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Recuerdos de la granja de mis abuelos

Por: Lucía Guidolin ( ilustraciones) Violeta Calvo (relato)


Impreso en Argentina, 1ra. Edición: 11/2023. Impreso en Mímesis Impresiones, Balcarce 1287, Rosario, Santa Fe, Argentina. Email: contacto@mimesis.com.ar. WhatsApp 3414259095. www.mimesis.com.ar

Hecho el depósito de ley nro. 11.723

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Dedicado a mi familia, en especial a mi mamá Valeria, a mi tío Esteban y a mis abuelos que vivieron esta historia y me la contaron para que forme parte de mis recuerdos. Lucía Guidolin.

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Mis abuelos tenían una granja a la que le pusieron de nombre Abril. Había un arroyo que se llamaba Pavón y lo rodeaban muchos eucaliptos. En verano se bañaban y jugaban en sus aguas. Mi mamá y mi tío invitaban a sus amigos a pasar el día y se instalaban debajo de estos árboles. Se divertían mucho cada vez que iban y con mi abuelo salían a caminar y explorar el arroyo. Había muchos animalitos. Estaba el perro Cirilo, la chancha Pancha, la vaca Aurora, el carnero Nero, la yegua Blue, la cabrita Heidy, la gansa Gertrude , conejos y otros más. Cuando iban mis abuelos, les llevaban comida que mi abuela les juntaba y los animalitos los recibían con entusiasmo. Se ponían contentos de verlos y les daban una cálida bienvenida. Había un señor, Carlos, que los cuidaba y alimentaba todos los días.

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Los animales estaban en libertad y a la noche iban a dormir a sus corrales.

CIRILO Era el perro más antiguo de la granja, de color té con leche y pelo enrulado. Se ponía contento cuando iba mi familia. Le gustaba estar acompañado y que lo mimaran. Era el responsable de cuidar a todos. Se había ganado el respeto de los otros animales y él lo sabía. Era un perro "ovejero" y a la tardecita se ocupaba de las cabras y ovejas. Iba a juntarlas y las corría para que vayan a dormir al corral todas juntas sin que se pierda ninguna.

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Cuando ya había hecho su trabajo, Cirilo descansaba. Se dedicaba a mirar la luna con mirada romántica y a ladrarle a los grillos y ranas. Como queriendo entrar en comunicación con ellos. Disfrutaba de ese concierto y de su ser y estar en la granja.

PANCHA Era la chancha más inteligente y traviesa que se conociera. Una vez mis abuelos estaban haciendo un asado en una parrilla bajita. Pancha andaba merodeando por ahí y en un descuido sacó los chinchulines de la parrilla. Al grito de mis abuelos se fue corriendo, con su botín balanceándole en la boca. Se fue lejos a saborearlo tranquila. 5


Esa vez mis abuelos no comieron chinchulines. Otro día, mi abuela estaba comiendo bizcochos en la camioneta y Pancha miraba desde abajo, esperando un pedacito. Como esto no ocurría, la intrépida pegó un salto y se subió a la camioneta, arrebatándole la bolsa . Una vez más salió corriendo con su preciado trofeo. Mi abuela se quedó mirando, cómo se iba para el lado del arroyo, feliz de su travesura. Cuando lograba su cometido ¡ la alegría le brotaba por los poros !. La próxima vez que fueron, mis abuelos comían bizcochos dentro de la camioneta, pero le tiraban pedacitos por la ventanilla. Y ella iba de una ventanilla a otra, buscando su doble ración. Y así mis abuelos aprendieron a compartir sus bizcochos con ella y se dieron cuenta que era ¡ muy inteligente!.

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AURORA Era una vaca blanca, con manchas negras, que había adoptado como hijo al carnero Nero. Estaba como ausente y solitaria siempre. Sólo se comunicaba con Nero. Todos los días pastaban juntos, en una armonía total. Si Aurora caminaba, Nero caminaba, si Aurora se acostaba, Nero se acostaba, y así pasaban sus días felices. Pero cuando las ovejas se acercaban a Nero para que jugara y pastara con ellas, Aurora se ponía como loca y las corría. Se enojaba y no quería compartir a su hijo. Era muy celosa y posesiva.

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- ¿ Qué quieren esas ovejas ? - Quieren que vaya a jugar con ellas. Están aburridas. - ¡ Y qué se entretengan entre ellas ! ¿ Qué tienen que venir a molestar acá ? - Bueno tranquila, ya las corriste. - ¡ Sí. Y que no vuelvan, porque me voy a enojar en serio ! Nero ni se molestaba y se quedaba muy tranquilo al lado de Aurora. Se sentía mimado. Y miraba a las ovejas con indiferencia.

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NERO Era el carnero que se había criado con Aurora. Le gustaba ser su hijo, pastar con ella, dormir la siesta debajo de los eucaliptos. Era un amor sublime. Estaban los dos en su mundo. Nada de lo que ocurriera en la granja los perturbaba. Él sabía que su mamá lo cuidaba mucho y no le gustaba compartirlo. De día le daba el gusto y no se separaba de ella. De noche se iba a dormir al corral con las ovejas. Se transformaba de hijo en héroe y guardián superpoderoso. - ¿ Por qué no jugás con nosotras de día ? - Porque Aurora quiere que esté con ella. - Pero vos, podés hacer lo que tenés ganas, no siempre vas a hacerle caso. - Pero ella me cuidó mucho de chiquito y no le gusta quedarse sola. Se pone triste. - Pero vos podés escaparte.

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- Si. Pero no quiero. Me reparto un poco con ella y un poco con ustedes. Así todos estamos felices.

HEYDI Era la cabrita mascota de mi abuelo. Le ponía una correa y la llevaba de paseo. Se iban a las granjas vecinas y a ella le encantaban esas salidas. Cuando era chiquita, mi abuela le daba leche en una mamadera, se la tomaba toda y luego se iba a saltar y corretear con las demás. A las cabras les gustaban las hojas de los eucaliptos y la corteza de sus troncos. Mi abuelo cortaba ramitas y las 10


llamaba ¡ "chicas, chicas" ! y venían presurosas a comer semejante manjar. Eran muy curiosas y estaban atentas a los ruidos o señales raras que no comprendían. Una vez mi abuelo se acostó en el medio del pasto y una de ellas lo vio. Empezó a mirar a una y a otra y todas se fueron comunicando con sus miradas intrigadas. Se fueron acercando a mi abuelo y lo rodearon, sin dejar de mirarlo, tratando de entender ¡ qué pasaba !. - ¿ Qué le pasará ? - No sé. Hace rato está tirado ahí, quieto. - ¿ Se habrá dormido o se descompuso ? - No sé. Capaz nos está haciendo una broma. - Vayamos a ver de qué se trata. -

De acuerdo, pero vayamos despacio para que no se asuste, por las dudas. Y en silencio.

Cuando mi abuelo abrió los ojos, se encontró con un montón de otros ojos curiosos que lo observaban con mucha atención.

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Cuando se levantó, todas se fueron y volvieron a pastar y corretear. Se las veía más tranquilas.

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GERTRUDE Era la gansa más vieja de la familia. A la mañana todos los gansos se iban en fila hacia el arroyo a nadar. Los gansos eran blancos y las gansas grises. Hacían una fila perfecta, al final iban los pequeños y la última de todos era Gertrude. - ¡ Avancen por favor y no se salgan de la fila !. Repetía una y mil veces. 13


- ¡ Ya lo sabemos abuela ! No hace falta que lo digas a cada ratito, se quejaban los pequeños. - Yo sé por qué lo digo. Ustedes se distraen mucho y olvidan las reglas. - ¡ Qué señora molesta resultó nuestra abuela ! comentaban en voz alta y se reían para que su abuela se olvidara las reglas por un ratito. Ella iba siempre a cierta distancia, observando que no se escapara ninguno, que no se salieran de la fila. Cuidaba de su familia. A la tardecita regresaban nadando por el arroyo, sacudían sus alas y graznaban . Volvían en fila, a dormir debajo de los árboles. Verlos regresar, era señal de que el día se terminaba e inspiraba mucha paz observarlos. Cuando empollaban un huevo, se pasaban días y días sin comer, hasta que nacía el gansito, precioso y amarillito como un pompón.

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LAS OVEJAS Eran ariscas, uno se acercaba y ellas se alejaban, guardando siempre distancia. Pastaban todo el día. Un día, a una de ellas se le enredó un alambre en las patas y no se lo podía sacar. Mi abuelo y mi tío trataban de agarrarla pero se escapaba, no se dejaba ayudar. Todos pensaban ¿ y ahora qué hacemos ?. Hasta que mi abuelo hizo un lazo con una soga, la revoleó y como si fuera un vaquero del lejano oeste, pudo enlazarla . Así junto con mi tío, pudieron sacarle el alambre. La curaron y luego se alejó muy apurada para juntarse con las otras, a contarles su experiencia. Las demás la miraron intrigadas, sorprendidas de lo que habían visto. - ¿Te dolió mucho ? 16


- No tanto. Pero me daba miedo que no me soltaran. - Pero te sacaron el alambre y te curaron. - Si, por suerte, aunque no me gustó que me agarren con una soga. - Bueno, pero ahora ya podés caminar mejor y volver a correr. - Si, menos mal. ¡ Ahora miraré mejor dónde piso !

BLUE Era la yegua que mi abuelo quería mucho. Se iba con ella a pasear por la orilla del arroyo. 17


Un día se bajó y se sentó al lado del arroyo, mientras Blue descansaba. Vio aparecer una liebre que muy confiada se acercó. Él se la quedó mirando y pensando, ¡ qué hermosa es ! ¡ Y no podía dejar de mirarla !. Volvió conmovido por esa experiencia. - Buen día señora yegua. ¿ Qué hace por acá ? - Mirando el arroyo y descansando, ¿ y vos ? - Buscando el camino más corto, para llegar a mi casa. - ¡ Ah ¡ ¿ y queda lejos ? - No tanto. Tengo que cruzar esos troncos, girar hacia el lado que sale el sol y luego buscar una piedra que puse en mi puerta, para señalarla. Pero descanso un poquito, vengo de muy lejos y estoy agotada. - Bueno, entonces quedate acá.

Mi dueño es muy

bueno y no te va a hacer nada. - Sí. Ya me pareció. A la tardecita Blue empezaba a galopar y correr. Movía la cola de un lado a otro y disfrutaba ese momento del día y de su libertad. Como poseída por un ser misterioso, gozaba de esa comunión con el universo.

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PELEA DE PERROS Un domingo habían ido a pasar el día amigos de mis abuelos con sus respectivos perros. Se pusieron a comer, debajo de los eucaliptos, cuando alguien le tiró un pedazo de carne a su perro. Los otros quisieron sacarle la comida y se armó un lío ¡ terrible ! ¡ no los podían calmar ! Cirilo ladraba queriendo poner orden en su granja, pero no lo escuchaban. Estaban alterados para prestarle atención. ¡No sabían cómo separarlos!, hasta que mi abuelo agarró un sifón y con el chorro de soda y el ruido, pudo imponer calma. Cada perro volvió con su dueño. Se calmaron gracias al invento de mi abuelo. Ese chorro a presión resultó ser una solución genial y mi abuelo ese día fue el héroe superpoderoso. Al rato volvieron a jugar y Cirilo a disfrutar de sus invitados.

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Ese día para Cirilo fue muy intenso. Esa noche no miró a la luna ni escuchó a los grillos. Se durmió agotado.

NADAR EN EL ARROYO Era hermoso nadar y descubrir la otra orilla. Los gansos, patos, garzas y otros animalitos lo disfrutaban. La vida se mostraba en todas sus formas.

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El sol jugaba con su paleta de luces y colores. Se miraba en el arroyo presumiendo y a todos ofrendaba su misterio. Los eucaliptos jugaban a la sombra con él. Un día venía nadando una nutria, boca arriba, haciendo la plancha. Estaba comiendo algún fruto, porque se llevaba las manos a la boca y masticaba. Muy tranquila y concentrada en su manjar. Mi abuelo con los amigos de mi mamá y de mi tío, pasaban momentos únicos, disfrutando de la naturaleza y del arroyo. Cuando volvían de sus expediciones le contaban a mi abuela lo que habían visto y descubierto.

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LA CASITA Y CARLOS Mis abuelos construyeron una casita para estar más cómodos y quedarse a dormir. Era el complemento 23


necesario para que el juego volviera a empezar cada día. Completaba el cuadro. Lo hacía más real. Una vez se olvidaron la puerta abierta y comida arriba de la mesa. Cuando volvieron, la gatita Marroncita se había dado un festín.

Junto a la casita estaba la huerta con ricas verduras, que mi abuela cuidaba celosamente. Una vez se escaparon unos conejos y caracoles y en la huerta se dieron una panzada de frescos sabores.

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Carlos era el señor que cuidaba de la granja y les daba de comer a los animales. Le gustaba leer en voz alta y mi abuela le llevaba libros y revistas, para su disfrute. 25


Mis abuelos, mi mamá y mi tío fueron muy felices en aquellos años que compartieron con los animales de la granja. Hasta el día de hoy los recuerdan y se ríen de sus travesuras. Construyeron este sueño, donde no había nada. Cuando vieron el arroyo y los eucaliptos centenarios quedaron embrujados. Quisieron continuar en ese embrujo y que fuera parte de sus vidas. Darle forma a ese sueño no fue fácil, pero valió la pena intentarlo. El lugar sigue siendo para ellos un cuadro que pintaron, con sus mejores energías, con pinceladas vibrantes y entusiasmo. Cada vez que pasan por la autopista y cruzan el arroyo Pavón, no pueden dejar de mirar hacia ese lugar. A pesar del tiempo transcurrido, el embrujo sigue existiendo. Aprendieron muchas cosas de los animales, de su comportamiento y de su ser y estar en armonía con el universo creador.

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Recordar las cosas lindas de la vida, donde fuimos felices con la gente que quisimos y queremos, es uno de los grandes placeres que hay que permitirse. Estos recuerdos son el escudo que nos protege en los tiempos difíciles. Los animales están en el universo para hacernos la vida más agradable, pintoresca, divertida y amorosa. Seamos sus amigos y protejamos el planeta para que puedan vivir felices.

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Escribí y dibujá lo que sentiste luego de haber leído este cuento.

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