Fútbol: Destino escrito en un balón

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DEPORTES

Los jugadores de Zambia levantan por primera vez la Copa de África, tras vencer por penales al favorito, Costa de Marfil, en la final.

Destino escrito en un balón Hace 19 años, Zambia perdió a su mejor selección de fútbol en un accidente aéreo en Libreville, la capital de Gabón. En esa misma ciudad, este domingo las “Balas de Cobre” celebraron su primer triunfo en la Copa Africana de Naciones. Tragedia y redención deportiva de uno de los países más pobres del planeta.

EN LA MISMA ciudad donde había sufrido

su peor tragedia, Zambia celebró su máxima alegría deportiva. Libreville, la capital de Gabón, había sido durante las últimas dos décadas sinónimo de dolor para los zambianos, pero desde el domingo 12 de febrero se convirtió en su Babilonia, porque allí su seleccionado nacional de fútbol alzó por primera vez en la historia la Copa Africana

de Naciones. Y no fue tan sólo una gesta deportiva: los “Chipolopolo” (“Balas de cobre”, como se conoce al equipo nacional) rindieron homenaje a los 18 mártires de la mejor Selección de Zambia de la historia, que en 1993 murieron en un accidente aéreo frente a las costas de Libreville. “Los fantasmas han sido finalmente exorcizados y el destino simplemente ha

obedecido”, escribió Chishala Musonda en The Daily Mail de Zambia. El fútbol, entre todos los deportes, sabe de historias en las que la lógica de las razones técnicas y tácticas se rinde ante el azar. O, como en este caso, ante el poder irrefrenable del destino. “Habría sido impensado que los Chipolopolo se fueran de Libreville sin el trofeo”, dijo Hervé Renard, el entrenador francés

FOTO : AFP

Por Cristian H. Savio

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de Zambia. “Estaba escrito en algún lugar que ganaríamos a Libreville. Sabíamos que debíamos hacerlo para honrar a las víctimas, y éste era nuestro destino de victoria”, declaró tras el triunfo 8-7 en la definición por penales de la final. La victoria fue ante la favorita, Costa de Marfil, liderada por la estrella del Chelsea inglés, Didier Drogba. Hasta Naciones Unidas se había pronunciado a favor de los “Elefantes” marfileños en la previa. La misión de la ONU en el país explicó en un comunicado que “continuará apoyando el proceso de paz en Costa de Marfil por todos los medios de los que dispone, entre ellos el deporte, para que haya una salida definitiva a la crisis, duradera e inclusiva”. Se refería a la crisis política que dejó un saldo de 3.000 muertos tras el rechazo del expresidente Laurent Gbagbo a reconocer su derrota en la elección de noviembre de 2010. Pero los marfileños no pudieron doblegar la resistencia mística de sus rivales de turno. El destino quiso que la final se disputara en Libreville. “Es un regalo para el presidente de nuestra Federación, Kalusha Bwalya, que escapó de esa catástrofe”, dijo Renard tras el partido. En Bwalya, el hombre fuerte del fútbol zambiano, se resume esta historia de dolor y celebración. A él, el destino ya le había hecho un guiño dos décadas atrás. Zambia inscribió su nombre en el libro del fútbol en los Juegos Olímpicos de Seúl 1988, donde sorprendió al mundo con una categórica goleada sobre Italia por 4-0, con tres goles de Bwalya, elegido el mejor futbolista africano ese año. El camino olímpico de su equipo encontró freno en los cuartos de final ante la Alemania de Jürgen Klinsmann, pero aquella generación de futbolistas se afianzaría como la mejor de la historia de su país, y a punto estuvo de llegar por primera vez a una Copa del Mundo. Pero en plena eliminatoria africana, ocurrió la catástrofe. El plantel viajaba a Senegal en un avión de la Fuerza Aérea de su país. Hicieron escala para reponer combustible en Libreville. Tras despegar, un desperfecto causó un incendio y la aeronave cayó al mar a apenas 500 metros del aeropuerto. No hubo sobrevivientes. Pero Kalusha Bwalya no formaba parte de aquella delegación. Como había sido contratado por el PSV Eindhoven de Holanda, debió viajar por su cuenta a Senegal. Zambia no logró clasificarse al Mundial de 1994, pero, aún diezmado, hizo una gran

Copa Africana ese año, cuando llegó a la final en Túnez y cayó ante Nigeria. Bwalya fue luego entrenador del equipo nacional y ahora, a los 48 años y como el principal dirigente del fútbol de su país, vivió como ningún otro la consagración en Gabón. EN CUANTO Stoppila Sunzu, el defensor

que durante 120 minutos había anulado a Drogba, convirtió el penal decisivo en la definición, se desató en Zambia una “celebración salvaje”, describieron los medios locales. La gente salió a las calles en las principales ciudades y colapsó las rutas. El triunfo futbolístico, para muchos, fue la forma de torcer el brazo a la desgracia, y una señal de prosperidad en todo nivel. “Nuestros corazones deben expandirse el día de hoy, que llama a la memoria de la conquista lograda por la determinación sobre la desesperación”, dice en su editorial del lunes el periódico zambiano The Post. “El futuro no pertenece a los pusilánimes; pertenece a los valientes, los decididos, los que trabajan duro, aquellos que nunca se rinden”. Y exhorta a sus lectores: “Dondequiera que estés hoy, te desafiamos a tener esperanza y soñar con un futuro mejor, un país mejor, una Zambia más justa, humana y próspera”. La victoria es un bálsamo en un país donde el 86 por ciento de la población vive en la pobreza, con una esperanza de vida de 46 años –una de las más bajas del planeta, según UNICEF, en parte por la prevalencia del SIDA: se estima que 980.000 personas viven con HIV–. Ubicada en el centro-sur africano, la actual Zambia –independiente desde 1965– fue explorada por el británico David Livingstone y colonizada a partir de 1889 por la British South Africa Company, cuyo presidente, Cecil Rhodes, le dio el nombre de Rhodesia del Norte. En 1991 se declaró el cristianismo como la religión oficial, por decreto del segundo presidente del país, Frederick Chiluba, comenta a Newsweek Ezequiel Escudero, coordinador del área África del Centro Argentino de Estudios Internacionales. “Los gobiernos internos se desprenden de las luchas independentistas y están ligados a sectores castrenses y de la burguesía local. Esto produce, en el largo plazo, des-

contento social, desigualdad en la distribución del ingreso, clientelismo político, simonía y nepotismo, entre otros flagelos” que afectan al país, señala. Zambia vive de la explotación del cobre. Por algo su selección de fútbol lleva ese nombre. Es el sexto país del mundo en producción de este mineral, con 715.000 toneladas en 2011, según el Instituto Geológico y Minero de Estados Unidos; y tiene un 3% de las reservas mundiales de cobre (20 millones de toneladas). La inversión en cobre fue una de las grandes opciones para salir de la crisis. En abril pasado, tras visitar una mina zambiana en Konkola, Niall Ferguson escribía en Newsweek que así como el oro había permitido ganar el 75%, “si hubieras comprado cobre, estarías 181% arriba”. Pero esto

El triunfo fue, para muchos, la forma de torcer el brazo a la desgracia en todo nivel. no necesariamente redunda en beneficios directos e inmediatos para los locales. “Es un poderoso símbolo del nuevo orden económico mundial”, explicaba Ferguson en la misma nota. “Los mineros son zambianos. Los técnicos son (blancos) sudafricanos. Los dueños y los directores son indios”. A la par que comenzaba la explotación de los minerales de la zona, Livingstone descubrió para la metrópoli la joya más preciada de Zambia, una de las Siete Maravillas Naturales del mundo: las Cataratas Victoria, que los locales llaman Mosi-oa-Tunya (el Humo que Truena). Están en la frontera con Zimbabwe, donde este domingo también hubo festejos. “Ningún rincón de Inglaterra puede compararse a la belleza de este lugar; es un escenario jamás contemplado por europeo alguno y cuyo paisaje debe haber deleitado a los mismísimos ángeles”, escribió el explorador escocés. Quien hizo de las bellezas africanas una fórmula de éxito literario es Wilbur Smith. Nacido hace 79 años en la entonces Rhodesia del Norte, vive en Londres, lejos de Zambia, y sus libros hablan de “la nobleza de las personas en la época victoriana”, más que del África actual. “Si hablara de la pobreza, el hambre y las enfermedades, no escribiría libros atractivos”, dijo durante una visita a la Argentina en 2009. También se pierde historias como la de Libreville.

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