Compañero Canta los 40

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la separata Separata1| 2011| 5ta.Época

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Indice Compañero

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un partido con memoria

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Entrevista a Margarita Michelini: La memoria hace trampa | Daniel Gerhard Cuarenta años de Compañero | Ruben Prieto

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Entrevista a Universindo Rodríguez: Un esfuerzo colectivo | Graciela Muniz

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Va, pensiero | Milton Romani Gerner

Compañero en 1985 | Mariela Salaberry

El desexilio | Adriana Cabrera

Aquel año en Compañerol | Roger Rodríguez

Cuarta época: contra el neoliberalismo puro y duro | Angel Vera

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Entrevista a Margarita Michelini

Marcados por la vida

La memoria hace trampa Entre los ruidos de la máquina de café, en un bar, charlamos con Margarita sobre la primera época de la publicación de Compañero. El resultado fue un conjunto de anécdotas, un viaje a los años setenta, el esfuerzo de la memoria y la preocupación por no olvidar a nadie.

Daniel Gerhard * ¿De qué año estamos hablando?

| Fotografía Adriana Cabrera

Lo que yo recuerdo es que me integré a fines del año 1971. Fue la primera época. En ese tiempo no me acuerdo si firmábamos los artículos, porque algunos ya estábamos en clandestinidad. Era un diario público, el único que aparecía era León Duarte como director responsable, pero él directamente no participaba, de pronto alguna vez podía mandar algo. En ese momento se trabajaba en lo que había sido la redacción del Debate, donde está la casa del Partido Nacional, frente a la plaza Matriz. Trabajé en el 71, todo el 72 y el 73. No me acuerdo cuándo dejó de salir, no me acuerdo si hubo clausura, o fue porque no teníamos plata. La mayoría de los que trabajaron en aquella época conmigo ya no están, porque murieron o porque están desaparecidos. Yo trabajaba con Gerardo Gatti pero no mucho, en el 72 se fue a Buenos Aires porque estaba requerido. Trabajaba Pila Salaberry, que era hermana de Mariela, profesora del IPA, era un poco la que llevaba el peso del trabajo… de estar. Después estaba un compañero que está desaparecido, se llamaba Coco (Raúl Tejera), el apellido lo supe mucho después. Me enteré de su desaparición cuando estaba presa. Había otro compañero, se llamaba Tique, no me acuerdo el nombre. Veníamos todos de la ROE, Gerardo era de la FAU y de la OPR. Pila, que falleció en el 2007, no me acuerdo cuánto se vinculaba a la FAU. Ese era el grupo de

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militantes de la ROE. Después cuando Pila se fue, porque su compañero se había ido para Chile, vino Luis Presno. Era un compañero anarco, un poco mayor que yo (él falleció también en el 2007, de cáncer). En medio de esto se dio la relación entre lo que era la FAU y la parte que se escindió del MLN: el Frente Estudiantil Revolucionario (FER). Era un movimiento muy peculiar, nacido en el IAVA y que se extendió. La parte que quedó con el MLN se llamó FER 68 y ellos sólo FER. Ahora todos andan en los sesenta años. Cuando se dio ese quiebre en el MLN, ese grupo empezó a tener relación con los anarcos, una cosa bastante peculiar, y se hizo una alianza a nivel estudiantil y político. Entonces vinieron compañeros de ese grupo a trabajar en el diario. De ahí puedo recordar al Beto Rubio, un arquitecto que está en las Baleares o algo así, y un compañero que se llamaba Marcos, de pelo muy lacio. Despúes había muchos colaboradores, como mi ex marido Raúl, que a veces me acompañaba a hacer notas o salíamos a vender. Nosotros hacíamos todo. Para mí como taller de periodismo fue muy importante. Teníamos la reunión, veíamos las notas, algunas venían hechas, después teníamos el proceso de redacción, de edición… Trabajábamos con linotipos que eran las máquinas que hacían las letras. Eso lo conocía porque mi padre había trabajado en un diario que se llamó Hechos. Después lo salíamos a vender a las ferias, a las fábricas.

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que nos ayudaba era Guillermo González, que después fue director de Brecha. Para mí como experiencia en esa época, que cumplí veintiún años en el 71, era un mundo que se abría, era una aventura, era un clima de mucha camaradería, era la militancia en una cosa concreta. Yo no fui mucho de la discusión teórica, me lo salteé, nunca leí El Capital… creo que sé más de política ahora que cuando la practicaba. Había mucha camaradería. ¿Era socialmente seductor?

¿Y con lo que ganaban daba para mantenerlo? No, porque publicidad no teníamos. Era un diario de propaganda, no era un diario informativo. Estaba hecho para llevar adelante las luchas obreras, políticas, era de línea política. ¿Entonces la organización financiaba la publicación? Sí. Un año pude haber trabajado de maestra pero trabajé ahí y ganaba, se trataba de que hicieras un horario. Por lo menos a tres nos pagaron sueldos para que trabajáramos ahí. También había que ir a las reuniones, pero no necesitabas buscar otro trabajo. ¿Y cómo era la acogida que tenía? ¿Se iba rápido o había casi que enchufarlo? Yo era de las más tímidas, no de las que más vendía. Pero se vendía, en las fábricas, en

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Claro. Además nos quedábamos toda la noche, era gente que tenía otro mundo para mí. Pila, Presno, Gerardo, Eduardo, diferente a mi clima familiar y mi militancia en magisterio. Nosotros nos quedábamos despiertos toda la noche para hacer el diario. Después cruzábamos a la plaza Matriz para desayunar. En esa época, si bien había represión y había habido tortura, todavía era una cosa más marcada por la vida que por la muerte.

¿Tu viejo alguna vez ojeó Compañero? No sé, no me acuerdo. Teníamos mucha libertad en casa… Pero una opinión… más como padre, tipo “está prolijo”. No tengo ningún recuerdo. La pregunta que me haces es interesante pero no tengo ningún recuerdo. Es más probable que le llegara por otro lado… ni siquiera me acuerdo que hablara con él de que trabajaba ahí. Éramos muchos hermanos y militábamos en grupos distintos. Era un quilombo… ¿Conociste etapas posteriores de Compañero?

Además era importante la relación que teníamos con los gráficos, teníamos dos diseñadores que eran extras. No sé quién hizo el diseño, cuando yo entré ya estaba dirimido cómo iba a ser, era básico. Yo escribía, corregía, entrevistaba… uno de los diseñadores gráficos

Vi ahora uno del que me gustó el diseño. Es una forma de respeto a los pueblos, que esté bien escrito, bien impreso. El que vi, uno larguito, me pareció también que cuidaba el diseño, la estética… Yo estoy muy peleada con No he vuelto a mirar la colección porque las publicaciones de izquierda en general. Las creo que no me animo. Mi cuestión periodística encuentro todas muy ideológicas. Con poca empezó de muy niña. Entonces, poder trabajar revisión de las ideas. No me cautivan. Y a veces en este diario, más para obreros y dirigentes; mi me enojo. Me parece que son muy importantes ideología era medio cristiana… no sé si marxista los acontecimientos, que es lo más difícil de pero sí socialista, era fantástico. Pero no me animo saber y que la ideología tapa a veces la realidad. a verla porque del punto de vista periodístico Por supuesto que es una larga discusión, tiene hoy tengo una postura diametralmente opuesta, que ver con el peso que le das a las cosas. no pienso lo que quiero decir y después miro De esa época, una de las notas que reculos acontecimientos,sino que primero miro la realidad y analizo. Entonces estaba muy erdo que más me quedó, interesante y para la ideologizada. A veces pienso que tendría que ir polémica, fue sobre los artículos 4 y 7. En eso a la Biblioteca Nacional y mirar. Lo que siempre la organización tuvo una postura muy en conme gustó, es que se trataba de escribir bien. Se tra. No por el lado de defender la democracia buscaba que estuviera bien escrito, no “chanta”. burguesa, sino por el lado de no creer a los miliCapaz que ahora si lo leo me parece antiguo. tares. Después hubo una nota que sería bien interesante encontrar, creo que del 72, cuando la Pero era una cosa buena. tragedia de los Andes. Gerardo preguntaba qué Cuando el golpe, también salió. En el año hubiera pasado si eso no le hubiera ocurrido a 1974 me puse a trabajar como maestra, y tuve estos chicos que eran de clase alta. Si hubieran el primer hijo, ya había un clima represivo más sido un grupo de bolivianos, un análisis bien interesante. fuerte. En el 75 me fui a Buenos Aires.

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la ROE, pero no creo que se pagara con eso. No sobraba plata para nada.

Se trataba de escribir bien La tirada, ¿te acordás cuánto era? No, para nada. Me acuerdo que hicimos un desastre, una campaña de tapitas de leche. Nos habían dicho que si juntabas tapitas las podíamos vender, como ahora el reciclaje de plástico, y que con eso íbamos a hacer finanzas. Tenían un olor… resultó información errónea. Y no se le podía decir a la gente que de pronto venía con sus tapitas de leche…


Cuarenta años de Compañero Ruben Prieto

El 29 de abril de 1971 aparecía el primer número de Compañero, quincenario editado por la Federación Anarquista del Uruguay y vocero de la Resistencia Obrero Estudiantil, en medio de un intenso proceso de movilización social y política. La intención era poner en la calle ese instrumento de comunicación, para contribuir a la resistencia de los sectores populares, democráticos y de izquierda, contra el autoritarismo creciente ejercido por el gobierno del Partido Colorado bajo la presidencia de Jorge Pacheco Areco. En su primer editorial su director, León Duarte, se comprometía en el esfuerzo por llegar a la sociedad con las ideas de su organización, y con la constante denuncia de la represión de lo que entonces se caracterizaba como una dictadura constitucional. Era una época de radicalización de las luchas. Los reclamos obreros y populares invariablemente recibían como respuesta la aplicación de las Medidas Prontas de Seguridad. Estas (previstas en el art. 168 de la Constitución), sumadas a varias leyes aprobadas bajo presión por el Parlamento, dejaron las manos libres a Pacheco para detener arbitrariamente a activistas y dirigentes, aplicar la censura de prensa e innumerables clausuras de medios e imponer la absoluta ausencia de libertad de expresión. De ahí la definición de dictadura constitucional. La situación ambientó el fortalecimiento de las alternativas que planteaban caminos por fuera del funcionamiento de las instituciones democráticas. Estas, irónicamente, venían siendo desvirtuadas, en primer lugar, por quienes deberían haber sido los

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garantes y custodios de su vigencia como instrumentos para la definición de los conflictos de la sociedad: tanto el Poder Ejecutivo como el mismo Parlamento, que fue impotente para detener el irresistible avance de la derecha cívico militar. Fue así como entre los años 1968 y 1971 las opciones que pregonaban en la práctica la acción directa y la lucha armada crecieron de forma exponencial, de la misma manera que la respuesta represiva legal y clandestina de los grupos de poder del sistema, siempre en el marco de las disputas estratégicas internacionales de la guerra fría. Al mismo tiempo, sectores de la izquierda tradicional (Partido Comunista, Partido Socialista) más desprendimientos inocultables de los partidos tradicionales (Erro, Michelini, Rodríguez Camusso, Alba Roballo, Ariel Collazo), la Democracia Cristiana, y sectores militares constitucionalistas encabezados por el general Seregni, empezaban a percibir que había un espacio que podía ir creciendo para la construcción de una alternativa política que combinara las experiencias y las expectativas de diferentes vertientes democráticas y progresistas. Nace el Frente Amplio, del cual los activistas de origen anarquista, sea por convicciones, por recelar de las manipulaciones electorales tradicionales y por las particularidades de percepción política de estos sectores del movimiento obrero, fueron ajenos.

acostumbradas a la clandestinidad. En diciembre de 1967, el Ejecutivo presidido por el flamante presidente Pacheco, había clausurado por decreto el diario Época y el semanario socialista El Sol y disuelto, es decir ilegalizado, a los grupos firmantes del acuerdo que le dio sustento a Época, quienes habían acompañado la declaración de la conferencia de la OLAS (Organización Latinoamericana de Solidaridad) realizada en La Habana. Eran el Partido Socialista, el MRO de Ariel Collazo, el MIR (escindido del Partido Comunista y de simpatías maoístas), el MAPU (posteriormente los GAU), la Federación Anarquista, y el grupo de independientes de Época. Pero en 1971, año de elecciones, se produce una especie de breve tregua y el Poder Ejecutivo restaura las posibilidades de acción política legal a los grupos disueltos en 1967.

Al comienzo

En ese momento, en el seno de la Fau, al igual que en los años anteriores se había aprovechado hasta la mínima circunstancia favorable para la acción pública, se empezó a discutir y finalmente se resolvió editar un periódico volcado hacia los intereses de la clase obrera y de los movimientos de intención revolucionaria. La perspectiva de las elecciones y la expansión de las alternativas que centraban su actividad política en el combate electoral, aumentaban el desafío para una prédica de carácter revolucionario, desde la óptica de un grupo profundamente desconfiado de las posibilidades de la acción en ese plano.

En ese marco se empieza a editar el periódico Compañero por parte de un grupo de personas ya

Compulsa interna mediante, el nombre con más adeptos fue Compañero. Así empezó una historia

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que ya lleva cuatro décadas. Sus antecedentes inmediatos fueron la Carta de Fau, de aparición semanal, que contenía un editorial y noticias de la resistencia, publicada desde 1968, cuyo responsable era Raúl Cariboni, con el aporte de Mauricio Gatti y el boletín de la Resistencia, a cargo de Hugo Cores, en el que colaborábamos Nélida Perera y Aníbal Griot del Banco de Seguros, Mariela Salaberry, quien esto escribe e infinidad de corresponsales en lugares de trabajo y centros de estudio.

Alerta sobre el golpe En su primera época Compañero puso en la calle sesenta y dos ediciones, entre el 29 de abril de 1971 y noviembre de 1973. Fue testigo de atropellos, corrupciones del poder, acciones de resistencia obreras y estudiantiles, dio cobijo a opiniones que defendían el interés nacional, procuró orientar el trabajo militante de centenares de activistas y dirigentes en todo el país. Sistemáticamente alertó en forma muy clara respecto a que el proceso conduciría inexorablemente al golpe de estado cívico- militar. Muchos compañeros encarcelados tuvieron que interrumpir su colaboración, otros siguieron a pesar de la clandestinidad o el exilio. Pero siempre hubo alguien dispuesto a escribir algunas cuartillas para transmitir sus ideas de socialismo y libertad. Más chico o más grande, siempre hubo un equipo para redactarlo, diagramarlo, llevarlo a la imprenta y distribuirlo. Muchos ya no están, y en todos ellos pensamos en estos momentos.

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| Fotografía Adriana Cabrera

Entrevista a Universindo Rodríguez

Un esfuerzo colectivo Graciela Muniz Universindo Rodríguez, el Yano, militó en el Partido por la Victoria (PVP), por lo que debió permanecer un tiempo exiliado, trabajó en la publicación de Compañero en su segunda época durante la dictadura y estuvo preso durante varios años por su tarea militante. En entrevista con “Cuadernos de Compañero” nos cuenta su testimonio. “A comienzos de 1978 varios militantes uruguayos de izquierda vinculados al PVP nos instalamos en Brasil. Algunos habíamos logrado escapar, “en ancas de un piojo”, de la brutal represión que se desató en la Argentina luego del golpe militar de marzo de 1976 y viajamos a Europa a través del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Nuestro objetivo era conseguir apoyos para la búsqueda de los compañeros desaparecidos, denunciar la violación sistemática de los derechos humanos, la disminución de los niveles de vida de la población trabajadora, el no cumplimiento de los convenios con la OIT y los ataques permanentes a la autonomía de la Universidad de la República por parte de la dictadura cívico- militar instaurada en nuestro país en junio de 1973”.1

¿Cómo fue su experiencia en Compañero? Después de los sucesos del 76 se hizo la conferencia en el 77, en donde se resolvió retomar vínculos en Uruguay y en la región, a la vez que algunos compañeros y compañeras que estábamos exiliados viniéramos a dar una mano. La idea era desarrollar una actividad política, cauta y responsable, conscientes de que veníamos (el movimiento popular uruguayo, la izquierda) sufriendo derrotas tras derrotas, que la dictadura había logrado parcialmente su objetivo que era desarmar los conjuntos opositores dentro del país y de la región, y proponer contrarrestar todo eso con la campaña internacional de denuncia a 1

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la violación de derechos humanos, los desaparecidos, los reclamos de amnistía Vinimos con la idea de no pretender modificar una situación que era realmente compleja sino de apoyar a la militancia en diversas tareas. Éramos conscientes de que la lucha contra la dictadura era a largo plazo, pero que esta iba a ser derrotada en la medida en que hubiera lucha y resistencia popular dentro y fuera de fronteras. ¿Cuáles eran los contenidos de la publicación? Con los vínculos que establecimos en Brasil (se eligió este país porque en él se desarrollaba un importante proceso de lucha por lograr

| Extraído de un texto redactado por Universindo Rodríguez para una publicación de Brasil.

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una apertura política plena y recuperar las libertades públicas y sindicales), la tarea era denunciar todo lo relativo a la situación económica y social de los trabajadores uruguayos, con mucha cautela, conscientes de los peligros y dificultades que estaban planteadas. Solamente retomar las relaciones con los militantes del Uruguay y la región era un gran logro que no se iba a resolver de un día para el otro. Promover algunos niveles a través de la lucha, de la enseñanza, a nivel gremial, de lo que se pudiera. Compañero en su segunda época, cuando lo empezamos a largar en el año 78, significó un esfuerzo más en el intento de implantarnos en Uruguay y en la región. Se trataba de una publicación de carácter clandestino, modesto, hecha colectivamente y con información y opiniones políticas sobre lo que estaba aconteciendo, un elemento de denuncia. ¿Cómo se distribuía? Dadas las condiciones en las que nos encontrábamos, la actividad se hacía realmente muy complicada. Utilizamos diversos mecanismos, la gente se lo pasaba, lo reproducía, se enviaba por correo usando listas diversas y formas para que no fuera detectado. Era un verdadero esfuerzo político. Ahí estaba Hugo Cores como protagonista principal, Lilián Celiberti, Mariela Salaberry, Eduardo Pin, un buen número de compañeros de diferentes generaciones, con distintas experiencias, algunos de procedencia obrera, otros del cooperativismo, otros estudiantes. ¿Tiene algún recuerdo o anécdota particular que quiera compartir? En poco tiempo pasaron muchas cosas. Todo transcurrió en un período muy breve. Vivíamos con la posibilidad de caer presos en cualquier momento, lo que implicaba que te iban a torturar seguro, por lo cual había que estar preparado para situaciones realmente adversas y soportarlas con silencio y con dignidad. (…) Por eso mismo procuramos desde el comienzo generar vínculos fuertes, sólidos y sinceros con ciudadanos, instituciones, fuerzas sociales y políticas que nos dieran cierta garantía de no terminar muertos o desaparecidos. Y, sobre todo, no dar información que les permitiera a los servicios de Inteligencia realizar nuevas detenciones y, con ello, debilitar la resistencia popular a la dictadura uruguaya. Actuar durando y durar actuando era nuestra perspectiva. No era una tarea sencilla. 1

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Va, pensiero

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Canta un aire de crudo lamento que te inspire el Señor un aliento, que al padecer infunda virtud. Milton Romani Gerner

El “Pensiero Táctico”, como se lo designó en nuestro lenguaje resultó ser la condensación de la Autocrítica del año 77, producto de una Asamblea que realizó el PVP y que constituyó entonces uno de los pocos balances de la izquierda rectificando errores políticos de fondo. El Pensiero Táctico indicaba un cambio de rumbo privilegiando, precisamente, la acción política en la coyuntura y escena política concreta y no solo en la lucha sindical o en la propaganda estrategista. Esta pequeña joya teórico-política inspiró la prédica de la segunda y ya clandestina época) de Compañero.

Hugo Cores fue su redactor principal, y también colaboraron varios compañeros que estaban en diferentes ciudades del país, de la región y del exilio más lejano. Obra colectiva como sería también la redacción, confección y distribución de ese periódico, aún en esas duras condiciones.

destina, un canillita-militante vendiendo Compañero en la terminal de ómnibus, era una pequeña hazaña.

Luego de una brutal represión a lo largo de 1972, con miles de presos y operaciones militares de todo tipo, con todas las garantías totalmente conculcadas, Estado de Guerra y Justicia Militar, algunos pocos resistíamos todavía. El aparato casi desmantelado del ya esmirriado FRT intentábamos lo imposible. Un día de febrero del 73 estaba en la terminal Fuerza Revolucionaria de los Trabajadores, era el nomCiudadela en un ómnibus 7E7, próximo a partir rumbo bre excesivamente pomposo de un desprendimiento a Shangrilá donde vivían mis viejos. Me llamó la aten- de jóvenes (principalmente provenientes del FER) del ción un canillita que voceaba el periódico Compañero MLN. Habíamos hecho una experiencia política muy gritando a viva voz el titular que denunciaba a los fermental a nivel de masas y estábamos coincidiendo comunicados 4 y 7. De las pocas voces de izquier- activamente con la Resistencia Obrera y Estudiantil. El da entonces (junto a Marcha y a Erro) que no se en- titular de El Popular y las noticias sobre el acuerdo de grupieron con las “coincidencias objetivas” ni con la algunos compañeros del MLN con el Ejército generatupamarización del Ejército. Para mi mentalidad clan- ban perplejidad ante lo absurdo e impotencia. En esa

| Fotografía Juan Angel Urruzola

Febrero amargo, insólito y fatal.

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| “Va, pensiero” es el famoso Coro de los Esclavos de la Ópera Nabucco de Giuseppe Verdi. Inspira la lucha de quienes en el exilio buscan volver a la tierra prometida: la libertad. Hace pocos días el Director de la Sinfónica de Roma, Ricardo Mutti, en el bis, la hizo cantar por todo el público como una forma de sutil protesta contra Berlusconi allí presente.

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| “¿Trataremos a los jóvenes a como a otras especies?? | Fotografía Juan Angel Urruzola

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lucha desigual, el grito del canilla me devolvía el alma e infundía ánimo. Compré el diario y le sonreí. Años después lo reconocí en una foto: era el Negro Santana Scotto, secuestrado en Asunción en el 77.

Vientos de amnistía en América Latina Titular del Número 64, Segunda Época, del 1° de mayo de 1978 Llegó a Buenos Aires. Donde quedábamos los pocos sobrevivientes del gran naufragio provocado por la patota criminal encabezada por Gavazzo en la Argentina. El título y el primer número de Compañero clandestino indicaban al menos dos aspectos estimulantes: poder ir a fondo en el ajuste de los gravísimos errores de orientación y conducción, manteniendo la organización y el espíritu de lucha. La propuesta de Amnistía generó una intensa discusión política y jurídica en el exilio uruguayo, porque algunos trasnochados ultras nos acusaban de conciliadores. Decían que equivalía a pedir perdón. Éste fue un rasgo permanente de una parte de la izquierda: enamorarse de ciertas palabras, ciertas consignas y realizar testimonio a partir de ello. Preservar supuestos “principios” que nunca han hecho posible dar un paso efectivo en la lucha. Habría que sacar conclusiones de estas historias.

impulsábamos acciones sensatas y sencillas vinculadas a la consigna de Amnistía General e Irrestricta, un movimiento democrático y amplio destinado a quebrar la dictadura. En dicho movimiento se incorporaba una tarea central: buscar a nuestros compañeros y a sus hijos secuestrados. Ése fue, prioritariamente un principio de organización: organizar es defender a los nuestros, acercarnos a sus familias, poner la acción también a su servicio. Pensar que son las “bajas inevitables de una guerra”, nunca fue lo nuestro. Por muchas razones. Pero en principio porque toda organización tiene un principio elemental de organizar sus fuerzas. La acción política tiene su racionalidad en las relaciones de poder, pero también tiene que responder a una ética y una sensibilidad que se desprende de la solidaridad. El tema Derechos Humanos, que era ajeno a la izquierda, se forjó en esa fragua: la de los familiares y las víctimas. Organismos sociales y de DDHH, pensadores y militantes vimos en ese pliegue una plataforma de lucha. Algunos que no lo vivieron organizadamente, afirman que esta bandera es “la cabeza de puente del imperialismo, que hay un espacio “nacional” armónico que incluye, “perdonando”, los crímenes que lesionan a toda la humanidad. Dentro de la tradición judeocristiana el perdón implica arrepentimiento del perdonado.

Dónde están los presos políticos desaparecidos

¡Amnistía!

Titular del Número 68 del 1° de setiembre de 1978

Titular del Número 69 del 1° de octubre de 1978

La segunda época de Compañero clandestino estuvo centrada en la acción que se efectuara de acuerdo a una lectura realista y sensata de la situación de Uruguay. Del reconocimiento de la real correlación de fuerzas y del estado de ánimo de nuestro pueblo. La prensa clandestina estaba destinada a denunciar y a organizar mínimamente a las incipientes y raleadas redes sindicales y sociales. Nos concentrábamos en aprovechar todos los espacios posibles para reconstruir el movimiento obrero (un duro debate se dio en relación con la ley de asociaciones de la dictadura,

En Francia, los compañeros exiliados promovieron la constitución del Secretariado Internacional de Juristas por la Amnistía en Uruguay (SIJAU), que integró a un grupo de juristas de primer orden cuya doctrina derivaba de la escuela francesa y la italiana de corte libertario, abogando en pro de la lucha de los pueblos. Hubo peones del Imperio que jugaron pero en sentido contrario. El SIJAU convocó a los abogados uruguayos en el exilio de varios partidos. La unidad antidictatorial era el norte para la acción y favorecía la recuperación de las propias fuerzas. Las

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Perdonarán o no las víctimas. El Estado sólo administra justicia.

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acciones de la dictadura se incrementaban y Compañero desde su humilde aporte fue un arma de denuncia. El 6 de noviembre de 1978 salió el Número 70 publicando los nombres de los presuntos asesinos de la señora de Heber. La información brindada en nuestras páginas presentaba muchos datos y desenmascaraba al grupo Azul y Blanco (Vargas Garmendia, Martín Gutiérrez, Celio Riet, Felipe Ferreiro) que ostentaban una actitud provocativa contra el Directorio del Partido Nacional. El secuestro de Lilian Celiberti y de sus dos hijos y Universindo Rodríguez se llevó a cabo para quebrar la circulación de Compañero. Porto Alegre era el puente de contacto entre los compañeros de Uruguay y el núcleo de nuevos editores del periódico. La campaña de denuncia reclamando la libertad de los secuestrados se transformó en una movilización solidaria de los periodistas y fuerzas progresistas. La dictadura uruguaya tuvo que admitir la existencia del operativo, legalizar a los presos y devolver a los niños. Fue la primera vez que se pudo revertir la acción criminal y poner en evidencia la coordinación represiva fuera de fronteras. A raíz de esa campaña se produce la primera deserción de un soldado uruguayo, Walter García Rivas, que en Porto Alegre mostró documentos y fotos de los hechos criminales con base en la Compañía de Contrainteligencia del Ejército Uruguayo y de las Fuerzas Conjuntas.

VOTE NO Milicos fuera. PVP Titular del Número 78 del 20 de noviembre de 1980 Lo novedoso de la propuesta era el análisis de la escena política, de la correlación de fuerzas y de situarse tácticamente en relación con el Plan Político de la dictadura cívico-militar que situaba el epicentro de su cronograma en el plebiscito del 80. “En las últimas semanas en todos lados se discute de política. Se ha roto el silencio y la apatía sobre los grandes problemas nacionales”. Así comenzaba el editorial de aquel Número 78 que redactó Hugo Cores pero en el que varios metimos mano. Viajé clandestinamente de ida y vuelta desde Buenos Aires a San Pablo. Paré en la casa de Hugo y Mariela

y posteriormente en la de un uruguayo solidario, hoy célebre, Cesar Charlone. Redactamos ese número con un entusiasmo increíble. A partir de las informaciones que nos llegaban de todos los grupos de Uruguay, crecía el clamor de “A redoblar”. En Buenos Aires habíamos desarrollado una acción intensa en el vigoroso movimiento de DDHH encabezado por Madres y Abuelas y estábamos vinculados al Centro de Estudios Legales y Sociales, donde Emilio F. Mignone, Augusto Conte y Noemí Labrune encabezaban la lucha judicial contra la dictadura. Con Alberto Correa, y la participación del abogado Octavio Carsen hacíamos nuestras primeras armas en el ejercicio silvestre de la abogacía: presentábamos hábeas corpus, ¡a la justicia amañada de la dictadura argentina! Veíamos que era posible la denuncia y la solidaridad activa con los familiares. Junto con Rosina Harley y Mónica Parada llevábamos las fotos de los niños secuestrados a los organismos, a la prensa nacional y a corresponsales extranjeros. También llevábamos Compañero. En setiembre del 79 reunimos a familiares de desaparecidos y nos presentamos ante la Comisión Interamericana de DDHH de la OEA. En un bar, situado en la esquina de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (Paraná y Tucumán), nos reunimos con Violeta Malugani, María Esther Gatti, Luz Ibarburu, Irma Trías, Milka Prieto, María E. Antuña de Gatti y otros. Se estaba creando el grupo de familiares. Otra responsabilidad nos correspondía: vincular algunos grupos de acción política del PVP en Uruguay. Con Daniel Ximenez y mi hermano Edgardo Romani procesábamos la incipiente acción para votar NO en el plebiscito del 80. El exilio en Buenos Aires había quedado golpeado y esmirriado, en la rotisería de Aníbal Collazo se juntaban viejos militantes bancarios de la 1955: el Negro Bentancour, Lelia González, el petiso Oreggioni y el Zurdo se organizaban para aportar lo suyo en esa movilización. Coordinábamos por ese entonces con Juan Chenlo y el arquitecto Jorge Duran Mattos para impulsar el NO. Íbamos a la casa de Alberto Silva y su señora a esperar los resultados del plebiscito. Circulaba Compañero. De alguna manera, en la modestia de aquellas acciones, como un coro de esclavos resistentes, pudimos, entre todos, “inspirar un aliento, que al padecer, infunda virtud”.

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Compañero en 1985 Mariela Salaberry

Tiempo después que el PVP pudo reunir todo lo que había quedado disgregado y disperso luego de los años de dictadura, como todo partido que se precie, empezó a editar quincenal y legalmente Compañero, otra vez en formato tabloide como en su primera época. Durante la dictadura se había reducido al tamaño de una hoja A4 doblada en dos, que viajaba desde Brasil a Montevideo en cajas de bombones Garoto o latas de leche Nestlé. El equipo de redacción, bastante numeroso, en sus comienzos se reunía en el living de un apartamento que un compañero del GAU nos había prestado en la calle Silvestre Blanco, donde vivíamos con Hugo y Sofia. Consecuencia de la mentalidad clandestina del periodo anterior, al comienzo no nos reuníamos en la Casa de los Compañeros de Fernández Crespo. El armado sí se hacía en esa casa y, como en todos los cierres de periódico, era algo que se hacía siempre sobre la urgencia. Contábamos con algunas fotos que se habían conservado desde el año setenta y poco más. Hugo, que era quien escribía el editorial, siempre lo entregaba a último momento, lo que provocaba unos cuantos

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problemas, sobre todo cuando se pasaba del espacio que tenía asignado y había que cortar los artículos ya al final del cierre. Terminábamos de madrugada. En invierno, la «vieja» Blanca, que vivía en el local, muchas veces nos preparaba un buen guiso de lentejas bien caliente que compartíamos a eso de la medianoche. Eran jornadas de mucho trabajo, de discusiones con los armadores pero el clima era muy fraternal entre nosotros. Continuando con una de las líneas centrales que desde 1977 fue eje del trabajo del PVP, su contenido tenía un importante componente de denuncias de violaciones a los derechos humanos ocurridas en el período anterior. Fue un portavoz extremadamente crítico de la transición de Sanguinetti. Tiempo después se alquiló un local pequeño en la calle Sarandí al que nos trasladamos hasta que el periódico dejó de salir y fue sustituido por una revista.

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El desexilio Adriana Cabrera Esteve Venía de Nicaragua. Había escrito mis primeras líneas periodísticas trabajando para el Departamento de Propaganda del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y Barricada Internacional. Un compañero le arrimó mis artículos a Hugo Cores y a partir de ahí pasé a integrar el equipo de redacción de Compañero. Hasta ese momento mi vinculación con el periódico había sido como “canillita”. Y de esa primera época, en la pre dictadura, recordaba a entrañables compañeros, como Jorge Zaffaroni, que voceaban en los ómnibus “Compañero no puede faltar en la cartera de la dama ni en el bolsillo del caballero”.

Las tareas políticas de esos años Era mayo de 1985. El 16 de ese mes Compañero había comenzado su tercera época. En la editorial, escrita siempre por Hugo, expresaba sus propósitos: “Compañero se define como un órgano de lucha por los más altos intereses nacionales

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y populares. En especial se define como inquebrantable defensor de los intereses de los trabajadores, de los jubilados, de los desocupados y todos los sectores sociales agobiados por la crisis. Asume por eso una actitud opositora ante los responsables de la situación de penuria que hoy padecen las grandes mayorías nacionales (…) “La situación del país, la persistencia de la crisis, las insinuaciones reaccionarias de los nostálgicos del autoritarismo marcan la gravedad de las tareas políticas de la hora. Precisamos profundizar la brecha democrática (…) “Es preciso terminar con la impunidad de los responsables de delitos contra la humanidad y debemos –todo el pueblo debe- saber la verdad sobre la situación de los presos políticos desaparecidos. Precisamos también formar el más amplio bloque de fuerzas para emprender y derrotar las imposiciones políticas y económicas del capital financiero que atentan contra la soberanía del

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Fernández Crespo y Madrid, pero buena parte del trabajo de edición se hacía desde la casa de Hugo y Mariela. Todos pasaban en algún momento por ahí a dar una mano. Yo me anotaba para corregir las galeras al lado del diseñador gráfico. También, en esa primera época, tomaba fotografías con mi vieja cámara Nikkormat. Más adelante contamos con la colaboración de Nancy Urrutia y de Estela Peri. En lo personal, casi todos teníamos la vida complicada. Muy pocos tenían vivienda y trabajo estable. La mayoría estábamos en un proceso de reinserción en la sociedad que era más o menos complicado según el apoyo familiar y las posibilidades de cada uno. Todos habíamos conocido situaciones aún más difíciles así que ese tema, desde el cual tejíamos la red de solidaridades, no era lo que más nos preocupaba. Nos ocupaba la situación política. Usábamos un salón grande en la Casa de los Compañeros. Allí nos reuníamos en torno a una mesa. Discutíamos la coyuntura. Decidíamos qué temas abordar desde el periódico. Durante las discusiones, Hugo desplegaba sus capacidades docentes y su liderazgo político pero, además, el equipo tenía un muy buen nivel de discusión. Veníamos de una larga práctica política de incorporación de la crítica y autocrítica como motor de nuestra actividad y esa impronta se mantenía en la redacción. Trabajábamos en equipo. La planificación, la ejecución y el balance, que retroalimentaba el número siguiente, formaban parte de todas las reuniones.

país y hunden al pueblo en el desamparo, al tiempo que conspiran contra las libertades democráticas. Para ello precisamos fortalecer nuestros instrumentos de lucha (…). “Empezando por el Frente Amplio al que anhelamos cada vez más enérgico, más unido, más movilizado, marcando una presencia netamente opositora a la política del Partido Colorado (…) “…COMPAÑERO estará al servicio de esta línea, (…) Así lo hicimos desde la clandestinidad cuando impulsamos la campaña por la Amnistía General e Irrestricta. Así lo hicimos desde la clandestinidad cuando sumamos nuestras voces al “NO” en el plebiscito del 80.

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Así lo hicimos cuando apoyamos la campaña por el voto en blanco en noviembre de 1982…”

Quiénes fuimos Éramos un grupo heterogéneo en cuanto a sus experiencias. Algunos como Ivonne Trias y Alfredo Pareja habían sido liberados recientemente. Otros como Eduardo Dean y el mismo Hugo habían estado en manos de la Triple A argentina y de la OCOA, presos y luego exilados. Otros veníamos de diferentes periplos del exilio. Llevábamos años tratando de acercarnos a la región. De Buenos Aires, Milton Romani y Alberto Correa; de Brasil, Mariela Salaberry, Inés Abelenda, Magdalena Castro, François Graña. Ese equipo, el que había publicado Compañero para ser distribuido clandestinamente durante la dictadura, se mantenía. Funcionábamos sobre todo en la Casa de los Compañeros, en las calles

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Al cierre, el lugar se transformaba en un hervidero. La mayoría de nosotros, los que estaban en pareja y los que no, teníamos hijos que nos acompañaban a todas partes y entre ellos se hacían amigos, jugaban y su bullicio nos seguía todo el tiempo. Eso fue así hasta que cada uno fue resolviendo su vida personal y los niños encontraron su lugar. Tendimos a especializarnos en diferentes áreas. Al principio, formé equipo con Ivonne y Universindo Rodríguez, cubriendo la actividad parlamentaria; fueron los tiempos en que se formó la Comisión Investigadora Parlamentaria sobre Personas “Desaparecidas”. Germán Araujo dejaba oír su voz vibrante desde el Senado y convocaba a las multitudes. Era común cruzarse con personas que iban con sus transistores cerca del oído para escuchar las sesiones parlamentarias. La gente en la calle vivía la democracia recientemente recuperada con avidez. Como lo había anunciado Hugo en la primera editorial del período, los derechos humanos aparecían como uno de los ejes de nuestro

trabajo. También la democratización del Estado. Los análisis económicos ocupaban un lugar jerarquizado. Junto a ellos, las luchas populares. Alberto Correa y Eduardo Dean cubrían las páginas sindicales. Magdalena Castro escribía las páginas sociales, especialmente los temas vinculados a la vivienda. Las cooperativas estaban en su apogeo. Gustavo González era el principal dirigente de FUCVAM en ese momento. También teníamos un espacio para páginas culturales donde escribían Alfredo Pareja y Juan Graña y una página de internacionales que algunas ocasiones supe escribir. Algo bien interesante fue que en ese primer período no firmáramos nuestros artículos. De esa manera cultivábamos la humildad, el desinterés personal, nos parecía mal sentir sed de protagonismo. Con el tiempo algunos compañeros abandonaron ese primer equipo de redacción de post dictadura y en su lugar llegaron otros.

Apostando más alto Ya en el ochenta y nueve, año electoral, hicimos un esfuerzo por mejorar la calidad del periódico. Habíamos fundado, junto al MLN, el Movimiento de Participación Popular. Tuvimos un local independiente, cambiamos el diseño, firmamos los artículos y hasta había quien usaba seudónimo. Se contrató a Roger Rodríguez como jefe de redacción y a Jorge Lewinger, periodista argentino que residía en Uruguay. Tota Quinteros se encargó entonces de la administración. En fotografía también buscamos superarnos y comenzamos a trabajar además con la Agencia MIREN. Entre los que se acercaron en ese período recuerdo a Ignacio Martínez, Rogelio Izbarbo, Jorge Velázquez y a Virginia Martínez. En esa época ella pensaba que sólo podía escribir sobre lo que llamaba “su pulga amaestrada”. Después la vida le mostró que en su labor periodística podía llegar tan lejos como quisiera. También contamos con las caricaturas de Helena Heinzen, quien, en el gobierno pasado llegó a ser integrante del gobierno departamental de Paysandú. Una constante, especialmente de este último período, fueron las columnas de opinión de dirigentes tanto políticos como sindicales, del PVP como de otras fuerzas frenteamplistas. De los militantes del PVP, publicamos las columnas de Pablo Anzalone, que también era redactor responsable del periódico, de Raúl Olivera, Miguel Fernández Galeano y Víctor Marabotto, entre otros. De los compañeros frenteamplistas, Carlos Pita, Luis Rosadilla, Luz Ibarburu, Daniel Martínez, Eleuterio Fernández Huidobro, Lucas Pittaluga, Enrique Rubio, Daniel Olesker son algunos de los que tuvieron un espacio en nuestras páginas.

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Aquel año en Compañero Por Roger Rodríguez

No fue un tiempo fácil para muchos periodistas que nos habíamos hecho en el insilio. Desde dentro de la dictadura. Sin puntos de referencia políticos, ideológicos o personales. Sin maestros, sin contactos, descubriendo cada día la dura realidad que nos había rodeado sin saberlo. Algunos que veníamos de publicaciones tradicionales pasamos a trabajar en medios alternativos durante los años ochenta. Yo me había formado en El Día, donde me despidieron por integrar el sindicato, había tenido la experiencia de Convicción y su clausura, la de La Voz que me llevó a ser procesado por la justicia militar, la de La Hora de la que había renunciado y la del nacimiento de La República, donde también me despidieron por dirigir el sindicato. Muchas publicaciones alternativas comenzaban a desaparecer y las posibilidades de trabajo se reducían, sobre todo para quienes ya teníamos algunas cicatrices encima.

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Los compañeros que salieron de la cárcel y los que volvieron del exilio, se sumaron a los que habían estado por años en la resistencia clandestina y a quienes, por edad, no habíamos conocido los tiempos previos al golpe de Estado. No era sencillo amalgamar tantas corrientes y experiencias. En particular, porque aquel sentimiento de unidad antidictatorial que se había formado desde el NO a la reforma constitucional de 1980 y que se había consolidado con el surgimiento del Plenario Intersindical de Trabajadores (PIT), con la movilización de la Federación Uruguaya de Cooperativas de Viviendas por Ayuda Mutua (FUCVAM) y la organización de la Asociación Social y Cultural de Estudiantes de la Enseñanza Pública (ASCEEP), había comenzado a sufrir un proceso de partidización política desde la instalación del gobierno de Julio María Sanguinetti, que también había impuesto la Ley

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de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado. Había sabido de la existencia de Compañero en Brasil, a través de mi contacto con Jair Krischke en Porto Alegre. Había leído fotocopias de ejemplares históricos, con las denuncias de Hugo García Rivas, con la verdad del secuestro de Lilián Celiberti y Universindo Rodríguez, con notas profundas o análisis que me enseñaban a pensar o a entender. Había visto algunas ediciones en la trastienda de la farmacia Virtus del Cacho López Balestra, donde me nutría de ejemplares clandestinos de Mayoría, Liberación, Patria Joven, Noticias Uruguayas y otras publicaciones que llegaban desde el exilio. Llevar encima cualquiera de esas ediciones en los días de la dictadura implicaba el riesgo de ser encarcelado. Pero significaba ser un canillita de la resistencia… Por eso (y porque andaba flojo de trabajo también) no dudé en aceptar la propuesta de coordinar la redacción de Compañero cuando Hugo Cores me lo propuso en 1989. Fue una de las experiencias periodísticas que recuerdo con mayor satisfacción y en las que pude trabajar con mayor libertad y respeto por parte de la organización política que constituía el alma de la publicación. Instalados en una oficina sobre la calle Sarandí, esquina Zabala, compartimos jornadas de producción con Jorge Lewinger, Tota Quinteros (a quien le había hecho la primera entrevista en Uruguay a través de Convicción), Virginia Martínez, Mariela Salaberry, Rogelio Izbarbo “el Tique”, Ana Martha Martinez, Jorge Velázquez, Ignacio Martínez, Helena Heinzen, el “Vasco” Aguirrazabal y el “Tierno” Varela, entre otros que iban y venían a aquella pequeña redacción. Las fotos las proporcionaba la agencia Miren (Armando Sartorotti, Sengo Pérez, Ariel Chabalgoiti) o Nancy Urrutia. Los cierres de edición eran mágicos. Con muchos compañeros expectantes del quincenal nacimiento de aquellas hojas armadas en frío, con viñetas del pulso de aquella estudiante de arquitectura que años después llegó a ser intendenta de Paysandú, con la atención permanente de Tota que nos cuidaba como a niños, o la esperada aparición de Carlos Coitiño, quien financiaba el almuerzo.

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Aquel 1989 fue año movido. Se produjo el incidente de La Tablada en Buenos Aires, derrocaron a Alfredo Stroessner en Paraguay; asumió Carlos Menem en Argentina; Salam Rushdie fue condenado por sus versos satánicos; Felipe González fue reelecto en España; Patricio Aylwin ganó las elecciones en Chile; cayó el muro de Berlín; los estudiantes chinos tomaron la Plaza de Tian’anmen; Solidaridad fue legalizado en Polonia; fusilaron a Nicolae Ceaucescu en Rumania; el Dalai Lama fue premio Nobel de la Paz; murieron Alfredo Zitarrosa, Bob Marley, Raúl Sendic, Salvador Dalí, Dolores Ibárruri y Nicolás Guillén; Uruguay perdió la final de la Copa América con Brasil; se estrenaron La sociedad de los poetas muertos, Cinema Paradiso y Nacido un 4 de julio; en Uruguay hubo cortes de energía por la sequía y después se sufrieron inundaciones; hubo conspiraciones militares y cambios de mando; el voto verde perdió el plebiscito contra la ley de impunidad; el Frente Amplio ganó Montevideo y Luis Alberto Lacalle las presidenciales; se aprobó la reforma jubilatoria. Terminaba una década. He narrado como un ejemplo aquellas reuniones de planificación de la publicación. Con Hugo Cores en la cabecera y un equipo de plumas del PVP compuesto por Pablo Anzalone, Miguel Fernández Galeano, Milton Romani, Adriana Cabrera, Víctor Marabotto y la colaboración de Daniel Olesker, entre otros. Se decidían los temas, se adjudicaban las notas y columnas (muchos de ellos invitados), los plazos de cierre y, finalmente, se definía el tema de tapa. Además de la secretaría de redacción, yo me encargaba de un artículo de análisis de coyuntura que iba en la página 2 y sobre el cual hablaba largos ratos con Hugo. La portada se decidía en un debate abierto, en el que todos argumentaban y proponían, pero llegado el momento de plasmar aquella idea en el papel, Cores me daba un apoyo como pocas veces he tenido: “Es una definición periodística y la resuelven los periodistas”, decía. Las tapas, finalmente, quedaban en las manos creativas del Vasco Aguirrazabal. Pero sabíamos que si le gustaban a Tota, estaban bien…

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Cuarta época: contra el neoliberalismo puro y duro Ángel Vera En 1991 Compañero reapareció como revista bimensual, intentando priorizar en cada número el desarrollo de una temática relacionada con ese momento histórico de particular importancia para nuestra izquierda. El derrumbe de la URSS no sólo había sumido a los partidos comunistas en la más profunda crisis. En términos geopolíticos, el fin de la bipolaridad afectaba estratégicamente al conjunto de la izquierda, incluyendo a los grupos que desde un punto de vista socialista, crítico y transformador marcaban distancias explícitas con los regímenes del “Bloque del Este”. El Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Departamento de Estado combinaban la preocupación por la gobernabilidad democrática latinoamericana con la implementación de las políticas neoliberales. Eran tiempos en los que desde las circunstancias, tanto objetivas como subjetivas, de

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reflujo debía construirse la resistencia a un verdadero tsunami social que podría terminar arrasando a nuestra América. Desde el primer número de esta época de Compañero, muchas páginas estuvieron dedicadas a la reforma neoliberal del Estado impulsada alternadamente por los partidos tradicionales en Uruguay. Ya no se trataba sólo de la defensa de ANCAP, de ANTEL, del Banco de Seguros, del Banco Hipotecario, de la Seguridad Social, la salud, la educación, etcétera, sino también de transformar las empresas públicas y el conjunto del Estado, desde su eficiencia y contra su devastación y privatización. Otro de los temas cruciales lo constituyó la Iniciativa para las Américas y el debate sobre él, en un contexto estratégico que implicaba la gestación de acuerdos de libre comercio con países o grupos de países

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subregionales cuyos gobiernos eran incondicionales a Washington. Hugo Cores, entonces diputado, fue uno de los principales protagonistas de esos debates. La revista Compañero también asumió otros desafíos que marcaron la línea del PVP. Canalizar el descontento hacia una nueva etapa de luchas populares, la revalorización de los procedimientos de la democracia representativa, la adecuación a la competencia electoral, sumados al desconcierto ideológico y la crisis de la militancia tras la caída del muro promovieron un fuerte debate en torno a la renovación de la izquierda y la organización de un instrumento político. Esta dura polémica se expresó en el llamado “Documento de los 24˝ y se saldó en cierta medida en el II Congreso Nacional del Frente Amplio.

cionarios públicos. Ante el debilitamiento del movimiento obrero en la vida del país, desde Compañero se promovía la recreación del PITCNT sin sectarismos, sin tabiques burocráticos y estimulando siempre la unidad a partir de la capacidad de lucha y la movilización del conjunto de los sindicatos. Siendo éste el eje que marcó nuestro compromiso de clara confrontación con el proyecto liberal y de apertura de alianzas con todos los sectores afectados, la movilización por el referéndum contra la ley de empresas públicas constituyó un gran paso para cambiar el escenario.

Recordemos también que el Frente Amplio había conquistado la Intendencia Municipal de Montevideo y desde allí se proponía la ampliación de la participación ciudadana, nuevas formas de gestión urbana y la instrumentación de políticas sociales para los secSin embargo, desde entonces la discu- tores más afectados. La izquierda debía desión retornaría periódicamente sobre la mo- mostrar que podía gobernar y a la vez alentar dernización del FA poniendo el énfasis en transformaciones positivas en la capital del el marketing electoral, la desvalorización de país. La creación de los Centros Comunales la acción militante y el creciente desmante- Zonales intentó llevar a la práctica una forma lamiento del FA como estructura de masas. de hacer política desde abajo, que la gente Compañero respondía que el FA debía predi- podía acercarse y constituirse en protagoniscar sin ambigüedades, actuar sin concesiones ta de los cambios necesarios y, sobre todo, y reordenar el tablero a partir de una sólida consolidar la idea de que el cumplimiento del acumulación política. En la página editorial Programa del Frente Amplio requería de la del número 3 (julio-agosto, 1992) se plantea- opinión y la movilización de los vecinos. Este esfuerzo mayor implicaba un cambio radical ba lo siguiente: de la mentalidad de los políticos, los trabajaEn un período de defensiva, de desmo- dores y la propia comunidad. En más de una vilización y descreimiento en las herramientas oportunidad, Carlos Coitiño, ex director del políticas y sindicales, vale la pena destacar la Área Comercial y Productiva, planteó los prodisconformidad que se acumula y cómo logra blemas de gestión que tenían que resolverse efectos cuando se transforma en acción de por aquel primer gobierno municipal. resistencia firme y clara. Entre muchos otros temas, debemos resaltar que la revista divulgó una investigación El portavoz de un partido bien enraizado en el movimiento sindical no podía menos de primera mano sobre las huellas del Plan que hacerse eco de las luchas de los trabaja- Cóndor. Continuó y participó de los encuendores y las polémicas sindicales. En la agenda tros de la izquierda latinoamericana hasta el estuvieron, entre otros temas, la respuesta VI Encuentro del Foro de San Pablo (1993) y obrera a los cambios en la organización del fue expresión de distintas inquietudes en lo trabajo, el impacto de las nuevas tecnologías, teórico. En esos años todavía existía la Edila pérdida de puestos de trabajo, la precari- torial Compañero que publicó gran cantidad zación laboral y la rebaja salarial de los fun- de libros y folletos durante más de diez años.

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FotografĂ­a Juan Angel Urruzola

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cuadernosdecompa@ u ngpma ar ti il d. co ocmo n m e m o r i a


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