La etnoeducación

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LA ETNOEDUCACIÓN: ROMPIENDO CADENAS DE LA ESCLAVITUD Y OTROS DEMONIOS. La historia de la caña de azúcar en Colombia data de épocas coloniales, aquellas en la que españoles llegaron a estas tierras con una idea de salvadores, mostrándoles a los indígenas el mundo del que se perdían, pero también visionando en estas tierras una idea de negocio y extracción de riquezas. Así es como se inician las plantaciones de caña en Cartagena y luego paulatinamente en algunos sitios del país. Quienes trabajaban en estas plantaciones de sol a sombra eran negros, esclavos. Siglo XXI, la esclavitud en Colombia se abolió hace aproximadamente 150 años, o eso creería uno. El despojo de tierras a manos de terratenientes en el Cauca, ha generado un cambio socio económico en las familias de este departamento, donde eran ellos mismos quienes consumían lo que producían de sus tierras y podían trasladarse con sus hijos sin ningún problema. Ahora, las mujeres tuvieron que desplazarse a grandes ciudades para conseguir trabajo y los hombres como jornaleros de estos ingenios azucareros que fueron los que se adueñaron de estas tierras para el monocultivo de caña. ¿No es esto otra clase de esclavitud? Los pagos son mínimos, por no decir miserables y ni hablar de la manera en que fueron despojados de sus tierras, tirados en el anonimato, desconociendo su dignidad de cultura ancestral. Entonces, ¿dónde está la abolición de la esclavitud? “Manipular los modelos mentales de los ciudadanos que no tienen los recursos para resistirlos o para construir modelos alternativos es una forma de abuso de poder” (Dijk, 2004) A partir de esto la emergencia de diferentes grupos sociales ha ido tomando fuerza en los últimos treinta años basados en procesos de reivindicación de derechos, de sus derechos. De aquí la relevancia que tiene para la memoria del pueblo afrocolombiano esta lucha contra la discriminación, exclusión y marginación; es la manera como cobra sentido la lucha histórica. Una lucha que de ninguna manera ha sido fácil, que les ha costado sangre y sudor, pero que los hace más merecedores de un lugar digno en la sociedad, de reconocimiento y respeto. Sería precisamente la educación la gran herramienta para que esta lucha tomara no solo algún valor, sino que continuaría a través de las diferentes generaciones con este legado. Pero no podría ser cualquier educación, no aquel modelo eurocentrista que nos han


vendido como la gran maravilla, no. Debía ser una educación contextualizada, pensada para la comunidad, desde la comunidad, teniendo en cuenta todos sus procesos históricos y además sus tradiciones. Y ¿qué no debería ser así la educación? ¿qué no es la educación la manera como una sociedad le de permanencia y sentido a su cultura? En teoría, sí. “Pero la educación es un sistema de prohibición del pensamiento, transmisión del conocimiento como un deber, el conocimiento como algo dado, petrificado”. (Zuleta, 1985) Si bien la etnoeducación se considera una corriente pedagógica que comprende un número indeterminado de propuestas educativas donde se responde a la diversidad de prácticas culturales, la etnoeducación afrocolombiana del Cauca tiene un tinte especial, donde su historia y territorio constituyen un elemento fundamental para su implementación. Es así como surge la necesidad de replantearse esa escuela monocultural en Colombia que por años y años ha reiterado la negación de una nación multicultural, multiétnica y multicontextual. Y entonces surge aquella pregunta ¿Qué pasaría si la escuela...? Y como se menciona en la primera conferencia sobre la lógica de Platón “Es muy manifiesto que se trata de una severa crisis en la civilización griega la que impulsó a la búsqueda de la lógica”. Sólo ante la crisis y la discriminación que vivieron estas comunidades afrocolombianas, surgió la lógica. Una educación y una escuela pensada para su comunidad. De esta manera se plantea no sólo un modelo educativo sino un movimiento social que busca las reivindicaciones educativas de las comunidades afrocolombianas, donde los raizales, maestros y organizaciones negras y afro, motivados por generar un cambio sociocultural y por dar respuesta a necesidades provenientes de este desplazamiento y este constante desconocimiento de su raza, generan un cambio social e histórico en las representaciones sociales de estas comunidades. En el Cauca, específicamente en Villa Rica inicia un movimiento de reconocimiento de raíces afro con la Asociación Casita de Niños, allí se empieza a borrar esa educación reproductora no solo de prejuicios sociales sino de desconocimiento y subvaloración de las comunidades negras, como si estas no tuvieran tanto que aportar a nuestro país de blancos, porque somos descendientes de españoles y que nadie se atreva a decir lo contrario. Este pensamiento tan colonialista, aunque no lo creamos aún permanece latente.


“…la educación es reproductora de prejuicios raciales, es reproductora de una sicología social que inferioriza y subvalora a las comunidades negras al no reconocerlas como sujetos protagonistas de la historia y de la construcción nacional de estas naciones, sino solamente objetivizarlas como esclavas; ahí empieza y termina la historia de nuestras comunidades. Nosotros, dentro del campo de la educación, estamos reivindicando una nueva historia, estamos reivindicando una nueva concepción geográfica y geopolítica de lo que es la comunidad negra nacional” (Mosquera, 1987). Entonces, ¿Cómo generar este cambio en las representaciones sociales de los afro y a quién debe ir dirigido? Si bien ya se empieza a divisar un cambio por medio de la educación todavía debe plantearse a quién o por medio de quiénes se debe iniciar el cambio. Qué mejor escenario que la infancia, tan abandonada por aquellas épocas de despojos de tierras, donde padres y madres debían llevar el sustento a sus hogares. Aquella infancia que no sólo podría ser esa generación que promoviera el cambio, sino que desde el mismo presente se iría gestando. Ya que como lo menciona Ernesto Sabato “El ser humano aprende en la medida en que participa en el descubrimiento y la invención. Debe tener libertad para opinar, para equivocarse, para rectificarse, para ensayar métodos y caminos para explorar” (Sabato, 1978). Esta debe ser la educación para la infancia, un camino para explorar. Esa misma infancia que tenía que leer cuentos para blancos, que tenía que jugar con juguetes para blancos, que ni siquiera consideraban su color de piel en la gama de colores, porque ser negro pareciera algo tan maligno como la misma designación que se le ha dado a este color. Aquella pedagogía de la exclusión, de la competencia y de la negación debía ser lo primero en erradicar. “¿Dónde se sitúa la invisibilidad/visibilidad de la afrocolombianidad en la educación preescolar? ¿En los textos, en las iconografías escolares, en las culturas escolares, en las prácticas pedagógicas? Este punto es crucial si se entiende que estamos abordando experiencias de socialización primaria, fundantes de valores, creencias y emociones, y de modo secundario de razones, para ser o nos ser racistas”. (Castillo & Caicedo, 2012) La educación y atención de niños y niñas de una comunidad es una de las tareas más importantes que tiene una sociedad, no solo es una tarea de amor y dedicación, no. La


educación a estos niños debe ser entendida como el punto cero ya sea para generar un cambio socio histórico y cultural, pero también para garantizar la transmisión y permanencia de esos cambios que se quieren y necesitan en la comunidad. “Porque educar es creer en la perfectibilidad humana, en la capacidad innata de aprender y en el deseo de saber que la anima…” (Savater, 1997). Y es así cómo es concebido el modelo de etnoeducación en esta comunidad. Ya lo mencionaba Humberto Maturana cuando se preguntaba ¿Para qué educar? “Para recuperar esa armonía fundamental que no destruye… sino que quiere conocerlo en la aceptación y respeto para que el bienestar humano se dé en el bienestar de la naturaleza en que se vive”. (Maturana, 2001). Pero para gestar este cambio primero hay que entender que no se trata de la aceptación y la tolerancia del otro, sino de celebrar la diferencia, la diversidad y la riqueza cultural que nos puede brindar esa diferencia, entender que en esa diferencia está el poder para empezar a defender lo suyo, sus raíces, su historia, su lucha. “La importancia de la memoria colectiva, especialmente para los pueblos marginalizados, se evidencia en la búsqueda que emprenden por entender y visibilizar su lugar en el mundo” (Vanín, 2010) en esto está la riqueza de los saberes transmitidos a la infancia. Esa lucha que nos debe llenar no solo de orgullo, sino que debe ser una motivación para esa labor docente a la que fuimos llamados, esa labor docente que debe ser pensada para la comunidad, para el niño, para la sociedad. Y no como aquello que nos quiso imponer el constructo del modernismo, como un proyecto educativo para la construcción de ciudadanos útiles a una sociedad y a un Estado, sino como aquella labor que se encargue de rescatar nuestra historia, nuestras costumbres, nuestras raíces y que sobre todo nos despierte, como aquellos niños del Cauca, ese amor y orgullo por lo que somos y por lo que representamos. La sociedad, la educación y el Estado están en deuda con una comunidad que representa lo que somos y de dónde venimos, que a pesar de todo ha ido rompiendo aquellas cadenas de esclavitud… y de otros demonios.

“Quería una muñeca Que fuera como yo: Con ojos de chocolate Y la piel como un carbón. Y cuando le dije a mi taita Lo que estaba pidiendo yo


Me dijo que muñeca negra Del cielo no manda Dios” Fragmento poema La muñeca negra (Romero, 2011)

Referencias Castillo, E., & Caicedo, J. A. (2012). Yo no me llamo negrito. Bogotá. Dijk, V. (2004). Conferencia Discurso y dominación. Grandes Conferencias en la Facultad de Ciencias Humanas, 16. Maturana, H. (2001). Una mirada a la educación actual desde la perspectiva de la biología del conocimiento. En H. Maturana, Emociones y Lenguaje en educación y política (pág. 14). Santiago de Chile: Dolmen/Ensayo. Mosquera. (1987). El renacer cimarrón. Solidaridad. Aportes cristianos para la liberación, 15-18. Romero, M. G. (2011). La muñeca negra. Bogotá: Códice. Sabato, E. (11 de Mayo de 1978). La educación en América Latina. Clarín, pág. 28. Savahter, F. (1997). Carta a la maestra. En F. Savater, El valor de educar (pág. 10). Barcelona: Ariel, S.A. Vanín, A. (2010). Prólogo. En B. R. Hurtado, C. Revelo Gonzalez, & C. Revelo Gonzalez, Cuentos para dormir a Isabella (pág. 13). Bogotá: Ministerio de Cultura. Zuleta, E. (1985). Sobre la idealización en la vida personal y colectiva y otros ensayos. Conferencia sobre la lectura, (pág. 23). Bogotá. Platón. Primera Conferencia Sobre la lógica, pág. 6.


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