Historia vida

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eleditorial DIRECTORA Isabel Margarit REDACTORA JEFE Empar Revert REDACCIÓN Francisco Martínez Hoyos MAQUETACIÓN Mercedes Barragán COLABORADORA Amelia Pérez (corrección) Publicidad GODÓ STRATEGIES, S.L.U. DIRECTOR GENERAL Pere G. Guardiola DTOR. GENERAL ADJUNTO Pablo de Porcioles DIRECTOR COMERCIAL Yago Sosa Harguindey DIRECTORA PUBLICIDAD BARCELONA Sonia Semprún PUBLICIDAD MADRID Lucía Biagosch Av. Diagonal, 477, 1.ª pl. 08036 Barcelona Tel.: 93 344 30 00 María de Molina, 54, 4.ª pl. 28006 Madrid Tel.: 91 515 91 00 Edita: GODÓ VERTICAL MEDIA, S. L. Av. Diagonal, 477, 9.ª pl. 08036 Barcelona www.historiayvida.com E-mail: redaccionhyv@historiayvida.com

PRESIDENTE Javier Godó, conde de Godó CONSEJERO DELEGADO Carlos Godó Valls ADJUNTO A LA PRESIDENCIA Ramon Rovira EDITORA DE VANGUARDIA DOSSIER Y LIBROS DE VANGUARDIA Ana Godó DIRECTOR GRAL. CORPORATIVO Jaume Gurt DIRECTOR GRAL. COMERCIAL Pere G. Guardiola DIRECTOR GRAL. DE NEGOCIO AUDIOVISUAL Jaume Peral DIRECTOR GRAL. DE NUEVOS NEGOCIOS Y CDO David Cerqueda Consejo de redacción Màrius Carol, Josep Tomàs Cabot, M. Ángeles Pérez Samper, Juan Eslava Galán, Álex Rodríguez, Enric Sierra, Fèlix Badia Depósito legal B.8784-1968. ISSN: 0018-2354 Fotomecánica: La Vanguardia Ediciones, S. L. Imprime: Jiménez-Godoy, S. A. Distribuye: MARINA BCN DISTRIBUCIONS, S. L. Calle E, 1 (esq. c/6). Pol. Industrial Zona Franca 08040 Barcelona. Tel.: 93 361 36 00

El cuarto jinete

A

yer y hoy se evidencia la fragilidad humana ante microorganismos que se convierten en armas mortíferas. La prepotencia de nuestra especie se arruga frente a ellos. Incluso en un estadio de civilización como el actual son capaces de apretar el botón del stop y frenar el planeta. De ahí los fantasmas asociados. Temores apocalípticos, estigmatización de colectivos, bulos que alimentan el alarmismo, confinamientos que generan polémica, profundas transformaciones políticas y económicas han sido denominador común en las grandes epidemias. Desde tiempos remotos, los contagios infecciosos siempre han estado ahí. Peste, fiebres tifoideas, viruela, cólera, gripe provocaron cataclismos demográficos y graves sacudidas en el orden social hasta que los avances científicos lograron erradicar o controlar sus efectos. La capacidad médica, los recursos hospitalarios, las vacunas y la evolución en la higiene han sido los mejores aliados en los tiempos modernos. Por el contrario, en un mundo global, la velocidad de la propagación de los agentes patógenos se ha convertido en una letal correa de transmisión. ISABEL El alcance del actual coronavirus es impredecible, MARGARIT pero si enfocamos el retrovisor de la historia conDIRECTORA tamos con precedentes de plagas que nos ponen sobre la pista de aciertos y errores en torno a estas crisis, tan dramáticas como reveladoras. La Covid-19, la pandemia más disruptiva de cuantas nos ha deparado el siglo hasta ahora, plantea un gran reto, y no solo para la ciencia. La crudeza de esta crisis debería hacernos reflexionar acerca de los valores sobre los que se han cimentado nuestras sociedades. ɿ

Revista controlada por

PORTADA Una enfermera de la Cruz Roja estadounidense con mascarilla para protegerse de la gripe española, c. 1918.

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sumarioartículos

MAYO 2020

25 Dossier Lecciones ante el coronavirus La humanidad ha vivido múltiples epidemias. Lo que ha consignado de ellas puede sonarnos familiar hoy.

causas de la alta mortalidad en el hospital de Scutari. / A. GONZÁLEZ QUESADA,

de este emblema del skyline neoyorquino. / M. M. GALLARDO, periodista

profesor del Área de Documentación de la UAB

70 Reinas lusas

54 Landru

F. MARTÍNEZ HOYOS, doctor en Historia

Este “Jack el Destripador francés” se dedicó a estafar y asesinar a mujeres solas durante la Primera Guerra Mundial. / E. SERBETO, periodista

46 Florence Nightingale

62 El edificio Chrysler

Célebre por crear la enfermería moderna, no cejó hasta determinar las

Una carrera entre dos antiguos socios se esconde detrás de la construcción

F. BADIA, periodista, J. MARTÍN GARCÍA, periodista,

Varias reinas y princesas de origen portugués formarían parte de cortes españolas. / M. P. QUERALT DEL HIERRO, historiadora y escritora

78 Pinkerton y España La famosa agencia de detectives fue contratada por el gobierno para espiar a José Martí. / D. MARCHENA, periodista


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sumariosecciones © Jonathan Pease en Unsplash.

A la izqda., La vida rural y la muerte. Miniatura del siglo XV relacionada con los estragos de la peste negra en Francia. / PÁG. 25

06 En breve 10 En el foco Breslau 75 años de la caída ante los soviéticos de la última ciudad alemana en el Este. / S. VICH SÁEZ, historiador

12 La entrevista Tom Holland El historiador propone en su nuevo libro una relectura de Occidente desde su vínculo con el cristianismo. F. MARTÍNEZ HOYOS, doctor en Historia

16 Lugares 18 Anécdotas 20 Arqueología Monedas Estas piezas de metal acuñado pueden ser de gran ayuda para dar contexto a los yacimientos. / G. TOCA REY, periodista El remate y la aguja del famoso Chrysler Building de Nueva York. / PÁG. 62

90 Entre libros

82 Ciencia La guerra de los huesos

Revisamos los recientes lanzamientos sobre el italiano Luigi Sturzo, cuatro grandes reinas de la Inglaterra medieval, el general y político Manuel Gutiérrez Mellado, el seductor Casanova y el nivel de introducción del crimen en la Roma antigua.

La riqueza de fósiles de dinosaurios en Estados Unidos llevó a enfrentarse a dos paleontólogos. / E. MILLET, periodista

86 Arte Vigée Le Brun La pintora alcanzó el éxito gracias a sus desinhibidos retratos de María Antonieta. / A. ECHEVERRÍA ARÍSTEGUI, periodista

Tom Holland presenta Dominio. / PÁG. 12 Abajo, monedas halladas en Sevilla. / PÁG. 20

96 De cine Estrenos en plataformas digitales: Seberg, Mrs. America, La línea invisible... / C. JORIC, historiador y periodista

98 Foto con historia Gloria Swanson, éxito, desaparición y retorno de una estrella del cine mudo. / X. VILALTELLA, periodista

Créditos fotográficos: Aci Agencia de Fotografía: pp. 52, 54-55, 82, 83, 85. Álbum Archivo Fotográfico: pp. 20, 30-31, 72-73, 80, 93. Aurimages: p. 60. Cordon Press: p. 58. Edu García: p. 3. Getty Images: portada y pp. 7, 8, 10-11, 13, 14, 15, 21, 22, 23, 26, 27, 28, 36, 36-37, 38-39, 41, 42-43, 44, 44-45, 4849, 50, 51, 53, 56-57, 57, 59, 61, 64-65, 65, 66, 80-81, 84, 90-91, 92, 94, 98. Getty Images / iStock: p. 67. Gtres / AP: p. 67. PhotoAISA: pp. 4, 6, 32, 32-33, 34-35, 70-71, 74. Prisma Archivo: p. 75. Scala Archives, Florence: pp. 40, 86, 87, 88, 95. Shutterstock.com: p. 8. Cortesía de Ático de los Libros: portada y pp. 5, 12, 92. Cortesía de Library of Congress, Washington: pp. 46, 79. Cortesía de Alianza, Ediciones B, Desperta Ferro: pp. 90-95. Historia: p. 95. Cortesía de Movistar+, Filmin, HBO España, Netflix España: pp. 96-97. The Noun Project / Kaio Fialho (torre Eiffel), Iconic Charlotte (Bank of América), Álvaro Cabrera (Chrysler Building), Stefan Spieler (Empire State, Burj Khalifa), Universal Icons (One World Trade Center): p. 67. Unsplash / Jonathan Pease (p. 5), William Wachter (pp. 62-63), loxtrait (p. 68). CC: pp. 5, 16-17, 18, 19, 49, 50, 51, 69, 73, 76, 77, 89. Archivo HISTORIA Y VIDA


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enbreve Sombras de autoritarismo tras las crisis sanitarias

¿LA TENTACIÓN VIVE DENTRO?

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propósito de la actual crisis del coronavirus, decía recientemente Yuval Noah Harari que nos estamos enfrentando a elecciones capitales. “La primera –destaca el historiador y filósofo– es entre vigilancia totalitaria y empoderamiento ciudadano”. Asistimos a medidas extremas de control de la población por parte de distintos gobiernos. Algunos dictatoriales, como China. Pero otros son sistemas en teoría libres (Hungría, Israel) cuyas disposiciones invasivas los acercan a lo que hoy se da en llamar “democracia iliberal”. ¿Se sentirán tentados ciertos políticos de consolidar decretos temporales para anclarse en el poder? Y los ciudadanos, ¿renunciarán voluntariamente a sus libertades a cambio de una prometida seguridad? No es la primera vez que una emergencia sanitaria amenaza con facilitar el camino a escenarios autoritarios. En España, la gripe de 1918 puede rastrearse como uno de los factores que enrareció el clima que condujo a la destrucción del parlamentarismo liberal. La epidemia había golpeado en un país ya debilitado por la crisis de subsistencia. Se atravesaba una etapa de escasez e inflación provocada por las exportaciones a Europa durante la Primera Guerra Mundial. Naturalmente, nadie decía aquí que la gripe fuera “española”, denominación injustificada que, además, hería el orgullo nacionalista. Se preferían eufemismos como “la enfermedad de moda” o “la fiebre de los tres días”. Durante unos meses interminables, la prensa se llenó de noticias acerca de una escalofriante mortandad. El precario sistema hospitalario de la época iba a enfrentarse a la desaparición de más de 250.000 personas, es decir, doce de cada mil.

Una pobre gestión real En medio del temor y la angustia, la prensa y las revistas médicas dedicaron amplias críticas al estamento polí-

Alfonso XIII (izqda.) con Miguel Primo de Rivera, 1923.


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enbreve tico, al que se culpaba de no ser capaz de garantizar atención sanitaria a todos los ciudadanos. Los medios también censuraban la falta de resolución de las autoridades, que parecían no atreverse a tomar medidas profilácticas para evitar la alarma entre la opinión pública. Se suscitó un ambiente de progresiva hostilidad hacia aquellos en el poder. Las informaciones gubernamentales, lejos de inspirar confianza, producían incredulidad. El Sol, sin ir más lejos, aseguraba a sus lectores que la epidemia iba en aumento “pese a los optimismos oficiales”. La Correspondencia de España, en su edición del 27 de octubre de 1918, se quejaba de que los españoles se hallaban indefensos ante la epidemia mientras sus dirigentes no hacían nada: “Por esos pueblos de Dios, de un exnes sin importancia que de la defensa tremo a otro del solar hispano, las quede la vida. Había que buscar un remejas son enormes, pero no obstante su dio que pusiera a la nación a la altura clamor verdaderamente trágico, esas de las más adelantadas. quejas no son oídas, o por lo menos no son atendidas”. La situación, según Acoso y derribo este diario, era aterradora. Faltaban ¿Qué hacer para acabar con todo el médicos, medicinas e incluso, en mudesbarajuste sanitario? Empezó a chos lugares, alimentos. abrirse paso la idea de implantar una El Adelanto, de Salamanca, dibuja un “dictadura sanitaria”, expresión genepanorama igualmente apocalíptico: ralizada en la prensa, que acabara de “Una ola inmensa de muerte barre pouna vez con el mal funcionamiento de blaciones y pueblos, sembrando por tolos organismos públicos. Todo este dedas partes la desolación y el dolor”. Anbate, como ha señalado te las innumerables EL DEBATE EN TORNO la historiadora Victoria necesidades que se A LA CRISIS PROPICIÓ Blacik en un artículo sodebían atender, los LA DESLEGITIMACIÓN bre el tema, propició una políticos de las instiDEL ESTADO LIBERAL deslegitimación del Estatuciones no estaban do liberal que tendría precisamente a la alprofundas consecuencias. El desprestura exigible. Ningún ayuntamiento tigio del sistema generó el caldo de había cumplido “la obligación ineludicultivo para el establecimiento, cinco ble de proveerse de material y personal años después, de la dictadura de Micontra una epidemia”. Los españoles guel Primo de Rivera. morían “asesinados por la imprevisión Numerosas voces coincidían en reclade los gobernantes”. mar un Estado que estuviera regido por La hecatombe suscitaba una reacción técnicos, no por políticos. La adminisnacionalista. Según El Adelanto, la extración debía ser impersonal, no estar tensión de la gripe por toda la penínsucontrolada por caciques que buscaban la constituía un espectáculo bochornosu interés privado, en vez del bien púso, que dejaba a España en ridículo blico. En esos momentos, las competenante los países civilizados. Los ciudadacias de salud pública correspondían al nos morían como moscas. La culpa, en Ministerio de Gobernación. Pero este parte, recaía en los políticos sin conorganismo, según afirmaba un artículo ciencia, pero también en un país sin “virilidad”, más preocupado de cuestio- aparecido en ABC en 1921, solo se pre-

Mujeres protegidas con mascarillas contra la gripe española.

ocupaba por cuestiones políticas o de orden público. Este orden de prioridades le suscitaba al autor del texto una pregunta dramática: “Y a la sanidad, ¿que la parta un rayo?”. A muchos médicos les hubiera encantado la creación de un Ministerio de Sanidad, pero pocos de ellos apoyaban en la práctica esta medida. Estaban seguros de que no iba servir de nada si antes no se terminaba con la corrupción de la política. Sin cambios en ese terreno, el nuevo ministerio sería un cacicazgo más, un instrumento en manos de dirigentes partidistas, no de profesionales con los conocimientos necesarios para resolver problemas. Primo de Rivera se presentó como el “cirujano de hierro” que iba a extirpar el cáncer de la oligarquía en aquella España que, a su juicio, estaba enferma “de laxitud y desfallecimiento”. Muchos creyeron que un gobierno “fuerte”, léase dictatorial, sería más eficaz a la hora de hacer frente a múltiples retos colectivos, fuese en la sanidad pública, en la guerra de Marruecos o en cualquier otro ámbito. ¿Puede ese prejuicio favorable a la dictadura en momentos graves manifestarse en la actualidad? Esperemos que, como afirma Harari, los ciudadanos logremos “hacer lo correcto sin necesidad de la vigilancia de un Gran Hermano”. FRANCISCO MARTÍNEZ HOYOS


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enbreve Consultas

¡Escríbenos... y gana esta novela!

¿Quién cuidaba a los niños en la expedición Balmis?

HISTORIA Y VIDA premiará la próxima carta del mes con Y Julia retó

MARÍA CÁNOVAS

a los dioses, de Santiago Posteguillo (Planeta). En la carta, de hasta diez líneas, deben constar nombre, dirección y teléfono.

C

uando la expedición Balmis partió en 1803 para llevar a América la vacuna de la viruela, viajaban a bordo 22 niños. Gracias a ellos, el remedio llegaría intacto, al ser inoculado de unos a otros. Isabel Zendal (c. 1771-c. 1811), directora de un hospicio de La Coruña, estuvo a cargo de las criaturas, entre las que se encontraba un hijo suyo, Benito Vélez. El médico Francisco Javier Balmis escribió que Zendal había perdido la salud por el excesivo trabajo: “Infatigable noche y día, ha derramado todas las ternuras de la más sensible madre”. La OMS la ha reconocido como la primera enfermera en intervenir en una misión internacional. FRANCISCO MARTÍNEZ HOYOS

¿El protagonista de la película Monsieur Chocolat (2016) existió en la vida real? MARTA CICCO

S

í. El personaje interpretado por Omar Sy se llamaba Rafael Padilla (1868-1917). Nació como esclavo en Cuba, donde fue vendido a un empresario que se lo llevó a España como criado. Escapó para huir de los malos tratos y desempeñó diversos trabajos hasta llegar a Francia. Allí se convirtió en el primer negro en ser una estrella circense. Tuvo tanto éxito que el pintor Toulouse-Lautrec llegó a hacerle una caricatura. Pero sus últimos años fueron tristes: su carrera entró en declive y se refugió en el alcoholismo. NOAH RODRÍGUEZ MARTÍNEZ

CARTA DEL MES

El artista del Nilo El busto de Nefertiti (HYV 625) presenta muchas particularidades. Una de ellas, que conocemos el nombre de su autor, algo que no puede darse por sentado, tratándose del antiguo Egipto. Era un maestro escultor del siglo XIV a. C. llamado Thutmose, o Djhutmose, dependiendo de la transcripción. En 1912, una expedición alemana halló una casa en ruinas que identificó con su vivienda y estudio. Los arqueólogos encontraron allí, junto con otras representaciones de la propia Nefertiti y de la familia real, una inscripción con el nombre y el título del artista: “Favorito del Rey y Maestro de Obras, el escultor Thutmose”. SOFÍA BELMONTE PUEDES ESCRIBIRNOS al correo electrónico redaccionhyv@historiayvida.com o a la dirección postal HISTORIA Y VIDA. Av. Diagonal, 477, 16.ª pl. 08036 Barcelona (España). La redacción de la revista se reserva el derecho a editar las cartas recibidas.



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enelfoco

BRESLAU NO SE RINDE Fue la última ciudad alemana del Este. Hace 75 años caía ante los soviéticos tras una férrea resistencia. SERGI VICH SÁEZ HISTORIADOR

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mediados de 1944, la situación de Breslau (hoy Wroclaw, en Polonia) era mejor que la de otras ciudades alemanas. Las transformaciones causadas por la guerra resultaban patentes, pero su ubicación en el interior del Reich la había librado –como a Dresde– de los bombardeos angloamericanos más destructivos. La región industrial de la Baja Silesia, de la que Breslau era capital, se hallaba bajo el mando del Gauleiter Karl August Hanke. Este, un nacionalsocialista de primera hora bien visto en Berlín, estuvo a pun-

to de truncar su carrera por una relación con Magda Goebbels, esposa del poderoso ministro de Propaganda. El affaire se saldó con su alejamiento de la capital del Reich, pero en su nuevo destino pudo consolidar una especie de taifa. Mientras, el Ejército Rojo estaba ya cerca de las fronteras germanas. Como había hecho en otras ocasiones, Hitler decidió convertir algunas ciudades en Festungen (fortalezas) con intención de desgastar a la marea roja. No era poca cosa, porque sus guarniciones estaban abocadas a una resistencia suicida. El 24 de agosto, Breslau sería una de las “agraciadas”.

Festung Breslau Hanke y los suyos veían lejos el peligro, y así lo transmitieron a la población. A pesar de eso, Breslau fue llenándose de refugiados hasta alcanzar el millón de habitantes. El jefe militar, el general Johannes Krause, mucho más realista, preparó una defensa en profundidad apoyada en unos viejos fuertes, aunque solo se pudieron terminar las líneas más externas, situadas a unos cuarenta y veinte kilómetros de la ciudad del Oder. Pronto se evidenciaron las malas relaciones entre ambos dirigentes. Hanke, jefe, además, de la Volkssturm (la milicia po-


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LA CAÍDA DE BRESLAU

pular), dilapidaba recursos tomando decisiones sin ton ni son, al tiempo que llamaba a Berlín quejándose de Krause. Mientras, el general movilizaba todo lo movilizable hasta reunir a unos sesenta mil hombres de variopinta procedencia (de restos de unidades en retirada a chicos de las Juventudes Hitlerianas), hacía volcar tranvías para bloquear calles, ordenaba minar puentes, almacenar alimentos... Así estaban las cosas cuando, a principios de enero de 1945, los cañones del 1.º Frente Ucraniano del mariscal Iván S. Kónev comenzaron a retumbar. Krause organizó sus fuerzas en grupos independientes de nivel regimental, capaces de defender zonas alternas (destacó el del SS-Obersturmbannführer Georg-Robert Besslein), mientras por el aeródromo de Gandau llegaban escasos refuerzos. Pero su principal problema era la población civil. Hanke se negaba a evacuarla para no ser tachado de derrotista. Solo cuando comenzaron los bombardeos lo autorizó. Al caos seguiría la carnicería. El 19 de enero, a una temperatura de veinte grados bajo cero, mujeres y niños fueron impelidos a abandonar la ciudad

a pie y bajo fuego enemigo en dirección a Opperau. Nadie los auxilió. Muchos se perdieron, otros fueron alcanzados por las avanzadillas soviéticas, numerosas madres veían cómo sus hijos morían en sus brazos de frío. Fallecieron unas veinte mil personas. Visto lo visto, la mayor parte de la población prefirió quedarse.

Más de dos meses de lucha Una semana después, el grueso del Ejército Rojo rebasó Breslau en busca de otros objetivos, dejando a los 150.000 hombres del 6.º Ejército del general Vladimir A. Gluzdovsky la tarea de tomarla. El 16 de febrero, la fuerza soviética rodeó la ciudad, y por unos días detuvo los ataques. Los servicios se restablecieron y la esperanza renació. Puro espejismo. La subsiguiente lucha resultó épica. Se revivieron los peores días de Stalingrado. Se pugnó casa por casa, mientras los civiles se encerraban en los sótanos. Pero aquí los alemanes combatieron mejor que en la plaza rusa. Estaban defendiendo su ciudad, y no era extraño ver a un padre pelear junto a sus hijos. La pérdida del aeródromo fue un duro golpe, pero el ge-

neral Hermann Niehoff (sustituto del sustituto de Krause) se negó a rendirse. El 2 de mayo, los soviéticos anunciaron la caída de Berlín. Niehoff pidió permiso para negociar, pero le fue denegado. Dos días después, las autoridades eclesiásticas le pidieron que no prolongara la agonía de Breslau, al tiempo que las patrullas de Hanke colgaban a los “derrotistas”. Pero al enterarse el Gauleiter de que Hitler había muerto y de que en su testamento le había nombrado SS-Reichsführer en sustitución de Himmler, no lo dudó. Al tiempo que ordenaba mantener la resistencia, huía en una avioneta Fieseler Fi 156 Storch con destino a Praga para ocupar su nuevo cargo. El día 5, sin Hanke en Breslau, Niehoff se puso en contacto con Gluzdovsky. Al día siguiente la ciudad se rendía. Una vez más, las tropas soviéticas no respetaron lo pactado, y los saqueos y violaciones se prolongaron durante días, mientras una andrajosa columna de unos cincuenta mil prisioneros marchaba a pie rumbo a la URSS. Pocos volverían. Aunque tampoco Hanke se libró. Capturado cerca de Pilsen, fue abatido al intentar escapar. ɿ


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laentrevista TOM HOLLAND:

“El movimiento #MeToo no habría existido sin el cristianismo” FRANCISCO MARTÍNEZ HOYOS DOCTOR EN HISTORIA

UN NUEVO ÁNGULO Erudición y garra narrativa, esa es la marca de la casa que ha convertido al autor británico Tom Holland en una estrella internacional gracias a best sellers como Rubicón (2016) o Fuego persa (2017). Ahora, en Dominio (Ático de los Libros) nos propone una atrevida historia del cristianismo, alejada por completo de un manual al uso. Su objetivo no es hablarnos de la vida y obra de papas y santos, sino rastrear a lo largo del tiempo cómo una religión surgida hace dos mil años consiguió revolucionar el mundo. El resultado es estimulante y provocador. En las sociedades actuales de la información, son muchos los que ven el cristianismo como algo totalmente desvinculado de su cotidianidad. Holland discrepa de esa idea y trata de demostrar cómo la herencia religiosa impregna los aspectos más insospechados de nuestra historia.

L

a revolución de 1789 o la expansión del socialismo no habrían sido posibles en tiempos de los griegos o los romanos, cuando la idea de que todos los hombres son iguales hubiera parecido una extravagancia. La narrativa de Tolkien, la música de los Beatles o el movimiento feminista tampoco se entienden por completo sin tener en cuenta el trasfondo cristiano occidental. Sin duda, muchas de estas interpretaciones suscitarán polémica. Holland tiene la virtud de investigar el pasado sin prejuicios emocionales, aunque el resultado no se ajuste a una determinada corrección política. ¿Quién fue san Pablo? ¿Un revolucionario? ¿Un defensor de la resignación? ¿Ambas cosas a la vez? Podríamos definir a san Pablo como una de las figuras más importantes para la civilización occidental por la fuerte carga que tienen sus actos. Es revolucionario


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TOM HOLLAND Y LAS RAÍCES DE OCCIDENTE

en tanto que sus escritos y sus actos todavía tienen consecuencias que son visibles en el siglo xxi. Todavía lo sentimos. Cuando yo era niño, acudía a la iglesia todas las semanas. Siempre leían alguna de las epístolas de san Pablo, y me parecía algo tremendamente aburrido, casi como si fuera ruido. Ahora, en cambio, entiendo que cada frase de esos textos supone una detonación que llega hasta nosotros. ¿De qué manera notamos ese impacto en la actualidad? Quizá el efecto más evidente sea su mensaje acerca de la crucifixión de Jesús. Para Pablo, no es cierto que Dios solo beneficie a los judíos, porque se ha hecho carne para redimir a toda la humanidad. Las enseñanzas divinas no son patrimonio de un solo pueblo, sino de toda la civilización. De esta forma, las distinciones entre creyentes dejan de existir, y aparece la humanidad en su conjunto. Todo esto tiene unas implicaciones sísmicas. En el futuro, este mensaje será la raíz del universalismo occidental, de la idea de que todos somos hermanos. Vayamos al siglo xvii. Según una visión mil veces repetida, Galileo representaría la luz de la ciencia, y la Iglesia, las tinieblas de la superstición. ¿Es un relato demasiado simplista? Sí, es una visión un tanto reduccionista de lo que sucedió en realidad, pero también un mito muy potente que, como todos los mitos, da a la gente aquello que quiere escuchar. Su máximo apogeo tiene lugar en el siglo xviii. Para Voltaire y otros ilustrados, Galileo viene al mundo a traer la luz de la razón, pero se ve bloqueado por unos inquisidores que lo silencian y encierran en unas mazmorras. Sin embargo, Galileo no se opone a la fe. Como Copérnico, como Newton, como otros estudiosos, forma parte de todos esos personajes inteligentes que se alinean con el cristianismo. Para ellos, el cosmos se rige por las leyes divinas, y este es el objeto de su investigación. Al final, presenta su teoría de que la Tierra gira alrededor del Sol, y no al revés. La conversión de san Pablo, de Nicolas Bernard Lépicié, 1767.

¿Cómo reacciona la Iglesia a esa teoría? En un principio, los inquisidores se mostraron abiertos a escucharle y aceptar


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laentrevista Marx afirma en sus escritos que sus conclusiones son científicas, que todos los datos que él presenta como objetivos los ha obtenido de sus estudios en la British Library. Él pretende ser alguien sin ningún sesgo ideológico. El problema es que en la lectura de El capital encontramos respuestas sumamente emocionales. Marx está indignado porque los niños se ven obligados a trabajar desde una edad muy temprana, porque los terratenientes y propietarios echan a sus inquilinos en pleno invierno sin ninguna piedad, porque se produce la esclavitud en las colonias para que la burguesía pueda beneficiarse de productos ultramarinos como el azúcar... La cuestión es por qué Marx rechaza unas injusticias que a un romano en su misma situación le darían exactamente igual. Él, al igual que el cristianismo, predica el advenimiento de un mundo en el que los últimos serán los primeros y todos seremos uno. ¿No hay tanta diferencia, entonces, entre el cristianismo y el comunismo? Los comunistas, lejos de emanciparse del cristianismo, lo transforman. Se convierten en una especie de cristianos diferentes. ¿Qué opina sobre el debate acerca de las raíces cristianas de Europa? Europa es completamente cristiana [ríe]. Marx (a la izqda.) con su familia y Friedrich Engels hacia 1870.

sus ideas en caso de que presentara pruebas, pero Galileo fue incapaz de hacerlo. Por eso, sus jueces, empujados por la comunidad académica del momento, se ven obligados a encerrarlo. Son estos académicos, y no los eclesiásticos, quienes lo conducen al confinamiento. Evidentemente, con el tiempo se ha demostrado que Galileo estaba en lo cierto, pero eso resulta irrelevante, porque no pudo demostrar su teoría.

sentar el catolicismo como enemigo de la razón. Debemos entender que la teoría heliocéntrica se enmarca en un momento en que Roma está al borde del colapso por una guerra que se prolonga durante treinta años (1618-1648). Los protestantes utilizan entonces la figura de Galileo como propaganda, y a partir de ahí, en el siglo siguiente, los miembros de la Ilustración recurren a esta narrativa para atacar a la Iglesia.

¿Y por qué se crea la imagen tradicional del perseguido por la Iglesia? Los primeros en utilizar el mito de Galileo fueron los protestantes, para pre-

Pasemos al siglo xix. ¿Podríamos describir el marxismo como un cristianismo sin dios, o sea, como una versión secularizada de la fe religiosa?

¿Existiría el movimiento #MeToo sin la moral cristiana? No, no habría existido sin el cristianismo. En realidad, el movimiento #MeToo se basa en gran medida en el mensaje de san Pablo. Pablo viene a ser una especie de aguafiestas en el Imperio romano. Sus enseñanzas acerca de la institución del matrimonio y la sexualidad son inimaginables para nosotros ahora mismo, pero hay que entender que los romanos no concebían las relaciones como algo binario. Para ellos, no existían hombres y mujeres, sino relaciones de poder entre los hombres romanos, que tenían una serie de privilegios, y el resto de la población, que era inferior a ellos. Esta jerarquía les daba derecho a violar a todos los que estuvieran por debajo de su nivel. Además, los dioses romanos se presentan


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TOM HOLLAND Y LAS RAÍCES DE OCCIDENTE

Manifestación a favor del movimiento #MeToo en Bruselas, 24 de noviembre de 2019.

como seres que cometen abuso sexual. Ahí tenemos otra licencia que permite a los romanos privilegiados disponer de todos sus seres inferiores como si fueran una especie de recipientes. Es en este contexto en el que aparece el cristianismo. Cuando Pablo presenta el mensaje de que Jesús ha venido para salvar a toda la humanidad, establece que la relación entre Cristo y la Iglesia es el único modelo de relación admisible. Cristo vendría a representar la imagen masculina, mientras que la Iglesia representaría a la mujer. Si lo concebimos de esta manera, entendemos que el hombre debe casarse con una sola mujer y serle fiel. Este mensaje presenta a la mujer como una figura sacralizada. De esta forma, se establecen límites al deseo masculino. Pablo no es, por tanto, esa figura represiva que ha presentado el movimiento feminista. Lo que hace es romper con un

mundo, el romano, en el que la actuación de hombres como Harvey Weinstein se consideraba perfectamente normal.

dieron que tuvieran raíces cristianas. Creían que suponían justamente una emancipación del cristianismo.

El cristianismo defiende que todos somos iguales, pero los cristianos, en la práctica, también han defendido dictaduras. Eso resulta especialmente llamativo en el caso de la Guerra Civil española. Fue un conflicto entre diferentes interpretaciones del cristianismo. Franco se erige como defensor de la Iglesia, y por eso los católicos tienden a apoyarlo, pero él aparece como una figura anticristiana, porque se pone del lado del fascismo y de Hitler. El fascismo es una de las pocas ideologías que existen en aquel momento que repudia dos enseñanzas principales del cristianismo: que todos somos iguales y que los fuertes deben cuidar de los débiles. En el contexto de la Guerra Civil, estas enseñanzas las toman los republicanos, pero ellos no enten-

Si tuviera que escoger una aportación del cristianismo a la civilización, ¿con cuál se quedaría? Con la idea que refleja el Cristo crucificado: el hijo de Dios ha sufrido la muerte del esclavo. Eso enseña que los más débiles de la sociedad, los pobres, los esclavos, están más cerca de Dios que los ricos. Tolkien, un cristiano devoto, decía que un mito puede ser algo cierto. ¿Qué tiene que decirnos a la humanidad del siglo xxi el pensamiento mítico? Hay mucha gente que da por ciertos determinados mitos, como pueden ser los derechos humanos, que tengamos una responsabilidad para con nuestros congéneres. Estas creencias en Occidente nos parecen naturales, pero en realidad son el fruto de una evolución histórica. ɿ


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lugares MÚNICH, ALEMANIA

El “abuelo” de los museos


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EL ANTIQUARIUM DE LA RESIDENZ

E

n la variedad de estilos arquitectónicos que conforman la Residenz de Múnich se hallan las huellas de setecientos años de gobierno Wittelsbach en Baviera. Primero como duques dentro del Sacro Imperio y, a partir del siglo xix, como reyes independientes, sucesivos líderes de esta familia reflejaron su poder en nuevas ampliaciones del palacio. Sin embargo, de todas las estancias, la más singular es el Antiquarium, esta galería abovedada con suelo marmoleado y pinturas

romanizantes ornamentando las paredes, que evocan el interés de su época por el mundo clásico. Para su construcción, a partir de 1568, se contó con arquitectos locales y coleccionistas de arte con los mejores contactos en Italia. Todo para levantar la que es la mayor sala renacentista al norte de los Alpes. Ideada por el duque Alberto V, debía servir para alojar su colección de obras de arte y “maravillas” de la ciencia. Formado en la Universidad de Ingolstadt, y con interés por los clásicos, Al-

berto V era un personaje más bien solitario, con aficiones que iban más allá del mero gobierno. Fue su faceta de promotor de las artes la que le llevó a querer un espacio donde conjugar la observación de las piezas con el aprendizaje. De esa colección solo sobreviven en el lugar las estatuas, algunas antiguas y otras copias renacentistas, que decoran los flancos. El Antiquarium, en cualquier caso, sigue siendo uno de los primeros antecedentes de los museos actuales. ɿ XAVIER VILALTELLA


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anécdotas

No nos molestemos en contar... Plautilla Nelli fue una monja del s. XVI considerada la primera mujer pintora renacentista de Florencia. Fue tan prolífica (arriba, La última cena, c. 1560) que su coetáneo, el

historiador del arte Giorgio Vasari, escribió: “En las casas de los caballeros en toda Florencia, hay tantas imágenes de su mano que sería tedioso intentar enumerarlas todas ellas”.

CHASCO AL REY

LA CIFRA

C

138 obras

uando Felipe IV (1605-65) le pidió al escritor Francisco de Quevedo (1580-1645; abajo) que improvisara una cuarteta, este le respondió: “Dadme pie”. El monarca, queriendo hacer una gracia, le alargó la pierna en vez de ofrecerle un primer verso. La ironía proverbial de Quevedo no se hizo esperar: “En semejante postura / dais a comprender, señor, / que yo soy el herrador / y vos la cabalgadura”.

componen la totalidad del corpus creativo del alemán Ludwig van Beethoven.

Drama king La actriz italiana Eleonora Duse (1858-1924; arriba) mantuvo un largo romance con el escritor Gabriele D’Annunzio. El idilio se acabó cuando él se implicó en política. Años más tarde se reencontraron en una cena, y el escritor se dirigió a Duse diciendo con aires melodramáticos: “¡Oh, cuánto os he amado!”. A lo que la actriz respondió: “¡Tanto como yo os he olvidado!”.


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anécdotas por GLORIA DAGANZO

LA MEJOR DE LAS SORPRESAS

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l estadounidense Thomas Alva Edison (1847-1931; abajo) ofreció a un importante empresario un tablero automático de cotizaciones de bolsa. El joven inventor dudaba sobre qué cantidad pedir por la patente. Barajaba cifras de alrededor de los tres mil dólares, pero finalmente optó por solicitar a su interlocutor que fuese él quien le hiciera una oferta. Su sorpresa fue mayúscula cuando este le dijo: “¿Qué le parecen cuarenta mil dólares?”.

Un oído muy ecuánime Parece ser que Alejandro Magno (356-323 a. C.), cuando debía dilucidar un pleito entre dos personas, se tapaba una oreja con la mano. Cuando le preguntaron por qué, respondió: “Es que guardo la otra oreja para escuchar al antagonista”.

¡Queremos competir! No es brujería, es ciencia Aglaonice de Tesalia, una astrónoma del siglo II a. C. mencionada en los escritos de Plutarco, fue tachada de hechicera. Se decía de ella que podía hacer desaparecer la Luna del cielo, pero lo que en realidad sucedía es que sus conocimientos de astronomía le permitían anunciar con anticipación un eclipse lunar.

En la antigua Grecia, las mujeres no podían asistir –ni siquiera como espectadoras– a los Juegos Olímpicos. Hartas de la situación, un grupo de decididas mujeres organizó los llamados Juegos Hereos, en honor a la diosa Hera, en los que solo podían participar atletas de sexo femenino.


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arqueología

¿QUÉ SECRETOS ESCONDEN LAS MONEDAS? Como migas de pan en un contexto arqueológico, las monedas halladas pueden señalar el camino a la comprensión de antiguas sociedades. GONZALO TOCA REY PERIODISTA


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LAS MONEDAS EN LOS YACIMIENTOS

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l año pasado, Adam Staples y Lisa Grace, una pareja británica de cazatesoros aficionados, encontraron en el sur del Reino Unido unas dos mil quinientas monedas del siglo xi valoradas en más de cuatro millones de euros. Los arqueólogos y numismáticos tenían muchos motivos para alegrarse, y también para sentir envidia. No era la primera vez. En 2016, unos operarios arrastraron la pala de su retroexcavadora y descubrieron en la localidad sevillana de Tomares unas ánforas con 53.000 monedas romanas de bronce. Los obreros, sorprendidos ante aquellas vasijas que habían saltado en pedazos, no darían crédito. Pero una cosa es encontrar un tesoro y otra distinta saber interpretarlo correctamente. Y para ello, hay que tener en cuenta que las monedas suelen aparecer de maneras muy distintas. Pueden irrumpir, como en Tomares, en las portadas de los periódicos como enormes hallazgos donde todas pertenezcan más o menos a la misma época, pero también pueden hallarse yacimientos donde existan muchos depósitos pequeños de distintos períodos, separados por gruesas capas de tierra, o bien un solo depósito con una cantidad pequeña de monedas. Aquí el tamaño y la riqueza del yacimiento importan, y mucho. Uno de los principales usos de las monedas es que permiten datar con mayor o menor precisión los objetos y el conjunto monumental en el que fueron encontradas. Eso, que puede decirse generalmente de las grandes acumulaciones de la misma época, no se puede afirmar sin más de los pequeños depósitos que acompañan a tumbas o edificios. En el caso de las tumbas, no es lo mismo que las monedas aparezcan en una especie de carteras (entonces, casi seguro que serán contemporáneas del conjunto funerario) o que figuren en un collar o en unos pendientes. Ahí estarían utilizándose como el que hoy emplea una antigüedad para hacerse una joya, y, por lo tanto, serían probablemente anteriores al sepulcro. Esos colgantes fueron una costumbre común de las mujeres durante siglos. La historia de las monedas es, a veces, la historia de la coquetería. En el caso de los edificios, resulta muy difícil saber si los pequeños depósitos de

Lisa Grace y Adam Staples. A la izqda., conjunto de monedas romanas del s. III.

Las monedas ayudan mucho más que otros objetos a la hora de fechar un conjunto monedas encontrados bajo sus puertas son previos a su construcción, que es quizá lo más común, o de la misma época. En ocasiones, como sucede con algunos restos de iglesias, pertenecen al período en el que las construcciones fueron desmanteladas y se les dio un uso diferente. El dinero, en estos casos, quedó un poco desperdigado por el subsuelo. El descuido de los obreros de Tomares, como se ve, tiene muchos precedentes..., y las monedas también nos hablan de ellos.

Utilísimas Las monedas ayudan mucho más a los historiadores y cazatesoros que otros objetos a la hora de fechar un conjunto.

Al fin y al cabo, son muy intuitivas: llevan sobreimpresas las imágenes de soberanos o grandes líderes políticos reconocibles, sus tamaños las delatan (si son irregulares, seguramente, se produjeron antes de la industrialización del país) y sus inscripciones sugieren la fecha de la acuñación, la autoridad que las acuñó o la lengua principal del lugar donde se utilizaban. Pero fechar un conjunto no es, ni mucho menos, toda la ayuda que un gran puñado de monedas es capaz de ofrecer. La forma en la que se depositaron dice mucho sobre el lugar que ocupaban las distintas partes del conjunto monumental al que a veces acompañan. Es más, gracias a esas acumulaciones de efectivo, sabemos en ocasiones dónde se encontraban los altares de una iglesia o, tanto en las instituciones religiosas como fuera de ellas, sugieren el uso que pretendían darles sus propietarios. El hallazgo de Adam Staples y Lisa Grace en el Reino Unido, por ejemplo, revela uno de los primeros precedentes documentados de fraude fiscal en las islas. No es lo mismo que sus propietarios quisieran emplearlas como ofrenda a los


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arqueología

La paradójica función de los cazadores de monedas Su labor resulta vital, pero puede escapar a todo control Armados con detectores de metales, cada vez son más los que rastrean grandes extensiones de suelo rural en busca de monedas para obtener una buena recompensa. En España, esta puede alcanzar, a veces, el 25% del valor de tasación de lo que se haya encontrado. Dos de los grandes desafíos a los que se enfrentan tanto las autoridades como los historiadores son que los cazatesoros no informen de todo lo que encuentran (para revenderlo en el mercado negro) o que alteren gravemente el yacimiento en su intento de entender el valor de lo hallado. Esto último puede modificar la disposición de las dioses o que figuren apiladas en unas viejas pilas bautismales, que se almacenasen como quien guarda ahora sus euros bajo el colchón o que alguien fuera enterrado con una especie de dinero de bolsillo para la vida eterna. En la China de la Antigüedad, ese dinero debía servir, entre otras cosas, para abonar impuestos. Al fin y al cabo, debían de pensar, en el otro mundo habría gobierno, funcionarios

monedas y complicar enormemente su interpretación a los expertos. No existe una solución sencilla. Si no se ofrece una recompensa pública a los cazatesoros, algunos de ellos no informarán de sus descubrimientos y probarán suerte en la reventa internacional. Por otro lado, es cierto que sin la acción de los cazatesoros no se habrían descubierto yacimientos asombrosos. Dos ejemplos muy obvios son las monedas del siglo XI halladas por Adam Staples y Lisa Grace en 2019 o las casi setenta mil monedas romanas y celtas que Reg Mead y Richard Miles encontraron en 2012 en la isla de Jersey. y burocracia, y eso había que pagarlo. La forma en la que quedaron ordenadas las monedas en los depósitos también ayuda a aclarar si se guardaron (quizá con prisa) de una vez o a lo largo del tiempo, si eran una manera de esconder los recursos de la familia o la comunidad en un lugar seguro a largo plazo o si, finalmente, pensaban tenerlas a mano y dedicar una parte a ofrecérsela a los

dioses. Esas aclaraciones, que se alimentan de lo que se sabe de las monedas, de los objetos que suelen acompañarlas (joyas en algunas ocasiones) y de fuentes documentales, arrojan luz sobre las costumbres, las creencias y la organización social de una época. Es verdad que los pequeños depósitos a veces no aparecen en ningún lugar en particular. Es decir, hablamos de cuatro o cinco monedas que pudieron caérsele o extraviársele a alguien en cualquier parte. Otras veces, sin embargo, se aprecia que tenían algún valor especial o sentimental. Por ejemplo, en el Reino Unido, algunas de las monedas bizantinas que se han encontrado son souvenirs que algunos turistas británicos se trajeron del extranjero. En Estados Unidos, muchos esclavos negros se cosían alguna moneda en sus ropas como amuleto. Las acumulaciones de monedas pueden hacernos más visibles grandes colectivos de personas de los que apenas quedan registros. Sabemos que vivieron, en parte, por el tipo de dinero que emplearon para sobrevivir. Así, como apunta la historiadora de la Universidad de Estocolmo Nanouschka Myrberg Burström en un capítulo del libro colectivo Money and coinage in the Middle Ages, los depósitos de monedas de las iglesias permiten estudiar más fácilmente cómo las empleaba esa porción de la población que, muchas veces, no era ni noble, ni comerciante ni urbana. Al mismo tiempo, en el caso del reino medieval de la Jerusalén colonial, que se extendió de 1099 a 1291, el efectivo de menor valor para la época, compuesto por una especie de piezas de plomo, revela las circunstancias de la gente que más recurría a ellas para afrontar sus gastos corrientes.

Monetización Los depósitos pueden ayudarnos también a entender la relación que existía entre las monedas del campo y de las ciudades, la influencia de la presencia extranjera y el comercio internacional y, por fin, el avance de la monetización. En el reino medieval y colonial de Jerusalén, por ejemplo, los depósitos de monedas encontrados confirman que esta forma de dinero fue introducida por los colonos europeos. En el yacimiento cel-


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LAS MONEDAS EN LOS YACIMIENTOS

Las monedas halladas en Tomares se mostraron en el Museo Arqueológico de Sevilla el 28 de abril de 2016.

Se confirma que, en el Reino de Jerusalén, las monedas las introdujeron los colonos ta de Lattara, en el sur de Francia, los depósitos sugieren que las monedas ya se empleaban, irónicamente, antes de que la sociedad estuviera monetizada, ya bajo dominio romano. Simplemente, una parte de la población local pagaba con monedas griegas a los comerciantes griegos. En Suecia, los yacimientos muestran que el uso de monedas tardó en torno a un par de siglos en empezar

a popularizarse. Casi nadie apreció su utilidad inmediatamente. En ocasiones, las monedas también ponen en cuestión lo que creíamos que sabíamos, o bien resuelven curiosos enigmas. Por ejemplo, sabemos gracias a ellas que, a veces, las innovaciones en monetización se dieron más en los contextos eclesiásticos que en algunas poblaciones. Eso es lo que nos dicen las concentraciones de pequeñas monedas, fabricadas con lata fina y acuñadas de un solo lado, que ha encontrado el arqueólogo Jens Christian Moesgaard en las inmediaciones de las iglesias danesas. Entre los enigmas curiosos para los que ya tenemos respuesta, merece una mención especial lo que ocurrió en las islas del canal de la Mancha durante la Segunda Guerra Mundial. En muchas de ellas se daba una falta crónica de monedas de poco valor para devolver el cam-

bio cuando se compraba, por ejemplo, la comida o el periódico. Al parecer, el motivo es que los ocupantes nazis las enviaban a casa como modesto botín de guerra y que la población local solía utilizarlas, como muestra de resistencia frente a los nazis, luciéndolas en pequeñas insignias o incrustándolas en sus mecheros. Las monedas nos cuentan la historia de una confrontación que no solo se libró en las trincheras. ɿ

Para saber más... ENSAYO DE FRANCISCO, J. M. Y VICO, A. Introducción a la numismática (Historia). Madrid: Ediciones Paraninfo, 2016. En español. LAING, LL. Coins and archaeology. Nueva York: Schocken Books, 1970. En inglés. NAISMITH, R. (ED.). Money and coinage in the Middle Ages. Londres: Brill, 2018. En inglés.



r e i s s o d

S E N O I C LEC E T N A S U R I EL V

s a g a l p s e r o i r e t n a o d a ñ e s n e n ¿Qué nos ha nte a la actual? para hacer fre TÍNE Z HOYOS R A M O C IS C R AN FÈ

MARTÍN GAR R IE V A J , IA D LIX BA

CÍA Y F

L E Y S A I M E D N A P S A L 6 2 O D P. E I M L E D FA NTASM A E D S O G S E I R N P. 30 - LOS Ó I C A M R O F L A DESIN E V A L C A L , E N P. 34 - HIGIE TER PR ETA DA M A L IN , A N E T N E R P. 38 - L A CUA ÓN Y POLÉMICA SOLUCI N O R A I B M A C S O N Í S A 2 4 P. S A I M E D I P L AS E


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dossier

Mobile World Virus, obra del artista urbano TVBOY en Barcelona tras la cancelaciรณn del World Mobile Congress, febrero de 2020.


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LECCIONES ANTE EL CORONAVIRUS

LAS PANDEMIAS Y EL FANTASMA DEL MIEDO La inquietud que ha generado la Covid-19 encuentra eco en el temor que en el pasado sintieron las sociedades ante otras epidemias. FRANCISCO MARTÍNEZ HOYOS DOCTOR EN HISTORIA

A

lo largo de los siglos, distintas epidemias han afectado al Viejo Continente cada pocos años: tifus, disentería... Una de ellas resultó especialmente nociva, hasta el punto de que su nombre se utiliza aún para designar cualquier patología, infecciosa o no, que provoca una gran mortandad. Nos referimos, claro está, a la peste. Aunque apareció en múltiples ocasiones, la de 1348 ha permanecido en la memoria histórica como la más dañina. Alcanzó un nivel tan devastador que un tercio de la población europea sucumbió a sus estragos. Después regresaría a intervalos más o menos regulares: 1363, 1374, 1383, 1389..., aunque nunca con aquella intensidad letal. ¿Cómo reaccionaron los contemporáneos de estas catástrofes sanitarias? Eran muy conscientes de que nunca aparecían en solitario, sino unidas a otros dos jinetes

del apocalipsis: el hambre y la guerra. Para aquellos que eran religiosos, no había duda de que la enfermedad constituía un castigo, expresión de la cólera de Dios ante los pecados de los hombres. Por eso, muchos acostumbraban a representar la peste como una lluvia de flechas que afectaba a todos por igual, ricos y pobres, jóvenes y viejos. Este carácter igualitario y su naturaleza repentina eran los rasgos que más llamaban la atención del hombre medieval. Nadie estaba a salvo. Uno podía estar sano y morir a los dos o tres días, tal como observó el religioso Jean de Venette durante una peste en el París del siglo xiv. Se generaba un temor que podía llegar hasta la psicosis.

¿De quién es la culpa? Para dar sentido a los acontecimientos, muchos buscaban un chivo expiatorio al que culpar. Entre los sospechosos habituales se encontraban los extranjeros,

marginados sociales como los leprosos o una minoría religiosa, los judíos. Las ejecuciones de estos últimos llegaron a considerarse una medida profiláctica para prevenir la extensión de mal. En 1348, varias personas fueron quemadas en Stuttgart, y eso que la ciudad aún estaba libre de la epidemia, que no llegaría hasta dos años después. La peste contribuía a acentuar un antisemitismo ya enraizado en la mentalidad de la época. La angustia hacía que los testigos proporcionaran evaluaciones muy exageradas de los hechos. Boccaccio, en el Decamerón, afirma que en Florencia murieron más de cien mil personas durante la peste de 1348. Esta cifra, como precisaba el historiador Jean Delumeau en El miedo en Occidente, resulta muy exagerada. La ciudad italiana no tenía por entonces tantos habitantes. Por otra parte, en aquellos momentos, el miedo a la muerte implicaba el temor a la condenación eterna.


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dossier

¿Y si una persona fallecía sin llegar a confesarse? Cualquier desgracia de la vida palidecía ante la posibilidad de tormentos inimaginables sin fin.

Aflora el egoísmo Cuando se desataba el pánico, salía a la luz la parte más egoísta del ser humano. Incluso aquellos a los que se les presuponían determinadas cualidades morales podían actuar como perfectos cobardes. Los clérigos no estaban libres del miedo, así que también se unían a la desbandada de los que procuraban escapar por todos los medios de una epidemia. En 1656, el cardenal arzobispo de Nápoles prohibió a sus curas que abandonaran su parroquia. Pero él se abstuvo de predicar con el ejemplo: corrió a refugiarse al convento de San Telmo y no lo abandonó hasta que pasó el peligro. Las crónicas sobre epidemias en diversos siglos muestran cómo el peligro de con-

tagio desataba episodios de crueldad. En la ciudad alemana de Wittenberg, durante la peste de 1539, se produjo un auténtico sálvese quien pueda. Martín Lutero, el gran líder de la Reforma protestante, observó que sus conciudadanos huían llevados por la histeria. Los enfermos no tenían quien les prestara cuidado. Según Lutero, el miedo era un mal aún más terrible que la propia enfermedad. Perturbaba el cerebro de la gente y la empujaba a no preocuparse ni siquiera de sus familias.

Ignorancia e inconsciencia La última gran epidemia de peste que asoló Europa tuvo lugar en Marsella en 1720. Después la enfermedad prácticamente desapareció del Viejo Continente. Sería sustituida por otras plagas terribles, aunque no tan mortíferas, como la viruela, el tifus o la fiebre amarilla. Este último mal asoló Andalucía entre 1800

y 1804. En un intento de hallar una explicación, se discutía si el miedo era el causante del contagio. Las voces más sensatas respondieron que eso no podía ser: los hombres valientes morían en mayor cantidad que las mujeres “tímidas” o los niños. Además, no se observaba que en el Ejército o en la Marina hubiera más afectados. Eso es lo que hubiera debido suceder de ser cierta la hipótesis: en el combate se experimenta temor. En 1918, con la gripe española, regresaría una pandemia tan letal como las de siglos anteriores. Significó la muerte, en dos años, de más de cuarenta millones de personas en todo el mundo. La pandemia se abalanzó sobre una Europa que aún no había salido de las calamidades de la Primera Guerra Mundial. Los servicios médicos se encontraron desbordados ante aquella amenaza de origen incierto. Según un miembro del personal sanitario francés, la inconsciencia de la gente favorecía


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LECCIONES ANTE EL CORONAVIRUS

Gripe española en Washington, 1918. A la izqda., el papa Gregorio el Grande en procesión durante la peste de 1348.

la extensión del problema: “La ignorancia y la ligereza de la masa del público, la incomprensión de las necesidades de aislamiento, de profilaxis, alargan a seis meses una epidemia cuya duración habitual no sobrepasa las seis semanas”. En aquel ambiente de angustia, la prensa del país galo no dudó en culpar de la gripe al enemigo germano. Las teorías más descabelladas parecían creíbles en aquellos momentos. Circulaban rumores sobre conservas llegadas desde España en las que los agentes del káiser habrían introducido agentes patógenos. Lo cierto es que Alemania se vio igualmente afectada por la gripe. Cuando la contienda finalizó, el contraespionaje francés no había podido detener a nadie bajo la acusación de practicar la guerra biológica. El siguiente episodio de pánico se desató en los años ochenta: lo provocó el virus del sida. Los homosexuales y los drogadictos pasaron a ser los nuevos apestados

en un clima en el que la histeria, una vez más, desencadenaba actitudes persecutorias hacia los más débiles.

Miedos imaginarios y reales Hoy, como en el pasado, no faltan las teorías conspiratorias. En Cuba, por ejemplo, circuló el rumor de que el coronavirus era fruto de una operación emprendida por Estados Unidos. La confirmación de esa teoría sería que el país más afectado en principio fue China, rival de los norteamericanos en la pugna por la hegemonía mundial. Ideas similares sin mucha base han discurrido también en dirección contraria, acusando a China de su fabricación para debilitar a sus rivales comerciales. Por otra parte, la extensión de los avances científicos ha multiplicado las inquietudes ante una posible catástrofe biológica. En 2004, por ejemplo, un equipo internacional logró reconstruir en Estados Unidos el virus de la gripe espa-

ñola. El resultado de su trabajo se encuentra en un laboratorio de máxima seguridad, pero ¿es descartable un accidente? ¿Qué sucedería si cayese en malas manos? Pese a la modernidad de nuestro mundo hiperconectado, la humanidad sigue siendo muy, muy frágil. Y los miedos nos acosan como siempre. ɿ

Para saber más... CLÁSICO BOCCACCIO, GIOVANNI. Decamerón. Madrid: Cátedra, 2018. ENSAYO DELUMEAU, JEAN. El miedo en Occidente. Barcelona: Taurus, 2019 (1989). ARTÍCULO LAHAIE, OLIVIER. “L’épidémie de grippe dite ‘espagnole’ et sa perception par l’armée française (1918-1919)”. Revue historique des armées, núm. 262 (2011), pp. 102-109. En francés.


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LOS RIESGOS DE LA En el siglo XIX, una plaga de cólera diezmó a la población española. Sus efectos se vieron ampliados por la proliferación de bulos \ SRU XQD FRPXQLFDFLyQ GHÀFLHQWH por parte de las autoridades, llegando a provocar episodios tan violentos como el asesinato de decenas de frailes en Madrid. JAVIER MARTÍN GARCÍA PERIODISTA

E

s mediodía en un tenso 17 de julio de 1834 en la Puerta del Sol. La incertidumbre es palpable en toda España, más aún en Madrid, donde la actualidad política y social deja poco espacio para la calma. Hace apenas diez meses que ha muerto el rey Fernando VII, y el país se prepara para afrontar una guerra civil. El hermano del antiguo monarca, Carlos María Isidro, reclama la sucesión frente a la decisión de aquel, que apostó por su hija, Isabel II. El postulante ha logrado entrar en la península por el País Vasco y dirige un ejército que busca implantar sus ideas absolutistas en toda España. Aquel 17 de julio, una desgracia sanitaria se suma a estas preocupaciones. Lo que al principio solo eran rumores se ha convertido en un clamor. Una enfermedad está atacando con especial virulencia a las clases más populares de la capital. Decenas de personas están muriendo

entre vómitos, diarreas y dolores. Todo parece indicar que la ciudad sufre un brote de cólera, el mismo cólera que ya ha arrasado media Europa y cuya gravedad tanto poderes públicos como medios de comunicación están tratando de disimular con escaso éxito. Solo falta una chispa para que Madrid estalle. Aquel mediodía, un mozalbete de los muchos que pululan por la populosa Puerta del Sol se acerca a un aguador e introduce barro en la cuba en la que porta el líquido. Un grupo de personas que contemplan la escena atacan furiosamente al muchacho. La violencia se extiende por la ciudad. ¿Por qué una trastada mil y una veces repetida genera esta vez una reacción desmesurada? El boca a boca propaga entre los madrileños que el temido cólera está afectando a individuos sanos que enferman justo después de beber o entrar en contacto con el agua. A ello se suma el hecho de que las autoridades apenas ofrecen in-


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LECCIONES ANTE EL CORONAVIRUS

DESINFORMACIÓN formación sobre lo que ocurre. El pueblo empieza a buscar culpables. Mientras tanto, Madrid teme el avance de las tropas carlistas, defensoras, entre otras cosas, de los privilegios de la Iglesia.

La matanza de frailes Un bulo se extiende por la capital: como una quinta columna de los carlistas, los religiosos están contratando a niños e indigentes para que envenenen las aguas de las que se surten los madrileños. Es la Iglesia la que está propagando el cólera... No ayudará a desmentirlo el hecho de que, tal como explica el historiador Antonio Moliner Prada, el clero insista una y otra vez en que la enfermedad es un “castigo divino” por la ausencia de fe de los ciudadanos. Desatada la tensión, una turba de madrileños agrede a un franciscano que pasea por la céntrica calle Toledo. En la misma vía, la muchedumbre consigue acceder al Colegio Imperial, administrado por los jesuitas, y asesina a cuanto religioso se encuentra a su paso. La situación se descontrola y son asaltados conventos de diferentes órdenes religiosas, cuyos habitantes son acuchillados, asesinados a garrotazos o quemados vivos. El convento de San Francisco el Grande se lleva la peor parte, con cerca de cuarenta muertos. Según datos de Julio Caro Baroja, “alrededor de setenta y cinco religiosos fueron asesinados en Madrid el 17 de julio de 1834”. Un bulo engendrado a partir del miedo y la desinformación había generado una jornada funesta, que se conocería como “la matanza de frailes”. Algo que, por otro lado, no ocurrió exclusivamente en nuestro país. Años antes, en Varsovia, y también ante la aparición del cólera, el exacerbado antisemitismo había culpado a los judíos de propagar la enfermedad, mientras que en París llegó a intervenir el Ejército para frenar los desmanes populares contra los que consideraban responsables de extender la plaga: médicos, curas, boticarios o ricos.


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dossier A la izqda., el médico Mateo Seoane Sobral.

El cólera mataba, pero también lo estaba haciendo la desinformación.

¿Cómo llega a España? La pandemia del conocido cólera-morbo, o asiático, tiene su origen en el año 1817, cuando se desplaza desde las zonas próximas al río Ganges (donde era endémico) hasta las localidades limítrofes. Algunos años más tarde, en varias oleadas y siguiendo las tradicionales rutas de la comunicación y el comercio, alcanzó Europa. En España irrumpió, concretamente en el puerto de Vigo, en enero de 1833 desde Portugal. Poco después penetró en la frontera extremeña y desde allí se extendió por Andalucía. El invierno frenó la expansión, pero el movimiento de tropas para sofocar el levantamiento carlista diseminó la enfermedad por toda España, sobre todo a partir de junio de 1834. Tardará más de un año y medio en desaparecer, afectando fatalmente a alrededor de un 3% de la población. El encubrimiento de información por parte del gobierno del moderado Francisco Martínez de la Rosa, temeroso de que un estado de pánico generalizado paralizase aún más la precaria economía española, fue contraproducente a la hora de frenar su expansión. Los medios de comunicación tardaron también en reaccionar, contagiados por este clima de prudencia. Un ejemplo paradigmático de esta disfunción se desarrolló en Madrid. El 2 de julio de 1834, los partes que emitían los médicos a la Junta Municipal advertían de la existencia de casos de cólera en las calles de la capital. Sin embargo, al menos durante los diez primeros días del mes, Diario de Avisos de Madrid, el medio oficial, se limitaba a ofrecer consejos sobre la forma de evitar contraer la enfermedad y a presentar las medidas que se estaban poniendo en marcha para que la epidemia no entrase en la ciudad, dando a entender que esto aún no había ocurrido.

Una prevención insuficiente Desde luego, casi todo acerca del cólera era desconocido. La enfermedad llevaba a la muerte a un alto porcentaje de los contagiados en menos de una semana. Se ignoraban tanto su causa como su medio de transmisión, y los planes

A la dcha., típico reparto de sopa a la puerta de los conventos. En la pág. anterior, asesinato de jesuitas del Colegio Imperial de San Isidro en Madrid, 1834.

Los medios tardaron en reaccionar, contagiados por el clima de prudencia preventivos puestos en práctica no pasaban de ser ensayos a ciegas. En 1827 se había creado la Real Junta Superior Gubernativa de Medicina y Cirugía, que unificaba los colegios de Medicina y Cirugía. Con su patrocinio, se envió una comisión de tres expertos a varios países europeos castigados por el cólera y se nombró al prestigioso médico Mateo Seoane Sobral corresponsal médico en las islas británicas. Los informes de unos y otro, diecinueve entre 1831 y 1833, apenas tuvieron eco más allá del ámbito científico. La Comisión Médica propuso, en orden de prioridad, cinco medidas para frenar el contagio y reducir sus efectos: eliminar los focos de insalubridad, reducir la miseria en las clases populares, facilitar los cuidados médicos, instruir a la población en sanidad y “evitar la introducción de las causas morbíficas”. Este último punto, centrado en el aislamiento de las poblaciones contaminadas y en prohibir la co-

municación con focos internacionales de contagio, fue el único que se llevó a cabo. A finales de 1831, se pusieron en cuarentena los barcos procedentes de países en los que se desarrollase la epidemia, y pronto se hizo lo mismo respecto al contacto terrestre con poblaciones contaminadas, creándose los llamados cordones sanitarios. En 1832, se crearon Juntas de Sanidad en las provincias fronterizas que debían velar por el cumplimiento de esas medidas. Todas ellas fueron insuficientes para frenar el contagio a partir de 1833.

Los principales damnificados Lo que resultaba imposible de frenar eran las transformaciones que se estaban produciendo en el mundo. El tránsito diluía las fronteras. El desarrollo de los transportes y la industrialización fueron los principales estimuladores de la extensión de la plaga y de las que se sucederán. A partir de entonces se hace patente que es un disparate disociar los


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LECCIONES ANTE EL CORONAVIRUS

aspectos científicos y sociales al tratar de controlar una pandemia. La enfermedad afectaba en especial a los estratos más bajos, sobre todo en el ámbito urbano, donde se hacinaban miles de personas que habían acudido a las capitales en busca de trabajo. Las pésimas condiciones de vida favorecían el contagio y la letalidad del cólera. Aquellos forasteros que no habían conseguido un puesto eran expulsados a sus lugares de origen. La represión contra las clases populares y los indigentes fue una constante que se pretendía justificar por la ausencia de higiene. Sin embargo, esta represión también respondía al hecho de que eran los más pobres quienes espoleaban en mayor medida los levantamientos contra los privilegiados.

Lecciones aprendidas Como toda crisis sanitaria, también esta enfermedad trajo consigo lecciones. El grado de mortalidad en espacios so-

brepoblados y la insalubridad asociada a los mismos impulsaron la mejora de elementos como el suministro de aguas, el alcantarillado o la limpieza de fábricas, instituciones públicas u hospitales. El cólera se convirtió en uno de los principales acicates de la medicina preventiva de la modernidad. No menos importante fue la toma de conciencia de la trascendencia de los médicos y su formación. Hasta poco antes, las supersticiones convivían y a veces tenían más influencia que la labor científica, y el médico era concebido apenas como un simple sangrador. Las medidas higiénicas, sumadas a una mayor organización, con hospitales más modernos y pulcros, supusieron un paso de gigante en la lucha contra las pandemias. La historia nos ha enseñado que toda situación sanitaria crítica, como la que estamos viviendo hoy con el coronavirus, es una catástrofe, pero al mismo tiempo supone una oportunidad de aprendizaje

para regenerar los aspectos sanitarios, sociales y económicos que han sido sobrepasados por la enfermedad. ɿ

Para saber más... CLÁSICO SEOANE SOBRAL, MATEO (ED.). Documentos relativos á la enfermedad llamada cólera espasmódica de la India, que reina ahora en el norte de Europa. Madrid: Imprenta Real, 1831. ENSAYO CARO BAROJA, JULIO. Historia del anticlericalismo español. Madrid: Caro Raggio, 2008. MOLINER PRADA, ANTONIO. “Anticlericalismo y revolución liberal”. En La Parra, E. y Suárez Cortina, M. (eds.), El anticlericalismo español contemporáneo. Madrid: Biblioteca Nueva, 1998. PESET, JOSÉ LUIS Y PESET, MARIANO. Muerte en España: política y sociedad entre la peste y el cólera. Madrid: Seminarios y Ediciones, 1972.


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HIGIENE, LA CLAVE MAL INTERPRETADA El de la evolución de la higiene fue un camino accidentado. Tardamos mucho en darnos cuenta de su papel para salvar vidas. FÈLIX BADIA PERIODISTA

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La diosa Diana y sus doncellas se dan un baño en esta obra de Lancret.

asta mediados del siglo xix, la idea de que lavarse las manos era importante para no enfermar era algo difusa. Es cierto que, antes, algunos manuales recomendaban mantener las manos limpias por decoro, y que los médicos lo aconsejaban por un cierto sentido común, pero con una base científica poco sólida. En 1847, el médico húngaro Ignaz Semmelweis demostró que esta práctica, literalmente, salvaba a muchas personas de la muerte, algo que hoy se da por descontado, pero que entonces constituía una novedad. La técnica, no obstante, no se abrió paso en la comunidad científica hasta décadas después, por el rechazo de una parte de sus colegas y por el propio carácter de su inventor, y si bien es cierto que los avances de Semmelweis salvaron muchas vidas, también lo es que arruinaron la suya. Sería injusto decir que en épocas anteriores se ignoraba el concepto de higiene. El islam incorporó desde sus inicios esta idea como medio para la purificación, y en la Edad Media, entre ciertos estamentos, era común lavarse las manos antes y después

de las comidas (el tenedor es un invento relativamente reciente). En el Renacimiento, el médico italiano Tommaso Rangone señalaba que las manos “debían ser limpiadas de las superfluidades, el sudor y la suciedad que la naturaleza suele depositar en esos lugares”. Los médicos pensaban que, efectivamente, las manos sucias podían transmitir enfermedades, pero más bien de tipo dermatológico. El historiador Peter Ward destaca en un reciente ensayo sobre la higiene el chocante punto de vista que las clases altas de los siglos xvii y xviii tenían sobre la limpieza. Uno de los personajes que trata es Luis XIV, quien solo se dio dos baños en su vida adulta y por razones médicas. Como fuera que no resolvieron sus trastornos, nunca volvió a bañarse. Eso sí, el monarca se lavaba con asiduidad las manos y se cambiaba a menudo de ropa. Más allá de que se trate de un personaje excepcional, la postura del rey francés ante la higiene ejemplifica la actitud de las clases altas occidentales al respecto durante la Edad Moderna. A mediados del siglo xix, la limpieza personal había seguido ganando considera-


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El médico húngaro Ignaz Semmelweiss.

Los médicos realizaban autopsias y luego atendían partos sin lavarse las manos ción entre las clases acomodadas, pero, como recuerda Ward, se le daba una importancia más social que médica, porque se la consideraba un símbolo de estatus. Por eso, cuando Ignaz Semmelweis cuestionó las prácticas de sus colegas, señalando que podían dar lugar a enfermedades, se enfrentó al rechazo de la vieja guardia de su profesión.

Peligro entre manos Semmelweis trabajaba en el hospital general de Viena, cuya maternidad contaba con dos alas. En la primera, atendida por comadronas, las muertes de madres a consecuencia de infecciones y fiebre puerperal eran muy elevadas; pero en la segunda, a cargo de médicos y estudiantes de medicina, la cifra era mayor, alcanzando un monstruoso 10%. Realizó pruebas de toda clase para averiguar el mo-

tivo de esa diferencia. Incluso llegó a considerar la posibilidad de que hubiera mujeres para quienes ser atendidas por hombres supusiera una tensión nerviosa tal que desembocaba en la muerte. A ojos de hoy, la razón de aquella diferencia es inconcebible. Como parte de la formación de los nuevos doctores, los médicos y estudiantes de la clínica realizaban autopsias a diario, y aunque parezca increíble, luego, sin solución de continuidad, atendían a las pacientes en el parto, con resultados funestos. Las comadronas no participaban en esas autopsias, y eso explicaba que el nivel de fallecimientos en su caso fuera menor, aunque continuara siendo muy elevado. Semmelweis hizo que unos y otras, antes de atender a una paciente, se lavaran las manos con una solución de hipoclorito cálcico. La tasa de fallecimiento de madres durante el parto se situó entre un 1 y un 2%. Aunque faltaba mucho para que fuera desarrollada una teoría sobre los gérmenes, Semmelweis vinculó las infecciones con una sustancia que el calificó de “partículas cadavéricas” transmitidas por los médicos. En otro punto del planeta, en Estados Unidos, Oliver Wendell Holmes desarrolló, prácticamente de forma simultánea, la misma teoría y formuló las mismas recomendaciones.

Una verdad intolerable Pero, a pesar del éxito espectacular de las técnicas, la innovación no fue bien recibida por todos. En la Viena de la época convivían dos generaciones de médicos: la primera, conservadora y vinculada con prácticas pasadas; la otra, a la que él pertenecía, renovadora. Para los primeros, era muy difícil admitir que el culpable de la muerte de aquellas mujeres era justamente el contagio procedente de quien se suponía que debía cuidar de ellas. Además, había una cuestión de clase: la mayor parte de los médicos pertenecían a familias bien situadas y tenían de sí mismos la imagen de personas de escrupulosa higiene, porque la limpieza personal se había popularizado en las últimas décadas y se había convertido en un símbolo de posición. La suciedad, pensaban, era propia de las capas sociales más bajas. Por eso, tanto sus trabajos y recomendaciones como los de Holmes en Estados

Cuidadoras supervisan el lavado de manos de alumnos en París, c. 1920.

Unidos fueron ridiculizados por una parte de la comunidad médica, que veía sus conclusiones como inaceptables. Algunos investigadores añaden otros dos aspectos que dificultaron la difusión de sus ideas. El primero es que, en una sociedad machista como la de mediados del siglo xix, el embarazo y el parto eran considerados cosa de mujeres, y la obstetricia era una especialidad médica de poco prestigio; el otro, que el propio científico húngaro no fue capaz de transmitir sus ideas de forma adecuada, sea por un dominio deficiente del alemán o porque no utilizó los canales habituales de divulgación del momento.

El triunfo póstumo Semmelweis perdió su empleo y terminó sus días en un sanatorio psiquiátrico. Allí falleció en 1865, según algunas fuentes, de una infección generalizada o de


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LECCIONES ANTE EL CORONAVIRUS

trastornos relacionados posiblemente con el alzhéimer. No obstante, en las siguientes décadas se descubrieron los gérmenes y se comprendió su comportamiento, a partir de los trabajos de investigadores como Louis Pasteur o Robert Koch. Joseph Lister, por su parte, fue el pionero de la antisepsia en la cirugía, que incluía el lavado de manos en profundidad con un éxito espectacular, aunque tampoco logró sortear las críticas de muchos de sus colegas. Entre finales del siglo xix y principios del xx, lavarse las manos se había convertido no ya en una costumbre dictada por los cánones sociales, el decoro o la estética, sino en una práctica que tenía claramente una base científica. Al tiempo que la figura de Semmelweis era reivindicada, al fin, por la academia, la idea de la higiene personal dio otro paso adelante vin-

culado a los efectos de la Revolución Industrial. Por una parte, las grandes concentraciones crecían y se consolidaban como puntos de atracción de riqueza; por otra, los avances tecnológicos y arquitectónicos permitían que el agua corriente empezara a llegar a los domicilios acomodados y que el cuarto de baño, tal como lo conocemos, ocupara la función imprescindible que hoy le otorga nuestra cultura. La idea de lavarse las manos adquirió otra dimensión, propia de la población instruida, con la inestimable ayuda, por supuesto, de la publicidad de las marcas de jabón y detergentes. Sin embargo, a la historia del lavado de manos todavía le queda, por decirlo de algún modo, mucho recorrido. Un estudio realizado entre estudiantes universitarios publicado en 2009 por el American Journal of Infection Control señalaba que, tras

la micción, el 69% de las mujeres y solo el 43% de los hombres se lavaban las manos, y que antes de comer únicamente lo hacían el 7% de ellas y el 10% de ellos. La guerra que empezó Semmelweis –por utilizar el lenguaje marcial de estos días de coronavirus– aún no está ganada. ɿ

Para saber más... BIOGRAFÍA NULAND, SHERWIN B. The Doctors’ Plague: Germs, Childbed Fever and the Strange Story of Ignac Semmelweis. Nueva York: W. W. Norton, 2003. En inglés. ENSAYO WARD, PETER. The Clean Body: A Modern History. Montreal: McGill Queens University Press, 2019. En inglés. VIGARELLO, GEORGES. Lo limpio y lo sucio: la higiene del cuerpo desde la Edad Media. Madrid: Alianza, 1991.


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LA CUARENTENA, SO El aislamiento, aceptado o discutido, ha sido una medida recurrente contra las epidemias a lo largo de la historia. FRANCISCO MARTÍNEZ HOYOS DOCTOR EN HISTORIA

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n la Edad Media, el origen de las enfermedades epidémicas era por completo desconocido. Lo que sí se sabía es que el contacto personal favorecía el contagio. Boccaccio, en el Decamerón, explicaba así en el siglo xiv cómo se extendía la peste negra: “Contribuyó a dar mayor fuerza y vigor a esta pestilencia el hecho de que los sanos visitaban o se comunicaban con los que habían adquirido el mal”. En un mundo en el que la medicina estaba poco desarrollada, no existía remedio más eficaz que el aislamiento. Las autoridades ordenaban el cierre de las ciudades afectadas. Eso no evitaba que, en aquellos momentos de pánico, muchos quisieran huir a otros lugares en un intento desesperado de ponerse a salvo. Algunos ya estaban contagiados, y al marcharse ayudaban a la extensión incontrolada de la epidemia. De ahí que contra estos “autoexiliados” llegaran a aplicarse procedimientos extremos. El historiador Geoffrey Parker cuenta que, en Sant Cugat, a mediados del siglo xvii, los vecinos mataron a tiros a dos individuos que venían de Barcelona. Temían que pudieran ser portadores de la peste.

La primera cuarentena oficial Fue esta enfermedad la que provocó la primera cuarentena oficial de la que tenemos noticia, instaurada en Ragusa, actual Dubrovnik, el 27 de julio de 1377.

El Gran Consejo de esta ciudad croata prohibió la llegada de todos aquellos que procedieran de territorios infestados. Los viajeros estaban obligados a pasar un mes en dos lugares próximos. Si llegaban en caravanas terrestres, debían permanecer en la localidad de Ragusavecchia, a quince kilómetros. Si lo hacían por mar, se quedarían ese tiempo en la isla de Mercana, próxima a la capital. En esos momentos aún no existían espacios específicos para los confinados, a los que se obligaba a vivir en barracas que eran quemadas cuando pasaba el peligro. Sería en el siglo xv cuando se difundiera la construcción de lazaretos, a partir de la aparición del primero en la Venecia de 1403. Desde Italia, la práctica de la cuarentena se generalizaría por el resto de Europa. Barcelona la aplicó en 1458. Edimburgo hizo lo mismo en 1475.

Sin supermercados La vida en las urbes sometidas al aislamiento no era agradable, entre otros motivos, porque abastecerse de lo necesario resultaba muy complicado, por no decir imposible. Predominaba el “sálvese quien pueda” en un ambiente de anarquía, con una inquietante multiplicación de actos delictivos. La justicia no tenía medios para castigar los robos en las casas abandonadas o a la gente indefensa. Para combatir la enfermedad, unos optaban por la oración y la vida moderada. Otros, al contrario, por toda clase de excesos, des-


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LUCIÓN Y POLÉMICA

Enfermera con un paciente de gripe. Washington, 1918.


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San Roque como patrón de las víctimas de la peste, Rubens, c. 1623.


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de la convicción de que debían aprovechar al máximo el poco tiempo de vida que seguramente les quedaba. El confinamiento de la población suscitaba numerosas dificultades. ¿Cómo alimentar a una gran masa de personas? La cuestión era especialmente dramática porque la peste tendía a atacar en años de malas cosechas, cuando la gente estaba debilitada por el hambre y las reservas de grano permanecían bajo mínimos. Eso fue lo que sucedió, por ejemplo, en Murcia durante 1648. La ciudad había sufrido, en los años anteriores, la invasión de las langostas y una terrible inundación. En estas circunstancias, no podían dejar de producirse conflictos entre el gobierno central y las autoridades locales. El Consejo de Castilla exigió entonces el confinamiento total de la capital del Segura. Los responsables del municipio se resistieron a aplicar las medidas sanitarias, hasta el límite de la rebelión, porque

Se producían conflictos entre el gobierno central y las autoridades locales temían un colapso económico que resultara aún más perjudicial que la plaga. Con su postura, las élites de Murcia trataban de impedir una hambruna, pero también defendían sus propios intereses. Por un lado, el gobierno municipal reaccionaba contra la tendencia de la corte al centralismo. Por otro, aquellos que habían invertido en el cultivo de la seda no estaban dispuestos a que la crisis sanitaria hundiera sus expectativas de beneficio.

Mentiras arriesgadas Las cuarentenas no tuvieron un efecto inmediato, pero, como señala Parker, hicieron posible que poco a poco la peste retrocediera en diversos países. Otras enfermedades, por desgracia, tomaron el relevo. El cólera se convirtió en una de las

Desinfección en Shanghái en la epidemia de SARS de 2003.

más terribles, como demostró la epidemia que llegó a Europa en 1830 y a Norteamérica dos años más tarde. Los países involucrados procuraron frenar el contagio, como en los tiempos de la peste, a través de la cuarentena. El remedio no se demostró tan eficaz desde el punto de vista de la sanidad pública, pero sí útil para otros objetivos: limitar los movimientos de los enemigos del gobierno o implantar el proteccionismo económico. Las consideraciones políticas iban a mezclarse en más de una ocasión con las cuestiones estrictamente sanitarias. En 1883, en Egipto, el cólera mató en apenas tres meses a 50.000 personas. Por aquellos momentos, Gran Bretaña planeaba construir un canal para descongestionar el de Suez. Se creía que la enfermedad había llegado al país africano procedente de la India, la joya del Imperio británico. Si se confirmaba esta teoría, la nueva infraestructura perdería su valor. Londres reaccionó con una investigación que llegó a la conclusión más conveniente: el origen del cólera era puramente local, producto de unas malas condiciones higiénicas. Sin embargo, como cuenta el historiador de la ciencia Pratik Chakrabarti, el microbiólogo alemán Robert Koch, descubridor del bacilo que provocaba el mal, defendió la tesis contraria: había que buscar el origen de la epidemia en puertos como Bombay y Calcuta. No fue hasta la Conferencia Internacional de París de 1903 cuando un gran núme-

ro de países se puso de acuerdo para aplicar idénticos criterios acerca de la cuarentena. Este procedimiento entraría en declive tras la Segunda Guerra Mundial, ante la convicción de que podía ser beneficioso en unas circunstancias y contraproducente en otras. Un confinamiento demasiado estricto suscitó protestas violentas en 2003 en Shanghái y Nankín, por la negligencia del gobierno chino a la hora de abastecer a estas ciudades de alimentos y medicinas. Con la actual pandemia de la Covid-19, el consenso es casi total respecto a la necesidad de aislar a la población en sus hogares, aunque el debate sobre el alcance de ese confinamiento sea constante. En la lista de las excepciones clamorosas, más preocupados en preservar la economía que en la supervivencia de sus conciudadanos, se han codeado el estadounidense Donald Trump, el mexicano Andrés Manuel López Obrador o el brasileño Jair Bolsonaro. La realidad implacable del colapso sanitario les ha llevado a modificar su discurso a regañadientes. ɿ

Para saber más... ENSAYO CHAKRABARTI, PRATIK. Medicine and Empire: 1600-1960. Basingstoke (G. B.): Palgrave Macmillan, 2014. En inglés. PARKER, GEOFFREY (COORD.). La crisis de la monarquía de Felipe IV. Barcelona: Crítica, 2006.


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ASÍ NOS CAMBIARON LAS EPIDEMIAS La acción de los gérmenes ha impulsado o destruido grandes imperios y ha causado profundos cambios económicos y sociales a lo largo de los siglos. FÈLIX BADIA PERIODISTA

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a rapidez con que un puñado de conquistadores españoles desmanteló las estructuras de poder de los pueblos precolombinos, formados por millones de personas, no se debió solo a su superioridad militar, sino también –o, tal vez, sobre todo– a las enfermedades que traían consigo y ante las que las poblaciones indígenas carecían de defensas. En cambio, cuando casi tres siglos después otros europeos, en este caso tropas francesas, llegaron a Haití para reprimir la revuelta de los esclavos, cayeron derrotados por una terrible epidemia y no pudieron hacer nada para evitar la emancipación. No son excepciones; como recuerda hoy la expansión del coronavirus, las enfermedades son consustanciales a la evolución humana y las epidemias han tenido un papel crucial en su historia. “La observación histórica nos lleva a la conclusión de que los gérmenes y las in-

fecciones han dado forma a la humanidad”, asegura a historia y vida el biogeógrafo Jared Diamond, cuyo libro Armas, gérmenes y acero obtuvo un gran éxito editorial a finales de los noventa. En él, ahondaba en el peso de factores como las epidemias o las ventajas tecnológicas en el auge y desaparición de las civilizaciones. La influencia de las enfermedades en las sociedades ha sido históricamente muy diversa, y en ocasiones se ha expresado de maneras insospechadas. Estos son algunos ejemplos.

Los conquistadores más pequeños “Los gérmenes introducidos por los europeos tuvieron un papel fundamental en las conquistas contra los nativos americanos, los habitantes de las islas del Pacífico y los aborígenes australianos, matando muchas personas más que las armas de los conquistadores”, señala Dia-

Peregrinación a raíz de la plaga de peste de 1523. Giovanni del Leone, s. XVI.

La caída de la mano de obra provocada por la peste negra debilitó el sistema feudal


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mond. Este autor cree posible que, mucho antes, una epidemia allanara el camino para que “se precipitara la conquista de Europa por parte de los pueblos indoeuropeos hace 5.000 años”. “Debido a esa invasión, los españoles y muchos otros europeos hoy hablan castellano u otros idiomas de origen indoeuropeo, en lugar de euskera y otras lenguas utilizadas por los predecesores de la llegada de estos pueblos a Europa”, agrega.

Un vuelco social La peste negra que a mediados del siglo xiv asoló Europa es famosa por haber acabado con la vida de decenas de millones de personas (se calcula que entre un 30% y un 60% de la población), aunque el impacto fue enorme también en Asia y en África. En el continente europeo, la recuperación no consistió simplemente en que se recobraran los niveles de población anteriores, sino que se pro-

dujeron grandes transformaciones de tipo cualitativo. La mortandad y las corrientes migratorias provocadas por la epidemia causaron una caída de la mano de obra disponible en el campo. Los propietarios tuvieron que arrendar sus tierras o bien pagar salarios a agricultores para que las trabajaran, con lo que el sistema feudal se debilitó, al tiempo que las clases burguesas acumulaban más capital y, en general, se producía un gran


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dossier A la izqda., retrato anónimo del papa Urbano VII. A la dcha., barricada durante la Comuna de París, 1871.

Vencer a la malaria ocultaba otro fin: ampliar los imperios esfuerzo tecnológico para sustituir la fuerza de trabajo desaparecida. Todo ello contribuyó decisivamente al caldo de cultivo que llevó al Renacimiento.

Cambios en la economía La decana de la facultad de Medicina de la Universidad James Cook, en Australia, Maxine Whittaker, recordaba en un artículo el llamativo caso de la quinina. En 1623, la muerte de diez cardenales en Roma llevó al papa Urbano VII a exhortar a Occidente a encontrar una cura para la malaria (la palabra proviene del italiano mala aria, “mal aire”). El descubrimiento, pocos años después, de las propiedades de la quinina movilizaría a las grandes potencias imperiales a hacerse con el control de la mayor cantidad posible del compuesto. El objetivo era, desde luego, consolidar su expansión y garantizar su potencia mi-

litar en zonas donde este mal estaba presente. La posesión de esta valiosa sustancia se convirtió en sí misma en un instrumento de poder político y, a la vez, en un estímulo para seguir ampliando el dominio sobre nuevos territorios.

Aliado en las guerras Hasta épocas relativamente recientes, las enfermedades constituían un factor que podía inclinar batallas de un lado u otro. La historia está llena de ejemplos, pero el historiador Frank M. Snowden, profesor en Yale y autor de un libro sobre epidemias y sus efectos en la sociedad, destaca la doble derrota de la Francia de Napoleón contra los microorganismos. El caso de Haití, que se emancipó en 1804, constituyó el fin del imperialismo francés en América, que quedó rubricado con la venta de Luisiana a Estados Unidos. Muy pocos años después, la campaña del enor-

me ejército napoleónico en Rusia terminó en desastre no por las operaciones militares, sino por el frío y, tal como demostró en 2005 un equipo de investigadores, por el tifus, además de otras infecciones transmitidas por los piojos. Del más de medio millón de soldados del ejército napoleónico, solo unas decenas de miles sobrevivieron: el poder imperial quedó tocado de muerte, y Europa cambió para siempre. La doctora Carole Reeves, experta en historia de la medicina, indica que, “hasta la Primera Guerra Mundial, en las guerras causaban más muertes las infecciones que las armas”.

Opresión política En 1832, una epidemia de cólera mató a casi diecinueve mil parisinos, mayoritariamente de clases humildes. En la ciudad circuló una teoría de la conspiración según la cual el impopular monarca Luis Felipe


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más promiscuos. Ese caldo de cultivo fue, posteriormente, decisivo en cuanto el sida hizo su aparición.

A la espera del impacto

de Orleans había envenenado los depósitos de agua. Este rumor fue el detonante de un gran estallido de violencia que las fuerzas del orden no pudieron contener. Según Snowden, ello alimentó la imagen entre las élites y la administración del Estado de que las clases humildes eran peligrosas. Esa percepción serviría durante todo el siglo xix, en pleno desarrollo de la Revolución Industrial y la emergencia de la clase obrera, para justificar durísimos ejemplos de represión en la capital francesa, como el de la Comuna de 1871, con decenas de miles de ejecuciones.

Estigmatización de colectivos Muy a menudo, la expansión de una enfermedad conlleva la estigmatización de determinados colectivos por representar el supuesto origen de la epidemia. De ellos, el episodio más reciente al que alude Snowden es el de los homosexua-

les a consecuencia de la irrupción del sida. Estos no solo resultaron marcados socialmente, sino que además fueron el centro de críticas de carácter religioso: sectores conservadores equiparaban la homosexualidad al pecado, una vinculación común en tiempos pasados, pero que parecía erradicada por los avances científicos del siglo xx. Otro de los efectos sociales de la epidemia fue el cambio en los hábitos sexuales, tras la revolución de los años sesenta y setenta. Snowden alude también al caso de Sudáfrica, uno de los países del mundo en que esta enfermedad tiene una mayor incidencia. Según señala, el régimen del apartheid restringió la tierra de cultivo disponible para la población negra. Eso provocó que muchos hombres se vieran obligados a emigrar a otras zonas, con lo que las familias quedaban partidas y se generaban comportamientos sexuales

Lógicamente, el coronavirus no ha alcanzado la dimensión de epidemias pasadas, porque la medicina y los sistemas sanitarios son mucho más avanzados. No obstante, no se puede descartar que sí tenga un impacto en la sociedad al margen de la salud de la población. Por ejemplo, el hecho de que China haya, al menos en apariencia, logrado contener la expansión de la enfermedad, ha abierto ya un debate sobre si las medidas adoptadas allí pueden ser trasladadas a otros países con regímenes políticos y derechos sociales completamente distintos. En cualquier caso, de la misma manera que las epidemias han forjado la historia humana, también los humanos han dado forma a la extensión de estas enfermedades. “Las epidemias –señalaba recientemente en una entrevista Frank Snowden– no dependen de los humanos, pero las vulnerabilidades a través de las que estas nos atacan sí, como cuando la Revolución Industrial llevó a la concentración de población en muy poco espacio, en las ciudades”. De la misma manera, afirma Jared Diamond, “la globalización explica que el coronavirus se esté expandiendo a una velocidad mucho más elevada que otras epidemias del pasado”. ¿Tendrá esta enfermedad la misma capacidad de influir sobre la humanidad que en otros casos? “Lo veremos durante el próximo año”, concluye. ɿ

Para saber más... ENSAYO DIAMOND, JARED. Armas, gérmenes y acero. Barcelona: Debate, 1998. Ȥ Crisis: cómo reaccionan los países en los momentos decisivos. Barcelona: Debate, 2019. SNOWDEN, FRANK M. Epidemics and Society. From the Black Death to the Present. New Haven (EE. UU.): Yale University Press, 2019. En inglés. ARTÍCULO WHITTAKER, MAXINE. “How infectious diseases have shaped our culture, habits and language”. The Conversation, 12 de julio de 2017. En inglés.


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FLORENCE NIGHTINGALE Y LA ENFERMERÍA

FLORENCE NIGHTINGALE

EL ÁNGEL DE SCUTARI

Participó como enfermera en la guerra de Crimea con la misión de salvar a los soldados del caos e insalubridad de los hospitales británicos. La leyenda exageró sus logros. Sin embargo, su labor fue decisiva para profesionalizar la enfermería y modernizar la sanidad militar. Este mes se cumplen 200 años de su nacimiento. ALFONSO GONZÁLEZ QUESADA PROFESOR DEL ÁREA DE DOCUMENTACIÓN DE LA UAB

S

cutari es un suburbio de Constantinopla situado en la orilla asiática de la capital otomana. Sus acantilados proporcionan un mirador privilegiado para contemplar una perspectiva única de la urbe. Desde allí se alcanza a ver la magnitud del trasiego por el estuario que divide la ciudad en dos continentes y el estrecho que la conecta al mar Negro. La vista gana en belleza al atardecer, cuan-

do el mar parece una alfombra de plata y las cúpulas y minaretes se recortan sobre el fulgor del horizonte. En el otoño de 1854, en esa misma estampa llama la atención la frecuencia con la que arriban a Scutari navíos atestados de soldados heridos. Vienen de la península de Crimea, donde el mundo está en guerra. Cerca de los acantilados hay varios cuarteles turcos que el ejército británico ha habilitado como hospitales. El principal

es una mole rectangular de tres plantas con una torre en cada ángulo. La hermosa panorámica que desde allí se tiene de Constantinopla y el Bósforo contrasta con la fatalidad y desidia que colman sus pabellones, abarrotados de hombres sobre sucios jergones de paja, donde el hedor de las heces y el sudor de la fiebre han creado una atmósfera tan insufrible como el coro de lamentos de quienes, al borde de la muerte, esperan un último consue-


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lo. No hay nadie para ofrecerlo, porque el poco personal que asiste a los pacientes está desbordado. A la escasez de efectivos se suma la falta de medicamentos, sábanas y ropa limpia. El jabón apenas alcanza para asear a diario a una treintena de hombres, cuando son más de dos mil los que allí se hacinan. Afortunadamente para ellos, la prensa ha alertado del drama. La ciudadanía presiona al gobierno con un aluvión de cartas que le exigen salvar a los mejores hijos de la nación, porque los soldados británicos ya no son la escoria reclutada en tabernas y prostíbulos de los tiempos de Wellington, sino la valiosa mano de obra de la primera potencia industrial. Los mandos militares también están alarmados por lo que allí sucede. Necesitan combatientes para ganar una guerra, pero el hospital los engulle y no los devuelve al frente. Ante esa emergencia

nacional, Sidney Herbert, secretario de Guerra del gobierno de Su Majestad, confía en revertir la situación enviando a Scutari a la mejor enfermera del mundo: Florence Nightingale.

¿Quién es Nightingale? Sidney Herbert es un viejo amigo de los Nightingale y conoce a Florence desde que esta era joven, lo que le permite esbozar su trayectoria en la reunión de gobierno que decidirá sobre la idoneidad de la candidata. Ya ha superado la treintena. Hace tiempo que renunció al matrimonio para dedicarse a la enfermería. Ha recorrido mundo y habla perfectamente varios idiomas. Hace un año que regresó de Alemania, donde trabajó en un hospital, además de estudiar cirugía y patología. Estas especialidades enriquecen una amplísima formación, empeño del padre, que nunca dudó en invertir su

tremenda fortuna en una educación esmerada, superior a la de muchos hombres de su misma posición. Ahora dirige con admirable eficacia un hospital para mujeres pobres en Londres, que destaca por la organización de sus servicios y la atención a las pacientes. Herbert concluye señalando tres aptitudes que considera imprescindibles para la misión y que la candidata posee sobradamente: coraje, obstinación e inteligencia. Cuando se refiere a ellas está pensando en los más que probables recelos que provocará entre el personal de Scutari la presencia de la enfermera. La propuesta del secretario de Guerra recibe el plácet del gobierno. Solo resta convencer a la propia Nightingale. La carta del secretario de Guerra tiembla en sus manos. Ni por un momento ha dudado en aceptar el encargo. Dios ha desvelado por fin lo que desea de ella.


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FLORENCE NIGHTINGALE Y LA ENFERMERÍA

Una noche calurosa en las baterías, grabado de la guerra de Crimea, 1853-56. En la pág. 46, Nightingale en una fotografía de Emery Walker de c. 1858.

Desde que en la adolescencia sintió su llamada, ha esperado el momento en el que le señalase el camino que ya intuía. Ahora no hay duda: su destino en la vida es servir a los demás, mejorar el mundo desde las salas de un hospital. También la familia, en especial su madre, va a comprender la inutilidad de tanto esfuerzo por domar su independencia y encauzar su vocación entre los límites de la filantropía de la alta sociedad. Si ha de dar crédito a las crónicas periodísticas, sabe que en Turquía le espera algo parecido al infierno. No hay temor. Dios es su escudo y su guía.

El drama de la guerra En las siguientes semanas recluta al equipo de enfermeras que la va a acompañar a una guerra que comenzó un año atrás. El Imperio otomano se tambalea después de que Rusia haya intentado apoderarse

de sus provincias balcánicas y haya destruido su armada en el mar Negro. Como explican los diarios, si Turquía se desmorona, Rusia amenazará la hegemonía británica en el Mediterráneo y tendrá vía libre hacia la India. Dos riesgos inasumibles para Gran Bretaña, que ha unido sus fuerzas a las de Francia para auxiliar al sultán y frenar las ambiciones del zar. Convencidos de forzar su rendición si toman la base naval de Sebastopol y aniquilan su flota, los aliados han golpeado a Rusia en Crimea. Aunque el objetivo de la campaña estaba bien definido, la imprevisión ha guiado la puesta en marcha. No ha habido plan de invasión, ni mapas fiables. Tampoco se ha dispuesto de información sobre las fuerzas enemigas. A todo ello se añade que la mayoría de mandos británicos carece de experiencia en combate. La mala conducción de las operaciones no solo está prolongando

Sidney Herbert confía en revertir la situación enviando a Scutari a la mejor enfermera del mundo: Florence Nightingale una campaña que se preveía corta, sino que causa sacrificios inútiles. Pero la deficiencia más grave es la de los suministros, que hace insoportables las condiciones de vida de la tropa. Mal alimentados y peor vestidos, los soldados no tienen prendas de abrigo y duermen al raso por falta de tiendas. Además han acampado en una zona insalubre donde el cólera los diezma. Peor suerte corren los heridos, porque, a diferencia del ejército francés, que ha organizado hospitales de campaña cerca del frente para atender a sus hombres, los británicos han optado por evacuarlos a Scutari, a más de quinientos kilómetros de Sebastopol. Hacinados en cubiertas y bodegas, mezclados enfermos y heridos, su transporte recuerda más al de esclavos que al de soldados del imperio más poderoso del mundo. El escaso personal médico que suele acompañarlos poco puede hacer por aliviar su calvario. En esas condiciones, una travesía de varios días precipita el final de muchos de estos hombres antes de arribar a puerto.

Florence en Scutari A principios de noviembre de 1854, Florence Nightingale y sus 38 enfermeras se instalan en Scutari. Tal como intuía Herbert, los oficiales médicos no esconden su suspicacia y se muestran reacios a aceptar la colaboración de quienes consideran intrusas. Sin embargo, a los pocos


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El lenguaje de Dios Desde su juventud, Florence fue una entusiasta de las matemáticas y las estudió con pasión. Formación inusual para una dama de la época, destinada a ser buena esposa y brillar en sociedad. Sin embargo, ese conocimiento sería decisivo tras la guerra de Crimea. En sus informes, Nightingale recogió y tabuló infinidad de datos cuyo análisis proporcionó las evidencias que avalaron, entre otras, las reformas en los hospitales militares. Su profunda religiosidad la empujó a ver en la estadística el lenguaje de Dios para señalar qué perfeccionar de la realidad. En otras palabras, comprendió que para actuar adecuadamente sobre un fenómeno social era imprescindible cuantificarlo, medirlo. Sentó así las bases de la aplicación de la estadística a la salud pública moderna y abogó por que fuera una herramienta fundamental en la toma de decisiones. Eso explica otra de sus aportaciones: la invención de gráficas y diagramas que hicieran más visuales y fácilmente comprensibles los datos a sus usuarios finales: los responsables políticos. Por todo ello, en 1858 fue nombrada miembro de la Real Sociedad Estadística Británica. Era la primera mujer en obtener ese reconocimiento.

días, el flujo incesante de heridos a raíz de la última ofensiva en Crimea exige contar con ellas. A partir de ese momento, a pesar de las reticencias militares, la intervención de la superintendente Nightingale, ese es su cargo, será cada vez más visible y efectiva. Las medidas que aplica son novedad en Scutari: separa a los enfermos según su estado, se esmera en las curas, obliga a hervir el agua para cocinar y mejora la dieta. Cursa las mismas instrucciones al resto de pequeños hospitales que también supervisa. La máxima preocupación es, sin embargo, la higiene de los pacientes y asegurar que diariamente dispongan de todo tipo de ropa limpia. Contrata lavanderas turcas, y en los bazares de Constantinopla hace acopio de jabón, sábanas y toallas, después de sortear el problema de la burocracia militar, que ralentizaba cualquier suministro y cronificaba la es-

casez de lo más básico. De esta manera, consigue poner punto final a estampas tan impropias de un hospital como ver a los soldados comer con las manos o permanecer durante días tendidos en sus jergones con las guerreras mugrientas. También persuade a los cirujanos para que acaben con la práctica brutal de amputar sin anestesia, y coloca pantallas en cada pabellón para preservar la intimidad de los pacientes durante las intervenciones. Hay otras medidas que reflejan su vocación como reformadora social, como el fomento del ahorro entre los soldados para reducir el consumo de alcohol o la distribución de material de lectura para que se instruyan durante la convalecencia. Después de meses de trabajo agotador los resultados son palpables: orden, limpieza y buena alimentación. Nightingale ha demostrado sus dotes de administradora eficaz y enfermera modélica, al


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FLORENCE NIGHTINGALE Y LA ENFERMERÍA

Nightingale en el hospital de Scutari.

El primer ministro lord Palmerston.

Después de la reina Victoria, Florence es la mujer más conocida y admirada del país tiempo que ha puesto en evidencia la dejadez de los mandos militares del hospital, de los que no recibe reconocimiento alguno. La mejor recompensa, no obstante, es la de los hombres a los que ha devuelto su dignidad, quienes la veneran como si de un ángel se tratara. Sin embargo, pese al bienestar indudable, el número de los que acaban en el camposanto que se extiende tras el hospital no mengua, al contrario. En enero de 1855 son un millar, un batallón entero, la décima parte de las tropas británicas desplegadas en Crimea. Cifras similares se cuentan hasta el final de aquel invierno. El Ejército no está muriendo en el campo de batalla, sino en sus hospitales. Cambio de gobierno en Londres. Lord Palmerston, otro amigo de los Nightingale, preside el nuevo gabinete. Decide enviar a Turquía y Crimea una comisión que investigue los problemas de abaste-

cimiento y sanee los hospitales británicos de la zona. Sus trabajos comienzan a finales del mes de marzo de 1855. Se ha de emplear a fondo en el gran hospital de Scutari: desinfecta los pabellones y asegura su perfecta ventilación después de practicar aberturas en todo el recinto. Mientras se construye un sistema para drenar las alcantarillas que corren bajo el edificio, se descubre una deficiencia letal en la que nadie había reparado: el hospital descansa sobre un inmenso lago de aguas residuales cuyas emanaciones se filtran en el interior.

El Ángel de Scutari La mejor noticia de una guerra estancada desde el inicio del asedio a Sebastopol es la hazaña salvadora de Florence Nightingale. La prensa ofrece casi a diario crónicas y testimonios de su quehacer en Turquía. Surge así la leyenda de “la

dama de la lámpara”, la imagen de la enfermera abnegada que, candil en mano, reparte consuelo a los hombres en sus rondas nocturnas. Es un retrato edulcorado e incompleto del personaje, del que se borran la soberbia con la que defiende la superioridad de sus métodos de trabajo y la severidad de la disciplina con que los impone, que provoca deserciones entre sus subordinadas. En cualquier caso, después de la reina Victoria, es la mujer más conocida y admirada del país. Prueba de ello es el homenaje a su labor en forma de suscripción popular, que reúne una fortuna de 45.000 libras (hoy cerca de cinco millones de euros) para crear una escuela de enfermería. El “efecto Nightingale” ha cambiado por completo la percepción de una profesión hasta ese momento mal vista, por ser propia de mujeres humildes, sin formación y de moral “distraída” .


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Un superventas de no ficción Cabría esperar que la primera obra en la que Nightingale sintetizara su experiencia profesional estuviera orientada a la formación de enfermeras, pero no fue así. El objetivo de sus Notas sobre enfermería fue más ambicioso y acorde a su misión vital: servir a los demás y mejorar el mundo. No existía ámbito más amplio para acercar su conocimiento práctico que el hogar, ni figura más decisiva en él que la mujer. Nightingale era consciente de que toda mujer, en algún momento de su vida, tendría a su cuidado algún familiar y actuaría como enfermera. Se hacía imprescindible educarla en la materia y proporcionarle consejos para guiarla en su cometido. Ese fue el propósito de Notas sobre enfermería, el primer manual en su género. Escrito en un lenguaje sencillo, sus casi ochenta páginas repasan los diferentes aspectos a tener en cuenta en la atención de un paciente: higiene, temperatura corporal, contacto con la luz Las muertes en Scutari caen en picado en relación con el invierno anterior. Llega 1856 y la guerra concluye. No puede haber mejor colofón para la victoria que el recibimiento apoteósico de su heroína. Las alabanzas de los diarios son una constante, y su imagen es tan popular como las canciones y poemas que se le dedican. Sin embargo, el Ángel de Scutari no busca la gloria, sino aprovechar su experiencia para evitar que se repita un desastre similar. Semanas después de regresar se entrevista con la reina Victoria. El resultado es inmediato: el gobierno crea una comisión que estudie cómo mejorar las condiciones sanitarias en el Ejército. Palmerston le encarga un informe confidencial de su trabajo durante la guerra. Nightingale quiere ir más allá y explicar cómo es posible que hayan muerto cuatro veces más hombres de enfermedad que combatiendo. Son 16.000 bajas que atri-

solar, tranquilidad, dieta y ventilación adecuada del entorno. Principios todavía vigentes en la práctica de la enfermería. Notas sobre enfermería fue publicado en 1859. A las pocas semanas, sus ventas superaron los quince mil ejemplares. Al año siguiente, la segunda edición del libro repitió el éxito. El renombre de su autora había sido un reclamo comercial imbatible. buye a la incompetencia de los jefes militares, responsables de descuidar las precauciones sanitarias más elementales, a la falta de suministros para los hospitales y a la pésima preparación del personal que debía atender a heridos y enfermos, muchos de ellos víctimas del trato cruel de una oficialidad insensible que los obligaba a jornadas de trabajo agotadoras. Invierte meses en la elaboración de un informe que contiene infinidad de datos sobre todos los hospitales británicos de Turquía y Crimea. Está convencida de que las cifras avalarán su teoría sobre las razones de la catástrofe: la suma de hambre, extenuación y frío, y también su modelo de enfermería. Sin embargo, los números revelan una verdad demoledora: hasta la primavera de 1855, los índices de mortalidad de Scutari son enormemente superiores a los del resto de hospitales, y solo se igualan a partir de esa fecha.

El Ángel de Scutari descubre con estupor que, hasta esa fecha, no había administrado un hospital, sino un moridero, y que fueron los trabajos de la comisión enviada desde Londres, y no sus esfuerzos, los que realmente habían salvado a miles de hombres. El aire envenenado de los pabellones de Scutari por las emanaciones del alcantarillado, he ahí la causa de la hecatombe, que el hacinamiento multiplicó. Abatida, se culpa de no percatarse a tiempo del origen de la pestilencia de las salas y, sobre todo, de haber sacrificado a tantos hombres por su obstinación en reclamar el traslado del mayor número de ellos a su hospital, creyendo que así los salvaba. Los resultados del informe no se harán públicos a pesar de su insistencia. El gobierno no tiene la intención de destruir una reputación que también ha alentado, ni debilitar la confianza del país en una enfermería moderna. Ella no se resigna, y más adelante remitirá el informe a personalidades de su confianza. Será una forma de rendir homenaje a los miles de hombres que vio morir y, sobre todo, de desmontar su propia leyenda.

La lección de Scutari Tomar conciencia de haber participado de manera ignorante en un sacrificio de inocentes la tortura hasta caer en una crisis espiritual, de la que solo su profunda religiosidad la rescata. Su confianza en Dios la ayuda a transformar el desastre en consuelo. Piensa que Dios no pudo equivocarse enviándola a Turquía, y que los errores que cometió son parte de su plan para perfeccionar la humanidad. El plan exige ahora asumir la principal lección de Scutari: Florence Nightingale se convence de que solo si el saneamiento de los hospitales es óptimo, sus prácticas de enfermería servirán de algo. En adelante hará pedagogía de esa lección. En 1857, una brucelosis, contraída probablemente durante su etapa en Scutari, la postrará en cama los siguientes diez años, los más productivos de su carrera. En ese período su pluma no descansa. Escribe más de doce mil cartas mediante las que obtiene toda la información que precisa de una amplia red de expertos. Logra que la reforma sanitaria que ha propiciado en el Ejército se extienda


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FLORENCE NIGHTINGALE Y LA ENFERMERÍA

Florence Nightingale (sentada en el centro), junto con un grupo de enfermeras del hospital St. Thomas de Londres, hacia 1890.

Descubre con estupor que no fue su esfuerzo el que salvó a miles de hombres en Scutari paulatinamente a la salud pública. También publica diversos libros. Destila las lecciones de Scutari en los más reconocidos. Con Notas sobre enfermería acerca la práctica de los cuidados médicos al ámbito doméstico, e intenta hacer de la mujer la guardiana de la salud familiar. El objetivo de Notas sobre hospitales es reducir sus altos índices de mortalidad, estableciendo principios organizativos

y arquitectónicos que garanticen la salubridad de los edificios. Ambos textos ven la luz antes de que emplee las 45.000 libras reunidas por suscripción popular en la puesta en marcha de la Escuela y Hogar para Enfermeras en el hospital Saint Thomas de Londres, la primera escuela laica de enfermería del mundo. Para entonces es una celebridad internacional. Sus libros se traducen a varios idiomas y sus estándares hospitalarios traspasan fronteras. En Estados Unidos, el gobierno de la Unión le pide consejo durante la guerra de Secesión (1861-65) sobre la organización de sus hospitales de campaña. Su labor es fuente de inspiración para Henry Dunant, fundador de la Cruz Roja. Con la edad, su actividad y protagonismo disminuyen, aunque sigue con atención cómo se consolida la profesión que ha sido la vocación de su vida. En 1910,

cuando muere a los noventa años, hay más de una veintena de escuelas repartidas por los cinco continentes que forman enfermeras siguiendo el ejemplo del Ángel de Scutari. ɿ

Para saber más... CLÁSICO NIGHTINGALE, FLORENCE. Notas sobre enfermería: qué es y qué no es. Barcelona: Salvat, 1990. BIOGRAFÍA BOSTRIDGE, MARK. Florence Nightingale: the woman and her legend. Londres: Penguin Books, 2009. En inglés. SMALL, HUGH. Florence Nightingale: Avenging Angel. Londres: Constable, 1998. En inglés. CINE Florence Nightingale (G. B., 2008). Dir.: Norman Stone. Ints.: Laura Fraser, Michael Pennington, Andrew Harrison.


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LANDRU

EL ASESINO DE VIUDAS

Landru aprovechรณ la generalizada soledad de las mujeres durante la Primera Guerra Mundial para efectuar sus estafas. Pero llegรณ demasiado lejos. ENRIQUE SERBETO PERIODISTA


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LANDRU, UN JACK EL DESTRIPADOR FRANCÉS


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F

recuentemente se le considera como el Jack el Destripador francés, pero en realidad los dos fueron personajes completamente diferentes. Del legendario criminal londinense no se sabe con certeza casi nada, excepto por el rastro que dejaba a través de los cuerpos destrozados de sus víctimas, mientras que del francés Henri Désiré Landru se tiene constancia de todos los detalles de su vida, aunque fue guillotinado sin que se hubiera encontrado el cadáver de ninguna de las mujeres que sin duda asesinó. Landru fue, en efecto, un depredador en serie de mujeres, casi todas viudas o solteras, en un período especialmente difícil durante la Primera Guerra Mundial. Primero les ofrecía el consuelo y la com-

pañía que ellas estaban buscando, para desvalijarlas después de, quién sabe en cuántos casos, hacerlas desaparecer. Su juicio concentró tanta atención en el París de 1920 que opacó el interés por las consecuencias de las negociaciones de paz. Aún hoy, un siglo después de esos crímenes, no es posible afirmar con seguridad cuántas fueron sus víctimas. Decenas de canciones, de libros, de obras de teatro, de programas de televisión, recuerdan frecuentemente a este extraño personaje que cautivó al público con su impresionante desparpajo ante los jueces que lo condenaron a muerte. Henri Désiré Landru nació en París en 1869. Su padre –que se suicidaría en 1912, se cree que a causa de las andanzas de su hijo– era un modesto operario,

chofer en una fundición, y su madre ejercía de costurera a domicilio. En las calles del distrito cuarto de París, alrededor de la catedral de Notre Dame, tuvo una infancia feliz de niño mimado. A pesar de que no pudo completar sus estudios superiores, aspiró siempre a una formación práctica, y, teniendo en cuenta las costumbres de la época, se le consideraba una persona instruida. Después de un período en el que llegó a valorar la posibilidad de hacerse sacerdote, ingresó finalmente en un estudio de arquitectura como ayudante. En 1893, a sus 24 años, se lo considera ya un adulto independiente, de modo que no resulta chocante que sea obligado a contraer matrimonio con su prima Marie-Catherine Rémy, a la que había deja-


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LANDRU, UN JACK EL DESTRIPADOR FRANCÉS

A la izqda., un caza aliado estrellado en la ciudad de París. A la dcha., una viuda con su madre y sus hijos en el duelo de su marido, c. 1918. En las págs. anteriores, Henri Désiré Landru con tres policías en 1919.

tampoco sirvió para que cambiase el rumbo de su vida. Nada más salir a la calle se inventó una identidad falsa para comprar un garaje y revenderlo inmediatamente sin haber pagado ni un céntimo al primer propietario. Su vida era un continuo entrar y salir de la cárcel hasta que, en 1909, encuentra un filón: engatusar a mujeres solas. La

Con el país volcado en la guerra, el ambiente era propicio para sus planes do embarazada. A pesar de las innumerables peripecias que tendrán lugar en los años siguientes, ese matrimonio perdurará y tendrá un total de cuatro hijos, pero no servirá en absoluto para convertir a Landru en un ciudadano honesto y responsable. De hecho, puesto que no logra ingresos suficientes para mantener a su recién creada familia, enseguida comienza una carrera de timador. Su primer gran golpe empezó con el anuncio de que había puesto en marcha una fábrica de bicicletas. En una importante campaña publicitaria se pedía un adelanto de la mitad del precio para formalizar el pedido. Sus cientos de clientes ignoraban que no existían ni fábrica ni bicicletas. Esta fue la causa de su primera estancia en prisión, que

primera fue madame Izoret, una viuda que había publicado un anuncio diciendo que estaba buscando compañía, y que luego le denunciaría tanto por incumplir sus promesas de matrimonio como por haberle robado la entonces importante suma de 20.000 francos, lo que le valió una condena de tres años. En 1914 vuelve a ser condenado por estafa, pero ante la certeza de que esta vez sería desterrado a alguna colonia penitenciaria, que era el equivalente a una sentencia de muerte, aprovechó el estallido de la guerra para escabullirse. Libre y en un ambiente de emergencia nacional, Landru emprendió un terrorífico camino de crímenes sistemáticos de mujeres solas, a las que hacía desaparecer para apropiarse de todos sus bienes. Con el con-

vencimiento ya de que no podía dejar testigos de sus andanzas, emprendió una alocada y siniestra carrera que le convirtió en un legendario criminal para la historia de Francia y que terminó bajo la hoja de la guillotina en Versalles, el 25 de febrero de 1922.

Una gran coartada El ambiente social era de lo más propicio para sus planes. Con el país volcado en la guerra y millones de hombres en el frente, Francia estaba llena de viudas en busca del consuelo y la protección de un marido, y Henri Désiré Landru no tenía más que lanzar el anzuelo en los anuncios por palabras utilizando alguna de las casi ochenta identidades falsas que creó a lo largo de su vida. Mientras mantenía la convivencia con su familia, se hacía pasar por refugiado de la zona ocupada por los alemanes, que era la coartada perfecta, porque la guerra impedía que se hiciese comprobación alguna sobre su verdadera identidad. No era especialmente atractivo, pero sí había desarrollado unas prodigiosas dotes de persuasión. En el juicio, la hermana de una de sus víctimas declaró que esta le había reconocido que físicamente no era un hombre destacado, pero lo compensaba su actitud: “¡Si tú supieras lo gentil que es!”. Tal vez el caso más descriptivo de esa capacidad de seducción es el testimonio de la que hubiera debido ser su siguiente víctima, llamada Fernan-


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Tragedia hasta el fin La dolorosa existencia de la última amante del asesino ¿Amaba realmente Landru a alguna mujer? El día en que fue detenido, se encontraba en un apartamento con su última conquista –la actriz Fernanda Segret, a la que había conocido por casualidad en el tranvía–, y no en la residencia familiar en la que le esperaba su esposa, Marie-Catherine Rémy, que le había dado sus cuatro hijos. Todos ellos, amante, esposa e hijos, estaban entre el público en el momento en que comenzó el juicio (arriba, Segret), celebrado en Versalles, porque las instalaciones correspondientes al pueblo de Gambais no podían albergar un proceso que en pocos meses había alcanzado una enorme popularidad. da Segret. Esta aspirante a actriz tenía 27 años cuando Landru empezaba la cincuentena y la encandiló en el tranvía. Vivía con él en un apartamento de París cuando fue detenido, y admitió después que, en una ocasión al menos, había intentado envenenarla. Sin embargo, a pesar de asistir al juicio y conocer todas las atrocidades que su amante había cometido, nunca mantuvo otra relación con otro hombre. A los 76 años, en el aniversario del día en que Landru le había pro-

Su esposa y sus hijos se cambiaron de apellido después, para no ser relacionados con el asesino. Segret, por su parte, se fue al Líbano, entonces un protectorado francés, y ejerció de institutriz durante casi cuatro décadas. Nunca quiso asumir que probablemente estaba destinada a convertirse en la siguiente víctima de Landru, porque estaba convencida de que este se habría casado con ella. Fernanda Segret se suicidó, arrojándose al foso del castillo de Flers, el 21 de enero de 1968. Era el aniversario del día en que Landru le prometió casarse con ella. Dejó una nota dramática en la que reconocía: “Todavía le amo”. puesto casarse con ella, se suicidó. En su mesilla tenía todavía una foto suya. Ese encanto era su instrumento más eficaz. Todo su trabajo consistía en convencer a sus víctimas para que, antes de la boda prometida, fuesen a instalarse con él. Las dos primeras se supone que fueron liquidadas en una localidad llamada Vernouillet, pero el más célebre de los escenarios de sus crímenes fue una coqueta casa que había alquilado en la localidad de Gambais, a unos 45 kilómetros al oes-

te de París, llamada entonces Villa Tric. En la cocina de esa residencia es donde se cree que quemó los cadáveres de casi todas las víctimas (10 mujeres y el hijo adolescente de una de ellas) por cuyo asesinato fue condenado a muerte. El modus operandi era similar en todos los casos. Landru publicaba un anuncio o respondía a aquellos que habían difundido mujeres que encajaban con sus intereses criminales. Unas veces era: “Señor de 45 años, solo, desea casarse con dama de edad y situación económica similar”, y otras: “Viudo, dos hijos, 43 años, solvente, afectuoso, serio y en ascenso social, desea conocer a viuda con fines matrimoniales”. Una vez establecido el contacto, ponía en marcha una representación bien rodada en la que se convertía en un devoto pretendiente cargado de promesas y atenciones, hasta que la víctima accedía a otorgarle poderes sobre sus bienes y aceptaba instalarse con él en Gambais. Colmo de perversidad, compraba para él un billete de tren de ida y vuelta a París, mientras que para ellas le bastaba el de ida, porque sabía que no regresarían jamás. El procedimiento funcionaba a la perfección, incluso para su familia auténtica, a la que había hecho creer que era un –esta vez sí– honrado comerciante de muebles que pasaba muchos días recorriendo mercados. En ocasiones, llegó a vaciar la vivienda de sus desdichadas víctimas con uno de sus hijos para llevarse los enseres a su almacén. Entre 1915 y 1919, Landru, que unas veces era el doctor Fréymet, otras el topógrafo Dupont, o el ingeniero Lucien Guillet, o el viudo Raymond Diard, logró reunir una fortuna con los bienes de sus novias, que, según sus propias anotaciones, ascendía a 35.642 francos. En el París de aquella época, con el trauma de la guerra aún presente, un delincuente que acumulaba decenas de identidades se había habituado a la impunidad más absoluta. Y posiblemente se habría salido con la suya si no hubiera sido por la tenacidad de la hermana de una de sus víctimas, reforzada por una casualidad improbable.

El criminal, pillado Landru cuidaba al máximo los detalles de sus fechorías, hasta el punto de llevar


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LANDRU, UN JACK EL DESTRIPADOR FRANCÉS

Caricatura de Landru como carnicero en el suplemento dominical del diario francés Le Petit Journal, 13 de noviembre de 1921.

Mandaba flores para simular que la víctima seguía con vida una anotación meticulosa de todas las fechas y nombres de las mujeres con las que había entrado en contacto, así como el nombre que utilizaba en sus relaciones con cada una de ellas, sus compras y las transacciones financieras que estas hacían a su favor. Por supuesto, también anotaba los nombres de aquellas que le habían parecido “poco fructíferas” y de las que desechaba, por suerte para ellas. Con las que veía posibilidades de beneficio se deshacía en atenciones. Aprovecha-

ba las confidencias familiares para planear detalles y enviar mensajes o flores en fechas señaladas, incluso cuando ya las había asesinado, con el fin de simular que estas seguían con vida. Pero esas argucias no podían funcionar siempre. A finales de 1918, harta de esperar sin éxito noticias durante más de un año, la hermana de Celeste Buisson se armó de valor y fue a buscarla a Gambais. Como la casa estaba cerrada, acudió entonces al ayuntamiento en busca de

noticias de su hermana y del señor con el que tenía pensado instalarse. El alcalde no podía darle información, porque Landru había falsificado su identidad ante el ayuntamiento con un nombre que no correspondía tampoco al que le había dado a Celeste Buisson, pero recordó haber recibido meses atrás una visita del padre de otra viuda llamada Collomb que relató una historia similar, referida a la misma casa, aunque señalaba a un señor con diferente apellido que tampoco figuraba en los archivos municipales. Cuando acudió luego a la Brigada Móvil de policía de París, la hermana de Celeste Buisson reconoció a Landru entre las fotografías que le enseñaron como la


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La casa de los horrores El escenario de las muertes ha pervivido con normalidad Por sus características, la historia de Landru ha cautivado a innumerables escritores y guionistas, empezando por el mismísimo Charles Chaplin, que en 1947 convirtió las andanzas de este seductor asesino en una comedia negra titulada Monsieur Verdoux. Claude Chabrol llevó al cine en 1963 un guion escrito por Françoise Sagan, con Charles Denner como intérprete. El personaje de Landru fue asociado tanto al de un seductor don Juan como al de Barba Azul, el protagonista del cuento homónimo de Charles Perrault, publicado en 1697. En el relato, una joven recién casada descubre una habitación con

los restos ocultos de las anteriores esposas de su marido. La casa de Gambais (abajo) podría haberse convertido en objeto de curiosidad morbosa, pero no ha sido así. Tras la ejecución del asesino, fue un restaurante que funcionó relativamente bien hasta que estalló la Segunda Guerra Mundial. Más adelante, fue comprada para ser la residencia de una familia anónima. Recientemente salió a la venta, y, un siglo después de los crímenes, el inmueble ha vuelto a tener cierta notoriedad en algunos periódicos europeos. Pese a todo, acaba de ser adquirida por una familia que pretende vivir felizmente en ella.

criminales más célebres de su historia. En los 26 días que duró el proceso, Landru jamás reconoció haber matado a ninguna de ellas. “Me procesan por diez mujeres –dijo– cuando he conocido centenares... ¡Qué generoso es este tribunal!... Estafador, lo admito; pero asesino, no. Ellas estaban solas y yo les he dado un poco de esperanza. Las he amado, las he despojado, pero no las he matado. ¿Qué fue de ellas? No sé. Es increíble cómo pueden desaparecer tantas mujeres sin dejar rastros... ¡Que me traigan las pruebas!”. Contrató a Vincent de Moro-Giafferri, uno de los más afamados abogados de París (al que pagaría con el dinero de sus víctimas). Este escenificó un momento dramático en el proceso, cuando culminó su batería de argumentos contra la acusación, anunciando que las supuestas víctimas habían sido encontradas vivas y que se disponían a entrar en la sala por una puerta que él señaló vehementemente. Como el abogado esperaba, todo el mundo giró su mirada hacia esa puerta, que no se abrió. Pero la escena sirvió para demostrar al jurado que incluso la policía asumía que era una posibilidad creíble. A todos los interrogatorios, Landru respondía diciendo que no sabía dónde habían ido las desaparecidas o que, por galantería, no podía revelar las razones por las que ellas mismas habían decidido alejarse de su familia. “Sus pruebas, caballeros, ¿dónde están sus pruebas?”, incidía ante las acusaciones.

Un registro escrupuloso

persona de la que su hermana se había enamorado, el primer indicio claro que vinculaba al criminal con las desapariciones. Pero nada hubiera cambiado si no fuese porque, el 11 de abril de 1919, Landru fue a comprar un juego de café a una tienda de porcelana de la calle Rivoli. Después de pagar, se detuvo en la caja para anotar en su estratégica libreta negra la fecha y el gasto, un gesto que propició casualmente que la hermana de Celeste Buisson lo reconociese. La mujer avisó al comisario Dautel, que, una vez en la tienda, pudo saber la direc-

ción a la que Landru había pedido que le enviaran la compra: el tercer piso de la calle Rochechouart 76, al lado de la Estación del Norte. A los dos días, el 13 de abril, se produjo la detención de este personaje, que durante los años de la guerra enamoró a 283 mujeres, viudas o solteras. A todas las que pudo las estafó, pero a diez de ellas, con seguridad, las asesinó, descuartizó y quemó, casi siempre en la casa solitaria de Gambais. En realidad, hasta que se produjo el juicio, la sociedad francesa no había sabido nada del que iba a convertirse en uno de los

En efecto, la policía no había podido localizar ni un solo cadáver, pero en los registros en la casa de Gambais se habían encontrado unos cien kilos de cenizas sospechosas, entre los que al menos figuraba un kilo de lo que los expertos determinaron que eran restos humanos (según el acta del proceso, se consideró que eran 103 pedazos de cráneos, cuatro apófisis, 48 falanges y algunos dientes), además de dos cuerdas, dos hachas, una sierra, un martillo, tres puñales, tijeras, tenazas y pinzas, elementos de sobra para entender qué había pasado allí. Pero el elemento esencial de lo hallado en esa residencia era una cocina de carbón que, según todos los indicios, había sido utilizada para quemar los cuerpos de las


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LANDRU, UN JACK EL DESTRIPADOR FRANCÉS

Landru, de pie, en el juicio. 1 de noviembre de 1921.

En Gambais apareció entre cenizas un kilo de restos que se decretaron humanos víctimas. La cocina fue llevada a Versalles, donde se celebró el juicio, y en la misma sala se escenificó la cremación de un cordero de buen tamaño, para demostrar que era posible que el asesino hubiera hecho desaparecer a sus víctimas incinerándolas después de haberlas descuartizado. Después de ello, el fiscal, Godeffroy, concluyó que Landru estranguló, descuartizó e incineró en la cocina de carbón en Gambais a muchas mujeres, aunque solo diez de ellas pudieron ser identificadas. El criminal respondió que no era más que una “prueba circunstancial”.

La evidencia más clara que cimentó su condena, sin embargo, la llevaba él mismo en el bolsillo cuando fue detenido. Su famosa libreta negra, en la que estaban anotados todos los nombres de las mujeres desaparecidas, las fechas en las que se conocieron y lo que había obtenido de ellas. También figuraban las compras de materiales y objetos que necesitaba para hacerlas desaparecer. Con esa información de su puño y letra, que él nunca desmintió, y lo que el jurado consideró muestras indudables que no podían corresponder a una sucesión permanente de casualidades, fue condenado a muerte. El veredicto se dictó el 30 de noviembre de 1921, y Henri Landru se mostró inmutable al escuchar la condena a morir en la guillotina. “Gracias, señoría –le dijo a su abogado–. Si alguien hubiera podido salvarme habría sido usted. Pero en toda batalla hay muertos”. El presidente de la República no le concedió ninguna medida de clemencia, y el día de su ejecución pidió como última voluntad poder lavarse los pies, pero le

fue denegado por miedo a que tuviera preparada una treta para suicidarse. Se le ofreció un cigarrillo y lo rechazó diciendo sarcásticamente que “es malo para la salud”. Al sacerdote, que le preguntaba si creía en Dios, también lo rechazó: “No podemos hacer esperar a estos señores con estas adivinanzas”. Y, finalmente, su abogado se despidió de él rogándole que le revelase si había o no asesinado a las desaparecidas, a lo que respondió: “Eso, caballero, me lo llevo conmigo”. ɿ

Para saber más... ENSAYO TOMLINSON, RICHARD. Landru’s Secret. Barnsley (G. B.): Pen & Sword, 2018. En inglés. MALHERBE, MICHEL. Landru, le predateur aux 283 conquêtes. París: Marivole, 2019. En francés. NOVELA GRÁFICA CHABOUTÉ, CHRISTOPHE. Henri Désiré Landru. Issy-les-Moulineaux (Francia): Vents d’ouest, 2006. En francés.


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UN RASCACIELOS PARA CHRYSLER

CHRYSLER BUILDING

RASCANDO EL CIELO Se cumplen este mes de mayo noventa aĂąos de la inauguraciĂłn de XQR GH ORV HGLĂ€FLRV PiV TXHULGRV del skyline QHR\RUTXLQR XQD PDUDYLOOD del Art DĂŠco estadounidense. M. DEL MAR GALLARDO PERIODISTA

E CĂşpula del Chrysler Building, con dos de sus gĂĄrgolas en primer plano.

sa maĂąana, miles de personas tomaron el metro para viajar al centro de la ciudad. ÂżSu destino? Muy probablemente, uno de esos altos edificios de oficinas que en los Ăşltimos aĂąos habĂ­an perforado el cielo neoyorquino y transformado la ciudad. Era el 23 de octubre de 1929. Una jornada mĂĄs de trabajo, otro dĂ­a mĂĄs en la vida de los habitantes de Nueva York, ajenos al hecho de que, solo a unas calles de distancia, estaba a punto de crearse una leyenda. El arquitecto William Van Alen miraba con preocupaciĂłn desde la calle. DespuĂŠs de tanto tiempo guardando el secreto, al fin su plan estaba a punto de ver la luz. Ni siquiera los mĂĄs de dos mil operarios que trabajaban en el proyecto sabĂ­an exactamente quĂŠ eran aquellas cinco piezas de acero inoxidable que

habĂ­an estado depositando en el interior del edificio. Ahora, mientras las juntaban, un todo empezĂł a cobrar sentido. ÂĄUna aguja! Las grĂşas estaban listas ya para subir el pinĂĄculo y colocarlo en lo mĂĄs alto del capitel. Noventa minutos fue todo lo que tardaron. Un cambio en el tiempo, un viento mĂĄs fuerte, habrĂ­a dificultado la labor y puesto en peligro a los trabajadores y a los viandantes. Pero ese dĂ­a todo fue perfecto, un sueĂąo hecho realidad. El edificio Chrysler rascaba ya el cielo y se coronaba como el mĂĄs alto de la ciudad y del mundo entero. A solo unas manzanas, en Wall Street, cuando iban a ser las tres de la tarde, la bolsa empezaba a caer en picado. En seis dĂ­as tendrĂ­a lugar el fatĂ­dico “martes negroâ€?, fecha que acabarĂ­a desencadenando el inicio de la Gran DepresiĂłn. A unos meses de su inauguraciĂłn,


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el edificio Chrysler quedaría para siempre ligado a una de las épocas más sombrías de la historia económica estadounidense. Pero antes de la oscuridad hubo luz.

Nueva York era una fiesta Los gloriosos años veinte. “La mayor y más brillante borrachera de la historia”, como los bautizó Scott Fitzgerald en su relato Éxito prematuro. La Gran Guerra había terminado y, sin millonarias reparaciones a las que someterse, a diferencia de sus aliados europeos, Estados Unidos se acababa de convertir en la primera potencia económica del mundo, lo que tendría un impacto gigantesco en la sociedad y la cultura del país. Y Nueva York fue uno de sus máximos exponentes. “Todo el auge dorado estaba en el aire”, describía Fitzgerald. Dorado como la luz que desprendían las ya decenas de carteles de una cada vez más efervescente Times Square, zona de teatros, cines y

clubes de alterne. Todos ellos presenciaron la liberación de la mujer de esos años, una mujer con derecho a voto, sin corsé, cigarro en mano y dispuesta a desafiar la norma con su pelo corto al estilo flapper y el largo reducido de sus faldas. También en esos años Nueva York vio cómo uno de sus barrios se convertía en la cuna del jazz y la cultura afroamericana. Locales de ocio nocturno como el Cotton Club, propiedad del gánster Owney Madden, pusieron Harlem en el mapa. De allí surgieron leyendas como Duke Ellington, Ella Fitzgerald y Louis Armstrong. Ellos cantaban y tocaban y, a su alrededor, la gente bailaba y bebía mientras el dueño traficaba con licor. Ese era el Nueva York de los años veinte. El de la ley seca y los excesos, el de los Ziegfeld Follies de Broadway, el de la popularización del automóvil y la extensión de la red de metro y, sí, también el de la desenfrenada especulación financiera e

inmobiliaria, instigadora en gran parte de la transformación que sufrió la metrópoli durante esos años, siempre con la vista puesta en las alturas.

El alma de una civilización Le Corbusier decía: “La arquitectura debe ser una expresión de nuestro tiempo”. Sin duda alguna, la metamorfosis que experimentó el centro de Nueva York a lo largo de las dos primeras décadas del siglo xx lo fue. Destacó en especial el cambio de la zona de Midtown Manhattan, actual centro comercial de la ciudad, distrito de teatros y sede de los principales medios de comunicación, así como emplazamiento del edificio de las Naciones Unidas, el Museo de Arte Contemporáneo y la Estación Central. Fue precisamente la inauguración de esta última, en 1913, la que dio el pistoletazo de salida a esta espectacular transformación del barrio, hasta esa fecha


HISTORIA Y VIDA • 65

UN RASCACIELOS PARA CHRYSLER

A la izqda., instantánea de la QHR\RUTXLQD 7LPHV 6TXDUH HQ A la dcha., una multitud ante la Bolsa de Nueva York en octubre GH

Los nuevos empresarios buscaron afianzar su estatus en la zona alejado del bullicio de la ciudad. Ahora, los centenares de trenes que recibía día a día la inmensa estación ferroviaria atraían a miles de ciudadanos y viajeros, lo que acabó convirtiendo la zona en un importante centro de negocios, capaz de competir en poder y prestigio con Wall Street, situado al sur de la isla. Muchos de los empresarios noveles, nacidos de la conocida como “era de la máquina” y enriquecidos por el crecimiento de la industria automovilística y las nuevas tecnologías del momento, buscaron afianzar su estatus en la zona. Hicieron construir allí sus oficinas y costearon los altos edificios que empezaban a perforar el cielo sobre sus cabezas. Arrancaba la fiebre de los rascacielos. “El rascacielos representa la versión del capitalismo del impulso por construir grandes monumentos”, explica el economista Jason M. Barr en un volumen sobre los rascacielos neoyorquinos. Y así fue.

Ayudada por la especulación en el mercado inmobiliario y sustentada por la ya entonces producción masiva de acero y la popularización en el uso del ascensor, la construcción de estas torres monumentales pronto cambiaría las vistas de la ciudad para siempre. El skyline de Nueva York sería de ahora en adelante un referente en todo el mundo.

Excelsior, siempre más alto Poco imaginaban los creadores de la bandera y el escudo del estado de Nueva York, en 1778, que su lema iba a resultar tan acertado siglo y medio después. Procedente del latín, “Excelsior” se traduce habitualmente por “más alto” o “superior”, aunque hay quienes también utilizan una acepción más poética: “siempre hacia arriba”. Los promotores y arquitectos norteamericanos de principios del siglo xx se la tomaron al pie de la letra. No en vano, cuando se inauguró el edificio Home In-

surance de Chicago en 1885, de 42 m de alto, se lo empezó a tildar de “rascacielos” (“skyscraper” en inglés), palabra hasta entonces utilizada para referirse a personas altas o, en terminología marítima, velas ligeras en la parte superior de un mástil. Derruido en 1931, el Home Insurance se considera el primer rascacielos, el primer edificio habitable de gran altura construido en el mundo con una estructura de acero. Sus 10 plantas, sin embargo, pronto serían pocas al lado de las torres que se alzarían en Chicago y, muy especialmente, en Nueva York. En 1902, el edificio Flatiron (por aquel entonces el edificio Fuller) llegó a los 87 metros de alto y maravilló a gran parte de cuantos fijaban su mirada en él. “Es la imagen de una nueva América aún en construcción”, dijo de él el fotógrafo Alfred Stieglitz. Todavía hoy uno de los iconos de Nueva York, el Flatiron fue una inspiración para los rascacielos que vinieron después, todavía más altos. Como el edificio Singer (205 m), la torre del Metropolitan Life (213 m) o el edificio Woolworth (241 m). Todos ellos lucieron orgullosos el título de edificio más alto del mundo y contagiaron a otros la ambición por surcar los cielos de la ciudad. Pero nadie, nadie se tomó esta “carrera


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El famoso Flatiron %XLOGLQJ HQ A la dcha., William 9DQ $OHQ DUTXLWHFWR del Chrysler Building, \ VX PXMHU HQ

a los cielos� tan en serio como Harold Craig Severance y William Van Alen.

Carrera Êpica hacia los cielos Talento, dinero, prestigio. Una larga amistad y colaboración de diez aùos destruida en cuestión de meses. ¿QuiÊn atraía a mås clientes? ¿QuiÊn recibía mås elogios? ¿QuiÊn era el responsable del Êxito de su firma? El ego de ambos arquitectos, dueùos de la firma Severance & Van Alen Architects, hablaba por sí solo. Van Alen, genio y visionario, deslumbraba con la modernidad y el atrevimiento de sus diseùos, influenciados en gran medida por sus estudios en la École des Beaux-Arts de París, cuna del Art DÊco. Por su parte, Severance, carismåtico y empresario nato, controlaba al detalle las finanzas de la empresa y se codeaba con las altas esferas del poder de Wall Street, de donde venía gran parte de los clientes.

AsĂ­ pues, donde no llegaba el uno, llegaba el otro, y viceversa. La compenetraciĂłn era absoluta. Hasta que, en 1924, los celos, la rivalidad y el resentimiento se interpusieron entre ambos, poniendo fin a la empresa y a su amistad. Ninguno de los dos habrĂ­a mirado atrĂĄs si no fuera porque en 1929 fueron protagonistas de una nueva batalla por construir el edificio mĂĄs alto del mundo. Asistido por el arquitecto Yasuo Matsui, H. Craig Severance acababa de aceptar el encargo de un importante grupo de inversores para levantar el edificio del Bank of Manhattan Trust, situado en el nĂşmero 40 de Wall Street. El proyecto inicial planteaba una estructura de 47 pisos, que pronto pasaron a ser 60, luego 62, hasta los 71 pisos y 283 metros de altura que tuvo finalmente. ÂżLa razĂłn de tanto cambio? La firme intenciĂłn de superar al otro rascacielos que

en ese momento se estaba construyendo en la esquina de la avenida Lexington con la calle 42. Su promotor, el magnate de la automociĂłn Walter Chrysler. Su arquitecto, William Van Alen.

InnovaciĂłn, negocio y progreso La parcela se encontraba justo al lado de la flamante Grand Central Terminal, la estaciĂłn ferroviaria mĂĄs grande del mundo en esos momentos. Su valor iba a dispararse en los aĂąos siguientes. De eso, el exsenador por Nueva York William H. Reynolds no tenĂ­a ninguna duda. Reconvertido en promotor inmobiliario, en 1911 alquilĂł el terreno y esperĂł a que la especulaciĂłn inmobiliaria hiciera el resto. Tuvieron que pasar todavĂ­a unos cuantos aĂąos, durante los cuales incluso contratĂł a uno de los arquitectos del momento, Van Alen, para que le hiciera los planos de un imponente rascacielos. El diseĂąo, que


HISTORIA Y VIDA • 67

Burj Khalifa, 'XEiL ($8 P

One World Trade Center, 1 < P

Empire State Building, 1 < P

Chrysler Building, 1 < P

Bank of Manhattan Trust Building, 1 < P

Woolworth Building, 1XHYD <RUN P

Torre Eiffel, 3DUtV 300 m (324 m con la antena)

UN RASCACIELOS PARA CHRYSLER

900 m 800 m 700 m 600 m 500 m 400 m 300 m 200 m

Entre los mĂĄs altos del mundo Algunos de los monumentos y rascacielos de referencia hoy

imaginaba una estructura de mĂĄs de sesenta plantas con una gigantesca cĂşpula de cristal, quedĂł en papel mojado. Reynolds no tenĂ­a ninguna intenciĂłn de seguir adelante con el proyecto. El momento llegĂł en 1928, cuando el dueĂąo de la tercera empresa automovilĂ­stica mĂĄs importante del paĂ­s, por detrĂĄs de Ford y General Motors, decidiĂł hacerse con el alquiler por la friolera de dos millones de dĂłlares y, esta vez sĂ­, construir un edificio que fuera “una sĂłlida contribuciĂłn al negocio y el progresoâ€?. Hombre del aĂąo en la revista Time, Walter Percy Chrysler era el vivo reflejo de su tiempo: poder industrial, capitalismo y modernidad. Y su edificio iba a ser una exhibiciĂłn de todo ello. Por eso mantuvo a Van Alen como su arquitecto, y juntos concibieron un nuevo rascacielos, mĂĄs alto, mĂĄs elegante y el summum de la innovaciĂłn de la ĂŠpoca.

3XHGH TXH HO &KU\VOHU %XLOGLQJ VROR PDQtuviera el rĂŠcord de rascacielos mĂĄs alto durante once meses, y, desde luego, la DUTXLWHFWXUD GHO VLJOR XXI ha dejado muy DWUiV VXV PHWURV 3HUR WRGDYtD

continĂşa siendo el edificio de ladrillo con estructura de acero mĂĄs alto del mundo. NingĂşn operario muriĂł durante su consWUXFFLyQ HQ XQD pSRFD HQ TXH ODV PHGLdas de seguridad eran escasas.

El sueĂąo de un hombre

las gĂĄrgolas de la planta 31 y las icĂłnicas ĂĄguilas de la planta 61, inspiradas respectivamente en las tapas de los radiadores y en los capĂłs de los coches Chrysler de la ĂŠpoca. TambiĂŠn en el interior del edificio, con un dominio en el uso del mĂĄrmol, todos los elementos –la decoraciĂłn, los colores, los ascensores, el mobiliario– beben del Art DĂŠco mĂĄs neoyorquino. Especialmente destacado es, en ese sentido, el mural del techo del vestĂ­bulo, realizado por Edward Turnbull y titulado Transporte y esfuerzo humano. En ĂŠl se muestran escenas de los trabajadores que construyeron el rascacielos, asĂ­ como otros edificios, automĂłviles y aviones, tributos a la era de la mĂĄquina. Elegancia, lujo y modernidad. El edificio Chrysler lo tenĂ­a todo, y, tal como escribieron en la revista Architectural Forum en 1930, el rascacielos era “la realizaciĂłn y el cumplimiento en metal y ladrillos del

Construido a partir de una estructura de acero inoxidable rellena de mamposterĂ­a y con ĂĄreas con revestimiento de metal, el edificio Chrysler es una de las mĂĄs bellas encarnaciones del estilo Art DĂŠco. Mezcla de materiales elegantes y detalles ornamentales que apostaban mĂĄs por las formas geomĂŠtricas que por los estampados florales del Art Nouveau, Van Alen llevĂł un paso mĂĄs allĂĄ el estilo artĂ­stico nacido de la Exposition Internationale des Arts DĂŠcoratifs et Industriels Modernes celebrada en 1925 en ParĂ­s. Le Corbusier se refiriĂł a ĂŠl como si fuera una expresiĂłn del mejor “jazz en piedra y aceroâ€?. Y es que todo en ese rascacielos tenĂ­a una razĂłn de ser y una estrecha uniĂłn con su entorno. Desde los frisos con motivos automovilĂ­sticos del enladrillado hasta la brillante corona de metal con ventanales triangulares, pasando por


El edificio Chrysler en cifras - ConstrucciĂłn: GHO GH VHSWLHPEUH GH DO GH PD\R GH - Altura: P - Longitud de la aguja: P - Ladrillos: - Plantas: 77 - Ascensores: 32 - Ventanas exteriores: - Peso de la estructura de acero: WRQHODGDV - Coste: 20 millones de dĂłlares

Algunas curiosidades Sin cobrar Tras dar por finalizado el proyecto, Walter P. Chrysler se negĂł a pagar el habitual 6% del coste de construcciĂłn D :LOOLDP 9DQ $OHQ DOHJDQGR TXH HVte estaba involucrado en sospechosos acuerdos financieros con los conWUDWLVWDV GHO HGLILFLR (O DUTXLWHFWR interpuso una demanda y, finalmente, FREUy OD VXPD TXH VH OH GHEtD 1R obstante, su reputaciĂłn se vio daĂąada por todo el proceso. El edificio Chrysler fue su obra maestra, pero tambiĂŠn su Ăşltimo gran trabajo. Un club en las nubes +DVWD HQWUH ODV SODQWDV \ existiĂł un club privado, el exclusivo Cloud Club, destinado a altos ejecutiYRV TXH SDJDEDQ XQD FXRWD DQXDO GH 300 dĂłlares. La decoraciĂłn, una joya del Art DĂŠco. Las vistas, de lujo. Una sala de exposiciones... de automĂłviles Durante unos aĂąos, las dos primeras plantas del edificio sirvieron de sala de exhibiciĂłn para mostrar los coches de la marca Chrysler. ÂżRelegado a actor secundario? 3XHGH SDUHFHU TXH HO (PSLUH 6WDWH Building le ha robado el protagonismo, pero el edificio Chrysler tiene siempre un papel destacado en todas ODV VHULHV \ SHOtFXODV HQ ODV TXH VH muestra el skyline de Nueva York. Incluso ha sido escenario clave en algunas cintas, como Armageddon A. I. Inteligencia Artificial R Men in Black 3


HISTORIA Y VIDA •

UN RASCACIELOS PARA CHRYSLER

sueùo de un hombre�. Y parte importante de este sueùo fue un último elemento, el que finalmente convirtió la obra maestra de Van Alen en una leyenda: la aguja.

Un obrero en el Empire 6WDWH $ OD GFKD VH ve el Chrysler Building.

Como una mariposa Severance acababa de coronar el Bank of Manhattan Trust, convencido de que a su oponente no le quedaban ya pisos por aĂąadir al edificio Chrysler. Con sus 283 metros, el Trust serĂ­a el edificio mĂĄs alto del mundo. Severance se daba ya por vencedor. Pero en el nĂşmero 405 de la avenida Lexington, Van Alen y Chrysler guardaban un as en la manga, un secreto de 38 metros de alto y 27 toneladas que, sin que nadie lo supiera, estaba a punto de cambiar las tornas del partido. Aquel 23 de octubre, cuando las grĂşas hubieron subido y colocado la aguja, Van Alen lo vio claro. Fue “como una mariposa saliendo de su caparazĂłnâ€?. Gracias al pinĂĄculo, el Chrysler llegaba a los 318,9 metros y, con sus 77 pisos, no solo se coronaba como el rascacielos mĂĄs alto del

La noticia quedĂł relegada por el crac, pero Van Alen se supo poseedor del rĂŠcord mundo, sino que superaba tambiĂŠn los 300 metros de la torre Eiffel, hasta entonces la estructura en cabeza. La noticia, relegada a un segundo plano ante el pĂĄnico desatado por la histĂłrica caĂ­da de la bolsa, no apareciĂł en los diarios hasta un mes mĂĄs tarde. Pero no importaba. Van Alen le habĂ­a ganado la partida a Severance, y el 27 de mayo de 1930, el edificio Chrysler se inaugurĂł, sabiĂŠndose poseedor del rĂŠcord. Un final feliz si no fuera porque, al cabo de solo once meses, en el nĂşmero 350 de la Quinta Avenida, otro rascacielos superarĂ­a al Chrysler con sus 380 metros. Durante su contienda, Van Alen y Severance no habĂ­an dado crĂŠdito a las noticias sobre el proyecto de un tercer edificio que

los superarĂ­a a los dos. DiseĂąado por la firma Shreve, Lamb & Harmon y promovido, entre otros, por John J. Raskob, ejecutivo de la General Motors, el rascacielos abrirĂ­a sus puertas en abril de 1931. Se trataba del Empire State Building.

El rascacielos mĂĄs querido A pesar de su corto reinado en el cielo neoyorkino, la torre de Van Alen continuĂł siendo objeto de alabanza por doquier. En un momento de crisis econĂłmica y social, y con tantos otros proyectos de rascacielos paralizados, muchos quisieron verlo, junto al Empire State, como un sĂ­mbolo de esperanza. Algo un tanto irĂłnico, teniendo en cuenta que la construcciĂłn de ambos colosos era un constante recordatorio de los excesos de los aĂąos veinte y del consiguiente crac que habĂ­an contribuido a desencadenar. A pesar de mĂşltiples cambios de propietarios (la familia Chrysler solo lo mantuvo hasta los aĂąos cincuenta) y tras varias reformas y lavados de cara, el rascacielos es hoy una de las marcas de identidad incontestables de la ciudad, asĂ­ como uno de los contornos mĂĄs reconocidos de su skyline, tantas veces protagonista involuntario de fotografĂ­as y pelĂ­culas.

A su fama contribuye tambiĂŠn el tĂ­tulo de Monumento HistĂłrico Nacional, que le otorgĂł en 1976 la ComisiĂłn de PreservaciĂłn de Monumentos de la Ciudad de Nueva York: “El edificio Chrysler encarna la esencia romĂĄntica del rascacielos Art DĂŠco en la ciudad de Nueva York, con sus efectos dramĂĄticos, materiales elegantes y detalles ornamentales vĂ­vidosâ€?. En 2005, el Museo de los Rascacielos de Nueva York realizĂł una encuesta entre un centenar de arquitectos, constructores, crĂ­ticos, ingenieros e historiadores. Se les preguntaba por sus edificios favoritos de la ciudad. El edificio Chrysler quedĂł en primera posiciĂłn. Éż

Para saber mås... ENSAYO BARR, JASON. Building the Skyline: The Birth and Growth of Manhattan’s Skyscrapers. 2[IRUG * % 2[IRUG 8QLYHUVLW\ 3UHVV (Q LQJOpV BASCOMB, NEAL. Higher: A Historic Race to the Sky and the Making of a City. NueYD <RUN %URDGZD\ (Q LQJOpV STRAVITZ, DAVID. The Chrysler Building: Creating a New York Icon Day by Day. 3ULQFHWRQ 1XHYD -HUVH\ 3ULQFHWRQ $UFKLtectural Press, 2002. En inglÊs.


70 • HISTORIA Y VIDA

PORTUGAL

LUSAS EN LA CORTE ESPAÑOLA La relación entre los reinos hispanos y la vecina Portugal se cimentó a menudo en los altares. MARÍA PILAR QUERALT DEL HIERRO HISTORIADORA


HISTORIA Y VIDA • 71

REINAS Y PRINCESAS DE SANGRE PORTUGUESA

C

onvertidas en moneda de cambio al servicio de los intereses políticos de ambos reinos, fueron muchas las infantas castellanas o aragonesas que a lo largo de la Edad Media contrajeron matrimonio con príncipes portugueses. Como la infanta Isabel de Aragón, casada con Dionís de Portugal, el rey poeta. Otro tanto sucedió con las infantas lusas que cruzaron la frontera para convertirse en reinas de Castilla. Una política matrimonial que se acentuó en los tres primeros tercios del siglo xv, cuando los reyes castellanos Juan II y Enrique IV escogieron princesas portuguesas como segundas esposas. El enfrentamiento bélico que precedió a la subida al trono de Isabel la Católica rompió la buena armonía entre ambos reinos, aunque, a pesar de ello, la política matrimonial de los Reyes Católicos llevó al trono portugués a dos de sus hijas, las infantas Isabel y María. La tradición fue seguida por los Austrias mayores, que, advirtiendo la boyante economía de la Corona lusa, establecieron nuevos lazos de sangre. Sin embargo, los choques en ultramar, coincidentes con la inclinación de la dinastía Borbón a dirigir sus ojos a Francia, alejaron a las princesas portuguesas del trono de España. Solo hubo dos excepciones: los matrimonios de Fernando VI y Fernando VII con dos princesas de la casa real de Braganza. Los enlaces sirvieron para estrechar de nuevo la relación entre ambas monarquías en unos momentos en los que esa unión parecía más necesaria, dadas las nuevas políticas que asomaron en el Siglo de las Luces y tomaron cuerpo tras las guerras napoleónicas. ɿ

Para saber más... ENSAYO QUERALT DEL HIERRO, MARÍA PILAR. Reyes y reinas de España. Madrid: Susaeta, 2011. — Las mujeres de Felipe II. Madrid: EDAF, 2011. RAMOS, RUI (COORD.). História de Portugal. Lisboa: A Esfera dos Livros, 2009. En portugués. RUBIO, MARÍA JOSÉ. Reinas de España. Madrid: La Esfera de los Libros, 2012.


72 • HISTORIA Y VIDA

El entorno de Isabel la Católica Dos mujeres portuguesas marcaron el destino de la Católica: su madre, Isabel de Portugal, a la que siempre estuvo muy unida, y su cuñada, Juana de Avís, cuya hija, la Beltraneja, le disputaría el trono de Castilla.

T

odo parece indicar que la tez blanca, los cabellos rubios y la delicadeza de facciones de Isabel la Católica eran herencia de su madre. Cuando, en 1447, Isabel de Portugal llegó a Madrigal de las Altas Torres (Ávila) para contraer matrimonio con Juan II de Castilla, el marqués de Santillana elogió su belleza escribiendo: “Dios vos fizo sin enmienda de gentil persona e cara”. Isabel tenía diecinueve años, veintitrés menos que su esposo. De hecho, Juan II de Castilla, viudo de María de Aragón, no tenía una necesidad absoluta de contraer matrimonio. La sucesión, en principio, estaba asegurada en la persona del futuro Enrique IV. Sin embargo, la deuda pendiente con Portugal por la ayuda militar prestada a la hora de frenar las ambiciones de Aragón y Navarra era difícil de satisfacer, dada la escasez de fondos de las arcas reales. Así que el monarca castellano se postuló ante su homónimo portugués como posible esposo de la infanta Isabel. Compensaría la deuda pendiente convirtiendo a la nieta de Juan I de Portugal en reina consorte de Castilla.

Una dudosa herencia genética Es posible que la infanta portuguesa poseyera ese gen de la locura que fue aflorando periódicamente en las generaciones posteriores. Durante sus escasos años de matrimonio, la insania de la reina no se puso en evidencia, sino que se mostró como una colaboradora eficiente en los negocios de Estado. De hecho, tras conocer los abusos e intrigas del valido Álvaro de Luna, la soberana fue un elemento clave en su caída. Pero, a la muerte de Juan II en 1454, se vio abocada a una

terrible depresión que la llevó a refugiarse en el señorío de Arévalo (parte de su dote) junto con los dos hijos que había dado al rey: Isabel y Alfonso. Allí comenzó a dar muestras de enajenación. Permaneció en el señorío hasta su muerte, el 15 de agosto de 1496. No fue un retiro fácil. Enrique IV obvió las disposiciones testamentarias de su padre, que aseguraban una dotación suficiente para el mantenimiento de su viuda e hijos, y la pequeña corte de la reina viuda sufrió considerables privaciones. Pese a la enfermedad, Isabel la Católica siempre estuvo estrechamente unida a su madre. A la muerte de esta, la Católica mandó erigir en su honor el espléndido mausoleo, obra de Gil de Siloé, en la cartuja de Miraflores (Burgos).

La reina infiel Pero la futura reina de Castilla no había podido disfrutar demasiado de la compañía materna. Siendo una adolescente, fue reclamada por Enrique IV para que residiera en la corte. Por entonces, el monarca ya había contraído matrimonio con la infanta portuguesa Juana de Avís. La nueva reina nunca fue del agrado de la corte castellana. Hija póstuma del rey Eduardo I de Portugal y de su esposa Leonor de Aragón, había nacido en Almada el 20 de marzo de 1439. Cuando, en 1455, contrajo matrimonio con el rey de Castilla solo tenía dieciséis años, y, al decir unánime de los cronistas contemporáneos, era bella, alegre y coqueta, aficionada a la caza, los bailes y los torneos. Enrique IV, por su parte, contaba con un matrimonio anterior con Blanca de Navarra, anulado ante la falta de sucesión,


HISTORIA Y VIDA • 73

REINAS Y PRINCESAS DE SANGRE PORTUGUESA

A la izqda., La demencia de Isabel de Portugal. Pelegrí Clavé, c. 1885. A la dcha., Juana de Avís, esposa de Enrique IV de Castilla, siglo XVI. En las págs. anteriores, Carlos V y su esposa Isabel de Portugal, copia de un retrato desaparecido de Tiziano.

una carencia que seis años después de sus segundas nupcias no parecía tener visos de solución. Los rumores de la supuesta homosexualidad del rey o de su impotencia eran la comidilla de la corte. Por eso, cuando finalmente se anunció que Juana de Avís estaba embarazada, todos los ojos se volvieron hacia el valido del monarca, Beltrán de la Cueva. Para desterrar dudas sobre la legitimidad de quien debía heredar el trono de Castilla, cuando nació la infanta Juana –malévolamente apodada la Beltraneja–, se apuntó que la concepción podía haber sido per cannam auream, es decir, inseminando a la reina mediante una cánula de oro, técnica que habría sido practicada en otras ocasiones por el médico judío Shamaya Lubel, físico de la corte. Juana no se caracterizó por su fidelidad, si bien las anomalías sexuales del rey –una posible displasia eunucoide– pueden explicar su comportamiento. Ciertos o no sus amoríos con don Beltrán de la Cueva, en 1467, ante la magnitud de los rumores, el rey la alejó de la corte. Recluida en el castillo de Alaejos (Valladolid), la reina inició una relación amorosa con un caballero encargado de su custodia llamado Pedro de Castilla, y, al conocer que estaba embarazada, huyó a Buitrago, donde dio a luz a dos hijos gemelos, Pedro y Andrés de Castilla. No volvió a la corte. Se recluyó en Trijueque (Guadalajara) primero y, más tarde, en el convento de San Francisco, en Madrid. Tras la muerte de Enrique IV en 1474, Juana se erigió sin éxito en defensora de los derechos de su hija al trono frente a Isabel de Castilla, pero falleció inesperadamente un año después. ɿ


74 • HISTORIA Y VIDA

Isabel de Portugal, al frente del reino Inteligente y dotada de una gran capacidad de gobierno, Isabel de Portugal ejerció tres veces la regencia durante las campañas bélicas de su esposo Carlos I.

C

onsiderada una de las mujeres más hermosas de su tiempo, Isabel de Portugal fue la segunda de los hijos del rey Manuel I el Afortunado y de su esposa María de Aragón. Nació en Lisboa en 1503, y recibió su nombre en homenaje a su abuela materna, la reina Católica. Su infancia transcurrió en la opulenta corte de su padre, donde recibió una esmerada educación. La misma que le valió, tras su matrimonio con Carlos I, para ejercer la regencia en tres ocasiones: 1529-32, 1535-36 y 1538-39. Dada la imperiosa necesidad, tanto de Portugal como de España, de establecer una alianza que permitiera a ambas Coronas continuar la exploración y conquista de los territorios de ultramar sin cuestionar el statu quo establecido por el Tratado de Tordesillas, el matrimonio con su primo Carlos I de España se concertó en la niñez. Sin embargo, no tuvo lugar hasta 1526.

Un enlace controvertido El retraso se debió principalmente al interés de los consejeros flamencos de Carlos, más proclives a la unión con Inglaterra, que le garantizaba su elección como emperador del Sacro Imperio. Pero, tras conseguir la Corona imperial en 1520, las ventajas de una doble unión hispanolusa –la corte portuguesa era una de las más ricas de Europa– inclinaron la balanza. La razón de Estado dejó paso a una unión firme y amorosa de la que nacieron cinco hijos, aunque solo tres alcanzaron la edad adulta. En 1539, tras el parto prematuro del que hubiera sido el sexto, la emperatriz falleció. Su viudo quedó sumido en tal dolor que, incapaz de acompañar los restos de su esposa hasta Granada, donde debían ser sepultados, delegó la responsabilidad en su hijo Felipe (II), de solo doce años, y se retiró al monasterio de Santa María de Sisla (Toledo). La admiración que Carlos sentía por su esposa y la compenetración que existía entre ambos ya se habían puesto de manifiesto cuando, al partir a la campaña de Italia, la nombró “lugarteniente general y gobernadora del reino”, delegando en ella todas las tareas de Estado. O cuando, en el documento que precedió a su segunda regencia en 1535, rindió explícito homenaje a los logros que había conseguido Isabel en su primer mandato. ɿ


HISTORIA Y VIDA • 75

REINAS Y PRINCESAS DE SANGRE PORTUGUESA

N

o fue casualidad que Carlos V eligiera a María Manuela, hija de Juan III de Portugal y Catalina de Austria, como esposa de su hijo, el futuro Felipe II. La monarquía lusa seguía siendo rica, y las arcas imperiales estaban exhaustas por el elevado gasto en las campañas militares del emperador. María Manuela había nacido en Coimbra en 1527. Criada en la piadosa y recatada corte de sus padres, era reservada y de gustos sencillos. Alonso de Sanabria, miembro de la casa de Medina Sidonia, formó parte del séquito que acompañó a la novia desde la frontera hispanolusa a Salamanca, donde debía celebrarse la boda. Sanabria la describió como “de gentil presencia y donaire, mirar grave y las facciones del rostro bien ordenadas”, aunque añadió que era “algo gordita”.

La pasión del príncipe

La princesa que no alcanzó el trono La prematura muerte de María Manuela de Portugal le impidió reinar, pero fue el último eslabón entre España y Portugal antes de la Unión Ibérica de 1580.

Por entonces, el príncipe Felipe estaba lejos de ser el monarca solitario de El Escorial. Era un chico divertido, aficionado a la caza y el baile. Viendo el entusiasmo con que el recién casado se tomaba el débito matrimonial, su padre optó por imponer un riguroso régimen de visitas a la cámara de María Manuela. Probablemente, el emperador pensaba en la leyenda familiar que atribuía la muerte del príncipe don Juan, hijo de los Reyes Católicos, a los excesos sexuales. Lo cierto es que, como consecuencia, el príncipe, privado de la compañía de su esposa, frecuentó la casa de su hermana María, donde conoció a la que iba a ser su amante más duradera: Isabel de Osorio. Sola y en un entorno que le resultaba ajeno, María Manuela escribió a su madre quejándose de la situación. Esta le respondió que no diera a su esposo “una impresión de celos, que ello significaría el fin de vuestra paz y reposo”. Debió de seguir la recomendación, porque la armonía en la pareja fue tal que, al año de la boda, se anunció el primer embarazo de la princesa de Asturias. El 8 de julio de 1545, María Manuela, tras un dificilísimo parto, dio a luz al ansiado heredero, el desdichado príncipe Carlos. Cuatro días después, la joven madre falleció de fiebres puerperales con solo diecisiete años. Había pasado de puntillas por la historia de España. ɿ


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Bárbara y su espíritu reformista Discreta y extremadamente culta, Bárbara de Braganza influyó sobre el rey para dar cabida a ideas ilustradas y ejerció un importante papel como mecenas.

E

ra hija del rey luso Juan V y de su esposa María Ana de Austria, y su matrimonio con el entonces príncipe Fernando, segundo de los hijos de Felipe V y María Luisa Gabriela de Saboya, no era sino la contrapartida del enlace del heredero al trono luso, el futuro José I, con la infanta Mariana Victoria de Borbón, nacida del segundo

matrimonio del rey español con Isabel de Farnesio. Con ello se cerraban las heridas abiertas entre los dos países tras el levantamiento de Juan IV frente a Felipe IV, que en 1640 culminó con la independencia de Portugal. La futura reina de España cruzó la frontera para contraer matrimonio en Badajoz en 1729. Había nacido en Lisboa en

1711. Era una joven refinada, apasionada por la música y las artes, pero de físico poco agraciado. La viruela padecida de niña había dejado huella en su rostro, sus facciones no resultaban armónicas y padecía una cierta obesidad. Según el testimonio del embajador francés, que asistía al intercambio de princesas en la frontera hispanolusa, Fernando –que solo tenía quince años– no pudo evitar un gesto de desagrado al conocerla. Sin embargo, pasada la primera impresión, el matrimonio fue uno de los más felices y compenetrados de las cortes europeas.

La reina mecenas Bárbara era una mujer extremadamente culta. Hablaba seis idiomas, era una gran melómana y con su carácter afable supo arrancar al futuro Fernando VI de su consabida melancolía. Apartados en su residencia del Buen Retiro a causa de las intrigas de Isabel de Farnesio, que vetó la participación del heredero en las tareas de gobierno, los príncipes de Asturias llevaron una vida de estudio continuo y costumbres casi burguesas. Cuando, a la muerte de Felipe V en 1746, Fernando VI subió al trono, el consejo de su esposa resultó definitivo a la hora de rodearse de las mentes reformistas más importantes del reino. Paralelamente, la reina emprendió una considerable tarea de mecenazgo, protegiendo la carrera de artistas como Farinelli, el más conocido de los castrati, o del compositor Domenico Scarlatti. Promovió también la construcción del convento de las Salesas Reales de Madrid, con el doble propósito de que sirviera de colegio a jóvenes nobles faltas de recursos y de que, a su muerte, se convirtiera también en el lugar de reposo definitivo para ella y su esposo. El conjunto monumental se concluyó en 1757 y la reina falleció un año después, a consecuencia de un cáncer. Su viudo, retirado y con la razón perdida, falleció un año más tarde en su residencia de Villaviciosa de Odón. ɿ


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REINAS Y PRINCESAS DE SANGRE PORTUGUESA

ganza había nacido en el palacio lisboeta de Queluz en 1797. Era hija del rey Juan VI de Portugal y de su esposa, la infanta española Carlota Joaquina, primogénita de Carlos IV de España. Por lo tanto, era sobrina carnal del que iba a ser su esposo. Contaba solo diez años de edad cuando la invasión napoleónica obligó a la familia real portuguesa a trasladarse a Brasil. Allí creció y se desarrolló su amor por el arte y su destreza para la pintura. Al igual que en el caso de su antecesora, Bárbara de Braganza, su matrimonio obedeció a una alianza entre las Coronas española y portuguesa para reforzar la unión de ambos reinos tras las dificultades sufridas por las guerras napoleónicas. Así, al tiempo que ella contraía matrimonio con Fernando VII, su hermana María Francisca lo hacía con el infante Carlos María Isidro, hermano del monarca.

El proyecto que no vio acabar

La misión de Isabel de Braganza Pese a su efímero paso por el trono, marcó la historia de España gracias a la creación del Museo del Prado.

C

uando Isabel de Braganza llegó a Madrid en 1816 para contraer matrimonio con Fernando VII, recibió una desagradable sorpresa: un pasquín pendía de la reja de palacio con la inscripción “Fea, pobre y portuguesa, ¡chúpate esa!”. Ciertamente, no era una mujer hermosa –un contemporáneo la

describió como “entrada en carnes, mofletuda, cara de pálido color, ojos saltones, y boca algo torcida”–, su dote era escasa y había nacido en Portugal. Sin embargo, su agradable personalidad y su delicadeza acabaron por conquistar al mismo pueblo que tan mal la recibió. María Isabel Francisca de Asís de Bra-

El matrimonio representó un auténtico suplicio para la joven soberana. Las visitas de su esposo a los burdeles más populares de Madrid centraban el chismorreo de una corte que disculpaba la conducta del rey e ignoraba la callada labor de la reina en el ámbito del arte. Por su iniciativa, las mujeres fueron admitidas por vez primera en las clases de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, y retomó la idea, ya propiciada por José I Bonaparte, de exponer al público la colección real de pintura. La iniciativa tomó forma en la creación de la pinacoteca del Prado. Se eligió para ello el edificio construido por Juan de Villanueva en 1785 y destinado a Gabinete de Ciencias Naturales por Carlos III. No obstante, la reina no pudo ver inaugurada su obra. Con 311 pinturas procedentes de la colección privada de los monarcas, el Museo del Prado abrió sus puertas el 19 de noviembre de 1819, día de la onomástica de su impulsora, solo que Isabel de Braganza había fallecido un año antes. Tras dar a luz a una niña en 1817, que murió con solo cuatro meses, un nuevo embarazo plagado de dificultades y una cesárea improvisada acabaron con su vida el 26 de diciembre de 1818 en la que fue su residencia favorita, el Palacio Real de Aranjuez. ɿ


78 • HISTORIA Y VIDA

LOS PINKERTON, A SUELDO DE ESPAÑA La conocida agencia de detectives estadounidense prestó sus servicios al gobierno español en contra de la independencia cubana. DOMINGO MARCHENA PERIODISTA

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spaña invirtió una pequeña fortuna en detectives privados para seguir los pasos del escritor y político José Martí (1853-1895) durante su exilio de 1880 en Nueva York. Las Cuentas de gastos de vigilancia de la legación española en Washington ofrecen un pormenorizado resumen de las sumas que las autoridades diplomáticas pagaron a la mítica agencia Pinkerton. El objetivo era controlar al padre de la independencia cubana y futuro mártir de la guerra contra la metrópoli. El historiador francés Paul Estrade, gran especialista en América, fue uno de los primeros académicos que llamó la atención sobre este capítulo semiolvidado. Lo hizo en el artículo “La Pinkerton contra Martí”, publicado en el anuario de 1978 del Centro de Estudios Martianos (Martianos, sí, de Martí). Su trabajo detallaba incluso el número de botellas de vino (23) que compró el detective que vigiló al líder cubano entre el 21 de abril y el 22 de agos-

to de 1880. Ahora, un estudioso español ha recuperado esta historia en un contexto mucho más ambicioso. El estudioso es José Luis Ibáñez Ridao, que acaba de publicar una obra canónica sobre el nacimiento de la investigación privada, Todo lo oye, todo lo ve, todo lo sabe: la extraordinaria aventura de los primeros detectives. Ibáñez Ridao se enamoró del mundo de la investigación privada mientras se documentaba para dos novelas de género negro. Entonces descubrió que las aventuras de ficción de su hijo literario, el detective Toni Ferrer, no tenían nada que envidiar a las de los pioneros de carne y hueso. Y a las de las pioneras... De hecho, esta fue una de las primeras profesiones liberales a las que pudieron acceder las españolas. Las mujeres ya ejercían esta actividad en 1914, es decir, 75 años antes de la primera promoción femenina del Cuerpo Nacional de Policía. ¡Pero era tan poco lo que se sabía de esos primeros tiempos! Ibáñez Ridao se propuso saldar una deuda, y lo ha hecho aho-

ra con un ensayo que rellena una importante laguna cultural, en especial de la Restauración a la Segunda República. El título de su libro, que se lee como una novela, es un guiño al lema de uno de aquellos precursores, el barcelonés Antonio Romero, que en 1910 se publicitaba con una rimbombante hipérbole: “Todo lo oye, de todo se entera, todo lo sabe”. El estudio no se centra solo en personajes españoles, sino también en figuras legendarias como el francés Eugène-François Vidocq (1775-1857) o el estadounidense Allan Pinkerton (1819-84), detective y patriarca de una estirpe que comenzó vigilando trenes y persiguiendo a forajidos del Oeste. Rastrear los inicios del oficio supone un apasionante viaje en el tiempo y permite hacer increíbles redescubrimientos. ¿Por qué la heroína se llama así? ¿Y de dónde viene el nombre de sereno? A finales del siglo xix, recuerda el autor, la morfina se vendía en las boticas. Y también la heroína, que “la farmacéutica


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ESPAÑA Y LA AGENCIA DE DETECTIVES PINKERTON


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A la izqda., Fermín Valdés, Francisco Gómez Toro y José Martí hacia 1894. A la dcha., los restos del USS Maine en el puerto de La Habana en 1898. En la pág. anterior, Allan Pinkerton, fundador de la agencia, en 1862, durante la guerra civil estadounidense.

Bayer bautizó así porque la empezó a vender como un remedio heroico contra la tos y la diarrea”. En aquella época, el jarabe de heroína se recetaba como un potente “antitusivo infantil”. Los serenos, antecesores caseros de los vigilantes de seguridad y de los detectives, recorrían de noche las calles que les tenían asignadas para evitar robos. Mientras lo hacían, de tanto en tanto, pregonaban la hora y el estado del tiempo. Como la mayoría de las noches no llovía, su grito habitual era: “Las doce [o la hora que fuese]... y sereno”, de ahí la denominación. La lectura de Todo lo oye, todo lo ve, todo lo sabe depara muchas sorpresas como esta. Pero el espionaje del que fue víctima José Martí es, sin duda, una de las más curiosas.

El misterioso E. S. Antes de que la isla consiguiera la independencia, España y Cuba libraron tres guerras. La primera fue la de los Diez Años, de 1868 a 1878. La segunda, de 1879 a 1880, la guerra Chiquita (un ad-

jetivo sorprendente para una guerra). Aunque el Imperio español agonizaba, obtuvo la victoria. Numerosos patriotas cubanos fueron desterrados o se exiliaron. El principal, José Martí, se estableció junto a su esposa y su hijo de quince meses en Nueva York. Era 1880, y la familia Martí vivía en una humilde pensión. Poco después, otro huésped se alojó en el establecimiento. Solo conocemos sus iniciales, E. S. El recién llegado trabó amistad enseguida con los Martí y con otros exiliados. Regalaba golosinas a sus hijos, y muchas veces se presentaba a la cena con una botella de vino para agasajar a José Martí y al resto de los comensales. Lo hacía, en realidad, “en busca de información”, como consta en el Archivo Histórico Nacional de España, que atesora en Madrid numerosa documentación institucional. Como señaló en su día Paul Estrade y recuerda ahora José Luis Ibáñez Ridao, ferviente admirador de su trabajo, el tal E. S. era un investigador privado. Estaba en la plantilla de la Pinkerton’s National

La agencia Pinkerton utilizó a siete agentes solo para seguir los pasos de Martí Detective Agency, y su misión consistía en convertirse en la sombra del líder cubano. La embajada española en Washington y el consulado español en Nueva York, que ya habían recurrido a los detectives en otras ocasiones, no solo contrataron esta empresa. También pidieron ayuda a una firma neoyorquina más modesta, la Davies’ Detective Agency. Sin embargo, la mayor parte de los encargos –y de los beneficios– fueron para la agencia Pinkerton, que utilizó a más de veinticinco personas en los seguimientos a ciudadanos cubanos. Y a siete solo para


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ESPAÑA Y LA AGENCIA DE DETECTIVES PINKERTON

tas cubanos nunca se rindieron. Solo retrocedieron para tomar impulso.

La guerra Necesaria

José Martí, responsable del Comité Revolucionario Cubano, un organismo que repartía propaganda, recaudaba fondos y compraba armas para la causa. El espía que llegó a tener un trato más cercano con él fue E. S., con mucha diferencia. Las iniciales de quienes le tomaron el relevo en algún momento u otro eran J. P., C. B. D., F. J. P., D. B., C. K. E. y N. A. P.

Facturas para Madrid El misterioso E. S. dejó un pormenorizado recuento de sus gastos, como era obligatorio en su empresa, que luego incluía el documento en la factura que entregaba al cliente. La agencia Pinkerton enviaba cada mes sus notas de gastos al consulado de Nueva York. Así sabemos, por ejemplo, el precio de las 23 botellas de vino que su hombre compró en la pensión: 75 centavos cada una. También sabemos que se gastó otros 20 centavos en dulces para el hijo de los Martí y los de otros matrimonios. Las facturas eran reenviadas posteriormente por el consulado a la embajada, que las hacía llegar al

Ministerio de Ultramar y al de Estado (Asuntos Exteriores). Por eso están en el Archivo Histórico Nacional. Cualquier estratagema valía para ganarse la confianza de los espiados. E. S. llegó a contratar a una colaboradora para que recibiera clases particulares de castellano de José Martí y de su esposa. El depauperado gobierno español destinó en 1880 más de 67.000 dólares, un capital respetable para la época, a detectives y otros “gastos de vigilancia” en EE. UU. Al final, José Martí debió de olerse algo. Uno de sus primeros biógrafos, el militar e historiador Enrique Collazo, explica en Cuba independiente (1900) una anécdota del Apóstol, como lo llaman sus hagiógrafos. Tiempo después, dice, cayó “en delirios de persecución que lo hacían ver espías y detectives por todas partes”. Tras doce años de guerra, la llama de la rebelión parecía extinguirse, y España decidió prescindir de la agencia Pinkerton el 21 de agosto de 1880, aunque siguió vigilando unos días más en Filadelfia a otros insurrectos. En realidad, los patrio-

En 1895 se inició la tercera guerra hispanocubana, la definitiva, o, como dicen en Cuba, la Necesaria. Esta vez EE. UU. se implicó en el conflicto. El poderoso vecino del norte buscaba un pretexto para deshacerse de España y convertir Cuba y Filipinas en su patio trasero. La sospechosa explosión del crucero estadounidense Maine en el puerto de La Habana, posiblemente accidental o provocada por los propios estadounidenses, sirvió en bandeja la declaración de guerra. EE. UU. derrotó a España en 1898 sin despeinarse. Pero la independencia no se concretó hasta 1902. Ese año, las tropas aliadas abandonaron la isla, aunque la siguieron tutelando y no se fueron del todo. Dejaron bases que aún existen y que explican el porqué de Guantánamo. Martí, hijo de un valenciano y una canaria, no vivió lo suficiente para ver a su país libre. “Buscando sin fe, de fe me muero”, dice uno de sus versos. En 1895, ya sin la vigilancia a que le sometió España, abandonó Nueva York con destino a la República Dominicana. Y de allí, a Cuba. Un mes después de su regreso clandestino, las tropas con las que viajaba tuvieron un encontronazo con una columna española en Dos Ríos, en el municipio de Jiguaní. Tres balas acabaron con un hombre valiente, pero no con el autor de estos versos: “En ti pensaba, en tus cabellos / que el mundo de la sombra envidiaría, / y puse un punto de mi vida en ellos / y quise yo soñar que tú eras mía”. Antes de su muerte era poeta y revolucionario. Hoy es poesía y revolución: “Yo vengo de todas partes, / y hacia todas partes voy. / Arte soy entre las artes. / En los montes, monte soy”. ɿ

Para saber más... CLÁSICO COLLAZO, ENRIQUE. Cuba independiente. Madrid: Oriente, 1981. ENSAYO IBÁÑEZ RIDAO, JOSÉ LUIS. Todo lo oye, todo lo ve, todo lo sabe: la extraordinaria aventura de los primeros detectives. Madrid: Espasa, 2020.


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ciencia

LA GUERRA DE LOS HUESOS La rivalidad de dos paleontรณlogos por los yacimientos de dinosaurios en Estados Unidos desembocรณ en una carrera absurda y despiadada. EVA MILLET PERIODISTA


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DOS PALEONTÓLOGOS EN PUGNA

S

e llamaban Edward Drinker Cope y Othniel Charles Marsh, y protagonizaron una de las disputas científicas más encendidas de la historia. El motivo: los extraordinarios yacimientos de fósiles de dinosaurios de Estados Unidos. En especial, en el entonces aún salvaje Oeste, escenario de lo que en la paleontología se conoce como “la guerra de los huesos”. La “contienda” tuvo lugar a finales del siglo xix, época en la que la paleontología (la ciencia que estudia los fósiles animales y vegetales) descubrió una nueva categoría animal que deslumbró al mundo. Se trataba de los Dinosauria, o dinosaurios, el nombre común para designar a un amplísimo grupo de reptiles que aparecieron, se calcula, hace 245 millones de años y reinaron en la Tierra durante la friolera de casi 180. Estos seres magníficos desaparecieron al final del Cretáceo, hace 66 millones de años, debido a las consecuencias del impacto de un meteorito que cayó en el golfo de México y transformó el clima del planeta. Fue un científico inglés, el anatomista y paleontólogo Richard Owen, quien, en 1842, los describió como un grupo animal diferente. Fue él quien reparó (y probó) en que los enormes huesos fosilizados descubiertos en el sur de Inglaterra eran muy diferentes a los de los reptiles conocidos. Entre otros, tenían cinco vértebras en sus caderas (mientras que los reptiles solo tienen dos) y, a diferencia de aquellos, sus extremidades partían del cuerpo como columnas, no eran una extensión lateral del tronco. El nombre escogido por Owen para este nuevo grupo animal venía del griego deinos (“terrible”) y sauros (“reptil” o “lagarto”). El trabajo de Owen dio el pistoletazo de salida a una nueva rama de la paleontología: la del estudio de los dinosaurios, que pronto se convirtió en muy popular. Ya desde el inicio, estas criaturas gigantes fascinaron a la sociedad de la época y a la comunidad científica. Pero fue en Estados Unidos, país rico en yacimientos fósiles, donde estalló una auténtica fiebre alrededor de los dinosaurios. El primer espécimen descrito en el Nuevo Continente fue el de un hadrosáurido: un animal de tres toneladas conocido como “dinosaurio pico de pato”. El

A la dcha., Edward D. Cope en la década de 1890. A la izqda., sir Richard Owen con el esqueleto de una moa gigante hacia 1879.

Colegas al principio, incluso bautizaron especies con el nombre del otro esqueleto, casi completo, lo descubrió en 1856 en una cantera de Haddonfield, Nueva Jersey, quien hasta entonces era el paleontólogo más famoso: Joseph Leidy, de la Universidad de Pensilvania.

De la sintonía al choque Leidy, un científico multidisciplinar y respetado (descubrió, por ejemplo, el origen de la triquinosis), tenía entre sus discípulos a un joven paleontólogo llamado Edward Drinker Cope, uno de los dos protagonistas de la guerra de los huesos. Nacido en una próspera familia cuáquera de Pensilvania, Cope fue un niño prodigio, apasionado de la naturaleza, que prefería descubrir el mundo en el enorme jardín de sus padres a ir a la escuela. A los 16

años ya había publicado 37 artículos científicos y frecuentaba la Academia de Ciencias Naturales de Filadelfia. Allí conoció a Leidy, su mentor, y se enamoró de los fósiles, quedando especialmente fascinado por el hadrosáurido. En 1863, con veintitrés años, viajó a Berlín, donde coincidiría con su alter ego: el también paleontólogo Othniel Charles Marsh. Marsh, nacido en Nueva York en 1931, no tenía un origen familiar tan próspero como el de Cope, pero la ayuda de un pariente acaudalado (el empresario George Peabody) hizo posible que se graduara en Yale. Gracias también a su tío, logró una plaza como profesor de Paleontología en esta prestigiosa universidad, la primera que hubo en el país. La pasión por los fósiles produjo una inmediata conexión entre ambos, convirtiéndolos rápidamente en colegas y amigos. Al principio trabajaron en sintonía, manteniendo correspondencia y llegando a bautizar nuevas especies descubiertas con el nombre del otro (Colosteus marshii y Mosasaurus copeanus). Pero la armonía no se mantuvo, y Marsh y Cope han pasado a la historia por protagonizar uno de los enfrentamientos más virulentos de la historia de la ciencia. Como escribe la


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ciencia

Oro fósil: dinosaurios en venta La venta de fósiles a particulares preocupa a los expertos En el siglo XXI, y en parte gracias a Steven Spielberg y su exitosa serie de Parque Jurásico, los dinosaurios continúan despertando un enorme interés. De hecho, en países como Argentina, Canadá y China, los ricos yacimientos de estos fósiles son patrimonio nacional. Sin embargo, en lugares como Estados Unidos no están protegidos, lo que ha dado pie a un comercio desaforado. El punto de inflexión fue 1997, cuando Sotheby’s subastó por más de ocho millones de dólares un Tyrannosaurus rex magníficamente conservado, descubierto en Dakota del Sur por la buscadora de fósiles Sue Hendrickson. En este caso, el Tyrannosaurus Sue pasó a formar parte de la colección del Museo de Historia Natural de Chicago (arriba), pero cada vez hay más particulares que quieren estas piezas para sí. Millonarios dispues-

tos a pagar una fortuna para decorar con estos fósiles sus salones u oficinas y a los que no les importa la dudosa procedencia de las piezas. Como explicaba en The New Yorker el paleontólogo Kirk Johnson, del museo Smithsonian de Historia Natural: “El día que Sue fue subastado fue el día que los fósiles se convirtieron en dinero”. Mongolia, uno de los lugares con más yacimientos del planeta, ha visto cómo esta nueva fiebre del oro está asaltando su país. En 2013, el gobierno detuvo por orden judicial la subasta en Nueva York de un ejemplar de Tarbosaurus bataar (primo hermano del T-Rex) sustraído ilegalmente de un yacimiento del Gobi. Sin embargo, el negocio continúa: en 2018, la casa de subastas parisina Binoche & Giquello vendió sendos esqueletos de Ilosaurus y Diplodocus por una millonada.

crítica de arte Zoë Lescaze en su libro Paleoarte: “Si en Inglaterra la paleontología fue una sobremesa polémica, en Estados Unidos fue una pelea de bar”. El primer altercado serio se produjo tras una visita al yacimiento donde se había encontrado el hadrosáurido descrito por Leidy. Con la mejor de las intenciones, Cope le mostró a Marsh el lugar, todavía rebosante de huesos, sin imaginar que su amigo sobornaría al propietario de la cantera para que los futuros hallazgos le fueran enviados a él, y no a Cope. Como explica la doctora Julia McHugh en el documental The Bones War, Marsh poseía “un enfoque muy capitalista” de la vida, lo que marcaría su carrera profesional. En 1869, la guerra entre Marsh y Cope se declaró de forma oficial. El primero humilló públicamente a Cope por un error que había cometido al ensamblar el esqueleto de un Elasmosaurus (los animales acuáticos más grandes de su tiempo). Cope, que fue el primer paleontólogo capaz de reconstruir el esqueleto de un gran dinosaurio, había colocado el cráneo del animal en el extremo equivocado; un error que su hasta entonces colega se afanó en proclamar a los cuatro vientos. Cope, el exniño prodigio, nunca le perdonaría esa afrenta, y empezó la contienda. El escenario principal: los ricos yacimientos de dinosaurios que abundaban en el oeste del país, desde la frontera con Canadá hasta Nuevo México. Lugares donde, como describe el especialista Michael Novacek, “una miríada de esqueletos de estos gigantes estaban expuestos como cadáveres en un campo de batalla”.

La enemistad como meta En 1870, Marsh capitaneó una expedición de seis meses al Oeste con un grupo de sus estudiantes de Yale. “Durante el viaje se toparon con ladrones de caballos, con sheriffs autoritarios, el general Custer, William “Buffalo Bill” Cody y serpientes de cascabel”, describe Zoë Lescaze. Los jóvenes de Yale perdieron los buenos modales de la costa este y se dedicaron a matar alces, antílopes y búfalos por placer, a quemar praderas y a profanar cementerios indios. Pese a tanta barbarie, aquella primera expedición fue un éxito: “Se descubrieron más fósiles que en los 25 años anteriores”, detalla Lescaze. En-


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DOS PALEONTÓLOGOS EN PUGNA

Othniel C. Marsh, de pie en el centro, rodeado de colaboradores, posa antes de su expedición de 1872.

Marsh sobornó al dueño de la cantera para que le enviara a él los futuros hallazgos tre ellos, los restos de varios Triceratops (o dinosaurio “cara de tres cuernos”) que, al principio, Marsh creyó que era una especie extinta de bisonte. Cope partió también al Oeste en 1871, pero lo hizo de una manera mucho más discreta: llevó con él a un pequeño grupo de colaboradores a los que, a diferencia de Marsh, instruía y, también, citaba en sus trabajos. Sin embargo, tampoco tuvo ningún reparo en profanar cementerios indios. Una acción, no obstante, que le causaría remordimientos, traducidos en pesadillas constantes, como relató uno de sus acompañantes. Durante los años siguientes, ambos hombres invirtieron ingentes recursos materiales y personales para seguir explo-

rando los ricos yacimientos de lugares como Wyoming y Colorado. Dominaron la paleontología de la época, realizando importantes contribuciones a esta ciencia y aumentando de forma casi exponencial el número de nuevas especies descritas. De hecho, sus expediciones enviaban por tren tal cantidad de fósiles a la costa este que no daba tiempo a analizarlos. Años después de la muerte de Cope, por ejemplo, se descubrió un esqueleto casi completo de un Allosaurus (“lagarto extraño”) en unas cajas que no había dado tiempo a abrir. Pero detrás de cada envío a las universidades, museos y academias de ciencia, había una competición descarnada entre los dos hombres. Los otrora colegas pasaron sus años más prolíficos excavando, sí, pero también dedicándose libelos, acusándose de falsear fechas de descubrimientos y hasta de espiarse el uno al otro. Incluso llegaron a destruir yacimientos para que los fósiles que no podían llevarse consigo no cayeran en manos del otro. La rivalidad fue tan desagradable que el profesor Leidy, el antiguo mentor de Cope, decidió abandonar la paleontología para no ver “la forma en la que ambos están en constante pie de guerra”.

La guerra de los huesos se saldó, asegura Lescaze, con un empate. Marsh identificó ochenta y seis nuevas especies de dinosaurios (treinta más que su rival), pero Cope escribió casi mil cuatrocientos textos científicos y varios libros, quintuplicando la producción de Marsh. La encarnizada competición acabó con ellos y sus finanzas. Ambos murieron pobres y arruinados: Cope en 1897, a punto de cumplir los 57 años; Marsh, dos años después. Jamás se reconciliaron. ɿ

Para saber más... ENSAYO LESCAZE, ZOË. Paleoarte. Visiones del pasado prehistórico. Colonia: Taschen, 2017. NOVELA GRÁFICA OTTAVIANI, JIM. Bone Sharps, Cowboys, and Thunder Lizards. Ann Arbor (EE. UU.): G. T. Labs, 2016 (2005). En inglés. ARTÍCULO WILLIAMS, PAIGE. “Bones of contention”. The New Yorker, 21 de enero de 2013. En inglés. DOCUMENTAL Colorado Experience: Dinosaurs. Rocky Mountain PBS, 2017. En inglés. https://tinyurl.com/qlg2o5x


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arte


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VIGÉE LE BRUN Y MARÍA ANTONIETA

LA REINA AL DESNUDO

Vigée Le Brun debutó como miembro de la Academia con un polémico retrato de María Antonieta. ANA ECHEVERRÍA ARÍSTEGUI PERIODISTA

S

i en la era del topless les parece mentira que, en su día, el biquini de Brigitte Bardot levantara ampollas, aún les sorprenderá más saber que la pintura que abre este artículo se retiró, con enorme revuelo, del Salón de París de 1783. A nuestros ojos, no es más que un retrato inocente y dulce, incluso relamido, de María Antonia Josefa de Habsburgo-Lorena, archiduquesa de Austria y reina de Francia. Para los contemporáneos de María Antonieta, como se la recuerda, fue un escándalo mayúsculo. A su entender, la reina posaba semidesnuda, ataviada con una especie de camisa, la prenda interior que las mujeres de la época llevaban bajo el corpiño y la falda. Chemise à la reine fue, a partir de entonces, el sobrenombre de este vestido ligero, de muselina de algodón, que no tardaría en hacer furor en toda Europa. ¿Por qué tanto aspaviento? Pues porque el vestido se llevaba sin corsé y sin miriñaque, poniendo las curvas femeninas al alcance de la mano. Cuando el conde de Aranda, embajador español en Versalles, encargó un ajuar para su prometida, especificó que no incluyera esta prenda indecente. Pero si tuvo que especificarlo fue, precisamente, porque su uso era ya imparable. Miles de mujeres volvieron a

A la izqda., María Antonieta con vestido de muselina blanca, Élisabeth Vigée Le Brun, 1783. A la dcha., Retrato de María Antonieta, Vigée Le Brun, 1780.


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arte respirar y a sentarse con naturalidad, una efímera libertad de movimientos que perderían, de nuevo, a mediados del siglo xix y que no volverían a recuperar hasta que se la devolviera Coco Chanel.

Menos formalidades En realidad, María Antonieta no fue la primera ni la última en lucir el vestido camisero al que daría nombre, pero sí la más inoportuna. Muchos monarcas han formado parejas memorables con artistas que les ayudaron a abrillantar su reputación. Este cuadro tuvo exactamente el efecto contrario. Del encuentro entre la esposa de Luis XVI y Élisabeth Vigée Le Brun, su pintora de cámara, nacería una obra delicada, deliciosa para los sentidos, pero funesta para el destino de María Antonieta y tal vez, indirectamente, para el de millones de seres humanos. Casada con el heredero de Luis XV como precaria ofrenda de paz, la joven archiduquesa austríaca nunca logró hacerse un hueco en la corte francesa, que la veía como la espía potencial de un antiguo país enemigo, una regia advenediza. Su madre María Teresa la presionaba para que se inmiscuyera en política, y su hermano José, para que no lo hiciera. Su misión oficial, tener descendencia, se demoró ocho años. A María Antonieta solo le quedó una parcela de poder: su apariencia. Con ayuda de la diseñadora Rose Bertin, apodada “ministra de la moda”, puso en boga un estilismo tras otro, a cual más extremado, cosechando burlas y admiración a partes iguales. Los mismos que la criticaban se desvivían por imitarla, ya fuera esculpiendo tocados tan altos que las damas debían viajar arrodilladas para caber en sus carruajes o adoptando tendencias inspiradas en el folclore polaco, las amazonas inglesas o la indumentaria masculina. El odio entre Versalles y María Antonieta era mutuo. La joven reina aborrecía las restricciones, en la vida y en el vestir. Cuando la conoció Vigée Le Brun, pasaba todo el tiempo posible ausente de la pompa palaciega, refugiada en el palacete de Trianon, donde había creado, a su medida, un mundo de falsa sencillez rural, decorado con alegres cortinas de cretona en vez de pesados terciopelos. La artista y la reina se entendieron a la perfección.

Vigée Le Brun era una maestra del intimismo pictórico. Y si algo ansiaba María Antonieta, después de parir a su primogénita en una habitación atestada de cortesanos, era intimidad. La propia pintora se sorprendió de su trato afable y accesible. En el Trianon, donde solo los más afines tenían acceso, se suavizaban las formalidades, se diluían los rangos, se vestía de blanco y sin corsé.

¿Muselina antipatriota? Ese fue justamente el problema. El primer encargo para Élisabeth todavía era un retrato áulico, a pesar de las flores y de la luz tamizada que aligera visualmente los

tejidos. El atuendo es cortesano; la pose, majestuosa; una corona reposa junto a la mesa y un busto del rey supervisa la escena. Al pintarla, más tarde, en chemise à la reine, la artista despojó a la monarca de toda solemnidad, de todo simbolismo político. Para más inri, presentó el cuadro al Salón junto a otros dos muy semejantes: un autorretrato y un retrato de la duquesa de Polignac, ambas con informales vestidos camiseros y campestres sombreros de paja, casi idénticos a los de la reina. Los tres retratos, fiel reflejo del pícnic perpetuo del Trianon, vedado a casi todos los nobles, desataron las iras de la corte. No se apreciaba la debida diferencia je-


HISTORIA Y VIDA • 89

VIGÉE LE BRUN Y MARÍA ANTONIETA

A la izqda., Autorretrato con sombrero de paja, Vigée Le Brun, c. 1782. A la dcha., Yolande-Martine-Gabrielle de Polastron, duquesa de Polignac, Vigée Le Brun, 1782.

rárquica entre aquellas tres bellezas frívolas, una de ellas burguesa, la otra aristócrata, la tercera de sangre imperial. Tampoco el pueblo apreció aquella insólita muestra de igualitarismo. La reina ya era célebre por su tendencia al despilfarro. Los burgueses vieron en el retrato la confirmación de su desinterés por cualquier ocupación responsable y, lo que es peor, la de su antipatriotismo. La seda, que la reina despreciaba tan visiblemente, era un pilar de la industria francesa. La muselina de algodón, en cambio, procedía de las Indias británicas. El gesto, tal vez tolerable en una favorita real, era inaceptable para una monarca.

La popularidad de la gasa de algodón se multiplicó en los años siguientes. Agotados los suministros de la India, los terratenientes americanos cambiaron la caña de azúcar por el algodón y el número de esclavos se duplicó. La polémica acrecentó la fama de Vigée Le Brun y la bendijo con una lluvia de encargos en otras cortes europeas. Para María Antonieta, en cambio, fue un paso más hacia la guillotina. Para su camino al cadalso, privada del derecho a lucir luto por su esposo ejecutado, la reina eligió de nuevo el blanco. Un look que, paradójicamente, adoptarían las nuevas damas de la revolución, reconvertido en estilo Imperio. ɿ

Para saber más... MONOGRAFÍA WEBER, CAROLINE. Queen of Fashion: What Marie Antoinette Wore to the Revolution. Nueva York: Henry Holt, 2006. En inglés. ARTÍCULOS HALL, KELLY. “Impropriety, Informality and Intimacy in Vigée Le Brun’s Marie Antoinette en Chemise”. Providence College Art Journal, vol. 2.014, n.º 1 , artículo 4. En inglés. LONDON, CAROLINE. “The Marie Antoinette Dress That Ignited The Slave Trade”. Racked, 10 de enero de 2018. En inglés.


90 • HISTORIA Y VIDA

entrelibros

MÁS ALLÁ DE ROJOS Y AZULES La historia de Sturzo, el sacerdote italiano que se opuso a nuestra guerra civil

L

a Guerra Civil española acostumbra a verse como un enfrentamiento entre dos bandos irreductibles, franquistas y republicanos, como si las posiciones intermedias nunca hubieran existido. Eso es así porque han corrido ríos de tinta sobre las “dos Españas”, pero apenas sabemos nada de la gente que intentó superar ese antagonismo. De hecho, se dieron intentos para alcanzar la paz, que no por fallidos dejan de ser relevantes. El veterano hispanista Alfonso Botti, conocido por clásicos como Cielo y dinero (Alianza, 1992), su importante estudio sobre el nacionalcatolicismo, rescata ahora una figura clave en esta lucha por la concordia: el sacerdote italiano Luigi Sturzo (1871-1959). Hombre de profundas convicciones democráticas, Sturzo consiguió ganarse la

antipatía tanto de la Italia fascista de Mussolini como del Vaticano, a los que incomodó por igual con sus ideas avanzadas. Tuvo por ello que exiliarse en Gran Bretaña. Más tarde, durante los años treinta, se relacionó con algunas figuras del ala más liberal del catolicismo español, como Ángel Ossorio y Gallardo o Alfredo Mendizábal. Botti ha estudiado a fondo la correspondencia que mantuvieron, además de sumergirse en otras fuentes, como las del Archivo Apostólico Vaticano o la prensa de la época. Consigue con ello un fresco tridimensional del papel de la Iglesia en aquellos trágicos momentos. Su investigación está llena de luces y sombras, con esos matices que tan a menudo echamos en falta en los relatos al uso. Buen conocedor de España, Sturzo lamentaba que sus ciudadanos prefirieran

las soluciones de fuerza a la alternancia pacífica de los partidos. Cuando se produjo el denominado “alzamiento”, no dudó en condenarlo por provocar un mal superior a cualquier supuesta ventaja que se pudiera obtener por este camino.

La lucha de un hombre de paz A partir de ese momento, alzó su voz para proponer una solución negociada. Estaba seguro de que la victoria de uno de los dos bandos no iba a serenar los espíritus, sino a traer más odio y deseos de venganza. Creía que la violencia resultaba inaceptable viniera de donde viniera. Por eso rechazó tanto la represión franquista como la del lado republicano. Propugnaba una Iglesia que no fuera parte beligerante, sino que ejerciera un constante trabajo de mediación.


HISTORIA Y VIDA • 91

entrelibros Miembros del Partido Popular Italiano en torno a un retrato de Luigi Sturzo, 1925.

ENSAYO Con la tercera España Alfonso Botti Madrid: Alianza, 2020 312 pp. 22 €

Se apartaba así de unos obispos españoles que habían apoyado sin reservas a Franco a través de su célebre Carta Colectiva de 1937. Pero la posición del episcopado hispano no coincidía con la de la Santa Sede, mucho más matizada. Pío XI, preocupado por la influencia nazi en España, no reconoció al gobierno de los “nacionales” hasta 1938. Así, por sorprendente que parezca, las tensiones entre los representantes de Franco y el Vaticano fueron continuas. Botti aporta una crónica exhaustiva de estos desencuentros y dibuja muy bien la ambigüedad de Roma: simpatizante del alzamiento, pero a la vez lo bastante prudente como para no entregar un cheque en blanco. FRANCISCO MARTÍNEZ HOYOS

ENTREVISTA: ALFONSO BOTTI

“No interesaba la solución negociada” ¿Qué nos aporta la documentación del Archivo Secreto Vaticano, ahora Archivo Apostólico, acerca de la España de la Guerra Civil? En términos muy sintéticos, que la actitud de la Santa Sede fue bastante distinta a la del episcopado español. El papa temía, por ejemplo, la influencia nazi en España. Tedeschini, nuncio del pontífice, llega a decir que Gomá, el cardenal primado, actuaba como si fuera abogado de Franco. Pío XI habló por primera vez sobre la Guerra Civil el 14 de septiembre de 1936, en la alocución de Castelgandolfo. Este texto es sustancialmente diferente de los dos borradores anteriores que se pueden consultar en el Archivo Vaticano, preparados en el mes de agosto. En estos dos borradores, el pontífice hacía un llamamiento al cese de las hostilidades, lo que implicaba que la Iglesia pretendía ejercer como pacificadora. Tal referencia al cese de hostilidades no aparece en el discurso del 14 de septiembre. Está sustituida por un llamamiento sobre el arco iris de la paz que pronto volverá a contemplarse sobre el cielo de España. Por tanto, sin mención a un cese de hostilidades, esto representaba que alguien había vencido. Roma deseaba que fuera Franco. ¿Cómo era la cobertura de la prensa vaticana sobre la Guerra Civil? En las primeras semanas, L’Osservatore Romano utilizó las agencias internacionales y facilitó una información bastante plural. A partir de septiembre, ofreció fundamentalmente informaciones procedentes del bando franquista y de agencias internacionales partidarias de Franco. O sea, una información muy partidista y hasta facciosa. Se lo reprochó el propio Sturzo al director del periódico, el conde Dalla Torre, en las Navidades de 1937 en una carta en

la que le escribía que si hubiesen sido acertados los titulares del periódico vaticano, los “nacionales” hubiesen conquistado ya por lo menos el territorio de dos Españas. La historiografía no ha prestado a Luigi Sturzo la debida atención. ¿Por tratarse de un católico? ¿Por no encajar con determinados estereotipos sobre la Iglesia? Yo enmarcaría la falta de atención al papel de Sturzo por parte de la historiografía española en el escaso interés hacia aquella “tercera España” pacifista, más que neutral, que luchó para una solución negociada del conflicto. Por considerarla, además, muy minoritaria y veleidosa. Otra razón se puede encontrar en el hecho de que el panorama eclesiástico estaba ya ocupado por la Iglesia solidaria con el alzamiento y con el bando franquista. Sin olvidar la preocupación de que dedicarse a las voces católicas fuera del coro pudiese, tal vez, rescatar a la Iglesia en su conjunto. ¿Por qué Roma no colaboró con la iniciativa del gobierno republicano para restablecer el culto religioso? En primer lugar, porque no se la toma muy en serio. En segundo, porque la considera una medida instrumental de la propaganda republicana para tranquilizar a la opinión internacional. La Santa Sede se inclinó del lado franquista, pero también es cierto que trabajó con discreción para humanizar la guerra. ¿De qué forma? A veces de una manera sorprendente, mostrándose a favor de la conmutación de penas capitales y de algunos presos, aunque fuesen republicanos o incluso masones. Obviamente, no lo hizo de una forma pública, sino discretamente, a través de sus canales eclesiásticos.


92 • HISTORIA Y VIDA

entrelibros Sus secciones inicial y final desarrollan, en efecto, el desafío sucesorio que planteó la muerte prematura de Eduardo VI en el siglo xvi. Era el heredero menor, pero varón, del polígamo Enrique VIII. ¿Dónde estribaba el problema? En que no había otras alternativas a la Corona que mujeres. Esto en una sociedad demoledoramente patriarcal. ENSAYO Una mujer terminó empuñando Lobas Helen Castor el cetro, el orbe y la espada de Barcelona: Ático modo estable y esplendoroso de los Libros, (tras la efímera y trágica Juana 2020 Grey y “la pálida y beata María” 496 pp. 25,90 € la Sanguinaria, la primera princesa aceptada como una aspirante legítima al trono inglés). Pero esa mujer, por lo visto, llegó a declarar en 1588: “Sé que poseo el cuerpo de una mujer débil y frágil, pero tengo el corazón y las tripas de un rey”. Así tenía que justificar su rol regio la mismísima Gloriana, la Reina Virgen, Isabel I de Inglaterra.

Mujeres a contracorriente

Boda en 1137 de Leonor de Aquitania y Luis VII.

Un cuarteto medieval de mujeres que se anticipó a las soberanas Tudor

PÓQUER DE REINAS AGUERRIDAS

L

os abonados a Netflix juegan con ventaja para abordar este libro. La miniserie She-Wolves: England’s Early Queens se basó en este ensayo de 2010 que acaba de publicarse en español. El volumen ofrece todas las ventajas del formato papel sobre el audiovisual (más ideas, más información, más personajes),

además de una estructura distinta. Es en sándwich, no cronológica, como en la serie. Calificada por la medievalista de Cambridge Helen Castor, su autora –y presentadora del documental–, como “una obra narrativa, más bien biográfica-explicativa que teórica”, Lobas comienza y termina en la Inglaterra Tudor.

Estas son apenas las alas del núcleo duro del libro. Para ilustrar su leitmotiv (es decir, cuán a la contra tuvieron que bregar por el poder varias soberanas por ser mujeres en un mundo masculino), la autora da un salto atrás a un escenario aún más testosterónico que el renacentista. Castor dedica el grueso de la obra a explicar las vidas, personalidad, actos y circunstancias de otras tantas monarcas medievales. Se trata de la emperatriz anglonormanda Matilde de Inglaterra (1102-67), que luchó dos décadas por entronizar a su hijo. Luego pasamos a la famosa Leonor de Aquitania (1124-1204), esposa y dolor de cabeza recurrente del susodicho, Enrique II. Después es el turno de Isabel de Francia (1295-1358), una Capeto que desposó, y depuso con un amante, a un Plantagenet. Y finalmente, Margarita de Anjou (1430-82), otra consorte francesa, que sustituyó de facto al inútil de su cónyuge Enrique VI y guió a los Lancaster en la guerra de las Dos Rosas. La pluma de Castor vuela narrativa y erudita, colorida y mordaz, sobre estas cuatro rebeldes que anticiparon la consagración femenina de la era Tudor. Mejor que a toda pantalla. JULIÁN ELLIOT


HISTORIA Y VIDA • 93

entrelibros BIOGRAFÍA Gutiérrez Mellado y su tiempo (1912-1995) Fernando Puell de la Villa Madrid: Alianza, 2019 552 pp. 25 €

Gutiérrez Mellado zarandeado en el Congreso.

El general de la Transición EL PERFIL MÁS COMPLETO Y MEJOR INFORMADO DE GUTIÉRREZ MELLADO

C

ongreso de los Diputados, 23-F. Una cámara de televisión oculta capta a un delgado hombre mayor que se levanta de su escaño para increpar a Tejero. Enseguida es rodeado y empujado por varios golpistas para apartarlo de la tribuna. Pero el anciano se planta con firmeza. Tejero, entonces, dispara al aire. La mayoría de los diputados se zambullen asustados en las gradas. No el sexagenario, que permanece impertérrito y desafiante en medio del hemiciclo mientras atronan los tiros. Viste ropa civil, pero es un militar de carrera el que está dando la cara por la joven democracia española. Solo, desarmado, sin dudarlo un segundo y horas antes de que se pronuncie el rey. Esta escena, una lección inolvidable de dignidad personal y pública, también simboliza como pocas la difícil reconversión de las Fuerzas Armadas que ese mismo hombre estaba dirigiendo en la Transición.

Mucho más allá del 23-F Gutiérrez Mellado y su tiempo (19121995) bucea a fondo en este episodio tan recordado. Indaga en sus raíces, entresijos y derivaciones. Sin embargo, se trata solo de un momento más entre los muchos que el libro estudia de su protagonista. En la obra, emergen desde el huérfano emparentado con la mítica Editorial Calleja hasta, ya retirado, su creación en 1986 de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción. Entremedias, sus trabajos de inteligencia en la posguerra civil, su decepcionante paréntesis empresarial de 1956 a 1963, la influencia aperturista del teniente general Manuel Díez-Alegría, su jefe en el Alto Estado Mayor tardofranquista, y desde luego las agrias fricciones con el “búnker” del Movimiento ante sus reformas militares como vicepresidente de Adolfo Suárez. Estas y otras facetas de Manuel Gutiérrez Mellado se vertebran tanto expli-

cando el marco histórico de cada etapa como con trazos que infunden vida en la biografía. Un ejemplo de su detalle, los “dos lobos de escayola que pretendían ser de bronce” en el portal del piso madrileño en que nació. Todo lo cual perfila un retrato integral, a la vez personal y de gran parte del agitado siglo xx español. Profesor de Historia Militar en el instituto de la UNED que lleva el nombre del capitán general y presidente de la Asociación Española de Historia Militar, Fernando Puell de la Villa ha investigado en diversos archivos y entrevistado a familia, colaboradores y dos exministros de Defensa para producir esta semblanza, posiblemente la mejor informada y más exhaustiva del personaje. Sin olvidar su estrecho contacto con el propio Gutiérrez Mellado de 1978 a 1991, primero desde el Ministerio de Defensa y después desde Seguridad de la Presidencia del Gobierno. J. E.


94 • HISTORIA Y VIDA

entrelibros Aventuras ágiles y documentadas en la Venecia de la Ilustración

ENTRE SÁBANAS Y BANDERAS

U

n hombre de “largo cabello de color carbón”, ojos “con un irreverente matiz aguamarina” y “una sonrisa blanca” que “le cortaba la cara” disfruta un “goto de’vin” en la Cantina Do Mori. No es “el mejor bacaro de Venecia”, pero sí “la taberna más antigua de la ciudad”. Bien lo sabe un hijo de esos canales. Tras una década deambulando por tierras europeas, Giacomo Casanova

ha vuelto a casa. Con las debidas precauciones. No están de más para un personaje cuyo “nombre era sinónimo de problemas”. Y más en una capital que atraviesa “el período más oscuro y complejo de su extraordinaria historia”. No acaba de comenzar Casanova cuando aparece, cómo no, una hermosa mujer tras la cual ya se adivina un lío gordo. Gretchen Fassnauer trabaja para Marga-

rethe von Steinberg. La condesa austríaca quiere verse con el célebre galán para ofrecerle un desafío irresistible. Le brindará sus favores a cambio de que ese hombre habituado a moverse “entre desafíos y duelos, vicios y engaños” seduzca a la hija de un miembro prominente de la república. Lo que no se espera el libertino es que acaso él mismo acabe enamorado. Y menos que sus flirteos puedan comprometer la ya tensa paz entre Venecia y el poderoso imperio Habsburgo.

Celdas, alcobas y poder

Casanova con una amante, ilustración de Hanna Goerke.

Tras su exitosa tetralogía Los Médici, el novelista paduano Matteo Strukul vuelve a llamar la atención con un personaje emblemático de una ciudad italiana también icónica en un momento crucial para ambos. Casanova se desarrolla entre junio de 1755 y noviembre de 1756. NOVELA El famoso seductor pasó a la Casanova. La sosazón una temporada en la ténata de los coratrica prisión de los Piombi, en zones rotos el Palacio Ducal, mientras una Matteo Strukul Venecia ya decadente podía Barcelona: Ediciones B, 2020 verse atrapada en el duelo entre 418 pp. 20,90 € Federico II de Prusia y la emperatriz María Teresa de Austria. En busca de crear una “novela de aventuras [...] y únicamente en última instancia histórica”, según explica el autor, este ha revisitado “algunos hechos” inciertos “de la vida de Casanova en clave de posibilidad”. Su fabulación se ha colado por esos resquicios con personajes reales (el protagonista, el inquisidor Pietro Garzoni, el dogo Francesco Loredan) y ficticios (las mujeres austríacas, la noble, bella y rebelde Francesca Erizzo, los sicarios Dragan Lukic y Jacopo Zago). Bajo la prosa telegráfica y la abundancia de diálogo de esta obra hay mucha documentación. Lo delatan la solidez histórica y urbanística, el uso de venetismos de época o el del antiguo horario veneciano, que contaba las horas desde el ocaso, no la medianoche. JULIÁN ELLIOT


HISTORIA Y VIDA • 95

entrelibros Qué hay en TV...

ENSAYO Infamia. El crimen en la antigua Roma Jerry Toner Madrid: Desperta Ferro, 2020 256 pp. 23,95 €

GRANDES CIVILIZACIONES Martes, 22.00 h

Tarquinio viola a Lucrecia, Jacopo Palma.

Todos los martes de mayo, los amantes de la antigua Roma y del Egipto faraónico tienen esta cita obligada. ¿Qué enigmas rodeaban a estas dos grandes civilizaciones? Historia da respuesta a esta cuestión a través de los contenidos exclusivos de esta serie, imprescindible para conocer el mundo de Julio César o de Tutankhamón.

ESTUDIO SOBRE EL CRIMEN EN LA ANTIGUA POTENCIA

¿Una Roma mafiosa?

S

iglos de historia se sientan en el banquillo. La acusada, Roma entera. El fiscal, un profesor de estudios clásicos en la Universidad de Cambridge, Jerry Toner, que ha convertido Infamia. El crimen en la antigua Roma en un relato judicial en el que abordar el reverso tenebroso de tan popular civilización desde sus orígenes hasta su desaparición. Toner parte de una pregunta. ¿Fue Roma una sociedad organizada frente al crimen o era más bien un pueblo vertebrado en torno a un sistema mafioso? Para responder, el historiador reúne una ingente cantidad de pruebas extraídas de multitud de fuentes escritas y de los datos aportados por la arqueología. Toner explora los tipos de crímenes perpetrados en el mundo romano aliñándolos con un amplio anecdotario, protagonizado a menudo por gente corriente, pero también por algunos de los romanos más conocidos para el gran público. La obra se estructura alrededor de los diversos tipos delictivos. Desde el paradójico trato que se daba a los delitos sexuales –la violación se consideraba terrible salvo si la sufría una esclava– hasta los delitos cometidos contra los dioses, pasando por el relato de macabros asesinatos y los tan habituales crímenes de guante blanco, esos que hacían padecer a la plebe y pusieron en boca del

emperador Tiberio aquella sentencia de “quiero que mi rebaño sea esquilado, no rapado”.

A pagar, los mismos Infamia es también el relato de la indefensión de un pueblo. Con un sistema judicial universal sobre el papel, pero al que a menudo solo acababan recurriendo aquellos con una buena cartera y una nutrida agenda de poderosos contactos. A la plebe, como tantas veces en la historia de la humanidad, únicamente le quedaba el recurso de los conjuros y las oraciones frente a unos criminales que, en un mundo tan inabarcable como el romano, acostumbraban a desaparecer en las sombras, dejando tras su paso mensajes desesperados como el que podemos leer en una pared de Pompeya: “Ha desaparecido un caldero de bronce de mi tienda, quien me lo devuelva ganará 75 sestercios”. Revisado el libro de Jerry Toner, el lector llegará sin duda a la misma conclusión objetiva que el autor: “Roma fue un delincuente habitual”. Pero ¿merece ser condenada tantos cientos de años después de cometer sus reprobables actos? Solo estudiando las páginas repletas de crímenes, episodios y personajes macabros que componen Infamia podemos responder a esta pregunta. DAVID MARTÍN GONZÁLEZ

LA II GUERRA MUNDIAL DE PRINCIPIO A FIN Lunes 4 y 11, 22 00 h

Nuevos episodios de la serie sobre el conflicto bélico más grande que ha vivido la humanidad. De la mano de expertos y archivos de noticiarios de la época, viajaremos desde Pearl Harbor hasta el Berlín de la rendición de los nazis. Iremos también más allá, para no perdernos los juicios de Núremberg y la creación de la ONU.


96 • HISTORIA Y VIDA

decine

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DOCUMENTAL

DOCUMENTAL

DRAMA

DRAMA

LA ACTRIZ QUE INVENTÓ EL WIFI

LA CHISPA DE LA REVOLUCIÓN

ACTIVISMO ANTIFEMINISTA

LOS INICIOS DE ETA

Bombshell Directora: Alexandra Dean. Actores: Diane Kruger, Mel Brooks, Peter Bogdanovich.

Crip Camp Directores: James Lebrecht, Nicole Newnham. Actores: J. Heumann, L. Allison.

Mrs. America Creadora: Dahvi Waller. Actores: Cate Blanchett, Uzo Aduba, Elizabeth Banks.

La línea invisible Creador: Mariano Barroso. Actores: Àlex Monner, Antonio de la Torre, Anna Castillo.

A los 18 años, Hedy Lamarr escandalizó al mundo con su desnudo y simulación de un orgasmo en el filme checo Éxtasis (1933). A los 35, zarandeó el cine bíblico de Hollywood con su interpretación en Sansón y Dalila (1949). Entre medias, como revela el documental Bombshell (disponible en Filmin), la actriz vienesa patentó un invento: un sistema de comunicación por radio que es la base del actual wifi, Bluetooth y GPS.

Tras producir la oscarizada American Factory (2019), los Obama regresan con otro recomendable documental. Crip Camp (disponible en Netflix) narra un proceso de toma de conciencia: el de los adolescentes discapacitados que en 1971 asistieron a un campamento de verano de ambiente contracultural. Después de esa reunión, muchos se incorporaron al movimiento por los derechos de las personas con discapacidad.

Dahvi Waller, reconocida guionista de éxitos como Mad Men (2017-2015) o Halt and Catch Fire (20142017), es la creadora de Mrs. America (disponible en HBO), serie que narra el auge del movimiento feminista en EE. UU. durante los años setenta. Y lo hace desde un punto de vista muy particular: el de Phyllis Schlafly, la política conservadora que logró impedir que se ratificara la igualdad de derechos en la Constitución.

6 La “línea invisible” a la que hace referencia el título de esta serie (disponible en Movistar+) es la que cruzó el líder de ETA Txabi Etxebarrieta el 7 de junio de 1968: asesinar al guardia civil José Antonio Pardines. El director Mariano Barroso cuenta el origen del grupo terrorista a través de dos líneas narrativas: el proceso de radicalización de Etxebarrieta y el aumento de la represión franquista en Guipúzcoa.

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HISTORIA Y VIDA • 97

decine por CARLOS JORIC

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BIOPIC

DOCUMENTAL

Vigilando a Jean Seberg

¿QUIÉN MATÓ A LOS NIÑOS DE ATLANTA?

Seberg Director: Benedict Andrews. Actores: Kristen Stewart, Jack O’Connell, Vince Vaughn.

Crimen y desaparición en Atlanta Director: Sam Pollard. Actores: Keisha Lance Bottoms, Erika Shields, Michael Simanga.

Jean Seberg fue una actriz muy incómoda para el Hollywood de los sesenta. Pocos entendían por qué esta joven de un pequeño pueblo de Iowa, que había conseguido el papel de Juana de Arco en Santa Juana (1957) tras superar un casting con 18.000 aspirantes, y que había protagonizado la adaptación del best seller de Françoise Sagan Buenos días, tristeza (1958), se acabó marchando a París a trabajar con los directores de la Nouvelle Vague, formó una familia allí (con el escritor Romain Gary) y comenzó a apoyar activamente al movimiento de los Panteras Negras. Seberg (disponible en Filmin, Movistar+), segunda película del director teatral Benedict Andrews tras Una (2016), comienza en 1968, cuando la actriz conoce a Gary, activista afroamericano con quien vivirá un romance. El filme se centra en la persecución que sufrió Seberg por parte del FBI a raíz de esta relación. La agencia la estuvo espiando durante meses, y lanzó una agresiva campaña de difamación que arruinó su carrera en Hollywood y afectó a su salud mental. En 1979, Seberg fue encontrada muerta en su coche a causa de una sobredosis de barbitúricos. Tenía 40 años.

En marzo de 2019 se reabrieron los casos de los crímenes de Atlanta, los asesinatos de al menos treinta niños y jóvenes afroamericanos ocurridos entre 1979 y 1981 en la capital del estado de Georgia. La miniserie documental Crimen y desaparición en Atlanta (disponible en HBO) parte de ese anuncio y de las últimas pruebas descubiertas, para ofrecer una visión novedosa y plantear nuevas preguntas sobre estos homicidios que tanta tensión política y racial generaron en la época. ¿Fue el acusado Wayne Williams el autor de todos los crímenes? ¿Estuvo involucrado el Ku Klux Klan?

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98 • HISTORIA Y VIDA

fotoconhistoria Gloria Swanson fotografiada por la periodista Margaret Chute en 1927.

La chispa se reaviva

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n 1926, la periodista londinense Margaret Chute publicaba un artículo titulado “Mi visita a Gloria Swanson” tras entrevistar a la famosa actriz de cine mudo. Desde su afición por el tenis hasta sus devaneos amorosos, Chute prometía revelar los detalles más “íntimos” de la artista. Cuando no existían la prensa rosa televisiva ni las redes sociales, eran las revistas de cine las que acercaban el glamur de Hollywood al mundo real. Estaba naciendo el fenómeno fan, y Gloria Swanson (1899-1983) fue pionera en crear el

concepto de “estrella” hollywoodiense. A pesar de su baja estatura, su mezcla de sofisticación, sensualidad provocativa y talento la convertía en un éxito asegurado en taquilla. Al mismo tiempo, su agitada vida privada daba mucho que hablar. Cuando apenas tenía diecisiete años, sufrió la violación de su propio marido, el oscarizado actor Wallace Beery, que después la hizo abortar con un brebaje. Acumularía cinco maridos más y numerosos amantes, entre ellos, Joseph P. Kennedy, el padre del futuro presidente estadounidense.

Con la llegada de los años treinta, los focos que, para bien y para mal, la habían acompañado sin descanso empezaron a alejarse de ella. Su caída la provocó el cine sonoro, cuando los diálogos cambiaron el modo de contar historias y convirtieron en caduca su gesticulación casi teatral. Pasaron varios años sin que los espectadores supieran gran cosa de la antigua diva, hasta que regresó en 1950 con El crepúsculo de los dioses (Billy Wilder). En el filme interpretó el papel de Norma Desmond, una actriz de cine mudo que, tras ser relegada al olvido, intenta regresar triunfalmente. Swanson volvía a la gran pantalla para contar su propia historia. ɿ XAVIER VILALTELLA




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