Libro Alberto Zitarrosa

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Alfredo Zitarrosa


Indice

Índice analítico A

M

Allanamiento 19

Mis alas 26

1 6

B

O

Biografía 1

Su vida en sus creaciones Pajaro rival Chamarrita de los milicos

8 9 14

C

OBRAS 6 Otros textos de Zitarrosa 17

Chamarrita de los milicos 14

P

Otros textos de Zitarrosa Fragmentos de guitarra negra Allanamiento la casa, Uruguay for export Flor show Mis alas La mariposa

17 18 19 21 25 26 27

D

Pájaro rival 8

Discografia 29

S

F

Su vida en sus creaciones 8

U

Discografía

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Flor show 25 Fragmento de Guitarra negra 18

Biografía Obras

Uruguay for export 21

L La casa 21 La mariposa 27

I

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Biografía 1

Biografía Hijo natural de Jesusa Blanca Nieve Iribarne que con 19 años lo dio a luz en el Hospital Pereira Rossell, de Montevideo, fue anotado como Alfredo Iribarne.

A poco de nacer, en circunstancias especiales, su madre lo dio a criar al matrimonio compuesto por Carlos Durán, hombre de varios oficios, y Doraisella Carbajal, por ese entonces empleada en el Consejo del Niño, pas ando a ser Alfredo Pocho Durán, viviendo con ellos en diversos barrios de esa ciudad, trasladándose luego, entre 1944 y fines de 1947, al pueblo de Santiago Vázquez, con frecuentes visitas a la campaña cerca de Trinidad, capital del departamento de Flores, de donde era oriunda su madre adoptiva. Se ha señalado que esta experiencia infantil lo marcó para siempre, notándose en su repertorio la inclusión mayoritaria de ritmos y canciones de origen campesino, fundamentalmente milongas.

Regresó con su familia adoptiva, por breve tiempo, a Montevideo, para luego pasar a vivir, al comienzo de su adolescencia, con su madre biológica y el esposo de esta, quien a la postre le diera su apellido, el argentino Alfredo Nicolás Zitarrosa, y su hermana recién nacida, en lo que hoy es Ciudad del Plata (anteriormente Rincón de la Bolsa), en el km. 29,500 de la vieja ruta a Colonia, departamento de San José. Afincado allí, cursaba el Liceo en Montevideo, adonde finalmente se trasladó en su temprana juventud, viviendo primero con el matrimonio Durán y luego en la pensión de la señora Ema, sita en la calle Colonia esquina Médanos (hoy Barrios Amorín), para ocupar después la famosa buhardilla de la casa que funcionaba también como pensión y era propiedad de Blanca Iribarne, su madre, ubicada en la calle Yaguarón (hoy Aquiles Lanza) 1021, enfrente de la plaza que actualmente lleva su nombre y a la vista del

Cementerio Central. Trabajó, entre otros menesteres, como vendedor de muebles, de suscripciones a una sociedad médica, de oficinista y en una imprenta. Tiempo después, recordaría con especial afecto al que fuera su primer empleador, un tal Pachelo, que le fue presentado por uno de sus compañeros habituales de viaje en sus traslados diarios a Montevideo, durante la época liceal.

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que se emitía por el Canal 13, Panamericana de Televisión, comenzando así una carrera que nunca se interrumpiría. Zitarrosa relata así su experiencia:

S

e inició en las lides artísticas en 1954, como locutor de radio, incursionando como presentador y animador, libretista e informativista, e incluso como actor de teatro. Fue también escritor, poeta y periodista, destacándose, en esta última actividad, su labor en el semanario Marcha. Encontrándose en Perú, forzado por las circunstancias y un poco fortuitamente, debutó profesionalmente como cantor en 1964, exactamente el día 20 de febrero, en un programa

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Poco después, al pasar por Bolivia de regreso a Uruguay, realizó varios programas en Radio Altiplano de la ciudad de La Paz, debutando posteriormente en Montevideo, allá por 1965, en el Auditorio del SODRE (Servicio Oficial de Difusión Radioeléctrica). Su participación en este espacio le sirvió de peldaño para ser invitado, a principios de 1966, al ya reconocido Festival de Cosquín, en Argentina, al que volvería en 1985.

Desde el principio, se estableció como una de las grandes voces del canto popular latinoamericano, con claras raíces de izquierda y folclóricas. Cultivaba un estilo contenido y varonil, y su voz grave y un típico acompañamiento de guitarras le dieron su sello característico. Se adhirió al Frente Amplio de la izquierda uruguaya, lo que le valió el ostracismo y finalmente el exilio durante los años de la dictadura. Sus canciones estuvieron prohibidas en Uruguay desde el año 1971, y más tarde en Argentina y Chile,

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durante los regímenes dictatoriales que gobernaron esos países. Vivió entonces, sucesivamente, en Argentina, España y México, a partir del 9 de febrero de 1976. Levantada la prohibición de su música, como la de tantos en la Argentina luego de la Guerra de Las Malvinas, se radicó nuevamente en Buenos Aires, donde realizó tres memorables recitales en el Estadio Obras Sanitarias los primeros días del mes de julio de 1983. Casi un año después volvió a su país, donde tuvo una histórica y masiva recepción el 31 de marzo de 1984, la que fue descrita por él mismo como «la experiencia más importante de mi vida».1

OBRAS

Falleció en los albores del 17 de enero de 1989, a causa de una peritonitis derivada de un infarto mesentérico.

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Entre las canciones que se convirtieron en grandes éxitos figuran Doña Soledad, Pa’l que se va, Crece desde el pie, Recordándote, Stéfanie, Adagio en mi país, Zamba por vos, El violín de Becho y el poema por milonga Guitarra negra. Como poeta, fue galardonado por la

Intendencia de Montevideo con el Premio Municipal de Poesía de 1959, por el libro Explicaciones, que nunca quiso publicar. En 1988 vio la luz su libro de cuentos Por si el recuerdo, con relatos escritos en distintos momentos de su vida.

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Su vida en sus creaciones

Como todo creador, Alfredo Zitarrosa nutre su obra de fuentes diversas. Aun así, en su caso particular es de destacar el alto componente autobiográfico, o la exposición de vivencias personales, que aparecen en sus creaciones. Así tenemos, por ejemplo, que en el tema Pájaro rival refleja una honda preocupación existencial y hasta tiene una intuición premonitoria de su muerte próxima, ocurrida poco después de finalizar la grabación del disco donde está incluido, Sobre pájaros y almas, editado póstumamente en 1989:

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No me cantes, ni me digas cómo es tu canto, el antiguo canto de cuarenta siglos que no sé cantar ahora porque la noche y la hora de cerrar el almacén son como canto de tren riel y riel noche sonora que no te deja dormir ni soñar ni pensar ni morir ni vivir.

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Pájaro rival

Pájaro rival

Y me fui. Me fui de casa. Nunca volví. La vieja había muerto cuatro años antes. El viejo se quedaba solo, pero yo nunca volví. ¡Ni lo vi morir, ni sé cuándo se murió, ni me interesa!

Por sanar de una herida he gastado mi vida pero igual la viví y he llegado hasta aquí.

Esa herida de la que habla, más allá de la duda existencial común a cualquier ser humano, tiene que ver con su particular historia personal, la que se refleja en Explicación de mi amor, una canción donde reúne elementos de los tres padres que tuvo, fundamentalmente del biológico, que lo negó, y cuya sombra lo persiguió toda su vida:

Mi padre serás, como fuiste mi padre, un gameto en la grieta cerrada del tiempo... Mas mientras te busque en las cosas, en tanto regreses sin que yo te llame o te olvide, te pido que limpies mi amargo dolor; por favor, que no sigas muriendo.

Por morir, por vivir, porque la muerte es más fuerte que yo canté y viví en cada copla sangrada querida cantada nacida y me fui.

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Egolpe no estás –nada más sucedió– borrachera fetal que tu muerte me deja. Con esta canción que solloza, olvidada de mí, rondaré tus maderas.

O de lo vivido con su padre adoptivo, Carlos Durán, al que acompañó en sus últimos días. Años después, así recordó el episodio: “Carlos no era mi padre y yo lo sabía. Era muy viejo para ser mi mejor amigo, pero cuando ya viudo me pidió que no lo abandonara, sentí que más que mi padrastro era mi hermano, y lo acompañé hasta el final, y lo enterré, con la ayuda de sus sobrinos auténticos, después de rescatarlo, desnudo, de la morgue del Hospital Militar.

Quisiera explicarte mi amor, no tu ausencia o mis culpas; ayer tú vivías. Si ya no merezco cantar para ti, yo te pido: No sigas muriendo. El tiempo pasado, ese suave festín, donde fuiste una caja escondida, un clave encerrado en el muro, una oreja en la sombra, el sigilo de nadie. Ese tiempo y tú, lo que yo conocí, lo que quisiste ser, clavicordio y alcohol, sensitivo y brutal, el pasado y el piano, acabaron en este silencio. Si ya no merezco cantar para ti, yo quisiera explicarte mi amor, aunque es tarde. Tu tiempo pasó, pero yo me quedé aquí, tañendo por ti, en tus campanas. Cuerno de pastor de un remoto país, piedra lisa que el alba y el cielo tocaron; soy como tu mar, rodaré eternamente hacia ti y, desde ti, a lo más hondo.

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Rinde homenaje al mismo Carlos Durán, que había sido, entre otros oficios, policía por necesidad, dedicándole uno de sus temas más emblemáticos, la Chamarrita de los milicos. Él lo explica de esta manera: “ Fue escrita de un tirón en la mesa de un bar de Bvar. Artigas y 18 de julio, el 27 de enero de 1970. Ese día había nacido mi hija Carla Moriana y yo sentía que le estaba escribiendo al que no pudo ser su abuelo, mi padre adoptivo, Carlos Durán, quien siendo hijo de coronel ‘colorado’, había terminado de ‘milico’ en los años 40. Pobres como éramos, yo recuerdo el gran revólver de mi padre, descargado, que él guardaba en un cajón del ‘trinchante’, después de quitarse ‘las correas’, cada noche o cada mañana, según las guardias. Las balas, siempre separadas, olían a todas las cosas que allí guardaba mamá. Yo no podía imaginarme de qué modo se abrían, ni qué demonios tendrían adentro que eran tan

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Chamarrita de los milicos Los boliches del Cerrito no son para los ricos; si alguno llega a entrar, difícil que haya lugar. Allí cerca hay un cuartel con cañón y coronel. Chamarrita cuartelera, no te olvides que hay gente afuera. La otra noche en una farra, un milico con guitarra, mirándolo al patrón le cantaba esta canción: “aunque salga a hacer mandados, un milico es un soldado”.

peligrosas. Pero eran, esas balas y ese revólver, el lujo subalterno de aquella humilde casa, una prenda del Estado -así me decían- que mi padre portaba como una penitencia no exenta de cierto orgullo vacilante.”

Chamarrita del miliciano, los milicos son tus hermanos.* Si se forma algún merengue, el cuartel de los Blandengues se queda donde está –cada cosa en su lugar–; los milicos no son bobos, aunque sirvan para todo. Chamarrita de los milicos, no te olvides que no son ricos.

Chamarrita de los milicos, no te olvides que no son ricos.

Los boliches del Cerrito están llenos de milicos, y el milico cantor les entona esta canción: “Cuando pasa el Presidente, los milicos ya no son gente.” **

Los boliches del Cerrito están llenos de milicos con ropa militar y otros de particular: una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.

Chamarrita cuartelera, no te olvides que hay gente afuera, cuando cantes pa’ los milicos, no te olvides que no son ricos, y el orgullo que no te sobre, no te olvides que hay otros pobres.

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E

n su temprana juventud, conchabado ya como locutor en la radio, en Montevideo, comienza a despertar su vocación artística y su gusto por la bohemia, y la noche y sus fantasmas. Son tiempos de experimentos diversos, en los que pone a prueba su capacidad en diferentes quehaceres del arte. La parte medular de esa etapa de su vida transcurre en el Barrio Sur, donde habita en una casa frente a una plaza, a la que también da el cementerio; ese lugar -barrio de negros, de candombe, de carnaval, de llamadas,

En gran parte de sus canciones pone de manifiesto, también, su conocimiento del campo y el medio rural, adquirido durante su infancia en sus frecuentes visitas a los hermanos de su madre adoptiva, particularmente su tío José Pepe Carbajal. Dijo él al respecto: “Todas las vacaciones, en el tiempo de verano, yo me iba al centro mismo del país, a la ciudad de Trinidad, capital del departamento de Flores, que -tal vez- es el más atrasado de estos departamentos del interior del país; una zona eminentemente ganadera, de grandes latifundios (…) Allí yo he pasado los tres meses de verano, desde que recuerdo hasta los 12 años, desde muy pequeño hasta los 12 años. Allí, claro, aprendí todo lo que sé del campo, aunque más tarde viviera en el campo también, pero ya de adolescente. Aprendí a montar a caballo, a ordeñar; cosas del campo... a cazar”. Esta frecuentación hizo que tomara especial preferencia por la música campera, y que su personalidad se impregnara de rasgos campesinos, dándole algo más que elementos para sus creaciones. La milonga Mi tierra en invierno es una de ellas, en la que demuestra conocer muy bien distintas facetas del quehacer rural. El apego al caballo y su especial cuidado, como elemento imprescindible en las tareas cotidianas:

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de gente humilde, solidaria y fraternadeja su impronta en la sensibilidad del joven Alfredo Zitarrosa, que tiene, desde siempre, una inclinación particular: quiere parecer mayor, mostrarse como una persona seria y circunspecta, por el gusto de hacerlo y también, quizá, porque siempre aparentó tener menos años de los que tenía. Llegaba a tal punto

esta obsesión, que hasta se puso anteojos, que no necesitaba, para aumentarse la edad. Con el tiempo, y ya en su oficio de cantor, siempre se presentaría en sus actuaciones, en el lugar que fuera, vestido a la manera tradicional, con traje y corbata y con una apariencia rigurosamente formal.

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Otros textos de Zitarrosa

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haré para tomarte en mis adentros, guitarra... Cómo haré para que sientas mi torpe amor, mis ganas de sonarte entera y mía... Cómo se toca tu carne de aire, tu oloroso tacto, tu corazón sin hambre, tu silencio en el puente, tu cuerda quinta, tu bordón macho y oscuro, tus parientes cantores, tus tres almas, conversadoras como niñas... Cómo se puede amarte sin dolor, sin apuro, sin testigos, sin manos que te ofendan... Cómo traspasarte mis hombres y mujeres bien queridos, guitarra; mis amores ajenos, mi certeza de amarte como pocos... Cómo entregarte todos esos nombres y esa sangre, sin inundar tu corazón de sombras, de temblores y muerte, de ceniza, de soledad y rabia, de silencio, de lágrimas idiotas.

Fragmento de Guitarra negra

Cómo

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Allanamiento Hoy anduvo la muerte buscando entre mis libros alguna cosa. Hoy por la tarde anduvo, entre papeles, averiguando cómo he sido, cómo ha sido mi vida, cuánto tiempo perdí, cómo escribía cuando había verduleros que venían de las quintas, cuando tenía dos novias, un lindo jopo, dos pares de zapatos, cuando no había televisión, ese mundo a los pies, violento, imbécil, abrumador, esa novela canallesca escrita por un loco. Hoy anduvo la muerte entre mis libros buscando mi pasado, buscando los veranos del 40, los muchachitos bajo la manguera, las siestas clandestinas, los plátanos del barrio, asesinados, tallados en el alma. Hoy anduvo la muerte revisando mi abono del tranvía, mis amigos, sus nombres, las noches del Café Montevideo, las encomiendas por la Onda con olor a estofado, revisando a mi padre, su Berreta, su Baldomir, revisando a mi madre, su hemiplejia, al Uruguay batllista, a Arístides querido, a mis anarcos queridos bajo bandera, bajo mortaja, bajo vinos y versos interminables. Hoy anduvo la muerte revisando los ruidos del teléfono, distintos bajo los dedos índices, las fotos, el termómetro,

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los muertos y los vivos, los pálidos fantasmas que me habitan, sus pies y manos múltiples, sus ojos y sus dientes, bajo sospecha de subversión... Y no halló nada... No pudo hallar a Batlle, ni a mi padre, ni a mi madre, ni a Marx, ni a Arístides, ni a Lenin, ni al Príncipe Kropotkin, ni al Uruguay ni a nadie... ni a los muertos Fernández más recientes... A mí tampoco me encontró... Yo había tomado un ómnibus al Cerro e iba sentado al lado de la vida... Pasé frente al Nocturno y la vida había pintado unos carteles... Pregunté en una esquina por la hora, y en la bolsa del hombre que me dijo la hora iba la vida, junto con su almuerzo... Hoy dejaré las puertas y las ventanas de mi casa abiertas... y la noche entrará por todas las ventanas de mi casa, por todas las ventanas de todo el barrio, por todas las ventanas de todos los cuarteles y de todas las cárceles, por todas las ventanas de los hospitales... la noche entrará, cabeceando, saltará para adentro,

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sombra a sombra a la luz del farol... y se echará en el piso como un perro... y aguardará hasta la madrugada... Hoy... dejaré las puertas y las ventanas de mi casa, abiertas, para siempre.

La casa

... Mi corazón está mejor sitiado que mi casa... mi casa, más cercada que mi barrio... mi barrio, cercado por mi Pueblo... En mi barrio vive el Presidente, cercado por un muro casi derrumbado.

Uruguay for export

Temblando, con el frontal partido por el marrón, por el marronero, cae sobre sus costillas, pesada como un mundo, la res... Cae con estrépito, de bruces sobre el cemento... balando al descuajarse su osamenta, ya sólo un pobre costillar enorme, ya sólo un pobre cuero y sangre, media tonelada de huesos astillados, hincados en toda esa vida temblorosa y atónita... Ahí se va alzando, como un pesado pingajo, atrapada por la pata por un gancho que le salta arriba, que la alza por un ojal abierto en el garrón de un cuchillazo en plena estupidez

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sentimental, en plena media tonelada de monstruoso dolor, incomprensible, absurdo, balando, plañidera y tonta, como un escarabajo que no piensa, mientras medita lentamente por qué duele tanto y por qué duele qué parte de quién que es ella misma, la res, abierta al descuartizamiento atroz por todas partes, que nunca habían dolido y que eran tantas partes, tan extensas... y que pastando nunca habían dolido... haciendo leche, esperma, músculos, crin y cuero y cornamenta viva, que eran la vida misma manando hacia sus adentros, vibrando tiernamente como un sol cálido hacia sus adentros... y nunca habían dolido... Ya está colgada... Las patas delanteras se enderezan, se endurecen y avanzan hacia adelante y hacia arriba, implorantes y fatalmente rígidas, rematadas en cortas pezuñas que hace un instante amasaban el barro del corral, el estiércol de otros cien balidos, dinosaurios del siglo de las máquinas, nacidos para morir

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de un marronazo... Ahora ya es carne azul colgada en la heladera: “Uruguay for export”... Aquella res, que murió de un marronazo, cayó y tembló todo el frigorífico... Aquella otra res que recibió el marronazo en plena frente, de dos dedos de espesor, mientras entraba al tubo desconfiando porque allí no había pasto, alcanzó a comprender que había otra res delante, balando, que ya se la llevaba el gancho... y cayó detrás, también, y el cemento tembló bajo esos huesos... Aquella otra res, que esquivó el marronazo y que cayó también, con un ojo reventado y una guampa partida, deshecha, también cayó y tembló la tierra, tembló el marrón, tembló el marronero; la res, murió temblando de dolor y de miedo... de un marronazo en plena frente “for export” del Uruguay...

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Flor show En la punta del agua... una flor blanca, luminosa, de quince dólares, se hace chispa, se abulta, se diluye, chorrea entre otras flores más pequeñas, llora, se agita, la catapulta el chorro de agua y sube como bola en el aire... Está naciendo siempre, mientras el agua canta en esa fuente de la boîte... Entre aplausitos, al compás de la orquesta, blanda flor blanca, acuosa, nostalgiosa en el aire... subida en los aplausos como espitada, hendida,

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Mis alas

empitonada... gime y llora en la noche, tira estrellas bailando bajo el humo, renace, llora por el chorro azul-blanco de la fuente como si fuera planta que la cría -y que no es-... y sin embargo, así seguirá abriéndose, muriendo, hinchándose y flotando, mientras duren la noche, su belleza infantil de ingeniería, su blando corazón bajo el foquillo fijo y lechoso... el gringo, el chorro de agua a precio, el aire de importación, esas hembras, el mozo, esos señores...

Hace un buen rato ya que doy trabajo y vengo acostumbrándome al desuso de mi alma, a la razón del enemigo, a mis sesenta cigarrillos diarios, a las malas costumbres de mis canciones, que de algún modo siempre fueron nuestras, vos lo sabés, Guitarra Negra... Hoy reanudo en un cómico enderezo la hora de ayer parada en su nostalgia… Me hacen sufrir las alas que me puse para volar, mas grito y se alzan, gimo y me acompañan, río y baten de a dos, como que están amándose y se odian sin embargo mis dos alas... se odian, se enderezan, se hacen amigas mías para llevarme por todas partes: allá está la canción, aquí la nada... más allá el Pueblo y más acá el Amor... Pero el Pueblo está también más acá... y antes estaba allá también, detrás del Pueblo el Pueblo... Hemos viajado por todos mis caprichos y el Pueblo osando (sic) el piso, amándose con alas como las mías... odiando su destino, odiándome y amándome sin alas, con millones de pies, con manos y cabezas y lenguas... y sus mil bocas dicen: “ahora, la suerte ya está echada...”

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La mariposa La mariposa viene hacia mí en la calle, en el aire húmedo, por el aire húmedo bailando, por el aire agobiante, ominoso, bailando en el aire caliente... y yo vi que no era a mí a quien buscaba sino a la muerte... y que no buscaba la muerte también vi, porque no era mariposa de la ciudad de hierro, ni nacida para eso... sino que era mariposa nada más, en la ciudad, presa y ya muerta de antemano, fatalmente... buscando en ese bailar loco y frágil un ala, un grano, una pizca de polen en el cemento... Porque la mariposa nace y no aprende nada hasta que muere en cualquier sitio, herida de muerte por su semana justa, por su tiempo preciso, por su sorbito de vida ya bebida... Eso no es tan triste... triste

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es ver su cadena de huevos en el hollín, depositados junto a un río de aceite, a la sombra de las altas paredes de cemento... Su cadena de huevos de seda... Hago falta Hago falta... yo siento que la vida se agita nerviosa si no comparezco, si no estoy... Siento que hay un sitio para mí en la fila, que se ve ese vacío, que hay una respiración que falta, que defraudo una espera... Siento la tristeza o la ira inexpresada del compañero, el amor del que me aguarda lastimado... falta mi cara en la gráfica del Pueblo, mi voz en la consigna, en el canto, en la pasión de andar, mis piernas en la marcha, mis zapatos hollando el polvo... los ojos míos en la contemplación del mañana... mis manos en la bandera, en el martillo, en la guitarra, mi lengua en el idioma de todos, el gesto de mi cara en la honda preocupación de mis hermanos.

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Discografia

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Mire amigo Milonga Para Una Niña Milonga Pájaro Milonga Madre Milonga Del Alma III Milonga Del Alma II Milonga Del Alma I Milonga de Ojos Cerrados Milonga de Contrapunto Milonga Cañera Mi Tierra En Invierno Mariposa Negra María Serena Mía Los Ojos Negros Los Barcos Dormidos La Pobreza de Los Pobres La Ley Es Tela de Araña La Cuna La Coyunda La Canción Y El Poema Juan Copete Gato Del Perro Gato de Las Cuchillas Canto de Nadie Explicación de Mi Amor Esquila El Violín de Becho El Retobao El Poncho

El Pericón El Olor a Leña, Boby El Loco Antonio Dulce Juanita Doña Soledad Dile a La Vida Diez Décimas de Saludo Al Público Argentino Diez Decimas de Autocrítica Desde El Exilio Del Amor Herido De No Olvidar De La Lucha Cueca Del Regreso Cuál de Esas Mozas Crece Desde El Pie Coplas Del Canto Coplas de Arte Menor Coplas Contracanción III Contracanción II Contracanción I Cómo Se Adora a Dios Chamarrita de Los Milicos Carta a Doña Tomasa Candombe Del Olvido Canción Canción Para Unos Ojos

Canción Para Un Niño Canción Para Roberto

Canción de La Gallina Barrio Sur Amor En Entredicho Amanecer Adiós Madrid Adagio En Mi País A Vos Patria A José Artigas

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Alfredo Zitarrosa


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