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Leyendas Méxicanas Autor Cindel Guadalupe Salazar Romero traductor David Esquivel Ramirez revisor Martha Alejandra Santos franco ilustradorç Salma Mercado Meraz diseñador Cindel Salazar Maquetador: fotografía Luis Fiscal valenciano Edicióon 1, 2013
Leyendas méexicanas Abril del 2013 Libro de leyendas publicada Por editorial Cacko SA. de CV. Guadalupe # 312 Col. Centro Cp. 34000 Durango, Dgo. México Telefono (618) 8384276 Queda estrictamente prohibida la reproduccion total o parcial del contenido e imagenes de la publicacion sin previa autorizacion de Editorial Cackp MPRESA EN MÉeXICO TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS ISSN 8384276 - 011292 Leyendas.mexicanas@libro.com.mx
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Dedicatoria Quiero dedicar este libo principalmete a mis padres que me han apaollado a lo largo demi carrera a toda mi familia y al equipo con el que mme encuentro trabajando actualmente ya que sin ellos no podria ser posble este proyecto. Agradeser pirncipalmentea dios por esta oportunidadq y darle las gracias por las puertas que me ah ido habriendo durante esta etapa tan importante de mi vida. Y a ustedes que tendran la oportunidad de leer este libro tan interesante echo con mucha dedicacion y empe単o para todo el publico en general dandole un interesante dise単o y atractiva imagen para ustedes. :) Gracias
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El toro luminoso
Allá en San José de Prada,
Municipio de Villa de Casas; Pablo Zurita, vaquero a la antigua y gran conocedor, tenía en su rancho un buen número de cabezas de ganado, que personalmente cuidaban sus hijos Isidro, Alfonso y Enrique. De una vaca hosca nació un becerro gateado, extrañamente largo, les mamaba a las otras vacas y aporreaba a los becerros. Cuando creció dijo Pablo Zurita: “este animal tiene algo de raro, por la noche le brillan los cuernos y los ojos: en el primer chance lo vendemos”. Una vez destetado lo cambiaron por diez chivos y se lo llevaron muy lejos. En una campeada Isidro Zurita reconoció el torete gateado, que se había regresado a sus querencias. Fueron a avisar al dueño y dijo: “Ese
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torete tiene algo, se los regalo”. Ya de dos años entró al corral. Pablo Zurita le dijo a sus hijos: “Vamoslo capando para que en noviembre esté gordo y mandarlo a la matanza”. Isidro lo lazó de la cabeza e Isidro le echo un pial. Ya tumbado Enrique lo envedija y al intentar cortarle Pablo la bolsa de los huevos, la navaja no le entraba y de repente se reventaron al mismo tiempo las dos reatas; brincó arriba del corral de ramas y se perdió entre el monte. Nunca lo volvieron a ver, solamente su huella. Le pusieron lazo en las veredas, consiguieron perros, trajeron vaqueros de otros lados, jamás hubo uno que lo alcanzara. Más de un cazador sobre el haz luminoso de una lámpara de carburo, vio a un torazo gateado que le brillaban los cuernos y los ojos. Tírenle, dijo el dueño del rancho. El primero que lo hizo se le encasquilló un 3030; a un soldado que anda-
ba de visita le exploto un 7 milimetros; y al ultimo que lo intento con una escopeta cuata 12, al accionar el gatillo sintio una descarga electrica. Eso no es normal, son cosas de lucifer. Empezaron a nacer los becerros gateados, pasaron los años y muchos de ellos seguian naciendo, no obstante que no había toros de ese pelaje. Llegó eso que llaman progreso; vinieron las cercas, los potreros; llegaron razas nuevas, unas hoscas otras color barroso; también las de la joroba y seguían naciendo becerros de color gateado. Hace poco por los mismos rumbos cerca de Victoria, se estableció una lechería con puras vacas pintas de negro con un semental del mismo color, y todos los becerros nacieron gateados. La gente cuenta la leyenda de un toro que tiene pacto con el diablo. Si gustan vayan a aquella región, al sur de la Mesa del Melón, al poniente del Pi-
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cacho de San Francisco, y tal vez tengan la suerte de ver volar sobre la cerca de alambre, y meterse a los potreros y corrales de las vaquillas, un toro gateado
Leyenda del cerro de la vieja de Oaxaca
La localidad del Cerro de
la Vieja (Rancho Pequeño) está situado en el Municipio de San Pedro Mixtepec – Dto. 22 – (en el Estado de Oaxaca). Tiene pocos habitantes y se encuentra a 40 metros de altitud. Se dice que antes de que el lugar fuera poblado era sitio de casería. Y un día, uno de los cazadores persiguiendo una presa, llegó frente a una gran roca, en la cual estaba pintado el cuerpo completo de una hermosa mujer de largas trenzas, una india. Junto a esta piedra había enormes cantidades de plomo, así que el hombre llevando sus manos llenas, compartió su descubrimiento con los compañeros. Dando como
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seña aquel impresionante dibujo. Poco a poco la gente se fue interesando en acudir al lugar para conseguir materia prima para sus balas, y subieron al cerro, pero la mayoría de ellos regresaba decepcionado porque no podían encontrar la pintura de la india, tachando al hombre de mentiroso, pero al avanzar los días, de tres personas que iban a buscar plomo, solo regresaban dos, la gente empezó a desaparecer y tacharon el lugar de encantado. Se pensaba que la causante de todo esto era la india, aquel que tenía la “mala suerte” de encontrarse con ella, ya no volvía, creyendo que esta se desprendía de la piedra, persiguiendo a los buscadores de plomo por el cerro, hasta perderlos… pues en varias ocasiones, personas que pasaban por ahí, podían ver una mujer envuelta en una tela blanca que flotaba por el lugar. Y oían los gritos del
aterrado hombre, pero al ir a mirar, no se encontraban rastros de ella, ni del pobre tipo que gritaba. Desde entonces, se le nombró “El Cerro de la Vieja”, por la aparición que se presenta en él.
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Leyenda del fantasma del Cerro del Lobo
Se afirma que desde hace
varias décadas, en el cerro del Lobo (una Zona de Preservación Ecológica, también llamado Parque Ecológico de Santa Apolonia); ubicado en la ciudad de Pachuca de Soto, Hidalgo, México, se aparece una mujer vestida de blanco, lo hace solo en las noches de luna llena en las faldas del cerro. Las mujeres que se topaban con ella la describían como una chica joven, piel clara, cabello castaño largo, mediana estatura, ojos cafés y siempre vestida de blanco, y que en lugar de caminar, flotaba en el aire, no sentían miedo de ella, pues se ofrecía ayudarlas a cruzar el lugar sin peligro, ya que ahí sucedían muchos
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accidentes. A sus nuevas amigas, La Mujer de Blanco, les contaba el terrible destino que tenían los hombres las noches de luna llena. En cambio a los hombres les terminaba haciendo cosas malas, muy malas. Pues muchos de ellos se hallaban muertos en las laderas del cerro del Lobo, siempre el día después de la Luna llena, y todos tenían puesto un crucifijo de plata. Se dice que se atravesaba en su camino, lo seducía, se hacía seguir a la cima del cerro, para después arrojarlos desde las peñas, el silencio de la noche se interrumpía con los gritos desesperados de los hombres cayendo, acompañados de fuertes carcajadas que erizaban la piel. Después ella se alejaba flotando, hasta perderse en la oscuridad… La historia corrió por las cantinas, donde los borrachos
bromeaban sobre este fantasma. Una noche, el joven hermano de un hombre, que había sido encontrado con los huesos destrozados al pie del cerro, juró vengarse de esa mujer y enviarla al mismo infierno de donde salió. Se fue al cerro con pistola en mano, alumbrado por la luz de la luna llena. -Por fin te encontré-, le gritó el joven al verla, amenazando con su pistola. Pero ella lo hechizó mirándolo directo a los ojos, lo llevó hasta un barranco el cual ella cruzó flotando, pero él cayó gritando. Encontraron su cadáver como todos los otros, con la cruz en el pecho.
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Leyenda del tesoro de Exquitlán
dó poco tiempo después en el encierro impuesto por su propio padre.
Pánfilo enfermó al verse sin su hija, ya que era lo más que amaba en el mundo. Murió poco tiempo después, ivió hace algunos años en dejando una enorme fortuTulancingo, Hgo. El hacen- na. dado Don Pánfilo García quien poseía una inmensa El día del velorio cayó una fortuna, gracias a un pacto tremenda tormenta, el corcon el Demonio. El hombre tejo viajó asustado hasta el maltrataba a sus trabajado- cementerio porque la caja res, pues cualquier falta co- rechinaba desde. Se dice metida por estos, los hacía que hasta la misma tierra terminar con los puercos lo repudió, porque cuando hambrientos para ser devo- lo enterraban, el féretro era rados, como castigo. Tenía expulsado a la superficie, también un cuarto destina- sin importar cuantas veces do específicamente, para lo intentaran. el castigo de los peones. Entonces sus más fieles peoCuando su hija le confesó nes, llevaron el cadáver a las que estaba enamorada de montañas, cargando tamun peón y pensaba casarse bién toda su fortuna. De la con él. Don Pánfilo lo torturó, caja no dejaron de salir lay después lo hizo pedazos mentos, los burros cargados para dárselo a los puercos, de oro fueron tragados por todo esto ante los ojos de la tierra, y los peones consu hija, que no pudo sopor- denados a vigilar el cuerpo tar tal crueldad y se suici- de su amo. Aun después de
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su muerte, quedaron plasmados en piedra en una zona que se encuentra al oriente de Tulancingo, a un lado del cerro El Yolo. Se dice que parte de su fortuna está enterrada en el jardín de la hacienda Exquitlán, para llegar al tesoro, las noches de luna llena al dar las doce, se debe cavar donde indica la sombra de la cruz de la capilla. Que está custodiada por seres malignos, pues es un centro de adoración del demonio, los Angelitos llevan tridentes y la Virgen reza con la mirada hacia abajo.
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Leyenda de la Mujer que bailó con el Demonio
Esta
leyenda parece ser muy popular, pues se cuenta de un suceso similar en muchas regiones de la república. Fue en aquellas épocas de los salones de baile, cuando bellas muchachas se reunían para asistir en grupo a escuchar música en vivo y por supuesto sacudirse el polvo. En esa ocasión María había sido convencida por sus amigas de acompañarlas al evento, pero al llegar, inventaba cualquier pretexto para evitar subir a la pista con algún extraño. De pronto, entre la multitud resaltaba un hombre muy elegante de traje oscuro y fina ropa, se notaba entre los demás por sus acceso-
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rios de oro, seguramente era algún tipo adinerado en busca de pareja. Las amigas de María cuchicheaban pues este iba directo a la joven, que al tenerlo en frente no pudo negarse a acompañarlo, una vez en la pista, el extraño le decía tantas cosas bellas que María no podía mantener el paso y se le veía sonrojada. Varias tandas de canciones pasaron y pareciera apenas un segundo. Pasada la media noche, un desgarrador grito hizo callar hasta la orquesta, una muchacha muerta de espanto señalaba insistente hacia los pies del joven que bailaba con Maria, cuando los demás volteaban a ver, salían corriendo despavoridos, todo era tan rápido que aun María no se había dado cuenta, que el joven con el que bailaba tenia pesuñas en lugar de pies. Esté la besó tiernamente y desapareció entre un denso humo con
un fuerte olor a azufre. La mujer fue encontrada casi inconsciente con los brazos, espalda y cara desgarrada. Desde entonces fue conocida como la mujer que bailó con el demonio. Y quedaron en su cuerpo marcas, para siempre recordarlo. El lugar se cerró al público y por mucho tiempo quienes veían las ruinas compartían el hecho ahí acontecido.
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Leyenda de la mujer sin rostro
Se dice que tiempo atrás
vivía en las afueras de Oaxaca, una madre con dos hermosas hijas de 17 y 13 años. Se rumoraba de ella que era una bruja, pues tenía una malformación en su cara, la acusaban de causar muerte tan solo con la mirada, y la repudiaban al verla andar por la calle. Transcurrido el tiempo con tantas burlas a cuestas, ella se recluyó en su casa, pidiendo a sus hijas que trajeran las muñecas más hermosas que pudiesen encontrar, para cortarles la cara y cubrirse el rostro, aunque no fuera por completo, pues lógicamente las muñecas eran más pequeñas que ella.
dando resultado, una de tantas noches de locura y depresión, la madre tomó un cuchillo y fue hasta el cuarto de la mayor de sus hijas, la sorprendió sin darle tiempo de actuar, apuñalándola repetidamente, hasta arrancarle la vida, para después desprenderle su hermoso rostro, con el trofeo en manos, fue hasta su habitación, entre gritos de dolor y sufrimiento, también se desprendió su cara, y se cosió en rostro de su hija muerta con aguja e hilo. Cuando la menor de las hijas, llegó a casa después de viajar con su padre, encontró a su hermana sin rostro, muerta y descompuesta, aterrada, se dirigió donde su madre para también ser sorprendida con que tenia ahora el rostro de su hermana, el cual le había causado una terrible infección que la llevó a la muerte.
Por mucho tiempo no se Como su plan no estaba supo de la pequeña hasta
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1952 cuando se le encontró asesinando mujeres para quitarles el rostro, fue llevada a un manicomio, porque las únicas palabras que repetía eran -Mi hermana necesita un rostro, mi madre se lo robóal poco tiempo se suicidó, pero la gente cuenta que por los alrededores del lugar de su muerte aun se escuchan las palabras de preocupación por el rostro de su hermana.
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La Bestia Negra
El rancho de Don Diego no
era muy grande, pero estaba progresando, el trabajo ya era demasiado para Rodrigo, el único peón del lugar, quien le contó a su amigo Julián sobre la oportunidad. Ese mismo viernes Julián esperaba en el camino hasta que el peón saliera, pues habían acordado que así el patrón no dudaría en contratarlo, ya que Rodrigo pasaba los fines de semana en el pueblo con su familia y volvía hasta el lunes, dejando el rancho sin cuidado durante esos días. Después de darse el saludo al cruzarse en el camino, Julián se dirigió al rancho, era todavía un camino de veinte minutos. Cuando llegó al lugar antes de poner un pie fuera de la camioneta, un perro, negro y fornido,
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le ladro con furia apoyando sus patas en la puerta. El hombre intentaba calmarlo, pero el perro estaba desquiciado, ladraba repetidamente, jadeando sin cesar, se le erizaban los pelos del lomo, y la abundante espuma que salía por su boca le hizo enterarse a Julián de que el perro estaba rabioso. Sonó la bocina en varias ocasiones pero no obtuvo respuesta, así que mejor le dio por marcharse, para su mala suerte la camioneta no respondía. La dejó descansar un rato pero el sol que le daba directamente convirtió la cabina en un horno, el calor era tan intenso que empezaba a sentir síntomas de desmayo, no llevaba consigo ni una gota de agua. Como nadie respondía a sus llamado pensó que el animal ya habría atacado al pobre viejo haciéndolo pedazos, o no tendría ningún tipo de ayuda hasta el lunes que Rodrigo volviera.
Entonces tendría que resistir hasta el lunes pues no quería morir así nada más, de sed, atrapado por un perro rabioso que no dejaba de dar vueltas alrededor de su camioneta. El cual se volvía cada vez más loco con el aumento de la temperatura. Afortunadamente cayó la noche y Julián se quedo dormido, al despertar el siguiente día lo único en su cabeza fue encender el motor, que de nuevo no respondía, con la desesperación y el intenso calor de la mañana, no tardó en caer desmayado por la falta de agua. Cuando Rodrigo llegó el lunes, ahí estaba Julián inconsciente en su camioneta, Don Diego despedazado en la puerta trasera de la casa, y la bestia negra muerta debajo de la camioneta.
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despierto y hábil. Cuando el niño cumplió 6 meses la El coco madrina de la muchacha se dirigía hacia la iglesia para bautizarlo, pero cuann la Ex Hacienda de do cruzaban el rio el bebé Coahuixtla, Cuautla More- le dijo: los. Una de las más prosperas de la región trabajaba - Mira madrina ya puedo una hermosa mujer; su be- hablar, ya tengo dientes, y lleza era tal que muchos te voy a matar-, dicho esto, hombres la pretendían, y el bebé la mató y salto al rió, ella siempre se negaba. Un quedó incrustado en una día después de bañarse en piedra y después desapael rio, se topó con un extra- reció. ño forajido, montado en un enorme caballo negro. Que Se rumora que aquella ofreció llevarla a casa, la criatura era hijo del Diablo joven rechazó sus primeras y que desde entonces se propuestas, pero al final ter- aparece en la hacienda, minó por aceptar. asustando y haciendo malCreyendo que todo ha- dades a los trabajadores. Se bía llegado hasta ahí, la le atribuyen también algumuchacha se sorprendió al nas muertes, y se le puede verlo con frecuencia, a final ver en las ruinas y los túneles de cuentas, como todos los de la ex hacienda jugando demás trataba de enamo- con los huesos de las persorarla. Pero a diferencia de nas que ahí han muerto. los otros, él lo logró. La mujer quedó embarazada, y del Cuentan también que por sujeto ya no se supo más. los caminos rurales, se escuEl bebé nació a los 6 me- cha el llanto de un bebé. Al ses, pero era algo extraño, seguirlo conduce hasta un distinto a los demás, muy
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recién nacido, aparentemente abandonado. Quienes lo han recogido para llevarlo ante la policía o al hospital más cercano. Después de cargarlo un rato, sienten un repentino dolor en su brazo. Al voltear, ven con horror que el bebé, lo muerde con sus muchas hileras de dientes, y con voz ronca lanza todo tipo de insultos y amenazas.
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Leyenda del Callejón del Armado
Era costumbre en México
que muchas de las calles llevaran el nombre de un suceso significativo de la época, o de un personaje famoso aunque no ilustre. Fue así que entretejiéndose historias, se encontraban calles llamadas, El Callejón de la Muerte, el Callejón del Diablo, La Calle de la Quemada, etc. Y en esta ocasión mencionaremos aquel suceso que dio nombre al “Callejón de Armado“. Fue por allá en el siglo XVI, que existió un misterioso hombre rico, callado y triste que tenía por costumbre salir por las noches de su casa con rumbo al Convento de San Francisco, entraba en la capilla del Señor de Burgos y arrodillado, rezaba y lloraba. No hubo quien preguntara por sus
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penas. Aunque lo veían salir del Convento y visitar el resto de las Iglesias de la Ciudad, llorando en cada una de ellas, hasta altas horas de la noche cuando regresaba a su casa. Sin haber comprobado nada la gente se dedicaba a rumorar que en su juventud había sido un hombre malo, lo decían también por su fachada, pues siempre vestía una pesada armadura y casco sobre su fina ropa negra y portaba una espada y un puñal enfundados, la forma en que lucía le ganó el apodo de El Armado. Un día amaneció ahorcado en el balcón de su casa, contaba con una única criada, a quien los alguaciles que llegaron a descolgar el cuerpo no pidieron razón de nada. Nunca se supo su nombre ni su linaje. Poco tiempo después, cuando las personas pa-
saban por las ruinas de su casona durante la noche, escuchaban quejidos y sollozos, que al acercarse se convertía en un doloroso llanto que provenía del fantasma ahorcado de El Armado. Salían aun de sus ojos, gruesas lágrimas que escurrían por su pesada armadura.
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Leyenda de la Malinche
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a trágica vida de Malintzin comienza en Coatzacoalcos, era hija de un cacique, pero al tener su primer hijo varón decidió deshacerse de ella vendiéndola como esclava. A esta mujer se le dio el nombre despectivo de la Malinche, gracias al mal oído de los españoles. Años después, el conquistador Hernán Cortés la recibiría con un obsequio en Tabasco y fue bautizada con el nombre de Marina. Fue traductora-intérprete entre los españoles y los indígenas. Le mostró a Cortés las costumbres sociales y militares de los nativos, jugando un rol muy importante en la conquista. Cortés tuvo un hijo Malinche, Martín (primogénito pero mo). Comenzando
mestizaje, convirtiéndose en la primera madre de pueblo de México. Malintzin fue dada después al capitán Alonso Hernández Portocarrero, y años después fue casada con Juan de Jaramillo, con quien tuvo una hija llamada María Jaramillo. Tuvo un regalo de bodas nada despreciable: un vasto terreno cerca de Chapultepec, otro en San Cosme, la arboleda de Moctezuma en Coyoacán y las casas que ocupó en las calles de Medina, esta es la famosa Casa de la Malinche.
Tanto en vida, como después de su muerte, Doña Marina se convirtió en toda una leyenda, tanto así que incluso se llegó a integrar al mito de La Llorona, se decía que esta era la llorona, la que venía a penar del otro mundo por haber traicionado a los indios de su raza, con La ayudando a los extranjeros Cortés para que los sometieran. ilegítiasí el Entre las paredes de las ca-
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sas que habitó se escuchan sus lamentos, por ser despreciada y tratada como esclava. Se tiembla al verla venir, basta una mirada de sus ojos negros para infundir el miedo. Su sombra y el fantasma de pelo suelto y túnica flotante seguirán metiendo miedo, desde los bosques y las grutas de Chapultepec, lanzando en ya conocido grito: –¡Ay mis hijos!-.
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Leyenda de la Casa de los Enanos
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hasta que una de sus hijas se suicidó en el despacho. La casa fue abandonada hasta 1930, cuando Rogelio Rodríguez y su esposa, adquirieron la casa. Ella tras la muerte de su marido se volvió una persona sumamente reservada y de pocas amistades. Para cuidar sus muebles ordenó a la servidumbre abrir gradualmente las ventanas para que no les diera el sol, y también mandó construir muebles a la medida para sus nietos en el jardín porque no les permitía entrar en la casa. Así la gente que se asomaba, veía a los niños jugando en sus muebles pequeñitos pensando que eran enanos, de ahí se desprende su tan mentado nombre “La Casa de los Enanos”. A favor de esta hipótesis, la gente notó que el timbre y la mirilla estaban a la altura de la cintura.
bicada en la Avenida Juárez 1702 de la Ciudad de Puebla en México. Hay una casa hermética a cualquier mirada del exterior, la cual originó la leyenda de que vivían ahí, unos hermanos que se enamoraron y tuvieron hijos entre ellos, niños deformes y con baja estatura, por lo cual los padres cubrieron la casa para evitar a los chismosos. Otras personas dicen que se organizan ahí fiestas paganas y los participantes, entran y salen por un pasadizo subterráneo que da a un estacionamiento en Paseo de Bravo. Lo que se sabes sobre la casa es que en 1890 la fa- La anciana siempre manmilia Giacopello, construyó tuvo la misma servidumbre. la casa y habitaron en ella Los descendientes de sus
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tres hijos se fueron mudando hasta dejar a la abuela sola. Se dice que la anciana murió en 1988, pero en cierta ocasión un grupo de trabajadores, por órdenes de la servidumbre, permanecía con la puerta cerrada remodelando una habitación en el segundo piso, pero escucharon gritos horribles de una mujer. Al asomarse vieron a una persona tapada por completo, la llevaban abrazada e iba llorando intentando hablar pero no se le entendía nada. Lo que sí es comprobable, es que es el único edificio que funciona como domicilio particular en esa avenida, ciertamente está habitada y por alguien de mucho dinero, pues se encuentra en perfecto estado, arbustos recortados y paredes tan limpias como si se pintaran a diario. Se escuchan personas de jardinería y mantenimiento, ingresan coches con los vidrios polarizados.
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Cada vez que se pasa por ahí es inevitable sentir curiosidad por los secretos que ahí se encierran, mucho más porque en cierta ocasión un anuncio en la reja de la casa solicitaba personas para el servicio, poniendo como únicos requisitos: estómago fuerte y absoluta discreción.
cara de caballo.
Leyenda de la siguanaba
Una de las múltiples apari-
ciones nocturnas de México y Centroamérica es la Siguanaba, es una mujer espectral, vestida de blanco, de larga cabellera negra, con un cuerpo sumamente atractivo, pero con cabeza de caballo y que se aparece por lo regular a hombres que son infieles y gustan de vagar en la noche buscando aventuras nocturnas. Se hace seguir, por ellos, sin dejarse ver el rostro. La Siguanaba aparece en áreas rurales y poco pobladas, siempre ante hombres que caminan por la noche, asustándolos o matándolos. Conduce a sus víctimas a barrancos o desfiladeros, atrayéndolos a cuerpos de agua para ahogarlos o simplemente matándolos del susto al ver su horripilante
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Originalmente era llamada la Sihuehuet, y quedó embarazada de un hijo del dios Tláloc, pero le resultó infiel y en castigo, el dios de la lluvia la maldijo llamándola Sihuanaba (mujer horrible). Su maldición consistía en lucir hermosa para los hombres, pero al tenerlos cerca, se transformaría en un monstruo, originalmente solo una mujer con piel escamosa, garras, colmillos y con un cuerpo deformado. Condenada a penar por siempre a causa de la maldición y a aparecérsele a los hombres que vagaban solos por la noche; siempre en busca de su hijo el Cipitío, el cual siempre será un niño al que deberá cuidar. Según cuenta la leyenda en cierta ocasión, en el barrio de Ojo de Agua, caminaba un señor cuando vio que en el tanque de San Pedro se bañaba una mujer de pelo negro, muy hermoso y con
vestido blanco. El hombre le dijo piropos, la mujer salió del agua y empezó a llamarlo sin dejarse ver la cara. El hombre la siguió por muchas calles sin darle alcance, él sin poderla alcanzar, la muchacha se detuvo al llegar al cementerio. Lentamente se descubrió el rostro y volteó; el hombre esperaba ver una cara muy bella, pero en cambio, se dio cuenta que la mujer tenía cara de caballo. Ésta se abalanzó sobre él para tratar de llevárselo. En ese momento él comprendió que esa mujer era la Siguanaba. Él corrió a su casa asustado. Al día siguiente notó que su rostro y brazos estaban arañados.
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Leyenda del Cerro del Toloche
Al norte de la ciudad de
Toluca, se encuentra “El Cerro del Toloche”. Que en su interior alberga una cueva, llena de dinero y riquezas, según se dice. Para conseguirlo hay que encomendarse al mismo Diablo, y pedir acceso a un chivo negro de ojos brillantes que custodia la entrada por el lado de Santiago Miltepec. Echa la petición, el animal permite el paso, dejando que el visitante llene sus bolsas con riquezas… Pero en el justo instante de salir, el chivo dice: -todo o nada. Como nadie ha podido cargar con todo lo que hay dentro, salen con las manos tan vacías como a entrar. Se dice que hace más de cien años un zapatero pre-
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sumiendo de valiente, apostó con sus amigos conseguir una prueba de que había entrado. Ellos pidieron una naranja, y al siguiente día lo acompañaron a las siete de la mañana, para verlo salir a las ocho de la noche de la cueva. Contó que en la entrada había dos catrines que le ofrecieron dinero a cambio de dejar su firma escrita con sangre de la vena de su mano izquierda. Pero el hombre solo pidió una naranja. Le pusieron como prueba: sentarse sobre una víbora usándola como silla. Superó la prueba al evitar su mordida. Después lo enviaron sobre un asno a correr por la orilla de una laguna. Se libró de nuevo al no ser arrojado al agua. Superadas las pruebas, los catrines lo llevaron a ver montones de dinero y un paraíso lleno de árboles frutales de cualquier especie. Le ofrecieron tomar lo que
quisiera a cambio de dejar su firma escrita con sangre de la vena de su mano izquierda, el hombre de nuevo ignoro todas las riquezas y solo se llevó consigo una naranja. Lo tomaron entonces de los brazos y lo llevaban volando fuera de la cueva. Donde sus amigos esperaban. Llevaba la naranja en la mano como prueba de que había ganado la apuesta. Pero a los pocos días el zapatero simplemente desapareció. Se dice que en aquella firma ofreció su alma a cambio de una naranja… Tiempo después se culpó al chivo por la desaparición de muchas niñas que por ahí transitaban, y un sacerdote, fue a conjurar la cueva, siendo tapada con mampostería de piedra, y poniéndole una cruz de madera en el exterior, la cual existe todavía.
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Leyenda del Forastero y la niña
Se
dice que esta Leyenda está basada en un hecho real que sucedió en los pueblos de la sierra del Perú, es un lugar alejado de la carretera, donde las casas están alejadas 600 metros unas de otras. En una de ellas estaba hospedado un Forastero quien pasaría ahí una semana antes de reanudar su viaje, mientras descansaba, ya entrada la noche, recibió una visita inesperada, pues no conocía a nadie en ese pueblo, aun así, atendió a la puerta cuando llamaron. Al abrir, había frente a él una niña, de unos ocho años, tenía sobre su piel heridas de quemaduras, el forastero se muestra amable y le pregunta: -¿que necesitas niña a estas horas?-
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para lo cual ella tiene otra pregunta: -¿me regalaría un vaso con agua?,-Si, claro que si- le dice el hombre, muy dispuesto a ayudar, y después de darle el vaso, la niña se va. Al siguiente día la escena se repitió de nuevo, y así por cuatro días más, sin faltar a ninguno de ellos, la pequeña iba donde el forastero a la misma hora, y con la misma petición. Un poco intrigado el hombre decidió esperarla para hacerle algunos cuestionamientos, llegada la media noche, la niña estaba tocando a la puerta sin falta, la rutina no había cambiado, después de darle el vaso con agua, estaba lista para marcharse cuando el forastero le pregunta: -¿niña para quien llevas ese vaso con agua?ella responde de inmediato y sin vacilar: –Es para mi papá- sin haber despejado aun sus dudas el hombre pregunta de nuevo: -Y ¿porque no viene él?, ¿dónde está?- con completa tran-
quilidad la niña loe informa: -Él se está quemando- el forastero bastante sorprendido y con ánimos salir corriendo a ayudar le dice a la niña: -¿Quién es tu papá?la niña sonríe de forma traviesa y con una voz fuerte que superaba su cuerpo le responde de forma aterrorizante: –¡es EL DIABLOOO!-. Aquel grito fue escuchado por todo el pueblo y el forastero falleció dos días después. Se dice que la niña sale a penar cada 21 de febrero de todos los años, durante dos semanas atacando a turistas, se dice que solo a ellos, porque los pobladores de la región ya conocen la historia y no se atreven a abrir sus puertas cuando el reloj marca la media noche.
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Leyenda de la confesión de una muerta
Cientos de años atrás, du-
rante una cena, el Sacerdote de apellido Aparicio cenaba en casa de una noble familia. La amena convivencia fue interrumpida por los criados, avisando que un par de borrachos tocaron a la puerta buscando al Sacerdote. El religioso atendió al llamado, en el cual le avisaron que una moribunda necesitaba confesión y un carruaje estaba listo para llevarlo hasta su residencia. El barrio estaba poco poblado, y fueron hasta una casa ruinosa bloqueada con tablones en las ventanas y entradas. Había solo una entrada libre por la cual salió una ancianita andrajosa, que le dio indicaciones al Sacerdote para dirigirse al piso superior.
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Al subir se encontró a una joven con fiebre, acostada sobre un petate, llevaba un vestido de terciopelo y se adornaba el cabello con una diadema. En cumplimiento de su deber el religioso escuchó su confesión e inmediatamente después de absolverla de sus pecados, la mujer falleció. El Sacerdote entonces bajó en busca de la anciana para darle la noticia, al bajar la escalera esta se derrumbó, la anciana ya no estaba, tampoco el carruaje, por lo cual tuvo que regresar a pie. Cuando estuvo de vuelta en el lugar de la cena, platicó con sus anfitriones lo sucedido, inmediatamente el Señor de la casa, ordenó preparar una escolta armada para acompañarlo de nuevo al lugar de lo sucedido. Al llegar ahí, vio con extrañeza que la puerta por la que había entrado
estaba sellada. Los criados se encargaron de realizar una extensa búsqueda por el lugar, sin poder encontrar nada. El Padre Aparicio observó un pañuelo a los pies de una lápida en ruinas, cuando miró por la ventana. Los criados escarbaron y dentro de un ataúd encontraron un cadáver con vestido terciopelo y diadema. El Sacerdote nunca confesó el nombre de la muerta ni lo dicho en aquella ocasión. El Padre Aparicio no volvió a ser el mismo desde entonces, se volvió introvertido, se encerraba a orar a altas horas de la noche y su salud se vio mermada por la falta de descanso, ya que tuvo muchas dificultades para conciliar el sueño.
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el desconocido le dejó ver un ser horrendo que reía malignamente. El miedo parecía sujetar los pies del hombre en el suelo, pero aun así agarró fuerzas para n México existió una es- correr despavorido y escatrecha calle conocida con par de su desgracia. el nombre de Callejón del Diablo. Era lugar sombrío Cuando el borrachín corrió rodeado de árboles frondo- la noticia de que en el casos y en medio de la nada llejón de marras se aparehabía una casucha habi- cía el Demonio, muchos de tada por un hombre que los pobladores lo secundasufría de tuberculosis. Poca ron diciendo que habían gente se atrevía a deam- sido asustados por el monsbular por ahí, culpa fuera truoso espectro en alguna del nombre, o del pobre ocasión. Una persona entehombre enfermo, y quien rada del Diablo y sus cosas, tenía que cruzar por ahí lo aconsejó que para evitar hacía rápidamente. que el Maligno se instalara En cierta ocasión un borra- en el callejón, se depositacho caminaba por el calle- ran diariamente bajo el árjón oscuro, pasada la media bol infernal algunas ofrennoche, desde la distancia das, de preferencia joyas vio una figura que se apoya- y monedas de oro. Como ba en el tronco de un árbol. nadie quería que Lucifer se Pensando que alguien en la instalara en ese sitio, cada oscuridad quería atracarlo, mañana iban a dejarle obpara curarse en salud, corrió sequios a Satán. Las ofrencon las manos empuñadas das desaparecían así que hacia el extraño. Un destello pensaban que el Señor de de luz antes de toparse con la Oscuridad estaba com-
El Callejón del Diablo
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placido. Un par de pescadores escucharon la historia del Diablo de San Martin, y no muy convencidos del hecho se dispusieron a desentrañar tales apariciones. Llegada la media noche, dos siluetas se distinguían en medio del tétrico callejón. El Demonio estaba recargado en el árbol, esperando a los incautos que voluntariamente iban a perder sus almas en aquellos dominios del infierno. El Señor de las tinieblas estaba listo para mostrar su maléfico rostro, cuando… de repente tras la luz de una antorcha vio emerger una imagen peluda atravesando las llamas, dos negros cuernos y una larga cola, mostraban que se trataba del autentico Satanás. Le fue asentada una mordida en el trasero, con un ardiente fuego que le quemaba por dentro. El falso Satán salió corriendo y gritando -¡Jesús, el diablo
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quiere llevarme!-. El Demonio no volvió a aparecer por aquel callejón y poco tiempo después se supo un conocido personaje del pueblo presentaba una enfermedad extraña, evidenciada por llagas en las posaderas, producidas por quemaduras profundas. Los pescadores lo pusieron en evidencia cuando se expusieron como los autores del contraataque diabluno alegando que habían marcado al falso Lucifer con un tizón al rojo vivo. Las joyas fueron donadas a una institución de pobres y el recuerdo más vivo del hecho fue el nombre que le quedó a la callejuela, conocida por mucho tiempo como el Callejón del Diablo.
del reino de las aves, todos admiraban su conducta seria y prudente. Un día, en una fiesta en el palacio del reino de las aves, todas la aves se emborracharon con balché, el licor maya y convirtieron la fiesta en puros chiflidos y risas escandan El Mayab vive un ave losas. llena de misterio, solitaria y que habita entre las ruinas. Cuando pasó por ahí un Es el tecolote o tunkuluc- hombre maya conocido hú, quien hace temblar al por ser desagradable, se maya con su canto, pues metió a la fiesta dispuesto todos saben que anuncia a molestar a los presentes. la muerte. Algunos dicen El maya comenzó a reírse que lo hace por maldad, de cada ave, pero pronto otros, porque el tunkuluchú llamó su atención el tunkudisfruta al pasearse por los luchú. Sin pensarlo mucho, cementerios en las noches corrió tras él para jalar sus oscuras, de ahí su gusto por plumas, mientras el mareala muerte, y no falta quien do pájaro corría y se respiense que hace muchos balaba a cada momento. años, una bruja maya, al Después, el hombre arrancó morir, se convirtió en el te- una espina de una rama y colote. buscó al tunkuluchú; cuando lo encontró, le picó las Existe en torno a él una le- patas. Aunque el pájaro las yenda, que habla de un levantaba una y otra vez, lo tiempo pasado y lejano, único que logró fue que las cuando el tunkuluchú se aves creyeran que le había consideraba el más sabio dado por bailar y se rieran
Cuando el tunkuluchú canta – Leyenda prehispánica
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de él a más no poder. El pobre pájaro sentía coraje y vergüenza al mismo tiempo, pues ya nadie lo respetaría luego de ese día.
Ha sido hasta hoy la mejor venganza, pues el dicho es muy conocido y no falta quien se ponga a temblar cuando lo escucha cantar, pues su canto, es el canto Entonces, decidió vengar- que anuncia la muerte. se. Estuvo días enteros en la búsqueda del peor castigo; era tanto su rencor, que pensó que todos los hombres debían pagar por la ofensa que él había sufrido. Así, buscó en sí mismo alguna cualidad que le permitiera desquitarse y optó por usar su olfato. Luego, fue todas las noches al cementerio, hasta que aprendió a reconocer el olor de la muerte; eso era lo que necesitaba para su venganza. Desde ese momento, el tunkuluchú se propuso anunciarle al maya cuando se acerca su hora final. Así, se para cerca de los lugares donde huele a muerte, canta muchas veces. Por eso dicen que cuando el tunkuluchú canta, el hombre muere.
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Leyenda de las campanas de la Basílica
Hace años, había un ca-
pellán en la antigua Basílica de Guadalupe, se dice que era muy cumplido y puntual en su trabajo y nunca dejó de hacer bien su tarea. Hubo entonces una época en la que el clima se volvió hostil con los habitantes de la Ciudad de México, el viento fue tan frío que hubo muchas personas que con tan solo recibir un soplido de aire helado se enfermaron gravemente. Entre todas aquellas víctimas estuvo el capellán, la enfermedad le afectó a tal grado que en dos días sentía escalofríos constantes y ardía en calentura. Pero de igual manera sin importarle que mal pudiera sentirse, ni las enfermedades lo detenían para cumplir con su deber. En esta ocasión no fue diferente y a pe-
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sar de las recomendaciones del Abad o de las personas cercanas que le indicaban que debía guardar reposo, él seguía esforzándose al jalar las cuerdas y tocar las campanas, se negaba a que alguien más lo hiciera. Todas aquellas levantadas en las cuales se exponía al frío causaron que no le hicieran efecto los preparados medicinales que le llevaban las ancianas y los baños de pies fueron contraproducentes porque salía con el cuerpo caliente y regresaba en estado de choque por el cambio de temperatura. La muerte sorprendió al capellán que había sido durante mucho tiempo el encargado de tocar las campanas de la Basílica antigua, siendo digno de reconocimiento su empeño en continuar haciendo su labor, pero también fue el centro de comentarios que hacían ver su inútil terquedad, ignorando las recomendaciones que le ha-
cían, ya que si se hubiera cuidado podría haber salido de la enfermedad. Sin embargo, desde entonces se cuenta que ciertas veces las campanas comienzan a sonar sin motivo aparente. La gente atribuye a esto que tal vez el alma del capellán aún sigue cumpliendo con su tarea. Hace tiempo que se retiraron las cuerdas para mover las campanas, y el fenómeno sigue repitiéndose.
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Leyenda del Canancol
El Canancol es un ser simi-
vez fabricado el muñeco, se le colocan los ojos, que son dos frijoles; sus dientes son maíces y sus uñas, frijoles blancos; se viste con hojas de maíz. Cada vez que el brujo ponga uno de los órganos al muñeco, llamará a los cuatro vientos buenos y les rogará que sean benévolos con el amo de la milpa, y le dirá, además, que es lo único con que cuenta para alimentar a sus hijos. Terminado el rito, el muñeco es ensalmado con hierbas y presentado al dios Sol y dado en ofrenda al dios de la lluvia; se queman hierbas de olor y anís y se mantiene el fuego sagrado por espacio de una hora; mientras tanto, el brujo reparte balché, que es un aguardiente muy embriagante, con el fin de que los humanos no se den cuenta de la bajada de los dioses a la tierra. Esta es cosa que sólo el men ve.
lar a un espantapájaros que protege las cosechas de sus amos después de caer la noche. Son creados mediante un rito de sangre dirigido por un hechicero, por el cual el muñeco cobra vida y ataca a todo aquel que merodeé o robe en sus dominios. El Canancol es un muñeco, pero no es un muñeco común; es algo más; cuando llega la noche toma fuerzas y ronda por todo el sembrado; es fiel sirviente de su amo y es parte suya, pues lleva su sangre. Después de la quema de la milpa se trazan en ella dos diagonales para señalar el centro; un hechicero conocido como “men” toma la cera necesaria de nueve colmenas, recubre el canancol, que tiene un La ceremonia debe llevartamaño relacionado con la se a efecto cuando el sol extensión de la milpa. Una está en el medio cielo. Al
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llegar esta hora, el brujo da una cortada al dedo meñique del amo de la milpa, la exprime y deja caer nueve gotas de sangre en un agujero practicado en la mano derecha del muñeco, agujero que llega hasta el codo. El men cierra el orificio de la mano del muñeco, y con voz imperativa y gesticulando a más no poder, dice a éste: - Hoy comienza tu vida. Este es tu señor y amo. Obediencia, canancol, obediencia… Que los dioses te castigarán si no cumples. Esta milpa es tuya. Debes castigar al intruso y al ladrón. Aquí está tu arma -. Y en el acto coloca en la mano derecha del muñeco una piedra. Cuando el fruto comienza a despuntar, se descubre y cuando cae la noche, el canancol recorre el sembrado silbando como el venado, propinando pedradas mortales a quien se atreva a pisar las milpas de su amo. El dueño, al llegar a la milpa, toma sus precau-
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ciones y antes de entrar le silba tres veces, señal convenida; despacio se aproxima al muñeco, le quita la piedra de la mano y al caer la noche, vuelve a colocar la piedra en la mano del canancol, y al salir silba de nuevo.
La Leyenda de los Aluxes
En las noches cuando los
hombres se entregan al sueño hay criaturas que salen al mundo. Los Aluxes brotan a la luz de la luna. Pocas personas los ven, porque son ágiles, ligeros y traviesos. Su vida es un continuo jugar. Les gusta chapotear en las aguas, siempre están sonrientes y con ganas de desconcertar a los humanos. Por las noches, cuando todos duermen, ellos dejan sus escondites y recorren los campos; son seres de estatura baja, muy niños, pequeños, pequeñitos, que suben, bajan, tiran piedras, hacen maldades, se roban el fuego y molestan con sus pisadas y juegos. Cuando el humano despierta y trata de salir, ellos se alejan. Pero cuando el fuego es vivo y chispea, ellos le forman rueda y bailan alrededor; un pequeño ruido les hace huir
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y esconderse, para salir luego y alborotar más. No son seres malos. Si se les trata bien. Los Aluxes del Maya ALUX son Duendes traviesos que deambulan por milpas y montes después de la puesta del sol. Calzan alpargatas y portan sombrero, presentando los rasgos de un niño indígena de tres a cuatro años, viven en las cuevas y grutas con sus perritos de barro, a veces se les oye tocar sus instrumentos que son algo así como trompetas, también de barro. Generalmente son inofensivos pero si llegan a molestarse con algún ser humano pueden enviarle un aire enfermante que produce escalofríos y calentura, estos duendes diminutos y traviesos provocan tolvaneras, remolinos, gritos raros y otros fenómenos, cuando se enojan al escuchar blasfemias y groserías provenientes de la gente que deambula en sus cercanías. Si de casualidad topan con gente empiezan
a molestar con travesuras, tiran piedras y esconden pequeños objetos. Con sus risas descontrolan la serenidad y si se asustan, son capaces de armar una algarabía mayúscula. En esos momentos hay que permanecer tranquilos a sabiendas de quién se trata. Hay que tener paciencia y tratarlos con bondad. Se dice que fueron creados por los campesinos a través de un rito especial, para que cuiden sus cultivos. Pero si alguien piensa que se trata de animales o de malos espíritus y trata de ahuyentarlos se vengarán y hará que la quietud de las noches se pierda para siempre. Desde tiempos inmemoriales han convivido hombres y Aluxes. Como no los vemos en el día no hay una idea clara de cómo deben ser tratados. La tradición nos lo dice: Hay que regalarles comida y cigarrillos, o poner fuego, después de sus juegos en el agua tiritan de
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frío. Colocar una jicarita con miel o pozol. Son golosinas que los pierden. Redituarán al ser que los atiende con cuidados hacia él, su familia y sus campos.
La confesión de un muerto
Era una noche como cual-
quiera, hace ya mucho tiempo, para ser más precisos a principios del siglo XVII. Un hombre vestido de forma muy elegante, de mirada pasiva entraba por las grandes puertas de la antigua Basílica de Guadalupe, a paso ligero. Fue directo con el Abad, que ya lo observaba desde el momento que pisó el recinto, y amablemente le pidió le dedicara un momento para escuchar su confesión. Los familiares del Abad esperaban por él, pero este con el fin de cumplir su deber, les pidió a sus allegados que esperaran unos minutos mientras él atendía al hombre elegante que acababa de entrar. Así lo hicieron entonces, esperaron pacientes, mientras el hombre daba su confesión. Al cabo de un rato, el Abad salió
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con el rostro pálido, y cerró las puertas, las personas que lo esperaban se mostraron un poco extrañadas pues el hombre elegante aun no había salido, sus preguntas no fueron contestadas en el momento, pues el Abad los apresuraba a dejar el lugar. Ya en casa de los familiares, mientras cenaban, uno de sus sobrinos le preguntó al Abad sobre el extraño suceso de la Basílica, en un movimiento nuevo, el religioso llevó su mano derecha hacia su oído, haciendo notar que se le dificultaba escuchar. Después de que el sobrino le hiciera nuevamente la pregunta, el Abad le respondió que el hombre que había entrado a la Basílica horas antes era un muerto que había venido de ultratumba para confesarse, y que después de escuchar la confesión había tenido dificultad para escuchar por el oído derecho. El Abad nunca pudo contar lo que le había dicho el misterioso personaje, guar-
dando el secreto de confesi贸n, quedando la duda para siempre.
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Leyenda de la Costilla del Diablo
Al norte de México en el
pueblo de Tepotzotlan, a unos 45 kilómetros de la ciudad de México hay una estructura de tiempos del virreinato, es el ex-colegio Jesuita de San Martin, hoy convertido en el Museo Nacional del Virreinato. Debajo de esta estructura como es común en las construcciones de aquella época, hay una serie de corredores que terminan en cuevas. En una de las primeras entradas a estos corredores fue descubierta una piedra volcánica que tiene marcas misteriosas, parecidas a un juego completo de costillas que se hubiera marcado esta roca desde hace ya mucho tiempo. Caso que extraña mucho a ciertas personas, pues el moldear aquella piedra solo podría ser logrado con una temperatura muy alta.
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Algunos los atribuyen a un suceso en particular que ocurrió por aquellas épocas, en un pequeño periodo de tiempo, se reportaron varios casos de posesión en aquel pueblo. Los poseídos fueron entregados a la iglesia para su liberación espiritual, pero estos en vez de ser exorcizados, fueron encerrados en las mazmorras de esos corredores. Debido a la fuerza sobrehumana de ellos, se les encadenaba el cuerpo a una pesada roca. Se dice entonces que un día que el Diablo no pudo salirse a tiempo de uno de esos cuerpos poseídos antes de ser amarrado, quedo atrapado en la roca, y con el calor de su cuerpo la calentó hasta el punto de fundirse con ella, clavó sus dedos en la roca, para llevarla con él, pero tras muchos esfuerzos no pudo moverla de lugar, y al mirar que estaba amaneciendo tubo que despegarse de ella, con todas sus fuerzas, jaló y jaló hasta verse libera-
do, dejando en la roca bien definidas las marcas de sus costillas.
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Leyenda del Brinco del Diablo
En la comunidad de Aba-
solo, Guanajuato los vecinos se acostumbraron a realizar paseos a un pequeño valle que se encuentra detrás de tres picachos en la sierra. Aquella vez era el 13 de septiembre en el ano de 1933. Los lugareños iban rumbo al cerro, cuando de repente al ir subiendo la cuesta varios de ellos vieron extrañados como sobre el cerro se arremolinaban unas gruesas nubes, que soltaron un gran torrente de agua acompañado de un viento huracanado que los detuvo a todos, el horizonte no era más que oscuridad, que se iluminaba con enormes rayos que partían el cielo en dos. Gracias a la luz de esos rayos, los pobladores observaron con extrañeza a un hombre vestido con un traje elegante, brincaba
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tranquilamente de un picacho a otro. Al ver aquella escena todos corrieron de vuelta al pueblo, llegando hasta la casa del señor cura, detrás de la iglesia. Los desesperados gritos hicieron salir al sacerdote, todos le explicaban a la vez lo sucedido. El cura los envió a su casa con la promesa de que el hecho seria investigado después de pasada la tormenta. Al día siguiente despertaron al párroco muy temprano, entre las platicas uno de los pobladores propone hacer dos cruces, para ponerlas en cada picacho, una vez armadas son bendecidas por el párroco y se van rumbo al cerro de los tres picachos. Cuando hacían los agujeros para clavar la cruz, la tormenta volvió, los hombres muertos de miedo, se negaban a continuar pero son obligados por el cura, hasta terminar su misión. Terminan el primer agujero, ponen la cruz y la rocían con agua bendita,
diciendo sus oraciones, se permanecer ahí para evivan al otro picacho, donde tar que el Diablo regrese a al poner la segunda cruz, saltar entre los picachos. un terrible grito que viene desde debajo de la tierra, ocasionó un temblor desprendiendo gigantescas rocas, que rodaron hasta el pueblo, pero antes de llegar a él las rocas se detienen, la lluvia y el viento desaparece y las nubes dejan el paso a un brillante sol. Para dar gracias a Dios por los favores recibidos celebran la santa misa en ese lugar. Entre los murmullos de la gente, había quienes decían, que aquel hombre de traje era el Diablo, pues un humano jamás pudo haber saltado tal distancia de un picacho a otro. A partir de ese entonces, dichos picachos que se levantan en el lado sur de Cuitzeo de Abasolo son rebautizados con el nombre del “Brinco del Diablo”. Y las dos cruces se elevan airosas en la punta de cada picacho. Estas cruces deben
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El alacrán de la cárcel de durango
La leyenda cuenta que en
1884, en la hacienda de la cacaria, vivía un joven moreno, alto y robusto llamado juan. le decían juan sin miedo porque era un hombre que no conocía el temor. un día llegó un perro rabioso a la hacienda, la población se alarmó y cerró las puertas de sus casas. en la escuela, el profesor no supo del peligro y les dio salida a los niños cuando el perro pasaba por allí. al mirar desde su ventana el peligro, juan sacó su escopeta para tirarle al perro y justo cuando le disparó al animal, una señora llamada doña elvira, se atravesó y la bala le traspasó el pecho muriendo casi instantáneamente. el perro perseguía a los niños, y juan en vez de huir, cogió un hacha y golpeó la cabeza del perro dándole muerte. juan, rápi-
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damente fue con doña elvira y la cogió en los brazos, pero ya era muy tarde, ella había fallecido. juan fue encarcelado y tendría que pagar por su delito con 20 años de prisión. después de estar 7 años prisionero en la cárcel de durango, llegaron órdenes de sentenciarlo a la celda de la muerte. luego se supo que el hijo del dueño de la hacienda de la cacaria, quería que juan muriera para quedarse con su prometida. cuando el director de la penitenciaría le preguntó a juan. ¿qué necesitas?, juan le contestó: “un banco, una docena de velas de sebo grandes y una caja de cerillos”. cumpliendo con su petición, le entregaron lo que pidió y lo encerraron en la celda de la muerte. mientras la vela se iba gastando, el joven comenzó a acordarse de toda su vida. las horas parecían siglos, y hora tras hora contaba las campanadas que daba el reloj de la catedral. cuando ya el temor lo ven-
cía, prendía la vela unos minutos y veía a su alrededor. cual fue su gran sorpresa al ver un enorme alacrán de unos 30 centímetros de largo, que pronto se ocultó en su madriguera. tomó los cerillos y apagó la vela, permaneciendo en silencio y dejando transcurrir el tiempo. el problema se concretaba en matar al animal, o cuando menos, no dejarse picar. cuando el reloj sonó a las 5 de la mañana, encendió el cerillo y el cúbito de su última vela y miró el enorme alacrán que estaba a un paso de su banco; sin pensarlo mucho, se quitó el sombrero y lo arrojó sobre el animal, al ver que lo había atrapado, puso el banco sobre el ala del sombrero, asegurándose de que el arácnido no escapara. se volvió a quedar a obscuras, y por unos minutos lloró sin poder contenerse. de lejos, se escucharon los pasos de los camilleros que venían por el cadáver de juan para enterrarlo. juan, con modes-
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tia después de saludarles, les pidió que le ayudaran a sacar al alacrán asesino. juan fue indultado y puesto en libertad por su hazaña, volvió a la cacaria y se casó con lupe. el calabozo dejó de ser la celda de la muerte, y volvió a su antiguo nombre: “la celda de san juan”. en la actualidad no existe la cárcel, ni se sabe el lugar exacto de los acontecimientos.
la muchacha que bailó con el diablo
santiago
bayacora es un pequeño poblado que se encuentra a pocos kilómetros al sur de la ciudad de durango . los antepasados de santiago recuerdan que cuando el gobierno intentó aplicar la constitución política sometiendo a control los actos religiosos y la vida de los sacerdotes, varias personas de esta y otras partes del país, buscaron defender sus creencias, rebelándose contra el gobierno. se emprendió así una rebelión de los cristeros que en esta congregación encabezó el sacristán de la iglesia trinidad mora que como cristero atacó al enemigo por medio de guerrillas. la rebelión cristera se extendió desde el año de 1926 hasta después de 1930 y fueron muchas las víctimas de estos sucesos.
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por ese motivo, el pueblo casi quedó desierto, sólo unas cuantas familias que no se enrolaron en el movimiento que no resultaron sospechosas, continuaron viviendo en el lugar. dentro de los santiagueros más renombrados se hallaba una muchacha de nombre ricarda campos. era muy conocida en la región por su belleza: de ojos grandes color de esmeralda, de cabello rubio, brillante y sedoso, nariz aguileña y labios finos tan seductores como esperando la caricia de un hombre. su cuerpo alto y bien proporcionado; siendo todo un conjunto de gran admiración que conmovía al mas escéptico caballero. además su voz y comportamiento hacían gala de una persona alegre y sencilla, lo que le permitía fácilmente comunicase con los demás. de un aspecto sensual, bullanguero pero precavido. gustaba de cuanta fiesta se realizaba en la región y complacía y a todos los
que le invitaban a bailar, puesto que era su mayor diversión, permaneciendo hasta que la orquesta tocaba el último son. su jovialidad se hizo tan popular en la región que varios jóvenes acudían especialmente de la ciudad de durango a las fiestas de esa parte esperando tener la fortuna de bailar con la bonita ricarda. ella por su parte también se deleitaba mostrando sus cualidades femeninas; circunstancia que despertó la inspiración de muchos que aprovecharon para cortejarla y declararle un apresurado enamoramiento, sin que ninguno fuera correspondido, porque ella mantenía la preferencia de seguir libre para disfrutar con toda holgura su juventud. así transcurría la vida jubilosa de aquella encantadora muchacha en la realización frecuente de los bailes por toda aquella comarca, hasta que un día llegó a oídos de uno de los
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hijos del alcalde de durango, quien de inmediato se ilusionó de tener ante sí a aquella bailarina, ansiando pronto ser enterado de la realización de alguna fiesta para acudir en busca de aquella doncella, a la que aseguraba enamorar por cualquier medio hasta verla en sus brazos. a poco tiempo se cumplia aquel anhelo, pues el 25 de julio cuando los santiagueros celebran las fiestas del santo patrono, santiago apóstol, acostumbraban a cerrar los festejos de su iglesia con la celebración de un baile. con esmero y cuidado, vistiendo un hermoso casimir y portando finas joyas, se traslado en un carro especial aquel ilusionado caballero en busca de la atractiva jovencita. al llegar al jolgorio, luego dio con la prenda que le habían anunciado, pues ya se encontraban bien dispuesta para bailar con el primero que la invitara.
se acercó a ella aquel joven apuesto dejando entrever su condición social y económica como queriendo cortejarla; la invito a bailar, lo cual ella aceptó gustosamente, con ello el caballero presumía el principio del triunfo de su conquista. sin embargo a pesar de que mucho platicaron mientras que la orquesta amenizaba sus melodías, el obsesionado caballero no logró conseguir su propósito y sumamente decepcionado se regresó a la ciudad de durango, y como despecho le comunicó a su padre en forma alevosa y exagerada que por el rumbo de santiago bayacora se realizaban frecuentes orgías con excesiva venta de cerveza y mezcal. estas eran las causas, según él por las que los vecinos con frecuencia se estaban rebelando contra el gobierno, por lo que le sugería ordenara cuanto antes la suspensión de todos aquellos fandangos, cosa que así fue.
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esta disposición desde luego, vino a afectar la vida voluptuosa, de ricarda, porque transcurrieron varios días y meses sin que en ese lugar se realizará ninguna fiesta. desesperada por aquella mala temporada, una noche cuando en el oriente aparecía la irradiante luna llena, sentada en una vieja silla de tule, en el patio de la casa, envuelta en melancolía imploraba algún medio que permitiera conseguir la continuación de las fiestas en las casas de aquella región. en eso estaba cuando se le ocurrió decir: -como quiero que pronto haya un baile en este pueblo, tengo muchas ganas de bailar, pues si ahorita el diablo me invita con el mismo que salgo a bailar. no acababa de decir estas palabras cuando de repente se paro en aquel patio frente a ella, un jinete muy guapo montado en un gallardo caballo, que con voz
ronca y suave le decía: -ricarda, ricardaaaa, vengo a invitarte a un baile que tiene lugar aquí cerquitas... acepta?? a lo que ella repuso, -pues si me espera a que me arregle, caballero galante, con gusto lo acompaño, siempre y cuando usted me lleve y me traiga. -desde luego que si. poco tiempo tardo en arreglarse y juntos salieron al rancho de puerta de cantera donde se realizaba el dichoso baile.. ahí se divirtieron de lo lindo y cuando iba a amanecer le dijo el caballero a ricarda ricarda ya nos hemos divertido ¿ le parece a usted que volvamos a su casa?? a lo que ricarda contesto afirmativamente. iban los 2 montados en el brioso caballo a todo galope y cuando se aproximaban al panteón que se encuentra a mediación de estos ranchos se oyó el cantar de un gallo que anunciaba el amanecer.
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esta era la señal para que le diablo abandonara sus correrías por esta vida. así la joven ricarda fue arrojada al suelo quedando envuelta en humo y un insoportable olor a azufre. al clarear el día los vecinos quedaron sorprendidos de ver que la joven ricarda en otro tiempo la mas bella muchacha de bayacora estaba demacrada con quemaduras y rasguños en todo el cuerpo; y su linda cabellera además de ahumada desprendía un olor desagradable como de muchos días sin asearse. cuando la gente quiso averiguar sobre estos hechos, ella contestaba que no recordaba lo que le había ocurrido. esto fue un misterio que todavía mantiene muchos lugareños con la idea que fue el designio de dios por la vida lujuriosa que llevaba.
Cuca mia
Eran los primeros años de
la revolución mexicana cuando el joven gabriel gavira se incorporo al ejército que luchaba contra la dictadura porfirista. participo en innumerables combates donde se distinguió por su valentía y pronto escalo todos los grados de la oficialidad hasta llegar a general brigadier. recorrió en su carrera militar muchas ciudades de la republica y en una de ellas sucedió lo inesperado. conoció en la ciudad de guanajuato a una dama de nombre maria del refugio que por su belleza lo impresiono. era una mujer de gran belleza de la cual el militar se enamoro perdidamente y a la que por cariño llamo cuca. todas las noches se veían en el balcón de la casa y pronto hicieron compromiso de matrimonio concertando la realización del evento
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para una fecha muy próxima. la noticia se extendió por todo el vecindario. de pronto llego a la jefatura de operaciones militares de la ciudad minera, un escueto telegrama que decía: “es urgente la presencia de la brigada que comanda el general gabriel gavira para que se presenta de inmediato en la ciudad de zacatecas”. el comandante de la plaza llamo al militar dándole esta orden escueta: - mi general: por instrucciones superiores debe estar usted el día de mañana en la ciudad de zacatecas. acuartele su tropa y saldrá esta misma noche. aquella orden le cayó al militar como un baño de agua fría, encuadrándose ante quien le daba la orden, hizo el saludo militar y contesto: - enterado, mi general. serenamente ordeno que se tocara llamada a oficiales se reunió con ellos, les informo la salida urgente de la brigada y ordeno se tocara llamada de tropa para
acuartelar. se pudo desocupar un poco a las ocho de la noche y con paso firme se dirigió hacia la casa de su amada para darle la noticia. al tocar la puerta, salio la muchacha, se le colgó del cuello y le dio un beso, el militar fingiendo serenidad le contesto: -te vengo a avisar, que la boda se realizara un poco tiempo después de la fecha que habíamos señalado, en virtud a que yo salgo para zacatecas esta misma noche. cuca prorrumpió en llanto y le dijo: -no mi amor, no me dejes: yo me voy contigo. no se hablo más, maria del refugio abordo el tren militar y salio acompañando a su amado como estaba previsto a las diez de la noche en punto. poco tiempo estuvieron en la ciudad antes referida, las operaciones de la guerra reclamaron la presencia de esa brigada constitucionalista para desalojar a las tropas del centauro del norte de
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la ciudad de torreón. cuca como inseparable soldadura acompaño a su esposo. el combate fue reñido, al fin las tropas villistas abandonaron la plaza y la brigada entro con honores a la perla de la laguna. paso el tiempo y considerando presidente carranza, que villa tenia siempre en jaque a los estados de durango y chihuahua ordeno al general gavira se hiciese cargo de la comandancia militar y gobierno de estado de durango. así maria del refugio se convirtió en la primera dama del estado. el día 24 de febrero de 1918, las fuerzas del centauro intentaron formalmente destruir un gran contingente militar federal que se encontraba acantonado en santa maria del oro, dgo. al conocer esto el jefe de operaciones militares decidió salir con un fuerte contingente de tropas a batir a los villistas. así salio el general gavira a hacerse cargo del personal de acciones
militares. cuca se quedo con el corazón partido no pudo acompañar a su esposo. se encontraba embarazada de su tercer hijo y su estado se salud era delicado. al despedir al general le dijo: -dios te ha de cuidar y si te toca la de malas, deja dicho que trasladen tu cadáver a mi presencia para darte el beso en el que estamos comprometidos. el militar tuvo suerte salia airosa en su campaña y consiguió replegar al enemigo. entusiasmado, regreso a la ciudad de durango para incorporarse a su esposa amada; solamente que el destino le había dispuesto lo inesperado. el delicado estado de salud de maria del refugio no resistió la angustia de la ausencia del esposo querido que se encontraba en peligro y falleció repentinamente. inútiles fueron los esfuerzos realizados por avisarle al general gavira. cuando llego a su casa hacia veinticuatro ho-
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ras que se había sepultado a su esposa. recordó lo que su mujer le había dicho en el momento de su partida y sin meditarlo mucho se hizo acompañar de un pelotón de soldados y se dirigió al panteón de oriente. al llegar al sepulcro sin mayores trámites ordeno la exhumación del cadáver. el quería contemplar a su amada y entregarle el beso postrero de despedida. grande fue su sorpresa y mayor su desesperación, al abrir el féretro y constar que el cuerpo estaba bocabajo y en las manos acusaba huellas de haber hecho esfuerzo por abrir la caja. todo manifestaba que la señora había sido victima de un letargo solamente y había vuelto en si cuando se encontraba ya sepultada. el general lloro como niño, llamo a varios doctores para que la revisaran; la hizo velar dos noches seguidas con la esperanza de un milagro de resurrección. todo fue inútil, maria del refugio
estaba bien muerta. gavira desconsolado le entrego el beso de compromiso y sobre su tumba ordeno que con letras de bronce se escribiera el siguiente epitafio. 17 de octubre de 1918 i fue a un tiempo honrada y hermosa raro en mujer sin fortuna cual ninguna cariñosa discreta como ninguna. ii nuestras vidas se fundieron de amor al fuego candente mas las iras atrajeron del que dichas no consciente iii y arrebatar mi tesoro llegóse la muerte impía llevándose a la que adoro en mi ausencia. cuca mía
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San Antonio cabeza
de
Aquel santo y piadoso va-
rón que se llamaba Juan Bautista Mollinedo, vio la primera luz hacia 1557 en la provincia de Vizcaya, donde se prepara el mejor bacalao del mundo. Muy joven abandonó su cuna familiar para trasladarse a la Nueva España, donde lejos de abrazar un oficio relacionado con la minería o cualquier otra actividad lucrativa de la época, decidió ingresar a un convento franciscano de Acámbaro, Guanajuato, donde le impusieron los hábitos misioneros. Fue su vocación servir a Dios evangelizando y bautizando a indígenas que permanecían en lugares a muchas leguas de la civilización novo hispana, proyecto en el que además de valor, se requería la autorización de sus superiores, quienes le otorgaron toda
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la confianza. Para que su tránsito por lugares inhóspitos fuera más leve, Mollinedo eligió de compañero a Fray Juan de Cárdenas; y llevando en su itacate un poco de maíz tostado, chile piquín, acaso pinole, ponteduro o frutos silvestres, iniciaron su viaje en 1607, recorriendo descalzos lomas empedradas, caminos espinosos, arroyos hondos, bosques oscuros, veredas peligrosas y montañas de vegetación espesa hasta donde llegaron a instalar las bases para las misiones de Río Verde, Pinihuan, Valle del Maíz, Tula, Palmillas y Jaumave. En estos lugares construyeron rudimentarias capillas prometiendo a sus superiores que los indios se reintegrarían con ellos, “tan pronto lo mandara el Señor”. Hombre de buena fe y muchas virtudes, no tuvo necesidad de exterminar indios como después lo haría Escandón. Con enorme humildad y paciencia el
padre Mollinedo convivió largas temporadas con la crema y nata de los chichimecas, pames, alaquines, mascorros, caisanes, coyotes, machipaniguanes, chachichiles, megrios, alpañales y pizones a quienes catequizó para el cristianismo, sin que el misionero sufriera un rasguño, a pesar de la fama de bárbaros, salvajes y comecrudos de esa tribus. Cuenta la historia que en 1617 el hombre de la capucha de lana y hábitos que a los nativos les parecían exóticos, regresó a concluir su labor evangelizadora junto con otros franciscanos de Tula, Palmillas y Jaumave, creadas en ese orden. Se comenta que en sus respectivos burros, los misioneros traían las esculturas de tres santos, esculpidas por un artista poblano, para su veneración cada uno de los sitios por los que iban pasando. Con base a la ubicación geográfica, a Tula le correspondía San Juan Bautista; a Palmillas Nues-
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tra Señora de las Nieves, y a Jaumave San Antonio de Papua. Todo iba muy bien, solo que los peregrinos decidieron hacer un receso a la entrada de Tula para descansar un poco de la fatiga del viaje, eligiendo un sitio conocido como El Ojo de Agua, donde también se levantaban frondosos árboles de robusto tallo que desparramaban su sombra entre las florecillas silvestres al pleno mediodía, presentando un escenario de candor natural como no lo había observado el fraile desde hacía muchos años, en su casa materna de Portugalete, Provincia de Vizcaya, España. Cuando Mollinedo dio la orden de reanudar el viaje y avanzar los metros que faltaban para la tierra elegida, uno de los jumentos, precisamente el que cargaba la sagrada imagen de San Antonio, se negó a pararse. Al principio, cuando lo vieron echado, pensaron que con unos golpes el pollino reac-
cionaría para continuar la marcha, pero grande fue el asombro al ver que el animal permanecía sumido en su actitud. Al notar que estaba oscureciendo, los frailes se animaron a ayudarlo a pararse, pero tampoco lograron su objetivo, llevándose la sorpresa de su vida cuando, al investigar los motivos, descubrieron que la escultura pesaba más de lo normal que al momento de subirla en el lomo del asno; interpretando que de acuerdo a dicho acontecimiento sobrenatural, casi milagroso, no tenían mejor remedio que establecer a San Antonio como patrono de Tula, cambiando a San Juan Bautista a Jaumave. Desde entonces las mujeres que lo visitan en la iglesia le encienden veladoras, con la esperanza que le conceda el milagro de casarse con su pretendiente favorito. Algunas compran estampitas o esculturas con la imagen del Santo de los Novios y las colocan de cabeza, por-
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que según la leyenda es la posición recomendable para recibir el beneficio de un buen matrimonio.
Pánfilo García
Hace muchos años en Tu-
lancingo, Hgo., vivió Don Pánfilo García, un hacendado con mucho poder e inmensa fortuna, “se dice” que tenía pacto con el Demonio. Él era dueño de 99 haciendas, después de varios intentos por obtener más, se dio cuenta que no le era posible, porque al querer adquirir una más, le pasaba algo a su persona, como cortarse, caerse, etcétera, eso lo orilló a comprarse un rancho, que está en el municipio de Singuilucan, Hgo., ésta nueva propiedad contaba con túneles, pasadizos y cuevas, que solo él conocía y siempre se refugiaba ahí, a tal grado que pasaban semanas sin que se supiera de él, la persona que entraba a buscarlo nunca se le volvía a ver, su propia hija no lo podía encontrar, porque, ni a ella le contaba sus secretos.
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Cuentan que Don Pánfilo García era malo y cruel con sus trabajadores, no tenían derecho de faltar a sus labores, ni aún enfermos, porque una falta era motivo de que los echara a los puercos hambrientos que tenía y éstos devoraran a los peones, no escuchaba explicación alguna, y cuando su personal le pedían que les diera una ración más de comida, los encerraba en el cuarto de torturas y los castigaba hasta veinte o más días para que nunca más le volviesen a pedir algo. Al confesarle su hija que estaba profundamente enamorada de un peón y de su intención de casarse con él, en un arrebato de ira, Don Pánfilo se enfureció tanto que la golpeo y la encerró durante muchos meses, al peón, lo mandó traer para torturarlo hasta destrozarlo y, aunque su hija le rogó que le diera Santa Sepultura, su padre no le hizo caso y él dio el cuerpo del enamora-
do de su hija en partes a los puercos para que fuera devorado, su hija al ver tanta crueldad que en su padre existía, se deprimió tanto, que la orilló a suicidarse. Pánfilo no pudo con tan gran pena, ya que su hija era lo más que amaba en el mundo, poco tiempo después, enfermó, mandaba traer doctores de muchas partes, éstos al conocer su posible fin, preferían huir, pues si no lo curaban, los arrojaban a los ya famosos puercos, cada día que pasaba se enfermaba más y más, todo era de tristeza, hasta que murió dejando una enorme fortuna, de la cual ninguna persona podía tomar ni un centavo ya que los que se atrevieron murieron, después de escuchar el replicar de las campanas por mucho tiempo, el pueblo al fin se pudo reunir para darle una Santa Sepultura, en el momento del salir de la Iglesia cayó una tremenda tormenta, por lo cual se tuvo que esperar por varias
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horas para seguir el cortejo, cuando iban llegando al cementerio la caja empezó a rechinar con mucha fuerza, los asistentes al sepelio, aunque estaban muy asustados, no se retiraban hasta que lo terminasen de sepultar, y se han llevado tremenda sorpresa, pues cuando lo enterraban, era inmediatamente expulsado el féretro a la superficie, después de varios intentos de enterrarlo, sin tener éxito aún, acordaron entre todo el pueblo, que los peones que le fueron más fieles, lo llevaran a las montañas más lejanas que pudieran, cargando todo su oro, joyas y dinero y así, cargaron varios burros y a Don Pánfilo García lo llevaron en una carreta, después de dejarlo en esos lares, los peones regresarían en los burros, ya que se pretendía enterrarlo con toda su fortuna, dicen, cuando iban en camino, los senderos se abrían y los burros empezaron a caer al vacío, y de la caja, se escu-
chaban lamentos y rechinidos muy fuertes que se podían escuchar a lo lejos, al llegar al lugar que habían acordado para sepultarlo los peones nunca pudieron abandonarlo para poder regresar y la gente que iba a buscarlos la atacaban y decidieron quedarse junto a su amo como “Ermitaños”, después que murieron ellos, quedaron plasmados en piedra y , con cara de horror de lo que seguramente vivieron ven el paso del tiempo, la zona se encuentra al oriente de Tulancingo, a un lado del cerro El Yolo. Dicen que parte de su fortuna está enterrada en el jardín de la hacienda Exquitlán, cuidada por los duendes que aún moran en ella, la persona que pueda entrar cuando haya luna llena y a las doce de la noche cave exactamente donde este la sombra de la cruz de la capilla antes de ser devorado por los duendes será el dueño de la fortuna de Don Pánfilo García.
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Que los Santos de la capilla están ofrendados al Demonio, pues lo adoraban, hasta los Angelitos en lugar de arpa tienen un trinche y la Virgen esta con las manos en el pecho adorando con la mirada hacia abajo.
El diablo en pañales
Esta historia que les rela-
taré es una leyenda de la época colonial, y es muy popular aquí en mi país México, donde parte del folklore que lo enriquecen son sus leyendas. Esta dice así; cierta vez, ya muy entrada la noche, circulaba en las callejuelas retorcidas y mal formadas de la ciudad un hombre en evidente estado de ebriedad, las calles eran alumbradas apenas con unos pequeños candiles que al reflejar las sombras formaban tétricas figuras fantasmagóricas, a lo cual el borrachín no daba muestra de sobresalto. Andando unos pasos más, escuchó levemente el llanto de un bebé, era un llanto ahogado. Se detuvo tambaleante pero ya no escuchó nada más que el aullar de los perros en la lejanía. Andando unos metros más
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de nuevo escuchó ese llanto inconfundible, ahora si era claro era el llanto de un bebé que se escuchaba más fuerte, el hombre buscó en los rincones, y justo debajo del puente que cruzaba se hallaba la infortunada criatura rosada y regordeta que solo estaba cubierta por una pequeña manta. El hombre levantó al bebé sin antes maldecir a la desnaturalizada madre. Aún tambaleándose el hombre siguió su camino aún murmurando pestes contra la infame que dejó a su pequeño crío en semejante situación. No había llegado ni al siguiente faro y empezó a tener la impresión de que el niño pesaba un poco más. Avanzó 4 calles más y evidentemente se percató de que en chiquillo era más grande y más pesado, ya no podía con él, parecía que en lugar de niño llevaba un cerdito cargando, y se acercó a la luz del siguiente faro para ver bien al niño, levantó la manta y cual fue su sorpresa al
comprobar que efectivamente era un cerdo lo que llevaba cargando, el cuál lo miró con los ojos encendidos, chasquió los colmillos produciéndole el terror más profundo que se pueda sentir, lanzado al animal por los aires y exclamando un “Ave María Purísima” se echó a correr por las retorcidas calles empedradas, hasta la borrachera se le quitó.
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Los polvos del virrey
sucedio del portal de mer-
Allá en el siglo XVII, como ahora, muchos no podían salir de perico-perros.
caderes y esquina de late- En la Secretaria de Cámaros ra del Virreinato de Nueva españa, había un oficial esNo refieren las crónicas ca- cribiente, de aquellos que llejeras, esas crónicas ame- se momifican en su empleo nas que escuchamos en y que a su muerte no sirven platicas sabrosas con los ni de pasto a los gusanos. viejos, ni el nombre verdadero del protagonista, ni la época cierta en que acaeció el sucedido que hoy El sueldo apenas le era sulanzamos a los vientos de la ficiente para vivir en una publicidad. casa de vecindad, mantener a una esposa, obesa por hidrópica, y a una docena de escuálidos nenes, Pero el hecho fue tan cierto, seis del sexo bello y los otros como que todos los hom- del masculino; pero todos bres son mortales, física, ya extenuados por los ayunos. que no intelectualmente, pues de los académicos se dice que no lo son. Y el que dude puede consultar las Sentado en un gigantesco citadas y verídicas cróni- banco de tres pies, inclinacas, tan antiguas como sus do sobre la papelera desautores. pintada de la oficina, garabateando pliego tras pliego
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de minutas, nuestro hombre, a quien llamaremos D. Bonifacio Tirado de la Calle, pasaba las mañanas, las tardes, ya un los días enteros, de mal humor, aburrido, esperando con ansia la hora de comer y en especial la noche en la que, con su cara mitad, se consagraba al cultivo de jardines en el aire, tarea tan improductiva como inocente.
afortunados que el buen D. Bonifacio.
No había sorteo de la Real Lotería en que no jugara con afán, ¡y con qué ahinco desdoblaba el billete para ver si su número aparecía en la lista, que con toda puntualidad publicaba la Gaceta de D. Manuel Valdés!
Cierto día en que el destino parece que se empeñaba en nortificarle más, pues su mujer, su único consuelo, y sus hijos, sus futuras esperanzas, se habian disgustado con él porque no los había llevado a la feria de San Agustín de las Cuevas, D. Bonifacio, al entrar en la oficina, gruñó sólo un saludo a sus colegas, se sentó en el tripié, se reclinó sobre el apolillado escritorio, la cabeza entre las manos y la mirada fija en las vigas del cedro secular, que sostenía
Pero nada, la suerte siempre le era esquiva, y por centenar más y por unidad menos, el premio gordo caía en números de otros más
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Desesperado de esta situación, resmas de memoriales había escrito pidiendo un ascenso en las vacantes, y calvo se había quedado de arrancarse los cabellos en sus horas cotidianas de tribulación.
la techumbre de la sala del ¿Qué había escrito? Un nueReal Palacio en que se ha- vo memorial al Excelentíllaba. simo Señor Virrey, Capitán Genreal y Presidente de la Real Audiencia de Nueva España. De repente el banco de tres pies rechinó por un movimiento brusco de D. Bonifacio, los ojos del buen calvo brillaron iluminados por la musa que inspira las risueñas Y una tarde, D. Bonifacio esperanzas; tomo la de ave, Tirado de la Calle encony en papel sellado para el trábase en la esquina del Bienio corriente, deslizó la Portal de Mercaderes y Plapluma por espacio de vein- teros, precisamente frente te minutos, hasta que el rui- al lugar donde se colocado especial que produce ba desde aquellos remotos ésta cuando se firma, indi- tiempos, el cartel del Colicó qu había terminado. En seo. Se conocía que espeefecto, puso rúbrica, echó raba algo con ansiedad, arenilla, escribió la dirección, pues su vista no se desviaba y después de tomar su som- un ápice del Real Palacio. brero, su bastón y de dirigir un amabilisimo “¡buenas tardes, señores!” risueño y como unas pascuas enca- Transcurrieron breves insminó sus pasos hacia la sala tantes. Los pífanos de la en que se encontraba el guardia de alabarderos Secretario de Su Excelencia. anunciaron que el Excelentísimo Señor Virrey salía a pasear. Nuestro D. Bonifacio se estremeció. Un sudor
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frío recorrio todo su cuerpo; sintió como un hueco en el estómago y su corazón latía como si dentro le repicaran; pero espero con ansia aunque resignado.
las orejas de su primorosa cabecita, al encontrar sus ojos negros la pálida figura de C. Bonifacio.
El Virrey, com amable sonrisa, saludó a nuestro hombre, sacó con pausa del bolsillo una rica caja de rapé, de oro, con preciosas incrustaciones y ofreciéndosela, preguntó:
Ya se acercaba el Virrey seguido de lujoso acompañamiento. D. Bonifacio sentíase aturdido. Como relámpagos cruzaron por su mente los desengaños de otros días, y una próxima esperanza le hacía ver color de rosa el lejano horizon- - Tirado de la Calle, ¿gusta te en que se destacaban el vuesa señoría? Real Palacio y la comitiva que ya iba a desfilar delante de su persona. - Gracias, Excelentisimo Señor: que me place - Contestó el interrogado, acerEl Virrey, montado en mag- cándose hasta el estribo nífico caballo prieto, al lle- y aceptando con actitud gar a la esquina del Portal, digna, como de quien reciestiró las bridas del noble be una distinción que mebruto, que arrojando blan- rece. ca espuma por entre el freno que tascaba, se detuvo, respiró con fuerza y levantó Despidióse el Virrey con ga-
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lantes cumplidos que fueron debidamente correspondidos: y esta misma escena se repitió durante muchas tardes, en la esquina del Portal de Mercaderes y Plateros. La fortuna de nuestro hombre cambió desde entonces. Por toda la ciudad circuló la voz de que D. Bonifacio Tirado de la CAlle gozaba de gran influencia con el Virrey, y que éste tenía la única, la excepcional deferencia de ofrecerle tarde con tarde un polvo en plena esquina del Portal de Mercaderes y la calle de Plateros.
Se hacía a veces el hipocriton, diciendo que no valían nada sus recomendaciones, y otras se daba más humos que el portero de Su Excelencia. Empero los regalos menudeaban, la fama vocinglera daba más fuertes trompetazos cada día, y uno de ellos llegó a oídos del Virrey quien llamó a nuestro hombre y le dijo:
- He comprendido todo. Merece vuesa merced un premio por su ingenio.
Muchos acudieron a la casa de D. Bonifacio en busca de recomendacio- Inútil nos parece reproducir nes, y muchos también le el contenido del Memorial colmaron de obsequios. de D. Bonifacio; el lector lo habrá adivinado; y sólo añadiremos que el Virrey afirmaba que hubiera sido un D. Bonifacio Tirado de la mezquino el que no acceCalle representaba su pa- diera a esa solicitud; detepel a las mil maravillas. nerse en la esquina, ofrecer
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un polvo y marcharse.
Cuentan que D. Bonifacio Tirado de la Calle asegur贸 el porvernir de su familia.
Y ya se ve que lo asegur贸, pues agregan las citadas cr贸nicas callejeras que labr贸 una fortuna con los polvos del Virrey.
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La calle del indio triste
Las calles que llevaron los
nombres de 1ª y 2ª del Indio Triste (ahora 1ª y 2ª del Correo Mayor y 1ª del Carmen), recuerdan una antigua tradición que un viejo vecino de dichas calles refería con todos sus puntos y comas, y aseguraba y protestaba “ser cierta y verdadera”, pues a él se la había contado su buen padre, y a éste sus abuelos, de quienes se había ido transmitiendo de generación en generación, hasta el año de 1840, en que la puso en letras de molde el Conde de la Cortina. Contaba aquel buen vecino que, a raíz de la conquista, el gobierno español se propuso proteger a los indios nobles, supervivientes de la vieja estirpe azteca; unos habían caído prisioneros en la guerra, y otros que voluntariamente se
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presentaron, con el objeto de servir a los castellanos alegando que habian sido víctimas de la dura tiranía en que los tuviera durante mucho tiempo el llamado Emperador Moctecuhzoma II o Xocoyotzin. Pero hay que advertir que esta protección dispensada a esos indios nobles, no era la protección abnegada que les habían prodigado los santos misioneros, sino el interés de los primeros gobernadores, de las primeras Audiencias y de los primeros virreyes de la Nueva España, que utilizaban a esos indios como espías para que, en el caso de que los naturales intentasen levantarse en contra de los españoles, inmediatamente éstos lo supiesen y sofocaran el fuego de la conjura y así evitar cualquier levantamiento. Cuenta pues la tradición citada, que en una de las casas de la calle que hoy se nombra 1a del Carmen, quizá la que hace esquina con la calle de Guatemala,
antes de santa Teresa, vivía allá a mediados del siglo XVI uno de aquellos indios nobles que, a cambio de su espionaje y servilismo, recibía los favores de sus nuevos amos; y este indio a que alude la tradición, era muy privado del virrey que entonces gobernaba la Colonia. El tal indio poseía casas suntuosas en la ciudad, sementeras en los campos, ganados y aves de corral. Tenía joyas que había heredado de sus antecesores; discos de oro, que semejaban soles o lunas, anillos, brazaletes, collares de verdes chalchihuites; bezotes de negra obsidiana; capas y fajas de finísimo algodón o de riquisimas plumas; cacles de cuero admirablemente adobado o de pita tejida con exquisito gusto; esteras o petates de finas palmas, teñidas con diversos colores; cómodos icpallis o sillones, forrados con pieles de tigres, leopardos o venados. En una palabra,
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poseía aquel indio todo lo que constituía para él y los suyos un tesoro de riquezas y obras de arte. El indio, aunque había recibido las aguas bautismales y se confesaba, comulgaba, oía misa y sermones con toda devoción y acatamiento, commo todos los de su raza era socarrón y taimado, y en el interior de su casa, en el aposento más apartado, tenía un santocalli privado, a modo de oratorio particular, con imágenes cristianas, para rendir culto a muchos idolillos de oro y piedra que eran efigies de los dioses que más veneraba en su gentilidad. Y así como practicaba piadosos cultos cristianos a fin de engañar con sus fingimientos a los benditos frailes, así también engañaba llevando la vida disipada de un príncipe destronado, sumido sin tasa en la molicie de los placeres carnales que le prodigaban sus muchas mancebas, o entregado a los vicios de la gula y
de la embriaguez, hartándose de manjares picantes e indigestos y ahogándose con sendas jícaras y jarros de pulque fermentado con yerbas olorosas y estimulantes o con frutas dulces y sabrosas. El indio aquel acabó por embrutecerse. Volvióse supersticioso, en tal extremo, que vivía atormentado por el temor de las iras de sus dioses y por el miedo que le inspiraba el diablo, que veía pintado en los retablos de las iglesias, a los pies del Príncipe de los Arcángeles.
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Un Fraile que no se mojaba
El 3 de enero de 1778 mu-
rió el Padre Fray Agustín de San José, natural de Zeolledo en Castillo la vieja, de edad de 78 años y 62 de hábito. Varon con toda verdad de eterna memoria por sus virtudes y raro ejemplo que dio así dentro como fuera del Convento y sus confesores deponen no haber perdido la gracia del bautismo. Entró en la religión con especial desengaño, pues habiendo tenido en el siglo muy buenas conveniencias, todas las renunció por darse a Jesucristo. En la Religión se dio al ejercicio de todas las virtudes; en el silencio fue un ejemplar bien raro, pues jamás ocupó el tiempo en otra cosa que en el aprovechamiento de su alma, siendo sus palabras muy medidas. Su caridad fue tan grande que era asombro de to-
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dos e informado de ella , era continuo en el trabajo de ganar almas para Dios y buscábale toda suerte de gentes y de día y de noche confesaba a cuantos a él llegaban. En la siesta que era el tiempo que tenia de descanso, solía estar confesando y todos tenían en él un piadoso Padre para sufrir las flaquezas humanas y al mismo tiempo un severo Juez para reprender los vicios y negar la absolución al que no la merecía. Jamás dejó de las manos el estudio de la teología moral y era tan humilde que cualquier dificultad que encontraba preguntaba lo que debía hacer, siendo por lo común lo que había ejecutado lo más conforme a la más a la más sana doctrina. Por sustentar a los pobres y que todo necesitaba que a su Portería llegaba, no saliese de ella sin alivio, se quedaba sin comer, guardando (con licencia de los Prelados) lo más de lo que le daban en el Refectorio.
En cuarenta años que estuvo en la Porteria, jamás se le notó palabra o acción que denotase impaciencia. Si iba por los pueblos circunvecinos, era llevado de su caritativo impulso a visitar pobres enfermos y llamar a las gentes para confesarlas y jamas salió de casa sino para ejercitar la caridad. En el bien de este Convento así espiritual como temporal fue muy profícuo, celaba con la mayor entereza se diese buen ejemplo a los seglares y sentía en su corazón el más mínimo escándalo, procurando con el mayor esmero el honor de nuestro Santo hábito y el descanso de este Colegio. La cañeria del agua el mismo la cuidó más de 40 años, gastando en ella de lo que le daban de limosna, grandes cantidades. Por su agencia y cuidado no tenían los Prelados que buscar para el reparo material, pues con avisarle al Padre Fray Agustín lo reparaba y componia todo.
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No es digno de omitir un caso bien singular. Llamaronlo en una ocasión de la ciudad de Lerma, 4 leguas distante de Toluca, para que confesase a un enfermo y yendo por el camino lo encontro el Médico de este Convento que iba en su Bolante a visitar al mismo doliente. Viendo al Médico el Padre Fray Agustin se iba mojando por la mucha lluvia que caia, lo convido para que entrase en su Bolante, y no habiéndolo admitido prosigio su camino en lo recio del aguacero. Llegaron uno y otro a la dicha ciudad de Lerma y cuando todos pensaban al Padre Fray Agustin con la ropa mojada, lo hallaron enjuto y seco, teniendo la advertencia el Médico Villagómez de tomarle la capa, la que se encontro seca y él mismo dio noticia del caso referido y decia que estaba pronto a deponerlo bajo la virtud del juramento. Este y otros muchas cosas, que por brevedad se omiten, nos declaran señales de
su mucho caridad y bien del por reliquia. Está enterrado prójimo y lo aprovechado en dicho sepulcro, número que se hallaba en el ejer- 10. cicio de las virtudes y en lograr el tiempo en la Religión, siendo en ella el espejo y ejemplar de la mas regular observancia pues en medio de muchos achaques que en su avanzada edad padecio y sufrio con gran paciencia, nunca dejo la asistencia al coro y fue necesario mandarle por obediencia se retirase a la celda en la que con bastante trabajo rezaba el oficio divino, gastando en el largas horas. Fue tan exacto en la abstinencia de carnes, que aun en la ultima enfermedad, no se pudo conseguir usarse de ellas, celando su montificación con decir le hacían daño. Fue en dicha enfermedad un espectáculo de paciencia y no se le oían otras palabras que dar gracias a Dios por los dolores con sentida de los Religiosos y seglares que con ansia deseaban algunos de sus pobres trastos
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El Señor del Rebozo
A mediados del Siglo XVI
funcionaba ya como convento Dominico, el edificio situado a espaldas del que fuera templo de Santa Catalina de Siena, ubicado en la calle de su nombre hoy República Argentina. Fundado por ayuda pecuniaria de tres mujeres sumamente religiosas y ricas conocidas por “Las Felipas”, este convento recibía la ayuda de casas y encomiendas y rentas producto de una especie de fideicomiso de estas Felipas y así comenzó a recibir monjas que se acogían a la advocación de Santa Catalina de Siena. En el Templo que como se dice y se sabe, daba a la hoy calle de la República Argentina, estaba entrando a la derecha, un Cristo de madera, esculpido por anónimo escultor, uno de tantos imagineros que dejó para
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siempre su arte religioso sin que se recuerde su nombre. Era un Cristo de mirada triste, de palidez mortal, con grandes llagas sangrantes y una corona de espinas cuyas puntas parecían clavarse en la carne, la madera que asimismo escurría sangre. Daba lástima esta triste figura del Señor colocada a la entrada del templo, con su cuerpo llagado, flácido y apenas cubierto con un trozo de túnica morada. Tal vez este triste aspecto del Cristo cargando la Cruz fue lo que motivó a una monja que llegó como novicia bajo el nombre de Severa de Gracida y Alvarez y que más tarde adoptara al profesar, el de Sor Severa de Santo Domingo. Pues bien esta monja, cada vez que iba a misa al templo de Santa Catalina, se detenía para murmurar un par de oraciones al Señor cargado con tan pesada cruz al grado de que cada día lo advertía más agobiado,
más triste, más sangrante. Pasaban los años y a medida que la monja Sor Severa de Santo Domingo solía pasar más tiempo ante el Cristo, mayor era su devoción, mayor su pena y más grande la fe que profesaba al hijo de Dios. Así pasaron los años, treinta y dos para ser más exactos, la monja se hizo vieja, enferma, cansada, pero no por eso declinó en su adoración por el Señor de la Cruz a cuestas, sino que aumentó a tal grado de que lo llamaba desde su celda en donde había caído enferma de enfermedad y de vejez. Una noche ululaba el viento, se metía por las rendijas, por el portillo sin vidrio ni madera, calaba hasta los huesos viejos y cansados de la monja. El aire azotaba la lluvia y la noche se hacía insoportable. -!Jesús.. Cristo mío! -gritó la monja con voz casi inaudible, pero llena de dolor, tratando de abandonar su le-
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cho de enferma-, dejádme que cubra vuestro enjuto y aterido cuerpo... venid a mi señor, y mostráos ante esta pecadora que sólo ha sabido amarte y adorarte en religiosa reverencia. Arreció el vendabal... Y lo insólito de esta historia ocurrió entonces. Llamaron quedamente a la puerta de la celda de la enferma monja y ésta con muchos trabajos se levantó y abrió, para encontrarse ante la figura triste de un mendigo, casi desnudo, que parecía implorar pan y abrigo. La monja tomó un mendrugo, un trozo de la hogaza que no había tocado y le ofreció el pan mojado en aceite, agua y sacando de su ropero un chal, un rebozo de lana, cubrió el aterido cuerpo del mendigo. Terminado de hacer esto, el cuerpo de la monja se estremeció, lanzó un profundo suspiro y falleció. Al día siguiente hallaron su cuerpo yerto, pero oloroso a santidad, a rosas, con una
beatífica sonrisa en su rostro marchitado por los años y la enfermedad. Y allá en el templo de Santa Catalina de Siena, cubriendo el enjuto y sangrante cuerpo del Señor con la cruz a cuestas, el rebozo o chal de la vieja monja. Desde entonces y considerado esto como un milagro, un acto inexplicable, las religiosas y los fieles bautizaron a esta imagen como “El Señor del Rebozo” y este cristo estuvo muchos años expuesto a la veneración de los feligreses, hasta la exclaustración de las monjas y cuando el gobierno cedió este hermoso y legendario templo, primero para templo protestante y después para biblioteca.
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espadas y armadura, se inclinaba hasta besar el suelo siete veces.
El Armado
Allá
a principios del Siglo XVI los habitantes de la Capital de la Nueva España veían salir a este hombre misterioso del rumbo del Callejón de Illescas, que hoy es Calle de Pedro Ascencio. Callado, mustio, si acaso saludando con un: “Vaya usted con Dios” o “Santas y buenas tardes tenga su merced”, o “Dios Guarde a su Persona”, se perdía entre las sombras del callejón de Los Gallos, cruzaba los pantanosos llanos y llegaba a Corpus Christi. De allí siempre con su paso lento, se llegaba hasta las puertas del Convento de San Francisco y penetrando con resolución se iba a postrar de hinojos ante el altar y capilla del Señor de Burgos. Grandes y prolongados gemidos escapaban de su pecho, gruesos goterones de llanto resbalaban por entre la rejilla de hierro de su celada y en un tintinear de
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Allí permanecía orando, gimiendo y pidiendo perdón sin que nadie osara acercarse para enterarse qué clase de culpas solicitaba expiar. Después, se levantaba y continuaba su camino hasta hallar otra iglesia en donde penetraba para repetir sus lloros y sus oraciones. Primero los transeúntes lo miraban con miedo, con ojos interrogantes y después con respeto y lástima, pues se decía que era un penitente que arrepentido de sus graves culpas, andaba de la Capilla del Señor de Burgos hasta cuantos altares le era permitido el tiempo, hasta llegada la medianoche en que se le veía alejarse recorriendo los callejones de Arsinas, de los Betlhemistas, de La Celada, de los Sepulcros, de Santo Domingo y de los Monas-
terios, para perderse como y fría, que sólo salía para ya se dijo, por el rumbo del comprar lo indispensable callejón de Illescas. para el alimento diario y para escuchar misa en la Sin duda alguna se trataba iglesia de la Concepción, de un caballero, a juzgar por pero jamás se interrogó a la ropa que vestía, negra esta sirvienta ni se supo el toda, de seda y astracán, nombre ni la alcurnia de su de asfodelo y paños cu- amo “El Armado”. Las genbierto este atuendo con la tes decían que se trataba pesada armadura que por- de un conocido caballero taba, su espada en la que que malo había sido en su todos reconocieron como juventud y que había viohoja de hidalgo caballero lado damas y engañado y un puñal de izquierda o esposos, que había maltrade misericordia, pues en un tado indios y engañado a duelo a estoque jamás se encomenderos y en fin, que remata al rival cuando ya llevó una vida crapulosa de agoniza, sino que se le re- la cual estaba arrepentido mata con este puñal miseri- y purgaba sus culpas picordioso que llega a cortar diendo perdón en capillas y la vida de una vez. conventos. Así, año tras año y noche tras noche, se veía cruzar callejones y plazuelas, entrar al templo y sollozar a los pies del Señor de Burgos, a este caballero misterioso a quien se llegó a conocer como “El Armado”. Servíale una mujer enteca
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Al fin, un día, cuando la vieja enteca y fría salió a comprar hogaza de pan y vino, descubrió que su amo pendía colgado de uno de los balcones de la casa, casa magnífica, de piedra y cantera, con grandes balcones enrejados.
Corrió la vieja de un lado a otro llamando a la Justicia y a poco se presentaban alguaciles y corchetes.
ruinosa y quienes con valor se acercaban, escuchaban sus gemidos y veían que por entre la rejilla de la celada, resbalaban lágrimas Se descolgó el cuerpo de de pena. “El Armado” y se vió a través de la celada un rostro en- No se supo el nombre y el juto, lloroso y triste todavía. vulgó bautizó a ese callejón como “El Callejón de el En la empuñadura de su es- Armado”, en memoria de pada de caballero estaba aquel suceso espeluznante. enlazada solo una palabra “paz” y dos estrellas. En el interior de su casa, que era todo lujo y brillantez, se hallaron grandes y pesadas talegas llenas de oro y plata, cofres con joyas y objetos de arte y cuanto puede tener para ostentación y lujo un gran señor, cuyo nombre escapó a la acuciosa investigación y oidores y alguaciles. Y cuentan que años después y aún a principios de siglo, algunas gentes que pasaban a deshoras de la noche podían ver a “El Armado”, colgado de los hierros de aquella casona ya
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Huitzilopoxtli
T
uve que ir, hace poco tiempo, en una comisión periodística, de una ciudad frontera de los Estados Unidos, a un punto mexicano en que había un destacamento de Carranza. Allí se me dio una recomendación y un salvoconducto para penetrar en la parte de territorio dependiente de Pancho Villa, el guerrillero y caudillo militar formidable. Yo tenía que ver un amigo, teniente en las milicias revolucionarias, el cual me había ofrecido datos para mis informaciones, asegurándome que nada tendría que temer durante mi permanencia en su campo. Hice el viaje, en automóvil, hasta un poco más allá de la línea fronteriza en compañía de mister John Perhaps, médico, y también hombre de periodismo, al servicio de diarios yanquis, y del Coronel Reguera, o mejor dicho, el Padre Regue-
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ra, uno de los hombres más raros y terribles que haya conocido en mi vida. El Padre Reguera es un antiguo fraile que, joven en tiempo de Maximiliano, imperialista, naturalmente, cambió en el tiempo de Porfirio Díaz de Emperador sin cambiar en nada de lo demás. Es un viejo fraile vasco que cree en que todo está dispuesto por la resolución divina. Sobre todo, el derecho divino del mando es para él indiscutible. —Porfirio dominó- decía— porque Dios lo quiso. Porque así debía ser. —¡No diga macanas! — contestaba mister Perhaps, que había estado en la Argentina. —Pero a Porfirio le faltó la comunicación con la Divinidad... ¡Al que no respeta el misterio se lo lleva el diablo! Y Porfirio nos hizo andar sin sotana por las calles. En cambio Madero...
Aquí en México, sobre todo, se vive en un suelo que está repleto de misterio. Todos esos indios que hay no respiran otra cosa. Y el destino de la nación mexicana está todavía en poder de las primitivas divinidades de los aborígenes. En otras partes se dice: «Rascad... y aparecerá el...». Aquí no hay que rascar nada. El misterio azteca, o maya, vive en todo mexicano por mucha mezcla social que haya en su sangre, y esto en pocos.
pasar por ahí. Unos cuantos soldados indios, descalzos, con sus grandes sombrerones y sus rifles listos, nos detuvieron. El Viejo Reguera parlamentó con el principal, quien conocía también al yanqui. Todo acabó bien. Tuvimos dos mulas y un caballejo para llegar al punto de nuestro destino. Hacía luna cuando seguimos la marcha. Fuimos paso a paso. De pronto exclamé dirigiéndome al viejo Reguera:
—Reguera, ¿cómo quiere —Coronel, ¡tome un whisky! que le llame, Coronel o Padijo mister Perhaps, tendién- dre? dole su frasco de ruolz. —¡Como la que lo parió! — —Prefiero el comiteco— bufó el apergaminado perrespondió el Padre Reguera, sonaje. y me tendió un papel con sal, que sacó de un bolsón, —Lo digo— repuse— pory una cantimplora llena de que tengo que preguntarlicor mexicano. le sobre cosas que a mi me Andando, andando, llega- preocupan bastante. mos al extremo de un bosque, en donde oímos un Las dos mulas iban a un trogrito: «¡Alto!». tecito regular, y solamente Nos detuvimos. No se podía mister Perhaps se detenía
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de cuando en cuando a arreglar la cincha de su caballo, aunque lo principal era el engullimiento de su whisky.
Me vine aquí muy muchacho, desde en tiempo de Maximiliano. Ya era cura y sigo siendo cura, y moriré cura.
Dejé que pasara el yanqui —¿Y... ? adelante, y luego, acercando mi caballería a la —No se meta en eso. del Padre Reguera, le dije: —Tiene usted razón, Padre; —Usted es un hombre va- pero sí me permitirá que me liente, práctico y antiguo. A interese en su extraña vida. usted le respetan y lo quieren mucho todas estas in- ¿Cómo usted ha podido ser diadas. durante tantos años sacerdote, militar, hombre que Dígame en confianza: ¿es tiene una leyenda, metido cierto que todavía se sue- por tanto tiempo entre los len ver aquí cosas extraor- indios, y por último aparecer dinarias, como en tiempos en la Revolución con Made la conquista? dero? ¿No se había dicho que Porfirio le había gana—¡Buen diablo se lo lleve a do a usted? usted! ¿Tiene tabaco? El viejo Reguera soltó una Le di un cigarro. gran carcajada. —Pues le diré a usted. Desde hace muchos años conozco a estos indios como a mí mismo, y vivo entre ellos como si fuese uno de ellos.
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—Mientras Porfirio tuvo a Dios, todo anduvo muy bien; y eso por doña Carmen... —¿Cómo, padre?
actividad singular. A poco —Pues así... Lo que hay es andar en silencio, me dijo el que los otros dioses... Padre: —¿Cuáles, Padre?
—Si Madero no se hubiera dejado engañar...
—Los de la tierra...
—¿De los políticos?
—¿Pero usted cree en ellos?
—No, hijo; de los diablos... —¿Cómo es eso?
—Calla, muchacho, y tómate otro comiteco. —Usted sabe.
—Invitemos —le dije— a —Lo del espiritismo... míster Perhaps que se ha ido ya muy delantero. —Nada de eso. Lo que hay es que él logró ponerse en —¡Eh, Perhaps! ¡Perhaps! comunicación con los dioses viejos... No nos contestó el yanqui. —¡Pero, padre...! —Espere— le dije, Padre Reguera; voy a ver si lo alcan- —Sí, muchacho, sí, y te lo zo. digo porque, aunque yo diga misa, eso no me quita —No vaya— me contestó lo aprendido por todas esas mirando al fondo de la sel- regiones en tantos años... Y va . Tome su comiteco. te advierto una cosa: con la cruz hemos hecho aquí El alcohol azteca había muy poco, y por dentro y puesto en mi sangre una por fuera el alma y las for-
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mas de los primitivos ídolos nos vencen... Aquí no hubo suficientes cadenas cristianas para esclavizar a las divinidades de antes; y cada vez que han podido, y ahora sobre todo, esos diablos se muestran.
—No se preocupe; ya le encontraremos alguna vez.
Seguimos adelante. Hubo que pasar a través de una gran arboleda tras la cual oíase el ruido del agua en una quebrada. A poco: Mi mula dio un salto atrás «¡Alto!» toda agitada y temblorosa, quise hacerla pasar y fue —¿Otra vez? — le dije a Reimposible. guera. —Quieto, quieto— me dijo —Sí —me contestó—. EstaReguera. mos en el sitio más delicado que ocupan las fuerzas reSacó su largo cuchillo y cor- volucionarias. ¡Paciencia! tó de un árbol un varejón, y luego con él dio unos cuan- Un oficial con varios soldatos golpes en el suelo. dos se adelantaron. Reguera les habló y oí contestar —No se asuste —me dijo—; al oficial: es una cascabel. —Imposible pasar más adeY vi entonces una gran ví- lante. Habrá que quedar bora que quedaba muer- ahí hasta el amanecer. ta a lo largo del camino. Y cuando seguimos el viaje, Escogimos para reposar un oí una sorda risita del cura... escampado bajo un gran ahuehuete. —No hemos vuelto a ver al yanqui le dije. De más decir que yo no po-
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día dormir. Yo había termi- Sin despertar al viejo Reguenado mi tabaco y pedí a ra, tomé mi revólver y me fui Reguera. hacia el lado en donde estaba el peligro. —Tengo —me dijo—, pero con mariguana. Caminé y me interné un tanto en la floresta, hasAcepté, pero con miedo, ta que vi una especie de pues conozco los efectos claridad que no era la de de esa yerba embrujadora, la luna, puesto que la clariy me puse a fumar. En se- dad lunar, fuera del bosque guida el cura roncaba y yo era blanca, y ésta, dentro, no podía dormir. era dorada. Continué internándome hasta donde Todo era silencio en la sel- escuchaba como un vago va, pero silencio temeroso, rumor de voces humanas bajo la luz pálida de la luna. alternando de cuando en De pronto escuché a lo le- cuando con los aullidos de jos como un quejido largo y los coyotes. aullante, que luego fue un coro de aullidos. Yo ya co- Avancé hasta donde me nocía esa siniestra música fue posible. He aquí lo que de las selvas salvajes: era el vi: un enorme ídolo de pieaullido de los coyotes. dra, que era ídolo y altar al mismo tiempo, se alzaba Me incorporé cuando sen- en esa claridad que apetí que los clamores se iban nas he indicado. Imposible acercando. No me sentía detallar nada. Dos cabebien y me acordé de la zas de serpiente, que eran mariguana del cura. Si seria como brazos o tentáculos eso... del bloque, se juntaban en la parte superior, sobre una Los aullidos aumentaban. especie de inmensa testa
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descarnada, que tenía a su alrededor una ristra de manos cortadas, sobre un collar de perlas, y debajo de eso, vi, en vida de vida, un movimiento monstruoso. Pero ante todo observé unos cuantos indios, de los mismos que nos habían servido para el acarreo de nuestros equipajes, y que silenciosos y hieráticamente daban vueltas alrededor de aquel altar viviente.
se movía, el cuerpo de un hombre Mister Perhaps estaba allí.
Viviente, porque fijándome bien, y recordando mis lecturas especiales, me convencí de que aquello era un altar de Teoyaomiqui, la diosa mexicana de la muerte. En aquella piedra se agitaban serpientes vivas, y adquiría el espectáculo una actualidad espantable.
Al día siguiente, cuando llegamos al campamento, hubo que llamar al médico para mí.
Tras un tronco de árbol yo estaba en mi pavoroso silencio. Creí padecer una alucinación; pero lo que en realidad había era aquel gran círculo que formaban esos lobos de América, esos aullantes coyotes más fatídicos que los lobos de Europa.
Pregunté por el Padre Reguera.
—El Coronel Reguera— me dijo la persona que estaba cerca de mí—está en este Me adelanté. Sin aullar, en momento ocupado. Le falun silencio fatal, llegó una tan tres por fusilar. tropa de coyotes y rodeó el altar misterioso. Noté que las serpientes, aglomeradas, se agitaban; y al pie del bloque ofídico, un cuerpo
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El Fantasma de la Monja
Leyenda de la epoca co-
lonial Cuando existieron personajes en esa época colonial inolvidable, cuando tenemos a la mano antiguos testimonios y se barajan nombres auténticos y acontecimientos, no puede decirse que se trata de un mito, una leyenda o una invención producto de las mentes de aquél siglo. Si acaso se adornan los hechos con giros literarios y sabrosos agregados para hacer más ameno un relato que por muy diversas causas ya tomó patente de leyenda. Con respecto a los nombres que en este cuento aparecen, tampoco se ha cambiado nada y si varían es porque en ese entonces se usaban de una manera diferente nombres, apellidos y blasones. Durante muchos años y se-
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gún consta en las actas del muy antiguo convento de la Concepción, que hoy se localizaría en la esquina de Santa María la Redonda y Belisario Domínguez, las monjas enclaustradas en tan lóbrega institución, vinieron sufriendo la presencia de una blanca y espantable figura que en su hábito de monja de esa orden, veían colgada de uno de los arbolitos de durazno que en ese entonces existían. Cada vez que alguna de las novicias o profesas tenían que salir a alguna misión nocturna y cruzaban el patio y jardínes de las celdas interiores, no resistían la tentación de mirarse en las cristalinas aguas de la fuente que en el centro había y entonces ocurría aquello. Tras ellas, balanceándose al soplo ligero de la brisa noctural, veían a aquella novicia pendiente de una soga, con sus ojos salidos de las órbitas y con su lengua como un palmo fuera de los labios retorcidos y rese-
cos; sus manos juntas y sus pies con las puntas de las chinelas apuntando hacia abajo. Las monjas huían despavoridas clamando a Dios y a las superioras, y cuando llegaba ya la abadesa o la madre tornera que era la más vieja y la más osada, ya aquella horrible visión se había esfumado. Así, noche a noche y monja tras monja, el fantasma de la novicia colgando del durazno fue motivo de espanto durante muchos años y de nada valieron rezos ni misas ni duras penitencias ni golpes de cilicio para que la visión macabra se alejara de la santa casa, llegando a decir en ese entonces en que aún no se hablaba ni se estudiaban estas cosas, que todo era una visión colectiva, un caso típico de histerismo provocado por el obligado encierro de las religiosas.
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Más una cruel verdad se ocultaba en la fantasmal aparición de aquella monja ahorcada, colgada del durazno y se remontaba a muchos años antes, pues debe tenerse en cuenta que el Convento de la Concepción fue el primero en ser construído en la Capital de la Nueva España, (apenas 22 años después de consumada la Conquista y no debe confundirse convento de monjas-mujeres con monasterio de monjes-hombres), y por lo tanto el primero en recibir como novicias a hijas, familiares y conocidas de los conquistadores españoles. Vivían pues en ese entonces en la esquina que hoy serían las calles de Argentina y Guatemala, precisamente en donde se ubicaba muchos años después una cantina, los hermanos Avila, que eran Gil, Alfonso y doña María a la que por oscuros motivos se inscribió en la historia como doña
María de Alvarado. Pues bien esta doña María que era bonita y de gran prestancia, se enamoró de un tal Arrutia, mestizo de humilde cuna y de incierto origen, quien viendo el profundo enamoramiento que había provocado en doña María trató de convertirla en su esposa para así ganar mujer, fortuna y linaje. A tales amoríos se opusieron los hermanos Avila, sobre todo el llamado Alonso de Avila, quien llamando una tarde al irrespetuoso y altanero mestizo, le prohibió que anduviese en amoríos con su hermana.
esquina antes dicha y que siglos después se llamara del Relox y Escalerillas respectivamente y habló con su hermano Gil a quien le contó lo sucedido. Gil pensó en matar en un duelo al bellaco que se enfrentaba a ellos, pero don Alonso pensando mejor las cosas, dijo que el tal sujeto era un mestizo despreciable que no podría medirse a espada contra ninguno de los dos y que mejor sería que le dieran un escarmiento. Pensando mejor las cosas decidieron reunir un buen monto de dinero y se lo ofrecieron al mestizo para que se largara para siempre de la capital de la Nueva España, pues con los dineros ofrecidos podría instalarse en otro sitio y poner un negocio lucrativo.
-Nada podeís hacer si ella me ama -dijo cínicamente el tal Arrutia-, pues el corazón de vuestra hermana ha tiempo es mío; podéis opo- Cuéntase que el metizo neros cuanto queráis, que aceptó y sin decir adiós a la nada lograréis. mujer que había llegado a amarlo tan intensamente, Molesto don Alonso de Avi- se fue a Veracruz y de allí a la se fue a su casa de la otros lugares, dejando trans-
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currir los meses y dos años, tiempo durante el cual, la desdichada doña María Alvarado sufría, padecía, lloraba y gemía como una sombra por la casa solariega de los hermanos Avila, sus hermanos según dice la historia. Finalmente, viendo tanto sufrir y llorar a la querida hermana, Gil y Alonso decidieron convencer a doña María para que entrara de novicia a un convento. Escogieron al de la Concepción y tras de reunir otra fuerte suma como dote, la fueron a enclaustrar diciéndole que el mestizo motivo de su amor y de sus cuitas jamás regresaría a su lado, pues sabían de buena fuente que había muerto. Sin mucha voluntad doña María entró como novicia al citado convento, en donde comenzó a llevar la triste vida claustral, aunque sin dejar de llorar su pena de amor, recordando al mestizo Arrutia entre rezos, angelus y maitines. Por las
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noches, en la soledad tremenda de su celda se olvidaba de su amor a Dios, de su fe y de todo y sólo pensaba en aquel mestizo que la había sorbido hasta los tuétanos y sembrado de deseos su corazón. Al fin, una noche, no pudiendo resistir más esa pasión que era mucho más fuerte que su fe, que opacaba del todo a su religión, decidió matarse ante el silencio del amado de cuyo regreso llegó a saber, pues el mestizo había vuelto a pedir más dinero a los hermanos Avila. Cogió un cordón y lo trenzó con otro para hacerlo más fuerte, a pesar de que su cuerpo a causa de la pasión y los ayunos se había hecho frágil y pálido. Se hincó ante el crucificado a quien pidió perdón por no poder llegar a desposarse al profesar y se fue a la huerta del convento y a la fuente.
Ató la cuerda a una de las ramas del durazno y volvió a rezar pidiendo perdón a Dios por lo que iba a hacer y al amado mestizo por abandonarlo en este mundo. Se lanzó hacia abajo.... Sus pies golpearon el brocal de la fuente. Y allí quedó basculando, balanceándose como un péndulo blanco, frágil, movido por el viento. Al día siguiente la madre portera que fue a revisar los gruesos picaportes y herrajes de la puerta del convento, la vio colgando, muerta. El cuerpo ya tieso de María de Alvarado fue bajado y sepultado ese misma tarde en el cementerio interior del convento y allí pareció terminar aquél drama amoroso. Sin embargo, un mes después, una de las novicias vió la horrible aparición reflejada en las aguas de la fuente. A esta aparición siguieron otras, hasta que las superiores prohibieron la sa-
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lida de las monjas a la huerta, después de puesto el sol. Tal parecía que un terrible sino, el más trágico perseguía a esta familia, vástagos los tres de doña Leonor Alvarado y de don Gil González Benavides, pues ahorcada doña María de Alvarado en la forma que antes queda dicha, sus dos hermanos Gil y Alonso de Avila se vieron envueltos en aquella conspiración o asonada encabezada por don Martín Cortés, hijo del conquistador Hernán Cortés y descubierta esta conjura fueron encarcelados los hermanos Avila, juzgados sumariamente y sentenciados a muerte. El 16 de julio de 1566 montados en cabalgaduras vergonzantes, humillados y vilipendiados, los dos hermanos Avila, Gil y Alonso fueron conducidos al patíbulo en donde fueron degollados. Por órdenes de la Real Audiencia y en mayor castigo a la osadía de los dos Avila.
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