americanizados

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MERICNIZADOS



Atrás quedaron las inmensas llanuras americanas donde las tribus indias instalaban sus campamentos y poblados, y las verdes praderas donde cazaban búfalos. Los búfalos lo eran todo para los indios, sin ellos eran incapaces de sobrevivir. Del búfalo obtenían carne para alimentarse; pieles para confeccionar sus vestimentas; y huesos y astas para elaborar abalorios y herramientas. También cazaban zorros y se vestían con sus pieles para engañar al búfalo. Las águilas y los cuervos les proporcionaban plumas para sus espectaculares penachos, y con sus huesos elaboraban collares y pecheras para sus trajes. Los indios mataban animales para su supervivencia, nunca como entretenimiento. Los animales eran sagrados para ellos. Luchar, cazar, querer a la familia, respetar la naturaleza y la supervivencia de la tribu eran sus principales lemas. Cuando el hombre blanco alteró este ecosistema, los indios se vieron obligados a modificar por completo sus costumbres, sus tradiciones y su modo de vida. Se quedaron arrinconados en reservas controladas por el Estado, y comenzaron lentamente a diluirse como pueblo y a adoptar costumbres,

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vestidos y formas de vida propias de los americanos blancos. La colección Americanizados representa la evolución de los pueblos indios americanos en los Estados Unidos, y está compuesta por once prendas de estructuras simples, que combinadas entre si forman una minicolección de cuatro estilismos de inspiración india con aportaciones de la cultura americana. Utilizando diferentes técnicas se confeccionan prendas de forma artesanal, tal como hacían las mujeres indias originalmente. Los materiales empleados también son tejidos naturales, intentando respetar y plasmar en lo posible la autenticidad de los orígenes indios -algodones, pieles, cueros, abalorios, lana 100%- pero incorporando también las panas y el denim como aportación americana. Los estampados mezclan gráficas propias inspiradas en la vestimenta de varias tribus indias (caballos, cráneos de búfalo), con réplicas de las mantas originales de los indios navajos e imágenes de la sociedad actual (estrellas de sheriff, tipografías americanas).

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La AMERICANA está compuesta por diez piezas. En cada una de ellas se reproduce un estampado originario de las mantas de los indios navajos empleando la técnica del petit point. La estrella de sheriff bordada en el bolsillo y el patrón de la chaqueta son las aportaciones americanas a esta prenda de estampados indígenas. El JERSEY DE PLUMAS está tejido con ovillos realizados a base de tiras de pana. Esta prenda se completa con un penacho indio intervenido que aporta al jersey una espectacularidad casi teatral, a caballo entre el pájaro que los indios fueron algún día y el tahúr en que se transforman cuando abren las reservas-casino que les permiten sobrevivir. Esta jersey representa como ninguna otra prenda en la colección la evolución del espíritu de las tribus indias: el pájaro como símbolo de su necesidad de libertad y su profunda unión con la naturaleza, y el sombrero de tahúr como accesorio actual vinculado a la degradación que han padecido como pueblo. El JERSEY DE PELO es también una de las prendas destacadas de la colección por lo representativo de las pieles en el modo de vida indio. En este caso, la piel utilizada

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recuerda a los trajes de zorro que los indios vestían cuando salían a cazar búfalos, que son precisamente los motivos incorporados a los hombros. La pieza se completa con puños y elásticos tejidos con cordones de cuero. La FALDA, al igual que la chaqueta, está elaborada a partir de la técnica del petit point con los colores tradicionales de las mantas navajas, incorporando los caballos como motivo tradicional y como motivo actual una tipografía típicamente americana con la que se bordan las letras de uno de los estados norteamericanos donde las reservas de los indios tienen a día de hoy una gran presencia: Wisconsin. Las pecheras de las CAMISAS son una einterpretación de las corazas de abalorios que los indios ponían en sus trajes de gala, cosidos sobre un patrón contemporáneo. Por último, los PANTALONES completan los estilismos con cortes y composiciones contemporáneas, aportando a toda la colección una perspectiva actual, que la enmarca definitivamente en la categoría de Americanizados.

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El ruido de la ciudad parece insultar los oĂ­dos. Los indios preferimos el suave sonido del viento que acaricia la cala del lago

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Americana bordada a mano en la que conviven estampados propios con reproducciones de los estampados de las mantas originarias de los indios navajos

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Camisa confecionada en tejido de algod贸n con aplicaciones de cuero y pechera bordada con abalorios

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AsĂ­ Termina la Vida y Comienza la supervivencia Carta del Jefe Indio Seattle



En 1854, Franklin Pierce, Presidente de los Estados Unidos de América, envió una oferta de compra al Jefe de Seattle, perteneciente a la tribu de los Suwamish. La intención era comprar los territorios del noroeste de los Estados Unidos, a cambio le ofrecía crear una reserva para el pueblo indio. Este Ilustre jefe Sioux, respondió con una carta llena de belleza y sabiduría: El gran jefe de Washington manda palabras, quiere comprar nuestra tierra. El gran jefe también manda palabras de amistad y bienaventuranza. Esto es amable de parte suya, puesto que nosotros sabemos que él tiene muy poca necesidad de nuestra amistad. Pero tendremos en cuenta su oferta, porque estamos seguros de que si no obramos así, el hombre blanco vendrá con sus pistolas y tomará nuestra tierra. El gran jefe de Washington puede contar con la palabra del gran jefe Seathl, como pueden nuestros hermanos blancos contar con el retorno de las estaciones. Mis palabras son inmutables como las estrellas. ¿Cómo se puede comprar o vender el cielo y el calor de la Tierra? Esta idea es extraña para nosotros. Si hasta ahora no somos dueños de la frescura del aire o del resplandor del agua

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¿cómo nos lo pueden ustedes comprar? Nosotros decidiremos en nuestro tiempo. Cada parte de esta tierra es sagrada para mi gente. Cada espina de pino brillante, cada orilla arenosa, cada rincón del oscuro bosque, cada claro y zumbador insecto es sagrado en la memoria y experiencia de mi gente. La savia que circula por las venas de los árboles lleva consigo las memorias de los pieles rojas. Los muertos del hombre blanco olvidan su país de origen cuando emprenden sus paseos entre las estrellas; en cambio, nuestros muertos nunca pueden olvidar esta bondadosa tierra, puesto que es la madre de los pieles rojas. Nunca podemos olvidarla porque ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el venado, el caballo, la gran águila: éstos son nuestros hermanos. Las escarpadas peñas, los húmedos prados, el calor del cuerpo del caballo y el hombre, todos pertenecemos a la misma familia. Por todo ello cuando el gran jefe blanco de Washington nos envía el mensaje de que quiere comprar nuestras tierras, nos está pidiendo demasiado. También el gran jefe nos dice que nos reservará un lugar en el

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que podamos vivir confortablemente entre nosotros. Él se convertirá en nuestro padre y nosotros en sus hijos. Por ello consideramos su oferta de comprar nuestras tierras. Ello no es fácil, ya que esta tierra es sagrada para nosotros. El agua cristalina que corre por ríos y arroyuelos no es solamente el agua, sino también representa la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos nuestra tierra deben recordar que es sagrada, y a la vez deben enseñar a sus hijos que es sagrada, y que cada reflejo fantasmagórico en las claras aguas de los lagos cuenta los sucesos y memorias de las vidas de nuestras gentes. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre. Los ríos son nuestros hermanos y sacian nuestra sed; son portadores de nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si les vendemos nuestra tierra, ustedes deben recordar y enseñar a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos y también lo son suyos y, por lo tanto, deben tratarlos con la misma dulzura con que se trata a un hermano. Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. Él no sabe distinguir entre un pedazo de tierra y otro, ya que

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es un extraño que llega de noche y toma de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana, sino su enemiga y, una vez conquistada, sigue su camino dejando atrás la tumba de sus padres sin importarle. Les secuestra la tierra a sus hijos. Tampoco le importa. Tanto la tumba de sus padres como el patrimonio de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano, el firmamento, como objetos que se compran, se explotan y se venden, como ovejas o cuentas de colores. Su apetito devorará la tierra dejando atrás sólo un desierto. No sé, pero nuestro modo de vida es diferente al de ustedes. La sola vista de sus ciudades apena los ojos del piel roja. Pero quizás sea porque el piel roja es un salvaje y no comprende nada. No existe un lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ni hay sitio donde escuchar cómo se abren las hojas de los árboles en primavera o cómo aletean los insectos. Pero quizá también esto debe ser porque soy un salvaje que no comprende nada. El ruido parece insultar nuestros oídos. Y, después de todo, ¿para qué sirve la vida si el hombre no puede escuchar el grito solitario del chotacabras ni las discusiones nocturnas de las ranas al borde del estanque?

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Soy un piel roja y nada entiendo. Nosotros preferimos el suave susurro del viento sobre la superficie de un estanque, así como el olor de ese mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado por aromas de pinos. El aire tiene un valor inestimable para un piel roja, ya que todos los seres compartimos un mismo aliento: la bestia, el árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire. El hombre blanco no parece consciente del aire que respira, como un moribundo que agoniza durante muchos días es insensible al hedor. Pero si le vendemos nuestras tierras deben recordar que el aire no es inestimable, que el aire comparte su espíritu con la vida que sostiene. El viento que dio a nuestros abuelos el primer soplo de vida, también recibe sus últimos suspiros. Y si le vendemos nuestras tierras, ustedes deben conservarlas como cosa aparte y sagrada; como un lugar donde el hombre blanco puede saborear el viento perfumado por las flores de las praderas. Por ello consideramos su oferta de comprar nuestras tierras. Si decidimos aceptarla, yo pondré condiciones: el hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus

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hermanos. Soy un salvaje y no comprendo otro modo de vida. He visto miles de búfalos pudriéndose en las praderas, muertos a tiros por el hombre blanco desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no entiendo cómo el caballo de hierro que fuma puede ser más importante que los búfalos que nosotros matamos sólo para sobrevivir. ¿Qué sería del hombre sin los animales? Si todos fueran exterminados, el hombre también moriría de una gran soledad espiritual, porque lo que les sucede a los animales también le sucederá al hombre. Todo va unido. Todo lo que hiere a la Tierra también herirá a los hijos de la Tierra. Nuestros hijos han visto a sus padres humillados en la derrota. Nuestros guerreros han sentido la vergüenza. Y después de la derrota convierten sus días en tristezas y ensucian sus cuerpos con comidas y bebidas fuertes. Importa muy poco el lugar donde pasemos el resto de nuestros días. No quedan muchos. Unas pocas horas más, unos pocos inviernos más y ninguno de los hijos de las grandes tribus que una vez existieron sobre estas tierras o que anduvieron en pequeñas bandas en los bosques quedarán para lamentarse ante las tumbas de una gente que una vez fue

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poderosa y tan llena de esperanza. Una cosa nosotros sabemos y que el hombre blanco puede algún día descubrir. Nuestro Dios es el mismo Dios. Usted puede pensar que ahora usted es dueño de él, así como usted desea hacerse dueño de nuestra tierra. Pero usted no puede. Él es el Dios del Hombre. Y su compasión es igual para el hombre blanco que para el hombre piel roja. Esta tierra es preciosa para Él, y hacerle daño a Tierra es amontonar desprecio hacia su creador. Los blancos también pasarán-tal vez más rápidos que otras tribus-. Continúe ensuciando su cama y alguna noche terminará asfixiándose en su propio desperdicio. Cuando los búfalos sean todos sacrificados, los caballos salvajes todos amansados y los rincones secretos de los bosques se llenen con el aroma de muchos hombres y la vista de las montañas se colme de esposas habladoras, ¿dónde estará el matorral? Desaparecido ¿dónde estará el águila? Desaparecida. Es decir, adiós a lo que crece, adiós a lo veloz, adiós a la caza. Será el fin de la vida y el comienzo de la subsistencia. Nosotros tal vez entenderíamos si supiéramos qué es lo que el hombre blanco sueña; que esperanzas les describe a sus niños en las

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noches largas del invierno.; qué visiones queman su mente para que ellos puedan desear la mañana. Pero nosotros somos salvajes. Los sueños del hombre blanco están ocultos para nosotros, y porque están escondidos, nosotros iremos por nuestro propio camino. Si nosotros aceptamos, será para asegurar la reserva que nos han prometido. Allí tal vez podremos vivir los pocos días que nos quedan, como es nuestro deseo. Cuando el último piel roja de la tierra y su memoria sea solamente la sombra de una nube cruzando la pradera, estas costas y estas praderas aún contendrán los espíritus de mi gentes, porque ellos aman esta tierra como el recién nacido ama el latido del corazón de su madre. Si nosotros vendemos a ustedes nuestra tierra, ámenla como nosotros la hemos amado. Cuídenla como nosotros la hemos cuidado. Retengan en sus mentes la memoria de la tierra tal y como estaba cuando se la entregamos. Y con todas sus fuerzas, con todas sus ganas, consérvenla para sus hijos y ámenla, así como Dios nos ama a todos. Una cosa nosotros sabemos: nuestro Dios es el mismo Dios de ustedes, esta tierra es preciosa para Él. Y el hombre blanco no puede quedar excluido de un destino común.

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DebĂŠis enseĂąar a vuestros hijos que la tierra es nuestra madre. Todo lo que afecta a la tierra afecta a los hijos de la tierra.

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Jersey confeccionado con piel de conejo, con aplicaciones bordadas en los hombros y pu単os y cenefas tejidas con cordones de cuero

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Jersey de jacquard tejido a mano con tiras de pana, estรก intervenido con un penacho que se le incorpora en la espalda y la manga del msmo. Se combina con un sombrero de piel de foca

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Tambores de fiesta en la reserva india.



No todo acabó para la raza india con la conquista del oeste. Rejuvenecidos por la sangre de los casinos que instalan en sus reservas, cada tribu organiza un día de celebración anual en el cual los rostros pálidos son bienvenidos. Cantan, bailan y tocan el tambor. Ellos lo llaman Pow Wow. La rasposa voz del altavoz convoca a una tribu del estado de Montana. Lentamente varios nativos americanos ataviados con sus plumas de gala se retiran las gafas de sol y dejan la cerveza en una mesa, para inmediatamente tomar el centro del recinto y comenzar a bailar. El ritmo hipnótico despierta los aplausos de los asistentes que observan desde las gradas mientras las tribus se suceden por riguroso orden de llamada y los cánticos se entrelazan. Ésta es su fiesta y la reivindicación de su identidad cultural, aunque por supuesto también hay Coca Cola y perritos calientes. Faltaría más. La insaciable sed de tierras del hombre blanco del siglo XIX, dejó tan sólo un 4% del territorio de Estados Unidos a sus propietarios originales. A día de hoy, las tribus norteamericanas subsisten en reservas administradas por agencias estatales con escasos recursos. A pesar de tener cierta

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soberanía dentro de sus territorios, los indios (nativos americanos en la jerga políticamente correcta) no consiguen escapar a la imparable maquinaria mercadotécnica del país que les cobija, y conducen camionetas Ford, visten pantalones Levi Strauss y portan gafas de sol Rayban. De hecho, en el pow wow el olor imperante es el de una barbacoa. En las reservas indias, maltratadas por la legislación blanca, numerosas tribus fueron relocalizadas a territorios áridos del oeste del país en los cuales la agricultura era un lujo y la supervivencia digna un recuerdo. El alcohol ha sido una salida para los miembros más desafortunados de ciertas tribus, como los navajos de Arizona, sujetos a unas tasas de dependencia muy superiores a la media nacional. Enormes casinos levantados en medio de verdes praderas constituyen la supervivencia de muchas tribus. Nubes de coches y camiones se arremolinan alrededor del amplio parking que representa la antesala del dinero. Croupiers nativos con cara de póquer giran la ruleta, inmunes al estruendo insoportable que emiten las máquinas tragaperras, mientras que rústicos habitantes de las ciudades vecinas surcan la

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moqueta para encontrar el siguiente juego en el que emplear su salario. Una transfusión directa a la reserva. Curiosamente fue a través de la existencia de un agujero legal, posteriormente regulado por la jurisprudencia del Tribunal Supremo en dos sentencias claves; la “Tribu Seminola contra el Estado de Florida”, y en “California contra la tribu de Cabazon”, lo que permitió insuflar las ventajas de la industria del juego en las reservas indias. En esencia, se dictaminó que las reservas de indios no están sometidas a las restricciones de su estado federal, por lo que se les debería aplicar directamente la legislación de juego establecida por el Congreso de Estados Unidos, la cual es más permisiva. Y la consecuencia práctica fue el inmenso boom de locales de juego en las tierras indias cercanas a los grandes núcleos urbanos. Si uno quiere conversar con la historia viva de EEUU, (y si nuestro corazón soporta el colesterol), ningún viaje a través de este país podría ser completo sin efectuar una visita a alguna tribu residente en el territorio que transitemos.

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La tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la tierra. El hombre no ha tejido la red de la vida: es sólo una hebra de ella. Todo lo que haga a la red se lo hará a sí mismo. Lo que ocurre a la tierra ocurrirá a los hijos de la tierra. Lo sabemos. Todas las cosas están relacionadas como la sangre que une a una familia.

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For American Indians, the immense plains and the green prairies, where they used to hunt buffalo and where they would settle and build their camps, are a thing of the past. Buffalo’s were everything for American Indians as survival was impossible without them. From buffalo they obtained meat for food, fur for clothing and horns and bones to make beads and tools. They also hunted foxes and would wear their fur to trick buffalo. Eagles and raven supplied them with feathers for their incredible headdresses, and from their bones they made necklaces and hangers for their clothes. American Indians slaughtered animals for survival, never for entertainment. Animals were sacred for them. Fight, hunt, love the family, respect nature and the survival of the tribe were their main watchwords. When white man changed this ecosystem, American Indians were obliged to change their habits, traditions and way of life. Cornered into their reserves, controlled by the state, they slowly began to disintegrate as a people and adopt the white man’s habits, clothes and lifestyles.

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The Americanized collection represents the evolution of the Native American people in the United States, and is made up from eleven simple structured garments, which, when combined, create a mini-collection of four styles inspired on the mix of Indian and American culture. Using different techniques, clothing is made in traditional ways, recreating the Native American women’s methods. The materials used are natural fabrics, which attempt to respect and recreate as far as possible the authenticity of their Native origins; cotton, fur, leather, beads and 100% wool, but including American corduroy and denim. The patterns combine images that have been inspired by various Native American tribes’ dress (horses, buffalo skulls) with copies of original Navajo blankets and contemporary American symbols (sheriff’s badge or American prints). Garments The Jacket is made from ten pieces. Each of them has design that comes from Navajo blankets, and made using the tent stitch technique. The Sheriff’s star on the pocket

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and the pattern on the jacket are an American influence on this native design. The Feather Jumper is sown from yarn made from corduroy thread. This garment is complemented with a headdress which gives the jumper an almost theatrical grandiose, half way between the birds that the Natives once were and the gamblers which they became with the creation of casinos in their reserves, one of their contemporary means of survival. This jumper represents, like no other in the collection, the evolution of the Native American spirit; the bird as a symbol of freedom and their deep connection with nature and the gambler’s hat as a contemporary accessory of the degradation they have suffered as a people. The Rabbit Hair Jumper is also one of the main garments from the collection due to the importance of this clothing in the Native way of life. Here, the use of fur reminds us of the wolf costumes worn by Native Americans when hunting buffalo. The piece is completed with elastic and corduroy cuffs, using the same technique as with the Feather Jumper. The Skirt, similar to the jacket, is made from the tent stitch technique and with traditional Navajo colours, incorporating horses as the

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traditional motif combined with a modern American symbol, that of the letters of one of the states with greatest numbers of Native American reserves: Indiana. The shirt hangers are a reinterpretation of the beads that the Native Americans used to put on their gowns, sewed onto a contemporary pattern. Finally the TROUSERS complete the styles, cut and composed contemporarily, offering the whole collection a modern perspective, defining it within the category of Americanized.

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Live end in that way and surviving starts The indian chief Seattle letter



The greef chief in Washington sends word that he wishes to buy our land. The Great Chief also sends us words of friendship and good will. This is kind of him, since we know he has little need of our friendship in return. But we will consider your offer, for we know if we do not so the white man may come with guns and take our land. What Chief Seattle says you can count on as truly as our white brothers can count on the return of the seasons. My words are like the stars - they do not set. How can you buy or sell the sky - the warmth of the land? The idea is strange to us. Yet we do not own the freshness of the air or the sparkle of the water. How can you buy them from us? We will decide in our time. Every part of this earth is sacred to my people. Every shining pine needle, every sandy shore, every mist in the dark woods, every clearing, and every humming insect is holy in the memory and experience of my people. We know that the white man does not understand our ways. One portion of land is the same to him as the next, for he is a stranger who comes in the night and takes from the land whatever he needs. The earth is not his brother, but his enemy, and when he

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has conquered it, he moves on. He leaves his father’s graves and his children’s birthright is forgotten. The sight of your cities pains the eyes of the redman. But perhaps it is because the redman is a savage and does not understand. There is no quiet place in the white man’s cities. No place to listen to the leaves of spring or the rustle of insect wings. But perhaps because I am a savage and do not understand - the clatter only seems to insult the ears. And what is there to life if a man cannot hear the lovely cry of the whippoorwill or the arguments of the frogs around a pond at night? The Indian prefers the soft sound of the wind itself cleansed by a mid-day rain, or scented by a pinõn pine: The air is precious to the redman. For all things share the same breath - the beasts, the trees, and the man. The white man does not seem to notice the air he breathes. Like a man dying for many days, he is numb to the stench. If I decide to accept, I will make one condition. The white man must treat the beasts of this land as his brothers. I am a savage and I do not understand any other way. I have seen thousands of rotting buffaloes on the prairie left by the white

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man who shot them from a passing train. I am a savage and do not understand how the smoking iron horse can be more important than the buffalo that we kill only to stay alive. What is man without the beasts? If all the beasts were gone, men would die from great loneliness of spirit, for whatever happens to the beast also happens to the man. All things are connected. Whatever befalls the earth befalls the sons of the earth. Our children have seen their fathers humbled in defeat. Our warriors have felt shame. And after defeat they turn their days in idleness and contaminate their bodies with sweet food and strong drink. It matters little where we pass the rest of our days - they are not many. A few more hours, a few more winters, and none of the children of the great tribes that once lived on this earth, or that roamed in small bands in the woods will remain to mourn the graves of the people once as powerful and hopeful as yours. One thing we know that the white man may one day discover. Our God is the same God. You may think that you own him as you wish to own our land, but you cannot. He is the Body of man, and his compassion is equal for the redman and the white. This earth is

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precious to him, and to harm the earth is to heap contempt on its Creator. The whites, too, shall pass - perhaps sooner than other tribes. Continue to contaminate your bed, and you will one night suffocate in your own waste. When the buffalo are all slaughtered, the wild horses all tamed, the secret corners of the forest heavy with the scent of many men, and the view of the ripe hills blotted by the talking wires, where is the thicket? Gone. Where is the eagle? Gone. And what is it to say goodbye to the swift and the hunt? The end of living and the beginning of survival. We might understand if we knew what it was the white man dreams, what hopes he describes to his children on long winter nights, what visions he burns into their minds, so they will wish for tomorrow. But we are savages. The white man’s dreams are hidden from us. And because they are hidden, we will go our own way. If we agree, it will be to secure your reservation you have promised. There perhaps we may live out our brief days as we wish. When the last redman has vanished from the earth, and the memory is only the shadow of a cloud passing over the prairie, these shores and forests will still

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hold the spirits of my people, for they love this earth as the newborn loves its mother’s heartbeat. If we sell you our land, love it as we have loved it. Care for it as we have cared for it. Hold in your memory the way the land is as you take it. And with all your strength, with all your might, and with all your heart - preserve it for your children, and love it as God loves us all. One thing we know - our God is the same. This earth is precious to him. Even the white man cannot escape the common destiny.

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Festival drums in the Indian reserve.



All was not lost for Native American’s during the conquest of the West. Rejuvenated by “transfusions” from Casinos that have been installed in their reserves, each tribe organises a day of celebration where non-Native Americans are welcome. They dance, sing and beat drums, and call the celebration Pow-wow. The coarse voice from the speaker summons a tribe from the state of Montana. Slowly, several Native Americans, decorated with their feathers, take off their sun glasses and leave their beer on a table, to take to the centre of the arena and dance. The hypnotic rhythm is greeted with applause from the audience sat on the stands, whilst other tribes enter into scene after being summoned, mixing their singing. This is their festival and the recognition of their cultural identity, even though you can get Coca Cola and Hot Dogs. What else. The White man’s insatiable thirst for land in the 19th Century left only 4% of the United States’ land mass to its original inhabitants. Today, Native American tribes survive on reserves administered by underfunded state agencies. Even though they have limited sovereignty in their territories, Native

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Americans cannot escape the unstoppable marketing machine of the country within which they live; they drive Ford trucks, wear Levi Strauss jeans and wear Ray-Ban sunglasses. In fact, the overwhelming odour at the Pow-wow comes from barbecues. In the Indian Reserves, mistreated by white legislation, numerous tribes where relocated to dry territories to the west of the country where agriculture was a luxury, and survival worthy of remembrance. Alcohol has become an escape for unfortunate members of some tribes, such as the Navajo’s in Arizona, who suffer dependency rates vastly higher than the national average. Huge casinos, constructed in the middle of green prairies, are the survival of many tribes. Masses of cars and trucks gather in the large car park, which represents the antechamber to money. Poker-faced native croupiers spin the roulette, numbed to the din of the fruit machines, whilst rustic inhabitants of nearby cities tread the carpet in search of the next game where they can spend their salary. A direct transfusion to the reserve. Strangely, it was due to a legal loophole, wregulated later by the Supreme Court in two sentences; the “Seminola Tribe against the

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State of Florida” and “California against the Tribe of Cabazon”, which allowed the injection of the benefits from gaming into the Indian Reserves. In essence, it was declared that Indian Reserves were not subjected to restrictions imposed from their Federal State, and therefore be subjected to the, more lenient, United States Congress’ gaming laws. The result was a boom in Casinos in Indian Reserves close to large urban areas. If you wish to witness living history in the USA, (and our hearts withstand the cholesterol), no journey across this country would be complete without visiting a tribe which lives in the territory one crosses.

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- Ilustraci贸n de moda contemporanea. Naoki Watanabe. Promopress, Barcelona 2009 - Dise帽o de moda. Sue Jenkyn Jones. Art Blume, S.L Barcelona 2005 - Dise帽adores de vanguardia. Bradley Quinn. Art Blume, S.L Barcelona 2009 - Historia del vestido. Patricia Rieff Anawalt. Art Blume, S.L Barcelona 2008 - Ilustraci贸n de moda, dibujo plano. Maomao Publications Barcelona 2007 - www.cainmo.com - www.nmai.si.edu/

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FotografĂ­a: Eduardo Irago Asistente de fotografĂ­a: Mariana Maglio Modelos: Alberto Araujo, Keyla Alonso, Mariana Maglio Abril del 2011

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[e] daviddelriosantos@gmail.com [w] www.flickr.com/photos/david_delrio [m] +34 600 526 666

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