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SIN MIEDO
Nicole Cecilia Delgado
Recuerdo que antes fui una mujer sin miedo.
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Una mujer joven viajando sola por México y Centroamérica. Y nunca tuve miedo.
No era posible pensar en morir camino a la tortillería una mañana en un pueblo desconocido de Chiapas o Tamaulipas ni traduciendo poemas en un internet café.
Ni siquiera en un hotel desvencijado en Amecameca después de consumir grandes cantidades de éxtasis con mis amigas.
Tampoco sentí miedo en aquel autobús dañado a mitad de la autopista México-Veracruz donde hace unas semanas secuestraron un camión lleno de niños y mujeres migrantes.
Ni en los arrecifes llenos de tiburones de Belice, ni derretida en el paisaje demasiado húmedo de Livingston, ni contaminada de cándida en Isla de Flores en medio del lago de Petén, ni perdida en Michoacán después de tantos días acampando en la playa.
Una siempre piensa que la Historia solo se mueve hacia el futuro, que no hay otra dirección posible.
Pero llegan noticias escalofriantes. Hace poco supe de una mujer molida en las máquinas de una carnicería en el Estado de México y de la amiga de un amigo asesinada cerca del paraíso en Costa Rica, su cadáver besado por el mar.
Reconozco que ahora a veces siento miedo.
No tan lejos de mi casa siento miedo cuando las ametralladoras parten la noche de Santurce en pedacitos o si diariamente hay hombres que matan a sus novias "por amor". Ya no se siente seguro siquiera sacar a pasear a los perros o llegar tarde a casa cualquier noche después de tomar unas cervezas.
He visto la amenaza cercar nuestras vidas y cada vez hay menos espacios seguros.
Yo no sé si antes me salvó la ingenuidad o un hada madrina sobre mi hombro izquierdo.
Tuve la fortuna de ser una mujer libre viajando sola sin temer la muerte.
Qué horror sentir que la excepción fui yo.