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Miguel Desiderio Belmar
“Yo me visto de gaucho nomás, estoy orgulloso. Siempre ando de bombacha, alpargatas, sino de botas, pañuelo al cuello boina, así es mi modo de vestir. Antes había mas gente que se vestía así, porque había gente que se dedicaba a eso y hay gente grande que sigue vistiéndose de gaucho siempre, como yo. El que se vestía de gaucho, ahora mucho no la quiere usar porque capaz la gente se va a reír. Muchos dirán: “Mirá este pobre gaucho o mirá este indio”, porque uno se viste así. La gente de ahora dice que uno es indio por andar vestido así, pero a mi me gusta. Yo lo veo algo cultural, algo lindo, volver a la tradición. Es algo lindo para mi, ver un gaucho bien vestido. Pero por ahí también dicen “Vamos a verlo a éste que siempre lo veo vestido de gaucho, que tengo un cordero para comer y no se como carnearlo”. Ahí si se acuerdan y van a verlo a uno, capaz que era la misma persona que dijo: “¡Que sabe, pobre gaucho!” Nadie me lo ha dicho directamente, pero si uno se da cuenta que por ahí, que lo miran de reojo. Esta tradición se va a perder con el tiempo, si ya nadie quiere. Mi padre es gaucho también, siempre se viste de gaucho, ya venimos de esa descendencia de ser gaucho. Él me enseñó y después yo me hice en el campo, quise ser yo gaucho. De chico veía a las personas, sus recados, sogas y decía que de grande yo también las iba a tener y las tengo y siempre las conservo. Gaucho es el que sabe hacer un asado, herrar un caballo, trabajar en el campo, sabe rodear animales, sabe carnear, ese es un gaucho. Siempre y cuando se defienda en el campo para trabajar, para esquilar, rodear, para bañar a un animal, preparar un baño, trabajar en los corrales eso es una persona gaucha. Si se dispara un animal, antes cualquier gaucho si tenia un lazo salía a buscarlo, y decían -Que un gaucho lo enlace… Eso es una persona gaucha. Si tengo que salir al campo, salgo a trabajar por día para no perder la costumbre de uno. Salir a rodear, a trabajar a los corrales, a pelar ojos. El campo es sano, es otra vida, será que a uno le gusta o la vivió. Yo a aquel pibito que quiere aprender le voy a enseñar, a herrar un caballo, a carnear, a tusar un caballo. Pero primero que estudien, si quieren aprender yo les voy a enseñar pero que estudien, que tenga su estudio porque la vida de campo es linda pero no es para vivir. Todo lo poco que yo sé, le puedo dar una mano, se la voy a dar, siempre lo hice porque la vida de uno es así. Porque el campo siempre fue así, el pobre gaucho es gaucho no más, siempre tuvo toda la vida en el campo, y cuando envejeció. ¿Qué le queda? Una casa, una familia, no nada”.
Miguel Desiderio Belmar
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CAPÍTULO n°1 peones
Siempre sentí una gran admiración por el trabajador de campo. Hombres jóvenes o maduros, generalmente solos, sin familia o alejados de ella durante años por razones de trabajo. Vidas solitarias. Se levanta muy de madrugada y mientras ensilla el caballo lo espera un dorado churrasco que acompaña con unas tortas fritas. Luego para rematar toma unos mates y sale de recorrida. En época de parición debe estar atento para levantar los corderitos débiles que quedan rezagados y a merced de los pumas o los caranchos y si encuentra un animal muerto, debe cuerearlo. Pero no hay para mí nada más triste y conmovedor que verlo atravesar las pampas y mesetas con su caballo de tiro, arriando a los animales y ayudado por sus fieles ovejeros. Horas y horas, semanas y hasta meses, siguiendo el paso lento de las ovejas, haciendo un alto y descansando en alguna hondonada, siguiendo los caminos de los abrevaderos. Larguísimos trayectos, a veces con viento en contra y con las manos y el rostro escarchados de frío. Al caer la tarde deberá buscar un reparo entre las matas negras, desensillar el caballo y comer un poco de carne asado sobre un fueguito de molle. Dormirá bajo las estrellas, siempre atento al ladrido de los perros y dispuesto a montar a caballo y salir a repuntar un piño asustado de ovejas. El gaucho tiene que ser también un buen cazador de chulengos y pumas, escondidos entre las rocas de la meseta. Debe ser un buen domador de potros hasta formar una tropilla dócil y apta para el trabajo. En sus ratos libres repara las riendas, bozales, cabestros, revisa los vasos de los cascos de sus caballos o trenza algún lazo o cabezada. Hombres serviciales y guapos para el trabajo, que se dan mañana para arreglar un molino, un techo o un alambrado. Soportando los achaques físicos de una vida a la intemperie, al frío y al viento, cuidando con esmero y como propios los bienes y los animales confiados a su custodia. La Patagonia nunca habría podido progresar sin el anónimo protagonismo del peón de campo. Por eso merece el recuerdo y la gratitud de quienes conocemos y apreciamos sus sacrificios.
Mini Mood Thomas de Ramos . “Por amor a mi tierra” . (2007)
José Jaramillo