11 LIBRO Tamaulipas en la guerra de independencia

Page 1


Tamaulipas y la guerra de Independencia: acontecimientos, actores y escenarios

Homenaje a Juan Fidel Zorrilla

GOBIERNO DEL ESTADO DE TAMAULIPAS

Comisi贸n Organizadora para la Conmemoraci贸n en Tamaulipas del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revoluci贸n Mexicana

voluci贸n Mexicana


Directorio Ing. Eugenio Hernández Flores Gobernador Constitucional del Estado de Tamaulipas Lic. Alejandro Etienne Llano Magistrado Presidente del Supremo Tribunal de Justicia del Estado Lic. Ricardo Gamundi Rosas Presidente de la Junta de Coordinación Política del H. Congreso del Estado Ing. José María Leal Gutiérrez Rector de la Universidad Autónoma de Tamaulipas

Consejo Consultivo

Lic. Antonio Martínez Torres Secretario General de Gobierno Lic. Oscar Almaraz Smer Secretario de Finanzas Lic. Manuel Muñoz Cano Secretario de Desarrollo Social, Cultura y Deporte Lic. José Manuel Assad Montelongo Secretario de Educación Lic. Fernando Mier y Terán Garza Director del Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes Lic. Laura Hernández Montemayor Directora del Instituto de Investigaciones Históricas UAT

Representantes de Organizaciones sociales en el Estado

Dra. María del Carmen Olivares Arriaga, Lic. Ascención Maldonado, Ing. Clemente Rendón de la Garza, Arq. Juana Adela Támez, Lic. Federico Schaffler, Lic. Eduardo Melhem, Miguel Ángel Manzur, Lic. Ramón Martínez, Lic. Antonio Maldonado Guzmán, Lic. María del Pilar Sánchez, Lic. Víctor Manuel Olvera, Lic. Fidel Rodríguez Hinojosa. Mtra. Libertad García Cabriales Presidenta del Consejo Consultivo


Tamaulipas y la guerra de Independencia: acontecimientos, actores y escenarios

Homenaje a Juan Fidel Zorrilla


Tamaulipas y la guerra de Independencia: acontecimientos, actores y escenarios. Homenaje a Juan Fidel Zorrilla. 2008 D. R. © Gobierno del Estado de Tamaulipas. 15 y 16 Hidalgo y Juárez S/N. Palacio de Gobierno del Estado de Tamaulipas. Ciudad Victoria, Centro. C. P. 87000. Comisión Organizadora para la Conmemoración en Tamaulipas del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución Mexicana. 16 Juárez y Zaragoza, núm. 261. Ciudad Victoria, Tamaulipas, Centro, C. P. 87000. Teléfono (834) 31 81 831. Correo electrónico: centenariostamaulipas@gmail.com

Impreso en México 2008


Presentación

5

Los tamaulipecos hemos salido al mundo con el orgullo de nuestra identidad, centrando la mirada en lo nuestro y en todo aquello que nos distingue como una sociedad de avanzada, que intercambia y convive intensamente con otras culturas a través de sus fronteras y su litoral. Quienes han dedicado su vida y lo mejor de ellos mismos para reconstruir nuestro pasado y reflejar la esencia de los tiempos idos, merecen todo nuestro reconocimiento y admiración por esta excepcional labor. Tal es el caso del maestro Juan Fidel Zorrilla, destacado historiador tamaulipeco que con su obra Tamaulipas y la guerra de independencia, nos lleva cerca de los escenarios y al encuentro con los protagonistas que participaron activamente en tan importante suceso que marcaría un parteaguas en la vida nacional, como lo fue nuestra independencia. En Tamaulipas recordamos esta gesta gloriosa que engrandeció el espíritu patriótico de los tamaulipecos. Sumarnos a la conmemoración nacional de este gran acontecimiento social y recordar con aprecio y orgullo al maestro Juan Fidel Zorrilla, es la mejor manera de mantener vigente nuestra memoria histórica y honrar a aquellas generaciones de tamaulipecos que con amor a esta tierra, dieron forma a lo que hoy es Tamaulipas; un estado más justo, más humano, competitivo y en franco crecimiento.

Ing. Eugenio Hernández Flores Gobernador Constitucional del estado de Tamaulipas


6


juan fidel zorrilla

7

Juan Fidel Zorrilla (1920-1994) Juan Fidel Zorrilla, renombrado intelectual tamaulipeco, es considerado uno de los historiadores más prestigiados que ha dado nuestro estado. Nació en Ciudad Victoria, Tamaulipas el año de 1920, donde murió setenta y cuatro años después. Profesionista de amplia cultura, labrada inicialmente en una sólida carrera universitaria en el estudio del derecho, incursionó como escritor con importantes libros sobre temas jurídicos. Durante esta etapa formativa en la Ciudad de México, fue discípulo de maestros de la talla de don Alfonso Caso, emérito catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México, quien compartía con sus alumnos el interés por la historia de nuestro país. Después de ejercer un brillante trabajo en la práctica de la abogacía, Juan Fidel Zorrilla se aplicó a los estudios sobre historia regional, dando principio de esta forma, a una fructífera trayectoria académica. Su extensa producción, magistralmente redactada, sienta las bases para el conocimiento sobre el pasado de Tamaulipas. Los atributos innegables de su escritura, que abarcó una pluralidad de procesos históricos, van desde la temprana época colonial mexicana pasando por el análisis minucioso y agudo del tiempo de las fundaciones escandonianas, durante la segunda mitad del siglo XVIII, hasta desarrollar con especial cuidado los capítulos relativos al movimiento independentista y al surgimiento y desenvolvimiento de los primeros gobiernos locales de Tamaulipas. No escaparon de su atención los convulsos sucesos ocurridos a lo largo del siglo XIX ni tampoco el advenimiento y difícil proceso social que representó la lucha armada de la Revolución Mexicana durante las primeras décadas de la siguiente centuria. Con este nutrido bagaje de conocimientos e interés manifiesto sobre el pasado histórico mexicano, Zorrilla se convierte en protagonista de los acontecimientos mismos de su siglo en su tierra natal, actuación que le confirió autoridad y claridad para referirse a ellos con precisión y objetividad. De tal suerte que al mediar el siglo XX, participa también como historiador de lo inmediato, como relator involucrado en su propio entorno. Su apasionada vocación como investigador y ensayista de la historia de su estado natal, podríamos referirnos a ella como una seria afición erudita, se consolida más tarde en una significativa labor profesional al tiempo que es nom-


8 brado director del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Autónoma de Tamaulipas el año de 1974. Su oficio académico como funcionario universitario, prolongado por espacio de veinte años consecutivos hasta el tiempo mismo de su deceso, se recuerda por el notable apoyo que otorgó a la realización y divulgación de estudios históricos regionales, que vinieron a cubrir importantes lagunas de conocimiento que existían sobre el pasado tamaulipeco. Nunca escapó de su ejercicio el razonamiento crítico que requirieron las labores de investigación y los diálogos y discusiones que enriquecieron estos trabajos. Se resume su gestión como director del Instituto de Investigaciones Históricas en tres apartados fundamentales para comprender el desarrollo de dicha dependencia. Primero se menciona la puesta en marcha de un programa editorial conformado por una nutrida producción de crónicas y ensayos acerca del acontecer regional. Se hace alusión en segundo término, a los sólidos vínculos que se estrecharon con prestigiadas instituciones académicas y con personalidades de la vida intelectual mexicana que de forma personal estableció y que fueron la pauta para insertar el trabajo universitario que impulsaba en nuestro estado, en el foro nacional. Algunas de las instituciones académicas con las que se mantuvieron nexos a nivel nacional y en el extranjero, gracias a la promoción entusiasta que Zorrilla otorgó a la labor del Instituto, fueron entre otras: El Colegio de México, la Universidad de Princeton, la Secretaría de Educación Pública, la Universidad Iberoamericana, la Universidad Autónoma de Nuevo León, el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y la Universidad de Texas en la ciudad de Austin, por mencionar las más destacadas. Su carisma personal y su don de gentes, ejercieron fuerte influencia en el medio académico e intelectual de su época. Esto se refleja en la pléyade de figuras con las que convivió, entre las que podemos enumerar a Candelario Reyes y Gabriel Saldivar, cuyo trato consideró, como él lo diría más tarde, ”flama inspiradora de trabajos realizados y por realizarse”, afirmando que estas relaciones habían influido decididamente en su vida intelectual. Manuel Porrúa, María del Carmen Velázquez, Silvio Zavala, Luis González y González, Josefina Zoraida Vázquez y Ernesto de la Torre Villar, fueron algunos de los personajes que mantuvieron una prolongada comunicación con don Juan Fidel Zorrilla. Otro grupo representativo de amistades que propició una continua colaboración académica


juan fidel zorrilla

9

recíproca, lo integran María Teresa Franco, David Piñera Ramírez, Ernesto Lemoine Villicaña, Carlos González Salas, Israel Cavazos Garza y Rafael Montejano y Aguiñaga. Por último, cabe señalar la atención que dedicó a preparar y motivar nuevas generaciones que dieran seguimiento a la tradición que significaba el proyecto iniciado en 1963, con la fundación del Instituto de Investigaciones Históricas. Supo aquilatar y difundir los conocimientos aprehendidos por personajes que lo habían antecedido en este quehacer de historiar, sirviendo de puente generacional entre pasado y futuro, transmitiendo sin recelo este cúmulo de sabiduría, aunándole su propia experiencia, a los aprendices interesados en la investigación histórica sobre la entidad. Durante su notable carrera al servicio de la Universidad Autónoma de Tamaulipas y de la comunidad que lo vio nacer, recibió un sinnúmero de estímulos, alicientes y preseas otorgadas por diversas instituciones, sin embargo, la distinción más importante a la que se hizo merecedor, sin lugar a dudas, fue su ingreso a la Academia Mexicana de la Historia, correspondiente a la de Real de Madrid, como miembro de número. Zorrilla apuntó en 1991 con motivo de su incorporación a la Academia: “lo considero un gran honor y constituye el señalamiento reiterado de un claro destino que acato con entusiasmo”. De inestimable valor son sus aportaciones individuales que se materializan en más de una docena de trabajos sobre historia regional, dos sobre legislación de Tamaulipas y múltiples prólogos y artículos de divulgación histórica publicados en periódicos, en revistas locales y nacionales. Su legado intelectual, contenido en sus libros e ideas, representa grandes logros y prestigio para nuestra Universidad y una valiosa contribución que confiere proyección e identidad para Tamaulipas. Por todos estos antecedentes La Comisión Organizadora Estatal para la Conmemoración en Tamaulipas del Bicentenario del inicio de la Independencia y el Centenario de la Revolución Mexicana, se congratula en brindar un merecido homenaje a tan distinguido historiador tamaulipeco, reeditando dos de sus obras más representativas concernientes a los sucesos históricos que todos los mexicanos estamos recordando hoy. Tamaulipas en la Guerra de Independencia, editado en el año de 1972, es quizás la obra más relevante que se haya escrito acerca de este trascendente pasaje histórico, dentro de la escasa historiografía tamaulipeca que existe sobre el tema. Aunque Zorrilla define el propósito del libro como “fundamentalmente de compilación con algunos ensayos interpretativos”, su análisis permite


10 adentrarse con claridad en los acontecimientos más destacados, ocurridos en el tiempo de la lucha por la Independencia en la colonia de Nuevo Santander y conocer los tintes particulares que presentó la guerra de Independencia en el ámbito local. Por otra parte, el libro Mina y fray Servando en Nuevo Santander hoy Tamaulipas, que fue asimismo una publicación conmemorativa publicada por la Universidad Autónoma de Tamaulipas en el 175 aniversario de la Independencia nacional (1810-1985), es un texto que cobra nuevo interés en la actualidad debido a la importancia que significó el desembarco de la expedición armada a cargo del general Mina y del padre Mier en la desembocadura del río Soto La Marina, el 15 de abril de 1817 en el Nuevo Santander. La actuación de Mina y de fray Servando para apoyar la independencia de México, se vio reforzada con la participación popular de los tamaulipecos en dicha expedición, siendo éste un suceso que reviste especial relieve para la historia local. Este movimiento forjador de nuestra nacionalidad, se constituye como un hecho histórico que convierte al territorio tamaulipeco de hace 200 años, en un escenario de interés nacional.


11 ÍNDICE Tamaulipas en la guerra de independencia Introducción 1ª Parte A principios del siglo XIX I La Población II Educación III Comunicaciones IV La Jurisdicción de Nuevo Santander V La Comandancia y la Organización Militar VI La Intendencia de San Luis VII Organización Eclesiástica VIII Ataques de Apaches y Comanches IX El drama del Gobernador Ixart 2ª Parte Los acontecimientos I Antecedentes II Rebelión en Nuevo Santander III El Comandante Arredondo IV Muerte de Herrera y Blancas V Villerías VI Revolución en Tula VII Los hermanos Gutiérrez de Lara VIII Diversos hechos IX Mina y Fray Servando X Consumación de la Independencia Mina y Fray Servando en Nuevo Santander hoy Tamaulipas

12 15 23 28 35 40 44 48 52 56

58 64 72 78 80 83 89 95 103 122 128


12 Tamaulipas en la Guerra de Independencia1 Juan Fidel Zorrilla Introducción El pasado de Tamaulipas no se ha analizado en forma científica y la divulgación de los hechos que lo determinaron es muy deficiente. Esta falta de conocimiento de la historia particular del estado es también expresión del subdesarrollo que padecemos en los distintos órdenes de nuestra vida social, encontrándose el tamaulipeco dentro de una difícil atmósfera que obstaculiza el desarrollo económico y cultural e impide un sano desenvolvimiento político. Seguramente son diversos los factores que propician la situación que se señala sobre el ambiente presente en Tamaulipas, pero considero que concurre entre ellos el desconocimiento de nuestra historia local y nacional y la indiferencia ante los sucesos que las informan. Ni la enseñanza en las escuelas ni la fría mecánica de los actos cívicos conmemorativos han contribuido con eficacia a revelar a las nuevas generaciones la verdad de los hechos históricos. La labor de divulgación aludida debe constituir una actuación del estado y de la universidad puesto que forma parte de las funciones y las finalidades de estas instituciones, pero apenas si ha sido hasta ahora un esfuerzo de algunos cronistas e investigadores particulares, salvo durante el gobierno del ingeniero Marte R. Gómez que se auspiciaron trabajos serios en el campo histórico. La divulgación tendrá que ser coordinada con la apertura de bibliotecas públicas que permitan el acceso al estudio y la información, pues sabido es que en este renglón de bibliotecas, Tamaulipas ocupa un desairado último lugar en la república. También se requerirá el apoyo de la prensa independiente y revisar la enseñanza en el aspecto histórico, así como imprimir a los actos cívicos una tónica de autenticidad y frescura que les borre esa fisonomía oficialista de aburrimiento que les caracteriza. Una labor de divulgación bien conducida será el cimiento para llevar a cabo trabajos serios de investigación que revelen la magnitud de los hechos pasados y permitan su entendimiento a través de una correcta interpretación. No es fácil captar la verdad que está tras los sucesos que acaecen a los 1 Este texto fue publicado originalmente por la Librería de Manuel Porrúa, S. A., en 1972.


Introducción

13

grupos humanos ni lo es tampoco entender las fuerzas que los impulsan. Por lo mismo, es siempre de gran importancia que se editen y propaguen obras históricas de fondo que persigan la comprensión de los fenómenos que afectan a las comunidades. Contribuir a divulgar la historia local forma el propósito de esta obra que es fundamentalmente de compilación enriquecida con algunos ensayos interpretativos. La finalidad es relatar los hechos que se verificaron en Tamaulipas durante el periodo que comprende la guerra de independencia. Esta guerra de once años fue una cruenta revolución apoyada en las masas de la población humilde de la Nueva España y para el autor es el más grande esfuerzo de los mexicanos para llevar acabo un cambio esencial. Desafortunadamente, el cambio se logró únicamente en el campo político, pues se necesitaron otros movimientos y luchas posteriores para introducir reformas mayores en la vida nacional. Por otra parte, un cambio social a fondo todavía no se realiza, pues no hemos logrado liberarnos de una pesada herencia de formas y costumbres que ocultan las realidades sociales y políticas del país y obstaculizan toda innovación. La guerra de independencia de México presenta interesantes enseñanzas históricas que permiten comprender los hechos que la condicionaron y los acontecimientos que se sucedieron después de 1821 hasta encumbrar primero a Iturbide y luego a Santa Anna, quienes capitalizaron la unión que propició el Plan de Iguala. A partir de la alianza de Guerrero e Iturbide que condujo a la proclamación de la independencia, se abrieron las puertas del poder público a lo más enconados enemigos de la insurgencia. El acceso al poder de los realistas constituye un hecho singular en nuestra historia que nos permite entender por qué se impidieron los cambios y reformas que requería la naciente república. Los acontecimientos más importantes en el tiempo de la lucha por la independencia en la colonia de Nuevo Santander fueron la insurrección en Aguayo y Padilla, la revolución de Tula y el desembarco de la expedición de Mina en la desembocadura del río Soto La Marina, correspondiendo los dos primeros hechos a la etapa inicial de la cruenta guerra y teniendo el aludido desembarco que se llevó a cabo en 1817 de relieve histórico nacional. La escasa población del territorio Tamaulipeco planteó dificultades a las guerrillas insurgentes y la necesidad común de unirse en la defensa frente a los ataques de apaches y comanches en la región del norte fue un factor contrario al desarrollo de la insurrección. Las autoridades coloniales prestaron


14 atención y vigilancia a la frontera y el litoral en previsión de infiltraciones del exterior habiendo sido primero Altamira, luego Aguayo y por último San Carlos las sedes de la organización militar realista que siempre tuvo carácter ofensivo y persecutorio. Los eventos fueron interesantes presentando los hechos características regionales muy particulares y nexos estrechos con los movimientos insurgentes en las provincias vecinas de San Luis Potosí, Nuevo León y Texas. Al consumarse la independencia en Tamaulipas se entregó el poder del gobierno del estado a Felipe de la Garza, quien mantuvo fuerte influencia política y militar en la entidad hasta su muerte en Soto La Marina en 1833, salvo durante parte del periodo del imperio de Agustín de Iturbide que fue privado del mando militar que tenía debido a su tentativa de sublevación. De la Garza fue el más destacado realista tamaulipeco durante la guerra de independencia habiendo sido entonces el brazo derecho del comandante Joaquín de Arredondo.


15 Primera Parte A principios del siglo XIX Capítulo I La población La población de los estados del norte de la república y en particular la de los estados de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas presenta ciertas características similares derivadas de su geografía, atendiendo la naturaleza y extensión de los territorios y su situación fronteriza. Une a estas entidades un pasado histórico común que se manifiesta desde los tiempos coloniales por la necesidad de defensa frente a los ataques de apaches y comanches; pero esencialmente se identifican por su colonización que se hizo en su mayor parte con gentes nacidas y bien arraigadas en el país. Raúl Rangel Frías en un interesante ensayo llamado “Cosas Nuestras”, refiriéndose al origen y desenvolvimiento del pueblo de Nuevo León dice: “El fenómeno de formación de la entidad jurídico-política de Nuevo León, se efectuó a fines del siglo XIX. Sus antecedentes del siglo XVII y del siglo XVI son preámbulos, pero la configuración histórica sólida y positiva es la del siglo XIX. Se formó de una especie de acarreo histórico de otras provincias; de fenómenos demográficos secundarios a la integración de México a través de la Colonia y de otros posteriores y particularmente primarios en la población y en la economía después de la Independencia de México. Fuimos una segunda etapa en el fenómeno de la conquista y población de la Nueva España; en la que participaron criollos y mestizos con los indígenas, más que los peninsulares”1. La opinión de Rangel constituye una interpretación muy afortunada sobre la forja de nuestros pueblos norteños y es aplicable a Tamaulipas, cuya colonización tardía se inició a fondo a mediados del siglo XVIII con el plan de Escandón. Si Nuevo León fue una segunda etapa en el fenómeno demográfico de la colonización, Tamaulipas integra una tercera fase dentro del mismo fenómeno, bastando repasar las listas de los pobladores que fundaron las villas de Nuevo Santander, para percatarse de que los primeros colonizadores eran en su mayor parte nacidos en la Nueva España. 1 Raúl Rangel Frías, Cosas Nuestras, Monterrey, Fondo Editorial Nuevo León, 1971, p. 87.


16 Enseguida proporcionaremos datos de diversas fuentes sobre la población de Nuevo Santander, revelando el análisis estadístico reducido por Alejandro de Humboldt para el año de 1803 que contaba con 38,000 habitantes, en tanto que Nuevo León tenía 29,000, Coahuila 16,900 y Texas sólo 10,948, integrando estas cuatro entidades las llamadas Provincias Internas de Oriente. Como el territorio de Nuevo Santander se extendía en una superficie de 5,193 leguas cuadradas, la densidad de población de la colonia era en ese tiempo de 7 habitantes por legua cuadrada. La intendencia de San Luis Potosí, dentro de la que se incluía Nuevo Santander, tenía 334,000 habitantes, siendo la de territorio más extenso de Nuevas España, pues su superficie era de 27,821 leguas cuadradas con una densidad de población de 12 habitantes por legua cuadrada. Las Provincias Internas de Oriente eran las menos pobladas de la intendencia, habiendo sido el factor de población antecedente muy importante de los hechos históricos que afectaron el destino de Texas, después de la consumación de la independencia. La población total de Nueva España en 1803, de acuerdo con el citado autor, era de 5, 837,000 habitantes y la densidad de 49 habitantes por legua cuadrada. Los datos que compiló Fernando Navarro indican para Nuevo Santander en 1810 una población de 56,937 habitantes de los que 14,639 eran españoles, 28,825 formaban parte de las castas y 13,251 eran indios. Al consumarse la independencia de 1821, según estadística de Toribio de la Torre, la población total de Tamaulipas ascendía a 67,434 habitantes (sesenta y siete mil cuatrocientos treinta y cuatro). La entidad se dividió en seis partidos políticos que fueron los siguientes: Santander (Jiménez) con 8,185 habitantes, Mier con 13,956, Tula con 12,664, San Carlos con 10,150, Aguayo con 11,759 y Altamira con 10,504)2. La jurisdicción de cada partido, la fecha de fundación de las cabeceras y el número de habitantes de cada una de las 37 comarcas municipales que los integraban, se transcriben a continuación:

2 Toribio de la Torre et al, Historia General de Tamaulipas, México, inédito, pp. (este texto fue publicado por el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Autónoma de Tamaulipas en 1975, tres años después de publicado el presente texto, y reeditado en 1986. N. del E.) Alejandro de Humboldt, Ensayo Político sobre el Reino de la Nueva España, México, Editorial Porrúa, p. 105. México a través de los siglos, t. II, México, Editorial Cumbre, 1956, p. 890.


La población

17

Partido de Santander Santander (Jiménez). Febrero 17 de 1749……….. Padilla. Enero 6 de 1749…………………………... Croix (Casa). Junio 3 de 1770…………………….. Marina. Septiembre 3 de 1750……………………. Santillana (Abasolo). Octubre 26 de 1752……….. Cruillas. Junio 16 de 1765…………………………. San Fernando. Marzo 19 de 1749………………….

1516 996 1017 1323 758 940 1635

Partido de Mier Mier. Marzo 6 de 1753…………………………….. Refugio (Matamoros). 1749……………………….. Reynosa. Marzo 14 de 1749……………………….. Camargo. Marzo 5 de 1749……………………….. Revilla (Guerrero). Octubre 10 de 1750………….. Laredo. Mayo 15 de 1755………………………….

2228 2461 3201 2956 1693 1471

Partido de Tula Tula. Julio 22 de 1617………………………………. Santa Bárbara (Ocampo). Mayo 19 de 1749……… Infantes (Bustamante). Mayo de 26 de 1749………

7039 4650 975

Partido de San Carlos San Carlos. Junio 6 de 1766……………………………. Hoyos. Mayo 19 de 1752………………………………. Cerro (Villagrán). Mayo de 1752……………………… Real de San Nicolás. Abril 10 de 1768………………… Burgos. Febrero 20 de 1749…………………………….

2235 2580 3123 803 1409

Partido de Aguayo Aguayo (Ciudad Victoria). Octubre 6 de 1750………... Güemez. Enero 1º de 1749……………………………… Palmillas. Octubre 3 de 1745……………………………. Jaumave. Mayo 19 de 1744……………………………… Llera. Diciembre 25 de 1748……………………………..

4008 1240 1952 3243 1532

Partido de Altamira Altamira. Mayo 2 de 1749……………………………… Presas (Aldama). Abril 15 de 1790…………………….. Horcasitas (Magiscatzin). Mayo 11 de 1749……………. Escandón (Xicoténcatl) Marzo 15 de 1751……………… Baltasar (Antiguo Morelos)………………………………

3066 1923 2252 2063 1200

Esta división de municipalidades subsistió después de consumada la independencia, fue base de la división de los


18 cuatro primeros distritos judiciales y constituyó el cimiento de la actual organización territorial. Al promulgarse la primera constitución de Tamaulipas en 1825 se dispuso que hubiera ayuntamiento en los pueblos “que con su comarca tengan dos mil almas de población”, pero se determinó que podrían constituirse ayuntamientos en los lugares que tuviesen menos población mediante acuerdo del Congreso del Estado. Respecto a los pueblos que no tuviesen ayuntamiento se ordenó que eligieran mediante comicios populares un alcalde y un síndico procurador, institución que se conocía con el nombre de medio cabildo. De las villas que fundó y repobló Escandón, al iniciar la guerra de independencia habían cambiado de ubicación las siguientes: Reynosa, Santander (Jiménez), Escandón (Xicoténcatl), Burgos, Croix (Casas) y Soto la Marina, Aguayo (Victoria) mudó su asiento, primeramente establecido en la hacienda de Tamaulipas, dos kilómetros hacia el noreste, el mismo año de su fundación, cambio que se originó en conveniencias de seguridad militar debidas a la proximidad de la sierra que abrigaba núcleos indígenas rebeldes. Congregación del Refugio modificó su localización en 1823 ligeramente hacia el sur de su primitiva sede, apuntándose que el 28 de enero de 1826 se le dio el nombre de Matamoros, otorgando la categoría de villa. Laredo también cambió su ubicación, posteriormente, en marzo de 1848, mudándose sus habitantes a la orilla derecha del río Bravo con motivo de la injusta delimitación de territorios obligada por el resultado de la guerra de intervención americana. Los más acentuados y dramáticos cambios de ubicación fueron el referido de Laredo y los de Reynosa y Soto La Marina. Reynosa se trasladó veinticuatro kilómetros río abajo en la misma margen derecha del río Bravo con motivo de la gran inundación de 1802, y Soto La Marina se mudó veintiocho kilómetros río arriba en 1810 debido a que la población fue diezmada por la fiebre amarilla que azotó la región por los años de 1802 y 1803. Gabriel Saldívar en su estudio sobre los indios de Tamaulipas clasifica las tribus que poblaban el territorio de la entidad antes de la colonización por sus hábitat y grado de cultura en cuatro agregados que denomina el grupo del norte, grupo de la Sierra Madre, grupo de la Tamaulipas Oriental y grupo Huasteca, siendo este último el que se encontraba más adelantado en todos los órdenes y disponía de posesión territorial sobre la cuenca sur del Río Guayalejo o Tamesín. El grupo del norte habitaba en las cuencas de los ríos Purificación, Conchas y Bravo a partir de Mier “dedicándose sus integrantes a la


La población

19

caza y recolección de frutas silvestres y raíces, y siendo en general de carácter dócil pero siempre decididos a defender sus posesiones”. El grupo de indios de la Sierra Madre, “belicosos y rebeldes” habitaba “desde el cerro del Jabalí hasta la Huasteca, valles comprendidos entre el sur de la Sierra Tamaulipeca Oriental y el norte del Río Pánuco”. Las naciones de Janambres y Pisones eran las más importantes integrantes de este grupo que se caracterizó por su hostilidad a los colonizadores, siendo su ocupación principal la caza y la recolección. Al grupo de la Sierra Tamaulipeca Oriental la considera Saldívar en un grado mayor de civilización que a los de la Sierra Madre y del Norte, puesto que se dedicaban al cultivo agrícola de calabazas, maíz, frijol, camotes y otras plantaciones y por lo mismo eran sedentarios, influenciados por la cultura de los huastecos, siendo sus naciones más importantes las Pasitas, Mariguanes y Simariguanes. El hábitat de este grupo de la sierra Tamaulipeca Oriental según el autor citado era la propia serranía y la costa del golfo entre la desembocadura el Río Panuco y la del Río Purificación3. Otros historiadores, entre ellos Meade, consideran que la Huasteca se extendía “por el norte hasta el río de Soto La Marina y aún más allá hacia el Chamal y Tangumba…”4, por lo que con este criterio el grupo de la Tamaulipa quedaría incluido dentro de la cultura huasteca. La población indígena de Tamaulipas era muy numerosa al iniciarse el proceso de colonización, particularmente la que se concentraba en la cuenca del río Tamesín dentro de la cultura huasteca, pues como dijo el padre de Witte: esta tierra “era la más poblada que cubre el sol, por los edificios antiguos que hallamos en ella”5. Los indios que habitaban Tamaulipas presentan una característica común que era su actividad guerrera, actividad que unificaba a las distintas tribus o naciones en el criterio para designar a sus jefes. Expresa Isabel Eguilaz que “partiendo del carácter eminentemente guerrero de la mayoría de las tribus de la colonia, el modo que tenían de gobernarse era mediante el reconocimiento de un jefe en cada una de ellas, que era el más valerosos entre todos; a él le rendían obediencia y su autoridad

3 Gabriel Saldívar, Los Indios de Tamaulipas, México; Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1943, p. 10 y ss. 4 Joaquín Meade, La Huasteca: época antigua, México, Editorial Cosío, 1942, p. 23. 5 Blas Rodríguez, Tampico-Datos para la historia de la Huasteca, México 1932, p.16. (El autor no proporciona la editorial y no fue posible averiguarla N. del E.)


20 la manifestaban especialmente en los asuntos de guerra”6. Se ha sostenido que los indios de Tamaulipas se extinguieron frente al proceso de colonización, unos grupos porque se aglomeraron en las congregas y en las misiones pasando súbitamente de la vida nómada a la sedentaria y el cambio de vida les acabó la energía, el gusto por vivir y la resistencia a enfermedades, reduciéndolos hasta su desaparición como grupos sociales; y otros como los Jonaces, los Pisones y los Janambres se extinguieron frente a la persecución que se organizó en su contra por los militares españoles, colonos y grupos indígenas asimilados. En los primeros veinte años de la colonización se verificó en gran parte esta exterminación, pues en 1757, dice Eguilaz “se emboscaron los españoles y cogieron por sorpresa a los indios Janambres y tras un combate de tres horas, mataron a la mayoría de ellos”7. Previamente los habían combatido y derrotado en las inmediaciones de la sierra de San José cuarenta españoles al mando del capitán de milicias Antonio Puga. Los indios de Tamaulipas lucharon por mantener su vida libre de cazadores y durante los referidos primeros veinte años de la colonización alternaban entre la paz y la guerra, pues con frecuencia pactaban con los españoles el fin de las hostilidades para iniciarlas pocos después. El asalto a la población de Escandón en 1751 y las continuas guerrillas en otros lugares de la colonia pusieron de relieve la necesidad de fortificar las poblaciones, lo que se hizo en 1769 al establecerse “pequeños cantones de milicia donde hoy están Villerías (Altamira), Xicoténcatl (antes Escandón) Güemez y Abasolia (antes Santillana) para auxiliar a los pueblos en caso de ser hostilizados: para los del Distrito del Norte se pusieron 40 hombres en Laredo para cubrir la línea”8. José de Escandón en su informe de 1764 hizo ver que la “villa capital del Nuevo Santander, la de Santillana, la de Soto La Marina, las de Padilla, Güemez, Aguayo, Llera y Escan 6 Isabel Eguilaz, Los Indios del Nordeste de México en el Siglo XVIII, Sevilla, Universidad de Sevilla, 1965, p.91. 7 Eguilaz, op. cit. p. 114. Sostiene esta autora que en las fundaciones de Cruillas en 1765, San Carlos en 1766 y Croix en 1770 se destruyó “el más recóndito escondrijo de los indios, que no tuvieron más alternativas que congregarse en las misiones más cercanas, o algunos, los más rebeldes, alejarse hacia el norte, hasta llegar a confundirse con las tribus que aún por esta época recorrían las fronteras de Coahuila y márgenes del Río Grande del Norte”. Agregó que “en 1770 se hallaba la Colonia del Nuevo Santander completamente libre del peligro de asaltos indígenas”, no quedando “apenas resto alguno”, de los grupos indígenas de los primeros tiempos de la colonia. 8 Torre, op. cit., p. 27.


La población

21

dón están frecuentemente hostilizadas de los indios rebeldes que en cortas cuadrillas roban sus ganados y dan muerte a los que en su guarda encuentran solo o en sementeras…” Agregó Escandón en el mismo informe que “el golpe de los indios es siempre tan violento, que sólo los que estén a caballo pueden salir a repararle en el ínterin los siguen pueden habilitarse, sin que se dé el caso en que los de una población puedan ocurrir, aún a la más inmediata, en tiempo de ser útiles a remediar el daño, pues con bueno o mal suceso ganan como pájaros las inmediatas sierras y así es preciso que cada población se mantenga en estado de defensa, sin atenerse a que le den socorro de las otras, habiendo enseñado la experiencia que se logró siempre mayor beneficio por medio de seis hombres que prontamente avancen, que por doscientos que en formal campaña sigan después a los rebeldes”9. Hemos trascrito estas opiniones porque revelan el estado de intranquilidad que privó en las villas tamaulipecas durante la etapa de colonización y muestran conocimientos y pericia de Escandón en materia militar. Los nativos cayeron en la lucha, se les atacó en las bocas de la sierra en sus propios refugios y fueron exterminados como grupos o unidades sociales, salvo pequeños núcleos de la zona de Tula y algunos del norte en las inmediaciones de Revilla y Camargo. Después de consumarse la independencia, de la Torre opinó “Hoy tiene el Departamento una población de 106,748 (censo de 1840) habitantes y puede asegurarse que él, más que ningún de los de la república, cuenta menos restos de la raza que pobló antiguamente lo que formó en la actualidad la masa total de la nación por que 771 que se hallan en su territorio es insignificante”10. El dato demográfico del año de 1840 es dramático y definitivo en tanto que prueba la extinción de las razas aborígenes de Tamaulipas. Es necesario apuntar que algunas de las tribus tamaulipecas reconocen uno de los más remotos orígenes de la civilización referido al tránsito del nomadismo al sedentarismo y a la iniciación de la actividad agrícola, ya que durante las fases culturales llamadas Ocampo temprano y Nogales que comprenden entre tres mil y cinco mil años antes de Cristo “los habitantes de las cuevas de Tamaulipas dejaron evidencia definida del cultivo de plantas” respecto a la variedad de calabaza conocida como “cucúrbita pepo” y el frijol rojo identificado técnicamente como phaesolus vulgaris, estimándose que 9 Estado General de las Fundaciones hechas por José de Escandón en la colonia del Nuevo Santander, México, Talleres Gráficos de la Nación, t. II, 1929, p. 193. 10 Torre, op. cit. p. 31.


22 en ese periodo, de clima predominantemente caliente y seco, los nativos de Tamaulipas se alimentaban en 80% de plantas del monte, en 12% a15% de la cacería y en 5% a 8% de plantas cultivadas, correspondiendo este régimen de nutrición a indígenas que habitaban la zona sur de la sierra de Tamaulipas y la parte suroeste de la Sierra Madre Oriental.11 El territorio colonial de Nuevo Santander tenía por límite al norte la provincia de Texas, río de las Nueces de por medio, y al oriente el Golfo de México, lindado al sur con las provincias de Veracruz y San Luis Potosí y al poniente con el Nuevo Reyno de León. Al promulgarse la primera Constitución Política del Estado Libre de Tamaulipas el seis de mayo de 1825, se estableció en el artículo 5 que “el territorio del estado comprende lo que contenía la antes llamada Provincia de Nuevo Santander”. La franja que se extiende entre el río Bravo y el de las Nueces la perdimos al celebrarse el Tratado de Guadalupe-Hidalgo después de la guerra de intervención americana. Esta franja nunca había formado parte de Texas por lo que constituyó su pérdida un acto evidentemente injusto. Salvo esta porción la superficie actual de Tamaulipas es la que antes correspondió a Nuevo Santander. Durante el gobierno del ingeniero Alejandro Prieto Quintero (1888-1896) se precisaron los límites de Tamaulipas con Nuevo León y San Luis Potosí.

11 Gordon R. Willey, An Hypothesis on The process of Mesoamerican agricultural developments, homenaje a Fernando Márquez Miranda, Madrid 1964, p. 380.


23 Capítulo II Educación El importante ramo de la educación fue descuidado en forma lamentable por las autoridades coloniales de Nueva España en Nuevo Santander debido a la tardía colonización. Las consecuencias de la deficiente educación revelaban un atraso mayor aun que el existente en el interior del país. Dos factores determinaron el nivel educativo de las primeras generaciones que habitaron en Nuevo Santander a partir de la colonización, uno referido al grado social y de instrucción de los colonos y otro relativo a la adaptación de los indígenas conquistados. Los primeros colonos, procedentes en su mayor parte de Nuevo León y San Luis Potosí, eran gente de escaso recursos y poca educación, labriegos y pequeños ganaderos; de suerte que estos pobladores modestos constituyen el punto de partida de la comunidad tamaulipeca que ha sido predominantemente rural en su conformación. Por lo que se refiere al factor relacionado con la pacificación de los indios es de apuntarse que la administración de las primeras misiones se encomendó a regulares de los Colegios de San Francisco de México y nuestra Señora de Guadalupe de Zacatecas, según providencia tomada por la Junta de Guerra al disponerse la colonización de Nuevo Santander1. Las misiones se establecieron con muchas dificultades y limitaciones económicas y en algunas villas no fue posible congregar a los indígenas ni fundar la misión, lo que originó el conocido conflicto entre los colegios citados y José de Escandón. Este conflicto dio lugar a la retirada de los misioneros y su sustitución por otros de las provincias de la Regular Observancia, sujetándose al fin de la controversia unas misiones a las provincias de Zacatecas, algunas a las de Michoacán y otras a la Custodia de Tampico. La pacificación de indios y su incorporación se logró parcialmente, puesto que no pudo evitarse la exterminación de algunos grupos que se mantuvieron en rebeldía constante, como los Janambres que asaltaron al pueblo de Escandón. Por estas dificultades se retrasó la pacificación y la conversión de los nativos. Por otra parte, los conflictos que se originaron constantemente entre los pobladores de españoles y los frailes se debían a las costumbres de esos primeros colonos, que según Fray Diego Ximenez eran “cuasi todos gente perdida, huída 1 Fidel de Lejarza, Conquista Espiritual del Nuevo Santander, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Instituto San Toribio de Magrovejo, 1947, p. 311.


24 de sus tierras por no pagar; que allí viven sin conciencia, hasta decir algunos que no obliga la confesión anual”. Dice Lejarza que los “amancebamientos estaban a la orden del día” y que no había respeto a los sacerdotes.2 Las exageradas opiniones del fraile Ximenez y el criterio de Lejarza revelan que en Nuevo Santander, desde su fundación, se fincaron discrepancias entre el clero y la población civil y manifiestan con claridad que el conflicto entre Escandón y los colegios referidos se complicó hasta que se logró resolverlo en la forma apuntada. La situación referida y los problemas propios de todo establecimiento colonial que se inicia impidieron el desarrollo educativo en Nuevo Santander, a grado de que al iniciar el movimiento de independencia apenas si se prestaba alguna atención a la educación pública. Alessio Robles dijo que “con pequeñas variantes, determinadas por la situación geográfica y por su oro-hidrografía, las condiciones económicas y sociales del Nuevo Reino de León y de la provincia del Nuevo Santander eran muy semejantes a las de las provincias de Texas y Coahuila, por tener al frente los mismos problemas, de los cuales el principal era la guerra continua con los indios bárbaros, que en realidad nunca llegaron a someterse en forma estable, y que en vez de cooperar con su esfuerzo y con su trabajo al engrandecimiento de aquellas provincias las asolaban a sangre y fuego en sus cacerías devastadoras”.3 Agrega Alessio Robles que la educación pública en las Provincias Internas de Oriente se hallaba en completo abandono, salvo las escuelas de algunas villas y haciendas. La educación no estaba diferenciada de la enseñanza de la doctrina cristiana, pues la contribución educativa más importante se encontraba en los misioneros y párrocos.4 Por otra parte, esta deficiente atención de las autoridades españolas a la educación pública era patente en general en las provincias. Velázquez, refiriéndose a San Luis, dice que: “Había escuelas privadas, para los que podían pagar. Pero la mayoría de los indigentes siguió olvidada, cuando no por falta de maestros, por la de fondos”5. Pérez Verdía, en relación con Ibid. p. 341. Vito Alessio Robles, Coahuila y Texas en la Época colonial, Editorial Cultura, México 1938, p. 605. 4 La falta de diferenciación en las funciones de la instrucción y la ausencia de libertades religiosas y políticas impidieron que la educación penetrara en grandes sectores de la población, creando un monopolio del conocimiento para beneficio de las clases opresoras. 5 Primo Feliciano Velásquez, Historia de San Luis Potosí, t. II, México, Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, 1947, p.642.

2

3


La educacion

25

la educación pública en Guadalajara a principios del siglo XIX dice: “En toda la ciudad no había más que una escuela pública de primeras letras, sostenida por el consulado y los particulares apenas podían confiar la enseñanza de sus hijos a algún pedagogo... siendo los ramos de enseñanzas el silabario, el catecismo, el Catón censorino, las cuatro reglas fundamentales de la aritmética y la escrituras en planas. Respecto al tratamiento de los niños, era duro porque imperaba la regla de que la letra con sangre entera…”6. En Monterrey, dice el historiador Santiago Roel: “Al obispo Marín se debe al establecimiento de las primeras dos escuelas primarias que hubo en el Nuevo Reyno, las cuales abrieron sus clases en Monterrey el 4 de julio de 1803… La instrucción impartida en ambas era gratuita y obligatoria y a los educandos pobres se les ministraban, además, todos los libros y útiles que había menester”7. En 1782, en la época de Carlos III, se expidió una real orden disponiendo que hubiera en cada pueblo una escuela pagada por la caja de la comunidad con sueldo suficiente para el profesor de acuerdo con el número de alumnos. Estas escuelas de primeras letras solamente se establecieron en algunas poblaciones, estando por lo general la primera educación reservada en Nuevo Santander a unas cuantas familias que podían pagar maestros particulares, y limitándose la enseñanza a conocimientos elementales de aritmética, lengua castellana y doctrina cristiana, pues la educación pública y la instrucción religiosa no constituían actividades diferenciadas, sino al contrario, se ejercían como una sola función. La doctrina se enseñaba por los párrocos y los misioneros y no había en Nuevo Santander seminarios ni colegios religiosos al iniciar la independencia. El profesor Raúl García, en sus Apuntes para la Historia de la Educación en Tamaulipas expresa que cuarenta años antes del Grito de Dolores “en la provincia del Nuevo Santander no había expresiones culturales de valor; el analfabetismo y la ignorancia eran comunes entre los blancos, mestizos e indios. La educación estaba limitada a un reducido número de escuelas rudimentarias particulares para la enseñanza del catecismo cristiano, de la lectura, la escritura y elementos de cálculo”8. Cita el mismo autor un bando publicado en San Carlos el 6 de 6 Luis Pérez Verdía, Historia particular del Estado de Jalisco, t. II, Guadalajara, Gráfica Editorial, 1952, p. 6. 7 Santiago Roel, Nuevo León. Apuntes históricos, Monterrey, Imprenta de Monterrey, 1948, p. 66. 8 Raúl García García, Apuntes para la Historia de la Educación en Tamaulipas, México, Editorial Jus, 1964.


26 octubre de 1811 expedido por el teniente de justicia en el que ordena a los padres de familia enviar a sus hijos a la escuela pública (niños comprendidos desde la edad de siete años hasta la de quince), advirtiendo a los que no cumplieran que se tomarían provisiones “para su excarmiento”. Al promulgarse la Constitución de Cádiz en 1812 se empezaron a preocupar las autoridades coloniales por el establecimiento de escuelas públicas en atención a lo dispuesto por el artículo 366 de dicha carta fundamental que dice lo siguiente: “En todos los pueblos de la monarquía se establecerán escuelas de primeras letras, en las que se enseñaran a los niños a leer, escribir y contar, y el catecismo de la religión católica, que comprenderá también una breve exposición de las obligaciones civiles”. Se advierte en esta disposición que continuaban indiferenciadas la educación pública y la instrucción religiosa, pero resulta evidente el interés del Estado en extender el beneficio de la instrucción religiosa, pero resulta evidente el interés del Estado en extender el beneficio de la instrucción a todo el reino al darle categoría constitucional al mandato sobre educación. Con motivo de la promulgación de la citada carta de Cádiz, las propias cortes expidieron el 23 de junio de 1813 instrucción general para el gobierno económico y político de las provincias, disponiendo en el artículo 14 del primer capítulo que los ayuntamientos cuidarían “de todas las escuelas de primeras letras y demás establecimientos de educación… velando el buen desempeño de los maestros” y en el artículo 12 del segundo capítulo confirió facultades a las diputaciones provinciales para “velar el cumplimiento de lo que está prevenido a los ayuntamientos acerca del establecimiento de escuelas de primeras letras e instrucciones de la juventud conforme a los planes aprobados por el gobierno”. Santander, hoy Jiménez, el 15 de abril de 1814, según copia del acta que obra en el archivo municipal, se acordó en el ayuntamiento designar maestro de la escuela local al señor “Juan Bustamante, nativo de Caracas y residente de la villa de Santillana por ser persona de sobrada instrucción y honrado proceder…” Esta escuela, según la misma acta, se reabrió después de seis años en que la importante villa estuvo sin atender la cuestión educativa, siendo su propósito la enseñanza “de primeras letras, educación de los niños y trato civil para con Dios y los Hombres…”. El ayuntamiento intervino en el caso de acuerdo con los artículos 366 y 325, párrafo V de la Constitución de las Cortes de Cádiz. Las cláusulas bajo las que se obligó al profesor a impartir clases fueron…”Primera. Que se le ha de dar casa para la enseñanza; Segunda. Que todos los


La educación

27

niños se han de obligar a que vengan a dicha escuela; Tercera. Que no se le ha de faltar a su paga y Cuarta. Que se facilite un pie de altar para su preciosa subsistencia…”. Es revelador del estado el abandono de la educación en Nuevo Santander en el oficio del cuatro de octubre de 1814 que remitió el gobernador interino Francisco López al alcalde de Santander, José Antonio de la Cueva, oficio en el que dispone se exija a los vecinos que liquiden al maestro de la escuela lo que adeuden los alumnos y a “que indispensablemente le paguen en numerario por mesadas, o semanas, o del modo que les fuese menos sensibles; sin permitir jamás que queden debiendo a dicho maestros…”.9 En Nuevo Santander no se conocía la imprenta como tampoco existía en las otras Provincias Internas de Oriente, siendo la imprenta que trajo el general Mina y que operó el impresor Bangs, la primera que funcionó en las cuatro provincias mencionadas en virtud de una serie de azarosas circunstancias y son los boletines de Mina de 1817 los primeros impresos en Tamaulipas. Unos años antes, en Armadillo, San Luis Potosí, Alejo Infante instaló en 1810 la primera imprenta de esa importante provincia, limítrofe de Nuevo Santander. El 24 de septiembre de 1810 el ayuntamiento de la ciudad de Saltillo, capital de Coahuila, expidió a Miguel Ramos Arizpe credencial que lo acreditó como diputado de las Cortes que se reunieron en Cádiz, cumpliendo con la convocatoria que formuló la Junta Central de Sevilla el 29 de enero de 1810. El ayuntamiento citado hizo entrega al diputado Ramos Arizpe de un instructivo en el que se le recomendó pedir el establecimiento de un colegio de instrucción superior para la enseñanza de la gramática y la filosofía con el propósito de instruir a la Juventud de Coahuila, Nuevo León, Texas y Nuevo Santander.10

Archivo Municipal de Jiménez, Tamaulipas (copia). Alessio Robles, op. cit, p. 628.

9

10


28 Capítulo III Comunicaciones En 1810, Tamaulipas tenía una red de comunicaciones que se componía de caminos reales y caminos de travesía, conocidos como caminos de herradura, siendo éstos de segundo orden pues solamente podían ser transitados a pie. El cuidado y conservación de los caminos estaba a cargo de los ayuntamientos. Las comunicaciones permitían el funcionamiento del servicio de correos que en 1810 se prestaba de Monterrey a Altamira dando atención a Linares, Real de Borbón, Hoyos, Aguayo y Horcasitas. “Salía de Aguayo otra valija para San Carlos”, dice el documento consultado, “pasando por Güemez y Padilla” y la estafeta de San Carlos, se relata en el mismo papel, “hace años esta en giro con Linares”. Reynosa, Camargo, la Congregación del Refugio, Laredo y Revilla tenían valija de correos. Había correo entre Tula y Aguayo pasando por Palmillas y Jaumave, pues esta ruta comunicaba con la capital de Nueva España y también se prestaba el servicio entre Altamira, Presas del Rey, Santillana y Santander. Los demás pueblos de la colonia recurrían a las mencionadas villas para comunicarse por correo. El servicio se prestaba en algunas rutas cada quince días y en otras semanalmente.1 En la Nueva España el oficio del correo mayor se estableció desde el siglo XVI, concediéndose la merced el 27 de agosto de 1580 a Martín de Olivares. Este oficio se transmitía a personas particulares por venta en subasta pública como una especie de concesión, pero en el año de 1765 se incorporó a las funciones del estado en virtud de la cédula del 21 de diciembre. San Luis Potosí fue una de las capitales de provincia que concentraba correspondencia, pues una ruta o carrera cubría el servicio de correos a la ciudad de México desde principios del siglo XVII, de suerte que al ser colonizado Nuevo Santander constituyó la citada ciudad de San Luis el más importante objetivo de comunicación terrestre de la colonia, siendo las rutas de San Luis a Tula y de Tula a Aguayo las de mayores interés político, militar y comercial. En las provincias del norte se estableció el correo como servicio mediante bando expedido en Chihuahua el 1º de enero de 1779 por el caballero Teodoro de Croix, primer comandante de las Provincias Internas. Por virtud de dicho bando 1 Oficio dirigido por Juan Bautista Arizpe el 24 de mayo de 1814 al Ayuntamiento Constitucional de la Villa de Santander. Archivo Municipal de Jiménez, Tamaulipas (copia).


Las comunicaciones

29

se comunicaron regularmente las provincias de Sonora, Nueva Vizcaya, Coahuila y Texas mediante correos quincenales y se estableció servicio hasta el presidio de San Eleazario en Nuevo México y de Arizpe, Sonora a la Bahía de Espíritu Santo, en Texas, servicio éste que era mensual y que comunicaba una amplísima zona. Se establecieron administraciones principales y subalternas, franquicias para los “pliegos del real servicio” destinándose “soldados de cuera” y de las compañías volantes para conducir la correspondencia con seguridad. El establecimiento del correo fue una de las inteligentes medidas que adoptó el caballero de Croix para consolidar el poderío político y militar de las provincias internas a las que después se incorporaron el Nuevo Reyno y Nuevo Santander.2 Al consumarse la independencia, según constancia firmada por Felipe de la Garza en Soto la Marina el 7 de febrero de 1822, las únicas villas de la entidad que tenían estafeta eran San Carlos, Jaumave, Palmillas, Tula, Santa Bárbara, Escandón, Horcasitas, Altamira, Borbón, Hoyos, Aguayo, Padilla y Laredo. Atendiendo que Santander (Jiménez) fue la capital de la provincia durante el inicio del periodo colonial, se comunicaba con cinco caminos reales: “siendo el primero que sale de ésta villa al sur para la villa de Altamira y Huasteca; el segundo para la villa de Aguayo y la tierra fuera; el tercero rumbo por el noreste para la villa de San Carlos y provincias del Nuevo Reyno de León y Coahuila; el cuarto rumbo al nordeste para la villa de San Fernando y provincia de los Tejas y el quinto al oriente para las salinas…”3 Estos caminos reales tenían una anchura de doce varas (diez metros). Los caminos reales que servían a la organización colonial en Nuevo Santander eran los siguientes: 1. El camino de la Congregación del Refugio (actualmente Matamoros) a Monterrey, que se identifica como una antigua ruta de diligencias, pasaba por Magueyitos, Cayetano, Santo Domingo, Torrecillas, Norias, Comas y Aguayo del Lobo, penetrando en Nuevo León después de este lugar; 2. Camino de Monterrey a Tampico a través de Linares y Aguayo (después ciudad Victoria) y que al internarse en Tamaulipas pasaba por Sabino Mocho, la Patria, El Cerro o Real de Borbón (después Villagrán), Hoyos (Hidalgo), Santa María, Santa Engracia, Aguayo, El Portón, El Forlón, La Panocha, Alamitos, El 2 Fernando, Sandoval B., El correo en las Provincias Internas, 1779, s. e. 1948, pp. 8, 85 y 86. 3 Acta del Ayuntamiento de la Villa de Santander del primero de marzo de 1914, Archivo Municipal de Jiménez, Tamaulipas (copia).


30 Chocoy y Altamira; 3. Camino de Aguayo a Congregación del Refugio pasando por Güemez, Padilla, Marquesotes, Santander (Jiménez), El Encinal, Chorreras, San Fernando, Llano del Tejón, Santa Teresa, Quijano y el Moquete; 4. Camino de Aguayo a San Luis Potosí que en territorios de Tamaulipas pasaba por Tamatán, Las Minas, Jaumave, Palmillas, Tula y la Borrega para internarse en la Provincia de San Luis y conducir a su capital. 5. Camino de Revilla (Guerrero) a la Congregación del Refugio, pasando por Mier, Camargo y Reynosa, conectando esta ruta con camino de Revilla a Laredo que transitaba por la margen izquierda del río Bravo; camino de Altamira a Soto La Marina la nueva, pasando por Paso del Estero, Lomas de la Cruz, Cuestecitas, Presas (Aldama), El Realito y las Cruces, uniéndose con camino de Soto La Marina a Santander (Jiménez) que pasaba por Palo Alto y Santillana (Abasolo). Entre los más importantes y transitados caminos de travesía o de herraduras se encuentra el camino de Tula a Horcasitas (Magiscatzin) que pasaba por las Boquillas, la Laja, Santa Bárbara (Ocampo) y Limón, para entroncar con el camino real que conducía a Horcasitas, Altamira y la Huasteca, además de la vía fluvial que se utilizaba precisamente por el Río Tamesín. También eran importantes caminos de travesía los que iban de Aguayo a Forlón y de Aguayo a Llera, pasando el primero por el Petaqueño, Croix, El Rosario y San Francisco y transitando el segundo por Santa Rosa y Cruces. Otro camino de travesía conducía de Linares, Nuevo León a Santander pasando por Burgos, Cruillas y los Encinitos y uno más de Cruillas a San Carlos, pasando por San Nicolás, conectando con camino real de San Carlos a Linares por Burgos y con camino de travesía de San Carlos a Padilla pasando por la Tuna Mansa. También había camino de Laredo a Monterrey que se transitaba a caballo y que pasaba por Cerralvo y Marín. Las comunicaciones terrestres a que hemos hecho referencia permanecieron en las condiciones que presentaban cuando la colonia, hasta que se introdujo el ferrocarril en 1883 con la ruta de Laredo a Monterrey. Las rutas de caminos coloniales, constituyeron los cimientos de la actual red de carreteras que sirve a nuestro estado. El camino de Aguayo a Tula constituyó a la principal preocupación de las autoridades coloniales, pues el paso de la sierra presentaba seria dificultades, lo que originó que siendo comandante de la Décima Brigada el coronel Calleja, según informe del 29 de agosto de 1895, se propusiera el cambio del trazo del pasaje, ya que la ruta conocida como Camino del Cuervo, que se había marcado por Escandón al iniciarse la colonización


las comunicaciones

31

de Nuevo Santander, era la más corta pero intransitable para carruajes. Por virtud de dicho informe de Calleja el paso de la sierra se hizo por el camino de las Minas y aún así siguió siendo una peligrosa y defectuosa vía de comunicación por razón que hacía la erosión de las aguas y la utilización continua del camino exigían continuas y mayores inversiones. En 1890 se le hicieron otras modificaciones al trazo del paso de la sierra con la cooperación de los vecinos de Aguayo y Jaumave. El trayecto de San Luis Potosí a Tula en carruaje se hacía en tres días con buen tiempo y cuatro días tomaba el viaje de Tula a Aguayo. Todos los caminos estaban sujetos para su uso a las condiciones de tiempo, sufriéndose prolongadas interrupciones en temporadas de lluvias y ciclones. Horcasitas (Magiscatzin) tuvo el privilegio de ser durante la colonización la primera población con categoría de ciudad en Nuevo Santander. Localizada en la margen norte del río Guayalejo, un poco antes de tomar el nombre de Tamesín, constituía un centro comercial por ser el paso a la Huasteca tanto por el camino real que la comunicaba con Altamira como por vía fluvial que se utilizaba con canoas y piraguas. Altamira era el puente de comunicación entre Nuevo Santander y la Huasteca. Tienda de Cuervo en su informe de 1775 refiriéndose a Altamira dijo que “me informaron que de Tampico, Huasteca y otras partes entran con frecuencia a hacer con maíces cambios a aquellos géneros por cuyo medio están provistos; y es ya tal el concurso de dichos tratantes de fuera, que me aseguró el capitán pensaba en fabricar un mesón…”4. Escandón en su informe de agosto 8 de 1775 que contiene un resumen de poblaciones, pobladores, escuadras, misiones e indios congregados expone sobre Altamira lo siguiente: “Las Embarcaciones entrando por la Barra de Tampico distante cuatro leguas, conducen sus efectos a desembarcar en lanchas hasta la orilla de las casas…”. Agregó el conde en el resumen que disponía para ese verano la iniciación de comunicación entre Altamira y el Puerto de Santander, cuarenta y cinco leguas al norte en la desembocadura de río Soto La Marina, por medio de piraguas “para que comerciando entre sí los pobladores tengan logro y dispendio de sus frutos…”5. De Soto La Marina la vieja a la desembocadura del río del mismo nombre que se llamaba puerto de Santander se llevaba a cabo un escaso movimiento de comunicación por el río;

4

Estado General de las fundaciones hechas por José de Escandón; op. cit. t.

5

Estado General de las fundaciones hachas por José de Escandón; op. cit. t.

II, p. 82.

I, p. 13.


32 habiendo puesto Escandón en servicio la goleta “La Conquistadora” que hacia viaje a Veracruz. Las diferencias del puerto, su poco fondo, difícil entrada y salida al mar y otros inconvenientes que hicieron ver Tienda de Cuervo y el ingeniero de la Cámara Alta en sus respectivos informes y descripción y en definitiva la determinación de Carlos III del 29 de marzo de 1773 puso fin a la habilitación del mencionado puerto y a su movimiento, al ordenar lo siguiente: “No solo he resuelto igualmente mandar se suspenda toda obra que se haya dirigido a mejorarle, sino que antes bien destruyendo las que puedan haberse practicado, se ayude, si fuese dable, a aumentar los defectos y embarazos que tiene su propia constitución, y que se prohíba todo trato de embarcaciones por él, aún las menores de la expresada costa…”6. Así se desvanecieron los deseos de Escandón de comunicar a Soto La Marina con Veracruz y Altamira. Según el mismo informe de Escandón, la goleta cargada se ponía en tres o cuatro horas de la desembocadura del río al amarradero de la villa de Soto La Marina, afirmando que a Veracruz tomaba el viaje de la goleta menos de cuatro días y a Altamira “dieron fondo antes de veinticuatro horas…”. Como en España el absurdo monopolio portuario sobre el comercio con las colonias lo tuvieron en Sevilla y Cádiz hasta el año de 1778, monopolio que impidió el desarrollo naval y obstaculizó las comunicaciones y el comercio entre la metrópoli y sus posesiones, el único puerto habilitado en el Golfo de México para comerciar con la península ibérica lo fue Veracruz hasta 1810, año en que se ratificó orden real que previno admitieran “en los puertos de Veracruz y Campeche los buques españoles que salieran de la isla de Cuba, no solo con frutos propios de dicha isla, como antes se permitía únicamente, sino también con géneros y efectos españoles y extranjeros venidos de la península”77. Es hasta 1820, ya para extinguirse el régimen colonial en México, cuando las cortes de España, el nueve de noviembre, habilitaban para el comercio exterior “en la costa de la Nueva España sobre el golfo de México, los 6 La orden real de Carlos III revela el fuerte interés político y económico de la Corona Española de mantener el monopolio portuario de Veracruz, considerándose en la misma como una “mala pensada” la idea de abrir al comercio marítimo la costa del Seno Mexicano en Nuevo Santander. 7 La apertura del comercio de géneros y efectos españoles se extendió al puerto de Campeche, permitiéndose la entrada de mercancías extranjeras, pero condicionada a que viniesen por conducto de comerciantes de la península española. Esta apertura se vio obstaculizada por los ataques de la piratería que merodeaba en el golfo y que se nutría en Nueva Orleans y Galveston, señalándose la decadencia de España en los mares de América y el interés norteamericano por la independencia de los países iberoamericanos.


Las comunicaciones

33

puertos de Tlacotalpan, Matagorda, Matamoros, Soto la Marina y Pueblo Viejo de Tampico, y en las costas del Pacífico los de Acapulco, San Blas y Mazatlán cuya medida fue el primer golpe que se dio al monopolio mercantil que por tres siglos había disfrutado Veracruz”8. La tardía habilitación de los puertos tamaulipecos, la ausencia de facilidades portuarias y la agonía del imperio español dejaron sin efecto el mencionado decreto de las cortes. La desembocadura del río Bravo a once leguas de la Congregación del Refugio (Matamoros), años después de consumada la independencia, en 1842, la describe el escritor Manuel Payno como sigue: “Llegamos a la boca del río. La población se compone de unas veinte o treinta casitas de madera colocadas sobre los médanos. El río turbio, ya robustecido con las aguas de muchos ríos que le rinden tributo en su larga travesía, empuja y choca con violencia con el mar formando un imponente y prolongado ruido. El aspecto de la costa imprime al ánimo las ideas más melancolías… En la playa negruzca y arenosa, sin rocas, sin campiñas, sin ciudades en sus orillas, solo se escucha el chillido de las alondras y las gaviotas. El puerto sin una vela, sin un mástil, el río turbulento y agitado socavando con su oleaje sus tristes orillas, apenas sostiene las quillas de dos o tres pequeños botes. Aquellos sitios con corta diferencia están yermos, solitarios y adustos… La barra del río tiene por lo común de 6 a 9 pies de agua; pero hay veces que los vientos o las crecientes la descomponen, y solo mide tres o cuatro pies”.9 Por la descripción anterior se revela claramente que el río Bravo y su embocadura al mar no contaba con instalaciones ni facilidades portuarias, siendo mínimo el movimiento de embarcaciones menores y nulo el de navíos mayores durante el tiempo de la colonia, pues posteriormente sí se desarrolló algún tránsito fluvial de Matamoros hasta Reynosa y Camargo, esta última población localizada a ciento sesenta kilómetros río arriba. El mismo autor Payno dijo: “Si hubiera buques de vapor y siembras de algodón, comercio y población, Camargo seria acaso una de las ciudades mas importancia en la República, pues podrían subir desde el mar hasta la ciudad en treinta y seis horas, goletas de ciento y doscientas toneladas y doblar por el río de San Juan”10. 8 Miguel Lerdo de Tejada, Comercio Exterior de México, México, Rafael y Rafael, 1853, p. 20. 9 Manuel Payno, “El Río Bravo del Norte”, reproducido por Dolores Akins C., Boletín Bibliográfico de la Secretaría de Hacienda, núm. 434, 1º de marzo de 1970, México. 10 Ibid. número 436.


34 Es de mencionar que pertenecía a Nuevo Santander la costa al norte del río Bravo hasta el río de las Nueces, litoral en el que se localizan la abertura de la Boca Chica, la barra del Brazo de Santiago que cuenta con un abrigado fondeadero y la embocadura del río de las Nueces, sin que dichos lugares hayan tenido desarrollo durante la época colonial. Este territorio entre el Bravo y el Nueces llamado “la franja de las Nueces” y “tierra Mesteña”, lo perdió Tamaulipas después de la guerra de intervención al fijarse arbitraria e injustamente como límite de Texas al río Bravo, siendo que no existía ni la menor duda sobre los antiguos límites entre Texas y Nuevo Santander, entidades que eran posesión de la Nueva España y que formaban parte de las Provincias Internas de Oriente. Ramos Arizpe, en su famosa memoria presentada a las Cortes de Cádiz en 1811, criticó enérgicamente el sistema mercantil español “que aunque ha enriquecido a pocos, ha empobrecido y tiene envuelto en la misma miseria a todo el resto de los españoles, ha sido el azote más terrible y cruel que han sufrido las Américas. Para todo el opulento reino de México y las vastísimas provincias internas no hay más puerto libre que el de Veracruz; allí se hace el monopolio más escandaloso de todos los efectos de Europa…” y agregó que consideraba de interés general abrir los puertos de las costas de México “para hacer efectivo el bien de aquellos habitantes, atrayendo el mayor número posible de compradores y vendedores”. Propuso en la misma memoria que se abrieran libremente al comercio marítimo los puertos de Brazo de Santiago, Soto La Marina, Altamira y Tampico en Nuevo Santander. Refiriéndose al puerto de Soto La Marina dijo que “su situación en el medio de la provincia del Nuevo Santander hace que más de setenta mil habitantes de ella clamen por que se abra para libre comercio”. Fue debido precisamente a la valiosa opinión de Miguel Ramos Arizpe que en noviembre de 1820 las Cortes de España, tras el restablecimiento de la vigencia de la llamada Constitución de Cádiz, habilitaron en Nuevo Santander para el comercio a los puertos de Matamoros y Soto La Marina, como antes se comentó.


35 Capítulo IV La jurisdicción de Nuevo Santander En el ramo de la justicia pertenecía Nuevo Santander a la Real Audiencia de México1, tribunal que fue fundado el 29 de noviembre de 1527 antes de la creación del virreinato de la Nueva España que se ordenó hasta el año de 1535. La fundación de la audiencia corresponde al periodo de la consolidación política y administrativa que siguió a la conquista de México. Al crearse el virreinato el primer virrey Antonio de Mendoza fue designado presidente de la audiencia real, centralizándose así en una persona las más importantes funciones políticas, administrativas y judiciales muy de acuerdo con la organización monárquica de la época y las ideas imperantes del absolutismo del Estado. Los cuatro oidores que integraron la primera audiencia desembarcaron en Veracruz en diciembre de 1528, juntamente con el primer obispo electo de México Juan de Zumárraga, quien venia acompañado por el misionero franciscano fray Andrés de Olmos, fundador de la custodia del Salvador de Tampico y primer colonizador de Tamaulipas. Se nombró presidente de la primera Audiencia a Nuño de Guzmán, entonces gobernador y capitán de la provincia de Pánuco y de la Victoria Garayana (tierras descubiertas por Garay que comprenden el litoral de Tamaulipas hasta el río de las Palmas). Aun cuando la audiencia fue establecida para administrar justicia y mejorar las condiciones que privaban en Nueva España a raíz de la conquista, así como par evitar abusos de los conquistadores y proteger a los indios, inició sus funciones en triste forma, pues los dos oidores supervivientes de los cuatro primeros y el presidente Guzmán se caracterizaron por sus despilfarros, atropellos, inconsecuencias y abusos, señalando un desafortunado comienzo para la función judicial de México, que aún gime bajo la incapacidad, la negligencia y la corrupción. Transcribimos en seguida la opinión de Vicente Riva Palacio, presidente de la primera audiencia, respecto a la actuación de los citados oidores: “No anduvieron más rectados el presidente y los oidores en materia de oficios y empleos, que repartían sin escrúpulos entre sus deudos, criados y amigos, 1 Miguel Ramos Arizpe, “Memoria presentada a las Cortes sobre la situación de las Provincias Internas de Oriente, en la sesión del 7 de noviembre de 1811”, en México en las Cortes de Cádiz. (Documentos), México, Empresas Editoriales, 1949, p. 143.


36 sin detenerse en la ineptitud o bajeza de condición de los favorecidos. Juez de residencia y alcalde mayor de Veracruz hicieron al arriero Juan González, por que llevaba de México al Pánuco provisiones a Nuño de Guzmán… apropióse Guzmán un gran sitio en Tacubaya, en donde hizo fabricar un molino para trigo, al paso que Matienzo y Delgadillo (los oidores) levantaban en el pueblo de Tacuba, y en terrenos de que por la fuerza se habían apoderado, hermosa casa de campo con huertas y jardines”2. Justo es recordar que los oidores mencionados y el propio Nuño de Guzmán fueron sometidos a juicios de residencia, condenados y castigados por sus abusos y latrocinios. Entre las múltiples facultades de la Real Audiencia de México se encuentran las de señalar los límites de la gobernación de las provincias de Guatemala, de México, del Pánuco y del río de las Palmas, lo que revela la primera intención del gobierno español de colonizar las tierras de Nuevo Santander, intención que no se pudo realizar hasta mediados del siglo XVIII. La Audiencia de Guadalajara, que dividió la jurisdicción de Nueva España, se creó por virtud de real cédula del 13 de febrero de 1558 y se organizó mediante cédula del 18 de mayo de 1572 para el efecto de que “en la ciudad e Guadalajara de la Nueva Galicia, resida otra nuestra Audiencia y Chancillería Real con un Presidente y cuatro Oidores, que también sean Alcaldes del Crimen: un fiscal: un alguacil mayor: un teniente de gran chanchiller; y los demás ministros y oficiales necesarios y tenga por distrito la provincia de Nueva Galicia, las de Culiacán, Copala, Colima y Zacatula, y los pueblos de Avalos partiendo términos: por el Levante con la audiencia de la Nueva España; por el mediodía con el mar del sur; por el poniente y Septentrión con provincias no descubiertas ni pacíficas; y el presidente de dicha audiencia de Guadalajara y no los Oidores tengan la gobernación de su Distrito”3. La audiencia de Guadalajara era independiente del virreinato de México salvo en el régimen militar y gratificación de servicio, fue Jerónimo de Orozco su primer presidente habiendo tomado posesión de su cargo en diciembre de 1574. Durante el reinado de Alfonso el Sabio se expidió en España en 1274 el primer reglamento de la Real Audiencia llamado también Tribunal de la Corte del Rey que se integraba con oidores delegados del monarca, en quienes reposaba la facultad de administrar justicia de acuerdo con el derecho regio México a través de los Siglos, op. cit., p. 164. Pérez Verdía, op. cit.,T. I, p. 250. Recopilación de Indias, Madrid, Antonio Balbas, 1756, Ley VII, Tit. XV, Lib. II.

2

3


LA JURISDICCIÓN DE NUEVO SANTANDER

37

español hasta el año de 1812. El número de oidores y otros funcionaros de las audiencias era variable en España y América siendo el Tribunal de Segovia el más numeroso, pues llego a tener dieciséis miembros. Dentro del confuso ámbito de las jurisdicciones coloniales, las audiencias presentaban los atributos de un tribunal colegiado para administrar justicia y resolvían los recursos de apelación y súplica en asuntos civiles y causas criminales. En el presidente de las audiencias reposaban facultades políticas y administrativas y gobernaba el distrito a su cargo, originándose problemas frecuentemente por las atribuciones especiales en materia política. Las reales audiencias de México y Guadalajara tenían el carácter de chancillerías porque el chanciller sellaba sus acuerdos y providencias con los sellos y las armas del rey. Dichas audiencias subsistieron después de consumada la independencia durante el imperio de Iturbide, disponiéndose en el artículo 66 del reglamento Provisional Político del Imperio Mexicano del 18 de diciembre de 1822 que “para la pronta y fácil administración de la justicia en todos sus ramos, continuaran los alcaldes, los jueces de letras que puedan ser pagados cómodamente y las audiencias territoriales que están establecidas…”. En la misma disposición se reconocieron las diferencias derivadas de la amplia jurisdicción de las audiencias al establecerse la posibilidad de crear “dos o tres audiencias nuevas en aquellos lugares, en que a discreción del mismo gobierno se estimen oportunas, para evitar a las partes los perjuicios que hoy se experimentan por las enormes distancias en que se hallan las audiencias territoriales”. Esta disposición es una prueba más de que Iturbide no comprendió el alcance de la revolución de independencias por sus ideas realistas y conservadoras que determinaban su conducta y la orientaban hacia la continuidad de las instituciones coloniales, instituciones que el pueblo de México anhelaba cambiar y destruir. El acta constitutiva de 1824 y la constitución del mismo año adoptaron el régimen federado de estados y la división tripartita de poderes, poniendo fin al funesto sistema de las audiencias territoriales. El ilustre coahuilense Miguel Ramos Arizpe en su brillante memoria presentada en la sesión del 7 de noviembre de 1811 en las Cortes de Cádiz, en su carácter de diputado como representante de Nueva España, manifestó con claridad las inconveniencias de la monstruosa centralización en la administración de justicia de las Provincias Internas de Oriente y las graves complicaciones que gravitaban sobre la función judicial.


38 Ramos Arizpe señaló que “las audiencias, a donde debe apelarse, están fuera de las provincias, a una distancia enorme que hace imposible los recursos, aún a los ciudadanos de medianas facultades…”. Con palabras dramáticas dijo “haber visto muchas veces sufrir por tales causas vejaciones muy escandalosas y morirse de pena y dolor a ciudadanos honradísimos y muy útiles al estado, al ver la imposibilidad de vindicar su honor o recobrar sus propiedades de que han sido defraudados con injusticia y escándalo…”4. La torpe administración de justicia colonial en las provincias afianzaba el predominio de los poderosos y de las clases dominantes que disfrutaban todo género de privilegios y contaban con amplias posibilidades económicas. Esta desigualdad fue una de las causas eficientes que determinaron en América las guerras de independencia y originaron el colapso del imperio español. El mismo Ramos Arizpe, refiriéndose concretamente a Nuevo Santander, denunció el sistema despótico de justicia que estableció Calleja a partir de 1749 afirmando que don José de Escandón, vecino de Querétaro, autorizado por el gobierno, desde el año de 1748 al de 1752, fundó las más villas de esta provincia, estableciendo en cada lugar una justicia puesta por su elección, dos regidores y un procurador que, según la misma fundación, elegía anualmente el vecindario. En 1794 del mismo siglo formó Félix Calleja las milicias de esta provincia, estableciendo una compañía en cada pueblo, y queriendo o sin querer afianzar el despotismo militar sobre aquellos desgraciados pueblos, de acuerdo según tradición, o al menos tolerándolo el gobernador, quedó plantado un nuevo sistema de justicia y gobierno, por el que hace juez perpetuo en cada lugar al capitán de milicias, regidores eternos al teniente y al subteniente y procurador perdurable al primer sargento, sustituyéndose el ejercicio de estos destinos, en caso de cualquier defecto, por el inmediato en el orden militar, según ordenanzas; de suerte que suele ser justicia en las ausencias de los oficiales un sargento, un cabo o un soldado antes que otros honradísimos vecinos, que privados del derecho de elegir jueces, posteriormente se le privó aún del menos apreciable de nombrar dos regidores y un procurador, quedando absolutamente sujetos los pueblos a un puro mando militar de sí propenso al despotismo, deduciéndose no haber más mando que el del gobernador quien se avoca, cuando quiere, las causas de toda provincia”5.

4

5

Ramos Arizpe, op. cit, p. 165. Ramos Arizpe, op. cit, p. 144.


LA JURISDICCIÓN DE NUEVO SANTANDER

39

La autorizada opinión de Ramos Arizpe nos conduce a afirmar que la administración de justicia en Nuevo Santander al iniciar la guerra de independencia, se encontraba supeditada a los intereses políticos y económicos de los gobernadores en turno y sujeta al arbitrio de los militares, originando por lo mismo una inconformidad latente en el pueblo. Podemos agregar, con vista a la organización de las milicias y la composición del ejército veterano, que la dominación española reposaba en Nuevo Santander en la fuerza económica de las haciendas ganaderas, puesto que no había minería en esta provincia ni se había establecido otras actividades o industrias. Por último, comentamos que la línea de demarcación de las jurisdicciones de las reales audiencias de México y Guadalajara según Alejandro de Humboldt, “comienza en las costas del Golfo de México 10 leguas al norte del río Pánuco y de la ciudad de Altamira, a cinco de Barra Ciega, y atraviesa la intendencia de San Luis Potosí, hasta las minas de Potosí y Bernalejo; desde allí, siguiendo a lo largo del extremo meridional de la intendencia de Zacatecas y el límite occidental de la intendencia de Guanajuato atraviesa la intendencia de Guadalajara, entre Zapotlán y Sayula, entre Ayotitlán y la ciudad de la Purificación, sobre Guitlán, uno de los puertos del Océano Pacífico. Todo lo que esté al norte de esta línea pertenece a la audiencia de Guadalajara y a la de México todo lo que esta al sur”6. De acuerdo con el límite antes trascrito, gran parte del Nuevo Santander pertenecía a la audiencia de Guadalajara, pero salvo a esta demarcación señalada por Humboldt no he encontrado ninguna otra fuente o dato que autorice a afirmar que la jurisdicción de Nuevo Santander estuviese dividida. En cambio no hay duda de que Coahuila y Texas pertenecían a la audiencia de Guadalajara, por lo que la línea limítrofe del extremo oriental que dividía el territorio de las audiencias no debe iniciarse diez leguas al norte del río Pánuco, sino en el río Nueces que señalaba la división entre Nuevo Santander y Coahuila (Texas).

6

Humboldt, op. cit, p. 100.


40 Capítulo V La comandancia y la organización militar La primera Comandancia General de las Provincias Internas fue creada en 1776 con amplias facultades en lo político y militar y gran independencia de la autoridad virreinal. Siendo José de Gálvez ministro de Indias, se creó la comandancia atribuyéndosele jurisdicción territorial inicialmente sobre Sonora, Sinaloa, Nueva Vizcaya y California. Teodoro de Croix fue designado primer comandante y por el mérito de sus servicios se le nombró después virrey de Perú. Gálvez creó y organizó la primera comandancia general para evitar posibles penetraciones rusas o inglesas en las provincias del norte con el propósito de consolidar el poderío español que se debilitaba aceleradamente en las zonas fronterizas. El comandante general sólo estaba obligado a informar al virrey sobre el estado de las provincias y podía pedir su intervención en caso de requerirse auxilio. El territorio de las provincias dependía en el ramo judicial de la audiencia de Guadalajara y en lo eclesiástico de dos obispados, uno con sede en Durango y otro en Sonora. Poco tiempo después de la creación de la comandancia se amplió su jurisdicción a las provincias de Coahuila, Texas y Nuevo México con capital en Arizpe, Sonora. En 1785 se restauró la autoridad del virrey sobre la comandancia general dividiéndose la jurisdicción en tres comandancias comprendiendo respectivamente la primera a las provincias de Coahuila, Nuevo León, Texas, la colonia del Nuevo Santander y los distritos de Parras y Saltillo; la segunda a Nueva Vizcaya y Nuevo México y la tercera a Sonora, Sinaloa y las dos Californias, habiéndose nombrando titular de la primera al coronel Juan de Ugalde1. En 1787, siendo virrey Manuel Antonio Flores, se limitó la competencia de los comandantes estrictamente al ramo militar, correspondiendo a los gobernadores los órdenes político, económico de hacienda y real patronato y lo de justicia en cuanto a ejecución. A partir de ese año, a la primera comandancia se le llamó de las Provincias Internas de Oriente, y se agruparon la segunda y tercera en una sola que se le designó Comandancia de las Provincias Internas de Occidente, permaneciendo el coronel Ugalde al mando de las Provincias Internas de Oriente y designándose comandante de las de Occidente al brigadier 1 Navarro García Luis, Gálvez y la Comandancia en las Provincias Internas, Sevilla, Consejo Superior de Investigación Científica, 1964, p. 106.


la comandancia y la organización militar

41

Jacobo Ugarte y Loyola. En 1792 Nuevo León y Nuevo Santander fueron segregadas de las Provincias Internas de Oriente, sometiéndolas a la autoridad directa del virrey, supeditándolas en lo militar a la comandancia y subinspección de tropas militares y veteranas de dichas provincias con sede en San Luis Potosí. En cuanto a la comandancia de las Provincias Internas de Oriente que permanecieron bajo su mando, se les señaló a Chihuahua como capital y se incluyeron en su competencia las funciones de súper intendencia de la real Hacienda. El mismo año de 1792 se crearon en Nuevo Santander seis compañías de milicias provinciales de caballería con 60 plazas cada una. A partir de 12 de marzo de 1796, Félix María Calleja del Rey desempeñaba la comandancia y subinspección de las Tropas Milicianas del Nuevo Reyno de León, Nuevo Santander, Primera División del Norte y Décima Brigada de San Luis Potosí con cuartel en esta ciudad. Al estallar la revolución de independencia en 1810, permanecía Calleja con estos cargos, por lo que las tropas de Nuevo Santander estaban bajo al mando de uno de los más caracterizados y experimentados militares españoles. En 1804, el rey dispuso readaptar la organización de las comandancias de 1787 incorporándose a las Provincias Internas de Oriente el nuevo Reyno de León y Nuevo Santander y a las de occidente las dos Californias que habían sido agregadas en 1792. Esta real orden se ejecutó hasta el año de 1813 que se designó comandante de las Provincias Internas de Oriente a Joaquín de Arredondo. En la Constitución de las Cortes de Cádiz de 1812 se encuentra establecido el régimen de las dos comandancias coincidente con la real orden de referencia. Al establecer Escandón la colonia del Nuevo Santander, el número total de efectivos militares era de 144 plazas incluyendo la oficialidad, llamándose escuadras a las unidades de servicio. Había trece escuadras y un presidio en Santa Ana de Camargo cuya guarnición la componían once soldados, un capitán y un cabo caudillo, según datos obtenidos de las nóminas de pagos. Las escuadras tenían sus cuarteles en San Fernando, San Antonio de Padilla, nuestra señora de Loreto de Burgos, Santa María de Llera, San Francisco de Güemez, San Juan Bautista de Horcasitas, Dulce nombre de Jesús de Escandón, Soto La Marina, Santander, Reinosa y Santa María de Aguayo. La escuadra más importante era la de Santander (Jiménez) que tenía veintidós plazas incluyendo oficiales2.

2

Estado general de las fundaciones hechas por José de Escandón: op. cit. p.


42 A partir de 1769 se organizó una compañía volante de caballería con ciento dieciocho efectivos distribuidos por terceras partes, en Escandón (Xicoténcatl), Güemez y Santillana (Abasolo)3. Al iniciarse el movimiento de independencia en 1810, se encontraban en Nuevo Santander tres compañías volantes de caballería de las tropas veteranas de línea que fueron integradas desde el año de 1784 con cuarteles en San Carlos, Padilla y Laredo con setenta y cinco plazas cada una. En 1784 cada compañía contaba con cien hombres habiendo sido reducidos a setenta y cinco por el virrey Manuel Antonio Flores en 1789 4. Además de estas compañías volantes de tropas de línea o veteranas, en el año de 1792 se creó el Cuerpo de Caballería de Frontera de Nuevo Santander que se dividía en seis compañías de sesenta plazas cada una, formando parte todas estas tropas, así como las de la milicia, de la famosa Décima Brigada con cuartel general en San Luis Potosí, cuyo comandante era Calleja en 1810. Ese mismo año el cuerpo de caballería de Frontera de Nuevo Santander estaba al mando del famoso coronel José Florencio Barragán quien, según afirman algunos cronistas, contribuía a fomentar ideas insurgentes y fue envenenado por el propio virrey con “un tósigo muy malo” puesto en una taza de chocolate5. El cuartel general del cuerpo estaba en río Verde y una de las seis compañías acampaba en Santa Bárbara (Ocampo). Las milicias provinciales constituían una fuerza complementaria que se ponía sobre las armas cuando las circunstancias lo exigían, estando al mando de hacendados y dueños de fincas, lo que acentuaba el predominio de la clase propietaria. Respecto a la composición del ejército de Nueva España, Alamán dice: “La Mayor parte de los jefes y muchos oficiales, tanto de las tropas veteranas como de las milicias, eran europeos; los sargentos, cabos y soldados, todos mexicanos sacados de las castas, pues los indios, como se dijo en su lugar, estaban extensos del servicio militar”6. La sede de la comandancia de las Provincias Internas de Oriente estuvo en Monterrey, desde que se reorganizó en 1814 171.

3 Conde de Revillagigedo, Informes sobre las misiones, México, editorial Jus, 1966, p, 83. 4 Lucas Alamán, Historia de Méjico, T. I, México, Editorial Jus, p. 82; Humboldt, op. cit. p. 554. 5 Rafael Montejano y Aguinaga, El clero y la independencia de San Luis Potosí, México, Academia de Historia Potosina, 171, pp. 149 y 190. 6 Alamán, op. cit. t. 1, p. 83.


la comandancia y la organización militar

43

hasta la consumación de la independencia de 1821. El sistema de organización militar de comandancias y la división jurisdiccional existente durante el último periodo colonial subsistió algunos años después de 1821. Los soldados del ejército dependiente del comandante general de las Provincias Internas de Oriente tenían un vistoso uniforme que se componía de chaqueta, pantalón y capote azul, chaleco, solapa, cuello y vueltas encarnadas. Los soldados de los presidios se uniformaban, de acuerdo con su reglamento, con “zapatos botines, pantalón de tripe azul, chupa corta de lo mismo o de paño del mismo color, con una pequeña vuelta y collarín encarnado, capa de puño azul, corbatín y sombrero negro, cuera y bandolera de gamuza y en ésta bordado el nombre del presidio”. El establecimiento de uniformes para el grueso del ejercito de las Provincias Internas de Oriente era muy deficiente, como se desprende de la carta que envió el comandante Arredondo al virrey Apodaca en la que refiriéndose al estado de la tropa dijo: “si se manda pie a tierra están descalzos, desnudos y expuestos a morir en la presente estación frígida, por la total insolvencia de capas o cobijas que tienen: si se mandan marchar a caballo es creer un imposible”7. Esta breve descripción exhibe la decadencia del ejército de la Nueva España durante la época de la guerra de independencia.

7 El comandante Arredondo en diversas comunicaciones que envió al virrey Apodaca con motivo de la expedición de Mina hizo ver el descuido de las autoridades coloniales en relación con el ejército. En otra comunicación del 11 de marzo de 1817 dijo al virrey: “Esta Comandancia General en todo su distrito no cuenta con un buque, ni una lancha del Rey, ni de particulares, sus habitantes están consternados y reducidos a la mayor miseria, aunque sosegados y tranquilos en cuanto a los rebeldes desde mi ingreso a Texas, pero robados y aniquilados por los indios bárbaros, sobre cuya guerra y sus grandes costos, tengo dicho cuanto conviene a esa superioridad, y en vez de proporcionarme auxilios y sostener la autoridad que corresponde en un punto, el más interesante del Reino, nada he conseguido hasta ahora…”. Boletín del Archivo General de la Nación, Segunda serie, Tomo VII, número 4, México 1966, p. 925.


44 Capítulo VI La intendencia de San Luis La institución de las intendencias es de origen francés, habiendo sido introducida en España por Felipe V a principios del siglo XVIII con el propósito de mejorar la administración pública y la hacienda real, siendo una institución monárquica por excelencia que congregaba atribuciones políticas, económicas, administrativas y fundamentalmente hacendarias que en última instancia estaban sujetas a la voluntad de los reyes. Causas de policía, hacienda, guerra y justicia eran conocidas por las intendencias, dicen los papeles de la época y se afirma que “el intendente era la autoridad más visible del poder real en las provincias”1. José de Gálvez, Ministro Universal de las Indias, ordenó la promulgación de la Ordenanza de Intendentes de Ejército y Provincia el 4 de diciembre de 1786, ordenamiento en el que se determinaron funciones de los intendentes y se fijaron tributos, habiéndose nombrado a Fernando de Manzano para establecerlos en la Nueva España. Gálvez había sido antes visitador general en México y por lo mismo conocía la división territorial del país, misma que fue modificada con motivo de la ordenanza para fraccionar la Nueva España en doce intendencias y tres provincias, esta división se había tratado de establecer con anterioridad, pero el virrey Bucareli se opuso firmemente a ello. Nuevo Santander, con la categoría de colonia, conservó su gobierno político y militar, pero pasó a formar parte de la intendencia de San Luis Potosí que se integró, según el historiador Primo Feliciano Velázquez, “con los pueblos de su antigua alcaldía mayor y la agregada de Guadalcázar; y el distrito de Charcas en el que se incluían Catorce, Matehuala y Venado; y el de Ramos; y el villa de los Valles; y el Nuevo Reino de León, colonia del Nuevo Santander y provincias de Coahuila y Texas”2. El primer intendente de San Luis fue Bruno Díaz de Salcedo. Al iniciarse la guerra de independencia estaba a cargo de la intendencia de San Luis, Manuel Jacinto de Acevedo y al tener noticias de la insurrección de Dolores informo a Félix Calleja, comandante de la Décima Brigada, para que adoptara las medidas necesarias. 1 Enciclopedia Universal Ilustrada Europeo Americana, t. 28, Madrid, Espasa Calpe, S. A., 1926, p. 1787. 2 Velázquez, op. cit. t. II, p. 633.


LA INTENDENCIA DE SAN LUIS

45

La Intendencia de San Luis era la más extensa de Nueva España con una superficie de 27, 821 leguas cuadradas y con 230 leguas lineales de costa, colindando en el norte con el impreciso lindero de Texas y la Louisiana. En el mapa del reino de la Nueva España a principio del siglo XIX de Antonio García Cubas se aprecian las jurisdicciones territoriales de las intendencias3. Fue importante atribución de las intendencias calificar previamente, en materia de adjudicación de tierras realengas, la idoneidad de los pretendientes exigiéndose una proporción entre tierras solicitadas y las facultades del solicitante. En todo denuncio de tierras realengas la junta provincial de la intendencia, a pedimento del promotor fiscal de la Real Hacienda, externaba su parecer procediéndose enseguida a iniciar el procedimiento. Los intendentes eran sustituidos en sus ausencias por el teniente letrado y asesor ordinario adscrito a la intendencia funcionario que en ocasiones era abogado de los reales consejos. El complicado sistema de intendencia presentaba algunos aspectos positivos en tanto que descentralizaba el poder por región, distribuyéndose atribuciones hacendarias y administrativas, además de que sustituyó a los alcaldes mayores, quienes tenían facultades gubernativas, económicas y de jurisdicción civil y criminal para algunos casos, por los subdelegados de intendencia. En la Nueva España el gobierno de los intendentes complicó los problemas jurisdiccionales y creó conflictos de competencias con alcaldes ordinarios y presidentes de audiencia, todo ello demostró la crisis ideológica y práctica que presentaban los monárquicos a partir de la segunda mitad del siglo XVIII. Esta crisis trajo como consecuencia la critica general al poder monárquico central y la adopción posterior del sistema de división de poderes. Los intendentes estaban obligados a visitar sus distritos anualmente, los que no cumplían y de ellos dijo el segundo conde de Revillagigedo que: “no tenían practica alguna del mando político” afirmando que la ordenanza que creó ese puesto “corrió con desagracia desde sus principios”. La intendencia formaba parte de la organización de la junta de la Real Hacienda de Nueva España, que constituía un sistema financiero público centralizado, muy defectuoso por las complicaciones que presentaba su operación y por que obstaculizaba el avance económico tanto por lo oneroso de los

3

Humboldt, op. cit. pp. 105 y 182.


46 tributos que establecían como por los monopolios y estancos auspiciaba, identificándose este organismo como uno de los más viciados dentro de la estructura política y económica de la Nueva España. Los intendentes dictaban bandos del buen gobierno y sus disposiciones con frecuencia estaban en contradicción con los reglamentos expedidos por los alcaldes ordinarios. Es de mencionarse que las alcabalas, los ingresos por fabricación de moneda, el tributo personal de los indios, el almojarifazgo, los diezmos sobre extracción de metales, el papel sellado, alhondillaje, la bula de cruzada y los estancos de mezcal, pólvora y sal constituían las más importantes recaudaciones del estado español, todo estructurado para mantener el monopolio del comercio, impidiendo la libre concurrencia, como dijo Luis Pérez Verdía, a fijarse “a las mercancías del precio que les conviniera en el cual obtenían una cómoda y segura ganancia del doscientos y hasta el quinientos por ciento”4. Refiriéndose a Nuevo Santander durante la época de Escandón, de acuerdo con la autorizada opinión de Alejandro Prieto, “del real erario se cubría los sueldos de los capitanes, así como de los misioneros, ascendiendo por entonces los gastos de dicha administración según la estadística de Tienda de Cuervo (1757) a $43,000 (cuarenta y tres mil pesos) anuales, sin incluir esta cantidad en ningunos gastos con respecto de algunas poblaciones, tales como Hoyos, Santillana, Mier, Dolores, Laredo, Real de los Infantes, Jaumave y Palmillas, como se deja dicho fueron establecidas sin costo de la Real Hacienda y continuaron cubriendo después con sus propios recursos los gastos necesarios de su resguardado y mejoramiento material”5. Según la estadística de Humboldt la contribución o tributo por cabeza de la población en Nueva España era a principios del siglo XIX de tres pesos y cuatro décimas por año6. Tomaba en cuenta Humboldt que el producto total de las rentas públicas del reino ascendía a 20 millones de pesos mexicanos de los que se enviaban 6 millones o sea 30 por ciento a la Tesorería General del reino de España. Las rentas del Estado en Nueva España tuvieron un incremento extraordinario en el periodo comprendido entre 1767 y 1800 pues de seis millones y medio de pesos subieron a veinte millones de pesos, siendo precisamente esos años de aumento de las recaudaciones cuando se consolidó la colonización del Nuevo Santander. El incremento Pérez Verdía, op. cit. t. I, p 484. Alejandro Prieto, Historia, geografía y estadística del Estado de Tamaulipas, México, Tip. Escalerillas núm. 13, 1878, p. 195. 6 Humboldt, op. cit. p. 143.

4

5


LA INTENDENCIA DE SAN LUIS

47

de la renta pública no se originó en el aumento de la productividad sino que gravitó sobre la población activa y fue un factor de inconformidad e inquietud. En Nuevo Santander los gravámenes públicos recaían sobre la ganadería que constituía la mayor riqueza y sobre la explotación de las salinas en el litoral, industria que fue uno de los alicientes económicos de la colonización7. El régimen de intendencias subsistió con modificaciones después de la consumación de la independencia, pues el efímero imperio de Iturbide en el reglamento provisional político que expidió, reconoció a los intendentes como los jefes de la hacienda pública en las provincias, sujetos al ministro del ramo. En el artículo 84 del citado reglamento se les confirió a los intendentes provinciales el mando político superior “por defecto del jefe político militar”, atribuyéndoseles además la presidencia de las mismas por la no asistencia del jefe político a las mismas. El imperio de Iturbide, expresa Edmundo O. Gorman “formaba una unidad territorial sin divisiones políticas y que solo tenía administrativas y militares, como la intendencia y capitanías”8. Sin embargo, durante el citado imperio se reconocieron veinte entidades como provincias, lo que señaló el principio de la división política que después se verificó, encontrándose entre estas provincias la de Santander (así se menciona en la Ley de Convocatoria del 17 de noviembre de 1821 que fue la base de los ordenamientos posteriores). Al promulgarse el acta Constitutiva de 1824 con el triunfo del federalismo, se puso fin a la institución de las intendencias, estableciéndose las oficinas generales de hacienda como recaudadoras del erario de la federación y las colecturías de renta como receptoras de los ingresos de los estados, ambas de los respectivos poderes ejecutivos.

7 Según decreto del 5 de septiembre de 1813 las Cortes de Cádiz, atendiendo petición del diputado Miguel Ramos Arizpe se ordenó la creación de una intendencia provincial que comprendía en su jurisdicción el territorio de Coahuila, Texas, Nuevo León y Nuevo Santander con capital y residencia del intendente en la villa de Santiago del Saltillo, en donde además se proyectaba establecer una audiencia para unificar administrativa y políticamente a las cuatro Provincias Internas de Oriente que ya formaban una unidad militar con la comandancia. Se llegó a designar intendente y ministro tesorero de las Cajas de Saltillo a Manuel Royuela pero el virrey Félix Calleja, por acuerdo del 23 de noviembre de 1814, dejó sin efecto la orden. 8 Edmundo O´ Gorman, Historia de las Divisiones Territoriales de México, 3a. Edición, México, Porrúa, S. A. 1966, p. 38.


48 Capítulo Vii Organización eclesiástica “Llegó por fin el tiempo en que el Pastor de los Pastores resolvió asignar a la región de Tamaulipas un prelado propio, y elevarla al rango de las demás diócesis de la República Mexicana…”, dijo Ignacio Montes de Oca en 1871 en interesante carta pastoral al anunciar la erección del obispado de Tamaulipas, entidad que había pertenecido a los obispados de Nueva Galicia y de Linares. Debido a su tardía colonización y a los sucesos que se desenvolvieron a partir de la guerra de independencia, la penetración religiosa en Tamaulipas fue menor que la efectuada en el resto del país. Deficiencias en las comunicaciones, lo extenso de los territorios y la distancia que separa a Tamaulipas del centro del país contribuyeron a diluir la influencia del clero. La poca atención que presentaron los obispos de Nueva Galicia y de Linares a la región tamaulipeca quedó de manifiesto frente a los problemas y dificultades que enfrentó el obispo Montes de Oca al organizar la diócesis de Tamaulipas. Ocho años después de haber peregrinado “mas de doce mil leguas por toda clase de climas, entre toda suerte de riesgos y en toda clase de vehículos, desde el cómodo vapor hasta la insegura barca que lanzara a la playa reciente naufragio; desde el rápido ferrocarril y el corcel de batalla, hasta la prestada y lastimada cabalgadura de alquiles. ¿Y todo para qué señores? Para conseguir a costa de infinitos desaires y mil sinsabores e inquietudes, un puñado de ministros insuficientes para apacentar este rebaño, y de los cuales no pocos han desertado”1. En 1542 se erigió el obispado de Nueva Galicia con sede en Guadalajara, designándose como primer obispo de la diócesis a don Antonio de Ciudad Rodrigo, fraile franciscano que fue de los primeros doce misioneros que fundaron la iglesia católica en México, según bula del 13 de mayo de 1522 y que desembarcaron en San Juan de Ulúa el 13 de mayo de 152422. El fraile citado no aceptó y se nombró en su lugar a Juan de Barrios, protector de los indios pertenecientes a la orden de Santiago, originario de Sevilla, pero murió en México antes de ser consagrado. Una tercera designación en el año de 1547 recayó 1 Ignacio Montes de Oca y Obregón, Obras Pastorales y Oratorias, t. I, México, Imprenta de Escalante, 1883-1914, p. 7 2 México a través de los Siglos, op. cit. p. 282. Agustín de Vetancourt, Teatro Mexicano. Crónica de la Provincia del Santo Evangelio de México, México, Editorial Porrúa, Edición Facsimilar, 1971, pp. 1, 2 y 3.


ORGANIZACIÓN ECLESIÁSTICA

49

en el deán de la catedral de Oaxaca, Pedro Gómez de Maraver, quien tomó posesión de su cargo. Dentro de la jurisdicción del obispado de Guadalajara se incluían la provincia del Nuevo Reino de León y la colonia del Nuevo Santander cuando ésta fue sometida al empezar la segunda mitad del siglo XVIII. También las provincias de Coahuila y Texas y el término de la villa de Saltillo pertenecieron al mismo obispado. Al crearse el obispado de Linares, cuya sede estuvo primero en Linares y después en Monterrey, se desmembraron del antiguo obispado de Guadalajara las cuatro Provincias Internas de Oriente y la villa de Saltillo, segregándose de la mitra de Michoacán las municipalidades de Jaumave, Palmillas, Real de los Infantes (Bustamante) y Tula, pasando todos estos territorios a la jurisdicción de la mitra de Linares. El obispado de Linares se estableció mediante la real cédula del 14 de febrero de 1779 y en lo que concierne a Nuevo Santander presenta la importancia de que se consideró y comprendió la entidad completa y unitariamente. Nuevo Santander perteneció a la diócesis de Linares hasta que fue segregada su administración eclesiástica al erigirse el Vicariato Apostólico de Tamaulipas, mediante Breve de Pío IX del 13 de agosto de 1861, nombrándose primer vicario a fray Francisco Ramírez y González, quien murió en Brazos de Santiago, Texas, antes de tomar posesión de su cargo, siendo sustituido por fray Pascual de Aguirre. El vicariato fue el antecedente de la creación del obispado de Tamaulipas cuyo primer obispo titular como antes se dijo, fue el ilustre poeta, orador y literario Ignacio Montes de Oca y Obregón, consagrado personalmente por el Papa en Roma el domingo 12 de marzo de 1871. Montes de Oca se trasladó a la diócesis en Ciudad Victoria, el 15 de agosto del mismo año, anunció a su grey la erección y su consagración. El documento de creación del obispado fue firmado en Roma el 12 de marzo (quarto iduos martii) de 1869, señalándose a Ciudad Victoria como sede de la diócesis y conociéndose el documento como bula Apostolicum in Universas Orbis Eclesias que son las primeras palabras del preámbulo de la bula. El obispado de Tamaulipas extendía originalmente su jurisdicción a la región de la huasteca veracruzana. En 1810 era titular del obispado de Linares el señor Primo Feliciano Marín de Porras. Marín de Porras tomó posesión de la diócesis en 1800 después de la muerte del pastor anterior, señor Ambrosio de Llanos y Valdez, quien falleció en 1799 en la villa de Santillana (Abasolo) cuando realizaba una visita pastoral a Nuevo Santander.


50 Marín de Porras, cuarto obispo de Linares, tuvo una actuación decididamente realista, afirmándose por algunos historiadores que participó en las intrigas que culminaron con la traición de Elizondo y la aprehensión y fusilamiento de Hidalgo, Jiménez, Aldama, Allende y sus más destacados seguidores. Los cierto es que Marín de Porras expidió una carta pastoral que se dio a conocer en la diócesis en la que condenó en términos enérgicos a la insurgencia. El obispo Marín de Porras falleció en Monterrey en 1815 sucediéndole el doctor Ignacio de Aransibio y Hormaegui. Es de interés precisar que al empezar la colonización en Tamaulipas, los misioneros apostólicos que vinieron con los primeros pobladores estaban autorizados para ejercer como párrocos de acuerdo con los decretos del Concilio Ecuménico Tridentino “celebrando matrimonios, administrando los sacramentos de la Iglesia y predicar sin confesar sin necesidad de pedir licencia de los ordinarios de los lugares, ni de otra persona alguna” Lejarza afirma en La Conquista Espiritual del Nuevo Santander que el territorio de esta provincia al iniciarse el proceso de colonización era Nullius Diócesis, o sea que no pertenecía propiamente a ningún obispado3. Los misioneros que acompañaron a Escandón en la colonización fueron frailes franciscanos que proporcionaron los colegios de Guadalupe Zacatecas y de San Fernando de México. Los frailes tuvieron problemas serios con Escandón, derivados del hecho consistente en que no proporcionó a las misiones el apoyo económico que se les ofreció y algunas obras no pudieron ser establecidas, dando lugar a que los misioneros de Guadalupe se retiraran de la colonia “atendiendo los clamores de la conciencia de los religiosos” invocando que “ni el prelado puede mandar al súbdito lo que es contra su alma” como se expresó en el informe del Colegio y Discretorio de Zacatecas del 8 de octubre de 1765. La salida de los misioneros originó un serio quebranto al programa de colonización y catequización. Se les sustituyó por frailes de la provincia de Michoacán en 1766, quedando después de 1790 repartida la administración eclesiástica entre las autoridades de las provincias de Zacatecas, Michoacán, Santo Evangelio y Pachuca4. Respecto a la organización eclesiástica del Nuevo Santander en 1810 dijo Ramos Arizpe: “Es gobernada esta provincia por la mitra del Nuevo Reyno de León, y de veintinueve curatos que hay en ella están servidos, ocho por clérigos se

3

4

Lejarza, op. cit., p. 306. Saldívar, op. cit. p. 106.


ORGANIZACIÓN ECLESIÁSTICA

51

culares, cuatro por regulares observantes de la provincia del Santo Evangelio de México, seis por los mismos de la provincia de Michoacán y once también por observantes de la provincia de Zacatecas. Las seis misiones de neófitos se administran en lo temporal y espiritual por recoletos descalzos del Colegio de Pachuca auxiliados de un cabo y seis u ocho soldados veteranos”5. Ramos Arizpe era sacerdote secular y tuvo a su cargo el Curato de Real de Borbón (Villagrán) en 1808. Se ha dicho sin prueba documental que también radicó en Aguayo (Victoria).

5

Ramos Arizpe, op. cit. p. 144.


52 Capítulo VIII Ataques de apaches y comanches A lo largo de la región fronteriza, en la parte norte de Nuevo Santander, desde el límite antiguo de Texas, señalado por el río Nueces hasta el río Bravo, privaba durante el año de 1810 una situación de intranquilidad reveladora de la debilidad del gobierno español de la colonia, debilidad que se acentuaba en los lugares más alejados de los centros de la población. Las incursiones de los aguerridos y tenaces comanches y los ataques a los viajeros en el camino de Laredo a Bahía, después llamada Goliad, se hicieron más frecuentes y peligrosos, como se revela en la comunicación que el 31 de marzo de 1810 dirigió el capitán de la Tercera Compañía Volante del Nuevo Santander y comandante de la Villa de Laredo, Ramón Díaz de Bustamante, al gobernador Manuel de Iturbe e Iraeta, en la que informa sobre las depredaciones cometidas por los comanches en dicho camino, así como una acción de armas que entablaron con el alférez Antonio Sánchez y un ataque que hicieron al rancho denominado El Pan, en el que hubo muertos, robos y daños a la propiedad. En la comunicación dice el capitán Díaz que “la referida nación comanche se ha declarado en estado de guerra y ella nos la prepara muy furiosa y principalmente para estas villas que están en la frontera”. Agregó el capitán Díaz de Bustamante en el mismo informe que “está prohibido a los comanches y acordes sus principales capitanes el pasar el lomerío de San Sabá e introducirse en el territorio que media entre el río Grande y el de Medina”1. Los apaches lipanes también incursionaban en el territorio norte de Tamaulipas, siendo conocidos la astucia y ardides que ponían en juego para sus guerrillas, depredaciones y cacerías de cíbolos. Apaches, comanches y wichitas llegaron a amenazar la presencia española en Texas debido a la utilización de la caballada mesteña y disposición de armas y otros recursos que obtenían con comerciantes y contrabandistas sajones y franceses. Las grandes extensiones de terrenos llanos y la escasa población de Texas, determinaron la indefensión de los pueblos y la inseguridad en los caminos. Después de 1757 en que los indios comanches y wichitas, con la complicidad de los apaches, asaltaron la misión del río de San Sabá localizada al norte de San Antonio, la amenaza de 1 Constancia manuscrita expedida en San Carlos, Nuevo Santander, 23 de junio de 1810. Colección de documentos históricos de Nuevo Santander del autor.


ATAQUES DE APACHES Y COMANCHES

53

los rebeldes fue más peligrosa2. Los comanches hicieron su primera entrada violenta al sur del río Bravo por Coahuila, en 1780, después de haber sido rechazados en Nuevo México, en cuya acción murieron los caciques llamados Cuerno Verde y Águila Volteada. En 1782 los comanches allanaron la villa de Camargo como se revela en los apuntes que tomó Manuel Payno del archivo del ayuntamiento de dicho lugar que enseguida se transcriben: “La colonia fundada bajo el mismo sistema que las demás, iba siempre en aumento y prosperidad, a pesar de la lucha continua que los moradores tenían que sostener con las tribus salvajes; pero por el año 1782 se desbordaron como un torrente los comanches, y los soldados vencidos tuvieron que refugiarse al presidio, que sufrió no poco daño. Los frecuentes auxilios y cuidados del gobierno español por unos países que aunque incultos y salvajes, prometían lisonjero porvenir, reanimaron el espíritu de los moradores y siguieron en prosperidad diecisiete años. El año de 1799 volvieron los bárbaros como un torrente y todo lo andado se perdió, siembras, ganado, mujeres, todo lo aniquiló el enemigo, y la colonia quedó reducida a nulidad”3. En 1793, cerca de la costa del golfo, en Palo Blanco, las tropas de Nuevo Santander en una importante acción de armas derrotaron al cacique apache lipán llamado Zapato Zaz, quien murió en el combate con dieciocho de sus hombres. Las incursiones y los asaltos se repetían poniendo a prueba la organización militar de las provincias y la capacidad defensiva de los pueblos fronterizos. Los ataques de apaches y comanches a territorio mexicano se incrementaron en la primera mitad del siglo XVIII y los explica Luis Navarro García como sigue: “La misma presencia de los franceses canalizó la migración comanche hacia las proximidades del Misisipí, forzando a los apaches a replegarse al Este, al Pecos, o hacia el Sur, al río Grande. De esta manera, mientras los comanches presionan al norte de Nuevo México, los apaches empiezan a agolparse a todo lo largo de la frontera oriental de las provincias internas. Las consecuencias son pronto visibles”4. A los comanches se les consideró como el terror de las praderas. A principios del siglo XVIII vivían en las llanuras del este de Colorado y en la parte occidental de Kansas de donde emigraron hacia Nuevo México y después a Texas, teniendo 2 Fernando Ocaranza, Crónica de las Provincias Internas, México, Editorial Polis, 1939, p. 182. 3 Payno, op. cit., núm. 436, p. 13. 4 Navarro García, op. cit., p. 106.


54 una organización primitiva propia de los nómadas en la cual la familia y la banda eran las unidades sociales básicas. La banda de los llamados Antílopes y la de los Comedores de Yap, caracterizadas como las más combativas, fueron las que incursionaron en el sur de Texas y norte de México. Los apaches, cuyos jefes Jerónimo, Cochise y Victorio, ya para extinguirse su tribu representaron la defensa del indio frente al hombre blanco, fueron mencionados primeramente por los conquistadores Francisco Vázquez de Coronado y Vicente de Saldívar Mendoza en la segunda mitad del siglo XVI como habitantes de Nuevo México y del noroeste de Texas. A partir de 1702, debido a los ataques que hacían los apaches a los pueblos de dicha provincia de Nuevo México, los españoles organizaron brigadas de combate para aniquilarlos y se estableció una pugna creciente entre indios y blancos que subsistió hasta fines del siglo pasado para culminar con la extinción y reducción de los indios nómadas. Aun cuando las hostilidades de los comanches y los apaches lipanes no está comprobado que se relacionen directamente con el movimiento de independencia, sí constituyeron un factor de debilitamiento del poderío español y después de la independencia afectaron el poder efectivo de las autoridades mexicanas en Texas, Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, Chihuahua y Sonora, contribuyendo en buena parte al resultado desastroso de la Guerra de Texas. La diversa correspondencia cambiada en el año de 1821 entre José Bernardo Gutiérrez de Lara y su hermano el bachiller José Antonio, es reveladora de la magnitud del problema apuntado, pues José Bernardo se preocupó por poner fin a la guerra continua que mantenían las naciones indias en la que nuestras zonas fronterizas padecían sus horrores. Dicha correspondencia descubre que los guerreros indios mantenían en cautiverio gente “de todas clases y sexos que tienen en su poder” y que ascendían a un “crecido número”. José Bernardo proponía un plan para pacificar a los indios que hostilizaban la frontera basándose en el conocimiento y autoridad que tenía sobre determinado cacique, y llegó inclusive a asegurar que las naciones limítrofes de indios estaban a su “disposición para marchar en contra de los comanches”. Gutiérrez de Lara estuvo también en tratos con el comandante de las Provincias Internas de Oriente, Gaspar López, respecto a la sujeción de los indios como se ve en la comunicación que le dirigió el 29 de mayo de 18225.

5

Lorenzo de la Garza, Dos Hermanos Héroes, México, Editorial Cultu-


ATAQUES DE APACHES Y COMANCHES

55

Citamos los anteriores datos porque indican claramente las dimensiones de la guerra de los comanches que tanto obstaculizó el desenvolvimiento de las áreas fronterizas de Nuevo Santander y de las otras entidades del norte de México. Otros datos que confirman el cautiverio de grupos de niños y mujeres de raza europea en poder de los comanches se precisan en el documento relacionado con la entrevista celebrada entre el famoso capitán Zebulon Montgomery Pike y el padre Ambrosio Guerra en Albuquerque en el año de 1806. En esta entrevista el padre Guerra mostró al capitán los cautivos que él compró a los comanches, manifestando que su suerte había sido aciaga porque los infelices pasaron de una tribu a otra como mercancía6. Pike era oficial del ejército de Estado Unidos e hizo importantes exploraciones en los ríos de Arkansas y Rojo y en el territorio de Nuevo México. Estuvo un tiempo bajo las órdenes del general James Wilkinson, comisionado por el gobierno norteamericano para hacer arreglos con los comanches. El botánico francés Jean Louis Berlandier, quien formó parte de la comisión científica mexicana de límites dirigida por el general brigadier Manuel Mier y Terán, que llevó a cabo importantes exploraciones en Texas durante los años de 1828 y 1829, editó un libro que escribió en francés llamado Indígenas nómadas de los Estados Internos de Oriente y Occidente de los Territorios de Nuevo México y de las dos Californias. En esta obra estima Berlandier que la población de comanches en esos años era de diez a doce mil personas, mientras que la de los carrizos que habitaban a lo largo del río Bravo se componía sólo de treinta o treinta y cinco supervivientes, y la de los lipanes del sur contaba con cuatro familias. Sobre las depredaciones de los comanches en la frontera de México, expresó el mismo autor que “en ambos lados del río Bravo del Norte los comanches tomaron tantos prisioneros que actualmente (1830), tienen aún más de quinientos cautivos de ambos sexos viviendo entre ellos”7. También el autor David G. Burnet estimó en el año de 1819 que la población de la comanchería era de 10,000 a 12,000 contando 2,000 a 2,500 guerreros8.

ra, 1939, p. 89. 6 Yoakum H. History of Texas, New York, 1855, p. 139. 7 Jean Louis Berlandier, The Indians of Texas, Washington, Smithsonian Institution Press, 1969, p. 119. 8 Ibid. p. 119.


56 Capítulo IX El drama del gobernador Ixart El nueve de julio de 1801, el virrey Félix Berenguer de Marquina remitió a Félix María Calleja el real despacho en que “su majestad nombra por gobernador político y militar de la colonia del Nuevo Santander, vacante por muerte del señor Conde de Sierra Gorda (don Manuel Escandón, hijo del colonizador don José) al teniente coronel don Francisco Ixart, ayudante imperial de las provincias internas”. El veinte de diciembre del mismo año de mil ochocientos uno, se recibió en San Carlos, capital entonces del Nuevo Santander, el despacho que contenía la designación que fue enviado por el citado subinspector comandante de la Décima Brigada de San Luis Potosí, Félix María Calleja al señor José Blanco1. En los primeros días de enero de 1802, Ixart despachaba como gobernador de Nuevo Santander en San Carlos, villa que fue capital de la colonia del año de 1769 hasta 1811. Posteriormente volvió a tener San Carlos la misma categoría del 15 de agosto de 1817 hasta el mes de mayo de 1821, y ya siendo México independiente fue nuevamente capital del 4 de mayo de 1823 al 9 de noviembre del mismo año, con la salvedad de que en este último periodo ya fungía en Aguayo la diputación provincial de la entidad. La posición geográfica de San Carlos en el centro de Tamaulipas y las favorables condiciones que presentan su clima y ubicación, así como la necesidad de pacificar la región de la sierra vecina donde se refugiaban núcleos de indios hostiles, determinaron que fuese escogida como capital de la provincia en diversos periodos. Ixart había sido guardia de Corps en España y se distinguió en México en el ramo militar como ayudante del comandante de las provincias internas. Se le designó gobernador de Nueva Santander con atribuciones políticas, administrativas y militares sin que tuviese experiencia distinta de la castrense. Dirigió Ixart la colonia un poco más de dos años y tres meses sin que se caracterizase su gobierno por ninguna especial actuación. El día 18 de abril de 1804 inesperadamente se suicidó en San Carlos, sustituyéndole en el gobierno Pedro de Alba, que fue designado en forma interina. Alba entregó el mando a Manuel de Iturbe, quien gobernó Nuevo Santander 1 Constancia manuscrita de la notificación del Real Despacho. Colección de documentos históricos de Nuevo Santander del autor.


EL DRAMA DEL GOBERNADOR IXART

57

del 18 de septiembre del citado 1804 hasta el 15 de abril de 1811, habiéndole tocado a éste el tiempo de la iniciación de la guerra de independencia. ¿Por qué se suicido Francisco Ixart? La pregunta no encuentra más respuesta que la proporcionada por Miguel Ramos Arizpe en la memoria que presentó a las cortes de Cádiz sobre la situación de las Provincias Internas de Oriente en la sesión del 7 de noviembre de 1811. El ilustre diputado por Coahuila expresó: “De suerte que yo no me admiro de los excesos de muchos gobernadores, de su arbitrariedad y despotismo; más me admiro y me admiré de que todos no hayan sido uniformemente déspotas y tiranos, bajo un sistema tan errado que necesariamente los ha de arrastrar, por justificados que hayan sido a uno de dos extremos: o de prostituirse en manos de malos lados o de un intrigante papelista obrando cuando mejor a lo militar, y esto hacen lo más o de perder el juicio y matarse, como lo he visto hacer al justificado coronel D. Francisco Ixart en el Nuevo Santander, quien tomó por tema de su locura el repetir que no debía vivir un hombre que siendo gobernador de una provincia no sabía las leyes por donde la había de gobernar. Es un sistema absurdo poner el gobierno absoluto de las provincias bajo un puro mando militar”2. La opinión de Ramos Arizpe respecto a un hecho vivido en su tiempo, teniendo en cuenta sus amplios conocimientos sobre las Provincias Internas de Oriente y sus experiencias en Nuevo Santander merece todo respeto y por lo mismo considero que Ixart, persona probablemente enferma del sistema nervioso, pero responsable y sensible, fue víctima de la presión política de su tiempo que es precisamente el periodo inmediato anterior a la iniciación del movimiento de independencia.

2

México en las Cortes de Cádiz, op. cit. p. 161.


58 SEGUNDA PARTE LOS ACONTECIMIENTOS Capítulo I Antecedentes El ambiente pre revolucionario de inconformidad que privaba en los países hispanoamericanos a fines del siglo XVIII y principios del XIX, la decadencia del imperialismo español y el desarrollo e influencia que adquirieron Estados Unidos a partir de su liberación de Inglaterra, fueron los factores mas importantes para la determinación de las guerras de independencia que se extendieron desde la Nueva España hasta Argentina y que pusieron fin a la dominación española en América territorial. La consolidación política y económica del gobierno federal de Estados Unidos, su fuerza expansiva e influencia ideológica se acentuaron en las primeras décadas del siglo XIX. La adquisición del vasto territorio de Louisiana que compró el gobierno norteamericano al régimen de Napoleón Bonaparte en 1803, amplió el poderío de la república federal hacia el sur y señaló el punto de partida de los intereses norteamericanos en el Golfo de México. La organización republicana y el régimen federal presidencialista, constituyeron modelo de forma de gobierno y el contenido ideológico de esta organización sigue nutriendo en la actualidad la estructuración y renovación política de naciones tan importantes como Francia y Alemania. La expansión norteamericana coincidió con el debilitamiento del gobierno español en América y con la decadencia de las ideas monárquicas y absolutistas que estaban en crisis desde la revolución francesa. El esfuerzo colonizador de España, sin paralelo en la historia del mundo, agotó la fuerza de su imperio y marcó el principio del declive. Malos gobiernos, atraso político, indiferencia de las funciones políticas, administrativas y religiosas, deficiencias graves en el orden educativo; corrupción y explotación de castas y clases bajas pusieron fin al poderío español. Las ideas y sentimientos de las naciones hispanoamericanas a principios del siglo XIX se orientaron hacia la independencia. La ruptura de los moldes coloniales, incrustados en la vida de México fue difícil y dolorosa. El transito del régimen centralista y monárquico de factura española al sistema federal modelado en la inspiración del gobierno de Estado Unidos


ANTECEDENTES

59

fue difícil. Constituyó la adaptación del sistema federal, al decir de Antonio Caso, una imitación extralógica. No considero que haya sido una situación de imitación extralógica por que los países de América requerían escapar de la estructura monárquica y de las exigencias del cambio político y social, que orientaban hacia la organización del régimen republicano y federal. Evidentemente la transición originó profundos conflictos y graves situaciones pues la vida colonial en Nueva España y en los demás países iberoamericanos constituía una unidad política respaldada por estructuras económicas y religiosas de tipo monolítico, reacias al cambio por los intereses creados y por la inercia de tres siglos de dominación. La revolución de independencia rompió la estructura monolítica en el orden político. Fue una revolución popular y violenta que suprimió una estricta dependencia y motivó a las nuevas naciones hacia el mejor régimen que podía formar en este tiempo la vida constitucional de las repúblicas nacientes: el sistema presidencialista federal. Noticias y partes oficiales que se recibieron en Nuevo Santander durante los primeros meses del año 1810, presagiaban los acontecimientos por venir. El gobernador de Texas informó reservadamente al gobernador Iturbe del Nuevo Santander, según oficio del 26 de febrero de dicho año, tener “noticia segura y por sujeto autorizado de que en la Nueva Orleáns se trama por algunos españoles mal contentos con nuestro gobierno y mezclados con franceses y americanos de formalizar una revolución en este reyno…”. En el mismo oficio se recomienda readoptar la medida gubernativa de exigir pasaporte a los viajeros, lo que Iturbe dio por aceptado al disponer en Nuevo Santander se requiriese a todo viajero proveniente de Texas la presentación de pasaporte autorizado por el comandante militar o el gobernador de dicha provincia, y a la vez ordenó se exigiese a las personas que saliesen con ese rumbo que llevaran pasaporte extendido por los capitanes y justicias de sus respectivos territorios. Se ordenó también que se aprehendiera y examinara escrupulosamente a todo viajero procedente de Texas que no trajere documentación. Otras instrucciones llegaron al gobernador relativas a la posibilidad de que “se presente algún barco con gente desconocida…”1. En el mismo mes de enero se recibió en San Carlos, capital del Nuevo Santander, copia de un oficio que envió Luis 1 Oficio dirigido por el gobernador Manuel de Iturbe a los alcaldes del Nuevo Santander de fecha enero 7 de 1810. Archivo Municipal de Jiménez, Tamaulipas (copia).


60 de Onís, embajador de España en Estado Unidos, al virrey de Nueva España. En dicho oficio se expresaba el temor de que “varias personas de Louisiana se internen en nuestras posesiones por los puntos del Nuevo Orleans, Nagodoches y Natchitoches…” recomendando vigilar la conducta de dicha gente en caso de que entrasen a territorios dominados por España y evitar que fomenten “ideas subversivas del buen orden”2. Diversos oficios y avisos llegaron a la colonia previniendo el peligro de que se introdujesen en Nueva España conspiradores y “emigrados de la Louisiana” o de otras partes de Estados Unidos. Los primeros días de junio del miso año llegó procedente de la Junta de Gobierno de Cádiz (junta que designó Consejo de Regencia para gobernar en nombre de Fernando VII) una proclama, cuyo texto se transcribió a todos los alcaldes y en la que se convocó a concurrir con los diputados de las provincias a integrar el Congreso Nacional para la “conservación de la monarquía, la gloria del estado y la aprobación de los buenos…”. Los acontecimientos de Caracas, Venezuela, que culminaron con la revolución del 19 de abril de 1810 y la constitución de un régimen independiente que reservó la soberanía de la provincia hasta que se estableciese el gobierno de Fernando VII, fueron también conocidos en Nuevo Santander, pues la Real Audiencia de Nueva España, con fecha 25 de mayo, se dirigió al gobernador Iturbe para comunicarle la disposición de “que quede por ahora impedida toda comunicación, comercio y tráfico con la mencionada provincia… encargando a todos sus subalternos la mayor vigilancia para que no se comunique el contagio…”. Se recibieron en Nuevo Santander en 1808 noticias de los sucesos de la capital de Nueva España de agosto y septiembre de ese año que dieron lugar a la caída escandalosa del virrey José de Iturrigaray y que reconocieron como causa la abdicación de Carlos IV en España y la prisión de Fernando Séptimo, derivadas de la intervención francesa en la península. Sabido es que a partir de estos acontecimientos fuertes sectores de mexicanos tomaron conciencia de la necesidad de independizar el país. A la vez el partido español que se apoderó del gobierno en el motín que depuso a Iturrigaray inició una activa persecución contra los partidarios del gobierno provisional, siendo víctimas de esta persecución el licenciado Verdad 2 Copia del oficio existente en el Archivo Municipal de Jiménez, Tamaulipas (año de 1810).


ANTECEDENTES

61

y el padre Talamantes. Todos estos hechos repercutieron en las provincias mexicanas y prepararon el ambiente para los importantes acontecimientos que se desenvolvieron a partir del grito de Dolores. La situación existente en Nueva España al empezar el siglo XIX fue analizada por el obispo electo de Michoacán, Manuel Abad y Queipo en conocida representación que envió a las autoridades virreinales en la que hizo ver las desigualdades e injusticias que pronto habrían de explotar al iniciarse la guerra de independencia. Alejandro de Humboldt, en el famoso Ensayo Político sobre el Reino de la Nueva España que escribió después de su viaje de estudios que hizo a nuestro país en el año de 1803, observó hondas diferencias económicas en las clases sociales y en las razas, señalando el estacionamiento económico derivado de los monopolios y las injustas leyes fiscales, habiendo tenido su obra una importante proyección para el conocimiento de México después de la independencia. Concluyó Humboldt la citada obra confiando que la raza bronceada “en medio de su larga opresión llegue a participar de todos los beneficios que son consiguientes a los progresos de la civilización y de las mejoras del orden social”. Era evidente que las condiciones económicas, sociales y políticas en Nueva España, como en toda la parte del continente dominada por España, constituían el más propicio ambiente de rebelión, condiciones que se agudizaron al ser sometida la metrópoli a las fuerzas de Napoleón Bonaparte y desarrollarse los acontecimientos que dieron lugar a la abdicación de Carlos IV. Los esfuerzos que se hicieron por el gobierno español en la época de Carlos III sólo remediaron en muy pequeña parte los graves problemas que se acumulaban al imperio, cuya organización había perdido la fuerza histórica que lo sustentó apoyando su grandeza y expansión. Las causas que determinaron el movimiento de independencia en México concurrieron en toda América y se fortalecía la convicción de conferir a las provincias una representación auténtica en el gobierno de España. La Junta Central de Sevilla convocó, con fecha 29 de enero de 1810, a todas las provincias para que se designase un diputado, haciéndose la designación por el Ayuntamiento de la capital de cada provincia. Por motivos que se ignoran, dice Alessio Robles, “los ayuntamientos de las capitales de Texas, Nuevo Santander, Nuevo Reyno de León y Coahuila no hicieron la designación de diputados prevenida en la convocatoria. Pero en septiembre del mismo año, llegó a Saltillo una persona


62 de relieve y allí muy conocido, don Miguel Ramos Arizpe, que acababa de obtener el título de doctor en leyes en la capital del virreinato, habiendo logrado con anterioridad el de doctor en cánones… aquel joven logró convencer a los munícipes saltillenses que ellos deberían efectuar la designación e influyó para que el nombramiento de diputado recayera en su persona”3. Ramos Arizpe, representó dignamente no sólo a Coahuila, sino a las cuatro Provincias Internas de Oriente formulando peticiones fundadas para su mejor gobierno y exponiendo una serena y documentada critica a la situación reinante en esas provincias. Por otra parte, Nuevo Santander sufría aún en 1810 la inestabilidad de una colonización en proceso y de una pacificación todavía no lograda, pues además de los asaltos de comanches y apaches, los núcleos de nativos existentes en el territorio, aun cuando reducidos, presentaban resistencia en las montañas y atacaban los pequeños pueblos creando un ambiente de intranquilidad. Dice el historiador Gabriel Saldívar que “después de la deposición de Iturrigaray quedó en el ánimo de las autoridades la visión de un estado de cosas tan tenso que en agosto de mil ochocientos diez hacía decir a Iturbe e Iraeta, gobernador por entonces, al referirse a la situación política que prevalecía: “y particularmente en las criticas circunstancias del día”, frase en la que parece encontrarse el conocimiento de la conspiración que preparaba la independencia y que debía estallar el mes siguiente” 4. Se señala como antecedente de los problemas que después se suscitaron con los colonos de Texas y la Guerra con Estado Unidos, la expedición que hicieron Felipe Nolan y Ellis P. Bean con 16 hombres armados desde el río Misisipi hasta Texas. Aun cuando este grupo entró a Texas con pasaporte expedido a Nolan por Pedro de Nava, comandante general de las Provincias Internas de Oriente, los expedicionarios fueron espiados desde que entraron a Texas y se les combatió el 22 de marzo de 1801 por 150 soldados españoles que envió Nemesio de Salcedo, comandante de Chihuahua, muriendo en la acción el capitán Nolan y siendo aprehendidos los demás. Entre los hombres que traía Nolan venían 5 españoles y un negro llamado César. Se ha dicho que Nolan entró a Nuevo Santander, pero lo cierto es que su expedición actuó en Texas pasando del río de la Trinidad al río Brazos donde comieron “carne de caballos salvajes” por nueve días, por que los búfalos habían emigrado

3

4

Alessio Robles, op. cit. p. 628. Saldívar, op. cit. p. 128.


ANTECEDENTES

63

al norte por la estación primaveral que empezaba. El trayecto del grupo de Nolan está bien definido en las memorias de Ellis P. Bean quien tomó el mando cuando Nolan murió de un tiro alojado en la cabeza5. Nolan había actuado como comerciante y contrabandista desde 1785 y tenía relaciones con el general James Wilkinson, representante del gobierno de Estados Unidos, quien después transigió con el coronel Simón de Herrera en 1806 pactando que todo territorio comprendido entre el río Sabina y el arroyo Hondo sería natural, hasta que los gobiernos de Estados Unidos y España resolvieron el problema de los límites entre aquel país y Nueva España. Evidente es que Nolan tenía relaciones estrechas con Wikinson6 y por lo mismo no es de destacarse la posibilidad de que estuviese actuando en su expedición por órdenes del gobierno de Estados Unidos. La verdad es que las autoridades españolas se preocuparon por la expedición de Nolan como la prueba el hecho de que enviaran 150 hombres a perseguirlo.

5 Bean Ellis P. Memoir, “Appendix”en Yoacum H., History of Texas, New York, 1855, p. 407. 6 Yoacum H., History of Texas, New York, 1855 op cit. p. 111.


64 Capítulo II Rebelión de Nuevo Santander El veintidós de septiembre de 1810, el brigadier Félix María Calleja, comandante de la famosa Décima Brigada e inspector de las tropas milicianas de Nuevo Santander, informó al gobernador Iturbe sobre la insurrección encabezada por el padre Hidalgo, ordenó que se formara en la capital de la provincia un cuerpo de doscientos cincuenta hombres que al decir del propio gobernador Iturbe debían equipararse de “vestuario y montura, puesto que respecto a fusil el que absolutamente no lo tuviere o lo trajere malo se le facilitará aquí a cuyo efecto deberán traer sus correspondientes fundas, bastimentándolos para veinte días y habilitándolos a razón de dos caballos por individuo, fuertes y de toda confianza, lo que en caso de no tenerlos propios los deberán pedir a los hacendados quienes por ningún motivo se negarán a darlos…”. Iturbe dispuso que se reuniera en San Carlos el nuevo grupo de milicias el día quince de octubre siguiente y ordenó que se integrara para disponibilidad otro cuerpo de trescientos hombres que “deberán estar prontos y dispuestos para marchar a primera orden a donde la necesidad lo exiga”1. El aviso al gobernador Iturbe llegó a San Carlos el 27 de septiembre del citado año. En Monterrey se supo la noticia el 29 de septiembre por informe también del brigadier Calleja enviando el día 22, habiendo pedido el citado Calleja al avisar al gobernador del Nuevo Reino de León, Manuel de Santa María “que inmediatamente reuniera, montara y armara los doscientos cincuenta hombres de las milicias de la provincia y, junto con la compañía volante de la Punta de Lampazos, los mandara a San Luis”2. Providencia similar a las mencionadas se adoptó en Saltillo por el gobernador de Coahuila, Antonio Cordero y Bustamante quien recibió el 28 de septiembre el aviso enviado también por Calleja. Alessio Robles dice que al acatarse las instrucciones “las tropas reunidas de Coahuila, Nuevo León y algunas de Nuevo Santander se preparaban para marchar a San Luis a las órdenes del capitán Pedro de Herrera y Leyva”3. Por su parte el gobernador Iturbe se dirigió al gobernador de Nuevo Reyno de León, Manuel de Santa María, proponiendo que 1

Copia del oficio que obra en el Archivo Municipal de Jiménez (año

2

3

Roel, op. cit. p. 81. Alessio Robles, op. cit. p. 630.

de 1810).


REBELIÓN DE NUEVO SANTANDER

65

el comandante Nemesio Salcedo congregase todas las fuerzas de las Provincias Internas de Oriente y dirigiera las operaciones, sugiriendo que las provincias del citado Nuevo Reyno y de Nuevo Santander coordinaran sus actividades de defensa para el caso de ser invadidas por las fuerzas insurgentes. Los preparativos realistas antes referidos se vieron frustrados por los acontecimientos que se precipitaron sobre las Provincias Internas de Oriente. El grito de Dolores representó el punto de arranque de una nueva época y de una nueva nación. El fin de la colonia se presentó con características de un drama envuelto en tremenda revolución. La lucha por el poder político y económico que sostuvieron las fuerzas realistas fue cruel, y dentro de las filas españolas destacaron Calleja e Iturbide, quienes pusieron en todas las campañas al servicio de las armas españolas su experiencia y talento militar. Los insurgentes iniciaron la guerra de independencia respaldados por la pasión de la libertad que se alimentaba en la situación social que privaba en la Nueva España, llena de injusticias y desigualdades por una parte y privilegios por la otra. Las fuerzas insurgentes actuaron con gran vigor popular, pero fueron víctimas de la improvisación y la falta de preparación militar, de manera que resintieron de inmediato el choque violento con fuerzas entrenadas y dirigidas por militares de carrera. Los primeros triunfos de las tropas insurgentes dirigidas por el padre Hidalgo, el prestigio y popularidad crecientes del movimiento de independencia y la gran categoría de Hidalgo como líder de masas, turbaron la tranquilidad de la nación, pasándose de una condición pre revolucionaria de ambiente fuertemente propicio a una encendida revolución. Las Provincias Internas de Oriente, por su poca población y alargadas vías de comunicación, presentaban características muy especiales en tanto que la dominación española tenía un fuerte carácter militar con respaldo eclesiástico y de las clases pudientes de hacendados. No existía, propiamente hablando, una clase media en la que se pudiesen reclutar dirigentes para la insurgencia, de suerte que si no se obtenía apoyo de los militares era prácticamente imposible la iniciación de actividades revolucionarias, no obstante que el pueblo humilde detestaba la sujeción en que se encontraba. “La inquietud en Saltillo y en todas las provincias internas era grande”, dice Vito Alessio Robles y agrega “que se tenían noticias de una marcha triunfal de Hidalgo, semejante a la de un alud gigantesco, que crecía más y más a medida que avanzaba hacia el corazón del virreinato


66 sin que nada pudiera contenerlo en su carrera devastadora”4. Nuevo Santander estaba sujeto a la influencia política y militar de San Luis Potosí por razón de control de la intendencia militar de la Décima Brigada comandada por Calleja, de manera que los acontecimientos revolucionarios que se realizaron en la capital de la intendencia repercutieron en la provincia afectándola seriamente. Calleja, al saber de la insurrección de Dolores, tomó providencias inmediatas en relación con las fuerzas a su mando e inspección, como se ha dicho. Convocó a soldados y gente de las haciendas y después de concentrar en San Luis los tres cuerpos integrantes de la Décima Brigada y organizar activamente planes militares, acampó sus fuerzas en la hacienda de la Pila desde donde marchó el 24 de octubre de 1810 hacia el interior con un ejército de tres mil seiscientos hombres que prestó grandes servicios a la causa realista y lesionó duramente la columna vertebral de las fuerzas insurgentes. Calleja regresaría a San Luis el 5 de marzo de 1811, pero en el ínterin tremendos hechos se realizaron en la colonia capital de la intendencia y en las Provincias Internas de Oriente. En la madrugada del once de noviembre de 1810, dos patrullas de los lanceros de San Carlos a las órdenes del capitán Joaquín Sevilla de Olmedo y los legos Luis Herrera y Juan Villerías, dieciséis hombres a caballo y un puñado de sediciosos que estaban presos en el convento del Carmen y fueron liberados, tomaron la plaza de San Luis Potosí, allanando la cárcel municipal, liberando a los presos y ocupando los cuarteles de la muy noble y leal ciudad. El mismo once de noviembre se apoderó de Zacatecas el insurgente José Rafael de Iriarte, apodado el cabo de Leitón, quien después de asegurar la plaza se presentó en San Luis el día catorce con grupos indígenas de Colotlán. Tres días de fiestas tuvieron en San Luis las fuerzas de Iriarte y las de Herrera y Villerías. Después de estos festejos el citado Iriarte y sus oficiales invitaron a Herrera, Lanzagorta, Sevilla y Villerías a un convite en el que aprehendieron a los tres primeros logrando escapar Villerías “con cincuenta hombres. Leitón, sus oficiales y tropas saquearon San Luis, tanto a las cajas reales como a los particulares y al estanco de tabaco”. Después del saqueo libertó a los presos, nombró mariscal a Herrera y designó coroneles a Sevilla y Lanzagorta. El gobernador de Coahuila, Antonio Cordero, intentó atacar la plaza de San Luis para entregarla a las fuerzas realistas, pero fue sorprendido por Mariano Jiménez y derrotado el

4

Alessio Robles, op. cit. p. 631.


REBELIÓN DE NUEVO SANTANDER

67

7 de enero de 1811 en el lugar llamado Puerto de Carneros, donde fue aprehendido. Durante este periodo las persecuciones de españoles, los asaltos a las haciendas y a los viajeros en los caminos fueron cotidianos, hasta que evacuaron San Luis el mariscal Herrera, el brigadier Blancas, 2,500 hombres de a caballo y 500 de a pie con dirección a río Verde. La fuga de los insurgentes fue el 25 de febrero y el 5 de marzo ocupó Calleja la ciudad, restableció “en su puesto al intendente Acevedo y mandó fusilar por infidentes a un licenciado Trélles, que se había escondido y a cuatro individuos más. Algunos otros fueron, por lo mismo, públicamente azotados. Y en persecución de Herrera despachó a un batallón de infantería de la Corona, el regimiento de dragones de Puebla, dos escuadrones de San Luis, y cuatro cañones al mando del coronel don Diego García Conde”5. Herrera y Blancas entraron a río Verde y se retiraron a valle del Maíz, donde estuvieron el 20 y 21 de marzo siendo atacados la madrugada del 22 por las fuerzas de García Conde, quien dominó la situación en unas cuantas horas, huyendo los insurgentes con rumbo a Nuevo Santander con la intención de refugiarse en la villa de Aguayo que estaba a la sazón en manos de fuerzas sublevadas. ¿Qué sucedió en Nuevo Santander? ¿Qué pasó en la villa de Aguayo? ¿Cuál es la verdad histórica de los acontecimientos que se desenvolvieron en la provincia del Seno Mexicano? Por los datos que se tienen apoyados en documentos de la época y en los relatos presumiblemente ciertos, los acontecimientos de Nuevo Santander que se desencadenaron poco después de la insurrección de Dolores, se iniciaron por los soldados de la guarnición de la villa de Aguayo al mando de los capitanes Guerra y Benavides que proclamaron la independencia nacional, proclamación que se hizo también por las tropas provinciales de la segunda compañía volante de Nuevo Santander con cuartel en la villa de Padilla y por las tropas de San Carlos, Santo Domingo de Hoyos y la mayoría de las poblaciones de Tamaulipas. No he podido precisar la fecha de la proclamación de la independencia en Aguayo, pero por los diversos documentos consultados concluyo que la sublevación en la villa citada fue durante el mes de enero de 1811 y no en octubre de 1810 como lo afirman algunos cronistas, por tener a la vista documentos de los meses de octubre y diciembre de 1810 que expresan que el gobernador Iturbe despachaba en la capital de San Carlos durante ese tiempo6. Velázquez, op. cit. t. III, p. 56. Contrato de venta de media porción de tierra celebrado entre Bernardino Rodríguez y Bernardo Saldívar otorgado el 16 de diciembre de 1810

5

6


68 Los acontecimientos que tuvieron lugar en el Nuevo Reyno de León y en Coahuila se reflejaron en Nuevo Santander en el mes de enero de 1811 después de las batallas de Aguanueva (7 de enero) y Puerto de Carneros (20 de enero) en que triunfaron las fuerzas insurgentes al mando de Mariano Jiménez, quien días antes había recibido de Hidalgo el nombramiento de teniente general de América. Jiménez entro triunfalmente a Saltillo el 8 de enero y dice Alessio Robles que “envió fuerzas a Monterrey, Parras, Monclova y otros lugares de Nuevo Santander”7. En Monterrey el gobernador Manuel de Santa María, apoyado por el coronel Ramón, proclamó la independencia el 17 del mismo enero, cundiendo la revolución rápidamente, dice el propio autor, en el Nuevo Santander, para extenderse también a Texas donde el capitán Juan Bautista Casas aprehendió en Béjar (San Antonio) al gobernador Manuel María Salcedo y al coronel Simón de Herrera, anotándose que el citado capitán Casas era originario de Croix, Nuevo Santander, villa que después adoptó el nombre del oficial con el que se le conoce actualmente. Las Provincias Internas de Oriente estaban en esos días de enero de 1811 en manos insurgentes. Dice Lucas Alamán: “Todo el país que se extiende desde San Luis hasta la frontera de los Estados Unidos, obedecía a Hidalgo, sin enemigo alguno en todo él, pues Jiménez rechazó y obligó a retirarse en el puerto de Carneros al capitán D. José Manuel de Ochoa, que con algunas tropas de provincias internas se acercó a impedir el progreso de la revolución”8. En Nuevo Santander la insurrección de los militares dio lugar a que el gobernador Manuel de Iturbe e Iraeta acompañado de algunos oficiales y civiles huyera a Altamira confiando recibir tropas de refuerzo para restablecer la situación. Probablemente la proclamación en Aguayo y Padilla se hizo al conocerse las noticias de Monterrey y Saltillo a mediados del mes de enero. Lo cierto es que salvo Altamira, donde se refugió el gobernador Iturbe, Nuevo Santander se incorporó a la causa insurgente. El lego Luis Herrera e Ildefonso Blancas, después de la derrota de valle del Maíz, proyectaron reunirse en Aguayo con las fuerzas insurgentes que allí se mantenían y les habían prometido “en un oficio la plaza, anunciándoles que a su disposien la villa de los Cinco Señores del Nuevo Santander. Copia del Archivo Municipal de Jiménez. Oficio enviado por Francisco de la Serna al teniente y justicia José Ignacio Alcalá de la Villa de Santander el 24 de octubre de 1810. 7 Alessio Robles, op. cit. p. 634. 8 Alamán, op. cit. t. I., p. 96


REBELIÓN DE NUEVO SANTANDER

69

ción había algunos prisioneros Europeos”9. Las fuerzas insurgentes procedentes del valle del Maíz se dividieron en dos columnas, una que vino a Aguayo por Jaumave dirigida por Blancas, José Ignacio Villaseñor y Alejo Fernández, y la otra bajo las órdenes de Herrera tomó la ruta de Santa Bárbara, hoy Ocampo, llegando primeramente el grupo de Blancas. El coronel Juan Nepomuceno Jiménez entregó a Blancas el mando de la guarnición de Aguayo y de las tropas sublevadas de Nuevo Santander. Por la fecha de la evacuación del valle Maíz que fue el 22 de marzo, estimo que el brigadier Blancas llegó a Aguayo el 24 o el 25 del mismo mes. Unos días después llegó Herrera con sus hombres que integraban el grupo más numerosos al que se agregaron varios voluntarios en Santa Bárbara, entre otros el coronel José María Franco que de allá era originario. Además de las columnas citadas, otras fuerzas insurgentes en huida que se dispersaron, también fueron llegando al refugio de Aguayo. Las fuerzas de la guarnición de la villa de Aguayo que proclamaron la independencia, según Toribio de la Torre y coautores, tenían más de seiscientas plazas bien armadas y dentro de ellas estaban dos compañías veteranas de las tropas provinciales, “dieron parte de su fuerza y necesidad de un jefe al general Jiménez que se hallaba en Monterrey a la cabeza de una de las columnas que formaban el ejército independiente”10. Este dato del autor citado revela también que la sublevación coincidió con la proclamación de Monterrey. Mariano Jiménez envió para dirigir al ejército insurgente de Nuevo Santander al teniente coronel Joaquín Benítez, quien resultó un espía del brigadier Calleja, pues le enviaba comunicaciones secretas con información, lo que se descubrió por uno de los correos, y el mensaje del infiel y traidor oficial cayó en manos de Bernardo Gómez de Lara apodado “huacal” o “huacales” que dirigía uno de los grupos de guerrilleros insurgentes que operaban en la zona de Tula. La comunicación reservada que se remitía a Calleja la tenía oculta el mensajero dentro del puño de una cuarta. Al conocerse por los jefes insurgentes de Aguayo la traición de Benítez, éste fue aprehendido y sustituido provisionalmente por el sargento José María Martínez, a quien se le dio el rango de capitán. El mismo Toribio de la Torre dice que se comunicó la deslealtad “al general Jiménez y éste envió al coronel D. Juan Nepomuceno Jiménez, joven de 28 años, para Velázquez, op. cit. t. III. p. 58. Torre, op. cit. p. 85. Velásquez, op. cit. t. III, p. 58.

9

10


70 que se pusiera a la cabeza de esta fuerza; tanto por su aptitud y conocido carácter, como por ser hijo de la provincia”. Se agregó a las tropas de la guarnición de Aguayo el cabo Juan José Treviño, que según Gabriel Saldívar “en los primeros días de aquel año se había rebelado permaneciendo en lugares cercanos a Padilla”11. Las noticias que se conocen respecto a lo sucesos de Aguayo a partir de la llegada de Herrera, son confusas en cuanto a fechas y a los hechos mismos. De la conciliación de las fuentes y documentos consultados, concluyo en el sentido de que Blancas, Herrera, Villaseñor, Fernández y Luis Marín tuvieron el mando de las tropas sublevadas hasta el día que Arredondo ocupó la plaza, que lo fue en la madrugada del sábado de gloria 12 de abril de 1811, sorprendiendo a la población, apoderándose de armamentos y provisiones y aprehendiendo a los líderes de la insurrección12. No fue ajena a la fácil ocupación la traición de parte de las tropas provinciales que habían mostrado inconformidad con las medidas del brigadier Blancas, quien trató de fusilar a los españoles que tenían presos los militares sublevados de Aguayo cuando llegaron los insurgentes de valle del Maíz. Blancas se caracterizaba por su fealdad, conociéndosele como “el gafo”, siendo considerado por algunos historiadores como un hombre sanguinario y cruel por los hechos que se le imputaban. Como se dijo, primero llegó Blancas a Aguayo y después llegaron las fuerzas de Herrera, siendo antes del arribo de éste cuando Blancas y su gente trató de fusilar a los presos españoles, pero las milicias provinciales no estuvieron de acuerdo con la medida y aprehendieron al brigadier para liberarlo después cuando llegó Herrera. Por otra parte, muchos de los insurgentes dispersos que entraron a Nuevo Santander hicieron depredaciones y saqueos en las haciendas y estancias ganaderas, lo que dio lugar a recelos entre los jefes y desconfianza entre unos grupos y otros. Esta situación, junto con las noticias del desastre de Acatita de Bajan y el conocimiento de que Arredondo y sus tropas se acercaban, bajaron la moral de los insurrectos culminando los hechos con la ocupación de la plaza por las fuerzas realistas. La captura de Aguayo cerró la primera etapa de la guerra de Independencia en Nuevo Santander, ya que permitió a las fuerzas realistas consolidar su poderío y combatir con eficacia las partidas revolucionarias que actuaban en diversos luga

11

12

Saldívar, op. cit. p. 131. Torre, op. cit. p. 86.


REBELIÓN DE NUEVO SANTANDER

71

res de la entidad. Las guerrillas sólo pudieron actuar en el área de Tula y en la región del bajo Bravo desde la villa de Camargo hasta la desembocadura del río, debido a que eran las zonas de mayor población en la colonia. No era terreno propicio para que prosperaran las guerrillas el extenso territorio de Nuevo Santander ni tampoco les favorecía la poca densidad de población, pues estas condiciones conducían a la caracterización de los guerrilleros y su fácil identificación y persecución, de suerte que al ponerse fin a la sublevación de las fuerzas armadas con la ocupación de Aguayo, Arredondo aseguró la pacificación de la provincia.


72 Capítulo III El comandante Arredondo Una pregunta que interesa profundamente a los investigadores de la ciencia política es la siguiente: ¿Dónde se localiza el poder del gobierno? Esta cuestión que plantea la problemática del poder público conduce en ocasiones a interpretaciones biográficas de la historia. La fuerza política de los caudillos, el poder de los hombres de Estado y el vigor de los líderes auxilian al investigador en la determinación de los hechos históricos. En las épocas de crisis, en las luchas violentas y en las revoluciones surgen hombres fuertes y decididos que ponen a prueba su capacidad de mando y saben conquistar y mantener el poder. Joaquín de Arredondo y Mioño, comandante de las Provincias Internas de Oriente de 1813 a 1821, gobernador de Nuevo Santander y jefe victorioso de las fuerzas realistas de esa colonia en las campañas de 1811 y 1812, y después en Texas y Soto La Marina, fue uno de los hombres fuertes del bando español en la ardua guerra de independencia. De él dice con razón Lorenzo de la Garza que “no obedecía órdenes ningunas ni de la corte ni del virrey, y cuando Apodaca dejaba el puesto a Venegas se fue diciendo que en México quedaban dos virreyes, en el centro Vengas y en el norte don Joaquín de Arredondo”1. Joaquín de Arredondo, siendo coronel del Regimiento de Infantería Fijo de Veracruz, fue enviado por el virrey a Nuevo Santander a combatir la sublevación que puso la provincia dentro del territorio dominado por los insurgentes. Arredondo nació en Barcelona y sirvió en el Tercer Regimiento de Guardias Reales de España como cadete en 1787. Combatió a los franceses en su patria, fue trasladado a Portugal y en 1802 obtuvo el grado de teniente coronel. En 1807 se trasladó a Nueva España donde se le ascendió a coronel nombrándosele comandante del Regimiento de Infantería Fijo de Veracruz del que trajo una compañía a Nuevo Santander para su campaña contra los insurgentes. Arredondo era soberbio, enérgico y disipado, habiéndose puesto a prueba su habilidad y experiencia en diversos combates, situaciones e incidentes que ocurrieron durante el largo periodo que ejerció el mando en Nuevo Santander y en las cuatro Provincias Internas de Oriente. Fue muy amante de publicar proclamas en las que también se expresaba en un tono patriarcal como lo hacía de 1 Garza, op. cit. p. 73. El historiador regiomontano Santiago Roel dice que “El poder que en esta frontera tenía Arredondo era tanto, que llegó a llamársele el “Virrey del Norte” Garza, op. cit. p. 100.


EL COMANDANTE ARREDONDO

73

manera amenazante, pero siempre dejando ver la fuerza de su poder y la posibilidad de actuar con decisión y frialdad. El coronel Arredondo embarcó en Veracruz con su tropa dice Valdez, “el 13 de marzo de 1811, a bordo del bergantín Regencia y de las goletas San Pablo y San Cayetano”2. En el bergantín venía el cadete Antonio López de Santa Anna para iniciar la extraordinaria carrera militar y política que lo condujo hasta la presidencia de la república. Desembarcaron en la barra del río Pánuco el 16 de mayo de 1811. A partir de ese día hasta la consumación de la independencia en 1821, el militar catalán habría de tener una participación activa en el mando político y militar de Nuevo Santander como gobernador y en la dirección de las Provincias Internas de Oriente cuya comandancia general estuvo a su cargo desde 1813, cuando se ejecutó nuevamente la división de la jurisdicción de las comandancias. La personalidad de Arredondo y su influencia sobre Antonio López de Santa Anna probablemente moldearon el carácter de éste durante el tiempo que permaneció el joven militar realista de Veracruz en las zonas de combate de Tamaulipas, San Luis Potosí y Texas. Montejano dice que Santa Anna dio “guerra a los insurgentes de Nuevo Santander, en donde permaneció hasta la total pacificación”. Agrega el mismo autor que el “engreído y fatal” oficial estuvo “en la entrada de la Villa de Aguayo, toma de Jaumave, ataque de Las Norias, Asalto de Tula, de donde salió con una división a las órdenes del capitán Francisco Cao con destino a Santa María de las Mecos, bajo el mando del capitán Cayetano Quintero, tomó parte en las acciones de Amoladeras, Romedal, Santa Teresa y otras”3. Después de las arduas campañas en Nuevo Santander y en San Luis Potosí, participó Santa Anna también en los combates de Texas que concluyeron con la importancia acción de Medina en la que se distinguió, reconociéndosele por tal motivo el grado de subteniente. Posteriormente lo llamó el virrey Apodaca a la capital de Nueva España, para que fuese su ayudante, permaneciendo en ese servicio hasta septiembre de 1816 que se les trasladó a Veracruz al mando de un destacamento de tropas en Boca del Río4. 2 José C. Valadez, México, Santa Anna y la Guerra de Texas, México, Editores Mexicanos Unidos, 1965, p. 40. 3 Montejano y Aguinaga, op. cit. p. 193. En el municipio de villa de Casas, Tamaulipas, existe el rancho de “Amoladeras” que fue de la familia Quintero y que probablemente lleva ese nombre en recuerdo de la acción militar en que se distinguió Cayetano Quintero. 4 Valadez, op. cit. p. 41.


74 La participación de Santa Anna en las campañas referidas se inició cuando desembarcó en Altamira como caballero cadete a la edad de diecisiete años, forjó indudablemente el carácter del discutido veracruzano en la primera fase de su vida activa al servicio de las armas reales. El joven cadete presenció en Nuevo Santander el ambiente que prevalecía en una sublevación militar y observó las deserciones, dudas y traiciones que se agitaron en los cuarteles de Aguayo al entregarse la plaza al altivo Arredondo. Vive Santa Anna las primeras horas de triunfo de Arredondo que aseguran la carrera militar del comandante y dan cimiento al poder político que concentró en la comandancia el llamado “virrey del norte”. El carácter arrogante de Arredondo, su disipación, soberbia y crueldad impresionaron al caballero cadete que se separó de su familia en Jalapa para incorporarse al Regimiento Fijo de Veracruz invitado por el comandante José Cos. Los fusilamientos de los insurgentes tamaulipecos y potosinos, las depredaciones de ambos bandos en la revolución de Tula, la actuación del astuto Felipe de la Garza y del hábil y opulento hacendado Cayetano Quintero en las campañas de Nuevo Santander y San Luis, la cruenta insurrección de Texas y la visión de la atmósfera de anarquía que envuelve a las insurrecciones, fueron la primera escuela de Santa Anna. A partir de su llegada a Altamira en 1811 con el Regimiento Fijo de Veracruz, el poder político y militar en Nuevo Santander y después de la campaña de Texas en las cuatro Provincias Internas de Oriente radicaba en las manos de Arredondo. La historia de la provincia de Nuevo Santander en esos años se entiende con vista a la actuación de Arredondo que designaba gobernadores interinos e intervenía en el manejo de la cuestión pública con decisión y autoridad. El referido oficial español, al salir a Nuevo Santander, trajo consigo artillería de campaña y lo acompañaron noventa soldados del regimiento veracruzano. Instaló su campamento en Altamira y se le incorporaron trescientos hombres que reclutaron Joaquín Vidal de Lorca, comandante de la Segunda Compañía Volante de Nuevo Santander y Manuel de Iturbe, gobernador de la colonia, quienes habían salido huyendo de Aguayo a raíz de la sublevación de la guarnición5. Arredondo recabó amplia información sobre la situación de los sucesos de Nuevo Santander, preparó sus tropas para acometer a los sublevados y expidió el 28 de marzo una proclama que revela claramente que la población civil tamaulipe

5

Saldívar, op. cit. p. 130.


EL COMANDANTE ARREDONDO

75

ca apoyó a los insurgentes. El texto íntegro de la proclama se transcribe a continuación: “Habitantes de la Colonia de Nuevo Santander. Con vuestra conducta habéis abusado de la bondad del sabio gobierno que nos manda y por consiguiente no merecéis ninguna clemencia; no obstante aún estáis a tiempo de borrar la negra mancha de que os halláis cubiertos y de lograr el indulto que con fecha 11 de febrero del presente año, se sirvió promulgar en nombre del augusto Congreso de las Cortes, nuestro amado Virrey, dejad las armas, retiraos a vuestras casas, o venid a unirnos conmigo y todo se olvidará; en la inteligencia que si en el término de ocho días después de su publicación en vuestro pueblos, no lo haréis, me veré obligado a trataros con todo el rigor de la guerra, sin misericordia alguna. Campamento de Altamira, 28 de marzo de 1811”. El tono y sentido de la proclama revelan el carácter de Arredondo y la actitud de los militares realistas frente a los insurgentes. El gobernador Iturbe hizo circular esta proclama en la medida de las posibilidades del gobierno, que entonces limitaba su control a una reducida franja de territorio frente a la costa. Ordenó su publicación el 31 del mismo mes y año. De Altamira salió el ejército de Arredondo hacia Aguayo, pernoctando en la hacienda “El Cojo”, propiedad entonces de Cayetano Quintero, rico ganadero que prestó importantes servicios militares a los realistas, obteniendo el grado de coronel, de lo que después se hará mención. Estando las fuerzas realistas acampadas en “El Cojo” se presentaron al comandante Arredondo, el cura párroco de Aguayo llamado fray Hipólito San Cristóbal de Ayala, y un civil llamado Gaspar Lores para informarle que las milicias provinciales habían prendido en Aguayo a los cabecillas insurgentes de San Luis Potosí que se encontraban en la plaza, afirmando que la tropa sublevada pedía el indulto relacionado con la proclama de Arredondo6. En relación con la crónica de los sucesos de Aguayo que se verificaron antes de la ocupación de las tropas de Arredondo, considero al relato de Lucas Alamán, basado en el parte de Arredondo publicado en la gaceta extraordinaria del 9 de abril de 1811, fiel a la realidad de los hechos, teniendo en consideración no sólo la seriedad y autoridad de la fuente, sino el hecho de que Alamán era cuñado del gobernador Iturbe y muy probablemente tuvo noticia de los acontecimientos por voz del propio Iturbe. El relato de Alamán es como sigue: “Aunque en la colonia del Nuevo Santander las tropas que ha

6

Ibid. p. 131.


76 bían abandonado a su gobernador Iturbe, hubiesen hecho una contrarrevolución a principios de abril en la villa de Aguayo, prendiendo al lego Herrera que se había refugiado allí huyendo de García Conde, el coronel Arredondo, que mandaba las fuerzas que se embarcaron en Veracruz con destino a aquella provincia, tuvo motivos para sospechar de la inseguridad de aquellos militares, que con dos revoluciones sucesivas, habían hecho desconfiar de su buena fe. Dióse aviso a Arredondo que intentaban pasar a cuchillo su división en la noche misma del día que entrase en Aguayo; confirmaban esta noticia las declaraciones de varios prisioneros que hizo en su marcha, y le daba mayor peso la fuga precipitada de las rancherías por donde la división pasaba y los incendios que se veía en la serranía a no muy larga distancia: pero lo que quitó toda duda a Arredondo sobre la intenciones de los indultados fue la solicitud que hicieron para que pasase él solo a ponerse a su cabeza separándose de su ejército a pretextos de arreglar así mejor las cosas, y el haber impedido con frívolos pretextos, que fuese a reunirse con él el cura de la villa y el capitán Cao, quien había enviado a tomar el mando de aquella fuerzas y asegurarlos del indulto. Arredondo creyó entonces que debía oponer la astucia a la perfidia, y divulgando que iba a dar un día de descanso a su tropa fatigada, en el campo de las Comas, a cinco leguas de la villa, se puso en marcha a las diez de la noche, sorprendió a la población al rayar el día y se apoderó de todos los sublevados, tomándoles sus armas y artillería”7. Seguramente reinó la confusión en la plaza de Aguayo las horas anteriores a su cambio de manos y para Arredondo incluso la actitud del párroco de la villa fue muy sospechosa, puesto que lo desterró del país y ordenó que se le pusiese en prisión, primero en La Habana donde estuvo hasta 1814 y después en San Luis, donde siguió preso hasta 1818, año en que se le absolvió y liberó. El historiador Santiago Roel expresó que la expedición de Arredondo en Nuevo Santander tuvo por objeto “cortar la retirada de D. Miguel Hidalgo y sus compañeros, quienes avanzaban hacia el norte”8. Este dato revela la importancia estratégica que presentaba el territorio de Nuevo Santander en esos días de grandes acontecimientos, cuyo desenlace en Acatita de Baján originó a la causa de la independencia gravísimas consecuencias. Arredondo entró y ocupó Aguayo el 12 de abril de 1811,

7

8

Alamán, op. cit. t. I. p. 232. Roel, op. cit. p. 98.


EL COMANDANTE ARREDONDO

77

por lo que su campaña fue muy rápida, pues el 31 de marzo todavía estaba en el campamento de Altamira. Se dice que en su marcha hacia Aguayo se le combatió en las Adjuntas y en Ciénaga del Pastor, lugares donde probablemente se empeñaron acciones de guerrillas que no impidieron el avance de los realistas. La llegada de Arredondo a Aguayo fue el fin de los insurgentes de San Luis y de la sublevación militar de Nuevo Santander. Los realistas se apoderaron de la plaza en forma sorpresiva y total. Concluidas las hostilidades en Nuevo Santander y pacificada la región, Arredondo fue comisionado por el virrey Calleja par combatir a los insurgentes de Texas que iniciaron la sublevación dirigidos por José Bernardo Gutiérrez de Lara y capturaron Bahía y Béxar dando un fuerte golpe a la dominación española. Esta campaña en Texas se desarrolló entre los años 1812 y 1813, habiéndose preparado Arredondo con toda anticipación y precaución para batir a los insurgentes. Salió de Laredo el 26 de julio de 1813 con rumbo a Béxar, dirigiendo una división de 3,000 hombres bien armados de las tropas que estaban acuarteladas en Aguayo y coordinó sus actividades con Ignacio Elizondo, el traidor de Baján, que estaba al mando de una columna y bajo las órdenes de Arredondo. En el encinar del río de Medina se entabló combate decisivo el 18 de agosto de 1813, siendo derrotados los insurgentes en la segunda fase de la batalla. La fuerza independiente, mal dirigida por José Álvarez de Toledo, pues días antes destituyeron a José Bernardo Gutiérrez de Lara, fue destrozada en unas cuantas horas. Después de esta acción se desplomó la revolución de independencia en Texas afianzándose el gran poder político y militar de Arredondo. Yendo a la campaña de Texas, en Agualeguas, recibió Arredondo su designación como comandante de las Provincias Internas de Oriente9. La sede de la comandancia se señaló en la ciudad de Monterrey, donde permaneció Arredondo en el mando hasta julio de 1821 en que obligado por las circunstancias proclamó la independencia nacional. Poco después huyó hacia Cuba. En otro capítulo de esta obra hacemos referencia a la actuación de Arredondo frente a la expedición de Mina y Fray Servando.

9

Idem.


78 Capítulo IV Muerte de Herrera y Blancas La guarnición de la villa de Aguayo, compuesta de 800 hombres (600 para los conservadores cronistas) constituía un fuerte reducto insurgente en el norte de la república a partir de la sublevación militar de enero de 1811. La importancia del reducto se incrementó notablemente al incorporarse las fuerzas dispersas de Herrera y Blancas que trataban de reponerse de la derrota de valle de Maíz y se refugiaron en Aguayo. Durante las confusas horas previas a la ocupación de la plaza por Arredondo, el coronel Juan Nepomuceno Jiménez, que había entregado el mando de la guarnición al brigadier Blancas, como lo dijimos en el capítulo anterior, se retiró de Aguayo refugiándose en Santander, hoy Jiménez. En la madrugada del sábado de gloria, día doce de abril de 1811, ocupó Arredondo la plaza, iniciando así una victoriosa carrera militar al servicio de las fuerzas realistas. Cayeron prisioneros Luis Herrera, Ildefonso Blancas, Ignacio Villaseñor, los coroneles Alejo Fernández, José María Franco y Luis Marín. El grueso de la tropa de la guarnición y los oficiales fueron reducidos a prisión. El triunfo de Arredondo resonó en Nueva España y produjo consecuencias desastrosas para los insurgentes tamaulipecos. Arredondo actuó con energía y ordenó la ejecución de Blancas, Herrera y Villaseñor, quienes fueron fusilados en la plaza principal de Aguayo el 17 de abril y después de muertos fueron colgados en “las horcas que se levantaron para ese fin”, habiéndose mandado “azotar”, según carta de Cayetano G. Cardona, “a toda la chusma y también entraron en esta general azotaina más de treinta oficiales, desde alférez hasta teniente coronel… a muchos se les puso en libertad después de ser azotados; y se remitió la primera cuerda de cien hombres a Altamira y Veracruz. Entre esta partida venían dos religiosos y otros oficiales, porque toda la baraja se volvía reyes…”1. También iba a ser fusilado el coronel Alejo Fernández, pero “conservó la vida, merced a la acomodada fortuna de sus parientes que se la prolongaron a precio y peso de plata, aunque fue asesinado en el valle después de rendida la fuerza que acaudilló el general Martínez en 1839”2. Diariamente, por algún tiempo, se propinaban palizas y

1

2

Montejano y Aguinaga, op. cit. p. 178. Torre, op. cit. p. 46.


MUERTE DE HERRERA Y BLANCAS

79

malos tratos a los presos y se les destinó a trabajos forzados consistentes en empedrar las calles de la villa de Aguayo, empedrado que subsistió hasta el año de 1936 en que se ordenó la pavimentación del primer cuadro de la ciudad. Después de las primeras ejecuciones siguieron, el 23 de abril en la madrugada, los fusilamientos del coronel José María Franco, del teniente coronel Luis Marín de Río Verde y de tres oficiales. Se iba a fusilar al zacatecano Manuel Correa ese aciago día, pero al decir del autor Toribio de la Torre, fue salvado por el presbítero Rafael de la Garza, quien tenía amistad e influencia con Arredondo. Correa, junto con un sacerdote, fueron condenados a presidio en Veracruz. A otros se les formó causa como a José Celio de la Garza y a Miguel Ángel de la Garza, vecinos de Aguayo, quienes fueron denunciados por ser insurgentes, habiéndose condenado al primero a servir por tiempo doble en el ejército y al segundo a siete años de prisión3. Así acabaron Herrera y Blancas, insurgentes luchadores de los primeros meses de la revolución de independencia, víctimas de la anarquía, la vorágine y la confusión que reinó entonces en Nueva España. Su actuación no se justipreció con sentido histórico, pues el juicio de las autoridades realistas sobre su conducta ensombreció sus figuras de héroes, no obstante que quienes inician revoluciones que rompen las estructuras sociales y políticas participan del modo de ser de este tipo de dirigentes. Los presos que se condenaron por Arredondo a presidio en Veracruz fueron remitidos en una cuerda de cien, quedando en Aguayo por muchos años el recuerdo de la represión de las autoridades realistas. Al consolidar Arredondo el gobierno político y militar, procedió a su organización administrativa con vista e evitar otra rebelión estableciendo severas restricciones a la libertad de transito, prohibiendo la libre expresión y el uso de armas e imponiendo sanciones y enérgicas medidas a los infractores de los bandos gubernativos y las leyes coloniales. Arredondo reimplantó el gobierno militar de la provincia cuya organización subsistió hasta la consumación de la independencia.

3 José María Miquel i Vergés, Diccionario de Insurgentes, México, Editorial Patria, 1969, p. 229.


80 Capítulo V Villerías Juan Villerías, lego del convento de San Juan de Dios en San Luis Potosí, juntamente con el capitán Joaquín Sevilla de Olmedo y el lego Luis Herrera, se apoderaron sorpresivamente de la plaza de San Luis Potosí el 11 de noviembre de 1811. Para el éxito de su arriesgada acción contaron con el respaldo de fray Gregorio de la Concepción (Gregorio Melero y Piña), regular carmelita originario de Toluca que sirvió de enlace y apoyo a la conspiración en los difíciles días que precedieron a la insurrección. Villerías fue quien convenció al capitán Sevilla y Olmedo y éste, la noche del 10 de noviembre, agrupó dos patrullas dirigiéndose al convento de San Juan de Dios donde estaban Villerías y Herrera. Hasta que dominaron y aseguraron la ciudad, fueron los legos citados, el capitán Sevilla y fray Gregorio de la Concepción, los jefes y el alma de la insurrección. Cuando Iriarte, conocido como el cabo Leitón, después de dominar la ciudad de Zacatecas y asegurarla para la causa de la independencia, se presentó en San Luis y tras grandes festejos aprehendió a Herrera y a los otros jefes con el propósito de saquear la plaza, Villerías logró escapar. Partió con cincuenta hombres hacia Guanajuato incorporándose a las tropas de Allende. Participó Villerías en la famosa batalla de Puente de Calderón, importante acción que cambió el curso de la primera fase de la guerra de independencia. Poco después intervino Villerías en la batalla de Puerto de Carneros y acompañó personalmente al héroe Mariano Jiménez en la persecución del gobernador Cordero hasta que fue aprehendido en el lugar llamado Estancia de Mesillas. Al culminar el desastre de Acatita de Baján que fue la tumba de los primeros grandes héroes de la independencia, Villerías, acompañado de Sevilla de Olmedo, se “replegó al sur en busca de Ignacio López de Rayón, con quien estuvo poco tiempo, debido a su genio díscolo”1. Del centro del país pasó Villerías hacia Santo Domingo de Hoyos en Nuevo Santander y río Blanco en el lindero con esta provincia dentro del Nuevo Reyno de León. Sevilla de Olmedo se separó del ejército de Villerías para agruparse con López de Rayón, que entonces se dirigía a Zacatecas. El lego Villerías congregaba un buen número de insurgentes, pues pasaban de 600. Invitó al comandante Arredondo

1

Velázquez, op. cit. t. III, p. 81.


VILLERÍas

81

a unirse a las fuerzas insurgentes y éste, que se encontraba entonces en Aguayo, ordenó que se quemara la invitación públicamente “por mano de verdugo” el 26 de abril de 1811, lo que se revela en la Gaceta Oficial de 7 de junio de 1811. Para entonces Villerías ya tenía conocimiento del desastre insurgente de Aguayo y al enterarse que Arredondo saldría hacia Tula para atacar a los insurgentes de esa región, mandó invitar al coronel Juan Nepomuceno Jiménez a unírsele proponiéndole que sedujera a la tropa de Arredondo y “que él por su parte obraría por el lado de Jaumave para cerrarle el paso y tomarle así a dos fuegos para afianzar la libertad del país”2. Juan N. Jiménez, al decir de Toribio de la Torre, invitó a su vez a sublevarse a los oficiales Gordiano del Castillo, Antonio Boeta y Viviano Farías cuando jugaban a las cartas después de cenar, ya para partir con rumbo a Tula. Farías delato a Jiménez y momento después los tres fueron aprehendidos y conducidos a presencia de Arredondo (Gordiano del Castillo es el mismo que intervino en julio de 1824 en la aprehensión y proceso de Iturbide, por lo que obtuvo el grado de alférez efectivo). La delación antes referida dio valiosa información a Arredondo, quien salió con su columna el 3 de mayo, y el 4, en el lugar llamado “El Salto”, por el camino de las Minas, ordenó el fusilamiento de Jiménez y que se le dejase colgado en una árbol. Días después el capitán Miguel de la Garza recogió los restos y ordenó su inhumación en la villa de Aguayo. A Farías se le ascendió a alférez en premio a su delación3. Arredondo ordenó la persecución de Villerías habiéndose empeñado el nueve de mayo de 1811 la acción de Estanque Colorado en la que fue derrotado el lego, cayendo en poder de los realistas seis cañones y cerca de trescientos prisioneros, entre ellos un religioso carmelita que era el confesor de Villerías y un lego, el padre González, que se titulaba ministro de gracia y justicia. Murieron en el combate, dice Lucas Alamán, citando como fuente la Gaceta del 7 de junio del mismo año, “varios jefes con títulos de mariscales y brigadieres, un religioso franciscano y un lego juanino”4. Villerías escapó con restos de su ejército hacia Matehuala. La acción a que antes aludimos se llevó a cabo en un lugar llamado Estanque Colorado, habiendo estado los realistas dirigidos por el hacendado Cayetano Quintero, dueño de Torre, op. cit. p. 49. Los autores Toribio de la Torre y Jean Louis Berlandier afirmaron que la villa de Jiménez. Tamaulipas lleva este nombre en honor del coronel tamaulipeco Juan Nepomuceno Jiménez. Idem. 4 Alamán, op. cit. t. I, p. 262.

2

3


82 El Cojo, quien tenía el rango de capitán y era muy hábil para conducir operaciones en el campo de batalla. Un día después del combate de Estanque Colorado fuerzas del teniente coronel Iturbe atacaron al grupo de Villerías dispersándole, pero logró reagrupar su pequeño ejercito y se dirigió hacía Matehuala con intención de tomar la plaza. Iba Villerías acompañado de un grupo de indios flecheros de las áreas de Palmillas y Tula. Respecto a la acción de Matehuala, Primo Feliciano Velázquez la describe como sigue: “A las dos de la mañana del día 13, la Junta de Seguridad del Real de Catorce, formaba por don Teodoro Parrodi, Don Alejandro Zerratón y don José Ildefonso Díaz de León, tuvo aviso de que Villerías se aproximaba a Matehuala y dispuso lo concerniente a la defensa. Se pusieron a la cabeza de la tropa el cura don José María Barrera y don Bernardo José Suage. La poca infantería con pistolas y algunos fusiles se empleó en resguardar los cañones y la caballería con lanzas y terciados se previno para el avance. Al hacer al cura Semper un reconocimiento, en compañía del patriota Luis Cruz, se adelantaron los insurgentes; su grito de ¡Viva la América!, fue contestado con el ¡Viva España! Atacaron violentamente por la calle que va al pueblo, dando apenas tiempo a disparar dos veces el cañón que a su cargo tenía Sauge; pero la infantería y caballería se lanzaron sobre ellos con tal denuedo, que al cabo de una hora de lucha los pusieron en fuga, quedando en el campo tendidos cinco insurgentes, su general Villerías y el capitán de los indios flecheros. Muchos fueron heridos, cuya sangre se vio en todo el camino; y les hicieron diez y seis prisioneros”5. Durante la temporada en que Villerías anduvo activo en la zona de Santo Domingo de Hoyos, actualmente Hidalgo, Maximino González, originario del Real de Borbón, hoy Villerías, se incorporó a los insurgentes. Maximino era un tipo popular conociéndosele por el apodo de “Botas”. Fue hecho prisionero, procesado por infidencia y se le ahorcó el 9 de enero de 18126. En la batalla que se verificó un día después de la acción de Estanque Colorado se distinguió Antonio López de Santa Anna al servicio de Iturbe y Arredondo. López de Santa Anna tenía el grado de teniente, resultó herido en la acción y se le recomendó al virrey por su arrojo en combate.

5

6

Velázquez, op. cit. t. III, p. 82. Diccionario de Insurgentes: op. cit. p. 244.


83 Capítulo VI Revolución de Tula A principio de diciembre en 1810 ardía en el suroeste del Nuevo Santander la guerra de independencia. Tanto en la villa de Tula como en el área de Palmillas el levantamiento fue profundamente popular y revolucionario. Los indios y el pueblo humilde al informarse de los suceso de Dolores y tener conocimiento de los acontecimientos de San Luis Potosí, hicieron armas contra el poder español. La región de Tula está vinculada demográfica y geográficamente a San Luis Potosí. Su clima y ubicación corresponden al medio ambiente de la mesa central. Las gentes de esta parte de Tamaulipas, conocida tradicionalmente como “el cuatro distrito”, han estado relacionadas estrechamente a la economía y estilo de vida de los potosinos desde que se fundó Tula por Mollinedo en 16171. La incorporación de Tula a Nuevo Santander en los órdenes político, administrativo y militar fue establecida por José de Escandón en abril de 1747 al despedir a las compañías de Guadalcázar y valle del Maíz que guarnecían la misión allí, pues Tula se había reputado perteneciente a la jurisdicción de Charcas y al agregado de Guadalcázar, como puede verse en algunos mapas y documentos de la época anterior a Escandón. En lo eclesiástico perteneció a la mitra de Michoacán hasta 1779 que se incorporó, juntamente con las municipalidades de Jaumave, Palmillas y Real de los Infantes (Bustamante), al obispado de Linares creado ese año, para después pasar al obispado de Tamaulipas cuando fue erigido en 1871. Tula fue la ciudad más importante de Tamaulipas durante el periodo de independencia y mantuvo esa prioridad hasta mediados del siglo XIX. Los hechos relacionados con la iniciación de la revolución de independencia se señalaron en los últimos días de noviembre de 1810. A finales de septiembre se supo en Tula la novedad de la insurrección de Dolores. Dice el profesor Manuel Villasana Ortiz que “esa noticia fue acogida con interés extraordinario y propagada de boca en boca, aunque en voz baja, entre todos aquellos mal hallados con la dominación española”2. Al saberse en Tula los acontecimientos de San Luis Potosí que culminaron con la caída de la plaza en manos de los insurMontejano y Aguinaga, op. cit. p. 30. Manuel Villasana Ortiz, “Tula en 1810”, reproducido por Vidal E. Covián Martínez, en Cuadernos de Historia, T. I., 1969, p. 9.

1

2


84 gentes Herrera, Villerías y Blancas, se extendió e intensificó el propósito de la revolución. Como dice Montejano y Aguinaga: “De San Luis se derramó, cual agua cuesta abajo, por todo el norte y el oriente la sangrienta insurrección. De nada sirvieron las providencias defensivas en Charcas, Real de Catorce, Matehuala, el Cedral, Saltillo y demás pueblos que tomaron los españoles. Era aventar ocote entre la hoguera. Los pobres europeos no encontraban un punto donde refugiarse”3. Mateo Acuña, Lucas Zúñiga, Bernardo Gómez de Lara y Martín Gómez de Lara fueron los iniciadores del movimiento insurgente en Tula. A partir del primero de noviembre se celebraba en Tula la feria anual, siendo durante los días siguientes en los que se reunieron gente de toda la región cuando la conspiración tomó fuerza comprometiéndose en ella importantes grupos de descontentos. Acuña era campesino de escasos recursos, relatándose que vendió sus bueyes y apareos para comprar armas y lanzarse a la insurgencia4. Gómez de Lara era jornalero, de raza india y fuerte personalidad, Zúñiga era vecino de Tula habiendo facilitado su casa para celebrar las reuniones de los conspiradores. Ya para concluir la feria de noviembre, los revolucionarios tenían dispuestas la táctica a seguir para apoderarse de la villa y adherirse a la revolución de independencia. El cuatro de diciembre de 1810 Bernardo Gómez de Lara allanó la entrada del cuartel de la guarnición, mató al guardia y penetró al interior desde donde arrojó armas a los que le acompañaban en la aventura y estaban en la calle, incorporándose luego a ellos para sitiar el propio cuartel, único reducto que quedó a la autoridad española en la villa. El día siete del mismo mes la guarnición sitiada escapó consolidándose así el triunfo de los sublevados. Villasana Ortiz dice que: “El doce de diciembre, día de la virgen de Guadalupe, patrona de los insurgentes, éstos celebraron su fiesta con un paseo militar, yendo a la cabeza de la multitud Bernardo Gómez de Lara, montando a caballo y portando el traje de grana y sombrero de tres picos, distintivo del jefe del estanco. La multitud gritaba vivas a la virgen de Guadalupe y mueras a España”5. Pocos días después, las crónicas no precisan fecha exacta, fuerzas realistas del valle de Maíz al mando de un capitán español apellidado Villaseñor ocuparon Tula siendo evacuada sin combate por los insurgentes, encontrándose entre éstos alMontejano y Aguinaga, op. cit. p. 164. Saldívar, op. cit. p. 132. 5 Villasana Ortiz, op. cit. p. 11.

3

4


Revolución de tula

85

gunos indios de la misión que gobernaba Reyes Pérez quienes también salieron de la plaza. El capitán Villaseñor falsamente dijo que indultaría y acogería a los indios sublevados, cayendo en la trampa algunos grupos, entre ellos el de la misión, habiéndolos aprehendido los realistas quienes colgaron al gobernador de la misión o sea al referido Reyes Pérez. Con este acto sucio de las autoridades realistas se inició el terror en Tula. Los españoles dejaron el pueblo, pues donde quiera se requerían sus servicios y enseguida regresaron los insurgentes rebeldes y tomaron crueles represalias contra los vecinos que apoyaron a los españoles. Dice Villasana Ortiz, que es la mejor fuente de los sucesos de Tula, lo siguiente: “No se respetaba ya ni la propiedad ni la vida. Un día trajeron a la plaza a todos los ganados de los campos y los distribuyeron entre los habitantes pobres de la población, tratando de “encallejado” al que no se presentaba a recibir la parte que de aquellos ganados se le había señalado. A los enemigos de la independencia se les llevaba a la cárcel, haciéndoles sufrir allí los bárbaros tratamientos que en aquel tiempo se usaban. Una de las más notables víctimas fue don José María Gutiérrez, a quien, en los brazos de su madre que trató de defenderlo, mató el populacho a las puertas de la iglesia a donde se dirigió buscando asilo”6. La descripción anterior es muy importante porque revela la dimensión económica y social de la revolución de independencia en los lugares donde el pueblo llevó la iniciativa de la insurrección. El reparto de ganado expresa el perfil social de la revolución y el mote de “encallejado” a todo realista muestra el ángulo político de la insurgencia que fue enemiga a muerte de Calleja y lo que él representaba. Otros acontecimientos que se realizaron en San Luis y en Nuevo Santander afectaron el destino de la revolución de Tula. Herrera y Blancas evacuaron la ciudad de San Luis huyendo hacia río Verde, donde pasaron hacia el valle del Maíz y allí sentaron sus reales perseguidos de cerca por García Conde. Se prepararon para la defensa pero fueron allanados y vencidos. Tras hacer depredaciones y actos sanguinarios huyeron hacia Aguayo en Nuevo Santander, donde la guarnición se había sublevado y un numeroso contingente estaba al servicio de la independencia. El comandante Arredondo, después de dominar la difícil y confusa situación que privaba en la villa de Aguayo, se dirigió a Palmillas y Tula el tres de mayo de 1811. Salió de esos lugares por el camino llamado de las Minas con el doble propó

6

Ibid. p. 12.


86 sito de batir a los insurrectos de Tula y combatir las huestes de Villerías que se dirigían de río Blanco a Palmillas. Arredondo sabía los movimientos de Villerías por la delación que se hizo de la comunicación del lego insurgente al coronel Juan Nepomuceno Jiménez, de quien se habló en el capítulo anterior, de suerte que dispuso a su arribo a Palmillas que una sección del ejército fuera a combatir contra las fuerzas de Villerías que se habían engrosado, dice Velázquez, con “la indiada y plebe de Tula”7. En esos días Arredondo quemó, por mano de verdugo, la invitación que le hizo Villerías de pasarse al bando de la independencia. El primer combate de la sección realista con la columna del lego se empeñó el 9 de mayo en el lugar llamado Estanque Colorado entre Palmillas y Matehuala a donde se dirigían los insurgentes. Los realistas estaban bajo el mando del capitán y hacendado Cayetano Quintero quien bien parapetado derrotó a Villerías dispersándole sus hombres. Las bajas de los insurgentes fueron elevadas, pues se dice que llegaron a 300 y perdieron siete cañones. Murieron en la acción varios oficiales y otros fueron presos. Villerías y su gente se retiraron hacia Matehuala después de un segundo combate en que se vieron envueltos con las tropas del teniente coronel Manuel de Iturbe e Iraeta. Villerías murió en acción en Matehuala. La aproximación de Arredondo y la dispersión de las fuerzas de Villerías no amedrentaron a los jefes insurgentes Acuña y Gómez de Lara (Huacal) quienes reunieron cerca de 2,000 hombres mal armados y salieron a buscar el enemigo. El 21 de mayo sorprendieron los insurgentes una avanzada realista de treinta soldados en el lugar llamado puertecito de Jaimes, habiendo muerto todos los realistas sin disparar un tiro y a los treinta, dice Villasana Ortiz “los dejaron colgados en las ramas del mismo mezquite debajo del cual los sorprendieron dormidos, y el terrible espectáculo que al amanecer del día siguiente presentaron aquellos desgraciados a la vista de los que venían a relevarlos, dio a conocer a los realistas la proximidad de sus enemigos”8. Después del hecho mencionado, en un lugar llamado “Los Huesitos” cercano a Tula, “dos leguas al noroeste”, se entabló la lucha el 22 de mayo. El combate duro una hora, al decir del mismo autor Villasana Ortiz, dispersándose los insurgentes y dirigiéndose un fuerte núcleo de ellos a Tula donde mataron a los partidarios de los españoles que estaban en la

7

8

Velázquez, op. cit. t. II, p. 82. Villasana Ortiz, op. cit. p. 12.


Revolución de tula

87

cárcel. Al tratar de huir de la villa fueron sorprendidos por la caballería realista habiendo aprehendido a Acuña agonizante y a quien no obstante ello se le ahorcó en la plaza ese mismo día9. Arredondo en su parte del día dijo. “Hemos cogido ciento cincuenta prisioneros con muchos cabecillas que voy al momento a hacer ahorcar, entre ellos un tal Mateo Acuña el hombre más sanguinario y el principal…”. El huacal Gómez de Lara pudo escapar de la acción de “Los Huesitos” y reunió trescientos hombres de los dispersos, casi todos “indios semisalvajes de Naola, Tula y Palma, armados de flechas, lanzas y algunos fusiles” para dirigirse a Matehuala que ocupó violentamente el día 9 de junio de 1811. En Matehuala, dice Velázquez, engrosó su cuadrilla, “que llegó a pasar de mil hombres”. Gómez de Lara después de evacuar Matehuala siguió su destino revolucionario hasta el mes de noviembre del mismo año en que cayó fusilado por los realistas en San Miguel el Grande. Con motivo de los sucesos de Tula se les instruyeron juicios sumarios a Lorenzo de Quijada, José Carpio, Antonio Zúñiga y Juan Nepomuceno Pino, habiendo sólo escapado del fusilamiento Quijada por que no se dio con su paradero10. Es de anotarse que durante el tiempo de la guerra de independencia pasaban por Tula continuamente cuerdas de insurgentes que enviaban de San Luis Potosí hacia el castillo de San Juan de Ulúa en Veracruz, pues el camino real de San Luis a Tula y el camino de Tula a Altamira se presentaban con gran seguridad a los realistas para el traslado de los reos y efectos. Los procesos de diversos reos de la época señalan el dato anterior. También es de resaltar el hecho de que una mujer insurgente llamada Luisa Vega “resultó aprehendida en Tula (octubre de 1813) por intentar seducir a la tropa realista a favor de la causa insurgente”, habiendo sido probablemente fusilada. Destacaron igualmente en las filas insurgentes los tamaulipecos Antonio Matías Rodríguez, José Antonio Sánchez, Nicolás represión [sic] manteniéndose pacífica la región hasta que se consumó cabecilla Huacal11. El fin de Acuña y Gómez de Lara fue seguido de una fuerte represión manteniéndose pacífica la región hasta que se consumó la independencia. Entre los grupos de prisioneros insurgentes más importantes que pasaron por la villa de Tula procedentes de San Luis Ibid. p. 14. Diccionario de Insurgentes: op. cit. p. 476. 11 Diccionario de insurgentes, op. cit.

9

10


88 Potosí con rumbo a Veracruz, se relata el paso de “la cuerda” de trescientos hombres en que iba el padre José Lima, del convento de la Merced de San Luis, custodiado por doscientos soldados, de acuerdo con datos que proporciona Montejano en su reciente obra titulada El Clero y la Independencia de San Luis Potosí.


89 Capítulo VII Los hermanos Gutiérrez de Lara José Bernardo Muy conocida es la biografía de José Bernardo Gutiérrez de Lara, originario de Revilla, hoy Ciudad Guerrero, Tamaulipas. La entrevista con Hidalgo y Allende en marzo de 1811 en la que se lo designó teniente coronel y enviado especial de los insurgentes ante el gobierno norteamericano, y su viaje azaroso a Washington a caballo en compañía de catorce tamaulipecos revelan las primeras actuaciones decididas en el destino de Gutiérrez de Lara. Destacó José Bernardo al mando del llamado Ejército Republicano del Norte en la campaña insurgente de Texas que culminó con el sitio y captura de Béxar, actualmente San Antonio y poco después con la intervención del comandante realista Joaquín Arredondo que derrotó a los independentistas y recuperó la referida ciudad de Béxar. Los hechos de la violenta campaña de Texas se desarrollaron entre los meses de junio de 1812 y agosto de 1813, requiriendo considerar el apoyo que recibió Gutiérrez de Lara del gobernador Claiborne de Luisiana y la participación directa que tuvieron los oficiales norteamericanos Magee, Kemper, Perry, Gaines, Taylor, Bullard y Ross, así como la injerencia del agente del ministro Monroe llamado William Shaler, quienes reclutaron, organizaron y dirigieron a los anglosajones que en importante número se incorporaron a la expedición desde que se inició con el ataque a la Bahía1. Al capturar Béxar los insurgentes, Gutiérrez de Lara organizó una junta provisional gubernativa de trece miembros nombrándose al tamaulipeco gobernador y general en jefe. Cuando capituló la ciudad de Béxar, Gutiérrez de Lara ofreció respetar la vida de los realistas Salcedo y Herrera, pero éstos fueron degollados junto con otros prisioneros, afirmando después José Bernardo que él trató de impedir el crimen. Manuel Salcedo era gobernador de Texas y Simón de Herrera tenía a su mando un cuerpo militar. Dice Alessio Robles que “el día seis de abril la junta presidida por Gutiérrez de Lara hizo la declaración de que Texas era independiente de España y excluyeron por completo a los norteamericanos de la junta gubernativa. Se expidió una constitución que investía a Gutiérrez de Lara con la suprema

1

Koakum H: op. cit. p. 172.


90 autoridad como presidente protector de Texas, que excluía la posibilidad de cualquiera dependencia de los Estados Unidos y que prohibía la concesión de privilegios de todas clases a los angloamericanos”2. Estas decisiones provocaron la destitución de Gutiérrez de Lara quien se retiró a Nueva Orleans. La fuerza insurgente quedó al mando de José Álvarez de Toledo, habiéndola dirigido desafortunada y posiblemente con traición en la batalla de Medina que se libró el 18 de agosto de 1813, contando la fuerza insurgente con 850 angloamericanos al mando de Taylor y Perry y con cerca de 1,700 mexicanos dirigidos por Menchaca, siendo el citado Álvarez de Toledo el comandante de toda la división. Las fuerzas realistas tenían como comandante a Joaquín de Arredondo y estaban al mando de éste Ignacio Elizondo y José Manuel Zambrano. La derrota de Medina marcó el principio del fin de la revolución de independencia en Texas y determinó la pacificación de las Provincias Internas de Oriente, habiendo sufrido los insurgentes una brutal represión. Arredondo, vencedor de los insurgentes de Nuevo Santander y Texas, fue designado comandante de las cuatro Provincias Internas de Oriente. La capital de estas provincias fue Monterrey a partir del 14 de marzo de 1814. Gutiérrez de Lara destacó en la revolución de Texas tanto por su carácter decidido como por su conducta siempre dirigida a liberar a Texas de la corona española e incorporarla a México independiente. Cuando los anglosajones titubearon en Bahía ante el asedio realista, Gutiérrez de Lara no dudó del triunfo y resolvió continuar en la lucha, habiendo determinado la derrota de Elizondo en El Alazán el 20 de junio de 1813 en la inmediación de Béxar, siendo de gran importancia histórica la declaración de independencia que se proclamó en esa ciudad. Durante la campaña de Texas, José Bernardo llevó su familia a Béxar, ciudad a donde entraron los insurgentes el 1º de abril del citado año de 1813. Cuando fue depuesto por la Junta Gubernativa se retiró con su familia a Nueva Orleans y luego a Natchitoches donde residieron hasta 1816, año en que cambiaron su residencia nuevamente a Nueva Orleans. Allí permanecieron hasta el regreso de José Bernardo a México para ser designado gobernador de Tamaulipas en julio de 1824. La familia regresó a México algún tiempo después. El traidor Ignacio Elizondo después de la reocupación de Béxar se consagró a perseguir y ejecutar insurgentes. Estando en un lugar llamado Ojo de Agua de los Brazos fue acuchillado

2

Alessio Robles, op. cit. p. 656.


Los hermanos gutiérrez de lara

91

por Miguel Serrano, teniente realista de la compañía presidial de Laredo en Nuevo Santander. Al parecer Serrano enloqueció ante las continuas ejecuciones que ordenaba Elizondo, entró a la tienda de campaña de éste y lo asesinó habiendo matado también al capitán Isidro de la Garza quien acompañaba a Elizondo. Relata José Bernardo Gutiérrez de Lara en su Apología que escribió y editó en Monterrey en 1827 que después de su retirada de Béxar “con el prestigio que gozaba y con la investidura de General Jefe” según era reconocido en Estados Unidos, expidió patentes de corso “con el pacto de que, adquiriendo para sí toda la presa, hiciesen a lo Buques Españoles todo mal que pudiesen, como efectivamente se consignó, tomándoles varios buques mercantes y de guerra; debilitando a lo menos de este modo, los frecuentes y cuantiosos auxilios y refuerzos de gente y de armas, que mandaba la España para sostener y fomentar en América su pensada Dominación y Despotismo…”3. Fue a comienzos de junio de 1813, dice Lorenzo de la Garza, cuando la esposa e hijos de José Bernardo pudieron salir de Revilla rumbo a Béxar, ayudándolos en la salida José de Jesús Villarreal, quien fue denunciado por ello y aprehendieron “por haber protegido la fuga de la señora María Josefa de Uribe e hijos, y fue mandado fusilar despiadadamente, en unión de un sacerdote amigo de la causa de la insurgencia, por los soldados del furibundo Arredondo, quien de esta manera se vengaba de pronto en aquellas víctimas inocentes por haber sustraído a sus iras a la familia del señor Gutiérrez”4. Como antes se dijo, Gutiérrez de Lara radicó algún tiempo en Nueva Orleans y fincó su residencia en Natchitoches por otra temporada. En esos años de destierro además de las relaciones que mantuvo con los corsarios a quienes expidió patentes, reclutaba voluntarios para la causa insurgente guardando comunicación estrecha con José Manuel Herrera en 1816. Herrera había sido diputado en el famoso Congreso de Chilpancingo, fue vicario y representante de Morelos y en el citado año de 1816 era agente de los insurgentes y su precario gobierno. José Bernardo se mantuvo activo en esa temporada habiéndose unido Juan Cortés, Santiago Dill, el coronel Perry y el capitán Menchaca, siendo estos dos últimos oficiales que se distinguieron en la campaña insurgente de Texas. 3 José Bernardo Gutiérrez de Lara, Breve apología que el coronel D. José Bernardo Gutiérrez de Lara hace de las imposturas calumniosas que se le articulan en un folleto intitulado… Monterrey, Imprenta del ciudadano Pedro González y socio, 1827, pp. 22-23. 4 Garza, op. cit., p. 56.


92 Fue también en ese año de 1816 cuando Gutiérrez de Lara se comunicó con Francisco Xavier Mina, que preparaba su incursión a México, y por conducto de Dill se mantuvieron enlaces con los voluntarios que se incorporaban a la fuerza expedicionaria. Constituyó una importante actividad de nuestro héroe en ese tiempo sostener relaciones con los grupos de indios de Texas que se mantenían en guerra contra los blancos, siendo su preocupación rescatar a los cautivos que tenían los comanches y unificar las diversas tribus enemigas de éstos para combatirlos y pacificar las fronteras de las Provincias Internas de Oriente5. Durante la campaña de Texas, José Bernardo envió emisarios, espías y comisionados a diversas partes del norte de México para promover y extender la insurrección. José Herrera fue uno de esos partidarios de Gutiérrez de Lara destacando en la lucha de Nuevo León, pues llegó a atacar Monterrey el 2 de julio de 1813. No logró capturar la importante ciudad no obstante que penetró hasta el centro, pero su prestigio como cabecilla insurgente le atrajo voluntarios y pudo formar un ejército de cuatrocientos hombres armados, siendo su centro de acción la zona de Pesquería Grande. Se le persiguió en forma implacable hasta que tuvo que abandonar Pesquería, concentrándose en Salinas y luego en Vallecillo. Después se refugió en Mier y Camargo en el norte de Tamaulipas, y por último fue batido por las fuerzas realistas en Chorreada donde resultó herido. Fue aprehendido y fusilado en San Luis Potosí. También comisionó Gutiérrez de Lara en el año 1812 a José María García y a un insurgente apellidado Garibay para que “levantara gente en las provincias internas”6, demostrando estas actividades la proyección que se pretendió dar al movimiento independiente de Texas. Al consumarse la independencia José Bernardo se encontraba en Natchitoches planeando combatir a los comanches y pacificar las regiones de Texas, el norte de Tamaulipas y Nuevo León7.

Idem. Diccionario de Insurgentes: op. cit. p. 220. 7 Garza, op. cit. p. 91.

5

6


Los hermanos gutiérrez de lara

93

José Antonio José Antonio Gutiérrez de Lara también nació en Revilla figurando en la galería de los más distinguidos tamaulipecos que han servido a su tierra. Estudió la carrera eclesiástica en el Seminario de Monterrey habiendo obtenido el grado de bachiller en las ramas de derecho canónico y civil. A raíz del levantamiento de Hidalgo escribió al general Mariano Jiménez, obligado, al decir del propio bachiller, “de la necesidad de libertar a mi patria del saqueo de caudales y armas de que era amenazada…”8. En dicha carta se puso a las órdenes del movimiento de independencia, siéndole contestada encargándole ayudar la causa de los insurgentes en las villas de Laredo, Revilla, Mier, Camargo y Reynosa, misión que cumplió con buenos resultados. José Bernardo se presentó con esta carta personalmente a Hidalgo y Allende quienes tuvieron una gran impresión de los hermanos de Revilla que se ponían a las órdenes de la revolución y designaron al referido José Bernardo teniente coronel y general en jefe de las provincias del norte. Los hechos lamentables de Baján cambiaron el curso de los acontecimientos en el país. Empezaron las persecuciones, se confiscaron los bienes de los Gutiérrez de Lara en Revilla. La madre de los héroes y la esposa del teniente coronel fueron despojadas de su casa habitación. Ya hemos dicho que José Bernardo actuó en Texas y Luisiana en los años que siguieron a la muerte de Hidalgo y los grandes caudillos, pero el bachiller tuvo que refugiarse en Linares en la casa de su pariente y amigo José Antonio Benítez que había radicado antes en Revilla9. De Linares huyó José Antonio a la sierra que el llamaba en sus comunicaciones los “desiertos inominados”. Pasó innumerables fatigas y carencias y en marzo 31 y octubre 20 de 1814 dirigió sendas comunicaciones al Cabildo Eclesiástico y al convento de San Francisco de Monterrey solicitando indulto que le fue concedido por el obispo de la diócesis y por el comandante Arredondo en noviembre del mismo año. Regresó a Monterrey “vestido con tosco sayal de palma, calzado con suecos de palo los que tenían incrustados unas pezuñas de mula al revés… la barba llegábale más allá de la cintura, apoyándose en rudo cayado formado de una rama de árbol apenas descortezado”10. Al perdonársele se levantaron los embargos de sus bienes y de los bienes de su madre Rosa María de Uribe de Gutiérrez que tenía en Revilla. Ibid. p. 78. Ibid. p. 21. 10 Ibid. p. 87.

8

9


94 Al obtener el indulto el bachiller Gutiérrez de Lara, dice Saldívar que con “el pasaporte que le fue concedido por Arredondo, pasó al Valle del Pilón (Montemorelos), donde tornó a desempeñar el cargo de Rector del Seminario de Monterrey, puesto que ocupaba al verificarse la independencia…”11. Después de la consumación de la independencia fue designado por Tamaulipas en el Congreso Constituyente, nombramiento que se le notificó en enero de 1822 presentando importantes servicios a ese primer congreso de México independiente donde obtuvo para Tamaulipas la erección de una diputación provincial y presentó un importante proyecto de colonización. Después, en 1824, fue diputado al Congreso Constituyente del Estado de Tamaulipas al incorporarse al sistema federal. Sus servicios en ambos congresos fueron relevantes correspondiendo su narración y apreciación a un periodo histórico que no se comprende en esta obra. En el mes de julio de 1824, cuando fue aprehendido y fusilado Iturbide, José Bernardo y José Antonio formaban parte de la primera legislatura del estado de las Tamaulipas que le negó clemencia al ex emperador, actuando José Bernardo como diputado propietario y presidente del congreso habiéndose éste eximido de votar. José Bernardo tomó posesión como gobernador del estado después de la cuarta sesión en que trató la legislatura el caso y ordenó la ejecución que se llevó a cabo a las seis de la tarde del 19 de julio del año indicado en la plaza de Padilla.

11 Gabriel Saldívar, El Primer Diputado Tamaulipeco al Congreso General, don José Antonio Gutiérrez de Lara, México, s. e., 1943, p. 7.


95 Capítulo VIII Diversos hechos En marzo 20 de 1811 el general brigadier Félix María Calleja del Rey, comandante de la Décima Brigada, prohibió reuniones de más de seis personas y que las gentes salieran a la calle después de las diez de la noche sin llevar consigo una linterna encendida. Estas órdenes fueron expedidas en San Luis Potosí y señalaron también la obligación de pedir permiso a la autoridad a toda persona que tuviese que salir del lugar de su domicilio, habiéndose enviado dichas órdenes a las localidades fronterizas de Nuevo Santander, formando parte de las severas medidas que adoptaron las autoridades coloniales para evitar la extensión del movimiento insurgente1. Estas disposiciones de Calleja son coincidentes con el bando que público Joaquín de Arredondo al arribar a Nuevo Santander el mismo año de 1811 al mando del Regimiento Fijo de Veracruz, habiéndose mantenido durante todo el periodo de la guerra de independencia en la colonia un brutal sistema represivo2. Después de que Arredondo puso fin a la sublevación insurgente de la villa de Aguayo en el año de 1811, sus fuerzas batieron la agresiva guerrilla de Venancio García en la zona de Tula a inmediaciones de la hacienda de las Cruces en la sierra de Naola, habiéndoles tomado a los insurgentes importante carga de abastecimientos, armas y animales, perdiendo en la acción los revolucionarios veintiséis hombres que cayeron prisioneros. Venancio García era conocido en las filas insurgentes por el apodo de “Delgado” y cayó preso cerca de San Miguel el Grande, siendo aprehendido por soldados de Esteban Muniera en julio del propio año de 18113. Juan Bautista Casas, capitán de milicias, juntamente con Ricardo Osorno, teniente de milicias, acompañados de tropas auxiliares de Nuevo Santander, promovieron la insurrección insurgente en Texas la mañana del 22 de enero de 1811 apoderándose de la ciudad de Béxar (San Antonio), y tomando prisioneros al gobernador Manuel Salcedo, al teniente coronel Simón de Herrera y los capitanes Jerónimo de Herrera, Martín Echeverría, Miguel de Arcos, José Joaquín Ugarte y otros oficiales europeos, confiscando las propiedades de los españoles y sometiendo la autoridad de la provincia al capitán general 1

Rogelio Dolores García O. Revilla and Laredo, Waco, Texas, 1970. p.

2

3

Saldívar, El primer diputado…op. cit. p. 131. Miquel i Vergés, op. cit. p. 131.

18.


96 insurgente Mariano Jiménez. Esta sublevación llevada a cabo un poco después de la batalla del Puente de Calderón, dio a los insurgentes el dominio de todo el norte de México y el capitán Casas tuvo una importante intervención en la cesión del mando militar de los ejércitos independientes a Allende, según declaración rendida por el propio Hidalgo en los autos del proceso que se le instruyó en Chihuahua. El poder de Juan Bautista Casas en Texas fue efímero, pues la noche del primero de marzo del mismo año el subdiácono de Béxar Juan Manuel Sambrano seguido de Ignacio Pérez, José Antonio Salcedo, Erasmo Seguín, Martín Beramendi, Francisco Ruiz, teniente Miguel Múzquiz, Luis Galán, José María Sambrano, José Ángel Navarro, Gabino Delgado y otros, dieron un golpe de mano apoderándose del cuartel de la milicia aprehendiendo a Casas y a los principales insurrectos. Después de dominar el cuartel de milicias la gente de Sambrano entró a Béxar y se organizó una junta gubernativa que presidió el propio Juan Manuel Sambrano y que integraron Ignacio Pérez, Miguel de Múzquiz, Luciano García, Santiago Tixerina, Pedro Prieto, Manuel Barrera, Juan José Sambrano, Vicente Gortari, Gabino Delgado, Antonio Sierra y José Antonio Saucedo, este último nombrado secretario. Los propósitos de la junta fueron rendir servicio distinguido a Dios, al Rey y a la Patria, sometiéndose al comandante de las provincias, brigadier Nemesio Salcedo. La Junta, después de asegurar el mando de la provincia de Texas, armó una fuerza de quinientos hombres con quienes se trasladaron sus componentes a Laredo el 26 de marzo, declarándose abiertamente en contra de la independencia y poniéndose a las órdenes de Simón de Herrera, gobernador de Coahuila4. Casas fue enviado a Monclova, lugar donde fue fusilado en el mismo mes de marzo. La villa de Croix en Tamaulipas sustituyó su nombre por el de villa de Casas, que actualmente lleva, durante la administración del gobernador Lucas Fernández el 31 de octubre de 1827, en honor de Juan Bautista Casas quien al decir de Toribio de la Torre “era hijo de este pueblo”5. La rebelión de Casas fue un antecedente de la insurrección que encabezó José Bernardo Gutiérrez de Lara en 1812. Cayetano Quintero, el rico hacendado dueño de “El Cojo” y Felipe de la Garza, criollo de Soto La Marina, fueron los brazos del comandante Arredondo. Se distinguieron en las 4 Declaración del 3 de abril de 1811 expedida por la Junta de Gobierno de Texas. 5 Torre, op. cit. p. 180.


diversos hechos

97

filas realistas desde los primeros combates que se liberaron con los insurgentes en diversas campañas habiendo tomado una importante intervención en la batida que se dio a los rebeldes en la frontera de San Luis Potosí y Nuevo Santander. Quintero y de la Garza fueron comisionados por Arredondo para custodiar la parte alta del amplio distrito que comprende la sierra de Ixmiquilpan, la Huasteca, río Verde, Alaquiens y valle del Maíz. Ambos oficiales tenían el grado de capitanes y sus fuerzas eran de ciento veinte infantes del Regimiento Fijo de Veracruz al mando de Quintero y ciento cuarenta dragones de Nuevo Santander dirigidos por De la Garza, habiéndose establecido el cuartel en valle del Maíz a donde llegaron el 7 de agosto de 18116. Esta fuerza realista, al siguiente día de su llegada, combatió una partida insurgente al mando del indio Rafael y los rebeldes Camacho y Desiderio Zárate, diciendo Quintero en el parte que rindió que “todas las rancherías y cantón las mandó arrasar a fuego Garza…”, agregando que le entregaron “ocho prisioneros que aprehendidos 4 de ellos con sus armas, los he mandado ahorcar hoy y quedaran colgados en esta hacienda (Ciénaga de Cárdenas) para escarmiento de los muchos malvados que hay por estos caminos”7. Días después, el 29 del mismo mes, se empeñó la importante acción de Amoladeras en la que participaron cinco mil a seis mil insurgentes según el parte de Quintero, documento en el que informó a Arredondo haberles quitado armas de todas clases y tomado 86 prisioneros. Esta acciones contribuyeron a la pacificación de la región de la huasteca, habiéndose integrado en las haciendas unidas de gente armada de medias compañías (30 a 50 hombres) o escuadras de 8 plazas de acuerdo con los planes de Calleja, para asegurar el triunfo de la armas realistas y evitar golpes sorpresivos8. Consolidó Quintero sus triunfos derrotando al coronel insurgente Felipe Landaverde, titulado gobernador de la sierra Gorda, quien fue derrotado en la sierra de Jalapa en febrero de 1812. Poco después, en agosto del mismo año, dirigiéndose Landaverde a Real de Zimapán con el propósito de reunirse a las fuerzas de Villagrán, fue aprehendido por gente de Arredondo y fusilado en el acto9. Otro insurgente que actuó en 1812 en el norte fue el famoso “Cantareño” cuyo nombre era José María García y quien capitaneó una partida importante de rebeldes en el área del río Montejano y Aguinaga, op. cit. p. 182. Miguel i Vergés, op. cit. p. 480. 8 Montejano y Aguiñaga op. cit. p. 184. 9 Miguel i Vergés, op. cit. p. 319.

6

7


98 Bravo, junto con Albino García y José Herrera. Esta gavilla fue dispersada por los realistas en 1815. Entre los grupos indígenas del norte, en el área de la antigua villa de Revilla, las llamadas naciones de Carrizos, Pajaritos y Quemados se sublevaron en el año de 1812 proclamando la independencia habiendo sido sometidos. Dice Payno que ese “mismo año las crecientes y avenidas simultáneas de los dos ríos (Bravo y San Juan) ocasionaron una fuerte inundación que tiró casas, destruyó sementeras y se llevó ganados”. Agrega el mismo autor que “el capitán de presidiales D. Ramón Díaz Bustamante, a quien llamaban el capitán colorado, se hallaba situado allí en esa época con trescientos presidiales, tuvo que salir a las lomas con toda la población, que sacó en canoas por en medio de la plaza”10. Los indios repitieron sus acciones hostiles el año de 1819 prolongándose hasta 1823 y después las repitieron en 1836 en plena guerra de Texas. De los Carrizos el mismo autor Payno dijo: “Son altos, robustos, de tez cetrina y con los cabellos largos y trenzados como las mujeres. Están envueltos en una colcha o piel de cíbolo y aún en el invierno no usan otro traje. La tribu se componía en otro tiempo de cincuenta familias…”. El 8 de abril de 1812 el indio insurgente José Julián Canales de la misión de indios Carrizos de Santa Anna de Camargo se dirigió al presbítero Juan B. Cantú y a la Junta Gobernadora del Nuevo Reino de León en Monterrey informando haberse rebelado a favor de la independencia pidiendo instrucciones. Ese mismo día se hizo reconocer comandante del vecindario y misión por el juez, teniendo fuerte apoyo de la población. Las milicias persiguieron a Canales y su gente quienes se refugiaron en la sierra ignorándose su posterior destino. La villa de Santa Anna de Camargo fue fundada por Escandón en 1749. En 1751 sufrió una tremenda inundación que obligó a los habitantes a establecerse temporalmente en un sitio más alto, cinco kilómetros al sur, al otro lado del río San Juan, lugar que se denomina Villanueva11. Después de la batalla de Medina, fuerzas de Arredondo al mando del capitán Serrano, aprehendieron a los cabecillas insurgentes de la misión del Refugio, actualmente Matamoros, Dionisio Sánchez y Máximo de la Cruz. Esta aprehensión se hizo en el rancho del Moquete, habiéndose enviado a los prisioneros a Aguayo donde fueron fusilados el 5 de noviembre de 1813. En Aguayo también se ejecutó al oficial independiente Payno “El Río Bravo del Norte” op. cit. No. 436, p. 14. Sappenfield Essi, “Ghost across the river”, en The Texas Star, Feb. 27, 1972.

10

11


diversos hechos

99

Rafael Hermosillo, a quien aprehendieron en Cadereyta y fue ahorcado el 27 de abril de 181312. Afirma el historiador Arturo González que “cuando Arredondo salió a la campaña de Texas dejó de jefe de esta provincia al mayor de la plaza don Felipe de la Garza, hijo de este estado y jefe de las milicias de Soto la Marina, Santillana (Abasolo) y Santander (Jiménez)”13. El 20 de mayo de 1815 decapitaron en Aguayo a los reos José Pineda, Francisco Barquez, Manuel Antonio Sánchez, Juan Vicente Izaguirre, Nicolás Delgado, Felipe Noriega e Isidora Ovalle, insurgentes que formaron parte de un grupo que actuó en la región de Santa Bárbara, actualmente Ocampo, Tamaulipas. Sus cabezas fueron enviadas a los lugares donde actuaron para intimidar a los revolucionarios. Isidora, heroína tamaulipeca de la insurgencia, auxiliaba a los independientes con alimentos y su decapitación prueba la ferocidad de Arredondo. El mismo día 20 fue decapitado también en Aguayo, Bernardino Lucio “acusado de infidente por el auditor de guerra”14. En el año de 1815 anduvieron activos en la región de Tula grupos insurgentes de indios al mando de las cabecillas Manuel de Jesús Reyes y Francisco Ramos, quienes fueron aprehendidos y decapitados en la villa de Tula, habiéndoseles acusado de haber cometido más de treinta crímenes, los que fueron confesados en la breve sumaria “que se les instruyó” . Al indio Antonio Rodríguez de la misma gravilla se le aprehen­dió y encontró culpable, pero sólo se les castigó con presidio y trabajos forzados en obras públicas por ser menor de edad15. En 1814, el administrador de Tabacos de Monterrey, Melchor Núñez de Esquivel, propuso a Joaquín de Arredondo “entre otros remedios para combatir la miseria que a causa de la guerra de independencia que reinaba en las Provincias Internas de Oriente, abrir al comercio con La Habana algunos de los puertos de Soto la Marina, Río Bravo (probablemente nuestra congregación del Refugio) o Barra de Santiago”16. Revela este

12

13

1931, p. 29.

Torre, op. cit. p. 52. Arturo, González, Historia de Tamaulipas, México, El Lápiz Rojo,

14 Comunicaciones números 323 y 325 expedidas en Aguayo el 2 de julio de 1815 dirigidas por el gobierno provincial al coronel Joaquín de Arredondo. (El autor no da la referencia. N. del E.) 15 Oficios números 107 y 108 expedidos el 15 de diciembre de 1815 en Aguayo por el gobernador interino Juan de Echeandía dirigidos al general Joaquín de Arredondo. (El autor no da la referencia. N. del E.) 16 Rafael de Alba, La república mexicana. Tamaulipas: reseña geográfica y estadística, México-París, Librería de la Viuda de Bouret, 1909, p.40.


100 documento la conflictiva situación social y económica que privaba en las Provincias Internas de Oriente en este tiempo17. En 1812 el jefe insurgente Marcelino García combatió activamente a los realistas en las áreas del bajo río Bravo cercanas a Reinosa, Camargo, Revilla y Refugio. Esta partida independiente fue derrotada por fuerzas de Felipe de la Garza, Perea y Facundo Melgares. El historiador Saldívar afirma que las gentes de Marcelino García ocuparon las villas de Camargo, Revilla y Reinosa y que después de ser derrotados por los realistas se confiscaron los bienes a las personas que apoyaron a los insurgentes y se castigó enérgicamente a los sublevados que fueron aprehendidos18. El mismo año 1812, el alcalde ordinario de segunda nominación de la villa de San Carlos en el centro del territorio de Nuevo Santander, fue sometido a proceso acusado de favorecer a los insurgentes indígenas que se sublevaron en Camargo. Dicho alcalde se llamaba Miguel Morgaín y fue posteriormente indultado. El diecisiete de abril de 1812 Joaquín de Arredondo, general en jefe de los ejércitos de la colonia de Nuevo Santander, informó a Juan Fermín de Juanicotena, entonces gobernador interino de la citada provincia, que fueron las divisiones “al mando de los capitanes Pedro Junco y Antonio Elosua” las que derrotaron “enteramente al infame Landaverde (Felipe) situado en el agostadero de Charcas de un año a esta parte y otros gravillas…”19. Con motivo de las operaciones que llevaban a cabo los realistas combatiendo a los cabecillas insurgentes, el comandante Arredondo ordenó el 8 de junio de 1812 al secretario gobernador José Antonio Guerra obtener para “remonta” setecientos cincuenta caballos cuando menos, disponiendo se recogiera la caballada en los municipios de La Marina, Santilla17 El autor Genaro V. Vázquez refiriéndose a la zona de México fronteriza con Estados Unidos dice: “El norte vivía bajo la amenaza de las incursiones de los indios nómadas, feroces y bárbaros, exterminados hasta después de la Intervención Francesas mediante tarifas y concesiones para cazarlos…”. El mismo autor dijo respecto a la situación social del país que “así continuó cimentándose la irregular distribución de las ciudades y pueblos del país. Lejanos unos de otros; garitas, alcabalas y trancas a la entrada de las ciudades donde al lado de los ricos pululaba una población desarrapada, viciosa e ignorante compuesta por criollos, mestizos y mulatos, estratos o clases sociales que cultivaban, bajo una conformidad aparente, las antipatías, los odios y las grandes pasiones que se desbordaron al proclamarse la independencia”. Genaro V. Vázquez, “El país a mitad del siglo XIX”, en Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, No. 1, tomo LXXVII. 18 Saldívar, El primer diputado... op. cit. p. 139. 19 Diccionario de Insurgentes: op. cit. p. 409.


diversos hechos

101

na (Abasolo) y Santander (Jiménez). Estos caballos se recogían por procedimientos de ventas forzosas pagándose su precio “por medio de libranzas a una de las cajas reales de México, Veracruz o Puebla, pues no puede hacerse en mano por falta de reales…”20. En julio de 1812, operaba una banda de rebeldes, el indio Salgado y “el cojo Manuel García” en el área de El Encinal entre Santander (Jiménez) y San Fernando, habiendo sido batidos por el capitán Guerra a las órdenes del capitán Ramón Díaz de Bustamante21. El 22 de agosto de 1813 murió en el puerto de Acapulco fray Vicente Santamaría, padre Franciscano originario de Valladolid hoy Morelia, que escribió el libro primero de la interesante Relación Histórica de la colonia del Nuevo Santander, Costa del Seno Mexicano el 1792 a expensas de los hijos de José de Escandón, quienes así confirmaban el prestigio del colonizador de Tamaulipas, puesto en tela de duda por algunos con motivo del rompimiento que tuvo con los franciscanos del Colegio de Zacatecas y por razón del proceso que se le instruyó. Vicente Santa María y antes que él Simón del Hierro, ambos padres franciscanos, fueron los primeros historiadores de Tamaulipas, correspondiendo a Santamaría además el honor de haber sido distinguido insurgente. Santa María recorrió el territorio de Nuevo Santander durante año y medio a partir del año de 1790, recogiendo información para su obra. Santa María participó en la conspiración de Valladolid de 1809, y estuvo preso en los conventos de San Diego y Santiago Tlatelolco de la capital de Nueva España desde el año 1810, poco antes de la gran revolución de septiembre. Huyo fray Vicente del convento de San Diego en enero de 1813, dirigiéndose a Tlalpujahua para cooperar con el gobierno independiente de Ignacio López Rayón llamado Junta Suprema Gubernativa, consagrándose a redactar un proyecto de texto constitucional que se llamó Constitución Provisional del Imperio de Anáhuac que es un antecedente importante del la Constitución de Apatzingán22. 20 Copia del oficio enviado por el gobernador Fermín de Juanicotena en Aguayo, con fecha 28 de abril de 1812, al Ayuntamiento de Santander. Archivo Municipal de Jiménez (año de 1812). 21 Copia del oficio enviado por el gobernador Fermín de Juanicotena en Aguayo, con fecha 28 de abril de 1812, al Ayuntamiento de Santander Archivo Municipal de Jiménez (año de 1812). 22 Ernesto Lemoine Villicaña, “Fray Vicente Santa María. Boceto de un insurgente olvidado,” en Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, vol. 1, 1965.


102 Santa María acompañó a Rayón hasta Ario partiendo de este lugar a Acapulco en busca del gran Morelos que allí trabajaba para construir un gobierno constitucional independiente. Carlos María de Bustamante opinó que preferiría el proyecto de Santa María al propio y Morelos conoció dicho documento por lo que evidentemente influyó en sus ideas como también debió haber contribuido al ambiente que privó en el Congreso de Chilpancingo. De él dijo Morelos lo que sigue: “el Reverendo Padre Santa María peregrinó desde Ario hasta éste puerto con el deseo de influir en cuanto estuviese de su parte a beneficio de la patria, pero su avanzada edad, su salud quebrantada y el temperamento maligno le quitaron la vida en la madrugada de ayer, con sentimientos mío y de cuantos conocieron las santidad de sus intenciones”23.

23 Felipe Remolina Roqueñi, La Constitución de Apatzingán, Morelia, Gobierno del Estado de Michoacán, 1965, p. 100.


103 Capítulo IX Mina y fray Servando Francisco Javier Mina, nacido en Idocín de la provincia española de Navarra y Fray Servando Teresa de Mier, originario de Monterrey del Nuevo Reyno de León, con un grupo de mexicanos y extranjeros desembarcaron en el litoral de Tamaulipas, frente a la margen izquierda del río Soto La Marina en su desembocadura, lugar donde existió una pescadería. La expedición de Mina tuvo por objeto contribuir a la lucha por la independencia de México. El movimiento insurgente había entrado en su fase de señalada decadencia después de la muerte de Morelos en diciembre de 1815. Mina era un militar joven, entusiasta y valeroso, demócrata, que adquirió una buena experiencia en organización y combate de guerrillas en la guerra franco española. Su activa y brillante participación en la guerra contra los franceses culminó con su aprehensión y traslado al castillo de Vincennes en Francia. Allí estuvo preso hasta 1814, año en que fue puesto en libertad y se refugió en Londres, donde proyectó su expedición a México. Acompañado con fray Servando a quien conoció en Londres y treinta oficiales italianos y españoles, así como dos ingleses, salieron del puerto inglés de Liverpool el 5 de mayo de 1816 en la fragata Caledonia1. Llegaron a la costa de Texas al puerto de Galveston y de allí partió el general a Nueva Orleáns, centro entonces de conspiración revolucionarias. Posteriormente estuvo en Hampton Roads y Norfolk de donde se dirigió por tierra a Baltimore, para pasar a Nueva York y Filadelfia en busca de voluntarios y recursos para reforzar su expedición. En Baltimore compró un bergantín armado, piezas de artillerías de campaña, uniformes y equipo militar, habiéndose fletado una escuna y el mismo buque en el que vinieron de Europa. Mina salió el 27 de septiembre de 1816 de Baltimore en el bergantín hacia Puerto Príncipe en Haití, donde recibió auxilios y la simpatía del general Peitón, presidente de esa república. La escuna se perdió porque encalló en Haití, pero el navío y el bergantín armado hicieron vela hacia la isla de San Luis (Galveston) a donde llegaron el 24 de noviembre, después de treinta días de navegación, habiendo estado en la isla de Gran Caimán donde se abastecieron de tortugas. Al llegar a Galveston se aprestaron a armar la expedición a México.

1

Alamán, op. cit., t. IV. p. 512.


104 ¿Quién financió la expedición de Mina y con que propósitos? Fray Servando dijo al respecto: “De Londres vinimos el General Mina y yo sobre tratado hecho con los comisionados del Gobierno de los Estados Unidos que habían resuelto declarar la guerra a España a favor de la independencia de México. No se había verificado cuando llegamos a Norte América, porque el ministro de México no se había presentado en Washington. Pero el Gobierno nos recomendó al comercio de Baltimore, y estábamos levantando una expedición brillante, que desde entonces hubiera dado libertad a la patria, cuando la noticia esparcida por Toledo, de haberse disuelto el Congreso de Tehuacán, nos arruinó enteramente. Solamente pude conseguir de mi amigo mister Daniel Smith el préstamo de ciento veinte mil pesos, y con esto trajimos la pequeña expedición con que Mina y yo desembarcamos en Soto la Marina”2. Por su parte Mina expresó: “El grito de todos los españoles capaces de raciocinio y de los innumerables que han emigrado, es que en América ha de conquistarse la libertad de España. La esclavitud de ésta coincidió con la conquista de aquélla, porque tuvieron con que asalariar bayonetas; sepárese la América, y ya está abismado el coloso del despotismo; porque independiente de ella, el rey no será independiente de la nación. México es el corazón del coloso, y es de quien debemos procurar con más ahínco la independencia. He jurado morir a conseguirla: vengo a realizar, en cuanto esté de mi parte, el voto de los buenos españoles, así como el de los americanos”. En el mismo documento, escrito por Mina en Baltimore un día antes de partir agregó: “Mi principal objeto para arribar a este puerto fue creer que estaba aquí el señor Herrera, Plenipotenciario de esa República, con quien pensaba acordar mis medidas, conforme a la situación y circunstancias ¡con cuánto dolor he sabido al fin la violenta disolución del congreso, la anarquía y tantos males que alejan el orden y, por consiguiente, el fin de los padecimientos! Sabido aquí, me han dañado a mí también para los avances necesarios del dinero, en estos países escasísimo… Habría deseado partir de aquí con un número de tropas aún más crecido, pero tengo ya empeñado mi crédito en más de de cuatrocientos mil pesos. Con cien mil pesos más, desembarcaré de modo que el éxito sea infaliblemente feliz: y si logro hacer efectivo el pagamento, a lo menos en parte, al hombre generoso que arrastrando todos los 2 Discurso pronunciado por fray Servando Teresa de Mier en la sesión del 15 de julio de 1822 al ocupar su asiento en el Congreso General Constituyente. Servando Teresa de Mier, Memorias, t. II, México, Editorial Porrúa, 1946.


mina y fray servando

105

peligros, ha expuesto su fortuna y el crédito de su casa por salvar a México…”3. Las expresiones anteriores revelan claramente la relación de la expedición con el gobierno de Estados Unidos y su suerte ligada con las circunstancias del destino de los insurgentes después de la muerte de Morelos y el decaimiento del movimiento independiente de México en ese tiempo. Mina se refirió concretamente a Dennis A. Smith a quien lo cita en la posdata del documento referido. En Inglaterra, políticos del partido Whig auxiliaron a Mina habiendo intervenido a su favor Lord Holland y el general americano Winfield Scott quien le aseguró que tendrían ayuda oficial del gobierno de Estados Unidos44. En Baltimore, Smith convocó a comerciantes liberales amigos y obtuvo el grueso de la financiación habiendo contribuido a ella el doctor Pedro Gual, ministro insurgente de Nueva Granada, Miguel Santa María que fue secretario de Ramos Arizpe, Revenga, secretario de Bolívar y el intelectual Manuel Torres55. No obstante que Mina no contó con todo el respaldo económico que esperaba obtuvo recursos suficientes para costear la expedición. El propósito de comunicarse con José Manuel de Herrera, representante del famoso Congreso Mexicano de Morelos, revela que Mina y fray Servando alentaron desde un principio la idea de unirse a los insurgentes que quedaron de las fuerzas de Morelos y obtener apoyo de Estados Unidos, recursos que se veían obligados a hacer valer quienes proyectaron luchar contra el absolutismo de Fernando VII. No se puede negar que el gobierno de Estados Unidos tenía interés en la independencia de México y en apoyar al movimiento insurgente, bastando recordar que Luis de Onís, embajador de España en Washington, así lo hizo ver al virrey Apodaca en notas reservadas que envió el 14 de febrero y el 3 de abril de 1812, documentos que revelan los proyectos de Estados Unidos previstos proféticamente a la larga distancia respecto a Texas, la parte de Nuevo Santander comprendida entre el río Bravo y el río Nueces, Nuevo México y otras provincias de Nueva España66. 3 Carta de Mina en Baltimore pidiendo se le proporcione dinero, del 9 de septiembre de 1816, reproducida en la monografía histórica de Antonio Rivera de la Torre, Francisco Javier Mina y Pedro Moreno, México, Dirección General de Educación Pública, 1917. 4 Martín Luis Guzmán, Javier Mina. Héroe de España y México, México, Compañía General de Ediciones, 1966, p. 210. 5 México a través de los Siglos: op. cit. t. III. p. 56. 6 Luis de Onís, Memoria sobre las negociaciones entre España y los Estados Unidos de América, México, Editorial Jus, 1966. p. 183.


106 Verdad es que con independencia de los intereses que se juegan en toda acción humana de relieve, Mina es considerado por los historiadores imparciales como un patriota en España y en México como un héroe de la insurgencia. Basta ubicarnos en el tiempo que actuó Mina y se le justifica y aplaude plenamente, primero en su lucha contra los franceses, después en su posición frente al absolutismo de Fernando VII y por último en su heroica acción en México, orientado siempre por sus ideas demócratas y su radical postura frente a la monarquía absoluta y la dictadura. Dice Robinson que al llegar a Galveston procedente de Haití, “el general encontró allí al comodoro Aury y como prevalecían a la sazón los vientos del norte, peligrosos en aquella costa, se dieron las órdenes necesarias para el desembarque de la expedición. Los buques no podían entrar cargados por falta de agua en la barra. Fue preciso pues, descargarlos y depositar los pertrechos en un casco de buque anclado en el puerto”7. Mina envió el buque y el bergantín a Nueva Orleáns. Reforzó sus tropas con aventureros y piratas que operaban en la costa del Golfo de México, siendo el apoyo del comodoro Aury muy importante. Aury, personaje pintoresco, era considerado como gobernador insurgente de la provincia de Texas y general nombrado por el padre José Manuel Herrera quien había sido vicario del ejército de Morelos, diputado del Congreso de Chilpancingo y embajador del gobierno revolucionario insurgente en Nueva Orleans en 1816. Aury tuvo muy importantes acuerdos con Mina y el padre Mier en dicho puerto, donde compró el general la fragata llamada Cleopatra y el bergantín Neptuno, embarcaciones que juntamente con las de Aury formaron la flotilla expedicionaria. La fragata Cleopatra sustituyó al buque Caledonio que habían fletado en Londres por contrato a tiempo determinado cuyo término había concluido8. Integrada la flotilla, Mina esperó noticias del padre Mier que expedicionó en una escuna muy rápida con rumbo a Boquilla de Piedras en Veracruz, con el propósito de hacer contacto con Guadalupe Victoria que mantenía el fuego de la independencia en Veracruz para ver la posibilidad de desembarcar allí. El padre Mier descubrió que Boquilla de Piedras estaba ocupada por los realistas y después de tratar de hacer contacto en Nautla, regresó la escuna a Galveston pues Nautla también estaba en manos de los realistas. Mina congregó 300 hombres entrenados, habiendo zarpado hacia el litoral de Nuevo Santander el 11 de abril de 1817.

7

8

Torre, op. cit. p. 64. México a través de los Siglos, op. cit. t. III. p. 562.


mina y fray servando

107

La flota expedicionaria se componía de la escuna armada del comodoro Aury, la fragata Cleopatra, dos bergantines que apresó Aury, el bergantín Neptuno, la escuna Elena Tooker y un buque pequeño. En la Cleopatra viajaba Mina acompañado de la guardia de honor y el estado mayor. Los barco de la expedición en su trayecto se acercaron a la desembocadura del río Bravo, lugar desde donde fueron avistados por los vigías del comandante Arredondo que estaban advertidos de un posible desembarco. La fragata Cleopatra fondeó frente a dicha desembocadura y en una lancha desembarcaron cinco oficiales dirigidos por el mayor Sardá y veinte soldados para “hacer aguada” y reconocer el terreno. Los barcos traían bandera española enarbolada, de suerte que en la costa creyeron en un principio que se trataba de embarcaciones de la flota real. Los marineros al mando de Sardá pudieron embarcar agua con muchas dificultades por la poca profundidad de la barra y también trasladaron doce cabezas de ganado y algunas piezas de caza para abastecimiento de la tripulación. En la operación naufragó un bote y se ahogó el oficial catalán Dallarés, adicto a Mina. Dos de los marineros que desembarcaron llamados Isidro Garza y Francisco Sáenz desertaron presentándose a las autoridades realistas ante quienes declararon ser respectivamente de Saltillo, Coahuila y de Mier, Tamaulipas. Estos desertores proporcionaron información sobre las fuerzas de Mina, su grado de adiestramiento, los propósitos y destino de la expedición. La breve escala frente al río Bravo fue el día 15 de abril. El 19 de abril del año citado, no sin sufrir una travesía difícil porque se dispersaron los buques y sufrieron privaciones por escasez de alimento, desembarcaron los expedicionarios en al desembocadura del río Soto La Marina, que describió James A. Brush en su diario de campaña como sigue: “La embocadura del río de Santander (léase Soto La Marina) es sumamente estrecha y tiene una barra, por la cual no pueden pasar buques que calen más de seis pies. El terreno inmediato a las orillas, pantanoso en extremo y cubierto de lagos y caños más o menos profundos. Pasada la barra, el río se ensancha, mas después se vuelve a angostar hacia la ciudad de Soto La Marina. Es navegable para los buques que han podido pasar la barra hasta corta distancia de esa ciudad, donde el agua es tan escasa que apenas los botes que sean pequeños pueden navegar. El pueblo de Soto la Marina está situado en una elevación (especie de meseta), a la orilla izquierda del río y dista 18 leguas de la embocadura”9.

9

Rivera de la Torre, op. cit. p. 25.


108 Venía con el general tamaulipeco Anselmo Hinojosa originario de Santander (Jiménez), que había sido vecino de Soto La Marina, sólo que no sabía del cambio de ubicación de la villa río arriba verificando en el año de 1810, habiéndose sorprendido los expedicionarios de este hecho, así como de la fuerte sequía e intenso calor que afectaba la región en esos días. Felipe de la Garza, comandante de armas de la villa de Soto La Marina con el grado de entonces de teniente coronel, tuvo noticia inmediata del desembarco, pues dos de sus hombres simularon incorporarse a los insurgentes cuando pusieron pie en tierra y poco después se fugaron con valiosa información. Por otra parte el teniente de milicias alférez Agustín de la Garza con una partida de tropa, comisionado frente a la barra, se dio cuenta del desembarco y lo reportó a la comandancia en Soto La Marina. Las fuerzas de Mina se dirigieron hacia la villa de Soto La Marina río arriba, por agua y por tierra, habiendo entrado a la villa el 23 de abril la vanguardia que se componía de voluntarios de la guardia de honor, de la caballería y de un destacamento del primer regimiento de línea a las órdenes del mayor Sardá sin oposición, pues Felipe de la Garza “con la guarnición y algunas familias evacuó el pueblo cuando tuvo noticias de las fuerzas que se acercaban. A la entrada del pueblo, la división fue recibida por el cura que la acogió con los brazos abiertos”10. Voluntarios de la región y algunos militares realistas se agregaron a las fuerzas de Mina, entre ellos destacaba el coronel Valentín Rubio, su hermano el teniente Antonio Rubio y el mayordomo de lavadores Martín de León quienes prestaron importantes servicios a la fuerza expedicionaria y sobre todo abastecieron de caballos a la columna de Mina, lo que permitió su salida de Soto La Marina. El cura de Soto La Marina era fray Manuel Marín de Peñalosa, quien después de la aprehensión de fray Servando declaró en su contra, habiéndose atendido esta declaración para seguirle juicio inquisitorial. El doctor Mier, al decir del historiador José Eleuterio González, dirigió una encíclica “a sus parientes los Guerras, Garzas y Treviños, destinada a probar que la independencia en nada se oponía a la religión”. No conozco este documento, pero se público en el número 4, tomo VII, segunda serie del Boletín del Archivo General de la Nación, el texto completo de una carta dirigida por fray Servando a Felipe de la Garza en la 10 Proclama de Francisco Javier Mina impresa en Soto La Marina, Tamaulipas del 25 de abril de 1817 (primer documento impreso en Tamaulipas). Torre, op. cit., p. 76.


mina y fray servando

109

que le da el tratamiento de “estimado primo” y le dice “Primo, yo soy su carne y su sangre, tengo por acá toda mi familia y no puedo menos que decirle toda la verdad…”. En esta carta el doctor Mier expone su opinión sobre la debilidad del gobierno español y de su flota, asegurando que “la patria, al cabo ha de ser libre…”y que ni la “imponente España, pero ni toda Europa podrían esclavizarla”. También en el propio boletín aparece la carta que en la misma fecha envió el general Mina a De la Garza invitándole a venir a su lado y tener “la gloria de ser uno de los libertadores”. Aury se retiró poco después del arribo a Soto La Marina, llevándose consigo al coronel de caballería Rundth, quien dimitió su cargo y fue sustituido por el mayor Maillefer. Al retirarse la flota de Aury, permanecieron únicamente frente a la barra la Cleopatra y la Ellen Tooker, pues el Neptuno fue echado de costado en la playa para aprovechar su madera, y pertrechos en la construcción del fuerte en Soto La Marina. El gobierno español, al tener noticia cierta de la importancia de la expedición preparó un doble ataque por mar y tierra. Una flotilla de guerra compuesta por las fragatas Sabina y las escunas armadas Belona y Proserpina, bajo el mando de Francisco de Berenguer y por orden directa del virrey Apodaca atacó los barcos que quedaban a los insurgentes el 17 de mayo del mismo año, logrando huir a salvo la goleta Ellen Tooker; pero la Cleopatra fue abordada por los españoles, pues los pocos marinos insurgentes que estaban a bordo abandonaron el buque al momento del ataque. Los realistas trataron de llevarse el barco abordado como presa, pero los daños que le resultaron al Cleopatra por el cañoneo los hicieron desistir de su propósito y le prendieron fuego. Por dichos suceso quedó la división de Mina sin apoyo naval. La flotilla española después del ataque, se hizo a la mar tras iniciar un intento de desembarco que no se consolidó por virtud de que los españoles estimaron que la fuerza de Mina era muy grande en la costa, al ver las múltiples tiendas de campaña y pertrechos que estaban en la playa cerca de la barra. Los españoles celebraron su triunfo naval con júbilo en el interior del territorio. Por tierra los españoles fueron cautelosos y prepararon un ataque a fondo a la fortaleza de Soto La Marina, congregando sus fuerzas dispersas y esperando el apoyo de Arredondo, comandante de la Provincias Internas de Oriente. La gran extensión de Nuevo Santander y lo poco poblado de sus villas y sitios determinaron que la organización militar colonial fuese de tipo disperso y volante de manera que no era aconsejable


110 atacar a la milicia de Mina de inmediato, sin exponerse a un fracaso que políticamente hubiera sido peligrosísimo por la atmósfera de independencia que privaba en toda la nación muy particularmente en Nuevo Santander. Por ello pudo salir Mina de Soto La Marina y tuvo tiempo de organizar su grupo, equiparlo con caballada y reclutar gente. La propia villa de Soto La Marina y el pueblo de Croix (después villas de Casas), no obstante la poca población con que contaban, se distinguieron al proporcionar a los expedicionarios del general Navarro trescientos voluntarios que hicieron posible sus primeros triunfos, pues un centenar de ellos contribuyó a la defensa del fuerte y doscientos siguieron a Mina en su incursión como lo expresó el propio virrey Apodaca en la proclama del 17 de julio de 1817 en la que dijo que salió “el traidor de Mina con trescientos de los aventureros y doscientos paisanos de la cercanías de Soto la Marina…”. No es cierto que Felipe de la Garza hubiese permitido la salida de Mina por virtud de una “valedura masónica”, como lo pretende superficialmente, sin ningún apoyo documental, el padre Mariano Cuevas en su Historia de México, pues fueron las condiciones y hechos antes señalados los que determinaron el acontecimiento. Al ser ocupada la villa por el pequeño destacamento de Mina se instituyeron autoridades civiles y se instaló la primera imprenta de Tamaulipas. J. Samuel Bangs, originario de Boston, fue el primer impresor, estando la imprenta bajo la dirección del doctor Joaquín Infante, poeta de la Habana, quien fungía además como auditor de la expedición. La prensa, de modelo portátil, hecha con piezas de hierro y madera, estaba provista de buen tipo de letra y fue adquirida por Mina en Inglaterra. Esta imprenta, por virtud de una serie de circunstancias azarosas fue la primera que se operó en Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila y Texas, prestó servicios por más de un siglo y se conserva celosamente en la ciudad de Monterrey. Bangs fue un personaje interesante. Sobre su vida activa se han escrito diversas monografías destacando la de Vito Alessio Robles llamada La primera Imprenta en las Provincias Internas de Oriente y Pionero Printer de Lota M. Spell, editada recientemente por la imprenta de la Universidad de Texas. En Soto La Marina se imprimió la conocida canción patriótica del doctor Infante que empieza así: “Acabad Mexicanos, de romper las cadenas, con que infames tiranos, redoblan vuestras penas…” Otra canción, redactada por fray Servando, que no llegó a imprimirse, decía: “La patria, Americanos, nos llaman a su bandera, y a destruir los tiranos su trompeta gue-


mina y fray servando

111

rrera…” Se imprimieron también en la villa tamaulipeca el 25 de abril el Boletín I de la División Auxiliar de la República Mexicana y una proclama de Mina, de fecha 18 de mayo del mismo año de 1817, dirigida a los soldados que servían al rey Fernando VII. Representan estas publicaciones un gran interés para nuestra historia local en tanto que marcan el noble inicio de la imprenta en una proclamación de libertad. Soto La Marina vivía jornadas de intenso trabajo y dedicación por la causa independiente. Pintoresco grupo humano integraba la expedición de Mina: Oficiales y voluntarios de distintos rangos y nacionalidades, aventureros, idealistas, los valientes tamaulipecos de Croix y La Marina que se incorporaron entre los que destacó el mayor Castillo, el impresor Bangs, el poeta cubano Infante y fray Servando, inquieto y talentoso patriota, quien vestía ropas de color morado y al decir de Alessio Robles “recorría todos los lugares cubriéndose de los rayos solares con un paraguas verde”. También figuraba dentro del grupo expedicionario una mujer francesa conocida Madame Lamar, quien durante el traslado de los presos y después, en los días de cautiverio, fue paño de lágrimas de los que fueron conducidos a San Luis de Ulúa. Durante el tiempo de la ocupación, que fue de intenso calor y sequía, evidentemente era Soto La Marina la capital de la insurgencia nacional. ¿Por qué escogió el general Mina la Barra de Soto La Marina para desembarcar? Fray Servando reveló algún tiempo después que Mina conoció en Nueva Orleáns a un tamaulipeco, vecino de Soto La Marina, llamado Anselmo Hinojosa, quien se unió a la expedición e influyó en la decisión por motivos que no se han podido determinar históricamente. Por cierto que Mina recibió de Hinojosa datos sobre la primera ubicación que tuvo la villa, sorprendiéndose al darse cuenta del cambio de localización que se había hecho en 1810. Las patrullas de la división auxiliar de Mina incursionaron activamente en territorio tamaulipeco acercándose en una ocasión a la capital de la colonia que lo era villa de Aguayo, llegando a ocupar por unas horas las villas de Croix y de Santander en acciones de importancia. El gobierno colonial evacuó Aguayo la noche del 29 de abril, temeros de un asalto a fondo de los insurgentes. En un ataque de cierto relieve táctico, en el rancho de “La Puerta”, los expedicionarios infligieron a las fuerzas de Felipe de la Garza treinta y cinco bajas, entre ellas once muertos. Mina empezaba a hacer sentir su fuerza; las tácticas móviles de sus destacamentos en operaciones menores demostraban eficacia y poder de penetración.


112 El dieciséis de mayo del mismo año de 1817, el teniente coronel Valentín Rubio entró y ocupó Santander, hoy Jiménez, “con cincuenta y tres hombres bien armados”, para evacuar la plaza al día siguiente, según lo informaron al comandante Arredondo Manuel de Alcalá y al capitán Luciano García. Los días transcurrían y los ejércitos antagónicos preparaban sus acciones militares. El general de Navarra organizó su fuerza punitiva para penetrar a profundidad, con una rapidez digna de las modernas tácticas militares, en el interior del país, romper la relativa quietud existente y cambiar la crítica situación de los grupos insurgentes, acentuada a partir de la muerte del llorado Morelos. Pertrechó Mina poco más de 300 hombres para su marcha y quedaron fortificados en la villa 100 insurgentes al mando del mayor José Sardá, quien disponía sólo de dos morteros y otras piezas ligeras de campaña para defenderse de 2000 soldados de Arredondo con 17 cañones, que marchaban desde Monterrey, con fuerte apoyo de flanco en Altamira, donde se congregaron 800 realistas. Contra esas fuerzas coloniales cercanas al núcleo insurgente y contra toda la estructura militar, política y administrativa se preparaban los hombres de Mina para una aventura fincada en el ideal de la libertad que pudo conducir más allá de lo posible. Antes de que Mina dejase la villa y que ésta fuese sitiada desertaron de la insurgencia el coronel Perry, el mayor Gordon y cincuenta soldados dando un tremendo golpe interno a la división auxiliar. Perry había luchado a lado del tamaulipeco José Bernardo Gutiérrez de Lara cuando éste ocupó la ciudad de Béxar (San Antonio), en marzo de 1813, humillando a las autoridades españolas. La participación y conducta de Perry en la expedición de Mina están envueltas en circunstancias obscuras y dudosas. Lo cierto es que desertó y su suerte fue desgraciada, pues cerca de Matagorda, en el litoral de Texas, el grupo que mandaba fue totalmente exterminado, suicidándose antes el desastre a que llevó sus hombres. Las autoridades realistas se preocuparon por las repercusiones políticas del desembarco de Mina y sus hombres al percatarse de que en Nuevo Santander se unían a la expedición importantes núcleos de voluntarios. Arredondo expidió una proclama dirigida precisamente a los habitantes de Nuevo Santander. Fue en el trayecto en Monterrey a Soto La Marina, en cerro de Santiago, donde el jefe realista dictó el mensaje. “Proclama del Comandante Joaquín de Arredondo” “Habitantes de esta provincia de Nuevo Santander, así hombres de cualquier estado o condición que sean; Vuestro General os Habla: Aquel mismo jefe puesto por el Soberano


mina y fray servando

113

legítimo que en los años de 1812 y 1813 tuvo la gloria de libertaros de los rebeldes insurgentes, que en parte os habían descarriado o perdido, aquel que en la campaña de Medina supo en pocas horas destruir las gavillas de ladrones asesinos que reunió el soberbio e infeliz Toledo. Escuchadme atentamente, mirad que os quiero como padre, os amo como a hermanos y os he administrado la justicia como representante de nuestro amado Rey y Señor, el piadoso y Amadísimo Fernando, sin que nada haya tomado para sí de nuestros bienes y fortuna “Una reunión de hombres ineptos, que han sido arrojadas por la perversidad de sus inclinaciones, de sus propias patrias, ha desembarcado en el puerto de Soto la Marina, bajo la dirección del rebelde y codicioso Javier Mina, a quien acompaña Fray Servando Mier y Noriega (hijo por desgracia de estas provincias), hombre seductor que ha sido procesado por el Santo Tribunal de la Inquisición y por sus malas inclinaciones no ha podido subsistir en nuestra Madre Patria, ni en los reinos de Francia e Inglaterra, esos dos hombres, víboras rabiosas, intentan engañarnos, aparentando que os vienen a dar libertad y haceros felices, al mismo tiempo que os llenarán de esclavitud y miseria, os harán olvidar la Santa Religión de vuestros padres y se burlaran de vosotros, si les dan auxilio para que logren su traidora empresa; para libertaros de tan males, me he visto precisado a desenvainar la espada contra ellos y reunir a los valientes soldados que estaban gozando tranquilidad y sosiego en el seno de sus familias. Más de mil cuatrocientos hombres me acompañan, ansiosos de lavar con la sangre de esos inicuos la tierra que han manchado con sus delitos, y como dos mil quinientos vienen corriendo desde el virreinato a mi auxilio, y el de todos los buenos que hay en la jurisdicción de mi mando. Nada se debe temer a esos pocos aturdidos, que creyeron seducir a todos los pueblos y que mis fuerzas eran importantes; alentaos, pues, fieles españoles y también aquellos pocos desnaturalizados que se han revelado contra Dios y contra el Rey, pues dentro de breves días cantaremos himnos de gracias y alabanzas al Dios de los ejércitos, y gozaremos las delicias de una completa tranquilidad, mediante vuestra fidelidad y del poderos patrocinio de la Madre de Dios, Nuestra Señora del Carmen, que es la generala de las Provincias Internas de Oriente. Porque vean cuán piadoso y benigno es el Gobierno que Dios ha dado a los españoles, ofrezco a nombre del Rey Nuestro Señor, bajo ---mi palabra de honor--- (que ha sido fielmente cumplida) perdonar a todos los desertores que existen en esta provincia y se me presenten, con armas o sin ellas, y a todos aquellos miserables desgraciados que olvidan


114 las obligaciones de cristianos y de vasallos se han unido a la gavilla del traidor rebelde Mina, con tal que se me presenten a mis oficiales, y no hayan por si hecho derramar sangre humana. También obtendrán perdón y serán bien tratados todos aquellos españoles y extranjeros que han venido engañados en compañía de Mina y abandonado sus negras e inicuas banderas se presenten en mi campamento, o a cualquier de los jefes u oficiales de mi ejército. “Todo esto lo hago, no porque tenga el más mínimo recelo, en destruir y acabar con esa gavilla de traidores, sino porque es bien constante y notoria la piedad y clemencia de nuestro Soberano, y deseo imitarle; y porque es contrario a los acontecimientos de mi corazón el quitar la vida a mis semejantes, siempre que haya algún medio de colocarlos en el camino de la justicia, así como se venga con esfuerzo y valor las ofensas hechas al Rey y a la Patria”. Campamento del Cerro de Santiago, 18 de mayo de 1817. Joaquín de Arredondo. Pedro Simón del Campo. El virrey Apodaca prestó gran atención al problema político y militar creado por la expedición de Mina, puesto que los éxitos del grupo insurgente podrían implicar el resurgimiento del movimiento de independencia que había sufrido un fuerte colapso después de la aprehensión y muerte del ilustre cura Morelos. Por la diversa correspondencia cambiada entre Apodaca y Arredondo en relación con la lentitud de los preparativos de éste para atacar el fuerte de Soto La Marina y ante el fracaso de las armas realistas al no poder detener los movimientos de Mina, se viene al conocimiento de que Apodaca no estuvo conforme con la actitud de Arredondo, lo que culminó con su destitución temporal y la designación interina a favor del gobernador intendente de Zacatecas, José Gayangos, el 12 de junio de 1817. Apodaca envió a Gayangos instrucciones reservadas con esa fecha en las que le ordena pasar a “cuchillo a cuantos caigan en sus manos, como traidores al Rey y enemigos públicos”; instrucción que permite entender los fundamentos que tuvo Arredondo para violar la capitulación de Soto La Marina. La destitución de Arredondo quedó sin efecto, pues al enterarse Apodaca de la capitulación del fuerte de Soto La Marina que se rindió el quince de junio por la tarde, expidió contra orden, permaneciendo el comandante en su cargo hasta el año de 1821. Las instrucciones referidas se transcriben a continuación: “Muy Reservado. “Sr. Brigadier don José de Gayangos, Gobernador Intendente de Zacatecas:


mina y fray servando

115

“He nombrado a V. S., por la confianza que me merece para Comandante General interino de las Provincias Internas Orientales, en relevo del señor Brigadier don Joaquín de Arredondo, quien en virtud de la adjunta orden que pondrá en sus manos, entregará a V. S., dicho mando, lo dará a reconocer a las tropas, Gobernadores de las provincias y demás jefes políticos y militares a quienes toque, y pondrá a disposición de V. S., cuantos objetos dependen de dicha Comandancia. “Al efecto, dejando V. S., el mando político de esa provincia al Asesor Teniente Letrado, con arreglo a la Ordenanza de Intendentes y el militar al jefe u oficial a quien corresponda por su grado y antigüedad, avisándome el que sea, se trasladará sin perder momento y a marchas dobles, al paraje en que se halla el señor Arredondo, que probablemente será la Colonia del Nuevo Santander, y recibirá al expresado mando inmediato. “En el archivo de dicha comandancia encontrará V. S., órdenes e instrucciones que ha dirigido esta Superioridad y que le servirán de gobierno en los casos que ocurran. “Debe V. S., estar instruido de que el día 23 de abril último, desembarcó el traidor Mina en Soto la Marina, cuatrocientos o quinientos hombres con artillería, municiones y otros efectos de guerra; que el 18 de mayo, a consecuencia de mis órdenes, fue destruida por la expedición naval que hice salir de Veracruz, la flotilla de aquel rebelde que se hallaba fondeada en dicho punto, como manifiesta la gaceta extraordinaria que incluyo a V. S., por si no hubiera recibido las que le envié por el correo ordinario. Desde el 30 de abril que tuve los primeros anuncios de haberse avistado los malvados en la embocadura del río Grande del Norte, expedí las órdenes más estrechas para que el señor Arredondo los batiese y destruyese sin perder momento, ni darles lugar de internarse ni alborotar las provincias, socorrí a dicho jefe con caudales y obuses de siete pulgadas, además de ocho cañones que sacó de Monterrey, municiones, tabacos y otros efectos, y envié en su auxilio el Regimiento de Fernando VII de línea. “El 2 de mayo, que recibí la primera noticia del desembarco de los malvados, hice marchar a Tampico y la Colonia de Nuevo Santander al Señor Coronel don Benito de Armiñan, Comandante General de la Huasteca, con el Regimiento primero Americano, los restos del de Extremadura y una sección de Tulancingo, a cargo del Teniente Coronel Piedras, poniéndose a las ordenes de dicho jefe doscientos ochenta y dos Dragones de la Nueva Vizcaya, que de antemano marcharon de San Luis Potosí al pueblo de Altamira.


116 “Reiteré mis órdenes al Señor Arredondo para que atacase y destruyese al enemigo, y le envié con el capitán Don Cristóbal Villaseñor, ciento cincuenta caballos que estaban en San Luis de la Paz. “Dadas estas provincias, esperaba yo que los traidores quedasen exterminados en los primeros días de su desembarco, pero habiéndose verificado y habiendo recibido ayer noticias de que el rebelde Mina se dirigía al Valle del Maíz y la Huasteca, previne a los Señores Arredondo y Armiñan le sigan los pasos aceleradamente, y lo ataquen y destruyan donde quiera que lo alcance; hice marchar de Querétaro al Potosí al Batallan de Navarra, para que si se internaren por aquella provincia le salga al encuentro, reforzado con competente caballería, y por último despaché de esta capital un batallón de órdenes militares para que se situé en Huejutla y bata a los traidores, si en efecto se dirigen por allí. “En este estado, al preferente y primer cuidado de V. S., luego que se encargue del referido mando, será destinar a Soto la Marina, u otro punto en que los aventureros, se hayan fortificado, la fuerza que juzgue necesaria para impedir que se internen, ni hagan correrías por el país, y si fuera posible atacarlos, allí antes que por algún accidente logren fugarse en algún corsario, y con la restante seguirá V. S., rápidamente sobre el perverso Mina, por el rumbo que haya tomado y lo atacará decididamente donde lo encuentre, pasando a cuchillo a cuantos caigan en sus manos, como traidores al Rey y enemigos públicos. “Sabido por las noticias que V. S., tomará, el punto en que se halle el señor Armiñan, dirigirá a este jefe repetidos avisos de sus marchas y operaciones, y combinarán entre si las que sean más oportunas para la destrucción de los aventureros. “Estos, según todas las noticias con que me hallo, no exceden de quinientos, y habiendo dejado Mina alguna fuerza en Soto la Marina para guardar la fortificación que se dice había construido allí, resulta necesariamente que ni la que dejó, ni la que lleva consigo pueden resistir a mil cien hombres que el señor Arredondo había reunido, cerca de cuatrocientos que tiene el Regimiento de Fernando VII y ciento cincuenta que condujo Villaseñor, que todos deben quedar las ordenes de V. S., sin contar en este número la división del señor Armiñan, que no debe bajar de ochocientos infantes y cuatrocientos caballos, y sin contar tampoco con los batallones de órdenes y Navarra, abocados al enemigo en Huejutla y San Luis. “Por estas expediciones conoceré V. S., que extiendo sobre los malvados casi ocho tantos más de fuerza de la que ellos


mina y fray servando

117

tienen, no falta otra cosa para destruirlos que buscarlos donde se hallen y atacarlos con decisión; y en consecuencia reitero a V. S., que sin perder instante tome las medidas que llevo expresadas, dividiendo con tino y prudencia sus fuerzas, de manera que los que han quedado en Soto la Marina no salgan de allí, ni escape ninguno, y que los que siguen al traidor Mina queden destruidos antes que puedan internarse, ni se le reúnan las gavillas de lo interior, que en mi concepto el desesperado plan que ha formado ese miserable colegial de Zaragoza, viendo perdidos sus buques y sin esperanza de fugarse por el mar. “Yo confió del celo de V. S, y de su amor al servicio del Rey, que corresponderá a mis esperanzas y concluirá a mi satisfacción con esa chusma de aventureros, respecto a la fuerza y auxilios que pongo a su disposición, y que aumentaré si fuera necesario, dirigiéndome repetidos partes de cuanto ocurra, y si pudiese ser diariamente, en concepto de que la vía de San Luis por Querétaro está expedita, y también la de la Huasteca por Río Verde y Huejutla. “Dios guarde, etcétera, México, junio 12 de 1817. Apodaca”. La bandera de Mina congregó unidades de campaña inteligentemente articuladas dentro de una organización ágil de tipo europeo, pero que admitió alguna influencia de los militares americanos, sobre todo en estilo y disposición de uniformes. El problema número uno de la división auxiliar fue hacerse de caballos para darle movilidad y empuje a la vanguardia en la planeada penetración dentro del territorio del reino. Al tomarse la decisión de dejar una guarnición en el fuerte y salir en campaña hacia el interior, acampó el general con la fuerza punitiva a una legua de la villa, a la derecha del río y después de unos días de reposo y vigilancia se movilizó el 24 de mayo con más de trescientos hombres bajo la dirección de un estado mayor de once oficiales, incluyendo al general. Los oficiales de Mina, en su mayor parte lo acompañaron al salir de Soto La Marina, destacándose entre ellos Francisco Treviño, Arago, Erdozain, Mayllefer, Steling, Lakin, Young, Nicolson y Daniel Sturt. La división siguió un difícil itinerario con rumbo al suroeste, alejándose de caminos y veredas conocidas, con el fin de cruzar la sierra de Tamaulipas llamada entonces Tamaulipas Baja u Oriental. La primera noche acamparon los soldados cerca de la misión de San José del Picacho Vejarano, en el corazón de la sierra de Tamaulipas, y en el segundo día y su noche se albergaron en dicha misión a donde Mina y la gente de a caballo habían arribado al anochecer de la primera jorna-


118 da. En la misión se abastecieron las tropas de carnes de res y al tercer día cayeron como ráfaga sobre la misión de San José de Palmas, lugar en que se surtieron de importantes pertrechos. El cuarto día llegaron a Horcasitas (actualmente Magiscatzin), lugar donde pasaron el río Guayalejo muriendo en el evento en forma accidental el teniente Gabet. Antes de salir del territorio de Tamaulipas con rumbo a ciudad del valle del Maíz, la columna de Mina asaltó la hacienda del Cojo, propiedad entonces del coronel realista Cayetano Quintero, en cuyos potreros se hicieron los insurgentes de 300 caballos de silla, siendo esta adquisición importantísima para la expedición. El ejercito insurgente cruzó la sierra madre Oriental por las montañas de Tanchipa eludiendo a la fuerzas de Armiñan que se había congregado, unas cerca de Tampico y otra en Altamira. El ocho de julio ocupó Mina la ciudad de valle del Maíz para continuar su brillante y rápida trayectoria hasta culminar en el asedio del fuerte realista de los Remedios, la aprehensión en la ranchería del Venadito y su muerte heroica y ejemplar en el cerro del Bellaco en el estado de Guanajuato. Al dejar Mina Soto La Marina, el rústico fuerte de barro y madera que se construyó al este del pueblo a orillas del río todavía no estaba concluido, no obstante la infatigable labor desarrollada por el capitán de ingenieros Rigal. Este capitán propuso con toda razón proteger el fuerte con un reducto de trincheras al otro lado del río, lo que no hubo tiempo de realizar por lo que el fuerte quedó parcialmente descubierto. Colaboró con Rigal en la edificación del fuerte, el mayor Castillo, mexicano, quien contribuyó a la enseñanza de reclutas tamaulipecos, cuyo destino a partir de la rendición de Soto La Marina no se ha dilucidado. Mientras las tropas de Arredondo se acercaban al fuerte, los defensores multiplicaron sus energías para proteger su posición. Se hizo concentración de pertrechos, los jefes disciplinaron a la tropa y sin ningún éxito intentaron los sitiados traer maíz de lugares cercanos, empeñándose una difícil acción en la que fue exterminada la patrulla de abastecimiento. El 10 de junio de 1817 de millares de realistas se posesionaron del rancho San José, lugar donde estableció Arredondo su campamento, a tres cuartos de legua de la fortaleza, en preparación del ataque. Ante la inminencia del combate, Bangs desarmó la imprenta y la empacó; se destino una veintena de hombres a proteger los almacenes y se aprovisionaron las piezas de artillería montadas en la fortificación, que eran tres de la campaña, dos obuses, un mortero de once pulgadas y media y tres carronadas.


mina y fray servando

119

El ataque lo iniciaron los realistas con fuego de artillería que se mantuvo del 12 al 15 de junio para ablandar las defensas. En las primeras escaramuzas la guarnición rechazó un ataque que tuvo por objeto apoderarse de parte de los caballos y reses que servían de reservas. El asalto definitivo se preparaba y el pueblo de La Marina estaba destruido por el fuego, incrementándose la acción de la artillería enemiga el día 15 al amanecer con una batería que se instaló donde se proyectó construir el reducto del fuerte. Así impidió Arredondo que la guarnición insurgente se abasteciera de agua suficiente, cerrando el sitio. El propio día 15 los monarquistas hicieron tres embestida contra la infantería, reforzada por milicianos de Nuevo Santander y un destacamento del Tamesín. Las embestidas fracasaron y el grito de “Viva Libertad” se oyó imponente en todo el frente, demostrando la alta moral de los defensores. Para este día Arredondo contaba con más de 3,000 soldados y milicianos, pues siguieron llegando refuerzos realistas. La superioridad de efectivos era de 30 a 1 y señaladamente notoria en piezas de artillería. Después del fracaso de los tres ataques, Arredondo pidió la capitulación del fuerte, contestándosele en sentido negativo, pero sin cerrarse las negociaciones, las que por fin culminaron con una rendición condicional que permitió a la guarnición salir con los honores de guerra y bandera desplegada, mediando el compromiso de respecto a la vida, la libertad y la propiedad. Sardá aceptó sobre la base de la palabra de Arredondo y para oprobio de éste no se respetaron los términos de la capitulación, 37 hombres se sostenían heroicamente en la fortaleza al momento de la rendición ante el asombro del poderoso enemigo y unos cuantos más merodeaban en el río y la barra, 300 muertos y más de 400 heridos perdió la fuerza de Arredondo ante el puñado de insurgentes. Los términos convenidos para la capitulación no fueron cumplidos, pues el comandante Sardá fue arrestado y enviado con otros reos a San Juan de Ulúa. Después Sardá fue trasladado preso a España y enviado a cautiverio a Ceuta de donde huyó a Tánger para regresar posteriormente a América y prestar servicios al gran Bolívar en Colombia, con el grado de teniente coronel, habiendo sido asesinado en 1834. En el diccionario de Tamaulipas de Torre, editado por la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística y en otras obras se expresa erróneamente que Sardá fue fusilado después de la capitulación de Soto La Marina. Hutchinson y veintiocho de sus hombres fueron fusilados, no obstante que el teniente estaba gravemente herido al


120 ser arrestado, pretextando Arredondo que su grupo no formaba parte de la guarnición ni de las fuerzas que se encontraban en el curso inferior del río al momento de la rendición. Hooper y Meyers con grados respectivamente de capitán y teniente coronel, quienes estaban en la barra el día de la capitulación, fueron hechos prisioneros y trasladados a la fortaleza de San Juan de Ulúa. En cuanto a fray Servando transcribiremos su propia expresión: “Los que quedamos en el fuerte de Soto la Marina, habiéndonos defendido hasta más no poder, capitulamos con muchísimo honor, y uno de los artículos fue la conservación íntegra de nuestros equipos. Nada se nos cumplió; y la guardia de Arredondo me robó un equipaje valuable; no puede cargar con tres cajones de mis libros y se los llevó Arredondo, a quien se los arranqué valiéndome de la inquisición. Pero ésta me condujo con grillo y una escolta de veinticinco hombres, por camino de pájaros sobre la sierra, un caribe europeo llamado Félix Cevallos, que parece tenía orden de matarme a fuerza de insultos, afrentas y maltratamientos. A cada paso me amenazaba fusilarme, según sus instrucciones y quiso hacerlo en las Presas sólo por que le dijeron que no era afrenta padecer por la patria. Es mucho que yo haya escapado de este tigre con sólo un brazo estropeado. Pero sepa V. M. que este europeo, sin embargo de haberse opuesto a la independencia es, para oprobio nuestro, capitán de granaderos en el Saltillo, y tiene puesto en su hoja de servicios, por un insigne, haber conducido preso a México al apóstata Mier”. “A poco, dice, me pusieron un par de grillos y a las once de la noche me sacaron sobre un macho aparejado con una escolta de veinticinco hombres. Dejo a la consideración de ustedes lo que habré sufrido con semejante equipo y en una edad avanzada, en la fuerza de los colores y de las lluvias, en bagajes todavía peores, y pasando largo rato en la plaza de cada lugar expuesto a la vergüenza pública. La humanidad sucumbió y estuve muy malo de calenturas en Huejutla. “Allí se le advirtió a mi conductor, que estando enfermo, con grillos y siendo continuos los ríos caudalosos, voladores y precipicios de la sierra, no podía dejar de perecer o estropearme. Milagrosamente, digámoslo así, en seis caídas no recibí daño particular; pero en la séptima el brazo derecho se rompió horriblemente, y sin embargo, hace cinco días que estoy sin curarme por falta de médico, sigo con grillos, incomunicado y encerrado”. La actuación de los realistas en la acción de Soto La Marina, el tiempo que tomó Arredondo para poder organizar el


mina y fray servando

121

ataque a la villa y la violencia de la palabra empeñada, fueron demostrativas de la decadencia política y militar en que se encontraban los españoles al sobrevenir las guerras de independencia de Ibero América. La expugnación de Soto La Marina y el incumplimiento de los términos de la capitulación aumentaron los odios y las condiciones de intranquilidad existentes de Nuevo Santander, dejando preparado un ambiente propicio para la proclamación de la Independencia en el año de 1821. La expedición de Mina produjo importantes consecuencias en la organización política y militar de Nuevo Santander. Tan pronto se supo del desembarco fue removido el gobernador interino Juan Fermín de Juanicotena designándose en su lugar a Juan de Echeandía, quien se enfrentó decisivamente a la situación. Al capitular Sardá se convirtió Soto La Marina en capital del estado siéndolo del 15 de junio de 1817 al 12 de agosto del mismo año. Antes del citado 15 de junio la capital era Aguayo y después del 12 de agosto se designó capital a San Carlos, considerado como el centro geográfico de la provincia, permaneciendo en este último lugar los poderes estatales hasta 1821. En lo militar se reforzó la guarnición de Soto la Marina y se empeñaron las autoridades, después de la capitulación, en reconstruir la pequeña villa, que quedó en tristes condiciones. Entre los prisioneros que tomó Arredondo al rendirse el fuerte de Soto La Marina, se encontraba el teniente de infantería Anastasio Torres, originario de San Antonio Huatusco, Veracruz. Torres había estado al servicio del licenciado Juan Nepomuceno Rosains en 1814 “con gente muy bien disciplinada”. Al caer preso fue enviado al presidio africano de Melilla, habiendo regresado a México después de la consumación de la independencia, siendo reconocido el grado de coronel y fue designado comandante general del departamento de Michoacán en el año de 183311. Al adherirse Nuevo Santander al Plan de Iguala, por acuerdo forzado del gobernador español José de Echegaray bajo la presión del ilustre cabildo de Aguayo, se designó gobernador al coronel Felipe de la Garza, quien residía entonces en Soto La Marina y era nativo de dicha villa. Parte del texto de este capítulo se transcribió de mi obra titulada “Dos Villas Tamaulipecas”12. Miguel i Vergés, op. cit. p. 102. Juan Fidel Zorrilla, Dos Villas Tamaulipecas, Padilla y Soto la Marina, México, Universidad Autónoma de Tamaulipas / Instituto de Investigaciones Históricas, 1970.

11

12


122 Capítulo X Consumación de la Independencia Noticias sobre la proclamación del plan firmado en Iguala el 24 de febrero de 1821 llegaron a Nuevo Santander a mediados de marzo siguiente. La importancia del plan y el entusiasmo que generó en el país el acuerdo entre Guerrero e Iturbide socavaron el poder de las autoridades realistas de la Nueva España. El diecisiete de junio del mismo año el comandante Arredondo envió a José María de Echeagaray, gobernador de Nuevo Santander, un oficio en el que ordenó “poner luego sobre las armas a todas las compañías de milicias provinciales de este distrito y las haga marchar por Tula a San Luis Potosí con dirección a México poniendo a su frente al oficial más antiguo…”. Añadía al comandante en el mismo oficio el requerimiento de que los vecinos de los ayuntamientos de los pueblos franquearan caballos y víveres para que pudiese marchar la tropa “cuyos valores les serán satisfechos por la hacienda pública bajo las formalidades requisitas…”. El oficio en cuestión insertaba un comunicado del virrey de fecha siete del propio mes en el que se expresaba que la “capital va a ser cercada por las tropas de los sublevados de Iturbide y otros…”13. 13 Copia del oficio enviado el 21 de junio a las 11 de la noche por José María de Echeagaray al Ayuntamiento Constitucional de Santander (Jiménez). Archivo Municipal de Jiménez (año de 1821). Por la importancia del oficio se transcribe su texto: “El Exmo. Sor. Virrey de Méjico en orn. de 7 del corriente, a las nueve de la mañana me dice lo siguiente: “Esta capital va a hacer cercada por las tropas de los sublevados de Yturvide y otros; es pues de toda necesidad que VS. haga correr sobre ella a lo menos dos mil hombres de caballería luego, y bajo la responsabilidad en que queda sino lo verifica con el Rey y con la Patria: en su lugar Haga Ud. Armar los vecinos honrados de esa capital y Provincia para que le puedan defender de aquellos si en su caso llegasen a ella y en el que libre esta yo haré que buelen a su socorro. Y lo traslado a Ud. Para su noticia y en que su cumplimiento ponga luego sobre las armas a todas las campañas de Milicias Provinciales de ese distrito y las hagan marchar por Tula a San Luis Potosí en dirección a Méjico poniendo a su frente al oficial más antiguo. A los Ayuntamientos de los Pueblos, prevenga Ud. que en las apuradas circunstancias presentes espero franqueen los vecindarios sus caballos y víveres para que pueda marchar esta tropa, cuyos valores les serán satisfechos por la hacienda pública bajo las formalidades requisitas. Si las novedades de la frontera de Tula no tuvieran el carácter que al principio manifestaron, y conoce Vs. que puede estar suficientemente guardada con la infantería de Tula y paisanos honrados de aquella villa haga Vs. que el capitán D. José de Castro marche a S. Luis y Méjico con la tropa veterana de su mando. Al Amor. de Rtas. de esta Prov. estrechará VS. fuertemente para que no remita en lo sucesivo a San Luis los rendimientos de Tabaco bajo la estrecha responsabilidad a que se constituye, y de que le haré lo más estrechos cargos si por cumplir en estas


consumación de la independencia

123

El primero de julio del citado año, a las once de la noche, el teniente Nicolás del Moral, civiles vecinos y soldados de la compañía de granaderos juraron la independencia en Saltillo a pesar de los preparativos de Arredondo para impedirlo, pues había mandado a las cercanías de dicha ciudad un sector de infantería y artillería del Regimiento Fijo de Veracruz. Estos soldados, al mando del teniente Lemus, apoyados “por sesenta vecinos armados a las órdenes de don Macedonio Valdez” proclamaron el día dos de julio la independencia y se dirigieron a Saltillo1. El poder político y militar de Arredondo tocaba su fin en las Provincias Internas de Oriente. Estando Arredondo en Monterrey en la sede de la comandancia al darse cuenta de la fuerza que cobraba el movimiento independiente citó a los vecinos y autoridades a una junta, que el día tres de julio hizo juramento solemne de la independencia constando que “desde la noche del día anterior se proclamó por el señor Comandante General de esta provincia, Brigadier don Joaquín de Arredondo, de acuerdo con las Corporaciones, Oficialidad y general aplauso del pueblo”2. circunstancias con las determinaciones de la dirección general priva a estas tropas del escaso socorro que este recurso les puede proporcionar en medio de tamañas escaceses. Conforme se vayan organizando las compañías de milicias pa. qe. no causen muchos gastos y sirvan de socorros a la capital de Méjico dispondrá Ud. que formadas en divisiones de a ciento cincuenta o doscientos hombres vayan marchando al punto designado. Con presencia del estado actual de la milicia su fuerza y atenciones particulares de las fronteras y costas de esa Prova. dispondrá Vs. sea el alistamiento de esta Tropa, no perdiendo de vista el puntual y debido cumplimiento de la orden preinserta del Exmo. Sor. Virrey en que no debe haber el menor retardo para auxiliarlo con quando penda de estas Provincias, cuyo felis éxito me prometo de los acreditados conocimientos y patriotismo de Vs. “Trasládolo a Vm. Para su puntual y pronto cumplimiento, reuniendo a los individuos del Ayuntamiento para que dispongan el alistamiento de los vecinos honrados que pueden defender la villa y su jurdn., si en su caso llegasen a ella los que perturban la paz, y que se proceda a surtir de caballos y víveres en el modo de costumbre de carne seca, pinoles viscocho a la tropa de esa campaña según el número de hombres que le manifestará el comandante de la compañía a quien he pasado con esta fecha la orden para que a la mayor brevedad se ponga en esta villa con la tropa de su cargo, llevando ese Ayuntamiento cuenta del importe de los caballos y víveres que suministren que por resibo que se recogerá del comandante de la campaña serán satisfechos de las rentas nacionales que ha mandado reunir a la mayor brevedad. Dios gue a Vm. ms. Aguayo 21 de junio de 1821. A las 11 de la noche”. José Ma. Echeagaray, Rúbrica (Ortografía original). 1 Alessio Robles, op. cit. p. 664. La Correspondencia de Agustín de Iturbide después de la proclamación del Plan de Iguala, t. II, México, Archivo Histórico Militar Mexicano, 1945, p. 104. 2 La correspondencia... op. cit., t. II, p. 104.


124 Los acontecimientos se precipitaron también en San Luis Potosí. El coronel José Antonio Echávarri llegó allí el dos de julio habiéndose acordado el tres, por los vecinos, las autoridades y las corporaciones civiles y eclesiásticas, proclamar la independencia cuyo solemne se hizo el día siete con aprobación del intendente. “Con misa en acción de gracia celebró San Luis su independencia de España”3. El día cinco se juró en Linares del Nuevo Reyno de León, cerca del límite de Nuevo Santander, tanto por el ayuntamiento como por la compañía provincial al mando del capitán José María Muñoz, quien informó a Iturbide diez días después que en Padilla, Tamaulipas no se había hecho aún la proclamación porque el párroco de la villa “se ha opuesto al juramento” fundado en que es hijo del reino de Castilla y amigo de Arredondo4. Los primeros días de julio se consolidó en el país el movimiento de insurgencia cimentándose la fuerza política de Iturbide, pero en Nuevo Santander el gobernador José María de Echeagaray se resistía a proclamar la independencia, según lo revela el oficio que envió Echávarri a Iturbide el 10 de julio5. Echeagaray fue designado gobernador militar y político de Nuevo Santander entregándosele posesión del cargo en Altamira el primero de mayo de 1819. Se le confirió el nombramiento por el rey en propiedad, substituyendo a Juan de Echeandía que tenía el carácter de gobernador interino6. Era capital de la colonia de Nuevo Santander la villa de Aguayo, hoy ciudad Victoria, desde mayo del mismo año de 1821, pues antes lo fueron Santander (Jiménez) de 1750 a 1769, San Carlos de 1769 a 1811, la misma villa de Aguayo de 1811 a 1817, Soto La Marina del 15 de junio al 12 de agosto de 1817 y San Carlos desde esta última fecha hasta mayo de 1821 que se trasladó a Aguayo con motivo precisamente de los acontecimientos que se sucedieron a partir de la proclamación del Plan de Iguala7. San Carlos era al tiempo de la proclamación de la indepenVelázquez, op. cit. t. III, p. 132. La correspondencia… op. cit., t. II, p. 124. 5 Ibid. t. II, p. 112. 6 Copia del oficio firmado en Altamira y enviado por José María de Echeagaray a los ayuntamientos de la provincia con fecha primero de mayo de 1819 en el que notifica la designación. Archivo Municipal de Jiménez (año de 1819). Durante el año de 1819 tanto Echeagaray como Echeandía, antes de entregar este el cargo, acordaron actos de gobierno en Altamira, pudiendo considerarse que buena parte de ese año fue de hecho esta villa la capital del Nuevo Santander. 7 Torre, op. cit. p. 276.

3

4


consumación de la independencia

125

dencia la sede del cuartel de la primera compañía volante de caballería (dragones) del Nuevo Santander. Echeagaray tenía el grado de coronel del ejército real, había sido nombrado gobernador de Cuautla de Amilpas por Calleja en 1812 durante el asedio de la plaza, habiendo entrado allí con fuerzas realistas después de la hábil salida de las fuerzas de Morelos8. El 23 de mayo de 1821 el capitán Zenón Fernández proclamó y juró la independencia nacional en río Verde, San Luis Potosí, teniendo este hecho fuerte significado porque constituyó la brecha que abrió el movimiento insurgente en la región. El dos de julio siguiente comisionó el coronel de caballería José Antonio de Echávarri a Zenón Fernández para que cortara las comunicaciones de las fuerzas del comandante Arredondo destinándolo a Tula en Nuevo Santander, hacia donde partió en marchas dobles. En Tula las fuerzas de Fernández desarmaron a las tropas realistas de la guarnición interviniendo el propio Fernández en los acontecimientos que después se desenvolvieron en San Carlos y Aguayo (Ciudad Victoria) como después veremos. Fernández fue ascendido por Echávarri al grado de teniente coronel, dirigiendo en ese tiempo un cuerpo de ejército de 775 soldados que contaba con 629 caballos y que formaba parte de la Segunda División del llamado Ejército Imperial Mexicano de las Tres Garantías al mando del citado coronel Echávarri9. La participación de Echávarri en el triunfo del Plan de Iguala fue muy importante tanto para el área que cubriera la segunda división como por las fuerzas que comprometió en el movimiento. En Nuevo Santander se había jurado la constitución de la monarquía española de 1812 por segunda vez en el mes de junio del año 1820. Esta proclamación constitucional fue consecuencia del juramento que se hizo en España al triunfar el movimiento liberal que inició el general Rafael de Riego sublevándose en Andalucía. El dominio de los liberales en España y las elecciones que originó repercutieron en América, precipitándose en México los acontecimientos al unirse Iturbide y Guerrero proclamando el Plan de Iguala. El trece de marzo de 1821, Joaquín de Arredondo, comandante general de las Provincias Internas de Oriente y jefe superior político imprimió en Monterrey una proclama en que dio a conocer la insurgencia de Iturbide y sus planes de “jurar

8

9

Alamán, op. cit. t. II. p. 490. La correspondencia… op. cit. t. II, pp. 104 y 144.


126 la independencia de esta América, para separarla de los demás de la Monarquía española, comenzando su operaciones por apoderarse de un comboy de platas y efectos…”, en dicha proclama se jactó Arredondo de la paz y tranquilidad que priva en las provincias orientales y de la “más prefecta felicidad” en que supuestamente vivían, agregando: “¡y será posible, que no sean suficientes estos datos tan verdaderos para quedar convencidos de los daños y perjudicial que es una revolución!”10. En nuevo Santander desde abril de 1821 conspiraban en Aguayo (ciudad Victoria) el capitán Antonio Fernández de Córdova, Francisco Guerra, Eleno de Vargas, Pedro de la Garza, Francisco de la Garza y Miguel de la Garza quienes se reunían en la casa de José Honorato de la Garza juntamente con otros. Tenían juntas nocturnas estas personas y fueron delatadas sus actividades al gobernador Echeagaray quien se encontraba entonces en San Carlos y envió al teniente Juan Guerra a interrogarlos. Guerra era gente prudente, simpatizaba con la insurgencia y se condujo en forma que no perjudicaba a los conspiradores11. Después de que Zenón Fernández secundó el movimiento de Iguala en río Verde, invitó a Echeagaray a pronunciarse por la independencia, pero sabiendo Eleno de Vargas por la persona que traía el mensaje las intenciones de Fernández y conociendo que Echeagaray se oponía al movimiento, citó a los conspiradores informándoles del mensaje reuniéndose 70 u 80 vecinos en junta que presidió el alcalde José Antonio Fernández, quien invitó al gobernador pidiéndole que secundase la proclamación de independencia “si no quería ser despojado de la investidura del gobierno, añadiendo que no habría por parte de los vecinos la menor invocación en su persona o empleo”12. El gobernador pidió tiempo para consultar a su consejo de gobierno y se lo concedió, procediendo a armar a quince de sus adeptos para respetar su autoridad, pero se percató del apoyo de la junta insurgente por parte de vecinos armados y cedió jurando la independencia nacional para después dimitir pidiendo fuese respetada su persona. La independencia de España se proclamó por el propio gobernador José María Echeagaray en Aguayo el día siete de julio de 1821, habiendo enviado a todas las villas de la entidad el mismo día de una circular para que se jurase la independencia con las corporaciones, vecindarios y autoridades militares 10 Alessio Robles, La primera Imprenta en las Provincias Internas de Oriente, México, Antigua librería Robredo de José Porrúa e Hijos, 1939. 11 Torre, op. cit. p. 116. 12 Torre, op. cit. p. 119.


consumación de la independencia

127

y eclesiásticas. Así se hizo en la provincia de Nuevo Santander, constando que en Santander, hoy Jiménez, se proclamó la independencia el 14 de julio “todo con arreglo al Plan del señor coronel D. Agustín de Iturbide, poniendo sobre una mesa un Santo Cristo y el libro de los Santos Evangelios, siendo todo con plausibles gusto y repique de campanas”13. La junta gubernativa designó al capitán Francisco Fernández de Córdova gobernador de Nuevo Santander al recibir la renuncia de Echeagaray, pero no aceptó el cargo nombrándose entonces a Felipe de la Garza, quien tenía el grado de coronel. Así inició Tamaulipas su vida de entidad de México independiente. En agosto de 1821 el comandante Arredondo renunció a su cargo, pues los vecinos de Saltillo no lo reconocieron, siendo sustituido por el teniente de caballería Gaspar Antonio López. Arredondo salió de México por Altamira con rumbo a Cuba. Concluía una época de la historia de México para abrirse otra etapa difícil en la que habían de destacar los hombres que actuaron en la guerra de independencia, tanto en un bando como en el otro, pues el Plan de Iguala abrió amplias posibilidades políticas a los militares realistas.

13 Copia de la constancia del 14 de julio de 1821 firmada por miembros del ayuntamiento de Santander que presidía como presidente José Cristóbal Jiménez. Archivo Municipal de Jiménez (año de 1821).


128

Mina y fray Servando en Nuevo Santander hoy Tamaulipas14* Juan Fidel Zorrilla Durante la guerra de Independencia se desarrollaron en Nuevo Santander, hoy Tamaulipas, acontecimientos que confieren relieve a nuestra historia local, destacando entre ellos el desembarco de la expedición del general Mina en la desembocadura del río Soto La Marina en abril de 1817, el despliegue de sus efectivos en la región, la ocupación de la villa de Soto La Marina, y la construcción de un fuerte en ese lugar donde se instaló una guarnición y la partida del núcleo mayor del ejército al mando del propio Mina hacia el interior del país. Los hechos relacionados con el acontecimiento, vigorizados por la participación de voluntarios tamaulipecos a la expedición y la difícil defensa del fuerte improvisado en Soto La Marina, presentan interés nacional. En esos días, el territorio tamaulipeco fue uno de los centros de gravedad de la insurgencia. Mina y fray Servando, principales actores de lo hechos señalados, se encuentran entre los más caracterizados defensores de la libertad de México en el periodo de la guerra de Independencia, movimiento forjador de nuestra nacionalidad. Representa fray Servando para los mexicanos una de la primeras voces independientes en nuestra historia, pues con valerosa rebeldía se enfrentó a la autoridad del régimen colonial y a la pesada estructura social que la sustentaba. Su verbo, prendido en la idea de la libertad, la crítica sostenida frente a estereotipos monárquicos y religiosos y su vida misma de azares, cárceles y peligros eslabonados en una aventura orientada contra la opresión, integran la personalidad del ilustre fraile regiomontano. Fray Servando es originario de Monterrey donde nació en 1763, tomó el hábito de Santo Domingo a los 17 años y a los 27 se graduó de doctor en teología. En 1794 sufre su primera cárcel con motivo de un sermón relacionado con la aparición de la Virgen de Guadalupe, conduciéndosele a Ulúa y de allí a Cádiz, en España, donde se le recluye, se fuga y es reaprehendido, y nuevamente escapa huyendo hacia Francia donde permanece en 1801 pasando el año siguiente a Italia donde obtiene un breve de secularización. En 1803 regresa a España y se le aprehende de nuevo recluyéndosele en Sevilla 14* Trabajo publicado por primera vez en 1985 por el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Autónoma de Tamaulipas.


Mina y fray Servando en Nuevo Santander

129

de donde escapa y se le apresa en Cádiz, de donde otra vez escapa hacia Portugal en 1805, siendo testigo de la batalla naval del Trafalgar ganada por los ingleses. Tres años radica en Lisboa y parte para Cataluña incorporándose a un regimiento de voluntarios que lucha contra los invasores franceses bonapartistas, cayendo en manos del enemigo en 1809 después de la batalla del Belchite. Se fuga de la cárcel y pasa a Cádiz, de allí a Londres, donde escribe importantes obras en 1814 viaja a París para al regresar Napoleón a Francia durante los famosos cien días, vuelve el padre Mier a Londres en 1815, donde conoce a Mina y ambos forjan el plan de la expedición a México, hecho histórico que lo vincula con nuestra historia regional de Tamaulipas. Sabemos cómo organizó y pertrechó Francisco Javier Mina la expedición que se dirigió a territorio de la Nueva España para contribuir en la lucha por la independencia. Conocemos sus pasos por Norfolk, Baltimore, Nueva York, Filadelfia, Puerto Príncipe, Nuevo Orleans y la isla de San Luis o de Galveston, itinerario que se inició al zarpar de Liverpool en la fragata “Caledonia”, el 5 de mayo de 1816, en compañía de fray Servando y treinta y dos oficiales de distintas nacionalidades. La expedición del general Francisco Javier Mina conducida hacia tierras mexicanas en 1817 representó una renovación en la lucha insurgente cuya fuerza se había debilitado a partir de la muerte del gran caudillo del sur José María Morelos. El desembarco de la tropa expedicionaria en el litoral de Tamaulipas confiere al hecho histórico una especial importancia en el estudio de nuestro pasado regional. La participación de Mina dentro de la insurgencia mexicana invita a reflexionar sobre la difícil decisión del militar español para contribuir en la lucha por la independencia de México, situación que simplistamente se juzgó en ese tiempo por los españoles como una traición, pero si la analizamos a la luz de los acontecimientos políticos y de las ideologías en juego podemos establecer una plena justificación de la actitud del militar navarro. El verdadero nombre de Mina fue Martín Javier, pero como muchos personajes su nombre histórico es distinto, conociéndosele como Francisco Javier. Estudió en el seminario de Pamplona, capital de Navarra, habiendo iniciado poco después cursos sobre derecho en la Universidad de Zaragoza, cuando graves acontecimientos acaecidos en la península Ibérica en 1808 determinaron un viraje en su destino personal. En el citado año de 1808 se contempla en Europa el auge político y militar de Napoleón Bonaparte, cuyo dominio


130 e influencia se extiende por todo el continente, sin que España escape a esta situación complicada; por otra parte por el desprestigio de la familia y la corte del rey Carlos IV, quien se empeñó en mantener al impopular Manuel Godoy en el poder como primer ministro. Napoleón obligó a Carlos IV a abdicar imponiendo en el trono de España a su hermano José Bonaparte, conocido en la península como Pepe Botellas por su afición al coñac, habiendo sido invadido el territorio español por fuerzas militares francesas que apoyaron la imposición. España hervía en disgusto, agitación e inquietud y los conocidos sucesos de Madrid en mayo de 1808, plasmados en célebre tela de Goya, así como otros hechos similares gestaron la rebelión popular, la formación de ejércitos libertadores y la integración de unidades guerrilleras. Este ambiente de inconformidad impulsó al joven Mina, quien sólo contaba con dieciocho años, a incorporarse a la defensa patria, uniéndose a las fuerzas de su protector, el coronel Juan Carlos de Aréizaga, ya comprometidas en la lucha, distinguiéndose Mina en diversas acciones en guerrilla, siempre sorpresivas y caracterizadas por su eficacia. Mina se convirtió en una leyenda en los cuadros de la resistencia frente a los invasores franceses. Sus hazañas, el valor propio y el de sus hombres, su romance juvenil con Manuela Torres, envolvían una personalidad sugestiva y atrayente. La unidad de combate de Mina vio crecer sus efectivos de unos cuantos hombres hasta reunir cuatrocientos, trescientos infantes y cien de caballería, que se incrementarían para formar una brigada de mil cuatrocientos soldados, recibiendo Mina por último el mando del Alto Aragón. El 29 de marzo de 1810 en plena campaña y con el dolor de las gentes de Pamplona, fue hecho prisionero por los franceses, siendo conducido al castillo de Vincennes, donde se relacionó con militares y estudió matemáticas y otras disciplinas, permaneciendo allí hasta 1814, año que regresó a España gobernada entonces por Fernando VII, quien había reimplantado el absolutismo derogando la constitución liberal en 1812, expedida por las Cortes de Cádiz. Mina repudiaba el absolutismo y por lo mismo la nueva estancia en su patria fue amarga, y tras múltiples peripecias y situaciones difíciles se embarcó hacia Inglaterra en abril de 1815. Inglaterra y particularmente la ciudad de Londres fueron esos años el asiento de refugiados y conspiradores que planeaban contribuir en forma efectiva en la independencia de los pueblos iberoamericanos, empeñados entonces en una lucha cruenta contra las autoridades realistas. Londres, ciudad sugestiva en ese tiempo, como ahora lo sigue siendo, acogió a refugiados y perseguidos latinoamericanos, señalándose desde


Mina y fray Servando en Nuevo Santander

131

luego el interés del gobierno inglés en contribuir a la independencia de las naciones iberoamericanas, en tanto que implicaba acentuar la caída de España como potencia mundial y desde luego el desarrollo de su comercio marítimo. En Londres se conocieron Mina y Fray Servando, coincidiendo algunos autores en atribuir al ilustre fraile el plan de la expedición a México. Lo cierto es que el liberalismo de ambos los unió, poniendo en juego todo su empeño por montar un ejército e iniciar la extraordinaria aventura que los condujo a México. Con esa finalidad congregaron treinta y dos oficiales de nacionalidad española, italiana, alemana e inglesa que integraron el núcleo primero de su fuerza a la que se incorporaron en Estados Unidos oficiales y voluntarios para constituir una brigada de trescientos hombres, considerando Mina que a esta fuerza se unirían grupos de voluntarios e insurgentes al arribar al territorio de Nueva España, como después sucedió. En Estados Unidos obtuvo Mina algún apoyo financiero y la incorporación de voluntarios de nacionalidad norteamericana que se concentraron en Galveston. En Puerto Príncipe de Santo Domingo se le suministraron auxilios y en la cosa norte del golfo se le agregaron elementos filibusteros, entre ellos el comodoro Aury, quien contaba con diversas embarcaciones. La flota expedicionaria levó anclas en Galveston el 16 de marzo de 1817, componiéndose de una fragata, tres bergantines, dos escunas y una balandra. Poco más de trescientos hombres integraban la división, siendo su gran mayoría extranjeros nacionalidades, entre ellos un grupo de corsarios y aventureros incorporados por el comodoro Luis de Aury, quien por cierto al arribar al río Soto La Marina, se retiró con su gente, con el coronel Rundht y parte de la flota, con el consiguiente daño a la organización y capacidad combativa del grupo. Mina decidió dirigirse hacia la desembocadura el río Soto La Marina al informarse que todo el litoral estaba en manos realistas, incluyendo Boquilla de Piedras en Veracruz que había servido de punto de enlace entre insurgentes y emigrados. También recibió noticia sobre el río Soto La Marina y la villa del mismo nombre por un tamaulipeco llamado Anselmo Hinojosa que se agregó la expedición. En el trayecto de Galveston hacia el sur, al pasar la armada frente al río Bravo, anclaron los navíos para hacer aguada, lo que lograron no sin dificultad, bajando a tierra algunos oficiales y soldados, quienes por cierto compraron unas reses ladinas a los soldados realistas de la guardia que allí se encontraban y llevaron a bordo algunas piezas de caza. Dos de los marineros desertaron y dieron informes de la expedición a las autoridades. Una proclama de Mina está


132 fechada en “Río Bravo del Norte” el 12 de abril de 1817, o sea el día que hicieron allí aguada. Nueve días después, desembarcada la fuerza en la margen izquierda del río Soto La Marina, en su desembocadura, habiendo fondeado los buques cerca de barra, donde se estableció un campamento militar. Arribaron los expedicionarios en días de intenso calor, cuando una fuerte sequía asolaba la región. Gobernaba la colonia de Nuevo Santander interinamente el teniente coronel Juan Fermín de Juanicotena y el oficial del mismo grado Felipe de la Garza era el jefe de armas con residencia en Soto La Marina, bajo las órdenes de Joaquín Arredondo, comandante de las Provincias Internas de Oriente. Un teniente de milicias, el alférez Agustín de la Garza, con una partida de tropas, resguardaba la barra del río Soto La Marina. Fray Servando se embarcó en Galveston en la fragata “Cleopatra”, adquirida por Mina en Nueva Orleans en sustitución del buque “Caledonia” en que viajaron de Liverpool al continente americano. La “Cleopatra” estaba al mando del capitán Hooper, viajando allí también el general Mina, su guardia de honor y oficiales del estado mayor previamente organizado. Los intelectuales del grupo eran el padre Mier y el poeta cubano Joaquín Infante, el primero como vicario y el segundo con el cargo de auditor. Mier trasladó desde Inglaterra una prensa portátil, hecha con piezas de hierro y madera, máquina en la que se expidieron los primeros impresos estampados en Nuevo Santander, hoy Tamaulipas. Es de interés anotar que arribaron con las fuerzas dos mujeres de Texas, madre e hija, con dos niñas pequeñas, siendo la dama joven, esposa del mayor Gordon. Además desembarcó una mujer francesa de París, de 54 años de edad, conocida como madame Lamar, acompañada de una niña negra que traía como esclavita, llamada Atanasia, quien sería la encargada en la repostería del general Mina y permaneció en el fuerte hasta la rendición; habiendo sido separada de madame Lamar y llevada a Monterrey donde se le recogió en la casa del subdiácono Ignacio González. Es de recordarse que madame Lamar, después de la rendición del fuerte prestó auxilios a los prisioneros que fueron trasladados a San Juan de Ulúa. Después del desembarco los expedicionarios se dividieron en dos grupos, unos que por tierra se dirigieron hacia Soto La Marina y otro río arriba en Piraguas, arribando el 23 de abril al pueblo, entonces de mil trescientos habitantes, siendo recibidos, al decir del padre Mier, con repique de campanas. Por cierto que la villa de Soto La Marina había cambiado de ubicación hacia el río arriba desde 1810 y el dato que llevaba


Mina y fray Servando en Nuevo Santander

133

Mina era el proporcionado por Anselmo Hinojosa, emigrado con anterioridad, sorprendiéndose los insurgentes de encontrar el caserío no a seis leguas de la desembocadura del río, sino dieciséis de dicho punto. La actividad del gran andariego de Monterrey en Soto La Marina fue extraordinaria. Su arribo a la villa en compañía de Mina, revestido de pantalón, medias, chaleco y cuello morados, levita negra con vueltas del mismo color, cubierta su cabeza con solideo, también morado, contrastaba con los uniformados oficiales y soldados de la división. Su edad, entonces de 53 años y la buena salud que disfrutaba le permitieron desplegarse con plenitud de facultades, como lo prueban los diversos actos en que intervino y la manera como los realizó. Se menciona que, respecto al atuendo de fray Servando, él declaró en la causa haber vestido así en 1808, cuando fue capellán de los voluntarios de Valencia en la lucha contra los franceses en la península española, expresando su derecho como protonotario apostólico para vestir igual que un obispo, salvo el pectoral y la toquilla verde. Agregó que así vistió también en Cádiz ante las Cortes, la Regencia y el Consejo de Indias. Se advierte que cuando no usaba las ropas religiosas se cubría con un sombrero de anchas alas con toquilla blanca y azul, utilizando en la intemperie un amplio paraguas verde que se inventarió entre los bienes y objetos recogidos al aprehendérsele. Poco después del arribo a Soto La Marina se convocó al vecindario al templo, presidiendo la reunión Mina y el padre Mier, quienes se sentaron en sendas sillas, iniciando el general una exhortación en alta voz y hablando después el segundo. Varios sermones pronunció fray Servando y en uno de ellos al decir del testigo capitán Domingo Andreas, “lloró la gente que lo oyó”, dato interesante y nada extraño por conocerse su elocuencia y encendido verbo. En otra plática dijo que los reyes son hechura de los hombres y no de Dios, siendo constantes dos testigos, en diversas declaraciones, respecto a su crítica constante contra la opresión, afirmando que el rey era un tirano y se oponía a la constitución. Al decir del padre Manuel Marín de Peñalosa, cura de encomienda de Soto La Marina, fray Servando se dio a reconocer en el pueblo como si fuere obispo, dando bendiciones y concediendo 80 días de indulgencia a quienes ingresaran al partido insurgente. Agregó Marín en su declaración que denigró al rey, invitó a no pagar diezmo ni primicias porque, como las alcabalas y las pensiones, sólo servían para fomentar los vicios de la corte y dijo que los obispos no debían ser electos


134 por los reyes, ni los pontífices, sino por los pueblos y les ofreció silla episcopal si seguían a la insurgencia. En conversación con el párroco estimó falsa la obligación de guardar votos y sobre el vino de consagrar opinó que era lícito celebrar con aguardiente de Castilla, incluso mezclado con agua; calificó a la teología como un compendio de disparates y negó valor a las excomuniones. Al ratificar su primera declaración ante el padre Crespo, misionero de San José de Palmas, comisionado del tribunal inquisidor, Marín manifestó que el padre Mier dijo en una ocasión “que se repartirían tierras y bienes realengos a los que abrasen la causa de la libertad. Esta atribuida expresión, aunque no confirmada por otros datos, revela el espíritu revolucionario de nuestro héroe. El padre Mier dijo misas en el templo del pueblo y también en el fuerte donde improvisó un altar. El día de Corpus, siguiendo la tradición europea, lo celebró con una procesión popular del Santísimo por él presidida, saludada con una salva de todas las piezas del arma de artillería. Bautizó dos niños en “artículo mortis”; confesó a un ladrón que fusilaron y proporcionó el santo Óleo a un moribundo y en sus actos, lo declararon varios testigos en la causa del Santo Oficio, no se observó ninguno que hiciese contra la sana moral. Con preguntas capciosas del tribunal inquisidor se trató de conducir a fray Servando a sembrar dudas en supuestos amoríos con madame Lamar, pero quedó bien esclarecida la relación de ella como mujer del comodoro Aury. Por otra parte los testigos deponentes expresaron elogios a la dama francesa por su espíritu de auxilio y su sentido de la caridad con enfermos y presos. Se preocupó nuestro personaje por explicar y justificar su conducta política como lo demuestra la carta enviada desde Soto La Marina, a fray Pascual de Jesús María, misionero en Palmitos, de la jurisdicción de la capital de la colonia, epístola que firma como vicario general el 26 de mayo de 1817. En dicha carta habla del origen de la voz “insurgente” que proviene del verbo latino “insurgo”, cuya significación es “levantarse el que está caído, ponerse derecho”, opinando que los americanos, como los propios españoles, estaban bien caídos ante el ingrato tirano Fernando VII, refiriendo que había en España más de cincuenta mil presos políticos. Explica también en la misiva la conducta de Mina al tratar de liberar a América porque con la conquista del nuevo continente se esclavizó a España y se enriqueció la corona pudiendo así asalariar bayonetas contra el pueblo. Otras cartas escribió a curas, amigos y parientes, como con frecuencia lo hizo en el curso de la azarosa vida que todos


Mina y fray Servando en Nuevo Santander

135

los textos escritos en exaltar la libertad y censurar la opresión, no sin caer algunas veces en exageraciones e inexactitudes. “Sin libertad el oro no vale nada”, dijo al misionero de Palmitos, agregando: “no ven que con el oro de la Indias, España ha perdido su población, agricultura, industria y prepotencia”. Este juicio del padre Mier es certero y clásico, pues como decía el maestro Antonio Caso “es clásico por antiguo y por que sigue siendo actual”. Sostuvo con vehemencia ante diversa gente su calidad de Protonotario Apostólico y de Prelado Doméstico del Papa; citó el veredicto de la Academia de la Historia de España que lo liberó del cargo de haber negado la aparición de la Virgen de Guadalupe y, aún cuando se mofaba de los rituales exagerados del tribunal de la inquisición y de parte del clero, así como de las formalidades bizantinas en que revestían sus actos, se advierte intensa preocupación personal por ajustar su conducta a las normas básicas de la religión. Indiscutible es el pensamiento liberal de fray Servando, pero nunca abandonó su creencia en Dios ni desertó del clero. Por otra parte, recordamos que rechazó el título de fraile expresando haber sido secularizado y otro punto interesante es el de haber considerado al Papa Pío Séptimo como un hombre de amplio criterio, porque calificó al gobierno de la República Cisalpina como un régimen conforme al espíritu del evangelio pues “nos enseña que todos somos hijos de un padre y por consiguiente iguales como hermanos, libres como que así nos crió Dios y Jesucristo nos ha redimido”, enseñándonos que “la mansedumbre, la humildad, el perdón de las ofensas y la caridad son enemigos irreconciliables del despotismo a que propenden los reyes”. Esto lo afirmó en la misma carta dirigida al titular de la misión de Palmitos. En las conversaciones sostenidas con diversas personas en la villa mencionada y en el fuerte insurgente abundó en sus críticas a la monarquía, llegando a extremos, como cuando dijo a Pedro Treviño, sargento de la escolta que lo condujo preso, que la familia real era vaga y que las dos infantas, supuestas hijas del rey en realidad lo eran de un guardia valenciano, tratando de restar por todos medios autoridad al menguado prestigio de la familia real de España. Interesa agregar, de acuerdo con la declaración del referido sargento que el padre Mier le hizo, que traía en su equipaje unos apuntes para el tercer tomo de la obra llamada La Revolución de América, manuscrito del que se apoderó el comandante Arredondo. Firmó algunos despachos, no como vicario general de la división, sino como secretario de Mina, habló de la patria mexicana y en realidad resulta abrumante su actividad en eso


136 días, cuando Soto La Marina fue importante centro de irradiación de la lucha insurgente en Nueva España. Volviendo a los hechos relacionados con la suerte de la expedición, anotamos que más de doscientos voluntarios tamaulipecos se incorporaron a la fuerza insurgente, hecho reconocido por los propios realistas, permitiendo a Mina este aumento de los efectivos realizar diversas incursiones en la región y dividir el ejército en dos grupos, uno, el mejor, destinado a defender el fuerte de barro y madera que se edificó frente al pueblo de Soto La Marina para la defensa de la guarnición; y el otro orientado a aventurar hacia el territorio del interior, como se hizo en la campaña conducida hasta Guanajuato. La guarnición quedó al mando del oficial José Sardá, permaneciendo allí el padre Mier mientras la fuerza mayor se puso a la orden del general Navarro. La guarnición se integró con 113 hombres, 93 defensores y 20 custodios del almacén; el grupo expedicionario se integró con 300 hombres y un estado mayor de once oficiales incluido el general. Mina y sus hombres dejaron el fuerte, aún sin concluir y sin contar con reductos exteriores, el 24 de mayo. La guarnición quedó sin apoyo naval, pues los buques que quedaron en la barra después de la deserción del comodoro Aury, fueron destruidos en acción por una flotilla realista cuya misión ordenó el virrey. La columna dirigida por Mina cruzó la sierra de Tamaulipas, habiendo pernoctado en la misión franciscana de San José de Palmas enclavada en dicha montaña, pasando de allí a la hacienda de San Melchor del Cojo, donde se apoderaron, según las crónicas, de trescientos caballos, lo que dio mayor movilidad a la tropa. Pasó la expedición por la sierra de Tanchipa hacia territorio de San Luis Potosí y seguir en heroica y triunfal marcha hacia Guanajuato, donde se desarrolló importante campaña y a la postre cayó Mina en la lucha en la ranchería del Venadito, siendo fusilado en el cerro del Bellaco. El ataque al fuerte por parte del ejército que congregó el comandante Arredondo se demoró por razón de su dispositivo disperso, siendo hasta el día 11 de junio cuando ocuparon los realistas el rancho San José a una legua de distancia de la fortaleza, iniciándose el día siguiente un vivo fuego de la artillería atacante que continuó hasta el 15, día en que los realistas intentaron ocupar el fuerte organizando tres embestidas, siendo rechazado el triple asalto. El mismo día hubo parlamento entre los dos bandos, negociándose una rendición condicional cuyos términos respetó Arredondo. Al momento de rendirse sólo 37 hombre hábiles defendían el fuerte ante el asombro de los rea-


Mina y fray Servando en Nuevo Santander

137

listas que montaron el ataque con 666 infantes del Regimiento Fernando VII y una brigada del Fijo de Veracruz, 109 artilleros y 850 hombres de a caballo. Había también un destacamento de 30 insurgentes en la barra del río cuyos integrantes fueron fusilados sin piedad por considerarlos fuera del armisticio. El padre Mier cayó prisionero, como el mayor Sardá y los demás, llevando aquél la peor parte, pues se le despojó de sus investiduras incautándole sus libros, papeles y pertenencias al grado de quitarle el tumbagón de topacio montando en otra que llevaba puesto y hasta el reloj. El capellán de la Tercera Compañía Volante de Nuevo Santander, José Ignacio González, recibió el anillo de topacio en el interior del fuerte. El otro capellán realista, adscrito al primer batallón del Fijo de Veracruz, Francisco de Paula Treviño, se apersonó dos veces con el ilustre prisionero, leyéndole la carta del cabildo eclesiástico, Sede Vacante de Monterrey, por lo cual se le impuso suspensión, replicando el padre Mier que mediante un boleto de su Santidad, lo había nombrado Prelado Doméstico y Protonotario Apostólico. Por otra parte, el capitán Juan María Martínez, ayudante de campo de Arredondo, le puso un par de grillos y lo obligó a entregar los ropajes morados. La inquina contra el padre Mier se había puesto en juego. Dos días después se iniciaría la cruel jornada del traslado a la cárcel de la inquisición, sufriendo del padre Mier un ataque posiblemente palúdico en el trayecto y la fractura del brazo derecho, recordando que ya había sufrido anterior quebradura de brazo en Londres, durante su primera estancia en dicha capital, al resbalar en una calle cubierta de hielo. Agregamos que se hizo un inventario de los objetos, prendas, libros y papeles que se le recogieron; sus libros llenaban tres cajones habiéndolos reclamado fray Servando posteriormente con energía. La imprenta portátil quedó allí en Soto La Marina por algún tiempo hasta que se le trajo a Monterrey. Como dato curioso señalamos que fray Servando no sólo trajo la primera imprenta al territorio de Nuevo Santander, sino que introdujo, posiblemente también por primera vez, un cepillo de dientes que se incluyó en el inventario. Después de haber sido privado de las prendas que vistió en Soto La Marina y haber sido despojado de su anillo de topacio por Cevallos, el jefe de la escolta que lo trasladó a Atotonilco el grande del actual Estado de Hidalgo, a inmediación de Pachuca, con los grillos puestos (los únicos grillos que había en Soto La Marina), le dio una mula aparejada para su monta. El 15 de junio había sido aprehendido en el fuerte y el


138 17 a las11 de la noche salió con escolta de veinticinco hombres, en unión de quince oficiales prisioneros de la tropa de Mina. El jefe de la escolta, Félix Cevallos, eran capitán de granaderos de caballería del Nuevo Reyno de León, natural de la provincia de Santander, España, habiendo declarado, en la sumaria formada contra el padre Mier, que el itinerario en la traslación del reo fue de Soto La Marina a la hacienda del Cojo, de allí a Horcasitas, luego a la hacienda de Limón y Chico Manuel de la Huasteca, llegando a Huejutla los primeros días de julio para seguir hacia otros pueblos de la Veracruz y llegar a Atotonilco el Grande. Fray Servando dijo que “un Caribe europeo llamado Félix Cevallos lo condujo por camino de pájaros sobre la sierra quien parecía tener órdenes de matarlo a fuerza de insultos, afrentas y maltratamientos”. Al llegar a Atotonilco fue relevado Cevallos con beneplácito de los reos. En esta población los reos estuvieron en casa de Javier Nicolás Lecuona que sirvió de cuartel. De Atotonilco, pasando por Pachuca, se le condujo a la cárcel de la inquisición donde se le retuvo en el separo número 21 desde el 14 de agosto de 1817. Durante el trayecto antes mencionado, el arribo del lúcido religioso a la hacienda de San Melchor del Cojo, correspondiente en la actualidad a la jurisdicción del municipio de González, en Tamaulipas, le significó un descanso recuperador de energías, pues allí fue atendido cordialmente por Iñigo de San José, fraile franciscano del colegio de Pachuca y prefecto de las misiones de Tamaulipas, quien en declaración posterior rendida en la causa seguida al padre Mier, dijo que éste llegó “muy mojado”, habiéndole dado un baño de aguardiente y acabado de bañar le ofreció un cortadillo del mismo licor, que a todo rigor hacía una onza y fue apurado por el prisionero. Esto sucedió el día 21 de junio y le costó al caritativo don Iñigo ser llamado a declarar en la citada causa inquisitorial, habiéndose producido el declarante con tranquilidad, expresando su obligación de caridad y auxilio al compañero de vocación en desgracia. La hacienda de San Melchor del Cojo, era propiedad del coronel Cayetano Quintero Romero, opulento terrateniente de Nuevo Santander, quien fue activo oficial realista al servicio del comandante Arredondo durante las diversas campañas seguidas contra los insurgentes tamaulipecos en 1811. Quintero y Felipe de la Garza fueron los brazos de Arredondo en Nuevo Santander durante el tiempo de su comisión. Quintero estaba en la haciendo cuando arribó fray Servando y registró pertenencias de los oficiales de Mina que iban también presos, encontrando folletos antirreligiosos, un “catecismo libertino”


Mina y fray Servando en Nuevo Santander

139

así llamado y un librillo pornográfico, que fueron quemados por órdenes del hacendado. De la hacienda del Cojo, se trasladó la escolta con los prisioneros a Horcasitas, la única población de Nuevo Santander, entonces con categoría de ciudad. En Horcasitas no se señalan actividades dignas de mérito, saliendo de dicho lugar con rumbo a la Huasteca veracruzana y dejando el territorio de Nuevo Santander. El itinerario seguido por la escolta al mando del cruel Cevallos en el trayecto por Nuevo Santander es semejante al que siguió Mina cuando dejó Soto La Marina y se dirigió con su columna al interior del país, en una brillante campaña de penetración cuyo propósito fue hacer contacto con los núcleos insurgentes de Guanajuato y fomentar la lucha independentista. Las experiencias del padre Mier en nuestras tierras fueron arduas y dolorosas, pero su actividad, temple y participación decidida en la audaz expedición de Mina y su contribución como vicario del grupo expedicionario de este periodo de la lucha por la liberad del país, integran un brillante capítulo de nuestra historia.


Tamaulipas y la guerra de Independencia: acontecimientos, actores y escenarios. Homenaje a Juan Fidel Zorrilla. Editado por el Gobierno del Estado de Tamaulipas. Se terminó de imprimir el … de 2008 en los talleres de Sevilla Editores, S. A. de C. V., Vicente Guerrero no. 30, Col. San Antonio Zomeyucan, Naucalpan de Juárez, Edo. De México, C. P. 53750, Tel. 5301 2303. Cuidado de la edición: Adrián Castillo Ortiz; diseño de interiores: Prudencia Hernández y Javier Sánchez Galván; diseño de portada: Laura Casamitjana. Composición tipográfica en Book antigua; impreso en papel cultural de 75 g; la edición consta de 1000 ejemplares.


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.