EDGARMORENO El Posón y la mesita que camina
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FUNDACIÓN FOTOGRAFIA URBANA
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El Posón es el tesoro Esta serie fotográfica se ubica en el Estado Zulia, El Posón, Bahía el Tablazo, Isla e’ Toas, límite entre el Golfo de Venezuela y la entrada al Lago de Maracaibo o Mar del sur. «Cuenca geológica originada en el período cretácico, producto del levantamiento de los Andes venezolanos y de la Sierra de Perijá. Este lago o Sistema de Maracaibo es el más grande de América del sur con 13.800 Km2. La Bahía de El Tablazo está conformada por paisajes de litorales marinos secos, campos de dunas, salinas, manglares, albuferas, playas, bosques xerófitos y planicies de explayamiento de los ríos Palmar y Cocuiza. La constante presencia del mar y los manglares, han hecho de El Tablazo la zona menos contaminada del Lago de Maracaibo».1 Terraplenes, salinas, desiertos, bahía, caminos de tierra seca, orillas de playa, vegetación conforme a un sol inclemente, casas de barro, polvo y también pescadores, saladores, niños, todos han pasado delante de la óptica de Edgar Moreno. Esta serie presenta fotos de dos viajes. El
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EDGARMORENO El Posón y la mesita que camina
de ida y el de vuelta. En los años ochenta Edgar Moreno viaja al Posón, vive allí durante tres años y regresa veinte años después, en el 2005-2006. «No hay una cosa que no sea una letra silenciosa de la eterna escritura indescifrable cuyo libro es el tiempo»2. De ese primer encuentro queda, en el fotógrafo, la raíz del vínculo y el repertorio de imágenes grabadas. Tras mudar edad y mentalidad, se produce el reencuentro. Aquellos primeros pescadores, familias, casas, paisaje, resultado de toda una experiencia entrañable de convivencia, logran cobrar forma de conjunto en los motivos amables que registra su fotografía en los repetidos viajes que realiza a mediados del dos mil para concretar este proyecto en julio de 2005. Digo amables, porque Eros es uno de los dioses que guía la mano en este trabajo. Sin la entrega amorosa al lugar, y ello comienza con sus moradores, la conexión que establecen estas imágenes como puente entre aquello desconocido y el espectador no sería posible. Lo desconocido aquí está representado en El Posón, tesoro natural y cultural de
nuestro país, cuyo olvido es atenuado, en parte, por estas fotografías. Nos dice el artista que a sus amigos los reencuentra más viejos, pero en verdad son pocos los cambios que observa. Todo se mantiene casi inalterado. «Solo la pérdida progresiva de la tradición oral colectiva y la falta de creación de mitos fantásticos, me pareció verdaderamente notable. Los otrora creyentes de mitos reniegan hoy de ellos por la falta de reafirmación sobre los valores propios. Paradójicamente soy un agente portador de la premisa de que únicamente lo fotografiado es veraz, a pesar de nuestro escaso concepto de la luz, sintiéndome en la obligación de recordar, seleccionar, escribir y rememorar las anécdotas del otro y por ende de mí mismo, ya que hacemos una historia de lo pretérito a la luz de un proyecto de lo que queremos llegar a ser, dándole al pasado una estructura de significados, dejando un testimonio escrito de lo que para muchos de nosotros, en el Tablazo, fue una necesidad del alma cuando rememorábamos fantasmas y antepasados, cuando veíamos y sentíamos la luces fatuas,
el Tizón de la salina, las calandrias, la Batidora, el Hachero. Aquellos eran tiempos en los que se conseguían viejos tesoros y entierros, se conversaba sobre viejas hazañas de marinería entre tragos y enramadas, mientras la gente se quejaba de los gobiernos a través de los cantos de las décimas. Se reafirmaba así el origen de la familia con anécdotas y cuentos, lo cual significaba hablar de la zulianidad del lago norte, la de la «mar salaa», la de los versos de Titán, el gran poeta ramplón. Era una zulianidad ubicada entre coordenadas carentes de antiguos monumentos prehispánicos, un territorio de pueblos caminantes, de piratas y lobos de mar. Un arenal de curanderos trashumantes y de brujas en constante trance con la muerte. Un lugar lleno de memorias contradictorias entre la supervivencia indígena y el mandato de la descendencia europea del siglo XVI»3. La mesita que camina o el ojo con pies y cámara A un iniciático cuento de la infancia narrado por Carmen Julia, la madre del artista, en el
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que se vincula un tesoro de morocotas escondido y la mesita como intermediaria indicadora de dónde se encuentra enterrado, lo suceden otros cuentos igual de fantásticos. La memoria de este motivo en todos ellos es el telón de fondo de su recurrente aparición a lo largo de la iconografía de Edgar Moreno, en la que esta forma cuadrúpeda es el protagonista fotográfico. La mesita representa entonces, un médium o posibilidad de hallar una fortuna, así como un objeto animado, hechura del hombre en diálogo con la naturaleza, como es el caso de una fotografía (Serie: Memorias del agua, 2004) en la que se aprecia una mesa en primer plano con el Auyantei detrás. Una, forma metáfora de la otra. Por otra parte, no escapan a esta obra las asociaciones de la mesa como figura femenina de la casa, centro de las reuniones, ágora, fuego-cocina, rito. Se encuentra tanto en la vida cotidiana como en los mitos más antiguos. El vínculo de la mesita con Edgar Moreno ha creado a su vez otros cuentos. Una vez un escritor, que había adquirido una fotografía suya en la que justamente aparecía
una mesa, hizo lo posible por encontrarlo y conocerlo con la ilusión de ver «en vivo» la mesita que él imaginaba llevaba el artista a cuestas en todos sus viajes, como Sísifo lleva la piedra y los saladores en el Posón los sacos de sal. Fue grande su decepción cuando Edgar tuvo que explicarle al literal personaje, que la mesa no la transporta consigo sino que la encuentra. Porque la lleva en el ojo se topa con ella una y otra vez en el camino. Y cada encuentro la presenta renovada en un contexto distinto. A lo que agrega Edgar, para redondear esta idea: «la mesita es mi historia, mi entelequia, mi estrategia». La mesa como otros objetos, las escaleras, ventanas, fosos, puertas, constituyen un marco del mundo geológico de Edgar Moreno. Estos lo conducen a asomarse a algunos rasgos del habitante y su geografía. Signado por el enfoque científico de estudios de antropología en Nuevo México, para Moreno, la geología es el hombre. Si repasamos nuevamente la lista: escaleras, ventanas, puertas, sillas, así como fosos, agua y desiertos, todas estas son instancias que colindan entre dos mundos, uno real,
físico (producto de la arquitectura humana o natural) y otro intangible. Así podemos percibirlo en su fotografía. Presencias que tienen más de ausencia que de materialidad. Y en ello logra un notorio esplendor esta obra, en lo invisible fotografiado. Las brujas, por ejemplo, las ha retratado Moreno en los parajes áridos de El Zanjón, (obras 18 y 19). Sus cuerpos están hechos de tierra seca endurecida. Como reductos verticales se han mantenido paradas sobre terrenos que se han derrumbado en su entorno. Una maraña de raíces y espinas corona sus cabezas. Cuando Edgar nos comenta: «estas son las brujas», las vemos y asentimos sin ninguna objeción. Antes de ese comentario solo percibimos un escalofrío del lugar al contemplarlas. Las brujas perfilan ese modo de existencia que se resiste a morir allí donde el agua salada y la falta de agua definen cada recodo. Paradójicamente se encuentran en Bella Vista de La Candelaria. No cabe duda de que la belleza tiene formas inusuales de mostrarse. Sobre la obra 22, que muestra un primer y medio planos con ramas secas que levantan
un muro de espinas, Edgar la considera un dibujo. Ciertamente el pensamiento del dibujo subyace en su composición, el grano abierto de su mancha plástica es otro rasgo de su estética, al igual que su efecto de aguadas (tinta o acuarela) muestran su entendimiento del color como transparencia.
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El Posón y la mesita que camina, Edgar Moreno, libro editado en el 2008, Caracas, Venezuela
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Para una versión del I King, Jorge Luis Borges, libro de las mutaciones, Editorial Sudamericana, 1984, Argentina
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El Posón y la mesita que camina, Edgar Moreno, libro editado en el 2008, Caracas, Venezuela
El Ensayo Para Edgar Moreno el ensayo fotográfico se inicia en el seno de una comunidad, con sus pobladores, sus escenarios exteriores e íntimos y sus dinámicas sociales. En esa significativa convivencia se concreta para él la realidad fotografiable. La tarea se inicia con una comprensión afectiva que le permite acercarse a lo visible con la absoluta confianza de que en la foto aparecerá lo invisible, aquello que no se ve hasta el revelado. Porque el ojo no sabe, no ve lo que tiene delante. De manera que es el carácter de un lugar, de una figura, el que puede o no ofrendarse a ese mirar entrenado y paciente del fotógrafo. En estas imágenes de objetos únicos, en las que todo se precisa y se diluye a la vez, son sus composiciones,
texturas, manchas y transparencias, los mejores interlocutores entre el espíritu de ese lugar (incluida su gente) y la mirada del que más tarde aprecia la fotografía. Dar cuenta de aquello que nos ha tocado en suerte es parte de nuestra tarea vital. Para eso volvemos. En la vuelta está el encuentro. Y la vuelta solo es posible cuando el viaje nos ha transformado. De modo que los tesoros escondidos se hayan por todos lados. Para encontrarlos cada cual debe dar los pasos con aquello que le es más preciado, con su mejor don, dicen los sabios sufíes. Edgar Moreno llega a habitar en El Posón, pueblo lleno de fantasmagorías, y se le presenta la promesa de un tesoro por desenterrar, promesa que nunca ejecutarán ni él ni su compañera de entonces, por descuido, por desinterés. Tal vez porque allí no estaba su fortuna. No obstante, esta colección de imágenes, la belleza de ese acuerdo con el espacio y sus hombres, significan a esta altura de los hechos, el hallazgo más preciado y misterioso, una aventura del alma concretada en este fecundo trabajo. Josefina Núñez
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Si una palabra le encaja a este gran artista es pasión. El ardor le impide detenerse. Tanto, que lo ha llevado a recorrer casi sesenta países. Su polifacética existencia hace cuesta arriba cualquier intento por hacerle una toma fija. La música, la antropología y la fotografía describen a un mago de tres cabezas que no para: ayer llegó del Bronx de ver a su familia, hoy está encaramado con Quinto Aguacate, su banda, en una tarima en La Vega, mañana sale para el Roraima, comprometido como está en su lucha por la recuperación de la Kueka, http://bit.ly/PABjE3 la piedra sagrada del pueblo pemón, que un alemán, Wolfang von Schwarzenfeld, extrajo en contra de esa comunidad, para hacerla formar parte de su instalación denominada Global Stone, en el parque metropolitano Tiergarten de Berlín. Comenzamos por su extraordinaria técnica que arroba al más pintado: el viraje de las fotos, que otorga una transparencia de colores, una textura, y le hace ganar a la imagen un volumen sobrecogedor y la certeza de estar frente a una mano maestra.
Prodavinci: Edgar Moreno (1954) vuelve a ser noticia, esta vez por la imponente muestra que desde el 1 de septiembre y hasta el 13 de octubre se exhibe en La Ventana Art-Kao en Los Galpones de Los Chorros. Oscar Marcano nos cede una síntesis de su trabajo con el laureado fotógrafo, tomada de su libro inédito de entrevistas a creadores, Rojo y Negro.
Un fotomatón para Edgar Moreno Oscar Marcano
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EM: Son los tonos que le doy. Yo he logrado mi propia coloración. Además de la imagen, ésa es mi pátina. Un fenómeno estrictamente fotográfico. Se realiza con preservantes de emulsión. Desde el punto de vista de conservación y coleccionismo, tienen la tarea de cuidar la imagen por cien años. Es una técnica que comencé a indagar desde el primer semestre, gracias a uno de mis profesores, Dick Knapp, en New Mexico University. Entonces existía la posición (años 70) de que si no hacías fotografía pura no eras fotógrafo. Si manchabas la foto no eras fotógrafo. Y este profesor era muy mal visto por eso, y porque venía de la Escuela de Arte. En esa universidad en la que estudié había muchos veteranos de Vietnam. Muchos de mis compañeros tenían una bala, un pedazo de metal encima. Todos locos, tocados. Este profesor era uno de ellos. Casi no hablaba, pero manejaba una gran técnica en lo que se entiende como intervención de la fotografía, con la intención de transgredir el medio puro. Por eso era muy criticado en aquel mundo conservador. Conservador y no. Porque allí llegaron los locos del este. Conservador porque era un estado indígena. En esa
época ni siquiera era visto por los norteamericanos como parte de EEUU. Tú mandabas algo de NYC para Nuevo México y llegaba al DF o a otra parte de México. Muchos no sabían que existía. Es decir, yo estaba en un lugar desconocido para los estadounidenses. Donde había un modo de vida afable, pero de mucha gente en resistencia. Yo vi dibujo con Georgia O’Keeffe, por ejemplo. Pues me enamoré de esa técnica, de esos colores y formas. Luego tuve la suerte de conocer a Ansel Adams. Pasó por la Universidad, unos semestres nada más, y dijo: «¿Quién es este carajito que está aquí? Me lo llevo para Arizona». Y estudié con Ansel Adams. Eso me marcó, pero yo no tenía medida de lo importante que era todo aquello. Con ese espíritu me gradué en la Universidad sin tener conciencia ni valoración de lo que había recibido. Yo salí sin un portafolio de ahí. ¡Qué concierto final ni qué nada! Yo no fui al acto de graduación. El diploma lo busqué porque como practicaba tennis, un día cayó la pelota dentro de la oficina donde yo sabía que estaba. El día de la graduación me nombraron, es decir que me lo hubieran dado, aunque el Plan de Becas Mariscal de Ayacucho no había cancelado todo y se debía dinero. Craso error. Por no gastar 80 dólares en toga y birrete, pasé trabajo para obtener luego mi diploma. Hasta que un día, jugando, cayó la pelota en la oficina. Ahí estaba una muchacha de lo más bonita: «¿Tú qué quieres?» «Estoy buscando una pelota». «¿Qué solicitas?», insistió ella. «Ah, mi diploma que está en ese archivo, en esa gaveta, en un folio que dice Edgar Moreno». «Ah sí, aquí está. Pero dice que debes un dinero». «No, eso ya lo pagaron», contesté. «Firma entonces aquí». Y me fui con el diploma. Pero dejé la pelota (risas). Para nada. Porque años después vivo en El Posón, me separo de Yolanda, que aún vive allá y salgo del Zulia. Entonces necesito buscar unas pertenencias, vuelvo para allá con un amigo, llego a la casa y ella no está. Resulta que se habían metido y se habían robado unas cámaras, unas cosas, y con ellas mis papeles de la universidad. Llamo a los niñitos de por allí que eran mis amigos, les cuento y les pido que me ayuden a buscar mis papeles. Una legión de veinte carajitos buscando. Y han conseguido mis diplomas en una cochinera. Si ves mi diploma está lleno
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de mierda de cochino. Y donde va el sello, hay una cucaracha aplastada. Por eso yo digo que los diplomas son una mierda (risas). Lo que cuenta es la experiencia. ¿Cuándo consideras, Edgar, que una fotografía está concluida? Eso no concluye nunca. Considero que los procesos nunca se cierran. Uno es el que dice: esto hay que imprimirlo. Me refiero más bien a cuándo estás satisfecho, convencido de que ahí ya hay algo, o estás cerca de haber encontrado algo. Tal vez te refieras a dónde el ojo se detiene. Sin embargo hay una obra que a mí me encanta, que la hice llegando una noche, apremiado porque la esperaban al día siguiente para la exposición que se hizo en el Museo de Bellas Artes hace unos años. Decidí hacerla entonces a ojos cerrados. No con la luz del taller, porque el virado se hace fuera del cuarto oscuro, con luz del día, pero ya había pasado la luz del día. (A mí no me gusta el cuarto oscuro. Yo suelo ponerles ventanas. No es un lugar para mí. Es mucho encierro, mucha incertidumbre. Lo que me fascina es intervenir la imagen). En fin, la hice en un formato grande (que también odio copiar, porque revelarlas solo es un esfuerzo físico y de gran concentración). Es como pescar con nasas. Hay que cuidar que el pescado no se te vaya. Así que me entró la seguridad de decir que eso era yo. Y lo hice con una luz muy tenue. La colgué para secar y no la quise ver hasta la mañana siguiente. Dormí con la esperanza de que fuera la gran obra de la exposición y lo fue. Allí hay una magia, una energía. Hay momentos en que una certeza te dice esto está acabado. ¿Qué tiene que ver la belleza con tu trabajo? La belleza es, para algunos artistas, una categoría fundamental. No se da un paso si no se encuentra. Aunque duela, pues a veces la belleza duele. O aunque no se merezca. Uno consigue belleza en ámbitos donde aparentemente no la hay, en circunstancias que ni siquiera la merecen. La belleza es un producto entre dos cosas. Me pasa con mi trabajo en los barrios. En Contrahuella1, por ejemplo. Yo tengo la banda Quinto aguacate con la que tocamos en
todos los barrios. Hace poco fui a un barrio en Petare en el que había uno de esos chorros del Guaire. Eso me conmovió mucho. Queda por Puente Baloa. Horrible, un desastre todo y, de repente, veo ese basurero saliendo en una cascada y me digo, esto es lo más próximo a la pintura que existe. El barrio es lo más cercano a la pintura. A hacer pintura. Su conformación, su crudeza. Uno ve eso ahí, donde supuestamente no hay belleza, pero tú lo transformas con las herramientas. La belleza está en la transformación de eso que es sublime y en cómo lo plasmas. OM: Hay una cosa que observé en tu fotografía y es que la imagen de la ciudad es abigarrada y en los espacios rurales es limpia, ¿por qué? Parece que hubiera dos fotógrafos. Si no fuera por el virado, que técnicamente los unifica, creeríamos que son dos lentes distintas. EM: Antes de irme a los Estados Unidos, yo estudié Geología en la Escuela Técnica Industrial de los Chaguaramos. No me gradué porque Caldera cerró las escuelas técnicas. En estos días fui a la UCV y además del atraso que uno percibe en todo, vimos unos tesoros de huesos en unos gabinetes todos sucios, de megaterios, de mamuts, de piedras que ya no se consiguen en la montaña, regadas en diferentes estantes, sin iluminación, abandonados, y estaban dos estudiantes en un salón enorme, como perdidos en el tiempo, con unos mapas viejísimos, con unos modelos geofísicos del año catapún, que nada que ver. Entonces me fascino con la fotografía de ese lugar, porque esos son mis lugares. Mis lugares son los museos de ciencia. Yo soy prehistórico. Algo así me ocurre en el paisaje rural. Siento una calma metafísica. En la ciudad no. Pero resulta que eso es falso. El campo aquí está muy contaminado. Así que conseguir ese lugar metafísico se volvió mi búsqueda. Así como darle belleza a ese río Guaire lleno de basura, espantoso, cayendo en cascada dentro de un barrio. Son dos caras de una misma moneda. Cuando yo trabajo en el barrio parto de la geología, de la escalera, porque yo veo la ciudad como un fenómeno geológico. Caracas no es un valle. Es un levantamiento tectónico, de la placa continental con la placa del Caribe. Así se forma El Ávila, con un levantamiento tectónico. Lo mismo
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que está abajo está arriba. Después lo atraviesa un río. Ya eso es otra cosa. Los buzamientos http://bit.ly/150SnJG dan hacia el norte, las piedras se inclinan en esa dirección. Yo veo a Caracas como una geología. Y geología es todo. Tú, yo, somos geología. Yo veo todo en términos geológicos. Yo veo la ciudad así. Necesito comprender la geología de la ciudad, por qué los ranchos se disponen de tal manera. Me impresionó ver apenas un arma de fuego, imagen que ya es un estereotipo del bario, en ese libro. Sí, yo no estoy buscando eso. Eso es otro tema. Aunque un día vino un tipo que me quería asaltar. Le dije, tú me quitas la cámara (cuando yo era chiquito -mi hermano era detective en Nueva York-, por mis manos pasaron muchas armas: se las limpiaba, las empavonaba) y yo estaría muy feliz de robarte esa 45. De dársela a mi hermano que es coleccionista. Yo las odio. No quiero saber nada de esas vainas, pero me vas a tener que matar. El tipo era un judicial, PTJ, cabrón. Mientras hice las fotos en el lugar fue mi escolta. Panísima. Fue así como tomamos la única foto de pistola. Hay otra imagen que me impresionó. La de los zapatos que guindan en un cable. Esa es una foto que todo el mundo hace, pero la diferencia de la tuya está en las líneas. Es impresionante. Es un cuadro, una composición. Es dibujo. Es así como la concibo. Como un dibujo. Hay una de las fotos de El Pozón que es un poco de ramas. Y para mí es un dibujo. Siempre, al hablar de ciudades como las nuestras, recuerdo a Maro Mendoza, un amigo escritor colombiano que me decía que nunca Caracas o Bogotá se iban a parecer a París, Londres o Berlín. Pero que Nueva York, París, Londres o Berlín, sí terminarían pareciéndose a Caracas o Bogotá. Entre otras cosas por la migración, por la pobreza. Esa fractalidad se da como un movimiento caótico en ese paisaje, pero cuando uno ve las fotografías de tu libro Contrahuella (2007), comprende que no es tan caótico. Tiene un orden. Si no, no sobrevives.
OM: Tiene una dinámica cuya conciencia reside en otro sitio. EM: Somos minoría los que analizamos el barrio. Aquí hay además una involución. El desarrollo se da en el centro. Por eso el tema de la escalera. Ella plantea una contradicción. Mientras más arriba estoy, estoy peor. Es uno de los temas que trato en Contrahuella. La contrahuella es la vertical, la fachada de la escalera. Pero el peso de la realidad está en la horizontal. No lo ves, sigue oculta en una ciudad de apariencias. Y resulta que es el peso de un imaginario. En el barrio la política se materializa en el concreto: se le hace una escalera al barrio para ganar votos. A eso llaman consolidación. La escalera es vital aquí porque estamos rodeados de cerros y por la condición económica del país (el derroche). Las escaleras más kilométricas están aquí y en Río de Janeiro. OM: La explosión del concreto se inició con Pérez Jiménez. EM: Y sigue. Mi padre, que era arquitecto, constructor, estaba orgulloso de eso. Yo le decía échale un poquito de pintura a la mezcla (risas). Entonces, el concreto genera unas escaleras, que son para siempre. Las escaleras de Santa Cruz del Este hasta Las Minas son una excursión. Yo empecé mi trabajo allí. Hay una foto donde aparece un diablo, es la primera foto de ese ensayo. Y no es un diablo, sino el logo de los Chicago Bulls. Y alguien le puso arriba: «El», con lo que se lee: El Diablo. OM: ¿Qué es lo que conserva La fotografía? ¿Un presente? ¿Un pasado? Porque allí hay un instante que se perpetúa. EM: La fotografía conserva un futuro. Yo les digo a mis alumnos que no hay foto mala. Que una foto no tenga valor o que esté mal tomada, así sea como documento, siempre tiene un futuro. Ese futuro es tuyo. Lo que se contiene allí, eso que tú hiciste, que captaste, uno no tiene la capacidad de sopesarlo sino hasta después. Es como con el libro. Es en un futuro cuando vas a saber lo que verdaderamente encontraste. Por eso la fotografía no está concluida. Y te queda esa angustia. Nosotros los occidentales tenemos una idea lineal del tiempo. La fotografía tiene todos los tiempos. Como tú los quieras ver.
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OM: Es decir, ¿que no hay linealidad? EM: No, no la hay. Por eso nos podemos dar el lujo de hablar de lo que no sabemos: porque no conocemos el futuro. Mis alumnos me dicen: «esta foto no me gusta». Porque le dan una lectura. Yo les digo: ustedes no se conocían antes de hacerla. Te conoces después de verla. A mí me operaron los ojos. Me los operaron y me jodieron. Me operaron unas cataratas y me generaron presbicia. El médico que me operó me dijo: «Es que usted es fotógrafo, usted ve a la distancia». Todo para justificar que me dejó con presbicia. Yo, muy molesto, le dije: «la diferencia entre un fotógrafo y un no fotógrafo es que tú debes tener un equipo de 10.000 dólares, seguramente. Mi cámara más cara no excede los 300. La diferencia está en que tú agarras una cámara y tomas la foto de la familia. En cambio yo, huevón, puedo pasar un mes analizando esa foto aquí, a esta distancia, y tú me quitaste esa capacidad. Yo era un miope feliz. Ahora esta operación me puso viejo. Hasta se me olvidan las vainas porque tengo visión de ahí en adelante, pero para acá no. Tal vez esto me lleve a otra fase en la fotografía. Por suerte soy músico. La música me da capacidad de respuesta inmediata. Siempre tuve la fotografía y la música. Por épocas una prevaleció sobre la otra. Siempre con la vena del geólogo y el haber estudiado antropología. Toda esta mezcla sabrosa subyace en mi fotografía. Una vez hice un ejercicio en Calcuta, India, donde me fui de 6 a 12 con un solo rollo. Como un pistolero que va sacar treinta seis fotos y las treinta y seis tienen que ser buenas. Eso fue un proyecto de exposición que se llamó Calcuta de 6 a 12. Con un solo rollo. Eso pasó porque en Calcuta no conseguí películas en buen estado. Tenía unas traídas de Nepal y otras de Nueva Guinea que estaban peor. Solo tenía un rollo que sabía era de calidad. Hice Calcuta de 6 a 12 (1991) con ese único rollito y ha sido uno de mis mejores trabajos. 1
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Contrahuella es uno de sus libros en el que estudia la ciudad fantasma, la ciudad del futuro.
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1 Serie: El Pos贸n y la mesita que camina Fuegos fatuos (Sabaneta de Palma) 1984-2013 Plata en gelatina virada 59 x 89 cm 14
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2 Serie: El Pos贸n y la mesita que camina Imperio solar (Bella Vista de La Candelaria) 1982-2013 Plata en gelatina virada 32 x 43,5 cm
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3 Serie: El Pos贸n y la mesita que camina Primer rayo de luz (Bella Vista de La Candelaria) 1983-2013 Plata en gelatina virada 38 x 57,5 cm
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4 Serie: El Pos贸n y la mesita que camina El Cachicamo (Bella Vista de La Candelaria) 2006-2013 Plata en gelatina virada 58 x 38 cm 18
5 Serie: El Pos贸n y la mesita que camina Ziruma (La Boca del Palmar) 1982-2013 Plata en gelatina virada 38 x 57,5 cm 19
6 Serie: El Posรณn y la mesita que camina Agua y sol (Salar de los Olivitos) 2005-2013 Plata en gelatina virada 24 x 15,8 cm
7 Serie: El Posรณn y la mesita que camina Evaporaciรณn y viento (Salar de los Olivitos) 2005-2013 Plata en gelatina virada 38,5 x 26 cm 20
9 Serie: El Posรณn y la mesita que camina El dorado blanco (Salar de los Olivitos) 2005-2013 Plata en gelatina virada 38,6 x 26 cm
8 Serie: El Posรณn y la mesita que camina Krakatoa la sal de la tierra (Salar de los Olivitos) 2006-2013 Plata en gelatina virada 38,7 x 26,3 cm 21
10 Serie: El Pos贸n y la mesita que camina Girup铆 (Oribor) 1984-2013 Plata en gelatina virada 15,6 x 23,3 cm
11 Serie: El Pos贸n y la mesita que camina La Trinca II (Sapara) 2005-2013 Plata en gelatina virada 38,5 x 26 cm 22
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12 Serie: El Pos贸n y la mesita que camina Mesozoico (El Tablazo) 2006-2013 Plata en gelatina virada 24 x 15,8
13 Serie: El Pos贸n y la mesita que camina Dabajuroide I (El Tablazo) 2005-2013 Plata en gelatina virada 24 x 15,8 cm
14 Serie: El Pos贸n y la mesita que camina Los Guineos (Isla Sapara) 2006-2013 Plata en gelatina virada 26 x 38,5 cm 24
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15 Serie: El Pos贸n y la mesita que camina Esp铆rita (Quisiro) 2005-2013 Plata en gelatina virada 24,3 x 16,4 cm
16 Serie: El Pos贸n y la mesita que camina Arrastr铆o (Quisiro) 1985-2013 Plata en gelatina virada 23,5 x 35,4 cm
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17 Serie: El Posón y la mesita que camina Historia del tiempo (La Boca del Palmar) 2006-2013 Plata en gelatina virada 57 x 38 cm
18 Serie: El Posón y la mesita que camina Sureste (El Zanjón) 2006 Plata en gelatina virada 38,6 x 26 cm
19 Serie: El Posón y la mesita que camina Sueño espinoso, tropical, seco (El Zanjón) 2006 Plata en gelatina virada 26 x 38,5 cm 28
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21 Serie: El Posón y la mesita que camina Fotón (Sabaneta) 2005-2013 Plata en gelatina virada 57,5 x 38 cm
22 Serie: El Posón y la mesita que camina Los Guacos (San Félix) 2005-2013 Plata en gelatina virada 58 x 38 cm
20 Serie: El Posón y la mesita que camina Un viaje al más pa llá (Bella Vista de La Candelaria) 2006-2013 Plata en gelatina virada 26 x 38,7 cm 30
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23 Serie: El Posón y la mesita que camina Siete años del difunto II (El Zanjón) 2006-2013 Plata en gelatina virada 24 x 15,8 cm
24 Serie: El Posón y la mesita que camina Siete años del difunto I (Bella Vista de La Candelaria) 2006-2013 Plata en gelatina virada 23,7 x 16 cm
25 Serie: El Posón y la mesita que camina El Cucazo Bar (El Ancón de Iturrez) 2005-2013 Plata en gelatina 31,7 x 47,7 cm 32
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26 Serie: El Posón y la mesita que camina La marea del señor (El Mamón) 2006-2013 Plata en gelatina virada 38,5 x 26 cm
27 Serie: El Posón y la mesita que camina Dabajuroide II (El Brisal) 2005-2013 Plata en gelatina virada 24 x 16 cm
28 Serie: El Posón y la mesita que camina Y mañana venís por sal (Isla Sapara) 2006-2013 Plata en gelatina virada 24,3 x 16 cm 34
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29 Serie: El Posón y la mesita que camina Sísifo (Cuadro del muerto) 2005-2013 Plata en gelatina virada 23,8 x 15,8 cm 36
30 Serie: El Posón y la mesita que camina Juyá (El Ancón de Iturrez) 2005-2013 Plata en gelatina virada 58 x 38 cm 37
31 Serie: El Posรณn y la mesita que camina La trinca I (El Ancรณn de Iturrez) 2005-2013 Plata en gelatina virada 24 x 16 cm
32 Serie: El Posรณn y la mesita que camina Guzio (Bella Vista de La Candelaria) 2006-2013 Plata en gelatina virada 24 x 15,8 cm 38
33 Serie: El Posรณn y la mesita que camina Sobre el Posรณn (El Tablazo) 2006-2013 Plata en gelatina virada 24 x 16 cm 39
la ventana EDGAR MORENO, El Posón y la mesita que camina Catalogo No 10 Septiembre - octubre 2013
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Carlos Alzuru Moraima de Alzuru Directores Artkao Josefina Núñez Directora La Ventana
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Centro de Arte los Galpones G-10. Los Chorros, Caracas (0212) 327.7674 laventanartkao@gmail.com RIF.: J-40030775-9