Sociales

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SOCIALES DANNA DAYANA GALEANO ORTIZ

INICIO 3) y 5) Caída del imperio romano 1


5) y 8) Las invasiones barbarás 9) y 15) El imperio carolingio 15) Las cruzadas La edad media El feudalismo El renacimiento El Descubrimiento de América Colonización de América Revolución de América

CAIDA DEL IMPERIO ROMANO El Imperio Romano alcanzó su mayor extensión al comienzo del siglo II d. C y duró 2.000 años. Estaba dividido en provincias, directamente sometidas al control del Emperador y del Senado A pesar de que en esta época alcanzó su máximo esplendor, existían algunos problemas graves que se fueron ahondando a partir del siglo III d. C. Éstos fueron:

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Enemigos externos: Aparecen pueblos que amenazan las fronteras romanas, especialmente los pers as en la zona de Mesopotamia y los germanos en el Rin. Excesivo poder de los soldados: El peligro inminente de los pueblos germanos en la frontera noreste obligó a Roma a mantener en armas un ejército de medio millón de legionarios quienes comenzaron a usar la fuerza para nombrar a los emperadores que les prometían favorecerlos. Esto provocó una gran inestabilidad política. Gran crisis social: Esta crisis se manifestó principalmente en las provincias más atrasadas del Imperio, cuyos habitantes le exigieron al gobierno la totalidad de los derechos políticos y sociales. Ruptura del equilibrio económico: El sector de Oriente del Imperio se enriqueció más que el sector Occidental, lo cual provocó problemas dentro del Imperio. Gran crisis económica: Se elevaron los impuestos y contribuciones. Se ensayó la planificación central y rigurosa de la producción pero sólo provocó el estancamiento generalizado. Aparecen

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la inflación y el desempleo, el desabastecimiento, el mercado negro y la especulación. Gran concentración urbana y éxodo rural: Los habitantes del Imperio dejan las zonas rurales y se di rigen hacia las ciudades. El quiebre definitivo se produjo cuando Teodosio, emperador de origen español, legó el Imperio Romano, al morir, a sus dos hijos. A Honorio le correspondió el Imperio de Occidente, cuya capital era Roma, y a su segundo hijo, Arcadio, el Imperio de Oriente, cuya capital era Constantinopla, siguiendo destinos muy diferentes. En el año 476 después de Cristo, el Imperio Romano de Occidente sucumbía bajo la presión de los germanos, mientras que el Imperio Romano de Oriente sobrevivió hasta el año 1453 después de Cristo, año en que cayó en poder de los turcos.

LAS INVACIONES BARBARAS Fin del Imperio Romano 4


Occidente asediado La división del Imperio en dos mitades, a la muerte de Teodosio, no puso fin a los problemas, sobre todo en la parte occidental. Burgundios, Alanos, Suevos y Vándalos campaban a sus anchas por el Imperio y llegaron hasta Hispania y el Norte de África. Los dominios occidentales de Roma quedaron reducidos a Italia y una estrecha franja al sur de la Galia. Los sucesores de Honorio fueron monarcas títeres, niños manejados a su antojo por los fuertes generales bárbaros, los únicos capaces de controlar a las tropas, formadas ya mayoritariamente por extranjeros. El año 402, los godos invadi eron Italia, y obligaron a los emperadores a trasladarse a Rávena, rodeada de pantanos y más segura que Roma y Milán. Mientras el emperador permanecía, impotente, recluido en esta ciudad portuaria del norte, contemplando cómo su imperio se desmoronaba, los godos saqueaban y quemaban las ciudades de Italia a su antojo. El saqueo de Roma En el 410 las tropas de Alarico asaltaron Roma. Durante tres días terribles los bárbaros 5


saquearon la ciudad, profanaron sus iglesias, asaltaron sus edificios y robaron sus tesoros. La noticia, que alcanzó pronto todos los rincones del Imperio, sumió a la población en la tristeza y el pánico. Con el asalto a la antigua capital se perdía también cualquier esperanza de resucitar el Imperio, que ahora se revelaba abocado inevitablemente a su destrucción. Los cristianos, que habían llegado a identificarse con el Imperio que tanto los había perseguido en el pasado, vieron en su caída una señal cierta del fin del mundo, y muchos comenzaron a vender sus posesiones y abandonar sus tareas. San Agustín, obispo de Hipona, obligado a salir al paso de estos sombríos presagios, escribió entonces La Ciudad de Dios para explicar a los cristianos que, aunque la caída de Roma era sin duda un suceso desgraciado, sólo significaba la pérdida de la Ciudad de los Hombres. La Ciudad de Dios, identificada con su Iglesia, sobreviviría para mostrar, también a los bárbaros, las enseñanzas de Cristo. Fin del Imperio Romano de Occidente Finalmente, el año 475 llegó al trono Rómulo Augústulo. Su pomposo nombre hacía referencia a Rómulo, el fundador de Roma, y a Augusto, el fundador del Imperio. Y sin embargo, nada había en el joven emperador que recordara a estos grandes hombres. Rómulo Augústulo fue un 6


personaje insignificante, que aparece mencionado en todos los libros de Historia gracias al dudoso honor de ser el último emperador del Imperio Romano de Occidente. En efecto, sólo un año después de su acceso al trono fue depuesto por el general bárbaro Odoacro, que declaró vacante el trono de los antiguos césares. Así, casi sin hacer ruido, cayó el Imperio Romano de Occidente, devorado por los bárbaros. El de Oriente sobreviviría durante mil años más, hasta que los turcos, el año 1453, derrocaron al último emperador bizantino. Con él terminaba el bimilenario dominio de los descendientes de Rómulo.

IMPERIO CALORINGIO El nacimiento de la dinastía y el Imperio Carolongio En los albores del siglo VIII, el merovingio Regnum Francorum se encontraba en plena 7


decadencia, dividido en tres partes (Austrasia, Neustria y Borgoña) y gobernado, de facto, por los mayordomos de palacio. Uno de ellos, Pipino, de Austrasia, destronó a Childerico III (743751) y se coronó rey en Soissons, por aclamación popular. Pipino, hijo de Carlos Martel, buscó la base jurídica para ello en la figura del Papa Zacarías, obligado por las circunstancias a buscar un aliado fuerte frente al empuje de los lombardos en la península italiana. Con él nacía, así, una nueva dinastía que trataría de fortalecer su poder con el apoyo papal. A cambio, se iba a erigir en la protectora de la Iglesia romana. En el plano político y militar, Pipino obtuvo importantes victorias contra los musulmanes y consiguió sofocar una sublevación en Aquitania, a la vez que creó los Estados Pontificios. A su muerte, en 768, 8


dividió su reino entre sus dos hijos, Carlos y Carlomán. Carlomagno La muerte en 771 de este último permitió que Carlos, el futuro Carlomagno (771-814), reunificara nuevamente el reino, que constaba ya de Neustria, Austrasia, Aquitania, Borgoña y Provenza, y comenzara una larga campaña de expansión de sus fronteras. Para ello, emprendió sucesivas campañas militares: sometió a los lombardos y se nombró en 774 "Rex Francorum et Longobardorum", acabó en 796 con el reino de los ávaros, cristianizó tras treinta años de luchas a los sajones y frisones, pero se vio frenado por los musulmanes al otro lado de los Pirineos en su intento por llegar hasta el Ebro. Tras dominar a los distintos pueblos, llevó las fronteras de su reino hasta el río Elba por el este y hasta la Marca Hispánica por el suroeste, y en la Navidad del año 800 se hizo coronar emperador de los romanos por el papa León III. Este hecho iba a conferir a la dinastía carolingia el papel de sucesora del Imperio Romano de Occidente y defensora efectiva del pueblo cristiano, 9


relegando al Papa a meras funciones espirituales. En el plano cultural, Carlomagno impulsó la recuperación del espíritu romano perdido en los siglos anteriores, mediante lo que se ha llamado "renacimiento carolingio": emprendió la construcción de grandes conjuntos monásticos y catedralicios que le servirían de base para la cristianización de los distintos pueblos sometidos, organizó territorialmente la administración religiosa y creó importantes scriptoria como difusores de esa revolución cultural. Una de sus primeras medidas para todo ello fue la creación de una escritura común y homogénea en todo el Imperio, la minúscula carolina. Para conseguir todo esto, se rodeó de una serie de eruditos como Alcuino de York o Eguinardo. Los sucesores de Carlomagno A Carlomagno le sucedió su hijo Luis el Piadoso o en latín Ludovico Pio (814-840) que era ya rey de Aquitania y había conquistado Barcelona en 801, 10


estableciendo el límite de la Marca Hispánica. Sin embargo, como emperador hizo bien poco por la expansión del Imperio; entusiasta de la cultura y profundamente religioso, entregó a la Iglesia el tesoro acumulado por su padre. El movimiento artístico siguió floreciente gracias a algunos importantes centros culturales como Metz, Tours o Reims. Sin embargo, a finales de su reinado se encontró con el levantamiento de sus hijos mayores, Lotario, Pipino y Luis, entre quienes había repartido el Imperio y que se opusieron a la posterior inclusión de Carlos, el menor. Tras la muerte de Pipino, por el Tratado de Verdún (843) quedaba dividido finalmente entre los tres restantes: Lotario I recibió las tierras centrales (Lotaringia), Luis el Germánico la parte oriental y Carlos el Calvo se quedaba con el reino de los francos occidentales. La disgregación del Imperio se vio acentuada en 855, con la muerte de Lotario, quien repartió el reino de 11


Lotaringia entre sus hijos Carlos I, Lotario II y Luis II. No obstante, los dos primeros duraron poco, con lo que Luis II pasaba a ser el nuevo heredero del reino de su padre en 869, a lo que se oponían sus tíos Luis el Germánico y Carlos el Calvo. Este último se hizo coronar rápidamente rey de la Lotaringia, pero al final se vio obligado a aceptar su división entre ambos por el Tratado de Meersen (870). Durante estos últimos años, los restos del Imperio Carolingio se encontraron con un nuevo peligro, las incursiones vikingas que comenzaron a asolar sus tierras, pero en el campo cultural se alcanzó un nuevo florecimiento de las artes, impulsadas por el mecenazgo imperial, fundamentalmente de Carlos el Calvo. Decadencia del Imperio Carolingio Tras los nietos de Carlomagno, sus sucesores ya no fueron capaces de conservar la estabilidad imperial, y poco a poco se fue perdiendo la unidad política que se había conseguido con el mantenimiento de un férreo control en manos del emperador.

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Las nuevas presiones externas obligaron a Carlos a reconocer, mediante la capitular de Quierzy (877) la posibilidad de que los grandes funcionarios carolingios pudieran transmitir sus derechos territoriales a sus hijos, de forma que iban a aparecer grandes principados de tipo hereditario que marcarían el nacimiento del feudalismo. Pese a todo, los sucesores de la dinastía carolingia consiguieron mantenerse hasta el siglo X: en el bloque oriental, a la muerte de Luis el Niño en 911 fue elegido rey Conrado de Franconia y, tras él, Enrique I, fundador de la dinastía otoniana; mientras, en Occidente llegaron hasta 987, año en que fueron sustituidos por los Capetos.

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