Decires sin orillas

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Decires sin orillas. Por David Escobar.

"No más relaciones ni más disculpas. Sólo saludos lejanos en las encrucijadas del infinito, saludos de meteoro a meteoro. Un intercambio de destellos de incandescencia a incandescencia y un cauto caminar en compañía con los pasos inaudibles del amor”. Peter Sloterdijk en “el árbol mágico”.

Soy un extraño feliz caminando la noche por las calles de Bogotá. No adolezco compañía, como el ave solitaria de San Juan de la Cruz. No porque este solo estoy disponible. Algunos amigos están muertos: uno se voló la cabeza en el Batallón Pichincha, a otro lo mataron en la calle y a much@s otr@s que no tuve la fortuna de conocer los desaparecieron y engrosan la infame cifra de decenas de miles “desaparecidos” en el país. Uno se pregunta si a alguno le reventaron los ojos antes de matarlo a golpes, antes, sólo un poco antes. O si a aquella muchacha que nadie volvió a ver la violaron múltiples veces antes de dejársela a los perros bien entrenados, de los (para) militares. “los perros de los militares, comen todos los días, no les falta una mujer para fornicar”. Esta libreta en la que anoto podría estar llena de Que en Paz Descanse. Uno se cuida para no comprometer a los parientes: se corre peligro en esta democracia. Las noticias suelen ser malas cuando provienen de Colombia. Despabílate amor que el horror amanece, decía Benedetti y en un muro leo: “HAY QUE TENER CUIDADO CON LOS MIEDOS, ¡LES ENCANTA ROBAR SUEÑOS!”


Foto tomada de “MUJERES QUE HACEN HISTORIA Tierra, cuerpo y política en el Caribe colombiano”. Más información disponible en http://neuro-transmisor.blogspot.com/2011/12/mujeres-que-hacen-historia-tierra.html

Mis amantes se han ido a alguna ciudad tejida en la amnesia y ya soy más viejo y sincero “y qué más da si miramos la laguna como llaman a la eternidad de la ausencia”. Llego al hostal y mi cama y mi cuarto están fríos y estoy profundamente enfermo de amor, tanto así que si me llega a dar la menor caspa caigo muerto como una rata (ay si, tan poetudo, tan antropoco, dice una voz en mi cabeza, con ínfulas de transatlántico a la cual mando a la mierda). No fumo hierba santa ni profana para volar –aunque tenga un pubis angelical, tengo las alas quebradas- para volar por esta ciudad hundida en la cólera, de acantilados carnívoros y del dolor inmóvil, que a fuego lento deja quemaduras en el corazón y las demás vísceras. Y de que callada manera se me adentra alguien alegre, como si fuera la primavera, a pedirme un artículo dizque para un fanzine erótico. Y voy de aquí para allá en mi imaginación, como si no hubieran muros, como si no hubieran espías, como si las paredes no tuvieran oídos, como si no hubiera acoso social. Hasta hace poco desconocía que esta forma de chismorreo se denomina acoso social y es propia de la gente que además de ser bien desocupada tienen una mente que parece de otra época, más exactamente del siglo XIX. Y así hagas lo que hagas, para ellos no será suficiente, si no tienes un hijo querrán que tengas dos, si te ennoviaste dirán: por fin se consiguió uno que la aguante, o si eres separada y empiezas a rehacer tu vida, automáticamente te colocan el letrero de vagabunda: “ten un poco de respeto por ti misma”… Pero como dicen en el grupo de solteras de botas: ¿Acaso me pagan el colchón donde me revuelco?.


Vladdo, el caricaturista de la imagen inicial, llenó mi carcaj. Lanzo flechas, quien las encuentre verá qué hace con ellas: me da un pesar ver tanto matrimonio de “interés social”. Los inversionistas del amor viven en quiebra sentimental. El dinero del amor es hablar cosas lindas del ser amado y el pesimismo es saber que el sexo va a ser pésimo con el mismo. Y si la cita con el ginecólogo es más interesante que con el amante, es porque algo va mal. Del dicho al lecho hay mucho trecho. ¿Por qué será que tantos buenos novios se vuelven malos maridos? ¿Cuál es la taza de divorcios sobre el total de matrimonios? Estoy de acuerdo con la que no quiere encontrar un buen marido sino un buen exmarido. Y es ridículo que mientras a tantos infieles los tratan como héroes a las mujeres las tilden de zorras. Pienso, al igual que algunas feministas, que el matrimonio es un contrato de exclusividad sexual, que muchas veces se convierte en una forma de prostitución solapada, en la cual se intercambia sexo por techo y comida (aunque juren venganza contra el silencio de la almohada después del orgasmo que las deja frías). Pero la moral está en alto, está intacta. Ahora tengo una moral, como mis enemigos –antes no sabía que los tenía (siendo representados por un procurador neonazi quema-libros antiaborto), no soy religioso, pero se encargaron de hacérmelo saber-. No creo en los dioses del olimpo, ni en los mayas. Estoy harto de escuchar a ignorantes, miopes, hipócritas, intolerantes, megalómanos de clase pequeñoburguesa, con ínfulas de gurús espirituales (se volvió vox populi la expresión “chamanismo imperialista”). A esta hora me doy cuenta – después de leer a Kafka- la facilidad con la que una persona se puede transformar en insecto u otro animal: Los escrúpulos le son ajenos a la pantera negra. No dudan de lo apropiado de sus actos las pirañas. La cascabel se acepta sin complejos a sí misma. No existe un chacal autocrítico. El tábano, la langosta, la tenia y el caimán viven como viven y así están satisfechos. De cien kilos es el corazón de la orca, pero no le pesa. Nada más animal que una conciencia limpia en el tercer planeta del Sol. Mi forma transmigra aunque sea un ejemplar más de los 8.000 millones de esta especie conflictiva. Apoyo al 100% a la treintañera que no ha encontrado el amor de su vida y que además no tiene afán, a la que elije ser perra porque ella verá que hace con su cuca, y respeto a la que se casó pero decide no tener hijos. Lo primero que debemos hacer es buscar la propia felicidad, por tanto no recomiendo desperdiciar nuestros preciosos minutos


complaciendo a los demás; que cada quien haga lo que le venga en gana sin darle explicaciones a nadie. (Siempre y cuando no se lastime a otros). El que calla no siempre otorga por tener desafinado el mierdómetro, a veces es pura pereza de discutir con idiotas. Existe el riesgo de un encaprichamiento idealista con este principio metodológico, pensarán algunos. Pero ¿voy a privarme de eso? Sería un gesto protestante. Me siento cómodo sin honor, ni orgullo, ni ego. A veces sueño despierto y me pregunto ¿qué se hizo este amigo o aquella tan dulce que fuimos piel sobre piel y luego nos perdimos? Mis manos vienen y van esta noche. Releo palabras que me escribió una mujer y mis manos se inspiran, están movedizas. Sus letras capturaron hace un rato la esencia de lo que quería decir, mientras dialogábamos virtualmente sobre algo interesante en su ausencia. Mis manos copian y pegan como si pudiera visionarla en estas palabras: Amiga, infinitamente amiga, En algún lugar tu corazón late por mí, En algún lugar tus ojos se cierran cuando piensan en los míos, En algún lugar tus manos se crispan, tus senos Se llenan de leche, desfalleces y caminas Como ciega a mi encuentro... Amiga mía, última dulzura, La tranquilidad suavizó mi piel Y mis cabellos. Sólo mi vientre Te espera, lleno de raíces y de sombras. Ven, amiga, Mi desnudez es absoluta, Mis ojos son espejos para tu deseo Y mi pecho es tabla de suplicios, Ven. Áspera es mi barba y mis músculos Serán dulces a tus dientes. Ven a zambullirte en mí Como en el mar, ven a nadar en mí como en el mar, Ven a ahogarte en mí, amiga mía, En mí como en el mar... Pienso en Vinicius, hubo algo podrido en la dictadura Brasilera, y hay algo podrido en Colombia y en el resto de este puto planeta para que mi imaginación tartamudee, y ni siquiera el viento helado de esta puta ciudad -en la que matan pobres corazones- sea razón suficiente para unir las distancias. (claro que relaciones de lejos si el pene es muy largo, decía Jodorowsky). Vuelven las manos al ataque amoroso textual, antes incluso de que recordara el día en que nos diéramos

el primer beso. Mis manos saben lo que quieren o tal vez no, no saben, y prueban con palabras: querer, amar, luchar, luchar, huir, aprender, respirar, sentir, pensar, trabajar, estar en sociedad. Mis manos acarician, claro, pero también pellizcan y raspan y alivian. Mis manos no solamente tocan: re-crean estas, sus formas.


Me alegro mientras escribo y mi sonrisa no es la máscara de una farsa. A veces lloro como un niño, pero si me postran diez veces me levanto otras diez, otras quinientas. No han de ser tantas las caídas en el intento de caminar con cautela “en compañía con los pasos inaudibles del amor”. Con la voracidad que tienen los pacíficos árboles que planto (Caracolíes en vía de extinción), voy deglutiendo el rencor de las afrentas. No me doy por vencido ni me siento esclavo, por más de que lo esté o lo sea. Y no tengo la cobarde intrepidez de un pavo cuyo coraje se va al carajo con cualquier ruido. Soy más bien como un Caracolí que en su grandeza centenaria necesita el agua y no la implora. Y la edad no implica que un soltero se convierta en solterón, una categoría de discriminación burguesa. A veces cuando sentipienso la sombra en mi espíritu, pienso en los besos de un amor clandestino y hay luz (la ilustración insolente, ¡presente, presente, presente!), y entonces escribo palabras tiernas hasta que se me caen los dedos y sonrío y veo que esto es el amor (con palabras robadas, porque los artistas somos una pandilla de rateros). A veces pienso que podría hacer un hijo, llevarlo a las galerías de arte o al río, podría esperarlo a la salida del cole y pasar a su lado los años. Lo que no me gustaría es que al llegar a la Universidad un fascista de mierda le pegara un tiro (J. Silva –QEPD-, presente!).. Ayer fui a la Unidad de Derechos Humanos del Archivo de Bogota para copiar un documental “retratos de familia” sobre las madres de los Falsos Positivos de Soacha: “Faír Leonardo Porras tenía 26 años. Desapareció dos días después de Stiven y fue asesinado cuatro días más tarde. Fue presentado inicialmente a los medios como jefe de una oficina de cobro de un grupo criminal. Leonardo no sabía leer ni escribir. Tenía, desde niño, necesidades educativas especiales. A su madre, Luz Marina, siempre le entregaba una flor cuando llegaba a la casa. “Esas son cosas que hacen falta”, dice” Al salir del Archivo, con el documental en la maleta, en la calle un carro oliverde con logos de Waffen SS y un águila que con sus garras sostenía una Esvástica se detuvo a unos metros de mí. Se bajaron dos skinheads con tatuajes de Esvásticas en sus brazos. Este año mataron a golpes a un muchacho de esta ciudad por ser de la Marcha Patriótica. En este contexto, con estas terribles experiencias, uno se pregunta, con lengua mordaz, pensando el caso serio la cercanía con la muerte de la muerte, porque eso es lo más serio, si este sistema (llámele capitalista o fascista, pues según Brecht el capitalismo es la puta madre del fascismo), necesita un ser completamente erotizado para su cosmovisión y para explicar su sistema. Pero sólo pueden explicar parcialmente al hombre, si se traduce la palabra ''eros'' como codicia, aunque resulte un poco extraño para los oídos modernos,


pues tenemos un concepto de Eros que ahora suena un poco diferente. Uno siempre piensa en “eros” como esa tensión de los sexos y en todos los bellos atributos que pueden adquirirse con dinero: Codicia y atracción. Codicia y atracción. Y el placer de poder rendirse ante el propio impulso, etc. En esta caracterización, el capitalista o el hombre moderno fáustico o la mujer moderna (Medea), es un ser totalmente erotizado al que un demonio le dice: ''los otros creen que la codicia es mala; aquí entre nos: la codicia es buena''. Esta idea se ha popularizado, el mensaje caló en el proletariado a través de la publicidad moderna (el Marketing es el nuevo control social, decía Deleuze), pero durante los últimos 200 años comenzó a efectivizarse una moral demoníaca de la excepción a la regla: la estúpida acumulación capitalista de experiencias sexuales, el deseo sádico, las violaciones, etc. Aquí esta pues, el artículo que me pidieron. Gracias y de nada: de nada me culpo, ni me arrepiento, ni escapo, aunque corra como guepardo, aunque sea un animal que trabaje como humano, aunque a veces quede extasiado con el recuerdo de una voz y aunque sueñe con la pesadilla de la realidad. Aunque la dicha me dibuje ojeras (son las 2:17 am), no me quejo, no es lamento, es canto que sale ardiendo, lava del volcán de adentro. Mi corazón hunde su raíz (aunque nadie lo sospecha) en esta tierra triste abonada con muertos (Buenaventura Dixit). Hay que sacarlo todo afuera como la primavera ¿no? Pero sale dejando un sabor entre dulce y amargo y algo queda anudado y ahorcando la garganta (saudade). Tengo que decirlo todo, como quien le cuenta a un doctor, por pura libre expresión: que triste es vivir sin intentar ser libre, es como la imagen desoladora de un perro amarrado a un palo, aullando, un domingo por la tarde en un desierto. De todas formas, con las venas abiertas, de esta ciudad y de américa, te surto de pensamientos para que no se desvanezcan en el aire. Y quiero que sepas que ya he aprendido…después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano y encadenar un alma. Y uno aprende... que el amor no significa acostarse y una compañía no significa seguridad. Y uno empieza aprender...Que los besos no son contratos y los regalos no son promesas (grande Borges). Pensamientos que me habitan (como Jonás en la ballena), como un amante que adentro se desborda.


PD. Alguien podría objetar acerca de la incoherencia de los párrafos de este texto. No es muy cómodo de leer. Cuando me encuentro a veces con lector que se declara feliz por el tiempo que pasó en mi texto, pienso que en ese mismo momento, por el andén de enfrente, tal vez pasee otro para quien yo fui el aguafiestas del parche. Un amigo me dijo que este cuento es “sarcástico hasta reír o enojarse”. La disposición de las ideas obedece a esa distribución tan especial que la escuela hace del tiempo. ¡tremendo rompecabezas la distribución del tiempo! Reparto de las clases, de las materias, de las horas, de los alumnos, en función del número de aulas, de la constitución de grupos parciales, del número de materias optativas (o de los temas a tratar), de la disponibilidad de los laboratorios (las fuentes de información o la experiencia personal), de los incompatibles deseos y gustos del profesor de esto y la profesora de aquello... Cierto es que hoy que escribo mi cabeza se salva gracias al ordenador, al que confío tantos parámetros para editar este collage: Una vida de literatura que enlaza con una vida de filosofía, que a su vez enlaza con toda una existencia de historia, que te propulsa sin razón alguna a otra vida, en lengua española en este caso, o biológica, o musical... ¡Son un montón de reencarnaciones en la jornada de un día! –como en el Ulyses de Joyce- ¡Y sin lógica alguna! Esta distribución del tiempo – del colegio y del texto presente- es Alicia en el país de las maravillas: tomas el té en casa de la liebre y te encuentras, sin transición, jugando al cróquet con la reina de corazones. Una jornada pasada en la coctelera de Lewis Carroll, pero sustrayendo casi todo lo fantástico, es toda una gimnasia. Y, por añadidura, esta cosa se da aires de rigor. La idea de criticar la “incoherencia” es como querer depilar la amazonia, bosquecillo tras bosquecillo de letras, fríos y tiempos. Solo la jornada de un psiquiatra y el carnicero de la esquina de este barrio popular pueden cortarse en rodajas del mismo peso y forma. ¡Y así fueron todas las semanas de mi vida, año tras año escolar! El azar sin la sorpresa, ¡el colmo! Ahora bien, usted también pudo haber vivido algo así: tenga conciencia de su presente, no huya de él, como el mocoso que no comprende (como todos esos amorfos granujientos que producen toneladas de papel).... ¡En todo caso no escribiré como un viejo chocho! Nunca seré una araña envuelta en su propia tela, carcelera atornillada a la mesa de mi escritorio hasta el final de mis días. ¡Nunca! Soy libre. Puede que no llegue a ninguna parte, pero me muevo. La familia, la propiedad privada y el estado no serán el lamentable reducto de mi vida. Desprecio por desprecio, me agarro a ese consuelo perverso. Me alimento de palabras. Me voy a terminar la tesis.


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