¡Elijan el nuevo diarista del DAAD Colombia 2012-2013!

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Concurso ¡Elijan el nuevo diarista semanal del DAAD Colombia!

Dentro de poco tiempo sabremos quién será el nuevo diarista del DAAD Colombia, y para esto queremos que todos ustedes participen y voten! Recibimos muchos textos que participaron en el Concurso “Buscamos diarista para la página facebook del DAAD Colombia 2012–2013”. Para poder concursar, los interesados (estudiantes colombianos que comienzan un estudio en Alemania a partir de octubre 2012) debían realizar una breve prueba de habilidades narrativas, relatando algo cotidiano que les hubiese ocurrido en uno de sus últimos días y acompañar el relato de una fotografía. Después de un proceso de preselección, elegimos 5 textos como finalistas y ustedes podrán ayudarnos a decidir cuál de esos textos les gusta más. Aquí les damos a conocer de manera anónima esos textos finalistas con las fotos que ellos mismos nos enviaron, y el que reciba más votaciones será el ganador. La próxima semana revelaremos su identidad. Los textos los encuentran aquí y después de leer, podrán votar! Voten acá: www.facebook.com/DAADColombia (Deben votar hasta el lunes 3 de septiembre 2012, 8pm, en la respectiva pregunta publicado el 31 de agosto en el muro de nuestra página Facebook.)

Los diarios de nuestros diaristas anteriores encuentran acá: www.facebook.com/DAADColombia/notes

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Texto 1 El primer recuerdo cuando estudiaba en el Goethe Institut es la escenificación del arte del regateo sobre algún producto que tuviéramos a mano: Nuestro profesor nos ponía a negociar con los materiales de la mesa. - Ein und dreizig Euro!?, sehr teuer! Nein, nein. Sechzehn. Das ist alles-, decía yo. - Nein. Es ist fast neu. Vier und zwazig-, respondía mi amigo con una sonrisa maliciosa. - ¿Cómo es que un borrador usado va a costar 24 euros?, usted tiene un pequeño turco en su corazón, ¿sabía?-, y entonces todos reíamos. Las clases de alemán eran entretenidas, exigentes eso sí, pero siempre divertidas. Hoy, con dos semanas de estar en Mannheim, compré mi bicicleta en el mercado de las pulgas (die Flohmarkt) y me di cuenta de lo útil que resultaron estas pantomimas del curso A.1.1.Curiosamente me tocó un turco, no sólo de corazón, sino de alma, presencia y negociación. Yo iba armado con mi amplio vocabulario, de zwanzig palabras, para comprar y regatear. Uff! así de bien preparado estaba. No niego que me hubiera encantado comprarme una bicicleta Mercedes-Benz, de esas que tienen GPS, frenos inteligentes y piloto automático. Pero me considero una persona sencilla y por eso preferí ahorrar unos cuantos millones para cosas más simples, como pagar la renta, hacer mercado semanal, conseguir los productos que olvidé empacar y otras nimiedades para sobrevivir a la cotidianeidad. Negra y plateada. Dos ruedas grandes, canasta, un manubrio parecido a cuernos de carnero, una campana tan tradicional que su sonido me envía siglos atrás y una perfecta sincronía al momento de pedalear hacia el infinito. Si se pudiera volar en una bicicleta, mi nueva compañera me acercaría a esa sensación. Podrá ser de segunda mano, pero agradezco a su primer dueño por cuidarla lo suficiente para que nos pudiéramos conocer. Así que fui al mercado de las pulgas. Allí, las personas tienen algo que no quieren lo venden a quienes lo necesitan. Yo necesitaba una bici y alguien la tenía. Fertig! Aunque llegar a mi nueva adquisición no fue tan fácil como pensé, la experiencia valió su peso en oro.

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Texto 2 De vuelta en Berlín. Es el tercer día de la semana y aunque llevo horas sentadas frente al computador no avanzo al ritmo que quisiera. Debo entregar las correcciones de un artículo en portugués, y cuento con poco tiempo. En mi cabeza las palabras se cruzan, se empujan unas a otras, en una competencia idiomática sin fin. Si alguien pudiera ver la mente – la mía en este momento – vería una batalla campal. El Español señor y poseedor de todas las cosas, cediendo el turno a un Portugués que ha sufrido los embates de la falta de práctica pero que sin embargo, en los tres últimos días ha retomado la fuerza. El Inglés, parece estar de descanso. En los últimos tiempos, por la pura necesidad de comunicación fluida, ha sido el que más ha sudado la camiseta. Contrario a lo que yo creía, ahora que intento re-escribir mis pensamientos, aparece el Alemán. ¿De donde vino? De la clase esta mañana en la escuela, de la señora en la panadería pidiendo un café para llevar, de los avisos en las estaciones del metro (Ubahn y Sbahn), etc. Es increíble pienso. Hace unos meses era una lengua soñada pero distante, y ahora, se me atraviesa como demandando un lugar suyo de toda la vida. El estrés del artículo se desvanece con la meta alcanzada y vuelvo entonces a reírme de mí y de mis pensamientos. Sin duda descubrir los tantos nuevos matices de un país, empieza por el disfrute de su lengua pienso. Hoy lo he vuelto a confirmar.

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Texto 3 Hace unos días estuve preparando toda mi documentación para presentarme a la embajada alemana: no recordaba cómo podría ser de estresante preparar todos los documentos para ir al frente de una persona, separada por un cristal blindado, que en parte definirá el futuro con base en pruebas escritas y haciendo preguntas de rutina mientras uno está petrificado. Algo así como: - Buenos días, ¿En qué le puedo ayudar? - Ehh… sí, buenas, es que vengo a pedir la visa…. Puede que uno tenga todas las respuestas estudiadas frente al espejo pero indudablemente llegará el momento de no saber que responder a algo tan simple como: -¿Para qué viaja? - (…) Es en ese momento en el cual uno recuerda que libre se sentía correr sin preocupaciones cuando se tenían pocos años de vida. Pero recoger la información siempre se podrá tomar como un reto interesante, la fórmula es sencilla: revisar tres veces si le faltó un documento, pedirle a alguien que le dicte de nuevo la lista de los requisitos para la solicitud, revisar que las copias si hayan quedado con el tono adecuado, sufrir por no saber si el verde limón o el amarillo pollito es un tono claro para el fondo de las fotos, confirmar que si hay tiempo para ir a la embajada, preparar la ropa y entrenar frente al espejo: - ¡Buenas tardes señor o señora, vengo a pedir la visa!

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Texto 4

Últimamente la nostalgia anda pegando duro. Camino por las calles como conociendo todo de nuevo: concentrándome en cada detalle, analizando cada persona, cada lugar. Al sentir que la despedida va aproximándose a grandes pasos mi nostalgia se hace mayor. Aún no me he ido pero ya puedo sentir la añoranza de mi tierra con olor a café, arepa, pan de yuca y ajiaco. En portugués existe una palabra, que fuera de todo contexto ya encuentro linda: “saudade”. Y saudade es aquello que se siente durante una navidad lejos de casa, en una novena que no fue rezada, en unas 12 uvas que no se comieron a la par con los 12 campanazos de la catedral en el parque central del pueblo. Así que por estos días ando concentrada en la fascinante simplicidad del cotidiano: en el vallenato que suena cuando me subo a un bus, en los carritos de frutas y de esas mezclas de cereales, en el salpicón y la papa rellena que ofrecen en la esquina, en la oferta de “minutos a todo operador”, en los “martes de bandeja paisa” y los “jueves de ajiaco”... Encuentro en el cotidiano de esta ciudad una musicalidad y deliciosa extravagancia que difícilmente encontraré en otro lugar. Pero siempre me enamoro de las nuevas culturas y formas. Así que, a pesar de mi nostalgia, la ansiedad también pega duro por estos días.

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Texto 5 Despedimos a mi prima entre baile, risas y llanto. “Esta generación resultó ser de muchachos emprendedores y verraquitos” fue el comentario que hizo mi mamá tras caer en cuenta de que de 12 primos, 3 se encuentran estudiando fuera de la ciudad y con el intercambio de mi prima en Argentina y mi futuro viaje a Alemania, pronto seremos 5. No pude evitar pensar en cómo será mi despedida, cosa en la que no había reparado hasta ese momento. Creo que lo que sucede es que cuando el sueño de estudiar en el exterior se convierte en un plan a seguir en el futuro próximo, se va materializando muy lentamente, como si se armara pieza a pieza con cada diligencia que se hace en pro de él; cuando fui aceptada en la maestría pensé “ahora necesito la visa” y pronto me vi en Bogotá, imaginándome cómo sería la embajada, lo mismo al obtener la visa pensé “debo comprar el tiquete”. Con la despedida de mi prima pude visualizarme empacando la maleta, los abrigos de invierno, los guantes que tanto me gustaron y luché por conseguir… Aún no me he visualizado yendo al aeropuerto, ni sentada en el avión, ni mucho menos bajándome de él, supongo que debo comprar el tiquete.

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