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EL RETIRO DEL
Señor Tijeras
HACE 30 AÑOS, SE DEROGABA EL ENTE DE CALIFICACIÓN CINEMATOGRÁFICA QUE MUTILÓ Y PROHIBIÓ CIENTOS DE PELÍCULAS EN ARGENTINA. INCLUIDAS VARIAS OSCAR. Por Cristian H. Savio
“YO DETESTO a la gente que tiene el po-
der / de decir lo que es bueno y lo que es malo también”. Así empieza la estrofa censurada de Las increíbles aventuras del Señor Tijeras, que Charly García escribió en 1974 para el tercer álbum de Sui Generis, Pequeñas anécdotas sobre las instituciones. La canción no suele integrar el repertorio del músico, pero tal vez debería incluirla cuando este 22 de febrero se
a perdida (1982)
Los cazadores del Arc
o (1979) Alien, el octavo pasajer
La Naranja Mecánica
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(1971)
presente en el Teatro Colón con su show Líneas Paralelas: ese día, se cumplen 30 años de la sanción de la ley 23.052, que ponía fin a la censura. La norma derogaba la ley 18.019, vigente desde diciembre de 1968, y disolvía el Ente de Calificación Cinematográfica, que durante década y media había determinado qué películas se podía ver en la cartelera nacional, y cómo. Las cintas que llegaban a las salas lo hacían muchas veces amputadas, después de pasar por el ojo –y las tijeras– del censor. ¿El objetivo? “Preservar” al público de filmes que, según su criterio, atentaran contra el matrimonio y la familia, justificaran el adulterio, el aborto, la prostitución y perversiones sexuales, hicieran apología del delito o comprometieran la seguridad nacional. Así, el cine de Ingmar Bergman o Bernardo Bertolucci, pero también el de terror y géneros que exponían una violencia “injustificada” o podían incomodar a instituciones como la Iglesia Católica, no llegaba a las salas o lo hacía amputado. La larga lista de filmes afectados incluye a ganadoras del Oscar como Indiana Jones y los cazadores el Arca perdida (1982) y Alien, el octavo pasajero (1979); y a nominadas como Carrie (1976), de Brian De Palma; La Naranja Mecánica (1971), de Stanley Kubrick y, claro, El último tango en París (1972), de Bertolucci, recordada sobre todo por las escenas de sexo entre Marlon Brando y Maria Schneider. Pero ese celo al cine extranjero, que en parte permitía ahorrar costos de impor58
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tación, no se traducía en un impulso a la producción nacional. Por el contrario. La censura era más férrea con las películas locales, cuyos productores o directores debían discutir y defender su obra ante el censor. Y, por otro lado, la falta de fondos por parte del Instituto Nacional de Cinematografía desalentaba todavía más la realización cinematográfica. De todos los censores, ninguno es más recordado que Miguel Paulino Tato, el Señor Tijeras de la canción de Sui Generis, y en quien se inspira principalmente el personaje que encarna Ulises Dumont en El censor (1995). Crítico cinematográfico, asumió su cargo en el Ente de Calificación el 1° de septiembre de 1974, y se convertiría en el ícono de la censura a lo largo de sus cuatro años de gestión, tan eficiente en la prerrogativa de cuidar la moral y las buenas costumbres que, nombrado durante el gobierno de Estela Martínez de Perón, permaneció en su cargo tras el golpe militar y durante los primeros tiempos de la dictadura de Jorge Rafael Videla. Bajo su gestión, se jactaba Tato, fueron censuradas más de 600 películas. En sus primeros días en el cargo, por ejemplo, exigió quitar todas las escenas de Los años infames donde aparecía Marilina Ross, una de las actrices en la Lista Negra. Pero como su personaje era uno de los protagonistas, cuando se estrenó, casi cuatro años más tarde, en 1978, “estaba mutilada de tal manera que su director”, el entonces debutante Alejandro Doria,
Newsweek
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“no fue al estreno, ni reconoció la película como propia”, dice el actor Luis Brandoni. Para Brandoni, 1974 fue un año difícil de olvidar. Asumir como secretario general de la Asociación Argentina de Actores lo ponía inexorablemente en la lista negra. En agosto de ese año se estrenaba La tregua, de Sergio Renán, la primera película argentina que accedió a una candidatura al Oscar, y que lo tenía entre sus protagonistas. “En esos días ya estábamos filmando Juan que reía, que dirigió Carlos Galettini y se estrenaría en 1976”, recuerda en diálogo con Newsweek. “El finado Dringue Farías, un capocómico de la revista, tenía una escena en la que se asomaba a una ventana y decía: ‘Carajo’. Cuando fuimos a doblar esa escena, el director pidió a Dringue que dijera ‘Caracho’. La autocensura también se volvió práctica cotidiana”. La ley 18.019, promulgada el 24 de diciembre de 1968 durante la dictadura de Juan Carlos Onganía, dio el marco legal con la creación del Ente de Calificación a la censura en el cine argentino, que sin embargo tuvo su “primavera” en 1973. Bajo la última presidencia de Juan Domingo Perón, fue nombrado interventor por 90 días, de agosto a noviembre, Octavio Getino. Director de cine y TV, Getino había fundado junto a Fernando Pino Solanas, en 1968, los “Grupos de Cine Liberación” en Argentina. “Entonces me eligen a mí para hacerme cargo del Ente y entra el desafío, que es de esos desafíos lindos: ¿cómo hacerse cargo de algo que uno siempre cuestionó?”, recordaría tiempo después Getino. Mucho no pudo hacer, más allá de que en su gestión “la liberación de films anteriormente prohibidos, la actualización de la cartelera cinematográfica, dos audiencias públicas, una nueva comisión asesora, un proyecto de ley inconcluso y una salida conflictiva ofrecen elementos para pensar que se trató de una apuesta significativa”, escribió Nicolás Mazzeo, docente de la cátedra de Historia del Cine Latinoamericano y Argentino de la UBA. Esa liberación alcanzó a películas de Raymundo Gleyzer, quien sería secuestrado por la dictadura el 27 de mayo de 1976 y permanece desaparecido. También
permitió la realización de filmes como La Patagonia rebelde (Héctor Olivera) y Los hijos de Fierro (Solanas). Como mucho, fue un oasis. El creciente influjo del ministro de Bienestar Social José López Rega sobre la actividad y el accionar de la Triple A reinstauraron la censura. Meses más tarde comenzaría la gestión de Tato, como puente hacia la dictadura militar. A poco de ganar las elecciones Raúl Alfonsín, un grupo de actores de la cultura comenzó a trabajar en la preparación de “un proyecto de plataforma en el que figuraba la abolición de la censura”, recuerda Brandoni, uno de los que iniciaron ese trabajo. En los 40 días de transición hasta que asumió la presidencia, mientras diseñaba el Gabinete en el Hotel Panamericano, Alfonsín debió calmar a quienes temían que el fin de la censura provocara un “destape” como en España y promoviera la pornografía. “Pero no fue así. Se entendió perfectamente el concepto de libertad, no solo en cine, sino también en TV, prensa, libros, salones de pintura. No más censura. Por eso creo que el 22 de febrero debería ser declarado Día de la Libertad de Expresión en la República Argentina”. Ese día de 1984, el secretario de Cultura Carlos Gorostiza anunció la disolución del Ente de Calificación Cinematográfica, y el Senado sancionó la ley 23.052. El cine argentino reaccionó con producciones que inexorablemente pusieron el ojo en los años de la dictadura, con películas que abordaban las distintas problemáticas de la época de manera directa –entre ellas, La Historia Oficial, de Luis Puenzo, la primera argentina en ganar el Oscar, en 1986–, con vistas al pasado –Camila, de María Luisa Bemberg, también candidata en 1985– o con historias que lo hacían de manera más metafórica, como Doria en Darse cuenta. “En el barrio de las distribuidoras, en Tucumán y Lavalle, se comentaba que ahora que se puede filmar cualquier cosa a Doria se le ocurre filmar una película donde un muchacho va al hospital y un médico lo asiste”, rememora Brandoni, uno de los protagonistas. “Y es una película con un trasfondo político extraordinario. El personaje de Darío Grandinetti Febrero, 2014 |
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El último tango en
París (1972)
Carrie (1976)
La gran comilona (19
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que se pone de pie nuevamente no es otra cosa que la república”. En estos 30 años de democracia el cine argentino disfrutó y sacó provecho de esa libertad. “El movimiento cultural en Argentina fue invencible siempre, en este momento no podríamos decir que hay limitaciones, en todo caso hay algunos privilegios o facilidades que no son para todos, pero los momentos jodidos de la historia no pudieron con la cultura”, remarca Brandoni. “Censuraban películas y la gente se iba a Montevideo a ver las prohibidas, como La gran comilona (1973) o La Naranja Mecánica (1971), pero no hubo manera de doblegar a la gente de la cultura. No solo el cine: el teatro, la poesía, las artes plásticas”. Y la música. Como a aquel disco de Sui Generis que no pudo incluir temas como Botas locas o Juan Represión, o que tuvo estrofas censuradas en otros, como del Señor Tijeras, ese “ser bajo, pequeño, correcto y gentil”, que estaba “escondido atrás de su escritorio gris”.
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