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UNA POTENTE VOZ MUSULMANA CONTRA EL TERRORISMO Y EL

Damián Szvalb

Chems-Eddine Hafiz es un líder muslmán que combate el fundamentalismo religioso en Francia. Es el rector de la Gran Mezquita de París que está ubicada en el Barrio Latino, lejos de la periferia, en donde las mezquitas y los centros para rezar están mayormente controlados por salafistas y otros sectores radicalizados.

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Si bien es considerado un líder importante dentro del islam su representatividad no es tan clara. Porque el islam es una religión sin jerarquía y, entre los musulmanes de este país (entre cinco y seis millones en una población de 67 millones de habitantes) conviven desde moderados que suscriben los principios de la laicidad hasta integristas que cuestionan las leyes de la República.

Hay que tener en cuenta también que el cargo de Hafiz no es religioso, sino institucional. Trabajó de abogado en París hasta que fue elegido rector a principios de año para suceder al histórico Dalil Boubakeur. Hoy es una de las voces musulmanas más contundentes en la defensa de la laicidad y la condena del islamismo.

Durante los últimos meses, la sucesión de ataques terroristas reavivó el miedo en Francia y se ha retomado en la agenda mediática y académica la discusión sobre las raíces religiosas de un terrorismo que en este país ha dejado cerca de 300 muertos en la última década. “Yo mismo he evolucionado. Al principio, no llegábamos a admitir que tales crímenes se cometieron en nombre de nuestra religión. Hoy, yo y otros responsables consideramos que hay que mirar las cosas de frente”.”, dice Chems-Eddine Hafiz. “

Esta última oleada de ataques hizo que Hafiz multiplique sus intervenciones públicas. En septiembre, cuando comenzaba el juicio por los atentados de enero de 2015 (contra la revista satírica Charlie Hebdo por publicar las caricaturas de Mahoma y contra un supermercado Kosher) dijo en el diario Le Figaro “que Charlie Hebdo siga escribiendo, dibujando, usando su arte y sobre todo viviendo”. A principios de octubre, en Le Monde, se declaró dispuesto a apoyar el combate del presidente Emmanuel Macron contra el “separatismo islamista”, objetivo de la ley presentada este 9 de diciembre en el Consejo de Ministros.

Recordemos que esa ley apunta al entramado de mezquitas, organizaciones no gubernamentales, escuelas privadas y predicadores que supuestamente crean el caldo de cultivo para la ruptura de las leyes democráticas y, en el peor de los casos, para la violencia. Tras la decapitación del profesor Samuel Paty, Hafiz publicó un manifiesto en defensa de la libertad de expresión y contra el boicot a productos franceses instigado por líderes de países musulmanes que acusan a Macron de islamofobia.

Por sus posiciones contra el islamismo, desde hace unas semanas Hafiz lleva protección policial. Cuando hace poco visitó a Macron, le dijo: “Señor presidente, estoy reviviendo el calvario y la pesadilla que viví en Argelia”. ¿A qué se refería? Hablaba de los años ochenta, antes de la guerra que desgarró el país norteafricano. “Se decapitaba. Había cabezas en las aceras. Periodistas, escritores. Todos los que pensaban fueron masacrados”, explicó a la prensa. Y enumeró, a continuación, los atentados de estos años en Francia, desde el Bataclan en 2015 a Samuel Paty y la iglesia de Niza. “En algún momento esto tendrá que parar. Yo, como rector, hago mi pequeña parte de trabajo”.

El delito de genocio es el resultado de determinado tipo de vínculos sociales. Su capacidad aniquiladora es el producto de la instalación simbólica del constructo de una otredad negativa que discrimina, señala, marca y destruye al grupo excluído.

El régimen nazi no se privó de ningún paso de la secuencia y el Pogrom del 9 de noviembre de 1938, también conocido como Kristallnacht, puede considerarse un punto de clivaje a partir del cual el destino trágico de los judíos quedó sellado a sangre y fuego.

El pretexto que utilizaron los nazis para desatar los pogromos de esa fecha, fue el asesinato del diplomático alemán Ernst von Rath en París, perpetrado por Herschel Grynspahn, como venganza por la deportación de su familia de Alemania a Polonia, en una acción ordenada por la Gestapo.

En pocas horas estallaron graves disturbios en numerosas ciudades. Las vidrieras de los negocios judíos fueron destrozadas y los locales saqueados, se incendiaron centenares de sinagogas y hogares judíos y muchos de ellos fueron atacados físicamente. Alrededor de 30.000 fueron arrestados y deportados a los campos de concentración de Dachau, Sachsenhausen y Buchenwald. Aproximadamente 90 judíos fueron asesinados.

Al finalizar este ataque, los nazis continuaron con otro tipo de severas medidas antijudías.

Es así cómo “legalmente” se puso en marcha el proceso de arianización y la apropiación de bienes y propiedades judías. Por ello, la comunidad judía fue obligada a pagar una multa de 1.000 millones de marcos, como indemnización por la muerte de Von Rath Luego, los nazis crearon una Oficina Central para la Emigración Judía (Zentralstelle für jüdische Auswanderung) para “estimular” a los judíos a que abandonasen Alemania lo que generó que algunos países occidentales y la Unión Soviética comenzaran a permitir el ingreso de un mayor número de refugiados. Sin embargo, el plan de exterminio continuó poniendo a su servicio el aparato descomunsl del Estado alemán.

A 82 años de estos sucesos, no sólo recordamos el evento histórico en sí mismo y a sus víctimas, sino que iluminamos nuestro presente para no naturalizar prácticas odiosas, y para revisar nuestros actos y mensajes cotidianamente, empoderando al sistema democrático como úni o bastión para la efectiva protección del derecho a la igualdad.

Dra. Marisa Braylan

Damián Szvalb

Será en la política internacional donde más rápido se notarán las diferencias que habrá en la Casa Blanca con el cambio de gobierno a partir del 20 de enero: Joe Biden, el próximo presidente e Estados Unidos, romperá la política de Donald Trump hacia Medio Oriente que estuvo claramente alineada con los intereses políticos del gobierno de Bibi Netanyahu. Si bien nadie debería dudar que Biden es un firme aliado de Israel, muchos no lo van a notar, por lo menos en el corto plazo.

Biden pertenece al ala más proisraelí del Partido Demócrata, y, según recordaron estos días algunos periodistas, en algún momento hasta llegó a definirse como un “sionista”, para expresar su admiración por Israel. Estos antecedentes serán usados por el presidente electo para legitimarse e intentar encauzar el conflicto entre israelíes y palestinos bajo la fórmula de “dos Estados para dos pueblos”. Ese consenso, instalado en la Casa Blanca desde la década del 60, está agonizando.

Desde que los palestinos colocaron en la agenda internacional la demanda por un Estado propio a partir de la aparición de la Organización para la liberación de Palestina (OLP) conducido por Arafat, primero a través de la violencia terrorista y luego de la institucionalización de sus demandas a partir de los Acuerdos de Oslo a principios de los ‘90, Occidente tomó la fórmula de dos Estados para dos pueblos como la única alternativa para alcanzar una paz justa y estable. Esto traía implícito que cualquier decisión sobre el futuro del conflicto debía contar con el consenso de ambas partes.

Al reconocer a Jerusalem como capital de Israel y proponer el “Acuerdo del Siglo” para Medio Oriente, Trump cambió esas reglas ya que avanzó en la búsqueda de una solución al conflicto con una propuesta que no tenía en cuenta a una de las partes, los palestinos. No se trató de una decisión caprichosa, sino del análisis de un contexto regional que cambió las prioridades de las potencias mundiales y de los países de Medio Oriente. Todo empezó con la invasión de Estados Unidos a Irak, que empoderó a Irán como actor regional, luego sucedieron las primaveras árabes y la feroz guerra civil en Siria que sacaron a los palestinos de la agenda regional, y por último la política de Bibi de correr de las prioridades estratégicas israelíes el tema palestino.

Obama ya había leído este panorama y fue él quien empezó a desenganchar a su país del Medio Oriente. Dejarle Siria a Rusia e Irán para que hiciesen lo que quisiesen con Bashar al Asad y ese territorio fue la mejor muestra. Sin embargo, Obama no se olvidó de los palestinos y se esforzó mucho para que ellos y los israelíes se sentaran en una mesa para que retomaran las negociaciones. Se cansó de fracasar.

A Bibi Netanyahu no le va gustar nada que la nueva administración estadounidense le pida cosas que desde hace cuatro años nadie le pide. Por ejemplo, que contenga la expansión de los asentamientos y que renuncie definitivamente a la anexión de Cisjordania. En definitiva, Biden le va a pedir a Bibí algo que él no siente ni quiere: volver a prestarle atención al tema palestino.

Quizás porque todos sabemos cómo Bibi y Trump se habían transformado en socios estrechos, a nadie sorprendió que mientras las redes sociales se llenaban de felicitaciones de los líderes internacionales por el triunfo de Biden, Netanyahu mantuvo el silencio durante más de 12 horas. “Joe, hemos mantenido una larga y cálida relación personal desde

hace casi 40 años y sé que eres un gran amigo de Israel”, saludó finalmente a través de Twitter.

Biden dijo en la campaña que mantendrá la sede de la Embajada de EE.UU. en Jerusalem, pero al mismo tiempo empezará a darle lugar a los palestinos en la agenda del Medio Oriente. Para los palestinos, la llegada de Biden tiene una extraordinaria importancia. Cuatro años más de Trump los hubiera condenado a la perpetuación de su irrelevancia. Por eso y para no volver a perder la oportunidad de encontrar una salida a su situación, deberán hacer lo que nunca hicieron: una renovación real de su dirigencia y hacer una lectura pragmática de sus reales alternativas y de lo que pasa en la región. Hace rato que en el Medio Oriente no hay lugar para posturas idealistas. Los palestinos deben ser conscientes que están frente a un momento histórico que no deberían desaprovechar, porque más allá de los gestos que pueda dar, Biden no se va a “inmolar” por ellos. Está más que claro que Medio Oriente en general, y la cuestión palestina, en particular, dejó de ser una prioridad en Estados Unidos tanto para republicanos como para demócratas.

Pero a Bibi hay algo que le preocupa muchísimo más que los palestinos: la posibilidad de la reactivación del acuerdo nuclear con Irán, suscrito por Obama y Biden en 2015 y del que Trump se desenganchó apenas asumió. Si esto sucede, y si los vínculos con Irán se recomponen y se flexibilizan las sanciones y las presiones al gobierno de Hasán Rohaní, seguramente Bibi retomará el discurso más duro que señala a ese país como

la principal amenaza existencial para Israel. Eso incluye, indefectiblemente, que la opción militar para detener por la fuerza el plan nuclear iraní podría volver a estar sobre la mesa.

Un restablecimiento del acuerdo entre EE.UU. e Irán sí impactaría en el tablero regional e incomodaría no sólo a Israel sino también a Arabia Saudita. Pero no sólo porque le devolvería a Teherán su posicionamiento geo estratégico que entró en crisis por Trump sino también porque Biden tiene pensadas otras decisiones que van a caer pésimo en Riad. Por ejemplo, la nueva administración evaluará quitar apoyo a la guerra que Arabia Saudita lidera en Yemen y mirará con más atención las violaciones a los derechos humanos. Esta muy fresco todavía el recuerdo de cómo Trump dejó pasar por alto el brutal asesinato del periodista Jamal Khashoggi en el consulado Saudita de Estambul. No le importó ni siquiera que hasta la CIA haya responsabilizado al príncipe heredero saudita de haberlo ordenado.

De todos modos, en política internacional nada es tan lineal ni tan definitivo. Más allá de las intenciones y de las promesas de campaña, a Biden no le va a ser tan fácil ni retomar el acuerdo con Irán ni marcarle la cancha a Arabia Saudita. Por ejemplo, hay que tener en cuenta que desde que Trump abandonó el pacto, los iraníes no se quedaron quietos y, según el último informe de la Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA), ya acumula doce veces mvás uranio enriquecido de lo que le permitía aquel pacto. También superaron el máximo de pureza fijado. En estas condiciones es impensable que Biden pueda avanzar mucho en el acercamiento con Irán.

Por todo esto, Biden deberá ser cuidadoso y, si está decidido a retomar la vía diplomática con Irán, lo tendrá que hacer desde una posición dura, no sólo para exigirle que retome sus obligaciones en el acuerdo nuclear sino para disuadirlos a no seguir interviniendo en los conflictos regionales.

Además, y mientras se ocupa de Irán, Biden no puede descuidar a sus principales aliados en la región, Israel y Arabia Saudita, por más que no le guste mucho sus gobiernos. Por eso es esperable que continúe la estrategia de normalización que Trump impulsó entre Israel y los países árabes sunita. Son demasiados y muy fuertes los intereses que los unen, tanto comerciales como en materia de seguridad. A ninguno de los tres les conviene sacar los pies del plato.

Por todo esto, lo más probable que presencie-

mos un delicado y meticuloso juego diplomático y político de la administración Biden para el Medio Oriente. Aunque parezca difícil de lograr dejar conformes a estos tres actores preponderantes de la política de Medio Oriente, este parece ser el momento para intentarlo.

Gabriel Camiser

En fecha 4 de noviembre de 2020 y a más de 26 años del atentado cometido contra las sedes de la AMIA-DAIA, la querella unificada conformada por ambas instituciones, ha tenido la oportunidad de transmitir al Tribunal Oral en lo Criminal Federal N. 3, los motivos por los cuales se ha considerado que el por entonces reducidor de autos Carlos Alberto Telleldin, debía ser condenado como partícipe necesario del acto terrorista.

Al nombrado Telleldin se lo ha acusado de haber preparado y entregado la camioneta Trafic utilizada luego como coche bomba, con conocimiento de que la misma posiblemente iba a ser utilizada para cometer el atentado finalmente ocurrido. Existen sobradas pruebas que demuestran esta imputación.

Ya desde los comienzos de la investigación, Telleldin resultó ser sospechoso. Sin embargo, el derrotero de la causa y sus infinitas idas y venidas, han demorado en exceso el comienzo del juicio oral y público culminado a fines de 2020.

Cabe recordar que durante los años 2001 a 2004 se desarrolló un juicio oral que tuvo a Telleldin como imputado y el mismo resultó absuelto. Dicho fallo fue confirmado por la Cámara de Casación.

Luego, y en virtud de un recurso extraordinario presentado por la querella AMIA-DAIA, la Corte Suprema de Justicia de la Nación consideró que la absolución de Telleldin no fue correctamente dictada y debía realizarse un nuevo juico para analizar su posible responsabilidad en los hechos.

El mentado fallo de la Corte Suprema resulta ser del año 2009. Sí, 2009!!!

Por su parte, el juicio culminado en diciembre de 2020, tuvo su inicio en el mes de mayo de 2019.

Es decir, que la Justicia tardó ni más ni menos que 10 años en comenzar el nuevo juicio a Telleldin ordenado por la Corte Suprema.

Lógicamente el paso del tiempo atenta contra el buen funcionamiento de la justicia, pues cada día que pasa, cada año, cada década sin justicia, es una demostración clara de la ineficiencia del Estado argentino para investigar y condenar a los culpables del mayor atentado terrorista llevado adelante en nuestro país. También el paso de los años, puede atentar contra la memoria de los testigos y el entendimiento del contexto en el cual se sucedieron los hechos investigados.

Sin embargo, a pesar de dichas inocultables dificultades, la querella unificada AMIA-DAIA ha expuesto ante el Tribunal de juicio las contundentes pruebas existentes en contra del imputado y ha solicitado su condena a 20 años de prisión.

El alegato fue llevado adelante vía Zoom por los Dres. Miguel Bronfman y Gabriel Camiser y ha podido ser seguido en vivo por el público a través de Youtube.

Más de 15.000 personas han seguido la transmisión, quedando demostrado el interés que la sociedad sigue manteniendo a los fines de obtener algo de justicia para la causa AMIA.

Por su parte, la querella unificada de Familiares de Víctimas del atentado y la UFI AMIA, al momento de alegar, han solicitado la prisión perpetua del imputado Telleldín.

A pesar de todo ello, y de las pruebas expuestas por todas las partes acusadoras, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N.3, en fecha 23 de diciembre de 2020, ha resuelto la absolución del imputado, perpetuándose de esta manera la impunidad reinante en la investigación del atentado terrorista.

Lo destacable del fallo es que, a pesar de la absolución, se confirmó que el atentado a la sede de la AMIA-DAIA resultó ser un crimen de lesa humanidad, y por lo tanto imprescriptible, circunstancia que había sido cuestionada por la defensa del imputado.

Los fundamentos del fallo se conocerán el 26 de marzo de 2021, momento en el cual empezará a correr el plazo procesal pertinente a los fines de que las partes podamos ejercer el derecho de recurrir lo resuelto ante la Excma. Cámara de Casación.

Desde la DAIA, trabajaremos incansablemente en dicho recurso para intentar que se revoque el decepcionante fallo dictado por el Tribunal Oral, esperando que la Excma. Cámara, al revisar el mismo, de el puntapié inicial para el comienzo de una nueva etapa: la etapa en la cual en la causa AMIA comienza a haber justicia.

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