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El placer homosexual florece en rincones y zanjas del binarismo, por RAGGS

El placer homosexual florece en rincones y zanjas del binarismo

Reseña de GAY DISCRETO BUSCA HETERO CURIOSO. Autor: Movimiento Maricas Bolivia (Edgar Solís Guzmán y Roberto Condori Carita). Fotografías: Huáscar I. Pinto Saracho Unión Europea e HIVOS, La Paz, Bolivia Año: 2018 Páginas: 120

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escribe: RAGGS

La marica enfunda sus lampiños y pedicuros pies en coloridos botines de redondeadas y cuadrúpedas suelas; calza los patines animal print rojos de cuerdas amarillas para avanzar por la ciudad en su arrecha búsqueda de saciar el placer embistiendo su cuerpo herrado como una res con tatuajes visibles e invisibles, algunos recuerdan afectos otros son marcas de lecciones aprendidas en el constante abatimiento del cuerpo maraco que no deja de levantarse esnifando la ansiedad por un nuevo macho, una nueva calle para el encuentro, un espacio en la cabina, una última butaca de la sala perfumada por el tabaquismo, una nueva erección en el baño público; porque, al final, perra que sale sola su hueso encuentra, recuerda avanzando en su sinuosa senda de excitación de su deseo incontenible para una ciudad instalada entre las nubes.

La ciudad de La Paz, que poco a poco ha clausurado espacios para el frote homosexual, tratando de cerrar braguetas y subir pantalones a los golosos culos, sitiar nuestro placer que quiere chupar y clavarse todo; una ciudad que también puede ser Lima, que va eliminando espacios donde fluían los cuerpos que ahora se corren sobre las pantallas de los smartphone; la ciudad de la Paz y sus empinadas callejuelas son el patio de juegos morbosos ofrecidos a la imaginaria marica patinadora en estas nutridas cinco crónicas con testimonios, fotografías, collages y viñetas recopiladas con sensible estilo en el libro Gay discreto busca hetero curioso, del Movimiento Maricas Bolivia (Edgar Solís Guzmán y Roberto Condori Carita), publicado con el 2018 con el apoyo de la Unión Europea e HIVOS; un valioso trabajo de documentación de la memoria marica boliviana que permite, además de contrastar nuestros espacios homosociales locales y reconocer similitudes en las exclusiones dentro de los mismos.

En los Api-videos, descritos como «esos refugios rotos del amor homosexual», la marica encuentra a su mejor amiga, la oscuridad de la video porno heterosexual, donde «el deseo homosexual despierta en ese vaho pestilente que avizora, con su gesto amanerado, la humedad fálica que alimenta esas bocas famélicas». Entre borrachos, pastrulos pasados de vueltas, gays discretos y otros desentendidos, «la colectividad homosexual continúa la fiesta en las últimas tres hileras de asientos… Si tienen suerte, estos hombres lograrán masturbar al otro y se masturbarán también ellos… Y si realmente tienen suerte, lograrán irse con alguno a los alojamientos… Ninguno recibirá un beso, no se enterarán de sus nombres y apenas recordarán sus rostros», comenta la primera sección del libro, titulada «La soledad los pobres hombres pobres», antes de compartir el testimonio de un posible amor conocido en «esa sala cada vez más fría, más hedionda y más abandonada. Me pregunto qué es el amor mientras un semental-gringo penetra analmente a la rubia-tetona».

Haciéndose de referencias académicas y culturales precisas, sin apabullar con descripciones antropológicas ni sociológicas pesadas, los textos fluyen sin esfuerzo en el compartir de la experiencia / exploración por los nichos del gueto paceño que esta especie de cartografía topográfica perversa le permite saborear a la marica lectora. Siguiendo los puntos cardinales / seminales de su hambriento deseo arribamos a la segunda parada; a los pasillos y habitaciones del «Oasis», el «aloja» homosexual más emblemático, el equivalente nacional al telo limeño «Paraíso», donde se aprecia la discreción de los parroquianos y el «caos está coronado con los condones usados, algunos con semen, otros vacíos, pero todos usados. Todo esto en ausencia de nuestros cuerpos» que son cómplices de incontables encuentros amatorios, cuyas historias y nombres entrelazados en la narración que desemboca en la dinámica indolente y anónima de la despedida, cuando leemos: «el apretón de manos es el síntoma del final con Ángel, Álvaro, Rodrigo, David, Grover, Jorge y Álex, y el mismo guion se repite con Fredy; su paso por este lugar fue un placer como él indica antes de irse. ¿Quién sale primero, tú o yo?». Arrojados de «la Sodoma que es el Oasis», los luminiscentes espejos destellan con el mosaico fotográfico que se nos describe en el capítulo «Lo que el Grindr no muele», que nos introduce en el algoritmo de crearse la identidad ideal para la atracción deseada, una nueva construcción, una posibilidad para «la loca y el afeminado que intentan entrar a este mundo donde nos son bienvenidos, se camuflan, juran y perjuran que son varoniles y cero ambiente, porque ser de ambiente es sinónimo de loca y afeminado, entonces el Grindr despolitiza a la loca», en un fraudulento escape al culto maricón a la juventud y el cuerpo; a la gordofobia, serofobia y transfobia, camufladas de gustos y deseos.

El girar de las ruedas en los pies de la marica va llegando a sus últimos destinos de la putivuelta urbana. Abrimos las puertas del tercer apartado del libro titulado «Joder lo público. Los cruisers del cine XXX» y nos introducimos a la sala cuyo nombre y ubicación se mantienen en secreto «para evitar exponer este espacio a conservadores homofóbicos». A nadie la importa la película porno gringa, adentro parece que el humo del cigarro es el perfume combustible para las hormonas de los espectadores de las últimas filas, los espectadores que terminarán en los baños del cine, los espectadores que «hacen activismo desde su individualidad, impulsados por el deseo no heteronormado… ellos utilizan las manos no para levantar carteles; ellos utilizan la boca, no para presumir sus dotes de oralidad en medios de comunicación; ellos resignifican el espacio público controlado por la heteronormatividad, se desentienden de la higienización».

Por último, en «Sanitizado», se nos revela otro espacio público de la modernidad capitalina boliviana que ha sido redefinido para el encuentro homosexual: el baño público y el lenguaje coreográfico del glory hole. «Un dedo quieto a través del glory hole significa “chúpamela” y un dedo en movimiento, compromiso de sexo anal. El siguiente nivel para este código es el miembro a través del glory hole expuesto a la urgencia bucal o anal», ilustra en texto e imagen antes de cerrar la exquisita publicación de Edgar Solís, escritor y coorganizador del «Festival Sudaka, marica, machorra, trava, queer», y del comunicador social Roberto Condori, que destaca como gran aporte y referente para la memoria marica. / /

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