Plural número 1

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número uno, año I, Otoño de 2012

SumarioP l u r a l

Cuadernos de Pensamiento

Editorial 3

Director General Librado Linares

Director José Gabriel Barrenechea

EDItores Yoaxis Marcheco

Rvdo. Mario Félix Lleonart

El Día en que estuve cerca de la Pelona, Otilio Carvajal 5 Padura, Rvdo. Mario Félix Lleonart Barroso 9 Al final y... ¿Siria qué?, Miguel Guerrero Luz 11 Epístola, Enrique José Varona 15

El Sistema Electoral Cubano, José Gabriel Barrenechea 20 Autonomía de las UBPC, ¿Manipulación?, Oscar E. Chepe 25 La Sociedad Abierta y sus enemigos, Karl Popper 28 El Orden Moral de la Libertad, Orlando Gutiérrez Boronat 34 Hacia la Democracia Deliberativa, Manuel Cuesta Morúa 36 Para una Política Exterior en el Siglo XXI, Gabriel Barrenechea 40 Vence el Amor, Agustín de Rojas 49 La Catedral Lírica de Heriberto, Eduardo Glez. Bonachea 54 ¿Por qué y Cómo Traduje a Shelley?, Edelmis Anoceto 54

diseño y corrección Rvdo. Félix Ben Castilla

Agradecemos el Patrocinio desinteresado del Instituto Cubano por la Libertad de Expresión y Prensa, ONG sin ánimo de lucro.

El Consejo de esta Publicación asume la responsabilidad ética por todo lo que se publique aquí y al mismo tiempo los autores se responsabilizan con sus criterios. En razón de esto aceptamos cualquier financiamiento que respete estos dos principios: a. No provenir del blanqueado de capitales; y, b. no interferir en nuestra línea nacional-cosmopolita; y en nuestro esfuerzo por el logro de una transición gradual y ordenada “con todos y para el bien de todos”; en que no se excluya a nadie, ni presente ni pasado. NO SOMOS EL ÓRGANO OFICIAL, NI EXTRAOFICIAL de ningún organismo, institución o gobierno. Agradecemos además a Yoani Sánchez y Dagoberto Valdés por su invaluable transferencia de los saberes necesarios para la elaboración de publicaciones periódicas; y en general, a ese crecido número de mujeres y hombres, hoy sin rostro, sin los que esta revista habría sido imposible. Al Instituto Patmos del Libro y el Saber Cristianos. presidido por el Rvdo. Ricardo Santiago Medina, por su afectuoso apoyo.

Entrevista a Normando Hernández, Rvdo. Mario Félix Lleonart 63

ISSN: solicitado

La Diáspora Cubana en el Siglo XXI, Yoaxis Marcheco Suárez 67

cpplural@gmail.com

De Santa Clara a La Florida, Pasando por las Malvinas El Analfabeto 74

Se han utilizado ilustraciones del pintor cubano residente en Portugal Rodrigo del Puente.


www.convivenciacuba.es

Convivencia

Un Umbral para la ciudadanĂ­a y la sociedad civil

inspirando la aceptaciĂłn


Editorial

TodossomosNecesarios

Plural Editores

En Febrero del año 2003 el Movimiento Cubano Reflexión tenía editado un ejemplar de la Revista Espacio Plural. Una sacudida tectónica, la oleada represiva conocida como Primavera Negra, donde fueron encarcelados setentaicinco líderes entre ellos el director Librado Linares García, imposibilitó una tirada de muchos ejemplares y el consiguiente lanzamiento de la misma. Han tenido que pasar todos estos años para que un grupo variopinto de integrantes de la sociedad civil, que incluye desde cristianos hasta agnósticos, desde quienes desean una transición desde abajo hasta quienes solo la ven posible desde arriba, desde transicionistas éticos hasta transaccionistas abiertos, retomaran el proyecto pero con un nuevo nombre: CUADERNOS DE PENSAMIENTO PLURAL. Pretendemos con esta revista contribuir a la implementación del tan necesitado ESPACIO PÚBLICO en nuestro país, eso es, ofrecerles a los cubanos una publicación donde puedan confluir libremente, diferentes discursos historiográficos, filosóficos, politológicos, sociológicos, económicos, literarios y doctrinales; vale decir, numerosas visiones desde disímiles marcos interpretativos, para de esta forma contribuir a enrumbar a la nación cubana por la senda de la Libertad.

Cuando hacemos un recuento de la historia nacional apreciamos sin dificultad, como han existido en las diferentes épocas, revistas que han logrado imantar a lo mejor de la intelectualidad, Revista Bimestre Cubana, La Revista Cubana, Cuba y América, Revista de Avance, Orígenes, Nuestro Tiempo, Ciclón, Lunes de Revolución, Pensamiento Crítico, Encuentro de la Cultura Cubana, como esos núcleos de pensamiento y debate han revitalizado e impulsado a las fuerzas vivas de la nación. En otras palabras, estas publicaciones marcan pautas en los derroteros de todos los tiempos. Teniendo como telón de fondo lo anterior, procuramos con esta revista de pensamiento abatir los muros mentales de la intolerancia, el uso de la violencia, la desidia, el miedo, la doble moral, la dependencia; en fin, lograr responsablemente encarrilar a la nación en la dirección de la luz. Las fuerzas vivas en nuestro país deben incorporar a su acervo de destrezas y conocimientos la manera de encontrar una tercera vía, donde se sortee la exacerbación del escenario nacional con su hermana gemela: la violencia; y por otra parte, la paz sin justicia que padecemos. Eso es, esta publicación está orientada a

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Cuadernos de Pensamiento

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brindar un espacio donde la pujanza de las ideas y la determinación cívica, y no la bravuconería, despejen el camino que necesariamente ha de recorrer la nación cubana. CUADERNOS DE PENSAMIENTO PLURAL tendrá una frecuencia trimestral y obviamente podrán participar con sus trabajos todas aquellas personas que se sientan motivadas a ejercer públicamente su libertad con responsabilidad. La máxima que debe caracterizar al Consejo Editorial, y que nos encargaremos de irradiar al resto de los participantes es: LA HONESTIDAD INTELECTUAL. Para todos los que tal comprendan, y puedan articular un discurso con un mínimo de organicidad, estarán abiertas las páginas de estos Cuadernos… Iniciamos por tanto los Cuadernos de Pensamiento Plural con la declarada intención de promover la pluralidad de opiniones y opinantes; pero también con la de acercarlos por medio del diálogo racional, al justo punto medio transaccional imprescindible a la Transición que ya ocurre en Cuba. La iniciamos en consecuencia con el propósito de promover una transición ejemplar.

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Y lo anterior, sino por razones éticas, al más por la muy realista razón de que el capital más importante de toda sociedad humana se encuentra en su diversidad; en la capacidad con que esta la dota para enfrentar, y aprovechar, las más variadas situaciones y retos. Todos cabemos en la Transición. Es más, todos somos necesarios en ella. En su más lograda novela, el americano-cubano Ernest Hemingway nos narra la historia de un viejo pescador que llevaba ochentipico de días sin pescar un pez, que pesca el más grande que nunca haya logrado para después verlo desaparecer, no sin lucha, entre las fauces de los tiburones del Estrecho, y que regresa luego a su casa en Cojímar, a dormir el gigantesco e infructuoso (en apariencias) esfuerzo. Algo nos queda claro tras cerrar el libro, sin embargo: mañana el viejo cubano volverá a intentarlo. Ha llegado la hora de volver a hacernos a la mar. Ha llegado la hora de volver a intentarlo; pero ahora con un mucho menos de apasionamiento y un poco más de racionalidad y de espíritu de diálogo.


El Día en que estuve cerca de la Pelona Otilio Carvajal Marrero

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doce de septiembre de dos mil once conocí el miedo. Fue en una casa de entorno gótico que hay al final de la Guzmán Larén, en la mítica ciudad El Tigre. En un libro que escribo y que he titulado Malandros C.A, cuento con despacioso regodeo los circuitos que me llevaron a tal calle y tal ciudad. Cuando lo entregue a editorial Oriente– casa que me ha hecho feliz con la publicación de mis dos primeras novelas–, podrán enterarse de las grandes y pequeñas hablillas que he ido amontonando, como cuentas de cristal sucio, en los dos años que me he ausentado de la barra del Hotel Colón. Pero eso será después, cuando el trencito en el que viajo me deposite entre los brazos de mi bella Eleonor, y pueda explicarme por qué me engañaron con aquello de que el miedo es una sensación que se rebasa “echando palante”. Cuento de camino. Puro cuento de camino. El miedo no se rebasa: ni echando palante ni echando patrás. Tampoco es una sensación y muchísimo menos un sentimiento. Todavía no estoy preparado para explicarlo y quizás jamás lo esté… lo más que podría es describir algunos de los estragos inmediatos que causa. Pero eso es algo que tampoco importa ahora, lo

que interesa es que cuente lo que sucedió la noche en que vi los ojos de la muerte. Y solamente importa porque ya comenzaron a circular versiones que muy poco tienen que ver con la realidad de los hechos. La verdad es que el chisme no me afecta –acostumbrado a la piedra de la invención como ando, más bien me deleita observarle sus nuevos lábaros-, pero sí a mis familiares que están en Cuba los más, y los menos, dispersos por otras tierritas del mundo. También me gustaría dedicar esta nota a los amigos que se han interesado por mi salud, y que me han enviado sus muestras de amor y cariño. Este es mi segundo viaje al país del gran poeta Ramón Palomares. En el primero vine de visita por unos pocos meses para promover la edición cubana de “El libro más triste del mundo”, por cortesía del Instituto Cubano del Libro y el CENAL venezolano. En 2008 mi mirada al país fue más amplia aunque tonificada por la lejanía de la Venezuela real, mística, mítica, en colores. Visité varios estados que desde hoteles, casi siempre lujosos, me dieron la errada percepción de que la inseguridad no era más que un ardid de los medios opositores, para lesionar la gestión del gobierno bolivariano.

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Cuadernos de Pensamiento

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Boquiabierto, leía en la prensa y veía en la TV, la imagen de un país sitiado por la delincuencia; el retrato de un hampa que se adueñaba de las calles no más se ponía el sol. Al amanecer salía a la calle –ya fuera en Barquisimeto, San Carlos, San Felipe, Maturín o Caracas–, y me iba a comprar mis “bromas” y a conocer esos atemorizados rostros de los venezolanos. En puridad, regresaba con la cesta llena de encargos y la sensación de que los periodistas de los medios que leía o veía se habían mudado para el reparto de la mentira. La gente hacía chistes, se reía, hablaba sobre la navidad; caminaba con la misma soltura por “el cementerio” de Caracas con que lo hacía yo por la calle San Miguel del Condado. Nada raro vi. Nadie sacó un revólver en una buseta o intentó arrebatarle el celular a otro. Lo juro, todo en santita paz. Solamente me molestó la insistencia de un tipo que se hizo llamar Pedro Vera, quien por teléfono –y a pesar de mis ácidas respuestas–, no dejó de insistir en que desertara. Pero me imaginé que eso le sucedía a cuanto cubano arribara a Venezuela, así que me relajé y gocé al imaginarme la frustración del sujeto. Hacia diciembre de 2008 regresé a Santa Clara sin muchos cuentos que contar y con los maletines repletos de alegrías para mis hijos. Esperé con paciencia la edición de “El libro más triste…” que había contratado con Fundación editorial “El perro y la rana”, para recorrer otra vez el boulevard de Sabana Grande; encaramarme en el metro y rodar por las entrañas de la ciudad múltiple y emocionante; diluirme entre las arterias de La Hoyada, comerme una Reina Pepiá en Chacaíto –con los poetas Dannybal Reyes y Carlos Duque–; volar a Barquisimeto en un avioncito que parece de juguete y tiembla entre las nubes de la “ciudad crepuscular”; escuchar la voz tenue y despabilada de Waffi, la poeta de Lara. Esperé con paciencia la edición de “El libro más triste…”, que se hizo realidad cuando ya era un misionero de la cultura cubana en otro escenario, en otra Venezuela, en la real, la mística, la mítica, la colorida e inolvidable Venezuela del corazón. Ya leerán en Malandros C.A los pormenores de esta nueva cruzada; conocerán las condiciones de trinchera en las que vivimos durante el primer mes, en circunstancias precarias y casi inhumanas, que quizás ni los hermanos que combatieron en África tuvieron que soportar. También podrán leer, en un capítulo que titulé: Cuatro tanquistas y un horno, los episodios de un primer año, que salvó el emocionante resultado del trabajo con los niños y los jóvenes tigrenses, de ser una abrumadora pesadilla. Y ahora llegó el 12 de septiembre de 2011.

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Maira Cruz Mirabent, hermana de misión, guantanamera ella, laboriosa y fiel a sus afectos, regresó de sus vacaciones en la noche en que los norteamericanos rememoraban el genocidio más cruel de siglo 21 y los comunistas de Latinoamérica recordábamos la despiadada muerte del hombre más digno que ha pisado La Moneda. Naida Rubio, la bailarina, también guantanamera, íntegra y sólida como he conocido a pocas, sacó del congelador un pollo entero –que yo mismo deshuesé–, para que Maira sosegara el hambre del viaje. Llegó pasada la medianoche, y comenzó la actividad de bienvenida. Fue larga y sin whiskies; bañadita por el recuento de las vacaciones. Nos contamos sin parquedad los momentos maravillosos que pasamos con la familia, y nos dio el amanecer. Sin dormir en todo el día nos dedicamos a domesticar la jornada del doce. Hacia las siete de la noche decidimos no cocinar más que unas arepas y un chocolate. Comimos y cada cual se encerró en su cuarto, con la idea de dormir como bestias de corral. Yo dormía en una habitación aledaña a la casa grande, con baño propio, insectos propios, ruidos que se empeñaban en impedirme el descanso, y el permanente olor del humo de Marihuana, que fumaban los chicos del barrio en la misma esquina donde terminaban la calle y mi cuarto. Maira había traído unos periódicos cubanos y me eché a leer sobre la cama; todavía me faltaba entrar a la casa grande por el agua para mis pastillas y para asegurar con trancas y fierros puertas y ventanas, por eso cuando “las dos niñas” vinieron a mi cuarto para preguntarme a qué hora iríamos al centro a ponerle saldo a los teléfonos, les pedí que no le pusieran seguridad a la puerta, que en un segundo iría a buscar el agua. Pasaron 20 segundos –a lo más– cuando sentí un estrepitoso sonido en mi puerta, y al volver el rostro un “alguien” completamente encapuchado me apuntó con un revólver, directamente al rostro. Su voz ligeramente quebrada por la urgencia me indicó que bajara la cabeza, que no los mirara. Obedecí. Me puso el cañón del revólver en la nuca y con voz que se resistía al susurro preguntó. –¿Dónde tienes la bicha? –No sé qué es eso –sí lo sabía, se refería a la pistola que supuso debía poseer– Yo soy cubano. –Cállate ya y baja la cabeza. Intenté incorporarme un poco, y me propinó un fuerte coscorrón con el cabo del arma. –Tranquilo que hoy te quedas quiebraito–, dijo mientras me colocaba la almohada sobre la cabeza.


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A mí me vino a la memoria el recuerdo de aquellas películas de cine negro en que los asesinos colocaban la almohada en la cabeza de sus víctimas para que se ahogara el ruido de la detonación. Comencé a contar los segundos que me separaban de mi abuela Celia. Ejerció tanta presión con el cañón sobre la almohada que mi nariz desapareció en las profundidades del colchón y no tuve más remedio que ponerme a respirar con la boca ruidosamente. El “alguien” se percató y cedió un poco la presión. Entonces comenzó un raro diálogo con otro alguien que, por los ruidos del ajetreo, desnudaba mi mesa de trabajo. –¿Lo quiebro ahorita o al final?–, decía el del revólver. –Como sea, pero súbele la cabeza pa que no embarre mucho. –Va a embarrar mismo. Se rieron por lo bajo, de manera insoportablemente sádica; con risa de marihuaneros; con risa de escorias que dominaban a la perfección el ejercicio del terror. A pesar de los más de cuarenta grados de temperatura que de manera ordinaria tornaba irrespirable el oxígeno de aquel cuarto destartalado, mi cuerpo comenzó a tiritar por el frío del miedo. Apenas podía sentir la lengua; un nudo marinero se me posó en la garganta y sentí en mi corazón que había llegado la hora definitiva, el momento de entregar el equipo, el instante supremo de convertirme en un fiambre lívido en aquella pequeña ciudad a la que había entregado el mayor de mis esfuerzos durante catorce meses. La rabia me entibió un poco las manos y pude volver a sentirlas. Con seguridad un hijo, o un tío, o un hermano, o la madre de cualquiera de los hijoeputas habían recibido los múltiples beneficios que en hermandad sin límites los colaboradores cubanos entregamos a diario a los venezolanos. Entonces el alguien me quitó la almohada de la cabeza y sentí el cañón detrás de la oreja, a la vez que los pasos del otro alguien lo alejaban por el pasillo. Lo que sucedió a continuación fue más triste aún e hizo que el miedo se me trocara en impotencia. Desde la casa se dejaban escuchar los gritos ahogados de una de “las niñas” –después supe que era Naida–. Traté de levantar la cabeza, pero el alguien hizo más presión y me dijo, quietecito, pana. Con los días ambas han podido hacer el cuento con coherencia, y a partir de entonces he aprendido a admirarlas y a quererlas como si fueran amigas de muchos años.

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Cuando ya me habían sometido –con el de la pistola bastaba para controlarme–, dos de los seis delincuentes, entraron en la casa grande. El dormitorio de Naida era el primero a la izquierda. Un cajón cuadrado, con una solitaria ventana que hermetizamos porque daba al pasillo frontal de la casa, y parecía un blanco fácil para los rateros. Sin más puertas que un boquete que conducía a la sala y sin otra ventilación que el aire caliente que dispersaba un trozo de ventilador, amarrado a un bafle, cuya hélice, mil veces remendada, nos había lesionado a todos en la casa. Ella doblaba las ropas, recién recogida del cordel, de espaldas a la sala cuando uno de los asaltantes se le echó encima. “No me dio tiempo a nada –rememoró más tarde–. Con una mano me sujetó por la boca mientras que con la otra me amenazó con el matavacas que había colocado a milímetros del cuello”. –No te muevas o estás muerta–, dice que le dijo mientras la obligaba a tenderse bocabajo en el piso. Naida intentó refugiarse debajo de la cama, pero el bandido se lo impidió. -Te quedas así mismo, o te quedas muerta. Le sujetaba con tanta presión la boca que creyó que se ahogaba y trató de gritar. Apenas consiguió emitir unos bufidos. Al escuchar ruidos raros, Maira salió de su cuarto. Jamás podía imaginarse que se trataba de un asalto, y gracias a su fino oído se salvó y nos salvó a todos. Cuando ya estaba en la entrada del cuarto de Naida, se le echó encima, de frente, uno de los malandros, quien la sujetó con fuerza por la boca mientras otro le inmovilizó el brazo y amenazó con un largo cuchillo de cabo metálico. Con la valentía propia de los guantanameros, consiguió zafarse y empezó a gritar a todo pulmón. Al contrario de las reglas, las alimañas no la asesinaron sino que optaron por escabullirse a la velocidad del relámpago. Maira no los vio salir; cuando se sintió liberada entró en el cuarto para corroborar que Naida estaba bien, y luego las dos fueron por mí. Yo no sentí cuando el bandido me quitó la pistola de la cabeza –la verdad es que todavía siento el frío metálico del cañón entre los huesos del cráneo–, por lo que cuando las niñas llegaron a mi habitación todavía estaba tirado en la cama. Cuando me puse de pie, vi que lo había perdido todo. Pero lo que más me preocupó fue que todos los cables de los equipos estaban a mi lado: evidentemente venían por más. Luego se formó el dale que dale, y todo el enredillo que contaré en el libro anunciado.

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Algunos familiares, amigos y funcionarios desde Cuba– a quienes les agradezco su generosa recomendación –, coinciden en que debo regresar a la Patria. Incluso hay quien me ha enviado el mensaje de que me otorgarían Misión Cumplida. Desde luego que lo he rechazado. Todavía no he cumplido mi Misión. Mi Misión se cumple en Julio de 2012. Y hasta esa fecha estaré en Venezuela, porque hay compromisos que ni aún la cercanía de la muerte me obligarán a incumplir. Ahora vivimos en un barrio tan peligroso como el anterior; con anécdotas escalofriantes y una casa con mínimas condiciones de seguridad, pero lo resistimos por el Gran Pago: la alegría invalorable en los ojos de los niños pobres cuando consiguen escribir su propio cuento, cuando consiguen bailar el joropo, cuando consiguen dibujar su casita.

Algo que hasta ayer estuvo reservado solamente para los niños cuyos padres tenían real. Seguramente un día de estos será 15 de julio de 2012; seguramente un día de estos agarraré mis matules y tras diez o doce horas de viaje estaré nuevamente en la barra del Hotel Colón, con mi hermano Agustín, con mi bella Eleonor, con mis entrañables amigos; seguramente un día de estos escucharé la voz angelical de mi madre avisándome que la mesa está puesta –hijo, que se enfrían los frijoles–; seguramente un día de estos la lava feroz de la isla literaria me envolverá en su torbellino de luces y sombras para conducirme al sitio que me pertenece… pero eso será después. Todavía nos quedan brazadas para llegar al día dichoso del regreso. Viernes 16 de diciembre de 2011

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PADUR A

por Rvdo. Mario Félix Lleonart Barroso Tras mucho mendigar la obra de nuestro codiciado escritor, Leonardo Padura Fuentes, por fin al menos sus lectores en Villa Clara tuvimos el privilegio de que nuestra Editorial Sed de Belleza, y la gestión de su actual director Jorge Luis Rodríguez, pusieran en nuestras manos su selección de ensayos, artículos y crónicas Un hombre en una isla. Además del valor en sí que posee esta selección, al adentrarnos en el importante trabajo ensayístico y periodístico desarrollado por Padura en paralelo a su narrativa, el volumen posee los valores añadidos de abrírsenos con un prólogo de Lucía López Coll, esposa del escritor, quien junto a Vivian Lechuga es la responsable de esta selección, y de escoger como ilustración de cubierta una de las que forman parte del todavía lamentablemente vedado a los cubanos de la isla, Robinson Crusoe de Ajubel. Pero por si fuera poco Sed de Belleza trajo el escritor a Santa Clara, quien al atardecer del sábado 20 de octubre, día de nuestra Cultura Nacional, estuvo a disposición de sus ávidos admiradores en un lanzamiento sui géneris, realizado en el lobby del Cine Camilo Cienfuegos. Para tan especial ocasión el presentador de lujo, Yamil Díaz Gómez, escribió un original diálogo: MARIO Y EL GAGO, donde pone a confrontar ideas nada menos que al detective Mario Conde (quién no lo conoce) con nuestro entrecortado Jorge Luis. Sed de Belleza tuvo la primicia en Cuba de hacerse eco de lo que era ya un suceso internacional. Y es que esta editorial (fundada en 1993 por nada menos que Rene Coyra) parece haberse propuesto romper ciertos bloqueos, y no solo de los establecidos desde Washington.

aquel día Yamil y Padura


Cuadernos de Pensamiento

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Plural

Si quieres ser aplaudido, tienes que empezar por aplaudir.

Juan Crisรณstomo

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VOZ


al final y... ¿Siria qué? Miguel Guerrero Luz

En Santa Clara anochece como en ninguna parte, amarillo, fresco y natural: los pájaros negros que llamamos totíes se abalanzan desde las campiñas limítrofes sobre la plaza y su alharaca es tan felizmente estremecedora que uno puede soportar tranquilamente sus cagadas. Y como me he pasado el cabrón día emborronando cuartillas tengo que ir a darle una tunda a la heladería central: Coppelia, tan melodramática y divertida como la pieza del ballet del cual tomó su nombre. Y como casi siempre que salgo en plan despeje, el otro día me reventó una llovizna, un aguacero, un diluvio que me apartó- momentáneamente- en cualquier improvisado refugio- puesto que mi bendita ciudad no tiene un portal decente ni para propósitos expositivos. Antes, esto me recomía el hígado; pero de un tiempo a esta parte he aprendido a apreciar estas retenciones meteorológicas. Me cultivo mucho a través de todos los que me acompañan en esos momentos- también desaprendo. El cubano no tiene ninguna información pero de que tiene opiniones, las tiene. Y me encontré ayer retenido con una rubicunda mujer de treinta años- más o menos-, enormes senos como piedras miliares, tranquilos ojos cafés y

hombros reforzados. Lloviznaba invernal y quedamente. Los adoquines mojados me fascinan y yo tenía los ojos clavados sobre la calzada.

La guerra en Siria… - chúpate esa: invierno chocarrero, llovizna desganada, mi cerebro atrofiado por mi desproporcional tecleado cotidiano y ahí estaba ella empezando una conversación sobre Siria. Luego me informó que ahí mismitico- detrás de la Audiencia (El Palacio de Justicia Provincial en Santa Clara)- vive la familia de una fulana que se había casado con un arquitecto sirio, se había ido a vivir a Damasco y trabajaba con el presidente que dicen que es de lo más bueno, pobrecito- fíjate si los americanos son hijos de la jinetera que lo quieren matar… Porque quiero que se clarifiquen en algo: para un cubano promedio Himmler pudo haber sido de lo más bueno, dependiendo de la cantidad de veces que sonriese, los favores que prodigara a sus allegados y la gordura de su visión para las llegadas tardes y el uso alternativo de los medios y propiedades de las SS para resolver problemas particulares a sus empleados, lo demás- como la organización de los Campos de Concentración- es accesorio.

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Y- en serio con el sirio- Bashar Al-Assad, presidente de Siria, puede ser como le venga en ganas pues se sacó un país en la cumpleañera rifa donde él era el único participante; y cuando alguien hereda la propiedad de un país suele ser un poquitín engreído. ¿No lo creen? Por poco me tiro bajo la llovizna y huyo pavorido de la compañía femenina. Yo no quería hablar de Siria, ni de Al-Assad, ni de la guerra; pues hablar con una cubana es más difícil que con un cubano: cuando fue a comenzar la guerra contra el Talibán afgano mi madre excomulgó a los americanos con un anatema pontifical; y cuando le mostré el vídeo donde un virulento talibán enturbantado decapitaba impunemente a una mujer en medio de la calle, tal vez por ganarse la vida como la madre de los americanos- la autora de este autor dijo que las bombas americanas mataban a más gente… y con un argumento tan rotundamente anulador de lo anterior, nada puede hacerse. Y- pobre de mí- apretó la llovizna hasta convertirse en aguacero. La saludable treintañera vio donde Dios se la puso. Habló sin parar: se meten en todo lo que no les importa (los americanos)… ¿Qué se creen ellos? (los americanos)… Nadie p u e d e vivir en paz porque se creen los dueños del mundo (¡los americanos!)… Fue un largo cuarto de hora donde no pude (no quise tampoco) poner una. De todas maneras- convirtiéndome en un hombre western- creo que en este mundo sobra uno de los dos: el americano o yo. Y es que en Cuba no puede considerarse a los americanos como una variable más de las ecuaciones políticas internacionales. Si vamos a analizar la fatídica obra de Muammar al-Gaddafi en Libia y en todo el mundo comenzamos con una parcialización antinorteamericana que inhabilita cualquier razonamiento serio. No importa que el escaso parque automotor cubano emita más CO2 que todas las plantas eléctricas de China, el culpable de todo el calentamiento global es el gobierno norteamericano; y también- al parecer- es el culpable de que el pasado 1 de abril de 2011- fecha en que para mi comenzó en serio la crisis siria (¡cómo me gusta!)al menos ocho opositores al gobierno del actual presidente sirio fueron ultimados a balazos por hombres vestidos de civil que rodeaban la manifestación pacífica que tenía lugar en Damasco. Algunos de los protestantes dijeron más tarde a las agencias noticiosas que ellos estaban convencidos de que los perpetradores de los asesinatos pertenecían a los servicios de seguridad del go-

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bierno sirio porque- portando sus armas- estaban mezclados con las tropas policíacas. Los manifestantes arrojaban piedras a las fuerzas policiales pero ninguno portaba armas de fuego. Yo vi a un hombre que lucía como un mukhabarat (agente de seguridad) usar un AK, lo vi con mis propios ojos- aseguró un manifestante a Reuters. Luego de incidentes como el descrito anteriormente, las Fuerzas de Seguridad Sirias, durante tres semanas completas hubieron de usar armas de fuegos contra manifestantes pacíficos en diferentes puntos del país árabe hasta que se armó el déjamelo ver Carlota, que no te lo enseño Lola que hoy tiene en vilo a toda la comunidad internacional. Y en estos dos últimos años las cosas han empeorado más que en las tres décadas finales del siglo pasado cuando Hafez Al-Assad hiciera desaparecer a muchos opositores: la cantante Khadija Yahya Bukhari desapareció sin dejar rastros y luego se supo que fue fusilada extrajudicialmente; y... a Ra`ad Washil Muhammad al Shamari- allá por el año 2000- lo encarcelaron sin ton ni son ni legalidad alguna por el solo hecho de ser... ¡comunista! Muchos han sido los crímenes del partido Baás sirio; pero, de acuerdo con los análisis de mis compatriotas: el presidente Al-Assad no lo sabía. ¡Qué adicción le tienen los presidentes al desconocimiento! ¿Eh? Y sí- los americanos son los culpables de la insurrección opositora actual, siguiendo la lógica de la mujer que me aleccionaba en el nocturnal refugio santaclareño- porque estos alientan a los opositores a la rebelión. No le dije a mi forzada acompañante que había acabado de ver- por casualidad- a unos manifestantes antigubernamentales sirios en una fotografía tomada en las calles de Damasco. Eran cuatro tipos: un adolescente, un hombre cuarentón y dos veinteañeros. El adolescente cubría su rostro con una máscara nasobucal de las de tiempo de epidemias y portaba sendos seborucos con actitud de guerrero hitita mientras el cuarentón lanzaba un lítico proyectil hacia la línea policial, por sus lados uno de los veinteañeros se agachaba resolutamente en busca de un ladrillo que ya tenía al alcance de la mano y el otro corría desafiante en dirección de los represores. Los cuatros tenían cara de jugársela por un real. Me parecieron hastiados, peligrosamente cerquita de la radicalidad donde ni el pipisigallo puede influenciar a nadie.


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Y al tiempo que la muchacha peroraba su invectiva antinorteamericana recordé una declaración del doctor Fidel Castro a Ignacio Ramonet: … nadie puede asegurar tampoco que no se produzcan en cualquier momento (una revolución armada) en uno o varios países. Si uno analiza objetivamente la situación social y económica en algunos países, no puede tener la menor duda de que se trata de una situación explosiva… Si a esos problemas no se les halla solución urgente… puede ocurrir más de una revolución… Y no podrá culpar a nadie de promover esas revoluciones (1).

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Carlos Andrés Pérez al que Hugo Rafael Chávez Frías- que ahora no puede ver a un golpista ni en los carnavales- quiso tumbar del caballo sin preguntarle a nadie. En aquel momento a Chávez lo metieron preso y- legítimamente- como se deben hacer las cosas, el parlamento suspendió a Carlos Andrés Pérez de su puesto como presidente. Lo que pasa es que en Siria no hay otro partido que no sea el del presidente Al-Assad ni parlamentario con overocos y- desgraciadamente- en río revuelto ganancia de pescadores: de los americanos, los rusos, los chinos, los iraníes, los franceses, los belgas y… hasta de nosotros si tuviésemos una buena caña… y por falta de avío sólo nos queda la ilusión de que la realidad puede cambiarse con el sortilegio de cambiar el cuento.

Al final decidí dejarla plantada y salir con flema londinense bajo el chaparrón, le sonreí cómplice cuando me decía que nadie tiene derecho a tumbar a un presidente constitucional y recordé a

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1. Ramonet, Ignacio; Cien Horas con Fidel; pág. 594; OPCE, La Habana, noviembre de 2006

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estauraciones

La carta que publicamos constituyó la respuesta intelectual de Enrique José Varona al general- veterano del ejército independentista cubano- M. Ramos que le instaba- conjuntamente con otras personas- a aceptar la candidatura para la nueva asamblea constituyente de la recién fundada república. Y en esta epístola, el sabio pedagogo cubano- con clarividencia y vocación profética- tal vez muy a su pesar- señala desde la sólida realidad las perspectivas válidas para la elaboración de un ideario que contribuyese a la formación de un estado y una identidad; una visión, un punto de vista “desagradable” para nuestros radicales de todos los tiempos que siempre prefieren hundirse en el mar cuando, en verdad, “Los pueblos sin embargo no están destinados a suicidarse”.


De Delirios Nacionalistas Enrique José Varona

Sr. General M. Ramos Presidente del Partido Republicano Puerto Príncipe Señor y compatriota: Muchas muestras de cariño y confianza he debido a nuestro Camagüey; ninguna que me haya conmovido tanto como ésta que me trae su telegrama de Ud. Largas horas de ansiosa meditación he pasado antes de contestarle, pidiéndole un aplazamiento. A medida que transcurrían, he sentido pesar más y más sobre mi espíritu la gravedad de esta situación, oscura de suyo, hecha más incierta y riesgosa por casi dos años de olvido obcecado de la realidad. Desean ustedes que represente a nuestro pueblo en la Convención Nacional. Más de un mes ha que me escribieron proponiéndomelo muchos respetables compatriotas, entre los que también estaba Ud. Les contesté excusándome, y ofreciéndoles escribirles más por extenso. Insisten ustedes ahora, y ha llegado la ocasión de exponerles mis puntos de vista, parte principal para no sentirme con fuerzas ante la enorme tarea. Lejos de creer yo, como muchos hombres prominentes de la Revolución, que la intervención

americana ha sido una sorpresa, la he considerado siempre como resultado inevitable de todos los antecedentes de la situación en que nos encontrábamos en la primavera del año 98. Los Estados Unidos desde que llegaron a la boca del Mississippi, han considerado la cuestión cubana casi como asunto doméstico y su diplomacia ha procedido en consecuencia con alguna oposición a veces, las más con el asentimiento de las potencias europeas; y sin que España pudiera, aunque bien hubiera querido, resistir a esa presión permanente. ¿En virtud de qué derecho? En el de su enorme fuerza social y política. En virtud del derecho que ha neutralizado a Bélgica y Suiza, es decir, que ha puesto límites a la independencia de esos dos Estados; de ese mismo derecho que detuvo a Turquía victoriosa, para que no aplastara a Grecia, y que ha obligado a los candiotas (1) a no anexarse al reino helénico y contentarse con un gobierno autónomo bajo la suzeranía (2) de la Puerta; de ese mismo que mantiene a Bosnia y Herzegovina, con su millón y medio de habitantes, bajo la administración de Austria-Hungría. Un derecho que nace de la solidaridad de las naciones modernas, cuyos intereses, materiales y morales, están hoy tan mezclados, que ninguna puede constituirse en un mundo aparte, y todas tienen

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que sufrir algún menoscabo de su independencia teórica, porque todas son interdependientes. La intervención vino porque tenía que venir; porque estaba anunciada desde la época de Grant, cuando el gabinete de Washington declaró que no podía consentir a sus puertas un país en insurrección permanente. Y sólo hubiera dejado de venir en la forma material de la ocupación militar, si los cubanos hubiéramos tenido fuerza bastante para vencer a España y expulsarla de nuestro territorio, o España previsión bastante para pactar con los cubanos. No ocurrió ni lo uno ni lo otro; y los Estados Unidos intervinieron con sus fuerzas de mar y tierra; y a su intervención se debe que la furia española y la desesperación cubana no hayan convertido a Cuba en un yermo sembrado de escombros y cadáveres. Los Estados Unidos han salvado a Cuba para la civilización y la humanidad; y éste que es un título eterno a nuestra gratitud, les da, a los ojos del mundo y en el estado actual de esas relaciones que se amparan del nombre de Derecho Internacional, un título, que ninguna potencia les disputará, a considerarse parte en la constitución de nuestro gobierno definitivo. Todo lo que no sea tener esa realidad delante de los ojos es ir a sabiendas contra el propio interés de nuestro pueblo; porque es entregarse a las más peligrosas ilusiones, cuando serán pocos todo el seso, toda la prudencia, toda la entereza y toda la doctrina de que podemos disponer. Y yo considero emponzoñadores de la conciencia pública a los que hagan creer a los cubanos que podrán reunirse, como en una isla desierta y desconocida del mar Antártico, a disponer por sí solos de sus destinos. Podemos aspirar a mucho, porque está en la conveniencia del pueblo americano, y dentro de sus prácticas y principios, no ponernos indebidos obstáculos en nuestra constitución interna; pero en lo que pudiera llamarse nuestro “status” internacional, lo más a que podemos llegar es una situación parecida a la de Bélgica. Parecida, no igual, porque la neutralidad de Bélgica está garantizada por la ponderación de fuerzas entre las potencias signatarias del tratado de Londres de 19 de abril de 1839; mientras que la nuestra sólo estaría respaldada por la única potencia americana que cuenta en el mundo; y sería por tanto resultado, no de un equilibrio, que hace desaparecer la subordinación, sino de una enorme fuerza preponderante. Ignoro cómo llegarán nuestros legisladores a dar forma legal y plena a ese estado de derecho; pero

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sólo sé que si no encuentran la fórmula y se obstinan en pretender que en las relaciones internacionales de Cuba, cualquiera que sea su índole, nada tenga que decir el gobierno de Washington, iremos a dar contra un muro infranqueable, y podremos encontrarnos por muchos años en la posición de las provincias otomanas que Austría-Hungría administra y ocupa militarmente. Así veo yo nuestra situación; y así la ven otros muchos cubanos; pero son contados los que se atreven a decirlo; mientras que son innumerables los empeñados en engañarse y en engañar a los demás, diciéndoles que hemos conquistado la independencia y que toda limitación por pequeña que fuere, que ellos fantasean como si viviésemos en la Luna, sería usurpación manifiesta, que justificaría el delirio de una resistencia que nos llevaría al suicidio. Los pueblos sin embargo no están destinados a suicidarse, sino a tratar de vivir progresando en bienestar, en cultura, en humanidad. ¿Lo conseguiremos con tanta ilusión, tanta palabra hueca y tanto volver los ojos hacia atrás? De todos modos, ello es lo cierto que el clamor general pide lo que a mí me parece inasequible. ¿Puedo en estas condiciones ir a representar a quienes quizás no piensan como yo? Y aunque sí no fuese y ustedes aprobaren mis puntos de vista ¿qué podría yo en una asamblea compuesta de hombres empeñados en ver las cosas por el prisma de sus deseos y en impulsarlas por la línea de sus pasiones, que ellos sienten heroicas y sublimes? ¿No ven ustedes que me condenarán a una lucha desigual en que estoy destinado a hundirme, reprobado y conspuido (3)? Mi posición oficial ¿no es un arma forjada como a deseo para herirme y desacreditarme? No sería yo el cubano que busca el bien de los suyos, el bien positivo de la paz, el orden y el progreso, sino el servidor del gobierno extranjero, que se aviene a las miras del usurpador. No, la patria no tiene derecho de exigir sacrificios estériles. La hora no es para los que creen el primero de los deberes cívicos decir la verdad por mucho que amargue, sino para los poseídos del espíritu de vértigo, que quieren excluir a cuantos no piensan, no sueñan y no deliran como ellos. ¿No lo hemos oído? La primera voz que resuena es para trazar con la espada del ángel guardián del Paraíso, un círculo de fuego en torno de la Convención. Allí no entrarán sino los que han pasado el Jordán revolucionario. Como si la Revolución hubiera tenido como fin conquistar a Cuba para un puñado de sus hijos, y no colocar a los cubanos, a todos los cubanos, en aptitud de servir dignamente, en la medida de lo posible


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y de sus fuerzas, a la grande obra de hacer que Cuba recupere el tiempo perdido, y sea social y económica y políticamente un factor de progreso, y no un foco de perturbación y discordia, en el mundo.

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estarme donde estoy, servir mientras pueda en la esfera administrativa, y servir después, como lo he hecho siempre, en mi esfera de simple ciudadano a la causa de la cultura de Cuba, que es como podré ayudar a nuestra patria viva en paz y sosiego y levante de día en día su nivel social.

En mucho tengo el honor que ustedes han querido hacerme, que me han hecho ya; pero tan grande como mi gratitud es mi convicción de que debo a ustedes y a Cuba mi pensamiento en toda su integridad. Creo que pensando como pienso, me toca

De Ud. con cariño y respeto. La Habana, 21 de agosto de 1900

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(1) Candiotas: cretenses. La Isla de Creta desde 1832 a 1840 estuvo bajo control del gobierno egipcio pero volvió a la tutela turca en 1868. El congreso de Berlín de 1878, a consecuencia de una nueva revuelta de la población griega de la isla, firmó el «Pacto de Halepa» que le otorgó una cierta autonomía y un gobierno representativo, bajo la supervisión de las potencias europeas. Pero el abuso turco provocó en 1897 un nuevo levantamiento general, que contó con el apoyo militar de Grecia. Aunque el levantamiento acabó siendo aplastado, la intervención de las grandes potencias obligó a las tropas turcas a abandonar la isla en 1898 y a concederle el estatuto de principado autónomo, regido por el príncipe Jorge de Grecia, bajo soberanía otomana. A cambio Grecia hubo de renunciar a sus aspiraciones con respecto a Creta. (2) Suzeranía: situación en la cual una región o un pueblo daba tributo a una entidad más poderosa que permitía al tributario una autonomía doméstica limitada para manejar relaciones internacionales. La entidad más poderosa en la relación de suzeranía, o la cabeza de estado de esta entidad más poderosa se llama suzerano. El término suzeranía se usaba originalmente para describir la relación entre el imperio otomano y sus regiones aledañas. Se diferencia de la soberanía en que el tributario tiene una autonomía limitada. Un suzerano también era un señor feudal a quien los vasallos le pagaban un tributo. El concepto de suzeranía es un concepto que se aplica a los imperios en la historia, no tiene cabida en el Derecho internacional del siglo XXI. (3) Conspuido: despreciado

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La Historia es un Profeta con la mirada vuelta hacia atrรกs

Eduardo Galeano

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Ideas Ensayadas La imponderable ucronía recurrente, el insoportable juego de las probabilidades, las suposiciones matématicas de las múltiples historias posibles y el empeño denodado por hacer renacer las propuestas de proyectos futurológicos arman el dramático laberinto del pensador que no puede evitar el ejercicio de ser humano...

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PUnEnsayor o csobree selosistemacubano electoral

por José Gabriel Barrenechea

Pero no obstante no hay porque preocuparse. Si de todas maneras el no bien visto propuesto, por alguna increíble conjunción de circunstancias logrará salir electo el día de las elecciones, el sistema electoral cubano está concebido de tal modo que evitará no pueda seguir ascendiendo a continuación.


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El proceso eleccionario en Cuba comienza con la convocatoria a elecciones que dicta el Consejo de Estado, y que se publica en la Gaceta Oficial de la República con no menos de 90 días de antelación a las mismas. A seguido de dicha convocatoria, y sin que ninguna otra institución se inmiscuya con una propuesta o tan siquiera la posibilidad de considerarla, el Consejo de Estado designa, por su libre voluntad en consecuencia, una Comisión Electoral Nacional. Las funciones de esta comisión son muy amplias y van, desde dictar las reglas complementarias a la Ley (Nº 72) Electoral, pasando por verificar el cumplimiento de los requisitos de los propuestos a candidatos a diputados para ocupar dichos cargos, hasta designar las personas que integrarán las Comisiones Electorales Provinciales. Lo que unido a que estas últimas designan a las personas que integran cada una de las Comisiones Electorales Municipales (o de distrito, donde estos existan), quienes a su vez designan a los integrantes de las Comisiones Electorales de Circunscripción, quienes por último lo hacen con los miembros de las Mesas de los Colegios Electorales, deja en pie una sólida pirámide de poderes electorales, eficiente en extremo en canalizarlos en definitiva hacia el órgano que ha designado al primer eslabón de la cadena: El Consejo de Estado. El siguiente paso significativo en el proceso electoral cubano es el de formación de los registros electorales. Mucho elogian ciertos comentaristas foráneos el que en la conformación de los mismos, el ciudadano cubano no deba invertir ni dinero, ni tiempo; a no ser que desee subsanar algún error en la copia del Registro Primario que, no más allá de 25 días después de la publicación de la convocatoria a elecciones en la Gaceta, y durante un plazo no menor de 30 días, deberá publicar en lugar público y del mayor acceso la Comisión Electoral Municipal (y en todo caso solo será de lo segundo: tiempo). Parecen no advertir los ditirambistas foráneos, sin embargo, que ningún registro se hace solo, y que si este puede ser elaborado tan sin molestar al ciudadano, se debe a que alguien se ha tomado el trabajo de elaborarlo por ellos. En específico esos personajes oscuros, de los que la Ley no nos dice nada: los responsables de los Libros de Registro de Di-recciones. Libro adscrito a su vez a los paraestatales CDR´s, o comités de vigilancia revolucionaria de barrio, y que constituye pieza clave en el control ciudadano por el estado cubano, ya

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que en ellos el CDR no solo registra a sus afiliados, sino a cualquiera que resida en el área a él asignada. Paralelo al subproceso de elaboración y publicación del Registro Primario, se desarrolla el de elección de los candidatos a Delegados a las Asambleas Municipales del Poder Popular (AAMM del PP), especie de concejales o representantes de barrio. Elecciones que se realizan cada dos años y medio y que siempre anteceden, cuando coinciden, a las de Delegados a las Asambleas Provinciales del Poder Popular (AAPP del PP) y a Diputados a la Asamblea Nacional del Poder Popular (AN del PP), que se realizan cada 5 años. Dichos candidatos a Delegados a las AAMM del PP, resultan nominados en las asambleas generales destinadas precisamente para ello de cada una de las áreas (no más de ocho) en que se divide una circunscripción electoral. Las cuales asambleas solo pueden ser iniciadas si la Comisión Electoral de la Circunscripción comprueba previamente que los electores de dicha área han hecho presencia… no por ejemplo en mayoría simple o cualquier otra más clara expresión en cuanto a proporciones, sino en la muy ambigua: “masiva”. Cada una de estas asambleas, por otra parte, solo puede elegir a un candidato, pero como siempre deben ser por lo menos dos en la circunscripción, si en todas las áreas de esta ha resultado nominado el mismo candidato, en la última asamblea se procede, tras haber sido elegido el mismo que en todas las demás áreas, a nominar a un segundo candidato. Estos candidatos, como cualquier otro en Cuba, se encuentran privados de hacer campaña política. Lo que no le deja al votante, para su selección, nada más que el conocimiento personal que pueda tener de los candidatos, o el que pueda obtener de la lectura de una síntesis biográfica en donde la idea central consiste en tratar de mostrar no otra cosa que la incondicionalidad del biografiado al gobierno, y a sus representantes en todos los niveles. A este nivel, en el proceso de nominación juegan un papel determinante los núcleos del Partido Comunista barriales, que no por gusto coinciden en su distribución territorial con las áreas y circunscripciones electorales. Son sus miembros, jubilados por lo general, y por tanto pertenecientes al sector generacional más inmovilista dentro del Partido, quienes elaboran “secretamente” las propuestas de posibles nominados y a seguido las elevan a los niveles municipales del Partido para su aprobación. Son ellos también, quienes

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cuando estas vuelven aceptadas se encargan de primeramente asegurarse que los miembros del Partido que no pertenecen a su núcleo, los dirigentes de los CDR´s implicados, y todos los elementos comprometidos del barrio, las fuerzas vivas usando la expresión más adecuada, conozcan por quien se debe votar, para por último montar el espectáculo que en un final son las asambleas de área. Debe aclararse, sin embargo, que a pesar de la apatía con que son recibidas las elecciones de “delegados”, por el escaso poder de solución de los problemas del barrio y sus habitantes que estos han demostrado en los 36 años que lleva en funciones la institución, en las asambleas todavía a ratos ocurren sorpresas. Así, en ellas a veces no solo se presentarán las propuestas previamente consensuadas por las fuerzas vivas del barrio. De hecho no es en absoluto imposible que en ciertas áreas un ciudadano inesperado, y no muy bien visto por las fuerzas vivas, pueda salir nominado, gracias a la temeraria propuesta de otro ciudadano que se haya atrevido a ir a contracorriente. Mas lo que si es absolutamente seguro es que a continuación de dicha derrota las fuerzas vivas, espoleadas por su orgullo desafiado de mandantes del barrio y por sus estructuras superiores, lanzaran una ofensiva de terror en el área, y en toda la circunscripción, centrada contra el proponente y quienes apoyaron su propuesta, que en general consistirá en el consabido cuestionamiento de sus intenciones como contrarrevolucionarias, o en el mejor de los caso de hacerles el juego. Intenciones que en Cuba pueden dejarte sin trabajo, o que pueden ponerte, en un país en que no alcanzan nunca los medios honrados y legales de ganarse la vida, demasiado bajo la lupa de los órganos represivos. Pero no obstante no hay porque preocuparse. Si de todas maneras el no bien visto propuesto, por alguna increíble conjunción de circunstancias logrará salir electo el día de las elecciones, el sistema electoral cubano está concebido de tal modo que evitará no pueda seguir ascendiendo a continuación. Y es que lo que podríamos llamar 1ª fase del proceso electoral, la que se presta para posibles sorpresas peligrosas para el poder, culmina aquí, con la votación para elegir los Delegados a la Asamblea Municipal del Poder Popular (AM del PP), y en específico con la posterior constitución por los elegidos, en un plazo no mayor de 21 días, de la nueva Asamblea. A partir de ese instante comienza lo que llamaremos 2ª fase, y en que el poder ya no deja prácticamente ningún cabo suelto a la posible nominación, y posterior elección, de

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elementos no agradables al poder. Más que nada gracias a la nueva pirámide de instituciones que se vuelven determinantes en dicha fase: La de las Comisiones de Candidaturas. Las Comisiones de Candidaturas se integran por representantes de las 6 principales organizaciones paraestatales: La Central de Trabajadores de Cuba (CTC), los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP), la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) y la Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media (FEEM); organizaciones que todavía hasta 1992 eran reconocidos explícitamente como paraestatales en la Constitución de la República, y que luego de ser eliminado el artículo 7 en que se las establecía legalmente de ese modo, no han sufrido cambios mayores a nivel de organización, ni de funcionamiento, ni en sus métodos de elección de sus particulares dirigencias y mucho menos en su modo de relacionarse dentro del Estado y con el Partido. Siendo designadas dichas Comisiones de Candidaturas, en cada uno de sus niveles, nacional, provincial y municipal, por las direcciones de dichas organizaciones en cada nivel respectivo. Correspondiéndole la presidencia de las mismas siempre al representante de la CTC. Las funciones de esta nueva pirámide de Comisiones, cuyos miembros carecen de cualquier verdadera independencia con respecto a las estructuras también piramidales del Gobierno y el Partido, y sobre todo con respecto al Consejo de Estado y su Presidente, que en rigor constituye la cima única ya no solo aquellas dos, sino de cualquiera de las muchas otras pirámides legales (o paralegales) del país, consisten como su nombre a las claras lo indica, en elaborar y presentar los proyectos de candidaturas de Delegados a las AAPP del PP y de Diputados a la AN del PP, y para cubrir los cargos que eligen estas y las AAMM del PP. Llevemos esto sin embargo a la realidad del proceso electoral en marcha para que pueda ser comprendido en todas sus consecuencias: Nos habíamos quedado, en nuestra descripción del proceso electoral cubano, en el momento de constitución de las AAMM del PP. La sesión en que esto ocurre, que en su primera parte se dedica precisamente a ello con juramento incluido (el texto del mismo puede leerse en el artículo 128 de la Ley Electoral), pasa luego a una segunda en que se elige a su Presidente y Vicepresidente. Pero contrario a lo que cabría esperarse, dicha elección no se lleva a cabo en base a las


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propuestas de los Delegados electos, sino en base a un proyecto de candidatura que le presenta a la flamante AM del PP el Presidente de la Comisión de Candidaturas Municipal, y que en realidad ha sido cocinado por las dirigencias municipales del Partido a los niveles municipal y provincial, o incluso más arriba para ciertos municipios. Lo que implica no otra cosa que la designación de los candidatos a los puestos dirigentes de la AM del PP, ha quedado en manos de una institución que no ha sido sometida a la elección popular, sino que ha sido también ella misma designada a dedo. Pero el desplazamiento de lo electo desde abajo, hacia lo designado desde arriba, no queda en la elección de los Presidentes y de los Vicepresidentes de las AAMM del PP. Como en Cuba se encuentra fuertemente limitada la libertad de agrupación de los ciudadanos, limitándosela a la posibilidad de integrar o no cualquiera de las rígidas y piramidales estructuras políticas estatales o paraestatales, pero como tampoco se les permite a los candidatos a cualquier posición realizar campaña política, se hace imposible casi, o al menos creíble para el observador (todo el sistema electoral cubano sería mejor material de estudio para la teatrología que para la politología), extender el sistema de elección directa usado para elegir a los Delegados a las AAMM del PP, a la de los Delegados a las AAPP del PP, y de los Diputados a la AN del PP. Nuevos momentos del proceso electoral en que más que un barrio de varios centenares, o a lo mucho par de millares de habitantes, se implican por lo general varias decenas de miles de votantes. Y es en el único, y muy bienvenido por el poder, otro modo de elección posible, la indirecta, donde las Comisiones de Candidaturas demuestran su utilidad para el poder. Dichas comisiones cumplen aquí una función algo parecida a la de los partidos políticos, en los particulares sistemas pluripartidistas en que dichas asociaciones políticas no eligen a sus candidatos en elecciones internas, sino que resultan designados por sus dirigencias a su libre voluntad; solo que con una diferencia: Mientras en los sistemas pluripartidistas los partidos de oposición designan por lo general, como es de esperar, a candidatos que no suelen pensar de la misma manera que el gobierno, o que por lo menos no son de su agrado, nuestras cubanísimas comisiones, designadas por las cúpulas municipales, provinciales y nacional de organizaciones paraestatales, bajo el diligente “auxilio” de las cúpulas correspondientes del Estado y del Partido, solo proponen a personas agradables al gobierno actual por su (in) capacidad de no tener otro pensamiento, y otra voluntad, que la suya.

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Es de destacar que el proceso mediante el cual las Comisiones de Candidaturas arman sus propuestas no queda muy claro en la letra de la Ley Electoral. ¿Son, por ejemplo, las Comisiones de Candidaturas Municipales, en base a quienes resultaron electos para integrar las AAMM del PP, o en base a los ciudadanos que no lo fueron, pero que se encuentran en pleno goce de sus derechos electorales, quienes elaboran una, llamémosla pre-pre-candidatura a la AN del PP, sobre la base de la que a posteriori la Comisión de Candidaturas Nacional arma a su vez su pre-candidatura, que por último, luego de convenientemente distribuida por municipios y distritos devuelve a la comisión primera? No lo parece, si nos fijamos en el artículo 86 de la Ley, inciso e, en que se legisla: “en el caso de los precandidatos a Diputados, además, los ciudadanos en el pleno goce de sus derechos electorales, que sean propuestos por la Comisión de Candidaturas Nacional”, lo que nos da claramente a entender que ya para su primera propuesta el nivel municipal deberá tener en cuenta a una propuesta necesariamente anterior del nivel Nacional. En esencia la Ley Electoral, tanto en el Título IV, Capítulos II,III,IV, donde se establecen las atribuciones de las Comisiones de Candidaturas de cada escalón de la pirámide, como en el Título V, Capítulo II, sección primera, en que se pretende establecer el mecanismo en sí, no logra más que mostrar un cruce de propuestas, sin establecer de manera diáfana a quien le corresponde comenzar el proceso en sí: si a las comisiones municipales o a la nacional. En la realidad política todo el subproceso de elaboración de las listas de precandidatos a las AAPP del PP, y a la AN del PP, se desarrolla en la compleja interacción entre los distintos niveles de la pirámide del Estado, de la del Partido y de las múltiples anexas a las dos anteriores, por sobre todo las de las Comisiones Electorales y de Candidaturas, bajo la atenta supervisión (o total intromisión en tiempos de Fidel) del Consejo de Estado. Algo que por cierto no puede decirse que esté fuera de la Ley Electoral, al establecer su artículo 87 de la Ley Electoral que las Comisiones de Candidaturas al preparar sus proposiciones de precandidatos deberán “consultar el parecer de cuantas instituciones estimen conveniente”, siendo por cierto el Consejo de Estado una institución. Una vez concluido dicho proceso, el resultado será una lista (o más bien poco más de dos centenares de ellas) compuesta por no menos del doble de los delegados o diputados que le corresponda elegir a cada municipio o distrito, y en

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que los Delegados a las AAMM del PP no deben exceder de un cincuenta por ciento del total de los precandidatos. Dicha lista es entonces sometida a la AM del PP, que escogerá o nominará, a un número igual de candidatos a Delegados a la AP del PP y a Diputados a la AN del PP que el que le corresponde a cada municipio; con la expresa salvedad, instituida en el artículo 93 de la Ley Electoral, de que nuevamente solo hasta un 50% de los Delegados a las AAPP del PP y AN del PP podrán ser nominados entre los Delegados a las AAMM del PP. Medida que, por el hecho de que algunos municipios y distritos tienen un número impar de candidatos a dichas asambleas, en cuya situación el porciento para no exceder el referido 50% deberá en su lugar quedar muy por debajo de él (por ejemplo, en caso de 3 nominados corresponderá al 33%, y en el de 5 al 40%), conlleva que nuestros órganos legislativos provinciales y nacional nunca lleguen a tener entre sus integrantes una mitad de individuos electos durante la 1ª fase de elección directa en los barrios. Esta relación de candidatos nominados por la AM del PP, de a uno por plaza, es la que finalmente se somete a referéndum entre la ciudadanía con derechos electorales en el municipio. Y decimos referéndum y no elección porque resulta evidente que nuestro votante solo podrá aprobar, o desaprobar, y no escoger entre diferentes opciones. Pero quizás sería mejor ni hablar de tal, y veamos el porqué: En todo referéndum en que se juegue limpio se dan siempre dos opciones válidas: aprobar o desaprobar. Si la suma total de votos por una de las opciones válidas supera a la otra, o como en otros sistemas electorales, si el número de votos de dicha opción supera la mitad del total de votos emitidos, se considera a esta opción la vencedora. O sea, de esta forma quien pone a referéndum juega limpio, ya que deja abierta la opción de perderlo. Mas en el referéndum en que las AAMM del PP cubanas exponen a sus votantes sus propuestas de candidaturas a Delegados a las AAPP del PP, y de Diputados a la AN del PP, no se le deja abierto más que un parcial resquicio a dicha opción. Lo que ocurre al dejarle a los votantes una única posibilidad válida, la de marcar con una “x”, y convertir a la otra, la de dejar en blanco, o voto por completo contrario a la propuesta, en voto no válido. Y es que en definitiva como las boletas válidas son solo aquellas en que se haya votado por todos los nominados, o por alguno, la propuesta total nunca se podrá considerar por completo derrotada, dándose, eso sí, la poco probable situación (y nunca dada) de que alguno de los singulares nominados obtenga menos del 50 % de los votos admitidos como válidos.

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Tan particular mecanismo electoral permitiría, por ejemplo, que en un municipio en que el 60% del electorado decidiera votar en blanco por oponerse a la propuesta completa, o al sistema político mismo, pero en que el restante 40 % votara por todos los candidatos, se diera como resultado el 100% del voto válido, sin haberse faltado a la más escrupulosa verdad… Que ocurre así con el voto en blanco, lo demuestra una rápida lectura del artículo 116 de la Ley Electoral, en especial en el siguiente fragmento: “…así como, en paquetes separados y debidamente sellados y rotulados, las boletas válidas, las votadas en blanco, las anuladas, las no utilizadas…”, o una más detenida de los artículos 113 y 114, en que se establece, de manera nebulosa no obstante, que para el acto del escrutinio público se separan en un primer momento las boletas en blanco de las que aparecen votadas, y que es del computo de estas últimas, tras separar las que anule la Mesa del Colegio Electoral por no conseguir determinar la voluntad del votante, que se obtiene la votación obtenida por cada uno de los candidatos (es tan evidente el escamoteo del voto en blanco que en nuestra Ley Electoral el legislador no se atreve, como en cualquier otra, a hacer explícito en un solo artículo cuál es para ella el voto válido, dejando su definición implícitamente camuflada en varios artículos del Título VI, Capítulo I, sección tercera). El proceso electoral entra tras dicho “referéndum” en su último acto, cuando dentro de un término no mayor de 15 o 45 días a partir del momento de la sanción positiva de sus integrantes por los electores, se constituyen respectivamente las AAPP del PP y la AN del PP. Aquí se da de nuevo la interferencia, en la elección de las autoridades de estas dos asambleas, por las Comisiones de Candidaturas con nuevos proyecto de candidaturas. En el de la AN del PP es significativo que por tan poco democrático procedimiento resulten electos no solo su Presidente, Vicepresidente o Secretario, sino también el Consejo de Estado en pleno, desde el menos poderoso de sus miembros hasta su Presidente. Y sostenemos que por tan poco democrático procedimiento, ya que aunque a los Diputados les es dado impugnar a uno o a varios de los integrantes de un proyecto de candidatura (no todo el proyecto, no obstante), solo pueden hacerlo de modo público y a mano alzada; lo que en el particular contexto político cubano implicaría para el que se arriesgara a tal un suicidio político.


por Oscar Espinosa Chepe

la Autonomía de las UPBC..

¿Una Nueva Manipulación?

Tras 19 años de un proyecto fracasado desde sus inicios, la autonomía que ahora se plantea otorgar a las UBPC resulta una superchería, para hacer creer que se están efectuando cambios en la agricultura cuando es más de lo mismo.


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Un nuevo Reglamento General emitido el 13 de agosto mediante la Resolución No. 574/2012 del Ministerio de la Agricultura (MINAG), define las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) como una “organización económica y social cooperativa, integrada por miembros asociados voluntariamente, con autonomía en su gestión y administración de los recursos, que recibe en usufructo las tierras y otros bienes que se determinen, por tiempo indefinido, asi como otros que adquiere mediante compra; posee personalidad jurídica propia; forma parte de un sistema de producción al cual se vincula, constituyendo uno de los eslabones primarios que conforman la base productiva de la economía nacional”. Asimismo, como parte de adicionales pasos para otorgar una supuesta autonomía a las UBPC, el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros adoptó 17 medidas, fundamentalmente dirigidas a brindar apoyo financiero a la maltrecha economía de estas entidades agrícolas, caracterizadas desde su fundación por sus altos niveles de ineficiencia e irrentabilidad. Las UBPC fueron creadas el 20 de septiembre de 1993 mediante la conversión de las llamadas Granjas del Pueblo en supuestas cooperativas. Al igual que ahora, ese día los trabajadores de las desorganizadas e incosteables granjas se acostaron siendo trabajadores asalariados y despertaron como cooperativistas, sin haber sido consultados. Según cifras oficiales, un año después existían 2 519 UBPC y actualmente son 1 989, la gran mayoría pertenecientes al sistema del MINAG y el resto al Grupo Azucarero AZCUBA. De acuerdo con esa información, cuentan con un área de más de 1 millón 700 mil hectáreas, el 28,0% de la superficie agrícola del país, estando ociosa el 23,0% de sus tierras. Actualmente solo aportan el 12,0% de las viandas, hortalizas y granos, y el 17,0% de la leche de la producción nacional, cuando los campesinos agrupados en las Cooperativas de Credito y Servicios(CCS) e independientes producían antes de la entrega de las tierras en usufructo, con mucho menos recursos, más del 60,0% del

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total de la producción agropecuaria nacional. Al término del 2010, el 15,0% de las UBPC cerraron con pérdidas y un 6,0% ni si-quiera presentó balance económico, según datos brindados por Julio Martínez Roque, director nacional de Atención a las Unidades Productoras en el MINAG, publicados en el periódico Granma el 11 de septiembre pasado. Hay que apuntar que la irrentabilidad ha sido mucho más alta en años anteriores. Lamentablemente no se dio información actualizada al respecto. También señaló que, al cierre de 2010, las UBPC pertenecientes al sistema del MINAG acumularon deudas estimadas en 1 229 millones de pesos; pérdidas de años anteriores por unos 680 millones más y otros 203 millones heredadas de unidades disueltas; en total una deuda de 2 112,0 millones de pesos. Las UBPC “producían de milagro”, según reconoció el Sr. Martínez Roque en su entrevista al citado periódico. Además expuso que se ha realizado una categorización preliminar para ubicar las UBPC existentes en tres grupos esenciales: 1) Con una situación productiva y económica favorable; están en estas condiciones 540, el 27,1%, de ellas 112 pertenecientes a AZCUBA. 2) Con dificultades de índole organizativa, productiva, económica y financiera, pero que pueden subsanar sus problemas mediante una serie de medidas; son 1 122 unidades, el 57,0%. 3) En situación crítica, sin posibilidades de recuperarse 327 unidades, el 16,4%, todas del MINAG. Con las medidas que ahora se anuncian, es muy difícil que las UBPC puedan salir a flote, pues cuando se lee el nuevo Reglamento resalta que las reformas son absolutamente superficiales, y la supuesta autonomía continúa siendo una ficción. Las UBPC se mantendrán con la camisa de fuerza de los planes y tendrán que d e s a r ro l l a r su gestión en la línea fundamental de producción y de objeto social, trazada desde el MINAG. Asimismo, los contratos que firmen deberán corresponder prioritariamente a la “demanda estatal planificada”, además de estar basados en precios fijados centralmente.


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Ello demuestra, más que cualquier otro argumento, la falacia del otorgamiento de autonomía a las UBPC y de respeto a la voluntariedad de los “cooperativistas”. Por otro lado, las facultades recién otorgadas de poder vender algunas producciones después de cumplido el compromiso con la demanda estatal planifica dejan muy poco margen para comercializar a precios no regulados por el Estado y por esa vía obtener beneficios económicos. Sobre todo si se tiene en cuenta que productos como la caña de azúcar, la leche, la carne de vacuno y otros tienen que ser entregados en su totalidad al Estado. También se plantea que las UBPC ahora podrán adquirir insumos y otros productos en otras empresas con mayor libertad de elección. Sin embargo, debe subrayarse que estas supuestas cooperativas no están autorizadas a poseer moneda convertible; incluso solo podrán vender al sector turístico en moneda nacional. En esas condiciones, la libertad para escoger suministradores es un espejismo, en un país donde muchos servicios y la mayoría de las mercancías únicamente pueden adquirirse con pesos convertibles. Además, debe subrayarse que muchos recursos esenciales, como el combustible, se distribuyen por asignaciones a través del plan. Tampoco puede soslayarse la inexistencia de un mercado mayorista, por lo que las UBPC para comprar mercancías en pesos cubanos tendrán que hacerlo fundamentalmente en el desabastecido mercado minorista, a altos precios, en competencia con la población y otras formas de producción, como los cuentapropistas. La situación de las UBPC es mucho más complicada hoy que en el momento de la creación en 1993. Entonces todavía existían equipamientos y recursos recibidos de la Unión Soviética y otros países del Este de Europa. Actualmente ma-yoritariamente solo poseen arados y ca-rretas tirados por animales; azadones y machetes por lo regular de baja calidad. Incluso donde subsisten equipos, están muy deteriorados por el paso del tiempo y la falta de repuestos. En este escenario, atender eficientemente unidades que

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como promedio tienen 890 hectáreas (66 caballerías), resulta una tarea casi imposible, máxime con “cooperativistas” sin estímulos laborales. Tras 19 años de un proyecto fracasado desde sus inicios, la autonomía que ahora se plantea otorgar a las UBPC resulta una superchería, para hacer creer que se están efectuando cambios en la agricultura cuando es más de lo mismo. Esas falsas cooperativas se mantendrán ineficientes e irrentables en un gran porcentaje. El nuevo Reglamento, como otras reformas implantadas en los últimos años por el gobierno resultan absolutamente insuficientes y no permitirán el incremento productivo agropecuario que con urgencia necesita Cuba.

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BUSCANDO

a Karl Popper Karl Raimund Popper (Viena, 28 de julio de 1902 - Londres, 17 de septiembre de 1994) fue un filósofo, sociólogo y teórico de la ciencia nacido en Austria y posteriormente ciudadano británico. Popper es recordado por muchos como un filósofo social, teórico del liberalismo y defensor de la sociedad abierta frente a los sistemas que, según su concepción, resultaban totalitarios, tales como el comunismo y el nacionalsocialismo. Sin embargo, para comprender sus posiciones políticas, es preciso partir de sus aportaciones a la teoría del conocimiento.

La Sociedad Abierta y sus Enemigos El Principio de la Conducción

A mi juicio, Platón promovió una seria y duradera confusión en la filosofía política al expresar el problema de la política bajo la forma “¿Quién debe gobernar?”, o bien “¿La voluntad de quién ha de ser suprema?”, etc. Esta confusión es análoga a la que creó en el campo de la filosofía moral con su identificación del colectivismo y el altruísmo. Es evidente que una vez formulada la pregunta “¿Quién debe gobernar?”, resulta difícil evitar las respuestas de este tipo: “el mejor”, “el más sabio”, “el gobernante nato”, “aquel que domina el arte de gobernar” (o también, quizá, “La Voluntad General”, “La Raza Superior”, “Los Obreros Industriales”, o “El Pueblo”). Pero cualquiera de estas respuestas, por convincentes que puedan parecer- pues, ¿quién habría de sostener el principio opuesto, es decir, el gobierno del “peor”, o “el más ignorante” o “el esclavo nato”?- es, como trataré de demostrar, completamente inútil. En primer término, estas respuestas tienden a convencernos de que entrañan la resolución de algún problema fundamental de la teoría política. Pero si enfocamos a ésta desde otro ángulo, hallamos que, lejos de resolver problemas fundamentales algunos, lo único que hemos hecho es saltar por encima de ellos, al

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atribuírle una importancia fundamental al problema de “¿Quién debe gobernar?”. En efecto, aun aquellos que comparten este supuesto de Platón, admiten que los gobernantes políticos no siempre son lo bastante “buenos” o “sabios” (es innecesario detenernos a precisar el significado exacto de estos términos) y que no es nada fácil establecer un gobierno en cuya bondad y sabiduría pueda confiarse sin temor. Si aceptamos esto debemos preguntarnos, entonces, ¿por qué el pensamiento político no encara desde el comienzo la posibilidad de un gobierno malo y la conveniencia de prepararnos para soportar a los malos gobernantes, en el caso de que falten los mejores? Pero esto nos conduce a un nuevo enfoque del problema de la política, pues nos obliga a reemplazar la pregunta: “¿Quién debe gobernar?” con la nueva pregunta: ¿En qué forma podemos organizar las instituciones políticas a fin de que los gobernantes malos o incapaces no puedan ocasionar demasiado daño? Quienes creen que la primera pregunta es fundamental, suponen tácitamente que el poder político se halla “esencialmente” libre de control. Así, suponen que alguien detenta el poder, ya se trate de un individuo o

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de un cuerpo colectivo como, por ejemplo, una clase social. Y suponen también que aquel que detenta el poder puede hacer prácticamente lo que se le antoja y, en particular, fortalecer dicho poder, acercándose así al poder ilimitado o incontrolado. Descuentan, asimismo, que el poder político es, en esencia, soberano. Partiendo de esta base el único problema de importancia será, entonces, el de “¿Quién debe ser el soberano?”. Aquí le daremos a esta tesis el nombre de teoría de la soberanía (incontrolada), sin aludir con él, en particular, a ninguna de las diversas teorías de la soberanía sostenida por autores tales como Bodin, Rousseau o Hegel, sino a la suposición más general de que el poder político es prácticamente absoluto o a las posiciones que pretenden que así lo sea, junto con las consecuencias de que el principal problema que queda por resolver es, en este caso, el de poner el poder en las mejores manos. Platón adopta esta teoría de la soberanía en forma tácita y desde su época pasa a desempeñar un importante papel en el campo de la política. También la adoptan implícitamente aquellos escritores modernos que creen, por ejemplo, que el principal problema estriba en la cuestión: ¿Quiénes deben mandar, los capitalistas o los trabajadores? Sin entrar en una crítica detallada del tema, señalaré, sin embargo, que pueden formularse serias objeciones contra la aceptación apresurada e implícita de esta teoría. Cualesquiera sean sus méritos especulativos, trátase por cierto, de una suposición nada realista. Ningún poder político ha estado nunca libre de todo control y mientras los hombres sigan siendo hombres (mientras no se haya materializado Un mundo mejor (1)), no podrá darse el poder político absoluto e ilimitado. Mientras un solo hombre no pueda acumular el suficiente poderío físico en sus manos para dominar a todos los demás, deberá depender de sus auxiliares. Aun el tirano más poderoso depende de su policía secreta, de sus secuaces y de sus verdugos. Esta dependencia significa que su poder, por grande que sea, no es incontrolado y que, por consiguiente, debe efectuar concesiones, equilibrando las fuerzas de los grupos antagónicos. Esto significa que existen otras fuerzas políticas, otros poderes aparte del suyo y que sólo puede ejercer su mando utilizando y pacificando estas otras fuerzas. Lo cual demuestra que aún los casos extremos de soberanía no poseen nunca el car.ácter de una soberanía completamente pura. Jamás puede darse en la práctica el caso de que la voluntad o el interés de un hombre (o, si esto fuera posible, la voluntad o el interés de un grupo) alcance su objetivo directamente, sin ceder algún terreno a fin de ganar para sí las fuerzas que no puede someter. Y en un número abrumador de casos las limitaciones del poder político van todavía mucho más lejos.

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Insisto en esos puntos empíricos, no porque desee utilizarlos como argumento, sino tan sólo para evitar las objeciones infundadas. Nuestra tesis es que toda teoría de la soberanía omite la consideración de un problema mucho más fundamental, esto es, el de si debemos o no esforzarnos por lograr el control institucional de los gobernantes mediante el equilibrio de sus facultades con otras facultades ajenas a los mismos. Lo menos que podemos hacer es prestar cuidadosa atención a esta teoría del control y el equilibrio. Hasta donde se me alcanza, las únicas objeciones que cabe hacer a esta concepción son: (a) que dicho control es prácticamente imposible y (b) que resulta esencialmente inconcebible, puesto que el poder político es fundamentalmente soberano. A mi juicio los hechos refutan estas dos objeciones de carácter dogmático y, junto con ellas, toda una serie de importantes concepciones (por ejemplo, la teoría de que la única alternativa a la dictadura de una clase es la de otra clase). Para plantear la cuestión del control institucional de los gobernantes basta con suponer que los gobiernos no siempre son buenos o sabios. Sin embargo, puesto que me he referido a los hechos históricos creo conveniente confesar que me siento inclinado a darle mayor amplitud a esta suposición. En efecto, me inclino a creer que rara vez se han mostrado los gobernantes por encima del término medio, ya sea moral o intelectualmente, y sí, frecuentemente, por debajo de éste. Y también me parece razonable adoptar en política el principio de que debemos siempre prepararnos para lo peor aunque tratemos, al mismo tiempo, de obtener lo mejor. Me parece simplemente rayano en la locura basar todos nuestros esfuerzos políticos en la frágil esperanza de que habremos de contar con gobernantes excelentes o siquiera capaces. Sin embargo, pese a la fuerza de mi convicción en este sentido, debo insistir en mi crítica a la teoría de la soberanía no depende de esas opiniones de carácter personal. Aparte de ellas y aparte de los argumentos empíricos mencionados más arriba contra la teoría general de la soberanía, existe también cierto tipo de argumento lógico a nuestra disposición para demostrar la inconsecuencia de cualquiera de las formas particulares de esta teoría; dicho con más precisión, puede dársele al argumento lógico formas diferentes, aunque análogas, para combatir la teoría de que deben ser los más sabios quienes gobiernen, o bien de que deben serlo los mejores, las leyes, la mayoría, etc. Una forma particular de este argumento lógico se dirige contra cierta versión demasiado ingenua del liberalismo, de la democracia y del principio de que debe gobernar la mayoría; dicha forma es bastante semejante a la conocida Paradoja de la libertad, utilizada por primera vez y con gran éxito por Platón. En su crítica de la democracia y en su ex-

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plicación del surgimiento de la tiranía, Platón expone implícitamente la siguiente cuestión: ¿qué pasa si la voluntad del pueblo no es gobernarse a sí mismo sino cederle el mando a un tirano? El hombre libre- sugiere Platón- puede ejercer su absoluta libertad, primero, desafiando a las leyes, y, l u ego desafiando a la propia libertad, auspiciando el advenimiento de un tirano. No se trata aquí, en modo alguno, de una posibilidad remota, sino de un hecho repetido infinidad de veces en el curso de la historia; y cada vez que se ha producido, ha colocado en una insostenible situación intelectual a todos aquellos demócratas que adoptan, como base última de su credo político, el principio del gobierno de la mayoría u otra forma similar del principio de la soberanía. Por un lado, el principio por ellos adoptado les exige que se opongan a cualquier gobierno menos al de la mayoría, y, por lo tanto, también al nuevo tirano. Pero por el otro, el mismo principio les exige que acepten cualquier decisión tomada por la mayoría y, de este modo, también el gobierno del nuevo tirano. La inconsecuencia de su teoría les obliga, naturalmente, a paralizar su acción. Aquellos demócratas que exigimos el control institucional de los gobernates por parte de los gobernados, en especial el derecho de terminar con cualquier gobierno por un voto de la mayoría, debemos fundamentar estas exigencia sobre una base mejor que la que puede ofrecernos la contradictoria teoría de la soberanía. (En la próxima sección de este mismo capítulo veremos que esto es posible). Como ya vimos, Platón estuvo muy cerca de descubrir las paradojas de la libertad y la democracia. Pero lo que Platón y sus sucesores pasaron por alto fue que todas las demás formas de la teoría de la soberanía dan lugar a las mismas contradicciones. Todas las teorías de la soberanía son paradójicas. Por ejemplo, supongamos que hayamos escogido como la forma ideal de gobierno, el gobierno del “más sabio” o del “mejor”. pues bien; “el más sabio” puede hallar en su sabiduría que no es él sino “el mejor” quien debe gobernar. Cabe señalar que aun aquella forma de la teoría de la soberanía que exige el “Imperio de la Ley” es pasible de esta misma objeción. En realidad, esta dificultad ya había sido advertida hace mucho tiempo, como lo demuestra la siguiente observación de Heráclito: La ley puede exigir, también, que sea obedecida la voluntad de Un solo Hombre. Sintetizando, diremos que la teoría de la soberanía se asienta sobre una base sumamente débil, tanto empírica como lógicamente. Lo menos que ha de exigirse es que no se la adopte sin antes examinar cuidadosamente otras posibilidades.

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II En realidad, no es difícil demostrar la posibilidad de desarrollar una teoría del control democrático que esté libre de la paradoja de la soberanía. La teoría a que nos referimos no procede de la doctrina de la bondad o justicia intrísecas del gobierno de la mayoría, sino más bien de la afirmación de la ruindad de la tiranía; o, con más precisión, reposa en la decisión, o en la adopción de la propuesta, de evitar o resistir a la tiranía. En efecto, podemos distinguir dos tipos principales de gobierno. El primero consiste en aquellos de los cuales podemos librarnos sin derramamiento de sangre, por ejemplo, por medio de elecciones generales. Esto significa que las instituciones sociales nos proporcionan los medios adecuados para que los gobernantes puedan ser desalojados por los gobernados, y las tradiciones sociales garantizan que estas instituciones no sean fácilmente destruidas por aquellos que detentan el poder. El segundo tipo consiste en aquellos de los cuales los gobernados sólo pueden librarse por medio de una revolución, lo cual equivale a decir que, en la mayoría de los casos, no pueden librarse en absoluto. Se nos ocurre que el término “democracia” podría servir a manera de rótulo conciso para designar el primer tipo de gobierno, en tanto que el término “tiranía” o “dictadura” podría reservarse para el segundo, pues ello estaría en estrecha correspondencia con la usanza tradicional. Sin embargo, queremos dejar bien aclarado que ninguna parte de nuestro razonamiento depende en absoluto de la elección de estos rótulos y que, en caso de que alguien quisiera invertir esta convención (como suele hacerse en la actualidad), nos limitaremos simplemente a decir que nos declaramos en favor de lo que ese alguien denomina “tiranía” y en contra de lo que llama “democracia”, rehusándonos siempre a realizar cualquier tentativa- por juzgarla inoperante- de descubrir lo que la “democracia” significa “real o esencialmente”; por ejemplo, tratando de traducir el término a la fórmula “el gobierno del pueblo”. (En efecto, si bien “el pueblo” puede influir sobre los actos de sus gobernantes mediante la facultad de arrojarlos del poder, nunca se gobierna a sí mismo, en un sentido concreto o práctico). Si tal como hemos sugerido, hacemos uso de los dos rótulos propuestos, entonces podremos considerar que el principio de la política democrática consiste en la decisión de crear, desarrollar y proteger las instituciones políticas que hacen imposible el advenimiento de la tiranía. Este principio no significa que siempre sea posible establecer instituciones de este tipo, y menos todavía, que éstas sean impecables o perfectas, o bien que aseguren que la política adoptada por el gobierno

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democrático habrá de ser forzosamente justa, buena o sabia, o siquiera mejor que la adopatada por un tirano benévolo. (Puesto que no efectuamos ninguna afirmación de este tipo, queda eliminada la paradoja de la democracia). Lo que sí puede decirse, sin embargo, es que en la adopción del principio democrático va implícita la convicción de que hasta la aceptación de una mala política en una democracia (siempre que perdure la posibilidad de provocar pacíficamente un cambio en el gobierno), es preferible al sojuzgamiento por una tiranía, por sabia o benévola que ésta sea. Vista desde este ángulo, la teoría de la democracia no se basa en el principio de que debe gobernar la mayoría, sino más bien, en el de que los diversos métodos igualitarios para el control democrático, tales como el sufragio universal y el gobierno representativo, han de ser considerados simplemente salvaguardias institucionales, de eficacia probada por la experiencia, contra la tiranía, repudiada generalmente como forma de gobierno, y

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estas instituciones deben ser siempre susceptibles de perfeccionamiento. Aquel que acepte el principio de la democracia en este sentido no estará obligado, por consiguiente a considerar el resultado de una elección democrática como expresión autoritaria de lo que es justo. Aunque acepte la decisión de la mayoría, a fin de permitir el desenvolvimiento de las instituciones democráticas, tendrá plena libertad para combatirla, apelando a los recursos democráticos, y bregar por su revisión. Y en caso de que llegara un día en que el voto de la mayoría destruyese las instituciones democráticas, entonces esta experiencia sólo serviría para demostrarle que no existe en la realidad ningún método perfecto para evitar la tiranía. Pero esto no tendrá por que debilitar su decisión de combatirla ni demostrará tampoco que su teoría es inconsistente.

(1) Referencia a la novela de Aldous Huxley, Brave New World

l a L I B E R TA D n o E S Toda Revolución se evapora y deja atrás solo el limo de una nueva burocracia.

Frank Kafka

Los colectivistas… sienten el afán del progreso, la simpatía hacia los pobres; se consumen en un ardiente sentido de lo que está mal y en el impulso hacia las grandes acciones: cualidades todas que han faltado al liberalismo de las últimas épocas. Pero su ciencia se basa en un profundo malentendido… y sus acciones son, por lo tanto, profundamente destructivas y reaccionarias. Así destrozan los corazones de los hombres, dividen las mentes y les presentan alternativas imposibles. Walter Lipmann

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Periรณdico Hoy, 3 noviembre de 1959

La Historia es un Profeta con la mirada vuelta hacia atrรกs

Eduardo Galeano

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Orlando Gutiérrez Boronat Manuel Cuesta Morúa José Gabriel Barrenechea Agustín de Rojas

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Cuadernos de Pensamiento

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l orden moral de la Orlando Gutiérrez Boronat

libertad

Nos obliga el deber de organizar la nación cubana como República. Esto lo planteamos tanto como un principio así como un objetivo supra ideológico, en consonancia con la enseñanza transmitida por los forjadores de nuestra nacionalidad y los próceres de nuestra independencia. Nos ilumina en este esfuerzo la comprensión de la democracia como ciencia, descubrimiento hecho en nuestra peregrinación hacia las raíces clásicas del pensamiento nacional, entendiendo como democracia en los momentos actuales, lo que los antiguos describían como el régimen mixto en el balance interno de poderes institucionales, y en la limitación en el poder político de las diferentes esferas sociales autónomas que componen a la nación. Tal limitación del poder político era concebida por los clásicos como corolario indispensable para el florecimiento de la libertad. Asimismo, la libertad está definida por la tradición filosófica catalizada por Sócrates, como la definición del bien mayor, el sumum bonum, por la razón. Para el republicanismo clásico nacido en Atenas, la política tiene que ser instrumento para la búsqueda de la verdad. La búsqueda de la verdad es definida como la comprensión de la naturaleza unitaria dentro de la base de una gama amplia e interrelacionada de leyes que rigen desde la existencia de lo material hasta la acción moral, el “debe ser” del hombre, en su experiencia vivencial. Los próceres y pensadores de nuestra republicanidad, cimero entre ellos José Martí, ni concibieron el Estado republicano como un punto final de la construcción social de lo cubano, ni predicaron la creación de un nuevo orden político para monopolizar la verdad y por tanto la libertad del cubano. La función de la República es la comprensión de la ley. La comprensión de una ley moral, de un paradigma de la virtud, inherente a las mismas fibras de nuestra naturaleza social.

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Este paradigma es la plataforma definitoria de la sociedad misma, sin el cual no podría existir el hombre a plenitud, porque el florecimiento de su ser radica en la virtud, otorgada al mismo por el diseño cósmico al cual pertenece, de comprender la naturaleza unitaria e interconectada de la realidad que lo rodea e ir mas allá de esto e intuir o sentir, que existe un propósito mayor, una razón trascendente, que llena de esperanza la experiencia humana. La República se constituye como ascendencia de las posibilidades humanas para asistirlas en el desarrollo de la libertad. La República ni es, ni puede ser, la hoguera donde el hombre sacrifica su conciencia porque entonces la República, simple y sencillamente, no tendría razón de ser. Entendamos bien esto: la existencia, el logro de la República, del régimen de libertades, de la poliarquía descrita por Aristóteles, requiere como premisa inescapable, la certeza de que la conciencia opera de forma primaria en la condición individual y social. Al poder comprender la realidad en la que vive, el hombre descubre su libertad, porque comprender es la primera y fundamental actividad ejercida por todo ser racional, la acción de acciones. La correlación de fuerzas materiales no es la que determina la conciencia, si no que la conciencia, al identificar a las mismas y su influencia en el terreno social, se yergue en primacía sobre éstas. Aspiramos entonces, a comprender cada vez mejor el derecho inherente a nuestra naturaleza. Es el derecho el que nos civiliza y nos libera. Para esto, aspiramos a la construcción de la República, régimen de libertades, donde, al decir de Aristóteles, el ciudadano participa en la elaboración de las leyes bajo las cuales vive. Esta compresión del derecho representa una acción completa, en sí misma primaria: moral, intelectual, vivencial, orgánica. Comprender la ley superior, comprender lo que Oswaldo


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Payá denominaba “el derecho a los derechos”, comprender lo que Maimónides denominaba “la ley de leyes”, “la ley de los profetas”, es hacerse profeta, servidor de la alta expresión del pueblo que está constituida por la vivencia ciudadana. No titubeamos ante esto. Estamos llamados por los sacramentos de nuestra sagrada religión católica a ser sacerdotes, profetas y reyes. Al vivir nuestro amor a Cuba, al amar el derecho de los cubanos al derecho, al amar la justicia, que es la cuna del derecho y desde la cual este se interpreta y reinterpreta, estamos por tanto desarrollando nuestro destino. Queremos volcar el orden existente de las cosas que mantiene al cubano dividido y fragmentado. Queremos restaurar la comprensión del derecho natural como ancla y pilar de la existencia nacional. Es esto, precisamente esto a lo que se llama República. Ante un horizonte político en el cual desde el poder se ha invertido el orden natural de las cosas, queremos un restablecimiento claro de la jerarquía de los valores, cristalizado en la imaginación por el ejercicio de la razón. No puede haber tregua ni con la ignorancia ni con la tiranía. Sólo la verdad avala la vida. Es la lógica cívica la que nos invita a la más absoluta resistencia contra el totalitarismo, el cual representa la negación del derecho, de la ley, de la misma naturaleza humana, de la jerarquía de principios universales discernidos por la tradición clásica. Preguntamos: en el escalafón de la justicia, ¿Cuál derecho es prescindible? ¿No constituyen todos, desde los que conforman el hogar hasta los que han de cimentar la autoridad del Estado, un todo organizado e interdependiente para poder orientar la formación del carácter? En una comunidad donde hay derechos prescindibles no existe el respeto al derecho. Si la premisa de un escenario de transición es que tienen que existir limitaciones al ser ciudadano, entonces esa transición es ilusoria, porque no significaría un tránsito de un tipo de Estado social a otro, del despotismo al estado de derecho, sino de un despotismo menos presentable a uno más presentable. Es fundamental comprender esta definición: el Estado de derecho tiene que ser consustancial con la democracia para lograr una definición científica de la misma, es decir, para que una

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democracia sea auténticamente democracia tiene que entenderse a sí misma como instrumento del derecho, como mecanismo para la comprensión del derecho, como sinónimo de República. Si al interior de la democracia no existe el respeto a esta convicción, la democracia está vacía, y se convierte en un juego de números para disfrazar la ausencia de la República. Después de tantos años de dolor y sacrificio es incongruente aceptar para los cubanos nada menos que la plena restitución de los derechos que le son suyos por naturaleza humana, derechos consustanciales con su identidad por el esfuerzo y generoso sacrificio de sus próceres y mártires. Es regresando a la evolución política de la polis griega, reflexionando sobre el logro dentro de la misma del hombre completo, del homo spodaios referido por Aristóteles, que tenemos la óptica necesaria para comprender la transfiguración orgánica de la comunidad política en República. El punto de partida es el estado de derecho: la correcta interpretación de la ley natural que los líderes han de mostrar con su conocimiento y ejemplo. Toda República requiere, primero y antes que todo, hombres y mujeres justos que la fragüen y guíen; jueces morales que con la integridad de su testimonio le permitan a la ciudadanía una referencia para la recuperación de sus valores. Ahí la central y vital contribución de una vida mejor para todos los cubanos hecha hoy por la Resistencia cívica cubana. El poder físico sigue en manos de los déspotas, pero la Resistencia cívica, con su sabiduría y vigencia, se ha transformado en tribunal supremo de la República, su sentencia moral ha fortalecido el carácter del cubano para el momento clave de recuperación de los derechos ante los déspotas ignorantes que los pisotean. Somos entonces revolucionarios genuinos, revolucionarios por la República, contra la tiranía, la violencia, la prisión, el exilio. Nos asiste en este empeño el orden eterno de la justicia. Nos nutrimos de los 2,000 años de existencia de la civilización cristiana y occidental de donde surgimos. Nuestro santuario es el cuerpo místico de los luchadores cubanos por la libertad que trasciende nuestra historia. La República, orden moral de la libertad, es nuestra razón y destino.

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Cuadernos de Pensamiento

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acia la Democracia deliberativa

la democracia radical en marcha

El desafío de la integración social y política en nuestra región, que pasa por el desafío de incorporar cívica y políticamente a nuestra rica pluralidad, está muy vinculado al déficit de modernidad política en la América Latina y a su correlato en las democracias débiles de nuestro hemisferio. Excluyendo a Cuba donde no hay déficit sino ausencia. El tema es esencialmente político pero en su dimensión cultural. Tiene que ver con los paradigmas inscritos desde las independencias en América Latina, que entronizaron el imaginario criollo en tres sentidos básicos: naciones de matriz blanco-católicas; repúblicas censitarias fundadas en la propiedad, las profesiones liberales y la representatividad, y Estados centralistas controlados por el militarismo o por una versión más o menos modernizada de alianza entre los militares y las élites blancas. Agreguemos a ello la lógica desarrollista, no necesariamente modernizadora, que dio sentido al proceso socio-económico latinoamericano, y tendremos todos los ingredientes necesarios para lograr esa hegemonía que invisibiliza la matriz multicultural que está en la raíz de las naciones probables en nuestra región. La dominación implantada sobre las culturas indígenas expresa mejor ese proceso de disfuncionalidad e incomunicabilidad entre Estado-naciones más o menos exitosos y nacionesEstados más o menos fallidos. Los ejemplos más visibles y referenciales de esta esquizofrenia estructuralizada los tenemos en el fenómeno de Chiapas en México y en la reinvención del Estado-nación impulsado por Evo Morales en Bolivia. Otros procesos similares se cuecen visible e invisiblemente y pueden estar a punto de estallar. En todos los casos se trata de poner en sintonía al Estado-nación con sus premisas culturales. ¿Constituyen México y Bolivia, situadas en las antípodas, las salidas-respuestas más consistentes con el desafío de integración política de nuestras naciones desde su matriz multicul-

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Manuel Cuesta Morúa

tural? Las opciones pueden variar, y de hecho lo hacen, a partir del enfoque que tengamos de ese otro concepto sin el que no puede pensarse ni entenderse a la América Latina: el de democracia. La premisa de partida de este análisis sí parece clara: las naciones y sociedades latinoamericanas no están lo suficientemente integradas porque no son suficientemente democráticas. Esta carencia es dual y mutuamente reforzada. Si las desigualdades sociales minan la democracia porque indican una falla de redistribución equitativa tanto de oportunidades como de beneficios, ello no debilita sin embargo la integración cultural dentro de una nación. Estamos aquí frente al caso clásico de sociedades desintegradas al interior de naciones con un imaginario compacto: Haití. Lo que sí atenta contra la integración nacional en sociedades plurales es la falta de presencia cultural de esa pluralidad en el espacio público. Y en muchas de nuestras naciones se da una continuidad entre fractura social y ausencia cultural de la diferencia ―desde la diferencia― en la política. Dicho apropiadamente. Las naciones de nuestro sub hemisferio pueden ser más o menos democráticas en el sentido clásico liberal, pero no lo son en el sentido cultural. Y esto solo lo resuelve la política. ¿Qué política? La que más se acerque a los fundamentos pluriculturales de nuestras naciones optando por los recursos más democráticos en debate. En este sentido la hipótesis que manejo, desde una sensibilidad cultural y hacia los temas multiculturales y multirraciales, es que el andamiaje sobre el que se estructuran las democracias latinoamericanas es limitado e insuficiente para dar cuenta de las tres presiones más acuciantes en la actualidad: la del multiculturalismo, la de la equidad distributiva y la del autoreconocimiento individual de la persona a partir de los derechos fundamentales y las exigencias de participación política


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autónoma, esto es del ciudadano con todo su equipaje de identidades propias. Estas limitaciones e insuficiencias no son de funcionamiento, sino estructurales. El ciclo de democracia electoral y democracia representativa no está en condiciones de corregir la falta de integración democrática de nuestras naciones desde su base cultural. De hecho, este es un ciclo productor y reproductor de la marginación política de la diferencia cultural porque, como sabemos, está anclado en el paradigma político de la mayoría popular que ha garantizado hasta hoy la circulación de las élites hegemónicas y, consecuentemente, de la marginalidad cultural de la diferencia. ¿Y es la mayoría un concepto fundamentalmente democrático en naciones multiculturales? Conviene en este punto destacar lo que acaba de ocurrir en las recientes elecciones en los Estados Unidos. Si en 1992 un asesor de alto nivel de Bill Clinton pudo todavía decir: es la economía, estúpido, para referirse al motor más dinámico del electorado estadounidense, ya en 2012 otros comienzan a plantearse el juego democrático en sociedades plurales diciendo: es la demografía, estúpido. Una manera de expresar que la cultura empieza a tener peso junto a la economía en la estructuración del poder. La nuevas mayorías se forman a partir de una conjugación aritmética más o menos virtuosa de muchas minorías culturales. Ello garantizó un Obama II en la Casa Blanca. Si la mayoría tradicional es un concepto político insustituible para la legitimidad en la toma de decisiones políticas, la pregunta es si este concepto tiene legitimidad para determinar la calidad y cualidad de esas decisiones tomadas en el ámbito político y público. Las mayorías tradicionales pueden ser tan discriminadoras como las minorías hegemónicas, y por tanto afectar la calidad de la convivencia pública de la pluralidad y la legitimidad política fundada en la cultura como hecho diferencial, en la ciudadanía y en los derechos. En Cuba esto llega incluso hasta la Constitución, que en su Artículo 5 consagra por ley y fundamento jurídico la superioridad cultural de un grupo hegemónico para la formación de la voluntad política del Estado. Esto viene a significar que en nombre de una minoría de un millón más o menos de electores putativos, se discrimina a un montón de minorías electivas e identitarias

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en Cuba, la más activas de las cuales son las religiosas y la de los homosexuales. Es curioso que allí donde no se entiende la nueva naturaleza pluricultural de la democracia se reproduce el uso de las mismas reglas de juego de la democracia típicamente electoral y representativa por las culturas históricamente dominadas. Estas tienden a reproducir el esquema hegemónico que han combatido por años en nombre del progresismo y, en el peor de los casos, tienden a una regresión democrática por su énfasis en el comunitarismo y en el desprecio del individuo y de la ciudadanía como valor central de la democracia. Si miramos de nuevo el caso de Bolivia vemos cómo un fenómeno portentoso de emergencia política de la cultura indígena en nuestro hemisferio es malogrado por la apropiación y desviación de ese referente de la mayoría decisora que en el pasado supuso la dominación y hegemonía sobre las llamadas culturas ancestrales. Ello estaría significando un reforzamiento de los esquemas racistas y excluyentes ―otra cosa es que esta empresa de exclusión tenga éxito frente a las vigorosas elites criollas―que bloquean la democracia como valor y la democratización como posibilidad. Sus efectos son claros: la revisitación circular de la discriminación y la marginalidad. A una cultura compleja una democracia compleja. El análisis histórico y estructural arroja hoy claramente que América Latina no rebasa sus disfuncionalidades porque no ha construido un paradigma cultural, unas referencias intelectuales, un andamiaje teórico y un espacio cívico que refleje su pluralidad de origen. La respuesta sigue siendo tradicional, y la reacción política opta por el escándalo cuando la conciencia multicultural y racial en las Américas se da, por ejemplo,dos nombres propios: evangelismo y afrodescendencia. Se nos pregunta: ¿no somos todos blancos, criollos y católicos identificables como argentinos, peruanos, nicaragüenses, hondureños, colombianos, brasileños, cubanos, etc.? La respuesta de la realidad es no. El error en América Latina es confundir ciudadanía censitaria y electoral con ciudadanía cultural e identitaria. ¿Se acuerda alguien de los Misquitos de Nicaragua? Como no debería ser según el discurso progresista hegemónico en la América Latina, los Estados Unidos siguen marcando la de-

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lantera en los nuevos conceptos y paradigmas democráticos. Tanto si nos gusta como si no, esta última nación es el laboratorio esencial del debate democrático de futuro. Por esta razón es por la que en nuestro sub hemisferio occidental, donde más ha avanzado el mestizaje racial, étnico, religioso y cultural , como hecho y concepto, asistimos no obstante a la eclosión de la conciencia identitaria, a las demandas de autonomía, a un nuevo impulso cívico y a una presencia ciudadana que desborda los esquemas cívico-representativos de las democracia presentes. Este movimiento de la sociedad hacia la fragmentación y la pluralidad puede verse acotado por el agotamiento del modelo electoral-representativo como herramienta exclusiva de integración política para sectores socio-culturales históricamente marginados y emergentes. Hay un tema de mutación política que no se puede perder de vista ahora mismo: la democracia actual está siendo contestada por los ciudadanos mismos que se suponen con derechos. Votar para elegir no parece suficiente para responder a las necesidades, insatisfacciones y en no pocos casos a una ciudadanía enriquecida por la comunicación global, la mayor información, la subsidiariedad de las decisiones, la autonomía, y la dinámica fuerte de la sociedad civil. Y si le agregamos a ello las autonomías fuertes que se generan desde la identidad cultural como determinantes en el ejercicio de la ciudadanía tendríamos más claridad respecto de las limitaciones de las democracias construidas sobre el eje simple de elegir a mis representantes en una lógica de recirculación de las mismas elites. La apuesta que defiendo se asienta en el concepto de democracia incremental (democracia fuerte) con base en la democracia deliberativa. Ello no significa sustituir la democracia representativa tal y como se desprende de las apuestas de las izquierdas radicales y revolucionarias, sino integrar procesos en diversos niveles fortaleciendo con ello la legitimidad del proceso político. Lo que supone acercar autonomía ciudadana, ciudadanía cultural y ejercicio de soberanía. La democracia deliberativa nos parece la mejor respuesta posible a los desafíos de la democracia en general y la respuesta apropiada a la integración y participación de la pluralidad y multirracialidaddentro de las comuni-

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dades más amplias donde interactúan. La integración de la ciudadanía globalizada, de la afrodescendencia, de la multireligiosidad así como de las comunidades indígenas, las mujeres y los homosexuales pone sobre la mesa democrática el tema de la ciudadanía cultural que emergió en naciones desarrolladas como los Estados Unidos, y por doquier en otras partes del mundo. Y la democracia deliberativa ofrece ventajas estructurales para asumir los retos y déficits culturales de la integración de esta rica y creativa pluralidad, teniendo en cuenta el nuevo mapa global de minorías autónomas dentro de la sociedad civil al que no escapa Cuba. Es curioso que las aperturas culturales en nuestro país se presentan por doquier como rescate del pasado, todavía filtrado por el poder, más que como derechos. ¿Cuáles son estas ventajas? La primera es que la democracia deliberativa se fundamenta en el concepto de la pluralidad por excelencia. Deliberar significa diversidad de sujetos conversando o dialogando desde su diferencia. Implica pues, irremediablemente, la visibilidad del otro o de los otros dentro de la comunidad. Lo segunda es la idea de autogobierno que conlleva cuando se trata de deliberación. De hecho la conciencia de autogobierno legitíma en América Latina las formas de poder tradicional de las comunidades indígenas que, a nuestro modo de ver, no es totalmente satisfactoria porque enajena a los otros sujetos culturales y no contempla el derecho de la persona. No obstante, el autogobierno permite, y esto es lo importante, la plena expresión de las identidades, que debe ser regulada en el espacio cívico por la igual presencia de los demás con los que se convive. La tercera ventaja es que la democracia deliberativa permite la controversia de conflictos culturales de una manera razonada. En realidad aquí hay dos ventajas vinculadas: el uso de la razón, que es crítica de los propios valores, y el intercambio racional de los valores diversos a través de la deliberación. De ahí pueden salir los consensos necesarios a la vida en común desde la diferencia y un mayor refinamiento democrático: porque la ciudadanía es deliberación. Esa necesidad de verse a través del lente de los otros, pensar tanto en uno como en los demás y poner en mejor perspectiva los intereses de la comunidad.


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La cuarta ventaja es que si la democracia nace de la cultura cívica, esta no puede forjarse realmente ajena a la manifestación de las identidades propias. Como es de sobra conocido ―esto es un ejemplo― los pueblos religiosos tienen una cultura cívica muy sólida porque la expresión de sus identidades fortalece esos valores propios que no dependen, ni necesitan del Estado para reproducir sus virtudes. En no pocos casos es ese civismo desde la identidad el que pone freno a la tendencia de los Estados a quebrantar las libertades y permite una crítica del comportamiento de los Estados a partir de los valores. Una señal futura de que la sociedad civil cubana ha reconquistado al Estado desde sus valores pluriculturales la tendremos el día en que se supure la pedagogía guevarista y racista del hombre nuevo. Lo que significa que, y esta es una quinta ventaja clave para la integración política en América Latina desde su pluralidad, la democracia podría entenderse y forjarse desde abajo, y no desde arriba como ha sido habitualmente entendido en América Latina. La sexta ventaja va como sigue. La democracia deliberativa supone la conversación franca e informada. Franca quiere decir que todas las perspectivas se ponen en juego sin coacción ni esquizofrenias. La policía no aparece ni en las pesadillas. En ella el individuo se siente totalmente libre porque la franqueza pasa por no enmascarar cívicamente sus identidades. No hay necesidad de ello. Por otra parte, informada significa que en ella se procura la mayor y mejor información tanto general y actualizada como de los otros, de sus diferencias, lo que es fundamental para un diálogo sin prejuicios culturales. Necesidad básica para el reconocimiento de las diversas identidades en un plano de igualdad dialógica. Solo desde aquí se debilita la mentalidad de superioridad cultural que está en los cimientos de las hegemonías criollas, racistas y machistas. La séptima ventaja es que lo que se conoce como democracia mediana no podría prescindir de los valores de la pluralidad. La democracia mediana es el conjunto de decisiones, de políticas públicas, de determinaciones y resoluciones que los políticos, los administradores y jueces tienen que tomar cotidianamente para la resolución de conflictos. La deliberación permanente desde las identidades diversas crea el sustrato inevitable para que

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estas decisiones respeten esas identidades y las consecuencias públicas que de ellas se derivarían. Pensamos por ejemplo en el conflicto de los indígenas en Suramérica con sus gobiernos centrales por los derechos sobre las tierras ancestrales. La deliberación permanente permitiría nuevos enfoques y nuevas soluciones a los conflictos que se presentan en estos u otros temas. Existen otro número de ventajas para defender el modelo de democracia deliberativa como herramienta de integración social y política para sociedades plurales y para todo tipo de minoría en general. Una profundización más rigurosa del tema, en la que vengo trabajando, ofrecería aquellos alcances más sutiles y menos visibles que apoyarían mi teoría central: en el marco de las democracias procesales, con su énfasis en el voto, o de las democracias constitucionales, con su visión prestacionista, no pueden responderse ni pensarse exclusivamente los retos y desafíos de la integración de la pluralidad en nuestro hemisferio. Necesitamos avanzar hacia una mayor y radical profundización de la democracia si queremos ver a nuestra gente participando más plenamente dentro de nuestras naciones. Democracia deliberativa es el próximo paso. Y por eso tenemos la necesidad de pensar en términos de democracias fuertes porque es vital para la supervivencia identitaria de nuestras comunidades, conjugada con los derechos fundamentales para las minorías. La posibilidad de que los ciudadanos de una democracia no lo sean únicamente los políticos profesionales, aquellos que están a cargo del timón, tiene mucho que ver con la apertura del proceso político a las definiciones de todos los ciudadanos naturales y culturales de un país. Y la democracia deliberativa está en los umbrales de esas democracias fuertes que necesitamos para redefinir y completar nuestros Estado-naciones desde las nacionesEstado. ¿Y Cuba qué? Bueno como aquí no hay democracia de ningún tipo, me parece posible comenzar así: de la deliberación a la elección de los representantes. Una manera de lograr instituciones democráticas fuertes en el plazo más breve, con menos disfuncionalidad y escepticismo cero. La Habana, 19 de noviembre de 2012

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ara una Política Exterior en el siglo XXI De los rígidos unilateralismos castristas a los equilibrios vacilantes martianos

Ante los sectores que ostentarían el poder efectivo a partir del 1º de enero de 1959 se abrían dos posibilidades básicas en su relación con los EE.UU. Podían, en primer lugar, simplemente volver a la racionalidad política. Desde que durante 121 días el primer gobierno de Ramón Grau San Martín se había mantenido en el poder desafiando la voluntad norteamericana, el protectorado definido por la Enmienda Platt había sido de hecho, sino de derecho (lo que se alcanzaría a mitad del año siguiente, en mayo de 1934), abrogado. Pero no solo esto conseguiría la Revolución del 30, que de ningún modo puede decirse que se haya ido a bolina. Tras ella Cuba habría de lograr avances increíbles en cuanto a independencia política para una nación de sus dimensiones, población y recursos. En el orden interno, para no detenernos durante horas en los estatuido por la Constitución de 1940, aun los gobiernos de Batista o bajo su control, habían dictado a partir de 1936 una legislación obrera, o de respaldo para el pequeño cultivador de caña, el colono, inusual para la región latinoamericana, y que resulta aún más digna de admiración si se conocen las deficiencias intrínsecas del modelo económico cubano basado en la exportación de ingentes cantidades de azúcar morena (que entre otras malhadas consecuencias imposibilitaba mejorar los sueldos de los cortadores de caña, sin hacer al mismo tiempo incosteable el proceso de producción azucarera, como comprobaría muy pronto el flamante gobierno post 1959). Los gobiernos auténticos, por su parte, no se quedarían atrás. Mencionemos tan solo el diferencial azucarero, que no surgió de la iniciativa del partido comunista o de en específico Jesús Menéndez Larrondo, como todavía se le hace creer a los escolares cubanos, sino de la del presidente Grau, que fue quien en definitiva se arriesgo a, conociendo el racismo, y el anticomunismo de la sociedad norteamericana de postguerra, enviar como un miembro

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más de la comisión encargada de gestionarlo frente a las autoridades estadounidenses a un negro, y para colmo de males, comunista. Y todo ello se hacía en una nación en que, tras el crack bancario de las “vacas gordas”, en 1920, los mayores intereses económicos del país habían pasado a ser norteamericanos. Actos atentatorios de tales intereses, por tanto, y que en consecuencia, por el solo hecho de haber sido adoptados, demostraban de modo innegable el alto nivel de independencia política que comenzamos a disfrutar a resultas de la Revolución de 1930. Actos que, en definitiva, unidos a la natural laboriosidad del cubano, provocarían que, por solo citar un ejemplo, hacia 1957 la banca cubana, de la que Julio Le Riverand, en Historia Económica de Cuba, escribiera: “La crisis bancaria de 192021 no liquidó totalmente a la banca de capital cubano o hispano-cubano, aunque la redujo al mínimo”, se hubiera recuperado al punto de exhibir las siguientes relaciones con la banca extranjera establecida en el país: En capital y reservas, 49 contra 21 millones de dólares; en depósitos totales, 707 contra 399 millones; y en préstamos, 309 contra 217 millones. Pero nuestro alto nivel de autodeterminación se transparenta por sobre todo en la política exterior del periodo auténtico. Se conoce poco más allá de nuestras fronteras, y nada al interior, pero el hecho es que bajo los gobiernos de Grau y Prío nuestro pequeño país mantuvo una política exterior de potencia regional mediana: Cuba entonces resultó el principal aliado de la Guatemala de Arévalo, tan mal vista por ciertos intereses monopolistas estadounidenses; La Habana se convirtió en el bastión de las fuerzas democráticas del Caribe, en su lucha contra las muchas dictaduras de la región, no pocas veces a contrapelo de los intereses norteamericanos, llegándose a preparar desde aquí expediciones importantes, como la enfilada contra Trujillo en Cayo Confites (es cierto que esta fue desman-


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telada por las presiones desde Washington, ¿pero, no tuvieron Paris y Londres, potencias incuestionablemente soberanas, que detener su incursión en Suez de 1956 bajo presiones semejantes…?); e incluso se llegó al extremo de que el Congreso, con apoyo presidencial, se atreviera a querer enviar una comisión destinada a investigar posibles excesos de la represión norteamericana contra la sublevación boricua de 1950, encabezada por Pedro Albizu Campos, ¡y que el propio presidente, Carlos Prío Socarrás, se preocupara por la situación de este último! Todo ello, entiéndase, se lograba porque nos habíamos ido amoldando a las realistas enseñanzas martianas de cómo debían ser nuestras relaciones con los EE.UU al alcanzar la independencia. Para Martí, el latinoamericano de su tiempo que mejor haya entendido a aquella nación, “En los Estados Unidos se crean a la vez, combatiéndose y equilibrándose, un elemento tempestuoso y rampante, del que hay que temerlo todo, y por el Norte y por el Sur quiere extender el ala del águila, y un elemento de humanidad y justicia, que necesariamente viene del ejercicio de la razón, y sujeta a aquel en sus apetitos y demasías”, y dada la imposibilidad “de oponer fuerzas iguales en caso de conflicto a este país pujante y numeroso”, es imprescindible ganarse al segundo elemento, mediante “la demostración continua por los cubanos de su capacidad de crear, de organizar, de combinarse, de entender la libertad y defenderla, de entrar en la lengua y hábitos del Norte con más facilidad y rapidez que los del Norte en las civilizaciones ajenas”. Martí, que aun para separarnos de España clamaba por una guerra “generosa y breve”, no pretendía por lo tanto convertir a su país en un campamento, ni en llevarlo a una guerra suicida contra los Estados Unidos, sino en irlos “enfrentando con sus propios elementos y procurar con el sutil ejercicio de una habilidad activa”, o sea, con la combinación de la demostración constante de nuestra capacidad como pueblo de vivir en democracia, más una sabia diplomacia, para así conseguir “que aquella parte de justicia y virtud que se cría en el país (los EE.UU.) tenga tal conocimiento y concepto” del pueblo cubano “que con la autoridad y certidumbre de ellos contrasten los planes malignos de aquella otra parte brutal de la población…”

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Y tal se hacia en la Cuba bajo la Constitución de 1940 y antes del cuartelazo del 10 de marzo de 1952: Los cubanos demostraban a tal modo que podían vivir en libertad y democracia, que muy difícilmente ningún grupo de poder económico, o político dentro de los EE. UU. hubiera conseguido justificar medidas represivas de peso contra la Isla, a pesar de que la legislación social y laboral incuestionablemente perjudicaba los intereses de los primeros, y ciertos aspectos de la política exterior cubana, los de los segundos. En cuanto al cuartelazo mismo debemos aclarar que de ningún modo puede achacársele a los órganos secretos norteamericanos . Cual reconocen toda una serie de historiadores cubanos publicados en la Isla durante la última década. Newton Briones Montoto, por ejemplo, en su General Regreso, toda una joya historiográfica en que se describe paso a paso el proceso de elaboración del golpe marcista. Pero incluso Mario Mencía, en el altamente parcializado El Grito del Moncada, tomo I, publicado a mediados de los ochentas, al no encontrar como sustentar la versión más oficial de una inspiración y dirección norteamericanas del golpe (Fidel y Raúl Castro, Enrique Cirules, Salim Lamrani…), solo había podido echar mano de una supuesta “aprobación por omisión” de la Embassy al no prevenir a Prío. Sin tomar en cuenta Mencía, no obstante, que según su mismo relato, no solo los miembros de la misión militar norteamericana sabían de lo que se cocinaba en Columbia y Kuquine, sino casi todo La Habana y hasta el país; y que si nadie tomaba en serio el guiso se debía a que casi todos compartían la misma confianza en la fortaleza de nuestra democracia que llevó a Raúl Roa, ante la advertencia del recién defenestrado Rómulo Gallegos de lo que se tramaba, a responder que algo así ya no tenía lugar en la Cuba de ese 1952. Pero podemos afirmarlo ya no basándonos solo en criterios de innegable autoridad intelectual, sino en el más puro sentido común, y en el conocimiento martiano de ciertas características estables de los modos de actuación políticos de los norteños: Aun mediante operaciones encubiertas, durante la Guerra Fría el elemento rampante y tempestuoso solo ha podido arrastrar al de humanidad y justicia a intervenir allí donde era claro, o en todo caso altamente posible, el avance de

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los comunistas. Situación que, sin embargo, no se daba en la Cuba de finales de los 40’ y comienzos de los 50’. Solo cabe recordar que el partido comunista, el PSP, había visto como las masas le retiraban su ya escaso apoyo histórico durante el periodo auténtico: si para las elecciones de 1948 había obtenido 142 972 votos, para menos de un 6% del padrón electoral, en las reorganizaciones de partidos de noviembre de 1949 y 1951, obtuvo respectivamente 126 524 y 59 000 (lo que lo situaba a solo unos pocos miles del 2 % que exigía la Constitución para legalizar a un partido político). Por último, pretender que los norteamericanos promovieron el golpe para detener la segura victoria del partido ortodoxo, resulta por completo descabellado. Porque preguntémonos: ¿Le temerían los “yanquis” al partido de Chibás, que lo era y no solo en sentido literal, el partido que estaba por completo en manos del más implacable y popular enemigo del comunismo en Cuba, por demás el único de los políticos cubanos de primera fila que se había opuesto a la ayuda a la Guatemala de Arévalo, o al envío de la mencionada comisión parlamentaria a investigar lo ocurrido durante la sublevación de los independentistas puertorriqueños en 1950…? En cuanto al reconocimiento que en un final los norteamericanos le terminarían por dar al gobierno de facto de Batista, a casi un mes de haber usurpado el Palacio Presidencial, cabe comprender que fue la mejor de las actitudes posibles, que al menos para la continuidad de nuestra independencia política, tomó el gobierno de Harry S Truman. Al mirar con un poco del sosiego que da el más de medio siglo transcurrido, comprendemos que se terminó adoptando el reconocimiento por el interés que desde agosto de 1933 tenían las administraciones demócratas, conocedoras de nuestra susceptibilidad en cuanto al tema, de que no las pudiéramos acusar de interferir con su enorme fuerza de gravedad en nuestros asuntos internos. El no reconocimiento norteamericano es cierto que hubiera sacado a Batista del poder en menos de seis meses, como bien sabían muchos políticos cubanos de la época, pero a su vez hubiese desacreditado de modo profundo nuestra independencia, o por lo menos nuestra capacidad para gestionar nuestra soberanía con un mínimo de responsabilidad. Y es aquí donde comprobamos la inextricable

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relación que existe entre nuestras dos naciones: haber negado el reconocimiento y haber exigido el inmediato retorno del gobierno anterior, ante una situación que al cabo de casi un mes no parecía saldarse con el cívico rechazo de los ciudadanos cubanos, hubiera convertido de hecho a los EE.UU. en el garante de nuestra democracia, y en el soberano real en consecuencia (nuestras autoridades podrían ser electas del modo más democrático a partir de entonces, pero a fin de cuentas su permanencia en sus cargos dependería de la voluntad norteamericana de mantenerlos allí frente a nuestras propias fuerzas antidemocráticas). Nos habría conducido en definitiva a una posición cuasi semejante a la de los años del Protectorado… o peor incluso, a iniciar de nuevo el ciclo. El reconocimiento garantizaba en consecuencia la posibilidad de que en un futuro los cubanos volviéramos a recuperar nuestra democracia con nuestros propios esfuerzos, para así reinstaurar la racionalidad política martiana; solo que ahora sin algunas de las falencias, que no negamos, pero que tampoco magnificamos en un aparatoso e hipócrita acto de pretendida pureza personal, del anterior periodo democrático auténtico . Sin embargo, no fue el camino de la racionalidad política martiana el que terminarían por adoptar los detentadores del poder efectivo a partir del 1º de enero de 1959. El camino que resulta incontrovertible que nos había permitido alcanzar un elevado grado de independencia de nuestro hegemón natural, aun a pesar de encontrarnos muy adentro de su zona de hegemonía, de padecer de una crónica incapacidad para la autarquía económica, y de la carencia de capital que nos había dejado la circunstancia de nuestra relación de subordinación política a la parasitaria y retrógrada España decimonónica, de la cual no habíamos logrado separarnos más que con el consiguiente daño económico. En su lugar se exacerbaron más bien los anhelos reprimidos de la Nación para encuadrarlos en una cruzada antinorteamericana. El de la cruzada es en sí una evolución de los proyectos radicales de enfrentamiento a la Enmienda Platt que ya había criticado Enrique José Varona en su carta a Maximiliano Ramos de1900, ya que hacían “creer a los cubanos que podrán reunirse, como en una isla desierta y


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desconocida del mar Antártico, a disponer por sí solos de sus destinos”. Para el filósofo, que en su caso se va al otro extremo al pecar de demasiado sensato (y ya se sabe, no suelen hacerse Patrias ni Matrias con sensateces), a lo más que puede llegar Cuba “es a una situación parecida a la de Bélgica. Parecida, no igual, porque la neutralidad de Bélgica está garantizada por la ponderación de fuerzas entre las potencias signatarias del tratado de Londres de 19 de abril de 1839; mientras que la nuestra solo estaría respaldada por la única potencia americana que cuenta en el mundo; y sería por tanto resultado, no de un equilibrio que hace desaparecer la subordinación, sino de una enorme fuerza preponderante.” Y es que en el radicalismo, o por el contrario la cautela extrema de las que no se libra ninguno de nuestro próceres de 1898, se transparenta una dura realidad: Hemos salido de la Guerra de Independencia, además de con una práctica insubordinación de los dos principales jefes militares al gobierno republicano en armas, que lo desacredita con vistas a un posible reconocimiento, sin los políticos que se requerían para echar a andar la política exterior que Marti había estado haciendo con éxito ya desde mediados de la década de los 1880’. Al certero decir de Manuel Márquez Sterling en su Proceso Histórico de la Enmienda Platt: “En esta infausta disputa de la independencia sin soberanía, enfrentábamos al interventor contumaz una pléyade brillante de hombres muy duchos en cuanto al régimen político interior atañe, pero poco familiarizados con las engorrosas y sutiles materias que afectan a la vida y al desenvolvimiento de las naciones en el engranaje internacional... En esa época de trascendentales cambios de nuestro país, los estadistas cubanos eran doctos, admirablemente doctos, en las aplicaciones prácticas de la ciencia política… Lo que falta en ese conjunto militante (sin embargo), tocado de verbalismo, es el ensueño internacional”. Hacia 1959 la situación será inversa: Existe un político dotado del ensueño referido, pero carente a su vez de todas las cualidades y habilidades paralelas, imprescindibles a este para no terminar convirtiéndolo en quijotada. A lo que hay que agregar el hecho de que ahora se respira una atmósfera internacional más propicia para los continuadores de la política a medias bien criticada por Varona. En 1959 el occiden-

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te europeo retrocede, debilitado por sus dos grandes guerras civiles (1ª y 2ª Guerras Mundiales) y ante el proceso descolonizador que en las antiguas colonias dirige una nueva elite, a medias occidentalizada y a medias todavía ancestral. Proceso que en América Latina, ya sin la amenaza de la recolonización europea, hallará ecos en los sectores más educados y a su vez ligados de modo menos directo a la actividad económica, quienes confluentemente a partir de ese instante político sentirán con fuerza la enorme influencia norteamericana, magnificada tras 1945. En esta situación la nueva elite cubana, y en especial Fidel Castro, ante la evidencia de que Cuba no tiene fuerzas suficientes para convertirse en la Nación central que solo parecen consentir mandar, va a encontrar por razones obvias en un aspecto clave del pensamiento martiano, su latinoamericanismo, la posibilidad de hacer factible su intento de desbancar a los EE.UU. como el hegemón americano. Este latinoamericanismo, ahora que ha caído en el olvido la frialdad, y hasta hostilidad con que en muchas repúblicas iberoamericanas se recibió nuestro último intento de liberarnos de España, es reinterpretado por Fidel y sus principales seguidores como la piedra de toque ideológica que le faltaba a los proyectos radicalistas de inicios de República para ser viables: Ya que no cabe hacer derivar a la Isla hacia el Océano Antártico, tras separarla de su lecho marino, se deben buscar apoyos, o seguidores ¿y dónde mejor que en América Latina, con sus más de doscientos millones de habitantes de por entonces? Hoy desde el poder se trata de argumentar la absoluta responsabilidad norteamericana como quien dio siempre el primer paso en la escalada que llevaría a la completa ruptura de las relaciones (lo que como vimos resulta por completo erróneo, si pretendiéramos interpretar como primer acto en una cadena de desaciertos mutuos el reconocimiento por los EE.UU., en abril de 1952, del régimen de facto de Fulgencio Batista). Hay, no obstante, pruebas inobjetables de que la cruzada antinorteamericana estaba en las intenciones de Fidel Castro mucho antes de julio de 1959, o aun del 1º de enero de ese año, y no solo las prolíficas que nos han dejado los archivos soviéticos abiertos a comienzos de la década de los noventa, o las declaraciones de Mar-

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got Lafontaine en relación con la expedición barbuda contra Panamá en abril de 1959, recientemente desclasificadas por los servicios secretos británicos. En concreto en su carta a Celia Sánchez, fechada el 5 de junio de 1958, puede leerse “Al ver los cohetes que tiraron en casa de Mario, me he jurado que los americanos van a pagar caro lo que están haciendo. Cuando esta guerra se acabe, empezará para mí una guerra mucho más larga y grande: la que voy a echar contra ellos. Me doy cuenta que ese va a ser mi destino verdadero” Y esto, a tres meses de la prohibición de venta de armas al gobierno batistiano sancionada el presidente Eisenhower. La reacción desfasada en sí misma, demuestra que se articulaba sobre una animadversión muy anterior, que impedía reconocer la significación del boicot a la venta de armamentos dictado desde el mes de marzo de 1958. Mes en que la suerte de la contienda no se inclinaba precisamente del lado rebelde, lo que solo ocurriría cinco meses después, tras la derrota de la ofensiva de verano (y a tal punto llevaría el boicot norteamericano al “ejercito constitucional”, que aun con la “ayuda” belga, británica, somocista o trujillista, hacia el final de la guerra los aviones de la FAE se verían obligados a bombardear cajas de explosivos de minería, lanzados a mano por el personal de vuelo). Pero antes de continuar, y ya que nuestro trabajo se basa en un claro deslinde, debemos detenernos a cuestionar la propiedad de la política latinoamericanista aplicada por Fidel Castro como de verdadera raíz martiana. Martí, a su muerte, es un hombre por completo dedicado a lo que ha convertido en el objetivo de su vida: la constitución, ya desde la propia guerra, de una República cubana, independiente y democrática, en que más que por sus instituciones políticas se destaque y sirva de guía por su virtud, por su espíritu ciudadano. Lo demás resulta secundario. Y es en este sentido herramental que debe leerse su latinoamericanismo: Martí tocará a cualquier puerta para lograr la realización de su ideal cubano, incluso a la de un dictador como Porfirio Díaz, ante cuya ascensión al poder a mediados de los setentas había decidido abandonar México. País en donde a su carrera se le presentaba un porvenir de comodidades y reconocimientos, a él, que acababa de salir

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de una infancia y adolescencia sumamente rodeadas de carencias. Es en esta cuerda que debe leerse su última carta a Manuel Mercado, su amigo de sus años mexicanos, pero también un personaje muy bien situado en la dictadura porfirista, a quien hace mucho no ve personalmente. Ante el individuo que puede ser un intermediario clave en la independencia cubana, asume como buen político el papel de quien todo lo que ha hecho por aquella, su vía crucis existencial en definitiva, no ha tenido otro objetivo que disimular sus trabajos secretos para asegurarle a don Porfirio el flanco derecho frente a su poderoso vecino norteño. No a otra razón se debe que Martí saque allí a cuento no solo la reciente confesión de Martínez Campos al corresponsal del Herald, Eugenio Bryson, de que “llegada la hora, España preferiría entenderse con los E. Unidos (sic) a rendir la Isla a los cubanos”, sino también y más que nada la que dice haberle comunicado el propio corresponsal, sobre la supuesta existencia de un candidato del gobierno norteamericano para suceder a Don Porfirio. Y es que toda la carta en realidad gira alrededor de una pregunta: “¿no hallará (el México porfirista) modo sagaz, efectivo e inmediato, de auxiliar, a tiempo, a quien lo defiende?”, a lo que sigue lo que no puede ser más que una muestra de su ansiedad por el apoyo mexicano, la importunidad de añadir: “Sí lo hallará- o yo se lo hallaré”. Martí, contrario a lo que pudiera parecer tras una lectura suya muy superficial, desvinculada de su trayectoria vital, es un político que no tiene la cabeza metida entre las nubes, sino uno que se haya muy centrado en la consecución de sus metas. Sus reflexiones no son las divagaciones de uno de los tantos poetas-políticos o políticos-poetas que ha dado Iberoamérica, sino las de un hombre que tiene objetivos muy claros, muy enraizados como para convertirse en sí mismos en parte inseparable y principal de su vida; objetivos en cuyo alcance encuentra problemas que debe resolver, respuestas que debe dar, y antes las cuales no da nunca media vuelta atrás. Si entre 1889 y 1891, tras apartarse en apariencias de la política cubana emprende una serie de trabajos periodísticos y ensayos que podrían hacer pensar que, desengañado de sus afanes por Cuba, ahora persigue la unidad de una patria más grande, la Latinoamericana al molde bolivariano,


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lo cierto es que como nunca antes ha estado siendo efectivo en la realización de su Fin. En ese periodo trascendental Martí no solo se ha dedicado a escribir: ha estado haciendo altísima política para hacer fracasar ciertos planes de adquisición de la Isla de Cuba por el gobierno de Washington, mediante su compra a España. Desde su posición de representante consular de la Argentina en Nueva York, ha estado maniobrando tras bambalinas junto al Ministro de Relaciones Exteriores de aquella república austral, Roque Sáenz Peña, para evitar la consumación de aquellos planes, a los que no son pocas las repúblicas latinoamericanas que le prestan su concurso. Es entonces que ha comenzado a aplicar su diplomacia de ensueño y realidad, con su genial olfato de estadista, la que a dos meses de su muerte en Dos Ríos sistematizará, o más bien comenzará a sistematizar, en el Manifiesto de Montecristi, y que desgraciadamente deja trunca su inopinada muerte en Dos Ríos (por sobre todo porque es diplomacia actuante, y no teorizante): “La guerra de independencia de Cuba, nudo del haz de islas donde se ha de cruzar, en plazo de pocos años, el comercio de los continentes, es suceso de gran alcance humano, y servicio oportuno que el heroísmo juicioso de la Antillas presta a la firmeza y trato justo de las naciones americanas y al equilibrio aún vacilante del mundo”, o sea la diplomacia del equilibrio de contrarios, de la anulación en ciertos espacios intermedios, el nuestro, de intereses en apariencias antagónicos. Lográndose dicha anulación gracias precisa y paradójicamente a una exacerbación de esos mismos intereses. Para José Martí, que conoce muy bien a la Latinoamérica de su tiempo para saber la infactibilidad real de una posible unión suya en el futuro, ya no ni tan siquiera mediato, esta concepción del equilibrio vacilante es vital para sus planes de constitución de una Cuba, y Puerto Rico, independientes: Como en Nueva York en el 89, durante el “Congreso Internacional de Washington”, él sabe que tiene que buscar el modo de evitar que los EE.UU. se entrometan en Cuba antes de poder poner a punto su República modelo, blindada para aquellos por su misma virtud, a la vez que impedir que alguna superpotencia europea decida recolonizarnos, como de hecho por entonces hacen en todo el mundo (y cómo parece

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haber intentado Inglaterra en 1892; intento afortunadamente denunciado a tiempo por Don Juan Gualberto Gómez). En este sentido intenta ganar los apoyos, para antes y después de la independencia, (1) de México, con la idea de unas Antillas fuertes, que le garanticen su flanco derecho de los EE.UU. sin necesidad de acudir a ningún superpoder europeo, más peligrosos de por sí, como les ha demostrado fehacientemente su historia reciente, que los propios “gringos”; (2) de la por entonces pujante Argentina, con la idea de que esas mismas Antillas sean un bastión amigo a medio camino entre los EE.UU. y el aliado hemisférico de estos, Brasil, a su vez contrincante natural de Buenos Aires en la región sudamericana; (3) de Inglaterra y de Alemania, con la idea de una nación abierta y no sometida a los dictados norteamericanos a las puertas mismas del canal transoceánico que aquellos están por abrir; (4) y por último de los propios norteamericanos, con la promesa que le escribe al editor del New York Herald, el 2 de mayo de 1895, de que con “la conquista de la libertad” de Cuba se habrá “de abrir a los EE.UU la Isla que hoy le cierra el interés español”; promesa que por lo floja nos puede hacer dudar de la capacidad diplomática de Martí, al menos si hemos olvidado cuales eran para él los modos en realidad eficaces de detener las ansias anexionistas que pudieran nacer en aquel país. Martí en fin no encuentra ningún inconveniente en que su República “con todos y para el bien de todos” pueda ser independiente en medio de un mundo heterogéneo e inestable. Por el contrario, él solo lo cree posible precisamente gracias a un inteligente aprovechamiento de dicha heterogeneidad e inestabilidad. Fidel Castro, por su parte, cree que nuestra independencia no puede lograrse sino a través de la imposición por los cubanos, o más bien de los cubanos bajo su “sabia dirección”, de una pretendida homogeneidad cubana a todo el hemisferio, e incluso a todo el planeta (Ernesto Guevara, mucho más autoconsciente que su jefe, tras su expedición al Congo belga reconoce que habían ido “a cubanizar a los congoleses”). Para él, o se es absolutamente independiente, o se es esclavo; o se es nación central o no se es nada más que una colonia. Su visión por tanto, correlativa a su muchísima menor densidad intelectual, se basa no en los estudiados equilibrios internacionales,

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practicados por una inteligente diplomacia, sino en la unilateralidad impuesta por la violencia “revolucionaria”. No debe de extrañarnos en consecuencia que el Comandante solo vea posible mantener la independencia de la Patria no más que mediante una cruzada que arrastre tras de sí a todo el subcontinente, guiándolo con un estandarte que, con todo y la pintura apresurada de pensamiento de vanguardia con que se lo presenta, sigue siendo en el fondo el mismo que adoptara el mundo católico tras el Concilio de Trento, y por sobre todo bajo inspiración de San Ignacio de Loyola. La realidad, sin embargo, siempre termina aplacando incluso los peores idealismo (todo idealismo no es más que el resultado de una unilateralización de la realidad), y es que se puede empezar la más alocada de las cruzadas, pero a fin de cuentas los humanos siempre necesitaremos seguir comiendo. Toda sociedad, incluida la soñada en la Luna, y dada la aridez de aquel satélite, está obligada a organizarse de modo que asegure esto último. Y en el caso de las empeñadas en cruzadas bajo el mando de líderes carismáticos las vías de asegurarlo son en esencia dos: o se vive del saqueo violento, tras la consecuente victoria, lo que evidentemente no era el caso nuestro en los sesentas (resulta difícil imaginar a nuestras huestes victoriosas saqueando Nueva York), o de un mecenas, preferiblemente el más lejano y espléndido (lo primero para que tenga menores oportunidades de entrometerse en la soberana voluntad de nuestros jefes, lo segundo…). Así, la cruzada antinorteamericana cubana, cuando ya ha despilfarrado los recursos económicos que había encontrado a su establecimiento, y ante la constatación de que la América Latina que debería haberse sumado sigue sin moverse, se verá constreñida a elegir la segunda posibilidad. De este modo la Cuba de Fidel recicla de una ingeniosa manera lo que hasta entonces había tenido por su maldición ancestral: su extrema cercanía a los EE.UU. Entre 1968 y el 23 de diciembre de 1972 y por sobre todo a consecuencia del megadesastre de la Zafra de los Diez Millones, una metamorfosis del antimperialismo norteamericano lo reconvierte de la gran causa de la Revolución, en el más productivo capital económico de que puedan disponer los que se

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han hecho con el poder a resultas de ella: Para hacerlo producir basta con presentarse como el aliado por antonomasia de quien desee molestar a los EE.UU., y que esté en disposición, y capacidad, de subsidiar compras y ventas, regalar a manos llenas, y pasar deudas para las calendas griegas. Y el gran mecenas que tantas maravillas haga será la URSS. Pero para tener una clara idea de la magnitud de aquellas maravillas, nada mejor que oír a Raúl Castro, el 29 de marzo de 1980 y ante un congreso de la UPEC. “Hay que hablar en lenguaje claro, que resulte comprensible aún (sic) para la gente más sencilla y referirse a los hechos, como por ejemplo, el de que en la actualidad el país consume unos 11 millones de toneladas de petróleo anualmente, y que este volumen, a los precios actuales del mercado capitalista, significaría un desembolso entre 2 500 a 3 000 millones de dólares y que, como contrapartida de ello, una zafra azucarera de alrededor de 7 millones de toneladas, vendida a esos mismos precios, digamos de 14 centavos, proporcionaría un ingreso no mayor de 2 000 millones de dólares…” Porque la verdad es que, por ejemplo, el año anterior al del discurso citado, le habíamos vendido a los soviéticos 3 842 200 toneladas de azúcar, a 602,85 $ cada una, cuando en el mercado internacional esta se cotizaba a nada menos que a 163,76 $ (casi 4 veces más); o que ese mismo año del discurso, les compramos 6 millones de toneladas de petróleo, a aproximadamente 12 $ el barril, cuando en el mercado internacional el oro negro promediaba los 30 $ el barril (2,5 veces más barato). No obstante, ese generosísimo mecenazgo soviético, en especial los increíbles Acuerdos Económico-Financieros de 23 de diciembre de 1972, no habrían de ser eternos. Esta verdad se le haría evidente a todos cuando la comunidad socialista mundial, de la que según el artículo 11 de la Constitución del 76 formaba parte la República de Cuba, y que constituía “una de las premisas fundamentales de su independencia y desarrollo en todos los órdenes”, desapareciera en menos de dos años, a partir del verano de 1989. Con la desaparición de la URSS la política exterior castrista habrá agotado definitivamente todas sus posibilidades. No cabe volver al modelo de cruzada, y las perspectivas del ba-


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sado en el arrendamiento al mejor postor de la retórica de aliado en dicha cruzada carecerá de posibilidades otras que no sean su sostenimiento precario al nivel presente; o peor todavía, su colapso, si es que Hugo Chávez por cualquier razón abandonara la presidencia de Venezuela. Porque en esencia el segundo modelo de política exterior en que han venido ha parar los poderes post-1959, tras el desastre de la Zafra de los Diez Millones, requiere de la conjunción de tres factores, que no se dan al día de hoy, ni por lo que parece se darán en el futuro previsible: (1) Una superpotencia mundial, pero no en teoría ni a nivel de discurso mediático, sino en lo concreto de su poderío, (2) que tenga absoluta voluntad de dominio más que regional, mundial, y que por tanto este dispuesta, al no sentir mucho interés por insertarse en el actual orden político-económico internacional, a obviar cualquier consideración de racionalidad económica por tal de mantener un molesto enclave de confrontación a menos de 90 millas del actual líder de ese orden mundial, y por último (3), que dicha confrontación, y a pesar de sí misma, se mantenga en el tiempo de manera estable, ya que solo así podríamos sacarle real provecho. Visto lo cual (ese agotamiento), cabe preguntarse: ¿Por qué no acabar de una buena vez de retomar el camino de la racionalidad de raíz martiana en nuestra política exterior? Lo primero que deberemos hacer es desechar esa idea tan aneja al castrismo de que los EE.UU. se encuentran en decadencia, y no en los estadios iniciales de dicho proceso, sino en uno de esos terminales en que su completo desplome podría sorprendernos mañana mismo, al despertarnos. Es cierto que los EE.UU se enfrentan a graves problemas, pero en un mundo en el que las redes de relaciones remplazan a las formas tradicionales del poder jerárquico internacional, la muy superior cultura de apertura e innovación de los EE.UU, que lo separan por mucho de sus más cercanos seguidores, y por sobre todo sus sostenidas tasas de natalidad, que le evitarán en los próximos cincuenta años sufrir los problemas de envejecimiento que ya han comenzado a afectar a sus competidores (desde Rusia, pasando por China hasta la India), lo mantendrán si ya no al frente de ese mundo, si en el centro y al control de la es-

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pesa telaraña de relaciones en que se está convirtiendo. Lo segundo es comprender que nuestra propiedad inmobiliaria, este archipiélago nuestro, no vale hoy solo debido a su cercanía a los EE.UU. Aunque más cerca, no habría mucho de errado en afirmar que nos encontramos a mitad de camino entre ellos y el núcleo de poder económico, político y hasta militar que parece estar formándose alrededor del Mercosur y en específico de Brasil. Pero si a su vez consideramos el canal de Panamá, que pronto quedará ampliado para permitir el paso de los grandes barcos portacontenedores de más de 60 000 toneladas que pronto se encargarán de cerca del 95 % del acarreo de mercancías en distancias mayores de 3 000 kilómetros, nos descubriremos a mitad de camino entre la segunda economía mundial, China, y su más importante cliente, la Europa comunitaria. Es el aprovechamiento de esa centralidad, más que nuestra cercanía a los EE.UU., o un posible petróleo, lo que condicionará nuestra prosperidad futura. Aprovechar inteligentemente esta realidad de encontrarnos a medio camino de dos de las más importantes vías comerciales del mundo del presente siglo, nos puede permitir contrabalancear (aunque no eliminar, ni hacer pasar a un segundo plano: no soñemos a la simplona manera radical) la inmoderada influencia que siempre los EE.UU. han tenido en nuestra historia. Ahora, esto solo se logrará si el país comprende de una buena vez que los modelos unilateralistas de echarnos en manos de los EE.UU. o por el contrario en las de un poder enfrentado a ellos, ni tienen realidad en el mundo de hoy, ni en el de los próximos cincuenta años, ni nunca podrán darnos tanto como el esfuerzo de mantenernos en equilibrio precario entre los cuatro vértices de poder mundial del siglo XXI. En este sentido la que parece ser la última gran esperanza de los unilateralistas empedernidos: integrarnos en una futura, y muy hipotética América Latina unida, no pasa de ser un disparate. Y es que en una unión semejante no resultaríamos otra cosa que una provincia alejada del gran centro alrededor del eje que describen Rio de Janeiro, y Buenos Aires. Un gran centro empeñado por sobre todo en disminuir su comercio con los EE.UU., y en

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exportar cada vez mayores cantidades de materias primas a China. Lo que significará en un final que, como nosotros casi carecemos de esas materias primas, y como en semejante esquema de nada nos vendrá a servir nuestra cercanía a los EE.UU., nos convirtamos en la provincia cenicienta. Políticamente, por su parte, perderíamos toda importancia o valor frente a Argentina y Venezuela (si Hugo Chávez es hoy capaz de implantar Bloqueos petroleros a otras naciones independientes, como en el caso de Paraguay ¿cabe imaginar hasta dónde llegaría en una federación?), pero sobre todo frente a Brasil. Una nación esta última que, no está de más recordárselo a tanto “progresista” que anda suelto por nuestras tierras pensando que el imperialismo solo puede venirles de Washington o Bruselas, fue a fin de cuentas la que llevó a un preocupado Bolívar a convocar su Congreso Anfictiónico en 1826. En noches de 1896, en medio de la manigua camagüeyana, un cubano le contó sus sueños de grandeza nacional al periodista neoyorkino Grover Flint, quien los recogería en su libro Marchando con Gómez. Según él, “Hernández (el doctor Eusebio Hernández) soñaba a veces con el triunfo de Cuba libre... Con la reconstrucción de los ingenios arruinados… acompañado de una extensión del sistema ferroviario y cada rama de la electricidad, se produciría una demanda enorme de toda clase

de obreros calificados. Una clase ideal de inmigrantes sería atraída al país, y la resultante mezcla de las razas latina y sajona produciría una nación vigorosa, emprendedora y progresiva en el comercio, en realidad, Hernández veía en la Cuba del futuro una Inglaterra del hemisferio occidental”. Esos sueños de un nacionalismo cosmopolita, que por lo que parece ocupaban la mente de muchos otros cubanos de la época, no resultaban tan imposibles, solo que requerían de estadistas de la madera que tanto habíamos abundado en el siglo XIX, pero de la que luego hemos carecido lamentablemente. De hecho el más grande de aquella triada cuyos otros dos vértices fueran Don Francisco de Arango y Parreño y Don José Antonio Saco, José Julián Martí y Pérez, ya había comenzado en los albores mismos de la Guerra de Independencia a pensar en los modos de realizar esos sueños. Ese pensamiento, que por desgracia no se vio sistematizado para el tiempo de su muerte, y que tampoco podía haberlo sido por su imposible separación del día a día político, sigue teniendo absoluta validez hoy en día, o quizás hoy más que nunca… en que tal vez no quepa aspirar a imitar la Inglaterra Victoriana, pero si a convertirnos en el Singapur de este lado del Atlántico.

Fin.

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Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal, sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el cielo, que van por el aire dormido engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.

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En los momentos de crisis –esos momentos que todos pasamos; esos momentos en que parece que el universo se nos derrumba encima– he buscado una guía espiritual en los Evangelios, y en José Martí. Siempre la he encontrado. Y, como bueno es el compartir lo bueno, quiero compartir contigo, amigo lector, lo que aprendí de Martí –tal como compartí lo que aprendí de Jesús. Son muchos quienes miran con espanto las Obras Completas del Apóstol cubano: ¡Esos veintiocho gruesos tomos! ¿Quién tiene tiempo de leérselos? dicen; y otros –mejores lectores que el promedio, que sí los han leído todos o al menos buena parte– pueden sentirse confusos, abrumados, por la opulencia verbal del Maestro cubano. Quizá sea ése el defecto que se le pueda señalar: no haber alcanzado la sencillez del Amor Encarnado. Entonces ¿cómo el cubano común, comido por las dificultades materiales que nos agobian, tendrá tiempo para buscar entre miles de páginas esa que le servirá para el momento actual? Y no faltarán quienes se pregunten: ¿No será vana la guía de quien, según declara en el muy citado fragmento de su carta a Manuel Mercado, no decía todo lo que tenía que decir? Quizá eso sea cierto para su prosa p e r i o d í s t i c a y política, que debía ajustarse a las condiciones del momento. Pero hay una parte de lo escrito por Martí que no sufre de limitación alguna, y con la que él se identificaba al extremo de decir: ¡Verso, nos hablan de un dios / A donde van los difuntos; Verso, o nos condenan juntos / O nos salvamos los dos! A mi juicio, es en la poesía de Martí donde podemos hallar, pura y sin concesiones, esa guía que tanto nos hace falta. Y su poesía no

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es tan voluminosa –cabe completa en dos tomos– y, de guiarnos por su Testamento Literario, es aún más breve la que debiéramos leer: Y de versos, podría hacer otro volumen: Ismaelillo, Versos Sencillos, y lo más cuidado y significativo de unos Versos Libres, que tiene Carmita... A quienes aman la poesía martiana (y tal es mi caso) les es difícil aceptar una frase que viene un poco después: Versos míos, no publique ninguno antes del Ismaelillo; ninguno vale un ápice; con ella, ¡Martí descarta Yugo y Estrella! Sin embargo, si queremos condensar sus enseñanzas, seleccionar sus poemas más sencillos y substanciosos –de manera que todo cubano, por poco tiempo que tenga, pueda alimentar su alma y su pensamiento con la misma esencia de Martí–, no queda otro remedio que ajustarse a tan duro requisito. A decir verdad, ¿le hará falta leer Yugo y Estrella con toda su belleza de verso y espíritu, a quien haya leído esos Versos Sencillos que nos dicen: Cuando al peso de la cruz / El hombre morir resuelve, / Sale a hacer bien, lo hace, y vuelve / Como de un baño de luz? Aquí se siente a un Martí ya purificado en el dolor y en la angustia –esa tremenda angustia que emana la dedicatoria del Ismaelillo: Hijo: espantado de todo, me refugio en ti...–; un Martí a quien no aplasta ya el peso de la estrella, sino que canta inmerso en su luz; ¡nada tiene de casual, nada, su referencia a la cruz! Con todo, no limitaría la poesía imprescindible de Martí a la de sus dos libros publicados; hay otra, otra que él calla por pudor – aunque es a ella la que alude al decir: Vierte, corazón, tu pena / Donde no se llegue a ver, / Por soberbia, y por no ser motivo de pena ajena. // Yo te quiero, verso amigo, / Porque cuando siento el pecho / Ya muy cargado y deshecho, /Parto la

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carga contigo... Ejemplo de esa poesía llena de congoja y pasión al mismo tiempo, es la carta que Martí dirigió a Enrique Estrázula, en donde revela lo que la prosa encendida de su epístola a Máximo Gómez (ésa que hace poco cumplió ciento veinte años de escrita; ésa que lleva la fecha gloriosa del 20 de octubre de 1884) debió callar, para cumplir su misión de educar –¡Y vaya si educó al buen Chino Viejo, quien nunca volvió a caer en el pecado de querer ser caudillo! Pero echémosle un vistazo al alma atormentada del Apóstol de Cuba, tras retirarle su apoyo a la tentativa de Gómez y Maceo en 1884: ... Esto que en gorja le charlo, / lo voy en gorja diciendo; / ¡Pero se me van saliendo / Las lágrimas al contarlo! Hallé –que a poner corría, / So capa de santa guerra, / La libertad de mi tierra / Bajo nueva tiranía. Hallé –¡oh cállelo!– que aquellos / A quienes todo me di, / So capa de patria, ¡ay de mí! / Sólo pensaban en ellos; Y gemí, por la salud / De mi pueblo, y trastorné / Mi vida, mas les negué / el manto de mi virtud... Debo confesar que nunca he podido entender que se le otorgue el título de poeta nacional de Cuba a otro que no sea Martí. Un poeta que escriba, ¡y que viva! estos versos que siguen, ¡tiene por hijo a su pueblo! Púseme a tajo y destajo / A buscar trabajo, –y digo / Que, amén de Vd., no hay amigo / Más constante que el trabajo. ¡Hallélo, hallélo, por fin!– / Jamás novio recibió / A su novia, como yo / A este trabajo ruin... Por él en paz desafío / A cuanto torpe quisiera / Que al mundo prostituyera / El limpio espíritu mío; Por él me quedo otra vez / Libre del odioso influjo / De los pueblos donde el lujo / Se compra con la honradez. Viva yo en modestia oscura; / Muera en silencio y pobreza; / ¡Que ya verán mi cabeza / Por sobre mi sepultura! ¿Martí profeta? No; ¡Martí cristiano! En esos versos se ve a quien ha bebido del Evangelio estas palabras tan ciertas: Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la encontrará (Lc 9.24).

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Y Martí encontró la Vida... ¡Y nunca morirá, mientras haya un cubano! Sin embargo, si se me obligara a escoger un poema de Martí; ¡uno sólo! No tomaría ninguno del Ismaelillo, aún siendo yo padre; ni tampoco de esos Versos Sencillos que encienden la sangre y el alma; ¡ni siquiera esa hermosa carta en versos a su amigo Estrázula! El poema que tomaría y releería día tras día, sería la carta que dirigió al líder de los anexionistas en Nueva York, a causa de un vergonzoso rumor; ¡alguien se atrevió a decir que Martí había insultado a los cubanos que eran partidarios de la anexión! De depender de mi, publicaba íntegra esta carta. Todo cubano debiera aprendérsela, ¡desde la infancia! Para que pueda aprehender la esencia de Martí, y saber –sin duda, o confusión posible– cuál es la Cuba con que nuestro Apóstol soñó. Que me perdonen quienes aman a Martí si, al seleccionar lo mejor de esta carta–poema, omito algún verso que prefieran ellos. Pero espero que habrá acuerdo en empezar esta muestra con los versos que dicen:

Miente como un zascandil / El que diga que me oyó / Por no pensar como yo / Llamar a un cubano “vil”. En ellos se ve brillar, ¡al rojo vivo! el núcleo vital de la ética martiana; respetar a los demás. Y no sólo porque quien no respeta no es –ni puede ser– respetado. No, se trata de algo más; se trata de amor. ¡No ama quien no respeta a quien dice que ama! Seguidamente, vienen tres estrofas en donde Martí define lo que, para él, es ser vil; y nombra a los guerrilleros que se pusieron al servicio de España en la Guerra de los Diez Años en dos de ellas. Pero mi preferida entre esas tres es la que siempre tendrá actualidad, es ésa que dice:

Vil viene bien, y no menos, / Al que por la paga vil, / Mata el ánimo viril / Entre los cubanos buenos. Y que complementa, algo más delante, con precisión tajante: A mis hermanos en pena / No los he de


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llamar viles, / Los viles son los reptiles / que viven de fama ajena. Ciertamente, nunca faltarán falsarios que se aprovechen de la frondosidad verbal martiana para encontrar citas que les permitan tergiversar su mensaje; esos son, sin lugar a duda, verdaderos “reptiles que viven de fama ajena”. Y si por algo esta carta versificada es mi preferida, es porque en ella se ve bien clara, y de forma imposible de falsificar, cuál era la Cuba soñada por Martí: En la patria de mi amor / Quisiera yo ver nacer / El pueblo que puede ser, / Sin odios y sin color. Quisiera, en el juego franco / Del pensamiento sin tasa, / Ver fabricando la casa [nuestra casa común: ¡Cuba! Nota del autor] / Rico y pobre, negro y blanco. ¡Nada de divisiones entre cubanos! ¡El odio y la envidia no sirven para fundar! Desde luego, es natural y muy necesario que hayan polémicas sobre cómo construir mejor la casa, ¡la Patria! en donde vivirán los cubanos como hermanos; pero esa discusión es –tal como enseña el Apóstol– nuestra y de nadie más. Donde no nos puedan ver / Diré a mi hermano sincero: / “¿Quieres en lecho extranjero / A tu patria, a tu mujer?” Pero enfrente del tirano / y del extranjero enfrente, / Al que lo injurie: “¡Deténte!” / Le he de gritar: “¡Es mi hermano!”

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Aquí se manifiesta, lleno de vida, el principio básico de la cubanidad al estilo martiano, al estilo cristiano: la unidad que sabe respetar la diversidad de los seres humanos. Que lo enseñado en este poema epistolar no es algo casual, sino la esencia misma de Martí, lo demuestra la estrofa con la que termina, reafirmando una vez más el principio básico: Si es uno el honor, los modos / Varios se habrán de juntar: / ¡Con todos se ha de fundar, / Para el bienestar de todos! En esta carta escrita (en 1889) se enuncia, por primera vez, el principio que servirá de título al discurso pronunciado ante los tabaqueros de Tampa dos años después: ¡Con todos y para el bien de todos! ¡Con todos, sin excluir siquiera a sus adversarios políticos, a los anexionistas! Que se me perdone por haber alterado el orden en que estas estrofas fueron escritas, a fin de poder concluir con la que para mí, debiera servirnos de norma y de guía espiritual:

¿Quién con injurias convence? / ¿Quién con epítetos labra? / Vence el amor. La palabra / Sólo cuando justa, vence. Santa Clara, 11 de noviembre de 2004

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Bohemia, abril de 1980

La Historia es un Profeta con la mirada vuelta hacia atrรกs

Eduardo Galeano

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Heriberto Eduardo González Bonachea

Con el filoso ademán de la tristeza...

El poeta Heriberto Hernández Medina nació en Camajuaní en el año 1964 y murió de forma inesperada en el Miami de este año 2012. Tuvo una esmerada educación, lecturas organizadas, casi un curso délfico, lo que evitó lagunas culturales tan frecuentes en poetas jóvenes de hoy. Ya en la secundaria escribió sus primeros poemas iniciando una etapa de poesía rimada que incluyó cuartetas, redondillas, sonetos, y décimas de una factura cultista, poco común para la época, parecidas a las de Paradiso, como recuerda su profesora de literatura Laura Rodríguez. Después siguió el camino del versolibrismo uniéndose a la llamada generación villaclareña de los años 80, constituida entre otros por los poetas Sigfredo Ariel, Arístides Vega, Joaquín Cabezas y Pedro Llanes, caracterizada en sus inicios por una profunda reacción anticoloquial. Estudió arquitectura en la Universidad Central y empezó su primer libro, pero la mayoría de su obra escrita en Cuba la hizo en la ciudad de Matanzas, a donde se trasladó por motivos de trabajo. A la manera de los pisos de una catedral barroca, el arquitecto que era, construía sus cuadernos de poesía. Así podemos ver los libros que integran su trilogía compuesta por La patria del espejo,Ediciones Matanzas 1988,Discurso en la montaña de los muertos, premio David en el año 1989, publicado por Ediciones Unión y por último Los frutos del vacío, Ediciones Matanzas. Analizando el primer libro de este entramado, La patria del Espejo, nos encontramos con una poesía muy depurada, cincelada diría yo, con un preciosismo de formas que elige el verso largo, cadencioso, provocador y ambiguo en ocasiones. Hay marcadas referencias al mundo de los mitos y la cultura, asimiladas de tal forma que incluyen una visión retórica de las múltiples miradas o de los otros espejos tan caros a Borges y a Lezama, con quienes intenta saldar deudas antiguas. Se impone desde siempre un juego donde la forma alarga el contenido, donde la imagen se regodea, se sobredimensiona buscando sonoridades, metáforas novedosas y aliteraciones.Los matices reflejan las posibilidades del hecho lírico. …Tendrás muy bellas piernas si aprietas el pez contra tu pecho …, º tendrías que abrazarlo antes que amanezca… tendrías muy bellas piernas, yo miraré bajo la mesa. Aunque al final no ha de faltar el pescador con su sangrante herida, el pez para bebernos la amargura y el vino. (Cena en la que no me atrevo a mirar debajo de la mesa).

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El divertimento de élite, como arpa de dioses se disfruta en Fábula del delfín y la sombra del pájaro. Lo más importante es lo bello, la verdad no es el vuelo del pájaro, es el plumaje. En La patria del espejo, se va transcribiendo detalladamente la historia de una historia que se cuenta y se esfuma … los copistas…lanzan los pergaminos que el viento va borrando-_Por qué tantas historias, si sólo el viento sabe la reminescencia lezamiana en el verso, Andrómaca luz tejedora del tiempo, concluyendo con un intermedio que más que rehuir añadela sentencia ella es la verdad nuestra verdad en el espejo. El regreso al mito agridulce, patria de la poesía. ,…yo recorría el laberinto azul de la tristeza, penetraba la música como un dardo en la espuma. Los vocablos se escogen en función del ritmo para un acompañamiento escalonado, tenue, en gotas,…es el caer del agua. Sus flores líquidas, sus cursivos olores. Porque…es el tiempo quien niega y el hombre nada puede sin la sombra del árbol. Discurso en la montaña de los muertos es la alegoría de una ciudad que emerge y se desvanece, reaparece el cántico llegando a lo salmódico sin que sea centro la alabanza típica de la poesía de Saint John Perse, que si le ofrece una influencia fundadora a la voz o voces que hablan y ordenan desde lo alto _ duerme ciudad, solo dormida puede verse la paz que hay en la muerte. La conversación en lo oscuro, soluciones impredecibles a veces en un gesto, hechos que narran el espacio posible de estos muertos o vivos que todavía pueden darse el lujo de eliminar los malos recuerdos y recomenzar.

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y detallada donde están las bestias, los arreos, los desfiladeros, la sal, la pimienta, el viejo rey y su espada, el fantasma de la calle Heredia, Lucy in the Sky y hasta la sombra de Edith Piaf coincidendo en un azar plástico, ordenado para que suceda la música que se despeña del alma. La catedral se termina con Los frutos del vacío, este libro es una suerte de antiepifanía, himno escéptico del bardo. Por lo que ha nacido y lo canta con un dolor, con una amargura que alcanza un lirismo de altísimos quilates. Muerde el vacío su profunda oquedad, Su saciedad de sitio inexplorado. Triste isla solo en la noche la noche tiene un nombre Similar al sonido, El árbol florecido maldecirá sus frutos. Madurará la duda, los frutos del vacío. El discurso parece contenido en su superficie pero profundísimo, ha madurado la desidia, el rencor. Las imágenes se entrelazan en versos largos y pausados como si el símbolo llevara la cadencia, de lo universal a lo raigalmente cubano. La opulencia sensorial de las imágenes contrasta con la negación, el desencanto, la tesis de la cosecha final sin frutos. …El fruto que ha de negar la rama endeble Y el árbol muerto que ofrece Las maldecidas flores de su sangre. Hasta aquí estos apuntes, una modesta lectura de las infinitas posibles.Tocará al lector seguir las huellas, rencontrar el Misterio que guardan estos cantos y que son la propia esencia de la poesía.

Han comenzado a repartir a partes el té amargo Y los pedazos de limón cortados Con el filoso ademán de la tristeza, Han comenzado a cortar en dos la ausencia´ Pero la muchacha no quiere recordar que un día estuvo acompañada, Que un día la soledad fue un mal dibujo. Este cuaderno no evita las letanías de palabras precisas y bellas en su acompañamiento sonoro, todo eso da paso a una pintura excelente

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¡Sé bienvenido, jubiloso espíritu! No fuiste nunca un pájaro, tú, que desde los cielos o cerca de sus lindes, el corazón derramas en profusos acentos, con arte no pensado.

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uando decimos traducción literaria estamos implicando dos nociones principales: la literatura y las lenguas. Un pensamiento muy simple nos hace suponer que si existe algo conocido como «traducción literaria», debe existir primariamente algo de carácter traducible cuyo nombre es «literatura». El planteamiento parece obvio a priori, pero, al menos para mí, no deja de contener una síntesis de conceptos relacio-


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nados con la traducción literaria como son: autor, texto y lector origen, y traductor, texto y lector meta. Por traducible hemos de entender aquello que es susceptible de someter a un ejercicio, enriquecedor o no, consecuente o no, de transformación, manipulación y recreación, nunca de reproducción. La idea común de que la traducción de poesía es inservible debido a la imposibilidad de lograr un calco del texto original ha venido a menos ante la más optimista de que el solo hecho de presentar al lector una interpretación más o menos «saludable» de un poema es siempre un gesto enriquecedor. Para Octavio Paz, por ejemplo, la esencia de lo poético yace en la pluralidad y ambigüedad de sentidos, y en ese respecto se justifica la intraducibilidad de la poesía, pues mediante la traducción se activa únicamente uno de los posibles sentidos de las palabras y frases. Esta idea de ver el proceso como una especie de filtro depurador de sentidos, justifica el instinto tradicional de orientar la traducción a la búsqueda de una equivalencia exacta al texto original. Para que el fenómeno sea interpretado en su generalidad, la traducción debe ser enfocada como un arte que excede lo lingüístico, pues se trata de una traslación intercultural. De esa manera, las diferencias en los fines perseguidos por el autor y el traductor no son solo idiomáticas sino, además, contextuales. El traductor de poesía es consciente de que ejerce una tarea de manipulación de un texto original, una recreación, versión a la que puede denominarse metapoema —o poema inspirado en el poema—, en alguna medida equivalente al original; el poeta, por su parte, está consciente de que su ejercicio es mera creación, producto de su imaginación, emoción y experiencia, con frecuencia exento de requerimientos ajenos a su impulso creativo. El texto meta no puede en ningún caso ser tan libre que logre una total independencia del texto origen; y se hace obvio que nunca podrá ser absolutamente fiel al original, dadas las diferencias entre los idiomas. Puede ser paralelo en determinados planos del lenguaje, pero no en todos. Es en ese proceso de manipulación que el traductor debe plantearse qué tipo de texto ha de producir, en dependencia de sus propios objetivos, las exigencias editoriales, el contexto cultural del lector meta, etcétera, sin dejar de estar sujeto a un marco de acción preestablecido por el autor del texto original. Sin profesar teoría alguna al respecto, bien lo dijo Eliseo Diego, un maestro

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cubano de la traducción: «…cada tiempo requiere sus propias traducciones porque cada tiempo tiene sus propios prejuicios literarios». Necesariamente, aun cuando se pretenda una traslación literal —a costa de la valía artística del texto—, el traductor se ve obligado a emplear técnicas como la adaptación, las equivalencias, las transposiciones y las inversiones. II Emprendí en el año 2000 la traducción de algunos poemas de P. B. Shelley (1792-1822). La empresa no tuvo su origen en un encargo editorial, por lo que corría el riesgo de que el trabajo, una vez concluido, no hallara espacio en ninguna publicación. Comúnmente se piensa que la traducción tiene como beneficiario únicamente al prójimo lector monolingüe, y se obvian las ganancias que le son reportadas al traductor en el plano lingüístico. En el caso de la traducción de lo que después sería el cuaderno A una alondra y otros poemas, la génesis estuvo básicamente en mi afición y simpatía por los poetas románticos ingleses y en especial por el autor de «Adonais». También arrastraba la frecuente ambición en el traductor-poeta de decir en mi idioma, hoy, lo que el inglés dijo en el suyo dos siglos atrás. Antes de hacer una traducción comentada del poema de Shelley «Hymn of Pan», nos parece provechoso para el empeño exponer primeramente los rasgos generales de su poesía y luego hacer un análisis estilístico del texto en cuestión. La concepción poética de Shelley quedó expresada en su ensayo «A Defence of Poetry» (Defensa de la poesía) de 1821, en el que plantea que el espíritu de la belleza comunica ideas poéticas imperecederas, pero que, al convivir estas en la transitoriedad del hombre limitado intelectualmente, deben permanecer encubiertas con un velo que les presta la época, bajo el cual los hombres las descubren en dependencia de su elevación espiritual. «En sentido general —dice Shelley—, la poesía puede definirse como “la expresión de la imaginación”, y la poesía está en el origen del hombre. Este es un instrumento sobre el cual actúan una serie de impresiones internas y externas». Como la del resto de los románticos, excepto Byron, la obra de Shelley evidencia una reacción contra el convencionalismo y el donaire de la expresión lírica anterior a él: la metáfora trivial y el símil pomposo, la incapacidad para la observación, el verso rígido… No evita en su obra los giros conversacionales o prosaicos, hecho que ayuda a la visión del poeta como un

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iluminado o profeta, cuyo discurso sirve a una mayor audiencia, aunque menos intelectual; pero tampoco se permite prescindir de voces grandilocuentes, a las que apela de manera muy frecuente, como: «estrellas», «abismo», «océano», «rayos», «promontorios», «montañas», «tormenta», etcétera. Se respira en su poesía el espíritu heroico que inspiró en los románticos la Revolución Francesa: el triunfo del bien y la lucha por el mejoramiento humano. Según su esposa Mary Shelley, sus poemas «pueden dividirse en dos clases: los puramente imaginativos y aquellos derivados de las emociones de su corazón». Entre los primeros se encuentran los largos poemas narrativos «Adonais» y «Triumph of Life», y entre los segundos y más populares, en los que recurren temas como el amor y la contemplación de la naturaleza, se hallan «To a Skylark» y «The Cloud». Es manifiesto en sus composiciones el gusto por las nociones de inmensidad y vacío, y en varias de las más extensas se observan rasgos de narcisismo. Sus sentimientos, no su figura, suelen tener en la naturaleza un espejo. La voz del poema descansa en el paisaje sin que este le responda, y el éxtasis se refleja en un estado de armonía universal: Lejos, lejos de hombres y ciudades, hacia las colinas y montes vírgenes, hacia la quietud de los páramos donde el alma no reprime su música, a fin de que no halle un eco en otra mente… («A Jane: invitación») También puede acudir a proyecciones femeninas del sujeto lírico, como se aprecia en este pasaje: «Soñó con una dama cubierta con un velo, / sentada junto a él, hablándole en tono bajo y solemne. / Su voz era la de su propia alma…» («Alastor»). Los versos que siguen muestran la fascinación que le causaba el estado de paz sugerido por la asociación de ideas poéticas como la muerte y el sueño: «Cuán maravillosa es Muerte, / Muerte, y su hermano Sueño». / («El demonio del mundo»)... «Me halló, Forastera, en la tortuosa vida, / y me devolvió a la dulce Muerte» («Epipsychidion»). E l mi smo sen t i do de reg res i ón m a t i z a el g usto d e S h el l ey p or l o un i ve r s a l y l o eter no ― como p uede a p reci a rs e e n l a penúl ti ma es t rof a de « Adon a i s » , d o n d e se sug i er e q ue el n a ci mi en t o i n t err u m p e

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u n e s t a d o d e gr a c i a q u e s o l o e s r e c u pe rado con la muerte―: La Luz que sonríe al Universo, la Belleza en que todo se propaga, la Bendición que no puede ahogarse con la llegada del Nacimiento… Esta idea de la vida prenatal interrumpida por el nacimiento, se asocia con el impulso de regresión hacia un estado primario de una existencia sin conflictos y sin esfuerzos: ¡Basta! No drenen la urna de la profecía hasta sus desechos. El mundo está harto del pasado, debe morir y al fin descansar. («Hellas») El tratamiento de la naturaleza en Shelley no es, como en otros románticos, detallista; no se detiene a revelar la belleza de la más insignificante flor. La naturaleza es para el poeta luz, nube, atmósfera, roca, abismo, caverna (palabra recurrente) o el implacable mar con sus profundidades: «green and cavernous». La naturaleza es observada solo en su vastedad. Y cuando intenta cantar la belleza, no lo hace a través de un canto terrenal o espiritual sino con un «himno a la belleza intelectual». Para el gusto actual, sus extensos poemas narrativos parecen alargarse demasiado y exhiben, por supuesto, una exuberancia verbal descriptiva ajena a los modos vigentes de la poesía, quizás una falta del sentido de la proporción en este poeta. Por el contrario, las piezas breves compuestas hacia el final de su vida, poseen valores que pueden activarse hoy para el lector de poesía. Lo que sí es innegable es que los mejores momentos de la poesía de Shelley, los más efectivos, se encuentran allí en la cuerda negativa, donde el poeta cesa el canto y denuncia aquello que aborrece en los seres humanos. III Los poemas «Hymn of Pan» y «Hymn of Apolo» fueron escritos por Shelley en 1820 para una escena del drama en versos Midas, de Mary Shelley, en la que ambos dioses compiten con sus canciones teniendo a Timolus como juez. Timolus declara vencedor a Apolo; pero Midas, quien ha escuchado a escondidas, prefiere a Pan. Parece que críticos y lectores han coincidido con Midas a través de los años, pues los versos puestos en boca de Pan son mucho más conocidos que los del dios de la profecía.


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El texto es típico de la temática y el carácter del poeta perteneciente a los últimos románticos. Posee el gusto por lo helénico, el tono contemplativo y descriptivo, y esa cualidad del poeta que le permite igualarse con los seres y las cosas de su entorno, lo cual revela una voluntad escapista, como dejamos ver en el epígrafe anterior. El sujeto lírico, el dios Pan, en la primera estrofa describe cómo los elementos del entorno son silenciados por el sonido de su flauta, o para escucharla, incluido el viejo Timolus. Esta descripción continúa en la segunda estrofa, en la cual se introducen lugares y personajes como Peneo, dios del río; Tempe, valle de Tesalia; Pelión, monte de Grecia, silenos, silvanos, faunos y ninfas, y se dirige directamente a Apolo, quien también calla. En la última estrofa se ponen de manifiesto características de la poesía de Shelley señaladas en el epígrafe anterior: el gusto por lo inmenso, lo inmensurable, lo grandioso, y se introducen las nociones de nacimiento y muerte (con mayúsculas en el original). Otro elemento apuntado se detecta al final del texto: el canto cesa y la voz del poema hace una especie de crítica a rasgos humanos (y divinos) como el engaño y la envidia. En cuanto a las características formales, el poema se compone de tres estrofas de doce versos irregulares en su ritmo y métrica. Esta última es fluctuante (con un rango entre dos a cuatro pies silábicos), con un predominio del yambo combinado con otros tipos de pie. El quinto y último verso de cada estrofa funciona como estribillo, recurso común en este tipo de composición destinada al canto. El patrón de rima (siempre consonante) es también complejo: ABABCDEDEFFC. Las tres estrofas están sujetas al mismo esquema compositivo: dos serventesios separados por el mencionado estribillo, a los que se agregan versos pareados y el estribillo final. IV Aunque el verso decasílabo no es común en la poesía de la lengua española, nos pareció que era el más apropiado para nuestra versión en español de «Hymn of Pan», considerando las posibilidades para el tono exaltado que este metro ofrece. La variante de este verso que presenta acentos en tercera, sexta y novena es conocida como decasílabo dactílico simple o de himno. Y, tratándose de un himno, era más importante concentrarse en el tono y desechar la irregularidad métrica. Los recursos fónicos del poema en inglés difícilmente hallarían un equivalente en español sin sacrificar esencias de otros planos del lenguaje; por este mismo motivo, elimina-

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mos la rima. De esa manera nuestra versión en español quedaría en versos decasílabos blancos. Algo que debe tenerse muy en cuanta al traducir un poema, u otra obra, aunque esta no sea precisamente literaria, es tratar de preservar el título de las traducciones anteriores, o de la más conocida, si existen varias, con el objetivo de no crear confusiones en los lectores en cuanto a si se trata o no de la misma obra. En este sentido, nuestro poema no ofrecía dificultad, pues el título no es susceptible de otra traducción que no sea la literal: «Himno de Pan». Ciertamente, en la versión del conocido traductor catalán Mariá Manent, aparece con ese título. Una vez saltado este escaño, podíamos adentrarnos en el intríngulis del texto. La idea inicial del poema comprende los cinco primeros versos:

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From the forests and highlands We come, we come; From the river-girt islands, Where loud waves are dumb Listening my sweet pipings. Varias cuestiones debían tenerse en cuenta en esta fracción. En primer lugar, se dificultaba el llevar el segundo verso a decasílabo, por lo que había que introducir allí algún elemento que no alterara el sentido. La frase «de esas tierras» enfatizaba la idea anterior. Tampoco nos gustaba el pasado participio «ceñidas» de la versión de Manent, por «girt». Era mucho más lógica, aunque más común, la voz «bañadas». Lo otro que llamaba la atención era la licencia gramatical en el estribillo, consistente en la omisión de la preposición «to» que normalmente precede al verbo «listen», pero nada había allí de interés para nuestra tarea. Así quedaron los versos:

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De las altas montañas y bosques de esas tierras venimos, venimos; de las islas bañadas por ríos donde, bravas, las olas se acallan, escuchando mi flauta tan dulce. En el resto de la estrofa, los versos seis, siete y ocho son aliterados: «reeds, «rushes» y «bees», «bells», «birds», «bushes». Este recurso fónico no se aviene con las maneras actuales de la poesía en la cultura meta para la que traducimos, no nos interesaba, por tanto, para nuestra versión. Había que concentrarse entonces en crear el ambiente de quietud sine qua non en esta estrofa.

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β The wind in the reeds and the rushes, The bees on the bells of thyme, The birds on the myrtle bushes, The cicale above in the lime, And the lizards below in the grass, Were as silent as ever old Timolus was, Listening my sweet pipings. Aquí preocupaba también el paralelismo en los cinco primeros versos: sujeto más preposición más complemento circunstancial de lugar. Esto, más que un recurso, podría parecer en nuestra versión un defecto. Veamos cómo dimos un poco de movimiento a estos versos y los despojamos de su rigidez original. Nos pareció adecuado introducir las cesuras luego de las palabras «abajo» y «viejo» para enfatizar el ritmo del decasílabo con acento en tercera, sexta y novena. Manent prefiere «pájaros» por «ave» en el tercer verso de este fragmento, pero nosotros evitamos, siempre que sea posible, el verso esdrújulo. El traductor catalán también termina el penúltimo verso con «callaban», verbo que ya había utilizado para finalizar el cuarto verso del fragmento anterior:

β Suave el viento en los juncos y cañas, y la abeja en la flor del tomillo, en arbustos de mirto las aves, la cigarra en limeros subida, los lagartos abajo, en la hierba, como Timolus viejo, silentes, escuchando mi flauta tan dulce. Durante la pausa estrófica pensamos que debemos seguir la misma estrategia de traducir los primeros cinco versos y luego el resto.

γ Liquid Peneus was flowing, And all dark Tempe lay In Pelion's shadow, outgrowing The light of the dying day, Speeded by my sweet pipings. Ahora, con el ocaso y el fluir de las aguas, el ritmo se acelera. De ninguna manera pensamos utilizar el adjetivo cognado «líquido» por «liquid», pues, aparte de ser esdrújulo, redunda en la idea de fluidez («flowing»). Era mejor reforzar esta última idea repitiendo el verbo, como ya se había hecho en el segundo verso de la primera estrofa. Lo otro importante que se dificultaba era resolver la compleja frase encerrada en el encabalgamiento «outgrowing / The light

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of the dying day» y concluir con la sensación de celeridad, para lo cual desechamos cualquier cesura en los dos últimos versos:

γ El Peneo fluía, fluía y el Tempé estaba oscuro, a la sombra del Pelión, mientras se propagaba el ocaso en la rápida fuga por el son de mi flauta tan dulce. Los siete versos que culminan la estrofa:

δ The Sileni, and Sylvans, and Fauns, And the Nymphs of the woods and the waves, To the edge of the moist river-lawns, And the brink of the dewy caves, And all that did then attend and follow, Were silent with love, as you now, Apollo, With envy of my sweet pipings. Destaca en el fragmento anterior la repetición de «waves» (ver primera estrofa) al final del segundo verso, con evidente intención de aliterar. Decidimos sustituirla por «ríos», siguiendo la versión de Manent y pensando que el propio Shelley hoy hubiera estado de acuerdo con el cambio. El literal «prados» por «lawns» no es conveniente si luego se precede del adjetivo «mojados», con el cual rima. Se corría el riesgo de aliterar también con el sonido /k/ si se utilizaban las versos naturales «o en las cuevas que cubre el rocío, / y así todo el cortejo callaba / por amor, como callas, Apolo» (Cfr. Manent). Y tampoco era feliz la idea de una cueva cubierta por el rocío. Nuestra versión resultó así:

δ Los silenos, silvanos y faunos y las ninfas de ríos y selvas, en la orilla de valles mojados o en las grutas que cala el rocío, y así todos atentos callaban por amor, como lo haces, Apolo, envidiando mi flauta tan dulce. La última pausa estrófica resultaba como un alivio, pues en el final del poema surgirían, estábamos seguros, inconvenientes de nueva índole. Lo primero era algo de lo cual ya nos habíamos percatado: por su sentido, la idea inicial culminaba ahora en el cuarto verso, por lo que había que dividir la estrofa en tres fracciones. El serventesio en inglés rezaba:


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ε I sang of the dancing stars, I sang of the daedal Earth, And of Heaven, and the giant wars, And Love, and Death, and Birth, Aquí estaba también la rareza de la voz «daedal», adjetivo sin equivalente en español, sobre el cual solo el diccionario Webster nos dio la pista de que hacía referencia a Dédalo. No molestaba en esta ocasión el paralelismo en los dos primeros versos, pero no había manera adecuada de repetir el copretérito del verbo «cantar» sin evitar la rima, así que optamos por no mantener este recurso retórico:

ε Los danzantes luceros, cantaba, y como un laberinto la Tierra, y las guerras enormes, y el Cielo, del Amor y el Nacer y la Muerte. A estas alturas de la traducción, era un crimen no conservar el estribillo, cosa que ni el mismo Manent consiguió, por la razón de que en la versión en español veníamos culminando ese imprescindible recurso con la frase «flauta tan dulce», y ahora solo contábamos con «pipings» (flauta). Era mejor entonces enfocarse en los tres versos siguientes: «—And then I chang'd my pipings,— / Singing how down the vale of Maenalus / I pursu'd a maiden and clasp'd a reed».

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Y aferrarnos a toda costa a nuestro estribillo. Para la traducción de este pasaje también era indispensable saber que, en la leyenda del dios Pan, este perseguía a una ninfa a quien convirtió en un manojo de cañas. Luego tomó algunas de estas cañas e hizo música con ellas: «Mudé luego mi flauta tan dulce, / era el Ménalo, allí perseguía / a una joven y obtuve unas cañas». El resto no merece mucho comentario técnico:

ζ Gods and men, we are all deluded thus! It breaks in our bosom and then we bleed. All wept, as I think both ye now would, If envy or age had not frozen your blood, At the sorrow of my sweet pipings. Solo señalamos aquí una licencia nuestra: el hecho de que por «deluded» («engañado», «embaucado») nos gustó más hacer generalización con «pecan». Shelley no se traiciona y pone en la voz de Pan sus propios ideales. Y el dios, concentrado en su música, simboliza el triunfo de la Poesía ante todos los males, divinos y humanos:

ζ ¡Así pecan humanos y dioses! Se nos quiebra en el pecho y sangramos: y lloramos. Y así han de llorar si la envidia o la edad no los hielan, al plañir de mi flauta tan dulce.

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Cuba

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La revista facultativa


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n t r e v i s t a

Con Fibras del Corazón SEÑOR NORMANDO HERNÁNDEZ

PRESIDENTE DE LA SOCIEDAD INTERNACIONAL PARA LOS DERECHOS HUMANOS, SECCIÓN EE.UU.

por Rvdo. Mario Félix Lleonart Barroso


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1. ¿Qué es la Sociedad de DD.HH con sede en Alemania (Fecha de fundación,características, objetivos, principios, propósitos,...)? R/. La Sociedad Internacional para los Derechos Humanos, ISHR por sus siglas en inglés, es una organización sin ánimo de lucro e independiente de gobiernos, partidos políticos o grupos religiosos así como de organizaciones no gubernamentales de derechos humanos. Fue fundada el 8 de abril de 1972 en Fráncfort del Meno, Alemania, como Sociedad por los Derechos Humanos, en momentos en que innumerables personas se manifestaban por lo que pasaba en Vietnam, pero ignoraban los miles de presos políticos que existían en los campos de trabajo soviéticos, las personas perseguidas en Checoslovaquia, Rumanía, Polonia y otros Estados del continente europeo así como los fugitivos que morían en la frontera de las dos Alemania. Pero no fue hasta 1981, que la "Sociedad por los Derechos Humanos" tomó el nombre actual de "Sociedad Internacional para los Derechos Humanos".

Consejo Internacional que es la asamblea de todos los miembros de la Junta Internacional y representantes de todas las secciones, grupos nacionales, grupos de trabajo y comités regionales quienes se encuentran obligados a aprobar los principios y objetivos de la Sociedad Internacional y la incorporación de los Estatutos Internacionales en sus propios Estatutos. Independientemente de los propósitos particulares de cada sección nacional, grupos de trabajo y los comités regionales todos tienen que tener incorporados los propósitos de la ISHR que están estatuidos de la forma siguiente: 1. Para lograr el respeto y la observancia universales de los derechos humanos y, en particular, para proporcionar apoyo y alivio a las personas política, religiosa y racialmente discriminadas. La sociedad desea hacer la promoción internacional de la idea de tolerancia en todos los ámbitos de la cultura y la idea del entendimiento entre las personas de otras nacionalidades.

Como bien se expresa en el preámbulo de sus estatutos, la ISHR “reconoce como innato e inalienable los derechos que protegen al individuo de la arbitrariedad por parte de los sistemas estatales y legales” y persigue como objetivo principal “fomentar el respeto internacional y el respeto a los derechos fundamentales de los seres humanos, tal como se establece en la ley internacional vinculante, que protegen los derechos individuales y colectivos de las minorías étnicas, religiosas y lingüísticas”

2. Todas las medidas de la Sociedad serán tanto moral como legalmente se basará en: - Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas, proclamada el 10 de diciembre de 1948; - Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos del 19 de diciembre de 1966; - Convenio Europeo para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales, del 4 de noviembre de 1950; y -Acta Final de la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa 1975.

La ISHR busca promover el entendimiento internacional y la tolerancia en todos los ámbitos de la cultura y la sociedad actuando bajo el principio de que la realización de los derechos humanos y el mejoramiento de las condiciones sociales no pueden llevarse a cabo mediante el uso de la fuerza.

3. Proporcionar apoyo sólo a aquellas personas o asociaciones que, en su lucha por los derechos humanos, se abstengan del uso a favor o de proclamar el uso de la fuerza o de la propagación de un estado totalitario.

2. ¿Cuántos capítulos de esta se asientan en el mundo y cuáles son sus propósitos? R/. Hoy en día la ISHR esta integrada por 35.000 miembros que operan en 38 Estados del mundo y se organizan bajo la estructura de un

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3. ¿Además del capítulo que ahora usted dirige en los EE.UU tenemos otros en América? R/. En el continente americano la ISHR tiene un Pan American Committee, un Grupo Nacional en Guatemala y Colombia así como un Grupo de Trabajo en Nicaragua y otro en Cuba, este úl-


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timo dirigido por el Dr. en leyes, René de Jesús Gómez Manzano. 4. ¿Qué importancia le confiere a la existencia de un capítulo de esta sociedad en EE.UU y cuáles son sus propósitos? R/. Tener una sección de la ISHR dentro de EE.UU, nación de inmigrantes, donde están representadas todas las culturas y sentimientos humanistas solo redundaría en beneficio de todos los amantes de los derechos humanos y de la humanidad en su conjunto; pues dentro de esta gran país estaremos buscando la solidaridad y cooperación con Organizaciones no Gubernamentales, Intergubernamentales, Gubernamentales, nacionales e internacionales para mejorar, promover, educar, monitorear y denunciar las flagrantes violaciones a los inalienables derechos de las personas que se comenten en la tierra que nos vio nacer. Además desde EE.UU podríamos implementar proyectos más eficaces para ponerlos en práctica dentro de nuestros países de origen ya que conocemos la cultura, la idiosincrasia y sobre todo la raíz de los problemas existentes en los mismos. 5. ¿Siendo el presidente del capítulo de esta Sociedad en EE.UU un cubano,qué atención

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tendrá la vejada Cuba en su actividad? ¿Cuáles son sus planesen tal sentido? R/. Como cubano defensor y amante de los derechos humanos, la libertad, y la democracia para todos no sería honesto si no les confesará que Cuba ocupa un lugar muy especial en mi corazón: Cuba es lo primero. Pero esto no quiere decir que no trabajaremos con la pasión que nos caracteriza por países especiales como Venezuela, Nicaragua, Bolivia, Ecuador y tantos otros que en el continente americano y en todo el mundo necesitan de nuestros esfuerzos para que se eduque, promueva… y monitoree la situación de los derechos humanos. Los planes, para Cuba, son muchos y todos dentro de los objetivos, principios y propósitos de la SIDH, pero sobre todo apoyaremos a las personas que son hostigadas, perseguidas, discriminadas, encarceladas… y torturadas a causa de su religión y/o creencias, por motivos políticos o por el color de la piel. Por otro lado dejaremos bien claro a los violadores de los derechos humanos, a los violadores de la dignidad humana, a los liberticidas que mandan en Cuba por más de medio siglo, tanto a los que dan las órdenes como a quienes la ejecutan, que sus violaciones y crímenes serán denunciados y documentados.

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alternativa

Sociedad Civil Cubana 2013 s ano m u s h ere guales os y, s s i h s lo res e derec de o d b To en li ad y stán eben nac dignid omo e cia, d l en dos c oncien terna los a a n t c r o o f d n y arse os c ó z t n ra por s u com te lo n me s. o otr

a l e u íg

de to as e j ob ari erá arbitr a, su s ie s o ad Nad rencia priv icilio i a n inje u vid dom cia, a r n u s en ilia, s ponde u hon da s s o fam corre s a . T ho e c ión su ataqu putac dere ley e a r e l de su so tien de o a ona cción rencia s e e per prot es inj l a a l ra ta t con ues. q a at

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Declaración Universal de los derechos humanos

a ma a a To d r s o n recho pens y e ia d e e c d p e n e d ci ere tien liberta con te d rtad s la o, de n; e libe n o ó t a i l n g gió ie reli ye reli mo la u l e e c d in iar d í co r su cho camb ia, as ifesta , inn c de creen e ma encia nte, d cre me de rtad su ctiva mo en e o b le o a, n li gió l y co lico c eñanz i l e b r dua púb ens la o i div o en or la lto y t tan ado, p , el cu a i pr v ráctic . p i la anc a v ser


Yoaxis Marcheco Suárez

En febrero del año 2011 el Instituto de Investigaciones Cubanas de la Universidad Internacional de la Florida creó una Comisión cuya finalidad fue la de valorar el estado de las relaciones entre la diáspora cubana y su país de origen, así como el modo en que ellas se ven afectadas por las regulaciones de los gobiernos de Cuba y Estados Unidos. Por la vigencia de este tema crucial para todos los cubanos, y por lo reciente de la decisión del Gobierno de Cuba de actualizar su política migratoria, introduciendo modificaciones que entrarán en vigor el 14 de enero de 2013, publicamos las conclusiones a las que arribó en el informe escrito la Comisión, y las recomendaciones que esta ofrece a los gobiernos de Cuba, Estados Unidos, a la diáspora cubana y a la sociedad del país. El estudio e informe presentados por la Comisión con el título de: “La diáspora cubana en el siglo XXI” se preocupa por el bienestar de las familias cubanas golpeadas durante décadas por la separación y la lejanía que según este enfoque ha sido provocada por las hostiles relaciones de los gobiernos norteamericanos y el cubano: «La Comisión estima que estos temas deben enfocarse con un espíritu similar al que inspira el derecho internacional humanitario en el sentido de que personas inocentes no deben ser el blanco principal de acciones que persiguen provocar daños colaterales al enemigo.» Aunque supuestamente la actualización de la legislación migratoria cubana recién presentada por el Gobierno de Cuba pudiera

La Diáspora cubana

en el siglo XXI Conclusiones y recomendaciones del informe presentado por la Comisión creada por la Universidad Internacional de la Florida, que analizó las perspectivas de la relación de la diáspora cubana y su país de origen

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documentos hoy

en gran medida mejorar la situación, sigue quedando una parte importante de los emigrados cubanos en desventaja y sin reconocimiento por parte del mismo. Tal y como acá se especifica, la diáspora cubana incluye también a exiliados y refugiados políticos, que salieron de las fronteras del país por su confrontación de pensamiento con el sistema establecido en Cuba, pero que al igual que el resto de la diáspora, dejaron atrás vínculos familiares, afectivos y culturales de los que no pueden desligarse. No podemos pasar por alto el no reconocimiento por parte del gobierno cubano de la existencia de una oposición interna pacífica y auténtica, de la que se deriva buena porción de los exiliados y que no se podría llegar jamás a consenso alguno en las relaciones bilaterales entre Washington y La Habana, invisibilizando a los opositores pacíficos dentro y fuera de la Isla, ni obviando su opinión y sus proyectos de futuro. Tampoco se puede aspirar a un intercambio cultural o académico pensando solo en las instituciones artísticas o educacionales legalizadas en Cuba, por el hecho de que existe un número cada vez más creciente de cubanas y cubanos que desarrollan proyectos alternativos en este sentido, muchos de los cuales por disentir del discurso oficial han sido expulsados de las universidades, institutos y academias. Ningún acuerdo o intercambio sería genuino sin la participación de estos cubanos en la mesa de diálogo.

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Tampoco puede pasar desapercibido el no reconocimiento del gobierno insular de la responsabilidad que le corresponde por los sucesos del pasado, entre ellos la pérdida lamentable de cientos de vidas en el estrecho de la Florida durante las tres crisis migratorias más importantes de la historia de Cuba, así como el repudio y el menosprecio de que fueron víctimas en décadas anteriores los emigrados, fomentado por la intransigencia gubernamental y su influencia sobre ciudadanos comunes, muchos de ellos hoy beneficiados por la ayuda económica y material derivada del esfuerzo y del trabajo de la diáspora. Esa diáspora merece y tiene derecho a recibir de parte del Estado de la Isla expresiones de perdón y arrepentimiento. Consideramos que muchas de las recomendaciones estimadas como pertinentes por la Comisión surgen precisamente del buen ánimo de lograr que los cubanos seamos respetados y considerados dentro del país de origen y fuera de este en cualquier rincón del mundo donde decidamos asentarnos, y este esfuerzo, además de estar enfocado de manera muy respetuosa, es muy válido. Coincidimos con el criterio de que es importante que toda la diáspora,sin excepción, participe activamente en el fortalecimiento de la muy debilitada economía cubana, participando en «iniciativas económicas similares a las extendidas al capital extranjero» y que ciertamente debe ser reconocido su aporte significativo a las arcas nacionales, tanto en concepto de remesas monetarias, como de: «pago por servicios telefónicos de larga distancia, celulares utilizados en Cuba y envío de diversos productos…»; aunque reiteramos que la complicada relación entre el vitalicio gobierno de Cuba y el sector opositor de la diáspora no mejorarán de manera tan sencilla, por el hecho importante de que el primero no cede a cambios verdaderamente trascendentales o sustanciales que transformen al país en un marco donde todas las líneas de pensamiento o ideología puedan confluir; y el segundo , históricamente ha procurado un país democrático, pluripartidista, con diversidad de enfoques políticos, de proyectos y propuestas para una Cuba en la que puedan participar todos los hombres y mujeres que se sientan cubanos, dentro o fuera de la isla, con total libertad de crear y producir para el desarrollo y prosperidad de su nación.

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Somos también de la opinión de que los ciudadanos cubanos necesitamos estar libres de bloqueos, ya sea el impuesto por el gobierno norteamericano, como el que internamente ha creado el gobierno de la Isla, que ha sometido al aislamiento a su pueblo, privándolo del derecho a la información, al conocimiento y uso de las nuevas tecnologías, a la libertad de expresión, de conciencia y de pensamiento, al derecho a la libertad de reunión, de asociación, de postulación y de elección; así como al libre intercambio de los nativos de adentro con los de afuera de la Isla. Lamentablemente la medida impuesta por el gobierno de los Estados Unidos a los gobernantes cubanos, procura velar por el respeto de los Derechos Humanos en Cuba, pero afecta en medida considerable al pueblo; por esa razón también coincido con los miembros de la Comisión en que si el embargo económico es solo para sancionar al Estado cubano y no a sus habitantes no debería «extenderse al nuevo sector no estatal_privado_ emergente en Cuba», y sí debería, «establecer una distinción clara en la postura hacia el sector estatal y el no estatal en Cuba.»Lógicamente esta modificación al embargo traería resultados positivos en el pueblo cubano que vería con claridad el verdadero objetivo de la medida restrictiva tomada por el gobierno estadounidense, y a su vez solo sería aplicada al Estado cubano y no a su gente. De todos modos consideramos que el estudio llevado a cabo por la Comisión, es un buen intento de establecer propuestas, de encaminar el diálogo entre las partes más afectadas, y que constituye un análisis serio basado en la encuesta de opinión sobre estos temas que realizara la Universidad Internacional de la Florida, entre cubanos residentes en la ciudad de Miami, «… a fin de poder describir con el mayor grado posible de precisión las tendencias de opinión citadas en el informe.»Está avalado además por instituciones de prestigio como la Universidad de Harvard, la Universidad de Pittsburgh, la Universidad Internacional de Miami, la Universidad de Puerto Rico y la revista Palabra Nueva de la Arquidiócesis de La Habana, y por sus relevantes representantes en el mismo: Uva de Aragón, Orlando Márquez, Jorge Domínguez, Jorge Duany y Carmelo Mesa-Lago. En el deseo de ellos, como en el nuestro, está la instauración de un patrón de emigración circular que fomente «la actividad transnacional entre la diáspora y su país de origen», así como el conquistar una Patria renovada y liberada de traumas, despe-


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didas y separaciones prolongadas y dolorosas; y aunque no se expresa de esta manera en el documento en cuestión,por nuestra parte sí pretendemos una patria libre y democrática. Retomamos la idea de que la nación cubana es el todo indivisible que forma la población del interior de la Isla con su diáspora, y que juntos podremos construir un mejor futuro para la Patria. En fin,más que expresar nuestra valoración tenemos el interés de poner de forma íntegra y textual a la consideración de los lectores las conclusiones elaboradas por la Comisión y sus recomendaciones. Conclusiones y recomendaciones: La Comisión ha procurado hacer una contribución intelectual a una posible modernización de la legislación y la política migratorias cubanas con efectos positivos en las relaciones de la diáspora con su país de origen. Los miembros de la Comisión consideran que de ese modo aportan a los intereses de las familias cubanas en ambas márgenes del estrecho de la Florida. Las consideraciones de la Comisión, sin embargo, no están circunscritas al presente. Se formulan desde la perspectiva del potencial que podría tener la diáspora cubana en el desarrollo nacional. Las recomendaciones que respetuosamente se presentan para su implementación al corto plazo, han sido pensadas con vista a sentar los cimientos de un proceso de más largo aliento. Este no es un informe sobre las medidas económicas que está adoptando el gobierno cubano. La Comisión considera que estas medidas son parte de un proceso inconcluso y están abiertas a cambios adicionales que pudieran adoptarse más adelante. Por ese motivo nuestras recomendaciones no están dirigidas a “analizar”, “apoyar” o “criticar” estas disposiciones en Cuba, sino que se enmarcan en la conexión entre sus posibilidades de éxito y la introducción de cambios en la política hacia la diáspora. Conclusiones: A partir de las consideraciones anteriores como premisas, la Comisión alcanzó las conclusiones siguientes: 1. La relación de Cuba y su diáspora es bicentenaria. A mediano y largo plazos, esos

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vínculos tienden a ampliarse en el contexto de la globalización. Otro tanto sucede con aquellos extranjeros cuyos recursos, conocimientos, relaciones o habilidades fuesen útiles al desarrollo nacional, y pudieran ser incentivados a residir o laborar en el país de manera temporal o permanente, de existir una política migratoria que facilite esa posibilidad. El desarrollo nacional a largo plazo demanda la comprensión de esa nueva realidad y la permanente actualización de las leyes y políticas migratorias para ajustarla a los intereses del país. 2. La llamada “actualización del modelo económico”- entendida como un programa de medidas abierto a cambios sucesivos y graduales- requiere poner al día la legislación que regula el sector privado nacional y extranjero. La Comisión ve, en ese contexto, una relación directa a corto plazo entre el posible éxito de la actualización de la economía y la necesidad de actualizar también la política y legislación migratorias, en particular aquellos aspectos referidos a la diáspora cubana. 3. Hay dos aspectos que la Comisión estima deben ser resueltos a corto plazo: a) Un cambio en la Legislación y la Constitución cubanas que le garantice a los cubanos la plena libertad de circulación y de fijar su residencia, según establece el artículo 13 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, suscrita y luego ratificada por Cuba. b) Modificaciones adicionales a la Constitución y la legislación cubanas que reconozcan a todos los cubanos _emigrados o radicados en la Isla_ como iguales, y les concedan iguales o mejores posibilidades de participación en iniciativas económicas que las extendidas en el pasado al capital extranjero mediante las reformas constitucionales de 1992 y la Ley de Inversión Extranjera No. 77 de 1995. 4. Desde la década de los 90 del siglo pasado, la diáspora cubana ha representado de manera creciente una considerable fuerza en el desempeño económico –social del país. Como se ha explicado en este informe, la diáspora inyecta anualmente un sustantivo flujo de capital en sus viajes a la Isla, remesas monetarias, pago por servicios telefónicos de larga distancia, celulares utilizados en Cuba y envío de diversos productos, herramientas y 69


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equipos. Se ha producido un trasiego de capital, instrumentos de trabajo y mercancías entre el sector privado en Cuba y miembros de la diáspora cubano-americana, al margen de las regulaciones gubernamentales de ambos lados del estrecho de la Florida. Esto ha configurado una economía de frontera informal e invisible, entre Cuba y el sur de la Florida, que aguarda por ser reconocida. 5. La eventual actualización de las políticas migratorias podría facilitar un proceso de normalización de las relaciones entre la Isla y su diáspora, que le permitiría a la sociedad cubana sacar provecho no solamente del capital financiero, sino también del humano y social, de aquella parte de la población situada más allá de las fronteras geográficas insulares. 6. Por largo tiempo predominó el criterio de que cualquier mejora de las relaciones del Estado cubano con su diáspora tendría que esperar por una normalización de las relaciones entre Washington y La Habana. Si alguna vez fue cierta esa tesis, es también razonable hoy considerar lo inverso: la posibilidad de una mejoría en las relaciones bilaterales puede ser facilitada por el avance de las relaciones entre el Estado cubano y su diáspora. Quizás ese sea uno de los motivos por el cual los que ven con desagrado la perspectiva de una normalización bilateral de dichas relaciones, ya residan en Cuba o en Estados Unidos, tienden también a objetar la normalización de vínculos entre la diáspora cubana y su país de origen. Los cubanos no pueden cambiar el pasado, pero pueden escoger su futuro. Como consecuencia de un conflicto sumamente polarizado numerosas familias se dividieron, muchas amistades se rompieron y la emigración se transformó en virtual destierro sin posibilidad de relocalización en el país de origen o de visitarlo libremente. Hoy es factible que los cubanos puedan emprender otro camino, más allá de su lugar de residencia, que le permita colaborar en áreas de interés común. Por muchos años el Estado cubano dispuso que familiares y amigos rompiesen todo vínculo con los que habían emigrado y asumió la hostilidad, el desprecio y la suspicacia hacia los que por cualquier razón optaron por migrar. En el conflicto político iniciado después de 1959, la violencia fue empleada recíprocamente por sectores del exilio y por el Estado cubano. En la implementación de su política 70

migratoria, el gobierno de la Isla también la aplicó al intentar frustrar algunas de las llamadas salidas no autorizadas de ciudadanos cuyo único objetivo era migrar a otro país. En ciertas ocasiones hubo personas que acudieron a la amenaza o uso de la fuerza para apoderarse de naves y evadir los controles migratorios. A las víctimas que resultaron de esas acciones hay que agregar un número indefinido, pero que todos los observadores estiman es considerablemente alto, de personas que perdieron la vida en el mar intentando alcanzar, como todo migrante, sus aspiraciones y sueños. A pesar de este traumático legado, la mayor parte de la diáspora ha dado reiteradas muestras de generosidad mediante el envío de remesas a familiares y amigos que antes repudiaron a los emigrados, y donaciones al país del que fueron excluidos, cuando terribles desastres naturales lo han azotado. Pero el discurso oficial ha marchado a la zaga de esa realidad. Si bien ha dejado de lado los aspectos más insultantes y agresivos de su retórica contra los migrantes, no ha dejado de menospreciar o incluso ocultar hasta hoy los beneficios que ellos le aportan a una sociedad sometida a escaseces crónicas. La política migratoria se ha flexibilizado gradualmente desde la década de los 80, pero aún dista de asegurar el ejercicio de los derechos de libre circulación a los cubanos o de garantizar los que les corresponden -según los convenios internacionales- a los que se han radicado en otros países. No se llega a la meta con un paso, sino cuando se emprende un viaje. Pero todas las partes tienen que hacer evidente su voluntad de recorrerlo y es lógico que se desee fijar un calendario que permita saber qué puede esperarse en cada fase. En ese espíritu y de manera respetuosa, la Comisión decidió formular un conjunto de recomendaciones básicas. Recomendaciones: A partir de las antes citadas conclusiones y subsiguientes observaciones, la Comisión recomienda lo siguiente: A los gobiernos de Cuba y Estados Unidos Los gobiernos siempre tienen especial responsabilidad porque son ellos los que estimulan, inhiben o regulan legalmente los flujos migratorios


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y las relaciones de las diásporas con su país de origen. En el caso de Cuba, al igual que en el de cualquier otro país, es el gobierno el máximo responsable de implementar esa función en el territorio nacional. En lo referido al gobierno de Estados Unidos, sus políticas son particularmente relevantes en el tema migratorio cubano, porque en ese país se asienta la mayor parte de la diáspora de ese origen y es el destino principal de todos los flujos migratorios cubanos desde el siglo XIX. Es por esos motivos que la Comisión dirige algunas de sus principales recomendaciones a estos dos gobiernos. No obstante, la Comisión hace también un llamado a aquellos otros países que reciben emigrados cubanos, o que son usados por ellos como vías de tránsito hacia su destino final, a que les respeten sus derechos y dispensen el trato digno dictaminado para esos casos en los pactos y tratados multilaterales. La Comisión estima que todos los cubanos sin excepción han de tener igual derecho a participar en iniciativas económicas similares a las extendidas al capital extranjero desde inicio de la década de los 90. Para que a mediano plazo la diáspora pueda lograr una plena participación en la economía nacional, se requiere que el gobierno y congreso de Estados Unidos levanten cualquier restricción que les imposibiliten esa opción a los cubanoamericanos. De igual manera, es necesario que el gobierno de La Habana elimine las actuales prohibiciones sobre el sector privado emergente, que hoy le impiden tomar iniciativas fuera de una estrecha lista de actividades económicas de supervivencia. Solo cuando sean abolidas todas las restricciones _internas y externas_ a la plena participación de los cubanos en el desarrollo del país, podrá desencadenarse todo el potencial de recursos financieros y humanos que atesora la nación. Con el objetivo de facilitar la materialización de dicho potencial, la Comisión recomienda al corto plazo lo siguiente: Al gobierno de Cuba 1. Hacer una declaración de principios sobre la política migratoria. Del mismo modo que el gobierno cubano ha declarado una nueva etapa en las relaciones del Estado con el sector privado nacional y ha llamado a un cambio

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de mentalidad que sustituya la demonización anterior de ese grupo social, lo exhortamos a dejar claramente establecido que pretende hacer lo mismo en relación con la emigración y con la diáspora cubana. 2. Introducir cambios en la legislación y la Constitución que constituyan el marco legal de una nueva postura hacia la emigración y la diáspora. Una declaración de principios acerca de lo expuesto en el punto anterior sería insuficiente si no es acompañada de medidas legales que evidencien la seriedad de las intenciones gubernamentales en este campo y ofrezcan garantías de su perdurabilidad. La Comisión sugiere, e ese sentido, actualizar de inmediato las legislaciones y políticas migratorias mediante la introducción de los cambios siguientes: a) Promover un patrón migratorio circular que alivie la pérdida definitiva de recursos humanos que hoy representa el flujo unidireccional hacia el exterior de los migrantes cubanos. Para ello es imprescindible la supresión de la llamada salida definitiva, de los permisos de entrada y salida del país y de la prohibición de retorno y relocalización en su patria a los ciudadanos cubanos que deseen hacerlo. Aquellas personas que el gobierno cubano considere como una amenaza a la seguridad nacional deben ser acusadas y encausadas formalmente, notificadas de los cargos en su contra y autorizadas a rechazarlos y defenderse por medios de abogados independientes que las representen. En ningún caso las leyes cubanas deben entrar en conflicto con los derechos internacionalmente reconocidos a las personas. Por tal motivo no podría negarle el libre acceso al territorio nacional o considerarse una amenaza pública que conlleve una acusación o encausamiento en un tribunal cubano, el haber ejercido fuera de Cuba las libertades de expresión, conciencia, reunión, prensa, organización, investigación académica y otros derechos universalmente aceptados. b) Extender a los miembros de la diáspora que retengan su ciudadanía cubana los mismos derechos que disfruten los ciudadanos residentes en la Isla, respecto a fijar residencia, invertir en el sector no estatal de la economía y otros similares. Al mismo tiempo se recomienda que todos los ciudadanos cubanos _ sean o no residentes en la Isla_ tengan los mismos derechos que los empresarios extranjeros 71


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ya sea para invertir en cualquier sector de la economía o para recibir incentivos fiscales. 3. Crear una nueva Comisión en Cuba que estudie otros cambios a mediano plazo en la legislación migratoria, como son los referidos a inmigrantes extranjeros que pudieran ser atraídos a residir temporalmente en el país. 4. Rebajar los precios de los trámites consulares (obtención de pasaportes, certificados, constancias de notas y estudios realizados, etc.) y tomar medidas para abaratar el costo de los envíos de remesas y paquetes, así como de pasajes y llamadas telefónicas, a más de ampliar y reducir el costo del servicio de correo electrónico. 5. Destrabar la homologación de títulos y diplomas de estudios a los miembros de la diáspora y fomentar cursos, asesorías e intercambios culturales y científicos en diferentes disciplinas y carreras entre cubanos de la diáspora y los radicados en la Isla. 6. Facilitar la ejecución de proyectos colectivos de naturaleza social que surjan como iniciativas filantrópicas entre ciudadanos en la Isla y miembros de la diáspora, como implementar algunas de las prácticas exitosas ya ensayadas en México. El programa “Tres por uno” en el estado de Zacatecas puede ser especialmente pertinente para Cuba. Incluye obras comunitarias de interés social con el aporte privado de emigrados y sus familiares en México, recursos estatales (locales y nacionales) y el apoyo externo proveniente de agencias multilaterales de cooperación y fundaciones privadas. 7. Celebrar en 2012 una conferencia sobre la participación de las diásporas en el desarrollo nacional, en un país con experiencias en este tema como México, República Dominicana o El Salvador, en la que participen funcionarios de la Isla y miembros de la diáspora cubana. Una conferencia de ese tipo le permitiría a los funcionarios cubanos conocer de cerca el conjunto de experiencias y buenas prácticas inventariados en la sección de este informe dedicada a “Las relaciones entre los estados nacionales y sus diásporas”. 8. Designar a un funcionario en la Oficina de la Presidencia del Consejo de Estado para supervisar y ayudar a coordinar entre las distintas entidades 72

estatales la aplicación de las disposiciones referidas a la diáspora, y prestar servicios de ombudsman (defensor del pueblo) cuando surjan quejas sobre su funcionamiento. Al gobierno de los Estados Unidos Los miembros de la Comisión no apoyan el embargo estadounidense a Cuba y se oponen a cualquier medida que en cualquiera de los dos países restrinja el libre movimiento de ciudadanos estadounidenses y cubanos. De igual manera, consideran necesario que los gobiernos de Estados Unidos y de Cuba respeten y faciliten el ejercicio de los derechos de los migrantes cubanos a tener relaciones fluidas de todo tipo con sus familiares y amigos. Emular las peores políticas iniciales del gobierno cubano para suprimir o minimizar los vínculos de los residentes en la Isla con los emigrados no sirve con eficacia a los intereses de Estados Unidos, ni es fácil de legitimar sobre la base de valores democráticos. La Comisión llama la atención de que el embargo económico a Cuba ha sido justificado bajo el argumento de que no pretende perjudicar al ciudadano común en la Isla, sino exclusivamente sancionar al Estado cubano. De ser consecuentes con esa lógica, las sanciones y restricciones en vigor deberían al menos actualizarse y no extenderse al nuevo sector no estatal _privado_ emergente en Cuba. Consideramos que ello es factible y conveniente aun si tarda en producirse un cambio en la política estadounidense hacia Cuba. Sería beneficioso para los intereses de Estados Unidos, y para la percepción de sus políticas por parte de la población residente en la Isla, establecer una distinción clara en la postura hacia el sector estatal y el no estatal en Cuba. Sobre esa base, la Comisión recomienda al gobierno y congreso de Estados Unidos adoptar a corto plazo las siguientes, medidas: 1. Autorizar a los miembros de la diáspora cubana a asociarse con entidades del sector no estatal de la economía en la Isla para con ellas invertir, asesorar, adiestrar, así como importar y exportar productos y servicios de ese sector desde y hacia Estados Unidos y otros países. 2. Instruir al Departamento del tesoro que no interfiera con las actividades


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citadas anteriormente y permita que los cubanos residentes en Estados Unidos puedan hacer uso del crédito privado para sus proyectos de negocios en el sector no estatal de la Isla. 3. Autorizar a naves marítimas, tales como cruceros, barcos, ferries, a trasladar carga y pasajeros hacia y desde Cuba y designar los puertos estadounidenses encargados de darles servicio. 4. Apoyar ante las cortes federales el deseo de universidades y colleges públicos de la Florida de organizar -como lo hacen ya los de otros estados de la Unión- cursos y talleres en Estados Unidos y Cuba sobre el desarrollo de pequeños y medianos negocios. Estos cursos beneficiarían a los cubanoamericanos que deseen recibir adiestramiento en entidades públicas en la Florida _donde radica el grueso de la diáspora cubana_ para luego emprender ese tipo de iniciativas en su país de origen. Esas entidades en la Florida deberían ser autorizadas también para organizar cursos similares en Cuba, conjuntamente con instituciones no gubernamentales de la Isla, como las iglesias, en beneficio de aquellos nacionales que residen en ella y desean adquirir esos conocimientos.

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lo suficientemente transparente y confiable como para asegurarlas frente a cualquier giro político posterior. e) Su grado de solvencia personal para tales inversiones. 2. Gestionar ante el gobierno de Estados Unidos algunas o todas las medidas aquí recomendadas y cualquier otra que pudiera beneficiar en este campo a las familias cubanas. A la sociedad cubana La Comisión, respetuosamente, presenta las siguientes sugerencias generales a la sociedad cubana: 1. Trabajar activamente para eliminar de manera definitiva los prejuicios y polarizaciones que pudieran subsistir respecto a la diáspora cubana. 2. Gestionar ante el gobierno cubano la adopción de algunas o todas las recomendaciones que aquí se formulan y cualquier otra beneficiosa en este campo para las familias cubanas.

A la diáspora cubana

Epílogo

1. Decidir libremente si participa o no en cualquier apertura que eventualmente ocurriese en la Isla y sea beneficiosa. Para ello pueden tomar en consideración los siguientes factores:

En el siglo XXI, marcado por los procesos de globalización, Cuba tendrá que avanzar de forma sistemática y permanente hacia fórmulas legales que acomoden la creciente transnacionalidad de su población. Aunque situada en diferentes espacios geográficos, la población radicada en la Isla tiene y desarrolla vínculos cada vez más estrechos con su diáspora, formando ambas un todo indivisible: la nación cubana.

a) Las necesidades e interés familiares y de las amistades con quienes pretenden involucrarse en esas actividades. b) La valoración de si apoyarlos en dicho proyecto incrementa su autonomía individual y seguridad económica en el contexto cubano. c) La solidez del proyecto a iniciar respecto a su competitividad, costo, rentabilidad y otros factores económicos que permitan la sustentabilidad del negocio y de sus propietarios a mediano plazo.

Muchas de las observaciones, conclusiones y sugerencias expresadas en este informe se proyectan hacia el mañana, en espera de que eventualmente sean implementadas de forma parcial o total. Pero mañana puede comenzar hoy si así lo decidiesen los factores con factor de decisiónen este campo, pues Cuba lo necesita urgentemente.

d) La valoración de si el marco legal que acoge dichas inversiones en Cuba es

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El Analfabeto

nada cuerdo en Cuba

De Santa Clara a La Florida, pasando por Las Malvinas El Analfabeto

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ver si nos entendemos: creo en el pan de piquitos y no hace falta que me traigan a Cujo porque yo con una simple y vulgar rana sin pedigrí ni exotismo estoy dando diente contra diente y suplicándole al gran poder de Dios que me ampare. Soy tan cobarde que podrían normalizar la cobardía con la mía, la International Standard del pánico. Pero nadie puede dudar tampoco de mi nacionalismo- un solo ejemplo que bastará: hace unos años me tocó (al que le tocó, le tocó), estar de visita en los Estados Unidos y... ¿lo dedujeron? Regresé. No puedo vivir sin palmear el hombro de un desconocido como si fuera mi hermano, sin la sabrosura de una visita intempestiva sin llamada teléfonica... En fin, todo lo que ustedes han dicho siempre y más. Soy nacionalista. Sin embargo, mi nacionalismo tiene otro cariz: soy hispanista, soy pensador por cuenta propia, soy- sobre todas las cosas: ANALFABETO sin título de oro porque hay gente empeñada en que no hayan analfabetos por este país; por ello- al menos en las estadísticas- nos han extinguido; soy un adicto a decir sin licencia, soy un fresco de mierda al que nadie le ha pedido su opinión y todo lo anterior puede- cualquiera sin ir a la universidad (que yo no fui y no me he muerto) sacar correctamente la conclusión que el firmante no es un tipo muy confiable en sus opiniones: soy más bruto que el moderador de la Mesa. Mas, a pesar de todo, quiero hacer mi contribución histórica. Quiero inducirles a todos mis connacionales a una gloriosa y justa guerra. Piénsenlo. Cuando apenas tenía yo doce años comenzó la guerra de las Malvinas y lo que más recuerdo son las caricaturas que sacaban en el Juventud Rebelde, donde la mayoría de las veces campeaba una dientusa Margaret Thatcher cagada de miedo ante la ofensiva argentina. No sé por qué ganaron los británicos. En aquella ocasión me hice argentinista, luego Maradona me haría germanista y mi madre me llamaría coprófago- esto último es el origen de mi mala leche. Y pasados los años- una helada tarde invernal en San Agustín de la Florida- hallé que yo no había sido argentinista por amor al arte ni al

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lunfardo; sino porque los paralelos eran inevitables desde la eternidad: La Divina Providencia me trajo a la tierra con la única misión de salvar el nacionalismo cubano- tan mal traído en los últimos dos siglos- con el emprendimiento de la magna guerra por la recuperación de nuestro territorio continental: La Florida-; y- se lo advertimos- que los americanos prefieran la vía diplomática- ellos no querrán que les caigamos arriba porque seríamos eficientes terroristas; que lo piensen. En fin, revisé toda la información disponible del caso de Las Malvinas y luego lo cotejé con los datos históricos del vínculo que une La Florida a la Isla de Cuba: Derechos Geográficos; Las Malvinas están a 480 kilómetros de las costas argentinas, por su parte La Florida están a escasos 170 de las costas cubanas; Derechos históricos, nuestros hermanos argentinos incluso hablan de los derechos de España adquiridos por la bula papal de Alejandro VI, que el papa Borgia tuvo lo suyo- la Inter Caeterano creo que a mucha gente le guste este argumento, sobre todo a la maestra que enseñó en Cuba que España no tenía derecho alguno a andar por acá- pero a mí me gusta y a nosotros se nos aplica aún más porque somos más españoles y si alguien lo duda que pregunte en su cuadra cuántos ciudadanos españoles tiene como vecinos; y los argentinos refuerzan su posición aduciendo que Las Malvinas fueron descubiertas por españoles- algo que ha generado polémica- nosotros tenemos la certezacontra cualquier duda- que La Florida fue descubierta por españoles provenientes de Cuba y en cuanto a los derechos jurídicos nosotros podemos afirmar que la Florida fue ocupada por la fuerza por las tropas estadounidenses; y para colmo de los colmos- si Argentina sólodesde la fundación del mundo hasta hoy- ha puesto su real en tierra malvinense durante unos- conjuntados y no de seguido- treinta y pico de años, razonen y saquen sus cuentas, ¿desde cuándo estamos al otro lado de la Gulf Stream? En Las Malvinas no hay un gaucho ni en caricatura; y nosotros tenemos más habitantes en La Florida de los que tiene Argentina en el mismísimo Buenos Aires. Señores, esta es mi Contribución Histórica: Dar comienzo a la contienda por la recuperación de La Florida. Firmen la demanda y pa´ la ONU.

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