Tu mirada serena dormita en el pasado. Tus pasos, tras la esquina, posaron su seguir. Lo abandonaste todo, sin dejar ni un recado de esperanza o consuelo que aliente el porvenir. No tuviste mañanas ni noches sosegadas… pues tus tiernas palabras, con su sabio decir, a manos llenas dieron la salud añorada tan necesaria cuando es cuestión de vivir. Se me desgaja el alma al percibir tu ausencia. Me parece mentira que ya no estés aquí. Son tantos los recuerdos que acusan tu presencia que el corazón sentencia un continuo sufrir. Y siempre en mi memoria te quedarás asido. Susurrarán los años la eterna cicatriz. Y aunque el tiempo y su astucia asomen el olvido, no habrá nada que quiebre mi cariño hacia ti.