CABALLO VERDE PARA
LA
POESÍA
DIRECTOR: PABLO NERUDA IMPRESORES:
CONCHA MÉNDEZ
MANUEL ALTOLAGVIRRE.
Y
MADRID.
NUM. 2 - NOV. 1935
LOS
TEMAS
Tíacia el camino del nocturno extiende los dedos la grave estatua férrea de estatura implacable. Los cantos sin; consulta, las manifestaciones del corazón corren con, ansiedad a su dominio: la poderosa estrella polar, el' alhelí planetario, las grandes sombras invaden el az«l;. El espacio, la magnitud herida se avecinan.. No,los fre-cuentan los miserables hijos de las capacidades y. del tiempo a tiempo..Mientras la infinita luciérnaga deshace en polvo ardiendo su cola fosfórea, los estudiantes,déla, tierra, los seguros geógrafos, los empresarios sedéciden a dormir. Los abogados, los destinatarios. Solo solamente algún cazador aprisionado en mediod e los bosques, agobiado de aluminio, celestial, estrellado, por furiosas estrellas, solemnemente levanta la mano enguantada y se golpea el sitio del corazón.. El sitio del corazxjn nos pertenece.Solo solamente desde allí, con auxilio de la negra noche, del otoño desierto, salen, al golpe de la mano, los cantos del corazón.. Como lava o tinieblas, como temblor bestial, como campanada sin rumbo, la poesía mete las manos en el miedo, en las angustias, en las enfermedades del coraz-ón, Siempre existen afuera las grandes decoraciones que im^ponen la soledad y el olvido: árboles, estrellas, El poeta vestido de luto escribe temblorosamente muy solitario,
HIMNO
A LA
TRISTEZA
Fortalecido estoy contra t u pecho De augusta piedra fría. Bajo tus ojos crepusculares, Oh m a d r e inmortal. Desengañada alienta en t i mi vida. Oyendo en el pausado retiro nocturno Ligeramente resbalar las pisadas De los días juveniles que se alejan Apaciebles y graves, en la m i r a d a . Con una misma luz, compasión y reproche; Y v a n tras ellos como irisado h u m o Los sueños creados con m i pensamiento. Los hijos del anhelo y la esperanza. La soledad poblé de seres a mi imagen Como u n dios aburrido; Los amé si eran bellos, Mi compañía les di cuando m e a m a r o n , Y ahora como ese mismo dios aislado estoy. Inerme y blanco t a l una flor cortada. Olvidándome voy en este vago cuerpo N u t r i d o por las hierbas leves Y las brillantes frutas de la tierra. E l p a n y el vino alados. E n mi nocturno lecho a solas. Hijo de t u leche sagrada. El esbelto mancebo Hiende con pie inconsciente
La escarpada colina, Salvando con la mirada en t i El laurel frágil y la espina insidiosa. Al a m a n t e aligeras las atónitas horas De su soledad, cuando en desierta estancia La v e n t a n a , sobre apacible naturaleza. Bajo u n a luz lejana, Traza ante sus ojos nebulosos Con renovado encanto verdeante La estampa inconsistente de su dicha p e r d i d a . T ú nos devuelves vírgenes las horas^ Del pasado, fuertes bajo el hechizo De t u mirada inmensa. Como guerrero intacto E n su fuerza desnudo tras de broquel broncíneo, Serenos vamos bajólos blancos arcos del futuro. Ellos, los dioses, alguna vez olvidan El tosco hilo de nuestros trabajados días, Pero t ú , celeste donadora recóndita. N u n c a los ojos quitas de t u s hijos Los hombres, por el mal hostigados. Viven y mueren a solas los poetas, Restituyendo en claras lágrimas La polvorienta agua salobre Y en alta gloria resplandeciente La esquiva ojeada del m a g n a t e henchido, Mientras sus nombres suenan Con el viento en las rocas. E n t r e el hosco rumor de torrentes oscuros. Allá por los espacios donde el hombre N u n c a puso sus p l a n t a s .
¿Quién sino t ú cuida sus vidas, les da fuerzas P a r a alzar la mirada entre t a n t a miseria, E n la hermosura perdidos ciegamente? ¿Quién sino t ú , a m a n t e y m a d r e eterna? Escucha como avanzan las generaciones Sobre esta r e m o t a tierra misteriosa; Marchan los hombres hostigados Bajo la y e r t a sombra de los antepasados, Y el cuerpo fatigado se rechna Sobre la misma huella tibia De otra carne precipitada en el olvido. Luchamos por fijar nuestro anhelo Como si hubiera alguien,más fuerte que nosotros. Que tuviera en memoria nuestro olvido; P o r q u e dulce será^pegarse E n u n abrazo inmenso. Vueltos niebla con luz, agua en la t o r m e n t a ; Grato ha de ser aniquilarse. Marchitas en los labios las delirantes voces. Pero aún h a y algo en mí que te reclama Conmigo hacia los parques de la m u e r t e P a r a acallar el miedo ante la sombra. ¿Dónde floreces t ú , como vaga corola H e n c h i d a del piadoso aroma que te alienta E n las nupcias terrenas con los hombres? No eres hiél ni eres pena, sino amor de justicia imposible. T ú , la compasión h u m a n a de los dioses. Luis
Cernada.
LA
ROSA
Esta es tu habitación, blancas paredes En las cuales la luz se halló de nuevo; Un resplandor en sombra de tus manos Va sobre cada objeto y cada cosa. Ya todo a ti se encuentra acostumbrado, A tu temperamento y tu sonrisa; La luz, poniendo paz entre las cosas, Lentamente atraviesa las persianas. Las formas que hacia ti lentas maduran, Más lentas junto a ti han de apagarse; Y hacia un rayo de luz cuelga una rosa, Aunque más en la luz estar quisiera. Crepuscular acoge la ventana Un cielo y un paisaje ya tardíos. Abre estival la mesa su madera Y la rosa crepita nuevamente. Hans (Traducción
Gebser
de Hans Gebser y Luis
Cernuda)
EL HONDO
SUENO
Este soñar a solas... |Si tu vida De pronto amaneciese ante mi espera! ¿Por dónde voy cayendo? Primavera, Mientras, en torno mío dilapida Su olor y se me escapa en la caída. jTan solitariamente se acelera —Y está la noche ahí, variando fuera— La gravedad de un ansia desvalida! Pero tanto sofoco en el vacío Cesará. Gozaré de apariciones Que atajarán el vergonzante empeño De henchir tu ausencia con mi desvarío. ¡Realidad, realidad, no me abandones Para soñar mejor el hondo sueño! Jorge
Guillen.
EL
TORO
DE
LA
MUERTE
Antes de ser o estar en el bramido que la entraĂąa vacuna conmociona, por el aire que el cuerno desmorona y el coletazo deja sin sentido; en el oscuro germen desceĂąido que dentro de la vaca proporciona los pulsos a la sangre que sazona la fiereza del toro no nacido; antes de tu existir, antes de nada, se enhebraron un duro pensamiento las no floridas puntas de tu frente: Ser sombra armada contra luz armada, escarmiento mortal contra escarmiento, toro sin llanto contra el mĂĄs valiente. Rafael
Alberti,
ODA
LAUTREAiAÍONT
Venid sobre el río ahora que la noche estrangula sirenas, con u n escapulario al cuello y los guantes ceñidos venid a contemplar como corre a la m u e r t e . Venid, señor, venid, n a d a temáis de los rumores, ni de los guardias, ni de las azucenas. D e r r a m a d sobre el p u e n t e el agua t a n helada de vuestros ojos, poned a secar vuestra capa a la luz de las estrellas. N a d a temáis, confiad, creed, estrechad mi m a n o , que os t r a t a r é de t ú como si hubieseis muerto o estuvieseis desnudo. Acercaos, señor, libre de luces, libre de t r a n s p a r e n t e s albas. Es ahora, en esta hora cuando zarpan las nubes destilando anilina, gordas, desvinculadas. Ahora cuando duermen las gallinas y los ladrones crecen cubiertos de ganzúas con antifaces pálidos y oscuros sobresaltos. Venid ahora a contemplar el Sena en donde vuestra luz está dormida bajo orines y voz de cargadores, en aguas turbias libres de h a b i t a n t e s . No h a y más que señalar la circunstancia y no os quedáis dormido t o d a v í a .
II Corred, oh corred, huid, oh huid, huéspedes desvalidos, colonia sin raíces, en el viento que vierte magnolias y rocío, en su país, en su lugar, en su dominio. Sobre la tierra huid, oh huid, perdeos, que abre su boca negra el desdentado invierno, por donde u n temporal de lenguas desatadas sale a cantar, sale a morirse. O buscad más abajo, buscad, buscad estrechas galerías de topos y lombrices, donde duerme su sueño seguro la t o r t u g a p a u s a d o , verde y silencioso. O volad más arriba, volad, volad, pero tened cuidado con los pájaros plúmbeos, t r a t a d de no meteros con cometas y brujas en sus escobas desgarradas. O echaos a la muerte en este i n s t a n t e o lúgubre ladrad para que os acometa y en su barriga verde, en su viscera r o t a os tenga preparado el hospedaje. O morios o vivid o huid. El aire, el viento negro, los astros, las escobas o las sendas de cifras pestilentes y duras en donde los gusanos solazados respiran.
III Aquí tenéis u n lirio a p t o para la noche, aquí tenéis la noche a p t a para vuestras fechorías, para vuestras blasfemias, para vuestra t u b e r culosis, aquí tenéis u n reloj donde el tiempo m a d u r a , aquí tenéis el tiempo r o n d a n d o por la eternidad, aquí tenéis la eternidad y vuestro corazón deseoso de c a n t a r , aquí tenéis u n mástil, una sortija, u n a botella que cuando se la pone de través deja oir niños sin cabellos, canciones y gritos de socorro submarinos, aquí tenéis u n m a p a donde h a y u n a isla señalada con u n a cruz azul entre las cejas y finalmente aquí tenéis el filo de mi espada apoyados en el cual los perros aullan y los bebedores lloran lágrimas de carbón. Sigamos nuestro camino, yo puedo conduciros a los más negros túneles o a los más verdes cielos, en u n cristal de puras esencias minerales puedo llevaros a los colegios y a los embarcaderos. Puedo llevaros a pie o a caballo en vuestra sombra a los lugares más tristes, a aquellos en donde el corazón deja caer sus algas y las brújulas mueren y el silencio infinito. Maldoror, buendoror, buen amigo, mal hijo, m a l h o m b r e , b u e n asceta de zapatos heridos, b u e n calor, mala miel de hormigas m a t u t i n a s , m a l viaje, b u e n abrazo, m a l dolor, buen sonido.
Con palmeras sin sombra, con pirámides viudas, sobre el mar donde entonces saluda mi e s t a t u r a , en el viento de arroz que reparte navajas, en u n barco de noche, sin piedad, en la lluvia, con los ojos ajenos al tiempo p e r m a n e n t e y en los labios u n ángel con u n avión a cuestas y bajo el gran paraguas que t o r m e n t a s oculta, y con definitivos clavos, con llaves negras, con rosarios de nudos en la voz y en las manos marchamos Maldoror, buendoror y fatiga. Qué atados, qué difuntos, qué bandoleros turbios en qué noche, en qué tierra t a n áspera y amarga! Luis
Enrique
Délano.
FIN
DE
ELEGÍ
Agrios huyendo los desvelos el viento sólo dentro de mis
A
mudos, venas,
por dentro de tu falda sólo el viento: a mí corriendo nudos al pié y a la gargnutn queriéndome
en la muerte besar celo
y a tí con manos de grietas y de arena mordiendo el terciopelo de tu carne, cuando solo en deseos yo
moría,
cuando tan solo te besaron oceánicas brisas
siempre
impregnadas
de sales y vapor y mi
mirada.
Después... ya todo lo demás lo sabes tu tan bien como yo
mismo.
Al fin el viento ha muerto en mis
espaldas.
¿Qué será de la tarde ya sin viento? Igual, igual a lo que fué de mí, mientras estabas tú, sobre la espalda del viento
muerta. A.
ARAGÓN.
ESTOS SON LOS (FRAGMENTO
OFICIOS FINAL)
II Primero son los bueyes. Primero las testuces humilladas y los hombres desnudos, y la tala del bosque con sonido a lamento. Primero cierta estrella brilla más alta o baja y las grullas anuncian las lluvias invernales preparando la gracia y las espigas. Primero son los bueyes con mugidos espesos dominando la tierra p a r a las amapolas y el amor de m a y e con u n duro silencio de madera de encina, de espaldas fatigadas y soledad m u y alta, de arados y cervices y gañanes poblados de tristeza y de trabajo, y de amargas palabras o crepúsculos rotos. Primero son los bueyes y luego vendrá el p a n en los oficios, vendrá el pan, el aceite y la canela, después de golondrinas llorando por el cielo, pasadas las cigarras y las roncas voces del estío, vendrá el p a n y la l u m b r e , vendrá el amor de invierno después de los vapores calientes de la tierra y de las fiebres lentas o círculos de plomo que pesan en el fino lenguaje de las hoces, y lejos de la trilla, m u y lejos délas noches lascivas como labios, de las noches azules de muslos entreabiertos y de olores profundos a senos fatigados, a sudorosos vientres de amor y de verano, vendrá el pan de los hornos, las calientes hogazas con sabor de t a h o n a espesas o t a n graves como besos de agosto.
Primero son los bueyes, las minas o los huertos, el barro, los andamios, las maderas distintas, las selvas ordenadas, el cáñamo, las rocas, los talleres, y ese bronco destino de sal y m u c h e d u m b r e s , de anónimas arterias como enjambres de fuerza midiendo el aire, el agua, dominando la arcilla y aguzando el acero para c a l m a r l a m u e r t e . P a r a esperar el beso, para i n u n d a r la sangre de formas y jilgueros, se han buscado primero las minas, se h a n talado los bosques, se h a n herido primero las manos con hollín y cemento. Con h u m o de carbón y desprecio del llanto, hay voces, lentas voces, h a y voces más calientes y más frías y h a y voces trabajando con aroma de pozo, subterráneas p a l a b r a s con sabor a metales, quijadas casi verdes de h u m e d a d oxidada y manos t a n profundas que arrancan de la tierra c a m p a n a s y martillos, a z a d a s , cubos, hachas, vigas y p l a t a p u r a y metal amarillo y lingotes de m u e r t e , el carbón jubiloso de los barcos y trenes cuyas sirenas muerden a gritos en la noche, y acero para rejas de cárceles oscuras y plomo para balas que destrozan la v i d a . H a y manos peligrosas, h a y manos sometidas a oscuridad sin fondo, y hay cemento y h a y cal, y h a y manos que construyen habitaciones p u r a s , techos t a n inocentes, palpitantes paredes donde se yergue u n beso, ladrillos apilados, petrificados testigos candorosos, albañiles albergues del yeso y de u n olvido, de una esperanza oscura con sabor a doncella.
de un llanto, de una m u e r t e , de un latido al galope tendido hacia otras manos o de negras derrotas de pólvora o de yel. H a y manos peligrosas, h a y frentes, no h a y respeto. H a y andamios colgados como distancia viva, h a y sucios fogoneros y espuma y dinamita, h a y alfares y h a y luz y cieno en las letrinas de sofocantes gases amarillos. H a y madera de pino rezumando amor verde, hay caucho en unos bosques que otros ojos ignoran y h a y labores diversas donde el sol sabe a e s t a ñ o . Y más, yo no recuerdo. H a y más trabajos puros al sur y en el oeste. H a y bombillas azules y el sabor a calambre y amperios y veloces corrientes como voltios, y hay ácido sulfúrico que muerde ciudades de palastro, y h a y decretos de zinc para manos azules, para senos azules; para pechos sin luz, h a y una luz, un árbol, un júbilo poblado de pájaros y harina con suavidad de hueso, con un calor de otoño, de plumas imprevistas, de almendros florecidos y palomas leales. III Estos son los oficios. La ley de los trabajos es ésta decretada, entre b r u m a s , por alcaldes del m a r . Abuelos ignorados con amianto y madera me reservan u n sitio de alquitrán, u n resquicio de brea, u n pequeño agujero de sal p a r a cavar mis versos en los petrificados surcos de la sangre, p a r a notar mi sangre y otra sangre y u n júbilo seguro de latidos al vuelo. ARTURO
SERRANO
PLAJA.
Hans Cebser ha publicado ZEHN GEDICHTE y tiene en prensa actualmente GEDICHTE 1934-1935. Sunombre aparece en revistas como DIE KOLONNE, DER WEISSE RABE, DER FISCHZÜG, y en una reducida antología, POETÍSCHES TASCHEiXBLCH 1935. En unión de Roy Ilewin Winstone, ambos versados ampliamente en literatura española, ha traducido al alemán Io9 poetas del antiguo grupo LITORAL, formando un volumen de poesía española contemporánea, próximo a publicarse en Berlin. L. C