LIBRO MITOS, LEYENDAS Y MENTIRAS DE LA H. MATAMOROS LEYENDAS DE MATAMOROS
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Entrando en materia y para mayor conocimiento e inteligencia de mis lectores, es importante explicar el significado de LA LEYENDA: Sus orígenes son cristianos; los frailes la utilizaban para narrar la vida de un santo o de un mártir y era leída en los servicios religiosos o durante las sobremesas del pasado. Sin embargo, con el transcurso del tiempo la leyenda, como concepto, tomó otro giro, pues al añadírsele motivos de mitología y al popularizarse se convirtió en el relato folclórico de sucesos reales o fantásticos. Por lo tanto, ahora la leyenda es una narración basada en hechos supuestos que incluye una mezcla de elementos tradicionales y dramáticos para hablar sobre una persona, un lugar específico o algún incidente ocurrido en un lugar determinado, pero que son aceptados como reales por narradores y escuchas. Lo interesante de la leyenda es que en ocasiones se da una singular combinación de hechos reales y de ficción, cuyo punto de partida muchas veces suele ser una anécdota o una situación históricamente verídica. Cuando la leyenda es creada y con el tiempo se consolida en el folclor de un pueblo, éste la adopta como suya y por eso se le considera como patrimonio popular, pues va estrechamente vinculada a un pueblo concreto, a un país o a una religión. Sin embargo, la leyenda también puede ser considerada como patrimonio de la humanidad cuando narra sucesos comunes a todas o a un buen número de culturas. Tradicionalmente, y dentro de su estilo narrativo muy particular, la leyenda es ubicada en un lugar específico y en una época concreta y, por lo general, parte de hechos reales aunque estén idealizados o dramatizados. La leyenda se diferencia de la historia propiamente dicha tanto por el énfasis de la narración como por su propósito, que algunas veces es de tipo didáctico o nacionalista. Asimismo, la leyenda suele versar sobre un héroe humano – conocido como héroe cultural– o un pueblo. Las leyendas incluidas en este libro forman parte importante de la cultura matamorense. Se han transmitido de generación en generación, y con frecuencia experimentan supresiones, añadidos o modificaciones, porque contienen con mayor o menor proporción elementos imaginativos y que generalmente quieren hacerse pasar por verdaderas o basadas en la verdad, o ligada en todo caso a un elemento de la realidad.
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Las Leyendas de Matamoros son narraciones tradicionales que incluyen elementos ficticios, a menudo sobrenaturales pero basados en casos de la vida real y se transmiten de generación en generación. 2.8 EL CASO DE “LA CALAVERA RESUCITADA” Margarito Salazar Barrera El Matamoros de 1930 no era una ciudad muy grande, pudiéramos decir que todos se conocían y por lo mismo era habitual que la mayoría de los jóvenes tuvieran algún apodo que a veces tenían que llevarlo por toda la vida. Tal era el caso de don Juan José de la Garza, homónimo del héroe de la Reforma, durante muchos años Colector de Rentas, lo que ahora se llama Oficina Fiscal del Estado. Dicen que don Juan José tomaba su puesto con gran dignidad, y solía caminar con paso ceremonioso que hasta pudiéramos decir marcial, siempre con la vista al frente y en alto, razón por la cual no faltó algún guasón que lo bautizó como El Guajolote Esponjado. Los hermanos González Villarreal eran gente importante. Francisco, había sido Gobernador del Estado en 1920 y Matamoros lo recuerda con una calle y una importante "Colonia Agrícola" muy cerca de la carretera a San Fernando, como a medio camino. Roberto, fue quien más sobrevivió a sus hermanos, era conocido por sus amigos como El Cincuentón, era una persona próspera, víctima de la diabetes tuvieron que amputarle una pierna primero, después la otra y creo que hasta un brazo. Recuerdo haberlo visto ir a visitar a mi padre en un jeep especialmente acondicionado para poderlo manejar sin usar las piernas amputadas. Participó en el movimiento de Acción Cívica y en una ocasión fue nombrado Juez Calificador, que actualmente se le llama Juez Menor. José era dueño de la Inhumaciones González, Agencia funeraria ubicada en la calle Abasolo entre 2ª y 4ª, lado norte. A José le gustaba portar visiblemente dos pequeñas pistolas, posiblemente calibre 25, razón por la cual lo apodaron Pistolitas.
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Raúl era flaco y delgado, se le notaban los huesos de la cara, tenía los pómulos salientes y los ojos hundidos, además era chapeado, razón por la cual lo apodaron La Calavera con Colorete. Era muy ceremonioso, le gustaba vestir de traje negro y en los bailes del Casino Matamorense que se organizaban en el Teatro Reforma, por no tener lugar propio, era invariablemente comisionado para conducir a las damas que llegaban al baile a ocupar su lugar que tenían reservado. Se cuenta que en una ocasión llegó al Casino con los botones del saco de su traje sin abrochar, pues pretendía que todos le vieran la elegante hebilla de su cinturón que pertenecía a su hermano Francisco, el general. Obviamente los comentarios y las bromas no se hicieron esperar, ocasión que aprovechó uno de los hermanos Zolezzi para meterle en el saco un petardo triangular de los llamados palomas, de regular tamaño ya con la mecha encendida. Así mientras unos se reían y otros le inquirían la “paloma” explotó, razón por la que pensó que eran balazos e instintivamente se refugió bajo la mesa. Cuando el susto pasó y las risas continuaban, se dieron cuenta de que el saco había quedado inservible y en aquellos tiempos de honor, responsabilidad y escases, los hermanos Zolezzi solicitaron un préstamo para reponerle el saco a La Calavera Coloreteada. La Calavera con Colorete, o sea Raúl, administraba la funeraria de su hermano José, el "Pistolitas". Estos negocios, por su naturaleza, deben estar abiertos las 24 horas del día, pero en el pequeño Matamoros de aquel entonces no abundaban los clientes, por lo que era normal que la mayoría de las noches La Calavera con Colorete pudiera dormir apaciblemente.
Se vendían elegantes ataúdes de madera de ciprés
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Durante los candentes veranos matamorenses Raúl se colocaba junto a una ventana que le permitía aprovechar las naturales corrientes de aire, en otras ocasiones se recostaba sobre el escritorio, y cuando los clásicos toquidos de un cliente lo despertaban, prontamente entregaba el ataúd solicitado. En tiempos de frío no le era fácil dormir, y aunque son pocos los días frígidos, éstos son verdaderamente molestos y Raúl descubrió que su complexión delgada no era la más apropiada para el invierno, esos días eran para Raúl La Calavera con Colorete, la peor época del año. A menudo se comenta que "enero y febrero, desviejadero", ya que precisamente son los fuertes y fríos vientos del Norte los que provocan enfermedades respiratorias que muchas veces para "las personas de la tercera edad" pueden significar la muerte. En una de esas noches invernales, con vientos gélidos y constante lluvia de chipi chipi , una familia de clase media tuvo la desgracia de perder a uno de sus miembros, no hubo otro remedio que encargar a uno de sus miembros mayores para que fuese a comprar el indispensable féretro o ataúd, a las conocidas Inhumaciones González. Lugar a donde llegó el comisionado temblando por el frío y la lluvia, y sobre todo por la terrible pena de perder a un ser querido. Tocó varias veces, y como nadie respondió, observó que la puerta al no tener estar cerrada con el picaporte se abrió, por lo que consideró conveniente pasar al menos para no continuar mojándose y protegerse del helado viento. Se dirigió al escritorio de madera donde esperaba encontrar al popular Raúl y como no estaba pensó que posiblemente había ido al baño, que en aquellos tiempos sin nuestras modernas instalaciones de drenaje sanitario, se utilizaba el típico retrete de pozo, que por alguna razón en Matamoros se les llamaba “las Casitas” y siempre estaban ubicadas al exterior del edificio principal. Como estar rodeado de ataúdes no es una experiencia estimulante, consideró oportuno continuar tocando con más fuerza sobre el escritorio de madera. Entonces atrae su mirada un ataúd cuya tapa se abre sin que nadie lo hiciese y ve que un "difunto con cara de calavera y traje negro” intentar salir. El cliente no esperó más y rápidamente se encaminó hacia la puerta, y estando a salvo en la calle a toda carrera se dirige a su casa para informar que no había comprado el ataúd, porque se le había aparecido un difunto
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Raúl en el Ataúd Fue hasta la mañana siguiente, cuando varios miembros de la familia se presentaron a comprar el ya urgente ataúd que se enteraron que "el difunto" no era otro que Raúl González Villarreal, La Calavera con Colorete, que en esa noche desesperado ante las bajas temperaturas, decidió protegerse dentro de un ataúd, costumbre que siguió practicando todas las noches frías durante el tiempo que administró el negocio de su hermano "Pistolitas". Moraleja: “Cada cual siente su duelo y poco los ajenos”
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El libro está disponible para su consulta en la biblioteca pública municipal Prof. Juan B. Tijerina y en la del Parque Olímpico. Se puede adquirir en las librerías Nilo, Proceso, en el Museo Casamata y en Emma´s Café.
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