Munch_El grito_Munch Museet_Oslo

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Edvard MUNCH “Iba por la calle con dos amigos cuando el sol se puso. De repente, el cielo se tornó rojo sangre y percibí un estremecimiento de tristeza. Un dolor desgarrador en el pecho. Me detuve; me apoyé en el parapeto, presa de una fatiga mortal. Lenguas de fuego como sangre cubrían el fiordo negroazulado y la ciudad. Mis amigos siguieron andando y yo me quedé allí, temblando de miedo. Y oí que un inmenso grito interminable atravesaba la naturaleza”. Munch relata al menos en cuatro pasajes de sus diarios, con ligeras variantes, el origen de uno de los cuadros más célebres de la época moderna. Es la imagen que mejor que ninguna otra condensa, con una fuerza visual inaudita, el sentimiento de la irremediable pérdida de armonía entre el hombre y el cosmos, llevando esta conciencia hasta un punto sin retorno. No sólo las distintas versiones de la obra traducen de manera casi literal la visión de Munch: “El fiordo negroazulado”, las “lenguas de fuego… rojo sangre”, los dos amigos que continúan el paseo sin darse cuenta de nada, abandonando al pintor al miedo: todo resto de realismo es completamente eliminado, la naturaleza y los colores existen en función de la percepción interior, todas las cosas devienen espejo del alma. Todo alude a la pérdida de equilibrio, desde las líneas que ondulan peligrosamente y casi son absorbidas por un torbellino hacia el puente, que parece resbalar hacia el espectador. La representación se torna emblema del dolor universal. La criatura que se vuelve en primer plano, desorbita los ojos y se tapa los oídos con las manos para no oír un grito que es al mismo tiempo suyo y del mundo circundante. No es uno de los autorretratos del artista, sino la imagen de todo ser humano, sin sexo, sin raza, sin edad, reducido a los rasgos mínimos, hasta el punto de que el propio cuerpo ondula. La fuerza de la visión es aumentada por la decisión de que el encuadre sea cortado por el margen inferior del soporte, anulando así toda mediación entre el mundo pintado y el real.

Lote (1863) Oslo (1944)

El grito. 1893 Temple sobre cartón, 83,5 x 66 cm

Expresionismo

Munch-museet, Oslo

Bernini, Gauguin, Van Gogh, Kokoschka, Modigliani


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