Reporte de Andrés Felipe Velásquez Parra

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Experiencias de un año de aprendizaje ininterrumpido Pensar en la oportunidad de viajar al extranjero y, aún más, a un país de Europa como Alemania, es algo que seguramente muchos consideramos cuando nos imaginamos unas vacaciones deseadas o pensamos en monumentos o destinos turísticos que nos gustaría visitar. Plantear dicha travesía con fines de estudio, ya sea en pregrado o en postgrado, es seguro el sueño de muchos estudiantes que desean mejorar su perspectiva profesional a futuro y adquirir conocimientos en nuevos campos del conocimiento y en nuevos procedimientos y tecnologías. En mi caso, más que un sueño, dicha experiencia se planteaba como una meta, la cual me fijé desde una etapa temprana de mi carrera en la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá, entidad que apoyó y permitió que junto con trabajo arduo y dedicación dicha meta fuera finalmente alcanzada. El proceso de consecución de la beca del DAAD, fue sin lugar a duda la primera gran fase de aprendizaje de esta experiencia, la cual iniciaría no el día de mi vuelo a Alemania, sino justamente un año antes, el día en que decidí fijar como prioridad en mi agenda el aprender un idioma, que seguro se mostraría complejo como es el caso de alemán, pero que representaría el primer paso en la búsqueda de dicho objetivo, el mismo que tenían los otros 50 compañeros que iniciarían ese proceso conmigo. Nueve meses después se verían los frutos de aquel trabajo constante que no solo me indicaban que la primera gran fase había culminado satisfactoriamente, sino que me servirían para aprender que la dedicación es sin duda la mejor herramienta para el alcance de una meta, para la materialización de un sueño. En este punto es donde vale la pena agradecer a todos aquellos que contribuyeron a ello, siendo de vital importancia Herr Celis, nuestro profesor de alemán en la Universidad Nacional, que con su método único no solo consiguió dotarnos con las claves para entender la lógica del alemán sino igualmente impregnarnos con un poco del cariño y del agrado que hoy en día tengo hacia ese bello idioma. El día del viaje a Alemania llegó y creo que nunca tuve tiempo para asimilarlo por completo, pues no me sentía como uno esperaría al saber que se iría de su casa sin ningún familiar hacia tierras desconocidas, donde viviría solo primera vez durante un año y donde compartiría con personas con las que apenas empezaba a congeniar. Donde sabía que me esperaba el duro reto del idioma y de la cultura alemana, de la cual estaba dispuesto a dejarme contagiar un poco. El vuelo lo encontré bastante llevadero a pesar de las casi doce horas que permanecimos en el avión, de repente me veía sobrevolando suelo alemán y la emoción crecía cada vez más. Mi primera parada fue en la ciudad de Mannheim, de la cual no conocía mayor cosa previo al viaje y de la que poco después supimos que no figuraba entre las ciudades más bonitas de Alemania, de acuerdo a la opinión de los nativos. Para los 15 becarios del DAAD que compartimos allí dos meses, esta ciudad se mostró como el lugar perfecto para adecuarnos a los grandes cambios culturales que un país como Alemania tiene en comparación con Colombia. Ver una ciudad limpia permanentemente, con un sistema de transporte eficiente y ante todo puntual, vivir la cultura ciudadana constantemente, me resultaba admirable.


Primeros días en Mannheim con dos grandes amigos, Nicolás y Andrés

Gracias al Goethe Institut de Mannheim, donde tomé junto con mis compañeros en esos dos meses un curso de alemán intensivo, el cual organizaba cada día distintas actividades culturales para sus estudiantes, y gracias al hecho de haber llegado en verano, Mannheim se transformó poco a poco en un lugar para no olvidar por la inmensa cantidad de recuerdos y experiencias compartidas, además de que me obligó a adentrarme en el mundo de la cocina, lugar en el cual con el tiempo gané algunas habilidades suficientes para el año que aún tenía por delante. Además, el hecho de no tener una rutina fija, más allá del curso en las mañanas, hizo parecer que estos dos meses fueran eternos y que se aprovecharan al máximo. Pero si por algo se caracteriza esta experiencia es por el cambio, y por ello mismo no tardamos en vernos empacando maletas para lo que sería nuestra primera mudanza en tierras teutonas. El momento de decir adiós a la mayoría del grupo llegaba, pues mi experiencia continuaría solo con 5 becarios más en la ahora amada ciudad de Múnich, lo que lógicamente tocó algunas fibras debido a la buena relación que ya había entablado con algunos de mis amigos de Mannheim. Pero el hecho de que tengan que haber cambios, no implica que estos tengan que ser drásticos, y por eso solo faltó una semana para vernos y reunirnos nuevamente, esta vez incluso con los otros becarios de Göttingen, con quienes en los meses previos solo nos habíamos podido reunir una vez. El motivo de tal esperado encuentro no era otro que el gran evento que yo con ansias esperaba y con el que la bellísima capital del estado federado de Bayern nos daba la bienvenida: ¡el Oktoberfest! Era hora de empezar a empaparme de la cultura bávara, la más arraigada en Alemania, y qué mejor forma de hacerlo que asistiendo a su evento insignia, el cual nos acercó por completo al hábito de consumir buena cerveza y aprender naturalmente de su proceso de producción y de toda la cultura que gira en torno a ella.


Aquí les ofrezco dos consejos para ir al Oktoberfest: Llegar bastante temprano, tipo 8 o 9 am para asegurar puesto en alguna carpa, la cual además se debe elegir adecuadamente, de forma que se acceda a la mejor cerveza. Además, recomiendo llevar solo la cantidad de dinero que se desea gastar en el día. Después de un par de litros de cerveza uno ya no lo piensa tanto a la hora de dar 10 euros más por otro, en caso de disponer del dinero. Para ello existen opciones algo más rentables como lo son los múltiples Biergärten que pueden encontrarse en la capital de la cerveza por esos días del año y en los que sentarse a disfrutar también de la comida típica bávara resulta ser un muy buen plan.

Disfrutando de un buen Maß de cerveza en el Oktoberfest, aquí con dos tradicionales meseras del evento

Dejando cortamente de lado las actividades culturales, era hora de empezar las clases luego de un par de semanas necesarias para acostumbrarse a una ciudad grande, al menos en escala alemana, como lo era Múnich. La Universidad Técnica de Múnich sería mi segundo hogar durante los próximos cinco meses, en los cuales podría experimentar el sistema educativo alemán e intentar acostumbrarme al gran cambio. El proceso no fue sencillo, la principal barrera fue desde un comienzo el idioma, el cual si bien se había entrenado en Mannheim, se mostraba ahora repleto no solo de verbos y palabras técnicas sino también de algunas mezclas producto del arraigado dialecto de aquella región alemana. Aquí es importante tener en mente asistir a bastantes asignaturas las primeras semanas, pues para la elección final de las que se cursarán, no solo los temas serán determinantes. El docente es también otro factor a tener en cuenta. En mi caso, en una materia encontré un profesor suizo, los cuales son famosos entre los germano parlantes por su complicado acento y las variaciones que


hacen del llamado Hochdeutsch. Por eso, en sus clases me resultaba bastante complicado poder tomar apuntes y seguir las explicaciones, considerando además que su material de apoyo no era suficiente. En otra asignatura encontré a un profesor que solo estaba decidido a hablar en Bayerisch, el dialecto de aquella región y que, créanme, difiere enormemente del idioma estándar. Pero estas experiencias me facilitaron elegir los cursos a los cuales terminaría asistiendo durante el semestre y además me permitieron identificar a cuáles clases podría sacar mayor provecho. Igualmente es recomendable leer previamente textos y lecturas relacionadas con el campo de estudio de cada uno. Eso facilita el acceso al vocabulario técnico, el cual fue en mi caso una de las razones por las que me resultó tan complejo poder entender durante las primeras semanas de clase. En mi caso, todos los cursos eran dictados en alemán (así era en general para Ingeniería Civil), a pesar de que la TUM también cuenta con un amplio programa de materias dictadas en inglés. Si bien luego de un tiempo esos términos en alemán resultaron familiares y se lograron interiorizar, hubiera preferido no invertir tanto tiempo al comienzo del semestre en entender las palabras sino en comprender los temas tratados.

Conociendo por primera vez la universidad con Esteban, Rafa y Nico

Un consejo interesante es no solo limitarse a materias impartidas por docentes en un salón de clase, sino igualmente aprovechar la estadía en una universidad alemana para tener contacto con los laboratorios con los que cuenta y hacer algo más práctico y no tan teórico. En mi caso, decidí


cursar un laboratorio de Mecánica de Rocas, la cual fue sin duda una muy buena elección, dado que pude trabajar con equipos bastante avanzados y realizar ensayos de gran complejidad. Adicionalmente, en una materia desarrollé un proyecto durante todo el semestre, dándome la oportunidad de aplicar los conceptos teóricos aprendidos y de trabajar en conjunto con otros alumnos. Igualmente, tuve el chance de asistir a una excursión como parte de otra asignatura, siendo ésta también una muy buena oportunidad para conocer gente en un ambiente distinto. Estas excursiones suelen durar más de un día, normalmente un fin de semana completo, y es notoria la buena preparación y el apoyo que se recibe por parte de la Universidad para las actividades académicas que estas abarcan. Otro aspecto que consideré importante fue preparar las clases de mano del material del curso, que normalmente se encuentra disponible desde mucho antes. Esto ayuda a poder atender a los aportes y explicaciones que da el profesor, y así no leer y revisar el material que se emplea en la clase recién en el salón. Es complejo en un idioma extranjero poder concentrarse en una lectura o diapositiva y adicionalmente escuchar atentamente lo que el docente dice. Esto me ayudo a poder tomar buenos apuntes, los cuales fueron bastante útiles al momento de preparar los exámenes. Entre días de estudio y viajes eventuales los fines de semana, los primeros meses fueron pasando en la universidad. De repente, tuve conocimiento de que mucho más temprano de lo esperado tendría que presentar mi primer examen (Klausur), justo dos días antes de Navidad y aún quedando más de un mes de clases en el resto de materias. Este sería entonces otro gran desafío de esta estadía en Alemania, y que además se cruzaba con la preparación de mis postulaciones para un puesto como practicante, lo cual generó aun más estrés. Para los exámenes es importante saber que el tiempo asignado para su realización suele ser corto, demasiado corto en algunos casos, y que por ende la preparación que requieren es alta. Es importante desde mi punto de vista saber cómo contestar correctamente y de forma concisa, con el fin de no perder mucho tiempo. Los temas deben por ende estar claros y aquí es donde recomiendo asistir regularmente a tutorías dictadas normalmente por los monitores de las materias para solucionar dudas. Sin embargo, ¡no hay por qué temer! Si bien los nervios pueden ser altos, comprobé que pueden más las ganas de obtener un buen resultado y la preparación realizada. Lo importante es salir con la satisfacción de haber dado lo mejor durante la prueba. Poco tiempo después me encontraba preparándome para lo que sería la última de las tres etapas de esta gran experiencia y que en mi caso resultaba ser la más desafiante, pues mi experiencia laboral previa en mi campo de estudio era nula: la práctica empresarial. El proceso para conseguirla fue bastante complejo y estuvo quizá lleno de más obstáculos de los que esperaba. Fueron bastantes las postulaciones que envié y no muchas las invitaciones recibidas para una entrevista, pero lo importante es prepararse para ellas y no dejarlas pasar. Fue así como me vi una semana antes de la fecha de inicio con dos opciones muy interesantes, necesitando de mucha meditación y bastantes consejos de amigos de mi carrera para poder tomar una decisión.


Con Santiago, disfrutando la Navidad en Venecia

Para todo lo relacionado con la práctica recomiendo hacer uso de los distintos talleres de preparación y revisión de documentos que suele ofrecer la universidad. Se ofrecen inclusive sesiones de fotos para obtener la Bewerbungsfoto perfecta, cuya importancia en la hoja de vida en Alemania es indiscutible. Sin embargo, si dichas sesiones llegan muy tarde para las fechas de postulación, siempre es posible recurrir a algún amigo con una buena cámara fotográfica y un espíritu de fotógrafo que realice una sesión improvisada. Para la revisión de documentos e incluso, para ensayar la eventual entrevista, siempre son buenos aliados los conocidos y amigos alemanes con los que uno llega a entablar amistad en la universidad. A diferencia de la mayoría de los estudiantes colombianos, los alemanes suelen tener experiencia laboral antes de graduarse e incluso antes de entrar a la misma universidad, y por ende alguna vez han pasado por procesos de selección similares. Finalmente decidí aceptar una práctica en la ciudad de Weinheim, muy cerca a Mannheim, el lugar en el que todo inició, pero decidí vivir en Heidelberg, otra ciudad cercana. En parte, quise vivir ahí porque Heidelberg, al ser una ciudad universitaria, ofrecía mayores facilidades para la consecución de una vivienda y además porque sencillamente es una de las ciudades más hermosas de Alemania. Pero la búsqueda de una habitación la inicié bastante tarde y fue así como me mudé sin aún tener vivienda. Esa misma tarde del 28 de Febrero, el día de mi llegada a Heidelberg, me aventuré a visitar un par de opciones contando con la fortuna de ser aceptado en una de las WG’s (Wohngemeinshaft) que visité y en la que pude mudarme al día siguiente. Personalmente


recomendaría vivir en una WG, pues permite crear un gran vínculo con las personas con quien se convive, ese es incluso uno de los objetivos de las llamadas kein Zweck-­‐WG, las cuales requieren una entrevista para ser aceptado. Por ende, no llegar previamente a la ciudad de destino puede tornarse en un problema para lograr acordar todas las citas necesarias.

Uno de los muchos días perfectos que la ciudad de Heidelberg ofrece, con Andrés y Tatiana

El periodo en el cual realicé mi práctica fue sin duda uno de los más enriquecedores por la gran cantidad de cosas nuevas que aprendí en el campo de estudio de mi preferencia y porque pude dar a conocer de una forma más cercana mi forma de trabajar. Esto me permitió generar una buena impresión en la compañía e incursionar en nuevas y cada vez más desafiantes labores a medida que mi práctica avanzaba. Aquí es donde uno ve reflejada la labor realizada en el semestre en la Universidad alemana, pues el gremio de la Ingeniería Civil quizá en comparación con otros se desarrolla en gran medida en alemán y fue muy gratificante el poder mantener conversaciones de muy buena manera con los ingenieros y personas con las que trabajé, tanto sobre temas técnicos relacionados con los proyectos en los que me desempeñaba, como en situaciones cotidianas con los colegas de la compañía. Adicionalmente, el periodo de la práctica fue también el adecuado para poder conocer más a fondo Europa. En mi caso, los fines de semana no estaban diseñados precisamente para descansar sino para conocer nuevos lugares o visitar amigos, en una clase de turismo con aires de mochilero, el cual, créanme, no da mucho lugar al descanso, sino por el contrario a aprovechar cada momento para conocer y experimentar algo nuevo. En este punto uno se da cuenta que volverse experto en el tema de preparar viajes y de encontrar las mejores promociones en los tiquetes aéreos y tiquetes de tren hace parte de esta experiencia de vivir y estudiar en Alemania.


Recomiendo igualmente obtener al principio de la estadía en Alemania la llamada Bahncard, ya sea la 25 o la 50, con las cuales se consiguen descuentos en los precios de todos los tiquetes de tren, y la cual se adquiere por ser estudiantes a un precio bastante asequible. Además, al final del año permite canjear todos los puntos acumulados por un bonito souvenir de los viajes en tren realizados casi que semanalmente en tierras teutonas.

Vacacionando en Creta con Tatiana y Nicolás

Luego de doce meses en Alemania, llegó la hora de regresar a Colombia. Empacar parecía ahora más complejo que nunca, no solo porque debía hacer caber en una única maleta mis pertenencias y bastantes regalos que traía conmigo, sino porque la nostalgia de dejar el país que había sido el escenario del mejor año de mi vida era inevitable. Iba a ser imposible volver a Colombia siendo la misma persona que un año atrás había salido del país por primera vez en su vida. Esa persona que tomaba un avión para ir a Alemania y realizar un sueño que se había convertido transformado en una meta. En Alemania construí un grupo de amigos muy seguramente para toda la vida, con una cantidad infinita de experiencias compartidas, que no solo cambiaron mi perspectiva del mundo, sino ante todo, la perspectiva de mi mismo y que dejaron en mí muchos nuevos propósitos y metas, para cuyo alcance la voluntad y la perseverancia no conocen límites. ¡Le doy infinitas gracias a Dios, a mis padres, al DAAD, a Colciencias, a la UNAL, y por supuesto a Deutschland, por hacer de este el mejor año de mi vida!


Por: Andrés Felipe Velásquez Parra


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