Cuadros de Aracely Alarcón

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ARACELY ALARCÓN T EXTOS A NTONIO M ORALES J ULIA S ÁEZ-A NGULO P OEMAS C ARMEN B ALMASEDA

EDICIONES SAMMER


UNA RÁPIDA Y FULGURANTE TRAYECTORIA Ser profeta en la propia tierra..., ahí es nada la propuesta. Pero al tópico se añade otro, el que todo es posible en Granada. Que de aquí es Aracely aunque, como muchos otros, buscó el cobijo de la capital del Reino para vivir y laborar. Más quedan, muy dentro, las raíces que estimulan el milagro de acortar distancias y sentir muy cerca la patria chica, ¿o patria grande?, que siempre queda prendida en el corazón para toda la vida. Y digo bien, y lo demuestra, cuando de sus pinceles emanan, como motivos permanentes, tantas Alhambras como han recorrido exposiciones y certámenes, tantas visiones de la Alpujarra, o de la fértil vega que como una alfombra verde y fecunda se extiende, hacia los caminos del Norte, a los pies de la ciudad. Araceli Alarcón Morales, que además es prima hermana mía y por ello conozco muy bien su rápida y fulgurante trayectoria, ha causado admiración entre los profesionales del Arte. De formación autodidacta en sus comienzos, y porque el veneno de la Pintura lo lleva muy dentro desde niña, quiso añadir el conocimiento a la ilusión, y se puso en manos, primero, de una artista seria y responsable, Maribel de la Torre Cañeque, y posteriormente, de Luis Cajal, el pintor de los celajes y transparencias, que la enseñó con eficacia y de quien aprendió rápido. “Araceli -me dijo un día Luis- es como una esponja, un caso insólito que en muy pocas ocasiones he tenido ocasión de constatar en mis muchos años de enseñanza, todo lo aprende, todo lo asimila con prontitud y lo aplica perfectamente”. Con este aprendizaje, y aunque anteriormente ya hizo algunas incursiones en exposiciones colectivas y en certámenes y concursos, la Galería Xeito le ofreció su primera exposición individual en Madrid. Fue todo un éxito, y en tiempos difíciles, de vacas flacas y economías endebles, Araceli logró unas ventas impresionantes y, lo que es profesionalmente más rentable, unas críticas sinceramente elogiosas. Con este todavía modesto bagaje, emprende una actividad maratoniana, pinta e investiga con nuevos materiales, concurre a las más diversas muestras y con los más dispares temas -los jardines, los toros, el paisaje rural y urbano, el bodegón, los animales, la Navidad...- y, como desea continuar aprendiendo, toma, como alumna, la experiencia de Francisco Molina Montero, un artista que pese a su juventud está barriendo en el panorama artístico español - Premio “Blanco y Negro”, finalista del Premio “BMW”, Premio “Despeñaperros”...- y de quien me he atrevido a escribir que puede ser el nuevo Pablo Picasso de la próxima centuria, posesor de una nueva percepción de la realidad que le lleva a transmitirnosla en sus cuadros mediante una técnica de libertaria originalidad, a base de pinceladas fuertemente impregnadas de materia y expandidas en el lienzo mediante un ejercicio agilísimo de la espátula, que es, también, la experimentación ya transmitida y asimilada por Aracely. Sí, porque este tipo de pintar, esta manera de expresar la realidad, es un logro renovador de la pintura contemporánea que no tiene por qué seguir ajustándose a fórmulas ya periclitadas de las llamadas vanguardias históricas que son, eso, efímera historia de un siglo plagado de vacuas novedades, que viene a abrir una inédita vía de expresión creativa. Prescinde, sí, de la formalidad del dibujo, pero es para centrarse en la forma, en el concepto, en el impacto visual del motivo, en su interpretación personal. El resultado es que, sin que esté pierda su personalidad, se le adorna bajo una estructura de planos y contraplanos de espectaculares y dinámicos cromatismos que permiten lograr como una visión observada, en su rica y a la vez rigurosa e intencionada deformación, a través de un caleidoscopio o de la tamizada superficie de un vidrio esmerilado. Un efecto que aporta una nueva, original y sugestiva dimensión a la pintura moderna. Antonio Morales Director de la revista “Correo del Arte”. Miembro correspondiente en Madrid de la Real Academia de Bellas Artes de San Telmo.


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Viaje y Pintura NACIMIENTO FULGURANTE

Especular sobre las apariencias es la única posibilidad de aproximarnos a la realidad. (José García Templado en “Ni es cielo ni es azul”) 11


ARACELY ALARCÓN MORALES A principios de los 90, hizo su aparición decidida en el circuito artístico. De inmediato el público acogió con mimo su obra y la crítica elogió su pintura. La carrera artística de Aracely Alarcón (Albolote, Granada, 1949) iba a ser imparable. Ya en esa década comenzó a exponer en Inglaterra, Francia, Alemania, Estados Unidos... Con modestia y sabiduría plástica, reconocía su formación y sus raíces. Además de los grandes pintores de la Historia del Arte que se exhiben en los museos, estaban sus maestros más cercanos, tres nombres muy distintos y de factura muy diversa: Luis Cajal, Francisco Molina y Isabel de la Torre Cañeque. De cada uno de ellos aprendió distintas cosas: a moler y preparar los pigmentos, técnicas, grisallas, veladuras, cocina de pintura... y escuchó buenos consejos. El futuro, ya sabía, iba a depender de ella, de sus opciones estéticas y plásticas ante el color y la forma, del ritmo, la composición y el estilo que tendría que aplicar a su pintura. De esa manera, dejando atrás a sus maestros -sin olvidarlos-, pondría un eslabón más en el gran cordón umbilical del arte que entronca a cada nombre con las cuevas de Altamira y Lascaux. La memoria de menos de tres mil años no interesa, dejó dicho Goethe. Si un artista no tiene tras de sí la enseñanza de buenos maestros su arte será ingenuo; sin el peso, los moldes y la sabiduría de la tradición, su obra carecerá de firmeza. Para dar un paso más, hay que haber avanzado primero un buen trecho de la mano del sabio. Aracely Alarcón lo hizo al afirmarse en su pintura, caracterizada por el dominio del color y una figuración expresionista que se traduce de modo habitual con una técnica mixta a base de óleo y acrílicos fundamentalmente. Una figuración insinuante o abocetada que sugiere, más que muestra, que requiere la complicidad del espectador para completar la realidad o ensoñación de las formas. A la pintora no le interesa plasmar dibujísticamente las figuras;. A su juicio, la pintura está para interpretar, para sugerir más que para indicar. La primera apariencia de las cosas nos va acercando paulatinamente a la realidad. Si la pintura, es por definición ilusionística, comparada con la rotundidad táctil de la escultura, no debe perder ese carácter insinuante que la perpetúa como reina en la historia de las Bellas Artes, aunque en décadas pasadas algún insensato profetizara sin acierto que la pintura había muerto. La pintura vive y goza de buena salud. Ahí están los coleccionistas que siguen corroborándolo. Ahí están los cuadros de buena factura de Araceli Alarcón. Ahí está una obra con señas de identidad propias, valentía y coraje en su cromatismo, veladuras, trazo y gesto. Una obra que elige el trasunto pictórico en función de su belleza o deslumbramiento provocado en el pintor, en virtud de su sugerencia compositiva y la reverberación de luces que permita una rica escala de colores.

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Pintura de amplio registro temático en el que se dan cita el paisaje urbano -sobre todo monumental- y rústico; las marinas o puertos de mar; los veleros; las flores y floreros; los bodegones y naturalezas muertas, presentes en una infinitud de objetos como cerámicas, cristales, cestaños... materiales que dan lugar a texturas al representar los juegos de luces y reflejos que permiten. Abanicos son objetos también repetidos por la autora al prestarse al despliegue de ritmos circulares en la superficie del cuadro; algo similar cabe decir de las bicicletas con los círculos perfectos de sus ruedas y la estructura de su maquinaria. La figura humana se presenta junto a una serie de coches y también en los numerosos retratos llevados a cabo por Aracely Alarcón, aunque no hayan sido motivo habitual de exposición pública. Series pictóricas que se van enriqueciendo a medida que pasa el tiempo y discurre diligente el trabajo de la autora granadina. Una pintora que ha indagado e investigado continuamente en su estudio para ir más allá de lo aprendido y ya visto, para renovarse y evitar repeticiones, para enriquecerse con diferentes apliques de espátula o toques de pincel, para estudiar veladuras más sutiles, para matizar con gestos sutiles o ligeros esgrafiados... En este sentido Aracely Alarcón ha tenido buena parte de autodidacta; ha aprendido muchas cosas en la soledad de su estudio; en la persistencia de su empeño plástico; en hacer, mirar, observar, rechazar y elegir. “Yo no busco, encuentro”, decía Picasso para definir la actitud de muchos artistas, a la que no ha escapado la pintora.

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Granja. 46 x 55 cm.

Pero esta entrada triunfal en el circuito del arte durante los 90, tenía unas bases muy sólidas en las referencias y antecedentes de la trayectoria de la autora. En su familia no había antepasados pintores pero sí artistas de la música como su padre, intérprete de numerosos instrumentos. La sensibilidad musical de la casa no prestó excesiva atención al continuo dibujar de Aracely desde la infancia, pero el momento oportuno llegó al entrar en el estudio de un buen amigo de la familia, el pintor Pedro Bueno, que tenía su estudio en una casa con jardín en la localidad cordobesa de Villa del Río..

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Tauromaquia. 46 x 55 cm.

“Si estas callada como si no estuvieras, puedes venir a verme pintar”, le dijo Pedro Bueno a Aracely cuando contaba dieciocho años y sabía de sus dotes para el dibujo. La autora no desperdició la ocasión y allí iba a ver dibujar y pintar al cordobés, un artista de genio y talento. Le vio pintar retrato y bodegones. Nunca le enseñó nada con palabras, pero el silencio y la mirada atenta sirvieron a la pintora para arrancar secretos y destrezas del maestro.

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Encinas. 38 x 46 cm.

Campo de Extremera. 81 x 100 cm.

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La Alhambra (Díptico). 100 x 162 cm.

Más adelante fue en Boadilla del Monte, localidad cercana a Madrid en la que residió treinta años, donde se acendró su primera formación de pintora. Los talleres del Centro Cultural del Ayuntamiento boadillense, con Isabel de la Torre Cañeque al frente, le dieron una valiosa educación artística interdisciplinar a base de dibujar numerosas academias de bustos y estatuas clásicas; cerámica, esmaltes, grabado, linóleo, ... Allí comenzó a entrar en contacto con nombres consagrados de la pintura como Jaime de Jaraiz y Carlos Morago, que le animaban en su pintura. En esos años de Boadilla, fundamentalmente los 80, Aracely Alarcón pintó numerosos retratos y paisajes. Cuenta que pintó “todo el entorno del municipio”: el monte bajo de encinas y fresnos; Una y mil veces, desde todos sus ángulos, el soberbio palacio del Infante Don Luis... Los premios se sucedían.

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Paisaje en rojos. 30 x 40 cm.

Toledo en blanco. 60 x 73 cm.

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Desde el cigarral. 81 x 100 cm.

El salto definitivo lo hizo a partir del encuentro con su primo el periodista Antonio Morales, director de El Correo del Arte. Fue una sorpresa recíproca el hecho de que ambos se dedicaran al arte de una u otra forma. Morales le recomendó acudir a las clases de Luis Cajal en el estudio de Betsy Westemdorp en Aravaca y a formar parte de la Asociación Española de Pintores y Escultores. Como aprendiz obediente, seguía las exigentes indicaciones del maestro para moler y preparar los pigmentos, para hacer grisallas... Fue el principio de una carrera profesional rigurosa. Allí conoció a Mayte Spínola, dinamizadora de las artes, mecenas de artistas y fundadora del Grupo Pro-Arte y Cultura.

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Paseo en bici. 81 x 100 cm.

St. Jame’s Park Lake. 97 x 130 cm.

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En el huerto. 114 x 146 cm.

La pintora también toma la bicicleta como icono y presencia relajada en varios de sus cuadros, entre los que destaca uno de gran formato titulado “En el huerto” (114 x 146 cm.), en el que la bici ocupa toda la superficie del cuadro. Fondo y figura reflejan una composición estudiada y bella.

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Nelson Column. 114 x 146 cm.

Paseo y playa. 97 x 130 cm.

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Despacio. 130 x 97 cm.



Segovia. 49 x 121 cm.

Paralelamente, la pintora comenzó a comparecer en los certámenes más importantes de pintura, obteniendo numerosos premios, tambien la pintura al aire libre le hace participar en certámenes por pueblos y ciudades de España, en contacto directo con el natural, algo que le entusiasma especialmente junto con su amiga y gran pintora Victoria Pérez Botija.

La Alpujarra. 46 x 55 cm.

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Exponiendo en varias ciudades de España, es con el galerista Sam Benady con quien comienza a exponer en Londres, Irlanda, Miami, etc. Todo un lanzamiento que acuño con fuerza el nombre de Aracely Alarcón.

Langa. 46 x 81 cm.

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Cerรกmica. 114 x 146 cm.

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Túnez. 48 x 122 cm.

La bahía. 48 x 122 cm.

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En el puerto. 89 x 146 cm.

La vida es el viaje. No importa la meta. Esto nos lo enseñó el gran viajero del Mediterráneo, Ulises del Mare Nostrum. Homero lo relató con precisión en La Odisea y, por si quedara duda alguna, el poeta griego Cavafis, lo reafirmó en sus versos. Más que llegar a la patria de Ítaca, donde sólo el perro habría de reconocer a Ulises, se trataba de seguir navegando por islas y mares donde acechan los encuentros, las dichas y peligros que componen el peregrinaje del vivir. Un solo placer: el conocimiento, decía el poeta. Viajar y pintar como una forma de gnosis.

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Catedral en blanco. 89 x 146 cm.

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Barcelona. 122 x 195 cm.

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Abanicos. 100 x 100 cm.

Abanicos y bicicletas han sido otros temas del repertorio ic贸nico de Aracely Alarc贸n. Ella sabe que el c铆rculo es el pol铆gono perfecto porque contiene todos los lados y goza del antiguo simbolismo de representar al sol y al giro del universo.

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Cinco abanicos. 46 x 55 cm.

Abanicos en amarillos que giran; abanicos a medio abrir o cerrar que se interfieren; abanicos del sur y del Oriente... Un objeto que lleva en si la idea de movilidad, sirve a la pintora para plasmar el color de la figura que se deshace en abstracciones. En algunos cuadros los mezcla con otros objetos sobre una mĂŠnsula. El abanico da gran juego visual.

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Frutos rojos sobre azul. 70 x 70 cm.

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Granadas sobre azul. 60 x 60 cm.

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Brevas en azul. 70 x 70 cm.

La pintora ha representado granadas, higos, brevas, naranjas, limones, peras, melocotones, ciruelas, cerezas, uvas, sandías, berenjenas, pimientos, calabazas... Aracely Alarcón se atreve a competir con los colores de la naturaleza y, no porque trate de emularlos, sino porque quiere ir más allá con su matices fauvistas. La pintura le otorga licencias de más libertad; ella no pinta para la realidad sino para la belleza del cuadro con su requerimiento de armonías. Sandía y sal o Sol y sandía titula algunos de sus cuadros con curiosa aliteración de eses.

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Bodeg贸n de brevas. 65 x 81 cm.

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En Bergen. 40 x 80 cm.

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Si pudiera decir Que te pienso tanto, Y que vuelvo a ti, Como vuelvo a la verdad Mil veces, Perdida, … me sentirías.

En Málaga. 80 x 40 cm.


Venecia en ocres. 23 x 60 cm.

Bahia. 48 x 122 cm.

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Palma en azul. 89 x 146 cm.

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A la sombra. 114 x 146 cm.

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Azul y verde. 114 x 146 cm.

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Paseo con fresnos. 52 x 21 cm.

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Campo de C贸rdoba. 70 x 70 cm.

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Luz en La Alhambra. 50 x 50 cm.

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Lloviendo en El Escorial. 89 x 130 cm.

El resultado es una sinfonía de cuadros sobre el conjunto monumental del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, con su torres, pináculos y espléndida cúpula; con sus dieciséis patios presididos por el patio de Reyes, el jardín de los Frailes, que evocara Azaña en uno de sus libros; las Casas del Príncipe de arriba y abajo, la visa desde la silla de Felipe II; la Universidad María Cristina y los montes que rodean tanta riqueza: el Abantos, el San Benito, las Machotas, casi gemelas... Belleza natural y belleza creada por el arquitecto Juan de Herrera, que Aracely Alarcón acoge en la sinfonía cromática las horas del día, como Manet o las estaciones del año: verdes tiernos, verdes sólidos, amarillos, dorados, ocres, rojos, blancos de nieve... Toda la gradación cromática posible desde el rosicler matutino al encendido y deslumbrante de poniente. Del palacio de Aranjuez y sus jardines cabe decir otro tanto, similar a lo apuntado para el monasterio escurialense

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La Alhambra. 30 x 60 cm.

Viento, sol y nieve en El Escorial. 30 x 60 cm.

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Luz amarilla en El Escorial. 30 x 60 cm.

La noche era mi amiga Y te la presentĂŠ. Tuviste que inventar la luz Para poder rozar el cielo. Y me inventaste a mĂ­.

Jaen. 30 x 60 cm.

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Patio de Lindaraja. 55 x 46 cm.

La fuente del patio de Lindaraja permite un juego óptico de distancias y reflejos, que la pintora granadina recoge en sus cuadros a base de gradaciones encendidas de color, de verdes, amarillos y rojos que incendian la tela del soporte. Una explosión cromática sin que los colores se emborrachen unos con otros. Luz en la Alhambra titula la autora uno de sus cuadros acogiendo su intención de captar las reverberaciones cromáticas que el sol es capaz de crear y depositar en el sur, para que los pintores las recojan en su obra. Algún escritor ha señalado con acierto que Andalucía tiene sol, Castilla, luz y el norte, grisalla.

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El Generalife. 100 x 81 cm.

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Venecia es otro tópico acendrado de belleza marina. Sabemos que todo tópico tiene su raíz en una verdad. ¿Qué artista no se ha dejado seducir por el encanto del más hermosos palafito que han creado los hombres? Aracely Alarcón viajó a la ciudad de la gran laguna sin ánimo alguno de plasmarla en su obra, pensando que la ciudad italiana ya había quedado suficientemente inmortalizada por Guardi, Canaletto, Fortuny y tantos otros... Pero la pintora siempre viaja con sus lápices, pinceles y colores y, al igual que sus antecesores en la historia de la pintura, cayó rendida a los pies de Venecia, quizás con el conocido síndrome de Stendhal,

Canal veneciano en verdes. 75 x 30 cm.

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que no es otro que el de ponerse enfermo como el escritor ante tanta belleza. La autora registró algunas vedutte en sus lienzos. Se interesó fundamentalmente por los pequeños canales de la ciudad y algún ponticello que permite cruzar las vías del agua. Reflejos de agua y oro se dan cita en estos cuadros; los rojos y siena de los palacios se recuestan en azules celestes y dejan atravesar por las monedas doradas que le acuña el sol. No hubiéramos entendido, no le hubiéramos perdonado a la pintora, que pasara por la ciudad más irreal de Europa y la hubiera aparcado de su obra. Hubiera sido un contrasentido en su viaje mediterráneo.

Canal veneciano en rojos. 75 x 30 cm.

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Un dĂ­a en La Alhambra. 50 x 100 cm.

En la forma de tu sueùo Comienza la belleza. Amanecen alhambras, Flores, puertos y frutas En bodegones. Amanece el tiempo sin tiempo: La eternidad, En tus pinceles‌

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Un espejo para La Alhambra. 100 x 50 cm.

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Paisaje de Granada. 90 x 200 cm.

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AGRADECIMIENTOS A:

Antonio Morales, Mayte Sp铆nola, Sam Benady, Exmo. Aymto. de Boadilla del Monte (Madrid), Asociaci贸n Espa帽ola de Pintores y Escultores, Peri贸dico El Punto de las Artes, Mis Profesores, Mi Familia.

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