partido Socialista Unido de Venezuela y trabaja en comisión de servicio como coordinador de políticas bilaterales del despacho del vicecanciller para Asia, Medio Oriente y Oceanía.


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Durante la Cuarta República acostumbraron al pueblo a que tuviera la memoria corta, indicó

Frasso: “Si no hubiesen fotos de El Caracazo este hecho tal vez se habría olvidado” El reconocido fotógrafo Francisco Solórzano contó que la imagen de un motorizado que carga un cadáver “me costó casi ocho días para que la publicaran en El Nacional, porque el director y los jefes de información no querían que eso saliera”

T/ Héctor Escalante F/ Héctor Rattia/Cortesía Frasso Caracas ara el reconocido fotógrafo Francisco Solórzano, la imagen juega un papel fundamental en la divulgación de un hecho noticioso. En el caso específico de Venezuela, considera que “si no hubiesen fotos de El Caracazo, este hecho tal vez se habría olvidado, porque aquí habían acostumbrado al pueblo a que tuviera la memoria corta”. El trabajo fotográfico logrado por Frasso, como se le conoce en el medio periodístico, durante el estallido social del 27 de febrero de 1989, sirvió en buena parte como evidencia para establecer responsabilidades sobre las agresiones cometidas contra el pueblo que se rebeló contra las medidas neoliberales implementadas durante el Gobierno de Carlos Andrés Pérez. Entrevistado por el Correo del Orinoco, Solórzano ejemplificó que con los recientes sucesos acaecidos frente a la Embajada de Cuba en Caracas, donde un grupo de jóvenes opositores pretendió obtener una fe de vida del presidente Hugo Chávez para comprobar que quien ingresó en días pasados al país fuera ciertamente el Primer Mandatario, “el pueblo recordó la foto de Henrique Capriles Radonski saltando el paredón” durante el golpe de Estado del 11 de abril de 2002. En ese sentido, reiteró que la fotografía se hace cada vez más importante en el mundo de hoy, “porque la imagen es la cosa más veraz y objetiva del periodismo”, dado que permite ubicar al lector en un espacio determinado al cual este no puede llegar.

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“Cuando yo estaba detrás del carro de perroscalientes en el barrio 19 de abril, en Petare, y entendí que estaba comenzando el quiebre político de la democracia representativa, sentí una gran tristeza por la forma en que eran asesinados cientos de venezolanos, pero a la vez entendí que tenía que hacer esas fotografías, porque eso me serviría para ayudar a que esto se convirtiera en un testimonio y no se olvidara lo sucedido”, relató.

UN OFICIO PELIGROSO Frasso, quien ejerce como reportero gráfico desde hace más de 40 años, considera que “el trabajo del fotógrafo en primera línea es uno de los oficios de más alto riesgo en el mundo”, incluso en Venezuela. Recordó, en ese sentido, a Jorge Tortoza, quien falleció de un impacto de proyectil durante el golpe de Estado del 11 de abril de 2002. También mencionó el caso de Jorge Aguirre, asesinado el 5 de abril de 2006 en las adyacencias de la Universidad Central de Venezuela, mientras cubría una protesta opositora contra el secuestro y asesinato de los hermanos Faddoul. “Ambos murieron en el ejercicio de sus funciones, lo que quiere decir que los fotógrafos pueden ser un objetivo durante la búsqueda de información. Hay quienes creen que la fotografía es un beso cálido, es robarle un instante a la vida, pero yo

creo que el concepto que más se aproxima es el de un hecho que no se repite jamás cuando es captado por el lente de la cámara”, apuntó. En la actualidad, Solórzano ocupa la dirección de Prensa en el Ministerio del Poder Popular para el Servicio Penitenciario, pero esto no le ha impedido seguir haciendo fotografías, que es una de sus grandes pasiones. “En estos años, cuando me ha tocado visitar las cárceles con Iris Varela, aquí en el ministerio, he hecho un viaje de fotos. No las puedo hacer todas porque para eso está Franklin Suárez, que es nuestro fotógrafo, pero yo cargo una camarita siempre porque soy de los que cree que todavía me falta hacer la gran fotografía”, puntualizó. Su recomendación a las nuevas generaciones: “No dejen de leer fotografía, no dejen nunca de educar el ojo, la cultura del ojo le permite a uno ser más objetivo y veraz”.

CENSURA Y AUTOCENSURA MEDIÁTICA En opinión de Solórzano, algunos medios han querido y quieren ser factores políticos. “Antes trataban de influenciar sobre la vida de los dirigentes políticos, pero ahora ellos quieren ser esa dirigencia y eso es grave, porque ellos cumplen un servicio público. Además se antojaban de quitar y poner ministros, presidentes, pero ahora no tienen esa posibilidad porque eso lo decide el pueblo”, precisó.


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“El 27 de febrero no hubo militares del lado del pueblo, sino más bien los que salieron a reprimir; luego, el 4 de febrero de 1992, son los militares quienes actúan en consecuencia, pero el pueblo los acompaña muy escasamente”, relató. Después, el 27 de noviembre de 1992, “hay un poco de participación del pueblo y no logran el objetivo, pero cuando Chávez gana en 1998 comienza a entender lo que el pueblo quería: la relación cívico-militar que hace importante el ejercicio del poder en beneficio del pueblo”, añadió.

NO SE PUEDE GOBERNAR DE ESPALDAS AL PUEBLO

De hecho, comentó que en la actualidad se quedan miles de ejemplares de periódicos en los quioscos, “porque ya la gente termina por no creer en sus mentiras”. “La foto del motorizado cargando un muerto durante El Caracazo me costó casi ocho días para que la publicaran en El Nacional, porque el director y los jefes de información no querían que eso saliera. Primero la vendí a una agencia internacional antes de que la publicara el periódico. Fue portada en muchos medios del mundo, lo que me permitió el premio Rey de España”, asintió. Señaló que el temor a la censura y luego a la autocensura, que era más fuerte en los medios, se reflejaba ahí, pues a los dueños de estos medios no les interesaba que en el mundo se supiera lo que estaba pasando en Venezuela en ese entonces. “A mí nadie me va a hacer creer el cuento de que en El Caracazo hubo 200 muertos. El día que yo hice las fotos del camión cargado de urnas entrando al Cementerio General del Sur, pude contabilizar más de 400 personas que se habían registrado durante esos días; en su mayoría, muertas por disparos y otras por golpes o cortaduras con vidrios”, fustigó. Dijo que aunque no fue sometido a presiones o amenazas tras divulgar estas imágenes sobre El Caracazo, le censuraron algunas fotos y también fue desplazado en algunos espacios. “El Premio Nacional de Periodismo no me lo dieron en ese año y aunque lo ganó un buen fotógrafo, había otra cosa por encima, que yo no era adeco. El año siguiente concursé por el premio Rey de España y tuve mejor suerte”, refirió.

NO HAY POSIBILIDAD DE UN NUEVO CARACAZO

Muestra de una rebelión Cinco exposiciones fotográficas, con imágenes de Frasso sobre El Caracazo son mostradas de manera simultánea en diversas zonas del país; una en Puerto Ordaz, estado Bolívar; otra en Carúpano, estado Sucre, y tres más en Caracas: en la sede de la Asamblea Nacional, en la Universidad Nacional Experimental de la Fuerza Armada y en la plaza el Venezolano. De igual forma, la muestra será presentada en Ecuador, en el contexto de una conferencia sobre los derechos humanos que contará con la presencia de Anahí Arismendi, viceministra de Atención al Adolescente en Conflicto con la Ley Penal, adscrita al Ministerio del Poder Popular para el Servicio Penitenciario.

Solórzano comenta que mucha gente le pregunta en las calles si considera posible que vuelva a repetirse en el país un evento como El Caracazo, a lo que responde con un rotundo no. “En aquel entonces en el país venía acumulándose una rabia por la manera en que eran excluidos los venezolanos en la participación política y ante eso, la gente salió a reclamar un derecho que le correspondía”, apuntó. Indicó que los detonantes de la situación fueron la majestuosa toma de posesión de Carlos Andrés Pérez en el Teresa Carreño y el suntuoso matrimonio de una pareja de millonarios publicado en la primera página del Diario de Caracas, junto a la aplicación de una serie de medidas económicas impuestas por el Fondo Monetario Internacional (FMI). “Ahora uno se encuentra con una democracia que ya no es representativa sino participativa, y con un pueblo incluido en todas las tareas políticas y sociales. Cuando sucedió El Caracazo, las venezolanas y los venezolanos conocían medianamente su Constitución, ahora uno va a cualquier lugar, en cualquier momento, y las personas saben cuáles son sus derechos. El venezolano ya no es un individuo pasivo o un objeto dentro de la democracia, sino un sujeto en relación al hecho político”, contrastó. Refirió que el proceso revolucionario que vive actualmente el país comenzó el 27 de febrero de 1989 con el quiebre de la democracia representativa y el surgimiento de la democracia participativa, que abrió las puertas, entre otras cosas, a la unión cívico-militar.

Frasso manifestó que la otra reflexión que quedó del 27-F como respuesta fundamental para los que ejercen las funciones de gobierno, es que no se puede gobernar de espaldas al pueblo. “Yo reivindico el 27 de febrero con esas víctimas que son sus héroes, aquellos que fueron asesinados en el barrio 19 de abril en Petare solo por cantar el Himno Nacional. Ahora el derecho a la protesta, quiéranlo o no, existe, y la gente dice lo que le da la gana”, enfatizó. Para el fotógrafo, los medios siguen conspirando como conspiraban en el pasado y como han conspirado históricamente, “pero ahí están, siguen ejerciendo sus funciones, basados en un hecho constitucional como es la libertad de expresión, la información veraz y el derecho a réplica sin censura previa”. Dijo que durante su desempeño como reportero gráfico en los años 80 del siglo XX pudo ver cómo agredían a las y los adultos mayores y cómo morían miles de venezolanas y venezolanos por la falta de atención médica. “Ahora la gente recibe sus pensiones de manera directa, y son más los pensionados que existen en este país. Además hay más centros de salud que atienden a los venezolanos”, apuntó. Señaló que en muchas oportunidades cuando salía a trabajar, le tocó retratar a las y los estudiantes que luchaban por un cupo universitario, así como a las y los adultos mayores que eran maltratados por exigir el pago de sus pensiones, o a las familias que se alimentaban con perrarina, “porque era lo más barato que había para comer”, y así descubrió el dolor que se había causado en la gente. “Aquí había enfermos renales que necesitaban diálisis; había gente que se moría, no solo por negligencia médica, sino por la ausencia de servicios de salud. Esas fotografías no las olvida uno nunca”, testificó. Para aquel entonces, evaluó, había un pueblo pensando de manera distinta a los que decían ser sus líderes, que pedía mayor participación. La situación ahora es distinta, y una prueba de ello, argumentó, fue la llegada del presidente Hugo Chávez al país, quien procedía de Cuba tras recibir tratamiento médico, hecho que “llenó de alegría el rostro de miles de venezolanos”. Asimismo, reseñó que en años anteriores, cuando se iba a implementar un aumento del dólar, “a la población se le avisaba tres días antes, mientras los poderosos compraban y compraban”. Al evaluar esa situación, estimó que esas personas “son las mismas que ahora quieren que se abran las puertas a la fuga de divisas para quebrar el país”.


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De la rebelión popular del 27-F a la insurrección militar del 4-F 2 de febrero de 1989 El dirigente acciondemocratista Carlos Andrés Pérez (CAP) asume su segundo periodo al frente de la Primera Magistratura. En el acto participan no solo la “crema y la nata” de la política, sino también invitadas e invitados internacionales.

16 de febrero de 1989 El presidente Pérez anuncia al país las medidas económicas recomendadas por el Fondo Monetario Internacional, entre las que destacan: aumento del precio del combustible, liberación de tasas de interés, liberación del precio de todos los productos (salvo 18 de la cesta básica) y el incremento de las tarifas de los servicios.

27 de febrero de 1989 Decenas de personas comenzaron las protestas en el terminal de Guarenas, debido al aumento en las tarifas del transporte público asociado con el incremento en el costo de la gasolina. Las manifestaciones y saqueos se extienden como la pólvora en Caracas y en otras ciudades del país.

28 de febrero de 1989 El régimen de Pérez anuncia la suspensión de las garantías constitucionales, impone el toque de queda y saca a la calle a las tropas de las entonces Fuerzas Armadas y comienza la represión contra el pueblo. Centenares de personas fueron asesinadas y desaparecidas por los cuerpos de seguridad del Estado. Un número no cuantificado de mujeres y hombres fue enterrado a escondidas y sin registro en el Cementerio General del Sur.

4 de febrero de 1992 Un colectivo de soldados, comandados por el teniente coronel Hugo Chávez Frías, se levanta contra el régimen de CAP. Aunque la insurrección no logra conquistar el poder, las enigmáticas palabras de su líder, “por ahora”, fueron el punto de partida de una movilización popular que no cesó hasta la salida de Pérez del poder. La acción del 4-F, como lo ha explicado Chávez en reiteradas oportunidades, respondió a la rebelión popular del 27-F de 1989.


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