Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque. (Eclesiastés 7:20) Por cuanto todos pecaron, y están destituídos de la gloria de Dios. (Romanos 3:23)
SEGUNDO, ACEPTA QUE TUS PECADOS MERECEN UN SEVERO CASTIGO. Antes, si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.” (Lucas 13:3) Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. (Romanos 5:12)
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. (Juan 1:12)
Lee varias veces la siguiente oración y luego ofrécela con toda sinceridad, recibiendo personalmente a Cristo como tu Salvador, y Dios perdonará tus pecados y te hará hijo suyo. Querido Señor Jesús, yo confieso que soy pecador culpable y que necesito ser salvado. Creo que tú moriste en la cruz para pagar mi deuda. Por favor perdona mis pecados, ven a mi corazón y salva mi alma. Yo te entrego mi vida. Ayúdame a vivir para ti, de ahora en adelante. Amén.
TERCERO, RECONOCE QUE DIOS PROVEYÓ UN CAMINO PAR A QUE TÚ SEAS SALVO. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16) Se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (Filipenses 2:8)
CUARTO, ACEPTA EL PLAN DE DIOS PAR A TU SALVACIÓN HOY MISMO.
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Por lo cual puede [Jesús] también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. (Hebreos 7:25)
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PRIMERO, ADMITE QUE TÚ ESTÁS PERDIDO Y NECESITAS UN SALVADOR.
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Ha habido pocos métodos de ejecución más terriblemente dolorosos que la crucifixión, y los romanos eran expertos en aplicarla. A propósito, la muerte en la cruz no era rápida. Los soldados azotaban a la víctima con un látigo y luego la obligaban a llevar el madero transversal de la cruz hasta el sitio de la ejecución. Una vez colgado en la cruz, las horas pendiendo en una posición sumamente incómoda hicieron estragos, haciendo que la respiración se volviera difícil y a veces sobrevenía la asfixia. Otras veces, la persona permanecía suspendido viva durante días, y cuando finalmente sucumbíaa la muerte, era un alivio bienvenido. Fue hasta el año 337 d.C., cuando la crucifixión fue prohibida en Roma por el primer emperador cristiano, Constantino el Grande. Antes de eso, miles fueron torturados en una cruz, incluyendo a uno llamado Jesús, el Cristo. Es interesante que fue por reverencia a este mismo Jesús, que tres siglos después Constantino ilegalizó este tipo de ejecución.
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Cuando Jesús fue crucificado, voluntariamente llevó a la cruz la culpa de los pecados tuyos y míos. Al acercarse la muerte, el Hijo de Dios reunió toda su fuerza humana y dijo: “¡Consumado es!” ¿Qué significó eso? “¡Consumado es!” significó que no se necesitaba derramar más sangre. Nunca jamás sería necesario sacrificar corderos inocentes, como se hacia en tiempos del Antiguo Testamento, para expiar los pecados de los hombres. El derramamiento de sangre había terminado. ¡Nuestra salvación estaba totalmente pagada! Un predicador famoso de antaño lo explicó de la siguiente manera: Así como cuando la sangre de Jesús —la de Dios— fluyó de la brutal cruz romana hacia la arena, así fue como si la arena murmuriera a una brizna de hierba diciéndole: “¡Consumado es!” Inclinándose la brizna de hierba sobre un árbol le dijo: “¡Consumado es!” El árbol alzó sus ramas frondosas al cielo y le gritó a un águila: “¡Consumado es!” El águila remontándose más y más gritó a toda la tierra: “¡Consumado es!” Y así estuvo — ¡consumado! Mis pecados y los tuyos fueron pagados con la sangre preciosa de Cristo.
Aunque otros miles de hombres fueron también crucificados, sólo la crucifixión del Hijo de Dios, limpio de todo pecado, mereció ser parte del plan de Dios para la salvación del hombre. La cruz debe recordarnos siempre de la bondad de Dios hacia nosotros, que permitió que su Hijo muriera de esa manera, y especialmente que lo hiciera en nuestro lugar. Jesús dio su vida por ti y por mí. Así que cada uno de nosotros es personalmente responsable de aceptar o rechazar la oferta que Dios nos hace de limpiarnos de todo pecado. La cosa que hace que la experiencia de Cristo con la crucifixión sea única y suprema es que fue bajado de la cruz y colocado en una tumba sellada, y después de tres días, ¡se levantó de los muertos! Vive para siempre para ser nuestro Salvador y Señor. Así fue como quedó completo el plan de Dios para nuestra salvación. Aunque le costó a Jesús todo para pagar el precio de tus pecados y los míos, él hace que nos sea muy fácil conocerle personalmente y ser salvos. Nosotros somos los pecadores; él es el sacrificado. Es de nosotros el problema; él es el proveedor. De acuerdo con la Biblia, este es el plan de Dios para la salvación tuya y mía.
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