El cumpleaños

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EL CUMPLEAÑOS (CUENTO)

David Francisco

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Ediciones Dafra

Camargo Hernandez

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EL CUMPLEAร OS (Cuento)

David Francisco

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Ediciones Dafra

Camargo Hernรกndez

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Señora Antonia, ¿va a desayunar?. Ahora, voy al cuarto de Alejandro. —entró en la habitación—. ¿Qué pasa vieja?, ¿por qué me quitas las cobijas?. ¿No adivinas que día es hoy?. Que yo me acuerde, humm... ¡feliz cumpleaños hijo!. ¡Ah! de verdad que hoy amanecí más ¨cucho¨. Vístete quiero mostrarte algo. Hace frío. ¿Me dejas dormir otro rato ?... ¿quieres?, no seas malita ¿sí?. No...no. Te espero en la sala. ¿No puede esperar para más tarde?. Ya te dije que ¡NO!. no seas flojo.—Se alejó— ¡mierda!... ¿Cuál es el afán?...ojalá no me haya escuchado. —En la sala Antonia le vendo los ojos—. No mires. Sí me haces trampa te... ¡ah!, ¡no te destAAPPESS!. Acércate a la puerta principal...ten cuidado no te caigas. ¡Abre! ¡abre! —una vez abierta— tara...ta...tán. —Le quitó la venda— huyyy... ¨tremendo¨ auto, ¡gracias gordis!. Está ¨chévere¨ ¿cómo adivinaste el color?. Ya vez...me di ¨mañas¨, ¡sube! ¡sube! toma la llave. Que suavidad...no es automático, ¡menos mal!.—Descendió del auto— dame un abrazo. No canses. ¿Te gustó?. Sí... ¡muchiSSSIMO!. Vamos a desayunar. ¡Marina!.. ¡Marina!, sirve el desayuno. Ya voy señora. No te olvides que me gusta la mantequilla, ¿Tu también quieres?. No, no, prefiero la mermelada. Que sea entonces con 3


mermelada. !Oíste Marina!. Si señora, ya la oí. —Al rato llegó con el desayuno, guardaron silencio por un instante—. No olvides agradecerle a tu padre; el me dio el dinero...yo escogí el modelo. !Lo sabía!, !lo sabía!. Señora ¿qué más les provoca?. Nada más, retírate. Huele bien. Ten cuidado no te vayas a quemar. ¡Ay!... ¡está caliente!. Te lo advertí, come despacio. Lo que pasa es que tengo afán de ir a la ¨U¨ ¡chao! mami. ¡Chao hijo!, conduce con precaución. Abordó el auto y emprendió veloz carrera. Ahí viene Rocío, voy a darle la sorpresa. Piii...piii. ¡Hola muñeca!. ¡Hola amor!. ¡Pero que lindo auto!. ¿ De dónde lo sacaste?. Me lo regaló papá. ¡Feliz cumpleaños!, ¡mua!... ¡mua!. Te acordaste. Como no iba a hacerlo. Mira lo que te compré...espero te guste; destápalo. ¡Guau! que bonita corbata ¡es italiana!...hasta me sale con la ¨pinta¨, gracias ¨mamita¨...¡mua! ¡mua!. Ahí vienen Diana y Orlando. Buenos días muchachos. Hola Alejandro...¡felicitaciones!. Está de ¨ataque¨ tu auto. Mira lo que te compramos. A ver... , ¡que lindas botas!. Definitivamente todos se propusieron darme lo que más me gusta. Vamos a la licorera de mi padre, allí te celebraremos tu cumpleaños. Con una condición Orlando, no nos vamos a embriagar esta vez. Está bien, está bien... ¡vamos!.

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—Llegaron a la licorera, entraron y se sentaron— . Don Serafín, por favor una botella del mejor ron que tenga. Ya va muchachos —replicó el anciano— ¿lo quieren con hielo?. Así no más, ¡gracias!. Brindemos por ¨Alejo¨. —chocaron sus copas, consumieron licor y colmaron el cenicero, con colillas de cigarrillo—. Juguemos a las penitencias. ¿Que les parece? —dijo Orlando— ¿otra vez? —Repuso Rocío— no hace mucho que jugamos y a Diana le costó carita la broma. Dímelo, pagar yo solita la cuenta, ¡que horror!. Bueno, ¿jugamos? ¡si! o ¡no!, ¿Qué dices Rocío?. Como se trata de divertirnos hagámosle, pero que no sea tan pesada la penitencia. Tu sabes que lo dejamos a la suerte. Papá, préstame los dados. ¿Otra vez con lo mismo?. Ahh...viejo préstamelos. —Orlando tomó los dados—. Lancemos un dado, el que saque el menor número cumple la penitencia. Si hay dos con el mismo número siguen jugando hasta desempatar —Rocío lanzó el dado y sacó el cuatro; Orlando el seis; Diana el dos y Alejandro el uno— . Casi pierdo otra vez —dijo Diana— ¨Alejito¨ te ¨figuró¨.—Orlando sacó del bolsillo de su pantalón una hoja completamente arrugada y la extendió sobre la mesa— dianita lee las penitencias. Quedan la tres, la siete y la once, ¡Arroja los datos! —Diana los arrojó y rodaron sobre la mesa hasta detenerse— ¡el siete! — Rocío miró la lista— ¡ya está cumplida! —Diana los lanzó nuevamente— ¡once!. UUUyy...amor

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tienes que... ¡atravesar ¨la calle del olvido¨ a media noche!. ¡Negro! eso sí que está difícil... En la calle del olvido se congregan recicladores de basuras, mendigos y hasta bandoleros de gran peligrosidad; se hacinan en pórticos de viejas edificaciones, dando la impresión de tratarse de carboneros que emergen de un socavón. Alejo, Alejo... es mejor que pagues la sanción — dijo Orlando—. La penitencia está ¨tenaz¨ además no ¨chon¨ ¨chino¨ veinte mmiiilll...pe...chi...tos, si no la cumples . No ¡jodás!... ya se me ocurrirá algo, no les voy a dar gusto. Esta bien, esta bien, no te enojes. Que tal si vamos al ¨camaleón¨ a bailar mientras llega la hora. Al fin y al cabo al ¨sardino¨ del Alejandro desde hoy le permitirán entrar. Sí, sí...yo también quiero conocer —dijo Rocío—. Se incorporaron de sus sillas, cancelaron la cuenta y salieron rumbo al lugar. En el sitio donde se dirigían se podía escuchar y bailar música ¨pesada¨ y ¨poguear¨, ubicado en un exclusivo sector de la ciudad. Conducía Orlando que conocía perfectamente el lugar; se detuvieron frente a la reja de entrada, el portero abrió y solicitó el carné de ingreso. Orlando le mostró una tarjeta con la figura de un camaleón en alto relieve —la observó por un instante —. ¡Sigan! ¡sigan! disfruten del lugar.

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¿Desde cuándo conoces este sitio Orlando?. Uuufff, hace tiempo un amigo me invitó. ¿Cómo te parece? . ¨Es una nota¨. ¡Buenas noches señores!. Don Pedro ¿cómo está?. Ese milagro de verlo por acá. No había quedado tiempo... le presento a mis amigos. Mucho gusto. Mucho gusto. Sigan y tomen asiento. ¡Gracias !. ¿Qué les provoca tomar?. ¨Roncito¨ Don Pedro. La primera ¨tanda¨ es por cuenta de la casa... que la pasen bien. —Se despidió y se alejó rápidamente—. El lugar estaba decorado con lámparas de vidrio, en forma de figuras de camaleón, que cambiaban de color constantemente. El techo estaba cubierto con espejos y un juego de luces en círculo, dando la sensación de un túnel con gran profundidad. Está ¨full¨ el lugar —dijo Alejandro— ¡que cantidad de gente!... y no tienen cara de estar aburridos. Claro que no, este lugar es ¨la berraquera¨... vamos a ¨rumbiar¨ Diana. Vamos ¨papi¨ ¿por qué le dirán el camaleón ?. Tu sabes. Lo que nos contó Orlando a Diana y a mi, es que parece ser que Don Pedro en alguna oportunidad se ¨enguacó¨ y tuvo que tragarse una esmeralda para que los ¨chulos¨, unos hombres de negro, no se dieran cuenta de su hallazgo y lo mataran. Para salir de allí se internó por caminos difíciles y en uno de ellos se tropezó con un camaleón, que al verlo cambió de color para protegerse. De ahí surgió la idea de utilizar la figura del camaleón y del derroche de colorido en sus establecimientos.

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Muchachos a ¡bailar! a ¡bailar! —Rocío y Alejandro se tomaron de la mano y se dirigieron a la pista de baile. Al cabo de un tiempo apareció en escena un presentador—. ¡Señores y señoras! su atención por favor... la pareja que mejor baile se hará acreedora a una botella de la bebida que prefiera; quienes quieran participar pasen al cuarto de maquillaje allí se les darán las indicaciones. —Varias parejas se levantaron animadas de sus reservados y se dirigieron al lugar—. ¡Alejandro! ¿participamos?. No linda, no tengo deseos. Si quieren vayan ustedes. Que ¨charro¨ —siguieron tomando entre burlas y risas— ¡Alejito!... ya esta llegando tu hora, no te olvides. Ya sé... ya sé, no la ¨monten¨. Voy al sanitario, se me aflojó la ¨pasta¨. —Alejandro se alejó—. ¡Oiga joven! ¿para dónde va?, si se dirige al baño es al otro lado. Perdón señor lo que pasa es que quiero hablar con una de las niñas maquilladoras...es para lo del concurso. Pero si ya comenzó; por eso, voy a ver si alcanzo. Bueno, siga pero no se demore. —Alejandro ingresó al cuarto de maquillaje— ¡perdón señorita!... ¿me podría regalar un poco de maquillaje para concursar?. Con mucho gusto, venga se lo aplico. No, no, mejor obséquiemelo, yo mismo lo hago. ¿Dónde le hecho?. Aquí en esta servilleta. —Le dio un poco en la servilleta— ¡gracias! —dobló la servilleta con cuidado, la guardo en su bolsillo y

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salió rápidamente—. ¡OOOigga ! se le olvido el número... ese es mucho despistado. Te demoraste en el baño —dijo Rocío—. No se preocupen ya nos vamos. Cancela la cuenta Orlando, hoy soy invitado de honor. Será. — Abordaron el auto— oye negra ¿tu si crees que sea capaz de cumplir la penitencia?. No se ¨gordo¨ a mi me daría miedo. Es mejor que pagues la sanción y nos evitemos problemas. ¡Ah! ¿sí?, ¿para que después se burlen?. ¡Ni por el putas!. Se nota que me conoces. No te pongas de mal genio... yo solo decía. Atravesaron gran parte de la ciudad llovía copiosamente en Nueva Caicedonia, una metrópoli de grandes rascacielos. Se detuvieron a unos metros de la calle, el lugar era tenebroso—. Entremos a esa cafetería —dijo Alejandro— tomemos un tinto bien caliente. — descendieron del auto y penetraron al establecimiento. El lugar estaba concurrido por obreros de las fábricas aledañas, que salían de hacer turnos y se acercaban a consumir algo—. Alejandro ¿qué piensas hacer para cruzar esa calle?. Se ve bastante peligrosa y para colmo no está bien iluminada —había sectores de completa oscuridad—. Yo creo que deberíamos irnos. — Dijo Orlando— es un juego y de todas las penitencias que hemos hecho es la más ¨dura¨. Estamos de acuerdo con Orlando dejemos esto así, además ya es muy tarde. Calma, calma, ya

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decidí cumplir la penitencia y no voy a echar pie atrás. Tengo un plan que no puede fallar. Aguarden un momento. —Se levantó del asiento y se dirigió al sanitario—. Que tramará el ¨loco¨ del Alejandro. Esperemos a ver que se trae. — Una vez Alejandro estuvo a solas, sacó presuroso la servilleta con el maquillaje y mirándose al espejo procedió a aplicarlo con los dedos en su rostro, ropas y dientes. Se despeinó y enmugro los zapatos que estaban relucientes. Se observó nuevamente en el espejo para cerciorarse de tener un aspecto repugnante, sonrió y salió en dirección a sus compañeros. Caminando desordenadamente se aproximó al grupo, estos al verlo se levantaron sorprendidos pensando que se trataba de un pordiosero que venía a robarles. Alejandro soltó la carcajada— ¡ja! ¡ja! ¡ja!...muchachos, soy yo Alejandro!. —Rocío se disgustó, pero al momento se puso a reír. Orlando y Diana hicieron otro tanto—. ¡Sentémonos!, ¡sentémonos!... como pueden ver, encontré la forma de entrar a la ¨calle del olvido¨ y pasar desapercibido. Para mí eso es ¨mamei¨. ¿No les parece que soy muy inteligente?. Ojalá sea así, tomemos asiento —sugirieron todos— . El concurso de baile en el ¨camaleón¨ me dio la idea. Voy a cruzar la calle muy lentamente para simular que soy del lugar y ustedes me esperan al otro lado con el motor del auto encendido y las luces apagadas para no llamar la atención. El plan nos parece bueno, pero es un tanto riesgoso, de todas maneras si tienes algún inconveniente,

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¡gritas! de alguna forma te auxiliamos. No se preocupen todo va a salir bien. ¡Chao!, Chao!. Cuídate. Oigan ese Alejo es un ¨berraco¨ yo no sería capaz. Vamos al otro lado a esperarlo, — dijo Orlando— —entre tanto—. Que peligroso está esto —pensó Alejandro— esta calle debe tener por lo menos unos doscientos metros de larga. Ahí viene alguien —se aproximó un individuo con ropas hechas girones — . Oiga viejo... ¿quién es ¨uste¨?, ¿qué hace aquí?, yo no lo había ¨pistiado¨ —Alejandro guardó silencio por un momento, luego dijo— ¿cómo así? ¡hermano!... yo soy de aquí... ¿no se acuerda de mí?. —El individuo lo observó detenidamente, luego— no ¨siaga¨, no me crea ¨guEEVOONNN¨ ¨naranjas¨. ¨Usté¨es un ¨ñero¨ de otro ¨parche¨ y lo que viene es a echar ¨pupila¨. Seguro que no hermano... usted está equivocado. Ya creyó que me ¨tragué¨ el cuento. Man... ci...to ¨uste¨ la ¨cagó¨ metiéndose en la boca del ¨lobo¨. Los deste ¨parche¨ sabemos quien es quien, así es que ¨cante¨ o le doy un ¨bailao¨ —diciendo esas palabras esgrimió una arma cortopunsante; Alejandro visiblemente asustado solo atinó a decir ¡tranquilo! ¡tranquilo!... es que estoy buscando un amigo que vive aquí—. A ver... ¿quién? ¿quién?. —Alejandro mencionó el primer nombre que se le ocurrió— ¡Ricardo!... sí... sí ¡Ricardo!. Con que sí... pura ¨mierda¨ ¨usté¨ es un ¨sapo mentiroso¨, tome pa que lleve. —Le dio tremendo golpe en el rostro y lo arrojó al piso. En seguida llamó a sus ¨compinches¨—.

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¡Alambre!, ¡chispas!, ¡bólido!... vengan démosle a esta ¨chanda¨. —Al instante llegaron lo rodearon y le dieron puntapiés—. Eh, eh... ¨parenla¨, ¨parenla¨ —se aproximó un hombre corpulento con una enorme cicatriz que cruzaba su rostro—. ¨Chocho¨... este ¨mancito¨ es un hijuep... . ¡Chito! ¡Chito! ¨care nalga¨. Pero jefe es que... .¡Chito! —levantó a Alejandro del suelo y lo tomó de los cabellos, mirándolo a los ojos— oiga ¨uste¨ suelte lo que sabe o lo ¨bajo¨. No, no...tranquilo yo le cuento todo. —Le narro la historia—. Uuiii, tutui... ¿pensó que era muy ¨chimbo¨ pasar por aquí?... ¨caiga¨ con ¨la mosca¨. Pero señor, no traigo nada —lo requisaron completamente— este ¡hijueputa! está limpio. Tranquis... no se ¨atortolen¨, yo sé como lo hago ¨cacariar¨. ¡Alambre!, ¡bólido!, ¡chispas!; vengan ¨llaverias¨. ¿Qué jefe? —el ¨chocho¨ les murmuró algo en voz baja— piérdanse rápido no demoren. —de pronto alguien gritó— ¡vienen los¨ verdes¨! —inmediatamente todos se escondieron, el ¨chocho¨ se refugió llevando a empellones a Alejandro; le tapó la boca con las manos—. ¨Cayetano¨ o lo ¨pelo¨, —en ese instante pasó una patrulla y se detuvo por un momento a la entrada de la calle, iluminó parte con las luces del auto, luego prosiguió su marcha. El ¨chocho¨ condujo a Alejandro a una vetusta construcción; entraron a una habitación con afiches rotos de mujeres desnudas. Había colchones enrollados y

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colillas de cigarrillos por todas partes. El ambiente apestaba—. ¨Parquiese¨ ahí —dijo el ¨chocho¨ señalando una desvencijada silla, luego él se inclinó en un extremo de la habitación, tomó entre sus manos una botella que contenía pegante; la destapó la llevó a su nariz y comenzó a olerla—. Es pa quitar el hambre, —dijo dirigiéndose a Alejandro —¨chocho¨ —dijo el ¨chispas¨— el ¨mancito¨ está en lo ¨questa¨; al otro lado hay unos ¨manes¨ que lo esperan en una ¨nave¨. Bien chino...no me ¨faltonió¨. —el ¨chocho¨ le dio una palmada en el hombro a Alejandro—. ¡Alambre!, cuádrese junto a este ¨vacan¨. ¿ Pa qué jefe ? hágalo y no ¨chiste¨. —El alambre tenía una contextura delgada muy parecida a la de Alejandro, se paró junto a éste y haciéndolo levantar del asiento se midieron. Tenían la misma estatura—. Que pilera la mía, el ¨coco¨ no me falló. ¨alambre¨ llévese este ¨man¨ y cambian de ¨mecha¨. Pero señor... . Usté no chiste palabra o si no ¨paila¨. —Se dirigieron al baño— huele a ¨demonios¨ — pensó Alejandro— me voy a vomitar. Bájese de la ¨hebra¨, quiero lucirla —Alejandro obedeció— tenga la mía. No gracias. Con que muy fino el marica ¡ eh !... —el ¨alambre¨ se colocó las prendas de Alejandro—. ¡¨guelen¨ a ¨gueno¨!. Camine, —lo llevó de un brazo hasta donde estaba el ¨chocho¨— no quiso mi ¨hebra¨. Que ¨chupe¨ frío el ¡maricón!, métanlo a la pieza de la pecosa, esa llega más tarde de ¨rebuscarse¨. —

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Alejandro penetró tiritando de frío, solo atinó a permanecer inmóvil en un rincón; las ratas pasaban sobre sus pies. Por un altillo penetraba la luz de la luna—. Alambre ¨despiste¨ a los de la nave, se ¨arrima¨ por ¨delante¨ y hace señas para que le abran; el ¨chispas¨ y el ¨bólido¨ van por detrás listos pa respaldarlo. ¿¨Clarinete¨?. Clarinete jefe. Yo me ¨pillo¨ el ¨lance¨. —Así lo hicieron; el ¨alambre¨ hizo señas para que le abrieran la puerta del auto. Rocío, Diana y Orlando que estaban un tanto inquietos por la demora de su compañero, se alegraron al verlo venir y se dispusieron a felicitarlo por su hazaña. Rocío se apresuró a abrir la puerta del vehículo—. ¡Amor! te felic... ¡ah! ¿quién es usted?. ¨Quieta¨, no ¨parpadie¨ o la ¨cuelgo¨. ¡ Hey ! ¨mandriles¨ ¨echen pa tras¨ y callen esa ¨torta¨ —Diana, Orlando y Rocío acataron las órdenes, apagaron el auto y se ubicaron en la parte posterior; sus rostros estaban visiblemente pálidos, el ¨bólido¨ y el ¨chispas¨ llegaron al apoyo—. ¨Bólido¨, ¨usté¨ que sabe ¨despegue¨ esa nave y échela pa dentro. Yo los vigilo con la ¨muda¨ —dijo el ¨chispas¨ apuntándoles con un arma de fuego. El bólido prendió el auto y lo condujo al interior de la calle, donde estaba el ¨chocho¨ esperándolo, lo recogieron y se dirigieron a la casa en la que tenían a Alejandro—.

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¨Aterricen¨ ¨aterricen¨. ¨Visajiemos¨ que hay aquí — el ¨chocho¨ introdujo la mano en la guantera del auto—. Fuiii... puras ¨barras¨ que ¨liga¨. Ustedes ¨bájesen¨ de lo que tienen. —Los tres jóvenes entregaron sus pertenencias—. Venga esa ¨pomada¨ —le rapó el reloj a Rocío—. ¡Ah!... me rasguñó la mano. ¨Cayetano¨ nada de algarabía, métanlos con el otro. —Alejandro que estaba encalambrado por el frío se abrazo a ellos y todos lloraron. Afuera se escuchaba el ruido del agua cayendo sobre el pavimento, había gran actividad. Al rato todo quedó en silencio. Se sintieron pasos al otro lado de la puerta. De súbito se abrió y apareció la figura del ¨chocho¨, con rostro de satisfacción, dijo— ¨venancio¨ ¨visajean¨ un dato —les señaló una ventana— ¿que ¨talito¨... eh?. —Tamaña sorpresa cuando vieron el auto totalmente desarmado—. Así como estaba no me ¨güeniaba¨ ¿¨hockey¨? ¿les trama?. ¡Desgraciado!... como le fue a hacer eso a mi auto. Cállate Alejandro, no nos metamos en más problemas —dijo Rocío—. Estoy ¨craniando¨ que hacer con ¨teuss¨ —dijo el ¨chocho¨—. Me está picando despacharlo con las patas por delante. Sí jefe ¡hagámoslo! yo me quedo con la pinta de ésta y yo con la ¨desta¨ —dijo un grupo de indigentes que se abalanzaron sobre Diana y Rocío rasgando sus vestiduras— . ¡Suélteme!... ¡suélteme!... —decían las jovencitas aterrorizadas—. ¡Suéltenlas!... este ¨lance¨ es mío

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—dijo el ¨chocho¨ con voz enérgica—. Que nos va a hacer... ¡perdónenos la vida ! —le suplicaron los muchachos arrodillándose ante él— ¡no nos mate!. Si nos deja ir le prometemos no contar nada. - —El ¨chocho¨ lo pensó por un instante luego dijo— ¨demen¨ las señas de sus ¨parches¨. Alejandro anotó en un papel las direcciones y los teléfonos de cada uno. ¡Chispas! vaya píllese que no nos ¨carretien¨. Pero jefe yo no sé leer ni escribir para ir por allá. No ¨sia bruto¨ solo por el ¨cuerno¨. ¡Ah!... así si jefe, ya entendí. ¡Vuele! , ¡vuele!, que lo acompañe alguien ¨pa¨ que le ayude a marcar. Señor ¨chocho¨, ¿puede decir a su amigo que me devuelva la ropa? tengo mucho frío... .¨¡ Alambre ! désela, está de ¨cumpliaños¨. Jefe me gusta la ¨mecha¨. No ¨pana¨ désela, con las ¨lucas¨ que les quitamos y lo que nos den por la ¨nave¨, podemos lucir unas pintas ¨bacanas¨. —El alambre se despojó de las ropas a regañadientes y se las lanzó a los pies de Alejandro, alejándose hacia el interior de la casa. Este las tomó y se vistió rápidamente. Al rato —. ¿ ¨Quiubo¨ ? ¡chispas! ¿que pasó? ¿todo bien?. ¡Sí!, todo bien. Ustedes ojo nada de ir a ¨sapiarle¨, a los ¨juanchos¨ ¨porque las tienen¨. No, no señor le prometemos que no diremos nada a nadie. Antes de que se ¨pisen¨ vamos a alegrarle el ¨cumpliaños¨ a su ¨compa¨. ¡Hey! ¡care nalga!... traiga carbón y agua. Ya voy. —Una vez trajo lo pedido, los

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llevaron al patio trasero de la casa los mojaron y tiznaron de pies a cabeza a Rocío, Diana y Orlando—. Ahora sí ¨tamos¨ igualitos —dijo con voz burlona ¨el chocho¨— a ¡¨bailotiar¨!. —los rodearon y los sacudieron de un lado para el otro, todos silbaban haciendo coro; los cogían de todas partes y hasta los arañaron. A una señal del ¨chocho¨ todos se detuvieron—. Están ¨suertudos¨ venían ¨cargaditos¨ o si no ¡zuas! —se pasó la mano por el cuello— por esta vez se la ¨rebajo¨; ¨miguelito¨ está de ¨guen¨ genio... la próxima llevan del ¨bulto¨. Se lo prometemos... ¡nunca más!... ¡nunca más!. ¨Pierdanse¨. EYY... ¨ténganse¨... ¨ténganse¨ ahí . Se me olvidaba darle el ¨regalito¨ al ¨señorito¨, —se dirigió al cuarto donde se encontraba el auto desmantelado y regresó en seguida— ¡tenga!, ¡tenga! —le entrego una de las placas del auto—. Guárdela pa que nos recuerde —le dio un puntapié en el trasero— ¡piérdanse ya! —una vez estuvieron en la salida de la calle, el ¨alambre¨ que ya se había vestido les hizo una advertencia— ¨pisense¨ ya o los ¨quebramos¨. —Los pobres muchachos ni cortos ni perezosos emprendieron carrera, Alejandro corría con su placa debajo del brazo. Una vez estuvieron bien lejos del lugar se detuvieron; latían sus corazones apresuradamente— ¡gracias a Dios!... nos salvamos de milagro —dijo Alejandro y se soltaron a llorar. Intentaron tomar un auto para dirigirse a sus hogares, pero nadie les quiso

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parar; era muy tarde y sus figuras en nada se diferenciaban a las de los habitantes de la ¨calle del olvido¨—. Con ese aspecto que tenemos lo mejor que podemos hacer es irnos caminando. — Así lo hicieron llegando casi al amanecer y con los pies hinchados a la casa de Rocío—. ¡Santo Dios!, ¿qué les ocurrió?. —Preguntó la madre de Rocío. Entraron y contaron a la familia lo sucedido. Inmediatamente procedieron a comunicarse con los padres de Orlando, Diana y Alejandro. Una vez reunidos y enterados de lo sucedido elevaron una plegaria al cielo dando gracias porque no había ocurrido ninguna tragedia —. Con razón todos recibimos una llamada de un extraño individuo. Posiblemente se estaban cerciorando de que decíamos la verdad, los muy desgraciados nos hicieron prometer no contar nada a las autoridades. —Dijo Rocío—. Es lo mejor dijeron todos. —Pasada la impresión del momento los padres de los muchachos se burlaron del aspecto que tenían. Ellos se miraron y entre lagrimas y risas prometieron que nunca más cometerían tamaña equivocación, luego se despidieron y se dirigieron a sus respectivos hogares para asearse y descansar—. —Antonia y su esposo salieron detrás de Alejandro comentando lo sucedido—. ¡Alejandro! eres un irresponsable... como se te

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ocurrió ir a ese lugar con los chicos en el auto nuevo. ¡Perdóname papá!... gracias por el regalo en verdad que era lindo. —Se abrazaron los tres y se alejaron — . —Transcurridos algunos días Alejandro llamó a sus compañeros para que se reunieran—. ¡Hola amor!, ¡hola papi!... ¿a qué se debe la reunión?, estamos intrigados. Sí, Alejandro estamos intrigados —repusieron los otros—. Aguarden un momento que quiero mostrarles algo. Ahora que se traerá este ¨loco¨. —Alejandro se ausentó por un momento, luego regresó con un paquete, todos fijaron sus miradas en él, con mucha curiosidad— . A que no adivinan ¿que es?. Por la forma que tiene parece un cuadro. ¡Sí! Dianita...es un cuadro. Destápalo. —Todos le echaron mano. Efectivamente era un cuadro en el que se encontraba enmarcada la placa del auto de Alejandro. Al verla soltaron la carcajada—. Definitivamente estas ¨loco¨... cómo se te ocurrió hacer eso. Tenía que tener un recuerdo de mi cumpleaños. Y que recuerdo —repuso Rocío— nunca lo olvidaremos o ¿sí? muchachos. Claro que no —respondieron todos. En la parte superior del cuadro había una leyenda que decía: recuerdo de mi cumpleaños en la ¨calle del olvido¨.

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¡Autografíémoslo! —dijo Alejandro. Todos procedieron a firmarlo—. ¡Alejandro!. ¿Sí Orlando?... dime. ¡Oye! ¿que tal si jugamos a las penitencias?. ¿cómo?... ¿qué?... ¡estás chiflado!. ¡Ja! ¡ja! ¡ja! era por joder.

Fin.

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Este libro se terminó de imprimir en los talleres de ediciones Dafra. División gráfica Con el apoyo de: La Fundación Sueños de Escritor Tel: 5601884 E-mail: fundaescritor@hotmail.com Bogotá, Colombia

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