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POR LA PRESA
que le falta EN HOLLYWOOD HAY SUPERESTRELLAS; HAY ACTORES DE CARÁCTER; Y ESTÁ LEONARDO DICAPRIO: EL REY SIN CETRO QUE VA POR EL PRIMER OSCAR EN SU CUARTA NOMINACIÓN.
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Por Cristian H. Savio
EN EL Olimpo de Hollywood están las superestrellas cuyo brillo incandescente puede cegar hasta las miradas críticas más exigentes; están los “actores de carácter”, esos animales histriónicos capaces de mudar de piel con la piel y todo; y está Leonardo DiCaprio. El tipo al que el director Baz Luhrmann llamó “uno de los actores más grandes de todos los tiempos” y que es capaz de hacer lo que quiera en cine. El que puede eclipsar con su sola presencia a cuanto partenaire comparta escena con él, pero que sabe aportar lo suficiente y necesario, no más, para hacer que una película funcione. Un rey plebeyo que tiene los pies sobre la tierra pero de cuya vida privada se sabe poco –de aquello que suele alimentar el morbo–. Tal vez porque su vida real es la que todos nosotros, simples espectadores, conocemos en la pantalla grande. La vida de DiCaprio es el cine; vive por y para las películas desde que decidió que quería hacerlo.
Del hombre, sabemos que este año cumple 40, nunca se casó ni tiene hijos, ha conquistado a cuanta hermosa modelo le ha gustado –desde Gisele Bündchen a Bar Refaeli– y ha decidido expresar a viva voz su pensamiento político y poner el cuerpo en la militancia ecológica, y por eso –y por su pretensión de civilidad rasa– rechaza los vuelos privados y viaja en aviones de línea. En los tiempos de un Papa de austeridad gestual exacerbada, la sociedad de masas católica apostólica romana tiene a su Francisco en Leonardo. Pero Leonardo, amado por la feligresía hollywoodense, respetado y admirado por sus pares, es un rey sin cetro. Porque el cetro, en el Reino de Hollywood, es una estatuilla antropomorfa dorada. DiCaprio, el mejor actor de su generación, no ha ganado aún el Oscar a Mejor Actor. Y lo merece. Nacido y criado en Los Ángeles, DiCaprio es Hollywood. Al menos aquello Febrero, 2014 |
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que Hollywood pretende de sí mismo –o debería pretender: el brillo de una estrella generado por la energía de su talento y no como el simple reflejo de los flashes. La belleza del galán que no se acaba en sí misma y hasta se desafía sin condenarse, se interpela sin negarse. Gran parte del talento de DiCaprio está en sus ojos, allí donde la narrativa audiovisual concentra su máxima capacidad de expresión visual sin necesidad de audio, donde el primer plano se hace primerísimo. Y no es la belleza de sus ojos sino su mirada, que guía un rostro también bello hacia las infinitas posibilidades de expresividad. Están los que supieron edificar una carrera exitosa en base a un mínimo, único gesto actoral. Una mueca distintiva, un significante cuyo significado remite al actor más que al personaje. No importa si se es un cazador de replicantes/un espía de la CIA/un contrabandista espacial/el presidente de Estados Unidos.
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No importa si se es un detective privado/ un oficial de policía retirado que defiende a su familia/un boxeador estafado a punto de ser sodomizado/un superhéroe sin capa/un muerto que no sabe que lo está. Está bien, puede ser una exageración y una injusticia para con actores que al menos acompañaron dignamente algunas muy buenas películas, otras buenísimas y alguna de culto. Y tampoco ganaron un Oscar. Pero por algo el Globo de Oro y el Emmy que le dieron a Bruce Willis fueron por su primer protagónico, el personaje de David Addison Jr. en la serie Luz de Luna. Y a Harrison Ford lo premiaron por su trayectoria. Pero que DiCaprio no tenga su Oscar sí es una injusticia. Tuvo tres nominaciones y ahora, en la cuarta, con su interpretación del broker Jordan Belfort en El lobo de Wall Street que le valió su segundo Globo de Oro, el Lobo de Hollywood va por su presa más preciada. Su salto de roles infantes en la TV a la pantalla grande, con la película de ciencia ficción y terror Critters 3, fue seguido por una actuación alabada en Mi vida como hijo (1993). El papel que interpretó, originalmente estaba pensado para Tobey Maguire, pero el director Michael Caton-Jones y el protagonista, Robert De Niro, se inclinaron por DiCaprio en cuanto lo vieron audicionar. “Tiene esa increíble habilidad para transmitir emociones muy complejas”, lo elogió Caton-
Jones en Newsweek, en la primera de las decenas de notas que la revista dedicaría a la estrella en las siguientes dos décadas. “Todo lo que pretendía de él era que fuera un niño. Lo hizo magníficamente”. Maguire obtuvo un rol secundario y una amistad sincera con DiCaprio, forjada en aquel set, y que ha atravesado todas las épocas de ambos, Spiderman incluido. Para Leo fue inolvidable y pedagógico actuar con De Niro. En varias escenas debió agacharse para que su 1,83 metro no tuviera un defasaje con la estatura
ES LA ESTRELLA QUE BRILLA POR SU TALENTO. LA BELLEZA QUE SE INTERPELA SIN NEGARSE. de su padrastro. “La altura no importa. Está todo en la actuación”, dijo él. Tenía 18 años. Muchas escenas, incluyendo una pelea con De Niro, fueron agotadoras. “Tengo un par de moretones del gran viejo Bobby D.”, contó entonces DiCaprio. “Pero él era muy cuidadoso y agradable. Uno logra escenas emocionalmente angustiadas de esa manera. Pero sabe que está actuando, y que el dolor es temporal y el cine es para siempre”. Tiempo después, en 2005, en charla con Newsweek, lo recordaría. “Yo tenía 16
y me acuerdo de estar caminando en el set de filmación, bromeando con la gente del staff, y de repente… silencio total y absoluto. Todo lo que se oía eran sus pasos. Yo pensaba: ‘¡Oh, mierda!’, pero verlo trabajar… Nunca he visto a un actor tomar algo tan en serio como lo hizo él. Te cambia la vida”. Su siguiente película fue consagratoria. En ¿A quién ama Gilbert Grape? interpretó al hermano menor con retraso mental de Johnny Depp, y recibió su primera nominación a Actor de Reparto por partida doble, en Oscar y Globo de Oro. Tenía 19 años y veía que si su adolescencia terminaba en la vida real también debía hacerlo en la pantalla. “Tengo que convertirme en un hombre”, dijo entonces. “Hay muchos más roles para los hombres jóvenes que para los adolescentes”. Pero ese salto se demoró, al menos para la mirada del crítico de Newsweek David Ansen, hasta 2006, con Los Infiltrados. “DiCaprio, sus ojos incapaces de enmascarar el tormento de un hombre cuya identidad se le escapaba, domina la segunda mitad”, escribió Ansen sobre el film. “Este es el papel de mayoría de edad de DiCaprio. Finalmente dejó atrás su infancia”. La película fue la tercera bajo las órdenes de Martin Scorsese, el director de El lobo de Wall Street. Encarnó a Billy Costigan, que creció tratando de escapar de su origen de clase trabajadora y delincuencia, y se convierte en un topo de la policía infil-
Dos décadas de cine
En 1993 fue nominado al Oscar por su papel en ¿A quién ama Gilbert Grape?
Romeo y Julieta (1996) lo convirtió en el gran galán del mercado adolescente.
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Titanic (1997) y el estrellato absoluto. “Perdí mi vida privada”, dijo él.
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trado en la banda de Frank Costello (Jack Nicholson). El film ganó cuatro premios Oscar, incluyendo Mejor Película y Mejor Director. La actuación de DiCaprio es tremenda. Pero ese año estuvo nominado por Diamante de sangre. Y se fue, como siempre, con las manos vacías. Dos veces estuvo DiCaprio frente a frente con su belleza física escrutando al tipo del espejo con el bisturí que intenta biseccionar al actor del galán. En ambas ocasiones, fue Luhrmann quien lo puso en la encrucijada. La primera vez, DiCaprio tenía 19 años y cargaba con aquel par de papeles dorados iniciales que lo erigían en uno de los jóvenes talentos más prometedores. Pero Luhrmann vio en su rostro aniñado y en su talento el ideal para encarnar a su Romeo en la versión moderna con el diálogo original del clásico de Shakespeare. La segunda fue casi dos décadas más tarde, para encarnar al “Hamlet estadounidense” en El Gran Gatsby. “El Leo que conozco ahora es un hombre. El Leo que conocí a los diecinueve años era un niño”, contó el año pasado Luhrmann. Romeo y Julieta había lanzado a DiCaprio a la fama y lo había convertido en el galán del mercado adolescente. Gatsby encontraba a un consagrado actor de carácter. Pero a Leo lo convenció el guión. Y el personaje. “Este campesino que es aceptado por la aristocracia estadounidense, nunca será de ellos y nunca realmente pertenecerá a ese mundo”. Expli-
Por El aviador (2004) aspiró a Mejor Actor y ganó el Globo de Oro.
ca Tom Junod en una nota en Esquire que “Gatsby tuvo que ser atractivo con el fin de manipular a la gente, y él tenía que manipular a la gente para lograr lo que Luhrmann llama una ‘noble causa’ –el amor de una sola mujer–. Y una vez que DiCaprio vio que el atractivo era fundamental para una verdadera caracterización de Gatsby, decidió asumirlo”. Y si Romeo y Luhrmann lo habían convertido en un ídolo adolescente, David Cameron y Titanic lo catapultaron al cielo. “Cuando salió Titanic, toda mi vida fue sometida al microscopio y, ya sabés, tuve una pérdida inmediata de mi privacidad”, dijo en una entrevista con Newsweek en 2002. “Yo estaba acostumbrado a un cierto grado de fama, pero nunca a ese nivel. Pero mi actitud es: tengo mi sombrero y lentes de sol y voy a donde quiera ir. Trato lo mejor que puedo de no convertirme en un ermitaño. Es todo cuestión de la mezcla con el entorno. Creo que si sos alguien reconocible, el primer error que podés cometer es vestirte y tener un séquito. Mientras caminás solo y te vestís como todo el mundo, podés adaptarte fácilmente al medio ambiente”. El DiCaprio que habla así sobre la fama y mimetizarse con el medio ambiente tiene 28 años y acaba de filmar Atrápame si puedes con Steven Spielberg. Allí encarna a Frank Abagnale, Jr., el falsificador que pasa por médico, piloto, abogado y es perseguido por el agente del FBI Carl Hanratty (Tom Hanks) con
Diamante de sangre (2005) y su segunda nominación como actor principal.
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quien, al final, se hacen amigos cuando el delincuente pasa a ser colaborador. Dos años después vuelve a interpretar a un personaje real, Howard Hughes en El aviador, su segunda película con Scorsese después de Pandillas de Nueva York y antes de Los infiltrados. Y que significará su primer galardón de élite, el Globo de Oro al Mejor actor de drama. “DiCaprio es asombroso: astuto, impulsivo, paranoico”, escribió Ansen en Newsweek. “No podía imaginarlo a él en esta parte, pero después de ver la película, no puedo imaginar a nadie más. Por supuesto que es más juvenil que el tipo real, menos masculino. No importa: se adapta a la perfección al diseño de Scorsese”. DiCaprio vuelve a la carga por el Oscar con otro papel sobre un personaje real en otra película con aspiraciones. El lobo de Wall Street ya le dio su segundo Globo de Oro. La Academia premió interpretaciones de personas reales en seis de las últimas nueve ocasiones, desde Truman Capote, pasando por el rey Jorge VI hasta Abraham Lincoln. El gran rival de este año para DiCaprio es Matthew McConaughey, favorito de las apuestas, por su rol de Ron Woodroof, el vaquero homofóbico y drogadicto al que le diagnostican HIV, en Dallas Buyers Club. En 2007 fue Forest Whitaker por El último rey de Escocia el que le ganó la pelea. En 2005 había sido Jamie Foxx por Ray. Tal vez Jordan Belfort no merezca el Oscar. Pero DiCaprio sí.
Los infiltrados (2006) ganó 4 Oscar. Una gran actuación sin nominación.
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