AMADO RÍO, AMADA COLOMBIA
Por: Andrea Raffo Faccini Juliana Cรกrdenas Daniela Vanegas Daniel Gonzรกlez
Cuando llegue por primera vez a las costas Colombianas no existían puertos ni muelles, los negros llegaban en canoas a ayudarnos a desembarcar. Al bajarmos, el comandante Palacios nos recibió con un vaso de agua bajo una cabaña hecha de bambú y paja. Después nos subimos en mulas y nos llevaron hasta Barranquilla.
Al llegar a Barranquilla pasamos por la aduana, revisaron mi pasaporte y abrieron mi maleta varias veces, a pesar de tener una carta de recomendaci贸n del ministro. Cuando llegue a Barranquilla estaba buscando nuevos negocios planeaba quedarme un tiempo viviendo en Colombia.
Decidí ese día como a las seis de la tarde, cuando ya había pasado el calor, ir a dar un paseo por la costa. Caminaba por la interminable línea de palmas y de vez en cuando se podía ver unas pequeñas cabañas. Empecé a envidiar a las personas que vivían en estas, en ese humilde lugar frente al mar
las personas eran felices; entonces la vi a ella en la playa con su piel canela, se llamaba Mar铆a, y empezamos a hablar. Esa noche culmin贸 en una fiesta, con su familia sentada en mecedoras frente a la casa, tocando la guitarra y el tiple.
Con el tiempo ella me introdujo a la majestuosidad del rio magdalena y fue entonces que decidí empezar un negocio de navegación en Colombia. Los primeros días de trabajo fueron en 1823, las primeras navegaciones de Colombia por el río Magdalena, eran incursiones pioneras que buscaban involucrar al
país en un mercado mundial. Mi idea era empezar un negocio para llevar las cargas pesadas desde el Atlántico hasta Honda y algunas veces lo logré desde honda hasta Bogotá. Mi empresa iba a conectar la región caribe con la región andina. Empecé a dedicar la mayor parte de mi tiempo al negocio de la navegación y a María la veía muy poco.
No era una tarea sencilla realizar las embarcaciones, cada tanto ocurrían problemas con los barcos y el mantenimiento de los mismos, además el río no era nada amigable, tenía variación de profundidades por el clima y altas corrientes hacían de los viajes fueran una hazaña aún más difícil de cumplir.
COLOMBIA 2014
Cuando comencé con el negocio, solamente había unos cuantos botes de remos que no funcionaban muy bien al llevar cargas pesadas. Por esa razón utilice barcos a vapor, eran los primeros barcos a vapor en toda Colombia, los recorridos aún no eran tan grandes, sólo teníamos tres puertos: Cartagena, Santa Marta y Barranquilla.
Afortunadamente la empresa fue respaldada por el gobierno para cumplir con su labor. Pasé mucho tiempo en el rio , en los barcos. En los barcos conocí todo tipo de personajes. Las tripulaciones eran mezclas de blancos, negros, mestizos, y en aguas del rio la único que nos diferenciaba era la comida. Todos teníamos que usar la misma ropa durante varios días
y soportar el calor. Nadie dormía en los camarotes debido al calor. Entonces todos armábamos una especie de carpas con lona en las cubiertas y levantarnos a las seis de la mañana con baldados de agua. Teníamos dos enemigos: los mosquitos, que tratábamos de evitar con unas mallas, y el caudaloso rio del que sólo el barco nos protegía.
La siguiente vez que vi a María no estaba muy contenta, entonces le prometí que iba a armar yo mismo un barco con el nombre de ella. En la época antes traíamos los barcos desde el exterior pero no funcionaban muy bien con las condiciones climáticas que tenía el río de Magdalena, finalmente armar yo mismo un buque parecía una buena idea.
Cerca de 1826, comenzó a complicarse la situación de la empresa, hasta ahora yo tenía la exclusividad o mayor parte de las acciones del sector, pero los problemas serios comenzaron con algunos empresarios colombianos. Lo peor comenzó con las guerras entre Bolívar y Santander. La guerra llego con la revocatoria del decreto que nos brindaba protección para la navegación
en el río Magdalena, en ese año dejamos de trabajar, la empresa cerro, las dificultades eran tantas que no pudimos continuar con el negocio fluvial. Y me llegó una carta de María, que seguro tuvo que pagar porque no sabía decir. La carta era muy corta y sólo decía que se casó con un hombre bueno, pero no daba detalles de quién era.
barco
Con el corazón roto y sin trabajo pasaron tres años para que volviéramos al río, pero ya las cosas no funcionaban, la suerte fue la peor enemiga de todas. Los barcos que tanto habían trabajado terminaron sus días haciendo su labor: el General Bolívar encallado en Caño de Tabianza y el General Santander naufragó por los lados de Cartagena. Era 1837 y el único de los barcos que se encontraba
en funcionamiento termino por naufragar. Y nunca cumplí mi promesa de hacerle un barco a María y me pregunto si eso hubiera asegurado que se quedara conmigo. Ahora, sólo veo los restos de lo que fue el paso por aquel río que solo deja recuerdos, luchas entre sus caminos, promesas sin cumplir, amores no correspondidos y barcos entre sus aguas.
Y me pregunto si debí quedarme ese primer día en la playa con María, no sé qué hubiera pasado con la navegación en Colombia sin mi empresa, pero sí sé que hubiera sido feliz.