BREVES APUNTES PARA LA VISITA AL PANTEÓN DE LOS HOMBRES ILUSTRES DE ATOCHA
Ricardo Hernández Megías, enero 2011.
Para hablar sobre el Panteón de hombres Ilustres de Atocha, debemos de tener en cuenta, primeramente, los terrenos donde se asienta, que no son otros que los de la antigua Basílica de nuestra Señora de Atocha, pertenecientes al Patrimonio Real, de cuya familia y desde muy antiguo es la Patrona. ERMITA DE NUESTRA SEÑORA DE ATOCHA.- Según los documentos que se conservan en la Catedral de Toledo, ya se conocía en el siglo VII la existencia de una ermita dedicada a la advocación de dicha Virgen, según nos cuenta San Ildefonso, informando de su situación en la vega de Madrid, extramuros, definiendo la talla en actitud sedente, llevando al Niño Jesús en su brazo izquierdo y teniendo una manzana en su mano derecha, signo de redención.
Actual fachada de la Basílica de Ntra. Sra. de Atocha
Como todo lugar que se precie, también la leyenda hace acto de presencia en la aparición de la Virgen de Atocha y en la construcción de la 1
ermita a ella erigida: Dice ésta, que fue por el año 720 cuando se llevó a cabo una gran hazaña guerrera por un caballero madrileño llamado Gracián Ramírez, especialmente devoto de la imagen en su ermita, que fue respetada por firmarse las capitulaciones de Madrid con los moros en sus luchas constantes. Parécese que un día, sin que nadie supiera cómo, desapareció la imagen de la ermita y todos los devotos se lanzaron a buscarla por los alrededores, encontrándola en un campo de tochas o atochar (campo de cardos), donde decidieron levantar una nueva y más firme edificación para preservarla de posteriores hurtos, lugar de donde le viene el definitivo nombre a la Virgen de Atocha. Los moros, al ver a los cristianos levantar nuevo edificio y creyendo que se trataba de una fortificación, decidieron atacarles y eliminarlos para siempre. Los cristianos, al ver la fuerte acometida de sus enemigos y viendo el peligro de que sus mujeres e hijas cayeran en sus manos y fueran ultrajadas, decidieron degollarlas y poder así comprometerse hasta la muerte defendiendo el sagrado lugar. La suerte les fue propicia y vencieron con gran valentía y arrojo al más numeroso enemigo. Al volver a dar gracias a la Virgen se encontraron Talla de la Virgen de vivas y sanas a todas sus mujeres orando ante la Atocha imagen, lo que consideraron un gran milagro, por lo que siguieron trabajando en la consolidación de sus muros y enriquecimiento de su interior. Recordemos que esta historia del degollamiento de las esposas y del encuentro de ellas vivas ante el altar de la Virgen, ha sido recogida por Lope de Vega, Zorrilla, Rojas y Hartzembuch. Dicha capilla no tendrá mayor relevancia durante siglos, hasta que en 1083 Madrid es conquistada por Alfonso VI de Castilla, que le da riquezas para su mantenimiento y el de varías canonjías. Pero es en el siglo XVI y ante el estado ruinoso de la ermita cuando fray Juan Hurtado de Mendoza, confesor de Carlos V, decide reformarla para convertirla en una gran iglesia, así como, aprovecha los terrenos colindantes, pertenecientes a los canónigos de Santa Leocadia de Toledo, para construir un convento de dominicos destinados a conservar el futuro Santuario, según concesión del Papa Adriano VI, de fecha 11 de julio de 1523. Decisiva fue la devoción que le profesaba a la Virgen de Atocha el rey Felipe II, quien la llamaba patrona de Madrid y de todos los reinos. Tal era su veneración a la Virgen, que siempre que había una batalla o después de ésta, el rey acudía al Santuario para pedir o agradecer su ayuda. Cuenta la 2
leyenda, que estando el rey en Extremadura y habiendo caído enfermo grave de tercianas, el pueblo de Madrid sacó a la Virgen de Atocha en procesión pidiendo el favor de la curación para el rey, el 25 de marzo de 1580, consiguiendo pronta mejoría del monarca. Felipe II mandó edificar la Capilla Mayor. A partir de ese momento tanto los reyes de la Casa de Austria como los Borbones pusieron bajo su patronato real a la Basílica de la Virgen de Atocha dotándola de bienes y riquezas considerables, restaurándola cuando ésta sufrió un pavoroso incendio en 1652, reinando Felipe IV, hasta que en 1808, las tropas invasoras francesas expulsaron a los dominicos y la convirtieron en cuartel, saqueándola y destruyendo parte de la misma. En tiempos de los Borbones y una vez vencidos los ejércitos franceses, los dominicos vuelven al convento de Atocha, hasta la exclaustración 1834, lo que produjo grandes daños a la iglesia, convirtiéndose el convento en cuartel de inválidos y la iglesia en parroquia castrense. El 12de noviembre de 1863 el Papa Pío I la convierte en la primera Basílica Menor de Madrid. En 1888, siendo reina regente María Cristina, viuda de Alfonso XII, viendo el estado de ruina en que se encontraban los edificios mandó se derrumbara y se construyera un nuevo complejo que incluyera, adosado al templo, un Panteón de Hombres Ilustres. El concurso público lo ganó el arquitecto Fernando Arbó y Tremanti, proyectando una basílica estilo neobizantino, con un campanil, y un panteón inspirado en el Camposanto de Pisa. Las obras comenzaron en 1891, pero por problemas económicos sólo se pudo levantar el campanil y el panteón. Nuevamente, en 1924, los dominicos, ante la paralización de las obras solicitaron al rey Alfonso XIII que les facilitara los medios para la restauración del convento y de la iglesia. Así lo hizo el rey, regalándole nuevos terrenos y dando el permiso de seguir con las obras, pero esta vez al margen del proyecto de Arbó. El 20 de julio de 1936, como tantas iglesias madrileñas durante la guerra civil, fue incendiada, perdiéndose toda su riqueza interior en obras de arte, pudiéndose rescatar no obstante la talla de la Virgen de Atocha, llevada días antes a casa de un devoto. Habría que esperar hasta la Navidad de 1951 para inaugurar la nueva iglesia, esta vez con trazos de arquitectura madrileña, de ladrillo visto y estilo neoclásico, que es como la conocemos actualmente los madrileños. Terminar esta primera parte diciendo que desde hace muchos siglos, tanto la Casa de los Austrias como la de los Borbones la han tenido como 3
su patrona real. Frente a su Altar Mayor se han casado algunos reyes o bautizado algunos príncipes, y a ella se acercan después de las ceremonias nupciales realizadas en otras iglesias, para hacerle ofrenda del ramo de novia, como ha sucedido no hace mucho tiempo con los príncipes don Felipe y doña Letizia. EL PANTEON DE HOMBRES ILUSTRES.Ya hemos indicado anteriormente que es un diseño del arquitecto Fernando Arbó y Tremanti, de estilo neobizantino, levantado en lo que iba a ser el nuevo proyecto de la Basílica de Atocha y que por falta de dinero sólo se pudo levantar el campanil y Presentación de la Infanta a la Virgen de Atocha el panteón. Está situado en la calle Julián Gayarre, por donde tiene su entrada, entre el Paseo de la Reina Cristina y la Avenida de Barcelona. El levantar un panteón a los Hombres Ilustres ha sido idea recurrente de los gobiernos de España, sean éstos del color que sean. Un país como el nuestro donde nunca se han respetado los derechos individuales de los vivos y en donde siempre hemos disparado sobre todo aquello que sobresalga por encima de nuestro hombro, en un ejercicio de cinismo muy en consecuencia con nuestro grado de empobrecimiento moral como pueblo, no hemos tenido ningún prejuicio a la hora de “honrar” con los máximos honores y agasajos a aquellos que Fachada San Francisco el Grande pasaron a mejor vida, levantándole, eso sí por suscripción popular, es decir, con dinero del contribuyente, magníficos monumentos funerarios, a imitación de las honras que los paises anglosajones vienen haciendo con sus grandes hombres. En España, la idea de levantar un panteón ya venía de antiguo, siendo votado en las Cortes Generales, el 6 de noviembre de 1837, el proyecto de convertir la iglesia de San Francisco el Grande en Panteón Nacional de Hombres Ilustres, que acogería los restos mortales de los personajes considerados de especial relevancia en la historia de España, elegidos por 4
dichas Cortes a los cincuenta años de su fallecimiento. Cuatro años después, en 1841, la Real Academia de la Historia fue encargada de proponer una primera lista de personajes que habían de ser enterrados en dicho Panteón. Esta primera idea tuvo que esperar muchos años hasta llevarla a cabo, siendo en 1869 cuando realmente se nombró una comisión de hombres relevantes que se pusieron a trabajar para localizar los restos de los personajes dignos de tal homenaje. Entre estos personajes señalados para la localización de los restos mortales de sus compatriotas estaban Fernández de los Ríos, Olózaga, Francisco Silvela, Figueras, Hartzembuch, etc.
1º Proyecto de la basílica y panteón de Hombres Ilustres
Desgraciadamente no pudieron ser hallados, por desidia y para vergüenza de nuestros representantes políticos y académicos, los restos de Cervantes (sus huesos se encuentran en el osario del convento de las Trinitarias, de Madrid), Lope de Vega, Luis Vives, Antonio Pérez, Velázquez, Jorge Juan, Tirso de Molina, etc. Finalmente, el 20 de junio de 1869, fue inaugurado dicho Panteón. Dicen las crónicas que describieron tales hechos que: se formó una comitiva de más de cinco kilómetros, desfilaron las carrozas fúnebres acompañadas de bandas de música, unidades del Ejército y de la Guardia Civil, estudiantes, religiosos, políticos e intelectuales. Se dispararon cien cañonazos y al entrar los restos en la Basílica se encendieron tres grandes lámparas.
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Patio porticado del Claustro
Los restos que acogieron este primer panteón fueron los de los poetas Juan de Mena, Garcilaso de la Vega, y Alonso de Ercilla; los militares Gonzalo Fernández de Córdoba (el Gran Capitán), y Federico Gravina; el humanista Ambrosio de Morales; el justicia Mayor de Aragón Juan de Lanuza; los escritores Francisco de Quevedo y Pedro Calderón de la Barca; el político Marqués de la Ensenada y los arquitectos Ventura Rodríguez y Juan de Villanueva. Poco duró este aparatoso e incongruente proyecto. Años más tarde, los restos depositados en una de las capillas de San Francisco el Grande fueron devueltos a sus lugares de origen. Hemos dicho anteriormente, que el convento de los dominicos, tras la Guerra de la Independencia de 1808, quedó bastante deteriorado. No obstante, los monjes volvieron a ocuparlo hasta la exclaustración de 1834, fecha en la que nuevamente abandonaron el edificio, ahora en completa ruina. El convento pasó a ser cuartel de Inválidos, por lo que varios de sus directores fueron enterrados allí, entre ellos José Palafox, Francisco Castaños, Manuel Gutiérrez de la Concha y Juan Prim, además del político Antonio de los Ríos Rosas. 6
Cuando en tiempos de la regencia de María Cristina y debido a la existencia de dichos enterramientos se propuso el levantamiento de la nueva basílica de la Virgen de Atocha, se solicitó un proyecto de obras que tuviera un anexo que diera acogida a dichos restos, más los de sus ministros y hombres influyentes de su regencia. El proyecto era muy ambicioso, como correspondía a una mujer que nunca supo diferenciar lo que era manejar dineros propios o dineros del país y fracasó con la realización de las primeras obras, que incluían el campanil y el panteón, dejando sin terminar lo que iba a ser templo de la Corte y sede de las ceremonias reales. Tampoco sirvieron para nada los enormes gastos que representaron el levantamiento de los túmulos funerarios entre los arcos del claustro, de la mano de los mejores escultores del momento, como lo eran Mariano Benlliure, Querol, Ponzano, etc. En 1858, los restos de Palafox fueron trasladados a la Basílica del Pilar de Zaragoza y los del general Castaños a la Iglesia Parroquial de la Encarnación de Bailén, en 1863.
Entrada al Panteón de Hombres Ilustres de Atocha
En años posteriores fueron trasladados a dicho panteón los restos de los políticos Francisco Martínez de la Rosa, del sacerdote extremeño Diego Muñoz-Torrero (muerto en la cárcel del penal de San Julián de la Barra, Portugal), Juan Álvarez Mendizábal, el también extremeño José María Calatrava, Salustiano Olózaga, Agustín Arguelles (a quien la reina Isabel II había levantado en el cementerio de San Nicolás un hermoso panteón de mármol, muy parecido al que después se erigió por suscripción pública al político y dramaturgo extremeño don Adelardo López de Ayala en el 7
cementerio de San Justo), Antonio Cánovas del Castillo, Práxedes Mateos Sagasta, Eduardo Dato y José Canalejas. Salvo los de estos dos últimos, que siguen reposando en el panteón, los restos de los demás fueron reclamados por diversas ciudades a través de los años. Para finalizar este trabajo y poder pasear por entre los maravillosos monumentos funerarios sabiendo su autor, vamos a señalar a cada uno de sus escultores:
Panteón de Canalejas. Obra de Mariano Benlliure.
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Panteón de don Manuel Gutiérrez de la Concha, marqués del Duero. Obra de Arturo Mélida.
Panteón de Ríos Rosa, obra de Pedro Estany.
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Panteón de Práxedes Mateos Sagasta, obra de Mariano Benlliure.
Panteón de Cánovas del Castillo, obra de Agustín Querol
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Pante贸n de Eduardo Dato, obra de Mariano Benlliure
Templete proveniente del cementerio de San Nicol谩s, obra de Federico Aparici, Ponciano Ponzano y Sabino Medina
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Detalle del Templete
Templete.- (1857, trasladado al jardín en del panteón en 1912), de Federico Aparici, Ponciano Ponzano y Sabino Medina. Denominado Monumento a la Libertad, está formado por un cuerpo cilíndrico cubierto por un tejado cónico, rematado por una alegoría de la Libertad esculpida por Ponzano. Tres estatuas de Medina, representado la Pureza, el Gobierno y la Reforma, se apoyan sobre los sarcófagos de Mendizábal, Argüelles y Calatrava, para cuyos restos estaba destinado el monumento, aunque luego acogió también los de Muñoz-Torrero, Martínez de la rosa y Olózaga. Fue inaugurado, por suscripción popular, el 20 de febrero de 1857 en el desaparecido cementerio de San Nicolás y trasladado al Panteón en 1912.
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