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ALONSO MALDONADO
HECHOS DEL
Ma
estre de Alcántara Don Alonso de Monrroy CON UN ESTUDIO PRELIMINAR DE
ANTONIO R. RODRÍGUEZ-MOÑINO
PORTADA DE AMSTER
Revista de Occidente Avenida de Pi y Margall, 7 Madrid
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Copyright by Revista de Occidente
Madrid * 1935 ______________________
Imprenta de Galo Sáez. Mesón de Paños, 6. Tel. 11944. Madrid. 4
PRELIMINAR
“Gran placer hubo el Duque con estas nuevas, y fué tanto qu’el mismo se partió luego para Alburquerque a tomarla para sí, y el Clavero se la entregó y el Duque fué muy contento de conocer al Clavero [don Alonso de Monrroy], paresciéndole que la fama que tenía no era nada con ver a la persona” MALDONADO: Hechos…, pág. 71.
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SIMPLES NOTAS TEXTUALES
A los ojos del lector que repase íntegra la crónica particular que publicamos con el nombre de Hechos del Maestre de Alcántara Don Alonso de Monrroy, aparecerá la figura del indomable guerrero revestida con las características de singularidad. La interrogante surge inmediatamente: ¿único o ejemplar es el reflejo que del héroe produce este texto narrativo? Aunque su cronista no se olvida de consignar el valor y las heroicas hazañas de otros personajes, resalta de tal modo, con tan firme y vigoroso acento, la personalidad de Don Alonso de Monrroy, que se convierte en el eje del drama histórico en que interviene. El drama, escalofriante en algunos de sus episodios, ofrece interesantes perspectivas al espectador: la historia general, la conocida de todos, pocas veces nos muestra crudamente, al desnudo, el telar en donde se elabora el próximo resultado, la conclusión. Por medio de las compilaciones globales conocemos la cadena histórica en sus jalones destacantes; pero los episodios, los eslabones, los nudos y los atadijos se pierden en la perspectiva y todo se convierte en línea que, a veces recta, a veces sinuosa, no deja percibir sus torcidos y sus entrelazamientos. Y es cabalmente en estos remansos, o en estas cascadas, en donde puede apreciarse con mayor nitidez el porqué de muchas actitudes y de muchas conclusiones. Por ello el expectante interés de los lectores actuales hacia la historia que pudiéramos llamar fragmentada, monográfica. Conocer es revivir, y revivir es adoctrinarse –positiva o negativamente- en el ejemplo. En épocas como la nuestra, de reacciones colectivas, de concepciones impersonales, gregarias, constituye saludable confortamiento –y a veces imperiosa necesidad– volver la vista al pasado y buscar en él lo singular, lo destacante en cada generación. Lo señero por simpatía o por diferencia. El valor humano, personal, adquiere categorías insospechadas. De ahí que el lector busque –¡acaso un avatar del mesianismo!– lo que su sociedad contemporánea no le da y, rompiendo el círculo de lo cotidiano, intente incursiones en lo pretérito. Y la trayectoria de lo apuntado se ve clara en los días actuales: del campo de la novela histórica se pasó a la biografía novelada, hoy a la biografía históricamente pura. No olvidemos que las biografías primitivas son, en cierto modo, embriones históricos. * * * De entre las que se han escrito en España hasta nuestro tiempo, acaso no haya ninguna que ofrezca un vivo ejemplar del ambiente de su época 6
como la que hoy publicamos. Desprovista casi siempre de galas retóricas, descarnada a veces, refleja de modo excepcional, al vivo, los hábitos, modos y maneras de unos días cuatrocentistas en que “no había otra ley ni justicia sino la de las armas.” (1) Tiene sobre muchas crónicas particulares, la del Maestre Don Alonso de Monrroy, la ventaja decisiva de no sólo reflejar entre sus líneas la figura del guerrero y sus acompañantes, sino también el ambiente en que se movían, de modo tan natural y llano y con tan certero lenguaje, que el lector se adentra por los días turbulentos que precedieron a la unidad nacional, captando perfectamente el estado de Extremadura sin el menor esfuerzo. Verdaderos “días sin sol” vivió la comarca entonces, pues arrebatados sus habitantes por la furia marcial, encendidos en multitud de pequeñas guerras, divididos en bandos que durante medio siglo ensangrentaron las tierras extremeñas, apenas hubo brazos que se adoctrinaran en el cultivo y las labores agrícolas, ni sosiego para que los espíritus produjeran sólidas construcciones intelectuales. A excepción de la franja sur, en donde la férrea mano de Sancho el Bravo había acabado con los bandos de bejaranos y portogaleses, el resto de la región disolvía su vitalidad en banderías y partidismos, siempre infructuosos y, por lo tanto, siempre perjudiciales. Solises, Golfines, Monrroyes, Manzanos, partidarios del Ciego, de la Condesa de Medellín, del Duque de Arévalo o del monarca portugués, los pueblos extremeños conocieron todos los agobios de una lucha sangrienta y prolongada. Los campesinos, perdido el uso de sus funciones, más estaban al culto de Marte que al de Ceres; díganoslo Maldonado (2) mismo: “Luego se partió con cien lanzas escogidas y cuatrocientos peones, que, aunque eran labradores, con la usanza de la guerra de gran tiempo no había diferencia dellos a los más belicosos guerreros que hubiese, porque tenían [tan] experimentadas sus personas en las cosas pasadas que ninguno les sobraba esfuerzo.” Abandonadas las fuentes de riqueza, agricultura y ganadería; destrozadas las grandes poblaciones que existían alrededor de las fortalezas, y despoblados los pequeños lugares, la inmoralidad, el abuso y los atropellos de personas y cosas fueron flor natural en los campos extremeños. Oigamos cómo un cronista contemporáneo, Pulgar (3) pinta en dos líneas estas consecuencias: “había caído la justicia, disoluciádose la lujuria, señoreado la fuerza, y las costumbres por la mayor fueron corrompidas y disolutas”. ______________ (1) “… y como entonces no hubiese otra ley ni justicia sino las armas, porque este derecho en tiempo de roturas nunca faltó…” Cfr., pág. 27. (2) Cfr. más adelante, págs. 74-75. (3) Hernán Pérez del Pulgar: Los claros Varones de Extremadura, letra VI.
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Allí donde había algo de comer, algunas cosechas a punto, algunas reses, una tropa de soldados hacía inmediatamente cala y cata de los beneficios. Torres Tapia refiere un suceso corroborante: el alcaide de Galisteo se negó en cierta ocasión a recibir a los caballeros de Plasencia, porque la noche anterior había robado al pueblo el Conde de Coria, y ellos justamente acababan de quitar una gran presa de ganados a Pedro de Carvajal, secretario del mismo Conde (4). La desmoralización era, pues, absoluta. En este ambiente, la figura bárbara y gigante del Clavero de Alcántara Don Alonso de Monrroy pudo vivir y desarrollarse hasta extremos inconcebibles. Cuarenta años de guerra constante le hicieron ser el eje de una época –bien triste por cierto– de la historia de Extremadura. Luego verá el lector, expuesto por Alonso de Maldonado, el proceso formativo y las hazañas de este caudillo imponente. Por ahora nos interesa sólo consignar aquí nuestra respuesta a la interrogación que escribimos en las primeras líneas de estos ligeros comentarios. El caso del Maestre Don Alonso pudo ser único en la Extremadura de su tiempo: sus miras personales le relegaron, sin embargo, a un papel de escasa importancia luego. Sólo queda su perfil como ejemplo de la época, como producto de un cruce de generaciones: antagonismo entre la que perecía –un poco anárquica– y la que intentaba abrirse paso, un mucho estatal y constructiva. En cuanto a procedimientos guerreros, a táctica, nada tenían que reprocharse los de unos bandos a los de otros, por lo que respecta a crueldad y barbarie: “La guerra –dice Alonso Maldonado (5)– era tan cruel como entre moros y cristianos.” Acaso algunas veces la humanidad de no matar los prisioneros –como solía hacerse– fué en Don Alonso de Monrroy, más que piedad, astuta celada política para atraerse partidarios. Pero ¿cabe hablar de misericordia en unos tiempos en que los familiares buscan la muerte de sus parientes y en que una mujer como doña Beatriz Pacheco (6), desposeída por su marido de la tutela del hijo, junta hombres, cerca la ciudad de Mérida, la toma, y con ella a su primogénito, al cual encierra en un aljibe en el castillo de Medellín, llegando hasta el extremo (para evitar que sus parciales pudieran llevárselo) de colocar encima de la losa que tapaba el acceso su mesa y su sillón, haciéndose así, como bien dice Barrantes (7), centinela y verdugo de su hijo? “No había _____________ (4) Cfr. Vicente Barrantes: Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública del excelentísimo señor don Vicente Barrantes el 14 de enero de 1872. Segunda edición, Madrid, 1872, pág. 40. (5) Cfr. más adelante, págs. 46-47. (6) Cfr. Blas Gil de Ocampo: Información sumaria del linaje de Monrroy, mss. en la Biblioteca Nacional, citado luego. (7) Op. cit., pág. 28.
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otra ley ni justicia –dice Maldonado– sino las armas.” ¡Terrible época de exaltación de pasiones individuales! Asombra y maravilla cómo frente a nobles de esta contextura moral pudieron los Reyes Católicos lograr la unidad hispánica. * * * Volvamos a nuestra Crónica. Si no hubiera sido por la diligencia del escritor, probablemente conoceríamos muy poco de la situación de Extremadura a fines del siglo XV. Los historiadores que le siguieron, apenas han hecho otra cosa que extractarle ampliamente, con la sola excepción de Torres y Tapia, como más adelante tendremos ocasión de ver. De Alonso de Maldonado no sabemos con certeza más de lo poco que él quiso decirnos en su libro: que era a veces secretario del Maestre y que le acompañó en la mayor parte de sus guerras, interviniendo ora como guerrero, ora como avisado y político gestor en misiones difíciles. Pero nada más. Cuatro personajes conocemos con este nombre a fines del siglo XV y principios del XVI, pero seguramente ninguno corresponde a nuestro autor. Los historiadores de Salamanca (8) mencionan una inscripción existente en el viejo convento de San Agustín, de dicha ciudad, colocada sobre el sepulcro de Alonso Maldonado, regidor que fué de Salamanca y muerto en la defensa de su ciudad, contra el Duque de Alba, en 1479. No puede ser el secretario del Clavero, puesto que éste redacta su obra en los primeros años del siglo XVI. Don Justo Zaragoza (9) habla de un Alonso de Maldonado, natural de Salamanca, “Oidor de la segunda Audiencia de México a propuesta de la Chancillería de Valladolid”, que tomó posesión en abril de 1530 y murió en 1560. No parece que sea el cronista, ya que antes de 1470 guerreaba, pues habría de suponérsele de una longevidad extraordinaria. Otro de los Maldonados de que tenemos noticias es el que aparece citado por el cronista Pulgar (10), y que en 1477 intentó apoderarse a traición del Alcázar de Segovia, de donde era Alcaide por los Reyes Católicos Andrés de Cabrera. El último de los presuntos está citado por Ruiz de Vergara (11), y dice que fué bachiller en cánones, electo en 23 de enero de 1486, colegial _____________ (8) Cfr. Gil González Dávila: Historia de las antigüedades de Salamanca, Madrid, 1602, libro III, cap. XX, pág. 429; Tomás de Herrera: Historia del Convento de San Agustín de Salamanca, Madrid, 1652, capítulo XII, página 78; Dorado: Compendio histórico de la ciudad de Salamanca, pág. 322; Gayangos: Introducción, en Memorial Histórico Español, tomo VI, pág. VIII. (9) Recordación florida o Historia de Guatemala, por don Francisco Antonio de Fuentes y Guzmán, ed. de don Justo Zaragoza, Madrid, 1883, tomo II, págs. 174 y 365-366. (10) Crónica de los Reyes Católicos, capítulo LIX. (11) Ruiz de Vergara: Vida de D. Diego de Anaya e historia del Colegio viejo de Salamanca, folio 145.
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del de San Bartolomé. Natural del Obispado de Segovia y avecindado en Salamanca. Don Pascual de Gayangos afirma (12) que “este y no otro sería, a no dudarlo, el traductor de Appiano”. Confesamos nuestras vacilaciones sobre este punto, y no se nos alcanza cómo quien antes de 1470 andaba guerreando con el Maestre Don Alonso podía, al mismo tiempo, ser colegial en Salamanca. En efecto, la batalla de Alcántara (13), junto al Cerro de las Vigas, ocurrió el día 6 de febrero de 1470, y mucho antes nuestro cronista estaba ya al servicio de Don Alonso de Monrroy, como él mismo lo dice en otro lugar (14). Hay que desechar, pues, esta afirmación de don Pascual de Gayangos. Pero, si no podemos dilucidar con certeza cuál fué el verdadero autor de la Crónica, sí podemos, sin embargo, rastrear algunas de las circunstancias de su personalidad intelectual. Colegial o no del de San Bartolomé, lo cierto es que poseía una regular formación humanística. No perdamos de vista que la obra suya que se conserva es apenas el prólogo de la fundamental: la traducción de las Guerras civiles, de Appiano Alejandrino, versión hecha del latín al castellano. Por una circunstancia realmente curiosa, lo accesorio (prólogo) ha adquirido tono de fundamental, y a buen seguro es de todos más estimada la reliquia de lo que sería la traducción si apareciese. Sin llegar a ser enfadoso exhibicionismo, no desaprovecha Maldonado oportunidad de darnos a conocer su cultura clásica. Ya desde el comienzo, y al referirse a las guerras civiles de los latinos, lo hace en forma que resalte su dominio de la materia. Páginas adelante comparará a don Hernán Pérez con Héctor; para calificar la valentía de doña María de Monrroy dirá que hizo “un hecho romano”. En ocasión del falso trato que tuvo Solís con el Maestre (15), aliña de nuevo su prosa con una flor clásica: “El Maestre dió esta carta a Francisco de Solís, en entrando en Magacela, y quiso imitar a Alejandre, cuando su físico le dió a beber la purga, que le escribió un su capitán que no la tomase porque’el sabía que le habían de dar en ella ponzoña, y así Alejandre, cuando comenzó a tomar la purga, dió la carta al médico; y así el Maestre dió la carta a Francisco de Solís.” El propósito de Maldonado fué historiar los hechos de Don Alonso de Monrroy y patentizar su extraordinario valor humano y marcial. Confiesa que tiene que estar cercenándose a cada paso, porque sería muy dilatado escribir por menudo los hechos del héroe, cuanto más los de los diversos varones esforzados que intervienen en esta accidentada novela de ______________ (12) (13) (14) (15)
Loc. cit., pág. VIII. Cfr. la pág. 87. Cfr. la pág. 63. Cfr. la pág. 106.
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caballerías sin Dios y sin dama. * * * Indudablemente, el cronista no concibió al principio la obra como un volumen aislado, monográfico: por ello su desproporción. No pudo prever que desapareciera la traducción de Appiano Alejandrino, y se conservase sólo la parte destinada a servir de Prólogo. Su afecto por el Maestre Don Alonso hizo que lo que debió ser breve dedicatoria se convirtiese en regular conjunto de contenido histórico, muy superior, sin duda, a la traducción. Una simple lectura nos muestra las deformaciones, los cambios de rumbo que fué dando Maldonado a su crónica conforme la escribía. El principio, pesado, enumerativo, sigue la técnica usual de las dedicatorias del tiempo: apología exagerada de la familia del Mecenas, con quien se enfrenta para envolverle en tupida nube de incienso. Breve recordatorio de gestas de antepasados, brotar de hazañosos hechos: preparación del advenimiento del héroe. Todo esto en veinte páginas. Sólo falta la pintura del fruto de estas generaciones: Don Alonso de Monrroy. Y es justo reconocer que el escritor realiza el retrato del Maestre como pudiera haberlo hecho, andando los años, el pincel de Velázquez. Firme en trazos, amplio de figura, con tintas fuertes para la persona y con matices finos para el espíritu. Aquí se aprieta la prosa (16) y los contornos se precisan con exactitud: “Fue hombre alto de cuerpo y muy membrudo y bien proporcionado: era el hombre más recio que había; de fuerzas más vivas; el gesto tenía muy bueno y gracioso; los ojos, muy grandes y garzos, teníalos algo salidos, era corto de vista: decían algunos que vía más de noche que de día.” Animoso, sufrido, jovial, ejemplar, he ahí los cuatro puntos cardinales señalados por el narrador: “Era el hombre del mundo que más esforzaba la gente que con él iba en las guerras, que cuando consigo le llevaban, las cosas grandes se les hacían livianas, y las muchas gentes no le tenían campo sabiendo que él iba allí…” “Nunca decía a los suyos sino: -Haced como me viéredes hacer.” “Tenía una gracia extremada, que nunca nadie habló con él que no le quedase aficionado.” “Era muy amigo en extraña manera de sus amigos, y en extraña manera temido por sus enemigos.” Destacantes, dos cualidades que han de ser el más firme apoyo de sus flaquezas circunstanciales: la cordialidad, la simpatía. A la voz de llamada _____________ (16) El retrato del Maestre está en las págs. 23-26. Obsérvese cómo el cronista, prendado de la figura del héroe, apunta hasta los menores detalles.
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del guerrero, se apremian las inquietudes bélicas individuales y le rodean huestes indiferentes ante el sacrificio, ante el aniquilamiento. Más valía la cordialidad de Don Alonso que los dineros de sus encarnizados adversarios. Recordemos: “era amigo en extraña manera de sus amigos…” En realidad, la dedicatoria debiera terminar con la pintura del héroe y la consiguiente apología de sus virtudes. Pero cuando el autor llega a estos pasos de su obra, el protagonista se le ha impuesto en tal forma, que su gigante figura rompe el apretado círculo de lo meramente ponderativo. Y así nace el libro. “Desde aquí –dice (17)– comienza la vida de nuestro valeroso Don Alonso de Monrroy.” Ya está ganado el traductor por el biógrafo. El retrato que se hace en las primeras páginas adquiere seguridades de certeza en presencia de un amplio panorama anecdótico. De cada dicho, del resultado de cada suceso que se narra, el lector va extrayendo juicios particulares que le permiten reconstituir la figura del Clavero. Cuando Maldonado llega a escribir la vida de Don Alonso de Monrroy, seguramente se ha olvidado de Appiano Alejandrino y de sus esforzados varones griegos y romanos. La admiración mueve su pluma y siente la imperiosa necesidad de narrar las hazañas bélicas de las guerras civiles que él presenció. Pero con cierta honradez histórica. Con ciertos pujos nobles de erigirse en testigo imparcial. Narra sucesos de ambos campos y no se recata de expresar, cuando la ocasión lo requiere, su entusiasmo, no por la causa ajena, sino por el valor de quienes la defendían. Maldonado aparta cuidadosamente el ramaje hostil para admirar el panorama del valor humano. De ahí los más subidos quilates de su crónica. Al irse internando en la narración de los sucesos, aunque la figura de Don Alonso de Monrroy siga siendo el eje central del discurso, atan y ligan de tal forma al cronista los acontecimientos que la primitiva biografía, insensiblemente, sin que él se lo proponga, y sin que pueda evitarlo, se va transformando poco a poco en crónica. Es en vano que quiera limitarse, estrechar radio de acción y volver a su originario cauce: la suerte está echada. De vez en cuando, un alto (18), y una llamada al primitivo orden: “Y porque para contar la particularidad destas guerras, que duraron grandes tiempos, si se hubieran de decir las cosas que en ellas pasaron, no bastarían papel ni plumas para escrebillas todas, diré lo más breve que pueda, dejando infinitas por decir, por evitar prolijidad.” Pero es inútil: ya el biógrafo se ha investido de cronista, como más ______________ (17) Cfr. pág. 21. (18) Cfr. pág. 44.
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tarde el entretejido de reflexiones críticas, la serenidad de juicio, la imparcialidad y un cierto afán moralista, acaso permitan elevar su figura a la categoría de historiador. Maldonado llama a las cosas por su nombre, y en sus labios no convierte la admiración al saqueo o al robo en “tributo de guerra”, ni la violencia y la crueldad velan sus durezas con el manto de lo inexorable, de lo fatal. No hay tejido de apologías, exceso de fluidez, emocional y apasionada: en su libro, cuando el amigo yerra, yerra; cuando las circunstancias le patentizan ladrón o salteador, así se le hace aparecer. Del mismo modo, si el enemigo obra “a fuer de valiente hombre”, se expresa sin veladuras. Véase en abono de su imparcialidad este fragmento (19), en que habla del comportamiento del mayor enemigo de Don Alonso de Monrroy, al ver puesta en huída a su gente por las astucias del adversario: “Sin dubda ninguna si a esta sazón no fuera por Hernando de Monrroy, el Bezudo, el Maestre fuera desbaratado con la mayor mengua del mundo; pero como el Bezudo viera las cosas puestas en tanto terror y espanto y fuese caballero tan esforzado que ninguno le pudiese echar el pie delante, juntó sus gentes y otros hombres de vergüenza que de ver su esfuerzo se le llegaron; y éstos, dejando quemar sus cosas, no mirando por ellas, sino mirando por su honra y lo que debían hacer a fuer de buenos, fueron a herir con gran velocidad en los del Clavero.” * * * Todavía una característica sureña: el fatalismo. En Maldonado hay buena y mala estrella, como en Per Abbat existía “la corneja siniestra”. Los amigos andaluces que atraen al Maestre para ayuda de sus querellas de puntos de honra, le desvían acaso del camino propicio. Nada debe emprenderse bajo el signo adverso: “Pues como el Maestre Don Alonso de Monrroy partiese de Montanches con doscientas lanzas a ver a su yerno Francisco de Solís a Magacela, harto malos agüeros vió, que, cuando salió de Don Benito, un caballo overo que él quería mucho y al presente iba en él, se le cayó muerto entre las piernas. Todos cuantos caballeros iban con él le aconsejaron que no entrase en Magacela: especialmente Hernando de Monrroy, Señor de Monrroy, se lo dijo muchas veces, diciéndole que de muerto o preso no escaparía.” Y lo prendieron (20) * * * La malaventura de Don Alonso empieza ahí. Declinó su estrella, tuvo _____________ (20) Cfr. las págs. 105-106.
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horóscopo fatal. Y acaso quien levantara esta figura nefasta fuera la hábil e intrigante mano de la Reina Católica, manejándole un mucho en provecho de los problemas políticos que la acuciaban. Atraída Doña Isabel por la figura indomable del caudillo bárbaro, quiso aprovechar su belicosidad para más altos fines: el Clavero guerreó al lado de la Reina. Pero sus niveles de interés eran diferentes. Monrroy buscaba la restitución de honra y medro particular: la esposa de Don Fernando se movía en pro de sólidas construcciones estatales. Aquél, a quien se había desposeído de propiedades y derechos, anhelaba recobrarlos. Esta intentaba hacer tabla rasa de privilegios y exenciones personales. Cuando Don Alonso quiere atraer a los caballeros cacereños, excita sus puntos de honra; cuando la Reina, por aquellas fechas, procura ganar para sí al vecindario de Cáceres, les brinda una palabra igualitaria, nueva en el real vocabulario: les nombra ciudadanos (21). Por ello, al apercibirse Doña Isabel de que el Maestre no entendía su lenguaje político, le abandona. Le abandona, le combate y deja flotar en el aire, el gallardete de una rehabilitación incumplida del Maestrazgo. No interesa a sus fines el apoyo de Monrroy. El caudillo ya no es capitán de la Reina, vuelve a ser capitán de sus derechos particulares, de sus privilegios. * * * Desde que leímos por vez primera en viejas crónicas extremeñas la vida azarosa y trágica de Don Alonso de Monrroy, se nos dejó sentir una comezón interrogante: ¿Y el pueblo? ¿Cómo vió el pueblo la figura del caudillo bárbaro? ¿Llegó hasta él…? Para los contemporáneos a Don Alonso, nuestra interrogación preocupada hallaba respuesta justa en las narraciones textuales: el pueblo le seguía ciegamente. ¿Por propio interés? Seguramente no. A él ni le iba ni le venía nada en las contiendas bélicas de sus señores. Se le enrolaba por obligación, por soldada o por simpatía. En Monrroy no tenía lo primero ni lo segundo. Pero recordemos el retrato hecho por Maldonado: la cordialidad, la amistad fiera e inquebrantable, la lealtad, el ejemplo, ataban multitudes a su lado con cadenas de valor emocional y humano. La segunda parte de la interrogación quedaba aún en pie: ¿Hizo héroe popular, prototípico, quien no vivió aquellos días, las generaciones posteriores, las nuestras? No. ______________ (21) En efecto, en un documento a los cacereños enviado, recogido por don Pedro de Ulloa y Golfín en sus Fueros y privilegios de Cáceres, rarísimo mamotreto impreso sin indicaciones tipográficas, pero a fines del siglo XVII, que se conserva en el Centro de Estudios Extremeños de Badajoz, dícese lo siguiente: “… en lo cual ciudadanos mostrasteis vuestra antigua e acostumbrada lealtad…” Creo que es la primera vez que se usa esa palabra en tal sentido.
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Es asombroso que jamás ningún escritor castellano haya llevado al teatro la figura de Don Alonso de Monrroy (22). Ni el mismo Lope de Vega, gran expositor del pasado nacional, ha hecho revivir ante el pueblo las hazañas de nuestro héroe. ¿A qué atribuir esto? Quizá a que Don Alonso de Monrroy fué una figura anacrónica (en cierto modo) en su tiempo, a que se le fué la vida por entre los dedos sin finalidad y sin desenlace. El pueblo prefiere el círculo al horizonte abierto. Y para que haya asimilación popular es preciso siempre un fin conseguido, mayor o menor, pero fin, cerco, parada con solución. Monrroy no la tuvo. ¡Qué fortuna, para su memoria, la de haber nacido dos siglos antes!... Los escritores tampoco se han sentido atraídos por su figura. El mismo Maldonado se revela del compromiso de contarnos el fin de las andanzas de Monrroy. Narra sus orígenes, sus primeras luchas, los tanteos, las vacilaciones, los cambios de ruta del caudillo, hasta seguir un derrotero parejo al del interés de los Reyes Católicos. Y corta su crónica precisamente cuando Don Alonso tuerce definitivamente su rumbo para no ser más que un noble “siempre un mucho levantisco y nunca bien domeñado”. Aparte de las coplas que le cantaban cuando su aproximación a los Reyes Católicos hacía prever una etapa de utilidad positiva y coordinada en sus esfuerzos, ninguna otra manifestación literaria hay, que sepamos, sobre el Clavero. * * * Aunque los manuscritos conocidos terminen del mismo modo y la crónica esté completa en cuanto a su redacción, no se historían, sin embargo, en ella todos los sucesos de la vida de Monrroy. El autor corta bruscamente su narración en los sucesos de 1476. La vida de Don Alonso continuó, sin embargo, durante treinta y cinco años más, y durante ella –a juzgar por el testimonio de los historiadores de su tiempo-, el esforzado Maestre siguió eslabonando su cadena bélica. Torres Tapia y otros historiadores refieren a la larga los sucesos de esta etapa: copiar lo dicho por ellos abultaría en exceso este volumen nuestro; nos limitaremos a publicar en los Apéndices un brevísimo resumen _____________ (22) Apuntaremos a título de curiosidad que de la Crónica de Maldonado se derivan, seguramente, las leyendas de doña María la Brava, que tanta importancia han tenido en nuestra literatura. Este tema ha sido llevado a la poesía y al teatro muchas veces; véanse algunas obras dramáticas inspiradas en el hecho histórico: a) Francisco Pérez de Borja: Bandos de Salamanca, Monrroyes y Manzanos; b) Doña María la Brava, drama en tres actos y epílogo, anónimo (1862); c) Enrique Zumel: Doña María la Brava; d) V. Barrantes y Cándido Barrios: Laura de Monrroy; e) Eduardo Marquina: Doña María la Brava, etc., etc.
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hecho por D. Pascual de Gayangos. Incompleta y todo, la obra de Maldonado ha tenido para la historia una importancia extraordinaria: los principales cronistas la han seguido tan a lo justo, que podrían señalarse párrafos, páginas y aun capítulos enteros de otros escritores que tienen su origen, fuente y modelo exacto en Maldonado. Prescindiendo de las historias generales de España –Mariana, Zurita, Ocampo, etc., hasta las más modernas-, veamos sumariamente el paso de los Hechos del Maestre por los cronistas de la región (23). En nuestro sentir, el primero que se aprovechó para sus trabajos de los Hechos fué el padre Fray Francisco de Coria (24), autor de una voluminosa Descripción e Historia general de Extremadura –aún inédita-, terminada de escribir, según consta en el códice que en dos volúmenes poseemos, en Sevilla, el día 20 de enero del año 1608. En varios capítulos del tomo I y en algunos del II, el P. Coria apenas si hace otra cosa que seguir paso a paso a Maldonado, tanto en la narración de los hechos como en sus juicios y apreciaciones. En una revisión rápida no encontramos, sin embargo, mencionado al autor de quien tan fielmente es trasunto. El primero que ya cita expresamente como original de donde bebe sus noticias a Maldonado es el Padre Fray Alonso Fernández (25), tenido por algunos como forjador del Quijote que corre con el nombre de Avellaneda, y autor, a su vez –entre otras muchas-, de una excelente Historia y Anales de la ciudad de Plasencia, que vió la luz en Madrid, el ______________ (23) El fino ensayista Francisco Valdés tiene anunciado desde hace años un libro sobre el Maestre de Alcántara. Será muy interesante la visión que del caudillo guerrero nos ofrezca el excelente escritor contemporáneo. (24) Descripzion de la Provinzia de Estremadura, con otras notizias particulares, por Fray Francisco de Cória, de la Provincia de San Gabriel de los Descalzos de San Francisco. Concluyóla en San Diego de Seuilla a veinte de Henero de 1608. Dos volúmenes manuscritos de sobre 500 páginas cada uno, letra del siglo XVII. Los compré en 1928 en la venta de los libros que fueron de don José Rebollo, director de la Escuela de Artes y Oficios de Badajoz. Hay una mala copia en la Biblioteca Colombina, un extracto hecho por el P. Flórez en la Academia de la Historia de Madrid, signatura II-I-3: fila I.ª, n.º 98; una copia del manuscrito de la Colombina en el Monasterio de Guadalupe, procedente de la Biblioteca de don V. Barrantes, y, finalmente, mi querido amigo el erudito investigador y catedrático de la Universidad de Valladolid don Emilio Alarcos me comunica la papeleta de otro manuscrito de 605 folios, letra del siglo XVII, existente en la Biblioteca de Santa Cruz de aquella capital. Está inédita aún, pero el Centro de Estudios Extremeños va a publicarla en breve por el texto que yo poseo. (25) Historia y anales de la Ciudad y Obispado de Plasencia. Refiere vidas de sus obispos y de varones señalados en santidad, dignidad, letras y armas; fundaciones de sus conventos y otras obras pias, y servicios importantes hechos a sus Reyes. A la majestad católica de Felipe IV, Domingo Victor nuestro Señor, Fray Alonso Fernandez predicador General de la Orden de Predicadores. Año 1627. Con privilegio, en Madrid, por Juan González. A costa de la ciudad y de la Santa Iglesia de Plasencia. Un tomo en folio, de VIII + 336 + varias hojas de tabla. El ejemplar que yo poseo –adquirido en Londres por el excelente amigo y eruditísimo librero don Julián Barbazán- perteneció al famoso sir Richard Ford, el autor de Viaje por España, cuya firma autógrafa lleva en la portada.
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año 1627. Más que copiar las noticias allegadas por el primitivo biógrafo, lo que hace Fr. Alonso Fernández es utilizarlas y entretejerlas en su prosa; pero siempre, o casi siempre, con la indicación del origen. Fray Alonso de Torres y Tapia, el más imparcial y erudito historiador de la Orden de Alcántara, intercala en su Crónica –escrita antes de 1650, pero no publicada hasta fines del siglo XVIII– numerosos pasajes de Maldonado, siempre con la indicación preventiva de las comillas (26). No sólo le utiliza, sino que, a veces, opone a las aseveraciones del autor argumentos en apoyo de tesis diferentes. Por él sabemos también que el manuscrito que utilizó acaba en donde lo hacen los que hoy conocemos. Dentro del siglo XVII, igualmente, un escritor menos conocido que los citados, don Blas Gil de Ocampo, autor de una obra de indudable interés para la historia de Extremadura, la Información Sumaria del linaje de los Monrroy (27), entra a saco en los Hechos del Maestre. Pero, en vez de citarlo o utilizarle, Ocampo encuentra más fácil incorporar la obra de su precedente a la propia, y así, para evitarse hasta las molestias de copiarla, toma un antiguo manuscrito, le quita los once primeros folios y lo intercala en su Información Sumaria, con puntos y comas. El no haberse nunca impreso el libro de Ocampo, hace que no se haya patentizado este hurto, que, si bien muestra a las claras su poca honradez literaria, es fiel espejo asimismo del crédito que se daba a la obra de Maldonado. Durante el siglo XVIII y gran parte del XIX puede decirse que pasan desapercibidos los Hechos del Clavero, hasta que, en 1852, don Pascual de Gayangos los incluye en el tomo VI del Memorial Histórico Español. Pero de esta edición trataremos más adelante. La Crónica de Maldonado encuentra su exégeta más cumplido en don Vicente Barrantes y Moreno, culto y eruditísimo tratadista de cuanto a antigüedades extremeñas se refiera. ______________ (26) Cronica de la Orden de Alcántara. Su autor el licenciado frey D. Alonso de Torres y Tapia, prior de su sacro convento, capellan de honor del señor Rey D. Felipe IV. Impresa de orden del Rey Nuestro Señor, a consulta de su Real y supremo Consejo de las Ordenes Militares. En Madrid: en la imprenta de D. Gabriel Ramirez, impresor de la Real Academia de San Fernando. M.DCC.LXIII. Dos vols. en gran folio. Para lo referente a la época en que fué escrita y singularidades de su impresión, véase V. Barrantes: Aparato bibliográfico para la Historia de Extremadura, Madrid, 1877, tomo III, Apéndice I, págs. 238245. (27) Informaçion summaria del Noble, Ilustre y Antiguo Linaxe de Monrroy, De su origen, prosapia y desendensia, dedicada a D. Antonio de Monrroy, señor de la billa de Monrroy, baluarde, talauan, quebradas y del cortixo y casas de la Paz mayorazgo antiguo de la casa de Monrroy, por el Doctor Don Blas Xil de Ocampos, abogado del Consistorio de la Ziudad de Plasencia. Manuscrito en 4.º original, existente en la Biblioteca Nacional de Madrid, signatura 3242. Sobre 500 págs. Una copia hecha para Cánovas del Castillo, cuyo ex libris lleva, dos tomos en 4.º
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Primero en su Catálogo de los libros que tratan de Extremadura y en el Aparato Bibliográfico para la historia de dicha región, y más tarde, en su Discurso de ingreso en la Academia de la Historia, sacó provecho Barrantes de las noticias de Maldonado, y sobre los materiales suministrados por ellas puso escribir bellísimas páginas históricas, algunas de las cuales figurarán en los Apéndices al presente libro. Esos fragmentos son quizá la mejor interpretación que hasta hoy se ha hecho de la figura y la época del Maestre belicoso. A ellos cabe también la gloria de haber atraído la atención del maestro Ortega y Gasset hacia las viejas páginas de Alonso de Maldonado, y ser, en cierto modo, el germen de algunas reflexiones que el insigne filósofo piensa dedicar al caso extraño y señero de Monrroy. El lector podrá apreciar, pues, en los Apéndices, uno de los mejores capítulos del Discurso de Barrantes, acaso la más lograda obra de exaltación regional de cuantas produjo el ilustre cronista de Extremadura. * * * A excepción hecha de los largos fragmentos que publicaron de la obra en el siglo XVII el Padre Fray Alonso Fernández; en el XVIII, el cronista don Alonso de Torres Tapia, y en el siglo XIX el benemérito historiador de Extremadura don Vicente Barrantes, sólo existe una edición íntegra en castellano: la de don Pascual de Gayangos. Fundado el Memorial Histórico Español por la Academia de la Historia en 1851, fué propósito de la Corporación incluir en sus páginas cuantos documentos, opúsculos y crónicas merecieran ser sacadas del olvido de los archivos y bibliotecas, especialmente los existentes en las colecciones de la Academia. Don Pascual de Gayangos dió a la estampa en sendos volúmenes obras tan interesantes para el pasado extremeño como la Miscelánea (28), de Luis Zapata, las Ilustraciones a la Casa de Niebla, de Barrantes Maldonado, y, finalmente, el libro de que nos ocupamos. Su papel se limitó a transcribir el manuscrito académico y ponerle unas brevísimas páginas preliminares de escaso contenido aprovechable. Creyó que sólo había un manuscrito de la Crónica –el de la Academia-, y, por tanto, no pudo completar los vacíos que la tinta, al corroer el papel, dejó en la obra; su puntuación no es siempre exacta, y en ocasiones hace aparecer algo confuso el texto del autor. Prescindió del elemento gráfico en absoluto: es lástima, porque, como puede apreciarse en nuestras reproducciones, los grabados del manuscrito –sobre todo el de la muerte de Francisco Solís- son de una in_____________ (28) Tomo IX del Memorial Histórico Español.
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genuidad y perfección admirables. El prólogo que puso a la edición es en extremo breve: apenas tres páginas. En él incurre en más de un error: ya hemos hecho notar en líneas anteriores la imposibilidad material de que el Alonso Maldonado, que Gayangos da como autor de la obra, lo sea en efecto. Merece, sin embargo, cordiales alabanzas quien por vez primera publicó in extensus la magnífica obra de Maldonado y supo darse cuenta del valor que, tanto para la historia de Extremadura, como para la general del siglo XV, ofrecían las viejas páginas de la olvidada crónica. * * * Nuestra edición tiene por único objeto el de ofrecer al lector un texto limpio y accesible de los Hechos del Maestre de Alcántara, esbozando sus características, su transmisión, un poco de su influencia y las fundamentales y precisas indicaciones bibliográficas pertinentes. Hemos preferido el título de Hechos del Maestre de Alcántara Don Alonso de Monrroy, prescindiendo del que figura en los manuscritos, en gracia a la exactitud y a la claridad. Hubiéramos podido titularlo (como el ms. 6.156), Historia de los Monrroyes; pero nos detuvo la consideración de que no se refieren los hechos de toda la familia, sino los de algunos de sus miembros, y durante un período cronológico relativamente corto. Elegimos como texto fundamental el publicado por Gayangos (29). Sus lagunas y sus fallos se subsanan en presencia del códice que poseemos en nuestra biblioteca. En cuanto a la ortografía, irregular y anárquica en todos los textos, hemos procurado modernizarla siempre que el cambio no reste un valor fonético a la palabra. Se unifica el empleo de los numerales, se simplifican las letras dobles sin valor actual (v. gr., saliessen, por saliesen), se regulariza el empleo de las h, x, j, y de las mayúsculas, se ponen en cursiva los sobrenombres, y, en general, intentamos que, sin alterar la forma primitiva, sea accesible el texto al lector no especializado. La redacción, aun en los casos en que quede sin terminar la frase o en que el sentido se pierda un poco por lo retorcido del hipérbaton, la conservamos fielmente. Tan sólo no hemos permitido colocar entre corchetes alguna palabra suelta, para hacer más inteligible el párrafo o la frase. Para el apellido del héroe preferimos la forma Monrroy a la de Monroy, porque así se halla en todos los manuscritos y, además porque una rama de la familia extremeña, existente aún, conserva esa grafía primitiva. Dejamos para una futura edición crítica el señalar las variantes, la ______________ (29) Tomo XI del Memorial Histórico Español.
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justificación erudita, que no tendría objeto en una edición vulgarizadora, como la presente. No se busque en ella lo que de intento está fuera de nuestro propósito. En cambio, nos ha parecido oportuno añadir al texto los cinco grabados que lleva el manuscrito de la Academia. Van en los Apéndices las capitulaciones originales a que nos referimos luego; una carta de la Reina Católica en que de manera explícita y terminante reconoce por Maestre a Don Alonso de Monrroy (30); un brevísimo resumen de lo que ocurrió al Maestre desde que Maldonado deja de narrarnos su vida hasta que falleció (31), hecho por Gayangos a base de la exposición extensa de Torres Tapia y otros cronistas, y el capítulo III del discurso pronunciado por Barrantes al ingresar en la Academia de la Historia. * * * Además de la obrita de Maldonado y de las que se derivan directamente de ellas, muy poco hay escrito sobre el Clavero de Alcántara. Sólo algunos documentos oficiales nos permiten conocer hechos aislados, sueltos. Las principales fuentes que sobre su vida y hechos conocemos son: una Carta de Pedro de Baeza al Marqués de Villena (32), en que se refieren la mayor parte de los sucesos ocurridos a dicho señor en sus luchas contra Don Alonso de Monrroy, los diversos documentos oficiales publicados por Torres Tapia y las capitulaciones hechas en noviembre de 1474 entre el Duque de Arévalo y Hernando de Monrroy, Señor de Belvís, para hacer la guerra al Maestre Don Alonso. Estas capitulaciones, originales y autógrafas, las conserva en su archivo quien escribe las presentes líneas, y hasta el presente no han sido publicadas (33). La carta de Pedro de Baeza, interesantísima, casi tanto como la obra de Maldonado, se publicará en breve por el Centro de Estudios Extremeño, de Badajoz. Barrantes la calificó de libro de oro para la historia regional (34), añadiendo que “arroja vivísima luz sobre tan interesante época”. Indudablemente, Gayangos tuvo el propósito de publicarla en el Memorial Histórico Español, por cuanto en una nota de su edición de Maldonado dice: “Véase la carta de Pedro de Baeza que antecede.” Sin em______________ (30) Fué publicada por Torres Tapia en su Crónica de la Orden de Alcántara, tomo II. (31) Está como nota en la última página de la Edición Gayangos en Memorial Histórico Español. (32) Hay dos manuscritos en la Biblioteca Nacional de Madrid y uno en la Academia de la Historia, Colección Salazar, letra L, t. 8. Sobre la carta, cfr. V. Barrantes: Aparato Bibliográfico, tomo II, art. Extremadura, pág. 36. (33) Este precioso documento original con las firmas autógrafas lo forma una hoja en folio escrita por ambas caras, letra del siglo XV. Ingresó en mi archivo por la generosa donación de mi querido amigo el erudito bibliófilo alcalaíno don Francisco Huerta Calopa. (34) Op. cit., et loc.
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bargo, sus deseos no cristalizaron en realidades. Veamos, aunque sea rápidamente, la bibliografía de los Hechos del Maestre. Aunque don Vicente Barrantes aseguró que la obrita es una simple dedicatoria, y como tal va unida siempre al texto de Appiano, lo cierto es que no conocemos a nadie que haya tenido ante sus ojos la traducción. Debió de perderse hace siglos (35). Gayangos afirmó que sólo existía un códice de la obra, conservado en la Academia de la Historia. Afirmación ligera e inexacta: aparte de ése, hemos podido examinar seis más. Hoy se desconoce el paradero del original, que poseyó, allá por 1830, un pintor de Córdoba llamado Monroy. Era un cuaderno en vitela y –según el testimonio de quienes lo vieron- “escrito en letra tan antigua que no podía leerse”. Desapareció antes del año 1859 (36). Dejando a un lado las copias que utilizaron antiguos historiadores – Coria, Alonso Fernández, Torres Tapia, etc.-, vamos a registrar sumariamente los manuscritos que hoy se conservan, enumerándolos topográficamente:
BIBLIOTECA NACIONAL
I. [Fragmento del Prólogo que hizo Alonso Maldonado sobre la traducción que hizo de latín en romance de los cinco libros de Appiano Alexandrino sobre las Guerras Civiles, intitulados al muy ilustre señor don Alonso de Monrroy, Maestre de Alcántara, en donde pone su vida e historia.] 8.º, 88 hojas, letra del siglo XVI, segunda mitad. Signatura 3.242, folio 159 y siguientes.
Comienza: “Quiero contar de los dos hermanos desta señora, porque desde aquí comiença la vida de nuestro valeroso don al.º de monrroy clauero de alcantara. Ya emos dicho como el mayoradgo de belvis almaraz y deleytossa…” Concluye: “… salieron con sus vanderas altas por medio de los portugueses diziendo Castilla Castilla.” No forma obra independiente este cuaderno, sino que, incompleto por el principio, se halla interpolado en la Información sumaria del Noble, ilustre y Antiguo linaje de Monrroy, por Blas Xil de Ocampo. Tiene tachaduras y correcciones seguramente de letra de Ocampo y no de Maldo_______________ (35) Cfr. Barrantes: Aparato Bibliográfico, tomo II, páginas 140-153. (36) Cfr. Barrantes, loc. cit.
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nado, como supone Barrantes. Lleva indicaciones para una división en capítulos que no llegó a hacerse. Conserva restos de una numeración antigua, que corre del folio 12 al 99, faltando, pues, las once primeras hojas. II. Prologo que / hiço alonso Maldonado sobre / la traduçion que hiço de latin en / romançe de los çinco libros de a / piano alexandrino sobre guerras ce- / uiles yntitulados al muy illustre señor / don alonso de monrroy maestre de alcanta / ra pone su vida en historia. 8.º, 55 hojas de muy clara letra de la segunda mitad del siglo XVI. Signatura 6.484. A continuación del título, el texto.
Comienza: “Ninguna cosa es tan mala para nra. humanidad como la oçiosidad ni cosa mas necessaria para el onesto biuir que la doctrina…” Concluye: “…ellos salieron con sus vanderas altas por medio de los portugueses diçiendo castilla castilla.” Es el manuscrito mejor caligrafiado. Tiene escasas divisiones en párrafos. Lleva al principio una excelente P capital floreada. III. Historia de los / Monroyes / Prologo / que hizo don Alonso de maldonado sobre la tra / ducion que hizo de latin En rromançe de los çinco / libros de Apiano Alexandrino sobre las gue / rras Ciuiles Intitulados Al muy Illustre señor / Don Alonso de Monrroy Maestre de Alca / ntara E pone su vida Historiada. Folio, 24 hojas, letra de finales del siglo XVI o comienzos del XVII. Signatura 6.156. A continuación del título, el texto; orla sencilla de tinta roja. Mayúsculas y capitales del mismo color.
Comienza: “Ningvna cosa es tan mala para nuestra humanidad como la ociossidad ni cosa mas necessaria para el honesto biuir que la doctrina…” concluye: “… Hera sabido esto por el Conde de Coria que aquellos.” Este manuscrito está muy incompleto: apenas tiene una tercera parte del original. IV. Prologo que hizo Alonso maldonado sobre / la tradución que hizo de latin en rromanze de los / çinco libros de apiano alexandrino sobre las / guerras ciuiles yntitulados al muy Illustre / señor don Alonso de monrroy maestre de al / cantara pone su bida y historia. Folio, 51 hojas de letra de mediados del siglo XVII. Signatura 18.024, folios 68 a 118 inclusive. Perteneció a don Pascual de Gayangos. A continuación del título, el texto. 22
Comienza: “Como Apiano Alexandrino Eloquentisimo scriptor con marauillosa horden manifiestamente declara en la su ornada historia…” Concluye: “Salieron con sus banderas altas por medio de los portugueses diciendo castilla castilla.” Creemos que el presente manuscrito está copiado del que figura en nuestra biblioteca y reseñamos más adelante, porque al nuestro le falta una hoja al principio (la primera del texto), arrancada seguramente hace mucho tiempo, y en el 18.024 el texto comienza del mismo modo, sin que pueda atribuirse a falta de algún folio, puesto que la escritura empieza a continuación del texto. BIBLIOTECA DE LA ACADEMIA DE LA HISTORIA
V. Prologo que hizo Alonso de Maldonado sobre la traducción que hizo del latin en romance de los cinco libros de Apiano Alexandrino sobre las guerras civiles, intitulados al muy ilustre señor don Alonso de Monrroy, maestre de Alcántara: pone su vida e historia. En folio, letra del siglo XVI. Signatura: Colección Salazar, H-19. Perteneció a don Luis de Salazar y Castro. Antes del texto tiene unos versos que comienzan: “La virtud hizo a Tulio ser nombrado”, y que sólo se hallan en este manuscrito.
Fué utilizado para su publicación en el Memorial Histórico Español por don Pascual de Gayangos. La tinta ha corroído de tal manera el papel que hay pasajes y aun líneas enteras, que no pueden leerse. Este interesante manuscrito lleva en el texto cinco dibujos, no de mala pluma, que representan: a) Escudo de los Monrroyes; b) Castillo de Monrroy; c) Castillo de Uguela, en Portugal; d) Decapitación del Maestre Electo Francisco de Solís, por el escudero Golondro; e) Castillo de Alegrete, en Portugal. Ninguno de los dibujos se ha reproducido hasta ahora: nosotros avaloramos con ellos la presente edición. En este manuscrito de la Academia de la Historia, editado –como ya hemos dicho- por don Pascual de Gayangos, se contienen dos cosas que no se hallan en los demás: los versos preliminares y las láminas. Al final del códice, y de letra posterior, hay una nota que copiamos a título de curiosidad: “Según que desta historia se collige, el señor de Belvis ultimo que aqui se pone fué Hernando de Monrroy, hermano del maestre Don Alonso de Monrroy, el qual fue en tiempo del rey Don Henrique IV y alcanzó los Reyes Católicos. Sucediole Alonso de Monrroy su hijo que fue señor de Belvis en tiempo de los mismos Reyes y en la niñez del 23
Emperador Carlos V. Casó con Doña Beatriz de Zúñiga, hija de Don Diego López de Zúñiga, Conde de Nieva, como lo dice el Padre Fray Prudencio de Sandoval, cronista del rey Don Filipe III en la descendencia de los Zúñigas, folio 325. Despues sucedió Don Francisco de Monrroy, hijo destos señores, que fue señor de Belvis en tiempos del Emperador: diole Su Magestad titulo de conde de Deleytosa, y fue el primer conde de ella. Casó con hija de Diego Lopez de Ayala, caballero de Talavera y señor de Cebolla. Tubieron estos señores dos hijas, la mayor que se llamó Doña Beatriz de Monrroy, casó con Fernandaluarez de Toledo, conde de Oropesa; la segunda con el conde de Cifuentes. Heredó Doña Beatriz el estado de su padre y el de su hermano Juan de Ayala, que fué señor de Cebolla y de Mejorada, Segurilla y Cervera, los cuales tres últimos pueblos el heredó de Diego Lopez de Toledo su primo que era señor de todos ellos: todo esto se juntó en la casa de Oropesa. Hizo el Emperador (*) grande de Castilla a este Conde, hijo destos señores, que fué Juan Alvarez de Toledo, Monrroy y Ayala, que hoy vive, y es quinto conde de Oropesa, y tercero de Deleytosa y segundo grande de Castilla entre los de su casa: casó con Doña Luisa Pimentel, hija del conde de Benavente y hermana del que ahora lo es, y virrey de Napoles: fué su hija heredera doña Beatriz de Toledo, que casó con Don Duarte, hijo segundo del Duque de Braganza, que es Marques de Flechilla: murió esta señora antes de heredar; quedaron della dos hijos varones Don Fernando y Don Francisco, los cuales guarde Dios largos años, y los vea su aguelo puestos en grandes estados, para que sean herederos de las grandes virtudes y christiandad de sus padres, aguelos y visaguelos.” El autor de estas líneas complementarias se nos declara luego con pretensiones de adicionador de la crónica. Véase lo que dice: “Escribió este apendice desta historia el Padre Diego de Vargas, religioso de la Compañia de Jesús por el gran amor que tenía a los señores desta casa, año del señor de 1.606, siendo Rey de España Don Felipe III que Dios guarde y prospere largos años.” Esta nota nos manifiesta que el códice de la Academia proviene de la misma familia de los Monrroyes y acaso sea el que se conserva en el Archivo de la casa. Del Padre Diego de Vargas, cuyos nombres y apellidos suenan a extremeños, no tenemos otras noticias. Por su parte, poco de interesante dice sobre la descendencia de los Monrroyes. Más apreciable en este aspecto es el tratadito que reseñamos ______________ (*) Hace notar don Pascual de Gayangos que “no fué el Emperador quien le hizo grande, sino Felipe II, a instancia y ruego de don Antonio de Padilla, natural de Talavera, Presidente del Consejo de Ordenes y del de Indias. Véase el Nobiliario de Haro.”
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más adelante, debido probablemente a la pluma de Alonso de Maldonado y que acompaña a los Hechos del Maestre de Alcántara en el códice de que somos poseedores. BIBLIOTECA DEL PALACIO NACIONAL
VI. A la amabilidad de mi querido amigo el ilustre investigador don Jesús Domínguez Bordona, director de dicha Biblioteca, debo la noticia de un manuscrito existente en ella de los Hechos del Maestre de Alcántara. Según mi amable comunicante, es una copia del siglo XVIII, sin interés textual. BIBLIOTECA DE A. R. RODRÍGUEZ-MORIÑO (SIC)
VII. [Portada] Tradvciõ / Que hizo Alonso Maldona / do sobre los cinco libros De / Apiano alexandrino de las / guerras ceuiles intitulada y Di / rigida A Don Alonso De / Monrroy Maestre / De Alcan / tara. [A la vuelta] Prologo / Que Hizo Alonso maldonado / sobre la traducion que hizo de / Latin en Romance de los cinco li / bros de Apiano Alexandrino so / bre las guerras Ciuiles intituladas / Pone su vida y historia Al Muy / Ill.e señor Don Alonso De / Monrroy Maestre / De Alcan / tara. 8.º, 224 páginas, encuadernado en pergamino de la época. Letra del siglo XVI. Lo adquirí en junio de 1934 del competente librero madrileño don Estanislao Rodríguez.
Comienza: “Como Apiano Alexandrino eloquetissimo escriptor con marauillosa horden manifiestamente declara en su ornada historia…” Acaba: “… ellos salieron con sus vanderas altas por medio de los portugueses diciedo castilla castilla”. Este manuscrito no sólo tiene extraordinario interés por la antigüedad de su texto, sino que se halla avalorado con un tratadito de Maldonado desconocido hasta ahora. Titúlase: La descendencia de Doña Beatriz de Monrroy Condesa de Deleitosa, ocupa ocho páginas y hállase copiado a continuación de los Hechos del Maestre y como sirviéndole de complemento. * * *
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Estos son los siete manuscritos de la obra que conocemos actualmente. Su antigüedad remonta –en el texto más viejo- a la mitad del siglo XVI. Los caracteres de la escritura son poco más o menos de hacia 1560. Perdido el primitivo original, sólo una atenta lectura puede darnos la clave para fijar la fecha en que fueron redactados los Hechos del Maestre. Don Pascual de Gayangos sospechó que o la muerte había atajado al historiador o éste prefirió alzar mano de la obra en tal punto, con lo cual soslaya lindamente el problema de fechar el texto. Barrantes apunta la posibilidad de que este corte rápido se deba, no a la muerte, sino a no haber acompañado el cronista a Don Alonso en su última jornada, “menos honrosa en verdad” que las anteriores. Pero tampoco intenta establecer el dato cronológico. Y, sin embargo, el texto mismo nos suministra la posibilidad de lanzar una fecha probable. En efecto, en la página 25 se dice que Monrroy “cuarenta años sostuvo la guerra en la provincia de León y Extremadura, que fueron las mayores que hubo en toda España”. Ahora bien; El Maestre comienza a guerrear en 1464, a raíz de su prisión por don Gómez de Cáceres, como consecuencia de los sucesos ocurridos en la boda de doña Leonor de Solís. –sumando, pues, a los 1464 dichos cuarenta años, arrojan la fecha de 1504, que es, poco más o menos, cuando debió de escribirse el libro. Y nos convence más en nuestra sospecha de que la crónica fué redactada hacia 1504 el hecho de que siempre que Maldonado se refiere a los Reyes Católicos emplea el plural, lo cual significa que escribía antes del 26 de noviembre de 1504, fecha en que muere Doña Isabel y queda por Regente del reino don Fernando. * * * Una última observación: el texto de todos los manuscritos está bastante estragado. La labor de rigurosa depuración textual la reservamos para una próxima edición crítica (*). ANTONIO R. RODRÍGUEZ MOÑINO. París-Bruselas, agosto-septiembre 1935.
______________ (*) En el Apéndice V indicamos las variantes más fundamentales existentes entre el manuscrito de la Academia y el nuestro. Prescindimos de anotar las de redacción y sólo destacamos aquellas en que puede cambiar o completarse el sentido. Agradecemos cordialmente a la señorita Matilde López Serrano, secretaria de la Biblioteca del Palacio Nacional de Madrid, la ayuda generosa que nos ha prestado al revisar y cotejar las pruebas del presente libro.
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