El pensamiento de los falangistas de primo de rivera

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EL PENSAMIENTO DE LOS FALANGISTAS DE PRIMO DE RIVERA

INDICE I.-

Lo que dijo José Antonio Primo de Rivera.

II.-

La verdad sin tapujos del Capitalismo en España. (Carlos Juan Ruiz de la Fuente).

III.-

La denuncia de Juan Velarde

IV.- El capitalismo es culpable de la lucha de clases.

Por Ceferino L. Maestú Barrio

V.-

Ángel Pestaña y José Primo de Rivera (Ceferino Maestu Barrio).

Antonio


VI.- Bandera Sindicalista. Resumen de las charlas en la “Ballena Alegre” (Narciso Perales, Patricio Gonz‚lez de Canales, Ceferino Maestu).

XI.- Soy falangista y me veis sin la camisa azul. (Narciso Perales Herrero) XII.- Por la V Internacional Sindicalista. (Patricio Gonz‚lez de Canales).

VII.- Los trabajadores y los estudiantes. (Ceferino Maestu, Patricio Gonz‚lez de Canales).

VIII.- Las derechas y las izquierdas. (Carlos Juan Ruiz de la Fuente).

IX.- Derecho de Propiedad ƒPara qui„n? (Narciso Perales Herrero).

X.-

Durante el R„gimen de Franco, los intentos frustrados en la reforma de la empresa. (Carlos Juan Ruiz de la Fuente).

XIII.- Historia de los Trabajadores Espa…oles de 1813 a 1965. Ciento Cincuenta y Tres A…os de Lucha. (Ceferino Maestu, Narciso Perales, Patricio G. Canales. Carlos J. Ruiz de la Fuente).


LA FALANGE REVOLUCIONARIA

En los a€os 60 del siglo pasado, personajes como Patricio Gonz•lez de Canales, Narciso Perales y Herrero, Carlos Juan Ruiz de la Fuente eran, para los j‚venes que habƒamos sido conquistados por el mensaje de Jos„ Antonio Primo de Rivera, una referencia de fidelidad. Sus ideas aparecieron en las p•ginas de la revista “Sindicalismo”, de aquella „poca, de vida corta porque suscitaban, quiz•s, remordimientos de conciencia a muchos de los que vestƒan la camisa azul. Y las prohibieron, porque no tenƒan otra raz‚n. Para quienes no saben a‡n lo que pas‚, los falangistas fueron unos fascistas que fusilaron, unos franquistas reaccionarios, unos encubridores y sostenedores de un r„gimen polƒtico antidemocr•tico. Aparentemente fue asƒ y ya es historia.

Ahora, ha pasado mucho tiempo y puede verse mas claro. Aquellos y otros falangistas, leales al mensaje, de palabra y de obra, de Jos„ Antonio Primo de Rivera fueron partidarios de ideas revolucionarias, de cambio social profundo, de justicia y libertad. En muchos casos, personas de aut„ntica vivencia cristiana, solidarios, comprometidos con los problemas de las gentes, de los trabajadores, en especial; no partidarios del sistema de partidos, pero sƒ de una democracia aut„ntica y representativa, en una Espa€a distinta y mejor. Eran sindicalistas revolucionarios y camaradas falangistas de muchos militantes obreros, procedentes de otras organizaciones de la izquierda social: de Manuel Mateo, ex secretario de organizaci‚n del Partido Comunista de Madrid, y Juanito Orellana, cabeza de lista del PCE en Sevilla, para las elecciones de 1934. De Nicasio ˆlvarez de Sotomayor, ex-secretario de la C.N.T. de Madrid o Camilo Olcina, del Sindicato de la


Marina Mercante Confederal. De Garcƒa Vara, ex-secretario del Sindicato de Artes Blancas (Panaderos) de la U.G.T., de Matorral, ex-secretario de las juventudes comunistas, de Oscar P„rez Solis, fundador del PCE. ‰Qu„ hacƒan, donde militaban Patricio, Narciso y Carlos Juan, estos que nadie deberƒa tachar de reaccionarios y fascistas?, A Manuel Mateo lo torturaron y asesinaron los comunistas en una checa de Madrid. A Garcƒa Vara le mataron los pistoleros de la U.G.T. A Juanito Orellana le acribillaron en el asalto terrorista a la c•rcel modelo. Y a Nicasio ˆlvarez de Sotomayor lo fusilaron “falangistas” de camisa azul. ‰Esta era la dial„ctica de los pu€os y de las pistolas de los supuestos dem‚cratas “falangistas”?. Bueno es saber lo que pensaban, Narciso, Carlos Juan y Patricio, y esos hombres que, sin duda alguna, estaban de acuerdo con ellos.

En este libro, se desentierra lo que quisieron ocultar quienes los traicionaron. Y es un alegato contra la generalizaci‚n de acusaciones e insultos sectarios, que pretenden manchar su nombre y su recuerdo. Lo que pod„is leer aquƒ puede que sirva para explicar pero, sobre todo, lo que desearƒa es que sirviera para iluminar a quienes siguen buscando, sin encontrar, la verdad. Yo fui amigo de Patricio, Narciso y Carlos Juan, camaradas de Jos„ Antonio Primo de Rivera, fusilado en Alicante, sin tiempo de ganar para el futuro de nuestra naci‚n, la justicia y la libertad.

Ceferino Maestu Barrio 88 a€os.


I EL PENSAMIENTO DE LOS FALANGISTAS DE PRIMO DE RIVERA

LO QUE DIJO JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA

Hay que desarticular el sistema capitalista, dentro del cual no hay solución para los problemas sociales. Repudiamos el sistema capitalista que se desentiende de las necesidades populares.

Por Ceferino L Maestú Barrio

Las personas que suponen que el régimen capitalista está en quiebra, en sus últimas manifestaciones, entienden que este régimen capitalista tiene que dar paso a una de estas soluciones: o bien la solución socialista o bien la solución sindicalista. Poco más o menos, los socialistas entregan la plusvalía, es decir: el incremento de valor del trabajo humano a la colectividad organizada en Estado. En cambio, el sistema sindicalista adjudica esta plusvalía a la uni-

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dad org•nica del mismo trabajador. Se diferencian los dos, no obstante, del sistema capitalista actual en que este la adjudica al empresario, al que contrata el trabajo. Pues bien, como la Falange Espa€ola ha creƒdo, desde un principio, que el sistema capitalista est• en sus ‡ltimas manifestaciones, y que precisamente esta es la crisis de nuestra „poca, al decidirse por uno de los dos sistemas, opt‚ por el Sindicalista, porque creo que conserva, en cierto modo, el estƒmulo y da una cierta alegrƒa de trabajo a la unidad org•nica del trabajador: la empresa. Para nosotros, el capital no es sino un instrumento al servicio de la producci‚n. No concebimos la estructura de la producci‚n como relaci‚n bilateral entre capital y trabajo. El capital, en cuanto instrumento para la producci‚n debe pertenecer a los productores mismos - en sus formas individuales y sindicales – o a la integridad econ‚mica nacional.

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De momento hay que alejar el fantasma del hambre, cueste lo que cueste, buscando el dinero donde lo haya. Pero, a la larga, el problema del paro exige la desarticulaci‚n del sistema capitalista, dentro del cual no hay soluci‚n para los problemas sociales, porque es quien los crea o los agudiza. Tropezamos con una gran dificultad: el dinero. Realizar nuestros prop‚sitos con las cuotas de afiliaci‚n, simplemente, es muy difƒcil. Antes, al comienzo, nos daban dinero los que lo tenƒan, creƒan que venƒamos a apuntalar el r„gimen capitalista, a ser para „l una especie de “guardia de la porra”. Pero, naturalmente, se han convencido de que no venƒamos a eso, a sostener privilegios y desigualdades que llenan de angustia el alma y la carne de Espa€a. Estamos en una hora de transici‚n, de liquidaci‚n: el capitalismo est• caduco, ha pasado y lo que hay que hacer es sustituirlo por un r„gimen m•s humano y m•s justo, evitando asƒ el drama que tantas veces acompa€a a todo tr•nsito. Estamos a tiempo

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de tr•nsito y Falange quiere evitar ese drama – que surgir• si no se act‡a, desarticulando el capitalismo con un sentido de justicia y de humanidad. Siendo este nuestro espƒritu y este nuestro prop‚sito, ‰qu„ capitalista, naturalmente, nos va a dar dinero?. Ante ese escollo, son el esfuerzo y la fe los que van haciendo la labor, nuestra labor.

(Estas frases y otras similares destacaban en la primera plana de la revista “Sindicalismo”, en los a€os 60 del siglo XX).

Si os enga€amos, alguna soga hallar„is en vuestros desvanes y alg‡n •rbol quedar• en vuestra llanura, ahorcadnos sin misericordia: la ‡ltima orden que yo dar„ a mis camisas azules ser• que nos tiren de los pies, para justicia y escarmiento. Formad sindicatos fuertes que reclamen la revoluci‚n agraria que har• la Falange, sin contemplaciones, cuando gobierne. Ya es hora de que un pueblo, lleno de posibilidades, deje de ser la finca de unos cuantos.

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II

LA VERDAD SIN TAPUJOS DEL CAPITALISMO EN ESPA†A

El siglo XIX, tan denostado, plante‚ un grave problema a la clase social, que hasta entonces habƒa venido gobernando a su antojo en Espa€a. Esa clase social era la aristocracia; una aristocracia que se nutrƒa de muy distintos orƒgenes: desde las concesiones medievales, en pago de auxilios militares o polƒticos a l• Corona, hasta los premios deciochescos por otras ayudas menos gloriosas a los portadores del Cetro. En el siglo XIX, las guerras napole‚nicas, primero, y la inseguridad e inestabilidad polƒtica interna despu„s, evidenciaron la necesidad de que el tinglado gobernante ampliase, si no querƒa desaparecer, su base de sustentaci‚n, obligado por los acontecimientos.

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Ahora bien, las minorƒas dirigentes, que basan su hegemonƒa social en un absoluto materialismo econ‚mico, no podƒan concebir otra forma de ampliar bases m•s que haciendo participar en esa tiranƒa social – mas o menos ilustrada – que ha sido siempre el ideal de su existencia. Para conseguirlo tampoco veƒan m•s que un camino: el de la creaci‚n de intereses. Habƒa, pues, que fabricar nuevos ricos. Como ahora veremos, la operaci‚n se realiz‚ como se realizan siempre estas cosas en nuestro paƒs: pag•ndolo, a la larga, el pobre contribuyente (y valga lo de pobre como denominaci‚n y no como calificativo, porque no en balde siguen siendo los impuestos indirectos los que acarrean mayores ingresos al Estado) LA “DESAMORTIZACI‡N DE MENDIZABAL”. En Espa€a habƒa pocas riquezas a repartir. Pr•cticamente s‚lo una: la tierra. Y esa tierra, en t„rminos generales, se hallaba, precisamente, en manos de la clase que

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trataba de conservar sus privilegios y que no estaba dispuesta a renunciar a ninguno. Al sur del Guadarrama, sobre todo, las tierras seguƒan distribuidas en la forma arbitraria e injusta en que las fueron repartiendo entres sus favoritos y servidores los monarcas y caudillos reconquistadores frente a la morisma. Sin embargo habƒa, tambi„n, otros propietarios, aunque en muchas menor escala que la aristocracia: esos propietarios eran las ‚rdenes religiosas. Y he aquƒ c‚mo, con el pretexto de “desamortizar” los bienes de la Iglesia, se mataron dos p•jaros de un tiro. El primer p•jaro era de puro efecto y fue bonito brindis al sol, en tiempos en los que la demagogia exigƒa cosas parecidas; el otro p•jaro fue m•s sustancioso y pertinaz, ya que permiti‚ entregar las tierras de la Iglesia a las manos de toda una pl„yade de logreros y de caciques, quienes autom•ticamente se sintieron identificados en sus intereses con la casta social reaccionaria.

uno m•s en la serie de delitos financieros que con tanta frecuencia se han cometido en la historia de nuestra patria. El pueblo no solamente no se benefici‚ en nada de aquello, sino que sali‚ perjudicado: tan perjudicado, que todavƒa estamos pagando las consecuencias usted, yo y ese se€or que pasa por la calle en este momento. Porque toda la operaci‚n fue planteada como un inicuo despojo, como un aut„ntico atraco. Te‚ricamente, los bienes expropiados a la Iglesia fueron sacados a licitaci‚n p‡blica; en la pr•ctica todo fue una escandalosa burla y al amparo de una supuesta falta de licitadores, lo expropiado se entregaba a precios irrisorios a los amigos y futuros servidores polƒticos, pudiendo afirmarse que en la mayorƒa de las transacciones los compradores apenas desembolsaron el costo de las escrituras, y hubo fincas de m•s de 100 hect•reas, por ejemplo, con edificios e iglesias incluidas, que se compraron por 25 pesetas.

La desamortizaci‚n, planteada a bombo y platillo como conquista popular, no fue sino un enga€o m•s que se hacƒa al pueblo,

Que la tal operaci‚n fue un despojo inicuo y pr•cticamente un robo injustificado

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LA REFORMA DE FERNÁNDEZ VILLAVERDE

es algo que nadie discute ya. Incluso el propio Estado lo ha reconocido así moralmente al incluir en sus presupuestos anuales unas partidas por las que se trata de compensar los arbitrarios perjuicios irrogados entonces a la Iglesia. Y como esos presupuestos se nutren de las contribuciones que pagamos todos los españoles, resulta que todos estamos pagando en la actualidad. Así, la sociedad abona el precio de aquellas incautaciones por el valor de lo incautado, pero no se beneficia de ello. Podrá haberse reconocido, por uno u otro camino, la existencia de un robo, pero a nadie se le ha ocurrido pedir que devuelvan los productos robados aquellos que se lucran de él injustamente, por injusticia original y no reparada.

A trancas y barrancas, el artificio así organizado fue tirando hasta que España se enfrentó con otra cruel realidad, de las muchas a las que ya le había conducido un sistema nefasto. Perdida la guerra contra los Estados Unidos, despojado de Cuba y Filipinas, el país afronta una situación económica que puede calificarse de catastrófica. España estaba prácticamente en quiebra, que no llegó a declararse gracias a los empréstitos que el Banco de España hacía a favor de las arcas estatales y que, al acabar la citada guerra, se valoraban ya en una deuda de millones de pesetas, una cantidad extraordinaria en su tiempo.

De ese gran delito financiero salió todo el tinglado político-social que sirvió después a la causa restauracionista y que fue utilizada más tarde para organizar el trampantojo electoral, permitiendo gobernar al amparo del caciquismo a aquella vieja y nada gloriosa Monarquía.

Entonces fue cuando otro ministro de la Corona, el señor Fernández Villaverde, del Partido Conservador, decidió sanear la Hacienda Pública y terminar con los déficits presupuestarios, al tiempo que acometía el pago de la deuda contraída con el Banco de España. La teoría era perfecta, pero la

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realizaci‚n acab‚ siendo otro sutil delito financiero contra el paƒs; porque, una vez m•s, lo que se hizo qued‚ reducido a un gesto hip‚crita, que no resolvƒa nada en sustancia, pero que acababa por engordar los intereses privados de los nacientes grupos financieros, que ahora habƒan recibido un notable impulso con la repatriaci‚n de fortunas espa€olas desde los territorios perdidos. Como ha demostrado el profesor Velarde Fuertes, lo ‡nico que se hizo fue sustituir los cr„ditos del Banco emisor por cr„ditos a particulares, coincidiendo esto con los siguientes importantes acontecimientos: el ya indicado de la repatriaci‚n de capitales de ultramar, la llegada de capitales vinculados a la Iglesia Cat‚lica y evadidos de la polƒtica religiosa francesa y, simult•neamente, la fundaci‚n de tres y el reforzamiento de dos de los seis m•s grandes Bancos privados espa€oles. Los fundados fueron el Banco Hispano Americano, el Banco Espa€ol de Cr„dito y el Banco de

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Vizcaya y los dos que recibieron nuevos brios, el Urquijo y el de Bilbao. Para cubrir los d„ficits presupuestarios, los gobiernos de la Monarquƒa, emiten Deuda, y – en un peregrino carrusel – esa Deuda es suscrita por la Banca privada, con dinero que le presta el Banco de Espa€a y con la particularidad de que el tipo de inter„s que „ste percibe es inferior al que el Estado abona por los valores de Deuda. Es decir que el Estado recibe de la Banca unos dineros que „l mismo facilita a la Banca y paga, por lo recibido, unos intereses superiores a los que cobra por el procedimiento, con lo que resulta que la Banca gana m•s dinero que lo entregado, Concretamente, la emisi‚n de Deuda de 1917 se cubri‚ seis veces, lo que no es de extra€ar, ya que el inter„s lƒquido de dicha emisi‚n era superior al 4 por 100, en tanto que no pasaba del 4 el tipo de inter„s fijado por el Banco emisor para los cr„ditos que concedƒa. El profesor Velarde demostró también, como el capitalismo español naciente se

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robusteció así de forma clarísima. Señala, con el profesor Olariaga, que “la inestabilidad monetaria ha sido en Espa€a un seguro contra la escasez de recursos financieros y contra las particulares desazones de los cambios de coyuntura internacional. Gracias a ella, entidades financieras espa€olas que sin el auxilio de la emisi‚n de billetes por el Banco de Espa€a hubiesen tenido que ce€ir m•s modestamente sus negocios a las proporciones de su capital efectivo, pudieron hallar m•rgenes de cr„ditos indefinidos para promover toda clase de empresas. POR ENCIMA DEL BIEN Y DEL MAL A nuestro capitalismo financiero, a su particularisƒmo montaje monopolƒstico, le tienen bastante sin cuidado los avatares por que pueda atravesar nuestro pueblo. Con la inflaci‚n, aunque ahora hablen mal de ella, les ha ido siempre muy bien e incluso le deben no poca de su actual estatura; pero con la restricci‚n, con la estabilizaci‚n, que tantos sacrificios trajo para todos, tampoco les fue nada mal a ellos. Al menos, y hemos

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de juzgar por las cifras de beneficios de los balances bancarios anuales de los ‡ltimos tres lustros. El gran grupo bancario surca con id„ntica desde€osa indiferencia los mares de la inflaci‚n, el estrecho de la estabilizaci‚n o afronta el prometedor (sobre todo para ellos) oc„ano del Desarrollo. Diriase que todo esto revela una clara insolidaridad de nuestro capitalismo hacia las cambiantes circunstancias de los espa€oles que no pertenecen a su clan. Podrƒa arg‹irse que el constante incremento de los beneficios bancarios corresponde a los aumentos sucesivos de capital desembolsado; estarƒa muy acertado, porque podrƒa hacerse, pero no resultarƒa que las ampliaciones de capital han constituido regalos para el accionista y han sido, pr•cticamente, una modalidad de “dividendos en acciones”. Para demostrarlo, basta comparar los tipos de emisi‚n con las respectivas cotizaciones medias en la Bolsa. Con lo que ese grupo bancario, muy reducido en n‡mero, llega a tener en el paƒs una situaci‚n de hegemonƒa social y eco-

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n‚mica de tal volumen que, mientras en 1901 controlaba el 34 por 100 del total del capital bancario, en 1956 controlaba ya el 51 por 100. Estaba pues, en posici‚n mayoritaria. Y en lo que se refiere a la industria, ese mismo grupo bancario espa€ol, constituido por las entidades ya mencionadas, llega a controlar tambi„n la mayorƒa del capital industrial de la naci‚n y sus 124 consejeros gobiernan en 1962 el 6,53 por 100 de las sociedades an‚nimas espa€olas; nada m•s, pero ese porcentaje, aparentemente reducido, representaba a su vez el 50 por 100 de los capitales de todas las sociedades an‚nimas de toda Espa€a. Es decir, que puede afirmarse que la gran industria estaba en manos del gran grupo bancario y que cualquier actividad econ‚mica del paƒs podƒa considerarse subsidiaria o sometida a vasallaje del n‡cleo capitalista financiero.

conjunto de medidas contrarias a todos y cada uno de sus intereses inmediatos”. Creemos que esto es m•s que evidente, obvio, como es igualmente obvio lo contrario: que esa alianza de las clases pudientes planear• y ejecutar•, precisamente, todas las medidas que favorezcan o puedan favorecer a sus intereses inmediatos. OLIGOPOLIO Y PROTECCIONISMO

El economista brit•nico Paul A. Baran afirma que “No se puede esperar que la alianza de las clases pudientes que controlan los destinos de la mayorƒa de los paƒses poco desarrollados, planease y ejecutase un

En los a€os en que otras naciones se lanzan por el camino del desarrollo industrial, el r„gimen econ‚mico montado en Espa€a por los grupos financieros consigue dejar a nuestro paƒs en la cuneta del subdesarrollo. Aprovechando sus ventajosas posiciones, ese gran grupo financiero se ha apoderado desde un principio de nuestra industria b•sica y la ha sometido a un r„gimen de cerrado oligopolio. Los distintos sectores del Grupo repartieron los mercados, se limitaron producciones, se acordaron precios... . El pueblo espa€ol fue como una res a la que se podƒa explotar sin consideraci‚n ni preocupaciones. Ellos eran muy

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liberales, pero s‚lo a la hora de las ganancias; en cuanto se avecinaba una tormenta sobre sus intereses (y ni siquiera una tormenta, bastaba una llovizna), se volvƒan – y se vuelven – tremendamente totalitarios. Cuando las ganancias son f•ciles, la iniciativa privada es sacrosanta y el Estado debe abstenerse, so pena de excomuni‚n liberal, de acercarse siquiera a los beneficios o a las actividades de los grupos; pero cuando los dividendos ceden, cuando el porvenir de los negocios se oscurece, el Estado tiene el deber de acudir presuroso en ayuda de esa iniciativa privada “que tanto me quiere y a la que tanto debo”, como dicen de su querido p‡blico las “vedettes” sin que sea verdad ninguna de las dos cosas. La tesis de nuestros liberales capitalistas puede expresarse en estos t„rminos: “Si gano yo, gano yo, y si pierdo yo, pierdes tu”. M‚s de una vez, muchas veces, ese ennegrecimiento en el porvenir de los negocios se debe casi exclusivamente a la pƒsima administraci„n de los mismos sus controladores. Desde la lejana ƒpoca en la que

el pueblo jud…o sufr…a cautiverio en Egipto – y de ayer es la cosa – todos conocemos la historia de las ƒpocas sucesivas de vacas flacas y de vacas gordas, todos, menos los Consejos de Administraci„n de nuestras empresas oligopol…sticas, al parecer. Porque s„lo as… se explica el proceso de peligros…sima descapitalizaci„n a que ha sido sometido un importante sector de estas industrias.

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Acostumbrados a vivir al calor de la incubadora proteccionista y bajo la maternal pollera de unos gobiernos tradicionalmente amables para con los poderosos, muchas de nuestras industrias se han montado y sostenido a la sombra de los aranceles y sobre la baratura de la mano de obra. La combinaci„n de estos dos sistemas ha constituido, a la larga, lo que muy bien pudiƒramos definir tambiƒn como un delito financiero contra los intereses nacionales, hasta el punto de que hoy sabemos que – de no haber sido por el milagro del turismo – la situaci„n de Espa‡a ser…a verdaderamente tr‚gica y estar…amos sin remedio, en la pendiente que


conduce al subdesarrollo total o al colonaje. Gracias a nuestra brillante y exigente “iniciativa privada” (que m‚s bien es “privad…sima”) y exclusivista. ¿CONSPIRACIÓN E INTRIGA? El nacionalismo al viejo estilo (al estilo liberal) ha pasado a ser una nueva modalidad de la palurderia y del cerrilismo. Como ya se ha dicho por voces muy autorizadas, las naciones tienen que vivir hoy dentro del concierto mundial, sin aislacionismos ni barreras; tienen, cuando menos, que prepararse para eso. Un camarada nuestro. Ismael Herráiz, en una serie de extraordinarios trabajos periodísticos (cuya edición en libro se echa de menos) ha desenmascarado todas las fuerzas más o menos confesables que se ocultan tras el llamado Mercado Común Europeo. Pero el Mercado Común está así y las naciones que lo integran representan para nuestro comercio exterior un volumen de operaciones de casi el 50 por 100 del total de nuestra balanza comercial. España no puede permitirse el

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lujo de ignorar al Mercado Común Europeo, que tenemos a nuestras mismas puertas y en el que podremos no entrar, pero con el que habrá que contar siempre. Mucho nos tememos que esta es, precisamente, una de las claves de algunos fenómenos de nuestra política interior. Porque la base inicial del Mercado Común Europeo es la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero), primer organismo mancomunado que comenzó a funcionar por esos rumbos unificadores. El carbón y el acero, precisamente, es decir, dos producciones básicas cuyo control se halla en España en muy pocas manos, aparte de los intentos de ruptura del oligopolio llevados a cabo por el I.N.I. con el escándalo y las campañas de todos conocidos. Concretamente, en el año 1954, y antes de la puesta en marcha de ENSIDESA, la industria española del carbón estaba integrada por unas 340 empresas, pero cerca del 60 por ciento de la pro-

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ducci‚n total correspondƒa a nueve Empresas solamente, que eran las que controlaban pr•cticamente el mercado y que, a su vez, estaban, digamos, “enlazadas” a tres Bancos: el de Bilbao, el Urquijo y el Espa€ol de Cr„dito. Por su parte, dedicadas a la producci‚n de acero habƒa 11 Empresas, pero de ellas una sola, Altos Hornos de Vizcaya, aportaba el 70 por ciento de la producci‚n total, en tanto que otra Empresa, la Duro Felguera producƒa un 10 por ciento. Ambas sociedades tenƒan cuatro Consejeros comunes y los Bancos que “enlazaban” con esta industria b•sica eran dos: el Espa€ol de Cr„dito y el Urquijo; este ‡ltimo tenƒa tres Consejeros comunes en Altos Hornos y cuatro en Duro Felguera. De entonces ac•, y aparte las diferencias de participaci‚n en el porcentaje de producci‚n nacional, puede afirmarse que la estructura ha cambiado muy poco, y no para mejorar.

del proteccionismo estatal, de los salarios bajos, de la distribuci‚n del mercado y de los acuerdos sobre producci‚n y precios; son industrias antiguas, mal planteadas muchas veces, dotadas de utillaje arcaico en su mayorƒa; industrias de las que se han ido retirando beneficios a€o tras a€o sin afrontar nunca las necesidades de capitalizaci‚n y modernizaci‚n. Industrias, en una palabra, que no pueden arrastrar la eventualidad de un desarme arancelario.

Ahora bien, las industrias del carb‚n y del acero en Espa€a son, en lƒneas generales, industrias “de incubadora” que para no ser una excepci‚n, han medrado al amparo

Por eso – y aunque otra cosa griten los portavoces interesados – seguimos temi„ndonos que nuestros grupos financieros har•n cuanto est„ a sus alcances para impedir todo cuanto nos pudiera conducir a una incorporaci‚n europea, porque tienen invertidos en negocios de hulleras y de siderurgias varios miles de millones de pesetas y ese dinero se lo juegan y lo perderƒan en cuanto les fallaran las barreras aduaneras. Para poner esas industrias en situaci‚n de competencia serƒa preciso realizar ahora unos desembolsos de volumen parecido al que acabamos de indicar, y a‡n

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asƒ serƒan posiblemente antiecon‚micas por su defectuoso planteamiento. Entonces, si nos ponemos en el lugar de los interesados y tratamos de pensar con su mentalidad, podremos intuir sus reacciones y sus posibles decisiones.

maniobra colaborasen, consciente o inconscientemente, las fuerzas sociales de los trabajadores.

La primera “soluci‚n” que se nos ocurrirƒa serƒa Œc‚mo no! que el Estado cargase con el mochuelo. Habrƒa que intentar que fuera el Estado, con el dinero de los pobres contribuyentes, el que corriera en auxilio de los amenazados patrimonios financieros, el que les reembolsara su dinerito para que lo pudieran dedicar a m•s lucrativas empresas, la especulaci‚n de terrenos, por ejemplo. El Estado, el I.N.I. o el demonio; el caso es que alguien les quite de entre las manos unos negocios que ya queman. De ser asƒ, primero habrƒa que convencer al Estado mediante el uso de todas las armas posibles, desde la coacci‚n al chantaje, pasando por la argumentaci‚n razonada; podrƒa, incluso, buscarse la manera de que en la

Habƒa que argumentar, por ejemplo, que en la „poca de las consabidas “vacas gordas” el Estado no dej‚ lucrarse a las empresas. Suponiendo que esas “vacas gordas” sean la triste etapa del estraperlo de los productos, motivado por la escasez de los mismos y por el r„gimen de oligopolio que preside nuestros mercados, quiz• valdrƒa la pena alegar – por si resulta cierto – que tal vez las sociedades no se habrƒan beneficiado del estraperlo; mejor dicho, que seguro que no lo habƒan hecho, pero en cambio quiz• resultara aventurado afirmar otro tanto de los hijos, yernos, parientes o amigos de confianza de m•s de un consejero de Administraci‚n, pues cualquiera con memoria medio regular recordar• c‚mo en aquellos a€os brotaban cual hongos las tiendas de Suministros Industriales, por ejemplo, a la sombra de grandes empresas que no registraron en su contabilidad beneficio extra alguno por los mismos

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LIBERALISMO TOTALITARIO


productos que a sus propias puertas se vendƒan con escandaloso sobreprecios. Una vez m•s, y ahora en el terreno personal, e incluso en el seno mismo de las sociedades, cumplƒa el delito financiero del “si gano, gano yo y si pierdo, pierdes tu”. Por si fallase el intento de que el Estado saliera pagano y responsable, nos convendrƒa tener preparada otra posible salida. Y si nuestra mentalidad fuera tan torpe que no acertara a librarse de la rutina, pensarƒamos que una buena garantƒa serƒa volver a los sistemas que ya en el siglo XIX “nos” dieron tan buenos resultados: Restauraci‚n, gobiernos amables, proteccionismo a ultranza, liberalismo econ‚mico por parte del Estado..... . Con lo primero se podrƒa brindar a Inglaterra, ponemos por caso, el regalo de la jefatura del Estado que le cayese simp•tica; a cambio, Inglaterra podrƒa servirnos de apoyo en nuestro comercio exterior para colocar nuestros producci‚n cƒtrica y tal vez respaldarnos con la EFTA en una polƒtica proteccionista frente a los asaltos del MCE. El caso serƒa salvar, como fuera, los millo-

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nes de pesetas que se nos habƒan quedado dormidos en unas empresas que ya no tenƒan perspectiva de beneficios. Salvarlos, aunque el posible delito financiero bordeara ya el delito polƒtico de lesa patria. Pero, Œtantas veces han hecho eso a nuestro pueblo!.

Carlos Juan Ruiz de la Fuente. Madrid, 1.6.1964

(Nota: La soluci‚n que encontraron los capitalistas fue la internacionalizaci‚n de las empresas)

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III

El que ya ha pasado a denominarse “Grupo de economistas del “Arriba” estudi‚ bastante de las actividades monopolƒsticas, algunas de forma completƒsima, como hizo Guti„rrez Barquƒn en el caso del cemento. Carlos Mu€oz Linares public‚ un libro sobre el monopolio en la industria el„ctrica y un largo artƒculo sobre la afluencia de nuevas empresas. Fermƒn de la Sierra abord‚ algunas de estas cuestiones, desde el marco de las interconexiones empresariales. Yo he estudiado, creo que detenidamente, el monopolio en el mercado papelero. Ram‚n

Tamames, muy recientemente, ha puesto al dƒa bastantes de estos trabajos, ampli•ndolos con informaciones nuevas en torno a la industria del vidrio, del az‡car, el algod‚n, el l‡pulo, el petr‚leo, el tabaco y el trigo. Pero creo que no est• de m•s referirse a dos cuestiones directamente vinculadas con el capitalismo espa€ol. La primera, que gracias a un meritƒsimo trabajo de Amando de Miguel, titulado: “El empresario espa€ol como factor humano en el desarrollo econ‚mico”, es posible conocer otros enlaces y actitudes, hasta ahora no estudiados, que configuran nuestro capitalismo. En primer lugar, la gran cantidad de entidades que sirven para que los empresarios capitalistas acuerden polƒticas de tipo com‡n, evitando la competencia, reparti„ndose mercados, etc„tera. Son „stos, en la industria textil, 38; en la sider‡rgica, 6; en la metal‡rgica, 15; en la construcci‚n naval y transportes marƒtimos, 7; en la construcci‚n de maquinaria, 11; en la industria quƒmica, 13; en la alimentaci‚n, 15; de •mbito regional, 8; y otras, 21. Un porcentaje alto est• al margen de la Organizaci‚n Sindical y de las C•-

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LA DENUNCIA DE JUAN VELARDE

(Texto tomado de una conferencia pronunciada por el profesor Velarde Fuentes, catedr‚tico de la Universidad de Madrid, en 1962, en la “Tribuna Libre” del Circulo Josƒ Antonio de la capital de Espa‡a), reproducido en la revista “Sindicalismo”.


maras Oficiales de Comercio, Industria y Navegaci‚n. A trav„s de estos enlaces y de otros financieros, la industria espa€ola toda acaba representando un conjunto muy trabado. “En este grupo tan integrado aparecen ejes, estrellas y nudos muy visibles que forman, a su vez, grupos m•s homog„neos. Los ejes de esos grupos son empresas gigantes y Bancos”. De esta forma se crea un gran capitalismo, que Amando de Miguel desvela ante nuestros ojos en cuanto a su actitud. Algunos datos merecen destacarse. Por ejemplo, que la cualidad de “honestidad, honorabilidad, fidelidad a la palabra dada”, que aparece en principio propia del empresario, se anuncia como fundamental en las empresas peque€as y medias y poco en las grandes. Este grupo dirigente es, además, fuertemente cerrado. El 74 por 100 de sus padres pertenecía ya al mismo y ninguno de

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sus progenitores fue obrero agrícola o industrial, o funcionario. Más de la cuarta parte de estos padres estaban ya en la misma empresa y un 6 por 100 más, en empresas similares. El estudio de los abuelos ratifica, evidentemente, esta escasa movilidad social, que se acrecienta por el hecho de que a las grandes empresas españolas suelen entrar a dirigírselas ya por los escalones superiores. Por otro lado, los hermanos suelen vincularse fuertemente entre sí. Dato interesante, complementario, es que los altos empresarios duran más al frente de sus empresas que los medios. También merece destacarse que el mayor porcentaje de los suegros de los grandes dirigentes de nuestro capitalismo está constituido por terratenientes, siguiendo en el porcentaje el de otros empresarios. Surge así un enlace grancapitalismo-latifundismo que se refuerza por el hecho de que en Levante y Andalucía, concretamente, el 25 por 100 de los grandes capitalistas se han hecho también de grandes fincas.

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Dada la vinculación en torno a los grandes bancos, confirmada por todos los investigadores, procuré profundizar algo más en la cuestión. Para el año 1957, y, desde luego, por defecto, el gran capitalismo español agrupado en torno a los seis grandes Bancos, podía descomponerse así: El grupo centrado en el Banco Español de Crédito, integrado por 19 miembros en su Consejo de Administración, controlaba 203 Empresas con un capital desembolsado de 32.372 millones de pesetas; el Banco de Bilbao, con 25 consejeros, controlaba 147 Empresas, con 21.954 millones de pesetas; el Banco Hispano Americano, con 18 consejeros, 133 Empresas con 18.903 millones, y el Banco Urquijo, con 18 consejeros, 145 Empresas, con 11.798 millones de pesetas. Lo que supone que, a través, pues, de 124 consejeros, se vinculan 696 Empresas, que suponen el 49,4 por 100 de los capitales de las sociedades todas de España.

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Para 1960, tomando la misma base, el dominio grancapitalista se acentúa, el grupo centrado en el Banco Español de Crédito, con 19 consejeros, controla 197 Empresas con 45.575 millones de pesetas; el Banco de Bilbao, 24 consejeros, 175 Empresas con 20.104 millones; el Banco Hispano Americano, 17 consejeros, 133 Empresas, con 33.308 millones; Banco Central, con 29 miembros en el Consejo de Administración, 176 Empresas, con 26.636 millones; el Banco de Vizcaya, con 24 consejeros, 135 Empresas, con 43.400 millones; y el Banco Urquijo, con 18 consejeros, 135 Empresas, con 33.178 millones de pesetas. En total, 130 personas controlan 745 Empresas con 106.328 millones de pesetas del capital desembolsado.

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El porcentaje de control sube hasta el 56,4 por 100 y ESTO EN TRES A•OS....... , Juan Velarde Ex Decano de la Facultad de Ciencias Econ‚micas de la Universidad Complutense.

IV

EL CAPITALISMO ES CULPABLE DE LA LUCHA DE CLASES

Cuando leƒ el n‡mero 1 de SINDICALISMO me sorprendieron los titulares de la primera p•gina que decƒan: “El Capitalismo es culpable de la lucha de clases”. Aquello me hizo pensar bastante. Recuerdo que el peri‚dico decƒa textualmente: “No es el marxismo el culpable principal de la lucha de clases, sino el capitalismo”. “Es el sistema empresarial capitalista el que la provoca con la injusticia de sus f‚rmulas de relaci‚n de trabajo”. La cosa es bastante grave; la aclaraci‚n es terminante. Pero en el n‡mero 4 lo vƒ todo a‡n con m•s claridad cuan leƒ y releƒ el texto del discurso del Papa a los empre-

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sarios italianos. ‰Os acord•is de lo que decƒa?... . “... pero es un hecho que el sistema econ‚mico – social, creado por el liberalismo manchesteriano y que todavƒa perdura en el criterio de la unilateralidad de la posesi‚n de los medios de producci‚n, de la economƒa encaminada a un provecho privado prevalente, no trae la perfecci‚n, no trae la paz, no trae la justicia, si continua dividiendo a los hombres en clases irreductiblemente enemigas...”. Evidentemente, la lucha de clases es la consecuencia l„gica del sistema capitalista imperante. Josƒ Antonio Primo de Rivera dec…a: “Hay que desarticular el sistema capitalista, dentro del cual no hay soluci„n para, los problemas sociales, PORQUE ES ŽL QUIEN LOS CREA O LOS AGUDIZA”. Los poderosos tienen la sart„n por el mango y los trabajadores ‰qu„ han de hacer? ‰Tendr•n que soportar pacientemente su situaci‚n, que en un riguroso liberalismo

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capitalista deber• corresponder a posiciones limite, es decir: que deber•n percibir los salarios m•s bajos que puedan aceptar con los rendimientos m•s altos, por hombre, que se les puedan sacar?. Lo l„gico y lo humano es que los trabajadores luchen en su empresa, en la calle, donde sea, por un aumento de su nivel de vida, por una reducci„n de la jornada laboral, por una mejora creciente de las condiciones de trabajo. Pero, como se desprende del propio planteamiento capitalista, estas aspiraciones est‚n en abierta contradicci„n con los prop„sitos y deseos de los empresarios. ˆQuƒ ha de pasar?. Ah… se gesta la lucha de clases que puede llegar a sectores m‚s amplios, de m‚s amplia trascendencia popular. Bien es verdad que esta realidad es un factor din‚mico revolucionario pero es independiente de la existencia de movimientos ideol„gicos que traten de aprovecharla.

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Alg‡n ingenuo pens‚ que metiendo a los trabajadores y a los empresarios, al menos te‚ricamente, en los jurados mixtos de los actuales Sindicatos, todo quedarƒa resuelto, y que del di•logo, surgirƒa la hermandad, la armonizaci‚n del capital y del trabajo y la paz social. Un amigo mƒo dice que esto es igual que si metemos a un perro y a un gato dentro de un saco, y levantamos el saco alegremente diciendo: ‰Veis?. Ya est•n juntos, ya est•n unidos. En el libro titulado: “La Conquista de la Libertad”, Emilio Romero, uno de los m•s veteranos dirigentes sindicales actuales de la lƒnea polƒtica, decƒa en 1951: “La lucha de clases est• viva. Lo que ocurre ahora es que es sorda.... Se ha arrancado de sus antiguas asociaciones de clase a obreros y a patronos y se les ha instalado en una sola organizaci‚n y en una sola casa. En cuanto se han visto, en cuanto se han sentido, han estimado que debƒan

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seguir peg•ndose. Por lo menos en donde el oportunismo no ha cerrado el paso a la sinceridad. ‰Pero es que podƒa esperarse otra cosa?. ‰Si no se han atacado los fundamentos de la lucha, qui„n podƒa esperar que se abrazaran?”. Y esto era en 1951. Desde entonces ha corrido mucha agua bajo los puentes. Los empresarios se han radicalizado en sus posiciones de clase, y los trabajadores han madurado ya, en muchas regiones y est‚n madurando en todos los sitios a marchas forzadas. En estas condiciones, solo hay dos soluciones: o dejar que ambos peleen en la lucha de clases, que el sistema capitalista impone, o hacerle caso a Josƒ Antonio que dijo: “Hay que tener el valor de desmontar el capitalismo, desmontarlo por aquellos mismos a quienes favorec…a si es que de veras quieren evitar que la revoluci„n comunista se lleve por delante los valores religio-

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sos, espirituales y nacionales de la tradici„n”. Si lo quieren – a‡ad…a -, que nos ayuden a desmontar el capitalismo, a implantar el orden nuevo”. Pero, como por lo que puede verse, a nadie interesa en nuestro pa…s, “implantar el orden nuevo” y si reforzar y mantener el viejo, entonces hay que llamar a las conciencias honradas, que puedan existir, para decirles: Por lo menos, dejad a los obreros que organicen sus ejƒrcitos con la seguridad de que, m‚s tarde o m‚s temprano, los trabajadores terminar‚n por conquistar estos derechos que ahora se les niegan.

V

ÁNGEL PESTAÑA Y JOSÉ ANTONIO PRIMO DE RIVERA

Unos meses antes de que Jos„ Antonio Primo de Rivera pronunciara en Madrid el discurso fundacional de la Falange, ˆngel Pesta€a decidƒa la fundaci‚n tambi„n de un nuevo partido que respondƒa a las m•s aut„nticas inquietudes de los dirigentes sindicalistas. En el mes de abril de 1933 – cuenta Garcƒa Venero -, ˆngel Pesta€a fund‚ el Partido Sindicalista. Dƒa por dƒa, el secretario de la C.N. de T. Habƒa ido estableciendo su desacuerdo con la preponderancia en la organizaci‚n – clandestina durante la Dictadura – de la reci„n creada Federaci‚n Anarquista Ib„rica. “La decisi‚n tomada por ˆngel Pesta€a en 1933 – contin‡a diciendo el autor de

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la Historia de los Movimientos Sindicalistas espa€oles – tuvo su origen en los movimientos revolucionarios de diciembre de 1931 enero y febrero de 1932”. La incapacidad de los dirigentes confederales para una acci‚n revolucionaria eficaz le llev‚ a un apartamiento progresivo y radical de las filas de la C.N.T. Ramiro Ledesma Ramos, comentando los intentos subversivos de 1931, decƒa que la C.N.T. no contaba con un equipo de diez o doce hombres con capacidad de conductores ni de organizaci‚n. La C.N.T. – a€adƒa el fundador de las JONS – no contaba m•s que con esa capacidad elemental y primitiva, muchas veces heroica, de sus militantes pero sus hombres, por vicio y defecto inexorable de la ideologƒa anarcosindicalista, eran entonces, y lo han sido siempre, en absoluto incompatibles con una t„cnica revolucionaria eficiente”. En los primeros meses de 1933, y mientras la FAI lo seguƒa por todos los rincones, vigilando cada uno de sus pasos, ˆngel

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Pesta€a recorri‚ las Vascongadas, Santander, Asturias y Galicia, conversando con sus antiguos y leales camaradas de la Confederaci‚n, discutiendo con ellos su proyecto, de creaci‚n de un movimiento polƒtico que fuera algo m•s que un simple instrumento de defensa y reivindicaci‚n sindical, no una agrupaci‚n de masas, sino un disciplinado y riguroso grupo de militantes que pudieran construir un orden nuevo que sustituyese al ordenamiento econ‚mico-social capitalista y garantizase la dignidad humana y la libertad. Muchos de sus antiguos camaradas desconfiaban de la eficacia de sus planes, pero hubo muchos que le comprendieron y le siguieron cuando decidi‚ la fundaci‚n p‡blica, en abril de 1933, de su Partido Sindicalista. Por aquel tiempo, Pesta€a leƒa mucho a los “guildistas” brit•nicos y a los sindicalistas franceses, coincidiendo en ello con Jos„ Antonio Primo de Rivera, y enlazando en ese plano con Ramiro de Maeztu. De ahƒ

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que a nadie puedan extra€ar ciertas interesantes coincidencias.

m•s digna y m•s humana que lo es hasta el presente.

En Barcelona, y en marzo de 1934, se da a conocer el programa y los estatutos del Partido Sindicalista. En ellos resumƒa el antiguo Secretario y lƒder indiscutible de la CNT sus ideas:

“Y ha fracasado tambi„n, porque a medida que afirmaba la potencia polƒtica del Estado, rode•ndolo de organismos e instituciones que lo hacƒan poco menos que invencible, al hombre le se€alaba la ruta del individualismo econ‚mico y del individualismo polƒtico, sin precaver que la dualidad del sistema que creaba provocarƒa una formidable y enconada lucha de intereses tan formidable que solo a trav„s de dificultades sin cuento la puede el hombre entrever y concebir...

“El fracaso de la economƒa, de la polƒtica y de la democracia burguesas es un hecho tan evidente que no puede negarse ya... .El r„gimen burgu„s ha fracasado porque no ha sabido resolver la enorme contradicci‚n que resulta de que cuantas m•s riquezas se crean, multiplicando en cantidades verdaderamente maravillosas los productos que han de satisfacer las necesidades todas de los seres humanos, no solo no pueden satisfacerlas, sino todo lo contrario, puesto que el malestar y la miseria aumentan de la misma proporci‚n, o en proporci‚n mayor, si cabe, a como aumentan los medios que permitirƒan satisfacer esas necesidades, haciendo que la vida fuese

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“La soluci‚n que trae el Partido Sindicalista puede condensarse en muy pocas palabras. Se resumen asƒ: “No se encontrar• soluci‚n adecuada a ning‡n problema polƒtico si no se resuelven al mismo tiempo los problemas econ‚micos mediante una mejor organizaci‚n en la producci‚n y en la distribuci‚n de las riquezas y la toma del poder econ‚mico y del poder polƒtico por las clases productoras. En consecuencia, lo

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primero que hace falta es imprimir nueva direcci‚n a la economƒa. Y como la economƒa actual es una economƒa de tipo individualista y ha fracasado, ha de irse hacia una economƒa de tipo colectivo, en la que el esfuerzo de cada hombre, unido al esfuerzo de los dem•s en la fuente misma de la producci‚n, enriquezca a la colectividad y al individuo, simult•neamente, como natural y obligada resultante. “Consecuentes con este prop‚sito, trabajaremos porque se establezca una economƒa colectiva, pues, orientada la actividad de los individuos hacia una economƒa de ese tipo, lo polƒtico y lo social, que dependan fundamentalmente y, absolutamente de lo econ‚mico, tomar•n esta misma direcci‚n, ya que serƒa inconcebible una polƒtica de tipo individualista en un paƒs de economƒa colectiva. ‰Cu•les ser•n, pues, las instituciones y organismos sobre los que el Partido Sindicalista cree necesario afianzar esa organizaci‚n social futura, una vez hayan triunfado

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las clases productoras y destruido el Estado y el capitalismo burgu„s?. Sobre tres exclusivamente: Los sindicatos, que tomar•n a su cargo la organizaci‚n de la producci‚n; las cooperativas, que se encargar•n de la distribuci‚n, y los municipios, que ser•n el ‚rgano de la expresi‚n polƒtica de la transformaci‚n social a que aspira el Sindicalismo. En consecuencia, pues, el Partido Sindicalista impulsar• la organizaci‚n sindical, la organizaci‚n cooperativista y la organizaci‚n municipal...”. Estas y otras cosas por el estilo decƒa aquellos dƒas el relojero de las Ramblas barcelonesas. Claro est• que las decƒa cuando podƒa. Recuerdo perfectamente un mitƒn en el que debƒa hablar. Sus antiguos compa€eros de la C.N.T., los hombres de la F.A.I., y del Partido Comunista infiltrados en ella, perfectamente organizados, interrumpieron sistem•ticamente estruendosamente cada vez que Pesta€a empezaba su oraci‚n. Hubo que suspender el acto y yo me qued„ sin escucharle.

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Mientras tanto, Jos„ Antonio Primo de Rivera, que recogƒa de Ramiro Ledesma una penetrante preocupaci‚n por los hombres formados en la C.N.T., seguƒa con atenci‚n cada palabra y cada gesto de ˆngel Pesta€a. Y con „l aquella figura ejemplar que fue Julio Ruiz de Alda. El 3 de mayo de 1935, ante una gran concurrencia, dio Jos„ Antonio una conferencia sobre Sindicalismo en el local de la Falange barcelonesa. Seg‡n ha contado Luis Santamarina, al Jefe Nacional de la Falange “le entusiasmaba sobre todo, la enorme solera sindical de Barcelona, en la cual cifraba una esperanza magnƒfica... .Verdaderamente - continuaba Santamarina -, era muy fundada su esperanza.

Todo hace suponer que Jos„ Antonio Primo de Rivera confiaba en la captaci‚n de ˆngel Pesta€a y esto, sin duda alguna, habrƒa significado una aportaci‚n de primera categorƒa al movimiento obrero falangista. Sin embargo, las gestiones fracasaron finalmente. Si hubieran dispuesto de m•s tiempo para el di•logo y la negociaci‚n, la incorporaci‚n de Pesta€a a la Central Obrera Nacional Sindicalista se habrƒa producido. Pero los acontecimientos, se llevaron con furia muchas cosas.

Las cosas iban por muy buen camino y solo la falta de tiempo, la tr•gica forma en que se precipitaron las cosas, nos impidi‚ conseguir, por entonces, nuestro ambicioso objetivo de incorporar plenamente unas masas disciplinadas y aguerridas...”.

La ‡nica y decisiva entrevista entre ˆngel Pesta€a y Jos„ Antonio Primo de Rivera se celebr‚ en septiembre y octubre de 1935, en un restaurante del Tibidabo barcelon„s. La habƒa gestionado el jefe provincial falangista Roberto Bassas. Comieron juntos Pesta€a y Primo de Rivera, con los dirigentes falangistas: Camilo Olcina y Luis Aguilar Sayaleiro. Camilo Olcina era el primer dirigente cenetista que habƒa pasado a la Falange, por obra de Julio Ruiz de Alda, desde el preciso instante fundacional. Cono-

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cía bien a los sindicalistas de Barcelona y era buen amigo de Pestaña. A los postres, los dos líderes se quedaron solos y conversaron largo rato. La despedida fue cordial y amistosa, pero no hubo acuerdo. Diferencias no fundamentales les impidieron la unidad.

En la misma línea de preocupaciones, José Antonio Primo de Rivera se manifestó siempre también, incluso en los momentos decisivos de su defensa en Alicante. Pestaña y José Antonio murieron separados cuando quizá hubieran podido pelear juntos por la Justicia y la Libertad.

Posteriormente, en varias ocasiones, ambos dirigentes sindicalistas intercambiaron sus ideas por carta. Pero....

C.L.Maestu.

En las elecciones de febrero de 1936, el Partido Sindicalista forma parte del Frente Popular y finalmente sus hombres se alinean en el bando rojo, durante la guerra española. En aquellos días trágicos, sin embargo, centenares de falangistas encontraron refugio comprensivo en las organizaciones de Pestaña y salvaron con ello, sus vidas. En 1938, fallecía en Valencia el líder barcelonés, un hombre que había intentado construir un orden sindicalista en España.

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VI

BANDERA SINDICALISTA RESUMEN DE LAS CHARLAS EN LA “BALLENA ALEGRE”

1. Creemos que Dios no hizo la Tierra para que fuera la propiedad particular de unos pocos, sino para beneficio de todo el género humano.

positivo, un derecho establecido por los hombres y que los hombres pueden modificar también. 2. La actual empresa capitalista de producción económica responde al planteamiento inmoral de la propiedad. El Papa Paulo VI lo ha denunciado en el discurso dirigido a los empresarios italianos. Por ello, se impone la urgente modificación de las leyes, de acuerdo con la moral cristiana y según la doctrina sostenida por los sindicalistas en ciento cuarenta años de lucha de los trabajadores.

Creemos que la propiedad privada sólo se concibe con una finalidad ordenadora, para evitar la anarquía en el uso de los bienes, pero nunca como monopolio egoísta de unos pocos. La propiedad privada sólo se justifica por el cumplimiento de una función social. Aquel detentador de bienes que crea que son para su exclusivo beneficio particular, y se manifieste indiferente al problema de los demás y al beneficio que podría compartir con sus prójimos, carece de justificación moral suficiente: su propiedad privada no tiene más respaldo que el del derecho

3. En la relación de trabajo, primero fue la esclavitud: después, la servidumbre y hoy el salariado. Rechazamos el régimen actual de relaciones laborales por injusto e inmoral. No es que el salario sea justo o injusto porque permita mantener un nivel de vida más alto o más bajo. El salariado es siempre injusto. Representa la entrega de un hombre, la venta o el alquiler de un hombre a otro para ser utilizado con fines instrumentales. No es el producto del trabajo personal lo que se vende sino el propio trabajo

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humano. Los hijos de Dios y los hermanos de Jesucristo se alquilan a otros hombres en una de las operaciones más semejantes a las que caracterizan a la prostitución femenina. 4. José Antonio Primo de Rivera y todos los sindicalistas le han negado siempre la propiedad al capital. El capital es un instrumento para la producción económica, igual que lo puede ser una máquina. Los propietarios del capital, al menos en una etapa de transición, serían solo propietarios del capital, pero nunca deben serlo de la empresa. Carlos Juan Ruiz de la Fuente, decía que al capital había que negarle el derecho de propiedad empresarial y que, en el mejor de los casos, sólo tendría derecho a una renta.

presa debe ser de los que la trabajan y sólo de los que la trabajan, sin que ningún otro factor ajeno a ella deba intervenir en las decisiones de esta agrupación de hombres unidos por la comunidad de vida, de ilusiones y de intereses. Todos serán socios y desaparecerá para siempre el enfrentamiento clasista actual. 6. Trabajador es todo aquél que vive de su trabajo y no del trabajo de los demás, cualquiera que sea su categoría, cualquiera que sea la importancia de la tarea que cumple en la organización empresarial. Desde ingeniero o director hasta pinche o aprendiz son todos trabajadores, aunque hoy haya muchos que, en jerarquías de mando, se prestan a ser instrumentos de explotación inmoral de sus compañeros, traicionando a los demás trabajadores, de una empresa.

5. Negado el derecho de propiedad al capital y denunciada la inmoralidad del salariado, sostenemos que la empresa debe ser una comunidad organizada para la producción económica. Junto a los sindicalistas de todos los tiempos, sostenemos que la em-

7. José Antonio Primo de Rivera decía que a los quince días de llegar al Poder, nacionalizaría la Banca. Pues bien, nosotros creemos en la necesidad de la plena nacionalización de los servicios bancarios.

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8. Aceptando las enseñanzas de la organización capitalista para el mejor aprovechamiento de los bienes en las diversas etapas de la producción, sostenemos la necesidad de organizar escalonadamente la economía por ramas económicas. Ya no habrá patronos y obreros. Los representantes de las empresas, representarán a todos y, principalmente, los intereses económicos comunes. En la cumbre de esta democracia económica deberá organizarse un poder para dirigir la planificación de la producción, disciplinar la organización del trabajo y mantener la cohesión interna en beneficio de todos. 9. Pero, ni las empresas ni esta organización de la economía serán estatales sino privadas. Se constituirán al amparo de las leyes especiales dictadas para ellos y de la legislación general del país, cuyo cumplimiento debe vigilar y garantizar el Estado. 10. Creemos que esta organización de la producción puede englobar a la minería y a

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la industria con las limitaciones que el interés general aconseje, pudiendo existir también empresas estatales, y empresas mixtas, y hasta empresas individuales y familiares, pero todas ellas deben basarse en el derecho de propiedad, que individual y comunitariamente tienen los que en ellas trabajan. 11. Creemos que una organización similar debe concebirse para la producción agrícola y ganadera. Igualmente, deberá organizarse una amplia organización cooperativista de los consumidores. Así, aunque no se llegue a una corporativización total del comercio de los productos, especialmente los del consumo, pueden convenirse amplios acuerdos entre la federación de sindicatos de producción industrial y las organizaciones de consumidores, e igualmente con las corporaciones de productores agrícolas y ganaderos, abaratando los productos, suprimiendo los márgenes de los actuales intermediarios y garantizando la colocación de una producción sin despilfarros ni abusos.

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12. Creemos los sindicalistas, con José Antonio Primo de Rivera, que el Estado debe reservarse los supremos resortes del poder político, el ejercicio y defensa de la soberanía, y educación del pueblo, y de la atención y regulación de los demás sectores de la vida nacional. El hombre no es solo un miembro de la comunidad económica. José Antonio Primo de Rivera decía que primero pertenece a una familia, que es la célula básica de la sociedad. Desde ella, por un lado, se inserta en el mundo de la producción económica, a través de la empresa y del sindicato. Por otro lado, se vincula al mundo de la sociedad política, a través del municipio, a través de la comunidad municipal. El Estado debe armonizar en la cumbre los intereses, realizar la conjugación de aportaciones, de cada uno de los hombres y de todos, proyectadas por su doble condición de miembros de una organización económica y de integrantes de una comunidad política.

secta. Patrocinamos un sistema de libertad, de participación plena de todos los hombres en la dirección de su país, tanto en lo económico como en lo político.

13. Repudiamos cualquier régimen de dictadura, bien sea de clase, de partido o de

16. Creemos que los españoles han dado siempre un sentido dinámico a su unidad

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14. Queremos que la cultura se organice en beneficio de todos y con igualdad para el pleno aprovechamiento de las posibilidades que Dios ha concedido a cada hombre. El ascenso a las categorías superiores de la cultura y de la dirección de la sociedad debe estar regulado, por las posibilidades personales y nunca por la capacidad económica de los hombres y sus familias. 15. El Estado y la sociedad deben asumir la responsabilidad de proteger la creación artística, musical y literaria, la investigación científica, técnica y filosófica. Los hombres de vanguardia en el mundo de la cultura deben contar con la garantía económica y el respeto social suficiente para el ejercicio de su magisterio.


polƒtica. La gran empresa de la Reconquista les congreg‚ y les polariz‚ durante siglos. La conquista y civilizaci‚n de Am„rica, y la defensa de la unidad espiritual europea, conservaron reunidos a los espa€oles por encima de sus diferencias nacionales o regionales, por encima de su diversidad racial y cultural. La derrota europea y la revoluci‚n burguesa americana, con la p„rdida final en el 98 de Cuba y Filipinas, dejaron a Espa€a sin la justificaci‚n din•mica suficiente que Jos„ Antonio Primo de Rivera define como “la unidad de destino en lo universal”, es decir, sin Patria, sin empresa unitaria para todos los espa€oles. Asƒ han surgido tantos intentos fracasados de replanteamiento nacional, tantas dificultades separatistas, tantas luchas partidistas, como han destrozado a la sociedad espa€ola en los ‡ltimos cien a€os. Espa€a est• sin Patria y los sindicalistas levantamos ahora una bandera capaz de unir a todos: la de la justicia social, la de la Revoluci‚n Sindicalista Mundial. Las soluciones que patrocinamos son v•lidas para todos los pueblos, para todos los hombres. Frente a la explotaci‚n capita-

lista laboral y la dictadura estatal comunista, levantamos la bandera mundial de la liberaci‚n del hombre. Creemos que si los espa€oles son capaces de luchar con pasi‚n frƒa y de realizar una Revoluci‚n, su mensaje, su experiencia, la colocar•n a la vanguardia del mundo, como guƒa y esperanza de los trabajadores de todos los continentes. Esta serƒa nuestra Patria de hoy, la gran empresa unificadora, superadora de todas las diferencias de los espa€oles, la gran tarea que justificarƒa la existencia actual de Espa€a.

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Narciso Perales. Patricio G. Canales. Ceferino Maestu.


VII

LOS TRABAJADORES Y LOS ESTUDIANTES.

(A finales del curso pasado, en el sal‚n “La Ballena Alegre” de Madrid, se celebraron tres reuniones universitarias. A las tres, acudi‚ un grupo importante de estudiantes, de las diversas tendencias existentes, que aceptaron la invitaci‚n al di•logo abierto de los sindicalistas. En la primera de esas reuniones, hicimos la exposici‚n que a continuaci‚n publicamos y que sirvi‚ de base para dos interesantƒsimos coloquios).

sustituyen con dedicaciones y preocupaciones personales inmediatas; por la familia, por los hijos, por el trabajo, por la profesi‚n, por los negocios y hasta por el f‡tbol o los toros. M•s tarde, cuando el hombre ha jugado su papel y lo ha agotado, vuelve a sentir el vacƒo y suele buscar a Dios para llenarlo o se pierde en la nostalgia ideal del pasado, de ese pasado que, para ellos, siempre fue mejor.

El hombre necesita de un fuerte ideal que le mantenga en pie, que justifique su vida. Hay etapas en las que se siente con m•s fuerza esta necesidad. Casi siempre coinciden con la juventud y con la vejez. En los a€os juveniles nada impide que esa necesidad vital se imponga, y llene por entero. Despu„s, esa exigencia de ideal muchos la

Ahora, dicen muchos que la juventud es apolƒtica. Afirman que lo es la juventud estudiantil, en general, y que lo son los trabajadores. Pero lo son por que no han encontrado a‡n el gran ideal por el que merezca la pena luchar, por el que merezca la pena sacrificarse y que llene por entero su necesidad vital de justificar la vida que Dios nos dio. Quiz• nadie se lo ha propuesto, quiz• nadie se lo ha presentado con la dignidad, la limpieza y la generosidad necesarias. Todas las grandes banderas idealistas fueron alzadas, en lo religioso o en lo polƒtico, por hombres que trataban de encarnarlas. Y el impacto sobre su pueblo no ha

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sido tanto el impacto de sus ideas como de su conducta al servicio de ellas. José Antonio Primo de Rivera es una buena muestra. Los hombres luchan, se sacrifican por un ideal político, cuando ven que otros luchan y se sacrifican, y hasta mueren por ese ideal. Para llenar ahora este vacío de juventud en la vida política, son muchos los que se empeñan en proponerle posturas negativas, mitos desmontados por la experiencia histórica, tácticas desacreditadas. Todos se quedan en aspectos no fundamentales de la gran problemática española. Por eso no logran atraer a las grandes masas universitarias; por eso no logran abrir brecha en el escepticismo general. Así está la Universidad española, o la Universidad de Madrid, con cerca de cuarenta mil alumnos. Ninguno de los que se agitan en ella, bien del Movimiento, bien de la oposición al Régimen, logran movilizar más que a un pequeño número de estudiantes, pero es más, no cuentan tampoco con la adhesión ni la

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simple aprobación de la mayoría de los universitarios.¿Puede darse fracaso mayor?. Quizá esto debiera hacer meditar a todos los que actúan en la universidad o en otros sectores juveniles. Si la Juventud necesita de un gran ideal ¿por qué nadie acierta a proponérselo?. DOS CAPITALISMOS Después de la guerra española, hemos vivido una larga etapa de transición. Los veinticinco años de paz debieron ser veinticinco años de transformación radical del país, de solución de los grandes problemas. En el fondo, estos años han sido estrictamente de inmovilismo, de apagamiento progresivo de ideales y de idealistas. Como consecuencia; se ha producido esta situación elementalmente confusa, de la que unos quieren ahora salir reproduciendo las situaciones de-preguerra, manteniendo el

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orden p‡blico actual, o buscando el golpe que imponga la “dictadura” del proletariado. Pero los pueblos tienen un olfato especial para adivinar los vientos que soplan. Por eso, las cosas que unos y otros les dicen no les entusiasman. Les despiertan dudas e inquietudes, pero no les ponen en marcha. Quiz•, en una coyuntura propicia, les acepten como la salida mejor y hasta lleguen a morir por ella. Y esto es lo grave, porque todos ellos representan callejones sin salida, en los que nunca se ver•n satisfechas las milenarias y actuales ansias de Justicia y de Libertad. Hoy, el mundo se debate entre dos capitalismos: el capitalismo liberal y el capitalismo marxista. Ambos manejan criterios y filosofƒas similares, ambos buscan para los hombres el paraƒso en la Tierra, un horizonte interminable de satisfacciones como justificaci‚n de unas vidas. Entre ambos, andan los inestables socialistas, que quieren ser, como dicen los castizos, “chicha y limon•”, y los dem‚cratas cristianos que, sin

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programas definidos, se mueven t•cticamente, con espƒritu de tap‚n, y se ven obligados a pactos con otros grupos polƒticos o a la realizaci‚n de programas ajenos. Pero todos, como he dicho, creen en el sistema capitalista, creen que no hay otro orden que este materialista, que aplasta y olvida al individuo, que basa todo no en el hombre sino en factores instrumentales, aunque otra cosa puedan proclamar. Frente a unos y a otros, desde hace ciento cincuenta a€os, los trabajadores, los desposeƒdos, los proletarios, los asalariados, han estado intentando defender el gran ideal del hombre. En un largo proceso hist‚rico, tachonado de tragedias, de fracasos, de luchas heroicas, de formulaciones incluso disparatadas, han ido precisando una doctrina que es el Sindicalismo y que encuentra en nuestra Patria, tras la aportaci‚n de Ramiro de Maeztu, en su etapa de “malo”, all• por 1913, las formulaciones de vanguardia de ˆngel Pesta€a y de Jos„ Antonio Primo de Rivera, sobre todo.

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LA LIBERTAD Y LA JUSTICIA Los sindicalistas no creemos en el orden capitalista y sostenemos que hay que desmontarlo sin piedad, en busca de un sistema de Justicia y de Libertad. Consideramos que la propiedad es un derecho que s‚lo se justifica por el cumplimiento de un fin social, afirmamos que el salario es la f‚rmula moderna de la esclavitud del hombre y sostenemos la imperiosa necesidad de sustituirlo por f‚rmulas de asociaci‚n para el trabajo; sostenemos que el capital no puede tener m•s que un valor instrumental y no le asignamos derecho alguno en la propiedad de las empresas; creemos que hay que terminar con el dualismo de patronos y de obreros, de empresarios y de asalariados, para integrarlos a todos como miembros de una comunidad de trabajo para la producci‚n econ‚mica; consideramos que la economƒa debe organizarse por los hombres vinculados a ella en forma independiente del Estado, de acuerdo con las leyes; sostenemos que el Estado debe descargar en la sociedad gran parte de sus actuales funciones

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de orden econ‚mico, debiendo actuar en este campo solo como •rbitro en los conflictos y como vigilante del cumplimiento de las leyes; no somos partidarios de un r„gimen de dictadura sino de libertad; de participaci‚n, dentro del nuevo orden en el que todos puedan actuar en plena igualdad; no nos oponemos a ninguna conquista del hombre y tratamos de exaltar su respeto y dignidad como ser portador de valores eternos. Los sindicalistas tratamos de colocar al hombre en el sitio que le corresponde, desmontar el despojo realizado por los fuertes, los aprovechados, los “listos”, en beneficio particular y en perjuicio de la sociedad. El famoso C‚digo de Malinas, patrocinado por el santo Cardenal Mercier, en 1920, y que sigue constituyendo uno de los documentos de vanguardia del pensamiento social, decƒa, entre otras cosas: “Los bienes materiales de este mundo est•n destinados por la Providencia divina, en primer lugar, a la satisfacci‚n de las necesidades esencia-

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les de todos”. Dios no hizo el mundo para unos pocos sino para todos y cuando unos pocos han hecho de „l una propiedad particular, en beneficio solo de ellos, est• perfectamente justificado, moralmente, todo movimiento que trate de restablecer el orden natural. En Espa€a, por ejemplo, seg‡n los estudios realizados por el Profesor Juan Velarde, el 49,5 del capital de las empresas espa€olas est• controlado por 124 consejeros.

mos de acabar con la esclavitud del salario, la trampa de la lucha de clases y dibujamos el horizonte del nuevo orden, se entusiasman.

UNA BANDERA PARA TODOS

Jos„ Antonio Primo de Rivera decƒa que la vida no merece la pena de vivirse si no es para quemarla en el servicio de una empresa grande. Pues bien, he aquƒ la gran empresa cristiana y humana de servir a los dem•s, que puede llenar todas las exigencias: la de servir a nuestro pueblo con el Sindicalismo.

Frente a las banderas mezquinas y enga€osas que se alzan por ahƒ, por encima de traiciones, de las trampas tendidas durante a€os, de las confusiones, los sindicalistas volvemos a levantar nuestra bandera. Y cuando decimos que no queremos una dictadura sino un r„gimen de libertad, nuestro pueblo abre los ojos y escucha; cuando afirmamos que las empresas, los campos, todos los centros de producci‚n econ‚mica deben ser solo de los que los trabajan, encienden la esperanza; cuando les habla-

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Esta si que puede ser una gran bandera para la juventud actual, la de encender la luz de la esperanza en nuestro pueblo, y la de luchar porque la esperanza se haga realidad, previa destrucci‚n del orden capitalista.

Algunos dir•n que en un mundo de intercambios y de interconexiones y dependencias no se puede hacer nada al margen de las corrientes internacionales. Estamos de acuerdo. Por ello, aceptando el concepto

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de Patria que José Antonio formula en la línea del pensamiento de Ortega y de Morente, sostenemos una vez más que la Patria es la unidad de destino en lo Universal. Así, en ciertos momentos, encontramos en la Reconquista, en el Descubrimiento y Civilización de América, o en las guerras religiosas de Europa, la razón patriótica, la unidad de destino en lo Universal. Ahora, volveríamos a encontrar el ideal capaz de unir férreamente a todos los españoles en el servicio a la Patria, realizando nuestra revolución sindicalista o luchando abiertamente por ella y proponiéndola a todos los pueblos del mundo como solución al dilema de los dos capitalismos materialistas.

de la sociedad, el mantenimiento de las actuales estructuras y sistemas o el replanteamiento radical; la continuación de la explotación y de la injusticia, o la liberación popular. Y los jóvenes universitarios están peor preparados porque llegan a los centros de enseñanza superior faltos de una vivencia de los grandes problemas españoles, con el espíritu de clase recibido familiarmente, ambientalmente, con enormes prejuicios y desconocimientos.

Los jóvenes trabajadores están perfectamente preparados para comprender este ideal; los jóvenes universitarios quizá no tanto, pero su responsabilidad es mayor y esto debe preocuparles, ya que ellos tienen en sus manos, cara al futuro, como dirigentes en preparación

Ahí tenéis, si miráis a nuestro pueblo, que en realidad existen dos Españas, como dos colectividades de españoles que conviven, comparten un tiempo y un espacio, sin que sus miembros lleguen a mezclarse, por regla general. Los hijos de los trabajadores van a las escuelas nacionales o no van a ninguna; los hijos de las clases llamadas acomodadas asisten al colegios de religiosos y de pago. En la segunda enseñanza, por regla general, se mantienen solo los hijos de los sectores acomodados, que

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LA UNIVERSIDAD CLASISTA


son los que llegan tambi„n, en su mayor parte, a la Universidad. Bien es verdad que hay excepciones, por becas, heroƒsmos personales, etc..., pero esto viene precisamente a confirmar el esquema. Antes, cuando no existƒa la Milicia Universitaria, a‡n se producƒa una cierta integraci‚n de todos los espa€oles durante el servicio militar, una vez superados aquellos sistemas de la “cuota” que existƒan en la Monarquƒa. En los cuarteles, en pie de igualdad, estaban los trabajadores y los universitarios. Con la Milicia Universitaria se perfeccion‚ el completo desarrollo de ambas comunidades en compartimentos estancos. El trabajador, despu„s de pasar por la Escuela Nacional, va al Ej„rcito de soldado, y se reintegra despu„s a los puestos subalternos del mundo del trabajo. El muchacho de clases acomodadas, despu„s de asistir a un colegio de religiosos o particular de pago, pasa por la Milicia y el Regimiento como oficial o suboficial, y se incorpora a las empresas o a la vida profesional en las posiciones jer•rquicas superiores. No hay oportunidad

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de convivencia, de comprensi‚n, de conocimiento de problemas, de mentalidad. Normalmente, el hijo de trabajador, termina siendo otro trabajador, a lo largo de generaciones; y el hijo de ingeniero sigue ocupando, de generaci‚n en generaci‚n, posiciones dirigentes en el paƒs. Con ello resulta que no s‚lo existe una inconsciente disposici‚n de los universitarios para la perpetuaci‚n de la actual problem•tica social, sino que se mantiene una realidad propicia para cualquier estallido elemental y violento. He aquƒ la gran tarea que deben proponerse los universitarios: la de construir un nuevo orden de Justicia y de Libertad, hundiendo los dedos en la carne de Espa€a, para acabar de una vez con este eterno problema de nuestro pueblo, sentar las bases de una convivencia permanente, sin sobresaltos cada veinticinco a€os. Y como el problema fundamental, que nadie resuelve en el mundo, es el social y,

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desde la destrucci‚n del orden gremial, nosotros ponemos el acento en „l y llamamos la preferente atenci‚n, sin olvidar otros aspectos de la construcci‚n de un paƒs moderno y leal a sus tradiciones. ‰Ser•n capaces los universitarios de aprovechar estos a€os de preparaci‚n para ser colaboradores eficaces, interpretes heroicos de una Revoluci‚n liberadora?. Si logran superar todas sus limitaciones ambientales, clasistas, de mentalidad, producto de una educaci‚n de privilegiados, podr•n acercarse alg‡n dƒa al mundo de los trabajadores, al mundo de todos los que viven de su trabajo, al mundo de los asalariados, para servir la gran bandera sindicalista de la Revoluci‚n. Ceferino Maestu Patricio Gonz•lez de Canales.

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VIII

LAS DERECHAS Y LAS IZQUIERDAS

Algunos amigos viajeros nos han jurado por su madre que de verdad existen paƒses en los que la gente llamada “de izquierdas””se caracteriza por una aut„ntica preocupaci‚n social, m•s o menos certeramente definida. Habr• que creerlo; pero lo cierto es que aquƒ en Espa€a la divisi‚n de las gentes en derechas e izquierdas se basaba en cosas mucho m•s peregrinas. Concretamente, en el ladrillazo al guardia. Para las derechas, el ladrillazo al guardia era un acto de agresi‚n a la autoridad y debƒa ser adecuadamente repelido por la fuerza p‡blica. Es m•s, el hombre verdaderamente de derechas le daba la raz‚n al guardia, aunque hubiera sido „ste quien hubiera atizado el ladrillazo, sin m•s ni m•s.

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El hombre de izquierdas, en cambio, defendƒa la teorƒa de que la fuerza p‡blica nunca tenƒa raz‚n (ni siquiera para defenderse) y estaba siempre de parte del ciudadano que decidƒa hacer volar el cascote. DIFERENCIA: IR A MISA Y pod…a decirse que en eso, y en el ir a misa o no, terminaban, en el fondo las diferencias entre derechas e izquierdas. Porque en lo que si estaban ambas de acuerdo – y la historia de los diferentes gobiernos de unos y de otros as… lo demuestra - es en ser sol…citamente conservadores del inicuo orden social estatuido. El orden social, repetimos, era intocable; lo ‰nico debatible era el orden p‰blico.

de las llamadas “masas de orden”. Los de izquierdas eran los amos. Y lo siguieron siendo, hasta extremos hoy incre…bles, durante m‚s de cinco meses. En ese tiempo, el desorden p‰blico fue absoluto; parec…a que en Espa‡a hab…an quedado borrados todos los C„digos y se hab…a implantado lo que pudiera llamarse la ley del “Western”. El triunfo de las izquierdas se hab…a traducido, por la raz„n que se‡alamos m‚s arriba, en el triunfo del desorden p‰blico total. NO HUBO REFORMAS

Vale la pena recordar, para ejemplo y escarmiento, la etapa que media desde el 16 de febrero del 36 al 18 de julio del mismo a‡o. La cosa se inici„ con la erupci„n arrolladora de aquellos espect‚culos “jubilosos” y con la deserci„n pr‚cticamente un‚nime

Pues bien, durante toda esa etapa de Gobierno (o desgobierno) avasallador, no se intent‚ siquiera una sola reforma revolucionaria de las estructuras sociales. Y todos los ministros eran de izquierdas y los socialistas m•s extremosos tenƒan puestos en el Gobierno.... Eso sƒ; el proletario “jubiloso” era libre de atizarle su ladrillazo a los guardias de la Rep‡blica y si tenƒan la suerte de que „stos no le agujerearan la barriga en el momento, podƒa tener la casi completa seguridad de que ya no le ocurrirƒa nada. Al-

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gunos consideraron esto como una gran satisfacci‚n; pero conste que era lo ‡nico que se permitƒa al proletariado. De variar, legalmente, el orden social; de abordar legalmente la reforma de las estructuras empresariales; de los derechos de propiedad del obrero; de todo eso, nada. Parece increƒble, ‰verdad?. Pero ahƒ est• la historia. A pesar de todo, hay m•s revoluci‚n en las p•ginas de treinta dƒas de “Boletƒn Oficial” que en las de cinco meses de “Gaceta” frente popularista hasta el 18 de julio de 1936.

p‡blico, los otros amparando los “incidentes” callejeros... y todo ello para desorientar a un pueblo trabajador, al que se le distrae asƒ de sus afanes aut„nticamente peligrosos para la prepotencia de ambos se€oritismos. Una prensa con muchos gritos (o di•logos), pero propiedad de los grupos de presi‚n; un Congreso con m•s gritos todavƒa y, en la calle, unos asalariados zurr•ndose con otros, asalariados por las mismas manos. REVUELTA Y REVOLUCIÓN

Creemos que vale la pena recordar todo esto ahora, porque estamos viendo cosas que serƒan para reƒr si no encerraran una a€agaza m•s de los enemigos de la justicia social. Est•n rebrotando – y con afanes herederos – toda una serie de individuos que juegan al traidor izquierdismo liberal carpetavet‚nico. Les gustarƒa volver a montar otra vez el viejo tinglado de las antiguas farsas: las presuntas derechas, las presuntas izquierdas; los liberales, los conservadores, los unos defendiendo el orden

ŒCuidado con esos farsantes! Jos„ Antonio nos previno contra unos y otros. Y recordemos siempre que la izquierda no es m•s que la derecha reflejada en un espejo; es decir, es lo mismo. Las conquistas sociales, la revoluci‚n social, no se logran con el desorden p‡blico. Por el contrario, la realizaci‚n triunfante de una revoluci‚n exige el imperio de un orden absoluto. La libertad no estriba en el desorden. La revoluci‚n no s‚lo no es el desorden, sino que, como queda dicho, exige el m•s completo y riguroso orden.

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IX Lo “otro” no es revoluci‚n, sino revuelta. Carlos Juan Ruiz de la Fuente. A€o 1964.

DERECHO DE PROPIEDAD ¿PARA QUIEN?

Entre las buenas gentes de orden ha estado siempre muy de moda hablar del caos; cualquier cosa que amenazara su tranquilidad o los tinglados en que nacieron y crecieron, cualquier amenaza de cambio era el caos. Pero resulta que el caos no habƒa que ir a buscarlo a ninguna parte: estaba imperante entre nosotros. Porque nuestras buenas gentes entienden por caos el triunfo de la injusticia, la falta de garantƒa y la negociaci‚n de los derechos naturales del hombre. Y el sistema capitalista es un sistema ca‚tico – es el famoso caos – para la inmensa mayorƒa de los seres humanos, a los que niega o escamotea – entre otras cosas – el ejercicio de su derecho natural a la propiedad. Y eso, dentro de un sistema que se dice, precisamente, basado en ese mismo derecho.

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Para esa inmensa mayor…a de los seres humanos, para los trabajadores, no existe diferencia moral – en tal sentido – entre el capitalismo y el comunismo. Bajo ambos sistemas es un mero asalariado; se le impide ejercer su derecho natural a la propiedad, a la propiedad que cuenta socialmente, Se le permite, eso s…, poseer una cuentecilla de ahorro, una bicicleta o un autom„vil, seg‰n el famoso nivel de vida vigente. Basta abrir los ojos para ver que, efectivamente, es as…; que la pugna propagand…stica entre ambos sistemas est‚ basada en puro materialismo, en quiƒn ofrece mejores casas, en quiƒn fabrica mejores lavadoras o en quiƒn da m‚s mantequilla. Pero aquello que confiere al hombre su condici„n de tal, el reconocimiento y el respeto a sus valores espirituales, a sus derechos de influir y de mandar en aquello que constituye su vida y su trabajo, eso se lo niegan por igual el comunismo y el capitalismo, que retraen tales poderes en las manos de unas minor…as fr…as e indiferentes al destino de sus hermanos. En uno, se

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llamar‚n miembros del Soviet Supremo; en otro, se llamar‚n capitalistas o “managers”. Para el trabajador tanto vale una cosa como otra; ƒl se halla en idƒntica e inicua situaci„n de despojo. El aut„ntico derecho natural a la propiedad es el derecho innegable de todo hombre a ejercer propiedad sobre los productos de su trabajo personal. Y eso precisamente es lo que – al igual que el comunismo – le niega el capitalismo. A cambio de salario – de un salario casi siempre regateado y siempre cicatero en su estimaci‚n -, a cambio de ese salario, el capitalismo despoja al trabajador de su humano derecho a la propiedad sobre el fruto de su trabajo. Resulta parad‚jico hablarles de productividad a aquellos a quienes se ha empezado por imponerles un forzado desinter„s en lo que producen. Aunque para vestir la paradoja se inventen las “primas”, la “participaci‚n en beneficios”, el “accionariado obrero” y dem•s desvergonzados trampantojos para escamotear al

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prójimo la plenitud de sus derechos naturales. Como paso hacía nuestra meta revolucionaria sindicalista, podría considerarse la oportunidad de reconocer a los trabajadores de las empresas un margen de beneficio laboral, al igual que se reconoce hoy al capital un margen de beneficio empresarial. Pero, ¡cuidado!, mientras no se cambiaran los sistemas y se llegara a una justa estructuración de la empresa, ese margen de beneficio laboral debería ser acumulado y contabilizado independiente mente de la administración general de la empresa. Los fondos obtenidos por ese beneficio laboral sólo podrían ser administrados y manejados por sus únicos propietarios: por los trabajadores.

todos los trabajadores, desde aquel que llevó la iniciativa de crear la empresa hasta el más modesto de los operarios, pasando por la gerencia y los técnicos...., integrados todos en el Sindicato de Empresa, que habría de representar en una sociedad más justa lo que para el sistema capitalista han representado las sociedades anónimas. Del propio seno de ese Sindicato de Empresa saldrían en forma natural los Consejos de Administración, evitándose la creación de esta casta que termina apoderándose siempre de los resortes vitales de una nación y que unas veces se llama la oligarquía y otras las 60 o las 200 familias, según las dimensiones económicas del país respectivo.

Pero no puede haber más que una meta para la justicia, y esa meta es la empresa sindicalista, en la que la propiedad del producto, el fruto del trabajo que en ella se realiza sea exclusivamente atribución de los trabajadores que en ella se afanan; de

El propio capitalismo nos está mostrando bien claramente el camino a seguir. Cada vez de manera más acusada, nuestras empresas capitalistas, para financiar sus necesidades de desarrollo, ofrecen al inversor papel de renta fija y no acciones; es decir, que presenta sus demandas al mercado de capitales contra la oferta de un

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inter„s fijo al desembolso del inversionista, pero sin reconocerle derecho alguno en la direcci‚n y administraci‚n de la empresa, y, que sepamos, resulta que el ahorro no se ha retraƒdo por eso y que las emisiones de valores de renta fija se cubren r•pidamente e incluso, muchas veces, antes de salir a ventanillas. En el momento en que se le negaran al dinero, a todo el dinero, el derecho de propiedad sobre las empresas y se les reconociera solamente el derecho de renta, todo lo dem•s (la paz, la justicia, el final de la lucha de clases, etc.) nos serƒa dado por a€adidura.

PARA EL QUE LA TRABAJA, sin feudalismos bancarios, sin vasallajes capitalistas, sin “se€ores Consejeros” de nacimiento.

Carlos Juan Ruiz de la Fuente. A€o.1964

Claro que para eso hay que empezar por nacionalizar el cr„dito. Lo que es un viejo postulado de la Falange. El tema es amplio y requiere exposici‚n m•s larga. Pero el objetivo, nuestra finalidad sindicalista es clara: LA EMPRESA

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X

DURANTE EL RÉGIMEN DE FRANCO LOS INTENTOS FRUSTRADOS EN LA REFORMA DE LA EMPRESA

‰Qu„ pasa que los mejores prop‚sitos fracasan siempre? 7 años para implantar los jurados de empresa. 7 años para aprobar los convenios colectivos. ¿Cuánto tardará cogestión?.

en

establecerse

la

El dƒa primero de enero de 1953, Jos„ Solƒs Ruiz, Delegado Nacional de Sindicatos, en un mensaje dirigido a los empresarios y a los trabajadores, decƒa:

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“Hemos de lograr que la empresa no sea el campo donde los estamentos sociales ri€an sus luchas para repartirse en jirones sus resultados, destruyendo lenta, pero fatalmente, el patrimonio com‡n de los espa€oles. La empresa es, por naturaleza, un organismo unitario, un actuar conjunto, el diario laboral en equipo... . El germen de la lucha de clases puede estar ahƒ, en esos escasos metros cuadrados de un taller, de una nave o de una oficina. Ahƒ tenemos que llegar urgentemente para evitar que resurja.... .Que nadie se haga ilusiones sobre la desaparici‚n total de la lucha de clases si no entramos decididamente en el mismo coraz‚n de las empresas a resolverla, transformando su concepto para que la empresa sea lo que siempre debi‚ ser...”. El entonces Delegado de Sindicatos, a los catorce a€os de terminada la guerra civil espa€ola, decƒa que era urgente, muy urgente, ir a la reforma de la empresa capitalista para evitar el resurgimiento de la l‚gica lucha de clases que impone el sistema econ‚mico vigente.

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Jos„ Antonio Primo de Rivera, la figura m•s reverenciada p‡blicamente, la m•s respetada popularmente, el pensador indiscutible en esos catorce a€os anteriores al 1 de enero de 1953, habƒa, sin embargo, dicho cosas terminantes, claras, definitivas, que no fueron tomadas en consideraci‚n hasta entonces. ‰Por desconocimiento? ‰Por qu„ afectaban a intereses particulares poderosos?. Antes del discurso de Solƒs, en los Consejos de Ordenaci‚n Social y en los Congresos de Trabajadores de a€os anteriores, se habƒan apuntado tƒmidamente peticiones sindicales sobre jurados de empresa, accionariado obrero, etc.., y hasta sobre una nueva concepci‚n empresarial. Pero aquel discurso del mando supremo de la C.N.S. era claro, contundente, se€alaba la urgencia de un problema y prometƒa la apertura de un camino decisivo. Rebuscando viejos textos, vemos c‚mo el 25 de julio de 1953, el entonces

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Director General de Trabajo, se€or Reguera Sevilla, decƒa en el peri‚dico “Arriba” de Madrid: “La empresa es algo m•s que la an‚nima concentraci‚n de capitales.Terminaremos con esa extra€a identificaci‚n entre empresas y patrono. La empresa no es s‚lo el patrono, como no es s‚lo el capital. El capital es instrumento de la producci‚n y el patrono un miembro de la empresa... “. Estas ideas coincidƒan b•sicamente con las de Jos„ Antonio Primo de Rivera. Despu„s de la declaraci‚n de Solƒs, eran un sƒntoma prometedor. DESCUBRIMIENTO DEL CRÉDITO LABORAL Al llegar el 18 de julio de aquel año, el Ministro de Trabajo, José Antonio Girón de Velasco, gritaba por los micrófonos de Radio Nacional a toda España:

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“Se trata, con el cr„dito laboral, no de realizar pr„stamos para cubrir carencias ocasionales catastr‚ficas, porque para eso est•n las prestaciones reglamentarias de los Montepƒos o est•n las instituciones de otro tipo.. . Se trata de avanzar, no de remediar. Se trata de que ninguno de vosotros, due€os de una iniciativa ‡til para vosotros mismos y ‡til para la Patria, due€o de un tiempo sobrante que quiere utilizar solo o con su familia para un determinado fin t„cnico o agrƒcola o ganadero ‡til para la comunidad y capaz de mejorar vuestra vida, vea agotarse su iniciativa por falta de dinero. Eso es el cr„dito laboral que parte como el explorador de este a€o que hoy empieza y anuncia el avance de las mejoras que le siguen”.

ser que aquella promesa p‡blica y solemne del cr„dito laboral termin‚ con la aplicaci‚n de los fondos para financiar la compra de viviendas. GIRÓN OBTIENE LOS JURADOS Sin embargo, aquel año sí pudo anunciar Girón una conquista, aunque no importante: la de los jurados de empresa. El Decreto de creación era de 1947. Otro Decreto, de septiembre de 1953, aprobaría el reglamento para su aplicación. El Ministro de Trabajo dijo por la Radio:

No era una reforma de la empresa capitalista, pero Gir‚n prometƒa una f‚rmula para la financiaci‚n de peque€as empresas, de talleres familiares, con lo que pudieran liberarse muchos trabajadores. No s„ exactamente lo que pudo pasar. Me han contado diversas historias. Al final, parece

“La Revoluci‚n Nacional... acaba de poner en vuestras manos un instrumento de liberaci‚n.... .La Revoluci‚n espa€ola entiende que a la participaci‚n en la empresa.... tienen derecho todos los hombres”. Y, m•s adelante, a€adƒa: “Luego clav‚ la bandera de la libertad de poseer, y clavada est• con el cr„dito laboral en marcha, y ahora tremola en lo alto.... la libertad de mandar”, refiri„ndose, claro est•, a los jurados de empresa.

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Sin embargo, en la pr•ctica, ni se reform‚ la empresa en 1953, ni el cr„dito laboral se aplic‚ a los fines empresariales anunciados, ni los jurados de empresa otorgaban a los trabajadores los poderes que Gir‚n les asignaba. ‰Qu„ ocurrƒa, en realidad. tras los decorados donde los grupos de presi‚n se mueven, para impedir aquellos prop‚sitos proclamados, reconociendo la urgencia y la justicia de las transformaciones sociales?. EL III CONGRESO DE TRABAJADORES En 1955, en el III Congreso Nacional de Trabajadores, se aprob„ una petici„n para la promulgaci„n de “una Ley de Ordenaci„n de la Empresa nacionalsindicalista donde el factor trabajo ocupe el lugar que le corresponde de acuerdo con los principios del Movimiento Nacional; y en la que se reconozcan los derechos de los trabajadores a participar en la direcci„n y administraci„n de la empresa tendiendo de esta manera a asimilar el contrato de trabajo

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al de sociedad. Que en las empresas constituidas en forma de sociedad an„nima o de responsabilidad limitada y en las paraestatales, en todo caso, formen parte de su Consejo de Administraci„n, con funciones idƒnticas a las de los dem‚s miembros, al menos cuatro representantes de los trabajadores, elegidos de su seno por el Jurado de la empresa...”. Esto no era mucho; era la “migaja” de la cogesti‚n que s‚lo en 1962, tras muchos esfuerzos, era aprobada por las Cortes, dejando su aplicaci‚n para m•s adelante. ‰Para cuando?. Siete a€os tard‚ en aprobarse la Ley; los mismos que transcurrieron desde la firma del Decreto instaurando los Jurados y su implantaci‚n. En aquel mismo Congreso de Trabajadores se pedƒa el accionariado obrero, la aprobaci‚n de una legislaci‚n protectora de empresas fundadas por los trabajadores y, lo m•s importante, una serie de interesantƒsimas modificaciones en la estructura y atribuciones de los jurados para

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que se adecuasen a las solemnes proclamaciones de Gir‚n, en septiembre de 1953, para que, realmente, los trabajadores pudieran mandar en sus empresas, participar en ellas. De todas aquellas peticiones, que yo sepa, nunca se ha vuelto a hablar. Asƒ, la triste inoperancia actual de la instituci‚n. PRESENTACIÓN DE LOS CONVENIOS COLECTIVOS En 1958 se aprueba la Ley sobre Convenios Sindicales, a la que los trabajadores otorgan sus esperanzas. Se han logrado, en muchos casos, mejoras de salarios, de condiciones de trabajo, pero ‰queda abierta alguna puerta, con esa Ley, para que los trabajadores, por la vƒa del convenio, comprueben las reales capacidades de aumentos de salarios en la empresa. ‰Est•n obligadas las empresas espa€olas a dialogar con los libros de contabilidad abiertos a los negociadores que representan al sector Trabajo? ‰Pueden, mediante pacto entre empresas y personal, llegar los traba-

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jadores a la consecuci‚n de mayores atribuciones para los jurados, una mayor intervenci‚n en la direcci‚n de la empresa, una modificaci‚n sustancial de su posici‚n de simples asalariados, a los que se contrata un trabajo, se les paga una cantidad y nada m•s?. En el Palacio Municipal de los Deportes de Barcelona, ante una concentraci„n sindical, Sol…s, que ya era Secretario General del Movimiento, repet…a, a pesar de todo, insistentemente: “El d…a que consigamos cambiar el actual concepto de empresa por otro m‚s justo....”. En las Cortes, el 15 de abril de 1953, el Director de la Escuela Social, en nombre de la Comisi‚n de Trabajo, dijo refiri„ndose a la Ley de Convenios Colectivos que iba a aprobarse: “Desde el punto de vista sociol‚gico, anunciamos hoy aquƒ el nacimiento de un nuevo instrumento social que encierra.... un profundo sentido de la participaci‚n.... Del

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mismo modo que al hablar de la comuni‚n de los santos y del cuerpo mƒstico nos referimos a la participaci‚n de los fieles en la Iglesia, asƒ se habla con frecuencia de la participaci‚n de trabajadores y empresarios en la empresa (participaci‚n en la gesti‚n, en los beneficios, etc.) y se puede hablar ahora de esta otra que har• posible el convenio colectivo de trabajo, que pretende llevar esta relaci‚n laboral y patronal de la superficie a la entra€a, al centro mismo de esta comunidad”.

ARENGA DE LA EMPRESA

En el discurso que, en tan solemne oportunidad, pronunci„ el Ministro de Trabajo, don Ferm…n Sanz Orrio a‡ad…a que la nueva ley conducir…a a “la incorporaci„n de las masas al orden econ„mico” y que la obra de los pactos colectivos procurar…a “una participaci„n real a todos los que trabajan en una empresa, tanto en la marcha de la misma como en sus beneficios”.

“En la transformaci‚n del actual concepto de empresa est• a mi juicio la soluci‚n de muchos de los problemas que hoy agobian al mundo. El concepto del trabajador–m•quina ha de ser sustituido por el trabajador integrado en la empresa, formando parte de la misma. El trabajador objeto de la economƒa ha de sustituirse por el de trabajador sujeto de ella...”.

Y paso otro a€o. El 25 de abril de 1959, en la clausura del Consejo Social Sindical, en el que se habƒa aprobado un importante proyecto de reforma de la empresa, al que se referƒa precisamente Ceferino Maest‡ en su artƒculo 1 de SINDICALISMO, Jos„ Solƒs Ruiz, Secretario General del Movimiento, Ministro en el Gobierno y Delegado Nacional de Sindicatos, expuso, con ritmo de arenga:

1959 parec…a prometedor. Los observadores extranjeros al Consejo Social estaban impresionados de lo que se hab…a

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aprobado, los trabajadores manifestaron en la sala de la Casa Sindical su entusiasmo por lo que consideraban una gran conquista social. El 18 de julio. Fiesta de la Exaltaci‚n del Trabajo, Solƒs insisti‚ por Radio Nacional en que “las posiciones de cuantos intervienen (en la empresa) tienen que revisarse para adecuarlas a las exigencias de la doctrina social del R„gimen...”. Exactamente dos meses despu„s, en la Abadƒa de la Santa Cruz del Valle de los Caƒdos, continuaba: “No cabe duda que hay conceptos que transformar... .Entre ellos, el concepto de empresa: donde cada uno tenga lo suyo, donde el reparto sea justo, donde cada cual tenga un derecho, pero tambi„n una obligaci‚n, una responsabilidad; d‚nde los elementos que participan en la producci‚n no se consideren unos enfrente de otros, sino, al contrario, hermanados, unidos”.

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MATEU DE ROS Y SU EXPERIENCIA Tambi„n, en el ƒndice de aquel 1959, aparece el Vicesecretario Nacional de Ordenaci‚n Econ‚mica y actual Gobernador civil de C‚rdoba, se€or Mateu de Ros, hablando con los periodistas, a los que les dijo que su Vicesecretarƒa estaba estudiando “un anteproyecto para el establecimiento de una Empresa Modelo, que se denominarƒa empresa media espa€ola, cre•ndose la planta piloto industrial correspondiente, de forma que en ella se puedan experimentar las f‚rmulas modernas de trabajo, como principal objetivo, e incluso disponiendo en ella del ciclo de comercio. Serƒa una Empresa Cooperativa – a€adi‚ Mateu de Ros -, sobre la base de un artƒculo que pudiera interesar a los mercados nacional e internacional, pero sin lesionar a otras empresas que lo produzcan”. Era una idea bonita la del entonces Vicesecretario de Ordenación Económica, el representante de los empresarios o de las

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empresas. Tenía trascendencia social. ¡Lástima que no cuajase!. 1959, un a€o de esperanzas, de promesas, de compromisos, terminaba sin conseguir tampoco un avance serio por el camino de la reforma de la empresa. EL ACCESO A LA PROPIEDAD MOBILIARIA Cierto dƒa, concretamente un mi„rcoles 15 de junio de 1960, volviendo a la carga de novedades, el Ministro de Hacienda y antiguo Director de la Escuela Sindical, don Mariano Navarro Rubio, declaraba al diario “ABC” de la capital de Espa€a: “Hay que preparar el acceso a la propiedad mobiliaria, la m•s f•cil de alcanzar, por sus mayores posibilidades de fragmentaci‚n, a los elementos del sector laboral que deseen hacerlo. A este fin, hay empresas, como las del Instituto Nacional de Industria, que por haberse creado con el dinero de todos los espa€oles, parece que

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sus tƒtulos representativos vayan a parar tambi„n a manos del mayor n‡mero de espa€oles, en vez de hacerlo a las de otras grandes concentraciones industriales...”. Aquello iba a ser lo que Labadie Otermƒn criticaba el 23 de octubre de 1959 en las Jornadas Estadƒsticas de la Organizaci‚n Sindical, con estas palabras: “El capitalismo popular, hijo p‚stumo del liberalismo, no interesa a los trabajadores. Si se hubiera planteado con m•s sinceridad- seguƒa diciendo el actual Secretario General del INI -, es posible que sƒ, pero ser accionista vergonzante no satisface a los trabajadores que quieren vivir mejor porque legƒtimamente tienen derecho a ello”. LA BASE CUARTA El 22 de junio del 60, en otra conferencia de prensa, el Ministro de Hacienda insistƒa en la divulgaci‚n de su proyecto de Ley de Bases sobre aplicaci‚n social del Impuesto y del Ahorro, que iba a ser pre-

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sentada al estudio y aprobaci‚n de las Cortes. Aquel dƒa, el se€or Navarro Rubio hizo una exposici‚n amplia como es su costumbre:

trate de la compra de valores p‡blicos o de empresas nacionales, e incluso se garantiza la convertibilidad del pr„stamo durante un razonable perƒodo de tiempo.

“En la Base cuarta – dijo – nos referimos a la polƒtica de cr„dito en relaci‚n con las cuentas de ahorro. Se pretende difundir la propiedad de valores mobiliarios entre todos los espa€oles hasta formar un aut„ntico capitalismo social, que fomente la formaci‚n de la masa de ahorro que necesita el paƒs para su desenvolvimiento econ‚mico, a la vez que contribuye a ext„nder la propiedad entre el mayor n‡mero de ciudadanos”.

“Piensen ustedes, por otro lado, que es perfectamente l‚gico que la capitalizaci‚n producida en las empresas p‡blicas con el esfuerzo de todos los espa€oles repercuta en beneficio de la masa com‡n de los ciudadanos, cuando llegue el momento de revertir a la Naci‚n el capital que de ella sali‚. De tal modo – proseguƒa el se€or Navarro Rubio -, todas estas empresas nacionales servir•n para desarrollar una aut„ntica labor social que venga a dar la completa satisfacci‚n al sentido polƒtico y econ‚mico de dichas realizaciones. Se fija el proyecto de modo singular en la participaci‚n de los trabajadores en el capital de sus propias empresas, disponiendo que podr•n obtener, de acuerdo con sus posibilidades y en la medida que las circunstancias aconsejen, los cr„ditos indispensables para la compra de valores que aqu„llas emitan...”

Se considera -continuaba el Ministroque es perfectamente natural que todos los espa€oles modestos que tengan capacidad para ser propietarios obtengan los cr„ditos necesarios para ello, junto con la protecci‚n indispensable para que sus esfuerzos no se vean defraudados. Y, asƒ, el tipo de inter„s que se se€ala ser• protegido; se asegura una rentabilidad superior a aqu„l cuando se

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PROSIGUEN LAS PROMESAS La Ley se aprob‚. Han pasado unos a€os y, seg‡n mis noticias, esta aparatosa promesa de reformismo empresarial, de accionariado obrero, de participaci‚n de los trabajadores en el capital de las empresas, no ha tenido la trascendencia general que debiera. Me dicen que se han hecho algunos tƒmidos ensayos y que ahora se piensa utilizar unos ochenta millones de pesetas con este fin. ‰D‚nde dejamos los 6.000 millones de pesetas invertidos por los Montepƒos y Mutualidades en empresas nacionales y privadas, sin que ello implique participaci‚n de los trabajadores en la propiedad empresarial?.

Solƒs, el 30 de noviembre de 1961, repetƒa, una vez m•s: “Permanentemente, en nuestras asambleas y en nuestras reuniones, en los peri‚dicos y publicaciones, escuchamos y leemos que existe hoy una gran preocupaci‚n, como es la relativa a transformar el concepto de empresa, que para muchos hoy dƒa no est• de acuerdo con el momento actual del mundo. Transformar el concepto de empresa en otro concepto m•s humano, en otro concepto m•s cristiano...”. LA COGESTIÓN

“Porque la ‰ltima meta de nuestro Sindicalismo es reformar la empresa...”.

El 16 de Junio de 1962, el Boletƒn Oficial del las Cortes public‚ el dictamen sobre la participaci‚n del personal en la administraci‚n de las empresas, la famosa Cogesti‚n. En la Ley se dispone que las sociedades administradas por Consejos u organismos similares tendr•n un representante de los trabajadores, en ellos, por cada seis del Capital. Estos trabajadores, miembros del Consejo de Administraci‚n, podr•n

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Como no hay raz„n alguna para desesperar, la Junta Superior de Mandos Sindicales, con motivo de la convocatoria de elecciones, declaraba solemnemente en septiembre de 1960:


informar a los Jurados de Empresa de una serie de asuntos, y nada m•s. En el artƒculo 10 de la ley se dice finalmente: “El Ministro de Trabajo, oƒda la Organizaci‚n Sindical, propondr• al Gobierno las normas de desarrollo y aplicaci‚n paulatina de esta ley..”. Hasta ahora, ni el Ministro ha propuesto ni se ha oƒdo a la Organizaci‚n Sindical... ‰Cu•ndo se implantar• la “migaja” de la Cogesti‚n?. Mientras tanto, se sigue hablando de la reforma de la empresa y así se ha repetido en el reciente discurso de Solís en el Palacio de los Deportes de Madrid para la entrega de credenciales a los vocales de las secciones sociales y económicas nacionales de la Organización Sindical.

Los Consejos Sociales, los Congresos de los Trabajadores, los Congresos Sindicales, lo vienen reclamando también con paciencia y tenacidad sin par. Los Ministros de Trabajo y de Hacienda han ofrecido a la consideración y a la esperanza pública varias fórmulas de liberación para determinados trabajadores, sistemas para la modificación parcial de la propiedad de las empresas. En las Cortes se aprueban proyectos que van escoltados de un mundo de sugerencias de reformas empresariales, de prometedoras ilusiones para los trabajadores.

Ahora bien, ¿hasta cuándo habrá que esperar para la reforma de la empresa?.A los catorce años de la terminación de la guerra civil, Solís señalaba la urgencia de la reforma de la empresa capitalista para evitar el resurgimiento de la lucha de clases, y lo ha repetido, año tras año, hasta hoy.

Sin embargo, pasan los a€os y los a€os, y todo sigue aproximadamente igual. Ninguno de los intentos, declaraciones, promesas, conclusiones, peticiones, logran alcanzar la diana de la transformaci‚n de la empresa capitalista. Las leyes que se aprueban como innovaciones tƒmidas, tardan a€os y a€os en ponerse en vigor: siete a€os para

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los jurados de empresa, otros siete para los convenios colectivos, ¿cuántos para la cogestión....?. Muchos de los congresos sindicales aprobaron conclusiones interesantes, que luego no se han considerado a la hora de legislar... Un observador imparcial consideraría: a) Que existen una serie de continuadas declaraciones de propósitos de reformar la empresa capitalista; b) Que los jurados de empresa, los convenios colectivos, la cogestión, no representan una modificación sustancial de la fórmula empresarial vigente;

d) Que tampoco se han realizado ensayos como aquel de la empresa piloto a la que se refería el señor Mateu de Ros en 1959, que por otra parte también se habría podido practicar en las empresas del INI. e) Que no se ha conseguido nada importante que justifique la esperanza de que, en fecha próxima, llega a transformarse la empresa capitalista en fórmulas comunitarias. Teniendo en cuenta la urgencia que se concede siempre a este problema por las diversas Autoridades que lo han considerado públicamente, hay que convenir en que algo importante debe suceder para que nadie logre abrir camino a la solución.

c) Que otras soluciones liberadoras o supuestamente liberadoras, proclamadas con gran alarde, tales como el crédito laboral o el fondo para la compra de acciones, a pesar de todo, no han sido llevados a la práctica;

Otro observador imparcial quizá opinaría que:

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O los proyectos de reforma, de transformación, de evolución, patrocinados por todos los que han hablado de ellos, encuen-


tran adversarios muy fuertes, muy bien situados, con argumentos poderosos;

bancos españoles sobre toda la economía nacional.

O la Organización Sindical, que engloba a todos los trabajadores y empresarios del país, no es todo lo fuerte que necesitaría para conquistar lo que pide, no está organizada para lograr eficazmente esas metas, o su planteamiento estructural la incapacita para servir la defensa de los intereses de los trabajadores, de los integrantes de las empresas.

Por otra parte, son muchos los que señalan los defectos de la Organización Sindical como para que aquí insistamos también sobre ellos. La última crítica ha sido la de Francisco Labadie Otermín, en un informe al Ministro Secretario General del Movimiento y Delegado Nacional de Sindicatos, publicado en un periódico de Oviedo y editado en un folleto, es decir, divulgado.

LOS DEFECTOS DE LA C.N.S.

CIEN AÑOS DE LUCHA

Los observadores imparciales no carecerían de razón. En efecto, el capitalismo financiero-industrial español es tan poderoso que uno de sus representantes se ha permitido recientemente alardear de que la Banca ha prefinanciado y financia muchas veces al propio Estado. No hay que olvidar los trabajos de Juan Velarde y de otros economistas que nos ofrecen detalladamente todo el despliegue fabuloso de los cinco grandes

Todo esto es importante. Por un lado, hemos visto un crecimiento espectacular de las estructuras capitalistas de la economía española. Por otro, los sindicatos nacionales, afectados de profundos fallos estructurales, no se muestran capaces de conquistar las metas revolucionarias a las que, desde hace cien años, aspiran las masas trabajadoras, ni, en muchas ocasiones, de defender simplemente los intereses temporales del personal de las empresas. De ahí

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el divorcio público que se manifiesta frecuentemente y que ha llegado hasta los conflictos laborales de los últimos años en las zonas industriales y mineras del Norte y en otros puntos de la Península. De cara al futuro, hay que pensar en la severidad con la que los últimos años serán juzgados por las generaciones jóvenes de trabajadores. La responsabilidad ante el pueblo es enorme. Los sindicalistas venimos sosteniendo tesis revolucionarias, compartidas por hombres tan distintos como Ramiro de Maeztu, Ángel Pestaña o José Antonio Primo de Rivera. Por eso han muerto muchos hombres, en bandos muy diversos. Hora es ya de justificar las palabras con los hechos o de arrancar la máscara, porque a Dios no se le puede engañar. Sabe perfectamente lo que cada hombre lleva en su corazón.

Carlos Juan Ruiz de la Fuente

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XI SOY FALANGISTA Y ME VEIS SIN LA CAMISA AZUL

Soy falangista y me veis sin la camisa azul. Lo soy como os ha dicho Pons desde mi ya remota juventud. Y lo he seguido siendo en todos y cada uno de los días transcurridos desde entonces. Lo digo con cierto orgullo, porque no ha sido cosa fácil entre las balas de plomo y las balas de plata; entre la persecución y el soborno. Pero vivimos en un mundo de apariencias y es fundamental distinguirlas de las realidades. O mejor dicho, descubrir, desvelar, las realidades que están detrás de las apariencias. Las formas no constituyen las substancias. Y lo que importa siempre es la sustancia. Fijaos bien, porque lo que podemos y tenemos que salvar es la sustancia, no la forma. La forma esta perdida. La sabiduría popular viene repitiendo desde hace siglos, que el hábito no hace al monje y esto es verdad. Pero la infinita necedad humana

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no aprende. Sigue creyendo – ciega y sorda a la experiencia infatigable – que dentro de cada h•bito hay siempre un monje. Por esta causa, es posible falsificar monjes, cuando hacen falta monjes como recurso coreogr•fico; mucho m•s, si est•n disponibles para el caso y pueden actuar de monitores, algunos que lo fueron de verdad.

tos para los negros. Un negro nace negro, vive negro y muere negro. Un falangista deja de serlo – y esto puede ocurrirle en cualquier momento de su vida. ‰Cuando deja de serlo?. Lo digo con palabras de Jos„ Antonio: cuando ya no “esta dispuesto a morir por la España que la Falange entiende y quiere, pero no por ninguna otra cosa.

Y ved por donde, al aludir a estos ‡ltimos, hemos de tocar otra cuesti‚n previa. El que fue falangista una vez, un tiempo hist‚ricamente o no -, no lo es de por vida necesariamente. Ayer lo fue, hoy no lo es. Que lo advierta „l mismo o que no lo advierta, depende de su propia formaci‚n; o lo que es m•s importante, de la motivaci‚n de su conducta. Que lo adviertan los dem•s, depende de la observaci‚n y de la preparaci‚n de los dem•s, porque basta con observar sus obras. En esto tambi„n es v•lida la m•xima evang„lica. “Por sus obras los conocer„is”. Dicho de otro modo, ser falangista no es ser negro. Y lo digo con todos mis respe-

Hay otros puntos que aclarar. En realidad, no hay otros, sino muchos puntos que aclarar. Toda una historia. Pero esto es muy importante para los viejos. Juzgo seg‡n mi experiencia. Un procedimiento „ste de la auto-observaci‚n, v•lido en las Ciencias Psicol‚gicas, con limitaciones. Tengo 53 a€os. Al comenzar la Guerra Civil, 21. El hombre identifica su vida con el recuerdo de ella. Por eso le parece siempre corta. Ahora bien, los sucesos importantes se fijan mejor en la memoria, con tal nitidez que parecen siempre muy cercanos. Hay que hacer un esfuerzo para situarse en el lugar de los j‚venes de ahora. Hagamos una prueba. Cuando la Guerra Civil comenzaba, hacƒa exactamente 18 a€os del final de la Guerra Euro-

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pea y 22 de su comienzo. Para mƒ, que la habƒa conocido a trav„s de un libro de estampas de mi abuelo, asesinado m•s tarde por los rojos, viejo y ciego, precisamente por ser mi abuelo, me parecƒa situada en la m•s remota prehistoria. ‰Qu„ les parecer• ahora a los j‚venes lo que ocurri‚ hace 35, 32 o 28 a€os?. ‰Tendr• para ellos s‚lo un inter„s anecd‚tico?. Y, sin embargo, ellos viven seg‡n sus consecuencias. Por otra parte, no se diga que la Falange es vieja. Si la Falange tiene 35 a€os desde su fundaci‚n y 32 desde su maduraci‚n conceptual en Jos„ Antonio, ‰no tiene el Comunismo m•s de 60 a€os con Lenin, no tiene el Marxismo 120 a€os y el Capitalismo casi dos siglos?. La historia no se interrumpe nunca mucho tiempo. Y s‚lo en el pasado, que condiciona el presente y enfoca el porvenir, puede encontrar la humanidad la inspiraci‚n, las fuerzas necesarias y las ilusiones precisas para luchar. Una doctrina polƒtica, bien cimentada, no envejece nunca si no tuvo la pretensi‚n de contener desde el principio, siempre a

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mano, siempre dispuestas, las soluciones para los problemas que plantea el desarrollo de la Historia. Bien lo sabƒa Jos„ Antonio que se neg‚ a redactar un programa, en el sentido que esta palabra expresa como proyecto alrededor del que se constituye un partido polƒtico y se content‚ con los 27 puntos iniciales – puntos de partida insistƒa „l – que fue corrigiendo en los a€os 1934, 35 y 36 hasta su muerte; corrigiendo, enti„ndase bien, dentro de la l‚gica de los principios, que siguen siendo v•lidos. Ahora bien, vosotros, mis camaradas, sab„is lo que es ser Falangista. ‰Pero lo saben los dem•s?. ‰No habr• ocurrido que al rotular con nuestro nombre tantas cosas extra€as, durante tantos a€os, hayamos venido a ser, en el concepto p‡blico, cosa distinta, radicalmente distinta, de lo que somos?. Y lo que es m•s importante, ‰se sabe ahora o, mejor, sabe el com‡n de las gentes lo que la Falange pudo y puede hacer para la soluci‚n de los problemas espa€oles y a‡n mundiales?.

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Si analizamos frƒamente los hechos; si somos capaces de dominar nuestra indignaci‚n, nuestra rabia, que sƒ lo somos (porque hemos ejercitado largamente la paciencia, bien que obligados) para comprobar objetivamente las consecuencias de ello; si nos situamos a extramuros de nuestra propia informaci‚n, en un lugar cualquiera de nuestra sociedad, nos encontraremos con que hemos resultado ser, seg‡n las apariencias, defensores del Capitalismo, cuando trat•bamos de desmontar el Capitalismo; gestores de negocios, protectores y guardia pretoriana de los banqueros, cuando en 15 dƒas pretendƒamos nacionalizar la Banca; defensores de los terratenientes, a los que se devolvieron sus tierras expropiadas y ahora (bien s„ que con eficacia irregular) se les ayuda a explotarlas, cuando lo desean, con el dinero del Com‡n, cuando propugn•bamos una reforma agraria revolucionaria; patrocinadores ben„volos de las grandes Compa€ƒas El„ctricas, Telef‚nicas y Constructoras, subastadores y arrendadores de autopistas, carreteras y t‡neles, c‚mplices por omisi‚n, al menos, de los

especuladores de solares, cuando habƒamos inscrito en nuestros propios puntos iniciales el prop‚sito de nacionalizar los Servicios P‡blicos; autores o introductores de los diversos procedimientos en uso en los que se maneja el dinero de la Colectividad para salvar o aumentar las ganancias de los capitalistas, cuando fuimos severos censores de la simple socializaci‚n de las p„rdidas: fuerza partƒcipe de una alianza, conglomerado o lo que sea, cuando Jos„ Antonio denunci‚ indignado a los que nos creyeron “vanguardia, fuerza de choque o inestimable auxiliar de cualquier movimiento reaccionario”. Cuando – con palabras de Jos„ Antonio, de nuevo – era ofensivo para la Falange, incluso la simple proposici‚n de tomar parte “como comparsas en un movimiento, que no fuera a conducir a la implantaci‚n del Estado Nacional Sindicalista sino a la restauraci‚n de una mediocridad burguesa conservadora, orlada para mayor escarnio – decƒa – con el acompa€amiento coreogr•fico de nuestras Camisas Azules”.

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Jos„ Antonio, el mejor espa€ol desde hace siglos, el hombre que, superando los prejuicios de familia, clase y profesi‚n, fue capaz, en solamente tres a€os, de revelar con su palabra, y con su ejemplo un nuevo sentido de la vida y una doctrina nueva de validez universal, en medio de las apremiantes solicitaciones de la acci‚n polƒtica en la calle o en la c•rcel, cay‚ joven, a los 33 a€os, hace ya casi tantos como tenƒa, muerto por los fusiles de uno de los bandos enemigos; pero no cay‚, como se nos ha querido hacer creer, por esta Espa€a, sino por otra, por “una Espa€a exacta, ligera, emprendedora, limpia de chafarrinones zarzueleros y de mucha ro€a consuetudinaria”. “No de una Espa€a ensalzada en gruesas efusiones oratorias, sino para entendida y sentida como ejecutora de un gran destino, de un destino envidiable en lo universal”, que „l, como veremos en seguida, se€alaba para nuestro tiempo en la sƒntesis de los valores que deben ser conservados y salvados de la vieja civilizaci‚n occidental y de los valores nuevos hasta entonces, y podemos decir que, hasta ahora, negados,

pero aportados, en la nueva civilizaci‚n nacida en el Oriente de Europa.

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Miles y miles de camaradas, como decƒa hace un momento Pons, fueron cayendo por todos los rincones de la complicada geografƒa espa€ola, por esa misma Espa€a de Jos„ Antonio que habƒa de devolverles la alegrƒa y el orgullo de ser espa€oles, de tener por fin una Patria que no fuera – Jos„ Antonio lo expresaba asƒ – vana invocaci‚n de cosas hinchadas, sino expresi‚n de un gran contenido espiritual y humano, sin el cual toda invocaci‚n a la Patria es patrioterismo, m‡sica de charanga, con la que unos cuantos privilegiados tratan en vano de distraer al pueblo para que no se acuerde de sus apuros y de su miseria. Y su doctrina, la Doctrina de Jos„ Antonio, invocada pero no servida, habr• sido utilizada s‚lo para mantener algunos a€os la esperanza popular, para lograr esta paz – que va a resultar tregua que no paz – y este orden que si es visible en la calle, es,


en las dem•s esferas de la vida p‡blica, confusi‚n, desorden.

que para escarnio nuestro, se llaman falangistas todavƒa.

‰Ser• posible que todo haya sido en vano?. ‰Hemos de volver al punto de partida?. ‰Se ha de perder la sangre derramada y la soluci‚n prometida?.

‰C‚mo es posible esto?. Hay una forma de combatir una Doctrina, mucho m•s eficaz que el silencio y la prohibici‚n: su falseamiento. Hay una sola forma de disolver a una fuerza polƒtica gigantesca: la sustituci‚n de sus directrices, conservando las formas. Suele tener „xito, porque la fuerza polƒtica no se basa s‚lo en la raz‚n, sino tambi„n en las fuerzas irracionales m•s f•ciles de enga€ar que, no obstante, son las que mueven decisivamente al hombre hasta la muerte: en el deseo de la justicia que Dios puso en el alma humana, en los sentimientos m•s nobles y sobre todo en la ilusi‚n. Y la ilusi‚n polƒtica es como el amor exigente en su expresi‚n, sutƒl y fr•gil en su esencia. Es difƒcil recuperar el amor cuando se pierde.

Por lo pronto estamos asistiendo a la revisi‚n te‚rica de lo que ni siquiera se intent‚ poner en pr•ctica. Se trata evidentemente de lograr que la estructura realmente creada y utilizada en defensa del Orden socio-econ‚mico capitalista, pueda persistir, repar•ndose, modific•ndose o cambi•ndose – que en esto no hay completo acuerdo – solamente en la fachada. Y es curioso comprobar como colaboran, desde distintos •ngulos y con distintas f‚rmulas, los peri‚dicos de la oposici‚n consentida, tolerada, los supuestos dem‚cratas, los defensores de los derechos del hombre Œvaya usted a saber de qu„ hombres! los progresistas no comunistas y los integristas y reaccionarios de todos los matices, de la izquierda y de la derecha, incluyendo por supuesto algunos

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Todos sab„is la historia. La Falange Espa€ola de las J.O.N.S. tuvo una vida legal efƒmera. En sus tres

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a€os escasos de vida, antes del 18 de julio, en pleno R„gimen Liberal, gobernando primero las derechas y luego las izquierdas, no tuvo sus centros abiertos ni siquiera un a€o. Finalmente, el Gobierno del Frente Popular encarcel‚ a todos sus directivos conocidos a su alcance, disolviendo la organizaci‚n, pese a la sentencia del Tribunal Supremo de la Rep‡blica que habƒa decretado su legalidad. Con el Alzamiento, la Falange reapareci‚ p‡blicamente con las armas en la mano y sus consignas se extendieron abiertamente por toda la zona nacional. Jam•s ha habido una fuerza polƒtica, solitaria, de tanta popularidad como la Falange. Pero, en abril de 1937, desapareci‚ de nuevo para ser integrada, sin haber sido consultada, en una nueva Organizaci‚n polƒtica que adopt‚ una extra€a mezcla de nombres, himnos, emblemas y uniformes: La Falange Espa€ola Tradicionalista y de las J.O.N.S. Esta Organizaci‚n, tuvo – supuestamente, oficialmente – como norma program•tica, suprimido el m•s esencial, 26 de los 27 Puntos Iniciales, los puntos de partida de Jos„ Antonio: pero fue

sucedida, en fecha no determinada por el Movimiento, que, a su vez, sustituy‚ su norma program•tica proclamada, pero no cumplida, por los principios del Movimiento hoy en vigor.

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Racionalmente, no puede caber duda en la distinci‚n, clara, clarƒsima distinci‚n, entre Falange y el Movimiento. Se puede preguntar ahora ‰por qu„ fue aceptada la unificaci‚n?. Habrƒa que volver a aquel tiempo. Muchos creƒamos que no tenƒamos derecho a poner en peligro grave la suerte de la Guerra ni la vida y libertad de nuestros camaradas, desatada la barbarie, por defender o imponer nuestras convicciones que cabrƒa hacer triunfar m•s adelante. Probamos nuestro patriotismo y probamos nuestra ingenuidad. Aquella de que hablara Jos„ Antonio al decir en su testamento: “Dios haga que su ardorosa ingenuidad no sea nunca aprovechada en otro servicio que en el de la Gran Espa€a que sue€a la Falange”. Cada uno de nosotros podrƒa explicar una experiencia amarga.


Hedilla, el ‡ltimo Jefe Nacional fue a la c•rcel y no fue solo. Otros nos dedicamos a un forcejeo sordo y est„ril, sin experiencia, dada nuestra juventud y sin instrumentos, dada nuestras posiciones. Personalmente, en 1938, volvƒ al frente y s‚lo en 1941, planteado otra vez el forcejeo sobre bases m•s s‚lidas, en apariencia, volvimos a „l, para abandonarlo definitivamente por in‡til, un a€o m•s tarde, en 1942. No fue esta decisi‚n inofensiva para mi: me cost‚ m•s de un a€o de confinamiento.

asignaban. Pero si las razones hist‚ricas lo exigen y el pensamiento de Jos„ Antonio est• ahƒ, aquƒ est• la Falange como actitud, como tendencia irreprimible, m•s viva en su esencia que ayer, m•s prometedora que nunca.

Se ha dicho, ahora, y se ha dicho por los m•s interesados en que esto fuera asƒ, que la Falange tuvo su raz‚n de ser en una „poca hist‚rica y que esa „poca hist‚rica pas‚. Si un movimiento polƒtico no es s‚lo la creaci‚n de un hombre, sino tambi„n el fruto de unas circunstancias, la Falange tiene m•s raz‚n para existir hoy que ayer. No la tiene sin embargo, para los que nos creyeron fuerzas de choque anticomunista y, ahora, convencidos de la universalizaci‚n de los problemas, atribuyen a los “marines” norteamericanos el papel que entonces nos

Yo no voy a negar las realizaciones del sistema. La polƒtica de los Seguros Sociales, aunque enclenque y desarrollada 70 a€os despu„s de Bismark, el fomento de la Vivienda, el Instituto de Colonizaci‚n, el Instituto Nacional de Industria, sobre todo en la concepci‚n de Suances, puesto que despu„s se ha ido convirtiendo en centro de rehabilitaci‚n de la iniciativa privada en quiebra, y no sabemos en qu„ terminar•, ni el programa de las grandes obras p‡blicas ni tantas realizaciones que aunque sumamente discutibles en su envergadura y desarrollo han sido evidentemente progresivas en relaci‚n con lo anterior; ni voy a negar que la paz y el orden p‡blico, la introducci‚n de la t„cnica moderna y la aportaci‚n de capitales en divisas procedentes - Œque pena! – del ahorro de m•s de medio mill‚n

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de emigrantes, de los ingresos turƒsticos y de las inversiones extranjeras, han restado una parte de su dramatismo al problema social; pero las diferencias entre los privilegiados y los trabajadores se han magnificado y si hoy hay algunos que viven como los americanos ricos y muchos como los europeos medios, hay muchos m•s que viven todavƒa como los africanos pobres. Y los viejos problemas, que secularmente pesan sobre el paƒs, est•n ahƒ presentes, dispuestos a resucitar, ya no a una fuerza de futuro, que como la nuestra se anticip‚ 50 a€os en sus formulaciones, sino a los propios fantasmas del pasado muerto. ŒEs la venganza de la Historia!.

espa€oles obtuvieron ganancias del 58% mientras que los cinco primeros Bancos europeos, que no son por cierto cƒrculos arcang„licos, se contentaron con un 18%. Desde 1935 a 1960, teniendo en cuenta el poder adquisitivo de la peseta, los empleados de banca, no obtuvieron ninguna mejora, mientras que los accionistas lograron el 243% y los Consejos de Administraci‚n el 444%. El 2% de los propietarios de tierras, siempre seg‡n el mismo peri‚dico, ‚rgano de los Sindicatos actuales, percibe el 50% de toda la renta agraria. Recordemos ahora a Jos„ Antonio en uno de sus textos:

A veces cabe leer en los peri‚dicos del Movimiento noticias de inter„s, asƒ en uno de ellos, hemos leƒdo hace muy poco que la Renta Nacional est• distribuida de tal modo que la participaci‚n de los trabajadores en 1965 y a‡n siendo la inmensa mayorƒa del paƒs, no alcanz‚ m•s que el 52,7%, habiendo descendido en 1,9% en relaci‚n con 1964. En 1960 los cinco primeros Bancos

“Nuestra modesta economƒa est• recargada con el sostenimiento de una masa parasitaria insoportable: banqueros que se enriquecen, prestando a inter„s caro el dinero de los dem•s; propietarios de grandes fincas que sin amor ni esfuerzo, cobran rentas enormes por alquilarlas; consejeros de grandes Compa€ƒas, diez veces mejor retribuidas – 50, 60, 100 veces dirƒamos ahora – que quienes con su esfuerzo las sacan adelante; portadores de acciones

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liberadas a quienes las m•s de las veces se retribuye a perpetuidad por servicios de intriga; usureros, agiotistas y correveidiles”. ŒQue dirƒa ahora!. En tiempos de Luis Felipe, en Francia, con el Ministro Duchatel, se inaugur‚ la polƒtica de la socializaci‚n de las p„rdidas, ampliamente adoptada por los gobiernos capitalistas de todas las naciones, al decir cƒnicamente en el Congreso. “El Estado debe reservarse todos los riesgos de ruina para preservar de ellas a las Compa€ƒas”. Jos„ Antonio critic‚ duramente esa polƒtica con las siguientes palabras: “Y asƒ hemos visto como las instituciones m•s fuertes se han acogido a la benevolencia del Estado o para impetrar protecciones arancelarias o para obtener auxilios en met•lico... el capitalismo tan desde€oso, tan refractario a una posible socializaci‚n de las p„rdidas. Debe advertirse que todavƒa los franceses, maestros de los espa€oles – y si no ahƒ ten„is a Servan Shkreiber que ha venido a Barcelona y a Madrid a explicarnos ahora lo que tenemos que hacer – no habƒan inven-

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tado la acci‚n concertada ni los planes de desarrollo indicativos, gracias a los cuales se socializa la aportaci‚n de capitales; lo cual, con la de las p„rdidas, completa el ciclo de la socializaci‚n en beneficio de la oligarquƒa econ‚mica, puesto que s‚lo quedan inalienables las ganancias de los capitalistas. Jos„ Antonio querƒa desmontar el capitalismo afirmando de este objetivo: “Esta no es s‚lo una tarea econ‚mica, es una alta tarea moral”. Pero se nos puede decir: eso tambi„n quiere hacerlo el comunismo. No hemos tenido ning‡n inconveniente en admitirlo asƒ, pero a€adiendo en seguida que si podemos coincidir en este prop‚sito, no coincidimos de ninguna manera en lo dem•s. El comunismo se qued‚ en un colectivismo esclavista, en una dictadura permanente; es un r„gimen ya reaccionario, m•ximo monumento al panteƒsmo del Estado, al totalitarismo en su peor sentido. Y, al negar el germen de un mundo mejor que llevaba en su entra€a, result‚ ser, por una parte, heredero merecido del capitalismo,

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viniendo a empalmar por otra con el comunismo de los hijos del sol peruanos o con el estado fara‚nico del antiguo Egipto. Jos„ Antonio, no obstante, vio claro lo que podƒa haber sido y que debƒa ser, oƒdlo: “Pero en las invasiones de los b•rbaros se han salvado siempre las larvas de aquellos valores permanentes que ya se contenƒan en la edad cl•sica anterior. Los b•rbaros hundieron el mundo romano, pero he aquƒ que con su sangre nueva fecundaron otra vez las ideas del mundo cl•sico. Asƒ, m•s tarde. la estructura de la Edad Media y del Renacimiento se asent‚ sobre lƒneas espirituales que ya fueron iniciadas en el mundo antiguo. Pues bien, en la Revoluci‚n rusa, en la Invasi‚n de los b•rbaros a que estamos asistiendo, van ya ocultos y hasta ahora negados los g„rmenes de un orden futuro y mejor. Tenemos que salvar esos g„rmenes y queremos salvarlos”.

Hubiera sido un milagro ganar al primer empuje, siendo, como „ramos fuerzas de un solo Jefe, de un solo doctrinario, que habƒa de faltarnos adem•s en la hora precisa. Pero la empresa vale la pena. Hay que insistir: volver a la carga. No darnos por vencidos. ŒQueremos la victoria!, Œtoda la victoria para nuestra bandera!. Por eso somos revolucionarios. No creemos en la evoluci‚n. La evoluci‚n es te‚ricamente otro camino; en la pr•ctica se inicia siempre vigorosamente, languidece luego y combatida mas tarde, se extingue pronto. Harƒa falta una raza especial de evolucionistas, suaves y tenaces, con el coraje de los revolucionarios, la habilidad de los politicastros m•s h•biles, la paciencia de Job y la perseverancia de la santidad. Pero esta raza no se da en ninguna parte.

He aquƒ la tarea. Realizar esta sƒntesis difƒcil que encuentra enemigos en los dos bandos. Enemigos encarnizados, sin piedad.

En la revoluci‚n se cambian las estructuras bruscamente. Son necesarias energƒa y clarividencia, porque de esta energƒa y de esta clarividencia, depende que una operaci‚n como „sta, delicada y difƒcil, no produzca grandes perturbaciones

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en las necesidades inmediatas de la vida social. Hace falta la minoría inasequible al desaliento de José Antonio, la organización de revolucionarios dispuestos a sacrificarlo todo, incluso la vida, por el ideal; pero también, perfectamente sincronizados y preparados para rendir al máximo y sin vacilaciones. Lo cual, biológicamente, es sólo posible durante poco tiempo, el tiempo de los grandes cambios. Luego, la rectificación y el perfeccionamiento de las estructuras creadas, requiere menor esfuerzo y puede lograrse con el concurso de muchos y, por supuesto, de los técnicos de todas las escuelas. Finalmente rotos ya los moldes opresivos, creadas las nuevas vías para el desarrollo de las fuerzas sociales, viene la etapa de la educación del pueblo, la reconstrucción del hombre, la puesta a punto para la libertad; porque como decía José Antonio, sólo los reaccionarios pueden preconizar una dictadura como Instrumento permanente de gobierno.

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¿Qué debería hacerse para lograr la Revolución pendiente?. Exponer nuestras ideas con la debida extensión quizá nos llevará más tiempo del que disponemos y además todos las conocéis, pero resumo. Ante todo, sería necesario un cambio radical en las estructuras económicas y esto no porque lo material sea lo importante sino porque la Justicia si lo es y reclama a voces una nueva Ordenación de la Sociedad Española. Basándonos por tanto en las ideas de José Antonio consideramos esencial: 1º. Reformar el concepto de la propiedad para extenderla en función de su utilidad social a todos los españoles. Esto supondría la limitación de la propiedad individual a los bienes de uso y consumo y a los Instrumentos personales de trabajo, con su reafirmación y defensa y la creación de nuevas formas de propiedad familiar, sindical y comunal. Sólo el trabajo debe ser titular de la propiedad empresarial. El capital es un instrumento de trabajo y debe ser de la comunidad. Los pequeños capitales indivi-

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duales, fruto del ahorro, podrían ser prestados a la Comunidad y recibirían a cambio su salario, pero no darían derecho a la propiedad de los instrumentos de trabajo ajeno. 2º. Reforma agraria, con la delimitación del área cultivable, devolviendo el pasto, y a los montes, las tierras casi estériles que todavía se cultivan, perpetuando el hambre de muchos de nuestros campesinos. Incremento de las obras hidráulicas, ordenación racional de los cultivos, instalación revolucionaria de los campesinos sobre las tierras, delimitadas en unidades de propiedad familiar o sindical, según la naturaleza de las tierras. Reconstrucción del patrimonio comunal de los ayuntamientos con las tierras dedicadas a pastos y bosques. 3º. Nacionalización de la Banca, de los Servicios Públicos y de las Industrias básicas mediante la creación de empresas mixtas del Estado y de los trabajadores por medio de los Sindicatos.

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4º. Colectivización de las Empresas y el encuadramiento de las mismas en los Sindicatos o ramas de la producción. 5º. Ordenación de la Economía mediante la Planificación permanente por el poder económico delegado por el Estado en los Sindicatos. El estado sólo debe reservarse el arbitraje y esto, al principio solamente. Clave de la transformación social española era y son los Sindicatos. Para la Falange, los Sindicatos eran radicalmente distintos a los primitivos. Por una parte, un sistema de organización económica. Por otra, instrumento para la colectivización de las Empresas. José Antonio concebía a España en lo económico, como un gigantesco Sindicato en el que los productores estarían encuadrados por empresas y éstas por ramas de la producción. Estos eran los famosos y discutidos Sindicatos Verticales. Otra cosa, por supuesto, de aquellos que definía el Fuero del Trabajo en su redacción original, hoy modificada, que son en realidad Sindicato Mixto Obrero-Patronales.

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El concepto de Vertical lo tom‚ Jos„ Antonio de Hugo Stirnes, te‚rico alem•n del verticalismo, del solidarismo industrial, autor del nombre de Sindicato Vertical. Este preconizaba y posey‚ un sistema de organizaci‚n econ‚mica flexible y racionalizado en el que las Empresas se agrupaban por ramas de producci‚n, desde las dedicadas a la extracci‚n de las materias primas hasta las comerciales de productos manufacturados. El sistema permite una planificaci‚n constante, aumenta increƒblemente la productividad y suprime los intermediarios. Ha sido seguido en la organizaci‚n, cada dƒa m•s numerosa, de los “holding” y “superholding” capitalistas y se ha comenzado a adoptar en los paƒses comunistas. Pero, por otra parte, el Sindicato es el Instrumento – son palabras suyas – mediante el cual “la plusvalƒa que en el r„gimen capitalista va a parar a manos de los que contratan el trabajo y de los financieros y en el comunista al Estado, vaya a parar a los propios trabajadores”. Es decir, es el medio por el cual los trabajadores pueden ser, los

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propietarios de sus Empresas, entendiendo como trabajadores a todos los que trabajan en ellas, y constituyendo la Empresa asƒ colectivizada la c„lula elemental del gran Sindicato Vertical. Cosa muy diferente de los Sindicatos mixto obrero-patronales de los cuales se podrƒa decir lo que Jos„ Antonio dijera del Corporativismo, especie m•s perfeccionada, que conservando las relaciones de trabajo capitalista, constituyen un g„nero de Jurados Mixtos o Comit„s Paritarios. No quiero terminar sin referirme a dos cuestiones candentes. La primera de ellas, es la supuesta crisis de las ideologƒas, cantadas jubilosamente por los que querrƒan inaugurar el reinado de los tecn‚cratas y cancelar de paso todas las aspiraciones humanas a un mundo mejor. La segunda, es el matrimonio monog•mico aparentemente indisoluble, entre disoluci‚n espiritual y revoluci‚n social de una parte y entre reacci‚n polƒtico-social y defensa de los valores de espƒritu de otras.

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No creo en el crepúsculo de las ideologías. En los últimos cincuenta años hay una revolución rápida, un progreso técnico, en aceleración creciente, que ha creado nuevas condiciones de vida. Los perfeccionados medios de comunicación y de transporte, las fibras sintéticas, los plásticos, los modernos procedimientos para la construcción, la mecanización de los procesos industriales, los nuevos productos químicos, la electrónica, la automatización.... pero, por otra parte, la evolución social y moral están increíblemente retrasadas. Las antiguas instituciones milenarias no han cambiado, simplemente se han deteriorado, persistiendo sólo en sus apariencias exteriores inmutables. Derrotada Alemania y hundido estrepitosamente el Imperio Británico, roto el equilibrio entre las naciones: las que se formaron en el curso de la Historia perdieron su soberanía, hoy en manos de los gigantes, que se disputan la hegemonía mundial, chocando constantemente en la periferia de sus órbitas en pequeñas guerras hipócritas y crueles que amenazan con acabar, en algún momento, con el precario equilibrio del te-

rror, del que es fruto la paz de que dispone el mundo.

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Las ciudades han crecido anárquicamente y monstruosamente, invadiendo los antiguos espacios disponibles para el esparcimiento de los niños. Por otra parte, el aumento del tráfico hace indeseables los traslados urbanos, ilusorios los juegos infantiles e incómoda la vida en la ciudad. Las familias en cuyo seno convivían tres y a veces cuatro generaciones, se han quebrantado gravemente. Los viejos y los niños, perdido ya su tradicional y aleccionador contacto, escuela de experiencia y cariño, se consideran cargas insoportables que se llevan a regañadientes. Y muchos viejos que no tienen el atractivo de la herencia, viven solos en sus hogares sórdidos y mueren abandonados. La autoridad paterna y marital está en crisis; mientras las exigencias sociales, educativas y formativas y aun los incentivos para el placer, son mayores que nunca para la juventud. La amistad, ese sentimiento generoso, a veces más que fraternal se va haciendo más rara cada día.


Los hombres, son menos hombres y las mujeres menos mujeres, anunci•ndose la aparici‚n del “tercer sexo”, legaliz•ndose en algunos paƒses el aparejamiento de los invertidos. Consecuencia de esta situaci‚n son las toxicomanƒas, el aumento de los suicidios, la plaga de la delincuencia juvenil y las neurosis sociales, que incluso en nuestro medio, hasta hace poco resistente, pueden comprobarse en mayor n‡mero cada dƒa. El hombre se siente solo y desgraciado ante la distancia que media entre sus necesidades, en parte artificialmente creadas por la publicidad comercial, y sus recursos, siempre insuficientes. Cree que le toc‚ vivir una „poca m•gica en la que todo es posible para hoy o para ma€ana: el trasplante de ‚rganos y a‡n del cerebro, la invasi‚n de la Tierra por los marcianos, o la emigraci‚n masiva a otros planetas, la resurrecci‚n de un cad•ver congelado a muchos grados bajo cero durante a€os o la creaci‚n artificial de la vida; pero comprueba cotidianamente que sus problemas son los

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de siempre, y que la voluntad propia apenas vale para resolverlos; desea seguridad y halla inseguridad; justicia y encuentra una injusticia, amor y tropieza con el egoƒsmo ajeno; fe, firmeza, tranquilidad, libertad y s‚lo ve a su alrededor escepticismo, inquietud, flojedad y opresi‚n. Por otra parte, conmovidas sus creencias, perdi‚ toda perspectiva fuera de sus horizontes inmediatos. Una situaci‚n asƒ, ‰pueden resolverla los tecn‚cratas?. ‰Qu„ f‚rmula t„cnica podr• ser ‡til para que el hombre se encuentre a si mismo y redescubra a Dios, Se€or del Universo?. No; no creo en el crep‡sculo de las ideologƒas o, mejor a‡n, no creo en el crep‡sculo vespertino de las ideologƒas, sino en el matutino, en una nueva aurora que anuncia el florecimiento de ellas. Hay demasiados ejemplos en el mundo actual para comprenderlo y para esperarlo. Lo que ocurre es que las dictaduras capitalistas o comunistas, siempre “democr•ticas”, hip‚critas, suaves o brutales, seg‡n los casos,

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puesto que poseen todos los resortes del estado moderno, obligar•n a los idealistas a mayores esfuerzos y los expondr•n a mayores riesgos, incluyendo el del extravƒo. Si no ved los actuales movimientos estudiantiles en todo el mundo, en los que late la b‡squeda de nuevos ideales y el repudio de todos los vigentes.

inmutables, eternos valores del espƒritu, para barrer un orden corrompido, que hiede aunque resulte confortable para algunos y establecer en su lugar un poder nuevo, exigente, justo y armonioso? y, por el contrario, ‰es posible defender un orden viciado, monstruoso, en nombre de unos valores que lo contradicen?.

Pero, en la b‡squeda de ellos, la humanidad tropieza con obst•culos formidables. No es el menor el que constituyen los pares: disoluci‚n espiritual y revoluci‚n social de una parte y conservadurismo y polƒtico social y defensa de los proclamados valores del espƒritu de otra. Los dos bandos existen en el presente con muchos y muy diversos nombres. Ambos se basan en una actitud irracional, impermeable a todas las explicaciones, que obedece a la ley del todo o nada. No busqu„is la raz‚n que no la hay en el tu„tano de esta actitud; la hay, o mejor las hay, en los reclutadotes de ambos bandos y en los aprovechadotes de todas las circunstancias; pero, en sus orƒgenes, no. ‰No serƒa m•s l‚gico que el apoyo en los

En el pasado a€o, estuve en Yugoslavia, por razones profesionales. Aquello parece, ahora, rebasada la etapa terrorista, una sociedad mejor, mucho mejor que la rusa – que sigue estando jerarquizada fuertemente, militarizada, sin lugar para la libertad – y por supuesto que la capitalista. Pero es mejor en cuanto empieza a basarse en la moral eterna y en cuanto respeta, algunos que no todos, los antiguos valores del espƒritu, reforzando de paso la eficacia social. Aquello se parece de lejos a lo que la Falange pudiera haber hecho y debe a‡n. Pero Yugoslavia corre su aventura en medio de riesgos enormes. No haremos menci‚n de todos ellos, pero se€alaremos que los

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prejuicios marxistas de sus dirigentes, les impiden ver con claridad el camino. Por otra parte est• Cuba, la naci‚n hermana. ŒPatria o Muerte. Es el lema de Fidel!. ‰Ser• un lema marxista la invocaci‚n dram•tica a la Patria o ha comprendido Fidel que en la Patria como tarea com‡n, bien entendida, est• la clave de la transformaci‚n social?. Fuimos los primeros y perdimos la primacƒa. Pero hemos ganado en la experiencia, con la nuestra y la ajena. ‰Ser• posible todavƒa o ser• necesario, como dijo Juan Velarde, una nueva Fundaci‚n?. Lo que importa, decƒamos al principio, era la sustancia y no la forma. Y la sustancia est• en el pensamiento de Jos„ Antonio. Recordemos ahora lo que „l dijo de la tradici‚n: “No es •nimo de copiar lo que hicieron los grandes antiguos, sino de adivinaci‚n de lo que harƒan en nuestras circunstancias”.

esta tarde no ha sido m•s que una aclaraci‚n. Queda mucho por decir y m•s por hacer. El Circulo Jos„ Antonio de Barcelona, destaca por su inquietud y pretende, sin duda, la formaci‚n de sus militantes en la Doctrina de Jos„ Antonio. Creo que he contribuido en este prop‚sito y espero que nuestro contacto no se acabe aquƒ.

(Nota: El Dr. Narciso Perales y Herrero, fue Vicepresidente de la Asociaci‚n Internacional de Medicina Laboral, Consultor de la Organizaci‚n Internacional del Trabajo y Director de los Servicios M„dicos de Empresa del Instituto Nacional de Previsi‚n, en Espa€a).

Y nada m•s, camaradas. Como pod„is f•cilmente comprender, mi exposici‚n de

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XII

como material de construcci‚n, previo estriaje. Tales creencias son:

POR LA V INTERNACIONAL SINDICALISTA

a) La definici‚n y articulaci‚n del Orden, tal cual lo desarrolla el Papa Juan XXIII en su Encƒclica “Pacem in Terris”, con el reconocimiento pleno de la propiedad privada como Derecho natural, pero condicionada por su funci‚n social, seg‡n determina el Orden sobrenatural cristiano. El alma humana, los atributos humanos, el trabajo como funci‚n humana, la Patria, la sed de Justicia, la tendencia a la humana felicidad, han de servir de puntos de integraci‚n para el Orden Sindicalista que organice el poder polƒtico y el poder econ‚mico de la Sociedad, en un Estado sindical abierto, en el que el Materialismo cientƒfico (Capitalismo y Comunismo) no tengan nada que hacer. Frente a los principios de la Disgregaci‚n, de la Soberbia y del Odio, los de la Justicia y el Amor.

Se me han hecho muchas objeciones al artƒculo que, bajo este tƒtulo, apareci‚ en el n‡mero anterior de SINDICALISMO. Resultan, pues, obligadas algunas puntualizaciones. Primera.- El artƒculo en cuesti‚n no pretende ser sustantivo, sino, simplemente, servir de soporte a un ambicioso tƒtulo, difƒcilmente oportuno, para aprovechar la coyuntura polƒtico- ideol‚gica que se nos brinda a los espa€oles, iniciando tan compleja. Segunda.- El tema dram•tico est• montado entre dos estribos o pilares, consistentes en dos creencias, que, por naturaleza, excluyen todo tipo de relaci‚n ideol‚gica u org•nica con las sindicales anarco-sindicalistas, aunque se aprovechen algunas de sus piezas

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b) La creencia en que la sangre de Jos„ Antonio debe se la ‡ltima que se ha derramado y que se haya de derramar en

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contiendas civiles, supone dejar, en la Historia o en la an„cdota a todo lo anterior. El titularse V Internacional no supone aceptar el legado ni la identificaci‚n con ninguno de los postulados de las anteriores. Supone, sƒ, el reconocimiento de una serie de acontecimientos hist‚ricos e ideol‚gicos que integran las luchas sociales del Proletariado, o la gravitaci‚n del mundo del Trabajo en la vida interna de los pueblos. Hay que recoger cuanto hay de humana verdad en estas luchas, y rechazar a cuantas tendencias ideol‚gicas han hecho a este mundo objeto de su polƒtica. Hay que rechazar los montajes de la Vieja polƒtica y tender hacia la solidaridad de una Nueva polƒtica en la que tengan cauce “la prosperidad econ‚mica, la igualdad de trato y la libertad social”, como decƒamos hace poco en una carta abierta. Se trata, pues, de iniciar un Movimiento sindical que, para que sea fecundo, ha de ser esencialmente polƒtico, y para que sea eficaz ha de ser Internacional, puesto que las fuerzas del espiritismo lo son. Deberƒa ser supranacional, si ello no

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implicara muertas.

el

lastre

de

muchas

cosas

Tercera.- Todo el nervio de la integraci‚n va buscando un pi€‚n t„cnico, una pieza clave. Estimamos que tal debe ser el sindicato de empresa. Se apoya doctrinalmente en un humanismo filos‚fico (que no personalismo) y se monta sobre el concepto sindical de la propiedad que, modestamente, estimo puede venir a resolver esa especie de cuadratura del cƒrculo que es la pol„mica filos‚fico-polƒtica abierta entre los principios o ideas de la Libertad y de la Igualdad. Estas, condicionadas por la Idea de la Propiedad, quedan relativizadas, pero nada m•s. Aceptar, de otra parte, el sacrificio de la Idea de la Libertad por el de la Seguridad Social, como propone el Socialismo, resultarƒa, a la larga, peligrosamente, negativo. Los acontecimientos mundiales (asesinato del Presidente Kennedy, peregrinación papal, acontecimientos de Extremo Oriente y del Caribe, despertar del Mundo árabe, etcétera) nos vienen mostrando como

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la organización actual de la convivencia humana en el mundo carece de cimientos sólidos y que, cuando se pretende edificar algo, no se encuentra pie firme. La nueva generación tiene la imperiosa obligación de encontrar los puntos de integración y los esquemas de un nuevo orden. Hay ciertamente muchos materiales y muchas piezas, pero mucha confusión. Este nuevo orden debe continuar la Tradición cristiana de Nuestra civilización, salvaguardando el principio de la Libertad, base de la felicidad posible, partícula divina del Hombre.

Patricio González de Canales

XIII

HISTORIA DE LOS TRABAJADORES ESPAÑOLES DE 1813 A 1965 CIENTO CINCUENTA Y TRES AÑOS DE LUCHA

Las Cortes de Cádiz, mientras que la mayoría del país era gobernado por José Bonaparte, decretaron el 8 de junio de 1813 la libertad de trabajo y, con ello, la eliminación de los privilegios y funciones que hasta aquel momento habían justificado la acción de los gremios y de las corporaciones. Pero al desembarcar Fernando VII en el Puerto de Santa María, dos años después, procedió a la anulación de todos los acuerdos adoptados hasta esa fecha por

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el gobierno y las Cortes provisionales, con lo que se restableci„ la anterior situaci„n de los gremios. Solo el 20 de enero de 1834 se firmaba un decreto por el que se determinaba la libertad de trabajo y se abol…an los antiguos privilegios y ordenamientos gremiales y corporativos. Sin embargo, los gremios continuaron, aunque sin las antiguas funciones, hasta su definitiva liquidaci„n por Ley del 6 de diciembre de 1836. Hoy en d…a, a pesar de todo, a‰n subsisten los gremios y eligen sus s…ndicos, de acuerdo con el papel que les otorgaba la disposici„n de 1836, con la misi„n de repartir contribuciones y otras cargas fiscales entre sus miembros.

otras mutualidades y cooperativas en todo el país.

LOS PRIMEROS BROTES Cuatro años después de la definitiva cancelación de los gremios, se autoriza y constituye en Barcelona un montepío obrero textil al amparo de la presencia en el gobierno de un liberal moderado: don Evaristo Pérez de Castro, quien hace público que, mediante la autorización gubernamental del 28 de febrero de 1839, podían constituirse

Ram„n de la Sagra, espa‡ol exiliado en Par…s y colaborador activo en los trabajos de Proudhom, dice que los trabajadores asociados en la Protecci„n Mutua de Tejedores de Barcelona, constituida al amparo de la autorizaci„n citada de 1839, consignaban en su reglamento interno: “Si los amos de las f‚bricas pretenden reducir, aunque sea un ochavo, el jornal de los trabajadores, estos les conminar‚n con la huelga”.

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Pero en 1831 se hab…an producido en Catalu‡a las primeras protestas de los trabajadores textiles por sus bajos salarios y las condiciones de trabajo. Estallaron algunos disturbios y en septiembre de 1835 el gobernador civil de Barcelona decide la creaci„n de una comisi„n inspectora de f‚bricas, integradas por personas que no fueran patronos textiles, con cuya f„rmula se pensaba superar cualquier tipo de conflictos y se creaba una entidad a la que los trabajadores pudieran presentar sus recursos.


La huelga y el recurso legal fueron, con la solidaridad manifestada en las mutualidades, las armas de los trabajadores catalanes de ese tiempo. Pero hay que destacar cómo se mantienen vivas aún las tradiciones gremiales cuando se comprueba cómo las asociaciones de obreros textiles eluden el recurso ante la comisión inspectora de fábricas para hacerlo ante el Ayuntamiento, según la costumbre medieval. LA INTERNACIONAL En Catalu€a continu‚ el proceso de maduraci‚n de los trabajadores, al amparo de su propio desarrollo industrial, mientras que, en el resto de Espa€a, s‚lo algunos n‡cleos intelectuales y algunos peri‚dicos se dedican a la difusi‚n de ideas sin que lleguen a cuajar en una organizaci‚n obrera importante. Cuando Bakunin, en nombre de la I Internacional, envƒa a Espa€a a Reclus, Rey y Fanelli, para conectar con las organizaciones obreras, sus resultados fueron pr•cticamente muy limitados.

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Aunque, en las reuniones segunda y tercera de la Internacional, se recoge la presencia de delegados espa€oles, es s‚lo en la cuarta, que tuvo lugar en Basilea, cuando aparecen oficialmente los delegados Rafael Farga Pellicer, tip‚grafo de Barcelona, y el m„dico Gaspar Senti€‚n, tambi„n catal•n, no pudiendo enviar a nadie el peque€o n‡cleo madrile€o de “internacionalistas” por falta de medios econ‚micos. De todas formas, el desarrollo “internacionalista” de ambos n‡cleos habƒa sido muy limitado. Estaban, m•s bien, supeditados a las circunstancias y luchas polƒticas internas del paƒs. EL PRIMER CONGRESO OBRERO Del 18 al 26 de junio de 1870 se celebra en Barcelona el primer Congreso Obrero Nacional, en el que se acuerda ingresar en la Internacional. Asistieron numerosƒsimas delegaciones de Catalu€a, como era de esperar, dada la antig‹edad del movimiento asociacionista obrero en la regi‚n y

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dado que era el escenario de la reuni‚n. Pero lo importante es comprobar c‚mo llegan delegaciones de otras zonas: de Santander, Santo€a, Logro€o, Ezcaray, Vitoria, Bilbao, Madrid, Valladolid, Brihuega (Guadalajara), Villafranca de los Caballeros en la provincia de Toledo, C•diz, Jerez, M•laga, Arahal en la provincia de Sevilla, Ca€averal en Extremadura; Palma de Mallorca, Valencia, Alcoy, Cartagena. En total, seg‡n la referencia del famoso dirigente Anselmo de Lorenzo, habƒa m•s de cien delegados. La reuni‚n acord‚ crear la Federaci‚n Regional espa€ola de la Internacional.

2•. Que las asociaciones aisladas no son capaces de obtener la emancipaci‚n pronta y completa de los trabajadores, dando a la sociedad humana, por base, la igualdad y la justicia, sino que este objeto final de las aspiraciones y esperanzas del proletariado s‚lo puede conseguirse por la solidarizaci‚n de todas las asociaciones trabajadoras. EL ENGAÑO DE CARLOS MARX

1•. Que los esfuerzos aislados de los trabajadores siempre han sido est„riles para mejorar la posici‚n de su clase, y que solo la asociaci‚n ha podido alcanzar este objeto, hasta donde es posible, en la sociedad actual, basada en el privilegio y en la injusticia.

En la reuni‚n de la Internacional de Londres, los delegados espa€oles presentaron unos proyectos de organizaci‚n, ya aplicados en Espa€a, que representaban un grado de maduraci‚n r•pido que desbordaba los planteamientos incluso de los sindicalistas de los dem•s paƒses. Como dice Maximiano Garcƒa Venero: “En la Gran Breta€a, Alemania, Francia, Norteam„rica, los sindicatos estaban en la fase primitiva de las organizaciones locales de oficio y ni siquiera habƒan adoptado la f‚rmula federativa por ramas de Industria: pero Carlos Marx lo escamote‚ y nadie pudo enterarse de aque-

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Esta adhesi‚n a la Asociaci‚n Internacional de Trabajadores se basaba en las siguientes razones:


llo que podía haber representado un golpe para el marxismo. Al constituirse la Federaci„n Regional espa‡ola en 1870 – el a‡o de la Comuna de Par…s – su reglamento determina una postura ideol„gica sindicalista definida: “El objeto de la Federaci„n Local y la Confederaci„n Nacional es llegar cuanto antes a la revoluci„n social para lograr la emancipaci„n econ„mico-social de los trabajadores”. Y se precisaban mucho m‚s las posturas revolucionarias con las siguientes exposiciones: “Haced que el capital, las primeras materias y los instrumentos de trabajo, vayan a parar a manos de los que directamente los utilizan, o sea, a manos de trabajadores organizados en asociaciones libres, agr…colas e industriales, a fin de librarse de la esclavitud del salariado y conseguir que la sociedad llegue a ser una libre federaci„n de libres sociedades obreras”.

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Estas afirmaciones revolucionarias que posteriores ide„logos del movimiento obrero espa‡ol, sobre todo Pesta‡a y Josƒ Antonio Primo de Rivera, perfeccionar…an y llevar…an a sus ‰ltimas consecuencias, imposibilitaban a los sindicatos para participar en el turbio juego de la democracia liberal en manos de intereses burgueses de clase. Los trabajadores espa‡oles vivieron intensamente la agitada y confusa pol…tica espa‡ola de finales del siglo XIX, compartieron los trabajos y esfuerzos de los “internacionalistas” y hasta sufrieron en su propia carne las persecuciones, encarcelamientos, prohibici„n de sindicatos, etc..tanto deducidas de sus propios actos como de las acciones revolucionarias de los sindicalistas y en general de los trabajadores de otros pa…ses, especialmente de Francia. De todos son conocidos los apoyos de los sindicalistas espa‡oles a Bakunin frente al autoritarismo de Marx, y el importante papel jugado en la acci„n internacional obre-

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ra de aquel tiempo por nuestros compatriotas.

EL SOCIALISMO DE LA U.G.T. En 1879 se inician los trabajos de preparaci‚n del Partido Socialista Obrero Espa€ol, en la lƒnea de las tesis marxistas. En el verano de 1888, por fin, se constituye p‡blicamente en Barcelona. Simult•neamente, se pasaba a la constituci‚n tambi„n, de una organizaci‚n sindical: U.G.T., que al a€o de su fundaci‚n s‚lo reunƒa 27 secciones, con un total de 3.355 afiliados, y que, en 1897, seg‡n declaraci‚n de Pablo Iglesias, “no baja de seis mil”. La U.G.T. se adscribi‚ inmediatamente a la II Internacional, creada por Marx para superar la crisis abierta por la pugna con los bakunistas (anarquistas), anarcosindicalistas y sindicalistas revolucionarios de las asociaciones obreras espa€olas, que apoyaban las tesis antiautoritarias de Mijail Bakunin.

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En el programa de la U.G.T. no aparecƒa ninguna postura revolucionaria, no habƒa ya una aspiraci‚n radical contra el orden socio-econ‚mico capitalista, sino un planteamiento posibilista, reformista, concretado en las siguientes aspiraciones: jornada de ocho horas, salario mƒnimo vital garantizado, subsidio de paro por el Estado, municipios y diputaciones, cajas de resistencia para afrontar las huelgas y acci‚n para obtener reformas legislativas favorables a los trabajadores. El primer comit„ nacional de la U.G.T. lo presidi‚ Antonio Garcƒa Quejido, tip‚grafo madrile€o, avecindado en Barcelona, secundado por Salvador Ferrer, Ram‚n Coslado, Ram‚n Ciur‚, Juan Graels, Jos„ Carnicer y Basilio Martƒn, todos ellos de Catalu€a. En el momento de la guerra de Cuba y Filipinas, y el conflicto con los Estados Unidos, la U.G.T. tenƒa unos 15.000 afiliados, mientras que los sindicatos aut‚nomos, no unificados ni coordinados, pero controlados en gran parte por anarquistas, reunƒa varias

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decenas de millares más militantes que la central socialista.

¿QUÉ HICIERON LOS CATÓLICOS? ¿Qué hizo la Iglesia española en esta etapa histórica de maduración del movimiento obrero, tras la destrucción definitiva de las organizaciones de raíz cristiana que representaron los gremios?. Como en el resto del mundo, hay como una paralización general, solo salvada por algunos conatos y acertados intentos. A caballo del siglo XX, el obispo de Oviedo, Fray Ramón Martínez Vigil, intentó transformar los centros de obreros católicos en una especie de federación de sindicatos, pero murió antes de que pudiera lograrlo sin haber conseguido obtener el suficiente número de colaboraciones activas entre los más destacados militantes católicos de su diócesis. El segundo Marqués de Comillas junto con el jesuita padre Vicent, siguiendo las

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directrices de la Encíclica de León XIII contra el socialismo, promovieron círculos católicos con una finalidad catequística entre los obreros y de ayuda mutua, pero aquel planteamiento dio escasísimos resultados positivos frente a la mística de la acción directa o la lucha sindical clasista y anticapitalista de los otros núcleos obreros. LA SEMANA TRÁGICA En julio de 1909 estalla la Semana Sangrienta en Barcelona, movimiento político de intención antimaurista, pero que fue aprovechado por los anarquistas para declarar la huelga general revolucionaria, culminación de un proceso de maduración iniciado en 1901. La UGT y los socialistas apoyaron la huelga, decidida por un comité en el que solo había, sin embargo, un socialista. Una vez más, los trabajadores, por no tener una visión clara de los problemas y carecer de dirigentes adecuados, quemaban un instrumento tan importante como la huelga general revolucionaria, que acabó

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con una amplia represi‚n y el fusilamiento de Francisco Ferrer Guardia. Al a€o siguiente, los socialistas salen a las elecciones del brazo de los republicanos. Pablo Iglesias y don Benito P„rez Gald‚s son elegidos diputados. NACIMIENTO DE LA C.N.T. A finales de octubre de 1910 se celebr‚ en el Parque de la Ciudadela de Barcelona un congreso obrero nacional, convocado por los sindicalistas catalanes. La mayorƒa decidi‚ que “se constituya una Confederaci‚n General del Trabajo Espa€ola, integr•ndola temporalmente todas aquellas sociedades no adheridas a la U.G.T., con la condici‚n de que, una vez constituida la C.G. del Trabajo Espa€ola, se procure llegar a un acuerdo entre las dos federaciones, a fin de unir a toda la clase obrera en una sola organizaci‚n”.

tes palabras: “Constituyendo el sindicalismo la asociaci‚n de la clase obrera, dispuesta a contrarrestar la prepotencia de las diversas clases poseedoras asociadas, no debe consider•rsele una finalidad social, no debe ser interpretado como un ideal, sino como un medio de lucha entre los dos antag‚nicos intereses de clase, como una fuerza para recabar de momento todas aquellas ventajas que permitan a la clase obrera poder intensificar esta lucha, dentro del presente estado de cosas, a fin de conseguir intensificar la emancipaci‚n econ‚mica integral de toda la clase obrera, mediante la expropiaci‚n revolucionaria de la burguesƒa, tan pronto como el sindicalismo, o sea la asociaci‚n obrera, se considere bastante fuerte num„ricamente y bastante capacitada intelectualmente para llevar a efecto la expropiaci‚n de aquellas riquezas sociales que arbitrariamente detenta la burguesƒa y la consiguiente direcci‚n de la producci‚n”.

Los fines sindicalistas de la nueva central quedaron definidos con las siguien-

Esta Confederaci‚n pronto cambiarƒa de nombre y se llamarƒa C.N.T., con sede central en Barcelona. Pero las autoridades

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gubernamentales desataron contra aquella organizaci‚n mayoritaria de los trabajadores su represi‚n, de lo que se aprovech‚ la U.G.T., que engord‚ sus filas, ya que la unificaci‚n no fue posible en un primer momento. LA REVOLUCIÓN RUSA Mientras, los patronos organizan su r„plica. En 1911 se constituye la Confederaci‚n Patronal Espa€ola; en 1912 la Confederaci‚n Gremial Espa€ola y seguidamente la Federaci‚n Nacional de Industrias. Todo el primer cuarto de siglo est• presidido por las m•ximas tensiones sociales, por la violencia, por los atentados. Los socialistas apoyan la polƒtica republicana y se ven complicados en las empresas polƒticas de „stos. Como ahora sostienen algunos, tambi„n entonces se sostenƒa que habƒa que conquistar determinadas libertades y derechos polƒticos para que la acci‚n sindicalista fuera eficaz. Los cenetistas tambi„n participan en algunas operaciones parciales,

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aunque casi siempre prepararon sus propios planes y buscaron sus propias metas no siempre bien concebidas ni con caminos acertados. La revoluci‚n sovi„tica fue un impacto sobre las clases conservadoras del paƒs. El 3 de abril de 1919 se implantaba la jornada de ocho horas (que ya nadie sabe d‚nde est•) y la de siete horas en las minas de carb‚n. El 13 de mayo de 1919, Espa€a se adhiri‚ a la OIT y en 1920 se creaba el Ministerio de Trabajo. A partir de ahora voy a presentar el panorama aut‚nomo de cada una de las centrales sindicales del paƒs, de los movimientos obreros, apoy•ndome, en gran parte, en la serie de artƒculos publicados en la anteguerra por el semanario “Arriba”, que dirigƒa Jos„ Antonio Primo de Rivera y del que era redactor-jefe nuestro camarada, fallecido hace un a€o, Carlos Juan Ruiz de la Fuente.

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LA UNIÓN GENERAL DE TRABAJADORES. Hasta el año 1921, tanto el partido socialista, como la UGT forman dos bloques comunicables, con unidad orgánica y política. En este año se inicia la división creándose dos núcleos. El motivo de este fraccionamiento lo da la discusión de los 21 puestos de la Internacional. Unos son partidarios de seguir afiliados a la segunda Internacional. Todos los dirigentes, desde Pablo Iglesias, Julián Besteiro, Francisco Largo Caballero, Fernando de los Rios, etc., defienden la continuación en el seno de la segunda Internacional. El sector juvenil, por el contrario se muestra rabiosamente defensor de la tercera, el proyecto tanto tiempo pensado, desde el exilio en Suiza, por Lenin y puesto en marcha inmediatamente después del triunfo de la revolución soviética.

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La escisión se produce y surge el Partido Comunista, en cuyo movimiento juega un papel muy importante Oscar Pérez Solís, que llega a ser miembro del Comité Ejecutivo de la III Internacional y que terminó siendo secretario nacional de sindicatos falangistas a caballo de la unificación política impuesta en 1937 en la zona nacional de la guerra civil española. La escisión política de ese sector socialista no alcanza en forma importante a la fuerza sindical que sigue agrupada en la UGT, si bien se dibujan, ya, los primeros grupos de la oposición sindical. Fieles a la táctica evolucionista de la segunda Internacional, cuando adviene la dictadura del General Primo de Rivera, se acomodan a la nueva situación y Largo Caballero colabora en el Ministerio de Trabajo. Esta situación desdibuja a la UGT como organización de lucha y la compromete en el juego de los comités paritarios y del Consejo de Estado.

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A la caída del general Primo de Rivera, a la cabeza de la campaña contra la monarquía aparecen, sin embargo, desde un principio, los socialistas. Los dirigentes socialistas, igual que los republicanos, colocados muy por bajo del entusiasmo encendido de casi todo el pueblo, malograron aquella magnífica explosión del 14 de abril de 1931, con la proclamación de la II República española. A un pueblo en pie, tenso, con ganas de grandes realizaciones, le tocó un grupo de dirigentes mediocres, rencorosos, sin conciencia de la trascendencia del momento. En lugar de una gran política una política nacional que metiera en una vía de grandes salidas al pueblo, se limitó a liquidar pequeños problemas. Como ocurre siempre, desaprovechada la ocasión, sin capacidad para crear nada, se esforzaron en una política encaminada a perfeccionar la máquina burocrática, al servicio de todos los viejos intereses. Esto produjo un fenómeno presumible. Los restos políticos de todas las capillas se alistaron en los partidos de nuevo cuño, cambiando la camisa. El partido

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socialista hinchó sus cuadros de una manera extraordinaria. Toda la pequeña burguesía, de formación intelectual extranjerista, se alineó en el socialismo. La masa sindical tuvo un crecimiento gigantesco. Centenares de miles de obreros y campesinos se dieron de alta en la U.G.T. Este crecimiento tuvo su expresión numérica en las elecciones. 116 diputados socialistas fueron elegidos para las Cortes Constituyentes de la República. Con anterioridad, miles de ayuntamientos se gobernaban desde las Casas del Pueblo, locales de los sindicatos socialistas. Asimismo, Direcciones Generales, Subsecretarías, etc., las desempeñan miembros del partido socialista. En gran parte, el aparato del Estado estaba en manos de los socialistas. ¿Cómo lo utilizaron? ¿Al servicio de la clase obrera y de los intereses generales del pueblo español?. En su primera época, el socialismo, sin un acusado contenido marxista, no supo ser un movimiento para todos los trabajadores y

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fue un partido m•s de oposici‚n, con cierta vaga opci‚n a la sociologƒa sentimental. Participando en el poder de la Rep‡blica y siguiendo su lƒnea reformista, no emprendieron ni una polƒtica nacional ni obrera, hicieron una polƒtica capitalista cien por cien, como ya va siendo tradici‚n en los partidos socialistas de todo el mundo. El aumento de la Deuda, durante su periodo de mando, en los primeros a€os de la Rep‡blica, enriqueci‚ la legi‚n de los que viven de cortar el cup‚n. Dispensaron un favor diligente al gran capital, ayud•ndole con concursos personales inclusive. Acomodaron el funcionamiento de los sindicatos a las necesidades del sistema econ‚mico y polƒtico de la plutocracia, establecieron medidas rƒgidas para prevenir “los excesos de la juventud”, es decir, de la parte revolucionaria del paƒs, reprimieron con severidad despiadada todas las huelgas, lo mismo las que desencadenaron los de la CNT, la de la Telef‚nica, etc..., como las de su propia organizaci‚n sindical: Arnedo, Salamanca, etc. Durante este periodo tuvieron lugar los sucesos del Parque

de Maria Luisa, en Sevilla, Casas Viejas, etc.

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Creci‚ el paro vertiginosamente, sin que por su parte ni se adoptaran medidas para disminuirlo ni se votaran cr„ditos. Prieto, como ministro de Obras P‡blicas, hizo frente a las demandas de los ferroviarios, al igual que recientemente otro ministro del ramo, diciendo que podƒan considerarse los arist‚cratas del proletariado y facilitaron los intentos separatistas de Catalu€a y Vizcaya, con quebranto incluso del frente obrero. La salida de los socialistas del Gobierno y el triunfo electoral de las derechas de Gil Robles fue justificada por „stas, precisamente, por la polƒtica socialista desarrollada, pero „sta es una invenci‚n que fue incluso explotada por los propios socialistas. En realidad salieron, fueron derrotados electoralmente en 1933, porque hicieron una polƒtica sectaria y porque defraudaron las esperanzas populares dedic•ndose a apun-


talar el r„gimen capitalista en un momento gravƒsimo de crisis, e, impotentes para hacer cara a los problemas, fueron desbordados por „stos, despu„s de haber alimentado una reacci‚n de gran volumen contra su polƒtica. En fin, algo similar a lo que ahora est•n haciendo los laboristas de Wilson en Inglaterra. Al sufrir el triunfo electoral de las derechas en noviembre de 1933, cambian de lenguaje, de t•ctica. Se condena el pasado colaboracionista y se hacen votos por la revoluci‚n social. Reconocen su fracaso y montan la nueva t•ctica para la recuperaci‚n del control de las masas. Entonces surge la figura de Largo Caballero, como el “Lenin espa€ol”, con una consigna: “Todo el poder para los socialistas”. Sobre esta plataforma preparan el estallido revolucionario de octubre de 1934, que constituy‚ un gran fracaso ya que solo triunf‚ parcialmente en Asturias y en Catalu€a, y en esta ‡ltima regi‚n mucho m•s al amparo de los separatistas que de las masas obreras socialistas.

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De esta experiencia revolucionaria surgi‚ una terrible desilusi‚n de las masas obreras. Fue un gran fracaso, fundamentalmente debido a la incapacidad y cobardƒa de los dirigentes. Las masas abandonaron las Casas del Pueblo y quedaron a merced de quien fuera capaz de atraerlas de nuevo. Muchos de los militantes destacados de otras tendencias sociales se incorporan entonces a los sindicatos falangistas y entre ellos Manuel Mateo, destacado militante comunista, que habƒa sido dos a€os Secretario de Organizaci‚n del Partido en Madrid. Como un ejemplo del planteamiento de la sublevaci‚n de Asturias se contaba que en Oviedo se arrasaron los establecimientos de peque€os comerciantes e industriales, al mismo tiempo que se trataba con toda clase de consideraciones a los grandes capitalistas, cuyas propiedades y personas no sufrieron lo m•s mƒnimo. Lo que se mantuvo firme en el socialismo fue la juventud, formada al calor de la literatura rusa y sugestionada por Mosc‡,

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entrañablemente revolucionaria y que consideró el fracaso de octubre del 34 como un tropiezo circunstancial. La juventud socialista, formada en la doctrina marxista, apoyó la radicalización filocomunista de Largo Caballero, en la etapa de preguerra, y fue diezmada, en gran parte, en los combates de los primeros meses de la guerra civil, a la que fueron heroicamente sin reservas. EL PARTIDO COMUNISTA Enzarzados en pugnas triviales con los socialistas, de los que eran una escisión, sorprendió a los comunistas españoles la Dictadura de don Miguel Primo de Rivera. Los socialistas se acomodaron a la Dictadura y colaboraron activamente con ella, mientras que los comunistas prefirieron instalar su cuartel general en París. A la caída de la Dictadura de Primo de Rivera, el partido comunista rectifica su anterior política sindical y se prepara a crearse su base de masas. Dos caminos se le ofrecen: Intentar forjar una nueva central,

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tarea lenta, o invadir el huerto ajeno. Prefieren esto último. Se concentra en Sevilla, gana el Sindicato de Obreros del Puerto y lanza la consigna de reconstruir la C.N.T.. Es una habilidad táctica bien trazada pero que fracasa por la hostilidad que despierta en la Confederación, en vías de reorganización. Este fracaso limita sus ambiciones y engendra un viraje rotundo en el trabajo sindical. Sostienen la ficción del Comité Nacional de Reconstrucción, reducido a Sevilla, y algún sindicato suelto en Asturias. A partir de ahora, orientan sus trabajos hacia la penetración en las otras centrales sindicales. Los grupos de oposición sindical comunista se dedican exclusivamente a una crítica sectaria para debilitar al movimiento obrero y cuando lograron algún puesto de mando sindical fracasaron estrepitosamente. Ninguna reivindicación de los trabajadores españoles, durante la República, puede cargarse en el balance de triunfos de los comunistas.

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La impotencia del anarquismo, demostrada en huelgas con tantas posibilidades sociales y revolucionarias como la de la Telefónica, en la que jugó un papel principal Nicasio Alvarez de Sotomayor, primer dirigente de los sindicatos falangistas posteriormente, y el sometimiento de la UGT a los intereses de la gran burguesía, además de la crítica situación económica, cada día más agudizada, motivaron un anhelo de unidad entre los trabajadores en todo el país. El partido comunista se dio cuenta de ello y entonces organizó en 1932 la Conferencia de Unidad Sindical, a la que concurrieron representantes de más de 250.000 trabajadores, rebasando con ello, los cálculos más optimistas. El último día de la reunión los comunistas hicieron pública la decisión de crear la Confederación General de Trabajadores Unidos. Teniendo en cuenta la pequeña representación de los delegados, la creación de una nueva central, en competencia con las demás organizaciones obreras, era el pobre fruto de aquella pomposa conferencia de unidad sindical. En 1933, sus

adheridos eran 100.000 y 150.000 el 18 de julio de 1936.

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Convencidos de la incapacidad de su lucha sindical independiente, los comunistas dedicaron todos sus esfuerzos, nuevamente, hasta el 18 de julio de 1936, a reforzar su penetración en los cuadros ugetistas de la Casa del Pueblo, así como en la C.N.T. LA CONFEDERACIÓN De 1911 a 1919, la C.N.T., por su número de afiliados en todo el país y por el temple luchador de sus militantes, se puso a la cabeza de las organizaciones obreras. La U.G.T., a pesar de sus muchos años de existencia, de las ventajas que le acarreaba el participar en los organismos oficiales, de control burgués y capitalista, jamás logró interesar a tan crecido número de trabajadores como la C.N.T., al menos en el periodo que llega hasta 1936. La U.G.T. no supo ser la organización de todos los obreros, sino sólo de los que


aceptaban la filiación socialista. Grandes zonas, casi las más importantes socialmente, como Cataluña y Valencia, eran hostiles a sus formas de organización y contenido político. Este vacío forjó la necesidad de crear una nueva central. Su vigor, su agilidad, su profundo sentido sindicalista, se abrió paso rápidamente, convirtiéndose en el núcleo obrero más importante. Pero lo que le ganó decididamente la adhesión de la masa trabajadora fue su enemiga rabiosa, furiosa, hacia el politiqueo. España estaba harta de los engaños de la política liberal en la que jugaban los socialistas. La C.N.T. supo interpretar este desvío y frente a la posición sectaria partidista-socialista, de la U.G.T. creó una organización de masas. En su Congreso, el segundo, celebrado por la C.N.T. en Madrid, en el Teatro de la Comedia, donde José Antonio Primo de Rivera habría de levantar, años más tarde, las bases para una nueva política sindicalista, la Confederación acordó que su meta era la implantación del Comunismo Liber-

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tario, es decir, la tesis radicalmente opuesta a la de los marxistas. Los núcleos influyentes de la C.N.T. o bien eran anarquistas puros o procedían del republicanismo federal. Y claro está, cuando llegó la hora de perfilar la fisonomía política del movimiento, venciendo escasas resistencias, declararon la identificación de fines entre la C.N.T. y el anarquismo. Naturalmente, esto produjo algunos conflictos y la mayor parte debidos al intento de compaginar tendencias tan dispares como el sindicalismo revolucionario, todo disciplina, con el anarquismo libertario. Esta tarea, este equilibrio inestable, exigió gran parte de los esfuerzos de la organización, para mantenerse unida, con grave quebranto de su acción sindical. Al implantarse la Dictadura del General Primo de Rivera, y mientras los socialistas se apuntan a la colaboración activa, los cenetistas pasan a la oposición clandestina, muchos de sus dirigentes se exilian a París

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y pr•cticamente la organizaci‚n queda deshecha. El 10 de marzo de 1923 era asesinado en el puerto de Barcelona, en forma misteriosa, el Secretario General de la C.N.T., Salvador Seguƒ, el famoso “Noi del Sucre”, una de las figuras m•s relevantes del sindicalismo revolucionario espa€ol. Cuando sobrevino la caƒda de la Dictadura, el ala sindicalista de la C.N.T., encabezada por Pesta€a, amigo y colaborador de Salvador Seguƒ, inicia la reorganizaci‚n de la Central. En poquƒsimo tiempo resurgi‚ la antigua potencia, hasta el punto de que nuevamente super‚ a la U.G.T. en n‡mero de afiliados.

revoluci‚n social que transformara toda la estructura social y econ‚mica del paƒs. En todas sus acciones, no se proponƒa ganar esta o la otra posici‚n sino implantar el Comunismo libertario. Pero, tendencia servida con una abnegaci‚n sin lƒmites, con un espƒritu revolucionario admirable, utilizaba unos medios totalmente est„riles. Tenƒan una buena t•ctica: la acci‚n directa, no siempre respetada. Pero al mismo tiempo su apoliticismo negativo y normas de organizaci‚n federativas, esterilizaban los mejores esfuerzos.

La Confederaci‚n colabor‚ con sus hombres en todas las luchas que precedieron a la proclamaci‚n de la Rep‡blica.

Las grandes acciones: huelga de la Telef‚nica, movimientos de la cuenca del Llobregat, llevados a cabo con una decisi‚n sin precedentes, se malograron, como se ha malogrado el magnƒfico caudal de energƒas derrochado por la C.N.T., por incapacidad polƒtica e infecundidad de su sistema de organizaci‚n: el federalismo.

Sin embargo, la C.N.T. no querƒa la lucha por conquistas parciales. Estaba dominada por un deseo de totalidad. Querƒa la

Pr•cticamente, nunca la C.N.T. pudo organizar acciones nacionales. Tropez‚ con la autonomƒa de las Regionales. No habien-

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do una autoridad central que coordinara los movimientos de todo el organismo, cada parte hacƒa lo que le venƒa en gana, no siendo, muchas veces, bastante para romper el aislamiento de las regiones, la indiscutible justicia por la que se desencadenaban muchos movimientos en otros lugares. En la etapa de preguerra, m•s que la energƒa del Estado burgu„s, que pretendƒan derrocar, lo que fren‚ e hizo fracasar a la C.N.T. en sus prop‚sitos fue su carencia de buen sentido polƒtico y sus catastr‚ficas normas de organizaci‚n. EL PARTIDO SINDICALISTA ˆngel Pesta€a, sindicalista de la C.N.T. y sucesor de Salvador Seguƒ en el puesto de Secretario, reorganiz‚ la Confederaci‚n despu„s de la Dictadura del General Primo de Rivera. En aquellos dƒas, pensando que, para una eficaz acci‚n sindical, era necesario disponer de unas plataformas de libertad democr•tica, comprometi‚ los

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efectivos de la C.N.T., en contra de su polƒtica tradicional, en las luchas y maniobras para el derrocamiento de la Monarquƒa. El fracaso de los movimientos revolucionarios de diciembre de 1931 y enero y febrero de 1932, le hicieron comprender que el Estado burgu„s habƒa fortalecido sus posiciones y pens‚ que, para atacarle eficazmente, era necesario que los trabajadores dispusieran de un partido que, con t•ctica similar a la socialista, aunque con fines revolucionarios, realizase la polƒtica adecuada en los propios cuarteles de la burguesƒa. En abril de 1933, ˆngel Pesta€a publicaba el programa del Partido Sindicalista en Barcelona e iniciaba una labor que habrƒa de enfrentarle, abierta y claramente a los anarquistas de la Confederaci‚n, cuyas filas ya habƒa, pr•cticamente, abandonado tras la firma del famoso manifiesto de los “treintistas”.

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El éxito político del Partido Sindicalista de Pestaña fue limitado y sufrió diversos avatares hasta la llegada del Frente Popular. Julio Ruiz de Alda, que mantenía contacto con diversos dirigentes sindicalistas, procuró que José Antonio Primo de Rivera se entrevistase con Pestaña. Me dicen que la primera reunión tuvo lugar en un departamento de ferrocarril de Madrid a Barcelona y que hay un testigo presencial que aún vive en Sevilla, amigo de Pestaña. La segunda entrevista se celebró en Barcelona, en una cena íntima en el Restaurante Glaciar, en las Ramblas, el 28 de febrero de 1934, y viven aún dos personas que participaron. Estas dos entrevistas fueron sumamente valiosas para José Antonio Primo de Rivera que descubrió, a través de ellas, la orientación definitiva para su acción política: el Sindicalismo. En noviembre de 1935 vuelven a reunirse Pestaña y José Antonio en un restaurante del Tibidabo en Barcelona y entonces Primo de Rivera le propone abierta-

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mente a Pestaña la unificación. Dificultades instrumentales retrasaron la realización del acontecimiento. En las elecciones del 36, el Partido Sindicalista participa dentro del Frente Popular, en el que tuvo grandes dificultades para intervenir. LOS SINDICATOS CATÓLICOS El movimiento obrero católico en España nunca tuvo importancia. Después de una serie de intentos regionales, el 20 de abril de 1919 se constituyó la Confederación Nacional de Sindicatos Católicos Obreros, cuya cifra total de afiliados nunca superó los 80.000 en toda España, lo que resultaba ridículo frente al millón de la U.G.T. y el 1.200.000 de la C.N.T. en enero de 1932. La Confederación Nacional de Sindicatos Católicos participó en el Congreso fundacional de la Confederación Internacional de Sindicatos Cristianos, que tuvo lugar en La Haya del 15 al 19 de julio de 1919.

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En 1921, en un congreso celebrado en Azcoitia, la Confederaci„n decidi„ ingresar en los Sindicatos Libres, nacidos en Catalu‡a, aunque algunas organizaciones cat„licas se negaron a seguir a su Confederaci„n. Los Sindicatos libres nacieron en Barcelona el 10 de octubre de 1919, como reacci„n frente a las campa‡as de violencia y terrorismo social que se desarrollaban en aquel momento. Se les acus„ de ser iniciativa gubernamental para dividir el frente obrero unido y nunca qued„ esto suficientemente claro. En el grupo promotor del Sindicato Libre hab…a muchos tradicionalistas catalanes. Uno de los l…deres de la nueva organizaci„n dijo: “El Sindicato Libre naci„ porque sus inspiradores, que hemos sido sus fundadores, no cab…amos dentro del reducido marco de independencia y libertad que tanto el Sindicato Šnico como las asociaciones cat„licas otorgaban a sus asociados”.

en un momento en que empezaban a estar influidos en sus tesis por el fascismo corporativista de Mussolini, alabado por la Enc…clica Quadragessimo Anno de Pio XI. El 7 de marzo de 1935 anunciaron que estaban a punto los trabajos para su reorganizaci„n.. y nada m‚s. Durante la Rep‰blica, a ra…z de la Revoluci„n de octubre del 34, y bajo el patrocinio de la CEDA se intent„ la organizaci„n de una Federaci„n Nacional del Trabajo, que en diciembre de 1935 prepar„ un Congreso de Unidad Obrera Antimarxista, en el que pretend…an estar representados 200.000 trabajadores de todo el pa…s. LOS SINDICATOS FALANGISTAS

El Sindicato Libre fue perdiendo fuerza a partir de la Dictadura de Primo de Rivera,

Desde el primer momento, los jonsistas de Ramiro Ledesma Ramos, siguiendo de cerca la crisis de la C.N.T., procuraron la captación de relevantes figuras de la Confederación. Entre ellos, después del fracaso de la huelga de la Telefónica, pasó a las filas de las J.O.N.S. Nicasio Álvarez de

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Sotomayor. Cuando se produce la unificación con la Falange Española de José Antonio Primo de Rivera, Sotomayor ocuparía el puesto de Jefe Nacional de la Central Obrera Nacional Sindicalista, y a éste le sucedería Manuel Mateo, a principios de enero de 1935. A mediados de 1934 y cuando había en España una cifra abrumadora de 700.000 parados, los sindicalistas falangistas iniciaron una intensa labor de propaganda y forzaron, en diversas maniobras de acción directa, la colocación en las empresas de trabajadores de sus Sindicatos. En el año 1935, sobre todo en la segunda mitad, se desarrolló una intensa labor de difusión de la Central Obrera Nacional Sindicalista, que recogía gran parte de los frutos del desprestigio provocado por el fracaso de las otras centrales. En ese año, se calculaban en unos 100.000 los afiliados a la C.O.N.S., de los que unos 20.000 pertenecían a Madrid.

militancias en las otras organizaciones obreras: Nicasio Álvarez de Sotomayor, Sinforiano Moldes, Camilo Olcina, etc., de la C.N.T.: José García Vara, Emilio Gutiérrez Palma, etcétera, de la U.G.T.: Manuel Mateo, Oscar Pérez Solís, etcétera, del Partido Comunista; los hermanos Medina, de los sindicatos católicos. LA GUERRA ESPAÑOLA La Guerra civil española de 1936 situó en el bando rojo o republicano a la casi totalidad de las organizaciones obreras españolas, con masas de varios millones de afiliados. En el bando nacional aparecen los falangistas como la única fuerza con una finalidad social revolucionaria definida.

La mayoría de los dirigentes destacados de la C.O.N.S. procedían de veteranas

La guerra civil española constituyó para los trabajadores del mundo entero un mito, una realización ideal, una empresa suprema de la maduración del movimiento obrero. Los socialistas se identificaron con los socialistas, los comunistas con los comunistas, los anarquistas con los anarquistas, y

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las demás agrupaciones se vieron arrastradas por un ambiente arrebatador creado en todo el mundo hacia la lucha de los españoles. Fue tal el impacto psicológico y tan profunda la unidad sentimental creada al amparo de nuestra guerra civil que aún se sigue utilizando el recurso de este recuerdo y de las realidades actuales nacidas de aquella lucha, para superar la crisis interna que vive en la actualidad el sindicalismo europeo. LA ZONA ROJA Desde el primer momento de la guerra, las organizaciones obreras se alzan contra el Alzamiento nacional y aprovechan todas las oportunidades para realizar, an‚rquicamente, una revoluci„n social, una transformaci„n radical de la econom…a, llegando un momento en que el Gobierno, por exigencias de la guerra, se ve obligado a disciplinar y a controlar de alguna forma.

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Pero lo importante, desde el punto de vista Sindical es que las dos centrales obreras m‚s importantes: la C.N.T. y la U.G.T. se pasaron toda la guerra intentando una unificaci„n, una coordinaci„n de esfuerzo, un enlace de cualquier tipo, sin lograrlo nunca eficazmente. Razones de fortalecimiento de la retaguardia, razones de guerra, aconsejaban la unidad, pero diferentes concepciones del sindicalismo y de la organizaci„n econ„mica les enfrentaban y hasta les divid…an en m‚s de una oportunidad fundamental. El 20 de noviembre muri„ misteriosamente en Madrid el famoso anarquiista Durruti. Pues bien, el 10 de diciembre se reun…a en Valencia la Comisi„n Ejecutiva de la U.G.T., anunciando a bombo y platillo la unificaci„n con la C.N.T., pero no pas„ de una declaraci„n. El 22 de febrero, en un mitin organizado por la C.N.T. en Barcelona se vuelve a proclamar la unidad, con igual resultado. El 14 de abril de 1937, el „rgano de la Juventud Socialista Unificada dec…a: “ˆHasta cu‚ndo van a estar discutiendo las

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dos direcciones nacionales de la U.G.T. y C.N.T.? ¿Es que no es hora ya de cumplir el deseo de la clase obrera y de la juventud trabajadora, forjando la unidad sindical?. Por fin, el 30 de julio de 1937 se hizo pública el acta firmada entre la U.G.T. y la C.N.T. creando un Comité de Enlace entre ambas organizaciones. Los comunistas jugaban a fondo la tarea de unificación de todas las fuerzas obreras y, al tiempo que se tributaban elogios a la C.N.T., procedían también a la creación de otra comisión de enlace con los socialistas. Siguiendo la serie de intentos de unificación y de coordinación, el 18 de marzo de 1938 se concluyó un pacto de unidad de acción de la U.G.T. y la C.N.T., pero todo siguió igual.

LA ZONA NACIONAL Entre los días 19 y 20 de julio, los hermanos Medina inician en Zaragoza la resurrección de las estructuras sindicales falangistas, apagadas por el pase a la clandestinidad en el período que va del 14 de marzo al 18 de julio de 1936. Seguidamente, en el mes de julio hay sindicatos obreros nacional-sindicalistas de estructuración horizontal, clasista, tradicional, en Pamplona, Valladolid, Burgos, Galicia, Sevilla.

Los cenetistas, conforme fue avanzando la guerra, renunciaron a sus antiguos apoliticismos anticapitalistas y aceptaron la colaboración en varios gobiernos en los que ocuparon diversas carteras ministeriales.

Los dirigentes obreros falangistas se esforzaron en toda la zona nacional por salvar a los militantes obreros de las organizaciones que aparecían alienadas en el bando rojo o republicanos, y hasta en algunos sitios trataron de salvar las antiguas estructuras sindicales obreras. Ante el éxito de los sindicalistas nacionales en su labor de organización de los trabajadores, especialmente en algunas zonas, los grupos derechistas y reaccionarios que apoyaban el Alzamiento se alarmaron.

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El 29 de octubre de 1936 se celebró en Zaragoza la primera concentración sindical obrera organizada por la Falange. Asistieron unos 70.000 trabajadores. Desde un camión hablaron Valentín Medina, Paco Villena y Jesús Muro. Asistieron los militantes de las antiguas organizaciones obreras y, según me ha contado Paco Villena, al frente de las diversas formaciones aparecían carteles que identificaban a sus integrantes: C.N.T., U.G.T., C.O.N.S. Incluso se celebró en Salamanca una reunión con diversos dirigentes de la C.N.T. y de la U.G.T. para coordinar una acción sindical a través de la C.O.N.S. La condición puesta por ugetistas y cenetistas fue que la Falange no apoyara ni desarrollara organizaciones patronales.

e inversión económica habían proyectado, impulsaron el golpe de la unificación política. Con la unificación, el señor López Bassas, Secretario del Secretariado Político, procede a preparar la unificación también de todas las entidades sindicales de la zona nacional, grandes y pequeñas, lo que dispone con fecha 13 de junio de 1937. El proyecto de los actuales sindicatos (en 1965) se debe al actual Subsecretario de Educación, señor Legaz Lacambra. Siguiendo su política social, redactaron el Fuero del Trabajo, con fecha 9 de marzo de 1938 que, posteriormente, sería incorporado como una de las leyes fundamentales del Estado español franquista.

Todas estas actividades sindicales, junto con el temor creciente de las derechas monárquicas y democristianas de que las masas falangistas de las retaguardias y los frentes pudieran arrebatarles el control del movimiento que con tanto cuidado, esfuerzo

El 23 de noviembre de 1939 se aprueba por decreto la cesión a los actuales sindicatos de los bienes incautados y que pertenecieron a las organizaciones obreras alineadas en la zona roja.

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El 26 de enero de 1940 se aprobó la ley de unidad sindical; el 2 de septiembre de 1941 se establece la cuota sindical obligatoria; el 12 de febrero de 1944 se constituye el Consejo Económico Sindical, y sucesivamente han ido montándose nuevas superestructuras con el Congreso Sindical y los Consejos de Trabajadores y los de Empresarios.

El 10 de noviembre de 1944, cuando los alemanes se repliegan, se celebra en Toulouse el congreso constituyente de la Secci„n de U.G.T. en Francia, que poco despuƒs se adhiere a la Federaci„n Sindical Mundial, para separarse de ella al constituirse el 28 de noviembre la Confederaci„n Internacional de Organizaciones Sindicales Libres.

EL EXILIO

En enero de 1963, dirige un mensaje a los trabajadores y precisa en 24 puntos su programa m…nimo de reivindicaciones. El examen que reitera, un a‡o despuƒs, de estos puntos, es francamente desolador ya que son de una peque‡ez extraordinaria, t…picos de la mentalidad socialista, en cuya redacci„n, evidentemente, no han podido intervenir los hombres formados en el sindicalismo revolucionario de la C.N.T. La inmensa mayor…a de los 24 puntos ya han sido cumplidos por el Rƒgimen nacionalsindicalista y constituyen, por tanto, una evidente propaganda de su pol…tica social. Otros, representan un simple perfecciona-

M‚s de doscientas mil personas se exiliaron al terminarse la guerra espa‡ola. Al estallar la guerra europea, muchos de estos hombres se alistaron en las filas de la resistencia antialemana o pasaron a zonas controladas por los aliados para ser encuadrados en unidades militares combatientes. En el norte de ‹frica y en el desembarco de Normandia hubo muchos trabajadores espa‡oles y fueron espa‡oles tambiƒn los tripulantes de los tanques “gaullistas” que entraron con la liberaci„n en Par…s.

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miento, rectificaci„n parcial, de lo realizado en los ‰ltimos veinticinco a‡os. La conclusi„n es de que la plataforma del exilio es de una pobreza dialƒctica y reivindicativa lamentable, solo justificable por desconocimiento radical de lo que en Espa‡a ocurre, cosa improbable, o por limitaciones ideol„gicas e incapacidad de sus redactores. Pero lo que si es indignante es el punto 22 de su programa m…nimo, en el que dice: “La adhesi„n a los sindicatos ser‚ voluntaria, libre para cada hombre”. Sobre esta base y sobre los textos pontificios torpemente interpretados, en los ‰ltimos a‡os, hemos asistido a una consigna general a favor de los sindicatos libres, es decir, a favor de la divisi„n del movimiento obrero y de su debilitaci„n. Y es tr‚gico el retroceso, cuando creemos recordar que, en tiempos de la Rep‰blica, las organizaciones obreras lograron la obligatoriedad de pertenecer a un sindicato para poder concertar contrato de trabajo.

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SITUACIÓN DENTRO DE ESPAÑA Los Sindicatos estatales, a pesar del tiempo transcurrido y de las innovaciones y superestructuras creadas sobre ellos, siguen teniendo un defecto fundamental: la imposibilidad de las bases de afiliados para controlar a sus dirigentes y para imponer sus tesis y aspiraciones eficazmente, la organización en compartimentos estancos sin diálogo ni comunicación de ningún género, junto con la imposibilidad de atender a las exigencias de la lucha de clases que impone el propio sistema capitalista. En estas condiciones, en los últimos años han proliferado las organizaciones clandestinas y han crecido las asociaciones parasindicales de la Acción Católica: H.O.A.C. y J.O.C., que han tenido que superar el marco de su reglamentaria actividad apostólica, desbordados por las exigencias de la realidad social.

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Lo que si es cierto es que los actuales sindicatos verticales necesitan en su seno la fuerza dinámica capaz de imponer una política revolucionaria; podría justificarse su existencia, pero solo es un aparato burocrático. Los trabajadores están a la intemperie, luchando sin armas adecuadas contra el imperio capitalista, mientras ven cómo se gastan sus cuotas sindicales en suntuosidades propagandísticas.

todos los tiempos siempre han soñado y luchado por la subversión del injusto orden capitalista, por la revolución social, y el establecimiento de un sistema socio-económico en el que los trabajadores encuentren su liberación, su significación: en el que dejen de ser instrumentos animados al servicio de los intereses capitalistas y pasen a ser otra vez lo que siempre debieron ser: los hijos de Dios y los hermanos de Jesucristo.

Años después de la derrota de la Comuna de Paris de 1870, el dirigente obrero francés Merrheim diría en el Congreso de la CGT de Marsella que, contra viento y marea, los trabajadores franceses habían vuelto a levantar y a madurar sus organizaciones después de treinta y ocho años de lucha.

Ceferino Maestu Narciso Perales Patricio G. Canales. Carlos J. Ruiz de la Fuente.

Al cabo de veinticinco años, también los trabajadores españoles han de proponerse los mismos objetivos, pero aprendiendo las lecciones del pasado, y no quedándose cortos, nunca, en los objetivos, sin olvidar jamás que los sindicalistas auténticos de

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