Barranquilla: del régimen colonial al modelo neoliberal

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-------------------------------------------------Barranquilla Del régimen colonial a la era neoliberal

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Movimientos sociales, economía y formación social

® David Ricardo Meyer Martínez

Investigador e historiador, el autor curso estudios de Ciencias Políticas y Administrativas en la Escuela Superior de Administración Pública (ESAP) Bogotá. Es licenciado en Educación de la Universidad Pedagógica Nacional (Licenciatura en Educación Comunitaria con Énfasis en Derechos Humanos)

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INDICE

CAPITULO I ETAPAS DE LA INVASIÓN Y CONQUISTA DEL DEPARTAMENTO DEL ATLÁNTICO 1.1.

Asalto y saqueo: la destrucción de los pueblos originarios.

1.2 La Tierradentro®: orígenes de su formación social y las primeras expresiones de resistencia indígena 1.3 Las Encomiendas del Partido de Tierradentro: la esclavitud en el proceso acumulación primaria 1.4 La consolidación de las haciendas con mano de obra esclava y asalariada de indígenas y afros en los inicios del capitalismo colonial

CAPITULO II

LA CIUDAD Y SUS ORÍGENES

2.1 Hacendados, indígenas y negros en los mecanismos de estructuración pre-capitalista en la formación del sitio de Barranquilla 2.2. África en el Caribe: el comercio florece con la esclavitud 2.3. Una nueva clase social dominante emerge en las barrancas del rio: los contrabandistas CAPITULO III

FIN DE LA ERA COLONIAL: SURGEN NUEVOS CONFLICTOS SOCIALES Y ECONÓMICOS 3.1. La clase popular en la independencia y su contribución a la liquidación de la economía colonial 3.2 La aduana de Sabanilla: salario, comercio y miseria 3


3.3. Primera rebelión por el control de los puertos: la disputa de castas por la 'autonomía' económica de la Villa de Barranquilla. 3.4. La lucha entre las potencias imperiales por el control de los mercados a través de los puertos y las compañías de navegación

CAPITULO IV

EL FERROCARRIL DE BOLÍVAR: PROGRESO, POBREZA Y EXCLUSIÓN 4.1 Los personajes “ilustres” y el desprecio racial en la construcción de la obra. 4.2. Del capital mercantil al capital financiero: bonanza para pocos y miseria para muchos 4.3. Concertación de las potencias para sofocar las rebeliones en el caribe y mantener la dependencia 4.4.

Pequeñas

fábricas

y casas

comerciales en el

proceso de

descomposición del campesinado en el caribe; presagio de la guerra de 1885 CAPITULO V

LA GUERRA DE LOS MIL DÍAS SOBRE LOS PUERTOS DEL CARIBE

5.1 Una nueva vergüenza histórica: Barranquilla y Panamá en el cierre de la tenaza económica imperial. 5.2. Nacimiento y primeras batallas de la clase obrera y la apertura de Bocas de Ceniza en el proceso de consolidación comercial norteamericana 5.3. Salen los ingleses, entran los norteamericanos y el pueblo prosigue en la miseria y en la lucha CAPITULO VI

NACE LA INDUSTRIA MONOPÓLICA, SE EXPANDEN LOS POBRES Y SE FORTALECEN LOS SINDICATOS 6.1 Principales intereses y conflictos de la industria en surgimiento

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6.2 Las rebeliones obreras y la intervención estatal en el desarrollo de la industria local 6.3. Se agudizan los problemas sociales: carreteras, ferrocarriles y la aviación en la decadencia comercial del río Magdalena

CAPITULO VII

GAITÁN Y LA BATALLA POR LA DIGNIDAD DE LOS POBRES

7.1 El 9 de abril y la consolidación de los monopolios locales 7.2. La contraofensiva patronal contra los trabajadores después de la insurrección de abril

CAPITULO VIII

NUEVAS AREAS ECONOMICAS Y NUEVAS DEPENDENCIAS

8.1 La Zona Franca: territorio extranjero y área inhumana de explotación laboral 8.2 Los acuerdos multilaterales, el desangre de capitales y barrios de “invasión” en la nueva estrategia económica de los puertos 8.3. Necesidad de obras de infraestructura para mejorar la circulación del capital en el marco de los acuerdos del Grupo Andino

CAPITULO IX

OLIGOPOLIOS EXTRANJEROS Y MONOPOLIOS NACIONALES

9.1 Principales monopolios instalados en Barranquilla en la década del setenta: la miseria resultante expande la mortandad de infantes por polio y gastroenteritis 9.2 El puente sobre el río, la creciente dinámica exportadora de la industria monopólica en medio del repunte del desempleo en la ciudad.

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9.3. Una nueva mafia de contrabandistas surge de la clase política tradicional

CAPITULO X

NEOLIBERALISMO Y CIUDAD

10.1 El impacto social del neoliberalismo y los cambios en la estructura económica

10.2 Una nueva oleada migratoria hacia la ciudad y los conflictos que genera por la existencia de pocos empleos

10.3 Reestructuración de las zonas francas en él nuevo modelo de acumulación aperturista y de cara al tratado de libre comercio 10.4.

La dictadura del TLC en el nuevo distrito especial, industrial y

portuario.

CAPITULO XI

RESURGE EL CARIBE

11.1 Barranquilla: entre la miseria y la utopía apuntes finales para la reflexión 11.2. La importancia del ser caribe como mecanismo para renovar la utopía y consolidar una alternativa.

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INTRODUCCION

Partiendo de una sincera perspectiva del interés científico-social, no es viable hoy expresar una adecuada teoría tanto del origen como de la evolución de la ciudad de Barranquilla y una estrategia creíble de acción para salir de su grave problemática sin preguntarnos primero como la pasada historia económica y social de la ciudad dio origen a las actuales dificultades de su presente. Por eso, comprender en términos precisos el contexto histórico de la ciudad, el modo como se organizó la vida social, la forma como se estructuró la actividad agropecuaria en el departamento del Atlántico, la dinámica del comercio a través del río Magdalena, el nacimiento de los artesanos y la pequeña industria, la formación del capital financiero y toda la producción industrial en sus distintas etapas hasta la actualidad supone, para todos los que quieran teorizar sobre el tema, la comprensión necesaria de sus orígenes. Como es natural, los cimientos sociales y económicos de la ciudad condicionaron de una forma decisiva todo su desarrollo futuro y un completo conocimiento y análisis de los hechos históricos pasados y actuales resulta indispensable para diferenciar el campo de los estudios económico-sociales hasta ahora existentes (estudios que sobre la ciudad han aflorado prolíficamente en las últimas dos décadas), así como para determinar la forma, el carácter y las perspectivas del trabajo teórico a desarrollar a fin de enriquecer el debate desde ópticas distintas. Y, por otra parte, la cuestión de los orígenes de la ciudad de Barranquilla tiene, en el presente, una crucial importancia ya que el estudio de su compleja formación se halla en relación directa con problemas económicos que rebasan el simple análisis académico e inciden decisivamente en alternativas políticas y sociales de permanente y conflictiva actualidad. Es preciso recordar que la mayoría de historiadores y 7


economistas que han estudiado y escrito sobre la ciudad de Barranquilla, con aportes importantes por cierto, lo han hecho desde la perspectiva del desarrollo de las élites1 (su economía, su historia y sus costumbres) y han prestado, por conveniencia o desinterés, insuficiente atención a las características del subdesarrollo de la ciudad, a su crisis económica y a la pobreza de sus gentes. La pobreza en el Caribe colombiano y particularmente en Barranquilla, ciudad integrada a lo que hoy conocemos como el departamento del Atlántico, tiene en su historia orígenes profundos, estructurales que intentaremos explicar aquí y que tienen su soporte en las características particulares de la conquista y colonización que tuvieron lugar en estas tierras. El agravamiento de la miseria en estos territorios tuvo su origen y evolución pues en un entorno económicosocial de una profunda exclusión, marcadas por las formas de producción impuestas que fueron afianzando la estructura del enriquecimiento personal y, por esa vía, la de la pobreza y la dependencia económica;2 en la misma medida en que se desarrollaban el comercio, las estructuras políticas y los puertos en toda la Costa caribe colombiana y, por consiguiente, su relación directa en la contribución a la formación y desarrollo económico-social de lo que en la colonia se denominó la Nueva Granada, epicentro geopolítico del imperio colonial español.3 Y fue justamente allí, en la combinación y contradicción de las heterogéneas transformaciones que produjeron la encomienda, la hacienda colonial y posteriormente el tráfico mercantil pre-capitalista, movimiento mercantil que se desarrolló con sus particularidades entre el río Magdalena y el mar Caribe, en donde esas condiciones de “prosperidad” y miseria actuales tienen sus fuertes raíces. Al tener en cuenta que la investigación histórico-económica existente sobre la ciudad de Barranquilla a partir de los materiales hasta ahora escritos ha Al utilizar el término “élites” nos referimos específicamente a los sectores herederos de la colonia y posteriormente a los comerciantes e industriales que intervinieron en el desarrollo histórico de la ciudad, responsables actuales de la dominación política y el control económico. 22 La definición precisa de éste término, que utilizaremos a lo largo de este trabajo, la haría Theotonio Dos Santos: “Por dependencia entendemos una situación en la cual la economía de determinados países está condicionada por el desarrollo y la expansión de otra economía, a la que están sometidas las primeras. La relación de interdependencia entre dos o más países, y entre estos y el comercio mundial, toma la forma de dependencia cuando algunas naciones (las dominantes) pueden expandirse y ser autogeneradoras, en tanto otras naciones (las dependientes) solo pueden hacerlo como reflejo de esa expansión, la cual puede tener un efecto negativo o positivo sobre su desarrollo inmediato” Theotonio Dos Santos, Economía política del imperialismo, Editorial Cultura Libre, 1971, p. 40. 3 El nombre de Nueva Granada se dio en homenaje a la llamada Reconquista del último reducto musulmán existente en la península ibérica (reino de Granada) realizada en enero de 1492. 1

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mostrado importantes diferencias en sus etapas, la hipótesis que se ha creado sobre su origen y evolución presenta graves debilidades, ya que se ha intentado mostrar el pasado de esta ciudad como fases que comprenden segmentos históricos aislados, y nuestros autores no han revelado hasta ahora el todo que la ha comprometido en su proceso evolutivo; es más, la limitación teórica que existe sobre la historia de Barranquilla ha hecho inducir, en sus notorias contradicciones, que el pasado de esta ciudad, al igual que su presente, es producto de factores accidentales desconectados de un proceso y una historia que fueron condicionados por la decadencia, avance y desarrollo de sistemas sociales y modos de producción que imperaron y dominaron en el mundo en determinadas etapas y que fueron impuestos, por la necesidad de su expansión, primero a toda la América colonial o a la gran Abya Yala (tierra de sangre vital) como

la

denominaban

nuestros

indígenas,

y

después

del

periodo

independentista, a la república de Colombia y sus regiones. Allí pues, en ese inhóspito mundo del interés imperial, quedó anclada también la suerte del caribe colombiano Estas limitaciones teóricas y estos enfoques circunstanciales han cimentado e impuesto una teoría cuidadosa y precavida pero inexacta, arreglada a determinados intereses, (generalmente ligados a los poderes económicos locales) que han entorpecido, de paso, la construcción de una historia económica y social sobre la ciudad que desde la objetividad y desde un ángulo distinto se aproxime cada vez más a su realidad histórica y contemporánea de «desarrollo y progreso» pero también de la incubación de un subdesarrollo y pobreza que han surgido paralelo y que dieron como resultado diversos conflictos sociales e inclusive importantes conflictos militares originados en las sucesivas guerras civiles del siglo XIX y, posteriormente, las grandes luchas obrero-populares del siglo XX, contando los graves conflictos que se le avecinan a la ciudad en el siglo XXI como consecuencia de la anexión de la economía colombiana a la firma de los tratados comerciales de libre comercio (TLC) donde Barranquilla como puerto principal del caribe colombiano se convirtió en el centro motor de ese tratado. Estos problemas son los que la historiografía tradicional y la dirigencia económica y política de la región ocultan y deforman para esconder el origen de su ilegitimidad y la ilegitimidad del sistema económico actual que nos rige.

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El aumento cíclico de la pobreza en Barranquilla y la costa Caribe es pues para estos sectores una reseña habitual más del acontecer socioeconómico, razón por la cual no se investigan profundamente las dinámicas de causa y efecto que se ha derivado de la aplicación histórica de los distintos modelos económicos y la correspondiente pauperización de amplias capas de la población barranquillera, lo que indica que no existe hoy ni ha existido antes una clara división de aguas entre lo antiguo y atrasado y lo moderno y próspero, como sugiere la mayoría de los historiadores de la urbe, sino que la recopilación de los datos históricos muestra con contundencia que siempre hubo abundancia para unos y miseria para otros en todas y cada una de las distintas etapas del desarrollo histórico de la ciudad. Es poca pues la diferencia entre la antigua elite de encomenderos y la Cámara de Comercio local actual, entre la acumulación en oro de Pedro de Heredia y la acumulación de capital de la familia Char, entre las extensas haciendas coloniales y las empresas marítimas extranjeras, entre las porqueras del Partido de Tierradentro y las Casas Comerciales europeas, entre el próspero comercio esclavista de holandeses y judíos y la expansión oligopólica de los Santodomingo; todos ellos, como lo demostraremos, realizaron su acumulación mediante la exclusión y el sometimiento de una importante franja de la población, utilizando como base ideológica de su proyección la deformación del proceso de interpretación histórica de la urbe. El economista español José María Tortosa (2000: p. 103) precisaba sobre este tema que: «Sobre la pobreza de las hoy zonas periféricas del sistema no tenemos datos históricos globales y algunos registros locales vienen deformados por los intereses de los colonos por hacer ver que la colonia se libraba de la miseria y la barbarie de los 'colonizados'. Los datos también se deforman gracias a las exaltaciones nacionalistas de las nuevas elites que idealizan su pasado para mejor contrastarlo con el obscuro presente que, por supuesto, únicamente se debe a fechorías de los invasores sin que dichas elites tengan nada que ver en el asunto».

El problema es claro, se ha impuesto en el análisis histórico de nuestros intelectuales metodologías de investigación en ciencias económicas y sociales influenciadas por un positivismo descriptivo y, en otras, de una cronología especulativa que han impedido llegar a una explicación, si se quiere científica, de la realidad histórica de Barranquilla o, para decirlo de otra manera, se ha

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impuesto mediante omisión o convicción una escultura histórica “no desmontable” de la urbe en la cual sus piedras han sido talladas de manera tal que pudieran encajar, sin correcciones o críticas, en la próxima etapa económica y social. Estas desigualdades intelectuales y diferencias no antagónicas en la apreciación del problema, ha encaminado a muchos de los investigadores sobre esta ciudad a ver su desarrollo histórico-económico dividido en dos partes; la antigua (Malabet, Vergara y Baena, Blanco) y la Barranquilla moderna (Nichols, Posada y otros). Cada una de estas partes se supone tiene una historia propia, una estructura

y

una

dinámica

ampliamente

independiente

de

la

otra.

Supuestamente, según esas versiones sobre el origen y evolución de Barranquilla, una de ellas, la antigua o colonial se considera generalmente como pintoresca y colonialmente aislada, en ella están los galaperos y su ganado sediento de Domingo Malabet; y por la otra, la aventura heroica de Blas Gutiérrez y sus haciendas de J. A. Blanco. Incluyendo en esta etapa los trabajos antropológicos de A. Escalante y J. Angulo. La segunda, la de la “Barranquilla moderna” en la cual se admite que la modernización y auge de la ciudad fue producto de su contacto definitivo y circunstancial con personajes provenientes de las nuevas potencias económicas y del orgullo de empresarios locales que íntimamente relacionados con el exterior pusieron a Barranquilla en el clímax de la modernidad y el progreso precisamente a través de ese contacto. Para todos ellos, y al pasar de lo particular a lo general, la historia de Barranquilla quedaba teóricamente resuelta, y una vez que dividieron esa historia entre lo antiguo y lo moderno o entre el atraso y la prosperidad, solo restaba introducir dentro de ese contexto histórico-económico las nuevas particularidades que fueron apareciendo con los aportes de otros investigadores menos consagrados, contribuyendo así al triunfo definitivo, final y completo de la lógica formal en las teorías que se han escrito sobre el origen y desarrollo socioeconómico de esta perla del Caribe. Por el contrario, y es el aporte de este autor al debate sobre la historia de esta urbe, la tesis de una ciudad dividida en su historia (antigua y moderna) es controvertible e inexacta pues las teorías hasta ahora expuestas en los diversos ensayos conocidos han servido y servirán, si se actúa y racionaliza sobre ellas, solo para intensificar y hacer permanentes las condiciones de atraso económico, 11


social y político que estas teorías supuestamente intentan remediar reafirmándose, de paso, todo el peso y la influencia ideológica de una clase social específica para que ella perpetúe, en consecuencia, su visión económica de acumulación y su estrategia política de dominación. Pero, todo el conjunto creciente de evidencias históricas demuestra, y creo que a partir de este ensayo y de indagaciones posteriores tendrán que confirmar, que el origen y evolución de esta caribeña ciudad es el resultado de la penetración efectiva del poder colonial español primero e imperialista4 después que fueron penetrando todo el continente hasta llegar poco a poco, con su secuela de destrucción, saqueo y pillaje, a los rincones aparentemente más aislados de los centros coloniales y, posteriormente como lo hemos dicho, hacia las nuevas instituciones republicanas y sus regiones. Así fue pues el entramado de la aparición “tardía” de Barranquilla y otras intermedias ciudades en el escenario económico nacional. Por lo tanto, todas las instituciones administrativas y las relaciones económicas, políticas, sociales y culturales que fueron evolucionando en Barranquilla como totalidad fueron producto de la decadencia colonial española impuesta desde Cartagena al Partido de Tierradentro (departamento del Atlántico) y del desarrollo y la influencia posterior del capitalismo en Inglaterra, Francia, Alemania, Estados Unidos entre otros; países que necesitaban nuevos mercados y, por consiguiente, nuevos puertos, clandestinos en su mayoría, para la penetración segura de sus mercancías, lo que derivó en el surgimiento y formación de nuevas ciudades entre ellas Barranquilla. De esta manera, podemos señalar con claridad que la formación y evolución de la ciudad de Barranquilla fue nada menos que el producto de dos procesos históricos relacionados que estuvieron condicionados a su vez por las distintas etapas económicas de la decadencia colonial en la Nueva Granada y posteriormente de la evolución pre capitalista en la república de Colombia, en donde las clases y los conflictos sociales generados por el fabuloso auge del comercio y posteriormente el desarrollo de la industria y las finanzas jugaron, y La característica de este término se puede definir como sigue: “País imperialista no es tanto el país que posee colonias o controla directamente otros territorios. Ni tampoco aquel país que invierte solo en zonas 'subdesarrolladas' explotando las materias primas y el trabajo asalariado o independiente de aquella zona. Hoy más que nunca, pero desde los años que precedieron a la primera guerra mundial... país imperialista es aquel que tiene una estructura económica capitalista-monopolista y que está en condiciones de explotar en su beneficio, las leyes económicas del capitalismo” Paolo Santi, El debate sobre el imperialismo, en Cuadernos del pasado y presente, Argentina, 1969, p. 62-63. 4

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siguen jugando hasta hoy, en plena etapa de la globalización neoliberal, un decisivo papel. El mito de lo antiguo y lo moderno como particularidades históricas separadas y el papel de los héroes en el surgimiento y desarrollo de la ciudad queda de esa manera en entredicho bajo esta, si se quiere, nueva argumentación. En este trabajo son claras las bases teóricas en las cuales apoyo esta tesis y al mismo tiempo se proponen algunos lineamientos básicos que permitan a estudios e investigaciones futuras proceder de una manera más precisa para enriquecer el debate con nuevas formulaciones. Igualmente, la investigación aquí realizada se concentra en aquellos elementos mínimos de economía política que son necesarios y suficientes para responder las inquietudes del lector en torno a la evolución de la economía de la ciudad, dejando claro que este trabajo se apoyó, en parte, en los datos estadísticos y algunas apreciaciones de los mismos gremios económicos, como también de la prensa, los historiadores y varios economistas defensores del establecimiento, a los cuales la inquisición ideológica reinante cobijada en el “fin de la historia” y el “pensamiento único” no los podrá señalar como radicales o tendenciosos

CAPITULO I

ETAPAS DE LA INVASIÓN5* Y CONQUISTA DEL DEPARTAMENTO DEL ATLÁNTICO

1.2.

Asalto y saqueo: la destrucción de los pueblos originarios.

* Utilizamos el término invasión porque no hubo aquí ni en ninguna parte de América “descubrimiento”; ya los indígenas con sus avances sociales, políticos y económicos se habían auto-descubierto hacía miles de años; a menos que quien invoque esta palabra se sienta heredero y beneficiario de la invasión española. Con este planteamiento nos oponemos resueltamente a la trivialidad histórica de un catedrático de la ciudad donde afirmaba que “El descubrimiento de América le pertenece a Cristóbal Colón y los americanos sabemos que ese es el verdadero y auténtico padre descubridor de América como Abraham es el padre de la humanidad. Colón fue quien acudió a los reyes en busca de patrocinio económico para darle forma tangible a su visión de surcar el océano Atlántico. Es el descubridor de unas tierras que él mismo empezó a transmitir que existían. Eso se llama descubrimiento”. Jesús Ferro Bayona, Estamos en el nuevo mundo, El Heraldo, octubre 13 de 2004, p. 3A. 5

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Cuando los españoles pisaron las tierras del Caribe colombiano,6 hubo anterior a ese importante hecho histórico algunos elementos económicos que estimularon la aventura transatlántica dirigida hacia nuestras costas. En Europa y producto del avance de las fuerzas productivas de orden capitalista y del surgimiento de la burguesía como clase, se desarrollaron limitaciones profundas en la evolución económica del sistema feudal español. El origen de estas restricciones estaba en la persistencia de la nobleza ibérica en aplicar a su régimen económico-social una política de explotación e intercambio de metales preciosos y especies, en vez de impulsar a su producción interna un mercantilismo basado en productos que desarrollaran eficazmente la industria manufacturera. Este fenómeno ocurrió tanto en España como en Portugal, principales imperios coloniales de la época. Bajo esa base histórica, cuando Rodrigo de Bastidas, bendecido con la cruz de la barbarie por el Emperador Carlos V, penetró en el año 1525 nuestro territorio con dos Carabelas por los lados de Santa Marta; y cuando Pedro de Heredia partió de Sevilla con 166 hombres y 60 caballos para invadir Cartagena en 1532, no llegaron a estas tierras del Caribe con la intensión de organizar unidades productivas para desarrollar el intercambio comercial con la península ibérica, sino a saquear el oro y la plata que en miles de años habían acumulado los indígenas Caribes y neogranadinos para cristalizar la magia espiritual de sus ritos. El relato de un cronista, que estuvo presente cuando los españoles pisaron los pueblos indígenas de Cipacua y Cornapacua ubicados al noreste del hoy municipio de Tubará, dan prueba de esos propósitos: «No hubiesen llegado las primeras luces, cuando el cacique Cipacua se halló en los ranchos de los españoles, y preguntando por el gobernador, le hizo un más que razonable presente de piezas de oro fino rogándole se sirviese visitar su ciudad con algunos de sus compañeros, donde con gusto le serviría. Hízolo con mucho gusto Heredia, y habiendo visto sus casas y gran templo de oración, halló en él un puerco espín de oro que dijimos adoraba aquella gentilidad, que romanado pesó cinco arrobas y media... lo que

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El primer español que pisó el Caribe colombiano fue Alonso de Ojeda quien desembarcó en la Guajira en el año 1499.

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también hizo en el pueblo de Cornapacua con otros ocho patos de oro que adoraban, de peso de cuarenta mil ducados». Este saqueo imparable de oro en los inicios de la invasión, aparte de destruir la religiosidad mágica de los indígenas asentados en el departamento, contribuyó del mismo modo a disparar hacía arriba la demanda de oro hacia el centro de poder europeo, los que consolidó este metal, por la invasión a América, como el nuevo patrón de intercambio monetario mundial. La aventura de Cristóbal Colón en América, seguida del asalto de Heredia y Bastidas a la costa Caribe colombiana y, posteriormente, la realizada por los otros invasores en toda la Nueva Granada, fue ideada por la metódica ambición de la monarquía ibérica y materializada por la minuciosa calculabilidad mercantil de la naciente burguesía comerciante europea, apoyados estos invasores por los grandes avances científicos que en materia de navegación existían. Así nos lo recuerda el historiador V. Teiltelboim (1972: p. 74): «La expedición de Colón fue costeada por los comerciantes españoles y genoveses. Los primeros invirtieron cerca de dos millones de Maravedíes de los cuales más de la mitad provino de un préstamo de los mercaderes de la Santa Hermandad. El resto lo cubrió Martín Alonso de Pinzón, el comerciante más rico de Palos, a quien Colón habría prometido la mitad de sus ganancias. Algunos autores sostienen que Colón fue ayudado por los mercaderes genoveses Di Negro y Doria y el banquero florentino De Juanato Berardi». De esa manera, cuando Pedro de Heredia penetró con sus hombres bien armados las costas del Caribe colombiano, hasta llegar con los ojos desorbitados por la sed insaciable de oro al pueblo indígena de Galapa en el departamento del Atlántico, constituyó esta hazaña de ambición encadenada, no solo un triunfo para la corona española, que de esa manera lograba penetrar casi todos los rincones de la dominación colonial en el Caribe (dominación que se extendió desde el Cabo de la Vela hasta el Río Grande de la Magdalena), sino que este asalto masivo también representó fuertes ganancias para los banqueros italianos, franceses y alemanes que patrocinaron las sucesivas expediciones colonizadoras después del arribo de Heredia y Bastidas a las costas del Caribe y la Nueva Granada.7 Sobre este tema, explicaba un historiador de la región 7

La invasión y conquista del Caribe colombiano en 1525, fue una base de apoyo importante para proseguir la conquista hacia el interior que permitió, doce años después, en la cuaresma del año de 1537, que Gonzalo

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caribe que: «A mediados del siglo XVI todas las colonias americanas contribuían con seis toneladas de oro y que entre 1507-1515 (ocho años) los financistas movilizaron en Sevilla más de 38 millones de maravedís mientras que entre 1516 y 1556 (cuarenta años) periodo que coincide con la ocupación de Panamá, Santa Marta, Cartagena, México, Perú y los Andes, en general los financistas hicieron circular 36 millones de maravedís en dinero y créditos. Es decir que entre 1507 y 1515 se invirtió un promedio anual de 4.754.617 maravedís y entre 1516 y 1556, 8.980.907 maravedís. Estas cifras indican que la actividad sobre el Caribe después del año 1500 incrementó significativamente la presencia de recursos europeos y que estas disminuyeron cuando la conquista se alejó hacia el interior del continente, lo que tornó peligrosos los contactos de estos capitanes con los comerciantes antillanos y españoles». (Tovar: 1997: p.67)

El sometimiento de la población indígena en el Caribe fue siniestro y en poco tiempo millones fueron vilmente esclavizados y exterminados

El asalto con cruces, arcabuces y mosquetes a estas tierras pobladas de mosquitos, animales salvajes e indígenas pacíficos que bailaban una primitiva cumbiamba, tomaban chicha de maíz y cazaban animales de monte y bocachico en las márgenes y afluentes del río Magdalena, permitió que en poco tiempo se

Jiménez de Quezada partiera de Santa Marta con ochocientos soldados y cinco bergantines en busca de “El Dorado” y tras su fracaso, después de haber perdido más de cuatrocientos hombres en el intento producto de la heroica resistencia indígena, no le tocó más que fundar a la ciudad de Santa Fé el 6 de agosto de 1539.

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consolidara la decadente monarquía española que instaló su centro político y económico en Cartagena. Y así mediante ese saqueo imparable, se dio un salto importante en la contribución a la acumulación a los bancos y manufactura europea a través del oro que salía en enormes cantidades por los puertos del Caribe desde Panamá (Portobelo), Santa María Antigua del Darién, Cartagena y Santa Marta, lo que posibilitó posteriormente, como ocurrió con todos los pueblos conquistados de América, el avance industrial de Inglaterra, elemento que carcomería definitivamente las bases estructurales del feudalismo y colonialismo español en los años siguientes. El nuevo modo de producción implantado que se afianzaba en la exportación de “metales preciosos” requería igualmente condiciones geográficas “ideales” para desarrollar el proceso de sometimiento de la población indígena, lo que encontraron en abundancia en estos territorios y, de esa forma, estructuraron toda la dinámica del saqueo y del pillaje. Esas condiciones ideales (agua, comida, pasto etc.), las narran los mismos españoles en un estudio patrocinado por la Embajada de España en Colombia. Sobre esta obra titulada las “Memorias de la conquista” anotan en uno de sus apartes que:

«La conquista se hizo de forma paulatina llenando los espacios dominados, a partir de la española (República Dominicana y Haití), de donde irradio a las islas de Cuba, Jamaica y Puerto Rico para pasar finalmente al continente. Las ciudades recién fundadas carecen de la mayoría de los servicios necesarios, aunque las ordenanzas al respecto estipulaban que se escogieran sitios suficientemente dotados de agua, pasto y leña; el alimento humano se da por sobreentendido, sin tener en cuenta que los nuevos pobladores, excesivamente ocupados en enriquecerse, no piensan en negocios baladíes como el de producir comida; esta deberá ser producida por los indios conquistados o, si hay oro suficiente, se importará (este es el caso de Santa Marta tras su fundación), pero una buena parte de la población indígena será destinada a actividades económicas distintas de la producción agrícola y los encomenderos se contentaran con que se produzca su comida sin tener en cuenta al resto de españoles. Ante una expedición grande 17


o un éxito económico, la afluencia de europeos causará una sobrepoblación que se enfrentará con nuevas expediciones a territorios aun no explorados» (Memoria y Sueños, et. al: 2013: p. 37)

De esa manera se puede advertir que gran parte del oro del Caribe colombiano y el posterior exterminio indígena, producto del trabajo forzado y las enfermedades que se diseminaron en la misma medida en que el proceso de invasión se extendía, favoreció con la sangre derramada a los inicios y desarrollo de la “revolución industrial” en Inglaterra y por consiguiente se contribuyó, partiendo del flujo de oro que comenzaba a manar desde el interior del país hacia el Caribe, a la formación y posterior desarrollo del capitalismo en Europa. Es decir, la gran cantidad de oro y plata que salía sin cesar por el puerto de Cartagena y por los otros puertos de la América continental, a los que se le agregaron los caribeños de Santo Domingo y la Habana, estos enclaves se constituyeron en la base para que se liquidara radicalmente la economía feudal que existía en Europa, pues los talleres de los artesanos europeos no dieron capacidad para abastecer la gran demanda de productos que el nuevo modo de producción y consumo imponía en estas tierras. Los indígenas de taparrabo que encontró Heredia y Bastidas en las costas del Caribe colombiano fueron obligados a vestirse con las telas que producía la manufactura inglesa, a comer con cucharas fabricadas en Manchester, a cortarse el pelo con tijeras de Borgoña, a arar la tierra con azadones de Liverpool y a deforestar la selva con hachas de Birmingham. La siguiente crónica española en el Caribe de la época así nos lo recuerda: «Habiendo apercibido el Cipacua todas estas razones y advertido serles convenientes se resolvió en hacer todo lo que decía el gobernador (Heredia) y serle obediente a su Rey, de que tuvo agradable respuesta, dando las gracias con palabras y obras de un solemne convite que le hizo en su tienda, cuyo remate fue carcarle de mil brujerías de Castilla y darle machetes y hachas para sus talas y labranzas y encargarle que pues era tan gran señor de aquella tierra, hiciese con sus vasallos guardas en lo mismo y con los señores fronterizos que se daban por sus amigos, con que se despidieron, tomando el cacique la vuelta de Cipacua y el

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gobernador la de los pueblos en adelante». (Escalante: 2001: págs. 7879)

El suministro de hachas y machetes inició igualmente el proceso de deforestación masiva para comenzar a extender a gran escala los cultivos y la cría de animales a fin de acumular y abastecer las necesidades alimentarias de los invasores. La forma de estos intercambios económicos, que fortalecían en una segunda fase de circulación monetaria a la industria europea, planteaban también mecanismos dulces para cooptar a los indígenas y así afianzar la guerra de exterminio como la ocurrida al otro lado del Magdalena: «En pueblo Grande (Santa Marta) García de Lerma entregó como rescate (intercambio) en 1529, muchas hachas, camisas, peines y alpargatas. Estas operaciones le permitieron luego penetrar la sierra en plan de guerra». (Tovar: 1997: p. 94) Así pues, cuando los españoles asaltaron y saquearon los 132.288 kilómetros del Caribe colombiano, su sistema feudal deformado estaba en un proceso de decadencia que no sobrevino solamente por el proceso de colonización, saqueo y despilfarro del abundante oro que sustraían de estas tierras, sino que sucedió porque la monarquía ibérica no se dio a la tarea de promover en su país un proceso de industrialización que la pusiera a la cabeza de las transformaciones capitalistas que surgían en Europa, proceso de acumulación originaria que ya venía avanzando con pasos agigantados en los países vecinos. Un inédito discurso de un español (Cantillón) en 1780 afirmaba: «La conquista de América hizo elevarse los salarios en los siglos XV y XVI, habiéndose cuadruplicado, según una estimación, el precio de los productos alimenticios en el curso del siglo de Carlos V y Felipe II. Como otras naciones no habían incrementado la masa de dinero, sus salarios no se habían elevado significativamente, y podían desarrollar alegremente su industria, mientras que la nuestra declinaba. España ganó momentáneamente riquezas en moneda corriente, pero perdió sus manufacturas, y, gradualmente, su consumo». (Vilar: 1972: p. 45) En conclusión, las riquezas que saquearon los españoles en el Caribe colombiano, en la Nueva Granada y en toda la América Latina en la fase inicial de la conquista fueron a parar, bajo el cálculo correcto del fatalismo económico y en medio del feudalismo en descomposición y el capitalismo naciente, a las garras de los banqueros y comerciantes ingleses, alemanes e italianos para

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luego regresar en forma de mercancías a través de los puertos legales y clandestinos que se creaban en las costas colombianas, generando esto un círculo de acumulación de doble vía que afianzaron, con un poderoso cimiento, las bases estructurales de nuestra pobreza y subordinación futura.

1.2 La Tierradentro: orígenes de su formación social y las primeras expresiones de resistencia indígena

Así pues, desde que Pedro de Heredia movido por la ambición decidió penetrar por el año de 1533 la inhóspita geografía cubierta de ciénagas, caños y pantanos siguiendo la ruta de lo que se conoce hoy como el Canal del Dique, se dio comienzo a un proceso fuerte de colonización que después de la fundación de Cartagena los colonialistas españoles decidieron llamar, por su lejanía del centro colonial cartagenero “la tierradentro” que, posteriormente, la institución feudal de la época organizada en la provincia y gobernación de Cartagena decidió jurídicamente bautizar Partido de Tierradentro, área geográfica que hoy corresponde al departamento del Atlántico. A la llegada de los españoles existían en este territorio veintiún pueblos indígenas8 organizados en una economía natural variada de intercambio, lo que quiere decir que el comercio de estas poblaciones realizado a través del río Magdalena y sus afluentes, no nació con la invasión europea sino que este comercio existía desde tiempos inmemoriales, con un intercambio mercantil entre etnias estructurado en torno a la satisfacción de las necesidades básicas de la colectividad. Al respecto, el cronista de indias Pedro Cieza de León tuvo la siguiente impresión cuando pisó estas tierras: «Hay entre ellos mercaderes y contratantes que llevan a vender la tierradentro... llevan también sal y pescado; para ello traen oro, ropa y de lo que más ellos tienen necesidad».

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Los pueblos existentes eran: 1) Baranoa, 2) Buruaco o el Uruaco o Luruaco, 3) Cibarco o Sibarco, 4) Cipagua o Cipacua, 5) Galapa, 6) Hibacharo o Quibacharo, 7) Huramaya o Duramaya, 8) Mahates, 9) Malambo, 10) Mazaguapo o Mazaguap, 11) Paluato, 12) Piohon o Piojo, 13) Saco o Caco, 14) Suribana, 15) Taibe o Taive, 16) Tameme, 17) Tocahagua, 18) Tubará, 19) Turipana, 20) Usiacuri o Aziacori y 21) Yaguaro. Agustín Blanco, El norte de Tierradentro y los orígenes de Barranquilla, Estudios y documentos para una geografía histórica del Departamento del Atlántico. Banco de la República, 1987, p. 31.

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Antes de la llegada de los colonizadores los 21 pueblos indígenas del departamento vivían en relativa paz y sin ningún tipo de necesidades para su placentera existencia

No existía pues en el Partido de Tierradentro al irrumpir en ellos la avaricia española, una sola forma de intercambio o trueque propiamente dicha, sino diferentes formas productivas con distintas escalas de importancia. Los indígenas Mocanaes que poblaron el departamento y las comarcas vecinas, pertenecientes a la gran familia lingüística de los Caribes, tenían como característica esencial una economía especializada en el cultivo de la tierra (maíz, yuca, malanga, ñame, batata); la elaboración de productos manuales (vasijas, telares etc.); la pesca en el río Magdalena y ciénagas vecinas; la caza y domesticación de animales montunos (ñeque, zahínos, torcazas, iguanas, etc.) Sin embargo, las necesidades propias de la economía colonial y el intercambio comercial que realizaba Cartagena con el resto de América y España hicieron posible aplicar la división social del trabajo e imponer en estas tierras, en los albores de la colonización, una sola forma productiva dominante: la agricultura mediante la extensión del cultivo del maíz. Años después, la crisis alimentaria en Cartagena producto de su acelerado desarrollo poblacional, llevó a que los indígenas fueran obligados a tributar en otras especies como cerdos, pescados 21


y perdices. Sobre este hecho el Capitán Francisco Sánchez después de una visita realizada en 1610 al Partido informaba a la Gobernación de Cartagena que: «Estas rozas son de mucha consideración porque del maíz que de ellas sé coxe se sustenta esta república, galeras y presidio y las armadas reales que vienen todos los años de Castilla y se cría el ganado de zerda y se engorda, que es de mucha importancia para la dicha provisión y sustento... y los yndios de la costa de mar podrán ser tassados en pesquerías de pescado que es lo que están acostumbrados, en la cantidad de arrobas que pareciere justo... también se podrán tassar a los yndios labradores de gallinas y pollos como se refiere en la dicha tassa quitándoles que no paguen perdices por el excesivo trabajo que les causa buscarlas en el monte, ausentes de sus casas que es ocasión de enfermar y consumirse (morirse)... y no siente este testigo en que otra cossa puedan ser tassados para que con más descanso y comodidad cumpliessen los dichos yndios la tassa y tributo que tienen obligados a dar a sus encomenderos por razón de la doctrina que les dan y por lo que tienen declarado». El hecho de que los pueblos indígenas del Partido de Tierradentro tuvieran un grado relativamente alto de organización social y económica producto de una vida sedentaria sujeta al intercambio de productos por el río Magdalena, explica igualmente el por qué estos pueblos no presentaran resistencia, por lo menos de manera colectiva y organizada, contra los invasores, pues diversos estudios sobre la colonización demuestran que cuanto mayor era la vida sedentaria de una comunidad indígena más fácil le resultaba a los españoles incorporar a los sometidos al trabajo esclavo.9 Un ejemplo concreto de esta particular situación lo refleja la rebeldía originaria de las tribus Chimilas al otro lado del Magdalena que en el transcurso de la invasión y conquista opusieron fuerte resistencia a los españoles, precisamente por las bases sociales de su vida nómada. Es decir, estas tribus nómadas eran una especie de guerrillas móviles que le dificultaron a los españoles su captura y sometimiento. Aunque los conflictos intertribales jugaron su papel en el proceso de invasión y dominio de estas tierras, nos 9

Sobre este tema puede leerse el trabajo de Rodolfo Puiggros, Los modos de producción en Iberoamérica, publicado en América Latina ¿feudalismo o capitalismo?, 1973, p. 57.

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desviamos de la teoría expuesta por A. Escalante donde afirma que el sometimiento sin resistencia se debió, fundamentalmente, a las “guerras intestinas” que existían entre estos pueblos.10 Con la fuerte resistencia Chimila en el oriente, la táctica guerrillera y sus primeras emboscadas en las costas colombianas nos mostraban que estas no tenían su origen en las guerras civiles pasadas, ni en la revolución cubana o en la aplicación de este método por la insurgencia colombiana como creíamos, sino que nació, en los albores de la colonización, con la ejemplar organización militar de los Chimilas. El cronista Fray Pedro Simón en sus escritos que denominó Noticias historiales de las conquistas de tierra firme en las Indias occidentales, relataba en 1537 algunos aspectos sobre las primeras tácticas de combate organizado para la defensa del territorio y la defensa de la economía ancestral por parte de los indígenas en el Caribe colombiano: «Salido pues, el ejército de Santa Marta, comenzó a marchar la vuelta de provincia Chimila, que está apartada de Santa Marta cuarenta leguas de las faldas de las provincias Caribes. Es tierra algo falta de agua, poblada de gente desnuda, corpulenta, belicosa y bien experta en manejar arcos y flechas. Usan de yerba brava en ellos como en las demás provincias. Sus vecinos es gente traidora y que nunca pelea sino en emboscadas y muy a salvo y en prevenidas ocasiones de hacer asaltos, con los cuales ardiles han recibido siempre menos daño de los españoles las veces que se les ha hecho entradas que las nuestras dellos». En ese contexto de sumisión indígena en unos lados, y la resistencia bravía en otros (los Chimilas fueron sometidos después de un brutal cerco de setenta años de hambre y evangelización), produjo que toda la producción agrícola y la organización propia de los pueblos indígenas del Partido de Tierradentro fueran sometidas y organizadas por la institución colonial dirigidas desde la gobernación de Cartagena, acondicionándolas sin mayores sobresaltos a las relaciones productivas y de intercambio que favorecían tanto al gobierno virreinal de la Nueva Granada como de la propia España. El primer intercambio comercial

La posición de A. Escalante concretamente dice “Los Mocana vivían en constantes guerras intestinas, ocasión que aprovecho Heredia, lo mismo que Cortéz en México, para realizar pacíficamente la conquista del Departamento del Atlántico” (Los Mocaná, p. 10) 10

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europeo por el río Magdalena, después de la cristalización de la sangre indígena en suelo Caribe y la eliminación de su comercio natural, que condujo a la primera forma de acumulación española por la vía del comercio mercantilista, lo realizó Jerónimo Lebrón quien después de haber dominado a sangre y fuego parte del territorio: «Entró en este Nuevo Reino, habiendo partido de Santa Marta por el año de 1540, con más de doscientos soldados... trajo asimismo las mercaderías que pudo para venderlas a los conquistadores que carecían de ellas, y se vestían de mantas de algodón, y calzaban alpargatas de lo mismo. Fueron estas las primeras mercaderías que subieron a este Reino, y las más bien vendidas que en él se han vendido... y ellos se lo pagaron muy bien, con capa que le pagaban las mercaderías que le habían comprado, con que se volvió muy rico a la ciudad de Santa Marta, y de ella a la de Santo Domingo». (Freyle: 1995: p. 70) Posteriormente, otras formas productivas y vida social en los territorios del Partido por sus altos “niveles de atraso” o que simplemente eran escasas para la comercialización, no fueron asimiladas por los invasores, lo que originó un repliegue en la organización de la conquista por los españoles en los territorios del Partido a comienzos del siglo XVII: «De 1610 en adelante no volvemos hallar en el archivo histórico nacional cuadros coherentes ni el número de indios tributarios ni tampoco de la magnitud de sus tributos a los encomenderos de Tierradentro. La razón de ello radica en que después de ese año no se volvieron a practicar visitas de la tierra». (Blanco: 1987: p.36) Significa lo anterior que en los pueblos donde hoy no queda ya ni el recuerdo como Mazaguap, Tocahagua, y Tameme, donde las formas productivas originarias de los indígenas eran “atrasadas”, es decir que no le proveían a los ibéricos los recursos agrícolas suficientes para el abastecimiento de la gobernación de Cartagena, después de setenta años de brutal saqueo, estos renunciaban parcialmente a la “encomienda de indios” originando esta situación específica políticas terroríficas como el exterminio de la población, el repoblamiento en pueblos vecinos o su desplazamiento hacia otras regiones del litoral Caribe, especialmente hacia las zonas más altas comprendidas entre la Sierra Nevada y la serranía del Perijá. Así lo indican las siguientes cifras sobre 24


el pueblo indígena de Baranoa: «En 1642, retrocediendo bastante en el tiempo, otro pleito semejante entre el encomendero y el cura doctrinero de Baranoa nos deja saber que de los 35 indios 'útiles al trabajo' que había en 1610. Solo quedaban 18, o sea, que se habían reducido casi a la mitad». (Blanco: 1987: p.37) De ese modo, el inicio del exterminio de la población indígena del Partido de Tierradentro se produjo en una doble vía: primero, por la integración al sistema esclavista de producción implantado, sistema que produjo muertes masivas por trabajo forzado; pero la situación fundamental que produjo el aniquilamiento de la población se debió a las múltiples enfermedades traídas por los invasores, pues ya en 1561 en una visita oficial practicada a la encomienda de Galapa por el oidor Melchór Pérez, el español Domingo Gutiérrez declaraba: «... a la quinta pregunta dixo que no sabe que yndios aya ella en este pueblo junto a los cristianos. Están enfermos e que ha oydo dezir que avía más yndios de los que agora ay. E que el asiento deste pueblo es sano aunque algunos muchachos y algunos hombres y mujeres enfermos porque como a poco que pasó la enfermedad de las viruelas unos han quedado con calenturas y otros con cámaras (diarreas) y otros con otras enfermedades». (Blanco: 1987: p. 324) Y, en segundo lugar, el exterminio se intensificó por la expulsión a mosquetazos de los que no se integraron a las nuevas condiciones de producción agrícola que comenzaba a organizarse y extenderse. En el contexto económico, el desarrollo diferencial de los pueblos indígenas del Partido de Tierradentro al quedar sujetos a la dominación total de los españoles, fue determinando notables contrastes en el desarrollo de la práctica económica de estos pueblos. En los lugares donde los españoles pusieron a su servicio mano de obra esclava idónea para la producción agrícola y pecuaria, se consolidó y extendió el régimen de acumulación que dio inicio a las grandes haciendas, mientras que en otras regiones del Partido desprovistas de indígenas útiles al trabajo esclavo «Los pueblos de Tierradentro en los documentos aparecen solo como doctrinas y algunos de ellos, como Usiacurí, en esa época carecen hasta de cacique». (Blanco: 1987: p.38) Esta particular situación que diferenciaba y reagrupaba los territorios y generalizaba la concentración poblacional en determinadas áreas productivas, marcaba la dominación total de Tierradentro teniendo como base de su conquista el sometimiento y el 25


exterminio, lo que originó a su paso la disolución definitiva de la antigua propiedad común de la tierra de que hasta entonces disponían los veintiún pueblos indígenas de este Partido, y por medios despóticos se fue consolidando, con poca resistencia, una nueva unidad social, política y económica marcada por la barbarie. Sin embargo, la resistencia que dieron algunos pueblos indígenas del departamento, no se realizó a través de la confrontación directa de manera violenta, sino que esta se dio a través del engaño y la burla; iniciándose por parte de los indígenas una especie primigenia de “mamadera de gallo” que exacerbó los ánimos de los invasores, llevándolos a ejecutar terribles masacres. El cronista Fernando González de Oviedo da cuenta de un caso concreto en la que se refleja la tragedia de estos pueblos, pero también la maquinación utilizada por los indígenas para su defensa en una situación histórica marcada como importante para entender la configuración histórica del departamento: la quema y destrucción del pueblo de Malambo. Es decir, en el mismo lugar donde, sobre estos cimientos de miles de cadáveres, se construye, en nuestros días, la retaguardia industrial de Barranquilla: «Pedro de Heredia, que avía andado allí con el capitán Melo conocía a este indio, e antes avía dicho al gobernador que si este indio se topase, le haría dar mucho oro a los indios del río grande (río Magdalena) Pero no fue así: antes al contrario, porque después se topó con Pedro de Heredia, no obstante que se le hizo todo buen tratamiento, al tiempo de la partida fingió este indio que quería ir a su casa a la poner en recaudo e hablar a su mujer e hijos, e que fecho esto alcanzaría al gobernador e le acompañaría donde quisiese; e todo era falsedad grande. E para efectuar su mal propósito, hizo a los indios que se tomaron por guías en aquel pueblo de Maracoabí que guiassen nuestra gente por un camino muy desviado del camino derecho que iba al río, e aunque los cristianos caminaron bien no pudieron alcanzar pueblo aquel día, e durmieron en un cañaveral seco e sin agua e sin hierba para los caballos... vista la burla, envío el gobernador en una canoa la guía a llamar los indios de aquel pueblo, con apercibimiento de que si no viniessen haría quemar el pueblo, pero aunque fueron e tomaron 26


tres veces los mensajeros, no lo quisieron hacer; y en fin dellos, vista su pertinencia, se puso fuego al pueblo, del cual no quedó casa ni cosa por quemar, aunque era muy grande y hermosa población». La destrucción, el saqueo y el pillaje en el territorio fue entonces el instrumento fundamental para organizar el proceso de colonización en el departamento, y las encomiendas la forma jurídico-política para legitimarlo.

1.3 Las Encomiendas del Partido de Tierradentro y la esclavitud en el periodo de acumulación primaria La monarquía española en Cartagena que comenzó a colonizar los territorios de la “tierradentro”, tuvieron como tarea prioritaria poner fin al desorden administrativo colonial reinante, e imponer en estos territorios alejados del poder político-administrativo un tipo de economía concebida de forma tal que diera respuesta efectiva a las demandas económicas de la gobernación de Cartagena. Para Pedro de Heredia, conquistador y primer asesino en serie del Caribe colombiano, Tierradentro se convirtió en su feudo y él en señor todopoderoso de tierras y vidas, y para comenzar a organizar bajo la espada y la cruz los territorios ocupados, puso a su servicio a curas doctrineros y a fieles encomenderos. En esa dirección, el pueblo indígena de los Camach que habitaban en los territorios que hoy ocupan el perímetro urbano de la ciudad de Barranquilla, fue dado en encomienda al Capitán Domingo de la Cruz, por su contribución a la pacificación violenta de este pueblo y por el potente tributo en oro y especies que le hacía a la corona. Con la invasión y dominio al pueblo indígena de Galapa, Pedro de Heredia creó la primera forma político-económica de carácter feudal en el departamento del Atlántico. El título monárquico conocido como “encomienda” que determinaba las relaciones contractuales entre el conquistador y los indígenas, o entre dominantes y dominados, marcó el inicio formal de la colonización y explotación económica del Partido de Tierradentro. La encomienda era el sistema mediante el cual el invasor español pactaba con los indígenas la protección del territorio

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ocupado, a cambio de la catequesis y del pago de tributos.11 La consolidación de este pacto en el departamento se encuentra en el testimonio del cronista Fernando González de Oviedo: «Heredia llegó a mediodía a otro pueblo que se dice Mangoa al cual hizo de paz e se aposentó fuera de él por no enojar a los indios, e aun por tener más seguras las espaldas... Este pueblo fue donde le dieron oro al gobernador en su gobernación. E allí se entendían las lenguas con los del pueblo, y el cacique del pueblo les dio lenguas para adelante, e les mandó que a los de otro pueblo dijesen en que hiciesen buen tratamiento a los cristianos, porque eran buenos, e les diesen oro como él lo había hecho, pues no hacia mal sino a los malos. Partidos de allí llegaron a otro gran pueblo que se dice Galapa; e antes un poco que llegassen, venían indios a decirles que no quería que entrasen en su pueblo ni querían su amistad; e oído esto, el gobernador apercibió las armas e gente, e propuso entrar contra la voluntad de los indios, más por conservar el crédito que no con deseos de hacerles daño. Pero pues ellos lo apercibían e declararon su intención, quiso que supiesen que a su despecho avía que entrar a castigarlos de su descomedimiento... e como vieron su determinación, recibieronlo de paz e recibieron muy bien a él e a los cristianos, dándoles muy bien de comer e del oro que tenían». El anterior relato plantea que la dominación del pueblo indígena de Galapa y otros de su cercanía, se realizó de forma “pacífica”, es decir que mientras los nativos se mostraran serviciales y sumisos y les saciaran a los españoles la sed de oro, no corrían con el riesgo del paso por “las armas e gente” o, de lo contrario, el río de sangre se convertía en la otra trágica alternativa. Así ocurrió con la comunidad indígena de Tubará que a costa de centenas de muertos opuso una resistencia heroica, desde las montañas que bordean su pueblo, a los invasores.

Decía la Ley primera título 9 tomo 2 del libro Recopilación de Indias que “El motivo y origen de las encomiendas, fue el bien espiritual y temporal de los indios, y su doctrina y enseñanza en los capítulos y preceptos de nuestra santa fe católica, y que los encomenderos los tuviesen a su cargo y defendiesen a sus personas y haciendas, procurándose que no se reciba ningún agravio, y con esta calidad inseparable, les hacemos merced de se los encomendar de tal manera, que si no lo cumplieren, sean obligados a restituir los frutos que han percibido y perciben, y es legitima causa para privarlos de las encomiendas” 11

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Sobre este particular hecho histórico Fernández de Oviedo en sus crónicas contaba que: «...e así fueron a dar a otra gran ciudad llamada Tubará, gente rica, valiente y robusta, como se echó de ver en la resistencia que hicieron a los nuestros, defendiendo su pueblo con tan valientes bríos, que a no ser los que eran los españoles, saliesen con la suya; pero al fin, después de derramada mucha sangre y vidas de indios y haber muerto un caballero llamado don Juan de Vega, que dejó bien vengada su muerte con la de muchos bárbaros, los ahuyentaron del pueblo, y rancheando las casas, sacaron de ellas gran suma de oro». (Escalante: 2001: p.13) Bajo esas circunstancias de terror y genocidio, se creó la primera encomienda en el pueblo de Galapa al mando del vasallo Juan de Escalante de Fontaneda y posteriormente de Pedro de Barros quienes cumplieron eficientemente la tarea del despojo con la ayuda inquisidora de los curas doctrineros. El mismo Heredia selló la trágica suerte de los pueblos indígenas de Galapa y Saco (hoy Juan de Acosta) con el siguiente testimonio: «...e por la presente encomiendo en vos como vasallo de su majestad los caciques y capitanes con sus sujetos de los pueblos llamados Galapa y Caco (Saco), que son en los términos desta ciudad de Cartagena». (Blanco: 1997: p. 41) Con el inicio de la encomienda de Galapa, los encomenderos del Partido de Tierradentro se convirtieron en amos casi absolutos de estas tierras, refundaron pueblos12 antecediéndole a los nombres indígenas originales el de un santo, San José de Tubará o Santa Ana de Baranoa por ejemplo; nombraron autoridades locales priorizando en la titulación a sus secuaces de confianza (al hermano de Pedro de Heredia, Alonso, le correspondió posteriormente el trabajo de “civilizar” a la población indígena del Partido con la sacrosanta ayuda de curas doctrineros); recibían e imponían impuestos como el estipendio y el camarico, obligando a tributar en maíz y animales silvestres; impusieron penas civiles y criminales prevaleciendo en el castigo la de la muerte; expidieron autorización para la explotación de las tierras vírgenes especialmente la de las riberas del Magdalena;13 cambiaron los relucientes nombres originales de los indígenas “Solo Antonio de la Torre fundó treinta y tres pueblos, refundó once y permitió la reincorporación a la vida civil de todas las castas: blancos, indios, negros, mestizos, zambos y mulatos”. Alfonso Múnera, El fracaso de la nación, región, clase y raza en el Caribe colombiano. El Ancora Editores, 1988, p. 61. 13 En las actas del Cabildo de Cartagena en 1590 aparece la siguiente petición “El Sargento Joseph Pérez de Orozco, vecino de Tierradentro, jurisdicción de esta ciudad: digo que yo quisiera fundar una Estancia 12

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Caribes como Aritu, Uny-Yza, Diaguanary, Janibara, Bomari, Yauruzo, Guabi, Unicoa, Yadibaru, Canabiri, Dai-Dari, surgidos de una constelación mágica en ofrenda natural a sus dioses, para rebautizarlos bajo la santa inquisición con nombres euro-cristianos como Pedro, Juan, Francisco, José etc.; al gran río Yuma lo despojaron de su nombre mítico y colocaron sin su permiso el de una virgen; la de la Magdalena «Porque por ventura (Bastidas y su gente) le dieron vista, y entraron en sus aguas... el jueves antes de la Semana Santa, cuando la iglesia celebraba la conversión de la Magdalena», y en fin, los primeros invasores organizaron todo un sistema de explotación, saqueo y disolución cultural que fueron depositados en herencia a todos sus patriarcales descendientes. Por otro lado, hacia 1560 la invasión europea había instalado en lo que ellos denominaban Nueva España (América Latina) 480 pueblos indígenas, encomendados todos a particulares y en 1571 el número de pueblos bajo el dominio directo de la corona era de 359, con un total de 440.000 indígenas encomendados. (Zabala: 1944: p. 153) Sin embargo, estas formas feudales deformes que se impusieron en el Caribe colombiano y la Nueva Granada, empezaron a manifestar problemas en su funcionamiento por la rigidez que existía en sus sistemas económico-sociales, sistema que no liberaba suficientemente las fuerzas productivas. Por ese acontecimiento, la encomienda entró en conflicto sobre todo con la iglesia por la recaudación de los tributos, los cuales se convirtieron en un medio de apropiación sin límite de la fuerza de trabajo esclava que aportaban los indígenas14 que ya en número decreciente habitaban el Partido de Tierradentro, estos hechos disminuyeron el volumen total de la renta colonial: «Este problema se presentaba siempre para cualquier encomendero de Tierradentro, porque mientras no hubiera nueva visita que significara nueva transacción del tributo de los indios y nueva estimación del estipendio y el camarico, no podía el encomendero disminuir su obligación para con el doctrinero». (Blanco: 1997: p. 64)

con esclavos que tengo, para sembrar maíz y yuca, y otras legumbres, y cría de ganado de cerda para el abasto de esta ciudad, para la cual tengo necesidad vuestra excelencia me haga usted merced de ocho caballerías en el sitio del arroyo del Engordadero”. 14 “Desde 1503, la corona española consideró justa la esclavitud de los indios, especialmente en las provincias de Cartagena, Darién, Santa Marta y todo el Caribe”. José Antonio Saco, Historia de la esclavitud, Ediciones Jucar, Madrid, 1974, p. 237.

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Después del asalto a las poblaciones, los indígenas eran obligados a tributar a la Gobernación española en Cartagena en oro y especie

Los abusos interminables de los encomenderos sobre la población indígena, obligaron a la corona española a prohibir gradualmente estas encomiendas en determinados pueblos del departamento del Atlántico, y puso a todos los indígenas esclavizados bajo la protección de otros funcionarios reales y, en especial, en manos de los corregidores y algunos sacerdotes que se constituyeron a partir de esa decisión política en enemigos y contradictores irreconciliables de los encomenderos. La monarquía española y sus autoridades instaladas en Cartagena controlaron de esa manera la fuerza de trabajo indígena del Partido para explotarlos, especialmente, en las labores agrícolas y pecuarias. Aunque el origen real del conflicto entre curas y encomenderos estaba en que el encomendero con su basto poder de ambición no recibió a los indígenas del Partido de Tierradentro (ni a ninguno de la Nueva Granada) bajo la categoría de esclavos, y su derecho de explotar en condiciones extremas el trabajo de estos veintiún pueblos del Partido quedó limitado en el tiempo, originando esta

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particular situación la progresiva desaparición de las comunidades indígenas, en la misma medida en que se fueron aboliendo las encomiendas: Según Agustín Blanco (1997: p.64): «La población de todas las encomiendas de 'tierradentro' según las cifras comparadas de las visitas a ellas practicadas, sufrió, en general, fenómeno de decrecimiento demográfico hasta el primer cuarto del siglo XVIII. En algunos casos esa disminución llegó hasta el extremo de producir la extinción de las encomiendas, tal como sucedió en Tameme, Mahates, Cacaramoa o Paluato, por ejemplo». Así pues, la encomienda de estos territorios fue hervidero permanente de injusticias sobre los indígenas encomendados y décadas después de la colonización del Partido de Tierradentro, este sistema comenzó a proteger las rigideces de una legislación restrictiva que imponían sus implacables y excluyentes privilegios, que las llevó a ser suprimidas por decreto real en noviembre de 1718, extinguiéndose por completo en todo el departamento en agosto de 1721. Cuando en el siglo XVI fue suprimida por la monarquía española la esclavitud de los indígenas en toda América Latina, quedó en el nuevo cuadro de las relaciones sociales feudales un nuevo principio para la explotación de la mano de obra colonial. Este principio económico obligaba a que los indígenas esclavizados ya no quedarían en condición servil hacia el encomendero sino serían, en adelante, súbditos incondicionales del rey de España. En cumplimiento de este decreto, la población de Malambo quedó «Sometida a la gobernación de Cartagena, en 1562 y se dio en encomienda a Alonso López de Angulo, quien la traspasó a Don Juan de Ludeña en 1572 y quedó siendo, después de cumplido el privilegio, de propiedad del Rey». (Vergara y Baena: 1999: p. 57) Con estas medidas y la extinción de las encomiendas existentes en el Partido de Tierradentro, la monarquía española no se propuso impedir que se consolidara la aristocracia de terratenientes que comenzaban a enriquecerse con el negocio de la cría de vacunos en las regiones colonizadas de este Partido que, antes de la aparición de las haciendas, estaban organizadas en caballerías agrícolas y estancias ganaderas como extensas medidas de superficie que cubrían 43 y 780 hectáreas respectivamente; más bien, la intención de la monarquía española fue la de presionar a la aristocracia instalada en la gobernación de Cartagena para que los nuevos terratenientes, que gradualmente consolidaban su poderío 32


económico, se mantuvieran devotos a sus designios políticos, y así comenzar el nuevo proceso de acumulación bajo una forma económica y política que tuviera mayor estabilidad en su administración. En correlación, los indígenas que quedaron vivos del exterminio y posteriormente los esclavos transportados del África meridional, fueron concentrados en las tierras ocupadas por los latifundistas españoles, para dedicar estos latifundios a la cría de ganado, especialmente de cerdos; quiere decir esto que el departamento del Atlántico se constituyó en los inicios y desarrollo de la colonización

en una

región

reciamente

encadenada al mercantilismo

agropecuario que era indispensable para la consolidación de la retaguardia estratégica alimenticia de los españoles, fuertemente atrincherados en la ciudad de Cartagena debido a los continuos asedios de piratas y corsarios ingleses. Bajo este nuevo juicio económico, el de las haciendas, se expidió por parte de la corona española un decreto real que reafirmaba el proceso de extinción de las encomiendas. El decreto real manifestó: «He resuelto que todas las encomiendas de indios que se hallaren vacas, o sin confirmar, y las que en adelante vacaren, se incorporen a mi real hacienda, cediendo los tributos de que se componen a beneficio de ella y entrando en las cajas reales de sus distritos». (Blanco: 1987: p. 78) Al disponer de los recursos reales para la organización de las haciendas, dineros que en parte se utilizaban para financiar a los ibéricos que llegaban sin capital a las costas del Caribe, los españoles iniciaron un nuevo ciclo económico en el departamento del Atlántico: el pre capitalismo; con incipientes raíces en el sistema colonial.

1.4 La consolidación de las haciendas: mano de obra esclava y asalariada de indígenas en los inicios del capitalismo colonial

Desde que el encomendero Juan de Escalante decidió instalar una cría de cerdos en un fundo cerca al pueblo de Galapa, selló con esa iniciativa comercial un nuevo destino económico para las poblaciones del departamento del Atlántico en la segunda fase económica de la etapa colonial. Es decir que, de ser territorios eminentemente agrícolas regidos por el sistema de encomiendas, la región con

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el paso de los años pasó a ser un enclave importante para la ganadería; base económica de las nacientes haciendas. La creación de estos latifundios en el Partido, como lo afirmamos anteriormente, tuvo como fin prioritario abastecer de proteínas a la entonces pujante ciudad de Cartagena ante su gran desarrollo económico y poblacional. Entre estas haciendas originadas en el nuevo ciclo de producción y concentración económica, estaban la de San Blas, la de San Nicolás y la de San Antonio en Soledad. Fueron estas quizás las más importantes fundadas en los territorios del departamento del Atlántico en el período colonial. Con la creación y desarrollo de estas haciendas la corona española delegó importantes poderes económicos y políticos a los nuevos terratenientes que iban poblando la comarca, y fue una solución práctica que adoptó la gobernación colonial de Cartagena ante la imposibilidad de afrontar por sí sola la colosal tarea de organizar los territorios del Partido en su forma jurídico-económica. Los beneficiarios directos de este régimen inicial, que usufructuaron la propiedad atlanticense durante “más de tres cuartos de siglo”, estuvieron instintivamente poseídos por el afán de lucro, lo cual fue un síntoma indiscutible del nacimiento de la burguesía criolla y las relaciones pre-capitalistas de acumulación en estos territorios. Fue esta pues una etapa en la historia colonial del Caribe colombiano en las cuales se manifestaron formas primitivas de capitalismo con relativa pujanza. Esta etapa estuvo marcada por dos hechos de fundamental importancia para el surgimiento de la era pre-capitalista en el departamento del Atlántico: 1) la contratación del trabajo libre asalariado a indígenas y mestizos y 2) el pago en dinero a los trabajadores de la hacienda, factores que fueron incidiendo en que la economía natural basada en el trueque y el tributo, se fuera transformando lentamente en economía monetaria de acumulación y beneficio. 15 Estos indiscutibles hechos suponen que la fuerza de trabajo necesaria para la extensiva cría de cerdos en las primeras haciendas del departamento era, en buena parte, asalariada. Así pues, los “trabajadores libres” de estas primeras haciendas que se constituyeron en el territorio, mestizos en su mayoría, recibían parte de su jornal

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Hay que dejar claro que la esclavitud indígena y negra no dio lugar primordialmente al trabajo asalariado, sino también a formas que implicaban grados variables y menos opresivos de explotación de ese trabajo, tales como la aparcería y el arrendamiento.

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en dinero y no se veían forzados, por presión económica o por el aislamiento a que estaban sometidos, a que estos gastaran el pago de su jornal exclusivamente en lo que le suministraban los hacendados españoles, sino que quedaban a expensas de los comerciantes que tenían la posibilidad de transitar la estancia porcícola y agraria con productos traídos desde Cartagena a través de los difíciles caminos de herradura que se iban formando desde las haciendas de “tierradentro” hasta el centro colonial cartagenero y viceversa. Esta particular situación fue fortaleciendo la economía de las aldeas que pasaron a transformarse de poblaciones exclusivamente indígenas, a constituir los primeros gérmenes de mestizaje en el territorio en las denominadas “parroquias de libres”. Entre las “parroquias de libres” estaban las de San Nicolás de Barranquilla (con agregación de Sabanilla) La de San Antonio de Padua de la Soledad, Santa Ana de Baranoa (con agregación de Juan de Acosta), San Luis de Polonuevo, Santo Tomas de Villanueva (con agregación de Palmar de Varela) Santa Rita de Sabanagrande, San Antonio de Padua de Sabanalarga, San José de Portoalegre (Ponedera), Real de la Cruz (con agregación Santa Lucia Algodonal) Nuestra señora de la Candelaria (con agregación Carreto) Manatí, Santa Rosa, (Lipaya), Santa Catalina y Palmar de la Candelaria. Y como pueblo de indios, como llamaba despectivamente la inquisición reinante, estaban San Antonio de Piojón, San José de Tubará, Santo Domingo de Usiacurí, Nuestra señora de la Candelaria de Galapa y Santa María Magdalena de Malambo. A grandes rasgos, esta era la relación poblacional y económico-laboral donde se ubicaban los trabajadores transitorios (mestizos sin ubicación definida) y de los especializados (corraleros, arrieros, mayordomos, etc.) que fueron ocupando los sitios de libres, cuya elevación de su remuneración salarial era, en términos generales, mucho más alta que la de los trabajadores permanentes (indígenas y esclavos afros) que, a fuerza de latigazos en las haciendas que surgían, se sacrificaban para beneficiar al hacendado. Pero, a pesar de que estos últimos no podían tener camino directo al mercado de consumo, que se extendía con el crecimiento de la población en las llamadas “parroquias de libres”, estos también eran víctimas de medidas legislativas que los obligaban a estar siempre empleando su fuerza de trabajo bajo la amenaza de sufrir encarcelamientos, trabajos forzados o incorporarse en las filas del ejército realista para asegurar el control de la población. Estos primeros pobladores del territorio, aparte del 35


circuito de explotación económica, también los españoles los utilizaron para defender la costa caribe colombiana de los ataques de los corsarios ingleses, sobre todo para la custodia armada de Cartagena y Santa Marta.16 Esta situación corrobora que este aparato de control social y político en las primeras haciendas del Partido, solo servían para robustecer al ejército real y para asegurar la presencia de la fuerza de trabajo en los alrededores de la hacienda y extender de esa manera la producción porcícola y agrícola, y para forzar, a la vez, el consumo de productos importados de Europa, productos que consumía ávidamente la creciente población de los pueblos de libres antes anotados, pero también la organización y disciplina económica que se imponía era relativa en estos territorios, en parte, porque la cría de cerdos en estas haciendas requería muy pocos trabajadores, lo que permitió un mejor control de la población para así orientar al creciente núcleo familiar en otros trabajos específicos y, por otro lado, este fenómeno de organización poblacional se dio debido a la escasez de mano de obra en la región, producto del exterminio progresivo de los indígenas. Esta particular coyuntura económica que liberaba gradualmente la fuerza productiva, la relata a su manera Agustín Blanco en el análisis de la hacienda San Blas: «Los trabajadores libres o peones a jornal estuvieron dedicados a varios menesteres: mayordomos, vaqueros, corraleros, arrieros. Esta clase de servidores recibieron del propietario autorización para labrar sus rocitas de maíz, yuca, ahuyama, etc., y con ellas ayudar a su familia en lo de la alimentación». (Blanco: 1987: p. 138)

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Sobre el problema de la seguridad de las posesiones españolas y la necesidad de vincular personal nativo al ejército realista para defenderlas, decía José Gálvez Ministro de Indias al Virrey Flores de la Nueva Granada que “El edificar todas las obras de fortificación que se proyectan en América como indispensables; enviar las tropas que se piden para cubrir los parajes expuestos a invasión y completar las dotaciones de pertrechos de todas las plazas, sería una empresa imposible aun cuando el Rey de España tuviese a su disposición todos los tesoros, todos los ejércitos y los almacenes de Europa. La necesidad obliga a seguir un sistema de defensa acomodado a nuestros medios. En suposición que es imposible defender con tropas veteranas los puntos importantes de esos inmensos dominios. La necesidad y la política exigen que se saquen de los naturales del país todo el partido que se pueda. Para esto es preciso que los que mandan los traten con humanidad y dulzura que a fuerza de interés y de equidad les infundan amar al servicio, y les hagan conocer que la defensa de los derechos del Rey está unida con la de sus bienes, su familia, su patria y su felicidad” Archivo General de Indias, Santa fe, 577-A.

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El comercio realizado por indígenas y mestizos libres comenzó a fortalecer el vínculo social y las relaciones monetarias entre los pueblos indígenas del partido de Tierradentro

Es preciso concluir asimismo, que este original cambio en las relaciones de producción no obedecía a un hecho fortuito ni a un humanismo formal de los colonizadores, sino a una relación económica de profundo significado, pues ya el hacendado, en sus cálculos económicos, había comprendido que el trabajo libre le reportaba más beneficio que el agobiante trabajo esclavo que realizaban mestizos, indígenas y afros, pues este tipo de trabajo, por lo extenuante, no rendía lo suficiente para expandir la producción agrícola y pecuaria a una escala mayor era mejor, en últimas, abolir (sobre todo para los sectores mestizos) las relaciones sociales tradicionales de explotación de la fuerza laboral basadas en la esclavitud y la servidumbre y contratar en trabajo a jornal o peonaje la necesaria para poner a producir la hacienda agropecuaria en mejores condiciones administrativas y con un mayor rendimiento económico, pues la movilidad de la fuerza laboral le permitía ajustar a su antojo la utilidad y la explotación del trabajo como se anota a continuación en el siguiente aparte: «Peor aún era entonces la situación de los jornaleros y peones agrícolas, que tradicionalmente solían recibir parte de su salario en maíz. En caso de un notable aumento de los precios los dueños de las haciendas solían despedir a los trabajadores que juzgaban demasiado costosos, o ya innecesarios en la

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coyuntura. Los hacendados no vacilaron en adoptar esta drástica solución sobre todo en las coyunturas más graves». (Lavallé: 2002: p. 36) Las ventajas económicas que se derivaron de la anterior situación fueron fundamentalmente dos; primero, el alto precio que tenían los productos pecuarios en Cartagena que les originó un beneficio elevado a los criadores de cerdo, seguido de un alto valor de los terrenos dedicados a la ganadería situación que los ponía únicamente al alcance de los que tuvieran influencia aristocrática o cantidad apreciable de capital acumulado; y segundo, la mano de obra esclava y barata de indígenas, negros y mestizos que redujo relativa, sino absolutamente, el costo de producción de las haciendas agrícolas, porcícolas y ganaderas del Partido. Este particular proceso de interacción y transición que existía entre esclavismo, feudalismo e incluso formas manifiestas de pre-capitalismo, formas que se entremezclaban en el desarrollo de la producción agrícola y pecuaria, a pesar de su sistemática oposición como métodos socio-económicos antagónicos17 no tenían por qué ser, en todas las alternativas que el desarrollo económico de la hacienda planteaba, procesos incompatibles que de una u otra forma se manifestaran de forma violenta; más bien los dueños de las haciendas del Partido de Tierradentro se las componían para que su imagen no apareciera como autoritaria, ligada a la corona española y (o) a la aristocracia instalada en Cartagena lo cual le permitía mantener al terrateniente el dominio de la hacienda y, por consiguiente, controlar efectivamente todos los resortes de la supremacía social. Agustín Blanco sobre este tema, con un argumento explicado desde su lente, señalaba: «La razón es bien simple, Blas Gutiérrez18 no era un privilegiado, no era ni 'don' ni tampoco usaba el 'de' que paradójicamente aparece precediendo los apellidos de algunos de sus trabajadores. Era Blas Gutiérrez a

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La transición mecánica del marxismo no era ni es posible aplicarla a las condiciones económicas que se desarrollaron en estas tierras; el economista Paul Sweezy (1971: p. 1-2) al respecto señalaba que “no existe sobre el particular lo que pudiera considerarse una teoría general de la transición entre sistemas sociales... porque cada transición es un proceso histórico único que debe ser explicado y analizado como tal. Un estudio comparativo de las transiciones puede ser extremadamente útil, pero estos nunca son procesos simples ni breves, por el contrario, ocupan y aún definen toda una época histórica. Un aspecto de su complejidad es lo que puede llamarse multidireccionalidad, es decir, el movimiento en una dirección puede retroceder y reanudarse en otra sobre una base nueva” 18 Este personaje fue elevado a la categoría de santo por la iglesia y en su nombre fue bautizada una calle de Barranquilla, la calle San Blas, que corresponde hoy a la calle 35.

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secas y jamás recibió las ventajas de poseer una encomienda de indios». (Blanco: 1987: p. 138) Ciertamente el hecho de que Blas Gutiérrez (el primer gran latifundista que tuvo el departamento) no utilizara el 'don' y el 'de' como prefijos de poder señorial, y de que éste no poseyera “encomienda de indios” no fue porque quisiera manifestar alguna condición de vínculo contractual o simpatía con sus mestizos asalariados o con los indígenas y negros esclavizados en su hacienda, más bien las señales del incipiente pre-capitalismo mostraba que ya los apellidos y los prefijos ajustados a sus nombres no eran símbolo importante de poder en estas tierras alejadas del centro administrativo cartagenero, y el único poder real que comenzó a subordinar las mentes de los pobladores de esa época era una muy simple y muy capitalista: la posesión de bienes de capital a través del intercambio agrícola y pecuario con Cartagena y, en menor medida, con las comarcas vecinas a través del río Magdalena. Es decir que mientras en Cartagena se afianzaba la economía colonial de tránsito de metales hacia Europa liderada por una aristocracia de abolengos, en el Partido de Tierradentro se afirmaba el mercantilismo pecuario dirigido al consumo del centro colonial, basado en una economía pre-capitalista con una incipiente influencia regional, todo esto a través de los vasos comunicantes que permitía el río y los caños que alimentaban sus aguas. Esta nueva fuente de riqueza y prestigio originó una participación económica importante a los hijos de españoles nacidos en estas tierras o, más concretamente, a la embrionaria (o mejor cigótica) burguesía atlanticense. Pero, surge la pregunta, si los hacendados del Partido de Tierradentro vendían sus cerdos y productos agrícolas hacia Cartagena para obtener dinero ¿qué hacían con el capital obtenido? ¿Lo acumulaban para su prestigio personal, lo gastaban para satisfacer su lujuria en las calles cartageneras, o lo capitalizaban para fortalecer los circuitos económicos del Partido y sus pueblos refundados? Los hacendados de estas tierras vendían sus productos agropecuarios a Cartagena para comprar las mercancías provenientes de las regiones vecinas, y el ahorro que hacían se convertía más bien en una ramificación compleja de “evasión tributaria” que se ocultaba a los funcionarios reales (entre ellos se destaca al Virrey Slava a través, en esos tiempos, de su juez comisionado Francisco Pérez de Vargas) para así expandir su territorio mediante la compra-venta de tierras; extender la ganadería y acumular dinero para comprar más mercancías, e 39


intensificar así mismo el comercio con la región a través del río Magdalena y, de igual manera, extender el comercio clandestino por el mar Caribe cruzando los peligrosos acantilados de Bocas de Ceniza. Desde la segunda década del siglo XVII ya se avizoraban indicios de comercialización clandestina estimulada por la intensificación del comercio, esto obligó al gobierno español a establecer en 1621 un puesto de vigilancia en la ensenada de Sabanilla con el propósito de frenar el incipiente contrabando.19 Así pues, el desarrollo de las haciendas pecuarias en los siglos XVI y XVII en las comarcas del Partido de Tierradentro, mostró aspectos pre-capitalistas en su conformación, manifestando cada sistema de producción implantado (esclavo, feudal y pre-capitalista) elementos propios que permitían diferenciar sutilmente un sistema del otro; pero, en la evolución e interacción económica de las haciendas de este Partido con Cartagena, con la Nueva Granada y el comercio con la península ibérica y Europa, estos componentes de la naciente formación social colonial, en su contradicción económica, se confundirían en su desarrollo y lustros después chocarían violentamente. Pero hay un hecho real e inconfundible que no tocan los historiadores de estas tierras; las haciendas del hoy departamento del Atlántico no surgieron a la vida social y económica para repetir el ciclo feudal orientado a la cría de cerdos, exportación agrícola y otras especies, y mostrarse, como lo hacen los historiadores conocidos sobre el tema, como parte de la historia inmóvil, parroquial y anclada en el tiempo, sino que el surgimiento y desarrollo de las haciendas en el Caribe colombiano fue, en términos globales, producto de la acelerada deformación feudal que existía en la época y consecuencia de la integración al nuevo ciclo capitalista que comenzaba a mostrar sus garras en el mundo. Para ser más precisos, los confines del Partido de Tierradentro y los de la extensa región Caribe, con sus poblaciones ya dominadas y refundadas, fueron invadidos, conquistados y organizados económica y socialmente como una etapa más del vasto periodo de expansión colonial que se desarrollaba tanto en el Nuevo Reino de Granada como de toda la América Latina, y de igual forma como parte fundamental del proceso de consolidación del capital comercial europeo que comenzaba a explorar vías y a tratar de consolidar puertos para su desarrollo comercial. El régimen económico 19

Para controlar el contrabando en el año de 1626 se establece formalmente el puesto de vigilancia en Sabanilla, comandado por los encomenderos Nicolás de Barros y Nicolás de las Heras.

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y territorial impuesto a estas esplendidas tierras bordeadas por el filo brumoso del río Magdalena y el inmenso verde-azul del mar Caribe, fue instaurado con miras al robustecimiento de la economía de la gobernación de Cartagena como la de todo el mercado colonial en general. Algo de esto nos lo apunta A. Blanco (1987: p. 123): «Por estos caminos circularon así mismo los indios arrieros conduciendo las reses gordas desde las haciendas de Tierradentro 'Hato Grande' (Tubará) o 'San Nicolás' (Barranquilla), cuando no eran los vaqueros libres de 'San Blas' presididos por el propio amo Gutiérrez o sus descendientes... Por Camino Grande (carretera de La Cordialidad) asomaban a la ciudad de Cartagena las magníficas mulas de silla de los encomenderos y curas doctrineros de Tierradentro... fue también la vía obligada de las recuas de mulas de carga que durante centurias cumplieron el viaje del puerto de Malambo a Cartagena». Muy poco tiempo después de iniciada la historia colonial del Partido de Tierradentro, la orientación clara que iban tomando sus caminos, la explotación ganadera y agrícola y en menor escala la minera, permitió “descubrir” a las claras que todo este andamiaje económico de desorden organizado respondía, en últimas, a los intereses económicos predominantes en los grandes centros comerciales que afloraban en el interior del país: «Hay prueba documental de que el maíz producido en 'San Blas' y en sus vecindades no estaba del todo destinado a criar y engordar cerdos o a ser enviados a Cartagena... El destino final de semejantes cantidades de grano nos lo dice el capataz momposino Pedro de Palencia...'yo embarcaba para Zaragoza para el consumo el maíz'». (Blanco: 1987: p. 136) Esta apertura creciente y forzada de infraestructura vial, la reproducción de la población y la consolidación de la economía agrícola, ganadera y minera fueron las bases históricas para comprender el nacimiento de Barranquilla, su desarrollo posterior como puerto de embarque para el desarrollo informal del precapitalismo mercantilista, lo determinaría el puerto marítimo de Sabanilla y su conexión con el río Magdalena. El desarrollo del intercambio que realizaban las haciendas porcícolas del Partido de Tierradentro con Cartagena desembocó forzosamente en el desarrollo de la 41


ganancia en dinero (Maravedí, moneda circulante en la época), hecho que sellaba una superación de los modos de producción agrícolas existentes y fue, de cierta manera, un avance que marcaría hacia el futuro el destino de la decadencia de Cartagena como principal puerto del Caribe colombiano y, en el lejano horizonte, surgía la naciente expectativa económica de una pequeña aldea (Barranquilla) que crecía “libre” de las ataduras coloniales, como lo veremos en el capítulo que sigue. Podemos concluir entonces que algunas reglas de la política mercantilagropecuaria que realizaban las haciendas del departamento del Atlántico con el centro económico colonial de Cartagena y todo su circuito mercantil (circuito que se enlazaba hacia el interior con los puertos ribereños de Malambo, Calamar, Tenerife, Mompós y Honda y hacia el exterior con el comercio europeo), contribuyeron decisivamente a hacer florecer entre los hacendados españoles y sus descendientes criollos, los gérmenes en descomposición del viento mercantil-capitalista que fue progresivamente enraizado en todo el caribe colombiano.

CAPITULO II

LA CIUDAD Y SUS ORÍGENES

2.1 Hacendados, indígenas y afros esclavizados: los conflictos de estructuración pre-capitalista en la formación del sitio de Barranquilla

Es preciso recordar dos cosas importantes; primero, que el sitio donde hoy está ubicada la ciudad de Barranquilla siempre estuvo poblado por seres humanos, es decir estuvieron habitados ancestralmente por la gran cultura de los indígenas Caribes, específicamente por los Camach, y segundo, esta ciudad tampoco fue descubierta mediante un proceso formal y protocolario de los conquistadores, como ocurrió en la mayoría de las principales ciudades del país20 y la costa, con 20

Esta mezcla confusa y contradictoria de su origen se refleja en la celebración anual de sus cumpleaños, para la fijación del año se utiliza la fecha de 1629, año en el cual Malabet asegura llegaron los galaperos y su ganado, y para el día se utiliza el 7 de abril, día de la independencia formal del departamento del Atlántico de Cartagena en 1905.

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los ejemplos cercanos de Santa Marta y Cartagena. Para explicarlo de otra manera, la presencia poblacional en la era colonial en Barranquilla fue producto de cinco factores importantes. 1) la ancestral presencia indígena, 2) el desarrollo de las haciendas en su proceso de transición sistémica. 3) la presencia de los “agregados” o población flotante (fundamentalmente blancos criollos y mestizos), agregándose posteriormente los esclavos afros. 4) la ubicación geográfica que definía nuevas rutas para el comercio y 5) la nueva estructuración mundial de la economía con el avance de las flotas marítimas europeas y su necesidad de buscar puertos clandestinos en el Caribe. En ese orden de prioridades, la extensión latifundista y su posterior fragmentación fue apareciendo como la forma económico-social predominante que dio inicio al poblamiento de las llamadas “Barrancas de Camacho” o Barranquilla realizada por indígenas, negros, mestizos y españoles en una formación económico-social pre-capitalista de fragmentación territorial que comenzaba adoptar procesos de acumulación por la vía de la especulación en el comercio de tierras. Estos elementos en la formación de la ciudad se establecen en el siguiente comentario del citado trabajo de A. Blanco: «Procedió (Blas Gutiérrez) a vender no solo las tierras a su mujer sino también la de los hijos de ésta. Así puede concluirse que el fruto de sus trabajos y sudores de Blas Gutiérrez durante casi medio siglo solo sirvió para que un 'agregado' a quien en 1633 había permitido que hiciera rancho y rosa donde había estado el primer yegüerizo de 'San Blas' pudiera mudarse y comprar unas tierras en las Barrancas de Camacho». De esa forma, el poblamiento inicial de Barranquilla no se hizo inmediatamente, sino poco a poco; en primer lugar, al Capitán Domingo de Santacruz le fueron dadas estas tierras en encomienda por sus servicios prestados a la corona, desapareciendo la encomienda en el año 1559 cuando la poseía la viuda de este capitán, Ana Ximena viuda de Santacruz. Posteriormente esta encomienda fue arrebatada a esta señora por el segundo encomendero de Galapa, Pedro de Barros, quien la anexo a sus extensas propiedades incluyendo en ella a la población indígena y afro allí existente, lo que indica que la tierra y la población eran una sola unidad económica reservada para la explotación. Años más tarde, la gran propiedad territorial acumulada por la familia Barros los llevó a fundar la Hacienda San Nicolás de Tolentino. El encargo de fundar la hacienda le 43


correspondió al biznieto del encomendero original, Nicolás de Barros y de la Guerra quien organizó su hacienda en el perímetro territorial de lo que hoy constituye el núcleo urbano (centro) de Barranquilla, con una extensión inicial de 24.78 kilómetros cuadrados. Posteriormente éste vendió algunos de sus terrenos a comerciantes prestigiosos; después estos vendieron a otros con menor capital, fracturándose así por completo la gran hacienda San Nicolás, hasta que el sitio conocido como las Barrancas de Camacho, hoy Barranquilla, se hizo relativamente independiente de las grandes extensiones territoriales que poseían los hacendados originales. La transacción en dinero que permitió la división de la hacienda San Nicolás, mostró igualmente que la posesión extensiva de tierras ya no estaba sujeta al título nobiliario, a la voluntad del conquistador o al estricto régimen de encomiendas como formas feudales de posesión, que antes de este particular proceso solo podía adquirirse mediante la concesión real, sino a un mercantilismo mobiliario de intercambio que fueron definiendo los límites territoriales en el surgimiento económico y poblacional del sitio de Barranquilla. El intercambio de tierras por dinero iniciado por Nicolás de Barros y continuado por otros hacendados de la región, hizo que estas tierras dieran a su poseedor mérito y prestigio social esto originó, décadas después de organizadas las primeras haciendas, un hambre insaciable de tierras consecuencia de la gran demanda de productos agropecuarios que solicitaba la provincia de Cartagena y todo el mercado regional en general. Esta sed insaciable de tierras no solamente derivó en la compraventa por vías “legales” sino que igualmente dio inicio a un monstruoso exterminio con la intención de robar y saquear las propiedades comunales de los pueblos indígenas en los territorios que aún no habían sido exterminados, asimilados o sometidos al régimen económico de las haciendas tradicionales. Esto lo ratifica Agustín Blanco (p. 157) de la siguiente manera: «Como los anteriores hubo otros individuos que lograron hacerse a apreciables extensiones rurales, las cuales los convirtieron en verdaderos terratenientes. La defensa de sus intereses quizá fue una de las razones para que en esos decenios los vecinos de Soledad, como los de los sitios de Barranquilla, Santo Tomás de Villanueva y el Real Campo de la Cruz, se hubieron embarcado en la empresa de penetrar hacia el Este, en territorio de la provincia 44


de Santa Marta y en terrenos de los Chimilas, a espantar y alejar a estos indios bravos con el pretexto o excusa de defender las vidas y haciendas de los neo-colonos». Del relato anterior se comprueba que el poblamiento económico y social fue, como lo indicamos anteriormente, producto de una gran ofensiva de apropiación ilegal de tierras hecha por un enjambre de terratenientes criollos y españoles que marcaron el posterior nacimiento de una media burguesía terrateniente que rompió con las relaciones feudales de producción, y dio inicio a la hacienda propiamente pre-capitalista, estancias que fueron fundadas en aquellos territorios que aún permanecían vírgenes o no explotados por los colonizadores originales. Después de consumada la expropiación a través de la violencia, se inició un “proceso jurídico” para darle un carácter legítimo al nuevo marco de las relaciones político-administrativas. Las tierras aledañas al sitio de Barranquilla se fueron convirtiendo de esa manera en objeto de comercio y de especulación inmobiliaria, incluyendo en esas relaciones comerciales la compraventa de seres humanos,21 y fue adquirida en cantidades enormes por personas con acumulación importante de capital. Por obra y gracia de la ilegalidad jurídica colonial, fueron apareciendo las escrituras públicas como mecanismo de defensa territorial de los usurpadores. Una de estas escrituras que asignó un amplio territorio de la actual Barranquilla, fue la concedida a Don Juan de la Hoz de Mequejo que mostraba claramente su enorme poder territorial: «Por el Norte colinda con las tierras llamadas de 'Sabanilla' que son de particulares, desde la orilla del mar de las Antillas en la desembocadura del arroyo Nisperal, cerca de la punta del mismo nombre hasta los Tamarindos o 'Mequejito' pasando el lindero por los puntos intermedios

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La posesión de tierras y cerdos eran, para la clase esclavista que fundó en las sabanas de Camacho, iguales a la posesión cruel de seres humanos. Antes de casarse con Nicolás de Barros, fundador de la hacienda San Nicolás, la señora Josepha de Simancas declaró en documento notarial los bienes que poseía, entre los cuales estaban varios esclavos traídos de la lejana Angola: “Los negros que tiene la Da. Josepha de Simancas en la porquera de la Barranca de la Tierra adentro son: Juan Jolofo de edad de más de cuarenta años, en trecientos pesos. Sevastian Angola de edad de treinta y cinco años, poco más o menos en cuatrocientos pesos. Antonio Angola de edad de treinta y cinco años, poco más o menos en cuatrocientos pesos. Joseph Criollo de edad de diez y ocho años, poco más o menos en cuatrocientos y cincuenta pesos. Manuel Criollo de edad de doce años en trecientos y treinta pesos. María Arará de edad de 20 años, poco más o menos en cuatrocientos y cincuenta pesos. Una mulata que esta condicionalmente nombrada Maciana que en dando docientos pesos que sea libre. Mas una negra que tengo en empeño de trecientos pesos nombrada María Carabalí que esta condicionalmente que en dando trecientos pesos que sea libre. Doscientas cabezas de ganado de cerda en quinientos pesos. El Citio y bujios. Dos bureles de cobre pequeños que costaron ambos diez y seis pesos” A. Blanco págs. 189-190.

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siguientes: faldas de Cipacua y las sierras 'Palma y Caliche' este lindero que es el antiguo fue también fijado y reconocido entre el otorgante y el señor Bruno Rodríguez, apoderado de dichas tierras de Sabanilla».22 El fragmento geográfico que poco a poco fue formando los pequeños núcleos territoriales que conformaron la ciudad, puede apreciarse de forma más concreta en la siguiente sucesión territorial: «Las tierras de Sabanilla constan de cinco caballerías, cuatro que fueron cedidas a Manuel de Sanabria, por el cabildo de Cartagena el 31 de Enero de 1639; cuyos hijos, Manuel y Gabriel de Sanabria, la vendieron al licenciado don José del Río, cura doctrinero de Paluato y Galapa23... y el escribano público, las vendió a doña Isabel de Mejía del Valle el 2 de Agosto de 1658... y en 4 de marzo de 1694 se adjudicaron a su nieta y heredera doña Juana Moreno, pasaron también por herencia a su hijo el licenciado don Pedro de Peralta, presbítero domiciliario de la ciudad... quien las vendió en dicha ciudad el 20 de Mayo de 1701 a Agustín de Octavio... y después pasaron no se sabe cómo, si por venta o por herencia, al sargento Juan Romero quien las vendió a Manuel De la Rosa Jiménez... las cinco caballerías pasaron por herencia a los nueve hijos de Manuel de la Rosa, quienes hicieron varias ventas entre sí... los primeros vendieron sus seis partes a Joaquín de la Asunción Macías el 15 de septiembre de 1803... Los herederos de Joaquín de la Asunción Macías vendieron varias acciones en diferentes fechas a varios vecinos de esta ciudad y estos a su vez vendieron a otros y otros, según consta en varios testimonios que hemos consultado». (Vergara y Baena: 1999: p. 91) Las escrituras públicas confirmaban también el poder político y económico de la nueva clase, lo cual impedía futuras disputas jurídicas, tanto con los españoles como de otros agentes contratantes coloniales, la iglesia, por ejemplo.

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Publicación de la Sociedad de Mejoras Publicas de Barranquilla, año IV Nº 34, pag. 182. En el Partido de Tierradentro, la iglesia se adaptó a la existencia de una violencia organizada aceptando que las guerras jurídicas, a través de las escrituras públicas, fueran libradas no solo por los colonialistas bajo orden real, sino también por curas y particulares que pretendían un enriquecimiento a corto plazo . 23

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La autoridad judicial de Cartagena a través de estas escrituras públicas convertía a la víctima en victimario, invirtiéndose de esa manera la historia para lograr el aseguramiento criminal del nuevo poder, surgido éste del exterminio y afianzado en la exclusión. Sobre estos hechos en el año 1779: «La señora de Barros había heredado de su cuñado Agustín y de su esposo Jacinto Roque las ocho caballerías de Tierras y apeló a la autoridad porque deseaba venderlas y tropezaba con el inconveniente de que parcialmente las habían invadido con cultivos algunos indios de Usiacurí». (Blanco: 1994: p. 194) Como fatídica deducción, según este relato, los indígenas invadidos se convirtieron por obra y gracia de la dominación en “invasores”. La configuración económica de estas haciendas, desde sus inicios, mostraron ser autosuficientes en su organización, es decir que en ellas se podían localizar los elementos básicos para satisfacer la vida frugal de los terratenientes, además para la subsistencia de los pocos indígenas mortalmente libres24 y también de la cada vez más creciente población afro; sin embargo su rentabilidad, en términos de acumulación de capital, todavía hasta 1780 dependía o estaban permanentemente condicionadas a las relaciones económicas que se mantenían con Cartagena para garantizar el suministro de ganado vacuno, caballar y porcícola. Igualmente, en la medida en que la fuerza productiva de estas haciendas dependían cada vez más de la economía monetaria que se afianzaba desde el centro portuario de Cartagena, fueron apareciendo otros actores económicos que realizaban indefinidos trabajos tanto para la hacienda como para el resto de la población que ya empezaba a aglutinarse en las Barrancas de Camacho, todo esto como consecuencia de la desmembración periódica y el interés mismo de la corona española en establecer, en lo que hoy es el centro de Barranquilla, un importante núcleo poblacional, concentración que tenía como fin facilitar el comercio agropecuario de las haciendas agropecuarias del Partido con las comarcas vecinas a través del río Magdalena, contexto económico que también extendió los imprescindibles caminos de herradura que comunicaban con Cartagena. Sobre esto es desgarrador el siguiente relato: “Las epidemias que tanto habían azotado a la población Indoamericana en los siglos anteriores, sobre todo en el XVI, siguieron brotando de manera episódica en el XVIII. En su primera mitad las hubo mortíferas, a mediados de los años veinte en los Andes cuando una peste entrada por el puerto de Cartagena llegó matando indios hasta el alto Perú” La América española, op. cit., p. 119. 24

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El nuevo caserío había sido pues construido en la confluencia de dos puertos (marítimo y fluvial) aún no desarrollados,25 alejado de la antigua ciudad de Cartagena y de su decadente régimen colonial, lo que facilitó la formación de una economía paralela que tenía su base en el contrabando de mercancías inglesas y holandesas, pues ya para principios del siglo XVIII la lucha por el control del territorio para agilizar el comercio era evidente: «La nueva guerra entre España e Inglaterra en 1718-1720 (guerra de la cuádruple alianza), agravó el

debilitamiento

del

control

marítimo.

Acentuó

la

penetración

del

tradicionalmente importante contrabando inglés y holandés, sobre todo en zonas marginales menos vigiladas, y llevó al abandono definitivo de las Flotas Navales». (Lavallé: 2002: p.43) De esta guerra entre imperios, se desprendió posteriormente una lucha entre los dos puertos (Barranquilla y Cartagena) por la supremacía del comercio ultramarino. La gran importancia del comercio en estas tierras limitó la producción agrícola y pecuaria, lo que confirma que existía ya en este periodo, albores del siglo XVII, un intercambio económico caracterizado por un fuerte desequilibrio a favor de la actividad comercial. En el transcurso de la navegación mercantil por esta vía, se fue formando en el nuevo caserío, denominado ahora San Nicolás de Barranquilla, una nueva clase de braceros, remeros, almacenadores, carpinteros etc., que a fuerza de latigazos, de tradición y de la presión natural de la costumbre, fue sometido a los requerimientos del nuevo desarrollo comercial y, por consiguiente, la vida de estos pobladores originales comenzó a ser parte de una exigencia que se fue modificando hacia el trabajo servil al servicio de hacendados e incipientes comerciantes que los mantenían esclavizados bajo condiciones mínimas de subsistencia. Fueron todos ellos individuos sin ubicación precisa dentro del decadente esquema económico feudal impuesto desde Cartagena; todos eran reconocidos, pero en el fondo despreciados por el trabajo físico que realizaban. Fueron estos pobladores la fuerza productiva principal que inauguraría a Barranquilla en la era pre-capitalista. Sobre ese instante histórico y desde su inconfundible visión Agustín Blanco (1987: p. 232) afirmaba: «Creemos que no 25

Barranquilla, la ciudad del nuevo horizonte, como algún poeta acertadamente decidió llamarla, estaba “colocada sobre un suelo silíceo calcáreo recostada en una suave pendiente y orientada al Este. Situada geográficamente a una altura de metro y medio sobre el nivel del mar, distante un kilómetro del gran río Magdalena y a 25 de las costas del mar”

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hubo un momento así, preciso y exacto en el cual de manera tajante se terminó la estancia con su amo, su mayordomo y su capataz e inmediatamente se inició la existencia de un sitio de vecinos, cada uno de ellos dedicado a su trabajo o actividad más o menos diferenciada e independiente a su quehacer u oficio, tratarose de labor agrícola, artesanal, comercial, de servicios o de lo que fuera». Estos vecinos “liberados” de la atadura colonial y feudal, fueron la base social y la génesis de la actual clase popular barranquillera y sobre sus hombros comenzó a forjarse la estructura económica y física de la ciudad. Seguidamente, cercano al terrateniente español, o los que descendían directamente de este, se fue formando en las Barrancas de Camacho una capa aristocrática cuyas familias predominantes eran los Altahona, Tellez, Navarro, Escalante, Suarez, Márquez, Mier, Barros, entre otros, que no tenían título real pero que por tener una escala jerárquica que se media en la acumulación de capital, prestigio comercial y la posesión de tierras, empezaron a tener fuerte influencia en el nuevo medio social que se formaba. Más tarde, afros, mestizos y mulatos que surgieron a raíz de la liberación de las fuerzas productivas y, por consiguiente, de la mezcla de las tres razas, fueron definiendo el carácter físico, la cultura y la idiosincrasia misma de la clase popular barranquillera. Las expresiones culturales de estos primeros pobladores estaban marcadas por la influencia africana en la formación de sus llamativos bailes. Los ritmos de liberación espiritual, que amortiguaban la opresión económica, lo realizaban a través del Mapalé y el Bullerengue cuyo júbilo lo consumaban en las calles después de concluida su extensa jornada de trabajo en las haciendas, y los instrumentos rudimentarios que utilizaban para el berroche eran el Yamaró y el Quitambre acompañados de las palmas de las manos y del canto nostálgico a los dioses de la lejana África. El aspecto religioso de los primeros habitantes comenzó a imponerse con la fundación formal del templo. En 1734 por iniciativa del Presbítero Luis Suárez se inicia la construcción de la iglesia San Nicolás de Tolentino con el propósito de concentrar la fe, en la misma medida en que se concentraba la población, se acumulaba capital y se extendía el comercio. La tierra igualmente seguía fracturándose, la terrateniente Gertrudis de Barros vendió fraccionadamente las catorce caballerías que poseía en las tierras de Guaimaral, cuatro en Mequejo y

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catorce en Carretal a pobladores de este sitio, dando lugar al incipiente poblamiento, en su mayoría disperso, al sur y nor occidente de la ciudad.

2.2.

África en el Caribe: el comercio florece con la extensión de la

esclavitud

La introducción masiva de mano de obra esclava procedente de África, que surtieron en poco tiempo a las haciendas del Partido, pero que también se utilizó para abastecer el embrionario trabajo mercantil por el río constituyendo los primeros núcleos poblacionales, era transportada por la flota naval inglesa y fue ésta, a la par de la naciente Revolución Industrial, una segura fuente de acumulación para este país a través del miserable comercio de seres humanos: «En 1760 se dedicaron a estas actividades 146 barcos capaces de transportar 36.000 esclavos, y en 1771 eran ya cerca de 190 embarcaciones con capacidad para 47.000. Del volumen de este tráfico nos da idea el hecho de que entre 1700 y 1786 fueron llevados a Jamaica 610.000 esclavos, y entre 1680 y 1786 fueron transportados a todas las colonias inglesas, más de dos millones. Se estima que durante el siglo XVIII los ingleses condujeron a las plantaciones francesas y españolas medio millón de negros. En 1771 una tercera parte de la flota inglesa estaba ocupada en el transporte de esclavos, y en 1795, en Liverpool se concentraban cinco octavas partes del comercio esclavista ingles». (Andakov: 1965: p.260) Esta nueva realidad étnica y social que impuso el comercio esclavo realizado por ingleses, no fue asimilada en su totalidad por la ya decadente aristocracia colonial cartagenera, casta que había declarado en 1700 a Barranquilla como Capitanía de Guerra de la Armada española; y fue éste un factor de constante desequilibrio social y de polarización por la profunda división racial de las clases sociales en surgimiento. Un historiador cartagenero afirmaba al respecto que: «Estos comerciantes a quienes se les unían pequeños grupos de abogados, sacerdotes, militares y políticos, añoraban realizar el proyecto de modernidad de occidente en las tierras exuberantes y exóticas del Caribe, rodeados de indios rebeldes, negros cimarrones y mestizos sin patria por quienes sentían el mayor 50


de los desprecios y en quienes no podían ver sino seres inferiores». (Múnera: 1998: p. 70) El balance étnico que originaba estos conflictos inter-raciales, según A. Blanco, estaban socialmente compuestos de un 80% de libres (blancos y pardos) un 16.3% de indios naturales y un 2.8% de esclavos (afros). Es preciso recordar que eliminados en su gran mayoría los indígenas del territorio, se produjo nuevamente un abastecimiento masivo de población proveniente del África meridional para intensificar la mano de obra esclava en las haciendas de la región, y fueron transferidos estos nuevos esclavos a un empresario español con carácter de monopolio para continuar el proceso de enriquecimiento acosta ahora del sudor y la sangre de los inmigrantes africanos, pues ya para esa época los comerciantes europeos calculaban que la explotación de un inmigrante africano esclavizado proporcionaba en su colonia una ganancia igual a la del trabajo de 10 obreros “libres” en Inglaterra:i «El primer asiento lo constituyó Felipe II con Pedro Gómez Reynel, quien se comprometió a trasladar en nueve años por lo menos 31.500 esclavos al puerto de Cartagena de Indias, venderlos a un precio que se dejaba a su arbitrio y pagar por ello un total de 900.000 ducados a la corona». (Konetzke: 1971: p.69)

El trabajo esclavo en el caribe, como en toda la América latina, fue fundamental para forjar las fortunas de los españoles y sus descendientes

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Pero el comercio de esclavos como cualquier mercancía, no solamente se realizó de manera legal. Las amplias costas del Caribe colombiano sirvieron para que paralelo

al

contrabando

de

mercancías

se

comercializara

masiva

y

clandestinamente con seres humanos; holandeses y judíos eran los que lideraban este macabro y lucrativo negocio: «En Río de la Hacha los auditores de la audiencia de Santo Domingo, enviados para adelantar una investigación en la gobernación de Santa Marta, encontraron holandeses y judíos que comerciaban con libertad y practicaban abiertamente su religión. Navíos atiborrados de mercancías que en último término iban a inundar las provincias de Popayán Santa Fe y Quito. A todo esto, se agrega que las naves, junto con sus mercancías, traían cantidades de negros, siendo casi imposible remediar esta situación en una costa tan extensa». (Escalante: 1964: págs. 4748) De esa manera, la compra de los esclavos quedó en manos de comerciantes acreedores que fueron, por regla general, los encargados de venderlos a las grandes haciendas agrícolas y pecuarias del Partido y, asimismo, fueron distribuidos a los traficantes del río Magdalena para que los esclavos traídos a la región desempeñaran el oficio de Bogas (remeros) en el sitio que comunicaba a San Nicolás de Barranquilla con las comarcas vecinas. El problema del alzamiento esclavo, producto de su importación masiva y las condiciones infrahumanas en que los mantenían, fue en parte resuelto por los terratenientes del Partido de Tierradentro al darle a una fracción de la población afro y sus descendientes la oportunidad de colonizar el espacio geográfico de las Barrancas de Camacho, con ello se evitó que estos construyeran palenques y agudizaran el conflicto con los hacendados de la zona, contrario a lo que sucedía, por ejemplo, a los alrededores de Cartagena con la emancipación del palenque de San Basilio que le produjo fuertes dolores de cabeza e innumerables bajas a los colonialistas españoles.26

El Palenque de San Basilio fue denominado con razón “el primer pueblo libre de América” y al decir de la Antropóloga Nina S. de Friedeman “y no solamente ello, sino los primeros guerrilleros que logran con éxito su liberación de un sistema dominante: la esclavitud colonial” El negro y su contribución a la cultura colombiana, publicado en Divulgaciones Etnológicas Nº 1, julio de 1980, p. 43. 26

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Esta necesidad de poblamiento para mantener el control social en el sitio de San Nicolás de Barranquilla, queda claro con la carta que el corregidor del Partido de Tierradentro Francisco Navarro de Acevedo le envía al Virrey Eslava en 1744 para que la población mestiza y los pocos afros libres auspiciaran el crecimiento del pequeño caserío: «Tengo ejecutada la orden verbal, requiriendo a los agregados del pueblo de Galapa, el Carmen, Sabanilla, para que en el término de tres días se mudasen y fundasen en el sitio de las Barranquillas, por ser de esta feligresía, lo que actualmente están ejecutando muchos de ellos, señalando sitios para fabricar sus casas». (Vergara y Baena: 1999: p. 15-16) Tres años después de esta migración masiva, la ciudad fue erigida en Parroquia (1747) y el creciente comercio por el río debilitó paulatinamente el interés en la producción agrícola y pecuaria realizada por españoles y terratenientes nativos. En este importante centro de comercio alejado de Cartagena se necesitaron, por fuerza de determinadas circunstancias histórico-económicas, cientos de brazos y Barranquilla que hasta entonces era un caserío poco poblado e improductivo, atrajo por ese concepto una importante población que en su mayoría estaba dedicada directa o indirectamente al comercio. Con el censo de 1777 la Parroquia, que había sido erigida en Corregimiento con juez letrado en 1775 pero con una población en un 92% analfabeta, contaba con 399 casas y 2.950 personas y los trabajos que realizaban las clases populares, entre otros, estaban los de armeros, albañiles, bogas, carpinteros, herreros, pescadores, pintores, plomeros navegantes y, como una clase especial, estaban los traficantes y contrabandistas. Este último oficio se constituiría en un factor importante de reconocimiento social para la acumulación de capital pues «Los traficantes extranjeros construían fortalezas con el beneplácito de la población para defenderse de los españoles, y Sabanilla, en Tierradentro, llegó a ser tierra de nadie, cueva de rolando en donde para nada se diferenciaba la autoridad del contrabandista». (Múnera: 1998: p.70) Los contrabandistas como clase emergente, comenzaron a involucrar en este negocio a los campesinos de la región, a las autoridades formales, e incluso al clero que de manera indirecta se lucraba de sus actividades. Los contrabandistas recurrieron a diversas astucias para burlar la vigilancia española en Sabanilla e introducir así sus apetecidos productos desde el mar al rio magdalena. Una de las pericias más comunes utilizada fue la “atracada” donde, esgrimiendo 53


cualquier problema inventado (limpieza del casco en el rio, rompimiento de la vela, desviación de la ruta, etc.), las naves cargadas de mercancía anclaban por largos períodos frente a Sabanilla o sus alrededores. Una vez allí procedían al desembarco disimulado de las mercancías y, cuando eran sorprendidos, establecían negociaciones secretas con las autoridades locales deshonestas. Podría decirse que estos fueron los inicios de la corrupción administrativa en lo que hoy es Barranquilla

2.3. Una nueva clase social dominante emerge en las barrancas de San Nicolás: los contrabandistas Tanto en los caseríos pobres ubicados a la orilla del río Magdalena como en las casas de los comerciantes que crecían entorno a lo que hoy es el centro de la ciudad, existía una cierta afinidad social entre estos comerciantes y los contrabandistas de ultramar con los trabajadores del río y pobladores de la Parroquia, es decir, la intensificación de la navegación por el río y la acumulación de capitales por ese medio no presentaba aún un carácter contradictorio o algún antagonismo económico y social que generara importantes conflictos de clase, mostrando esto que la miseria y la exclusión eran evidentes, pero estaban de cierta manera controladas por las autoridades. La miseria que existía en el pequeño caserío la confirma el censo de 1777: «En Barranquilla había ya casas con cuatro y hasta cinco y seis habitaciones, lo que les da un sello de verdaderos inquilinatos» (Blanco: 1987: p.249) Paralelo a la nueva división del trabajo y aprovechando la desorganización administrativa de la gobernación colonial de Cartagena, se fueron especializando y extendiendo los contrabandistas profesionales auxiliados por el auge del colonialismo mercantil inglés27 y se abrió por ese concepto un nuevo sector económico que, a pesar de su característica singular vinculada al comercio

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La primera colonia inglesa en América Latina surgió en 1623 en la isla Saint Christopher, cuatro años más tarde colonos ingleses se instalaron en Barbados, y un año después en Nevis; en 1629 comenzó la colonización de las islas Bahamas y en 1638 la expansión colonial inglesa se orientó hacia América Central con punto de apoyo en Belice. Para el imperio colonial británico, tuvo gran importancia la conquista de Jamaica realizada en 1655 por el Almirante Penn, de donde llegaba en abundancia la producción de los artesanos ingleses, distribuyéndose hacia todo el Caribe y hacia el interior de centro y sur América, y desde sur y centro América se exportaba hacia Europa azúcar, cacao, y añil. Las importaciones inglesas hacia Colombia que entraban por Sabanilla llagaban directamente desde Jamaica. Otras posesiones de Inglaterra en la cuenca del Caribe tienen orígenes más recientes; Trinidad y Tobago, por ejemplo, se hicieron británicas formalmente en el siglo XIX.

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mundial, tenía cierta capacidad para influir sobre otros actores de la clase dominante, especialmente el de los grandes terratenientes que controlaban el Partido de Tierradentro. Se desarrollaba pues una incipiente burguesía comercial e intermediaria apoyada en el comercio de contrabando que se encargaba de los intereses del mercado inglés con la región, del despegue del comercio con el interior del país y, en menor medida, con la península española y con Europa.

Representación gráfica del comercio contrabandista en el Caribe colonial

En una Barranquilla que desarrollaba aceleradamente su fuerza comercial, el contrabando no solo correspondió eficientemente a la activación de la economía en general y ser su expresión concreta, sino también tuvo que ser una expresión coherente con la particularidad de ese momento histórico que no pudo, sin embargo, desarticularse del todo de sus contradicciones económicas internas generadas fundamentalmente por la 'ilegalidad' del comercio; y para lograr su objetivo de acumulación de capital en el entramado de la confluencia rio y mar, los primeros contrabandistas que se concentraron en esta área fueron reflejando cada vez con más fidelidad las condiciones económicas y sociales que exigía el desarrollo mercantil pre-capitalista de la pequeña parroquia. Sin embargo, el contrabando y la piratería en esta zona fue, como ha sido ya demostrado históricamente, el producto de la guerra comercial y militar que libraban Inglaterra y otros países europeos contra España por los mercados y el oro de las colonias americanas. Era pues esta una auténtica guerra entre ladrones que tuvo su

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máxima expresión con el ataque del corsario inglés Edward Vernon a Cartagena en 1741 quien con 180 naves, 23.000 hombres y 8.000 cañonazos hizo tambalear el poder colonial español en el Caribe colombiano y, por consiguiente, el de toda la Nueva Granada. El ataque fue derrotado por el almirante Blas de Leso, insigne custodio de la riqueza saqueada por los españoles en la América subyugada. Después del fracaso de la piratería inglesa en 1741, los ingleses intentaron

nuevamente

levantamientos

clandestinos

que

trataban

infructuosamente de ganar el apoyo de la población nativa: «La región de Cartagena de Indias también fue afectada por tales acciones belicistas. En 1770 se informaba del perdón real a favor de Guillermo Reid y sus tres compañeros, quienes habían sido condenados a cumplir cárcel en el presidio de Ceuta, en África... 'por averles cogido en el gran delito de suscitar una sublevación de indios en las costas de Cartagena llevándoles armas e incitándoles a matar a todos los españoles». (Ramos: 1990: p. 148) Germán Arciniegas (2000: p. 258) daba cuenta de otros hechos que tensionaban la relación entre las potencias por el dominio de las colonias y sus mercados, lo que de una u otra manera repercutía en los territorios del caribe colombiano: «España como potencia dominante no permitía el comercio de otros países europeos con sus colonias, originando esta situación interminables conflictos que llevó a decir a un corsario ingles que “vivirán en paz con los españoles del Caribe mientras los españoles le dejen la libertad de comerciar”». En el Caribe Jamaica como baluarte estratégico de la colonia británica, se convertiría en esos años en el gran centro de acopio de mercancías inglesas; productos mercantiles que ingresaban por los puertos clandestinos de las costas colombianas a través de un activo contrabando. Por su cercanía a la desembocadura del río Magdalena, Sabanilla y Barranquilla eran uno de esos puertos clandestinos. El Caribe se convirtió a partir de entonces en amparo de sangrientos piratas, primero de ingleses a nombre de la libertad de comercio y después de los gringos, como lo veremos en capítulos posteriores, bajo las banderas cruentas de la anexión capitalista. La naciente burguesía comercial de la costa caribe colombiana aprovechó eficientemente estas relaciones con el imperio inglés y serían, después de ese hecho histórico-económico, traicioneros de sus orígenes y nuevos servidores del capital mercantil anglosajón que introducía sin piedad y masivamente diversas 56


mercancías europeas para satisfacer el consumo de determinadas capas sociales que sin cesar brotaban en la región Caribe y el interior del país, pues desde el comienzo mismo de la Revolución Industrial la exportación mundial inglesa había crecido aceleradamente llegando alcanzar enormes proporciones y, por consiguiente, produjo la necesidad vital de nuevos puertos para lograr una eficiente distribución mercantil en el continente americano. Para dar un indicio del desarrollo fabril de Inglaterra, el valor oficial total de las exportaciones de este país hacia América Latina en el periodo de 1801 a 1850 había aumentado de 24.900.000 libras de esterlinas a 175.400.000, o sea creció en 600%. Desde ese instante cambió el poder en el sistema de acumulación en el caribe colombiano y particularmente en Barranquilla, pasando la hacienda agrícola y ganadera a un segundo orden y coronándose el comercio contrabandista de mercancías inglesas en la primera fuente de acumulación de capital. Barranquilla fue desarrollándose así formalmente atada a la colonia española a través de la provincia de Cartagena, pero realmente su progresivo avance se debió al auge del capitalismo en Europa y, por consiguiente, al importante volumen de mercancías que las nuevas potencias intentaban introducir al continente a través de los puertos clandestinos del Caribe. En otras palabras, la paternidad no resuelta de Barranquilla aparte de las vacas fundadoras de los galaperos expuesta por Domingo Malabet o la repartija territorial de Nicolás de Barros explicada por Agustín Blanco, habría que buscarla también, aplicando un análisis de investigación científico-social más realista, en el intensivo contrabando inglés. A Barranquilla pues no la fundó el español cuando alzó la espada y la cruz sino el contrabandista cuando puso en su suelo la primera caja de mercancías. Los gobernantes actuales y los historiadores que los secundan no pueden esconder esa vergüenza histórica. En esa medida, los que hoy en Barranquilla se creen con algún abolengo por tener apellido extranjero, no son herederos de la realeza sino tataranietos de vulgares contrabandistas. El posterior crecimiento acelerado de la población, con la consiguiente mano de obra disponible y los buenos precios que se pagaban en Cartagena por los productos agrícolas, pecuarios y las mercancías de contrabando que se comercializaban en la región a través del río Magdalena, permitió que en la naciente Barranquilla se acumulara una cantidad cuantiosa de capitales en manos de una nueva clase comerciante. Al respecto los historiadores Vergara y 57


Baena (1999: p.81) sobre el predominio de la clase que ocupó la cúspide de la pirámide social, afirmaban: «La navegación del río, de las ciénagas y caños que conducen a los demás pueblos comarcanos fue impuesta por las necesidades del tráfico y la falta de ciertos artículos de consumo obligado que había que traer de otras partes. El sitio de Barrancas carecía de multitud de artículos de los llamados de Castilla, de telas de todas clases para los usos comunes y de otras tantas cosas que tenían que procurárselas, ya en Santa Marta ya en Cartagena. Con este motivo se dedicaron varias personas a hacer viajes periódicos a Santa Marta y Cartagena, para comprar y traer la multitud de cosas que les encargaban los vecinos, y de este modo se proveían de lo necesario, hasta que cambiando las cosas comenzaron unos buhoneros catalanes a hacer el mismo negocio, hasta apoderarse de él». Así pues, el núcleo de beneficiarios de la primera actividad económica de importancia en el floreciente corregimiento de Barranquilla, el transporte a través del comercio legal y de contrabando, lejos de ir ampliando su número fue reduciéndose en proporción directa con el crecimiento poblacional y el progresivo auge mercantil, originando esta particular situación los primeros indicios de desplazamiento de la fuerza de trabajo, es decir, surgió la primera manifestación de marginalidad económica como consecuencia del monopolio que surgió en la naciente aldea y, a la vez, la primera capa fuerte de burgueses criollos surgidos del creciente negocio del comercio y la navegación. Consumada la monopolización del negocio y desplazados los trabajadores originales, la navegación desde entonces pasó a ser parte del prestigio social: «Como navegantes figuran por lo general, vecinos con el título de 'don' lo que parece indicar su condición de blancos o mestizos de cierta solvencia económica y prestigio social». (Vergara y Baena: 1999: p. 251) Esta acumulación primitiva de capital en número importante de navegantes y comerciantes dedicados en su mayoría al negocio redondo del contrabando, fue un signo premonitorio de lo que sería posteriormente Barranquilla, es decir si en ésta región no hubiese habido una masa importante de dinero circulante y una fuerte liberación de las fuerzas productivas ligadas a la movilización de mercancías por el río Magdalena y todo el mar caribe, el destino de Barranquilla en una economía cerradamente feudal (agrícola y pecuaria) hubiese sido el de

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su inevitable parálisis económica y, por consiguiente, la parálisis cuantitativa de su masa poblacional. Al pasar los años, finales de la era colonial, los conflictos más importantes que presentaba el corregimiento de Barranquilla eran los referidos a la tenencia de la tierra pues esta iba adquiriendo valor en la medida en que el crecimiento del caserío, el comercio de productos agrícolas y el auge comercial del puerto clandestino se ampliaban. Estos conflictos naturalmente favorecían a los terratenientes quienes exhibiendo títulos de propiedad de dudosa procedencia hacia desalojar a la masa ya no de indígenas, que habían sido exterminados o expulsados del territorio, sino de campesinos pobres que sin cesar aumentaban su presencia en la región. El siguiente conflicto es muestra concreta de esa situación: «Don Miguel Pérez, Tomasa y Josefa María Acosta, que eran entonces dueños de las tierras de Sabanilla, quienes pretendían que la parte de terreno comprendida en las de Guaimaral, llamada Palmarejo desde 1798, correspondía a los de Sabanilla y por lo cual pedían que los labradores que ocupaban dicho terreno la evacuasen». (Vergara y Baena: 1999: p. 97) Esta posesión de tierras, que reemplazaba despóticamente a la productividad de los labradores por la ociosidad parásita de las castas dominantes en un relativo periodo de auge económico, fue otro activo elemento de acumulación precapitalista no productiva en la Barranquilla de entonces, pues a la venta de estas tierras gran parte del capital generado era invertido en hipotecas, préstamos y compra de mercancías para contrabandear con las comarcas vecinas. Igualmente, el negocio del algodón fue un importante activo económico que para 1770 movió intensivamente la economía del corregimiento de Barranquilla. Este negocio era monopolizado en su mayoría por catalanes, expertos en el arte de navegar y contrabandear este rubro agrícola hacia Europa. En este marco, otra de las causas fundamentales del derrumbamiento progresivo del colonialismo español y la economía cerrada de tierras que auspiciaban la improductividad en el departamento, fue la concentrada explotación de la fuerza laboral indígena, mestiza y negra en las haciendas controladas por el mayorazgo español originario y hereditario; es decir, el trabajo diario como peón o esclavo le resultaba a estos miserables pobladores mucho menos atractivo y menos 59


lucrativo que el que se realizaba en el comercio por el río Magdalena. Estos acontecimientos, que marcaban el descontento de las clases populares, más que el comercio clandestino con Sabanilla, fueron los que forzaron a los herederos del anterior sistema a modificar las relaciones sociales de producción e iniciar un nuevo ciclo de relaciones que permitiera una mejor acumulación, sin grandes conflictos, con la clase social que pretendía ganar para la futura sublevación y lograr, con su apoyo, la independencia total de España permitiendo que se acelerara el desplazamiento de la población y su fuerza de trabajo hacia el centro mercantil que se proyectaba en el corregimiento de Barranquilla. Este sitio, que fue perfilándose como centro de la economía de intercambio a gran escala entre el río y el mar y, por consiguiente, entre el exterior y el interior del país abrió a la población indígena, mestiza y negra, base orgánica de las clases populares, la ilusión de una vida más libre y mejor. En conclusión, en esta parte del Caribe colombiano cruzada en diagonal por el río y el mar, el capital comercial en la etapa colonial nació inevitablemente del ordenamiento de las operaciones comerciales en el marco del proceso de distribución del capital mercantil europeo, capital que se desarrollaba relativamente independiente en el puerto fluvial de Barranquilla a través del intensivo contrabando y se situaba este capital, además, como parte de una función especial que interactuaba con la riqueza individual hereditaria derivada de la antigua explotación de las haciendas y que se fueron constituyendo, en medio de las contradicciones y limitaciones de su desarrollo, en un sector prioritario del aumento del capital mercantil, capital que edificó sólidamente al sitio de Barranquilla como centro económico importante para la región Caribe colombiana.

CAPITULO III

FIN DE LA ERA COLONIAL: SURGEN NUEVOS CONFLICTOS SOCIALES Y ECONÓMICOS

3.1. La clase popular en la independencia y su contribución a la liquidación de la economía colonial

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A finales del siglo XVIII, todos los territorios coloniales españoles de la América hispana, de la Nueva Granada y las provincias del Caribe colombiano se fueron organizando como parte fundamental de un sistema complejo de intercambios mercantiles que iban minando las bases sociales, políticas y económicas del colonialismo español. En los territorios del Partido de Tierradentro y en Barranquilla, la exportación de materias primas y la incipiente importación de productos manufacturados europeos, de contrabando en su mayoría, se convirtieron en los principales renglones económicos que dinamizaban el crecimiento urbanístico y poblacional en los días afanosos de la revolución burguesa liderada por blancos criollos agobiados por la exclusión económica impuesta desde España. Con el inicio de la guerra de independencia contra el colonialismo español, el Partido de Tierradentro dejó de ser una expresión geográfica colonial para transformarse luego en una realidad históricoeconómica de carácter pre-capitalista como consecuencia del proceso de evolución del comercio a gran escala que evolucionaba aceleradamente por el río Magdalena, iniciado tardíamente, y de una forma particular de subordinación económica que se interpuso entre el puerto de embarque de la Parroquia de Barranquilla y las nuevas políticas económicas que tomaría el naciente gobierno republicano después del periodo independentista. Para la clase terrateniente y para la burguesía comerciante que surgieron a raíz del dinamismo que mostraban Sabanilla y Barranquilla como puertos alternos a Santa Marta y Cartagena y dedicadas ambas al intensivo comercio de contrabando, situación que debilitaba económicamente a la administración colonial; el poder español anclado en la provincia de Cartagena representaba para estos un obstáculo por el fuerte monopolio comercial que ejercían los agentes de las casas españolas y, además, para los importadores legales la perdida de fabulosas ganancias por las usureras recaudaciones aduaneras que cobraban los puertos de Santa Marta y Cartagena, controlados estos por el despiadado virreinato español. El siguiente relato nos explica parte de esa crítica situación: «No obstante, mientras otros puertos del Caribe como La Habana y Caracas disfrutaban plenamente el restablecido comercio de metales con los Estados Unidos, los puertos de la Nueva Granada no pudieron hacerlo. El intenso contrabando y una restrictiva interpretación de la Real Orden de 1797

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por parte del Virrey y el tribunal de cuentas de Santa Fe, hicieron casi imposible dicho comercio». (Múnera: 1998: p. 130) La imposición de ese aparato burocrático, hipertrofiado y decadente a la burguesía comerciante y terrateniente que se organizaba en el departamento del Atlántico y en el corregimiento de Barranquilla, representó para ellos el único obstáculo que los separaba de la industria en Europa y el comercio con el interior del país, pues estos puertos se constituían cada vez más en un enclave importante de exportación de materias primas e importación de productos manufacturados a través de los puertos clandestinos y legales existentes en la costa caribe colombiana. Para comienzos del siglo XIX la cada vez más consolidada burguesía barranquillera, elevada a esa categoría por la acumulación de capital a través de la exportación e importación de mercancía legal e ilegal, eran de hecho la clase económicamente dominante que solo necesitaba, para afianzar su dominio en el concierto económico regional, sacudirse definitivamente del dominio español y obtener a cualquier costo la independencia o, dicho de otra manera, iniciar la toma del poder político regional, controlar los puertos y abrir así nuevas relaciones comerciales, todo esto como parte integral de la guerra bolivariana de independencia. Iniciado el proceso de liberación del colonialismo español, el punto neurálgico por el cual la naciente burguesía costeña se lanzó a defender al río y su salida al mar después de la independencia de Cartagena en 1811, se debe al importante papel económico que este sitio tenía para la futura acumulación de capital. De esa manera, la guerra de independencia no fue un impedimento importante para el intercambio comercial en las áreas costeras, más bien ésta aceleró los medios políticos y económicos para su agilización. Sobre esta situación Malabet describe lo siguiente: «Cabe la conjetura de que los cartageneros, con el fin de obtener el dominio del río desde su entrada al mar, sintieron la necesidad de establecer un puerto marítimo más, dentro de su jurisdicción, en las cercanías de Bocas de Ceniza. Esta previsión coincidió al parecer con el movimiento político de 1811, que en su desarrollo impuso la necesidad de defender la provincia de ataques realistas de Santa Marta, baluarte de las autoridades españolas. Así se 62


explica por qué una de las disposiciones del gobernador del Estado de Cartagena de Indias fue habilitar el puerto de Sabanilla para el comercio de exportación y luego tratar de fundar una población en dicho puerto». (Baena: 1999: p. 100) Sólo la consolidación del proceso de independencia podía lograr tres factores importantes para la consolidación política y económica a los sectores de clase dominantes que interactuaban comercialmente en el corregimiento de Barranquilla: 1) liberarse de las dificultades mercantiles propias que imponía la gobernación colonial de Cartagena. 2) fortalecer la agricultura de exportación en el departamento, agilizando el comercio agrícola incipiente que comenzaba a desarrollarse y 3) proteger y legalizar la propia actividad comercial importadoraexportadora permitiendo así la vinculación directa de la economía mercantil precapitalista que se proyectaba desde Barranquilla al resto del sistema económico, tanto del interior del país como en el resto del sistema capitalista latinoamericano y mundial en plena consolidación. Este proceso estaba liderado en esta etapa por los ingleses que empezaban a afianzar aceleradamente su revolución Industrial. Bajo las banderas de esa “revolución industrial”, los centros económicos de intercambio se desplazaron a la Gran Bretaña, y Londres pasó a ser desde entonces la capital mercantil del planeta y, por consiguiente, se convirtió en el principal centro ideológico y político del capitalismo moderno. Por fuerza de esa determinación histórica, este país quedó convertido en una especie de “industria mundial” donde comenzó a inundar de artículos fabriles a los mercados más remotos, incluyendo en sus planes al codiciado mercado de la nueva República neogranadina a través del puerto marítimo de Sabanilla. Al respecto decía el economista Celso Furtado (1969: p. 44) que «Durante la primera mitad del siglo XIX, la revolución industrial se presentó como un fenómeno esencialmente inglés. Por esta razón es en la propia evolución estructural de la economía inglesa donde se encuentran las explicaciones de los cambios que, durante esa época, ocurrieron en el conjunto de la economía mundial». Bajo ese contexto económico internacional y debilitado el régimen colonial español en la Nueva Granada, el gobierno del nuevo Estado de Cartagena de Indias promulgó un decreto mediante el cual se abrió paso, no a la consolidación de la economía nacional y sus nuevas instituciones republicanas, sino a un 63


nuevo proceso de sometimiento que marcaría las relaciones de dominación futura. Este proceso estaría liderado por las nuevas potencias imperialistas en expansión: Inglaterra y los Estados Unidos de Norteamérica. El urgente decreto, que planteó una determinación de gobierno marcada por la desesperación política de un Estado en formación, pero sin la conciencia futura de sus consecuencias económicas, comenzó a feriar los terrenos claves para desarrollar un puerto marítimo que agilizara el comercio entre los territorios recién liberados del yugo español, fortaleciendo la presencia económica de las nacientes potencias capitalistas de Europa y Norteamérica a causa de que en 1810 casi todo el comercio de Cartagena estaba monopolizado por la casa inglesa Gordon Murphy y, en menor medida, por la casa alemana Van Heiningen Company. En algunos de sus apartes, el decreto resuelve: «El gobierno de Cartagena, consecuente con los principios liberales que proclamó y que practica sin cesar desde su instalación; deseoso de proporcionar desde luego en su territorio los medios de subsistencia, de aumento de felicidad a los extranjeros y forasteros que aman la causa americana... y con conocimiento de que en manos activas y laboriosas es una verdadera riqueza el pingüe terreno de que puede disponer ya en las bahías y ensenadas de la costa ya a orillas de ríos navegables; invita a la inmigración a cualquier súbdito de las naciones europeas o americanas que no estén en guerra con la Nueva Granada, para formar una población en la bahía de Sabanilla». (Vergara y Baena: 1999: p.100) Mediante este decreto de 1813 y a tres de la independencia de Cartagena, se dio inicio a un fuerte proceso inmigratorio de europeos y americanos que comenzarían a marcar las nuevas relaciones de poder tanto en el corregimiento de Barranquilla como en buena parte del litoral Caribe, es decir, la burguesía local no se apoyó en la población nativa para desarrollar su proyecto estratégico de nación sino que acudió a las potencias rivales de España para reforzar las bases en la región del nuevo país. Estos factores de poder político y de capital quedarían compartidos en variedad de proporción entre la burguesía comerciante local, heredera natural en tierras y bienes de los españoles, y los ciudadanos americanos e ingleses ávidos de dinero y fortuna. De esa manera, la conexión del puerto de Sabanilla y Barranquilla con el resto de Colombia a través del río Magdalena, fue la fuerza motriz que aceleró el proceso de acumulación de capital en todo el país, y el surgimiento de las masivas 64


transferencias de capital internacional para el robustecimiento del comercio con los ingleses y americanos contribuyeron a alimentar ese proceso, aunque no constituyeron su totalidad. Sabanilla pues, era el punto exacto donde los nuevos factores de acumulación capitalista permitirían la concreción, emancipación y consolidación de un nuevo experimento de ciudad que surgiría no como producto original de la planificación central del nuevo Estado republicano en formación, sino bajo la suerte de muchos aventureros que en sucesivas oleadas llegaban motivados por los generosos decretos y, además, por el lucro que alentaban las nuevas potencias capitalistas. Sobre el particular, el norteamericano Fred Rippy (1981: p. 15) nos revelaba lo que en ese momento ocurría y: «Lograda la independencia de Colombia y la implantación de las instituciones republicanas, pasó la etapa sentimental y la atención volvió a concentrarse en el comercio, en las vías de tráfico interoceánico sobre el territorio colombiano y en la protección de la vida y las propiedades norteamericanas». Para vender al mejor postor el puerto de Sabanilla, elemento fundamental para el despegue económico de Barranquilla, el mencionado decreto de 1813 manifiesta: «Aquella localidad además de las ventajas de un puerto seguro y cómodo para toda clase de embarcaciones y las de un temperamento benigno, refrescado todo el año por los vientos del nordeste, tiene la inapreciable de desembocar en ella uno de los brazos (Canal de la Piña) del gran río de la Magdalena navegable por más de doscientas leguas hasta el centro de la Nueva Granada, y canal principal de nuestro comercio, de nuestras riquezas y de nuestras comunicaciones hasta Popayán y Quito». (Vergara y Baena: 1999: p. 101) Este decreto fue el trágico vehículo de reafirmación de dependencia económica a las nuevas metrópolis europeas y norteamericana y, además, fue un elemento importante para la eliminación de los factores económicos, políticos y sociales que estorbaban la vinculación de la región Caribe, en particular Sabanilla y Barranquilla con el interior, y por la fuerza de la imposición imperial, con el resto del sistema capitalista en pleno ascenso, para tratar de implementar así en la nueva república de Colombia el “libre comercio” y las bases iniciales de un pretendido capitalismo originario. El sitio, como puertos principales que se proyectaban para la exportación de materias primas e importadores de productos industriales y que por razones del 65


mismo proceso de evolución del feudal-colonialismo al pre-capitalismo mercantilista le correspondió a la región Caribe en la nueva división internacional del trabajo, determinó igualmente la estratificación social y la consiguiente división de clases en esta nueva etapa. En primer lugar, quedó desplazada como sector dominante la elite de terratenientes esclavistas del antiguo Partido de Tierradentro28 (Partido que la revolución independentista integraría al nuevo Estado del Magdalena) que, sin embargo, alistó sus tierras para fomentar cultivos para la exportación (algodón) y superar así su antigua condición pecuaria, atada todavía al comercio con Cartagena. En segundo lugar, se fue consolidando una mediana burguesía comercial con fuerte presencia de extranjeros que comenzó a preparar las casas comerciales y los productos importados y de exportación para su almacenamiento y comercialización. Entre los productos de exportación proyectados estaban la tagua, la quina, el tabaco y el añil procedentes del interior. En tercer lugar, y mientras unos sacaban dividendos de la nueva empresa de la independencia, otros; mestizos, afros y los pocos indígenas que quedaban, fueron no solo la base y músculo de la nueva economía que se proyectaba sino también principal “carne de cañón” en la guerra que no terminaba, por la nueva contraofensiva de los colonialistas españoles al frente del “pacificador” Pablo Morillo quien con la flota invasora más grande que ha ocupado el caribe compuesta por 56 naves y más de cuatro mil soldados desembarco en Sabanilla el 14 de agosto de 1815 para intentar retomar los enclaves españoles en la Nueva Granada. Sobre esta coyuntura histórica de los combatientes populares integrantes del ejército libertador en Barranquilla, el historiador Malabet con aires de remordimiento afirmaba: «Pero nadie se ocupa de los sacrificios de las masas populares; estas con el nombre de soldados concurren a los campos de batalla, voluntarios o a la fuerza, abandonando sus hogares, sus más caros afectos, arriesgándolo todo, hasta sus propias vidas». (Vergara: 1999: p. 106) 28

No hubo en Barranquilla conflictos conocidos entre comerciantes y terratenientes, sino más bien se escenificó un tránsito pacífico de intereses donde el capital acumulado en el agro pasó a jugar un papel importante en el comercio. Sobre el particular Bernard Lavallé afirmaba: “La rancia elite obrajera que dominaba la región y solía copar los puestos locales de poder desde hacía siglos, fue desplazada por comerciantes vinculados con el mercado del interior de la Nueva Granada y del puerto de Cartagena, tanto más cuanto que los productos tradicionales tuvieron que luchar (las más de las veces en vano) contra la llegada masiva de ropa extranjera, más barata pero sobre todo notablemente de mejor calidad, cuyas importaciones se fueron acelerando hacia finales del siglo XVIII y comienzos del siguiente” La América española (1763-1898), Editorial Síntesis, Madrid, 2002, p. 43.

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Fue ésta la primera gesta histórica del barranquillero por su emancipación, que lógicamente no fue tal porque de ser siervos y esclavos de la tiranía española, este pequeño corregimiento deseoso de libertad cayó en manos de una nueva esclavitud, la que impusieron los comerciantes criollos y extranjeros: la esclavitud del salario de miseria y del pago al contado de los productos mercantiles importados. Sobre la participación de los barranquilleros en la guerra de independencia continúa Malabet: «Cuando llegó la hora de los combates, Barranquilla presentó lo más gallardo, lo más florido de sus hijos, que ya victoriosos, ya rechazados, anduvieron de ceca en meca bajo las órdenes del coronel francés Pedro Labatut,29 hasta la ocupación de Santa Marta a las 9 ½ de la noche del seis de enero de 1813. En el combate librado en Sitionuevo el 10 de noviembre de 1812, según el parte detallado, había entre las tropas de desembarque, que eran doscientos hombres, ciento treinta y cuatro barranquilleros». (Vergara: 1999: p. 109)

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Es preciso aclarar que este coronel francés al servicio de la revolución fue un decisivo contradictor de Bolívar y sus intereses en la independencia no reflejaban soberanía y patriotismo sino ambición al servicio de su país pues al tomar Santa Marta “hizo arrestar y maltratar a los principales habitantes de la ciudad, criollos en su mayoría y todos partidarios sinceros de la causa liberal, que se habían permitido pedir un régimen menos opresivo. Les obligó a cederle, contra los asignados que Cartagena había introducido en Santa Marta, terrenos, mercancías, valores de todo género, pretextando que los necesitaba su gobierno” Juvenal Herrera Torres, Bolívar y su campaña admirable, Corporación Bolivariana Simón Rodríguez, 2003, p. 35.

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Barranquilla por los días de la independencia: sus pobladores, y en especial sus mujeres, entregaron hasta la vida con la esperanza de tener una vida mejor.

El premio a esa lucha heroica de las clases populares barranquilleras, fue la erección en Villa de la ciudad, hecho político de trascendental importancia que unido a la apertura del puerto de Sabanilla dio inicio a un nuevo ciclo en su importancia histórica para el desarrollo del capitalismo en Colombia. Sin embargo, y para tratar de restaurar la economía y el poder colonial, la ciudad sufrió un brutal ataque español al mando de Valentín Capmany el 25 de abril de 1815 quien, reforzado este por el desembarco de Morillo en agosto, lanzó una arremetida que destrozó toda la ciudad, y solamente hasta el 12 de Julio de 1820 la pequeña Villa fue recuperada por las fuerzas bolivarianas: «Desde ese día la Villa fue cuartel general de los patriotas y de ellas salieron elementos considerables para recuperar el río Magdalena, asediar la plaza de Cartagena y ocupar la de Santa Marta, refugio de las autoridades españolas. La Batalla de Boyacá había dado fin en las provincias centrales al 'régimen del terror' y el gobierno independiente, surgido de aquella jornada decisiva para la república de Colombia, acometió con actividad la recuperación de todas las demás provincias que quedaban bajo el dominio español».

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Después de haber alcanzado la victoria militar, el poder económico y político no fue ejercido por aquellos que dieron sus bienes y vidas a la independencia, sino que fue representado por las clases que hasta entonces tenían en sus manos la función productiva principal de la región; la exportación e importación de materias primas y bienes de consumo respectivamente. Lo anterior se concluye en el siguiente comentario de Malabet: «Uno de los primeros actos del gobierno republicano aquí establecido fue la habilitación del puerto de Sabanilla para el comercio exterior “por él principiaron a importarse -continúa el historiador Restrepo- grandes partidas de mercancías de que tanto carecían las provincias internas de Cundinamarca”». Así pues, en la disputa por el control de la ciudad los comerciantes, con la motivación de los nuevos decretos liberales, asumieron la vanguardia y se constituyeron en el grupo social más poderoso, ganando en la lucha económica toda clase de franquicias, hecho que reflejaba la creciente importancia del comercio como fuente de riqueza, en contraposición a la riqueza que antes de la independencia se valoraba en la tenencia de la tierra y la explotación intensiva del trabajo esclavo. Precisamente para congraciarse con la población afro esclavizada que dieron su vida y sangre a la “independencia”, lo que a su vez sirvió para que se consolidara el papel económico de la nueva clase, se dieron en la ciudad varios actos protocolarios de “libertad” de esclavos entre los cuales se destaca el siguiente: «María Manuela Macías de este vecindario otorgo: que por cuanto mi legítimo padre Joaquín de la Asunción Macías por cláusula de su testamento, declaró ser su voluntad que su esclavo Nicolás Macías se le diera su carta de libertad siempre que me acompañase hasta mi muerte, yo agradecida de sus servicios vengo en declararlo como lo declaro y doy desde hoy para siempre, para siempre jamás por absolutamente libre de esclavitud y de la condición antes dicha, para que la goce y disfrute como los que nacieron libres, pudiendo por lo mismo contratar, tratar, testar dar poderes y todo lo demás que quiera hacer mediante la franquicia que al efecto le proporcione su emancipación, pues es mi voluntad, que esté libre de toda restricción que le proporcionaba su servidumbre...en cuyo testimonio así lo otorgo en esta Villa de 69


Barranquilla a 28 de noviembre de 1821». (Vergara y Baena: 1999: p. 240) Este primer acto de gobierno, aunado a la libertad protocolaria más no real de algunos afros esclavizados, lograron determinar igualmente que la revolución política en el Caribe a través de la cual se afirmaba incipientemente el capitalismo en la Nueva República de Colombia, no estuvo en condiciones ni se propuso seriamente como objetivo central solucionar el problema fundamental de la creciente población barranquillera en su tiempo: su inserción económica efectiva en la producción, distribución y consumo de mercancías que era la propuesta económica liberal del momento porque, contrario a lo que ocurría en Bogotá, no hubo en la pequeña villa de Barranquilla “cabildos abiertos” que iniciaran un proceso de concertación política con las clases subordinadas, dando origen al nacimiento del autoritarismo y el gamonalismo en la costa Atlántica, y se abolieron de hecho las teorías jurídicas de índole democrático-burguesa, origen e inspiración de esa revolución. Fue esta situación concreta la que determinaría el raquitismo económico y la pobreza humana regional desde esa época hasta nuestros días; lo que es más, los grupos que ocuparon el poder en esta región no solamente no estaban interesados en una inserción efectiva de la población barranquillera y la de los otros puertos del Caribe en la economía exportadora-importadora dominante, sino que a continuación estuvieron en contra de cualquier alteración de esa situación lo que produjo posteriormente serios conflictos y rebeliones, pues su objetivo principal fue precisamente el de aumentar y consolidar el dominio económico bajo la nueva tolda capitalista y poner toda la estructura económica de la región y toda la fuerza laboral que brotaba en la ciudad y sus vecindades en función de la apertura del comercio desde Sabanilla a Barranquilla y de aquí al interior, actos económicos con el cual comenzaron a consolidar su existencia como clase social dominante en esta región del Caribe colombiano; todo esto bajo la tutela política de un naciente conservadurismo político radical e ideológicamente fanático que fue orientando a la población pobre hacia el camino contrario. De ese modo, la explotación económica de la población barranquillera y de toda la costa en general donde se establecían este tipo de relaciones de exclusión, no solo no es eliminada al sacudirse del imperio español, sino que comenzó a desarrollarse aún más después de alcanzada la independencia. En concreto, la nueva clase social que 70


se afirmó en esta parte del país, asociados ahora a ingleses y norteamericanos, recibieron en pocos años más capital y ganancia, tanto como los tres siglos que le antecedieron bajo el dominio económico-agropecuario en la figura colonial denominada como Partido de Tierradentro. Esto lo podemos confirmar en el siguiente comentario: «En 1829 un ciudadano americano que llegó a establecer negocios en la bonanza comercial manifestó: “Todos los extranjeros que han residido aquí por cinco o diez años están ricos, la mayor parte de ellos vinieron con poco o ningún capital; las ganancias en cualquier clase de bienes importados son tan grandes que con ventas prudentes se debe conseguir gran riqueza”». (Safford: 1977: p. 39) Igualmente, se fueron afianzando en la Villa de Barranquilla las llamadas “personalidades históricas” foráneas a consecuencia de esa situación económica manifiesta de vieja demanda y nueva oferta surgida después del periodo de “independencia”: «El norteamericano Jhon Glen después de servir al ejército patriota, hizo una fortuna entrando provisiones a Cartagena durante el largo sitio español de 1815. Lograda la independencia, el gobierno colombiano otorgó a Glen el derecho exclusivo a exportar bienes desde Sabanilla, que era entonces el sitio mejor ubicado para comerciar con el interior por la vía del río Magdalena. Glen se dedicó a un lucrativo comercio exportando maderas de tinta y algodón e importando mercancías desde Jamaica. Hacia 1829 era dueño de 29 bongos, empleaba 100 barqueros y se había convertido en el patriarca de la región». (Safford: 1977: p. 39) Igual sucedió con Jhon Elbers quien por ser proveedor de armas al ejército patriota desde 1817 logró, en una situación turbia que realizó con el “padre del conservatismo colombiano” Francisco de Paula Santander, que éste le otorgara una concesión exclusiva de navegabilidad por el río Magdalena, privilegio económico que duró 20 años. Ante esta situación que comenzaba a redefinir el poder económico y político de la naciente república entre los ambiguos y débiles liderados por Santander y los resueltos y soberanos que apoyaban a Bolívar, el Secretario de Relaciones Exteriores Estanislao Vergara le comunica a Simón Bolívar las relaciones de dominación que el santanderismo quería imponer en sus idilios con las potencias emergentes: «En cuanto a la concesión que se le ha 71


hecho a Elbers para que pueda entrar en el Magdalena un buque de vapor, reconocido como propiedad de un norteamericano, me ha disgustado sobremanera. El señor Castillo anda y atiende cuando se trata de favorecer a sus amigos». (Llinás et. al: 1995: p. 61) Este hecho que entregaba la soberanía de los puertos y el comercio de las nuevas republicas neogranadinas, realzó los sentimientos antiimperialistas de Bolívar quien conociendo las fuerzas motoras que se encontraban detrás de aquellos intereses, resuelta y soberanamente le responde al Secretario de Relaciones Exteriores en 1929: «Sobre lo que me dice de Elbers, me parece lo mismo que a usted, sería la más absurda estolidez dejar en semejante servidumbre la navegación del Magdalena. Mañana escribiré al señor Castillo y le prevendré para que se ponga en libertad aquel canal». (Safford: 1977: p. 62) Bolívar, mediante decreto del 12 de mayo de 1829 expedido en Quito, disolvió el monopolio navegable que entregaba la soberanía de la naciente república, poniendo de manifiesto que los intereses económicos de la patria no solo se defendían con banderas y consignas sino mediante acciones resueltas contra los planes económicos del naciente imperio. Muerto Bolívar en 183030 y disuelta la Gran Colombia por la presión de los intereses extranjeros y la ambición de los oligarcas nacionales y regionales; Jhon Elbers, patrocinado por los intereses del mercantilismo deformado que había afianzado eficientemente sus garras en el Caribe colombiano, recurrió a la Alta Corte de Justicia consiguiendo de ésta la restitución del monopolio de navegabilidad por el río Magdalena, quedando nuevamente la movilidad mercantil en manos de las potencias extranjeras emergentes. Con la eliminación total del sistema político y el monopolio comercial español en los puertos de Santa Marta y Cartagena, la implementación gradual del libre cambio31 y la eliminación de los intermediarios que existían con el sistema de

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Simón Bolívar, derrotado por la traición de los secuaces que se adueñarían posteriormente del país, desde el puerto ribereño de Soledad, al cual llegó abatido, arribó a la ensenada de Sabanilla el 26 de noviembre de 1830 y desde allí, a bordo del Bergantín Manuel, fue escoltado hasta Santa Marta por la fragata norteamericana Grampus, muriendo extrañamente 16 días después en la Quinta de San Pedro Alejandrino. 31 Sobre este particular proceso Safford (1977: p. 36) afirmaba que “La corriente librecambista tomó fuerza debido a los mediocres resultados de los fabricantes locales, a la creciente eficacia de los competidores de ultramar, a la expansión del mercado europeo para productos tropicales y a la influencia de la política inglesa”.

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relaciones

mercantiles

del

capitalismo

europeo

y

norteamericano,

la

característica de la estructura económica de Sabanilla y Barranquilla comenzó a mostrar cambios importantes. Bajo la Ley del 4 de julio de 1833, el Senado y la Cámara de Representantes de la Nueva Granada dio inicio a la apertura de las exportaciones de materia prima procedente del interior del país: «Con el fin de promover la riqueza nacional y considerando que uno de los medios eficaces es facilitar la salida de los frutos y producciones del país, sin trabas ni rodeos y con ahorro de gastos, después de haber suprimido los derechos de exportación... Decretan: Artículo 1º El puerto de Sabanilla continúa abierto para la exportación y se habilita para el efecto el del Zapote en la bahía de Sispatá de la provincia de Cartagena». (Vergara y Baena, p. 149) Bajo esas leyes dictadas por la Cámara de Representantes de la Nueva Granada, comenzaron a afianzarse las relaciones políticas y económicas con el capitalismo europeo, especialmente él ingles que en esa etapa había acelerado sus fuerzas productivas y, además, acumulado una poderosa masa de capital bajo la llamada Revolución Industrial, demandando en ritmo creciente materias primas y los productos naturales necesarios (tabaco y quina) para su propio desarrollo y, por consiguiente, buscar en la nueva región Caribe colombiana, que abría como pétalos en flor sus puertos y sus mercados a la voracidad de los mercaderes del dinero, considerable mercado de consumo para contribuir, como lo hacía gran parte de América Latina, a desarrollar la producción industrial del imperio inglés pues «Ya en 1822 un grupo de comerciantes ingleses que tenían en Jamaica su base de operaciones, recomendaba al comercio británico exportar hacia Colombia: clavos, hierro, cacerolas metálicas, braceros, azadas, machetes, tachuelas, cuchillos, tijeras, navajas, sierras, herramientas para carpinteros, así como el envío de expertos en ensamblajes, toneleros, herreros, cerrajeros, relojeros, plateros y otros artífices». (Solano: 1996: p. 16)

3.2 La Aduana de Sabanilla: salario, comercio y miseria

Con la penetración intensiva del comercio inglés, el proceso de desarrollo de la industria capitalista en Europa convirtió a Sabanilla en un almacén y a Barranquilla en una oficina para efectuar las operaciones comerciales que correspondían al proceso de distribución. Este proceso consistía en: 1) la venta 73


hacia la región y el país de los productos importados industriales que tenían la condición-objeto de capital-mercancía. 2) la compra de la mercancía europea y norteamericana que transformaba el dinero en capital acumulado para desarrollar la consolidación de las Casas Comerciales a través de préstamos realizados, en su mayoría, a la banca extranjera. 3) la contabilidad y almacenamiento del conjunto de las importaciones y exportaciones efectuadas en una improvisada Aduana ubicada en Sabanilla y 4) la regulación y estratificación del trabajo portuario y comercial asalariado caracterizado por relaciones de dominación autoritaria agenciada por la nueva casta criolla que surgió del proceso independentista y que centro gran parte de su actividad administrativa en Barranquilla. Así, el aumento del comercio y el crecimiento de la explotación económica de los braceros, bogas, estibadores, remeros etc., que laboraban en el puerto fue consecutivamente una etapa previa al aumento del trabajo de oficina en Sabanilla y Barranquilla. Así mismo, el trabajador asalariado, comercial o empleado de la Aduana pertenecía, en el conjunto de la dinámica portuaria de esa etapa, a los asalariados “mejor pagados” cuyo trabajo calificado (encargado de contabilizar y despachar mercancías) se encontraba por encima de los trabajos físicos anteriormente anotados. Fue éste un periodo claro en donde el desarrollo del capital mercantil comenzó a estratificar seriamente a la masa de trabajadores portuarios en Barranquilla y a su satélite portuario marítimo ubicado en Sabanilla. Las relaciones económicas con los Estados Unidos comenzaban también a despuntar fuertemente en esos años. Este país comenzó en ese periodo a desarrollar la industria textil dando comienzo a la “revolución industrial” norteamericana, acelerada por la importación de los adelantos ingleses en esta rama. Según el historiador Yuri Andakov, a comienzos del siglo XIX había en Norteamérica ocho fábricas de tejidos de algodón, y de 1820 a 1830 esta cifra se cuadruplicó. Desde 1840 hasta 1860 el número total de obreros aumentó de 72.000 a 122.000, los barcos de madera construidos en Norteamérica eran más baratos que los de Inglaterra y, por ese concepto, la flota de este país dedicada al comercio marítimo llegó en 1862 a exportar 2.400.000 toneladas. Posteriormente los gringos inventaron la máquina de hacer papel (1809), el telégrafo (1832), la cerilla fosfórica (1836), la máquina de coser (1841), la 74


vulcanización del caucho (1844), la cubierta neumática (1845), la máquina de hacer zapatos (1846), la rotativa tipográfica (1847), la turbina (1849) etc., inventos que necesitaban una fuerte y segura comercialización; sobre todo fueron dirigidos estos productos a los nacientes mercados del incipiente capitalismo dependiente latinoamericano, especialmente al puerto de Sabanilla como punta de lanza para la conquista del mercado neogranadino. A mediados del siglo XIX era ya un hecho la victoria total del sistema fabril de producción capitalista en Norteamérica, lo que sistemáticamente acabó en ese país la producción artesanal en la industria textil y del calzado, y surgió en ese contexto la industria metalúrgica a gran escala que comenzó a construir barcos de gran tonelaje para empezar a explorar y posteriormente penetrar con sus mercancías las costas del Caribe colombiano. La máquina de vapor encontró múltiples aplicaciones, sobre todo en los ferrocarriles, en la naciente industria y en la navegación, llegando a funcionar en este país máquinas de ese tipo en 57 fábricas, de 161 que existían en 1830. Estas máquinas fueron las que colocadas en barcos de vapor comenzaron su recorrido desde Barranquilla hasta el puerto ribereño de Honda en el Tolima. Bajo este esquema agresivo de desarrollo en Norteamérica, que tenía como base de acumulación la explotación de los afros en estado de esclavitud y el salario de miseria a los miles de inmigrantes europeos y asiáticos, las operaciones de exportación del naciente imperio se ampliaron y, en total, desde 1800 hasta 1850 el valor de las exportaciones norteamericanas en América Latina aumentó de 70 millones de dólares a 144 millones, es decir se duplicó con creces. El proceso de conversión en potencia estaba pues en marcha y mientras Sabanilla y Barranquilla adecuaban sus puertos para recibir y distribuir la producción norteamericana, como ocurría en todos los puertos del continente, Fred Rippy cifraba; «Nuestro comercio con Colombia crecía lentamente. Alcanzó un poco más del millón de dólares en 1830, dos millones en 1855 y catorce millones en 1880». (Rippy: 1981: p. 14)

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Gracias a la sumisión gobernante la ganancia de los norteamericanos fue exponencial a comienzos y finales del siglo XIX

En 1842, el volumen de mercancía de exportación e importación era de tal magnitud en Sabanilla que ya se equiparaba al de Santa Marta, por lo tanto, y bajo la Ley del 1º de julio de 1842 el poder Ejecutivo decretó en el artículo 2º que éste «designara el lugar donde halla de establecerse la Aduana, la cual podrá tener hasta el mismo número de empleados y con iguales condiciones que la de Santa Marta». Para la creación de la Aduana en Sabanilla, conocida hoy como Castillo de Salgar y actualmente convertida en sede vacacional y centro de encuentro de poderosos comerciantes e industriales, el gobierno central no recurrió a sus propios fondos para la iniciación de las obras, sino que bajo la exaltación del poder político existente se dispuso del dinero para que «espontáneamente individuos ofrecieron al gobierno cantidad de empréstitos para construir el edificio». Los individuos que señalan Vergara y Baena estaban compuestos por una mezcla de comerciantes criollos y una cantidad considerable de ingleses y norteamericanos. Entre estos capitalistas estaban: Santiago Wilson, H. Beeckman, A. Hasselbrink, J. Bouilly, Robert Bogle, E. H. Steel, Pardo & Dovale, G. E. Fischer, A. Güel y A. Danouille. Es de anotar como un hecho sociológico y económico importante, que una parte significativa de los sectores dominantes criollos herederos de los españoles, con la incidencia masiva de estos capitalistas extranjeros y al “no tener fortuna” para acumular por la vía comercial, fueron desplazados a otras esferas de la

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economía y entre otros oficios que comenzaron a desempeñar estaban los de administradores de la cosa pública, intermediarios políticos, comisionistas, representante legal de empresas y casas comerciales extranjeras y hasta el oficio deshonroso, pero lucrativo, de calanchines del contrabando. Y por el lado de los desposeídos, la fusión racial y el afianzarse como clase popular fue dando origen a nuevas conductas culturales en medio de nuevos aires musicales que entonaban sones de emancipación, dando origen a la Cumbia como herencia del cumbé, baile tradicional de la Guinea esclavizada y sometida por los colonialistas europeos, pero que explotó en el caribe colombiano con las cumbiambas que animarían las fiestas de las poblaciones rivereñas y posteriormente del carnaval y las protestas populares. Estos bailes iniciales entre los que estaban el bullerengue y la puya eran vistos por la iglesia y la burguesía dominante como “cosas del demonio” por las contorsiones, inexplicables para ellos, de sus danzantes que se contoneaban al ritmo del tambor alegre y el llamador, al cual los indígenas le agregarían, en el proceso de fusión cultural, la inmemorial flauta de millo. Siguiendo el ritmo de la dominación y acumulación en la construcción de la obra de la Aduana, el hecho de que se aceptaran dineros de capitalistas extranjeros para la construcción del edificio, condujo a la perdida posterior de autonomía y soberanía en la administración y favorecieron de esa manera no solo el control administrativo por parte de estos inversionistas sino también sus futuras y fabulosas ganancias. Así pues, los empréstitos que realizaron los capitalistas ingleses y norteamericanos aprovecharon eficientemente la ruina económica en que había quedado Colombia concluida la guerra de independencia; y el futuro “próspero” que algunos prometían a Barranquilla y Sabanilla había nacido ya endeudado por la “ayuda desinteresada” de los inversionistas sajones. La construcción del Edificio de la Aduana estuvo supervisada directamente por el gobierno inglés y los testigos del contrato notarial fueron los señores S. Wilson y Esteban Márquez, presentándose como fiadores de la misma los ingleses Jhon Bouilly y Joseph Güell. Con estos contratos notariales, todas las maquinaciones para favorecer al capital extranjero fueron mostrándose como defectos de la actividad administrativa del naciente Estado a través de los funcionarios de la gobernación de Cartagena y de la Villa de Barranquilla en los albores del comercio mercantilista iniciado por estos puertos, en los que los funcionarios del 77


Estado aquí mencionados aparecen más bien como individuos con poca capacidad administrativa a favor del gobierno central y de la pequeña Villa pero, eso sí, comenzaron a cultivar unas cualidades de comisionistas y chanchulleros de gran alcance. La corrupción administrativa que nació con la independencia comenzó a ser, desde entonces, parte de nuestro paisaje tropical y la necesidad abstracta de acumular por este medio afianzó una personalidad negativa de los funcionarios públicos, en la cual la honestidad y pulcritud en la administración de la pequeña ciudad fue simplemente aplastada; y lo peor fue que esta conducta antisocial de la clase dirigente local, al pasar los años, asumió un carácter hereditario. En carta de la gobernación de Barranquilla provincia de Sabanilla en 1853, Joaquín María Palacio, General conservador, administrador de la aduana y nuevo vasallo incondicional de la corona inglesa y del naciente capital transnacional, rindió cuentas al Secretario de Relaciones Exteriores, (a los mismos que habían traicionado el decreto antimonopólico de Bolívar) donde afirmaba con suspiros de veneración lo siguiente: «Cumplo con sumo gusto el deber que me impone la parte de la resolución dictada por el P.E. en 22 del anterior sobre el edificio de la Aduana de esta provincia... he querido oír las opiniones de varias personas respetables de conocido interés por la prosperidad de este puerto, entre las cuales cuento al señor Santiago Wilson vicecónsul de S. M. B. Por cuyo conducto he oído también al ingeniero comisionado por la compañía establecida en Londres para

la

navegación

del

Magdalena

por

vapores,

que

ocasionalmente, se encuentran en ésta examinando el Canal de la Piña». (Vergara y Baena: 1999: p. 154) Bajo este relato podemos concluir que no ciertamente fue una coincidencia ni una cuestión ocasional que uno de los “espontáneos” que dio dinero prestado al gobierno colombiano para la construcción de la aduana, Santiago Wilson, fuera a su vez vicecónsul del gobierno inglés, quedando así demostrada la pérdida de soberanía en el futuro manejo de las relaciones comerciales tanto de la Provincia de Sabanilla y Barranquilla como de toda la república de Colombia en general. Pero no todo fue vergüenza desde el punto de vista de las relaciones comerciales y políticas, las relaciones sociales que se instituyeron para la realización de la 78


obra, base del florecimiento urbano y económico de Barranquilla, fue también un episodio que merece atención porque demuestra que la herencia esclavista de los nuevos vasallos de los ingleses y norteamericanos no había desaparecido. En la misma carta anteriormente citada, el señor Joaquín María Palacio recomienda las siguientes orientaciones: «Se me ocurre un medio de economía que el gobierno puede adoptar sin el menor inconveniente y me tomo la libertad de indicarlo. Este medio consiste en trasladar a esta ciudad una sección del presidio de Cartagena y disponer que sufran aquí su condena los reos condenados a esta pena, como lo solicitó mi antecesor. Dicha sección podría ocuparse constantemente de los trabajos de las calzadas y del nuevo Edificio que indico, y como apenas habría que hacer el gasto de la ración de un real diario a cada uno, resultaría una positiva economía... y por consiguiente sufrirían la pena de una manera positiva y en un lugar aislado y sin comunicación con la población».

Aduana de Sabanilla o Castillo de salgar: Fue construida por esclavos y hoy sus descendientes no pueden entrar y disfrutar en ese pomposo recinto

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De esa manera la nueva obra, futuro enclave económico de la región Caribe y de Colombia, fue construida con mano de obra esclava, de la nueva esclavitud surgida de la ambición y del ahorro, es decir del nuevo resorte económico y del nuevo espíritu capitalista que impondría Inglaterra en estas tierras a través de sus nuevos vasallos; portadores todavía de la propiedad privada sobre los seres humanos; en otras palabras, estos funcionarios no habían superado, a pesar de la independencia del colonialismo español, la etapa esclavista e inhumana de dominio. En medio de esas nuevas relaciones de dominación, Inglaterra se convirtió en esos años en nuestro principal socio comercial. Gran cantidad de buques llegarían sin cesar a transportar tabaco y quina, pues esta nación era la poseedora de la principal flota comercial capaz de transportar a Europa o adonde se lo dispusieran sus intereses económicos, la producción total del Caribe colombiano y el de la Nueva Granada, así lo hacen saber con destemplado orgullo los historiadores citados (P. 157-158): «El puerto de Sabanilla es, sin dudarlo, uno de los de más exportación en la Nueva Granada. Los datos que vemos publicados, lo comprueban y el que ha presentado el señor Secretario de Hacienda a las cámaras legislativas presenta mayor cantidad exportada en dos ramos de mucha utilidad para el país: tabaco y quina... el puerto de Sabanilla sigue de día en día presentándonos productos considerables, hasta casi igualarse a la segunda Aduana de la república en la importación». La gran cantidad de buques ingleses, norteamericanos y alemanes que circulaban sin cesar en el Caribe colombiano y que lograron poner al puerto de Sabanilla en segundo lugar de importancia, demostraba igualmente que el capitalismo industrial y la pujante navegación mercantil demandaban nuevas materias primas no explotadas antes de la independencia de España, para que en adelante se justificara el movimiento circulatorio de sus flotas navales. Ello dio origen al surgimiento de nuevos productos para la exportación que tuvieron como objetivo fundamental que los buques anclados en el puerto de Sabanilla con mercancía industrial de importación, se regresaran cargados con nuevas materias primas para su siguiente destino. Estos productos pasaron a ser determinantes en el nuevo ciclo económico que atravesaba el país y cuya explotación casi siempre se iniciaba a través de los créditos que los gobiernos 80


de turno comenzaron a pedirle al capital financiero inglés y, en menor medida, al norteamericano. Las cifras de esos nuevos productos se muestran de manera general en un boletín de 1853 publicado por la gaceta oficial del puerto llamada La Regeneración de Sabanilla: «Los efectos que han dado mayor cantidad en valor son cueros de res, cigarros, mora, quina, sombreros; y en tabaco de Girón y del Carmen 32 tan solamente la suma de $2.735.882.85. El movimiento de buques ha sido de 87 que han entrado y 76 que han salido, contándose el primero de septiembre de 1852, once existentes». (Vergara y Baena: 1999: p. 159) Este panorama económico que poco a poco se ampliaba, indicaba que el surgimiento de estas nuevas exportaciones por el puerto de Sabanilla (cueros, moras, cigarros etc.) y el crecimiento y ampliación de las antiguas (tabaco y quina) determinaron una vinculación fuerte de los terratenientes del interior del país y de la región33 con los intereses comerciales de los ingleses, generando al mismo tiempo el desplazamiento y disminución de la actividad económica de la burguesía comerciante dedicada a la comercialización de bienes de manufactura elaborados por los artesanos en el resto de la república. Un hecho particular que produjo esta nueva situación de conflictos entre artesanos criollos y comerciantes extranjeros lo comenta Álvaro Tirado: «El congreso estipuló que de preferencia se destinara ese dinero al pago de la 'deuda doméstica' en manos de individuos de nacionalidad extranjera... otra porción apreciable de esa suma (6.750.000 libras de esterlinas) fue destinada a la compra de materiales de guerra en Inglaterra... otras sumas del empréstito fueron dedicadas a la compra de manufacturas inglesas que el país producía, en contra de los fabricantes nacionales, que perdían el mercado; tal caso del ejército, que era el principal consumidor de textiles y que en muchos casos se abastecía de productos británicos con preferencia de los nativos».34

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Para esa época el tabaco de estas regiones era monopolizado por la multinacional The Colombian Tobacco Industry. 33 En el departamento del Atlántico, los terratenientes centraron la evolución de su poder económico en el cultivo del algodón, materia prima básica de la gran industria textil inglesa. 34 Álvaro Tirado Mejía, op. cit., págs. 110-111.

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El resultado de estos conflictos económicos, fue uno de los factores que incidieron en las numerosas guerras civiles del siglo XIX, en la cual Barranquilla tuvo parte importante por ser puerto importador-exportador de primera categoría.

3.3. Primera rebelión por el control de los puertos: la disputa de castas por la 'autonomía' económica de la Villa de Barranquilla.

A la muerte de Simón Bolívar en 1831, la pugna por el poder político y económico de la Villa de Barranquilla y el puerto marítimo de Sabanilla fue de tal magnitud que produjo continuas rebeliones que tuvieron características sangrientas. Bajo tal circunstancia y por la deficiencia de documentación disponible sobre el tema, se torna extremadamente difícil analizar con profundidad las perspectivas de las luchas y los movimientos emancipatorios de ese periodo en Barranquilla que, sin embargo, no estuvo al margen de la expresión no antagónica del conflicto de clases que nacía, en la que también se hicieron presentes anhelos de justicia social y reivindicaciones económicas de carácter popular-nacionalistas. No fueron pues estas luchas sociales realizadas en provecho de cambios de fondo en la estructura económico-social, ni podían serlo en el contexto precapitalista en que se encontraba Barranquilla y el país y estar bajo la condición de una clase obrero-popular que aún no maduraba su conciencia de clase. Estos levantamientos que se dieron en la ciudad, como lo veremos más adelante, se enmarcaban más bien en un horizonte cuyos propósitos eran de orientaciones democrático-burguesas, situación en los que hay que ubicarlos; evaluando la profundidad de esos levantamientos armados en la perspectiva de que existía en la región caribe una preeminencia de un sector político burgués antinacional, políticamente conservador, proclives al gamonalismo, ligados al comercio de importación y exportación y en estrecha en alianza con los nuevos poderes transnacionales. Y estos sectores dominantes manifestaban violentamente su postura política en contra de sus opositores, o sea, el sector democrático, políticamente liberal, que propiciaba una economía y un comercio regional articulado a los intereses nacionales y a las demandas populares.

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En el curso de los siguientes años todas estas tendencias político-sociales progresistas fueron derrotadas militarmente, como literariamente lo grafica García Márquez en Cien años de soledad (aun cuando estas derrotas tuvieran un significado más simbólico que material y más de mito político que de retrato de algún antagonismo de clase fundamental), y fueron orientando al sector dominante de la burguesía barranquillera en una dirección retrograda (conservadora) tanto de la concepción económica como también de toda la visión política y social que germinaba en la emergente ciudad. Sobre la ideología de estos sectores que comenzaban a controlar el poder político en Barranquilla, el historiador Pérez Brignoli (1979: p. 34) pensaba que en ese periodo los sectores conservadores no tenían «más ideología que la simple reiteración y defensa de la raída herencia colonial aristocrática, centralista y autoritaria, clientelista, mantenedora de los privilegios corporativos, jerárquicos y mercantilistas». De otra parte, los sectores populares afines ideológica y políticamente a la tradición librepensadora del liberalismo, este pensamiento liberal, que en su momento abrazaron las causas populares, fue definido por este autor (1979: p. 34) como: «La ideología liberal importada de la Europa de las luces, de la revolución francesa y del parlamentarismo británico era libertad de expresión y asociación, libre empresa y libre cambio, gobierno republicano federal y constitucional, igualdad ante la ley, anticlericalismo y como tal apta para ser adoptada por una gran variedad de grupos sociales» Los sectores populares en la región en ese contexto de definición de ideas, no siempre tuvieron en este periodo posibilidades de expresarse en estas luchas político-económicas citadas anteriormente, pues diseminados como estaban en una economía de tránsito de mercancías, de una baja concentración poblacional en la ciudad, afianzados sobre la base del nulo desarrollo industrial y fuertemente controlados por el andamiaje ideológico que comenzaron a imponer los extranjeros; la capacidad de expresión política y de articular y defender sus intereses no solo era inexistente sino prácticamente ilusoria, quedando casi todas sus reivindicaciones puestas en personajes, si bien políticamente afines, económicamente sus intereses eran contrarios a las demandas de estos. El origen de estas rebeliones también mostraba que no todo era patriotismo y fervor revolucionario, sino que la fuerza propulsora principal eran las multimillonarias ganancias que producían las recaudaciones aduaneras y los 83


embarques y desembarques de mercancías en estos puertos; el oceánico de Sabanilla y el ribereño de Barranquilla. Se obtuvo pues por parte de los “patricios locales” un gran beneficio cuando se fomentaron estas guerras civiles, pero para entonces las consecuencias de la guerra de independencia habían causado un efecto económico desastroso, y las nuevas guerras se habían convertido para ellos, y por lo menos para gran parte de la burguesía comerciante en el caribe, en algo costoso que significaba un gran riesgo para el feliz desarrollo del comercio y, por consiguiente, de la acumulación. Los acuerdos políticos fueron entonces otra dinámica recurrente en la solución de estos conflictos. En 1831 se realizó el primer levantamiento armado por parte de un sector de la burguesía barranquillera contra la administración de Rafael Urdaneta, entonces presidente de la Nueva Granada. Este levantamiento tuvo como objetivo principal que el gobierno de la Nueva Granada habilitara el puerto de Sabanilla para la importación de mercancías. En este periodo de desarrollo del capitalismo mercantil en Barranquilla, el sector que propició el levantamiento se proyectaba aún débil en la lucha por abrir caminos a su propuesta económica, iniciativa que proponía el control de los puertos para su propio desarrollo mediante una alianza táctica con el movimiento insurreccional de los artesanos del interior del país. Inicialmente, el levantamiento fue dirigido por militares en alianza con los comerciantes de la región, interesados en la dominación del territorio y el comercio. El siguiente comentario confirma esta alianza: «Hija sin duda de esta persuasión harto fundada, fue la rebelión que estalló en Sabanalarga, Soledad y Barranquilla, del 12 al 14 de febrero. La dirigían los capitanes Policarpo Jiménez, nombrados Comandante en Jefe, Santos de la Hoz, Lorenzo Hernandez, Crispin Luque y Antonio Pantoja; apoyabanla varios oficiales de milicias y algunos vecinos principales de las mencionadas ciudades». (Vergara y Baena: 1999: 190-191) A los días siguientes del levantamiento armado, el gobierno de Urdaneta declaró al departamento del Magdalena en Estado de Asamblea y proclamó, ateniéndose a la ley del 24 de junio de 1824 sobre conmoción interior, facultades extraordinarias para sofocar la rebelión. Bajo esta ley, el prefecto del Magdalena expidió un decreto mediante el cual ordenó arrestar a los inspiradores intelectuales y económicos de la rebelión: «Persuadido de datos que juzgo verídicos de que iba a estallar una revolución en la ciudad, se apresuró a cortarla 84


expeliendo a sus más respetables y exaltados promovedores antes de que pudieran realizar sus designios». La mayoría de prisioneros eran representantes autóctonos de la burguesía comerciante que, de una u otra forma, manifestaban algún sentimiento patriótico y elementos de soberanía al pedir para ellos y no para los extranjeros el control de los puertos de Sabanilla y Barranquilla. Los insurrectos fueron doblegados por la superioridad numérica en armas y hombres de las fuerzas gubernamentales al mando de Ignacio Luque y también por la debilidad en la alianza que había entre los representantes de la burguesía comerciante insurrecta y las clases populares. Por su parte Luque «Recibió la orden terminante de acometer a los sublevados y batirlos sin reparar en las fuerzas que tuvieran ni en las posiciones que ocuparan. Esta orden fue cumplida y el 20 de febrero se trabó la pelea en la hacienda San Souci. Milicias indisciplinadas no pudieron resistir a las fuerzas bien organizadas de Luque. Venció este sin perdidas y sus contrarios con las de algunos muertos y prisioneros, dispersándose el resto, enseguida ocupó Luque Soledad y Barranquilla». (Vergara y Baena: 1999: p. 193) La rebelión sofocada a sangre y fuego tenía, en últimas, un enemigo poderosamente “invisible” sobre el cual los rebeldes (por su escasa concepción política y por una contrapartida utópica que no le era favorable) jamás podrían vencer: el avance del imperialismo bajo sus máximos representantes en esos momentos, los ingleses. El siguiente comentario sobre el vencedor lo prueba: «Él (Luque) los perseguía con actividad, auxiliado por el jefe político de Barranquilla Santiago Duncan y por el Comandante de Milicias de Artillería John Glen, dos extranjeros domiciliados y decididos contra la revolución». (Vergara: p. 194) El sello ingles estaría pues marcado no solo en el control económico y político de la naciente república sino también en los órganos de mayor decisión en esos años: las fuerzas armadas. En 1840, los cantones de Barlovento (Hoy departamento de Bolívar) intentaron nuevamente formar una provincia independiente separada de la jurisdicción de Cartagena motivados por «El patriótico interés local de Barranquilla de que el puerto marítimo de Sabanilla fuese habilitado para el comercio de importación, lo que se creía difícil obtener

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mientras se dependiera política y administrativamente de Cartagena». (Vergara y Baena: 1999: p. 217) En esta ocasión los insurrectos, es decir la otra facción de la burguesía comerciante que pretendía formar la provincia independiente de Cibeles no sucumbió por la presión de las armas, sino que jugó un papel importante la persuasión a través de su participación en mejores condiciones del creciente negocio de exportación e importación porque «Parece que con muy buen acuerdo, el gobierno de Cartagena, si bien envió fuerzas suficientes para dominar la rebelión, optó por los medios persuasivos y por ofrecer sus buenos oficios en la habilitación de Sabanilla como puerto de importación». Nuevamente en el apaciguamiento de esta rebelión influyeron de manera decisiva Santiago Duncan quien según Vergara y Baena era un «Caballero irlandés, hijo del almirante de la Escuadra Azul de la Gran Bretaña y quien sirvió a órdenes del Duque de Manchester como adjunto al regimiento de milicias de Kingston». Esta tremenda sonaraja de títulos estaba precedida de poderosos intereses económicos que se afianzarían posteriormente. El agradecimiento de quienes de una u otra forma se beneficiaban económicamente de las gestiones diplomáticas y militares de Duncan y Glen no se hacía esperar y uno de los jefes de la Armada, el comandante Policarpo Martínez expresó, justificando la represión a las poblaciones descontentas, que «No ha tenido de Duncan y Glen la menor queja de sus procederes y por el contrario, han llenado de encomio a los dos extranjeros que hasta hoy han dirigido los principales destinos de este pueblo y

dado pruebas de un interés decidido por el bien común de él». En medio de esta enconada lucha a la que le seguirían posteriores levantamientos parciales, como el movimiento del 26 de julio en Cartagena, la acumulación progresiva de capitales alcanzada por los ingleses, (en las cuales Duncan y Glen servirían de trampolín mediante el control político y económico de los puertos de Sabanilla y Barranquilla), le permitió a esta potencia iniciar la exportación de los mismos y aumentar de esa forma su penetración en la economía tanto de la región Caribe como de toda la Nueva Granada. Presionados por las nuevas potencias, estos sectores que se impusieron en las disputas interburguesas internas, se convirtieron en agentes eficaces para el

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establecimiento de unas nuevas relaciones de dependencia (en la cual Barranquilla tomaría parte importante) con los ejes que reemplazaron al antiguo poder colonial español (Inglaterra y Estados Unidos). Y esta situación ocurrió porque las fracciones que patrocinaban las guerras fueron frágiles para contribuir a establecer un proyecto independiente en lo económico, lo social, lo político y aún en lo cultural y, además, porque forzar una alianza con los sectores populares para sacudirse de los nuevos poderes significaba correr el riesgo de perder la conducción del nuevo proceso que le comenzaba a generar a estos capitalistas criollos cuantiosas ganancias a través de la explosión comercial que comenzaba a presentar el desarrollo de los puertos en el Caribe. Aclarando que la beligerancia y la política belicista del Estado de Bolívar sobre los insurrectos, se explican más por las necesidades políticas de la nueva estructura social y por la disposición económica heredada de la clase dominante, que por las ventajas inmediatas que podían derivarse de la dominación de los puertos que, a su vez, le servían para controlar eficientemente el negocio de la economía exportadoraimportadora. La articulación de los intereses económicos de los nuevos sectores dominantes con los nuevos centros hegemónicos, inauguró una nueva etapa en la estructura de dependencia que desde los puertos del Caribe fue proyectándose al resto de la geografía nacional; en los que en algunos momentos se pudo alterar esas formas de dominación político-económica pero que, en lo fundamental, permaneció inquebrantable el carácter de la relación, como se verá en los capítulos siguientes. Bajo esta situación de derrota militar de los sectores “progresistas” y la coacción monetaria que imponía la nueva acumulación comercial, se fue diseñando la dirección macro-económica de la pequeña Villa, estableciéndose en su dinámica central las relaciones entre endeudamiento externo para las obras portuarias, inversión privada directa a través de los agentes de las casas comerciales europeas y norteamericanas, y la organización de toda la actividad políticoadministrativa para darle cauce feliz a los mecanismos importadoresexportadores, claramente orientados hacia la dependencia del país y la región. Esto se reflejaría indiscutiblemente en la economía nacional. Al respecto Álvaro Tirado comenta lo siguiente:

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«El caso de Colombia es muy claro: 50 años después de la obtención de los empréstitos, en el presupuesto de gasto de 1867 a 1868, sobre un monto de $4.688.779.66 se destinaron $3.184.159, es decir, el 68% a cubrir la deuda externa... al disminuir las rentas disponibles, el gobierno se debilitaba y quedaba sujeto a las presiones externas y a los grupos internos, todo ello en beneficio de los estados poderosos».35 La nueva situación de dependencia creada, fue disminuyendo aún más las posibilidades de crecimiento de la naciente burguesía comercial barranquillera para intentar crear con sus capitales algunos asomos de “industria propia” y su destino se fue reafirmando cada vez más como socios de segunda del floreciente capital mercantil inglés, quedando toda la estructura económica colombiana reducida a la exportación de materia prima e importación de productos manufacturados. Prueba contundente de este hecho incontrovertible fue la afirmación que hizo Florentino González, Secretario de Hacienda de Tomas Cipriano de Mosquera, a su regreso de Londres en 1850: «En un país rico en minas y productos agrícolas que puede alimentar un cuantioso y lucrativo comercio de exportación, las leyes no deben favorecer el desarrollo de industrias que distraen a los habitantes de las ocupaciones extractivas y agrícolas que les permitieran obtener la mayor ventaja...debemos ofrecerle a Europa materias primas y abrir nuestros puertos a las manufacturas para facilitar el comercio y las ventajas que él trae, y para suministrarle al consumidor a precios bajos, los productos de la industria manufacturera». (McGreevey: 1975: p.117) Este sometimiento económico que definía nuestra inserción a la división internacional del trabajo (materias primas por productos manufacturados) bajo condiciones de dependencia, fracturó definitivamente la alianza de clases que en un determinado momento cuestionó el papel de dominación de los emisarios ingleses en Barranquilla, y con ello la explotación a que estuvieron sometidas las masas trabajadoras en los puertos y en el sector comercial empeoraron, aumentando así sus niveles de miseria. Estos niveles de pobreza en la ciudad fueron evidentes en el año de 1849 cuando en Barranquilla atacó una epidemia

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Álvaro Tirado Mejía, op. cit., p. 115

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de cólera que acabó con gran parte de la población pobre, es decir que mientras el comercio de exportación e importación veía florecer una masa reducida de adinerados tanto extranjeros como criollos, en Barranquilla, que para ese trágico año contaba con 5.651 habitantes, no existía en los sectores populares siquiera un hospital y mucho menos elementos infraestructurales mínimos para que la población pobre y excluida aspirara a una vida digna. Este hecho mostraba claramente que la situación económica de las barriadas populares que se expandían hacia el sur bordeando el río por el occidente y hacia el norte en los barrios abajo del rio, los menguados ingresos que obtenían no alcanzaban siquiera para la subsistencia y que estas barriadas, a su vez, estaban sometidas a la más dura explotación económica sin la más mínima asistencia social. Sobre esta tragedia social decía Salvador Camacho Roldán que «Según he visto en un número de El Día, de 1849, con referencia a carta de Barranquilla de principios de agosto, las víctimas de los dieciocho primeros días de su aparición (cólera) pasaron de 500, o sea un término medio de más de treinta victimas por día, habiéndolo habido de más de 50. ¡Esto en una población que no pasaba de los 6.000 habitantes!». Para atender la terrible epidemia de cólera desatada no se propuso siquiera la creación de un hospital con los dineros surgidos de las fabulosas ganancias comerciales y marítimas, ni tampoco un acueducto para eliminar el problema desde la raíz, pues la mayoría de la población utilizaba el agua cruda y contaminada del río Magdalena, sino que se conformó una «Sociedad de Humanidad para impedir el progreso del mal». Los resultados para detener el cólera fueron desastrosos y nulos y la única medida “efectiva” que tomaron las autoridades fue que «Se abra campo a alguna distancia del cementerio, donde practicando grandes zanjas puedan sepultarse los cadáveres de un modo expedito, evitando así la infección; que se nombren veinticuatro vigiladores, para que cada uno atienda a la asistencia de los sufrientes de la clase infeliz». (Vergara y Baena: 1999: p. 308) Es preciso anotar que uno de los fundadores de dicha “sociedad humanitaria” fue el acaudalado escocés al servicio de la corona británica Santiago Duncan, quien desde Londres contribuyó con 100 pesos para la erradicación del mal. Sin duda fue esta una humillación para la ciudad que lo hizo multimillonario en pocos años. Un año después de esta tragedia humanitaria, la esclavitud seguía siendo 89


el soporte de acumulación de comerciantes y contrabandistas. El 7 de marzo de 1850 se realizó un acto simbólico para distraer la atención de la población que se moría de cólera a la orilla de las calles y con pompas anunciaron que «Con el fin de celebrar el primer aniversario de la llegada de José Hilario López a la primera magistratura de la nación, se realizó una marcha solemne por la tarde con una banda de música que recorrió la ciudad. Fue realizada por la Sala de Sesiones de la Sociedad Democrática de Barranquilla, un acto simbólico de libertad de cuatro esclavos; tres con fondo de la junta de manumisión y el cuarto por la voluntad del finado dueño. Finalizada la ceremonia, se dio inicio a los bailes populares, que se prolongaron más allá del tiempo acordado por las autoridades políticas y municipales». (La Renovación: 1997: p. 67) En medio del jolgorio de la esclavitud y la celebración de la miseria que aniquilaba a la población barranquillera, donde el sector más pobre y clave en el proceso de acumulación eran los afros y mestizos que transportaban las mercancías en los bongos o canoas gigantescas, el relato del cronista Isaac Holton detalla con desprecio la imprescindible actividad económica realizada por este sector de la clase popular: «La tripulación consistía en el dueño, un negro enorme, otro todavía más negro pero más bajito, y un mulato, además iba con nosotros un negrito desnudo, hijo del patrón, y los simples remeros, que se llamaban bogas», (Flórez et. al: 1995: p. 7) Sobre el músculo de ellos, de los antiguos y nuevos esclavos, remeros y bogas del comercio fue que se forjó el capital en esta región. Sin embargo, el cronista norteamericano de la anterior nota se equivocó al creer que el negro conductor del bongo era su dueño, pues según el cónsul norteamericano en Barranquilla en esa época Elías Pellet este afirmaba que: «los bongos de esta notable 'línea' eran casi todos de la casa de Palacio & Byrne». (Flores et. al. 1995: p. 39) En medio de esa explotación del trabajo esclavo y asalariado, se iba reafirmando igualmente el poder de las casas comerciales con la participación en sus acciones de algunos comerciantes barranquilleros que, bajo las limitaciones que les imponía el control de los capitalistas ingleses y norteamericanos, participaban significativamente en los órganos de poder, sobre todo administrativo pues ya en 1857 y debido al gran empuje económico que recibe la Villa de las potencias imperiales a través del comercio, a Barranquilla el gobierno central le confiere el título de ciudad. 90


Este poder que se reafirmaba con la progresiva acumulación de capitales en el comercio y la recaudación aduanera, no condicionó en ningún caso la presencia alterna de otros grupos y expresiones económicas, pero tampoco esta alternidad afectó en lo fundamental la estructura de exclusión económica bajo el negocio portuario de las exportaciones e importaciones, la condición dependiente en que se iba afirmando la economía barranquillera y, por consiguiente, la colombiana, ni tampoco la penetración a gran escala del capitalismo inglés; capitalismo comercial que se intensificaba desde este puerto hacia el resto del país. El economista David S. Landes (1972: págs. 136-137) hace una radiografía de la situación inglesa y muestra como crecía la telaraña imperialista de esta potencia, en la cual la economía de Barranquilla y en general la del país quedarían irremediablemente atrapadas: «Más adelante, en el año de 1860, los empresarios británicos compensaban el tiempo perdido al crear un verdadero enjambre de compañías financieras, de modo patente o latente, como asociaciones comerciales, casas de descuento etc.

Pero, al contrario de lo que hicieron la mayoría de sus colegas del

continente, invirtieron poco en la industria y en el transporte que no necesitaban, y se dedicaron al sector más lucrativo de los préstamos comerciales a corto plazo. Muchos se especializaron en el comercio con las regiones exóticas que nunca habían conocido otra forma de crédito que la usura; los riesgos eran evidentes, pero el precio del dinero era fabuloso». Estos acontecimientos generaron importantes conflictos entre las potencias imperiales que pretendían controlar el comercio en la región, lo que inauguraría una nueva era de fuertes tensiones, pero también del llamado “progreso y desarrollo” en la economía de la ciudad.

3.4. La lucha entre las potencias imperiales por el control de los mercados a través de los puertos y las compañías de navegación

Iniciada la segunda mitad del siglo XIX y mientras la región consigue una estabilidad política y militar momentánea, la producción agraria para la exportación y el comercio de importación van quedando subordinadas al capital industrial inglés y norteamericano, bajo la mirada complaciente de sus socios de segunda, los comerciantes criollos. El desarrollo de la economía de importación 91


y exportación en las costas del Caribe colombiano fue estructurando así la primera fase de transición hacia nuestro capitalismo dependiente, que desde estos puertos se articuló al resto de la economía nacional en plena expansión. En esa medida, se fueron instalando en Barranquilla y Sabanilla las primeras empresas navieras extranjeras de carácter multinacional que dieron inicio al drenaje de capitales hacia los centros mercantiles y bancarios tanto europeos como norteamericanos. Estas compañías fueron fundadas con capitales duales en donde lógicamente primaba el del poderoso imperio inglés. Entre estos conglomerados navales estaban: 1) La Empresa Elbers, de propiedad de John Elbers de nacionalidad alemana. Este personaje fue quien, empujado por el espíritu capitalista y el jugoso negocio de la independencia, inició en 1823 la navegación a vapor por el río Magdalena y obtuvo por esa hazaña una concesión de 20 años para su explotación monopólica. 2) La Anglo-Granadina fundada por Francisco Montoya, prestamista dueño de la casa comercial más poderosa del país para la época, Montoya Sáenz y Cia. Este personaje se hizo cargo del monopolio del tabaco en 1846 y comenzó a controlar la navegación por el río Magdalena a través de esta empresa que pasó después a manos de los señores Plock y Logan dueños de la casa inglesa Frühling & Goschen de Londres, además multiplicó sus millones con la comisión que cobraba de los empréstitos que el Estado colombiano le hacía a Inglaterra. En el solo año de 1824 el señor Montoya obtuvo una comisión de 20.137 libras de esterlinas por el empréstito que Colombia le hizo a la firma británica Goldsschild and Co. Encabezó también una firma, compuesta principalmente por antioqueños, que monopolizó el transporte en planchones a través del río Magdalena. Por la gran influencia que tenía en el Estado, el señor Montoya dirigió el grupo de capitalistas colombianos que obtuvo una franquicia exclusiva del gobierno para construir una vía de comunicación a través del Istmo de Panamá. Por ese prontuario capitalista y usurero fue bautizada con su nombre la principal estación de la Aduana en Barranquilla: la Estación Montoya. 3) La Empresa Hamburger, Batis & Chapman, eran capitalistas principales de esta compañía los señores Santiago Duncan y Jhon Glen, quienes jugaron un papel importante en el control político de los puertos por parte de la corona 92


británica, sirviendo de comodines de guerra del poderío comercial inglés; además fueron estos señores a través de esta Empresa los más destacados contrabandistas de armas y comestibles en la región. 4) La Magdalena Steam Navegation Company, de capital londinense. Esta compañía funcionó con tres barcos que llegaron a Sabanilla en 1854 y por razones de calado, es decir que su construcción no era adecuada para la navegación por el río, suspendió la navegación en 1865. 5) Empresa Simonds, fundada por el norteamericano C. H. Simonds. Su especialidad era transportar la producción de tabaco que monopolizaban los alemanes y norteamericanos en el departamento de Santander. 6) Compañía Americana, fundada en Nueva York en 1855. Fue la primera empresa norteamericana que comenzó a competir por el monopolio de la navegación con los ingleses, absorbiendo posteriormente a la Hamburger Batis & Chapman. 7) Empresa R. A. Joy, perteneciente al empresario ingles Robert A. Joy. Fue la segunda empresa de importancia establecida en el río en la década de 1840, especializada en el transporte de quina, tabaco y otras materias primas menores, así como también importaba toda clase de productos industriales norteamericanos. 8) Compañía Unida y United Magdalena Steam Company, esta compañía nació como fusión de las tres compañías norteamericanas existentes, la Compañía Americana, la Empresa Simonds, y la R. A. Joy. Esta integración de capitales norteamericanos fue la primera expresión seria de competencia de los Estados Unidos contra Inglaterra por el control de los mercados en el país a través de la intensificación del comercio por los puertos del caribe, instalándose por último la Henry Wells y la Empresa A. Wecbecker.

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La navegación a vapor realizada por compañías extranjeras agilizó eficientemente el comercio mercantil sin dejar rastros de bienestar en los pueblos ribereños

Posteriormente, intentaron establecerse algunas compañías navieras de capital colombiano como la Compañía Nacional fundada en 1861 por varios comerciantes del país, pero las condiciones que planteaba la competencia de las compañías europeas y norteamericanas la llevó a cerrar sus puertas en 1869, pasando a manos de la Compañía Unida, lo mismo sucedió con la Compañía del Dique que fundada en 1863 con dos vapores, el España y el Tolima, pasó a manos de la Compañía Unida en 1870. En el anterior balance de las relaciones económicas de la navegación mercantil, pueden verse claramente los tres factores que fueron incidiendo decisivamente en la evolución del comercio y control de capitales a través de estos conglomerados de la navegación, lo cual era también un reflejo de la incidencia de las potencias capitalistas tanto en la economía local como en la nacional, pues el rio magdalena era la principal arteria económica que movía al país. Varios puntos marcan la clasificación y dominación de estas navieras. En primer lugar, y producto de la herencia independentista que pagaba sus favores a los servicios cobrados por los ingleses, estaban las compañías británicas que bajo las banderas del capitalismo industrial y en plena etapa imperialista, intentaban

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reafirmar su presencia en el mercado nacional. En 1850, la capacidad de carga de todos los buques británicos se cifraba en 168.000 toneladas. (Andakov: 1965: p. 269) En segundo lugar, comenzaban a afianzarse las compañías de navegación norteamericanas que fueron mostrando el proceso de conversión de esta nación en potencia imperialista, condicionada por las características propias de su desarrollo capitalista, pero también por la puesta en práctica de la “doctrina Monroe” a las recientes repúblicas. Y, en tercer lugar, el raquitismo económico de las compañías navieras de capital nacional que intentaron desarrollar su propia evolución en el capital mercantil, pero la ausencia de soberanía y de políticas estratégicas de inversión estatal en apoyo a los empresarios nacionales de la navegación, hicieron que estas compañías sucumbieran a la voracidad de los monopolios extranjeros que comenzaban a controlar la navegación local y nacional pues «hasta 1860 los barcos a vapor por el río Magdalena fueron construidos y capitaneados casi exclusivamente por extranjeros» (Safford: 1977: p. 69), moldeándose así la definitiva etapa de dependencia económica del país y, como reflejo, la de toda la región Caribe. El precio de quedar en estado de postración subdesarrollada a través del control monopólico de la principal vía de comunicación en la Colombia de entonces, se reflejaba en el desprecio y racismo que mostraban los norteamericanos sobre la clase popular barranquillera; sobre esa clase que, con la explotación de su trabajo, los convertía en millonarios en poco tiempo. El norteamericano Isacc Holton a su llegada a Sabanilla tuvo la siguiente impresión cuando desembarco en las aguas del caribe: «Es interesante ver una cara nueva después de un viaje de veinte días; pero ver una de otra nación y raza, en su propio país, e inalterada por largos viajes, es suficiente para despertar el más vivo interés en el que apenas comienza sus andanzas por el exterior. En la embarcación estaban el piloto, su pequeño hijo y un negro. Los dos primeros tenían suficiente ropa y suficiente mugre encima, pero el negro estaba semidesnudo y tenía una expresión estúpida y vacía. No podría clasificar al padre y al hijo en ninguna de las tres razas del hombre: parecería como si por lo menos la sangre de tres de ellas corriera por sus venas».

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Y más adelante agrega cuando transitaba por las polvorientas calles de Sabanilla: «La primera casa a la que entré constaba de un cuarto grande, casi vacío, y era quizá la casa de un empleado de la Aduana. En el suelo vi algo que a primera vista me pareció un mico grande, pero que al mirarlo mejor y para mi desconcierto resultó ser un niño desnudo y del color de la tierra donde estaba gateando, en otra casa vi otro espécimen similar, encima de un cuero y meciéndose en una hamaca». (Flórez: et. al. 1995: p. 9) Esta apreciación xenófoba del norteamericano Isacc Holton significaba que la organización del poder para la acumulación no solo reposaba en la estructura económica y política, sino que también estaban fundamentadas en el desprecio racial, situación que armonizaba y encajaba plenamente con la emancipación moral y económica de los comerciantes y la clase dirigente local heredera del mayorazgo español.

Sobre el musculo de África se desarrolló la ciudad y sus beneficios quedaron en manos de unos pocos

A pesar de la legalización formal del puerto después de la independencia, el contrabando continuaba como economía paralela y la corrupción un mal hereditario que ya empezaba asimilarse como propio y “normal” en nuestra

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cultura, y los gringos, estrenando autoridad imperial, sé auto-afirmaban como los rectores de la misma. Holton sobre el particular continuaba: «Me imagino que a pesar de todo hay contrabando por Sabanilla, pero creo que su principal obstáculo no son ni los sellos en la escotilla, ni los guardias a bordo sino más bien la inmensa soledad que rodea el embarcadero. Sin embargo, es posible que pase contrabando, ya que muchos funcionarios se prestan al soborno. Creo que cambiaron a todos los empleados del puerto durante nuestra estadía, y el recaudador saliente me pidió que le diera un certificado en el sentido que no lo había visto borracho cuando había venido a bordo, lo cual hice con mucho gusto». (Flórez et. al: 1995: p. 18) Los datos históricos no muestran mucho acerca de cómo se desarrollaban las relaciones laborales en ese periodo en Barranquilla, pero podemos hacer algunas observaciones provisionales, basándonos en la anterior situación. Este hecho puede indicar de manera general lo que sucedía en esas relaciones entre capital y trabajo, entre superiores y subordinados en el proceso de surgimiento de esos conflictos sociales. Como se puede registrar en el relato de Holton, estos acontecimientos mostraban que promediando el siglo XIX las formas de relación laboral en Barranquilla estaban constituidas, más que en otras partes del país, por formas de relación caracterizadas por el personalismo y la arbitrariedad, síntoma indiscutible de la génesis del gamonalismo como institución social. Las leyes patrocinadas por el poder imperial y las relaciones del trabajo mercantil portuario se caracterizaron en esa etapa, más que cualquier otra consideración, por los favores y “el visto bueno” que dispensaban los extranjeros, y el salario, por la inexistencia de una legislación que protegiera la fuerza laboral de braceros, inspectores, almacenistas, remeros etc., no solo era un estímulo de valor para suplir necesidades mínimas sino también, y sobre todo, un cambalache de favores en medio de las relaciones de dominación que comenzaban a imponer los poderes imperiales y los capitalistas locales en los puertos. Esta interacción del valor salarial unido a los “favores” que hacían los gringos dio lugar a la vez, en el terreno político-ideológico, a formas de dominación cimentadas en el autoritarismo y la sumisión y, en el nivel económico, a que se institucionalizaran las formas más radicales del capitalismo mercantil, afianzado este sistema por una clase social criolla dominante que cada vez más se afirmaba ideológica, política y económicamente como conservadora. En esa medida, la informalidad 97


que se generó a través del contrabando y la extendida corrupción quedaron reducidas a la legalidad y también a la tradición que afianzaron estos poderes, sobre todo cuando las relaciones sociales de producción descansaban en los mecanismos de legitimación mercantil que procedían y fueron parte sustancial de las nacientes relaciones capitalistas dependientes, concertadas a espaldas del pueblo por los nuevos poderes económicos tanto locales como nacionales. En cortas palabras, el tradicionalismo mercantil que comenzaba a estructurarse por el puerto de Sabanilla y Barranquilla, fue tomando la forma de una devoción irracional a las instituciones económico-sociales dominantes, relaciones que se caracterizaban por la imposición extranjera y, por consiguiente, a una sumisión sin límites a la cultura europea y norteamericana, todo esto se combinó con el gamonalismo autoritario regional como mentalidad típica dominante en el caribe post-colonial para fundar, en las relaciones sociales, la expresión cultural hegemónica de un conservadurismo político y económico que cíclicamente se renovaba y afianzaba en la actividad mercantil. Esto comenzó a cimentar el poder de esta clase en una cultura centrada en el despotismo más que en la ilustración; contrario al despotismo ilustrado que se cultivaba, por ejemplo, en la capital de la República.36 Es decir, que mientras Bogotá poseía un observatorio astronómico, un museo de ciencias, varias universidades, una de las colecciones bibliográficas más completas del mundo, y una biblioteca particular de más de 7.000 volúmenes; en Barranquilla no había siquiera la intensión de crear un bachillerato, no existían centros de lectura, el analfabetismo era peste y la ciencia era considerada un estorbo para el comercio; mientras en Bogotá los jóvenes pasaban su tiempo libre estudiando la lógica de Heinecio y la aritmética de Wolffio, en Barranquilla la juventud de las clases populares, mendigando pan y trabajo y sin ningún tipo de educación, vagaba alrededor del puerto;37 mientras en Bogotá la clase dirigente disertaba sobre Montesquieu, Bentham, Tracy, Chateaubriand y aprendían el inglés traduciendo a Locke; en Barranquilla una

Sobre este tema, Safford (1977: p.85) consideraba que “por eso los ciudadanos cundinamarqueses de “personalidad creadora” como los Cuervos y los Samperes, dividían su atención entre la política, la literatura o la cultura y los negocios”. 37 Solamente hasta 1871 el misionero escocés Adam H. Erwin estableció en Barranquilla una escuelita para niños pobres. Mientras, hacia finales de 1880, vino especialmente una institutriz norteamericana para hacerce cargo de la educación de las hijas del cónsul de los Estados Unidos. 36

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excelsa minoría leía el folletín comercial norteamericano The Shipping List (Lista de embarque) y el inglés se aprendía a fuerza de madrazos en los muelles. Unos de los hijos de esta cultura despótica dominante en transición, fue el señor Esteban Márquez, hijo legítimo del español Juan Bautista Márquez quien fuera en la época de la colonia «Alcalde ordinario por voluntad de su majestad y delegado de oficio de la Santa Inquisición» y fue, después de haber caído en desgracia el poder español, apoderado del empresario alemán Jhon Elbers, transformándose posteriormente en un “prestigioso” político conservador y gran comerciante poseedor de bongos y champanes; importando mercaderías de Jamaica y transportando artículos de comercio menor como maíz, ñame, cuero, etc., de gran demanda en los mercados regionales. Y posteriormente Diego de Castro, quien luchó contra el gobierno revolucionario liberal de Aquileo Parra en 1875 y «en la guerra del 95 Gaitán Obeso revolucionario liberal se apoderó de la ciudad. Diego de Castro que era en esos momentos administrador del ferrocarril, toma un vapor de río abandonado, habilita las calderas y lo pone al servicio de la causa del gobierno de la Regeneración». (Llinás: 1995: p. 46) Después de esta “hazaña”, fue nombrado este personaje agente de la canalización del Magdalena y comandante de las Fuerzas Navales del Atlántico y Pacífico además premiado como primer gobernador del departamento del Atlántico transformándose, después de acumular capital por este medio, en comerciante, dueño de licoreras y también en el primer importador de automóviles, entre otros jugosos negocios. El nefasto papel de este despótico personaje en la historia de Barranquilla lo detallaremos en capítulos posteriores. Mientras se consolidaba el poder económico y político de unos cuantos, la fase transitoria del capitalismo mercantil en Barranquilla había roto definitivamente con casi todos los comportamientos y las conductas feudales impuestas desde España, la iglesia fue una de las instituciones más sacrificadas, pues la gente asociaba a ésta con el antiguo poder, y de adorar a Dios esta población, adolorida todavía por la esclavitud, comenzó a adorar al dinero “mal habido”, a los gringos y, para amortiguar sus males, al alcohol. El conflicto de clases, empañado por los inusitados cambios, todavía no alcanzaba a madurar su conciencia de clase. Isacc Holton toca el tema del antiguo y el nuevo poder a su llegada a Barranquilla con las siguientes frases:

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«En Barranquilla el único otro punto de interés que visité fue la iglesia. Primero me llevaron donde un viejo sacerdote que tiene una especie de estudio en un piso alto de la iglesia. Me aseguró que aquí todo anda mal desde que el rey de España dejó de gobernar estas tierras. Es la única persona que ha tenido la franqueza o la imprudencia de confesarme esta opinión. Como el gobierno cubano es el único ejemplo que queda de dominación española en el nuevo mundo, es difícil apreciar exactamente cuánto perdió la Nueva Granada con el derrocamiento del poder español». (Flórez: et. al: 1995: p. 28) Con el relato de Holton, fue este preciso periodo el que vio surgir la noción, profundamente arraigada en la historiografía tradicional, y por consiguiente introducida en la mentalidad popular del barranquillero, de que la política extranjera podía ser aplicada a la ciudad a través de los caprichos del gamonal de turno por sus relaciones interdependientes relacionadas con los intereses imperiales dominantes. Ello dio lugar igualmente al “dictamen histórico” que comenzó a juzgar los acontecimientos políticos, económicos y sociales de la región desde el punto de vista de los intereses personales del caudillo y de la supuesta genialidad de los extranjeros en la “organización y progreso” de la ciudad (Malabet, Vergara y Baena entre otros). Un punto de vista que empalmó directamente con las opiniones económico-sociales de los historiadores recientes.

CAPITULO IV

FERROCARRIL DE BOLÍVAR: PROGRESO, POBREZA Y EXCLUSIÓN. 4.1 Los “ilustres” y el desprecio racial en la construcción de la obra. Consolidado el monopolio de la navegación en manos de europeos y norteamericanos y aumentado enormemente el volumen de mercancías de importación y exportación, las necesidades de agilización del comercio para incrementar el volumen de ganancias, originó la necesidad de mejorar las condiciones de almacenamiento y transporte de mercancías. El canal de la Piña, 100


brazo navegable del río Magdalena por el cual se comunicaban el puerto marítimo de Sabanilla y el ribereño de Barranquilla, comenzó a manifestar problemas para la movilización de productos mercantiles debido al bajo calado que presentaba en épocas de verano.38 En medio de esas circunstancias y bajo el temor de que los buques de las potencias imperiales buscaran otros puertos, la Convención Constituyente del Estado de Bolívar, mediante la Ley del 4 de julio de 1865 dispuso «Al poder Ejecutivo del Estado para que pueda conceder privilegio a cualquier persona o compañía nacional o extranjera para la construcción de un camino de carriles de hierro servido por máquinas de vapor, que ponga en comunicación la ciudad de Barranquilla con el puerto de Sabanilla». (Vergara y Baena: 1999: p. 371) La poca acumulación existente en el país no permitió que los capitalistas nativos iniciaran el trabajo de construcción del ferrocarril, esto lo consiguió en corto plazo la centralización del capital imperial y las asociaciones anónimas extranjeras. Inicialmente la obra fue concedida a los señores Ramón B. Jimeno, comerciante y comisionista quien hasta ese momento tenía los derechos de carga sobre todas las mercancías que pasaban por el canal de la Piña y a contraprestación únicamente se responsabilizaba en conservar la vía en buen estado; y a Ramón Santodomingo Vila, alto militar que había usufructuado bien el negocio de la independencia, siendo después gobernador del Estado de Bolívar y de Panamá. Estos señores, respaldados por los empresarios londinenses E. B Webb y Standish Motte, perdieron la concesión mediante un decreto de 1866, decreto que reflejaba la corrupción de la época y también la presión de otros intereses extranjeros para intervenir en la construcción de la vía férrea. Sin embargo, recibieron una cuantiosa indemnización de 30.000 libras de esterlinas por los “perjuicios sufridos” en la anulación del contrato. En medio de la jugosa suma recibida, Jimeno y Santodomingo (quien con este capital inicial surgido del chantaje y la corrupción forjó el hoy poderoso grupo Santodomingo), cedieron el Holton describe así el panorama de este caño: “Todavía era de noche cuando me desperté y ya estábamos navegando, primero por entre un canal umbrío, casi cubierto por entre las ramas entrelazadas de los árboles, y al amanecer dejamos atrás una mancha flotante de malezas altísimas con flores espléndidas y bulbosas. Adelante el fondo era más firme, pero el nivel del agua más bajo y encontramos una embarcación encallada. Detrás venia otra y los bogas de las tres que tenían alguna ropa encima se la quitaron y todos se tiraron al agua y las empujaron hasta desatracarlas, luego siguieron impulsando los bongos media milla más. Mientras tanto yo pensaba que la situación que estábamos viviendo era uno de los principales obstáculos en la arteria vital del comercio granadino. El caño de la Piña atraviesa tierras aluviales y blandas y termina seis millas antes del mar. Por solo $ 100.000 se podría habilitarlo para la navegación a vapor” op. cit., p. 12. 38

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contrato a la compañía alemana Hoenigsber, Wessels & Co, siendo este el primer ferrocarril que se construyera en el país.

El Ferrocarril de Bolívar movió la “danza de los millones” que enriqueció a empresarios y multinacionales extranjeras

La historia de esta obra comenzaba a presentarse al país como un acontecer extraordinario que dividió la historia económica y social de la ciudad según la mayoría de historiadores, entre el atraso y la “prosperidad” de Barranquilla y, por tanto, fue una obra que se realizó, según ellos, por fuera de la decisiva participación popular y en acontecimientos ocurridos por fuera de sus intereses y que tenía, por consiguiente, que explicarse por la intervención de los poderes trascendentes que dominaban la ciudad (los alemanes y Cisneros) o debían recibir su sentido político y cultural en referencia a los nuevos valores de “modernidad y progreso” que desde esa época hasta nuestros días impuso la historiografía tradicional. Alfredo de la Espriella, baluarte intolerante de esa historiografía mitológica, comenzó a mostrar, desde su fosilizada concepción de una Barranquilla trasnochada y con olor a naftalina y haciendo gala de su estirpe colonial y racista, la historia de esta obra así: «El primer palenque barranquillero del cual se tiene noticias muy comprobadas fue el que se originó a raíz de la construcción del Ferrocarril de Bolívar y el muelle de Puerto Colombia. Tanto a los constructores alemanes como posteriormente a don Francisco

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Cisneros desalentó la obra de mano de los indígenas de esta zona norteña, por naturaleza flojos y lentos, poca capacidad para obra tan intensa y pesada, exigente y responsable... el negro, su contextura y vitalidad; cuerpo sano, robusto y musculado y de una raza indiscutiblemente más fuerte que la del indio Mocaná era indispensable para este trabajo agotador. Merced a esta garantía, fue necesario contratar grupos de gente de color para que se asociaran a esta empresa que requería de la salud y vigor de estos ejemplares humanos, únicos y capaces de aguantar de sol a sol la ardiente agresividad de un trabajo que indudablemente exigía condiciones sobrehumanas para resistir tanta violencia: la del sol, y la de la labor de peso que demandaba tanta envergadura. Por razones obvias, el hábitat se concentró en torno donde se desarrollaba su tarea. Lo que más tarde se conoció como Barrio Abajo del río... hombres y mujeres -negros timbos- como se les conocía en el argot popular, formaron promiscuidad increíble, en viviendas ciertamente infelices; pequeñas covachas a manera de tugurios donde se hacinaban aquellas gentes morenas que se veían luego al terminar su trabajo cuando caía el sol, alegres y descomplicados, cantando y bailando, y embriagándose de ron». 39 (De la Espriella: 1977: p. 5) El pensamiento de la historiografía tradicional, ante esas formas históricas superficiales formuladas como verdaderas, se quedaba en la mera abstracción e intentaba, precisamente a partir de esa trivialidad histórica, abrir camino hacia la justificación del racismo en la etapa post-independentista mediante la economía excluyente que se iniciaba con la construcción del ferrocarril, “ignorando” estos historiadores de anaquel que con ello no se hace más que dar expresión “intelectual” a la incapacidad de entender los verdaderos fundamentos sociales y étnicos sobre la real importancia de las razas exterminadas (indios flojos) y excluidas (negros ignorantes y musculados) de la estructura social y étnica barranquillera. La imposición de esta categoría “histórica” se impuso en el tiempo, y cuando se le pregunta hoy al barranquillero de a pie ¿quién construyó 39

Alfredo de la Espriella, Evocaciones del negro y tradición de su estirpe en Barranquilla, Diario del Caribe, septiembre 9 de 1977, p. 5.

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el muelle de Puerto Colombia y el Ferrocarril de Bolívar? La respuesta innegable de la mayoría será “los alemanes y don Francisco Cisneros”, pero esa mayoría ignora, precisamente por esas imposiciones “históricas” que en realidad fue la clase popular y sus diferentes expresiones étnicas las que forjaron la base de la estructura física y económica que dinamizó el comercio en esa etapa a través de estas obras, y los “grandes personajes” impuestos como “patriarcas del progreso” y sin una sola gota de sudor, sangre y lágrimas derramada, solo fueron los beneficiarios de la misma. Con la puesta en marcha del ferrocarril, administrado por la firma norteamericana The Barranquilla Railway & Pier Company, se aceleró la fase de acumulación capitalista en Colombia a través del capital mercantil europeo y norteamericano y fue el instrumento más eficaz para liquidar hacia el futuro los rezagos de la economía feudal con fuerte influencia para esos años; siendo Barranquilla la cabeza de playa perfecta para la consolidación del nuevo sistema de locomoción en el país, sistema que también trituraría, en adelante, las posibilidades de una industrialización nacional auto-sostenible.

Estación Montoya: todos los ruines secretos de las multimillonarias ganancias de comerciantes e industriales la guardan hoy sus viejas paredes

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El ferrocarril comenzó a funcionar el primero de enero de 187140 inaugurándose el 20 de septiembre del mismo año la estación del ferrocarril en Barranquilla. El nombre de la estación se dio en homenaje al poderoso comerciante y comisionista Francisco Montoya y fue éste el punto cardinal que marcaría una nueva fase de acumulación de capitales y una expansión territorial y poblacional de Barranquilla, pues los buques de las navieras europeas y norteamericanas dirigieron sus mercancías hasta este puerto, situación que les aseguraba enormes ventajas económicas y comerciales. La apreciación entusiasta de Vergara y Baena (1999: p. 373) ) sobre este hecho se nota en el siguiente relato: «Con este ferrocarril quedaron de hecho zanjadas las dificultades de comunicación entre el puerto fluvial y el marítimo, que, como se sabe hasta entonces solo se hacía por el canal de la Piña, y el haberlo dado al servicio público bastó para que se cumpliera en realidad la condición de puerto habilitado que de años atrás había concedido la ley a Sabanilla, pues las empresas marítimas extranjeras que hacían el tráfico con Cartagena y de preferencia con Santa Marta, comenzaron a establecer su escala en Sabanilla». Con la construcción del ferrocarril de Bolívar, el proceso económico que se afianzaba en Barranquilla a través de la exportación e importación de mercancías ve fortalecer en esos años la penetración a gran escala del capital extranjero y, de paso, se estableció la neutralización comercial de los puertos de Santa Marta y Cartagena, pues la mayoría de comerciantes de esas ciudades trasladaron sus negocios a Barranquilla con el fin de asegurar su conexión con el capital transnacional y facilitar su empalme con las mercancías de las potencias emergentes que transitaban a lo largo del rio Magdalena. Salvador Camacho Roldan documenta este hecho así: «Los samarios, muy distinguidos por cierto, que desde 1870 al inaugurarse el Ferrocarril de Barranquilla a Salgar trasladaron la sede principal de sus negocios de la ciudad de Bastidas a la que se desconoce el nombre de sus fundadores,

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Este hecho de gran importancia para Barranquilla coincidió con el primer levantamiento victorioso de los trabajadores en la arena internacional “en 1871, la burguesía y gran parte de la pequeña burguesía huyen despavoridas de París y dejan el poder en manos de los trabajadores. Es la primera vez en la historia de la humanidad, que la clase obrera conquista el poder. Es la primera vez que las clases sociales chocan abiertamente y en forma irreversible” Benitto Marianetti, La comuna de París, 100 años después, Ediciones Centro de Estudios Buenos Aires, 1971, p. 65.

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que fueron pastores trashumantes, encontraron en ésta su segunda tierruca que fue para ellos también su segunda madre». (Roldan: 1923, p. 69) Se recrudece de esa manera la lucha por la conquista de las materias primas agrícolas, mineras y algunos bienes de manufactura que se producían en el interior, así como la extensión del comercio de importación con nuevos agentes regionales que migraban desde Santa Marta y Cartagena, todo esto como tendencias de los monopolios marítimos y comerciales para dominar desde el puerto de Barranquilla el mercado nacional, y además todos y cada uno de los eslabones de la cadena productiva que determinaban la vida económica del país y de la región. Es pues alrededor de esta particular necesidad de donde empieza la lucha entre las potencias imperiales por anclar sus buques en los puertos de Sabanilla y Barranquilla. Un balance concreto de esa situación de dominio monopólico en el campo internacional hecho por David Landes (1972: págs. 178179) es el siguiente: «En la década de los ochenta (1880), se despertó un nuevo sentido del valor económico en las colonias: un despertar que ocurrió con notable

simultaneidad

sobre

los

tres

principales

poderes

industriales europeos... intereses económicos en centros como Birmingham y Sheffield comenzaron a formular la demanda de que, 'para compensar la pérdida del mercado americano, debemos poseer el mercado colonial'; y Joseph Chamberlain pidió al gobierno la protección al mercado nacional, mientras se tomaban medidas para “crear nuevos mercados' en el extranjero y 'alzar su copa en un brindis' simultáneo de 'comercio e imperio, porque, señores, el imperio para parodiar una célebre expresión, es el comercio”. Con rasgos semejantes, los escritores alemanes de final de siglo hablaban de la participación de Alemania “en la política de expansión de Europa, al principio con modestia, finalmente con creciente decisión haciendo lo que hacemos en otras partes del mundo, buscando nuevos mercados para nuestras exportaciones y nuevas esferas de inversión para nuestro capital”». Con la apertura del ferrocarril de Bolívar se inició la gran competencia por la dominación del mercado nacional. Grandes buques de nuevas alianzas estratégicas comenzaron a aparecer en el escenario económico importador106


exportador del nuevo “Potosí” caribeño. La danza de los millones que hizo palpitar el corazón de muchos y el bolsillo de pocos se puede medir en el entusiasmo que ocasionó la aparición del primer buque que inauguraba la línea férrea: «La primera compañía de grandes vapores que estableció el servicio directo con Sabanilla fue la del Lloid Norte-Germánico, con el Vapor Koenig Wilhen I, que fondeó el 31 de marzo de 1871. Se nos refiere que fue aquel un día de alborozo público en Barranquilla. La oficialidad de dicho buque vino a visitar la ciudad y se dio un banquete seguido de baile». (Vergara y Baena: 1999: p. 374) La nueva alianza que se consolidó entre los Estados Unidos y Alemania con la construcción de la línea férrea y de posteriores convenios económicos con la presencia de empresas marítimas como la Compañía de Vapores Correos Hamburguesa-americana, la West Indian & Pacific Co., y la Royal Mail Steam Packet, tenía como fin acabar con el control de los mercados y puertos que desde la época de la independencia monopolizaban los ingleses. Fue esta una manifestación salvaje de intereses que dio inicio a una competencia interimperialista en Barranquilla a gran escala. La situación de la ciudad encaja claramente en ese fuerte periodo de comercio imperial en un concreto análisis hecho por Paul M. Sweezy: «Durante el último cuarto del siglo XIX tuvo lugar un vasto cambio en los métodos y objetivos de la política económica en todo el mundo capitalista. Esto se debió a tres factores básicos: 1) el ascenso de otras naciones, marcadamente Alemania y Estados Unidos, a una posición desde la cual podían disputarle la supremacía industrial a Inglaterra; 2) la aparición del capitalismo de monopolio; y 3) la maduración de las contradicciones del proceso de acumulación en los Estados capitalistas más avanzados». (Sweezy: 1945: p. 363) En esta guerra comercial, los Estados Unidos tenían dos grandes elementos para poner a su favor la competencia que se iniciaba en nuestros puertos. El primero, su cercanía territorial con las costas caribeñas, y segundo, el avance acelerado de los medios de producción, comunicación y transporte que comenzaron a instalar en estas tierras después de la construcción del ferrocarril, acelerándose el proceso de acumulación imperial a través de los altos fletes cobrados. La descripción que hace un funcionario público de ese periodo da claridad sobre el tema: 107


«Entre las diversas empresas de navegación, se sostienen hoy tal vez más de treinta vapores en el río, y entre Barranquilla y Honda se hace en la actualidad un viaje cada día. Los fletes de esos vapores han subido considerablemente en los últimos años: a la competencia tenaz que sostuvo contra las demás compañías el señor A. Wecbecker empresario de vapores desde 1858 hasta 1880, ha sucedido, como es costumbre introducida hace pocos años en los Estados Unidos, la coligación de las empresas rivales; y entre tanto los comerciantes de Medellín, Honda, Neiva y Bogotá que debieron interesarse en ese tráfico como accionistas de alguna nueva compañía, no han dado el primer paso serio para defender sus intereses». (Roldan: 1923: p. 75) Ante el monopolio incuestionable, la inversión realizada para la construcción de la vía férrea generó magnificas ganancias en poco tiempo: «En el primer semestre de 1871 la compañía había gastado 20.844 pesos más de lo estipulado pero estas pérdidas fueron disminuyendo con el transcurso de los meses, hasta que en 1874 las entradas compensaban los gastos e intereses, dejándole un pequeño margen de ganancias a la compañía. Más tarde se afirmó que las únicas líneas en territorio colombiano que no habían arrojado perdidas desastrosas para los inversionistas y el tesoro habían sido el ferrocarril de Bolívar y el de Panamá». (Nichols: p.115) En 1873, dos años después de iniciado el tránsito por la vía férrea, se inauguró con tecnología norteamericana el telégrafo. La construcción de este innovador medio de comunicación que puso en comunicación inicialmente a las ciudades de Barranquilla, Cartagena y Magangué, tuvo como propósito económico simplificar las millonarias transacciones mercantiles que se realizaban en estos puertos. En marzo del mismo año los extranjeros Adolf P. Simmonds, Aristid Voigt, Joquín Mier y Robert Byrne prestigiosos capitalistas con inversiones en la navegación, iniciaron el negocio del transporte urbano a través de la Compañía del Omnibus de Barranquilla como parte integral del proyecto de agilizar la movilización de mano de obra y el movimiento mercantil desde la bodegas comerciales hasta la estación del ferrocarril, cerrándose así poco a poco el círculo del control monopólico sobre la economía barranquillera: «Los carros muy elegantes y lujosos eran tirados por dos parejas de caballos y recorrían la ciudad 108


desde el centro hasta la parte llamada de 'abajo' donde estaban, como hoy, el asiento de las empresas fluviales y el ferrocarril». (Vergara y Baena: 1999: p. 420)

Carruajes de la Compañía del ómnibus; sus dueños eran los mismos que transportaban tanto mercancías por el rio como trabajadores en la ciudad

4.2. Del capital mercantil, al capital financiero: bonanza para pocos y miseria para muchos

Desde la inauguración del ferrocarril, las exportaciones se multiplicaron por cuatro y las importaciones de mercancías pasaron de 655.731 dólares en 1871 a 8.350.000 en 1874. Este hecho afianzó la presencia económica de la burguesía local que derivaba importantes ganancias del reflejo de esos capitales y fue el paso decisivo para que el capital comercial, controlado por las casas extranjeras, se transformara en capital financiero. Se establecieron así los primeros bancos privados extranjeros especializados en créditos al comercio ultramarino y en remesas de capital desde el Caribe colombiano hacia Europa y Norteamérica, naciendo así el 1º de julio de 1872 el Banco de Barranquilla con un capital nominal de 600.000 pesos distribuido en acciones compartidas entre

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comerciantes criollos y capitalistas extranjeros ligados a las compañías navieras que controlaban la navegación fluvial y marítima. Entre los accionistas del banco estaban: J. A. Mier, Wolff y Correa, Holman & Merkel, A. J. Senior y Co., Hoenigsber, Wessels & Co., Pardo & Dovale, Aepli Eberbach & Co, y Esteban Márquez, entre otros inversionistas. El capital bancario en ese periodo inicial no se limitó únicamente a centralizar y drenar cantidad cada vez mayores de crédito a los nuevos comerciantes que se instalaban, sino que también intervino directamente en la marcha de los negocios que se establecían en el centro de la ciudad, tanto mediante formas de participación y de control, que los llevaron a interesarse más en los capitales que surgían del comercio floreciente, como por la práctica usurera del crédito, que fue su magnífico complemento. Así pues, la penetración paulatina en infraestructura y capital de alemanes y norteamericanos fueron los dos vehículos principales de las nuevas potencias imperiales en el impulso económico que tomaba la “pujante” Barranquilla, generando esto una situación de equilibrio inestable porque según afirmación de Sweezy: «A medida que más y más países avanzados alcanzan la etapa de exportación de capital, la rivalidad por los campos de inversión más lucrativos se hace intensa, y los capitalistas de cada nación apelan a sus propios gobiernos en demanda de ayuda. Esta se les da más fácilmente convirtiendo las regiones atrasadas en colonias de las que los nacionales de otros países pueden ser total o parcialmente excluidos». (Sweezy: 1971: p. 371) Y confirmado este concepto económico general en la situación concreta del país en ese periodo en la descripción hecha por Frank Safford (1977: p. 71): «Muchos comerciantes colombianos fueron cautelosos porque no disponían de suficiente capital y tenían más dificultades para obtener préstamos que los empresarios europeos con conexiones en Londres». En ese contexto, la dominación del capital bancario en Barranquilla fue constituyéndose en una fase transitoria del desarrollo de capitales que fue coincidiendo, aproximadamente, con la transición de la economía comercial de competencia nacional limitada41 a la monopolista. Al estabilizarse en los años siguientes las condiciones de competencia en el terreno de los precios y en el Sobre la poca expansión del mercado decía el cónsul norteamericano en Barranquilla que “en 1850 el comercio era muy limitado; no pasaban de seis los importadores y las importaciones se hacían de Jamaica a Saint Tomas; y no había más consumo que el local y el de los pueblos vecinos” (Flórez et. al.: 1995: p. 82). 41

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volumen de las salidas de mercancía desde afuera y hacia el interior del país, el monopolio de mercado hizo también que aumentara la diferenciación entre las velocidades de acumulación de los capitalistas locales y de aquellos que dominaban el mercado nacional. El capital financiero comenzaría de esa manera a ser un referente económico importante para la fecha: «Antes de 1872 no existía en esta ciudad ningún banco. Pero el movimiento de capital de la incipiente plaza, iniciado el año anterior con el establecimiento del ferrocarril, fuente de prosperidad y propulsor de latentes energías, determinó el surgimiento de instituciones bancarias, que trajeron al comercio nuevas orientaciones y fomentaron el crédito de modo inusitado». (Vergara y Baena: 1999: p. 497) Así pues, el sistema de crédito que invadió el conjunto de la economía barranquillera, permitió acelerar la velocidad de rotación de los capitales, y aumentar al máximo el volumen de circulación mercantil tanto en la región como hacia el interior del país. A través de los créditos que desembolsaban los bancos que fueron concertados no solo con el gobierno nacional, sino también con la alcaldía de Barranquilla y con algunos particulares, el capital financiero norteamericano y europeo, sobre todo el alemán, fueron el decisivo elemento que garantizaría la nueva orientación de las inversiones de capital en el nuevo auge económico de Barranquilla y fue, posteriormente, parte fundamental en la dirección principal de su desenvolvimiento futuro, pues en el curso de los siguientes años se fundaron otras instituciones bancarias básicamente de capital norteamericano como el Banco Americano fundado en 1883, el Banco Mercantil Americano, el Comercial Bank of Spanish América, el Banco AlemánAntioqueño, el The National City Bank y el The Royal Bank of Canadá. Aunque esto no quiere decir que todos los bancos nuevos en Barranquilla fuesen extranjeros, pero en muchos de los bancos organizados localmente como el Banco Dugand o el Banco de Crédito Mercantil, inmigrantes y empresas marítimas y comerciales, fundadas por extranjeros, intervinieron decisivamente en su creación y desarrollo y, en prácticamente todos los casos, los arquetipos organizacionales fueron suministrados por Europa y los Estados Unidos. Las condiciones mismas que el capital comercial norteamericano impuso sobre el sistema financiero colombiano y sobre los departamentos y municipios

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quedarían determinadas años después, como lo atestigua el economista estadunidense Fred Rippy: «Hasta 1920 los préstamos extranjeros se negociaron, casi en su totalidad, con Europa. Durante los ocho años siguientes, los Estados Unidos financiaron prácticamente todos los préstamos otorgados al gobierno central, a los departamentos y municipios y a los Bancos Hipotecarios. En efecto, la única ayuda financiera que recibió el país por parte de Europa en esta etapa fue un préstamo por valor de $1.6000.000... mientras tanto, el total de préstamos conferidos por los Estados Unidos subió a $215.324.557». (1981: p. 188) Para cerrar el círculo de la dependencia que dominaba todos los circuitos económicos de la ciudad por parte del capital financiero norteamericano, Rippy detalla la forma en que el crédito hipotecario exprimía las arcas del municipio: «En Barranquilla los préstamos se protegen con la garantía hipotecaria del mercado público, los tranvías y los servicios de agua; además, con el embargo del ingreso bruto de tales servicios y de las rentas producidas por el impuesto predial. Mientras los bancos conservan su vigencia, un comité administrativo controla los bienes y servicios embargados; este comité se compone de tres miembros cuyos jefes los nombran los banqueros; otro el Consejo Municipal y el tercero la Cámara de Comercio local». (1981: p. 200) De esa manera, las distorsiones entre los flujos de beneficio que ocasionaban las importaciones y exportaciones, la extensión del capital comercial y la deuda administrativa contraída por el municipio para desarrollar las obras de infraestructura que beneficiarían a esos capitales, solo pudieron resolverse a través de la consolidación del sistema bancario controlado por las potencias emergentes, especialmente de los Estados Unidos. Así pues, en una primera etapa en la que los mecanismos financieros en la emergente ciudad aún no estaban totalmente centralizados y en la que los intercambios mercantiles, impulsados fuertemente por la creación del ferrocarril, eran el motor de la expansión del sistema económico regional y nacional, esta actividad fue remplazada poco a poco por una de alta concentración y centralización del capital en la que junto a la dinámica del capital comercial y a 112


las obras de infraestructura, se dio paso a una agresiva política imperial en Barranquilla que ya no alcanzaba una complacencia plena con el simple control y abastecimiento de los circuitos comerciales internos y externos, el control del transporte marítimo y fluvial y de los sistemas administrativos del municipio, sino que se trataba ahora de controlar y desarrollar hasta la infraestructura misma de tales circuitos. Serían los norteamericanos, los ingleses y en menor medida los alemanes los encargados de impulsar ese proceso, incluso a sangre y fuego como veremos a continuación.

4.3. Concertación de las potencias para sofocar las rebeliones armadas en el caribe y así mantener el control y la dependencia

El poderoso auge financiero que se acumulaba en Barranquilla y la exclusión de otros actores económicos produjo contradicciones insalvables. En 1875, las condiciones totales de dependencia al capital transnacional llevaron a que un sector de la burguesía cartagenera que controlaba la administración del Estado de Bolívar, se levantara en armas contra el gobierno de la federación para que se modificaran los procedimientos de saqueo y se le diera mayor participación tanto en las recaudaciones aduaneras del Estado, como de otros sectores económicos, el comercio de productos agrícolas entre otros. Ante el levantamiento armado realizado el 10 de agosto de 1875, el Secretario del Interior de los Estados Unidos de Colombia autorizó la intervención militar de los Estados Unidos de Norteamérica, Inglaterra y Alemania para que pusieran fin a la insurrección en la costa Atlántica. Para los que dudan aún en la existencia del imperialismo y la dependencia como formas determinantes e inmutables de nuestra trágica existencia, citaremos en extenso el vergonzoso intercambio de correspondencia que mostraba, en pleno, las garras de los imperios y la actitud servil de nuestros gobernantes en los sucesos del levantamiento del Estado de Bolívar. En apartes de la carta enviada a las potencias extranjeras por parte del Ministro colombiano de Relaciones Exteriores Francisco Rueda se manifiesta: «En consecuencia y como es probable que las autoridades del Estado de Bolívar u otros Estados colombianos pretendan adoptar medidas lesivas de los mencionados derechos e intereses de extranjeros pacíficos, tiene el infraescrito instrucciones para 113


declarar a S.S., como en efecto lo hace, que el Poder Ejecutivo de la Unión considera ilegal y por consiguiente nulo, cualquier bloqueo de puerto de la nación que por su orden o de su autoridad no fuese decretado ilegal, nulo también todo embargo de embarcaciones ancladas en los puertos nacionales o de mercancías de estos depositados; y que por lo tanto autoriza el desconocimiento y levantamiento del bloqueo que por cualquier entidad se pretendiere mantener y autoriza igualmente que se impida cualquier embargo que de otra autoridad de la nación se intentara hacer en la propiedad extranjera... así mismo cumple el infrascrito con manifestar a S.S., que en el caso probable de que los funcionarios locales que se hallan y los que se pongan en rebelión contra el Gobierno Nacional, pretendan tomar posesión de las aduanas, cobrar los derechos fiscales y acaso expropiar o poner en venta mercancías extranjeras de las depositadas en las oficinas públicas, el Gobierno Nacional autoriza el que se impida la ejecución de atentados y se deniegue y resista el pago de todo derecho nacional a cualquier agente que no sea el legítimo encargado nacional para ese efecto... el infrascrito aprovecha esta ocasión para reiterar al Señor H. Troplong, las seguridades de su más distinguido aprecio: Att. Francisco P. Rueda». Ante esta petición de intervención militar, el cónsul general de Francia en Bogotá da órdenes terminantes al almirante de las Fuerzas Navales Francesas en el Caribe en el siguiente comunicado: «Bogotá, agosto 12 de 1875. Señor Almirante: Como consecuencia de medidas arbitrarias tomadas en Barranquilla por el presidente del Estado de Bolívar y de un ataque dirigido por las tropas de este Estado contra las fuerzas nacionales destinadas a mantener libre la navegación del Magdalena, el presidente de los Estados Unidos de Colombia se ha visto en la necesidad de declarar la república en estado de guerra y me ha hecho dirigir por su Secretario de Relaciones Exteriores, así como a mis colegas de los Estados Unidos, Inglaterra y Alemania una nota por la cual no duda en solicitar nuestra intervención para proteger y salvaguardar, en los 114


puertos de la Unión, los intereses de nuestros nacionales, los cuales reconoce como fuera de su capacidad proteger y salvaguardar por sus propios medios... mis colegas de los Estados Unidos y de Inglaterra, han dirigido por su parte, al señor Rueda, respuestas concebidas en el mismo sentido que la mía. El Ministro de Inglaterra ha escrito además al comandante en jefe de las Fuerzas Navales Británicas en el Atlántico, Comodoro, cuya estación

habitual

es

Jamaica,

según

creo,

para

que

inmediatamente tome las medidas que juzgue conveniente para proteger los intereses de sus nacionales en los puertos colombianos del Atlántico. El Ministro de los Estados Unidos ha debido escribir en el mismo sentido al comandante en jefe de las Fuerzas Navales Americanas... hasta el momento, el Estado de Bolívar es el único de los nueve Estados de la Unión que según mis conocimientos ha entrado en guerra con el gobierno de la República. Pero podría suceder que mientras os llega este despacho, los Estados de Panamá y del Magdalena se unan a él. En este caso, el puerto de Sabanilla que recibe mensualmente cerca de 600.000 francos de mercancías francesas y el de Cartagena, no serían los únicos en los que importaría impedir que las autoridades locales se apoderen de las aduanas y embarguen las mercancías que se encuentren allí. Los puertos de Santa Marta y de Río Hacha situados ambos en el Estado del Magdalena, también tendrían necesidad, aunque en menor grado, de la protección de los navíos de vuestra División... Una acción común de las fuerzas navales de Inglaterra y Francia, en la guerra civil actual no dejaría de ser ventajosa para nuestros intereses, lo mismo que para los intereses británicos en Colombia. Yo no sabría cómo encareceros, señor almirante, para que si os es posible os entendáis con los comandantes de los navíos de guerra ingleses que se encuentran en la costa con el fin de adoptar, de acuerdo con ellos, las medidas acordes con las circunstancias. El Ministro de la Reina en Bogotá, tiene una perfecta comunidad de ideas conmigo sobre todos los puntos. Aproximadamente sucede lo mismo con el 115


Ministro de los Estados Unidos. Sin embargo, como el gabinete de Washington pasa por alimentar frente al Istmo proyectos cuya realización sería favorecida por una escisión entre los Estados de la Costa y aquellos del interior de Colombia, sus intereses en la guerra actual no son los mismos que los nuestros y yo no osaría haceros la misma recomendación en lo que concierne a los comandantes de navíos americanos, su actitud os indicará la que debéis tomar frente a ellos. Envío copia del presente despacho al Departamento de Relaciones Exteriores». (Tirado: 1979: págs. 2011 a 216) La potente fuerza militar de estos países desplegada a todo lo largo de la costa Caribe colombiana disuadió el ánimo rebelde de los gobernantes del Estado de Bolívar, y la consolidación de la economía imperial a través de este vulgar acto de piratería, profundizaría en los años siguientes los lazos de sometimiento y pobreza en el Caribe colombiano y en toda Colombia en general.

4.4

Pequeñas

fábricas

y

casas

comerciales

en

el

proceso

de

descomposición del campesinado en el caribe; presagio de la guerra de 1885

La coacción militar, el chantaje político y el fomento al crédito con tasas de usura auspiciado por las potencias imperiales, dieron lugar en este periodo a los inicios del capital industrial en Barranquilla. Es de anotar que el primer intento de establecer una industria de aceites y de hielo42 fracasó porque en ese momento no pudieron quitarle a la gente de los barrios populares la costumbre de cocinar con manteca de cerdo y de refrescarse con agua de tamarindo y jugo de corozo, es decir, las condiciones de vida naturales y los bajos salarios no permitieron el asentamiento industrial inicial en la ciudad. En otras palabras, las redes económicas de consumo interno todavía estaban determinadas por el peso de la costumbre. Fue este, sin embargo, un intento inconsciente e infructuoso de la población barranquillera para “impedir” un crecimiento no controlado de la

Sobre este hecho el cónsul norteamericano Elías Pellet afirmaba, “El negocio de hielo fue inaugurado por la Compañía de Bolívar de Hielo y Madera en 1875 bajo la dirección de G. S. L. Schroeder pero no tuvo éxito” (Flórez: et. al. 1995: p. 51) 42

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naciente industria, pues la irrupción del ferrocarril rompió con toda esa unidad económica y social que estaban todavía establecidas por las reglas convencionales impuestas por las tradiciones heredadas de la era colonial y la ancestral cultura afro-indígena y, desde la “hojarasca” que trajo el ferrocarril de Bolívar, la población barranquillera ya no tenía vitalidad y fuerza suficiente, desde el punto de vista de la economía doméstica, para bloquear el asentamiento futuro de la industria. No fue sin embargo éste un crecimiento autónomo y autosuficiente sino un crecimiento que estuvo condicionado directa o indirectamente por los intereses y las necesidades de las potencias económicas que dominaban el mercado, el transporte y los servicios 43 a las cuales se le fue vinculando progresivamente la burguesía nativa que tenía una fuerte influencia en el mercado de consumo de la ciudad. Indicios de esta situación específica lo señala Eduardo Posada: «En medio del trajinar de estas ocupaciones, algunos comerciantes se volvieron banqueros, otros intentaban integrar sus intereses mercantiles al de compañías navieras y muchos comenzaron también a reinvertir sus utilidades en un incipiente sector industrial». (1987: p. 30) Se fundaron inicialmente y sobre todo para suplir las necesidades básicas de consumo interno, fábrica de jabones, de talabartería, curtiembres, fábricas de calzados, fábrica para máquinas de desmontar algodón y así, «A través del comercio y de la especulación, algunos acumularon las módicas sumas de capital que luego invirtieron en fábricas que se fueron ubicando cerca del río Magdalena, por donde a veces llegaban las materias primas y por donde siempre salían los productos en busca de mercados». (Posada: 1987: p. 31) En el origen y crecimiento industrial de Barranquilla, fue significativo el papel de los comerciantes criollos, pero su participación, aunque le trajo muchos beneficios económicos en ese momento, estuvo permanentemente condicionada por el asocio al nuevo capital financiero norteamericano, sin cuya colaboración y servicio no hubiese sido posible el crecimiento, tanto para la ampliación de sus

Según Pellet, “Antes de 1880 la ciudad se proveía de agua del caño que vendían muchachos medio desnudos, montados en burro; cada burro llevaba dos pequeños barriles que formaban una carga. Esta carga se vendía a cinco centavos. Pero desde que se estableció la poderosa bomba de vapor, la ocupación de muchachos aguadores desapareció. Se estima en quinientos el número de burros que se empleaban en este servicio: se acaba de construir un tanque en la parte alta de la ciudad, bajo la dirección de S. M. Welpley”. (Flórez: 1995: p. 51). 43

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industrias a través de las “módicas sumas” acumuladas, como para la búsqueda de esos “nuevos mercados” que describe el autor de la anterior nota. Con el crecimiento económico en las ramas comercial, financiera e industrial producto de la inauguración del ferrocarril, igualmente se produjo un crecimiento poblacional de magnificas proporciones. El auge económico del comercio en Barranquilla se convirtió en un poderoso aliento migratorio a los pobladores de los pueblos y ciudades vecinas que atraídos por el “boom” económico comenzaron a instalarse en la ciudad. Barranquilla pasó entre 1851 y 1870 de 6.114 a 11.595 habitantes. Este particular fenómeno migratorio rural-urbano que modificó de manera significativa la correlación poblacional en el país, nos lo puntualiza el economista Mario Arrubla: «La descomposición del campesinado como un proceso que arroja proletarios al mercado de la fuerza de trabajo, es doblemente esencial al surgimiento del capitalismo industrial y a la superación de la etapa mercantil del capitalismo... para que la acumulación de dinero y mercancías se conviertan en capital es necesario que sus poseedores se encuentren con esta mercancía peculiar que es la fuerza de trabajo... ahora bien, la significación que tuvo para la moderna sociedad naciente el fenómeno de la descomposición del campesinado estuvo condicionado por el conjunto del movimiento histórico en que este fenómeno se inscribió y más precisamente por su relación especifica con la evolución de la industria capitalista». (1972: págs. 42-43) De esa manera, de campesinos pobres que llegaban sin parar de los pueblos cercanos, estos pasaron a ser el ejército de braseros que necesitaban los puertos para el embarque y desembarque de mercancías, a empleados del comercio y, en menor medida, como obreros de la pequeña industria en surgimiento; dedicándose la gran mayoría de la población no absorbida por el comercio y la industria naciente, al comercio informal de productos agrícolas en el llamado “mercado de granos” y a la venta ambulante en carretillas por las arenosas calles de la ciudad, es decir, a articular eficientemente el comercio agrícola y pecuario entre el consumo de la ciudad y la producción de su área rural destinada al consumo minoritario de la creciente población barranquillera. Sin embargo, el crecimiento no planificado de la economía y la naturaleza de elite que se observaba en la acumulación de capital, dio poco margen para la redistribución del mismo, originando esta situación los dos polos antagónicos del 118


capital: la extrema riqueza y la extrema pobreza. Así lo anotan con asomo de vergüenza los historiadores Vergara y Baena: «En medio del progreso que se nota, hay muchos enfermos sumamente pobres, quienes, después de carecer de recursos con que alimentarse, se ven precisados a ir de puerta en puerta implorando la caridad pública, sufriendo mil dolores y agravando sus males por no contar con un asilo donde se les socorra y se les proporcione la respectiva asistencia médica». (1999: p.428) La guerra comercial interimperialista iniciada a través del control de los puertos para controlar la economía colombiana, a la vez que derramaba pobreza comenzó a concentrar fuertemente la riqueza. La burguesía comerciante barranquillera encontró múltiples ventajas en la guerra comercial que se desarrollaba en esta parte del Caribe. De esa manera, cuando los vínculos de la economía

importadora-exportadora

de

tránsito

fueron

acentuando

la

dependencia política y comercial de la pequeña ciudad, y cuando el crecimiento de los intereses norteamericanos permitió la utilización abierta de sus influencias para robustecer las bases de su desarrollo monopolista en la región, se fue ampliando igualmente un mercado para el consumo interno de grandes proporciones. Sobre esta situación concentrada de la economía Posada (1987: p. 26) afirma que: «Gradualmente, se fueron formando las redes comerciales que dieron lugar a la formación de un mercado regional, donde se intercambiaron originalmente, productos para la exportación como tabaco y cueros, por artículos importados, siendo Barranquilla el centro de acopio y distribución... en 1896, operaban en Barranquilla entre 20 y 30 casas comerciales 'todas bien provisionadas con grandes recursos y gozando de crédito de primera' según palabras del cónsul británico en esta ciudad». La creación de este sistema mercantil (Casas Comerciales) que dio lugar al gradual acercamiento económico de los pueblos vecinos, la ampliación de sus interconexiones económicas y la acumulación importante de capitales por este medio, fue una manifestación ineludible del nuevo proceso económico en marcha, condicionado objetivamente por el avance del capitalismo a escala mundial. Entre esas casas comerciales estaban la casa comercial Alemana Held

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y Co.44, y la casa comercial de comisionistas Alzamora, Palacio y Cia. Este proceso de consolidación comercial no solo llevaba de por sí posiciones de clase, es decir que era liderado por minorías históricas excluyentes, sino que su principal efecto consistía en que preparó las premisas socioeconómicas regionales para el tránsito inevitable del pre-capitalismo mercantilista, al capitalismo dependiente en toda Colombia. La conexión causal que produjo el desarrollo de estas Casas Comerciales fue el siguiente: primero, se realizó una transformación en los factores económicos básicos que generó en las elites la oportunidad objetiva del enriquecimiento a través del comercio, trabajando estas casas para un mercado regional y nacional con una clientela reconocida y operando solamente bajo la inspiración del máximo beneficio económico, con poca o ninguna atención a los problemas sociales. Y segundo, fue esta oportunidad la que creó un liderazgo de orientación económica en personajes de la región cuyo campo de acción para la acumulación exitosa era la organización de esta modalidad que tenían la forma jurídico-económica de casas comerciales. Estas casas consiguieron libertad de acción y obligaron al Estado de Bolívar y a la ciudad de Barranquilla y su floreciente puerto, a adaptarse a sus necesidades mercantiles; igualmente el ferrocarril, en correspondencia con el crecimiento comercial, atrajo a otras personalidades relevantes de la región y a sus capitales, ocupado hasta entonces en otras actividades, como se desprende del siguiente relato: «...ahora bien, el añil que era un producto de exportación, tomó vuelo considerable a partir de los 60, e hizo que muchas personas se vincularan a su comercio fundando casas comerciales no solo comprando y vendiendo añil y otros productos sino que además se constituían como intermediarios financieros para llevar tales productos a los puertos de Santa Marta, Sabanilla (Barranquilla), Buenaventura, Guajira, Cúcuta, y a partir de aquí llevar la mercancías a los grandes centros europeos». (Alarcón et. al: 1987: p. 202) Sobre este personaje decía Meisel Roca que “Held creó una de las primeras cadenas de almacenes en toda Colombia con presencia en más de diez ciudades; fundo en la costa caribe una hacienda ganadera de casi 21.000 hectáreas y con 11.000 cabezas de ganado a donde llegó el primer toro cebú en 1914: durante algunos años antes de la primera guerra mundial, despacho cerca de 35% del tabaco del Carmen, además fue uno de los fundadores y el primer presidente del Banco Alemán Antioqueño, (más tarde conocido como Banco Comercial Antioqueño) y accionista del Banco del Atlántico. Incursiono también en el negocio del transporte fluvial y en la importación y exportación de una amplia gama de productos que comercializaba en Colombia y Alemania por todas esas actividades comerciales se puede afirmar que Adolf Held fue uno de los empresarios extranjeros más influyentes en Colombia a finales del siglo XIX y principios del XX” 44

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El componente sociológico de los primeros comerciantes que auspiciaron estas casas comerciales era 1) su condición netamente urbana, lo que logró disparar el comercio y la densidad poblacional en las ciudades ribereñas. 2) la visión cuantitativa que conquistaron del comercio, lo que puso a este sector en el primer renglón de la economía y 3) la utilización intensiva del trabajo asalariado para maximizar la ganancia, lográndose con esto un buen número de empleos en esta área de la economía. Las quinas fueron hasta 1880 un renglón importante de las exportaciones de estas casas, llegando a subir su valor anual hasta 10 millones de dólares y a raíz de las extensiones de las plantaciones en la India y la isla de Java, las exportaciones que realizaba el país en esta rama se bajaron significativamente. El déficit en la balanza de exportaciones producto de esta situación fue subsanado con la extensión y exportación de los cultivos del café. Este nuevo avance de acumulación de capitales en manos de esta nueva elite económica que enriquecía aceleradamente su producto bruto a cuenta del comercio, pasaría a jugar un rol verdaderamente conservador en la futura evolución política y económica de la ciudad, pues todos los mandatarios locales servirían eficientemente a la expansión del comercio a través de la proliferación de estas casas comerciales, en consonancia con la política de la “regeneración” conservadora y centralista de Núñez; y de su seno saldrían los nuevos gamonales regionales que servirían de instrumentos locales al afianzamiento de la nueva potencia capitalista triunfante: Estados Unidos de Norteamérica. Sin embargo, en la región la miseria también continuaba su marcha a la par de la nueva ordenación regional y la consolidación y expansión de estas casas comerciales. Salvador Camacho Roldán (1942: págs. 53-54) sobre la grave crisis social existente afirmaba: «El gran pecado cometido por todos en los días de prosperidad para la rivera del alto y bajo Magdalena y las llanuras del Carmen y Corozal en Bolívar, fue el olvido de establecer instituciones de previsión y de moralidad; cajas de ahorro, hospitales, sociedades de seguros. Cuando la fiebre amarilla se presentó en diciembre de 1856, no había ningún hospital, ni el más pequeño asilo para los enfermos que morían en las calles sin el más débil consuelo, sin quien pusiera una gota en sus labios resecos». 121


La miseria creciente, como una ramificación del egoísmo competitivo que auspiciaban las casas comerciales, más los afanes imperialistas por dominar los puertos y su circuito económico, lanzaron a los revolucionarios liberales a un nuevo intento de emancipación para liberar a las ciudades costeñas y sus puertos de la codicia extranjera y, además, de los déspotas y estrafalarios “caudillos” regionales que le servían de escuderos en el Caribe colombiano. La Guerra Civil de 1885 tuvo su centro principal de acción en la costa caribe colombiana y, especialmente, en Barranquilla por ser este el principal puerto de exportaciones e importaciones y contar la ciudad con una población progresista que estaba cuestionando la falsa actitud del pensamiento despótico conservador y comenzó este alzamiento armado su itinerario político de apoyo resuelto a los principios revolucionarios liberales, proclive en esa etapa a las reformas sociales. En esta guerra quedó demostrada igualmente la cobardía de la dirigencia que la historiografía tradicional regional ha disfrazado como “grandes personajes” pero que en realidad fueron simples marionetas sostenidas por la poderosa fuerza militar norteamericana que desde el departamento de Panamá, ya anexado de hecho al imperio, apoyó decisivamente la restauración del poder de la gamonalería conservadora para que los gringos preservaran sus intereses comerciales y anexionistas en los puertos del litoral Caribe, incluyendo las garras que estos estaban ya mostrando sobre el canal de Panamá para su posterior anexión. Los revolucionarios liberales con su actitud resuelta y políticamente honesta robustecieron en Barranquilla la conciencia social de los sectores marginados, al conseguir en la guerra de 1885 dar a su proyecto político una legitimidad que alimentó la fe en las clases populares de tener una patria soberana y, por consiguiente, la ilusión de tener igualmente una sociedad justa a causa de que la “justicia conservadora” se había convertido, por múltiples circunstancias, en ilegitima para los sectores populares, acelerándose así el proceso de maduración ideológica y política de los desheredados. Es hora pues de reivindicar a estos “personajes perdidos” de nuestra historia y poner en su real sitio a los que sirvieron conscientemente a la atrofia social, política y económica de Barranquilla y sentaron las bases para su perpetua miseria y dependencia al poderío norteamericano. Es preciso entonces rescatar la historia de los “vencidos” en la extraordinaria narrativa que realiza Ignacio Torres Giraldo sobre 122


la guerra de 1885 y su relación con los poderosos intereses que la respaldaban. Fue este episodio un acto cargado de heroísmo y desprendimiento por parte de los sectores populares barranquilleros que respaldaban las propuestas de emancipación que en todo el país desplegaba el liberalismo radical; fundamental este episodio para entender la otra historia de Barranquilla: «Y Gaitán Obeso sé echa río abajo; se toma las embarcaciones que suben hasta completar ocho con las que ya tenía y con esa flotilla roja, ocupa la ciudad de Barranquilla, sin hacer un disparo de fusil, a pesar de que su gente no llega a la cifra de 500, y que la ciudad estaba 'defendida' por la Octava División de la Guardia colombiana y por varios generales adictos al nuñismo. El hecho se explica solamente porque Gaitán Obeso, con audacia intimó a los dichos generales por medio de leal emisario. 1) haciéndoles creer que llegaba con un ejército de 5 mil combatientes; 2) anunciándole al pueblo de la Costa, en su gran mayoría liberal, que Núñez se había entregado ya al conservatismo. La ocupación de Barranquilla pone en manos de Gaitán Obeso, además de la ruta del rio, casi todas sus embarcaciones, la llave principal para abrirse camino y sentar dominio en todo el litoral. Porque hallándose precisamente en Barranquilla el presidente del Estado (poniéndose como se pone del lado de la rebelión contra la traición de Núñez) la toma de Cartagena queda a la vista y luego la de Santa Marta: y camino de mar abierto para extender la acción al Istmo de Panamá. Pero el primer gran éxito del río y Barranquilla necesita, 1) acción coordinada del interior del país; 2) aprovechamiento de la navegación del río y sus puertos para conectar la guerra en los Estados ribereños; 3) operaciones rápidas en la costa; 4) empleo acertado de los puertos marítimos para entrar armas y pertrechos al territorio insurgente... Desde octubre de 1884 tenía en su cartera el General nuñista Francisco J. Palacio, en Barranquilla, el nombramiento secreto de comandante en jefe de “las Fuerzas Militares y Fluviales de la Costa para el momento en que estalló la guerra” ... claro, el General Palacio, no divulgó su título secreto cuando Gaitán Obeso entraba a Barranquilla, para que recayera la 123


vergüenza de la entrega por miedo a la plaza en el jefe que por entonces tenía el comando allí, el General González Carazo. Palacio se 'asiló' en la casa del cónsul de España y, poco después, ayudado por el mismo cónsul en buen caballo huyó rumbo a Cartagena. Gaitán Obeso, en un fuerte liberal como Barranquilla; con jefes a su lado como los generales Jimeno y Ramón Collante, podía seguir sobre Cartagena que se hallaba casi descubierta y tomar luego Santa Marta, dejando en cada plaza de retaguardia fuerzas de resistencia y gobiernos propios... y Palacio llega a Cartagena pero no encuentra medios para adueñarse de la ciudad: el presidente encargado está notificado de la traición de Nuñez, y listo, naturalmente, a entregar el poder del Estado a Gaitán Obeso. La guarnición acantonada allí, sigue siendo fiel al nuñismo porque su jefe, un coronel, lo sigue siendo; pero es tan pequeña que Palacio no podría apoyarse en ella, por lo que decide marcharse sigilosamente a Panamá, a donde había llegado el General Santodomingo Vila con el título también secreto de “Comandante en Jefe de las Fuerzas del Istmo”. Habían pasado solo cinco días desde la salida del General Palacio de Cartagena y ya está de regreso con fuerzas veteranas de la Guardia colombiana ahora en asocio del experto militar Urueta, y ocupa la ciudad rápidamente, organiza el gobierno militar del Estado, y marcha sobre Barranquilla. Urueta por tierra y Palacio por mar, planean una acción de tenaza al objetivo y precisamente en los momentos cuando Gaitán Obeso se hallaba por el río bajando contingentes voluntarios -lo que podía hacer un ayudante- Urueta que llega primero a las puertas de la ciudad, en vez de esperar el arribo de Palacio al lugar convenido, y, luego de rechazar una oferta de capitulación que interpreta alegremente como debilidad de los defensores, y queriéndose llevar para sí toda la “gloria del vencedor”, ataca la plaza al amanecer del 11 de febrero, con tan malos resultados, que la defensa -dirigida por el General Jimeno Collante- le sostienen combate calle por calle, hasta que al caer la tarde llega sorpresivamente la flotilla de Gaitán Obeso con 1.500 124


combatientes que deciden la sangrienta lucha a favor de la resistencia. Entre los prisioneros, que fueron muchos, se encuentra el propio General Urueta. A raíz de la batalla victoriosa de Barranquilla, fuerzas de la resistencia ocuparon luego Santa Marta. Las autoridades nuñistas del Estado del Magdalena huyen hacia Riohacha y se instalan allí, para luego aprovechar la plaza en la organización de la expedición que había de reforzar a Cartagena, cuando, tardíamente, decide Gaitán Obeso ponerle sitio... Panamá se había sublevado en forma cuando el Comandante en Jefe, de la dictadura del Istmo, General Santodomingo, marchó con las mejores tropas a reforzar la defensa de Cartagena. El General Pedro Prestán, vecino de la ciudad y puerto de Colón, se pronuncia en el lugar y se adueña de la plaza. El jefe Civil y Militar del Estado, General Carlos J. Gómina, no tiene fuerzas para enfrentar a Prestán, y por un tiempo quedan así dos gobiernos el nuñista en la ciudad de Panamá y el antinuñista del puerto de Colón. Al amanecer Ulloa ataca a Prestán, pero este que se siente fuerte le presenta batalla, dura, sangrienta. Y cuando el sol sale sobre el duelo a muerte de los colombianos, fuerzas de la Marina de Guerra norteamericana que se hallaban surtas en el puerto, abren fuego contra las posiciones de Prestán. Con todo, la resistencia de los defensores crece: ayudado incluso por voluntarios extranjeros. Prestán entra al combate todo lo que puede. Y en lo más alto de la lucha, el administrador de la estación del ferrocarril (americano él como la empresa), en colaboración con otros empleados, también americanos, moviliza unos planchones con tanques de petróleo que, o bien se les pone fuego o las ráfagas cruzadas del combate los inflaman, produciéndose un pavoroso incendio que consume en pocas horas la ciudad, entonces edificada con madera... después las fuerzas de la marina yanki ocupan el puerto, izan sus banderas y, con mercenarios nuñistas capturan a cuantos rebeldes logran localizar, entre ellos a dos extranjeros... informe vergonzoso resulta el proceso de guerra en el cual, sin permitírseles ninguna defensa, se condena a la horca a los dos extranjeros, como luego lo fuera 125


con tanta sevicia y mayor infamia el valiente General Pedro Prestán. La intervención americana, convenida o impuesta la conoce en su marcha la dictadura, cuando el Ministro yanki en Bogotá se le informa para notificarle también que: “mientras Colombia no estuviera en capacidad de garantizar el libre tránsito a través del Istmo, los Estados Unidos de Norteamérica mantendrían dentro de la zona del ferrocarril y canal en excavación fuerzas de marina con ese objeto”. Pacificado el Istmo, las fuerzas mercenarias de la dictadura que se hallaban ahí, salen para Cartagena... pero ni las fuerzas expedicionarias del interior del país participan en la 'gloria' de actuar en Cartagena, porque los sitiadores, después de grandes e ineficaces esfuerzos, de consumar graves errores, lanzan el último y decisivo asalto en la noche del 7 de mayo, que pudo tener éxito si no es por la traición de un tal coronel Rangel, que, por vengarse de Gaitán Obeso que le había quitado su mujer, corta las cuerdas de acceso a las murallas y produce la catástrofe. El ejército sitiador queda destrozado. En mar y tierra mueren posiblemente mil combatientes. Numerosos heridos y prisioneros quedan dentro de la fortaleza en esta noche trágica. Entre los prisioneros figuran 78 jefes y oficiales cifra suficiente para entender la magnitud de la catástrofe... concentradas en Barranquilla las fuerzas liberales y con ellos los comandos, se produce, entre expectativa y vacilaciones, la posibilidad de terminar la guerra. Y por mediación e invitación del señor contralmirante James E. Jauett, de la Marina de los Estados Unidos... entre Justo Arosemena, delegado del comandante en jefe de las fuerzas dictatoriales de los Estados del Atlántico, y Daniel Hernández, delegado de las fuerzas de resistencia en la Costa se llega a un convenio de paz, que aparte de ser una coyuntura para salir de la encrucijada, era, por sus cláusulas y la posible garantía de respeto, la más aceptable solución del momento. Porque siendo realistas, la causa de la resistencia se había perdido ya, no por falta de energías populares que dieron en abundancia sino por el espíritu de anarquía y los graves errores de los jefes. Pero el 126


Comando Supremo, desde su cuartel de Sabanalarga, rechaza el convenio de paz que se había firmado el 10 de junio en el puerto marítimo de Salgar, alegando patrióticamente que aceptarlo significa aceptar la intervención extranjera... el General Collante que piensa sostenerse un tiempo en el río, con seiscientos hombres voluntarios de la Costa y cinco naves, es sorprendido el 22 de agosto en el Banco y tiene que rendirse... Gaitán Obeso y Francisco Acevedo que habían subido hasta el Carare, (en la misma nave que utilizó Camargo antes por el Saboyá) son capturados en los primeros días de septiembre y, luego de regresarlos a la Costa, son sometidos a Consejo de Guerra y condenados a pena de muerte. Conmutada esta pena por la de prisión, a Gaitán Obeso se le lleva a Panamá para ser allí envenenado por sus carceleros el 12 de abril de 1886. Al terminar esta heroica guerra de resistencia del pueblo insumiso y sus caudillos, tuvo evidentes posibilidades de éxito, en poco tiempo inclusive, y que se perdió por una serie de faltas de las cuales destacamos 1) falta de unidad política y militar para la acción; 2) falta de una adecuada disposición de los expertos comandantes en los frentes claves, capaces de mantener -y de ser rotas reconstruir- las líneas convergentes, falta realmente funesta en el frente de Antioquia; 3) falta de un régimen de autoridad política superior en los comandos regionales que coordinara sus planes; 4) falta de responsabilidad política y disciplina militar de algunos caudillos de la guerra, quienes además de su concepción homérica de la contienda (concepción basada en la exaltación del héroe) botaban el tiempo en aventuras personales; 5) falta de interés y comprensión de una política popular de guerra en lo económico y social que pudiera vincular estrechamente la vida nacional con la lucha de resistencia a la dictadura; 6) falta de sentido histórico de la responsabilidad en altos jefes, quienes con capa de puritanismo entregan armas y posiciones a los enemigos del pueblo y de su causa; 7) falta de una actitud definida, patriota y políticamente, ante la intervención yanki, en vez de la conducta de gente acomplejada que fue exhibida en repetidas ocasiones; 8) 127


falta de sentido militar estratégico, lo que permitió, entre otros casos, conducir el sitio de Cartagena y los últimos absurdos movimientos del río Magdalena sin las más elementales reglas del arte de la guerra». (Torres: 1973: págs. 197 a 219)

Ricardo Gaitán Obeso: realizó una de las hazañas más importantes en la historia de los conflictos en Barranquilla: la toma militar de la ciudad, su memoria fue borrada por los vencedores

Tras la derrota de la revolución liberal de 1885 y el asesinato infame del General Gaitán Obeso, el pueblo de Barranquilla continuó por mucho tiempo preso de las arbitrariedades que le impuso la “regeneración” nuñista a través de un robustecido gamonalismo regional, y quedó preso también del desarrollo del modelo capitalista primario orientado hacia el comercio, en su mayoría en manos de extranjeros, lo que dejó intactas muchas cosas que los revolucionarios liberales pretendían arrasar para intentar construir una sociedad más justa, y además, se afianzó en el pueblo de Barranquilla el sentimiento seguro de poner en dudas las nuevas bondades del “dominador legítimo” y comenzó este pueblo, mediante una alternancia altruista de vacilación y precipitación, (puesta a prueba catorce años después en la Guerra de los Mil Días), a ver al régimen conservador como un usurpador que, de antemano, se aprestaba a la restauración del “orden” bajo la omnipotente bandera norteamericana; surgiendo de esa situación

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despótica “ilustres personajes” que tiñeron de sangre y exclusión el destino de Barranquilla. Entre estos personajes se cuenta por ejemplo a Evaristo Obregón quien «En 1885 se alistó como voluntario en el ejército de Rafael Reyes para defender la plaza de Barranquilla contra los revolucionarios liberales que amenazaban con tomársela». Sin embargo, en el poco tiempo que estuvo en vigor la victoria de la revolución en Barranquilla se tomaron algunas medidas contra el monopolio instaurado por las potencias imperiales y sus inversionistas y los revolucionarios intentaron nacionalizar el transporte marítimo y fluvial. Todos estos procesos de cambios se reversaron, restituyéndose nuevamente (pasado el periodo revolucionario) los intereses a los poderes foráneos, como se desprende del siguiente comunicado expedido por el gobierno de la regeneración conservadora después de la guerra: «Reclamos por expropiaciones hechas por los revolucionarios. Estados Unidos de Colombia, Poder Ejecutivo de la Unión. Sección 1, N° 5.312. Señor Secretario de Hacienda del Estado de Bolívar, Barranquilla. Con la comunicación oficial de usted, de fecha 7 de los corrientes, sentada con el N° 280, se han recibido de este despacho las solicitudes elevadas a este gobierno por los señores R. A. Joy y Muller, Siefken & Co. Sobre reclamos por expropiaciones hechas a ellos por los rebeldes, así como las resoluciones del gobierno de Bolívar dictadas con ese motivo, las cuales serán atendidas prontamente. De usted atento y seguro servidor: J. F. Insignares. S.» (Registro de Bolívar; Nº 30: 1885: p.2) Paralelamente, el “patricio local” Francisco Cisneros, agente intermediario de intereses imperiales, a través de su emisario, solicitó al gobierno de la regeneración conservadora los buques de vapor que la revolución le había expropiado: «Señor Jefe Civil y militar del Estado. El gobierno de hecho, que el 15 de enero último surgió de la inexplicable rendición de esta plaza, y de su siguiente ocupación por las fuerzas revolucionarias al mando del titulado General Ricardo Gaitán Obeso, expropió a los señores Cisneros y Compañía, de cuya casa soy socio gerente, el buque de vapor “General José María Córdoba” perteneciente a la Empresa del Ferrocarril y Telégrafo de Bolívar, administrado por la 129


Casa de que, repito, soy socio gerente, con todos sus útiles de servicio completo y con su máquina y arboladura en buen estado y apoyado en la fuerza incontestable de que disponía dicho gobierno, se apoderó, contra mi voluntad, como socio gerente de la Casa Cisneros y Compañía, del Buque ya presado, para ponerlo, como lo puso, al servicio de operaciones militares, desde el 11 del mes de enero». (Registro de Bolívar Nº 33: p. 3) En medio del conservadurismo recalcitrante, vuelto a imponer por el imperio de las armas suministradas por el poderío norteamericano, la ciudad fue definiendo, a través del avance del capitalismo comercial y los inicios del industrial, su característica social, es decir de clase. Se fueron conformando los barrios de la ciudad por la fuerza excluyente del capital y mientras las clases populares, liberales en su mayoría, construían sus casas de barro, bareque y techo de paja a lo largo del río y de los caños procurando ser mano de obra barata e inmediata, la burguesía local y los capitalistas extranjeros fueron orientando la construcción de sus fabulosas viviendas hacia el norte: «Algunas familias habían hecho construir bellísimas casas de habitación, rodeadas de grandes jardines y provistas de todas las comodidades de las casas del centro, en la parte más alta de la ciudad». (Posada: 1987: p. 33) Los servicios públicos existentes estaban también determinados socialmente por la posesión de capital: «Entre las 4.120 casas agrupadas en 318 manzanas y cruzadas por las 30 grandes calles y 24 callejuelas que conforman la Barranquilla de 1896, solo 300 recibían alumbrado eléctrico de la planta que se había inaugurado lustros atrás». (Posada: p. 33) Mientras la minoría privilegiada, conservadora en su mayoría, bailaba en sus clubes la Danza, la Polka, el Valse, la Contradanza, la Mazurca y el Cotillón recuerdos de su herencia colonial, y se surtía de agua de un moderno acueducto construido en Barranquilla por la Central Trust Company en asociación con la Asocieté Anónima Et Auts de Francia por un valor de $3.134.263; en los barrios populares la gente bailaba alrededor de la danza de la Burra Mocha y la del Torito, y el agua no tratada se distribuía a lomo de mula en los suburbios marginales, siendo este el factor determinante de grandes epidemias que causaban la muerte de decenas de niños en los barrios olvidados como los que denominaban “arriba del rio” que correspondían a Rebolo y San Roque y el de 130


“abajo del rio” apelativo que recaía sobre el grandioso barrio Abajo. El cónsul norteamericano Elías Pellet afirmaba sobre estos problemas que «Debe tenerse en cuenta también que quizás las tres cuartas partes de la población, la llamada gente del pueblo no tiene sino escasa o ninguna asistencia médica y ninguna ventaja sanitaria cuando enferman. Un considerable número de ellos tiene por cama una sola estera extendida en el suelo húmedo, y no guardan dieta alguna: comen su carne, su pescado, su plátano y su bollo lo mismo cuando enfermos que cuando sanos». (Flórez et. al. 1995: p. 54)

Descendientes ilustres de los Mocaná distribuyendo el agua del rio a lomo de mula

La división de la riqueza fue pues la causante de grandes disparidades gastronómicas, y mientras los pobres consumían “su plátano y su bollo lo mismo cuando enfermos que cuando sanos”, de los poderosos se decía que «muchos de los alimentos que se consumían en Barranquilla eran importados desde el exterior. La papa, la harina y la manteca de cerdo llegaban desde los Estados Unidos, los Barcos alemanes traían arroz y azúcar en cantidades significantes; y los grupos más sofisticados compraban mantequilla y tocineta de Dinamarca» (Posada: 1987: p. 32) Los comerciantes barranquilleros, muchos de los cuales se iban al extranjero para adquirir experiencia práctica en el campo mercantil, se familiarizaron en el 131


exterior con los más recientes métodos comerciales, sistemas de clasificación crediticia, formas de gestión y organización y también mediante esta capacitación mercantil incrementaron, por los periódicos y revistas existentes, la publicidad y promoción de los productos importados. Así mismo, la urgencia de extender a la población estas capacidades técnicas, creó la necesidad de construir un colegio comercial. En este caso, el Liceo Mercantil fue el vehículo esencial para cultivar de manera práctica estas habilidades en sectores de la clase media en formación. La clase dirigente se formaba en el exclusivo colegio Ribón, y correspondientemente al sistema de exclusión implantado el 85% de los pobres no tenía posibilidades de estudio. La dominación por parte de sectores minoritarios de la distribución, almacenamiento y consumo de mercancías, a raíz de su creciente especialización, fueron determinando igualmente las características de la dependencia cultural producto de la

influencia

política y económica

norteamericana. El idioma ingles se convirtió en esos años en nuestra segunda lengua y los extranjeros, intermediarios del gran capital, se reafirmaban como dueños de la economía, así lo afirmaba gráficamente el historiador Nieto Arteta: «La navegación a vapor por el río Magdalena produce la intensificación del desarrollo económico local de la ciudad de Barranquilla. Es la época venturosa para la capital del Atlántico en la cual las compañías fluviales domiciliadas en Santa Marta y Cartagena se trasladaron a las barrancas de San Nicolás, don Miguel Samper declara 'la síntesis del progreso en la hoya del Magdalena, debido a la independencia y la libertad es la hermosa y rica ciudad de Barranquilla fruto espontaneo del comercio. En ella existen más extranjeros que en todo el resto de la república; el inglés se oye hablar en los escritorios, en los docks, en el ferrocarril; y el movimiento comercial, el ruido de la actividad, el pito de la máquina de vapor, forman contraste con la quietud de las ciudades de la altiplanicie'» (1962: p. 23) Así pues, en su conjunto, la elite comerciante y su aliada, la naciente burguesía industrial barranquillera, se fueron prefigurando como portadores y primeros beneficiarios de las nacientes relaciones económicas y políticas de marcada dependencia tanto con el capitalismo inglés, así como con la naciente potencia 132


norteamericana, mostrándose todavía en esa etapa como beneficiarios menores de sus intereses. Por las características propias que iba tomando la economía comercial subalterna de la producción industrial extranjera, no se mostró desde el Estado, a través de la gobernación de Cartagena, un programa económico propio, y solamente quedaron condicionados a una estructura productora que únicamente se relacionaba con la ciudad en la medida en que el aumento de la actividad mercantil exportadora-importadora45 aumentaba sus beneficios. En ese contexto e imposibilitada en ese periodo de reafirmarse como burguesía industrial nativa por la rigidez del mercado dominado por monopolios extranjeros, la riqueza que acumularon los comerciantes y capitalistas barranquilleros se logró a través de la máxima explotación de los trabajadores portuarios y de los empleados de las casas comerciales mediante el sostenimiento del desempleo y, por consiguiente, de la mano de obra barata. Las ganancias que se procuraban a través del negocio de importación y exportación y del creciente comercio, la fueron convirtiendo por sumisión o convicción en enemigos soterrados de un desarrollo industrial armónico y autónomo que, en últimas, era el que podría contribuir a eliminar el grave desequilibrio económico entre la extrema riqueza y la extrema pobreza, situación que fue paulatinamente polarizando la ciudad en dos sectores claramente definidos los de arriba, Centro y norte (ricos) y los de abajo que bordeaban el rio (pobres) y, de paso, impidieron las posibilidades de ese “desarrollo armónico” en el auge mercantil mediante la imposición de un mísero salario a los trabajadores portuarios, salario que apenas alcanzaba para la subsistencia; es decir, como decía el cónsul norteamericano, este mísero salario apenas les alcanzaba “para comprar su bollo y su pescado”. Un ejemplo claro de la injerencia de las potencias por frenar el desarrollo industrial autónomo a finales del siglo XIX en Barranquilla, se observa en el siguiente comentario del cronista de la época O. Drasil en 1893:

Al respecto el cónsul norteamericano afirmaba: “... el mayor número de facilidades también ha influido en el incremento de los negocios. Para no dar más que un ejemplo apuntamos el hecho de que el primer año de consulado del escritor en esta ciudad el valor total de las exportaciones con destino a los Estados Unidos subió solamente la insignificante suma de $ 74.993.13 mientras que en 1880 último año en su periodo consular, las mismas exportaciones excedieron de $3.000.000 y no vemos la razón por la cual el tráfico europeo no haya aumentado en la misma proporción” (Flórez et. al: págs. 55-56) 45

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«A la Industria propiedad de Rafael Salcedo provista de magnificas máquinas de vapor para la fabricación de aceites, jabones y bujías estereáticas, y para acerrar, acepillar y tornear madera y atornear y cepillar metales... cuando lo visité estaban paralizados los trabajos a causa de la tenaz guerra que le abrió el dueño del ferrocarril de Bolívar, por cierta pretensión sobre el aumento de fletes, y me dio positivo dolor ver la quietud de un lugar, cuyos más significantes aparatos convidan al trabajo vivificador. Pero a este y a muchos más golpes está expuesto en nuestro incipiente país todo lo que representa el esfuerzo de la inteligencia, de la consagración y de la actividad. El gobierno resolvió favorablemente al señor Salcedo, pero la resolución quedó escrita por causa que no quiero consignar aquí, y el empresario, para no seguir perjudicándose, se sometió y desecuestró sus materias primas, apartándolas cuidadosamente, y con el cariñoso esmero del que ampara el sustento de sus hijos, de la terrible bandera extranjera que las cubría». (1994: p. 64) En medio de esas condiciones de sumisión ideológica y política, 1) a la usura del transporte a través de los altos fletes cobrados por la The Barranquilla Railway Company, 2) al capital transnacional y su ejército mercenario en Panamá y 3) al surgimiento de una industria que “crecía” a la medida de los intereses extranjeros, en ese contexto, se fue diseñando el cuadro social y económico de Barranquilla a finales del siglo XIX y principios del XX y fue el elemento unilateral que determinó la forma del desarrollo posterior de la ciudad, dándole carácter efectivo al vínculo entre la ciudad y el país a través del río con las economías e intereses extranjeros de las cuales los pequeños poderes locales comenzaron a depender incondicionalmente, beneficiándose así de sus migajas. Se realizó en este periodo un tránsito de beneficios entre el capital inglés y el norteamericano que no produjo ningún tipo de alteraciones políticas o económicas, pero sí cambios sociales de funestas consecuencias. En esa dinámica, todo comenzó a moverse en la ciudad en proporción al movimiento de capitales y de mercancías. Si en 1873 se exportaron a Europa 12.862.500 kilos de mercancías y a Nueva York solamente 1.336.000 kilos, a finales del siglo XIX y comienzos del XX: «Estados Unidos fue absorbiendo el comercio con 134


Colombia, desplazando lentamente a sus competidores europeos. En 1903-1906 más del 50% de las exportaciones colombianas que salieron por Barranquilla se dirigían hacia Nueva York». (Posada: 1987: p. 23) La lucha entre las potencias imperiales que logró permitir un determinado grado de participación a los comerciantes locales, tuvo su fin con el predominio creciente del imperio norteamericano sobre el inglés (y en menor medida el alemán) sobre el conjunto de la economía barranquillera, la del Caribe y la de Colombia en general convirtiéndose Norteamérica en nuestro nuevo “protector”, pues ya para esa época se afirmaba que «El comercio con los Estados Unidos era tan próspero, que la Royal Mail Steam Company decidió inaugurar un servicio quincenal entre Barranquilla y Nueva York, rompiendo así el monopolio que hasta entonces había ejercido la Hamburg-American Line sobre esta ruta». (Posada: 1987: p.23) Consumada la nueva realidad económica de dependencia de la región y el país al poderoso imperio norteamericano y mientras la clase dirigente local se aprestaba a redefinir su rumbo económico y a diseñar nuevas estrategias comunicacionales para que se agilizaran las exportaciones hacia el nuevo centro imperial, los ingleses aceptaron de buena manera su derrota con las palabras, de relativa credibilidad, del vicecónsul de la Gran Bretaña en Barranquilla: «La preeminencia de los Estados Unidos se debía a que los despachos de éste país se demoraban un mes, mientras que el mismo artículo pedido a Europa no llega generalmente aquí antes de tres meses». (Posada: 1987: p. 25) Para redondear este capítulo, la construcción del ferrocarril de Bolívar no fue ni buena ni mala para el desarrollo económico de Barranquilla, lo importante fue que este hecho histórico-económico fue una base importante para la consolidación del capital comercial y financiero, y respondió eficientemente esta vía férrea a la demanda de la economía imperial en movimiento. De igual manera, el ferrocarril de Bolívar no se articuló globalmente a la estructura de la economía barranquillera en el sentido de que no fue este un mecanismo redistributivo, sino que más bien fue un vehículo que desintegró la economía manufacturera a pequeña escala que intentaba despegar en el interior, reforzándose de esa manera la miseria y la dependencia estructural de la nación, origen de las guerras civiles del 76, 85 y 99 y los posteriores conflictos obreropopulares del siglo XX. El economista Paul Sweezy (1945: p. 346) comentaba 135


con precisión aspectos relativos a este proceso de dependencia global que fracturaba directamente la economía nacional y local: «La introducción de mercancías manufacturadas baratas y de capital importado en la economía colonial revoluciona el modo de producción preexistente. Las industrias artesanas sufren grave daño; los medios modernos de transporte y comunicación, destruyen el aislamiento local inherente a la producción precapitalista; las viejas relaciones sociales se disuelven... al mismo tiempo, sin embargo, el desarrollo de la economía colonial no es equilibrado. Bajo la dominación del imperialismo, la industrialización avanza muy lentamente, demasiado lentamente para absorber el flujo constante de artesanos arruinados por la competencia de los productos hechos a máquina en las fábricas de los países avanzados». La industria local era imposible que surgiera en medio de esas relaciones de dominación impuestas. La Industria de Rafael Salcedo, como ejemplo corolario de esa situación, no podría surgir independiente de los resortes de control económico aplicados por la potencia dominante.

CAPITULO V

LA GUERRA DE LOS MIL DÍAS SOBRE LOS PUERTOS DEL CARIBE

5.1 Una nueva vergüenza histórica: Barranquilla y Panamá en el cierre de la tenaza económica imperial. El gobierno municipal y la burguesía barranquillera, en pleno júbilo existencial, ofrecieron un banquete en 1871 al ingeniero francés Ferdinand De Lesseps (de paso por Barranquilla en compañía de un sobrino de Napoleón III), quien venía a ponerse al frente para la apertura de las obras del canal de Panamá, y así celebrar el inicio de la fractura del territorio colombiano. Los versos que le recitó el desconocido poeta Joaquín Pablo Posada en la fastuosa ceremonia de recibimiento fueron premonitorios: “En tan solemne ocasión me es inmensamente grato, ver que cubre ese retrato el colombiano pendón. Es simbólica expresión, elocuente alegoría de lo que en aqueste día siente el pueblo 136


colombiano al rendirle culto al anciano que el mismo Dios nos envía. A quien el genio inspiró para que, con su intrepidez tronchara el Istmo de Suez y al África suprimió. El que Colombia aguardó anhelante, aquí está ya. Él lo ha dicho y se verá: que, con sus potentes brazos hará saltar en pedazos el Istmo de Panamá”. (El Heraldo: 25/4/ 2004)

Tres lustros después de estos trágicos versos, la consolidación del poderío norteamericano sobre el país y las costas colombianas se evidenció en el control de esa potencia sobre Panamá y su posterior división territorial, desplazando a los franceses y hegemonizado el control del Istmo, haciendo saltar en pedazos nuestra soberanía para construir su portentoso canal. Fue ésta la batalla interimperialista decisiva que determinó la supremacía definitiva de los norteamericanos en los puertos del Caribe sobre su rival de más vieja data; los ingleses. La estrategia norteamericana fue de doble vía, a través de la penetración de capitales y, lógicamente, por la vía militar. Zanahoria y garrote para legitimar la consciencia de la dominación. Fred J. Rippy (1981: p. 75) en sus escritos nos daba luces sobre el tema: «Un estudio reciente señala que entre 1854 y 1913, los Estados Unidos enviaron fuerzas militares alrededor de cincuenta veces con el objeto de proteger la vida y propiedades de sus ciudadanos en América Latina, de estos cincuenta desembarcos, catorce se produjeron en el istmo de Panamá, que formó parte de Colombia hasta 1903». Para apoderarse del canal, los Estados Unidos aprovecharon la guerra civil interna que desde 1899 hasta 1903 consumió a Colombia (Guerra de los Mil Días). Los empréstitos de las agencias bancarias norteamericanas fueron los capitales activos con que el gobierno de la “Regeneración” proclamó la guerra a muerte de los revolucionarios liberales al mando esta vez del General Rafael Uribe Uribe. En pleno fragor de la guerra y en carta enviada por el jefe de los insurrectos al entonces Ministro de Relaciones Interiores y plenipotenciario ante el gobierno de los Estados Unidos, Carlos Martínez Silva, el General Rafael Uribe Uribe (1903: p. 173) relató: «Para combatir la revolución ha completado el gobierno trescientos millones de papel moneda circulante, según las estimaciones más 137


moderadas y sigue emitiendo $640.000 diarios; ha arrancado a los liberales varios millones, por vía de empréstito forzoso, y para hacerse a recursos en oro, sacrificó dos joyas de la familia colombiana y está por sacrificar ahora la soberanía nacional en el Istmo». Los gastos del ahorro interno en la guerra fueron determinando progresivamente la necesidad de más préstamos con destino, según lo afirmado por Rafael Uribe Uribe «A comprar armamento para el exterminio de un partido político que no fue a la guerra ni se mantiene en ella sino por la negativa de unas pocas reformas que le permitiesen vivir con mediana dignidad y alimentando siquiera la esperanza de mejores tiempos». Los elementos de pérdida de soberanía estaban determinados no solo por la ruina fiscal producto de la guerra, sino que también intervinieron acuerdos comerciales para favorecer franquicias que afianzaron el control de los mercados y los puertos a los norteamericanos, como claramente lo manifiesta el General revolucionario Rafael Uribe Uribe: «Lo que mueve al actual gobierno colombiano a entrar en una miserable puja de almoneda, al que para atraer al que considera único postor, se ha entrado en el peligroso camino de prometer franquicias u ofrecer ventajas que a la corta o a la larga se traducirán en sacrificios de soberanía y perdidas de territorio; ese móvil no es otro que la penuria de dinero. Es una petición de dinero lo que hay en el fondo de la negociación; y no de dinero dedicado a la redención del papel moneda y al progreso del país, sino para invertirlo inmediatamente en la compra de buques y elementos de guerra con que exterminar a los miembros de un partido político que tiene declarado estar dispuesto a deponer las armas a cambio de algunos de los derechos que le corresponden y que ha sido privado hace 16 años». (1903: p. 175-176) Se estableció según el fundamento del manifiesto de Rafael Uribe Uribe, una ley de desarrollo desigual en la orientación de la guerra lo cual llevaría a sostener, por la simple fuerza de las armas, políticas antinacionales que afianzaron la economía imperial dominante liderada por Estados Unidos; mientras que la burguesía conservadora en Barranquilla con los 'prohistóricos' generales Vengoechea, Obregón, Insignares y De Castro a la cabeza, se autoafirmaba como rentista y parasitaria en provecho de estos acuerdos realizados.

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Todavía estaban frescas en Barranquilla las heridas de la guerra del 85 y el pueblo, a pesar de su aliento de transformación, no reponía las fuerzas suficientes para intentar una segunda guerra que le permitiera la victoria, sin embargo, las condiciones de miseria y la falta de horizonte en su futuro social hicieron que las clases populares barranquilleras bajo las banderas de la revolución liberal radical tomaran un nuevo impulso de combate en la Guerra de los Mil Días mostrando en esa guerra una heroicidad sin límites a fin de conquistar por las armas una región y una patria mejor. Según las notas narradas por Torres Giraldo (1973: págs. 266 a 268) en la guerra de 1899 con claridad y precisión este historiador reseña la heroica participación del pueblo barranquillero en esta nueva batalla: «En el resto del país no preparado para la lucha armada, los movimientos que tuvieron lugar por entonces afectaron extrema timidez... entre aquellos movimientos solo el de Barranquilla, que dio por resultado la toma de algunos vapores y el del infortunado cuarto heroico General Zenón Figueredo en Cundinamarca, son los que pueden considerársele de importancia... En el mismo mes de octubre, última década, hubo también levantamientos en la provincia de Coclé, Departamento de Panamá, en las provincias de Barranquilla y Sabanalarga (ahora Atlántico) y en varios puntos de Cundinamarca, Boyacá, Magdalena y Tolima... pero ante todo queda establecido que los rebeldes ocuparon, en los primeros días de la insurrección, todos los puertos y lugares de conexión con el mundo exterior por donde habrían de recibir armas y pertrechos, es decir, Barranquilla, Riohacha, Cúcuta y Tumaco. Según estaba convenido, el General Duran, partiendo de la provincia de Ocaña, debía operar en los departamentos de Bolívar y Magdalena como jefe de la guerra en la Costa Atlántica. Para este fin se sincroniza la insurrección Riohacha-Barranquilla-Ocaña el 20 de octubre hecho que se realiza con toda exactitud. En Riohacha por Marco J. Serrano y voluntarios concentrados en la provincia de Padilla; en Barranquilla por Efraín Mejía, Domiciano Nieto y masas revolucionarias de la región; en Ocaña por el General Durán, que se pronuncia en Cáchira y dispone de gente medianamente 139


entrenada por él... de acuerdo con el plan, los jefes liberales de Bolívar y Magdalena procederían a organizar guerrillas que luego se unieron en cuerpos de ejército, como se pudo hacer en término de días, con las guerrillas cercanas a Barlovento, Cartagena y Sabanalarga, bajo el mando del General Placido Camacho, desgraciadamente vencido y prisionero en el primer combate de Piojó, el 9 de noviembre. Por dicho plan del litoral, los insurgentes de Barranquilla deberían apoderarse de los barcos del río Magdalena para subirlos al punto convenido y recibir allí al General Durán y su gente. Y las gentes de Barranquilla cumplen a cabalidad su compromiso, toman la ciudad se apoderan de los barcos y trasmontan el río, tomando de paso por sorpresa y a machete limpio, los cuarteles de Magangué y el Banco. Un poco armada en guerra la flotilla ya, al puerto de Gamarra y de ahí alegremente, se envía posta al General Duran para que se movilizase a la rivera. Y estando en marcha con sus buenos milicianos ¡oh sorpresa! Recibe la noticia infausta de que la flotilla ha sido destruida en combate cruento en el lugar de los Obispos. Poco después del desastre de los Obispos, la causa de la revolución pierde a Barranquilla, Riohacha y otras importantes poblaciones del litoral lo que no impide que numerosas guerrillas sigan operando en la vasta región, y por febrero de 1900, con la presencia del General Durán en la Guajira, se reabra de nuevo e intenso capítulo de la guerra en los campos del Caribe». El General Diego de Castro representando fielmente a la reacción conservadora antinacional y haciendo énfasis en su barbarismo incalificable, fue quien estuvo al frente del combate de los Obispos, batalla que frustró las intenciones reformistas del movimiento revolucionario en Barranquilla pero, al igual que el malogrado intento de la guerra de 1885, su “victoria” se debió a los poderosos cañones que le suministró la potencia del norte, enfrentados a la valentía tesonera de carpinteros, fogoneros y mecánicos, es decir, a la gente rasa del pueblo, armados de machetes, mechones y fulminantes. El mismo general conservador Diego de Castro en su “parte de victoria” lo confirma:

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«La flotilla enemiga se me echó encima con temeridad apenas concebible, hasta el extremo que algunos de sus buques se rozaron con la proa del 'Hércules'. Pude observar, debido a esta aproximación que los enemigos arrojaban mechas encendidas con fulminantes y cartuchos de dinamita, que afortunadamente, en vez de caer a bordo de este buque, caían al agua y no hacían explosión... la draga 'Cristóbal Colón' se fue a pique con pasmosa rapidez (bajo el fuego de cañones Hotchkiss) pereciendo en ella todos sus tripulantes que pasaban de doscientos cincuenta hombres. Entre ellos se hallaban, según supe después, el cuerpo de mecánicos y carpinteros. Los otros dos vapores de la vanguardia enemiga fueron destrozados y quedaron a merced de la corriente». Como premio a esta “heroica batalla” que enfrentó a poderosos cañones norteamericanos con inofensivos mechones artesanales, hecho que definió en parte la suerte de la revolución, el General Diego de Castro fue designado Ministro de Gobierno en 1904 y su primera acción de gobierno visible fue el envío de los prisioneros de guerra a una cárcel en las selvas de Orocué en el Casanare y legalizó, sin fórmula de juicio, la pena de muerte para los delitos políticos. Y, para orgullo y ejemplo de la actual politiquería en Barranquilla, fue él baluarte imprescindible de la dictadura reyista que realizó una insólita y decisiva maniobra electorera, propia de las películas de gángster, que concretó la entrega del Canal de Panamá a la potencia dominante. Decía Luis Eduardo Nieto Caballero sobre las vergonzosas elecciones presidenciales de 1903 que: «Se decía que el gobierno del señor Marroquín no simpatizaba con el doctor Vélez (candidato presidencial opuesto al tratado HerránHay que entregaba la soberanía sobre Panamá) y que habría movido sus cuerdas para que los resultados finales, legales o ilegales, favorecieran a Reyes. Y Reyes definitivamente salió favorecido. Eduardo Lemaitre tiene páginas salerosas acerca de la manera como el General Diego de Castro y el doctor José Francisco Insignares, reyistas de primera clase, secuestraron al famoso Don Juanito Iguarán, General de la Guajira y su dueño, quien tenía entre el bolsillo, firmado en blanco, el registro electoral 141


de Padilla, y lo comprometieron, sabe Dios con que ofertas, a que lo llenara a favor de Reyes... sin Juanito Iguarán, el Doctor Vélez hubiera sido presidente». El General De Castro, por su valerosa acción gansteril, fue premiado nuevamente por el gobierno nacional con la primera gobernación del recién inaugurado departamento del Atlántico en 1905.46 Consumada la entrega de Panamá mediante esta deshonrosa maniobra politiquera fraguada en Barranquilla por los glorificadores de la barbarie, Rafael Uribe Uribe (1903: págs. 174-175) en carta enviada al Ministro Martínez Silva deja claro sobre el papel los nuevos derroteros que a partir de ese execrable hecho tomarían las relaciones de Colombia y América Latina con los Estados Unidos: «Apoderados de Panamá, su predominio sobre todo el continente queda asegurado, y sería de preguntar con qué derecho Colombia, por su solo interés particular, compromete la independencia y porvenir de las demás repúblicas latinoamericanas, favoreciendo al desmesurado desarrollo del imperialismo yanqui... y el recelo que por doquiera suscita la soberbia norteamericana, aguijoneada por su fácil triunfo que parece haberles hecho perder la cabeza, está previniendo todas las voluntades para impedir su temible expansión». Culminada la guerra con la derrota de los revolucionarios liberales en 1903, las rentas del capital norteamericano aumentaron drásticamente, «En 1903, el 67% del café colombiano que salía por Barranquilla se dirigió a Nueva York... y el mayor porcentaje de las importaciones provenía de los Estados Unidos». (Posada: 1987: p. 23) El júbilo de los ganadores de la contienda entre partidos, elevó la ganancia de los vencedores que los llevó a exclamar: «Los ciudadanos de Nueva Orleans están de plácemes por la apertura del Canal de Panamá porque consideran que esta obra afianza el progreso de su ciudad y... pensemos por un momento en lo que sería esa hoya repleta de toda clase de riquezas, en plena actividad, sirviendo como la base natural a la llave de los océanos, puesto que los buques

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En ese contexto, la fundación del departamento del Atlántico fue una concesión hecha a los gamonales victoriosos en la Guerra de los Mil Días a fin de favorecerlos de los fabulosos precios del café de principios del siglo XX. El gobierno nacional también le dio franquicias territoriales a los gamonales conservadores de la región cafetera mediante la fundación de los departamentos de Huila y Caldas el 15 de julio de 1905.

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de vapor emplean menos de un día en llegar a la boca del canal interoceánico y en ninguna de las costas del mar Caribe existe puerto alguno que pueda brindar anclaje más ventajoso que el río Magdalena con sus aguas dulces y mansas que actúan hasta en la limpieza de los cascos». (Vergara y Baena: 1999: p. 337) Sin embargo, estos planteamientos de los ciudadanos de Nueva Orleans reflejaban una mal intencionada distracción, pues con la apertura del Canal de Panamá, a los muelles de Puerto Colombia y al puerto ribereño de Barranquilla le saldría un fuerte “competidor”: el puerto de Buenaventura. Casi un siglo después, otro General patriota, Omar Torrijos al frente de la república panameña pudo reconquistar la soberanía del Canal y días previos a la celebración del tratado Torrijos-Carter en 1977 hizo un vehemente discurso que nos recordó las proféticas palabras de Rafael Uribe Uribe: «La garra imperialista sobre la franja canalera es un resabio infeliz de la política del garrote y de la diplomacia del dólar. Cada día que pasa crece más en la conciencia latinoamericana el pedestal de la desvergüenza en que se afirma. El gobierno panameño está dispuesto a llevar hasta las últimas consecuencias su decisión de lograr la recuperación del Canal interoceánico. Mi gobierno sostiene que la lucha de Panamá es más profunda que el simple logro de ventajas económicas. Hay que erradicar una situación colonial que se le impuso a Panamá y que todavía subsiste, a pesar de su evidente injusticia». (Revista Alternativa: 23/6/1975). Por esta valiente decisión soberana y antiimperialista el General Omar Torrijos fue asesinado por la CIA norteamericana en 1981. Bajo las recuas de la dominación norteamericana en Barranquilla y el Caribe, la multiplicación de los millones de los vencedores y el dolor mayor de los vencidos, terminaron el corolario de injusticias con estas proféticas palabras de Rafael Uribe Uribe (1904: p. 182) después de terminada la guerra: «Las exacciones y empréstitos llevarán a la miseria a los que aún no están totalmente arruinados, y que nuevos impuestos y nuevas emisiones de cualquier pretexto agravaran aún más la situación del pueblo hambreado». Mientras tanto en Barranquilla los vencedores en plena borrachera de alegría y con las arcas de sus cuentas bancarias a rebosar, en un fastuoso desfile lleno de lujuria, derroche y prepotencia y como una burla al valiente pueblo liberal

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vencido, proclamaron en la ciudad “La Batalla de las Flores”, inicios del Carnaval de Barranquilla. Sobre los carnavales oficiales surgidos de la infame victoria conservadora y la consiguiente concentración de capital, el cura Pedro María Revollo renunciando a los más puros principios cristianos y prodigándose a la clasificación irracional y excluyente de los seres humanos, daba a sus feligreses cátedra sobre xenofobia y clasismo: «Habían entonces tres salones para la ciudad para las respectivas categorías: el de primera era construido ex profeso con lujo; para el de segunda se destinaba el “Teatro Fraternidad”, y para el de tercera el mentado burrero o de la plaza. El presidente del carnaval, que era persona de primera sociedad, y el vicepresidente, que era de segunda, iban temprano, al comenzar la noche del domingo de carnaval con la presidenta y vicepresidenta, al salón de tercera, a inaugurar el baile; una vez que asistían a la primera pieza se retiraban y se dirigían al “Teatro Fraternidad” a bailar la primera pieza de este, aquí se quedaba entre los suyos el vicepresidente con la vicepresidenta, y el presidente con la presidenta se encaminaban al de primera. En aquella época nunca vimos u oímos ningún desorden en el salón de la plaza ni se atrevía a entrar a él ese bagazo de la sociedad que son las de cierta clase de la peor estofa». (Revollo: 2002: p. 38) El odio de clases en Barranquilla, partiendo de esta apreciación, no nació con la llegada de los sindicatos o la teoría marxista como esgrimen algunos, sino del poder económico e ideológico de los sectores dominantes que excluían y despreciaban a los sectores marginados, entre ellos los curas conservadores que controlaban la iglesia.

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La primera fotografía (1885) que retrata la pobreza en Barranquilla: evidencia de que el progreso no pasaba por las manos de la clase “de la peor estofa”

5.2. Nacimiento y primeras batallas de la clase obrera y la apertura de Bocas de Ceniza en el proceso de consolidación comercial norteamericana

Al cerrarse la tenaza imperial norteamericana sobre el país, con el control de Panamá y la dominación del comercio marítimo que ingresaba mercancías masivamente por el muelle de Puerto Colombia, siguió igualmente una masiva exportación de capitales y, a su vez, un aumento de las exportaciones de productos desde Estados Unidos a Colombia a través de los puertos existentes. Los empréstitos, de los cuales se quejaba Rafael Uribe Uribe garantizaron grandes beneficios, sobre todo al capital financiero que en el Caribe colombiano se había instalado primordialmente en Barranquilla. Estos nuevos bancos aseguraban en doble vía las ganancias en sus operaciones, por un lado, a través de los intereses de sus empréstitos, y por el otro, a través de los beneficios producto de la venta de mercancías norteamericanas transportadas por las compañías navieras de ese país y, en retorno, mediante el fabuloso auge de la producción cafetera. La necesidad misma de incrementar el volumen de mercancías desde este puerto al interior y viceversa, la de acortar las distancias 145


para el arribo de las mismas con la consiguiente eliminación y desplazamiento de mano de obra para aumentar el volumen de sus capitales puede precisarse en el siguiente comentario de Theodore Nichols (p. 99): «Los hombres de negocios de la época eran partidarios de que todas las embarcaciones cargaran y descargaran directamente en Barranquilla para evitarse el doble pago que alcanzaba alrededor de 400.000 pesos anuales a los botes que iban a Salgar y al ferrocarril que llevaba a la administración de Aduana de Barranquilla». Este hecho llevó en primera instancia a un grupo de comerciantes locales y compañías norteamericanas (recién inaugurada la Constitución conservadora) a pedir en 1886 al entonces presidente General José María Campo Serrano la apertura de Bocas de Ceniza, es decir, la búsqueda de entrada de buques directamente del mar al rio para suprimir los costos de embarque y desembarque. En uno de los apartes de la carta se dice. «Con la efusión de gozo que siempre causan en nuestros ánimos las noticias gratas, hemos recibido la de que acerca de V. E. ha llevado al señor E. H. Ladd, la misión de proponeros, en representación de fuertes capitalistas de los Estados Unidos del Norte, la canalización de las bocas del Magdalena, rodeada hoy de peligros para los atrevidos navegantes que intentan pasarla». (Vergara y Baena p. 361) Entre los “atrevidos navegantes” norteamericanos firmantes de la carta figuran las compañías Aepli, Eberbach, A. Wolff & Co., Pardey & Co., Fred Stacey, O. G. Müller & Co., Juan Meyerhans, Wedeking Focke & Co., entre otros capitalistas criollos. Estos empresarios de la navegación financiaron al gobierno para contener la revolución, cobrando posteriormente a la ciudad ese jugoso favor En 1899 se celebró el contrato para la canalización de bocas de Ceniza concediéndoseles a los contratistas González y Co., representantes de una firma extranjera, un privilegio por 75 años para la explotación de la vía, pero los acontecimientos de la Guerra de los Mil Días paralizaron los planes estratégicos de los capitalistas norteamericanos, pues uno de los objetivos de los revolucionarios liberales en la guerra de 1899 era el control de Barranquilla y el río a través de la Campaña de Bolívar, y fue solo hasta 1909 con la Ley 29 de ese año que el gobierno pudo contratar la apertura de Bocas de Ceniza. En ese preciso momento histórico, y a pesar de su coyuntural auge comercial producto de la majestuosa obra del muelle de Puerto Colombia (obra que fue supervisada 146


directamente por el ingeniero norteamericano Jhon Dougherty), llevó al cónsul norteamericano en Barranquilla, míster Pellet, a exclamar de júbilo en un connotado club social de la ciudad: «¡We boast the third longest pier in the world!, nos vanagloriamos de tener el muelle más largo del mundo». (Goenaga: 1953: p. 78) Después de ese desventurado grito de dominio, comenzó el calvario del municipio de Puerto Colombia y el Ferrocarril de Bolívar en su lenta y agobiante desaparición del escenario económico regional, lo que prueba que el surgimiento de estos pueblos no fue producto de ninguna planificación estatal en torno a intereses sociales comunes, y solo mostraba que el florecimiento económico y territorial surgía, en estas tierras subdesarrolladas, allí donde era capaz de anidar y expandirse eficientemente el capital. El municipio de Puerto Colombia comenzó, a partir de entonces, a depender de Barranquilla sobre todo en el abastecimiento de mano de obra, a vivir de las artesanías marinas, de la pesca para el sustento y de existir autónomamente del turismo de miseria de la clase popular barranquillera. Nadie protestó por este desplazamiento, pues era natural que se admitiese en esos tiempos, como lo tratan de demostrar los neoliberales de hoy, que el enriquecimiento ocasional de una determinada población tenía como contrapartida el natural empobrecimiento de la otra. El sacrificio económico de Puerto Colombia se tradujo en la nueva prosperidad a debe de Barranquilla. Se inició de esa manera la “competencia” de Puerto Colombia y su muelle con el puerto ribereño de Barranquilla que, con la apertura de Bocas de Ceniza, este último pasaba a constituirse en puerto marítimo y fluvial. Este acontecimiento, que aumentó significativamente el caudal de mano de obra en la ciudad, coincidió aproximadamente con el surgimiento de los primeros sindicatos y también con las primeras expresiones de conciencia de clase de los obreros portuarios, es decir, comenzaba el rompimiento con el liberalismo radical clásico que de alguna manera representó sus intereses en las guerras civiles y se dio comienzo a la afinidad ideológica con las ideas socialistas, en una primera fase de carácter anarquista. Los primeros sindicatos rompieron ideológicamente con las relaciones laborales autoritarias e individuales instauradas por la dominación extranjera desde mediados del siglo XIX; y la negociación colectiva consiguió para todos ellos, además de un importante reconocimiento político, mejores condiciones de vida y de trabajo: 147


«Las primeras organizaciones de defensa del trabajador en Barranquilla luchaban por asegurar las mínimas condiciones de existencia de la fuerza de trabajo: una mínima estabilidad, el reconocimiento de dominicales, el acortamiento de la jornada de trabajo, que en el caso de los albañiles era de 12 horas, la supresión del trabajo a destajo, el pago en dinero y regularmente, el desarrollo de ambientes higiénicos de trabajo y alguna atención médica y medicinas baratas». (Archila: 1987: p. 40) En ese mismo año, 1909, el gobierno de Rafael Reyes había firmado ya el tratado surgido de la separación panameña, reconociéndole políticamente al gobierno norteamericano los derechos sobre el Istmo. El tratado fue firmado en Washington el 9 de enero de 1909. El General conservador Alfredo Vázquez Cobo quien había sido figura importante en la entrega de Panamá en 1903 y después como Ministro de Relaciones Exteriores del presidente Rafael Reyes en la iniciación y desarrollo del pacto que culminó con el acuerdo tripartito, a su paso por Barranquilla procedente de Washington provocó en la ciudad un agudo conflicto social en donde se puso a prueba el nivel de consciencia política de la clase obrera y popular barranquillera y mostraron los trabajadores su primíparo autoreconocimiento como fuerza motora imprescindible de nuestra historia. Al respecto el historiador Andrés López comentaba los graves acontecimientos sucedidos ese día: «En noviembre de 1910 el General regresaba al país después de haber permanecido algún tiempo en el exterior. Pretendió ingresar por Barranquilla. El día 21, apenas se supo en esta ciudad que Vázquez Cobo había llegado a Puerto Colombia, la noticia se propagó con la rapidez del rayo... rápidamente se reunió una multitud en la Estación Montoya, de tal suerte que cuando llegó el tren, ya habían allí alrededor de 2.000 personas que lo rodearon gritando ¡abajo el traidor! ¡muera Vázquez Cobo! ¡que se devuelva! El General intentó salir, pero la multitud lo impidió, amenazante. Entonces intervino la policía, rodeó el vagón y exigió al pueblo que se retirara. Esto exaltó los ánimos. Llovieron piedras sobre el tren y sobre los policías... mientras tanto creció la multitud a tres mil personas... finalmente el General decidió regresar y reembarcarse. En el tren se subieron más de quinientas personas, custodiando al 148


expatriado 'detrás de él quedó la multitud rugiente, varios heridos y la impotencia de las autoridades'... en una entrevista concedida posteriormente a un periódico de Cartagena, Vázquez Cobo reconoció que la manifestación estuvo conformada 'no por representantes de la culta sociedad de Barranquilla, sino por hombres de trabajo que ignoran nuestra política' lo cual indica que fueron fundamentalmente obreros y artesanos quienes rechazaron la presencia del traidor en Barranquilla» (López: 2001: p. 153-154) Si en estos sucesos la elite dominante local y nacional arrió las banderas de la defensa de un Estado soberano y la del despojado departamento de Panamá, mientras que las clases populares la superaban en su visión soberana y antiimperialista, ello no fue un azar ni un problema simple de política doméstica o de crónica social. En la diferencia de esas dos actitudes prácticas se expresaba más bien la particularidad del nivel de conciencia y la perspectiva social de las dos clases en conflicto. De manera clara, el conocimiento político que planteaban las clases populares en Barranquilla sobre la realidad nacional y local era objetivo y políticamente más elevado, y no por gracia de la “tradición liberal” sino por la sangre derramada en las guerras pasadas y por la evolución lógica de su conciencia política madurada en el conflicto de clases y, en su contraparte, afloró profundamente la irracionalidad oculta de los intereses económicos particulares y su contubernio indigno con los poderes extranjeros. ¿No mostraba esto que los grandes problemas del país y la ciudad eran interpretados erróneamente por los sectores dominantes? ¿No mostraba este incidente que el conocimiento histórico de nuestros problemas económicos y sociales estaban en contravía del “desarrollo y progreso” de la ciudad de que tanto hablaban estos sectores en esos días? Sin embargo, esa dualidad objetiva en el valor del conocimiento como arma para interpretar la realidad, comenzó a ser desde esa época un problema histórico y social, una consecuencia necesaria de los tipos de sociedad que intentaban representar las dos clases en el desarrollo de la lucha política e ideológica que se libraba abiertamente en Barranquilla, de suerte que el carácter falso y unilateral de la concepción elitista de la llamada “ciudad del progreso” impuesta en la historia política de la urbe, se presentó como un momento históricamente importante en la construcción ideológica del conocimiento económico-social, puesto a prueba en esta etapa en los graves conflictos con el 149


imperio norteamericano. No eran pues los pobres los “ignorantes políticos” como afirmaba el Ministro Vázquez Cobo sino la “culta sociedad de Barranquilla” la que despreciaba las verdaderas bases del conocimiento social, económico y político en oposición a los reales intereses del país y la región. La respuesta resultante de esta nueva situación de estimulación de la consciencia primaria de los trabajadores y el pueblo de Barranquilla no podía ser otra sino la represión ideológica por parte de la elite conservadora a través de su principal instrumento ideológico en la época: la iglesia, como se manifiesta en la siguiente reflexión: «El control que la iglesia ejercía sobre la moral de la población era estricto. En la puerta del templo de San Nicolás se publicaba la lista de los libros permitidos, y representantes eclesiásticos recorrían las calles barranquilleras para supervisar las lecturas que se realizaban en los hogares». (Rafaela Vos: 2001: p. 32) La conciencia social y política de los trabajadores se vendría a reforzar un año después de este incidente con la huelga del 17 de febrero de 1910. El conflicto social cambió de color y ya no se manifestaba a través de las guerras civiles de los partidos políticos tradicionales, sino que tomaba, objetivamente, un tinte de clases; pobreza y riqueza enfrentadas en el desafío fortuito de la historia. El periódico El Pueblo de Barranquilla en los días de esa grandiosa huelga describía así los sucesos: «Los peones que trabajan en los muelles de esta ciudad se declararon en huelga: reclaman un aumento de salario. En esta ciudad ha ganado siempre un peón, ochenta centavos oro por algunas horas menos de las que trabaja ahora... no vemos porqué se debe pagar ahora mucho menos de lo que antes se ganaba. Anteriormente era más barata la vida en esta ciudad. Esa circunstancia no constituye, en justicia, razón para disminuir el salario de los peones... ochenta centavos oro piden los trabajadores de los muelles del ferrocarril, por diez horas de labor... es, repetimos, lo que siempre ha ganado aquí un peón, desde tiempo inmemorial. Justo es que se le atienda... el pueblo está agobiado por la pobreza... los hombres que se han declarado en huelga, es un pedazo de pan, lo que piden, para sus familias hambreadas, un poco de lumbre para sus hogares sin fuego la mayor parte del tiempo... anoche, para despachar el vapor correo, 150


la Empresa propietaria del buque aceptó, como marineros y fogoneros, a varios de los hombres que no son de aquí. Algunos huelguistas indignados atacaron a los que se iban en calidad de marineros y fogoneros... alguien proponía esta mañana que se pidiera al General Giménez López ¡doscientos soldados para que trabajaran como peones!... en la plazuela de la Estación Montoya, se congregó parte del pueblo, huelguistas y no huelguistas y dio muchos vivas y mueras. El señor gobernador del departamento fue a esta plazuela y dijo a los que en ella se habían congregado, que nombraran un representante para que se entendieran con él, y él a su vez, se entendería con el gerente de la Empresa, pero no se accedió a ello... la huelga terminó cuando los dueños de las empresas de transporte accedieron a pagar a los trabajadores portuarios ochenta centavos oro diarios o sea ochenta pesos papel moneda». (diario El Pueblo: 17/2/1910) La correlación de fuerzas favoreció coyunturalmente a los obreros portuarios y el principio digno de la huelga en no ceder al chantaje patronal fue, al mismo tiempo, la promoción básica de las nuevas características del conflicto social que fue, a la vez, impulso de la conciencia política de los trabajadores portuarios, conciencia que posteriormente se reflejaría como un punto inconmovible de su desarrollo ideológico mediante la divulgación teórica de los conflictos a través de medios impresos, pues ya en 1912 hizo su aparición en Barranquilla el periódico El Obrero que propugnaba por «una legítima emancipación de los hijos del trabajo». Igualmente, en ese periodo las clases populares ejercerían su derecho a rebelarse contra las injusticias, y por la escasez de vivienda en la ciudad, en el año 1914, un amplio sector de la población recuperó en batalla campal la hacienda “La Cueva de Montecristo” aledaña en esos tiempos al barrio Abajo, dando origen al barrio obrero de Montecristo

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Barrio abajo: patrimonio social e inmortal de los barranquilleros

En contraposición a la rebeldía obrera y popular se desarrollaba, a la par, todo ese crecimiento económico con las insensatas imágenes ideológicas de la proclamada “ciudad del progreso” promovida desde esa época, y por todos los medios, por la alta esfera oficial. Pasado el clima de conflictos y sobre la apertura irreversible del río, después de muchos estudios y trabajos realizados por compañías extranjeras como la casa alemana Julius Berger Tiefbau Aktiengessellschaft de Berlín, que se vio imposibilitada a construir la apertura definitiva de Bocas de Ceniza debido a los inicios de la primera guerra mundial, y bajo las leyes 77 de 1912 y 49 de 1914, el gobierno celebró el contrato con la firma norteamericana Black Mckenney con sede en Washington en el año de 1919, auspiciado el convenio por acuerdos previos realizados en la capital estadunidense por el gobierno nacional: «En mayo de 1915 se realizó en Washington una Conferencia Financiera Panamericana. Los colombianos presentaron sus informes sobre minas, petróleo y otros recursos naturales de su país e hicieron hincapié en las grandes posibilidades que ofrecía para inversión de capitales». Refiriéndose al mejoramiento del transporte marítimo y fluvial, Pérez Triana (Ministro de Relaciones Exteriores) auguraba buenos deseos al capital

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norteamericano que se encontraba en plena etapa expansiva y corroía, a la vez, las posibilidades de alguna seguridad de soberanía económica. Sin más preámbulos este personaje afirmaba sobre el tema: “La cantidad de capital que podría emplearse, sobre el cálculo de un promedio de $50.000 por milla llegaría a unos $200.000.000 y con el mejoramiento de los puertos marítimos y fluviales y el dragado de los ríos, esta suma podría elevarse a $250.000.000 una inversión amplia y altamente productiva que se le ofrece al talento y energía de ésta nación. (Estados Unidos) y, sin embargo, se trata de una suma inferior a la que han invertido los ingleses en Argentina”». Y seguidamente agregaba con expresa sumisión y entrega que: «El desarrollo de las relaciones comerciales de los Estados Unidos con una nación cuyo suelo, extenso y privilegiado, invita a la expansión industrial y financiera del país más rico del mundo». (Rippy: 1981: págs. 134-135) Esta situación concreta de liquidación de la soberanía mostraba el poderoso afianzamiento de los Estados Unidos en la lucha por los mercados del país, en donde no solamente jugaba la creciente influencia en sus neocolonias o “patio trasero” a través de la doctrina Monroe “América para los americanos”, sino que jugaba un papel determinante la guerra interimperialista en Europa del cual esta nación salió como la única ganadora visible. Rippy (1981: p. 26) lo concreta de la siguiente manera: «La guerra mundial, la ubicación geográfica y nuestra creciente eficiencia industrial, fueron factores decisivos en este proceso, como también la rápida expansión de nuestras inversiones. Estas últimas crecieron de 4.000.000 de dólares en 1913 a 30.000.000 en 1920 a 80.000.000 en 1925 y cerca de 280.000.000 en 1929». Los ingleses quedaron así rezagados en el dominio imperial de nuestras costas después de la guerra de redivisión, y no por la simpatía nuestra hacia los gringos y su cercanía al Caribe colombiano, como lo afirmó en líneas anteriores el cónsul ingles en Barranquilla, o por la vocación empresarial y la buena fortuna de sus hombres como nos lo quiere mostrar la historiografía tradicional, sino que el resultado de la guerra de redivisión imperial mostraba otros escenarios macroeconómicos que dieron al traste con la influencia inglesa en el caribe colombiano: «Como la industria británica trabajaba para la exportación más que la de otros países, los trastornos de los vínculos comerciales 153


exteriores amenazaban al país con una catástrofe económica... el 20% de los bancos fueron confiscados para prestar servicio al ejército y el 10% cedidos a los aliados durante la guerra. Muchos de ellos fueron hundidos. El resultado fue una contracción de las exportaciones británicas... la guerra trastornó las finanzas inglesas, los gastos públicos de 1914 a 1919, se elevaron en 11.259 millones de libras esterlinas, 8.472 de los cuales se destinaron a gastos exclusivamente militares. Los impuestos experimentaron un alza vertical, sustrayendo a los ingresos de la población 4.073 millones de libras de esterlinas. Pero cuando los recursos tributarios se extinguieron, hubo que recurrir al crédito. De ahí que la deuda pública pasase de 708 millones de libras el 1 de marzo de 1914 a 8.075 millones el 31 de marzo de 1920. De gran parte de la deuda eran acreedores los bancos americanos. También fueron de enorme consideración las perdidas inglesas en barcos mercantes. La guerra ocasionó la pérdida del 70% de su tonelaje. Las bajas en hombres fueron muy sensibles: 875.000 muertos y más de 2 millones de heridos». (Andakov: 1965: p. 436-437) Así pues, la perdida de mercados de los ingleses en nuestras costas se debió a problemas estructurales de esta potencia debido, principalmente, a la guerra de redivisión y a la nueva reestructuración del sistema capitalista en el mundo que puso a los Estados Unidos bajo la esfera de su influencia.

5.3. Salen los ingleses, entran los norteamericanos y el pueblo barranquillero prosigue en la miseria y en la lucha

Sobre la apertura de Bocas de Ceniza, que a la vez abría las puertas a los nuevos componentes de redefinición imperial a favor de los norteamericanos, donde el monto de la obra tuvo inicialmente un costo de $6.568.000, obra que se realizó con un empréstito hecho a la banca de Nueva York gestionado por el banquero y comisionista Tomas Surí Salcedo (quedándole a este intermediario una jugosa cifra en su bolsillo); la canalización de Bocas de Ceniza, si bien era un importante enclave del capital norteamericano, los comerciantes y pequeños industriales de la ciudad también mostraban gran interés en el desarrollo de las obras pues ya 154


habían acumulado suficientes capitales tanto industrial como comercial para intentar jugar un papel importante en el nuevo proyecto. Bajo esa circunstancia, en la medida en que la apertura de Bocas de Ceniza contribuyó a reducir el tiempo de circulación mercantil, fondeando directamente los barcos en el puerto de la ciudad, ayudó también indirectamente a aumentar la plusvalía producida por la incipiente industria instalada en Barranquilla y, en la medida en que permitió la extensión del mercado regional y favoreció la división del trabajo entre la industria extranjera y la nativa, facultó igualmente al capital total trabajar a una escala superior. La apertura de Bocas de Ceniza hizo progresar la productividad del capital industrial en la ciudad y desarrollar su acumulación en la medida en que se abreviaba significativamente el tiempo de distribución mercantil, elevándose la relación de la ganancia con el capital extranjero y, por lo tanto, la tasa de beneficio de los comerciantes e industriales locales se multiplicó con creces. De esa manera, fue la Cámara de Comercio de Barranquilla, fundada el 28 de febrero de 1916, a través de la creación de la Compañía Colombiana de Bocas de Ceniza la que administraría a partir de 1919 las grandes ganancias que generaría la apertura del río Magdalena hacia el mar en buques de mediano calado. Sin embargo, la apertura total del río para buques interoceánicos de gran calado solo se realizó hasta 1935. El honor de cruzar el río por un gigante le fue concedido a la potencia dominante, a nuestro nuevo “gran protector”: los Estados Unidos de Norteamérica. El buque-tanque petrolero Taralite de la poderosa multinacional Tropical Oíl Co filial de la Estándar Oíl perteneciente al magnate John Rockefeller, fue quien rompió la virginidad del río, abriéndose así una nueva senda de saqueo a gran escala de nuestros recursos naturales. Esta multinacional junto con la Socony Vacuni Oil Company comenzaron la exploración y explotación en 1914 de los pozos petroleros en el municipio de Tubará. Al acto de inauguración del pozo “Tubará1” (Julio 18 de 1946) asistieron entre otros el Gobernador del departamento de ese entonces Alberto Pumarejo, El alcalde de Barranquilla Fuenmayor Arrazola, el Ministro de Trabajo Adán Arriagada, el Comandante de la policía División Atlántico Capitán Arrazola, y como personaje central de la ceremonia estaba el gerente general de la Tropical Oil en Colombia Míster L. W. Wiedey. La bendición del saqueo que se proyectaba la realizó el Obispo de Barranquilla Caicedo y Tellez.

155


La apertura de Bocas de Ceniza dio a los comerciantes locales, organizados en la recién creada Cámara de Comercio, un mayor poder económico que se tradujo en un mayor poder político (creación de la Liga Costeña) y por lo tanto en un mayor peso en las decisiones administrativas que en adelante se tomarían en el desarrollo de la economía barranquillera, ganando así mayor capacidad de negociación frente a los intereses administrativos centralistas de la capital de la república consiguiendo, a través de su renovada influencia política, los dineros (producto de la venta a plazos de Panamá) para que con ellos el ingeniero ingles Leslie O. Arbouin construyera, con fuertes comisiones de por medio, el Edificio de la Aduana en 1921, pero a la vez, estos sectores mantenían una sumisión a los intereses que monopolizaba el capitalismo internacional, en especial el norteamericano. Esta coyuntura particular de auge del capital local no eliminó la dependencia general de la economía barranquillera y colombiana con respecto a los intereses económicos, políticos e ideológicos norteamericanos sino que por el contrario se reprodujo a un nivel considerable y con más agudeza;47 tampoco la apertura de Bocas de Ceniza y su control por parte de los comerciantes de la Cámara eliminó, en ningún grado, las relaciones de explotación económica de los trabajadores del puerto sino que también esa explotación se profundizó a un nivel mayor y más fuerte, hecho que produjo una de las más combativas manifestaciones de los trabajadores portuarios por mejores condiciones de salario y de vida: «Sin embargo, a la sombra del ímpetu de la creciente producción cafetera comenzó a florecer el movimiento laboral colombiano. Al terminar la guerra mundial, y en el contexto de la efervescencia mundial de los movimientos obreros, comenzaron a explotar las protestas de

los trabajadores en los principales puertos

colombianos sobre el Caribe. Una huelga general organizada por sindicalistas anarquistas y respaldada por los trabajadores del

47

En el plano cultural la influencia norteamericana se imponía a través de los gustos de la clase burguesa, que entraba en conflictos con los aires de la cultura popular, la revista del Country Club señalaba sobre este tema que: “fue aquí en Barranquilla, donde por vez primera se bailaba el Charleston, el one step y el fox trop, que enloquecían a la juventud que se fue poco a poco olvidando de aquel ceremonioso espectáculo para entregarse a las extravagancias de esas piezas modernas, pese a las censuras de la respetable sociedad, e inclusive a las prohibiciones de las directivas de los clubes de interpretar aires considerados vulgares como “tóqueme el trigémino”, “la machicha” y “titina se ha perdido” Country Club de Barranquilla, 70 años de historia urbanismo y tradición. Editorial Color Caribe Ltda., 1996, p. 25.

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transporte fluvial y ferroviario y por los artesanos urbanos sacudió a Barranquilla a comienzos del mes de enero de 1918. La actividad huelguística se extendió luego a los puertos de Cartagena y Santa Marta. Las huelgas agitaron la opinión pública en toda Colombia, obligaron a la imposición del Estado de sitio en toda la región de la costa Caribe, y su resultado fue la expedición de un decreto oficial que reglamentaba la actividad huelguística y que sentó el precedente para muchas legislaciones laborales subsiguientes. El decreto sirvió también para estimular a los trabajadores del gigantesco complejo de la United Fruit cerca de Santa Marta a presentar su primera petición para lograr mejores condiciones salariales y laborales». (Bergquist: 1986: p.138) Ocho meses después de esta grandiosa demostración de protesta obrera en Barranquilla su similar, la clase obrera rusa, tomaría por asalto el palacio de invierno de los zares, construyéndose en octubre de 1918 la primera república socialista del mundo, suceso que influiría en el movimiento obrero regional y nacional. De este momento conflictivo que vivió Barranquilla en 1918, se desprenden dos conclusiones que ponen en cuestión la creencia del “progreso de la ciudad” como mecanismo que intentaba legitimar valores de clase. La conclusión principal es que Barranquilla en ese periodo no era una ciudad cohesionada socialmente, como nos lo quiere presentar la historia tradicional. Los historiadores regionales contemporáneos, influenciados por el positivismo y la consiguiente exaltación de los héroes nativos y extranjeros, han subestimado el profundo grado de desintegración social que existía en ese periodo. Ello se puede demostrar claramente en la economía de la ciudad donde las relaciones laborales fueron marcadamente desestabilizadoras y profundamente conflictivas, reflejando claramente las hostilidades entre las clases sociales y, por consiguiente, los antagónicos intereses que existían entre el capital y el trabajo. Los acontecimientos políticos y sociales en Barranquilla, puesto a prueba en esas majestuosas huelgas, no llegaron sin embargo a ser una amenaza seria para el dominio capitalista en el Caribe colombiano o para la estabilidad política de la clase dirigente que controlaba los resortes administrativos del municipio y la región, sirvieron, eso sí, para confirmar ante el resto de los sectores sociales en 157


conflicto el naciente potencial revolucionario del movimiento obrero en Barranquilla, demostrado posteriormente en fuertes conflictos laborales y sociales, como aquel que ocurrió en los primeros meses de 1927, movimiento que hizo temblar en su base la excluyente economía regional de tránsito mercantil: «¡El 5 de mayo de 1927 estalló una impetuosa huelga de braceros en Barranquilla que al siguiente día se extendió a Puerto Colombia! Esta huelga es un ejemplo de organización y espíritu de solidaridad. Por el día 11 del mes se le habían sumado las tripulaciones de 17 barcos llegados a puerto. Y precisamente el día 11, el personal de ferroviarios de la empresa Barranquilla-Puerto Colombia, que había estado al margen de la huelga; pasa un ultimátum a la gerencia con término de 24 horas para que se mejoren sus salarios, o ¡irían también al paro! Y como no se le atendió en el tiempo fijado, cumplen la palabra... el Ejército y la Policía, naturalmente, se adueñan del campo. Pero no intervienen inmediatamente, esperan. Y el día 13 interviene el gobernador y con él algunos directores de periódicos influyentes y mediadores propios de las partes, y el 14 con el aumento de los salarios y otras mejoras, terminó el conflicto». (Torres: 1973: p. 39) Mientras las masas obreras barranquilleras exigían mejores condiciones salariales y mientras el desarrollo de infraestructura en vías, salud, vivienda etc., era prácticamente inexistente en los barrios populares, las cuentas del rendimiento económico de los poderes existentes, después de la apertura de Bocas de Ceniza, aumentaban desproporcionalmente como las cifras siguientes lo muestran: «Como se ha visto, el promedio de importación anual antes de la guerra era de 136.000 toneladas y el promedio anual de la exportación en el trienio de 1916 a 1918 fue de 246.000 toneladas o sea un total de 382.000 toneladas anuales. De este tráfico, el 50% que se hace por las vías de Cartagena, Calamar, Barranquilla y Puerto Colombia, pasaría por las Bocas de Ceniza». (Vergara y Baena: 1999: p. 341) La mayoría de estas mercancías importadas y la materia prima exportada se dirigían al mercado norteamericano. Este hecho redujo en buen grado las posibilidades de crecimiento efectivo de la industria nacional y local que a pesar 158


de haber desarrollado de manera relativa su producción instalada, gracias a la apertura de Bocas de Ceniza, tuvo la oportunidad de aflorar y alcanzar determinado auge mediante la elevación de la producción para el consumo interno durante el periodo de dominio del capital monopolista norteamericano, frenándose significativamente su expansión. Así nos lo confirma el economista norteamericano citado: «Nuestros valores económicos en Colombia han logrado una rápida expansión en los últimos años. El comercio norteamericano pasó de 11.000.000 de dólares en 1910, a 23.000.000 en 1913; superó los 112.000.000 en 1920 y los 153.000.000 en 1929. Este crecimiento se basa en un incremento del comercio exterior total colombiano, de un valor de 61.000.000 de dólares en 1913 a 227.000.000 en 1929». (Rippy 1981: p. 16) En medio de esa desaforada intervención de capitales norteamericanos, se instalaron en Barranquilla la Casa Brauer & Moller, la Química Schering, los laboratorios y estudios fotográficos Neumann, la Casa Bayer con su producto de punta la Caféaspirina, y la Compañía Hanseática que producía para el mercado nacional los jabones y velas Lux X. Años después esta compañía adoptaría el nombre de Tusica. Esta intervención creciente de la economía norteamericana en las décadas iniciales del siglo XX, estuvo relacionada estrechamente con la movilización permanente de los trabajadores contra las consecuencias de esa penetración intensiva de capitales tanto en Barranquilla como en el muelle alterno de Puerto Colombia, mostrando una cronología importante de movilizaciones y huelgas en el periodo de 1910-1930 en concordancia con las inversiones norteamericanas, lo que demostraba que las inversiones extranjeras en condición de monopolio no traían beneficio sino miseria: «En febrero de 1910 se presentó la primera huelga de braceros y ferroviarios de los tres grandes puertos sobre el Atlántico, el 2 de enero de 1918 se paralizó la actividad portuaria de Barranquilla. A partir de la mitad de los años veinte casi no pasaron dos años sin que hubiera una huelga del personal vinculado al transporte en esa región del país. En febrero de 1920 hubo huelgas escalonadas de Braceros de Puerto Colombia y Barranquilla y de paileros, carpinteros y mecánicos de la misma ciudad. En octubre del mismo año entraron en paro los fogoneros de la empresa Pineda López y en noviembre los del ferrocarril del Atlántico. En 1925, noviembre, 159


lo hicieron los trabajadores de Bocas de Ceniza. En julio de 1926 pararon los choferes públicos de Barranquilla. Mayo de 1927 presenció la huelga de braceros de Cartagena y Barranquilla. El siguiente año pararon dos veces los cargueros y chequeadores del ferrocarril. En 1930, año de pocas huelgas en el país, los braceros de Puerto Colombia hicieron su movimiento huelguístico» (Archila: 1987: p. 46) Producto de la dominación del capital extranjero y de la explotación laboral intensiva, la organización de los trabajadores comenzó a insertarse en la sociedad barranquillera, elitista y excluyente, de manera problemática. Dos fueron los factores que agudizaron el conflicto obrero en ese periodo, primero por su reciente formación como clase social en medio de la configuración regional de su movimiento y, en segundo término, estaba el problema de su fuerte contacto con los otros sectores nacionales en conflicto como los trabajadores

bananeros

del

Magdalena

y el movimiento

sindical de

Barrancabermeja liderados por María Cano y Raúl Mahecha. La estrategia de este movimiento era el levantamiento popular de los trabajadores ribereños desde Honda hasta Barranquilla, esto profundizó aspectos en torno a su conciencia social y organización política; movimiento laboral-popular que amenazó a la suprema totalidad dominante (aunque fue más un desafío sicológico que real) mediante una “insurrección general” que fue esparcida a buen rumor en los cuatro puntos cardinales del país; pero lo único que pretendían los trabajadores era espantar el hambre y la miseria que reinaba en los puertos ribereños que, por el auge del comercio excluyente en el Magdalena, florecían desde Barranquilla hasta Honda. El relato de Torres Giraldo sobre esos acontecimientos es realmente dramático: «El primero de abril de 1928 estalló una importante huelga de navegantes y portuarios en Barranquilla. El gobierno 'cree' que ha empezado ya la huelga general que abría de transformarse en insurrección armada precisamente el 1 de mayo... y obrando bajo esta 'creencia' empieza el arresto preventivo de dirigentes obreros en el río. El dos es arrestado en Ambalema el prestigioso líder Jorge del Bosque, quien, al decir del Juez de Honda que ordenó su prisión 'preparaba un movimiento con los braceros y navegantes del Beltrán', naturalmente abarcando el alto Magdalena para conectar la acción con el bajo 160


que tenía su comando en Barranquilla... pero la prensa de Barranquilla y los 'hombres de negocios' claman porque se termine ese conflicto, que 'perjudica hondamente a todo el país' y la Antioqueña cede terminando así la huelga que no tenía otra mira inmediata que la de mejorar en algo las condiciones de los trabajadores». Por otro lado y después de esta increíble “amenaza” al totalitarismo dominante que en poco cedía a las demandas justas de los trabajadores y encadenando el tema con el de Bocas de Ceniza, es preciso señalar que el desarrollo de una organización gremial fuerte como la que se pretendía con la constitución de la Compañía de Bocas de Ceniza, controlada por la Cámara de Comercio, debía ser producto de un desarrollo económico equilibrado, concertado con los trabajadores en conflicto y con la sociedad en general y producto igual de una consecuente evolución comercial e industrial propia que se uniera a la apertura de “Bocas”, pero la negativa de tomar posiciones nacionalistas y autónomas, es decir, no dependientes estaba en franca contraposición con los intereses extranjeros como tal y fue precisamente la potencia norteamericana la que absorbió todo aumento en la demanda del mercado interno y externo que se movilizaba por la desembocadura de Bocas de Ceniza y fue esta la base para la continuación a gran escala de los lazos de dependencia futura con los consiguientes conflictos sociales regionales que surgieron.48

Fred Rippy

confirma esos lazos de dependencia con toda claridad: «Así resulta que Colombia se ha convertido en una dependencia económica de los Estados Unidos. Por el momento, nuestro rival más peligroso parecería Inglaterra, pero los ingleses están ahora en la retaguardia. Su comercio representa apenas la cuarta parte del de los Estados Unidos y sus inversiones, que ascendían a unos 33.000.000 de dólares en 1917, se estancó una vez terminada la guerra mundial».

Torres Giraldo, En ese convulsionado periodo declaraba que “El año de 1923 es para Colombia, bajo el reflejo del florecimiento norteamericano que se iniciaba, el comienzo de una etapa que aquí se llamó de “prosperidad a debe” ... especie de locura, fascinación, delirio y gula de mandarines, contratistas y nuevos ricos que hacían pasar el caudal de los dólares por la encrucijada de las obras improvisadas con criterio electoral, dejando en sus anchas falquitreras buena parte. Se abrieron naturalmente, varios frentes de trabajo: ferrocarriles, carreteras “Bocas de Ceniza”, canalización del Magdalena, construcción de edificios nacionales, obras portuarias etc. Pero fue mayor la masa de trabajadores: peones agrícolas, de campesinos pobres, de brazos sin ocupación que acudían a las capitales, a las nuevas gerencias y administraciones en busca de trabajo” (Los Inconformes. Vol. 3, p. 157.) 48

161


En efecto, los ingleses retrocedieron definitivamente en su empeño por controlar los mercados mundiales, reflejándose esto en la actividad económica de la costa Caribe colombiana. Liquidados los ingleses del comercio internacional y la primacía de su comercio con Colombia, los vínculos de sometimiento a la nueva potencia norteamericana se fortalecieron durante toda la hegemonía del régimen Conservador, (1886-1930) régimen que también dominaba la ciudad a través de los prohistóricos Generales, e impidieron, contrario a la situación de otros países latinoamericanos, que se desarrollara una burguesía media industrial cuya existencia e intereses se opusieran, por lo menos de manera relativa, a los intereses del nuevo imperio norteamericano y, por consiguiente, se desarrollaran tanto en la ciudad como en el país políticas económicas y sociales nacionalistas. En otras palabras, la derrota de la revolución liberal de 1899, la dependencia del mercado (materias primas por productos manufacturados) el control de los puertos por parte de empresas extranjeras y la injerencia en el comercio por Bocas de Ceniza, aniquiló las posibilidades de que se consolidara en Barranquilla un sector empresarial nacionalista y se interesara, por lo tanto, en la construcción, ampliación y desarrollo del mercado de consumo que apenas intentaba arrancar en la ciudad y el país y que, además, se interesara ese sector empresarial en el aumento del poder adquisitivo del empobrecido sector popular que mendigaba pan y trabajo en las puertas de las compañías navieras y casas comerciales extranjeras para que así se posibilitara, de manera positiva y dentro del esquema capitalista en formación, el desarrollo industrial autónomo y el “equilibrio social” de esta estratégica ciudad. Por el contrario, en el periodo de hegemonía conservadora (1886-1930) se fortalecieron en Barranquilla las bases de sectores de clase antinacionales. Por un lado estaba la dirigencia política que en su mayoría se aprestaba a fortalecer su presencia en los órganos de poder público para lograr el control de los mismos mediante el poder económico y la corrupción administrativa, y por otro, estaba la burguesía comerciante importadora-exportadora que florecía sin parar en la ciudad y se fortalecería en la Cámara de Comercio como grupo de presión dominante y, desde luego, los capitalistas norteamericanos y europeos que, como hemos dicho anteriormente, afianzaron poderosamente su influencia en esa etapa; todo esto unido a otros factores heredados de la colonia que hizo posible el tránsito de la riqueza

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mercantil sin siquiera pasar, en lo más mínimo, por las manos de los excluidos. Así lo explica de manera desgarradora el economista norteamericano: «Con todo debe añadirse que existían otros motivos para este atraso general de Colombia: razas primitivas absorbidas en el cuerpo político y social; la herencia española de intolerancia, represión

intelectual,

corrupción

política

e

inexperiencia

administrativa. Una larga y agotadora lucha por la independencia y, en consecuencia, todo un siglo de anarquía; terribles desventajas topográficas y climatéricas. Pero el atraso del país brindó jugosas oportunidades

al

capital

norteamericano

y

a

su

talento

emprendedor, que antes de 1913 llegó gradualmente para arremeter en grandes oleadas después de la guerra mundial». (Rippy: 1981: p. 26) El fortalecimiento y lucha entre los grupos monopólicos por el control de la navegación fluvial fue notorio en la primera década del siglo XX, contando con su participación efectiva a los alemanes, nación que era la tercera potencia de importancia en el control económico de Barranquilla y el Caribe: «Entre tanto, otro grupo se estaba fortaleciendo en contraposición con la 'Magdalena River Steamboat Company'. Capitalistas alemanes, entre los que figuraban Louis Gieseken, venían adquiriendo un poder cada vez más grande... así como también la Empresa Hanseática y la Empresa Pérez-Rosa. El presidente Reyes se mostró complacido ante estas tendencias monopolísticas». (Nichols: 1973: p. 189) En su conjunto, todas estos grupos monopólicos marítimos y comerciales que basaban sus actividades productivas en la conservación y desarrollo de una estructura económica excluyente y que como medio de coerción política fue el responsable de la existencia de grandes masas desprovistas de vivienda, salud, empleo etc.; obligaron a gran parte de la población barranquillera a vender a estos monopolios marítimos y comerciales su fuerza de trabajo a un precio irrisorio, y en las zonas rurales del departamento del Atlántico, a entrar en formas semi- feudales de relación no solo con los terratenientes criollos sino también con los extranjeros que comenzaron a dominar la producción agrícola. Theodore Nichols (1973: p. 189) comentaba desde su visión aspectos sobre el control monopólico de la producción agraria: «Para ilustrar la forma en que el capital 163


alemán adquiría preponderancia en la economía colombiana, Manning menciona el hecho de que los alemanes en esa fecha controlaban la cosecha cafetera del país y estaban intentando controlar los cultivos algodoneros de la costa Atlántica». Este grupo monopólico alemán, al igual que el inglés y el norteamericano, que desarrollaban gran parte de sus transacciones comerciales para el mercado exterior lograban, como se ha indicado en líneas anteriores, su más amplio margen de ganancias mediante un nivel de empleo reducido en el campo con la consiguiente reducción extrema del poder adquisitivo de los trabajadores agrarios, ligados fundamentalmente a la actividad importadora y exportadora, generando así su progresiva neutralización-eliminación como potenciales consumidores, porque para ese tiempo en Colombia «En los últimos años (década del veinte), los salarios del trabajo calificado y no calificado subieron de un valor insignificante a un nivel que es solo 75% menos que el salario medio por la misma clase de trabajo en los Estados Unidos». (Rippy: 1981: p. 26) Sin embargo, dentro de ese marco de restricción económica estructural en que estaba Barranquilla y frenada por las condiciones anteriores la posibilidad de desarrollo a gran escala de la producción para el mercado interno, los empresarios barranquilleros, como hemos anotado, encontraron momentos favorables para el desarrollo de la industria; particularmente las coyunturas provocadas tanto por la primera como la segunda guerra mundial:49 «El número de establecimientos industriales se expandió considerablemente a partir de las crisis internacionales, la gran depresión y las dos conflagraciones mundiales. Ya en 1935, la empresa de energía eléctrica de la ciudad prestaba sus servicios a 215 industrias... en 1919 la revista de la Cámara de Comercio enumeraba las fábricas existentes en la ciudad: calzados, jabones, tejidos, telas, puntillas, cervecerías, toallas vidrios sandalias, bebidas gaseosas, perfumes, tejas baldosas, ladrillos, pastas alimenticias, cigarrillos fósforos, sombreros, baúles,

Paul M. Sweezy (1945: p. 392) caracterizaba la coyuntura internacional en la primera guerra así: “Desde el punto de vista del imperialismo mundial, los resultados de la primera gran guerra de redivisión pueden resumirse como sigue 1) el poder de Alemania fue temporalmente aplastado y su imperio colonial fue ocupado por las naciones victoriosas (principalmente Inglaterra y Francia); 2) Austria-Hungría fue eliminada de la escena imperialista; 3) Estados Unidos surgió como la nación económicamente más fuerte del mundo; 4) Japón e Italia, aunque del lado de los vencedores, vieron frustradas sus ambiciones imperiales y finalmente; 5) Rusia se retiró por completo del campo de la rivalidad imperialista y comenzó la tarea de construir la primera sociedad socialista del mundo” 49

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suelas, licores y muebles conformaban productos de la industria barranquillera». (Posada: 1987: p. 91-92) En esa primera y segunda década del siglo XX, a la par del despunte industrial, los pobres seguían con la ocupación, a la fuerza, de los barrios Rebolo y Chiquinquirá, y se extendieron de una manera casi marginal los barrios populares de Montecristo, Calancala y El Lucero.

CAPITULO VI

NACE LA INDUSTRIA MONOPÓLICA, SE EXPANDEN LOS POBRES Y SE FORTALECEN LOS SINDICATOS

6.1 Principales intereses y conflictos de la industria en surgimiento Con el despegue paulatino de la industria en Barranquilla, consecuencia del relativo aumento de la demanda y el precio superior que se pagaban por las materias primas y productos manufacturados en el exterior, resultado de la primera y segunda guerra mundial, se produjo en consecuencia una elevación temporal del poder adquisitivo en algunas capas de la población barranquillera, que se constituyeron en los compradores potenciales de los industriales que instalaron sus fábricas en la ciudad para satisfacer, bajo las limitaciones de las mercancías extranjeras, las demandas del mercado regional y local, existiendo también un consumo elitista para los sectores adinerados, altos funcionarios públicos, comerciantes, industriales etc., consumo que se lograba satisfacer por medio de masivas importaciones. El tipo normal de consumo suntuario era importado, por ejemplo, por el almacén “La Isla de Cuba” de León Caridi, cuya especialidad eran los artículos finos para damas y caballeros, o del almacén de Carlos Dieppa que en su efecto importaba automóviles marca Shell, Mercury, Lincoln Philips comercializados en su edificio Ford. Sin embargo, los bajos ingresos en las capas pobres de la ciudad y el peso de haber construido una infraestructura económica apenas como tránsito para la exportación e importación de mercancía a través de los puertos, situación que frenaba el consumo masivo, indicaba, a pesar del auge económico coyuntural en 165


Barranquilla, que los lazos de sometimiento estructural en la región estaban vigentes lo cual limitaba el consumo de estos bienes y, por consiguiente, la expansión industrial, como se puede observar en el siguiente aparte: «Probablemente la Nutrimalta de la Cervecería Barranquilla y Bolívar S.A., la harina de Generoso Mancini y Cia., y el Jarabe de Pino de Blanco y Roca, S.A., se vendían en varias poblaciones de la Costa Atlántica; pero se trataba de un mercado limitado, por la baja densidad de población, su poca capacidad de compra y las siempre dificultosas comunicaciones». (Posada: 1987: p. 99)

Lugares donde se ubicaban, a principios del siglo XX, algunas de las poderosas familias de comerciantes e industriales

Paralelamente a esta situación, la primera y segunda guerra mundial condujo a que las potencias en guerra destinaran parte de su producción a la fabricación de armas y, unido a las dificultades que ocasionaban estas conflagraciones bélicas en el transporte marítimo, se profundizó la disminución de la competencia de productos extranjeros, sobre todo ingleses, tanto en el mercado local con en

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el nacional. Estos dos factores permitieron la ampliación en algunas ramas de la producción industrial para el consumo interno y los industriales locales aprovecharon al máximo la capacidad de producción existente, generándose así un clima de crecimiento condicionado para el mercado de exportación. Esto se confirma con la siguiente apreciación hecha por el Ministerio de Agricultura y Comercio en 1916: «En el trienio de 1914 a 1916 la exportación se mantuvo igual a la del trienio anterior (342.000 toneladas) las dificultades que creó la guerra detuvieron su desarrollo y la importación disminuyó sensiblemente; más en los dos últimos años, no obstante el encarecimiento de los gastos de transporte, hemos tenido un aumento de 10% en el volumen de la exportación». (Vergara y Baena: 1999: p. 341) Este aumento de la producción para la exportación y para el mercado interno fueron las bases para el disparo en Barranquilla del crecimiento económico que entre 1931 y 1938 produjo el nacimiento de 153 industrias, duplicándose esta cifra entre 1939 y 1945. Esta situación particular produjo el consiguiente enriquecimiento de los empresarios de la ciudad, generando una considerable extensión de su peso en la vida política del país y estuvieron favorecidos en esa coyuntura económica de guerra y de auge para atraer y condicionar la adhesión de amplios sectores populares (sobre todo de las capas medias en surgimiento), al proyecto político de los partidos tradicionales. Estos sectores de clase intermedia colonizaron los barrios Recreo, Las Delicias, Santa Ana y Bellavista. El crecimiento industrial y portuario producto de la acumulación masiva de capitales, de la elevación de las exportaciones y de la explotación intensiva de los trabajadores, fueron originando igualmente la organización de estos últimos en gremios. En 1927 se creó la Sociedad de Mutuo Auxilio de Paileros, en 1929 se fundó el Sindicato Ferroviario. Surgió la principal organización fundada en 1937, la Federación Nacional del Transporte Fluvial y Marítimo, Portuario y Aéreo, FEDENAL que aglutinó a 40 sindicatos y 15 mil trabajadores, presentando en su primer año de fundación la primera huelga realizada entre el 14 y el 17 de junio de 1937. Es preciso anotar también que con el disparo de las exportaciones, la creación del departamento del Atlántico en 1905 que produjo fuertes conflictos con la dirigencia señorial cartagenera causada por los dividendos que producía la renta aduanera, aunado al consiguiente aumento de la administración pública en Barranquilla, la carrera burocrática comenzó a ser 167


significativa en esos años, pues gracias a ella y a su afirmación destructiva en el medio social, mediante la ampliación de la corrupción administrativa, se acumularon importantes ingresos que afianzaron el poder de los partidos políticos tradicionales y, además, se consolidaron grandes fortunas personales y familiares a través de los sobornos, fraudes y maquinaciones que surgían del crecimiento de la burocracia administrativa y del próspero comercio que fluía entre el rio y el mar. El clientelismo y la corrupción no son pues fenómenos nuevos en la ciudad, como lo hemos visto, surgieron y se desarrollaron con la estructuración del comercio colonial y, posteriormente, con la organización del nuevo Estado mercantil-dependiente y su nueva expresión territorial en el Caribe colombiano: el departamento del Atlántico. De esta particular coyuntura que afectaba a la economía barranquillera en general y que dependía fundamentalmente de la ya mencionada ampliación del mercado interno y de la disminución temporal de la competencia extranjera, permitió una considerable elevación de ingresos a los sectores industriales que, bien focalizados, producían para el mercado local y nacional. Pero el propio crecimiento de este sector empresarial local fue, simultáneamente, el proceso de negación de su desarrollo autónomo pues las condiciones de dependencia a la poderosa economía norteamericana, reiteramos, no le permitieron su ágil proyección en las décadas siguientes. Un ejemplo fue la Fábrica de Tejidos Obregón que fue una de las que más capital acumularon en ese periodo debido al monopolio total de la producción y la transformación en telas del algodón, porque como lo indicaba la revista Cromos: «Los señores Obregón, fundadores y dueños de la fábrica de su nombre eran, más que industriales, importantes terratenientes de la Costa Atlántica». (Revista Almanaque Nº 4: p. 307) En el desarrollo de su proceso de acumulación en la industria, la fábrica de los Obregón expandió aceleradamente su producción: «Fundada en 1914 la Fábrica de Tejidos Obregón parece haber crecido de manera constante hasta la década de 1940: 200 telares en la fecha fundada, 300 en 1916, 400 en 1924, cuando se le consideraba la planta textil más importante de Colombia». (Posada: 1987: p. 97) Pero, al ir desapareciendo las circunstancias temporales que fueron la base de su crecimiento (la primera Guerra Mundial) y al irse reduciendo hasta su nivel “normal” tanto la cantidad como el precio de las materias primas que exportaba el país, y al restringirse con esta situación el poder adquisitivo de la población 168


para la cual iban destinado los telares y sus productos, al mismo tiempo que reaparecía la competencia extranjera en telas, fue regresando a su volumen critico la producción textil para el mercado interno, quedando así eliminada las posibilidades posteriores de ampliación de la producción y fue perdiendo sentido para los dueños de la fábrica la inversión en su propia industria textil, que en esa etapa suplía gran parte del mercado local y nacional. Es decir, que mientras en 1919 y 1920 se pagaban $4 por cada 12½ kilos de algodón «Los años siguientes fueron desastrosos, al parecer la sobreproducción de 1920 causó una abrupta caída de los precios y en 1932 la 'Cámara de Comercio' (de la cual Obregón era uno de los miembros más influyentes) le pedía al gobierno central que elevase la tarifa para proteger la producción nacional de las importaciones» (Posada: 1987: p. 97) Estas medidas de protección que tomó el gobierno nacional a pedido de los industriales instalados en Barranquilla, ante la competencia ruinosa extranjera, condujo a que en años posteriores se crearan en la ciudad trece industrias textiles más entre las cuales se destacaban la Compañía Industrial Colombiana Marisol, Rayón, Filta, Textiles Atlántico, Felta, Textiles Ya y otras afines. A la par de este crecimiento desaforado de la industria textil, que originó multimillonarias ganancias a sus fundadores, miles de familias barranquilleras ocupaban en 1931 el sector de “barranquillita” para construir allí sus casuchas al lado de los centros fabriles y ser mano de obra rápida para estos emporios industriales. Del mismo modo, a mediados de la década del treinta se produjeron tomas de tierras hacia el sur-occidente, concretamente los destechados se tomaron la finca del terrateniente y empresario naval Julio Montes, dando lugar al poblamiento acelerado de este conflictivo sector de la ciudad. El nombre del barrio Montes, o barrio chino como se le conoce popularmente, tienes sus raíces en una de las fincas tomadas a este personaje. Las ganancias derivadas de la inversión en los telares se dirigieron en los años siguientes a las ramas que ofrecían mayores posibilidades económicas y que fueran necesariamente las vinculadas al comercio regional y local. La misma familia Obregón en sociedad con el acaudalado norteamericano Karl C. Parrish construyeron La Industria que se constituyó en el mayor aserradero del país: «La Industria producía madera para la construcción, cajas, puertas, ventanas y muebles; recibió su materia prima de las zonas madereras de la costa a través 169


del río Magdalena y vendía sus productos en Barranquilla, Santa marta, Ciénaga y en los puertos ribereños hasta Girardot». Posada: 1987: p. 98) Con ello, esta parte de la burguesía costeña se mezcló fuertemente con los poderosos intereses económicos internacionales que crecían enormemente en ese periodo en sectores como la banca, empresas comerciales, energía eléctrica,50 compañías de explotación agrícola, ganadera, minera etc. Paulatinamente los productores individuales industriales que producían para el mercado regional, como los Obregón y los Santodomingo, fueron desdoblando su capital a otras esferas de la manufactura en la cual la producción industrial para el consumo de la ciudad y la región no constituían ya el interés único, sino que la producción para el mercado nacional fue ocupando para estos industriales un lugar cada vez más importante. Bajo esa coyuntura se produce, por una situación competitiva de mercados, una especie de confrontación entre los industriales barranquilleros y los del interior del país por monopolizar determinados renglones económicos. En 1924, la Cámara de Comercio local convocó una comisión, al frente de la cual estaba el capitalista local Rafael Obregón, para analizar los problemas de ventaja y desventaja de la industria local con la del interior. Después de una enumeración de dificultades en materias primas, transportes, fletes, salarios, competencia extranjera etc. entre otros males, concluyeron que «el problema era en el fondo, uno de mercado: como tener acceso a “los centros más fuertes de consumo del país”, a pesar de los mayores costos de producción y de la eterna incógnita del transporte, o, bajo estas mismas condiciones, como evitar la pérdida del espacio comercial ya conquistado». (Posada: 1987: p. 101) Sin embargo, y al mismo tiempo que da lugar esta “lucha de mercados” de competidores nacionales, otro sector de la burguesía barranquillera estrechaba fuertemente los lazos con los norteamericanos a través de la utilización de los puertos para la exportación. Solamente en el área del café salieron (1916) por este puerto 44.998.000 kilos del grano, acentuándose la actividad monopólica en esta área económica, mientras que el proceso de crecimiento industrial y, por

50

Sobre el tema de la entrega de la energía eléctrica a los norteamericanos, el cronista Miguel Goenaga (1953: p. 306) comentaba: “A principios de 1927 llegó a Barranquilla el señor Sommer acompañado del abogado Dr., Cerda; venían a nombre de la poderosa firma Electic Bond Share de Nueva York a buscar un contrato de alumbrado con el municipio, siendo el primer paso la adquisición de los derechos que los señores Obregón tenían por unos años”

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consiguiente, del desarrollo capitalista en esta región fue creciendo sobre la base de una vinculación siempre creciente con los intereses estadounidenses, intereses que fueron penetrando eficientemente la industria barranquillera a través de créditos, materas primas industriales, maquinaria, equipos y combustibles suministrados, en parte, por la Tropical Oíl Co., multinacional que tenía en sus manos también, aparte de la explotación petrolera, el negocio de importación de maquinaria. Esta situación se presentó por Ejemplo con la Fábrica de Jabón de Francisco J. Palacio donde según Posada: «Las maquinas eran importadas, como también lo debía ser en alguna proporción del resto de materias primas que se utilizaban en la elaboración final del producto». Es así como el capital norteamericano intensifica a otra escala la reproducción de su poderoso patrimonio: «En esta época las empresas de Estados Unidos estaban interesadas en la industrialización del Tercer Mundo, ya que tal desarrollo podría proporcionar mercados para sus productos y oportunidades de inversión». (Halperin: et. al: 2002: p. 298) En ese contexto de reproducción intensiva de capital, nace en 1932 con tecnología norteamericana la famosa fábrica “barranquillera” Laboratorios Picot fundada por Pedro Cantuchi; pero en realidad esta empresa de productos para la buena digestión era subsidiaria de la multinacional Ponds Extract Company de Nueva York. En ese mismo año se instala la Kalusing Importing Company (Kico) de los empresarios norteamericanos E. Kalusin y A. Eidelman quienes entraron a monopolizar los productos plásticos y de juguetería en toda la región Caribe arruinando, en la medida en que se extendía su producción, a cientos de artesanos que ancestralmente fabricaban juguetes de trapo, latón y madera. Igualmente se instaló la Fábrica de Oxigeno y Productos Metálicos, cuyo propietario el norteamericano Robert Lofquist controlaba la producción de oxígeno, gas y acetileno en todo el litoral Caribe. A parte del capital asociado encubierto, otro punto importante del cual se quejaban en 1924 los industriales instalados en Barranquilla agrupados en la Cámara de Comercio, era el que se refería a una «mayor amenaza de la competencia extranjera, con una protección aduanera insuficiente» (Posada: 1987: p. 101) Este hecho reflejaba que las restricciones proteccionistas aduaneras eran precarias en la época y las pocas que existían eran burladas mediante inversión directa norteamericana en bancos y empresas como la The 171


Walters & Ice Making Co Ltda que fabricaba el negocio jugoso de la época, los hielos y las cervezas, y mediante la participación creciente de estas industrias en las sociedades por acciones como la Pinedo-Weber y Cía. Fue precisamente mediante esta cooperación y participación directa del capital monopólico norteamericano desde donde se movieron las bases para el florecimiento industrial y comercial de Barranquilla en los años veinte y dio pie para que la burguesía tradicional industrial mantuviera las posibilidades de ganancia que, de alguna manera, justificaran su inversión, monopolizando así el mercado nacional y regional y eliminando a su paso la participación de otros industriales locales y nacionales. Es en ese contexto como se puede explicar que el hoy poderoso grupo Santodomingo fundado en 1911 y que según el historiador Posada «Se encargaba de negocios de importación, exportación, comisiones y ganadería» se fuera consolidando en la rama industrial mediante la asociación con capitales extranjeros, monopolizando el mercado nacional en el área de las cervezas y, posteriormente, en otras ramas de la industria y las finanzas. Mario Arrubla (1969: p. 39) explica el fenómeno del origen de estos monopolios en Colombia de la siguiente manera: «Esa coexistencia, (capital nacional y transnacional) no podía explicarse sino teniendo en cuenta que el desarrollo industrial de Colombia tiene lugar en el momento en que los países avanzados de occidente han abandonado su juventud competitiva y abordado la fase monopolista e imperialista, procediendo a la dominación del mundo atrasado con una acción combinada de apoyo a las fuerzas retardatarias del país sometido y de freno a un desarrollo económico cabal que pueda servir de base a su independencia. Incapaz de darse un mercado nacional, la industria que surgió en tan singulares circunstancias adquirió en un plazo histórico muy breve rasgos semi-monopolistas. Su rápido control del reducido mercado nacional vino a frenar cualquier desarrollo posterior y a reensanchar la esfera del capital mercantil y especulativo». Bajo esas características, se fue afianzando en Barranquilla una jerarquía empresarial compuesta por copropietarios y grandes productores industriales asociados al capital norteamericano, por representantes locales de navieras internacionales, por administradores de casas constructoras y casas matrices 172


norteamericanas y europeas, por comisionistas intermediarios, agentes importadores y exportadores, y como corolario fatídico de esta situación se consolidó una mafia de administradores públicos y contrabandistas, generando esto una economía de elite que en lo global no absorbían la mano de obra necesaria para la estabilidad social y laboral de la ciudad de Barranquilla. Los otros sectores de la pequeña industria con una producción limitada, solamente florecieron en aquellas ramas en el que el propio mercado monopolizado por los empresarios locales no garantizaba beneficios suficientes y no atraía, por lo tanto, la inversión del capital monopólico norteamericano y, en menor medida, el europeo. Las inversiones norteamericanas estaban fundamentalmente localizadas en aquellas ramas donde se producía la máxima ganancia. Veamos: «La creciente participación de los Estados Unidos en este comercio constituye en parte, la confirmación del principio de que el comercio sigue a la inversión. En 1913, menos del 27% de las importaciones colombianas provenía de los Estados Unidos y, en 1926, cerca del 48%

correspondía

a

productos

norteamericanos.

Las

importaciones norteamericanas de productos colombianos se incrementaron proporcionalmente durante el periodo, llegando al 44% de las exportaciones colombianas en 1913 y alrededor del 86% en 1926. En 1929, nuestra participación en el comercio exterior colombiano subía a US$153.000.000, o sea el 67% del total de exportaciones de ese país. La influencia de las inversiones yankis sobre el desarrollo de este comercio quizá puede verse en el hecho de que el principal renglón de exportaciones de los Estados Unidos a Colombia en los últimos cinco años fue el de maquinaria y equipos, materiales de construcción y automóviles. Durante muchos años los Estados Unidos le han comprado a Colombia la mayor parte de su café, producto que en la última década representa cerca del 65% del total de sus exportaciones». (Rippy: 1981: p. 186-187) Así pues, las otras ramas no absorbidas por el capital norteamericano y los nacientes monopolios nacionales, fueron ocupadas por productores menores que con niveles de formación empresarial y técnicas de producción muy bajas 173


llevaron a cabo una producción semi-industrial y semi-artesanal en infinidad de pequeños talleres que funcionaban como complemento a la economía de monopolio que generaba dependencia: «pequeños talleres también proliferaron; una publicación de la Contraloría General de la República observó la existencia de 10.000 artesanos en Barranquilla en 1925» (Posada: 1987: p. 92) La generalización de estos gremios económicos marginales que absorbían el 70% de la fuerza laboral, fue seguida de una organización y reconocimiento estatal de los mismos a través de la política de la “revolución en marcha” del entonces presidente Alfonso López Pumarejo. A la par del “desarrollo” industrial, se fundaron sindicatos en distintas ramas de la producción que reflejaban la necesidad de que estos sectores como la pequeña industria, artesanos, pequeños comerciantes y la mano de obra calificada, quedaran “protegidos” por los gobiernos de turno. La intención era “integrarlos” al sistema económico para que no cuestionaran el modelo de dependencia que se iba consolidando. Nacieron pues entre 1931 y 1937 en Barranquilla la Sociedad de Barberos, Sindicato Sociedad de Electricistas, Sindicato Obrero de Expendedores de Carne, Sindicato Fluvial de Subsistencia, de Matarifes, de Braceros Portuarios y Navegantes, Sociedad de Expendedores de Hielo, Sindicato Unión de Dependientes de Hoteles, Sindicato de Contramaestres y Marinos del Atlántico, Sindicato de Obreros Portuarios y el Sindicato General de Celadores.51 De esa manera, la presencia de dos economías paralelas con distintas raíces históricas, una de elite; primero colonial-terrateniente, después comercial-expansiva, industrial-acumulativa y posteriormente financiero-monopólica; con ellas fue naciendo otra laboral-marginal; primero de esclavos, trabajadores asalariados, obreros de la industria y portuarios, pequeños artesanos, etc., que con su herencia y conflictos fue condicionando, modificando y adaptándose al desarrollo capitalista en los años veinte en la ciudad. De esa manera, se fue excluyendo paulatinamente las posibilidades de un desarrollo armónico y autónomo de la sociedad barranquillera en su conjunto, y con ello fue quedando excluida, al mismo tiempo, la formación de un sector empresarial local que se interesara de manera consciente en el crecimiento, ampliación y desarrollo de una ciudad equilibrada en la economía y justa en su redistribución.

51

Posada, citado de Ignacio Torres Giraldo, Los inconformes, 1973. págs. 253-261.

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En medio de esos desniveles sociales, podemos decir que el origen y desarrollo de la “industria barranquillera”, que se amplió aceleradamente en las décadas del veinte y treinta del siglo XIX, no obedeció o bien a una fuerza interna de desarrollo o a las categóricas disposiciones externas, es decir, a factores “endógenos o exógenos” definidos y separados como algunos economistas en Barranquilla han intentado explicar; creo que es esta una forma simplista e incluso mecánica de presentar los hechos. Del análisis económico de esta investigación podemos afirmar que fue una interacción entre estos dos factores, donde el desarrollo dependiente de la economía local, fuertemente anclada en el comercio internacional, fue desarrollando una industria que permitió que el factor externo se formara como predominante para su evolución mediante la intromisión de capitales extranjeros, y la orientación de la dirección empresarial en condiciones de desventaja se debió fundamentalmente al comercio con los países capitalistas desarrollados; importando de ellos sistemas administrativos, maquinarias, capital y tecnología, definiendo de esa forma la dirección dependiente de su desarrollo posterior. Y el factor interno estaba sujeto a las bases económicas de acumulación que habían creado algunos extranjeros que llegaron sin capital y que lo forjaron mediante la especulación y el ahorro y, por otro lado, estaba el capital de la burguesía heredera del mayorazgo español con una base agraria y comercial que, mediante la explotación intensiva del trabajo local y el aprovechamiento de las ventajas geográficas de la ciudad, logró reinvertir parte de sus utilidades en la industria. En otras palabras, la expansión de la industria con el crecimiento concomitante de la ciudad y el mercado interno de consumo fue fundamentalmente de orden externo, es decir, dependiente, pero había un mediocre impulso interno que estaba relacionado con la estructuración del carácter pre-capitalista de producción y la concentración de capital en un número progresivamente reducido de personajes de la clase dominante local. Así pues, no fueron los “empresarios de la ciudad” los que forjaron la industria en Barranquilla, sino que fue el ascenso capitalista en Europa y Estados Unidos y su fácil conexión con la Costa Caribe colombiana los que modelaron al capitalista industrial criollo hasta proporcionarle organización, forma y proyección. La teoría del factor “endógeno” o interno en la formación y desarrollo de la industria solo se puede aplicar al avance manufacturero de las naciones capitalistas desarrolladas por su condición histórica de ser el centro 175


económico imperial dominante en cada una de sus etapas. Desde luego, la intromisión extranjera en los asuntos económicos de la industria local, en ese importante periodo de su desarrollo, no fue resultado de una imposición externa de manera categórica o amenazante, sino que fue una acción planificada y concertada por la propia elite política y económica que dominaba el circuito económico en Barranquilla y que en cada etapa de la evolución económica fue encontrando las áreas de máximas ganancias y de inversiones lucrativas tanto en la producción para el consumo regional como nacional. Estos sectores en ese proceso también actuaron como correa de transmisión en el jugoso negocio de exportaciones e importaciones, controlado en su mayoría por extranjeros o sus descendientes. En otras palabras, repetimos, el funcionamiento inicial de la industria en Barranquilla, su rentabilidad, no solamente dependió de las condiciones externas (relaciones capital-trabajo, organización, gestión interna, modificación del aparato de producción etc.), sino también dependieron de las relaciones internas que se combinaron en un sistema único que supo explotar eficientemente las grandes ventajas que ofrecía el río y el mar. (comercio exterior, relaciones de mercado internacionales, crédito ultramarino, financiación externa etc.). Se puede advertir entonces, para ser reiterativos, que la industria “barranquillera” no partió de una actividad “aislada” sino a través del contacto con las operaciones regionales y nacionales y de su interdependencia con el capital proveniente del exterior con una marcada orientación hacia la subordinación del mercado interno. Y si enfocamos estas relaciones desde el punto de vista del capital industrial naciente, la incipiente industria en la ciudad formó parte desde esa época, de un sistema de relaciones económicas nacionales que se comunicaba y se aprovisionaba primordialmente a través del río Magdalena, sistema que incluyó a la vez para su acumulación las condiciones de explotación de los trabajadores portuarios, el dominio de los mercados regionales y el crédito y la financiación de sus actividades a nivel nacional, es decir, se inició una estrategia industrial con una ubicación de las financiaciones hacia las zonas más rentables del país. Y esto último fue posible en esos años, en primer lugar, por la presencia de una estructura económico-social que permitió disponer de mano de obra barata y abundante que llegaba sin cesar de los pueblos y departamentos vecinos y, además, de un ejército de desempleados que crecía significativamente. Esta situación se corrobora en la siguiente 176


explicación: «De las 14.000 personas ocupadas en el sector industrial de Barranquilla en 1945, 9.400 habían nacido en el departamento del Atlántico, 1.800 en Bolívar y 1.500 en Magdalena, el resto provenía de los otros departamentos del país... es decir un 16% de los inmigrantes había encontrado ocupación en el sector industrial... el resto trabajaba en los otros sectores de la economía: transporte, construcción, comercio, servicios; los más desafortunados engrosaban la fuerza del desempleo». (Posada: 1987: p.103-104) Y, en segundo lugar, por la descomposición del campesinado de la poco ordenada región caribe colombiana, que atraídos y sometidos a la fuerza de trabajo asalariada fue esencial para la acumulación en el surgimiento del capital industrial y, además, factor determinante en la superación de la etapa mercantil primaria de la economía exportadora-importadora que se movía inclemente a través de los puertos existentes; teniendo como base infraestructural para su consolidación la apertura definitiva de Bocas de Ceniza en 1935. Como se puede ver, esta fuente imparable de población relativa flotaba y se redistribuía constantemente desde la costa caribe colombiana hacia el nuevo centro industrial que se ampliaba, pero su flujo permanente hacia la ciudad no condicionaba de ningún modo su desarrollo económico-social futuro, y el volumen real de esa población y los conflictos que generaría solo se puso de manifiesto cuando se abrieron de par en par las puertas del río Magdalena a través de Bocas de Ceniza y, por consiguiente, esta concentración del capital industrial produjo en esas décadas (40, 50 y 60s) del siglo XX una extensión imparable de barrios marginales que crecían hacia el sur de la ciudad bordeando el río, la calle Caldas, la Cordialidad y la calle Murillo como veremos seguidamente. La división creciente del sistema económico en la estructura de tránsito mercantil, el comercio, las finanzas, la industria y la economía marginal que surgía paralela en el mercado público, el mercado de granos, la plaza Ujueta, la plaza del Boliche, el mercado de hierbas y en las ventas ambulantes que fueron progresivamente tomándose las orillas del caño de la Ahuyama y las calles del centro comercial, fue también abriendo las brechas de la división estructural y física de Barranquilla. Mientras la masa de obreros, artesanos, pequeños comerciantes y desempleados fueron construyendo sus casas y ranchos sin ninguna planificación estructural y de servicios en barrios como Chiquinquirá, Montes, Lucero, San Felipe, Calancála, San Pachito, Montecristo y otros; la 177


excesiva acumulación de capital en industriales, comerciantes y políticos corruptos, dio paso a la construcción de grandes mansiones: «En 1920 -refiere Posada- Karl C. Parrish en asocio con Manuel y Enrique De la Rosa y con los ciudadanos norteamericanos James F. Harvey y W. D. De Barrard, fundaba la Compañía Urbanizadora El Prado con un capital inicial de $US.300.000, el objetivo inmediato de la compañía fue construir un barrio moderno en las afueras de la ciudad similar a los suburbios residenciales de los Estados Unidos, con sus grandes avenidas, áreas verdes, espaciosas casas rodeadas de jardines y facilidades deportivas». El derroche de dinero en manos de esta clase social era de tal dimensión que eran incapaces de medir la magnitud del despilfarro y la vida lujuriosa y esto, lógicamente, lo sabían aprovechar quienes tenían las riendas económicas de la ciudad: «“La tendencia es construir muy costoso” escribía el padre de Karl C. Parrish durante una de sus visitas a Barranquilla; y añadía “el problema es aguantar a estos tipos para que no gasten más allá de sus posibilidades”». (Posada: p. 111) Posteriormente el norteamericano Willian Ladd construyó a su imagen y semejanza un barrio residencial en honor a una ciudad norteamericana: el barrio Boston; mientras los pobres igual extendían sus ranchos hacia la parte periférica de los barrios Las Nieves y Rebolo. Esta situación de abundancia no se comparaba pues con la humanidad miserable que habitaba en los barrios pobres arriba mencionados. Bajo esa condición, la pobreza nació paralela con el desarrollo incontenible de la industria, el comercio, el crecimiento económico y el “embellecimiento” de la ciudad. La sobrepoblación y el poco o nulo avance en la construcción de vivienda popular, hacía que la gente de estos barrios de casas de barro y bareque, techos de paja y piso en tierra se hacinara en habitaciones pequeñísimas, contribuyendo a la promiscuidad, a las enfermedades transmisibles que obligaba a los barranquilleros sanos a someterse a los peligros de contaminación de la fiebre amarilla, las diarreas y otras enfermedades; sin medios mínimos de control sanitario, sin agua potable ni alcantarillado. Un informe de la Contraloría radiografiaba la situación de los barranquilleros pobres así: «Se ha hecho el detalle de los parentescos, las edades y los sexos de las personas que ocupan las casas de 1 y 2 compartimentos para demostrar como la estreches de las viviendas es factor determinante de absoluta promiscuidad 178


en la cohabitación de piezas que simultáneamente son salas, cocinas, comedores, y dormitorios para hombres y mujeres púberes e impúberes vinculados entre sí por distintos parentescos». (Contraloría: 1948: p. 72)

Inquilinato en Barranquilla (1940): estas casas albergaban alrededor de 14 familias en condiciones malsanas

En fin, la insalubridad patente, la ignorancia impuesta y el alcohol en abundancia eran consecuencias inevitables del hacinamiento en que vivían los habitantes de los barrios populares, quedando sometidos y condenados a los residuos que les dejaba el capital industrial y mercantil, no teniendo así la oportunidad de ganar un salario justo que le permitiera vivir en condiciones modestas. Las autoridades de salud del municipio solo intervenían cuando se desataba una epidemia inevitable, y solo lo hacían para sepultar a los cadáveres de los pobres en el cementerio Calancala creado para tal fin, y aislar a los moribundos en el único centro hospitalario: el Hospital de Barranquilla. Esta situación concreta influía en la baja productividad de los obreros portuarios e industriales y expandía rápidamente las enfermedades en los sectores marginales no integrados a la economía formal. Sobre este tema, un funcionario de la Organización Panamericana de la Salud en un análisis de la situación latinoamericana de la época explicaba: «En efecto, una producción baja de bienes y servicios crea salarios insuficientes y estos a su turno, dan lugar a una nutrición inadecuada, a 179


una instrucción y una educación deficientes, a una vivienda malsana, a un bajo nivel de vida. Estos factores fundamentales que condicionan la enfermedad la que, a la recíproca, generan una energía humana de capacidad limitada y con ella una baja producción, es decir, crea un círculo vicioso». (Horowitz: 1960: p. 12)

6.2 Las rebeliones obreras y la intervención estatal en el desarrollo de la industria local

Los principales obstáculos al rápido desarrollo de la industria y al comercio importador-exportador rentable fue la gran pobreza en que vivía la mayoría de la población en Barranquilla; la limitación relativa de la demanda solvente; la realidad constante y evolutiva de que grandes grupos de la población estaban al margen o completamente fuera de la economía de consumo (Esta fue establecida masivamente por la Voz de Barranquilla inaugurada el 8 de diciembre de 1928 propiedad de Elías Pellet hijo del primer cónsul norteamericano en Barranquilla); la competencia intensiva de la producción bien elaborada de los países desarrollados y, como factor fundamental, la ausencia de una red moderna de comunicaciones que fuera capaz de vincular con más eficiencia la economía barranquillera con la del resto del país. Estos temas limitaron fuertemente la expansión industrial regional; pues ya se observaba en la segunda década del siglo XX que en el país: «Existían apenas una corta longitud de carreteras; los islotes y obstáculos entorpecían el transporte fluvial, tanto en la boca de los ríos principales como a lo largo de todo su trayecto. Para viajar de la Costa del Caribe a la capital, pasajeros y todo su equipaje tenían que subir al barco y bajar de él por lo menos siete veces. Un viaje de Barranquilla a Bogotá y de esta ciudad a Pasto o Buenaventura exigía cinco o seis semanas en las mejores condiciones posibles». (Rippy: 1981: p.37) Bajo tales condiciones de atraso en infraestructura, el riesgo de establecer industrias en la ciudad para el mercado nacional era muy alto y si no se establecía una regulación estatal en el control de los puertos, inversión en infraestructura e implementar medidas proteccionistas para crear una fuerte 180


economía regional, las iniciativas comerciales y empresariales comenzaban a mostrarse imposibles para las décadas siguientes. En el interior del país, sobre todo en la región antioqueña, el centro y el Valle la economía, por su fácil conexión entre sí, su bajo contacto con los poderes transnacionales y relativamente alejadas del contrabando, logró mayor capacidad de desarrollo y crear una sólida industria con un fuerte mercado de consumo a su interior que la pondría en adelante a la cabeza del desarrollo capitalista en el país.52 Los empresarios instalados en Barranquilla, por el contrario, se mostraban renuentes al control estatal, pues gran parte de sus ganancias la derivaban del comercio con el extranjero, de la evasión de impuesto y de la industria ilícita del contrabando. Un experto en transportes norteamericano sobre la situación de algunos empresarios barranquilleros, comentaba: «Muchos entre ellos utilizan prácticas de laissez-faire ya anticuadas, oponiéndose con terquedad a cualquier intento de regular su individualismo recalcitrante». (Nichols: 1973: p.82) Así pues, el verdadero obstáculo de la industrialización a gran escala y la agilización del comercio en Barranquilla no consistía tanto en la falta de recursos de capital, al centralismo o a la “competencia de Buenaventura”53 como esgrimen abstraídos

de

la

realidad

algunos

economistas,

sino

a

condiciones

socioeconómicas infraestructurales y de una concepción económica errónea que fueron conspirando lentamente contra la producción, movilización y colocación efectiva y rápida de los productos industriales en los mercados del interior y aún del exterior. En otras palabras, el capital mercantil como forma de acumulación prioritaria de la burguesía barranquillera, y destinado únicamente a la compra y venta así como a las operaciones económicas que le están asociadas, era por lo general un capital que funcionaba mayoritariamente en la esfera de la distribución de mercancías y no originaba (origina), por lo tanto, ganancias efectivas para iniciar la producción industrial a gran escala; en cambio el

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Indicios de los orígenes del desarrollo industrial en estas regiones lo hace (1977: p. 54) Frank Safford: “Por aquellos tiempos, sin embargo, los altos empresarios de Bogotá encontraron sin duda un aliciente en la protección proporcionada por los altos costos del transporte por el río Magdalena... Hagen considera y hace observaciones interesantes sobre las influencias de la emigración vasca, la experiencia minera (como escuela económica) y el aislamiento de Antioquia como factores de su desarrollo económico” 53 Esta teoría afirma que “Desde finales de la década del treinta la ciudad había visto deteriorar su situación económica global llevando a una pérdida de dinamismo industrial en los años cuarenta y cincuenta. El principal factor detrás de esta evolución fue la pérdida del liderazgo portuario de Barranquilla como resultado de la competencia de Buenaventura”. Adolfo Meisel, ¿Por qué se disipó el dinamismo industrial de Barranquilla? Editorial Presencia, 1993, p. 23.

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desarrollo de la industria en Bogotá, Cali y Medellín (el denominado “triángulo de oro”) generaba una acumulación efectiva de plusvalía por la poca competencia extranjera, lo que permitió extender significativamente su industria, es decir, social y económicamente hablando ni Barranquilla ni Buenaventura se desarrollaron sólida y equilibradamente por los siguientes factores 1) haberse especializado en una economía de transito 2) por las circunstancias de vulnerabilidad a las fluctuaciones de la especulación del comercio internacional y 3) por la influencia negativa del comercio ilegal por ser los principales puertos exportadores importadores del país.54 En ese contexto, la acumulación que se desarrollaba de manera acelerada en el comercio exportador no conduciría a una rápida acumulación de capital en la industria, sino cuando se disolviera la economía mercantil de tránsito que manejaban las casas comerciales extranjeras, cuando se generalizara a gran escala la producción de mercancías de capital local, cuando se lograra controlar el contrabando y cuando el papel del Estado se situara como factor protector de los industriales nacionales no monopólicos, pero además, y lo más importante, protector de las medianas empresas y de los pequeños productores que, como afirmamos anteriormente, concentraban la mayoría de la fuerza laboral total. Las políticas estatales y municipales debían pues rebelarse contra la presencia de los monopolios extranjeros que dominaban el circuito económico de la ciudad, inmersos estos monopolios en una clara concentración de capitales hacia arriba y hacia fuera. Por otra parte, los grupos monopólicos “barranquilleros” que despuntaban, como los Santodomingo, ante el copamiento del mercado regional reinvirtieron sus capitales en otras partes del país, a pesar de la grave fractura social y la explosión de desempleo que existía en la ciudad, lo que indica que la industria “barranquillera” no funcionaba ni antes ni ahora con los principios del sentimiento regionalista, como creen ingenuamente algunos economistas, sino

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Sobre el tema de la pobreza en Buenaventura y como una paradoja de la abundante riqueza que transitaba por su puerto afirmaba un diario capitalino que «Pese a ser el puerto de carga más importante del país y de aportar, según la DIAN, más de un billón 714 mil millones de pesos cada año por impuestos, el 80% de la población de Buenaventura vive en la pobreza. Y el desempleo llega al 30% de acuerdo con el análisis de la encuesta de Calidad de Vida realizada por el PNUD y que algunos consideran optimistas. En el diagnóstico de lo que ocurre en el puerto vallecaucano aparecen violencia generada por guerrilla, paramilitares y narcotraficantes; un analfabetismo del 17% que supera el promedio del país (9%) y la mitad de sus casi 350 mil habitantes no tienen acceso a agua potable» . Buenaventura, puerto pobre, El Tiempo, noviembre 29 de 2005, p. 1-1.

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que operaban ya, en cualquier región del país, bajo el salvaje escalofrío de la ganancia. Los cambios políticos en 1930 que estuvieron acompañados de los primeros estallidos sociales y saqueos por hambre en la ciudad,55 la llegada de los liberales al gobierno acompañados de la misión Kemmerer (alemana) que intervino en lo referente a la Ley Orgánica de Aduanas (Ley 79 de junio de 1931)56 favoreció las posibilidades de crear un complejo socioeconómico que fortaleciera la industrialización a gran escala y el comercio con el interior a través del río Magdalena, pero la incapacidad política de la dirigencia local frenó tales posibilidades pues «La congestión de los puertos marítimos y fluviales no vino a solucionarse sino hasta el periodo de depresión económica, que trajo consigo una disminución en el volumen comercial para de nuevo presentarse a partir de 1940». (Nichols: 1973: p. 197) Si el gobierno no intervenía rápidamente en agilizar la movilidad de las mercancías, en mejorar las condiciones de navegabilidad por el río y en invertir en capital industrial, entonces la variante más probable era que ese capital enorme que se movilizaba y acumulaba por esta vía se escurriera por canales secundarios. Es decir, se dieron las posibilidades de acelerar la industrialización, existían los recursos para las obras, pero no había en Barranquilla en ese periodo de los años veinte, treinta y cuarenta una clase social que, dentro del esquema económico establecido, es decir de dependencia al capital extranjero,

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Estos cambios de reacomodación política del poder y del capital al interior de la clase dominante no llegaron solos, por el hambre y el desempleo creciente en la ciudad, estuvieron acompañados de grandes manifestaciones que fueron violentamente reprimidas: “en Barranquilla, el 16 de septiembre de 1930 desde las 7 de la mañana y durante todo el día, oleadas de masas hambrientas apedrean vitrinas y saquearon (aquí sí) algunos alimentos, la policía es incapaz de dominar la multitud, en vista de lo cual irrumpe el Ejército y se producen violentos choques y en consecuencia muertos y heridos. El bloque de masas se desarma y la gente se escurre por las calles. Pero de nuevo aparece, se reagrupa en las plazas... el miedo invade a los notables y de la gobernación sale la promesa de reabrir los trabajos de la carretera a Puerto Colombia, así como de nuevas obras” Ignacio Torres, op. cit., págs. 218-219. 56 Para entender el tema de los aranceles en ese periodo, conviene recordar que el punto de partida hacia un mayor proteccionismo a escala mundial puede fijarse en 1930, año en que se publicó en Estados Unidos la llamada “Tarifa Smoot-Hawley” que elevó los derechos de importación de los Estados Unidos, y, por otra parte, Inglaterra que por entonces era la primera potencia comercial del mundo capitalista, ante la actitud proteccionista de Estados Unidos, reaccionó con la convocatoria de la conferencia de Ottawa de 1932 en la cual se acordó un sistema de 'preferencias imperiales', basadas en un postulado bien simple y concreto 'primero los productores nacionales, en segundo término los del imperio Británico (dominios y colonias) y los últimos los extranjeros.' Los países subdesarrollados siguieron en la misma línea trazada por las potencias y es así como Colombia presionada por esa situación internacional, comenzó a implementar mecanismos proteccionistas. Así pues, el objetivo primordial de la ley 79 de junio de 1931 era la reestructuración técnica de la aduana para intensificar el control a las importaciones mediante la imposición de altos aranceles y favorecer así el desarrollo industrial.

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tuviera el poder necesario y un interés tan apremiante como para abrir los caminos en otra dirección. La llamada “Liga Costeña” que se creó en 1919 por comerciantes, algunos industriales y políticos de los partidos tradicionales, únicamente se preocupaba de contratos y manejo de recursos que iban a parar, por lo general, a sus cuentas bancarias y en sus conflictos con el centralismo, para hacer propuestas de anexión a las políticas imperiales norteamericanas; base contradictoria pero necesaria de su existencia histórica. Un cónsul de este país sobre el tema afirmó: «El sentimiento que prevalece entre los miembros de la Liga Costeña es decididamente hostil al gobierno y algunos han hecho velados comentarios que sería mejor para los departamentos de la Costa separarse de Colombia y ser gobernados por una nación que protegiera sus derechos y bajo la cual pudieran prosperar, se supone que estos comentarios se aplican a una unión con Panamá bajo la protección de los Estados Unidos». (Informe Consular: 1998: p.65) El objetivo de esta “liga” era pues presionar concesiones económicas en interés de los grupos que se amotinaban con el cuento inútil del separatismo, motivados en gran parte por la euforia que les produjo la separación y anexión de Panamá al imperio norteamericano. Al conseguir algunas prerrogativas económicas del Estado para fortalecer su capital a través de las comisiones y los contratos; la amenaza de la separación de la Costa se constituiría, en adelante, en una derruida bandera del gamonalismo regional para alimentar sus beneficios y que, hasta nuestros días estos sectores, de manera vulgar y pidiendo dinero al contado, continúan amenazando al centralismo bogotano con la creación de la “República Independiente del Caribe”. Este desgreño y desinterés en lograr un desarrollo económico y social concertado y equilibrado y de asumir sin vergüenza posiciones regionalistas de anexión al imperio, logró un efecto de respuesta de la población que condujo a que los obreros, defraudados por la poca intuición intelectual y política de sus dirigentes, pasaran a la ofensiva creando en 1936 dos poderosas organizaciones sindicales FEDENAL y FERROVÍAS que en determinadas coyunturas pusieron en jaque a los factores de poder que existían en Barranquilla en ese periodo. Así las cosas, con la creación de estos poderosos sindicatos, el gobierno intentó atenuar los conflictos sociales y políticos con la Costa Atlántica a punta de normas jurídicas para tratar de evitar la fragmentación y la confrontación: «El 184


gobierno de Colombia continuó enfrentándose a los problemas fluviales a través de las leyes. A finales de 1943 una nueva Ley destinaba cinco millones de pesos para un proyecto de cinco años de duración, que comprendía obras de dragado y obras para mejorar las condiciones de navegabilidad del río. Un decreto del año siguiente autorizaba la construcción de una Compañía Nacional de Navegación, con un capital de tres millones de pesos, con el propósito de propiciar el mejoramiento del transporte fluvial y costanero». (Nichols: 1973: p. 197) Sin embargo, a pesar de la inyección de capitales para la agilización mercantil las cosas en la ciudad no mejoraron en términos sociales y de infraestructura, lo que prueba que los principales obstáculos a la proyección de la industrialización y navegabilidad eficiente por el río, no dependían tanto del atraso económico de la región Caribe o a la pobreza fiscal del gobierno central, sino más bien a la corrupción administrativa que se fortalecía en el municipio y toda la región Caribe y a la estructura de sometimiento que dominaba el principal puerto del país. Los trabajadores portuarios organizados en la FEDENAL aprovecharon muy bien el poder de su organización y los conflictos originados entre los intereses de las políticas estatales y los de los gremios privados, conquistándole al capital importantes logros en heroicas luchas; única forma de lograr la redistribución económica y la pretendida justicia social: «El pacto laboral del 37 resolvió las dificultades entre las dos partes: clasificó las tripulaciones, determinó la alimentación de los trabajadores de los barcos, fijó el salario mínimo en $ 2.20 y el salario por categorías, y exigió el pago por indemnización por accidentes. Como claras conquistas obreras estaban el aumento promedio del salario en un 63% ¡y lo que ningún otro sindicato colombiano ha conseguido en la historia: la sindicalización obligatoria del personal contratado! Las compañías navieras a su vez consiguieron permiso para elevar la tarifa». (Archila: 1987: p.48) De no desarrollarse el proceso económico que evolucionaba en la ciudad bajo una intervención estatal autónoma, la acumulación de capitales para otras ramas de la producción se desarrollaría, en adelante, insuficientemente entre otras cosas a causa de la excesiva influencia del poderío económico norteamericano 185


en la economía de la ciudad y de la gran limitación del mercado interno de consumo, pues las conquistas obreras de los trabajadores portuarios no fueron ganadas para la totalidad de los trabajadores integrados en otros procesos productivos, sectores que constituían aproximadamente el 75% de la fuerza laboral activa. Este hecho frenó en gran medida el proceso de acumulación creciente de la industria barranquillera o se realizó tan lentamente que sus niveles de crecimiento no alcanzaron a absorber la masiva mano de obra que sin cesar se instalaba en la urbe. En esa medida, cuando algunos de los grupos económicos que controlaban el mercado local comenzaron a sentir las medidas económicas proteccionistas de la “revolución en marcha” liberal, vieron en estas un obstáculo en su camino y comenzaron a mover capitales por fuera de los nuevos parámetros económicos establecidos. La evasión de impuestos fue pues un fuerte de acumulación en ese periodo. Pero el control de capitales no solo se realizaba a través de la evasión vía corrupción, sino que también las obras de infraestructura que requería la ciudad marcaban un fuerte vínculo con los intereses norteamericanos y, en menor medida, los europeos en las décadas del treinta y cuarenta del siglo XX. Karl C. Parrish norteamericano “patrono” de Barranquilla en esos años, era el que tenía en sus manos no solamente la planificación estructural de la ciudad sino también el control de importantes áreas económicas. Entre estas figuraban la construcción del Terminal Marítimo «Que permitiera, como complemento indispensable para Bocas de Ceniza, a los barcos marítimos atracar al igual que las embarcaciones del río. Esto suponía no solamente nuevos muelles y bodegas sino maquinaria pesada para carga, nuevas instalaciones aduaneras, ferrocarriles, almacenes, teléfonos, luz y todo lo que se requiere para tener un puerto moderno». (Nichols: 1973: p. 266) El contrato para la construcción del nuevo terminal se celebró en 1933 siendo “por casualidad' las firmas del acaudalado Karl C. Parrish y sus subsidiarias norteamericanas las que ejecutaran la obra, entre ellas estaban, como lo anotamos, la Compañía del Terminal de Barranquilla (que encarnaba los intereses directos de Parrish), la Raymond Concrete Pile Company y la Winston Brothers Company. Las obras fueron contratadas inicialmente por un valor de $2.500.000 duplicándose el costo en el transcurso de la construcción. Los otros intereses económicos de Parrish estaban, como afirmamos en líneas anteriores, en urbanizadoras, en industrias y en la realización de importantes 186


obras de infraestructura como el estadio de fútbol Romelio Martínez. Fue también el contratante de la modernización del acueducto con un préstamo concedido por la compañía financiera Illinois Central Trust Co., de la remodelación del Mercado Público y, además, artífice y máximo beneficiario de la creación de las Empresas Públicas Municipales (EPM). Para recoger la deuda contraída por el municipio producto de estas necesarias obras, Parrish no designó a la hacienda pública distrital que era la entidad encargada por ley de hacerlo, sino que su desconfianza en los corruptos políticos que pululaban en la administración, lo llevó a designar por vías de hecho y por veinte años a un ciudadano norteamericano: Samuel Hollopeter. Así pues, Mr. Karl Parrish, Mr. Hollopeter y los demás gentlemans norteamericanos que aprovecharon bien la época de la “bonanza de los millones” para imponer sus “planes de desarrollo” al municipio, fundaron un sistema de relaciones económicas y políticas con arreglo al cual las políticas urbanas de la ciudad se convirtieron abierta y cínicamente en un instrumento para consolidar los monopolios y para el enriquecimiento personal y familiar de estos personajes. El imperio norteamericano a través de sus agentes tenía pues una fuerte influencia en la administración pública, sin embargo, el relativo avance del empresariado local producto de la industrialización que avanzaba bajo la protección de la reforma arancelaria de 1931, por la cual las aduanas dejaron de cumplir la función exclusiva de fuentes de ingresos fiscales y se convirtieron en un medio de defensa de algunas ramas industriales contra la competencia ruinosa de la industria extranjera (Arrubla: p. 166), fue la base para que estos sectores reafirmaran su carácter dominante tanto en el plano económico como en decisiones de índole política en sus intereses y conflictos con las políticas centralistas, afirmándose en el plano regional una poderosa burguesía industrial. Así lo atestiguaría un economista local de la época: «No existiendo entre nosotros una legislación que amparara en forma explícita y concreta el desenvolvimiento industrial, la protección aduanera vino a llenar tamaño vació con los resultados que ahora estamos contemplando... la que mejor supo aprovechar las ventajas de la protección aduanera, fue sin duda alguna, Barranquilla. Desde que comenzó a regir, se procedió a fundar compañías para la explotación industrial, con la consiguiente demanda de

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obreros y el establecimiento de industrias derivadas».57 (Bernal: 1941: págs. 89) En ese contexto en 1936, un año antes de la fundación de los barrios obreros de San Isidro y Alfonso López,58 la encumbrada clase política local movilizó a una parte de la población barranquillera para que el gobierno central reanudara los trabajos de apertura definitiva de Bocas de Ceniza, apelando al manido regionalismo y al “progreso de la ciudad” para fortalecer sus intereses e intentar reafirmarse en el escenario nacional como actor político y económico. Las barriadas barranquilleras fueron manipuladas y posteriormente excluidas en provecho de los gremios, como lo afirma Jaime Colpas: «El acucioso gentío se dirigió al Teatro Municipal 'Emiliano Vengoechea', donde a la sazón se iba a elegir la Junta de Defensa de Barranquilla, que era promovida por la Sociedad de Mejoras Públicas para defender los intereses citadinos y centralizar la directriz del movimiento. Sin embargo, la reunión se efectuó en el Teatro Colombia por ser este más espacioso que el vetusto Teatro Municipal que empezaba a ceder ante el embate del tiempo y la desidia oficial. Al final de la reunión la junta fue escogida. En ella el bajo pueblo no tuvo ninguna participación». Barranquilla vivía de esa forma en un periodo histórico conflictivo y acelerado, con múltiples cambios de rumbo, de forma que, bajo esos elementos de exclusión, la clase popular no estaba ya segura de que la ciudad caminaba siempre “dando su voz y su músculo al progreso” como lo afirmaba candorosamente su himno, sino encauzada al subdesarrollo y la pobreza como lo mostraba claramente esa realidad. Para la década del treinta, el grupo Santodomingo ya se perfilaba como dominante en las relaciones económicas locales y en un fuerte “contradictor” de los mecanismos monopólicos que imponían los norteamericanos. Sobre el manejo de las Empresas Públicas Municipales que actuó como “florero de Llorente” giró el conflicto con el capital imperial, como lo atestigua la nota que

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Alirio Bernal, Barranquilla industrial, Hemeroteca del Atlántico, 1941, p.8-9. El barrio se creó en homenaje al banquero Alfonso López Pumarejo, entonces presidente de la república quien llegó a Barranquilla en 1937 a inaugurar los nuevos muelles del Terminal Marítimo y Fluvial. 58

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sigue: «En 1936, esta entidad también recibía ataques del sector privado, ahora de parte de J. Mario Santodomingo, quien había ya presidido la Cámara de Comercio. Según rumores que llegaban a oídos del cónsul de los Estados Unidos, J. Mario Santodomingo 'no podía tolerar que prácticamente toda la estructura económica de Barranquilla estuviese en las manos de una institución financiera americana'». (Monthly Political Reports: 1936: p. 113) Era esta pues una lucha por el control económico y administrativo que se iniciaba y quien ayer atacaba a los monopolios se convirtió, mediante la asociación con estos, en uno de los grupos que hoy concentra a gran escala la riqueza del país. En efecto, los monopolios internacionales anclados en Barranquilla fueron más allá de la simple instalación de sus industrias y sus capitales en el contexto de las nuevas leyes proteccionistas que auspició la “revolución” de López Pumarejo; pariente muy cercano de los Santodomingo. En primer lugar, las nuevas fábricas que se montaron y la organización comercial que comenzó a regir en la ciudad organizaron una especie de sistema subsidiario en el que los grandes empresarios instalados en las zonas industriales especiales como la Vía Cuarenta, Barranquillita y la Calle Treinta, comenzaron a producir para el comercio local y nacional por cuenta de los mismos monopolios extranjeros; quienes imponían a la producción local las fases y las orientaciones del crecimiento industrial, regulaban a su antojo la producción y el suministro de tecnología, eran los que establecían los mercados internacionales de acuerdo al lucro de las inversiones, manipulaban el desembolso de capital, apoyándose en la inversión y el crédito directo que los contratistas y subcontratistas hacían a los bancos extranjeros que estaban instalados en el centro y norte de la ciudad y, además, trasladaban concertadamente los costos y perdidas a los asociados nacionales. Bajo esa “unión mixta”59 de capitales nace en Barranquilla en 1930 la Unión Industrial Y Astilleros Barranquilla (UNIAL S.A.) empresa que nació como subsidiaria de la Todd Shipyards Corporation, de la Baldwin Lima Hamilton Corporation y la Charleston Shipbuilding Drydock Company que ocupaban en principio el 81% de las acciones, y se constituiría UNIAL como «La industria metalmecánica y de construcción naval más importante de Colombia y una de

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Los monopolios de los Estados Unidos aprovecharon hábilmente las llamadas empresas mixtas haciéndolas pasar como empresas barranquilleras, evitando de esta manera el riesgo de una posible nacionalización, por la grave convulsión política y laboral que existía en la ciudad y el país.

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las primeras de Centro y Sur América... sus productos pueden competir con todo éxito en los mercados internacionales». (Sarta: et. al: 1972: p. 215) Los capitalistas de UNIAL eran una integración efectiva que permitió en corto tiempo, tanto la reinversión de capital extranjero para colocarlo, luego de la reversión de utilidades, en la bolsa de valores norteamericana para la estabilidad y proyección de la inversión, así como también comenzaron a proyectar y consolidar a los nacientes monopolios locales en lucha por controlar la navegabilidad por el río y el comercio interoceánico, en este caso ese papel se le asignó al grupo Santodomingo. Los representantes del capital en la compañía eran Edward Wills, J. Louis Reynolds, B. Gralow, Julio Mario Santodomingo, Julio Mario Santodomingo Jr., Alberto Pumarejo y Germán Salazar. Posteriormente este mismo grupo creó Aluminios Reynolds60 con miras a seguir con la línea monopólica en las ramas metalmecánica y de aluminio, fortaleciendo la dualidad de los capitales monopólicos tanto internos como externos. Así pues, esta compañía: «Se fundó hace años en Barranquilla, al integrarse un consorcio internacional formado por capital colombiano y estadinense, con fines a la explotación de un ramo vital para el desarrollo de otras industrias, dentro del campo metalmecánico: la producción de láminas y estrusiones de aluminio». (Sarta: et. al: 1972: p. 202) Es de anotar que esta industria (UNIAL) tuvo un fuerte apoyo económico estatal a través del Instituto de Fomento Industrial (IFI), siendo pues el capital estatal un poderoso impulsor del desarrollo inicial de los monopolios nacionales. Así lo señala con precisión Mario Arrubla (1969: p. 176-177): «El Instituto de Fomento, creado así con el fin de atenuar la contradicción entre los intereses de los capitalistas particulares y los del conjunto del régimen capitalista (fin que, por otra parte, define a las instituciones oficiales y semioficiales burguesas tanto como sus funciones antipopulares) cumplió en alguna medida su misión. A su iniciativa se debieron empresas como la Planta de Soda, las Industrias del Mangle, la Compañía de Productos Químicos Sulfácidos, la Compañía Nacional de Cloro y derivados, la Industria Colombiana de LLantas, la Unión Industrial de Astilleros de Barranquilla, la Industria 60

La poderosa familia Reynolds, cuando inició sus operaciones de aluminio en Colombia, tenía fuertes vínculos económicos con el grupo Manufacturers Hannover Trust de los Estados Unidos.

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Colombiana de Pesca Marítima, el Matadero Frigorífico de Villavicencio, el Consorcio Industrial de Santander, y finalmente las Acerías de Paz del Río». Si bien en ese periodo algunos pequeños industriales se quejaban de la presencia del capital extranjero asociado, para los nacientes monopolios nacionales, forjados con dineros del Estado y la eficiente explotación de la mano de obra, la visión era enteramente contraria pues con más filantropía que racionalidad económica veían en estos capitales la posibilidad de aumentar el empleo nacional, ampliando de esa manera el mercado interno para toda clase de productos y, por esa vía, contribuir a aliviar los graves conflictos sociales y obreros que eran fuertes en la época. Igualmente, estos grupos que se integraban reconocían que la asociación de capitales a través de firmas extranjeras, traían consigo nuevas técnicas y nuevos métodos organizacionales que estos nacientes monopolios colombianos podían asimilar para sus nuevas adaptaciones tecnológicas, aprovechando la ubicación estratégica de la ciudad como punto equidistante entre el río y el mar. Sin embargo, el auge del capital monopólico nacional y local no fue naciendo solo ni impune como creían los empresarios en Barranquilla. A la par de éste nació la Federación De Trabajadores del Atlántico (FEDETRAL) quien, probando fuerzas con el capital, organizó en abril de 1947 un paro departamental «Acompañado de marchas de hambre similares a las que se hicieron en los años de la depresión. El paro en el Atlántico fue total y sirvió de ejemplo para el sindicalismo del resto del país». (Archila: 1987: p. 44) La principal contribución de las compañías norteamericanas de capital asociado a la creación de las corporaciones mixtas barranquilleras, fue pues un paquete tecnológico que configuraban patentes, diseños de planta, procesos industriales y técnicos y, lo más importante, el prestigio que generaban las marcas extranjeras en el mercado de consumo promovido por la propaganda en masa que auspiciaban los periódicos El Comercio y El Heraldo, inaugurado este último en 1933, y las recién fundadas Emisoras Unidas y la Voz de la Patria; acción ideológica de la propaganda en masa que fue limitando lentamente el terreno de las importaciones a través de la promoción intensiva del consumo local. Es de recordar igualmente que una de las primeras emisoras existentes en Barranquilla, la Voz de la Víctor, era propiedad de la multinacional norteamericana RCA Víctor y la contraprestación de su existencia era emitir 191


solamente los discos de la RCA, situación que los llevó a la quiebra porque la gente en barranquilla se cansó de escuchar siempre las mismas repetidas canciones en esa emisora

Edificio de Emisoras Unidas quien por sus ataques a Gaitán fue incendiado por el pueblo insurrecto en abril de 1948

Los procesos de industrialización con hegemonía del capital extranjero, no solo provocaron la existencia en Barranquilla de una masa de divisas que el país y la ciudad perdieron por concepto de patentes, dividendos, impuestos etc., sino que además se generó una orientación negativa de las divisas disponibles, divisas que necesariamente se destinaron, en su mayoría, a los insumos que proveía el capital extranjero. De esa manera, ese proceso de industrialización orientado al mercado local encontró su término en la capacidad adquisitiva de la población barranquillera y, como alternativa, quedaron las políticas orientadas a la exportación, dirigidas estas a otras regiones del país y al exterior. Desarrollar las vías de comunicación era pues un paso necesario e imprescindible para materializar la nueva estrategia económica de acumulación, como lo veremos en el capítulo que sigue. Por otro lado, en el terreno cultural, Barranquilla en los años treinta era un hervidero de pasiones aguijoneado por los sones que procedían de las islas antillanas y por los aires locales que descendían del rio Magdalena para terminar

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su periplo en las esquinas de los barrios populares. Los fandangos, las guachernas, el berroche y el chandé eran el estímulo de la población para olvidar la agobiante pobreza y preparar las grandes danzas que los redimirían, por lo menos simbólicamente, en los cuatro días del carnaval, pero pasado este desenfreno de alegría, las deudas de los obreros y sectores populares los llevaban a insistir en la rebeldía y a exigir nuevos paros a la dirigencia de la FEDENAL.

6.3. Se agudizan los problemas sociales: carreteras, ferrocarriles y la aviación en la decadencia comercial del río Magdalena

El auge económico de la etapa previa a la segunda guerra mundial producto de la creciente industrialización (que se elevó a un ritmo del 7.8% anual) representó la tasa más alta de crecimiento económico bajo la era del modelo de sustitución que eliminó buena parte de las importaciones, debido a que se dio «La ocasión propicia para una nueva sustitución de importaciones, particularmente las de ciertas materias primas esenciales por entonces de gran demanda y cuya producción se podía emprender con facilidad. Así se instalaron las primeras fábricas de rayón, de ácido sulfúrico, de manufacturas de aluminio, de curtientes, de ácido clorhídrico, de hilazas de lana, de productos de asbesto-cemento y llantas». (DANE: 1930: p 86) Esta apertura a la industrialización permitió que en Barranquilla en el año de 194461 se pudieran contabilizar 1.700 establecimientos industriales; y mientras los Estados Unidos confirmaban su papel imperial en el mundo,62 y al mismo tiempo el cura lituano Stanley Matutis en 1946 realizaba intentos infructuosos por controlar la expansión de la miseria en la llamada Zona Negra de Barranquilla mediante rifas y la caridad misericordiosa de los potentados, todo ello obligó al 61

En julio de este año se reunieron en Bretton Woods representantes de 44 países con el objeto de firmar el convenio constitutivo de lo que sería el Fondo Monetario Internacional (FMI) creándose también en esa misma conferencia el Banco Mundial. Con el triunfo de la propuesta del representante de los Estados Unidos Harry Dexter White se reemplazó el patrón oro y el dólar quedó como centro de la economía del nuevo sistema financiero y los países tercermundistas quedaron sujetos a sus fatídicas recetas. 62 Sobre el tema decía William Ashworth que “Después de la guerra la capacidad productiva de Estados Unidos se había incrementado un 50% y en 1945 producía más de la mitad del total mundial de los bienes manufacturados y poseía la mitad de la capacidad de transporte mundial (comparada con el 14% de 1939) y suministraba un tercio de las exportaciones mundiales, mientras que consumía solamente una décima parte de las importaciones mundiales” (A Short History of the World Economy Since 1850. Londres, 1975, p. 258.)

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Estado colombiano a acelerar la movilización de mercancías para satisfacer las demandas del capital industrial y comercial tanto nativo como extranjero. El Estado, bajo ese esquema, agenció empréstitos para construir y rehabilitar las líneas férreas que comunicaban a la Costa con el interior del país, pues por este medio comenzó a moverse a gran escala el volumen de mercancías y materia primas que se transportaban del río hacia el mar y viceversa. La principal materia prima exportada por el Terminal Marítimo y en menor medida por los muelles de Puerto Colombia era el café, que en los años de 1942 a 1945 había alcanzado un buen precio en el mercado internacional. Esta necesidad de recursos económicos para desarrollar obras de infraestructura, llevó al gobierno colombiano de entonces a hacer un préstamo al Banco Mundial por 25 millones de dólares para rehabilitar las líneas férreas que iban del interior a la Costa (Bogotá-Fundación) y fue el elemento fundamental que desequilibró el volumen del movimiento mercantil desde y hacia el interior del país pues ya «en 1946 se habían movilizado por el río 610 millones de toneladas kilometro y 410 toneladas kilometro por los ferrocarriles, pero en los primeros años de la década de 1950 el volumen de carga transportado por los ferrocarriles y por carretera excedía al del Magdalena». (Nichols: 1973: p. 192) Esta situación de auge económico a raíz de la apertura de los ferrocarriles no se compadecía, sin embargo, con la miseria de los trabajadores portuarios, ferroviarios y del transporte que obligados por el hambre y los bajos salarios los llevó a lanzarse nuevamente a una huelga el 26 de noviembre de 1945: «La huelga fue declarada ilegal, se suprimió la personería jurídica de la FEDENAL congelándose sus fondos, se legitimó la contratación de esquiroles y se encarceló a importantes dirigentes del río. Estas medidas fueron acompañadas de una desviación de la carga hacia el puerto de Buenaventura... la fuerza de la protesta fue de tal magnitud que para justificar la represión contra los trabajadores el presidente de la época Alberto Lleras Camargo exclamó “... Yo no puedo permitir sin escándalo, y sin que la autoridad quede confinada a la miseria, que haya dos gobiernos en la República: uno en el río y otro en el resto del país”». (Archila: 1987: p. 53)

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Mientras tanto, unos meses antes de esa ejemplar demostración de combate popular que apuntaba al redescubrimiento político y social de los obreros barranquilleros, el 14 de abril de 1945, su contraparte, los grandes comerciantes e industriales locales le construían en su zona residencial un reluciente parquemonumento a George Washington y le entonaron a capela, en la mañana de ese mismo día, el himno apocalíptico “La Marcha Triunfal” compuesto por el emergente compositor Eduardo Barranco. Al acto asistieron los místeres Tomas H. Robinson cónsul de los Estados Unidos en Barranquilla, H. F. Bateman cónsul británico, Samuel Hollopeter, Mayron G. Reed, Edwin Weston Jr., Edward Simonds y los criollos Juan B. Fernández, Carlos Martínez Aparicio, entre otros personajes de la vida pública local. Un año después, el día de la inauguración del parque, vino personalmente el vicepresidente de los Estados Unidos Mr. Henry Wallace a reafirmar simbólicamente la posesión de esta parte de la neocolonia colombiana.63 Pero por el lado de los pobres las otras inauguraciones no se hacían esperar. En grandes batallas la población afrodescendiente en Barranquilla, proveniente del histórico Palenque de San Basilio en su mayoría, recuperó tierras e inauguró en 1942 el populoso barrio El Valle siendo este barrio popular el principal baluarte de la herencia africana en la ciudad. En el terreno de la movilidad de la economía global que aterrizaba sus tentáculos en lo local, con la extensión de las cosechas cafeteras en la primera mitad del siglo XX, las grandes ganancias que producía el auge de exportación del café, principalmente por el puerto de Barranquilla, no iban a parar a manos de los pequeños cultivadores del interior, o a los obreros que descargaban y cargaban el grano en los puertos, sino a manos de la poderosa Federación Nacional de Cafeteros creada por terratenientes en 1940 (construyendo su sede en Barranquilla en un portentoso edificio situado en la Carrera 46 con 34); y en el exterior a manos de la General Foods perteneciente al grupo Lehman-Goldman-

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Sobre este acontecimiento, el alcalde de Barranquilla en ese periodo Juan David Montes rendía expresa obediencia al imperio y “en uso de sus facultades legales y considerando que los Estados Unidos de Norteamérica han contribuido de manera ostensible a la ejecución de los postulados del panamericanismo con la política del “Buen vecino” ... y que la Compañía Urbanizadora del barrio residencial “El Prado” ha destinado en el plano de la respectiva urbanización un lote de terreno ubicado en el crucero de la Avenida Colombia con la calle 15... ordénese la erección de un monumento al prócer de la patria Americana George Washington y denominar la citada plaza con el nombre del libertador de los Estados Unidos” El Heraldo, 14 de abril de 2004, p. 12 A.

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Sachs de la familia Rockefeller, a la Procter and Gamble de la familia Morgan y al monopolio suizo Nestlé que en su conjunto controlaban gran parte de la oferta del café a escala mundial. En Barranquilla esta bonanza se cristalizó con la creación de la Cafetería Almendra Tropical que en pocos años de funcionamiento logró copar el mercado local y regional del café molido, rompiendo definitivamente con la comercialización minoritaria del grano entero y, de paso, acabó con la costumbre ancestral de tostar el café en el caldero y pulverizarlo en el molino de mano que hasta entonces era el mecanismo familiar que operaba en las cocinas barranquilleras y costeñas. A parte de los ferrocarriles y las carreteras, el otro factor que le dio una estocada de muerte al río como medio de movilidad de mercancías y acumulación de capital, fue el impulso a la aviación. Con la creación de la Sociedad ColomboAlemana de Transporte Aéreo (SCADTA) cuya inspiración inicial fue el inicio del correo aéreo entre Barranquilla y Puerto Colombia en un primer vuelo simbólico realizado por el aviador norteamericano Willian Knox y el capitalista barranquillero Mario Santodomingo. Este vuelo, que representó el inicio de la conquista aérea por parte de la familia más poderosa de Colombia, fue perpetrado el 18 de julio de 1919. Con esta primera “hazaña aérea” se protocolizó en diciembre del mismo año la SCADTA con la inversión posterior de capitales alemanes, entre ellos los de Peter Von Bauer y Herman Küel.

Con la creación de la SCADTA el comercio a partir de 1925 se agilizó entre Barranquilla y Honda de una manera significativa, sobre todo en el transporte de 196


pasajeros pues los extranjeros no solamente llegaban del exterior para instalarse en la ciudad, sino que Barranquilla era el punto obligado de arribo para los representantes de multinacionales que empezaban a colonizar con sus capitales el interior del país. La creación del lujoso Hotel El Prado en 1930, financiado casi en su totalidad por la Pam Américan propietaria de la International Hotel Corporation de New York con dineros adicionales de Karl Parrish y la familia Obregón, fue producto de esa necesidad de confort habitacional que exigían tanto los empresarios nacionales que, venían a concretar sus negocios, como los representantes y comisionistas extranjeros del capital transnacional. Con la derrota de Alemania en la segunda guerra mundial y la huida presurosa de los nazis de Barranquilla protegidos estos por algunos dirigentes políticos locales,64 sobrevino igualmente la quiebra de esta empresa (SCADTA), la cual fue absorbida en 1940 por la Pam Américan monopolio americano del transporte aéreo, por el poderoso grupo Santodomingo y por la Federación de Cafeteros, dando origen a la empresa Avianca y sus filiales Avianca Incorporated, Aerovías Regionales de Colombia (Aerotaxi), Sociedad Aeronáutica de Medellín (SAM), Helicópteros Nacionales de Colombia (Helicol), Petróleo Helicopter y la Corporación de Viajes (Coviaje); siendo el control de este medio uno de los vehículos de mayor importancia para que se concretara la monopolización del mercado interno de mercancías livianas y de pasajeros, creándose una nueva fase acumulativa de crecimiento de capitales en el modelo económico de sustitución de importaciones. Sin embargo, esta política de sustitución que surgió en los años treinta y trató de afianzarse en los cincuenta como mecanismo de afianzamiento de la industrialización, jurídicamente iniciada mediante el decreto 2218 de 1950, decreto que estableció el arancel de aduanas orientado con un criterio altamente proteccionista, estos aranceles aplicaron a las importaciones gravámenes ad-valoren dirigidos a proteger, de una manera más simbólica que real, la industria nacional. Las medidas tuvieron poco efecto para fortalecer el mediano capital industrial en Barranquilla, pues los tres elementos que sostenían la dependencia permanecían intactos: 1) el intercambio desigual a través de los El caso que más llamó la atención en Colombia fue el del espía nazi Heriberto Schwartau quien “al comienzo de la guerra viajó a Alemania, se lo presentó como muerto en la batalla de Sebastopol y se le envió luego a labores de espionaje en la Costa Atlántica. Detectado por la policía secreta británica, fue detenido por las autoridades colombianas. En enero de 1943 fueron expulsados de Barranquilla varios alemanes implicados en actividades de espionaje” Diario Popular, Bogotá, enero 18 de 1943. 64

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puertos, 2) las inversiones directas de los monopolios, principalmente norteamericanos y 3) los empréstitos usureros de la banca internacional a la industria privada y al municipio. Este hecho permitió que el capital extranjero penetrara por medio de otras formas que fueron amarrando la economía colombiana y barranquillera a los designios imperiales posterior a la segunda guerra mundial. Julio Silva sostiene que esto sucedió «debido a que la sustitución de importaciones se agotó muy rápidamente por la ausencia de un vigoroso plan de desarrollo independiente, pronto el proceso se transformó en una sustitución de propietarios nacionales, que agudizó la dominación externa de nuestra economía y trocó a la ascendente burguesía colombiana en un sector conciliador con los patronos extranjeros. Dentro de ese esquema, el crecimiento industrial no se diseña en función del desarrollo nacional sino de los intereses globales de los monopolios transnacionales que vienen a explotar el creciente mercado interno y hoy utilizan mano de obra barata para exportar hacia países en donde los costos son mayores». (Colmenares: p.127) En medio de esa nueva realidad económica de subordinación al capital transnacional, se instala en Barranquilla a finales de los años cincuenta la Atlantic Machinery Company Ltda., entidad fundada por los señores Eric Gallagher, Richard Hendrickson y Tomás Arteta, dedicada esta compañía «A la fabricación de maquinaria agrícola pesada y a la instalación y construcción de tanques para usos industriales y estructuras mecánicas en general». (Sarta: et. al: p. 246) La importación de maquinaria agrícola fue reemplazada por la fabricación local de esta multinacional para masificar su distribución en el mercado regional y nacional, permitiendo el usufructo de la marca y el asocio con capitalistas locales y, correlativamente, lograr el mejor aprovechamiento de la explotación de la mano de obra. La Atlantic Machinery Company era subsidiaria para Colombia de la firma Rome Americas Plow Company de Cedartown Georgia y para la fabricación de la maquinaria agrícola que distribuía a todo el país, utilizaba materias primas nacionales sobre todo el acero de Paz del Río, y las partes intensivas en tecnología como los motores, eran traídos de su filial en el exterior. En esa extensión de integración del capital asociado, surgen en ese periodo en Barranquilla una ofensiva del capital transnacional con miras a copar el mercado 198


nacional, y utilizar a Colombia como plataforma para copar los mercados de países vecinos. En ese marco emergen en la ciudad Eternit Colombiana que integra los capitales de Colseguros, familia Santodomingo, el grupo Grancolombiano y dineros del Vaticano. Las multinacionales Pepsicola (del grupo Dulles, Sullivan and Cronwell-Marine de Midland), Coca Cola (del poderoso grupo Morgan), Crown Litometal, Conservas California, Philips de Colombia S.A. (filial de la transnacional holandesa del mismo nombre), Aga Fano y Du Pont de Nemours empresas multinacionales que comenzaban a instalarse en la Vía Cuarenta, en Barranquillita y a lo largo de la Calle Treinta en cumplimiento de la nueva misión asignada a los capitales extranjeros para la industria. De esa manera, el desarrollo industrial de Barranquilla en la década del cincuenta no se produjo de forma independiente, como sugieren algunos autores, sino que fue un proceso que evolucionó bajo condiciones deformadas que mantuvo, en términos generales, el atraso económico, la dependencia al capital extranjero y la herencia precaria del capitalismo mercantil exportadorimportador; situación que en las décadas del cincuenta y sesenta no permitía el avance a cabalidad de la industria media de capital nacional y, por consiguiente, se consiguió en el corto plazo la perdida de energía de la industria media de capital barranquillero, desarrollada con un fuerte desequilibrio y dependencia décadas atrás. La significativa importación de productos industriales, fue la otra cuña que frenó el desarrollo industrial de capital nativo, lo que originó el despliegue de una capa de personajes que actuaban como representantes locales de la industria norteamericana. En el comercio de la ciudad, por ejemplo, estaba afianzada la casa importadora-exportadora de Enrique Rash que además de ser propietario de la Tipografía Eléctrica El Conservador, también era agente de la Vellvé Company de Nueva York empresa fabricante de mobiliario para toda clase de elementos destinado a las escuelas, colegios y teatros; asimismo representante de Rudolph Koerner de Hamburgo, Alemania, quienes introducían maquinarias de todo tipo a gran escala procedente de Europa y, al mismo tiempo, representante de la famosa máquina de escribir Fortuna, y por último, este personaje representaba a la multinacional J.H. Callaghan & Co de Nueva York quienes ingresaban al país toda clase de mercancías para el consumo doméstico de producción norteamericana. Estaba también la Casa Comercial de E. A 199


Rosado & Co., que además de vender muebles y máquinas de oficina de uso casero importados, eran también los únicos representantes para el país de los automóviles Chrysler, de las llantas para automóviles General, de cines y películas Pathe Baby, importadores de fonogramas y discos Columbia, de Instrumentos para banda Thibouville-Lamy, máquinas para escribir Premier, máquinas para sumar Burroughs y diversos artículos de procedencia estadunidense orientado para el mercado de consumo suntuario65que lentamente iban minando las posibilidades tecnológicas de producción de la industria nacional. Por otro lado, las políticas de promoción de exportaciones que se diseñaron para la década de 1950 en Barranquilla, producto del auge de exportación de materias primas y la producción en algunas ramas de la industria como la metalmecánica y la petroquímica, generaron nuevas modalidades de desarrollo del capitalismo dependiente que no contribuyó, en lo fundamental, a acabar con las desigualdades sociales, pues el estudio citado de la Contraloría elaborado en 1948 que investigó sobre la situación de la clase obrera de Barranquilla, no dejaba dudas sobre los niveles de explotación y miseria a la que éstas estaban sometidas, concluyendo que «más del 50% de la población obrera examinada tiene un peso inferior al que le corresponde por su edad y talla... este es uno de los más fehacientes testimonios de la insuficiencia alimenticia entre la población obrera de la ciudad» Y entre las causas de la desnutrición y miseria de los trabajadores en la ciudad mencionaban que: «1) el crecimiento de la ciudad ha creado dificultad para el aprovisionamiento familiar por falta de centros apropiados de distribución 2) la disminución de importaciones durante la guerra hizo decrecer seriamente el margen del gremio de los trabajadores portuarios. 3) la suspensión de trabajos en la zona bananera en 1943 dejó en la miseria a muchas familias que migraron a Barranquilla y, además, hizo disminuir el aprovisionamiento de guineo producto básico en la dieta alimenticia de los trabajadores y 4) el alza en el costo de la vida que fue más marcado a partir de 1942». (Archila: 1987: p. 61) Ante esa situación de miseria que marcaba fuertes diferencias y particularidades en el conflicto de clases, los trabajadores organizaron una poderosa huelga que

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Directorio Comercial Pro Barranquilla, págs. 7-10.

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sacudió los cimientos del capital a través de la paralización de la columna vertebral del país en ese entonces: el río Magdalena: «El conflicto laboral se inició cuando el 17 de diciembre de 1945 FEDENAL

decretó

una

huelga

largamente

anunciada.

Instantáneamente el gobierno reaccionó y pocas horas después declaró ilegal la huelga, instando a los trabajadores a regresar inmediatamente a sus actividades so pena de ser despedidos y de ser tratados sin miramientos de ningún género. Al otro día se hizo efectiva la amenaza del gobierno el que para quebrar la huelga movilizó esquiroles protegidos por el Ejército y dio garantía a las navieras para que engancharan nuevos trabajadores... pero antes de enfrentar al gaitanismo, ese conglomerado de clases dominantes fue consciente que, en primer término, era necesario acallar al sindicalismo, terminar con los paros de solidaridad y golpear a FEDENAL por entones símbolo de las principales conquistas del movimiento obrero. En ese sentido, las voces de los dos partidos exigieron la implementación de un 'nuevo clima social', entendido como la necesidad de terminar con los conflictos laborales para subordinar, sin dudas de ningún género, el trabajo al capital». (Vega: 1987: pags. 259 y 262) La gran acción de los trabajadores portuarios no pudo ser pues más que la realización práctica del paso político-ideológico siguiente en el desarrollo del conflicto obrero que se incubaba en Barranquilla. El que esa marcha en su evolución conflictual fuera decisivo o de carácter episódico, dependió de las circunstancias concretas por las que atravesaba el movimiento huelguístico; mostrando igualmente una clara discrepancia que existía a su interior entre los partidarios del gaitanismo y los miembros del Partido Comunista. 66 Pero esa cuestión de división interna no es de importancia histórica cuando el tema laboral tenía como prerrequisito el conocimiento de la estructura social-económica de acumulación y sus mecanismos excluyentes (que llevó a la Naviera Fluvial, la Sobre estos conflictos políticos en la ciudad la prensa local resaltaba que “El concejal Escamilla (Socialista) nuevamente en el uso de la palabra se reafirmó en los cargos que lanza a la candidatura presidencial del Dr. Jorge Eliecer Gaitán y dijo que si el concejal Charris de la Hoz (gaitanista) cuando habló de hacer uso del cinturón hubo de referirse a él, lo invitaba a que procediera así en la seguridad de que le partiría el corazón de un tiro” La Prensa, Barranquilla, noviembre de 1945, p. 5. 66

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empresa más grande del río para la época, a despedir a todo el personal en huelga, anunciando, de paso, que se embolsaba $400.000 de las prestaciones sociales de los trabajadores); pues desde ese punto de vista lo que había que considerar y valorar en el plano económico y político era el ininterrumpido proceso de los críticos momentos de ruptura institucional y social que produjo la gran huelga obrera y, más adelante, agudizado con el asesinato de Gaitán y sus graves consecuencias en la ciudad de Barranquilla.

CAPITULO VII

GAITAN Y LA BATALLA POR LA DIGNIDAD DE LOS POBRES

7.1 El 9 de abril: la consolidación de los monopolios locales y la extraña visita del asesino Roa Sierra a Barranquilla La amenaza que Jorge Eliecer Gaitán representaba para los industriales locales, nacionales y extranjeros era evidente en los principios generales de su estrategia económica expuesta en El programa liberal de Colón (Panamá). En ese programa afirmaba Gaitán que «El partido liberal de Colombia luchará en lo nacional, con las fuerzas que estén alineadas contra las oligarquías y contra las fuerzas internas que en lo nacional se llaman oligarquías y contra las fuerzas externas que en lo internacional representan al imperialismo». (Alape: 1983: p. 122) Bajo esta amenaza estratégica al gran capital una comisión de industriales visitó a Gaitán entre los cuales estaban los accionistas de la cervecera Bavaria, principal empresa “barranquillera”. Darío Samper, testigo presente de esa reunión manifestó: «Gaitán si hablaba de la posibilidad de nacionalizar algunas industrias que se habían convertido en básicas en el país. Concretamente lo dijo delante de nosotros: la nacionalización de las empresas de cervezas, entre otras Bavaria, con el fin de que el Estado pueda manejar esas industrias, para producir bebidas más baratas para el pueblo». (Alape: 1983: p. 123)

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Gaitán en Barranquilla inaugurando un partido de futbol en la Nevada: no visitó los clubes sociales sino los barrios donde habitaba la pobreza.

El asesinato de Gaitán que sospechosamente coincidió, unos meses después de realizada esa reunión, de la presencia de su asesino Roa Sierra en la ciudad67 y, además, de la creación del GATT (General Agreement on Tariffs Trade, Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio), organismo constituido para conseguir la reducción de aranceles y otras barreras existentes en el comercio mundial para afianzar a la potencia económica triunfante después de la segunda guerra mundial, generaba extrañas coincidencias entre capital, crimen y comercio. La presencia de Gaitán alentó nuevamente el interés en Barranquilla por transformar las estructuras sociales; pues las masas hambrientas estaban entusiasmadas por el estruendoso discurso de Gaitán realizado el 21 de junio de 1945 en el Paseo de Bolívar en donde de manera determinante apuntaba:

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Según reporte del diario La Prensa de Barranquilla, Roa sierra trabajó en la Reencauchadora Atlántico, al parecer su presencia en la ciudad tuvo que ver con los vínculos que este personaje tenía con la embajada alemana, en el periodo Nazi, donde trabajó algún tiempo. Fidel Mejía el propietario de la vulcanizadora donde trabajó Roa Sierra, dio claridad sobre su filiación política: “Juan Roa Sierra si era conservador, y era muy fanático. Iba todos los días a misa a una iglesia cercana al taller de mi propiedad. Supe que era conservador por el conocimiento personal que tuve con él. Me consta personalmente que militaba con seguridad en el Partido Conservador” El asesino de Jorge Eliecer Gaitán vivió en Barranquilla, Latitud, revista del Heraldo, (4/13/2013) Documento consultado en línea.

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«Embargado hasta más no poder por esta manifestación con que habéis querido habrumarme, grande, fervorosa como no lo habrían visto vuestros ojos ni los míos, en cuanto que Barranquilla, ya de tiempo amada mía llegó ahora a vindicar el recóndito sentimiento de mi espíritu. Llega a decirme que cuando en las venas nuestras corre sangre humilde de indígenas, que cuando se ha salido de la entraña del fondo, aunque se ha podido llegar a la altura, por el propio coraje contra toda envidia y contra todos los obstáculos y no nos avergonzamos de nuestra propia personalidad, sino que la aventamos como presea de victoria contra los zánganos, merecemos el apoyo del pueblo; que cuando así sucede yo he hecho bien en sentir cierto altanero orgullo y estáis confirmando que he tenido razón para despreciar a la oligarquía, para despreciar a la prensa politiquera y mentirosa; que he tenido razón para despreciar las combinaciones que anidan en los círculos del país político y he tenido razón, porque Colombia, cuando se trata de un hombre del pueblo, de un compañero vuestro, por ser presidente, no se le pide permiso a la oligarquía, sino que se le dice al pueblo... ¡a la carga!». Meses previos a la fatídica fecha, que marcó el inicio del suicidio espiritual de la clase dominante en Colombia, el 21 de abril de 1947,68 la Federación de Trabajadores del Atlántico (Fedetral) realizó un Paro Cívico que paralizó todas las actividades comerciales, industriales y portuarias en Barranquilla. Había un clima de confrontación en la ciudad debido a la angustia económica de los trabajadores quienes tratando de conciliar con la administración de turno «Prometieron cambiar los términos de la resolución y prometieron solemnemente que se trataba de un Paro Cívico ordenado, pacífico para expresar al señor gobernador las angustias de los trabajadores por el alto costo de la vida». (Núñez: 1968: p. 20)

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Cinco meses después de esa grandiosa manifestación de protesta, en una segunda visita realizada a la ciudad, el 16 de septiembre de 1947, Gaitán, rompiendo con el oportunismo politiquero y orientando a la población a la elevación de su conciencia de clase, afirmaba que “Necesitamos que el objeto de la política cambie; tenemos hombres explotadores de todos los partidos; ellos se abrazan con sus adversarios; sin tener en cuenta las clases necesitadas” La Prensa, Barranquilla, septiembre 17 de 1947, p. 7.

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El Paro Cívico pacífico fue violentamente reprimido por el Ejército y la Policía y como invariablemente ocurre en estas desiguales confrontaciones la prensa de la época satanizó la legitima protesta de los obreros en Barranquilla, y los pobres, como casi siempre ocurre en este país de tiranuelos, llevaron las de perder: «En el hospital de la Caridad están los nombres de los heridos y la naturaleza de las lesiones, nombres que corresponden a miembros del sindicato de esta ciudad que desviaron su fervor patriótico hacia caminos nada recomendables». (Núñez: 1968: p. 22) La respuesta histórica de los trabajadores a esta agresión llegaría el 9 de abril de 1948. Este día fue el catalizador decisivo en la confrontación oculta de clases que existía en la ciudad, lo que produjo en el contexto social y político barranquillero una situación radicalmente nueva. Desde la narrativa fatalista un cronista de la época narró parte de los acontecimientos del 9 de abril de esta manera: «El gobernador, el alcalde y sus secretarios y las altas autoridades celebraban al filo del mediodía la fiesta del policía. También estaban allí concentrados la oficialidad del Ejército y personas de alta distinción social y política, a la una y veinte minutos, 25 mil obreros habían regresado a sus fábricas... a la una y veinticinco, la noticia estalló como una explosión... en el espacioso Paseo de Bolívar un vasto y turbulento remolino humano rugía hasta la sordera... ¡han incendiado la Prensa!, parecía extraño que en tan contados momentos se hubiesen tomado decisiones tan drásticas. Al parecer la marejada humana se había dividido en tres o más brazos monstruosos como si tres o más inteligencias capitanas la dirigieran, aprovechando los heridos sentimientos del fragoroso liberalismo gaitanista, que en Barranquilla comportaba la casi totalidad del partido y el 80% de la población... a las cuatro por el Paseo de Bolívar desfilaba una manifestación silenciosa, huraña. A la cabeza iba un líder liberal que llevaba en las manos una bandera y se dirigía a la gobernación, alguien lo atajó en la vereda: ¿tiene usted seguridad doctor que la que lleva en alto es la bandera liberal? El líder sorprendido alzó los ojos e hizo un gesto de contrariedad abatiendo el pendón, que quedó tirado sobre el 205


pavimento... unas manos morenas recogieron los pliegues de seda con elación cariñosa. Media hora después ondeaba en el balcón principal del palacio de gobierno. Abatido en la calle estaba el iris de Colombia. Era la bandera oficial de las Repúblicas Socialistas Soviéticas. En vez del cóndor, el gorro frigio y los cuernos de la abundancia sobre campos de oro, celeste y sangre, estaban la hoz y el martillo trenzados en seda». (Manrique: 1968: p.32) La represión a la multitudinaria manifestación produjo en el pueblo y su dirigencia la aplicación sucesiva y simultánea de métodos de lucha dirigidos a generalizar la violencia revolucionaria que posibilitó, en la medida en que el conflicto de agudizaba, el desenmascaramiento total del orden político y social existente como aparato brutal de fuerza al servicio de poderes económicos nativos y extranjeros. La consigna vital, según el cronista anterior, era solamente una: «¡A armarse! ¡A las ferreterías! exclamaban desde la radio (Emisoras Unidas tomada por el pueblo insurrecto), en el crucero de la carrera Cuartel con la calle del Banco, estalló una formidable explosión y la ciudad se llenó de humo denso, pegajoso y asfixiante». (Núñez: 1968: p. 33)

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La furia de los barranquilleros desmoronó en un instante el “modelo de virtudes” del régimen exportador

En pocas horas fueron reducidas por la rebeldía popular las fuerzas militares que custodiaban el edificio de la gobernación y las instalaciones de la alcaldía; en ese momento, para la revolución espontánea que logró tomar los puntos estratégicos de la ciudad, el problema fundamental era rebasar la mera inmediatez de la situación dada y todo se concentró en un punto; el problema del poder; y por primera vez, sacando de su memoria el impulso natural de su tendencia histórica hacia la transformación y el equilibrio, el pueblo barranquillero logró controlar un efímero poder político que duró 9 cortas y difíciles horas y nombrar un alcalde y un gobernador surgidos de la naciente Junta Revolucionaria. La nueva administración insurrecta estaba encabezada por los lideres Israel Escamilla (Partido Comunista), Néstor Carlos Consuegra y Alfonso Hernández Barreto (Gaitanistas). Fueron destituidos resueltamente en una gigantesca ovación popular el gobernador Blanco Núñez y el alcalde Raúl Fuenmayor Arrázola. Sin embargo, el poder político de la burguesía fue restituido después de 9 horas de agitación social y de gobierno popular, gracias a la feroz reacción de las fuerzas militares que tuvo que enfrentarse a la agonía existencial de un pueblo hambriento y desarmado. El parte de victoria del brazo armado del capital fue el siguiente: «Nº 101883-República de Colombia, fuerzas militares, Ejército, Brigada, Comando Barranquilla, abril 9 de 1948 señor doctor J. M. Blanco Nuñez, gobernador del Atlántico E. S. O., por el presente le informo que en esta hora 8:15 fueron desalojados del edificio de la gobernación y de la alcaldía los sediciosos que se encontraban en ellos. El personal se dirige a restablecer la normalidad en la Policía Nacional (sublevada) Att. Carlos Perdomo Puyo, Coronel comandante de la 2ª Brigada». Posteriormente, en los días 10, 11 y 12 de abril se siguieron presentando fuertes levantamientos populares en los barrios obreros de la ciudad «Con la agravante de que una nueva ofensiva multitudinaria contra la ciudad y el gobierno departamental, quizá habría resultado favorable, tanto por la experiencia del fracaso que obtuvieron del día 9 los instigadores y cabecillas de la revuelta, como la guarnición militar de Barranquilla, que según lo informado por su comandante

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a nosotros, solo estaba compuesta en su gran mayoría por reclutas recién entrados al cuartel y carentes de entrenamiento». (Núñez: 1968: p. 54) El pueblo barranquillero resistía obstinadamente en las calles, en una fiesta de combate abierta colorida y bulliciosa, en una alegría que tenía su fundamento en la liberación momentánea de la opresión histórica que se sintió en el corazón de todos los manifestantes con la bandera del proletariado mundial ondeando en los balcones de la Gobernación del Atlántico pero, a la vez, era una alegría contenida por el llanto que produjo el asesinato de Gaitán, era el triunfo efímero de la utopía justiciera sobre la máscara farsante de la llamada “ciudad del progreso” que hipócritamente auspiciaba desde sus finos escritorios la elite dominante. Esa batalla de tres días en Barranquilla se dio pues no solo para sustituir la acción de su héroe asesinado mediante la sentida rebelión popular, sino también en nombre del derecho absoluto a respetar la vida humana, como se los prometió Gaitán, el derecho al trabajo y a poseer las mieles de ese trabajo, el derecho a comer, vestir, tener vivienda, el derecho a una educación que se ubicara en sus necesidades materiales y se afincara en su cultura y, en últimas, el derecho de todo colombiano a disfrutar de la riqueza nacional. Fue entonces en nombre de todos esos derechos inalienables que el pueblo de Barranquilla se levantó, es decir, se manifestaron resueltamente en contra del “derecho divino” que ostentaba la minoría nativa y extranjera. Sin embargo, la clase dominante, a la cabeza del alcalde, el gobernador, los gremios, los clubes, la prensa oficial y toda la podrida elite enquistada en el poder económico y político, escudados en la fusilería apátrida y en el poder extranjero, los comenzaron a tildar de ser los propagadores del mal supremo y, por lo tanto, debían ser perseguidos y encarcelados por subversivos, criminales, malhechores, ateos, inmorales, ¡hay que perseguirlos en nombre de la ley! decían los gremios, y la radio, nuevamente en manos de los poderes tradicionales por la cruel acción de los fusiles del ejército vociferaba: «Se hace saber al pueblo de Barranquilla y del departamento y en general a todas las personas en posibilidad de sintonizar esta transmisión, que las noticias que se propalen por cualquier medio escrito o hablado, contrarias a las informaciones oficiales suministradas por nosotros, son absolutamente falsas y de tendencia subversiva... lo único cierto, lo único exacto y verídico es 208


que el orden social ha sido restablecido mediante la lealtad del Ejército». (Núñez: 1968: p. 56) Sin embargo, esos rebeldes que llevaban por dentro la cristalinidad del gaitanismo, interiorizada en la inocencia de la pobreza y tratados como escoria fuera de la ley por la “sociedad barranquillera”, sostenida ésta por la lealtad irracional y la fusilería del Ejército, eran y son el pilar fundamental de la nueva ética social que aún está por nacer y que fue ahogada en sangre tras la muerte de Gaitán.

El odio que en los sermones hacían los curas conservadores contra Gaitán, conllevó a que el pueblo atacara sus iglesias.

La intervención del imperio norteamericano para la protección de los intereses de las castas dominantes en los graves sucesos del 9 de abril en Barranquilla no se hizo esperar. El gobernador quien fuera destituido en una acción soberana

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del pueblo y vuelto a restituir por la tropa después de haber asesinado a decenas de manifestantes en las calles, afirmó lo siguiente: «La gravedad de esta situación subió de puntos cuando se me informó que estaba ya casi agotada la provisión de gasolina en la ciudad y en el depósito departamental para el abastecimiento de los vehículos oficiales, todos exclusivamente dedicados en Barranquilla y en las carreteras que a ésta confluyen o a la vigilancia y al control del orden público... entonces me vi obligado a redactar y enviar la siguiente nota... 'República de Colombia, Departamento del Atlántico, Gobernación. Señor Gerente de la Tropical Oíl Co. Sírvase suministrar inmediatamente a órdenes del depósito de las obras públicas mil ciento cincuenta (1.150) galones de gasolina'». (Núñez: 1968) p. 45) El agradecimiento a la ayuda oportuna de los gringos en combustible para la movilización de la tropa y para la producción industrial de los grandes consorcios económicos que estaban paralizados por la rebeldía popular, fue evidente en la siguiente declaración: «La regular provisión oficial de combustibles -relata el gobernador Blanco Nuñez- fue entonces prontamente restablecida y dentro del prudente racionamiento decretado por la gobernación la del destino a las fábricas y a los vehículos particulares, provisión también muy urgente pues ya comenzaban a encarecerse y a escasear los alimentos que Barranquilla recibe de fuera, como sucedió en las precedentes huelgas generales petroleras, en que también hube de adoptar medidas semejantes aunque en circunstancias afortunadamente no iguales para la ciudad, el departamento y la nación; tan terrible situación se contrarrestó rápidamente». Días después, y por sus coqueteos con el gaitanismo, el gobernador del departamento fue destituido por los gremios económicos, y en su remplazo fue designado el industrial, banquero, terrateniente, ganadero del Magdalena y ex Ministro de Guerra, Alberto Pumarejo.

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Los diarios en Barranquilla no disimularon el nerviosismo que produjo la imbatible rebeldía popular

Después del 9 de abril, con la represión en masa en las calles de Barranquilla, comenzaba la duda social y la inviabilidad coyuntural del proyecto ideológico de la llamada “ciudad del progreso” que traía desde principios del siglo XX la clase política y empresarial local. El “país nacional” abatido a tiros en las calles entraba en crisis, a la vez que Colombia se comenzaba a incendiar por todos lados. Los agentes contrahegemónicos que lideraron la insurrección en la ciudad, estaban compuestos por la clase obrera industrial, los trabajadores portuarios, el movimiento barrial gaitanista, los empleados surgidos del comercio y la administración estatal, los desheredados de los partidos políticos tradicionales, pequeños artesanos; y toda la revuelta de marginados integrada por los vendedores ambulantes del mercado, cambalacheros del Boliche, coteros del Caño de la Ahuyama, voceadores de periódicos, revendedores de pica pica, campesinos de paso etc. Esa espantosa crisis de poder que puso al descubierto el irresoluble problema social en la ciudad, dio un cierto espacio para que los barranquilleros soñaran en el futuro con un gobierno popular, pero muy pronto y por el nuevo atornillamiento automático de la élite represora, el “país político” o

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politiquero que Gaitán atacaba desde las tribunas, venció al país nacional que se movilizaba en los campos y ciudades y la imposición de la represión, acompañada de la persecución y la amenaza, fue inmediata. La represión posterior era pues una condición necesaria para la recomposición de la “sociedad barranquillera”; todo esto bajo el gobierno de la dictadura ospinolaureanista, la hegemonía arbitraria de nuestra oligarquía local exportadoraimportadora y, en la economía internacional, bajo el nuevo modelo que se cifraba en el proyecto de exportación primaria, sobre todo estimulado por el gran precio que tenía el café en los mercados internacionales. El 9 de abril en Barranquilla, la “ciudad exportadora” de los gremios, venció al sudor y los sueños de la ciudad obrera y popular. Su inspiración excluyente la envalentonaría poco tiempo después, pues a finales de mayo cuando las flores en la tumba de miles de colombianos asesinados no se habían marchitado, seguían multiplicándose los problemas de navegabilidad por el río Magdalena en medio del grave conflicto existente entre capital y trabajo; y los empresarios y comerciantes aprovechando la contraofensiva criminal contra las clases populares, proclamaron a los cuatro vientos una ofensiva oligárquica para esquilmar el menguado salario de los trabajadores ribereños.

7.2. La contraofensiva patronal contra los trabajadores después de la insurrección gaitanista

Los comerciantes y representantes de empresas navieras amenazaron en mayo de 1948 a todo el país con un paro total si el gobierno no modificaba las relaciones laborales vigentes para adecuarlas a su favor. Bajo el amparo de la ley 21 de 1920 sobre conciliación y arbitraje los grandes empresarios del río le daban a conocer al país la arrogancia del poder y su desprecio hacia la clase popular en el siguiente comunicado: «Los salarios y las prestaciones impuestas los hemos venido atendiendo con la plena conciencia de que su desproporción conduciría a las empresas a la ruina que hoy confrontan... nosotros anunciamos el desenlace fatal de este proceso crítico, pero los gobiernos creyeron que nuestra advertencia reiterada no era otra cosa que una dramatización táctica e interesada del problema. El hecho trágico es que el país tiene que renunciar al río Magdalena como vía explotable por el 212


capital privado. No es este pues, un pleito más entre FEDENAL y los empresarios. Nosotros no tenemos nada que discutir con los trabajadores». (Semana: 29/51948: p. 20) La Federación Nacional del Transporte Marítimo, Fluvial y Portuario (FEDENAL) cuyos sindicatos fluviales agrupaban ya a 10.000 trabajadores, apelando a la facultad antagónica del movimiento, respondió resueltamente a través de su presidente en Barranquilla Israel Escamilla lo siguiente: «La naviera Colombiana y las demás empresas que se han plegado a sus pretensiones buscan como finalidad acrecentar sus ganancias sobre la base de disminuir el personal, causando la desocupación y la miseria de centenares de hogares; la rebaja de salarios de los braceros mediante la rebaja de los precios de cargue y descargue; la disminución de la alimentación abordo; el aumento de las horas de trabajo etc., con un criterio altamente reaccionario que no ha vacilado ni siquiera ante las difíciles circunstancias por las cuales atraviesa el país... ni importarle un bledo la cacareada defensa de nuestro puerto y de la vía del Magdalena». (Semana: 29/5/1948: p. 21) El sistema creciente de exclusión y explotación que siguió a las jornadas del 9 de abril, consolidó de esa manera a los sectores económicos locales, entre ellos al grupo Santodomingo y a las cerveceras de este grupo que Gaitán pretendía nacionalizar, a las grandes navieras y a los prósperos comerciantes, fortaleciéndose en corto tiempo la alianza estratégica con el capital norteamericano; esto se vendría a consolidar a finales de la década de 1950 con la creación de la Zona Franca de Barranquilla. Es importante anotar que bajo la dictadura de Rojas Pinilla (1953-1957) que fue impuesta por la oligarquía ante el avance guerrillero liberal, y bajo el amparo del modelo de sustitución de importaciones en su segunda fase, se hicieron en Barranquilla importantes obras de infraestructura económica y social. Esa infraestructura económica no solo incluyó las diversas ramas de la producción material que aseguraban las necesidades de todas las demás, o sea el transporte urbano, las comunicaciones y la energía eléctrica, sino también las llamadas inversiones sociales que influyeron directamente sobre la reproducción de la fuerza de trabajo y su calificación (la educación, la salud, y la ampliación en la construcción de 213


vivienda). En ese marco, el capital privado en esa década hizo su corrosiva presencia en la ciudad con la creación en 1955 de Aerovías Cóndor de Colombia (Aerocondor) donde el mayor número de acciones de esta empresa aérea pertenecía a la American Air Line, corporación perteneciente al grupo Chase Manhattan Bank de la multimillonaria familia Rockefeller, y el capital nacional lo representaban los dineros oligarcas de Jorge Barco Vargas, Misael Pastrana Borrero y Carlos Albán Olguín, entre otros accionistas minoritarios con capital local. El desarrollo de la infraestructura en ese periodo creó las condiciones pues para el posterior crecimiento económico que en esa etapa alcanzó cifras por encima del 6%. Hacia aquel entonces había cambiado sustancialmente la situación socioeconómica en Barranquilla. Con la “estabilidad” que produjo la dictadura de Rojas Pinilla, en la ciudad se había desplegado el proceso de urbanización con una envergadura sin precedentes; creció en flecha la importancia numérica de las llamadas capas medias en barrios como El Porvenir, Paraíso, Olaya, Las Mercedes; y el comercio en la Calle 72 se fue consolidando como un sitio de compra y venta de estos sectores medios, hecho que no pudo dejar de influir positivamente en la demanda solvente de un importante sector de la economía barranquillera. Crecieron igualmente las necesidades de esta parte de la población de mercancías industriales provenientes de otras regiones del país debido a la construcción de carreteras y otras vías de transporte con la consiguiente intensificación de los vínculos intraregionales, lo que obligó a reforzar la base energética de la ciudad mediante la construcción de varias subestaciones eléctricas. En el periodo de 1953-1957 se logró igualmente la extensión de puestos de salud integrales a través del Servicio Nacional De Asistencia Social (SENDAS). Por otra parte, la Caja Agraria y el Banco Central Hipotecario en Barranquilla contribuyeron al proceso de centralización del Capital Estatal en la Costa caribe y, por consiguiente, se desarrolló una agresiva pavimentación de vías y con ello la creación de diversos barrios para sectores de clase media-baja entre ellos Cevillar, El Carmen, San José, Simón Bolívar, La Victoria entre otras obras de infraestructura urbana. Estos barrios fueron escenario de importantes luchas en las décadas del sesenta y setenta, pues allí residía un importante número de estudiantes, educadores, empleados, obreros calificados etc. que le imprimieron a la lucha social un aire de renovación 214


influenciado por el ambiente de revolución que existía a través del influjo de la revolución cubana y, en muchos casos, núcleos de estos sectores se convirtieron en herederos de la rebeldía gaitanista contra el bipartidismo, rebeldía que canalizó eficientemente la Anapo y, posteriormente, la izquierda democrática y revolucionaria en Barranquilla. Sin embargo, los mecanismos de crecimiento económico bajo este modelo asistencialista no desactivaron para nada la pobreza y el crecimiento de los barrios marginales, unido a las primeras formas de “limpieza social” patrocinadas por el Estado que continuó su macabra marcha. La creación oficial de la tenebrosa “mano negra” y el florecimiento de populosos barrios como Carrizal, Villate, Santuario, Las Américas, La Manga, surgidos entre 1957 y 1964 con índices impresionantes de miseria, es un testigo mudo de lo anterior. Todas estas tomas de tierras realizadas por las clases populares para fabricar sus casas, se hacían al ritmo del merecumbé, fenomenal ritmo caribe creado por Pacho Galán. “Hay cosita linda” melodía compuesta por el maestro en 1954 no solo era para la gente el “mejor merecumbé de la historia” sino que también significaba con el “anoche soñé contigo” un pedazo de rancho que con esfuerzo construían las barriadas populares en las periferias de la ciudad. Pero quizás el conflicto más agudo en ese periodo se presentó en la toma de los terrenos a los herederos del terrateniente “don Pedro Consuegra” en el sector popular de la Sierra y la Sierrita al sur-oriente de la ciudad. Unas mil familias con determinación resuelta se tomaron estas propiedades. El relato de este dramático suceso lo hace el corresponsal del diario El Tiempo en Barranquilla, y allí se pueden advertir la consecuencia misma de la polarización social y el conflicto de clases, que no fue ni ha sido jamás auspiciado por lo pobres sino por la descompuesta clase politiquera y los gremios económicos que no fijaban su interés en la distribución de “la riqueza y el progreso” de que tanto se jactaban en esos días, sino en profundizar la miseria a costa de miles de familias que llevaban en sus espaldas la ausencia de los más elementales derechos, entre ellos el mas sentido, el de la vivienda. La resolución que no quería aprobar el Consejo de Barranquilla por orden del presidente Lleras Restrepo era la 06, que daba luz verde a los colonos para ocupar los terrenos. Detallamos gran parte de esta narrativa por su importancia histórica y para comprender la formación espacial-conflictiva de la ciudad en esta

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etapa; es decir, con un lujoso crecimiento hacia el norte y la espantosa miseria hacia el sur: «El problema se ha agravado aún más por la intervención de algunos políticos…los colonos al enterarse del mensaje del Presidente (Lleras) y cuando se encontraban en las barras de la reunión de ayer en el Consejo, dirigidos por un ciudadano de nombre Joaquín Salgado, reaccionaron y salieron a armarse de tal forma que, si la policía no interviene rápidamente, a estas horas se estaría contemplando una tragedia. El corresponsal pudo darse cuenta que los habitantes de la Sierra y la Sierrita están dispuestos hasta el sacrificio para mantenerse en el sitio donde están desde hace algunos días. Estos consideran que el Concejo les prometió tierras para construir sus casas y que, así como el Municipio compró terrenos para la Alboraya, Santo Domingo y El Santuario a precios exagerados para hacer Barrios Obreros Pilotos, que no se han realizado, así ellos, ciudadanos también de Barranquilla, se mantendrán en esas tierras “cuésteles lo que les cueste, así sea la vida”. Alrededor de 20 manzanas de tales terrenos se encuentran llenas de verdaderos tugurios o chozas. En una de ellas se pudo presenciar una cuna ocupada por un niño enfermo y a su lado, sus padres, con las camas tendidas. Como techo tres hojas de zing usado y por paredes unas tablas paradas en forma de caballete. Y así otros cuadros no menos desgarradores. Entrevistados algunos de los colonos que viven allí, llamados Luis Terán Pacheco, Adolfo Martínez Prices, Gonzalo Hernández y Aníbal Palacio, declararon que ellos habían sido los ciudadanos a quienes se inscribió en la Alcaldía en el mes de octubre pasado para darles una parcela en la Alboraya. “Hasta ahora no se ha cumplido tal cesión. De la Alcaldía se perdieron las boletas de inscripción y muchos políticos se han aprovechado de este problema y de ahí que estemos en la Sierra y la Sierrita”. En la barra se pueden escuchar gritos de que “había que traer los ataúdes para los dieciséis concejales” y además hubo algunos que sugirieron que, si la resolución se desaprobaba, ellos invadirían en las horas de la noche los terrenos del campo de golf del Country Club. Esos terrenos están situados en el barrio El Prado y cuestan millones de pesos. Las gentes de los terrenos invadidos, cuyo número pasa de 50 mil personas, están dispuestos a lanzarse a la ciudad en un movimiento envolvente en caso de que el Concejo Municipal dicte una medida que vaya contra sus intereses. Estos ocupan terrenos en zonas de Santuario, 216


Alboraya, Santo Domingo, Carrizal, El Bosque, La Sierra, La Sierrita y Lipaya…creándosele por consiguiente un problema al gobierno que tiene que garantizar la propiedad». (El Tiempo, 1/21/1962: pág. 6) La presión popular hizo que el Concejo de la ciudad y el gobierno nacional cedieran ante la petición de los manifestantes, pero la atención social de estas familias fue prácticamente nula creándose en estos terrenos barrios con una aterradora marginalidad. Por otra parte, después de la violencia generada por el asesinato de Gaitán en las décadas del 50 y 60 del siglo XX, la migración forzosa de miles de campesinos despojados de sus tierras en el interior del país produjo un crecimiento poblacional emergente en Barranquilla. Esta población proveniente de las zonas de conflicto militar ocurrida en la llamada época de La violencia, descentralizó el comercio que se realizaba en el centro y en el mercado de la ciudad lo que condujo a que se masificación las tiendas de barrio, distribuyéndose eficientemente la producción industrial (sin ninguna retribución social), a cuenta de estos emigrados.

CAPITULO VIII

NUEVAS AREAS ECONOMICAS Y NUEVAS DEPENDENCIAS

8.1 La Zona Franca: territorio extranjero y área inhumana de explotación laboral Con la creación de la Zona Franca bajo la Ley 105 de 1958, el desarrollo capitalista en Barranquilla y Colombia dio un paso más. Los Estados Unidos igualmente evolucionaron en el mecanismo de la dominación y pasaron desde exportadores de capitales para inversión, hasta la implantación de monopolios que absorbían gran parte de la economía barranquillera a través de las corporaciones y sociedades mixtas anteriormente mencionadas. Bajo esa base, los gringos comenzaron a prepararse para controlar a otra escala la economía local, nacional y latinoamericana, esto a través del llamado “fomento de la integración latinoamericana”, auspiciando un mercado común interamericano que le permitiera a sus grandes multinacionales fabricar en un país 217


latinoamericano y exportar a otro sin mayores contratiempos. En ese contexto nace la Zona Franca de Barranquilla con un principio económico que, con expresa sumisión a los norteamericanos, declaraba: «Los Estados Unidos han encontrado ventajoso el dar cabida dentro de sus sistemas de tarifas para la adaptación de Zonas Francas con el objeto de evitar los trastornos al comercio y a la industria que de otro modo no son fáciles de eliminar». (Sarta: 1972: p. 78) Los estudios preliminares69 para la construcción de la Zona Franca en Barranquilla fueron realizados por los señores Hjalmar Malstron y Rune Ulsafz ambos importantes capitalistas vinculados a la Asociación General de Exportaciones de Suecia. El objetivo central en la creación de las Zonas Francas fue generar las ventajas económicas necesarias para que el capital internacional pudiera acumularse sin las trabas aduaneras impuestas por las políticas proteccionistas de la década del treinta y principios del cincuenta y como un incentivo para las nuevas leyes de competencia entre las industrias nacionales y los monopolios extranjeros, fortaleciéndose en corto tiempo las necesidades expansivas del capital competitivo. Veamos apartes estratégicos de su filosofía: «Por expreso mandato de la Ley, la Zona Franca ha de cumplir su objetivo como la prestación de un servicio público sin ánimo de lucro, lo que permite la fijación de tasas que siendo costeables no lleguen a niveles que pudieran resultar no atractivos para el establecimiento de industrias o establecimientos comerciales dentro de la Zona». (Sarta: 1972: p. 81)

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Los estudios indicaban la particularidad de los nuevos factores de dependencia económica al ceder un espacio del territorio nacional para la exportación de manufactura extranjera que, lógicamente, fueron disfrazados como ventajas: “en el estudio en mención se hace un recuento de las principales ventajas que encierra el sistema de la Zona Franca... estas ventajas se deben al hecho de que la Zona Franca es considerada como territorio extranjero” (Sarta y Consuegra: 1972: p. 79).

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Bajo esa circunstancia, el comercio internacional de Colombia que se realizaba en su mayoría a través de Barranquilla, dio un giro importante al eliminar en gran parte la política de protección aduanera, pero este, como es normal en la competencia capitalista, no fue un giro para expandir la industria nacional a través de otros actores económicos sino para consolidar a los ya existentes, es decir, a los monopolios nacionales y a las multinacionales extranjeras. A estas multinacionales instaladas en Barranquilla le correspondían aproximadamente las tres cuartas partes de las inversiones del capital privado existente. El principal impulso para la creación de la Zona Franca como forma territorial neo-imperial de desarrollo desigual y de subdesarrollo camuflado, se originó en la expansión y monopolización creciente de las corporaciones internacionales de base norteamericana, afincados estos conglomerados en una nueva fase que asumía la llamada “revolución tecnológica” la cual necesitaba de mercados crecientes para su consolidación y expansión. En una de las ventajas enumeradas por los autores citados sobre el tema se dice: «Una Zona Franca capacita a los abastecedores extranjeros a mantener existencias de mercancías en la Zona, para proveer así a los compradores una fácil y constante cantidad de artículos esenciales, tales como accesorios para la industria, piezas de repuesto para máquinas de toda clase, artículos vitales de consumo etc. Hay también la posibilidad de exhibir mercancías extranjeras en una Zona Franca para la inspección de los compradores». Las principales empresas extranjeras, sobre todo norteamericanas, que aprovecharon las grandes ventajas de la Zona Franca en Barranquilla fueron

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Colombia Knits, Fashion Mates Inc, Colex Co. Ltda., Textiles Internacionales Ltda., Colombian Manufacturing & Spotrs, American Sea Food Co., Fempi, Confecciones Joey y la Sewin Machine Company y, la más importante de todas, la Mid Continent que tenía para su servicio mil metros cuadrados de bodega y diez mil metros cuadrados para carga homogénea, secundadas estas empresas por la instalación en el viejo barrio El Prado del gran emporio comercial norteamericano Sears Roebuck la cadena de almacenes más poderosa en el mundo para la época, cadena que también tenía fuertes acciones en la Compañía Colombiana de Gas perteneciente a la Texaco Socomy Movil de Nueva York, multinacional que tenía sus oficinas principales en Barranquilla.70 La innovación tecnológica implementada por las multinacionales para expandir el mercado de consumo en la costa Atlántica y propagar igualmente la renovación de la maquinaria industrial, permitió a estas rivalizar en mejores condiciones con los competidores ya establecidos en la ciudad, eliminándolos y absorbiéndolos

en

el

camino,

pues

los

capitalistas

medianos

que

tradicionalmente importaban mercancías y productos para el consumo carecían de fondos o ramas de proveedores para seguir esa línea o, sencillamente, la administración de la aduana les negaba las licencias para importarlos. Fue en este periodo donde se transformaron, redujeron o simplemente desaparecieron importantes Casas Comerciales que funcionaban desde comienzos del siglo XX como las casas importadoras de Adolfo Held que importaba artículos de ferretería, automóviles, repuestos etc., la casa comercial de J. V. Mogollón, la Pacini y Puccini, J. A. Correa, Antonio Volpe etc., dando paso a mecanismos de aconductamiento y capacitación hacia mercados ya dirigidos, es decir, los que dominaban la escena internacional como se deriva del siguiente comentario: «Una Zona Franca capacita a un importador a comprar grandes cantidades beneficiándose así de los precios bajos ocasionales en los mercados mundiales, retornos por compra en cantidades y tarifas de fletes más bajas». (Sarta: 1972; p. 80) La penetración del mercado por los monopolios norteamericanos a través de las facilidades para la importación mediante el comercio dirigido realizado por la Zona Franca, aumentó el poder monopolista sobre los socios de las empresas 70

El emporio de la Sears en Barranquilla fue posteriormente adquirido por la familia Char, dando origen a los almacenes Sao.

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mixtas instaladas en la ciudad, sobre los competidores de otras firmas extranjeras europeas y sobre toda la economía barranquillera y la colombiana en general. Desde ese periodo, la curva de las inversiones directas e indirectas del capital norteamericano en el sector de las industrias de alta tecnología comenzó a subir vertiginosamente en toda la región Caribe, desbordando las inversiones en otras esferas de la producción. Eso generó que en la ciudad quedaran cada vez menos empresarios que, en uno u otro grado, no fueran socios del capital extranjero. A esa situación los llevó más que nada la necesidad de tener acceso a la tecnología moderna y (o) la falta de recursos financieros. Este hecho, como muchos otros, pasó desapercibido para la mayoría de la gente sencilla quienes continúan, con la ayuda de los historiadores y economistas oficiales, considerando como barranquilleras o de capital barranquillero a dichas empresas. La instalación de la Zona Franca igualmente creó una nueva expectativa económica en la región, lo que se tradujo en una nueva ola migratoria de los campesinos pobres del departamento del Atlántico y gran parte de la región Caribe hacia Barranquilla, generando esta situación de sobreoferta de fuerza de trabajo una declinación del nivel general de salarios, unida a una represión paralela contra el sindicalismo expresada en despidos masivos en estas empresas: «Que se venían practicando desde los años cuarenta al menos en el río y en el Terminal Marítimo; obedecían no solamente a criterios políticos, sino también en muchos casos a razones técnicas de reorganización de las empresas, o a razones objetivas como el descenso en la actividad portuaria... en un solo día el Gerente del Terminal Marítimo Gabriel Rodríguez Franco despidió en 1958 a 284 trabajadores». (Archila: 1987: p. 75) Esta nueva oleada migratoria en la ciudad para esa época, condujo a una nueva expansión social en la ciudad que dio inicio a la construcción de una nueva oleada de barrios populares hacia el sur-oriente entre los que estaban, Las Palmas, Alboraya, José Antonio Galán (Cachosolo), La Magdalena, Los Trupillos, La Unión Boyacá barrios que generaban nuevas dinámicas sociales con postergadas demandas económicas. Con la creación de la Zona Franca se incrementó el comercio y la inversión extranjera, pero igualmente los bajos salarios y el desempleo producto de las migraciones masivas y los despidos portuarios en masa, ocasionó que en las 221


capas medias y populares no se incrementara, correspondientemente, el nivel de compra doméstico, esto produjo que la mayoría de lo producido y comercializado en la Zona Franca de Barranquilla se radicara en el exterior como lo afirmara certeramente el Secretario Ejecutivo del Foreiing Trade Board de los Estados Unidos, Richard Lake, que de paso por Barranquilla supervisó directamente las obras portuarias: «La Zona Franca de Barranquilla es un instrumento vital del comercio internacional, así como la creación de vías de escape para el extranjero para los productos manufacturados». (Diario del Caribe: 8/5/1963: p.12) Esas condiciones desmejoradas del comercio, absolutamente dependientes, los déficits crónicos de la administración municipal, así como la creciente necesidad de obras de infraestructura en vías, alcantarillado, acueducto escuelas etc., fueron incrementando igualmente los compromisos económicos (empréstitos) con

instituciones financieras internacionales

para mejorar los

niveles

infraestructurales de la urbe; pero ojo, el desarrollo de esa infraestructura no fue para mejorar las condiciones de vida generales de la población barranquillera, es decir enfocarlos hacia la inversión social, sino para apoyar todas las obras de estructura que necesitaba el capital monopolista tanto nacional como transnacional para su expansión. Fue así como para afianzar todo el sistema económico e infraestructural de la Zona Franca la nación y el departamento asignaron la suma de $6.500.000 para la obra, dinero que salió del bolsillo del pueblo a través de impuestos y que sirvieron para facilitar la acumulación a unos cuantos monopolios instalados en la Zona Franca. Así pues, los empréstitos realizados en Colombia y América Latina por la banca multilateral para esa época estaban dirigidos, fundamentalmente, al ordenamiento de los medios de agilización mercantil a través de obras de infraestructura, como bien lo explica el informe de la Cepal publicado en el año de 1964: «En tercer lugar, el Eximbank y el Bird, han tratado por largo tiempo de evitar hacer préstamos que puedan competir con el capital privado extranjero. Esto redundó en un plan de créditos concentrado sobre todo en la infraestructura más bien que en la industria». (CEPAL: 1964: págs. 239 y 240)

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La Zona Franca: un pedazo de territorio extranjero en el corazón de Barranquilla

La inversión en los ferrocarriles,71 la inauguración de las carreteras troncales para comunicar a Barranquilla con el interior, la ampliación de la Zona Franca, el dragado permanente de Bocas de Ceniza, fueron intentos colosales para afianzar la precaria economía exportadora. Sin embargo, la creación de la Zona Franca como inversión prioritaria del Estado en ese periodo, fue algo más que un proyecto para insertar la economía de Barranquilla y Colombia al mercado internacional; así pues, este centro especializado de comercio, como puerto libre o “territorio extranjero,” fue un proyecto mediante el cual el capital transnacional, repetimos, configuró de manera específica las relaciones de dependencia importadora-exportadora y creó un nuevo ciclo que tendía a reproducir en escala ampliada la acumulación de capitales bajo la modalidad de los llamados acuerdos multilaterales. Todo el diseño y la infraestructura iban dirigido pues a satelizar la economía colombiana a través de las llamadas Zonas Francas para hundir a sus regiones,

71

Las obras para los ramales que conectaron a Barranquilla con el interior del país a través del Ferrocarril del Atlántico la realizó la empresa norteamericana Madigan Hayland, y su gerente Thomas White Heard afirmaría en Barranquilla que “esta obra en pocos años sacará al Atlántico de la pobreza” Todavía estamos esperando que se cumpla el presagio.

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especialmente las costeras, en un subdesarrollo estructural irreversible. La Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC) fue pues el mecanismo apropiado para rediseñar nuestro raquitismo económico en la nueva fase de comercio internacional agenciada desde nuestros puertos. En Barranquilla y producto de ese contradictorio boom urbanístico e industrial dinamizado por la Zona Franca, se fue afianzando igualmente una nueva cultura urbana que inspirada en sones caribeños originó un nuevo “sitio de libres” en Barranquilla, es decir, la salsa y el son cubano se fueron tomando las esquinas de los barrios populares, dando inicio a una nueva rebeldía cultural. Sitios como La Cien, El Boricua, El Diamante en el barrio Rebolo, la Isla Antillana, el Apolo, El Malecón en la carrera 21, La Gran Vía en la 14 con Cordialidad, el Ipacaraí en Simón Bolívar entre otros, se convirtieron en referentes de una nueva cultura popular que pretendía defender en las esquinas la identidad caribe avasallada por la inclemente penetración norteamericana. Rescatar lo nuestro con los relucientes “pasos de salsa” al ritmo explosivo de los picos y del jala, jala, el Chacabun y la descarga caliente era pues una necesidad impostergable para los barranquilleros sin camisa, de pantaloneta y chancleta.

Azotar baldosa en las verbenas era el refugio de miles de barranquilleros para olvidar un poco el alto costo de la vida en esa época; los picos el Gran Fidel, el Coreano, el

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Gran Che, el Rojo, el Isleño etc. era el homenaje que la contracultura quillera le rendía a la isla antillana (Cuba) y a su revolución

8.2 Los acuerdos multilaterales, el desangre de capitales y los barrios de “invasión” en la nueva estrategia económica de los puertos

La creación de esta asociación de países latinoamericanos (ALALC), intentó ser una respuesta a la debilidad del mercado interno, fomentando el intercambio comercial entre los países que se suscribieron en enero-febrero de 1960, incorporándose Colombia en 1961. La situación de la economía colombiana en materia de infraestructura y vías era pésima en la época de suscripción del tratado, sumándole a esta situación el carácter de debilidad estructural producto de la influencia del capital foráneo en la economía nacional, lo que indicaba que cualquier decisión en materia económica necesariamente se vería influenciada por esta particularidad concreta. La visión del Plan General de Desarrollo Económico y Social realizado por el Departamento de Planeación Nacional, se mostró inicialmente optimista en torno al tratado de integración. En uno de los apartes de este documento se dice: «Nuestro país ha ingresado a la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio y son muy grandes las responsabilidades que surgen de este hecho... y deberá adquirir una capacidad nueva e intensa para penetrar con su producción en otros mercados... y deberá contribuir con sus decisiones nacionales a que la zona se convierta

efectivamente

en

un

motor

que

intensifique

el

comercio

latinoamericano». (Sarta et. al: 1972: p. 118) El mercado que se pretendía disputar era el de los 160 millones de consumidores que tenían los países integrantes del tratado a comienzos de la década del sesenta, sin embargo, esto no era, en términos generales, más que un espejismo porque el Producto Interno Bruto de los países asociados era diferente y los desniveles de ingreso entre las clases sociales eran significativos. El ingreso anual promedio de la población latinoamericana era de alrededor de 150 dólares anuales y un obrero en Barranquilla ganaba siete veces menos que un similar en Estados Unidos, lo que significaba que el presupuesto familiar en general tenía que destinarse primero a los artículos de subsistencia (alimentos, vestuario etc.)

225


y

dejar

en

un

segundo

plano

los

artículos

industriales

suntuarios

(electrodomésticos, automóviles etc.), esto indicaba que el consumo de las clases populares hacia la producción industrial, estimulada por los nuevos tratados, era sumamente débil. Fue pues la baja capacidad adquisitiva (salarios de miseria) el principal obstáculo para que floreciera el comercio entre estos países, sumado a los impuestos de aduana que encarecían los productos. Así lo anota José Consuegra refiriéndose al tema: «El hecho de que los altos gravámenes de los aranceles evitaban cualquiera posibilidad de competencia, obligó a los consumidores colombianos a absorber pacientemente los precios altos de mercancías producidas a costos artificialmente elevados». (Sarta: et. al: 1968: p. 19) Es de recordar que los bienes de consumo de mercancía industrial elaborada eran fundamentalmente producidos por compañías extranjeras, especialmente norteamericanas, lo que mostraba que el comercio producido no aseguraba el incentivo de la industria barranquillera y colombiana, sino que el drenaje de capitales iba a parar a manos de las corporaciones norteamericanas y hacia algunos monopolios locales, como lo afirmaba certeramente el economista Gumersindo Amengual (1963: p. 148) sobre el análisis de la situación económica y la llamada integración latinoamericana de la época: «No han faltado entusiastas del panamericanismo y de la 'democracia representativa' que han propugnado la entrada de los Estados Unidos en el pacto, como si la sede del imperialismo fuera a interesarse por ingresar en paridad de condiciones en una unión aduanera en la que tienen que ganar como nación asociada, puesto que disfruta de ventajas arancelarias respecto a otros países industrializados en las repúblicas latinoamericanas. Por otra parte, puede decirse que los yankis están ya dentro de la ALALC, puesto que pueden disfrutar de sus beneficios a través de sus compañías subsidiarias establecidas en los distintos países sin la obligación de Estado signatario. Además, recientes hechos demuestran que, desde fuera, son el supremo árbitro de las decisiones de la Asociación, a través de los gobiernos sometidos». En términos generales esto fue cierto, pues la apertura de la Zona Franca como mecanismo de habilitación de la ALALC, produjo una inmensa cantidad de 226


mercancías importadas que frenaron el avance industrial nacional de los años precedentes y mostraban el claro desajuste de la economía colombiana en relación con la latinoamericana, y por consiguiente la contribución decisiva de la apertura de las Zonas Francas de Barranquilla, Cartagena, Buenaventura, Cúcuta y Bogotá al desajuste económico estructural del país y la región. Así lo relata José Consuegra: «El año pasado (1963) Colombia fue el país que arrojo un valor menor en las actividades comerciales intrazonales, inclusive por debajo de países de menos importancia económica como Paraguay y Ecuador. El valor total de nuestras exportaciones a los países miembros de la ALALC fue apenas de seis (6) millones de dólares, mientras las exportaciones del Ecuador arrojaron casi ocho millones (7.8) de dólares y las de Paraguay más de diez millones (10.7) de dólares». (Consuegra: 1968: p.120) Si bien los historiadores Sarta y Consuegra en sus análisis sobre la historia económica de Barranquilla esgrimen que la situación desfavorable se debía a la «Sencilla razón de que las fábricas más distantes están situadas en zonas inapropiadas que agregan costos adicionales a los precios de los factores comunes», concluyendo sobre los costos en transporte al problema de «la adecuada localización que evite los costos adicionales del transporte interno. Máxime es bien sabido que el precio del transporte en el interior del país es varias veces superior al precio del transporte marítimo»; también es cierto que fueron otros factores estratégicos del capital los que determinaban tal situación. Como anotamos anteriormente, si bien ese mercado común no podía desprenderse de la influencia de los monopolios extranjeros, tampoco podían prescindir del negocio de las empresas navieras en esa integración, pues Latinoamérica solo disponía de un centenar de barcos competentes para la navegación de altura y el 85% del tráfico marítimo lo realizaban barcos de los Estados Unidos o de países europeos, además, gran parte de estos buques que navegaban bajo banderas latinoamericanas pertenecían, de hecho, a conglomerados

norteamericanos

del

transporte.

Igualmente,

muchas

embarcaciones de las grandes flotas comerciales y petroleras, a fin de eludir las imposiciones fiscales, navegaban bajo las banderas de Panamá, Haití, Honduras y otros países. La creación de la Flota Mercante Grancolombiana en 1944, que

227


intentaba equilibrar el precio de los fletes marítimos, no logró superar tamaña dificultad. Aunque la ALALC difería del mercado común europeo en que solo incluían el mercado comercial entre los países adheridos al tratado, sin que se extendiera la unión o unidad de tarifas respecto al comercio con los países fuera del convenio, gran parte del intercambio comercial de los países adherentes al tratado se hacía por vía marítima debido a las dificultades de comunicación por vía terrestre y fluvial que presentaban las selvas, ríos y montañas que servían de fronteras entre las repúblicas sudamericanas, y aún de Colombia misma, y también porque el flete marítimo para la comunicación con los países centroamericanos era más barato. Sarta y Consuegra en su disertación académica y exhibiendo un primíparo neoliberalismo, erróneamente tocan el tema culpando al centralismo: «El país se dio el lujo, a consecuencia de una intervención estatal centralista, en establecer fábricas en regiones alejadas de los centros productores de la materia prima y de los puertos a donde llegaba también parte de la materia prima y las maquinarias en general, o de donde podía exportarse al extranjero la mercancía manufacturada». (Sarta: et. al: 1972: p.119) El problema no fue el exceso de centralismo, como lo afirman nuestros autores, sino precisamente la falta de él fue lo que derivó en el descalabro económico de la participación colombiana en la ALALC, pues históricamente en Colombia, como lo hemos visto en capítulos anteriores, no es la planificación del Estado lo que ha determinado el desarrollo y organización industrial y comercial, sino los intereses del capital que ubica sus industrias y su comercio allí donde mayor rentabilidad generen y no donde la estrategia económica estatal lo disponga, lo que ha determinado, en últimas, las orientaciones económicas estratégicas y porque en el capitalismo es la propiedad privada sobre la industria y el comercio la que determina, en definitiva, las orientaciones económicas básicas en cada etapa y de acuerdo a sus posibilidades reales de acumulación, y el Estado, en manos de la clase industrial, comercial y financiera se subordina forzosamente a esa realidad. Sobre Barranquilla, en el contexto de la ALALC, los citados autores con destemplanza afirmaban que: «De esta manera, ciudades como Barranquilla, que, por sus razones exclusivas de su posición natural privilegiada, puerto 228


marítimo, puerto terminal de la arteria fluvial del país y punto equidistante en la rica región de la Costa norte, venían experimentando sorprendentes ritmos de crecimiento, sintieron sorprendente efecto de contracción en los negocios». El problema, repito, no fue por discriminación regional, cuestión que tradicionalmente

evocan

los

historiadores,

políticos

y

economistas

barranquilleros cuando se refieren a la “poca fortuna” que tienen los intereses económicos creados en la región, sino se debió a cuestiones infraestructurales relacionadas con la excesiva penetración de capitales foráneos en la economía que afectaban al país entero y que venían acumulándose de años anteriores. Así lo anota Mario Arrubla en la caracterización económica de la época: «De otra parte, factores internos, condicionado sin embargo por las repercusiones del deterioro de los precios de intercambio sobre el ingreso nacional y en particular sobre los costos y precios industriales, desalentaron igualmente la inversión productiva: la estrechez del mercado interior que se expresó por una caída relativa de la demanda de productos manufacturados de $1.545 por habitante en 1954 a $1.476 en 1957 y a 1.430 en 1959... En tales condiciones, el ritmo de crecimiento de la producción fabril decayó en forma notoria». (Arrubla: 1969: págs. 196-197) En esa medida, la entrada a la ALALC se realizó en condiciones desventajosas para Colombia y la región, pues la debilidad en el mercado interno presionó negativamente la capacidad competitiva de la industria nacional más no de los monopolios, ocasionando esta situación una balanza comercial deficitaria pues ya «En 1963 registramos déficits en el balance comercial con todos los países de la ALALC» (Sarta: 1972: p.120) Este déficit en la balanza comercial se manifestaba porque los bienes que se importaban, en su mayoría manufacturados o completamente elaborados, marcaban una tendencia a aumentar de precio, mientras que los bienes que se exportaban, casi en su totalidad materias primas como el café y el banano, mostraban la tendencia a corto plazo de violentas oscilaciones en los precios, situación que favorecía la especulación de los acaparadores y que, a largo plazo, solían dejar en definitiva un saldo deficitario. Consecuencia de estos procesos en el intercambio comercial con la ALALC, fue la crónica escasez de divisas en el país que obligó nuevamente a hacer empréstitos para el financiamiento, produjo la desvalorización del peso con 229


respecto al dólar y el aumento consiguiente del costo de vida, originando esto una fuerte espiral inflacionaria. Sin embargo, y a costa de la ruina de algunas empresas nacionales, las grandes corporaciones extranjeras con capital asociado y los monopolios nacionales fueron los que vieron aumentar sus ingresos en la llamada “asociación latinoamericana” porque globalmente, el destino económico dependiente y la imposición de ser únicamente productores de materia prima en una organización mundial del trabajo organizada ya por las multinacionales y los organismos financieros internacionales, originó el fracaso de cualquier mecanismo integrador y, por consiguiente, la parálisis de cualquier crecimiento económico real. La industria barranquillera quedó, a la par, limitada y arrinconada en esas condiciones de imposición imperial: «En términos generales en la industria de Barranquilla como en la industria general de las economías subdesarrolladas, las características son las de predominio de la actividad

primaria,

productiva

de

alimentos,

vestidos,

textiles

etc.…

especialmente para el mercado de la Zona de Libre Comercio... en cuya producción se necesitaba la de la materia prima nacional y extranjera». (Sarta: 1972: p. 166) En medio de esas condiciones y mientras Colombia exportaba materia prima a granel, los inversionistas extranjeros depositaron sus capitales en las industrias transnacionales que alimentaban la “revolución tecnológica” que eran las que realmente atraían el mercado de consumo y las que mayor rentabilidad generaban y colocaron, de paso, a la economía colombiana en una condición subordinada a esa circunstancia. En otras palabras, la conquista del mercado imperial a través de la ALALC de la cual Barranquilla y su Zona Franca sirvieron de cortesana, se había asentado sobre la base de la explotación creciente de la mano de obra que cargaba y descargaba mercancías en los muelles de los puertos, de la que ingresaba como obrero raso a las Zonas Francas, se afincaba sobre la consolidación de los monopolios locales y, además, se apuntaló sobre la base de la intervención imperial de la economía norteamericana en el comercio latinoamericano, colombiano y barranquillero. Así lo expuso proféticamente el historiador económico Pelegrín Torrás (1962: p. 14) sobre la participación de los monopolios norteamericanos en los beneficios que obtenían de la llamada “unión aduanera”:

230


«La ALALC tal como está establecida, encierra el peligro de facilitar el aumento del dominio de los monopolios y del imperialismo yanki en

América

Latina.

Las

grandes

empresas

extranjeras,

fundamentalmente norteamericanas, establecidas en los países de la zona de libre comercio, gozarán de las ventajas de ésta, disfrutando de una situación privilegiada con respecto a las empresas nacionales. Tal situación favorable se debe a que pueden tener recursos financieros y técnicos para una rápida expansión directamente de sus empresas matrices. Un grupo consultor designado por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y la O.E.A para estudiar las inversiones extranjeras privadas existentes en los países de la zona, señaló el temor que abriga a la mayoría de los industriales nacionales de que sus industrias se vean perjudicadas por el desarrollo de los mercados más grandes previstos por la zona de libre comercio, debido “a que la afluencia de capitales extranjeros a las fábricas regionales será de tal magnitud y eficacia que se traducirán en una fuente de funestas consecuencias para las industrias nacionales”». Y de verdad que no se equivocó, en ese periodo tuvieron un amplio auge en Barranquilla las industrias de capital norteamericano que contribuyeron, ante todo, a acelerar bruscamente el proceso irreversible de desnacionalización de la economía, y a Barranquilla estos monopolios la convirtieron en un sector de producción para la exportación de productos manufacturados que se dirigían hacia otros países de Latinoamérica. Vale la pena mencionar todas estas multinacionales instaladas en ese periodo en la ciudad por la importancia histórico-económica del hecho:

INDUSTRIA Gas Natural Colombiano

INVERSIONISTA Texaco, Socomy Movil Oíl Co. New York

Du pont de Colombia S.A

Du Pont de Nemours, Wilmington, Delawer

Fábrica de hilazas Vanilón

Monsanto, St. Louis, Missisipi

231


Envases Colombianos. S.A.

American Can, New York

Aluminio de Colombia (Reynolds)

Reinolds Metals, Richmond, Virginia.

Conservas California S.A.

Grace (W.R.) New York.

Ico Pinturas S. A.

Grace (W.R.) New York.

Celanese Colombiana S.A.

Celanese, New York.

Productos Rhinco S. A.

Rom & Hass, Philadelphia.

Jhomson & Jhonson de Colombia

Jhonson

&

Jhonson,

New

York,

Brunswickns. Esbic Corporation S.A.

Electric Estorage Battery, Philadelphia.

Rusco de Colombia Ltda.

Russell Manufacturing Co. Middleton, Connecticut.

Industrias Prestolite de Colombia S.A.

Prestolite Electric Ind., Toledo Ohio.

Cristalería Peldar Ltda.

Owens Illinois, G.L Toledo, Ohio.

Armco Colombiana S.A.

Armco Stell, Middleton, Connecticut.

Singer Serwing Machine Co.

Sewinger Sewin Machine, New York.

Química Internacional, Quintal, S.A.

Stauffer Chemical Co. New York.

Petroquímica del Atlántico Ltda.

International

Development

&

Investment, Bahammas. Vidrio Colombiano, S. A.

International Glass Equipment Limited, Bahamas.

El crecimiento económico a través del intercambio comercial que se pretendió crear mediante el comercio con la ALALC no pudo resolver, o por lo menos amortiguar, los graves problemas que presentaba la ciudad y el país y más bien todas estas empresas multinacionales que se instalaban, si bien empleó a un número relativo de personas, también acentuaron el subdesarrollo económico y la pobreza (situación que se manifestó físicamente en la ciudad con la creación de barrios marginales como Mequejo y Evaristo Sourdis) porque al quedar sujetos a las fluctuaciones económicas de las relaciones capitalistas internacionales, la economía que se desarrollaba se hizo más vulnerable a la crisis periódicas de las bolsas de valores de los mercados internacionales y a las imposiciones de su comercio, quedando de hecho desnacionalizada gran parte

232


de nuestra industria y solamente consolidándose los monopolios nacionales (caso Santodomingo) y el capital transnacional a través de las empresas arriba mencionadas. Este desangre de capitales queda claro en un balance económico de las inversiones norteamericanas hecho por el Banco de la República: «Entre 1961 y 1968 el capital invertido a través de las inversiones directas de los Estados Unidos obtuvo unos beneficios por valor de 7.737 millones de dólares de los cuales se reinvirtieron 1.962 millones, o sea solo el 22% del total de beneficios, y el resto, 6.043 millones, o sea el 78% salieron en forma de giros a los Estados Unidos». (Banco de la Republica: 1969: p. 114) Y de las 340 empresas que según el Departamento de Comercio de los Estados Unidos había en Colombia para esa década, 245 o sea el 72.05% eran controladas directamente por el capital norteamericano. Con el intercambio comercial de la ALALC, se descuidó igualmente el mercado interno y sé transnacionalizó la explotación del trabajo asalariado pues las empresas que se instalaban en la Zona Franca comenzaron a contratar el trabajo a destajo, sin tiempo definido, sin garantías de seguridad social y sin posibilidad de sindicalización, entre otros atropellos laborales; explotación que quedó convertida en acumulación de capital para beneficio de estos monopolios arriba enumerados. Sin embargo, el arma más poderosa en manos de las transnacionales en este periodo fue el monopolio de la tecnología. Precisamente sobre esta base el capital norteamericano extendió su control en la economía barranquillera, en particular en ramas de la industria que exigía alta tecnología y en productos agroquímicos. Entre estas empresas estaban para mediados de la década del sesenta; Celanese Colombia S.A, Productos Rhinco, Esbic Corporation, e Industrias Prestolite. El capital financiero en el departamento del Atlántico pretendió participar de ese modelo de acumulación y de explotación asociándose al capital transnacional. Fue así como se creó en 1963 la Corporación Financiera del Norte. El primer presidente de la Corporación fue “por determinismo histórico” el ciudadano norteamericano Karl Calvin Parrish “patrono de la Barranquilla moderna” como lo llaman hoy algunos de sus aduladores. Sin embargo, Parrish no fue sino un simple icono de la ambición como agente, funcionario y comisionista del capital financiero internacional, pues fue el Banco Mundial quien recomendó en 1952 la creación de estas corporaciones financieras con el fin de facturar hacia los 233


países latinoamericanos el capital dinero que tenían en exceso. Fueron creadas cinco corporaciones, entre ellas la Corporación de Desarrollo Industrial en 1959, le siguió en el mismo año la Corporación Financiera Nacional de Medellín y posteriormente del año 1961 a 1963 las de Caldas, Valle y, por último, como colofón del atraso, la del Norte. En la creación de estas entidades jugó un papel importante la Corporación Financiera Internacional (CFI)72 filial del Banco Mundial, hecho que reflejaba la gran incidencia del capital financiero en el movimiento de capitales tanto a escala regional como nacional. En el primer año de transacción, la Corporación Financiera del Norte realizó 139 operaciones por un valor de $ 41.5 millones para la financiación de exportación de productos que implicaban la producción de materia prima sobre todo tabaco, madera y cuero por un valor de $5.000.000, situación que reflejaba que nuestro desarrollo clásico de capitalismo dependiente permanecía intacto porque la producción que se financiaba estaba dirigida fundamentalmente a la exportación de productos primarios, con el fin de que la industria de avanzada de capital extranjero no sufriera competencia.73 Esto lo dejaban claro en las modalidades del crédito que esta institución realizaba: «La Corporación Financiera del Norte, al igual que los otros centros que existen en el país, se rigen por disposiciones legales consignadas en el decreto Nº 2369 de 1960. Las características principales son: 1) las corporaciones no pueden financiar sino a industrias agrícolas, pecuarias y mineras... y 2) una vez otorgado el crédito la Corporación tiene el derecho y la obligación de vigilar la inversión de tal manera que el préstamo hecho se destine única y exclusivamente para la cual fue solicitado». (Sarta: 1972: p. 188) El papel de este intermediario financiero, aparte de impedir la competencia a la “industria de avanzada”, era también el de cooptar a través de la exportación de la materia prima, ahorro o capital dinero para dirigirlo hacia las multinacionales extranjeras y los monopolios nacionales instalados en la ciudad, monopolios que 72

La Corporación Financiera Internacional (CFI) tiene su origen en una propuesta hecha por el presidente norteamericano Harry S. Truman en 1950 para que a través de nuevos créditos se pudiera facilitar la penetración y control a gran escala de la economía de los países subdesarrollados. 73 Al respecto Norbert Lechner afirma certeramente que “Existe un límite máximo para la industrialización. No debe llegar a la creación de un sector de bienes de producción que amenace el adelanto tecnológico y, por lo tanto, la posición oligopólica de la industria metropolitana. La industrialización latinoamericana debe respetar la dominación tecnológica correspondiente a la división internacional del trabajo” Norbert Lechner, La ayuda externa en la estrategia imperialista. Documento de trabajo. CEREM, Universidad Católica de Chile, 1972, p. 19.

234


controlaban en gran medida la producción y distribución de mercancías, y convertir posteriormente ese ahorro en capital productivo a través del crédito o la inversión directa en empresas ubicadas en la región Caribe que, en su mayoría, eran productoras y exportadoras de materia prima. En el resultado anual de ganancias «La Corporación presentó un balance que arrojó una utilidad de $534.000, en el mismo balance presentado se registra un crecimiento de activos totales de más del 100%... y al 31 de diciembre de 1964 valían $36.000.000». (Sarta: et. al: 1972: p. 188) El fabuloso crecimiento de capitales iba a parar a las cuentas de los socios mayoritarios de la Corporación Financiera del Norte que eran el Banco Mundial, El Chase Manhattan (de Rockefeller) y el National City Bank. El grupo Santodomingo participaba minoritariamente en el control de las acciones. Se comprueba así que el control monopólico de capitales de esta Corporación era total y el dominio por parte del capital financiero internacional absoluto, con la participación minoritaria pero decisiva del capital colombiano representado en la Corporación Financiera del Norte perteneciente, con un importante volumen de acciones, a los Santodomingo. Así pues, la dependencia indicaba que aparte de materia prima también éramos grandes exportadores de capital. En su conjunto y a partir de la apertura de la Zona Franca, que para la época contaba con un área total de 1 millón de metros cuadrados, un capital de 3.000.000 millones de pesos, vinculaba en forma directa a más de 6.000 técnicos, empleados y obreros y en forma indirecta a más de 20.000 trabajadores, no alcanzaba sin embargo a equilibrar la balanza de la riqueza y la pobreza, pues el desempleo y el trabajo informal o desempleo disfrazado fueron constituyéndose, a partir de entonces, en el cuadro social y económico de Barranquilla debido al poder de atracción de mano de obra que ejercía la Zona Franca sobre la región, siendo imposible su absorción, mostrándose el desempleo generado sumamente visibles en el centro de la ciudad y en el mercado público, donde los vendedores ambulantes se tomaron, literalmente hablando, las áreas peatonales para la subsistencia. En correspondencia con esa situación de población flotante, desempleo y trabajo informal aparecieron en el escenario grandes barrios populares de “invasión” o, para utilizar un término menos excluyente y más ajustado a la realidad, de recuperación territorial, con niveles de miseria impresionantes, (Carrizal, El Bosque, Santodomingo de 235


Guzmán, Santuario, Santa María, Kennedy y muchos otros hacia el suroccidente). La alcaldía municipal de Barranquilla se apresuró a reconocer esa grave situación social contratando un estudio sociológico (Tres Barrios de Invasión), elaborado por el Land Tenure Center de la Universidad de Wisconsin en 1966. Esta entidad fue contratada a su vez por la Agencia Internacional Para el Desarrollo (A.I.D) que, en el fondo, intentaba prevenir a los poderes políticos y económicos para que neutralizaran los estallidos sociales que a su vez pudieran derivar en el cambio de las estructuras sociales. En otras palabras, evitar que se propagara el ejemplo cubano. El estudio, sin embargo, no pudo ocultar las consecuencias del subdesarrollo generado por las políticas económicas de exclusión y explotación del anacrónico modelo importador-exportador y reveló verdaderos récords de desnutrición, analfabetismo, mortalidad infantil, hacinamiento etc., que inquietaron a las autoridades locales pero que no los motivaron a dar los pasos necesarios para superar las bases del sistema económico excluyente, y en la que la idea antagónica y anacrónica de “progreso” comenzaba, con la miseria galopante, a crujir por todos lados. El estudio, aunque objetivo, concluye dando algunas recomendaciones con un carácter más bien filantrópico: «La solución depende radicalmente de que mejoren las condiciones generales de la economía barranquillera y del departamento del Atlántico, y más concretamente de que no solo se logre estimular aún más la instalación de nuevas industrias, sino que también se proceda a efectuar una mejor distribución de las riquezas producidas entre los grupos que las hacen posibles. Una mayor justicia distributiva, un mejor trato entre patronos y obreros, la alianza digna y respetuosa de los estamentos de la producción, harían difíciles la supervivencia de los actuales tugurios y la aparición de nuevos en otras partes de la ciudad... (a los marginados) la naturaleza del sistema dominante le obliga a ingresar en el proletariado y en la cultura de la pobreza. No hay escapatoria. Por eso los tugurios son apropiados monumentos a la falta de equidad, a la crisis de justicia y altruismo en la distribución de la riqueza y de las oportunidades. Es fácil concluir, por eso, que 236


habrá tugurios mientras no se modifiquen las pautas y normas generales que rigen la institución económica vigente, y todo esfuerzo que se haga para erradicarlos, aparte de oneroso, no constituirá sino un paliativo de corta duración y dudoso efecto saludable». (Havens: et. al: 1966: págs. 90 a 93) Este estudio que ponía al descubierto una nueva etapa en la evolución de la miseria en Barranquilla, coincidió fatalmente con la primera “carta de intención” firmada por el gobierno de Guillermo León Valencia en noviembre de 1965 con el Fondo Monetario Internacional (F.M.I.) en el que comprometía aspectos importantes de la política económica y el comercio internacional, quedando la economía nacional a partir de entonces en manos de las decisiones de este organismo financiero. Los principales compromisos que contrajo el país con el Fondo Monetario en materia de comercio internacional que afectaron negativamente la actividad portuaria en Barranquilla, fueron los siguientes: «1) Reforma Cambiaria: las autoridades colombianas están resueltas a liberar progresivamente las restricciones administrativas en materia de cambios e importaciones que existen actualmente. 2) Liberación de las importaciones, a pesar de la crónica escasez de divisas: “la derogación de las restricciones de licencia previa de cualquier producto será irreversible, excepto luego de consultar y obtener aprobación del director gerente del Fondo Monetario Internacional. Las prohibiciones a la importación serán disminuidas y ningún artículo importado, una vez libre del requisito de licencia previa, podrá colocarse en la lista prohibida, excepto luego de consultar y obtener aprobación del director gerente del Fondo Monetario Internacional”». (Forero: 1984: págs. 143-144) El 6 de marzo de 1968 se envió otra “carta de intención” en donde se aceptaban todas las condiciones del Fondo Monetario materializadas en el decreto 444 de 1967. En ese documento se comenzaba a desmontar la protección aduanera para facilitar a gran escala la penetración de mercancías extranjeras bajo el chantaje del crédito: «En dicho documento se solicitaba un nuevo crédito de contingencia por más de 33 millones de dólares, y se decía que 'la gerencia del Banco de la República consultará con el director gerente del Fondo las divisas que deberán adquirirse en desarrollo del acuerdo de crédito de contingencia solicitado'. La carta renovaba compromisos previos sobre liberación de

237


importaciones y aceptaba otros en materia de inversión extranjera». (Forero: 1984: p. 145) La inversión privada extranjera en Barranquilla, pedida a gritos por el Fondo Monetario, quedó en manos de Triplex Pizano ubicada esta empresa en el sector de Barranquillita convirtiéndose en el gran monopolio de la madera procesada industrialmente y uno de los mayores deforestadores del Urabá chocoano. Los accionistas de este conglomerado en su primera fase fueron Boisé Cascade Int. Finance Corporation con el 35.7% de las acciones, Triplex Corporation con el 35.6%, familia Pizano Brigard Mallarino 10.0%, Ligia Restrepo de Correa 1.4%, Seguros Colombia 1.2%, Maderas del Darién 1.1% e Inversiones para Construcción 0.6%. Al finalizar la década del sesenta, y ante la espantosa miseria ocasionada por las imposiciones fondomonetaristas en el país y en la ciudad, se alzó la voz de 20 sacerdotes de la diócesis de Barranquilla quienes en un comunicado fechado el 20 de enero de 1969 realizado en Sabanilla y en respuesta a las fuertes protestas de estudiantes y obreros por despidos y alzas, los indignados curas señalaban: «Los sacerdotes de la diócesis de Barranquilla preocupados por las actuales circunstancias de tensión social y de contrastes injustos, advirtiendo que la tensión y la injusticia destrozan violentamente al Cristo total y colectivo que es su pueblo, recordamos las palabras de Pablo VI en Bogotá “la violencia no es cristiana ni evangélica” en consecuencia, asumimos el compromiso de cooperar para evitarla: por ello nos solidarizamos con los justos reclamos del pueblo asalariado de Barranquilla y pedimos al gobierno los tenga en cuenta, dadas las circunstancias económicas y sociales de la ciudad. Mientras en Bogotá fuentes de trabajo ocasionadas por el Congreso

Eucarístico

y

proseguidas

con

los

planes

de

urbanización, ofrecen nuevas oportunidades a miles de obreros. Mientras en Cali la proximidad de los Juegos Panamericanos absorbe cantidad de mano de obra mediante grandes auxilios oficiales. Mientras en Medellín la prosperidad creciente de la industria reduce la desocupación, en Barranquilla no aparecen en perspectivas concretas solución adecuada al creciente desempleo; 238


se repite en cambio el despido masivo de trabajadores, que agrava la situación de quienes experimentan agotadas sus economías familiares. Es Cristo quien padece en sus pobres. Finalmente, en el caso concreto del transporte, comprobamos que en Barranquilla es más costoso que en otras ciudades, porque la ruta de buses más larga, apenas alcanza a cubrir 14 kilómetros, dando frecuente ocasión a que el usuario utilice doble transporte para su traslado, mientras en las ciudades anteriores los recorridos llegan a más de cuarenta kilómetros... estas circunstancias agravan aún más las necesidades de nuestro pueblo. En atención a este somero análisis hecho con objetividad, reafirmamos al gobierno la solicitud de reconsiderar el alza de tarifas en los transportes para Barranquilla». (El Heraldo: 16/1/1969)

El angustiante llamado de los curas, sin embargo, no fue tenido en cuenta por la clase dirigente de la ciudad y, por el contrario, siguieron auspiciando una economía que se ajustaba a las necesidades de sus bolsillos en detrimento del bienestar de toda la población. La construcción del puente Laureano Gómez o Pumarejo a principios de la década del setenta, se realizó con el propósito de afianzar esa excluyente situación.

8.3. Necesidad de obras de infraestructura para mejorar la circulación del capital en el marco de los acuerdos del Grupo Andino

La expansión importadora-exportadora que se dinamizó en Barranquilla por la participación en condiciones desventajosas de Colombia en la ALALC y en la subsiguiente instalación de numerosas empresas de capital norteamericano y algunas nacionales de capital binacional como Monómeros Colombovenezolanos nacida en el año de 1967 y que inició operaciones comerciales de agroquímicos en 1973, originó igualmente la necesidad de ampliar las obras de infraestructura que mejoraran tanto la agilización mercantil para la acumulación como el aprovisionamiento oportuno de servicios a las empresas instaladas. En esa medida, el gobierno de turno bajo la Ley 113 de 1962 ordenó la construcción de un puente sobre el río Magdalena «que sirviera para empalmar la carretera 239


Barranquilla-Santa Marta, ya fuese con fondos provenientes del presupuesto nacional o por el sistema de concesión y pago con el producto del peaje». (Sarta: et. al: p. 176) A pesar de que bajo presión de poderosas firmas extranjeras Planeación Nacional ordenara al Ministerio de Obras Públicas en 1963 abrir en el término de un mes la licitación correspondiente para la construcción de la obra y, 1) bajo el balance negativo del comercio con la ALALC, 2) el déficits presupuestario nacional, 3) la débil iniciativa política de la clase dirigente local y 4) la corrupción galopante de los partidos tradicionales en la administración municipal, llevaron a que la conclusión de esta necesaria estructura solo se diera hasta mediados de la década del setenta. Aunque la desestabilización y corrupción organizada retrasaba las grandes obras de infraestructura, en medio del desgobierno municipal, Barranquilla seguía moviendo cantidad enorme de capitales a través de la movilización de mercancías por carreteras, ferrocarriles y el transporte fluvial. En 1963, las importaciones por el puerto de Barranquilla sumaron 21.655 toneladas métricas brutas por un valor de $996.288.000, las exportaciones en el mismo año fueron de 159.776 toneladas brutas que valieron $183.650.000,74 cifras que reflejaban que las condiciones de intercambio eran desfavorables para el comercio nacional. Esta situación llevó a decir públicamente a Alberto Lleras Camargo que «Más de mil millones de dólares se escaparon durante la década del sesenta por la subida de precios de los productos importados y la baja cotización de las materias primas exportadas en relación con los precios de intercambio de 1950». (Amengual: 1972: p. 158) Era pues un verdadero desangre de capitales lo que se movía por el puerto de Barranquilla, pues en 1964 de un total de 706.314 toneladas métricas importadas por los puertos nacionales, 180.257 toneladas métricas, o sea el 25.5% se introdujo por Barranquilla, confirmando que Colombia era un excelente proveedor de dólares para los Estados Unidos, que era su principal socio, y a través del puerto de Barranquilla, de su Zona Franca y de la ALALC, un excelente contribuyente para aumentar su riqueza imperial.

74

Anuario de Comercio Exterior, Ministerio de Comercio, p. 129.

240


El drenaje de capitales llevó también a realizar empréstitos para mejorar las condiciones del puerto marítimo de Barranquilla. En un informe financiero de junio de 1963 elaborado por los técnicos de dicha empresa se anota: «El Programa de Barranquilla se realiza en dos fases... en la fase 1 se construirá un muelle rodeado de áreas cubiertas y descubiertas para almacenamiento transitorio; obras para las embarcaciones fluviales y un edificio de administración. La fase dos, consiste en la construcción de un muelle adicional y su correspondiente espacio para bodegaje transitorio».75 Las obras ejecutadas en el siguiente año mejoraron las condiciones estructurales del puerto, pero la focalización de estos recursos solamente en esta área negaba, a la vez, la inversión social en las áreas sociales adyacentes que eran unas de las que mayor miseria concentraban en la ciudad, entre ellas los barrios La Luz, La Chinita, La Zona Negra, El Ferry, entre otros barrios marginales que crecían de forma paralela a las nuevas instalaciones construidas y a la extraordinaria riqueza portuaria. En cuanto a la infraestructura eléctrica, que demandaba la ampliación portuaria y la industria monopólica, el gobierno nacional por presión de los capitalistas locales en 1962 tuvo que intervenir a la Compañía Colombiana de Electricidad empresa filial de la Bond and Share de Nueva York, monopolio de la energía que tenía concesión exclusiva desde los años treinta. El auge del capital foráneo y los monopolios nacionales necesitaban elevar sus ganancias reduciendo los costos por prestación de servicios, pues esta empresa «Con sus precios altos, y con la utilización de maquinarias anticuadas, fue un motivo de obstáculo y retardo al desarrollo industrial de la ciudad». (Sarta: et. al: p. 133) La transacción realizada por el departamento del Atlántico para adquirir los equipos obsoletos de la compañía norteamericana se realizó bajo el amparo de la corrupción pues de los 28 millones de dólares que se pagaron por los equipos de esta empresa, que además tenía instalaciones en Santa Marta, Girardot y Palmira, el costo de estos equipos mediante estimaciones posteriores se valoraban en 8 millones de dólares y según el gerente de la Electrificadora de la época «Las oficinas se encontraban con equipos con bastantes años de servicios

75

Programa de Desarrollo para los Puertos de Barranquilla, Buenaventura, Cartagena y Santa Marta: p. 140.

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que requerían el cambio paulatino de ellos, y de los 42 vehículos automotores recibidos, 13 estaban en malas condiciones». Este es el precio que se paga cuando un país y una ciudad carecen de soberanía política y económica, y a los neoliberales de hoy, la prueba de que no todo lo privado y extranjero proviene de Dios y es excelente, y lo público del diablo e ineficiente. La Electrificadora del Atlántico nació así sobre el peso de la deuda que una filial norteamericana privada e ineficiente impuso sobre sus espaldas, deuda que alcanzaba la cifra para la época astronómica de 200 millones de pesos la cual limitó enormemente los proyectos expansivos sociales de electrificación para la ciudad y el departamento, concentrándose la mayoría de los kilovatios que generaba la recién fundada Electrificadora del Atlántico para mover la producción industrial extranjera y nacional, instalada las empresas en la zona industrial de la Vía Cuarenta, el corredor de la Calle Treinta y la Zona Franca: «En 1963, el consumo de energía eléctrica en Barranquilla fue de 262.163.000 kilovatios hora, de los cuales 119.530.000 kilovatios hora corresponden a usos industriales». Era este en definitiva un problema de planificación estructural donde los servicios públicos no se diseñaron en función de la sociedad barranquillera en su conjunto para generar un crecimiento de desarrollo equilibrado, favoreciendo otras expresiones económicas como la microempresa y la economía doméstica, de fundamental importancia para el equilibrio social y el empleo, sino que la concepción económica de elite desarrolló siempre la expansión de los servicios de acuerdo a la rentabilidad que se podía alcanzar en la prestación del mismo. La estructura eléctrica va tomando así las características propias de esa situación: para las zonas industriales y residenciales se observa una adecuada instalación, mientras en los barrios populares que crecieron al margen de la planificación elitista, las conexiones las realiza la misma comunidad mediante la extensión de cables conectados de manera antitécnica. Esta situación en la historia de la energía eléctrica de Barranquilla ha generado año tras año la muerte de decenas de habitantes en los barrios populares. El transporte aéreo en la década del sesenta también sufrió cambios para satisfacer las demandas de movilidad y pasajeros que exigían las nuevas condiciones económicas caracterizadas por el dominio de multinacionales y monopolios locales. Con el inicio de la construcción del terminal del aeropuerto 242


internacional para aviones Jet, el capital acumulado en la ciudad a través de la importación y exportación por vía fluvial, carreteras y ferrocarriles, aumentó sus niveles con el incremento de la actividad del transporte aéreo: «En los primeros seis meses de 1964 se embarcaron en el aeropuerto de Barranquilla casi diez mil toneladas métricas de carga y se desembarcaron aproximadamente unas ocho mil toneladas métricas. Comparadas estas cifras con las del total nacional, se observa que por el aeropuerto de Soledad se embarca el 20.4% y se desembarca el 16.2% de la carga aérea del país». Sin embargo, la prioridad económica que le dio el gobierno nacional de turno a la capital de la república para la construcción de su infraestructura y la preocupación, con fundamento, de que los dineros para la obra de ampliación quedaran triturados por la poderosa maquinaria politiquera, hizo que se aplazara la construcción del aeropuerto internacional hasta más de una década después. Se alimentaron de esa forma las contradicciones propias de la economía barranquillera que siendo una de las principales ciudades exportadoraimportadoras del país no recibía correspondientemente los recursos para su “desarrollo”, quedando demostrado que en la evolución económica de Barranquilla, y por problemas inherentes al despilfarro y la corrupción, no se estaban desarrollando en esa etapa factores de desarrollo pleno e incluyentes sino modernizaciones en algunas ramas de la industria, el comercio y el transporte bajo el manto del modelo económico de sustitución de importaciones, y en la estrategia exportadora, bajo los auspicios del nuevo Grupo Andino creado por los países signatarios en 1969. Este grupo de países, con la participación activa de Colombia, intentaba aplicar la adopción de varias disposiciones encaminadas a limitar, en cierta medida, las actividades incontroladas de las multinacionales y del capital financiero internacional para afianzar al sector nacional en la economía de los países que integraban el Grupo. El documento más importante, entre las disposiciones que se tenían para desarrollar el comercio exterior, fue la llamada “resolución 24” aprobada en 1971 y conocido también como Régimen común de tratamiento a los capitales extranjeros y sobre marcas, patentes, licencias y regalías. La importancia de este principio económico que intentaba fortalecer la soberanía de las naciones firmantes, consistía en que representó el primer intento en la historia de los países latinoamericanos de reglamentar y, por consiguiente, limitar al 243


interior de los países integrantes del tratado las operaciones leoninas de los monopolios internacionales: «Las transnacionales de los Estados Unidos recibieron enfurecidos los intentos del Grupo Andino de establecer el control de sus actividades. Washington y sus aliados, junto con los monopolios, recurrieron a las formas más burdas de chantaje y presión para impedir que se aprobara ese documento. El Concejo de las Américas, organización que agrupaba a las más grandes corporaciones norteamericanas que tienen inversión de capital en América Latina, dirigió una carta al entonces presidente de Colombia Misael Pastrana Borrero, amenazando cesar todas las inversiones en los países andinos. El Ministro de Desarrollo de Colombia J. V. Jaramillo, calificó de 'terrorismo económico' esa acción del Concejo de las Américas. Al mismo tiempo, los embajadores de cuatro potencias capitalistas (Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, y Francia) visitaron en bloque al presidente de Colombia, exigiendo que rechazara cualquier cambio de la legislación nacional que regulaba las actividades del capital extranjero en el país».76 Bajo esta presión, los Estados signatarios del nuevo grupo, con la intermediación efectiva de Pastrana Borrero para que este facilitara y favoreciera el apetito de las transnacionales, los países firmantes del tratado, bajo presión, modificaron gran parte del contenido de este documento. Estas fueron las características políticas y económicas desastrosas en las que se enmarcaba el comercio exterior por Barranquilla a través de los acuerdos del Grupo Andino hasta los primeros años de la década del setenta.

CAPITULO IX 76

Expansión económica de Estados Unidos: América Latina, Varios autores, Editorial Ciencias Sociales Contemporáneas, 1986, págs. 24-25.

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OLIGOPOLIOS EXTRANJEROS Y MONOPOLIOS NACIONALES

9.1 Principales monopolios instalados en Barranquilla en la década del setenta: la miseria resultante expande la mortandad de infantes por gastroenteritis y polio A través de los mecanismos capitalistas de intercambio desigual que venía desarrollando Colombia mediante los acuerdos multilaterales de comercio, en esta etapa, inicios de los años setenta, ya pocos economistas sensatos dudaban que el desarrollo capitalista tanto de Colombia como el de la región Caribe se desplegaría, en adelante y como siempre, por la ruta escabrosa de la dependencia total al capital transnacional. Sin embargo, el desarrollo de la centralización del capital y la concentración de la producción bajo la modalidad de la producción mixta, como lo observamos en líneas anteriores, posibilitó el surgimiento de los monopolios nacionales y su consolidación en la década de los setenta. En Barranquilla por ser puerto de primera categoría, se crearon las posibilidades económicas y políticas para que un sector de los influyentes empresarios nacionales, el grupo Santodomingo, se constituyera en el principal grupo financiero del país mediante el control monopólico que ejercía sobre la ciudad, desplazando definitivamente a otros competidores regionales y nacionales. El orden de importancia de las empresas del poderoso grupo Santodomingo en Barranquilla eran a principios de los años setenta las siguientes: 1) Aerovías Nacionales S. A. Avianca. Los máximos accionistas eran la Pam Américan con el 64% de las acciones, le seguían en su orden el Grupo Santodomingo con el 24% y el Estado con el 15% 2) Cervecerías Barranquilla y Bolívar S.A. Este se fue constituyendo en uno de los monopolios que con los años dominarían el mercado de las cervezas en todo el país. El grupo Santodomingo a través de esta empresa controló las acciones de Bavaria que en la década del sesenta tenía 98.912 accionistas y en asamblea realizada en 1971 el grupo dominó fuertemente, (a través de pequeños accionistas a su servicio) el mercado mayoritario de las acciones, controlando posteriormente a Cervecerías Águila, Unión, Andina y Colomboalemana. 245


3) Cementos Caribe S.A: Esta empresa hace parte del control monopólico que sobre el cemento existe en el país. De los cuatro grupos financieros que controlan las trece empresas existentes; al grupo Santodomingo, en repartición leonina, le tocó el monopolio del cemento en la costa Caribe a través de esta empresa. 4) Distribuidora Águila S. A. Controlaba el transporte y almacenamiento de la cerveza en toda la región Caribe. 5) Aerovías Cóndor de Colombia S.A. (Aereocondor) 6) Fábrica de Grasas y Aceites Vegetales (Fagrave) 7) Aluminio de Colombia Reynolds Santodomingo S. A. 8) Unión Industrial y Astilleros Barranquilla S. A. (Unial). 9) Compañía Industrial Colombiana Marysol S.A. 10) Envases Colombianos S.A. 11) Santodomingo & Compañía. 12) Corporación Financiera del Norte (Cofinorte). 13) Ernestina García de Santodomingo. 14) Fundación Barranquilla; bautizada años después como Fundación Mario Santodomingo.77 Posteriormente el grupo incursionó en la dominación del sector primario de la economía con la monopolización de la producción y distribución del gas natural, hasta entonces en manos solamente de la Socomy Movil Oíl Co., filial de la Texaco como se corrobora en la siguiente nota: «La aprobación sigilosa por el Consejo Nacional de Política Económica en un proyecto de explotación del gas de la Guajira permitirá que esa inmensa riqueza pase al control del poderoso grupo financiero Santodomingo que encabeza Julio Mario primo de López Michelsen. Según ese proyecto, se construirá un gasoducto desde la Guajira hasta Barranquilla donde el gas será

77

La idea de la cooperación social productiva apoyada a través de la Fundación Santodomingo, se constituyó en una parte de la producción global racionalizada de este grupo, es decir comenzaron a combinar la acumulación de capital social con la monopólica, de forma tal que este grupo se apropió de la riqueza productiva de cientos de microempresarios mediante la imposición de sus “cómodos intereses” al crédito que realizan. El trabajo cooperativo a través de las microempresas bajo el apoyo estatal puede existir y prosperar sin la ayuda de la Fundación Santodomingo, pero a este mismo grupo se le hace difícil acumular y justificar su existencia explotadora en el medio social sin el apoyo del trabajo cooperativo y microempresarial, de allí la necesidad, para ellos, de esta fundación.

246


industrializado generando millonarias utilidades. La distribución del capital para la ejecución del proyecto del gasoducto de la Guajira es

la

siguiente:

Petroquímica

del

Atlántico

(International

Development & Investment y Santodomingo) 20%, Cementos del Caribe (Santodomingo) 20%, Texas Petroleum Company 10%, particulares seleccionados dentro de los jerarcas del grupo 3% y Ecopetrol 47%». (Alternativa: 17/10/1975: p. 7) En etapas posteriores de su desarrollo, Gas Natural entre 1994 y 2003 hizo inversiones en producción, transporte y distribución de gas natural que sumaban en total alrededor de 1.900 millones de dólares. Con esta inversión se realizó la más importante expansión en el tema del transporte de gas, al conectar la costa norte con las principales ciudades del interior del país, quedando la distribución de este vital producto monopolizada por este oligopolio económico. Pero a la vez la grave miseria de la población guajira no contabilizaba sus pasos y se convirtió en una de las regiones con mayor índice de pobreza y analfabetismo en el país. Allí los cuantiosos capitales de estos conglomerados no fijaron su atención. Esta economía oligopólica que se afirmaba cada vez más en Barranquilla con la predominancia de un reducido número de empresas que controlaban el mercado de productos esenciales para el consumo interno y de exportación, fueron imponiendo cómodamente sus condiciones en la dirección económica de la ciudad, pues estas empresas en su mayoría comenzaron a utilizar tecnología costosa para la producción, lo que hizo posteriormente difícil que la pequeña y mediana industria pudiera desarrollarse en condiciones adecuadas. Los monopolios económicos, consolidados en cada una de las zonas establecidas para ellos en las décadas del sesenta y setenta, subordinaron de esa manera a numerosas Pymes que con baja tecnología y poco personal luchaban entre sí para convertirse en los proveedores de estas grandes industrias. La multinacional Peldar, por ejemplo, para la fabricación del vidrio contaba con 37 de estos proveedores. Sin embargo, el proceso de monopolización del mercado y sus cadenas de pequeños proveedores no fueron siempre establecidos en esas dos categorías, monopolio y proveedor, sino que la necesidad de acumulación para competir en mejores condiciones en el mercado nacional y extranjero, llevaron a algunos de estos monopolios a controlar toda la cadena del producto en la rama. El ejemplo 247


es la Fábrica de Grasas y Aceites Vegetales (Gracetales) que siendo una industria pionera en Barranquilla y Colombia (con acciones de capitalistas minoritarios) en el procesamiento de las oleaginosas, y que a su vez mantenía un consumo de productos agrícolas (semillas de algodón, ajonjolí, soya y palma africana) producidos por cientos de campesinos, fue posteriormente absorbida por la familia Gutt, que tenía el monopolio de los aceites y grasas vegetales, controlando el 50% de la oferta nacional total. Este monopolio rompió el proceso de proveedores minoritarios agrícolas que subsistían con él, y en el desarrollo de control de la cadena productiva se dedicaron también al proceso de siembra, constituyéndose en los principales cultivadores de la palma africana en el país, sobre todo en los departamentos de Cesar y Santander: «Y luego de producir los aceites, grasas, margarinas y alimentos para animales, la fábrica de jabones y detergentes Dersa de los Gutt, controla, junto con la Colgate Palmolive más del 90% del mercado, su fábrica de alimentos para animales aporta más del 5% de la producción... es decir, el monopolio de la producción de aceites y grasas comestibles, esenciales para el consumo familiar, permitió a los Gutt desplazarse a la producción de materias primas y la utilización de los subproductos; las ganancias de monopolio en estas actividades les facilitó, a su vez, la extensión de otras actividades, como la producción de oxígeno, acetileno y soldadura, la urbanización, la siderurgia semintegrada y el comercio exterior, configurándose como un conglomerado». (Colmenares: 1983: p. 150) Con la absorción de Gracetales, la familia Gutt obtuvo en Barranquilla los bienes raíces de la antigua Fábrica de Textiles Filtta: «Situados en la Vía Cuarenta a pocos kilómetros de Bocas de Ceniza y con el río Magdalena a su frente, a unos pocos metros de distancia. Más tarde fue adquiriendo un extenso predio en el corregimiento de Siape, a la orilla del río, en donde se ha construido un muelle especial y grandes tanques de almacenamiento de aceites crudos importados, especialmente de países de la ALALC, a fin de procesarlos y convertirlos en aceites hidrogenados para el mercado interno y exportación de los sobrantes... y de ese modo, don Moris Gutt rescató para Barranquilla su primitiva condición, que había perdido, de centro de gravedad en el país de la industria de grasas vegetales». (Sarta: 1972: p. 223) La monopolización total sería pues desde 1960 y 1970 una constante en el desarrollo de las relaciones económicas en Barranquilla y determinaron en gran 248


medida prever su desarrollo futuro, lo que permitió descubrir en adelante quienes eran los verdaderos beneficiarios de los “índices de crecimiento” publicados por la Cámara de Comercio local, y quienes eran los todopoderosos propietarios de los sectores monopólicos “más avanzados” de la economía barranquillera. Este proceso de monopolización que se realizó incluso con la eliminación de otros competidores de la tradicional burguesía costeña, profundizó tanto los niveles de explotación laboral como también los índices de desempleo estructural, poniéndose Barranquilla a la cabeza del país en este problema pues al finalizar el segundo semestre de 1974 el promedio de desempleo en las principales ciudades del país era el siguiente: Bogotá, 7.40%, Medellín 12.94%, Cali 12.20% y Barranquilla 18.40%78, presentándose en este periodo grandes desequilibrios sociales que tuvieron características violentas, pues la expansión de la miseria hacia el sur y sur-occidente genero fuertes conflictos sociales y económicos, ya que solamente fue hasta finales del año 1969, después de fuertes protestas populares, que el alcalde de ese año Eduardo Suarez Glasser pudo contratar un préstamo de 3 millones de pesos para la electrificación de los barrios Santuario, Alboraya, Carrizal, Santo Domingo, Las Américas y Kennedy. Esta situación indicaba que el llamado Siglo de las Luces, el de la razón, (XVIII) solo vino a aparecer en los barrios populares de Barranquilla a finales del siglo XX. Igualmente, un informe del corresponsal del diario El Tiempo (16/7/1974) en la ciudad, detallaba la grave situación social de Barranquilla en el marco del crecimiento de los monopolios nacionales y el de las inversiones que se avecinaban con los nuevos tratados firmados por Colombia, para intentar agilizar el comercio y aumentar la tasa de acumulación de estos conglomerados: «Un total de 2518 personas han muerto en Barranquilla en los primeros meses de este año. La mayoría de defunciones registradas en la Oficina de Estadística Municipal, se refiere a niños menores de 5 años que fallecieron por desnutrición y gastroenteritis…según algunos observadores, teniendo en cuenta la población de Barranquilla, que según el DANE no pasa de 800.000 habitantes, el índice de mortalidad en Barranquilla sería uno de los más altos de América Latina» No es pues concebible justificar la riqueza de estos emporios económicos, como lo hacen historiadores de la ciudad, a costa de la muerte y el empobrecimiento

78

Revista Nueva Frontera, enero- febrero de 1976, p. 15.

249


de la población barranquillera. Con estas inhumanas cifras, era pues palpable que crecimiento económico no era igual a desarrollo económico. Las empresas en Barranquilla crecían y aumentaban su patrimonio sin cesar, pero no se equilibraron con los otros sectores que igual impulsan la economía como la población y la infraestructura (vivienda, salud, educación). Teníamos crecimiento industrial pero, a la par, no teníamos un desarrollo social que se viera reflejado en el bienestar colectivo. Lo único que crecía en la ciudad eran la muerte, la miseria y la desolación en que se encontraban los sectores populares.

9.2 El puente sobre el río Magdalena y la creciente dinámica exportadora de la industria monopólica en medio del repunte del desempleo en la ciudad.

En la medida en que los monopolios nacionales y extranjeros establecidos en Barranquilla

multiplicaban

sus

ganancias

a

través

de

los

diseños

macroeconómicos implementados, (ALALC, Pacto Andino79, Mercosur etc.), la inversión del Estado mediante empréstitos para fortalecer la infraestructura también se agilizó. Con la finalización de la construcción del puente sobre el río Magdalena, que eliminó las trabas y demoras que tenía el viejo Ferry para desarrollar el transporte y el comercio, causó que la economía barranquillera alcanzara un nuevo dinamismo importador-exportador. Según cifras de la oficina regional del Instituto de Comercio Exterior (INCOMEX) las procedencias de las importaciones con destino a Barranquilla reflejaban las características de la dominación y la dependencia al mercado capitalista internacional. En 1975, y escogemos este año como promedio de la década: «Estados Unidos se destaca en primer plano comerciando la mitad de las importaciones (50.3%) luego la ALALC (13.5%) dentro de cuya área de integración el Grupo Andino participa con envíos del 60% y del 8.2% dentro del total adquirido por Barranquilla. La Comunidad Económica Europea con un 13.1%, ocupa lugar importante como la ALALC. Es relevante el

79

Este pacto fue producto del llamado Acuerdo de Cartagena firmado en 1969 y fue suscrito por Colombia, Chile, Ecuador, Bolivia, y Perú, adhiriéndose Venezuela en 1973. De allí surgió el Arancel Externo Común (AEC) para los países firmantes.

250


comercio con el Japón que alcanzó el 11.3% del total de las importaciones analizadas». (Incomex: 1975: p. 19)

Inauguración del Puente Laureano Gómez o Pumarejo (1973): esta obra agilizó los bienes de capital de la industria, pero también los del contrabando

Teniendo en cuenta que un sector de la burguesía industrial nativa tenía un alto desarrollo técnico para la producción, es notable que todavía en 1975 la importación de productos industriales con valor agregado terminado tenía una alta incidencia en el desarrollo de la economía nacional y regional. Según cifras del INCOMEX seccional Barranquilla, el predominio de las importaciones de este tipo eran significativas: «Es así como se destaca la alta proporción (36.5%) para máquinas, aparatos y material eléctrico; y el significativo porcentaje de un 22.8% correspondiente a materiales comunes y sus manufacturas, cuya participación en conjunto representa un 60% de las importaciones». (Incomex: p. 22) Lo anterior demuestra que mientras los monopolios nacionales instalados en la ciudad que producían bienes intermedios dentro del modelo de sustitución de importaciones, en medio de las trabas de los mecanismos multilaterales de comercio y que, además, su producción estaba condicionada por una caída relativa del consumo interno, esta situación no modificó para la década de 19701980 la estructura neocolonial y dependiente de la industria nacional y regional pues la sustitución de importación correspondiente se vio, como lo mostraban las anteriores cifras del INCOMEX, ampliamente equiparados por un aumento

251


de la necesidad de importar maquinas, repuestos y todo tipo de productos industriales de alta tecnología. La industria mediana en Barranquilla para mediados de esa década estaba reducida estructuralmente al sector productor de bienes de consumo local y nacional,

quedando

reducidos

incondicionalmente

a

la

necesidad

de

abastecerse de bienes de producción de la industria pesada y tecnológica de las potencias desarrolladas, especialmente de los Estados Unidos, sin que recíprocamente los países y empresas transnacionales se abastecieran de los bienes manufacturados y primarios producidos por la industria regional, se pagaran precios justos por nuestras exportaciones y se aliviaran las trabas proteccionistas que imponían esos países. Un artículo de la revista Nueva Frontera observaba en 1976 el problema de esta manera: «En los exhaustivos comentarios que hizo el director de este semanario a la Ley de Comercio Exterior de los Estados Unidos promulgada en 1974 por la International Trade Comission, anotaba el énfasis que ponía en la protección de los intereses de los productores norteamericanos. Esta ley de 'ánimo beligerante' le recomienda en cada caso particular y en forma no obligatoria para este, la conveniencia de establecer cuotas, aumentar impuesto o prestarle asistencia a la industria norteamericana afectada». (Nueva Frontera: 3/18/1976) Al mismo tiempo, esta ley de “ánimo beligerante” contenía en varios de sus artículos toda una serie de advertencias amenazadoras contra los países latinoamericanos que quisieran seguir el rumbo de la independencia económica. Estas políticas proteccionistas de los norteamericanos, crearon para nuestro país un déficits en la balanza comercial desastroso, así lo concluye el informe del INCOMEX seccional Barranquilla: «Las exportaciones nuevas al 31 de diciembre de 1975 contribuyeron con el 52% del total exportado, con un valor de 762 millones de dólares que comparados con el año de 1974 representa una reducción en términos absolutos de 30 millones de dólares y en términos relativos de 3.8%... entre las principales causas que impidieron el crecimiento de las exportaciones nuevas en 1975 podemos citar: a) la reducción de la demanda internacional. b) el cierre que aún persiste en los mercados europeos para la carne c) la reducción de precios internacionales para muchos productos de gran 252


importancia en nuestras exportaciones d) restricción impuesta a nuestros textiles, confecciones y calzado en los países industrializados y e) el incremento de los fletes». (Incomex: 1976: p. 7) Así, mientras la economía colombiana y como reflejo menor la barranquillera se abría cada vez más al comercio de la industria monopolista extranjera, ampliando el mercado de circulación de las mercancías de estos países, las economías de los poderosos países industrializados obstaculizaban fuertemente el mercado para los productos de nuestra economía dependiente, quedando gran parte de la industria nacional reducida a la producción para el mercado interno y, en menor medida, para los países de la ALALC. Esto lo confirma el informe del INCOMEX Barranquilla citado: «Referencia especial merece el mercado de América Latina para las exportaciones colombianas: sin tener en cuenta Canadá y Estados Unidos, Colombia está exportando el 28% a la América Latina. Esto significa que en la propia región tenemos prácticamente nuestro principal mercado». Sin embargo, la debilidad del consumo de estos países, producto de los bajos salarios y la galopante miseria eran el obstáculo principal, como lo explicamos en líneas anteriores, para que se ampliara de manera favorable la producción nacional industrial no monopólica; y solamente las empresas transnacionales unido a los monopolios nacionales nacientes, fortalecieron su papel dentro de las estructuras del mercado colombiano y latinoamericano a través de estos acuerdos multilaterales, generando esto una parálisis en el crecimiento de la mediana y pequeña industria y, por consiguiente, un aumento en los niveles de desempleo y miseria. Sobre esta particular situacion en 1976 Alberto Blanco analizaba el crítico problema social de Barranquilla así: «Barranquilla es hoy la ciudad colombiana con mayor densidad de población. Su crecimiento en términos generales, se ha caracterizado por un desarrollo periférico tugurial hacia el sur, formando alrededor de ella un verdadero cinturón de pobreza, que encierra a las zonas residenciales de altos y medianos ingresos entre los extremos de una herradura de barrios suburbanos. El desahogo residencial para las clases media y alta se encuentran, por consiguiente, reducida a una franja de terrenos localizadas al norte de la ciudad, en tanto que las 253


soluciones para viviendas populares se ven cada día más limitadas por la proliferación de tugurios e invasiones que se van estableciendo en la zona sur». (Nueva Frontera: 1/26/1976) Pero la pobreza no se debía tanto a la proliferación de estos tugurios, que eran apenas las consecuencias visibles del problema, como lo anota erráticamente este analista, la causa fundamental era el alto desempleo existente y los niveles intensivos de explotación de la fuerza laboral que impedía suplir las necesidades básicas de la población, entre ellas las de vivienda; como lo confirma la siguiente tabla salarial de la época: «Según estudios que ofrecía la Cámara de Comercio, los salarios que ofrecía la ciudad eran inferiores al promedio que rige para trabajadores de Bogotá Medellín y Cali. Mientras en Barranquilla oscilaba entre $1.899 y $2.340 en 1975 para Bogotá era de $2.157 y 2650; Medellín $2.100 y 2.680 y Cali $2.415 y $2.964 mensuales para empleados y obreros. Esto a juicio de la dirigencia, era un estímulo para los inversionistas».80 Bajo estas condiciones de miseria y de explotación de la mano de obra local, que mantenía bajos salarios para acrecentar las ganancias, las industrias filiales y las asociadas al capital transnacional con la masiva importación de equipos y maquinaria industrial crearon una ilusión de desarrollo industrial autónomo con la importación masiva de estos productos tecnológicos destinados a la gran industria,81 bajándoles los aranceles que eran fuertes desde 1930 de una manera significativa, y en correspondencia «Salvo los niveles de protección para la incipiente industria nacional, las importaciones aprobadas por Barranquilla y orientadas a los sectores productivos de la economía encajan dentro de la racionalidad de una política de 80 toneladas diarias sana que pretende, con una estructura arancelaria acorde, propiciar el desarrollo industrial del país». Lo anterior sin embargo, no quedó sino en puras pretensiones, pues el desarrollo industrial no se podía realizar en términos reales mientras los instrumentos utilizados para ello estuvieran en préstamo o hipotecados a la banca 80

Historia general de Barranquilla, Sucesos, Barranquilla durante el frente nacional, 1958-1974, p. 131. Un informe presentado por el gobierno colombiano sobre el círculo vicioso de la dependencia tecnológica en ese periodo afirmaba: “muchas de las características estructurales y organizacionales del subdesarrollo son opuestas a la aplicación de la ciencia y tecnología, pues inhiben la aparición de lo que podría denominarse “demanda efectiva” por el conocimiento científico y tecnológico. Ello conforma un verdadero circulo vicioso que podría traducirse en razonamientos del siguiente orden: la tecnología está creada en los países avanzados y puede comprarse, para que generen innovación si se le puede comprar; crear tecnología no es viable; la compra en el exterior es necesaria porque no sabemos crear y así sucesivamente” Revista Nueva Frontera, agosto- septiembre 1979, p. 5. 81

254


internacional (deuda externa privada), y menos cuando la realidad económica no presentaba urgencias estratégicas para esos fines, porque ningún empresario sensato quería arriesgar su capital en la elaboración de productos industriales que eficientemente suministraba la industria extranjera, y mucho menos estaban interesados en competir con las multinacionales que le suministraban tecnología y equipos de última generación para la modernización de sus industrias. Ejemplo de esto, y para ampliar su fábrica de molinos de trigo, la firma Generoso Mancini & Cia., que funcionaba desde 1949, compró un gigantesco molino marca Buhler Miag a un costo de un millón de dólares e importó de los Estados Unidos en 1983, 27.801 toneladas de trigo para con esa importación del cereal monopolizar el mercado regional de harinas, para abastecer a precios controlados la fabricación del pan en la ciudad y también sirvió para concentrar la materia prima básica y, de esa manera, producir a gran escala la fabricación de pastas alimenticias (La Insuperable) en una rama no competitiva para la industria extranjera. Esta dependencia tecnológica fue una de las causas de la recesión en la producción industrial en la década de 1970 que duró hasta mediados de 1975, como lo afirma la Cámara de Comercio de Barranquilla: «El producto interno bruto del Atlántico se mantuvo cuarto en el país aunque con fluctuaciones para el periodo de 1950-1975, disminuyendo su participación en el PIB nacional de 6.39% a 5.60%, este descenso en participación se debe fundamentalmente a una baja dinámica de la inversión, reduciendo la formación interna bruta de capital de 4 a 3% respecto del total nacional».82 Estos datos de la Cámara que resaltaban la baja dinámica de la inversión, mostraban que tanto a los monopolios nacionales como a las multinacionales no le interesaba el desarrollo equilibrado del país ni mucho menos el de Barranquilla sino que su único interés, demostrado en sus cifras de crecimiento macroeconómico y en la situación social precaria de la población, estaban en la usura de las ventas, en incrementar su influencia en el mercado regional, en sacar buenos dividendos de los acuerdos multilaterales de comercio (teniendo a Barranquilla como plataforma), en la desmedida especulación y en todo tipo de tráfico, incluyendo el ilegal, donde se produjera la ganancia. En esa medida, la 82

Perspectivas para el desarrollo de Barranquilla y su área de influencia, Cámara de Comercio, julio de 1986, p. 17.

255


construcción del puente sobre el rio Magdalena, bautizado por nuestra plutocracia conservadora “puente Laureano Gómez” en homenaje al líder conservador que en la época de la violencia fue el artífice de la matanza de más de 300.000 colombianos, no solo agilizó este puente el comercio de mercancía legal que se exportaba e importaba por la Zona Franca, sino que también contribuyó decisivamente a una ágil comunicación hacia Santa Marta y Riohacha para fortalecer los lazos de expansión comercial con el resto de la región, y también vigorizó el comercio con Venezuela que en ese periodo presentaba una fuerte sobrevaluación de su moneda para lograr, bajo esa particular situación, niveles uniformes de acumulación provenientes de esos dos mercados.

9.3. Con la crisis surge una nueva mafia de contrabandistas al interior de la clase política tradicional La balanza de pagos desfavorable que se realizaba a través del comercio formal y la necesidad de invertir capitales que produjeran ganancias favorables, incrementó la necesidad de construir puertos clandestinos a lo largo de las costas del Caribe para satisfacer la demanda de determinados bienes de consumo duradero que la industria nativa no alcanzaba a producir, y los que producía eran a costos elevados. El contrabando, de esa manera, incrementó notablemente el comercio en Barranquilla, negocio en el cual estaban involucrados principalmente los industriales y comerciantes de la ciudad que mediante el soborno y la manipulación obtuvieron maravillosas ganancias. Jaime Devis Pereira (4/10/1976) comentaba sobre el particular aspectos que indicaban formas críticas de la descomposición social en la clase dirigente: «Las actuaciones delictivas son conocidas de todos... igual ocurre con las estafas que se vienen cometiendo contra los intereses del Estado en la subfacturación y sobrefacturación de importaciones, con más de 'diez peces gordos' en la sola ciudad de Barranquilla. Por lo menos medio centenar de industriales y comerciantes comprometidos en la falsificación de manifiestos y otros documentos de aduana, y otros centenares de negocios que evaden tranquilamente, con la complacencia de funcionarios del Estado,

a

todos

los

niveles,

los

impuestos

nacionales,

departamentales y municipales». 256


Y la Revista Alternativa remataba confirmando el tráfico ilegal que igual beneficiaba a mafiosos, a la corrupta administración de la aduana y también a los grandes monopolios locales: «La red de transportadores cuenta con una flota de enormes lanchas con una capacidad mínima de 80 toneladas... en cada viaje pueden traer tres o cuatro millones de pesos en mercancías, televisores, grabadoras, licuadoras, cigarrillos whisky, telas y otros artículos más valiosos aún. De salida cargan principalmente café y azúcar. El resguardo de aduanas creado para contener el contrabando, ha llegado a la cínica práctica de fijarle tarifas: de 15 a 30 mil pesos por embarcación que se distribuye “ecuánimemente” ... Pagada la tarifa, las lanchas descargan en Barranquilla, en Cementos Caribe, Gracetales, Santa Verónica o en el Caño de la Ahuyama... con este bocadillo se puede empezar a vislumbrar la fabulosa red del contrabando, que mueve más millones de pesos que Coltejer, Bavaria y Acerías Paz del Río juntas. En efecto, las estimaciones más realistas sitúan en unos 20 millones de dólares las importaciones de contrabando y quizás un poco más que las exportaciones, es decir, una suma de unos 1.200 millones de pesos». (Revista Alternativa: 15/6/1975)

Sanandresito de Barranquilla: por sus instalaciones se movió el comercio de las multinacionales evadiendo impuestos y fortaleciendo la economía emergente.

El surgimiento de los Sanandresitos, como consecuencia de esa coyuntura económica, fue otro mecanismo mediante el cual las multinacionales de equipos

257


electrónicos (Sony, Panasonic, Philips etc.) burlaban los impuestos de aduana incrementando así sus ganancias y eliminando, de paso, a casas comerciales legales de electrodomésticos que venían funcionando desde la década del cincuenta bajo el amparo del modelo de sustitución de importaciones como los almacenes Almangel y J. Glottman por ejemplo. Esta situación originó que, aparte de la burguesía industrial monopólica, la comercial y la financiera, se fuera conformando también una lumpem-burguesía o clase social mafiosa que no solo derivó ganancias de la importación ilegal de productos para el consumo, sino que grandes capitales de esa “nueva clase” se colocaron a la exportación del producto comercial más apetecido en Norteamérica para la época: la marihuana. La “bonanza marimbera” produjo un crecimiento económico real en Barranquilla a partir de 1975. Aunque ese crecimiento se asimilara a un castillo de barajas, uno de los sectores que más se benefició de tal bonanza fue la industria de la construcción que en la época referida obtuvo el incremento más grande en la historia de la ciudad. Sin embargo, los dineros surgidos de la “bonanza marimbera” no se utilizaron para ampliar la base productiva, ni para solucionar críticos problemas sociales, sino que los dólares ingresados a la economía local fueron dirigidos fundamentalmente a la satisfacción de bienes suntuarios (vehículos, licores, artículos de lujo etc.) y a la construcción de centros comerciales y lujosas mansiones. Un visitador foráneo en la ciudad expresó en esa época los elementos de la “riqueza material” que estaban siendo estimulados por el contrabando y la exportación de marihuana: «Mientras tanto los dineros del tráfico ilícito no son invertidos normalmente en progreso. Con excepción de la industria constructora y el negocio de propiedad raíz, que se han activado maravillosamente, ante los deseos de los poseedores de grandes capitales repentinos por comprar o edificar suntuosas habitaciones». (Jaramillo: 7/9/1977: p. 16) Según el informe de la Cámara de Comercio de Barranquilla (3/20/1981), el área total construida en 1980 rompió los récords de épocas precedentes, construyéndose para ese año un total de 217.590 metros cuadrados y el presupuesto invertido estimado por CAMACOL fue de $1.959.869.459 siendo en su orden los más beneficiados, vivienda, almacenes y similar, oficinas y bodegas. Cabe destacar que, en el sector industrial, según este informe, el área construida fue de 0% lo mismo ocurrió con hospital, salud y asistencia, y educación. 258


La bonanza de dólares producto de la exportación de marihuana y la masiva importación de mercancías de contrabando, generó una economía artificial dependiente al mercado externo que produjo fluctuaciones de auge y caída en plazos muy cortos, reflejándose esta situación de desorden en una nueva oleada migratoria hacia la ciudad y en el ritmo de crecimiento del desempleo en Barranquilla: «El desempleo medido en las encuestas de hogares del DANE, ha tenido grandes oscilaciones, y muestra una forma de 'U' desde 1974 hasta 1985. De un nivel de 19% de desempleo en junio de 1974, descendió paulatinamente hasta 4.5% en diciembre de 1974 para luego subir rápidamente hasta el 17.9% en julio de 1985». Una traducción gráfica de esta situación muestra una coincidencia exacta entre la crisis económica de 1979-85 y la explosión del desempleo y la miseria hacia Soledad y el sur-occidente de la ciudad como se desprende de un informe detallado realizado por la Universidad Javeriana de Bogotá: «La desigualdad de ingreso entre hombres y mujeres también es mucho más profunda que la encontrada en Bogotá, Medellín y Cali. Barranquilla aparece por tanto como un centro urbano altamente heterogéneo con una aguda distribución del ingreso entre cualquiera de las categorías consideradas: sexo, rama, grupo o categoría ocupacional, los ingresos más bajos son percibidos por la mayoría mientras que una escasa minoría disfruta de los más altos... el peso del sector informal en la economía del área de Barranquilla, supera al resto de ciudades toda vez que alcanza a absorber 62% de PO, factor que explica parcialmente las grandes desigualdades encontradas en los ingresos promedio... Se concluye, por tanto, que las condiciones de sobrevivencia de la población residente en el área metropolitana de Barranquilla, son extremadamente precarias. Si bien sus tasas de desempleo no son las más altas de los centros urbanos, la estructura del mercado de trabajo con 62% en el sector informal, el mínimo nivel de los ingresos, las profundas desigualdades entre mujeres y hombres, el desempleo afectando a los grupos más vulnerables en términos de edad, la casi nula expansión del sector moderno de la economía, la poca cobertura del sistema de seguridad social, constituyen todos 259


los factores que coadyuvan a agudos y crecientes niveles de pobreza. Si a estos elementos se le adicionan mayores niveles de fecundidad, una estructura de población caracterizada por mayores relaciones de dependencia entre adultos y niños, menores tasas de participación y mayor población dependiente económicamente, se evidencia que la carga que lleva el trabajador es mucho más elevada y que el grado de atomización de los ingresos tendrá que ser más marcado». (Rico: 1986: p. 39-40) Los dos polos de desarrollo, el de la riqueza y el de la miseria, mostraba críticamente que la economía para ese periodo era solo un referente que estimulaba la ambición y reproducía la exclusión. El Periodista José Cervantes Angulo en un informe realizado el 17 de agosto de 1978 (pág. 5c) para el diario El Tiempo de Bogotá confirmaba cual era el papel desastroso de la clase dirigente y dominante local en el desarrollo de la planificación urbana: «Barranquilla es una de las pocas ciudades de Colombia que carece de Central de Transportes. Esto se debe a la desidia y abandono no solo de las clases dirigentes, sino de un apático sector privado, incapaz de ejecutar la idea, de la funesta actitud pasiva del sector oficial. Igualmente, la Central de Transporte no ha sido posible en barranquilla porque los empresarios aburguesados en medio de pingues ganancias, se han olvidado del beneficio que les podrán prestar sus instalaciones. En Barranquilla la Central de Transportes es tan urgente como la Central de Abastos, porque la ciudad crece de forma desaforada y desordenada y su millón de habitantes solo dispone de un parque automotor que oscila entre los 25 y 40 vehículos la mayoría de ellos viejos». Por otra parte, con el crecimiento de la construcción en áreas para el consumo lujoso, el comercio en determinadas áreas, tuvo un repunte económico de primer nivel hasta finales de la década del setenta. Pero este desarrollo comercial no fue horizontal, es decir, que el crecimiento no tuvo diversificación de los beneficios hacia pequeños y medianos comerciantes, sino que la concentración de capitales en determinadas familias generó la monopolización creciente de este sector económico, apareciendo en el escenario importantes grupos comerciales como el caso de la familia Char Abdala, dueños inicialmente de las Droguerías Olímpica y que, con el dinero acumulado en esta rama construyó, todavía hoy de manera inexplicable, un poderoso emporio comercial, industrial y 260


financiero, siendo esta familia la que en adelante concentrará el poder local, no solo en el plano económico, sino también en el de las decisiones políticas y administrativas en el municipio de Barranquilla, ampliando posteriormente su influencia económica y política hacia la región y el país, configurándose ya en el nuevo milenio en un conglomerado económico que tenía fuertes intereses en la industria de la construcción y ramificaciones de sus cadenas comerciales, financieras e industriales en las ciudades de Cartagena, Santa Marta, Sincelejo, Valledupar y Montería. En el eje cafetero en Pereira, Manizales, Quindío, Cali, Popayán, Buga, Buenaventura y Restrepo. Y en el centro del país en Bogotá, Neiva, Tunja, La Calera, Fontibón, Girardot y Sogamoso,83 en enero de 2007 compraron la cadena de supermercados La Galería S.A. con tiendas en Cali, Cartago, Palmira entre otros municipios del suroccidente colombiano, y en sus afanes de configurarse como conglomerado latinoamericano, adquirió en el año 2005 a la cadena Mega Súper de Costa Rica, entre otras inversiones internacionales. Pero el capital de esta familia no solo se ha destinado a acrecentar sus fortunas mediante la explotación laboral, el ahorro y el saqueo de las arcas del municipio a través del recibo y la entrega de contratos a sus cómplices84, sino que ese sistema lo han utilizado para destruir el histórico 83

El caso de la familia Char puede considerársele histórico en sus delirios de dominación porque rompieron los límites estrictos del control económico para penetrar en la dominación de la vida política y aún de la espiritual en la ciudad, pues como se sabe el equipo Junior, del que son los principales accionistas, es el centro de la vida del barranquillero común, la dulce enajenación que aleja a la gente de la realidad y que convierte la pasión por el deporte en dinero. Igualmente, esta familia se ha visto involucrada en casos de paramilitarismo y corrupción, convirtiéndose estas dos macabras actividades en una placida fuente de rentas para este poderoso conglomerado, como lo atestigua en una de sus crónicas el diario El Tiempo: “lo cierto es que el expediente que acaba de enviar la fiscalía a la corte salpica a este miembro de una de las familias más influyentes de la costa Atlántica. Por lo menos cuatro de los implicados en el escándalo de la “DIAN paralela” fueron llamados a juicio esta semana- le contaron a la justicia que Char y el entonces gerente de impuestos de la DIAN les había cobrado una millonaria suma “para arreglarles los problemas” con las autoridades. Se trata de la entrega de mil millones de pesos a cambio de que no avanzaran las pesquisas” El Tiempo, noviembre 26 de2006, p. 1-17. 84 Sobre este tema el Semanario virtual Las 2 Orillas Afirmaba: “Las recientes capturas de los directivos de la dirección regional del Instituto de Bienestar Familiar pusieron los reflectores sobre el poder de la familia del alcalde de Barranquilla Alex Char en el ICBF, que heredó de su padre el exsenador Fuad Char Abdala, quién desde hace veinte años tiene influencia en esa entidad. Karen Abudinen Abuchaibe es una de las fichas claves de la casa Char para mantener los puentes con la institución. Formaba parte del gabinete de la alcaldesa Elsa Noguera como Secretaria de Gestión Social cuando fue llamada por Cristina Plazas para ocupar la dirección nacional del programa bandera del Bienestar Familiar: primera infancia, de 0 a 5. Después de seis meses en el cargo en Bogotá regresó a Barranquilla a ocupar la Secretaría de Educación del alcalde Char. La mayoría de los millonarios contratos para comedores escolares del ICBF en el Atlántico se le han dado a fundaciones como Fomento de la Democracia el Desarrollo Social y la Ecología representada por Olga Inés Flórez Pertúz y a la fundación Semilla de la Prosperidad en cabeza de Elizabeth Cabarcas, dos entidades cercanas a al senador Arturo Char. A través del representante de Cambio Radical Luis Eduardo Díaz Granados y su esposa María Margarita Amaríz, directora de la EPS Cajacopi, que atiende a la mayoría de niños afiliados al sistema de salud en el departamento, los Char mantienen

261


patrimonio arquitectónico de la ciudad y poner sobre sus cimientos sus centros comerciales, así lo comenta el periodista Wilfrido Jiménez Díaz (3/21/2015): «Tenemos el caso de una familia sirio-libanesa que llegó a Lorica atraída por dos monedas de oro que llegaron a sus manos, allá en su Damasco de origen. Los integrantes de la familia se esparcieron como verdolaga por toda la Costa y llegaron a Barranquilla. Con sus mañas “turcas” para el comercio. De un día para otro se convirtieron en grandes negociantes, hasta tal punto que ya manejan la administración de la ciudad y con ese poder que han adquirido, acabaron con un lugar emblemático de “Curramba”, como lo fue la Plaza de Toros “La Monumental del Caribe”, para darle paso a uno de sus almacenes y la construcción de conjuntos residenciales. En el Barrio Las Nieves, como por arte de magia, desaparecieron el querido Teatro Apolo, en cuyo remplazo tenemos hoy una supertienda de su cadena de almacenes; en la carrera 43 con calle 60 acabaron el Hospitalito San Francisco de Paula, para construir también un almacén de su cadena y un conjunto residencial y, actualmente, acaban de demoler gran parte de una joya arquitectónica, cultural e histórica, como lo fue el edificio del antiguo Club Unión “La Española”, en donde hasta hace pocos días funcionaba una sede de la Caja de Compensación Familiar Cajacopi, tan solo para construir un parqueadero para uno de sus centros comerciales. No se les ha escapado ni el Júnior, como patrimonio deportivo de los “quilleros”, mucho menos el Carnaval que es Patrimonio Inmaterial e Intangible de la humanidad. No sé si los barranquilleros de pura cepa estén dispuestos a deponer el nombre de Barranquilla, “La Arenosa”, “Curramba” o el de “La puerta de Oro de Colombia”, por el vergonzoso alias de “Ciudad Olímpica» A la par del origen y desarrollo de estos nuevos “propietarios de la ciudad” el comercio y la construcción fueron los dos renglones básicos que usufructuaron bien la época de la “bonanza” representando estas actividades desde 1975 a 1985 el 55% de la actividad económica total del departamento del Atlántico. Sin embargo, los cambios económicos ocurridos por esa particularidad económica

también sus vínculos contractuales. Tanto las fundaciones como la EPS le compran buena parte de sus insumos a las tiendas Olímpica, las droguerías Olímpica y la Economía, de la familia Char”. Las 2 Orillas, enero 18 de 2016, Documento consultado en linea.

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concreta fueron contradictorios porque al no invertirse en la industria como base estable de la economía y de esa forma quedar sujetos al movimiento de mercancías de importación y exportación tanto legal como ilegal con influencia del capital transnacional, a las fluctuaciones del comercio interno dominado por unas pocas familias que no reinvertían sus utilidades en la ciudad, y a la influencia del sector improductivo financiero; la economía barranquillera quedó más dependiente que nunca al inestable mercado mundial dominado por las bolsas de valores de los países capitalistas desarrollados, a la bonanza en la ciudad de los petrodólares venezolanos producto del comercio de exportación y a la migración masiva de barranquilleros hacia ese país y la remesa de sus divisas.85 Los capitalistas instalados en la ciudad agrupados en la Cámara de Comercio (20/3/1981) dan cuenta con más dudas que certeza de esa inestable situación: «Por último, proponemos un crecimiento equilibrado, entre las actividades exportadoras de sustitución de importaciones y del tamaño del mercado interno, ya que basar la economía en un mercado externo de mayor magnitud relativa al mercado local, tiene el inconveniente de hacerla peligrosamente vulnerable a la crisis de comercio exterior». Y, efectivamente, esa situación de inestabilidad creada profundizó esa vulnerabilidad dual de la economía barranquillera al desequilibrio permanente de la economía global y agudizó la lucha entre las potencias por el mercado local y nacional, resaltándose el papel de Japón que poco a poco fue afianzando su presencia en la economía de la ciudad pues la importación de vehículos y electrodomésticos de ese país, comercializados a través de los Sanandresitos se acentuó drásticamente en los años ochenta, coincidiendo esa situación con el inicio de una nueva crisis. Los comerciantes analizaban a su manera, es decir desde su trabalenguas econométrico, este problema: «Al analizar el comportamiento del PIB nacional para la década de los ochenta, se puede constatar que la economía colombiana estuvo sometida a fuertes Ramón Atencio definía las relaciones con Venezuela en esa etapa así: “La industria barranquillera con marcada orientación hacia el comercio exterior, ha tenido una relación comercial muy estrecha y permanente con Venezuela, en razón de su cercanía con la ciudad, la caída del Bolívar en 1982, marcó el inicio de una aguda crisis en el sector industrial en especial el sector manufacturero, en el ramo de las confecciones, numerosas fábricas cerraron o redujeron significativamente la producción, se estima que en la ciudad se produjeron entre 1982 y 1984 más de 1.500 despidos anuales, originados directamente en las empresas exportadoras al vecino país de Venezuela” Barranquilla en busca de una segunda oportunidad sobre la tierra, p. 83. 85

263


variaciones. Si analizamos desde 1969, año en que el país alcanzara tasa de crecimiento anual del PIB de 6.10%, observamos que ascendimos hasta 7.67% en 1972, para descender a 2.32% en 1975, la tasa más baja de la década de los setenta. A partir de ese año se inicia una rápida recuperación que llega hasta 8.47% en 1978, la tasa más alta de los últimos 25 años; luego comenzamos a descender, e iniciamos los años ochenta con un crecimiento anual de 4.09% seguida de una profunda crisis, que llegó al nivel de actividad económica a una cifra de 0.95% en 1982 y 1.57% en 1983. El nuevo ascenso solo llega hasta 5.82% en 1987 año en que se inicia la fase de descenso en que nos encontramos: 3.74% en 1988 y 3.10% en 1989». (Revista Informativa: 15/ 10 de 1990) Un análisis de Nueva Frontera (22/12/1980) representa con nítida frialdad la situación de inestabilidad social en Barranquilla después de esta crisis cíclica arriba anotada: «Barranquilla capital de la Costa colombiana arrastra en los últimos tiempos el peso de dos azotes, que le imprimieron un marco de dolor a su espectacular crecimiento físico y poblacional. Son los azotes de la falta de servicios públicos adecuados y la inseguridad causada por la emergencia del narcotráfico. Los gremios económicos han calculado el déficits de servicios públicos en un 40% índice desesperante para una urbe que se acerca a los dos millones de personas... los bogotanos y en general los colombianos que no viven en la Costa ya se han acostumbrado a que las noticias procedentes de Barranquilla hablen de jueces asesinados o de huelgas de señoras que piden suministro de agua o de luz eléctrica... el mote de 'Puerta de Oro de Colombia' cada vez más va quedando como motivo lírico para inspiración de los cantores vallenatos».86 Ante esta situación de pauperización social, las clases populares en Barranquilla respondieron certeramente al llamado de las centrales obreras del país que convocaron al paro cívico nacional más grande y más combativo de su historia. El 14 de septiembre de 1977 se convirtió en otra prueba más del valor que tenía

86

Barranquilla en la encrucijada, Revista Nueva Frontera, diciembre 22 de 1980, p. 31.

264


la educación política en las clases obreras y populares en alianza con la dirigencia sindical, los partidos políticos de izquierda, los educadores y el beligerante movimiento estudiantil que organizaba sus luchas en la Universidad del Atlántico y los colegios públicos Barranquilla, Pestalozzi, José Eusebio Caro, Carlos Meisel, Inem, Nacional de Comercio, entre otros bastiones estudiantiles del pensamiento libertario. Con el Paro Cívico del 14 de septiembre de 1977, se produce para los trabajadores barranquilleros y sus organizaciones gremiales y políticas un entorno social que concedió a los movimientos de masas, dispersos en su mayoría, una situación completamente distinta de las que habían tenido hasta ese

momento

en

el

fracturado

ordenamiento

social,

apareciendo

transformaciones cuantitativas muy importantes en el proceso de flujo en que se encontraba el conflicto entre capital y trabajo, entre riqueza y miseria. En primer lugar, en Barranquilla había avanzado fuertemente la concentración de capitales pues precisamente y como ejemplo 6 días después del gran Paro Cívico Nacional, el 20 de septiembre de 1977, se constituyó el conglomerado Acerías del Caribe, empresa que pretendía producir 400 mil toneladas anuales de Acero para suplir las necesidades del mercado de la industria regional. En la conformación del capital de esta empresa había intereses nacionales como los de Confinatura y la Corporación Financiera S.A., el capital de la costa caribe estaba constituido por La Corporación Financiera del Norte (Santodomingo) y la Firma de Alfredo Steckerl e hijos Ltda. Y el capital transnacional lo integraban el grupo alemán Karf Stahl A. G. Baden, y la firma austríaca Voest-Alpine-A.G. En segundo lugar, la situación de crisis económica y la ambición de acumulación en asociación con estos monopolios, impedía al capital local y a los administradores del municipio hacer concesiones a los trabajadores y sectores populares, articulándose las masas desposeídas a una estrategia nacional de auge de las luchas populares y, en alianza con los sectores estudiantiles y el movimiento de educadores (en ese momento en paro indefinido), a tratar de evitar la exacerbada explotación del trabajo, el alto costo de la vida y exigir la atención en salud, educación y vivienda. Después de una jornada de parálisis total donde hubo decenas de heridos y la detención de cientos de personas que combatían fuertemente en puntos estratégicos de la ciudad como los barrios Cevillar, Santodomingo, Simón Bolívar, El Bosque, Siape y otros, acción popular que 265


logró asfixiar los corredores estratégicos de movilidad y circulación de capital, de mercancía y mano de obra; el parte de los trabajadores y las clases populares en Barranquilla fue de absoluta victoria: «Ante el exitoso Paro Cívico realizado por los trabajadores del departamento contra la carestía y por libertades políticas y sindicales, la respuesta del gobierno y de los patronos no es la de buscar soluciones sino la de ejercer la venganza. Los trabajadores agrupados en Fesutral, expresamos nuestra indignación ante la cruenta represión que se adelanta y especialmente por la forma antihigiénica e inhumana como tienen detenidos a mujeres, jóvenes y niños inocentes, en los calabozos del F-2, en el Coliseo Cubierto y en la Plaza de Toros... le informamos a los trabajadores y a la opinión pública en general que el balance hecho hasta el momento es de la paralización total del transporte, del cierre del comercio y de paralización de la industria que arroja como resultado que esta victoria de la clase trabajadora y del pueblo que sufre la grave carestía de la vida, los bajos salarios, la represión y el Estado de sitio, es el resultado de la unión de la clase obrera y las masas populares que hicieron posible el paro».87 Este ejemplo histórico de movilización, que se expresaba en el comunicado victorioso de los trabajadores, mostraba que ya no era posible estimar leyes mecánicas y fatales sobre la agrupación victoriosa de las fuerzas sociales en una situación de crisis aguda como la que atravesaba Barranquilla en esa coyuntura, y mostraba también lo decisivo que pesaban la valoración política y las decisiones acertadas de las organizaciones sindicales y los partidos políticos de izquierda en ese conflictivo periodo, es decir, lo mucho que pesaba que la profundización de la crisis social reposaba necesariamente en la alianza obreropopular en función de sus demandas concretas, a propósito del cual hay que observar que la situación de Bogotá, por ejemplo, el día del paro era más compleja aún en comparación con la de Barranquilla y que los movimientos populares presentaban, comparativamente, un carácter más agudo de combatividad y organización que de espontaneidad y dispersión. Sin embargo,

87

Diario del Caribe, septiembre 15 de 1977, p. 2.

266


el pueblo de Barranquilla hizo en esta gesta de Paro Nacional un breve homenaje a su tradición histórica de lucha y de ser pionera en estas lides, recordando con esta acción las grandes batallas que ocurrieron en las décadas iniciales del siglo pasado. Bajo el Estado de sitio, la represión y la miseria cada vez más grave que se hacía totalmente visible en barrios populares nuevos como Siete de Abril, La Paz, Me Quejo, La Manga, El Pueblito, Santa María, Realengo y hacia el nororiente San Salvador, barrio este último que realizó duras protesta en 197888; y mientras de forma paralela se manifestaba una acumulación intensiva del capital internacional y un inusitado auge del comercio local bajo una espiral inflacionaria de precios, se fueron minando las bases del cambio prometido por el gobierno del llamado “mandato claro”89 del presidente López Michelsen, preparándose así el terreno para que los barrios populares iniciaran una acción política independiente, suplantándose parcialmente las oficiales Juntas de Acción Comunal por innumerables Comités Cívicos y organizaciones populares de base que fraguaron el surgimiento de nuevos líderes y, por consiguiente, la combinación efectiva de las luchas populares y estudiantiles con la acción de los 88

El periodista José Cervantes sobre estas protestas que comenzaron en San Salvador pero que se extendieron a toda la ciudad, afirmaba: “Los habitantes del barrio San Salvador, al norte de esta capital, amenazaron hoy con realizar un paro cívico y bloquear la vía 40 como protesta por la escasez de agua potable. Alrededor de unas 20 mil personas que habitan San Salvador carecen del líquido…hace un año los moradores de este sector de Barranquilla bloquearon varias veces la vía 40 incomunicando de forma continua la zona industrial y el sector comercial…desde otros barrios de la ciudad también han comenzado las quejas y protestas por el pésimo servicio de agua potable. En el sur la situación se ha agravado y se estima que unas cuatrocientas mil personas que habitan los tugurios y barrios circunvecinos de la carretera de la Cordialidad carecen del servicio” El Tiempo enero 31 de 1978 p. 9A 89 La considerable agravación de la crisis del sistema monetario-financiero del capitalismo a finales de la década del setenta, basado en el papel omnipotente del dólar norteamericano, estimuló el continuo recrudecimiento de los precios inflacionarios en el país. Para combatirlos, el gobierno nacional dio preferencia a la política interior de precios, dando respuesta a las distintas teorías de la escuela neokeynesiana. En correspondencia con dicha teoría, la política inflacionista del Estado en el dominio de los precios internos debería ser, según la Dirección Nacional de Planeación, útil para la economía. En este problema el gobierno de turno (López Michelsen) no tomaba generalmente en consideración la inevitabilidad objetiva de la agravación de las viejas contradicciones de la economía colombiana y el surgimiento de otras nuevas que existían en el mercado mundial, ni la inevitabilidad a las crisis cíclicas en que estaba toda la economía capitalista, y si bien algunos teóricos del establecimiento no eludían estos procesos económicos de crisis global, es indudable que los pasaban por alto. La llamada inflación galopante en el mercado interno a finales de los años setenta, bajo el gobierno del “mandato claro”, que el pueblo burlonamente llamaba “mandato caro”, dio un poderoso impulso a la explosión momentánea de los precios en todo el mercado internacional pero también a la explosión de las protestas populares, como hemos visto; y los distintos grupos de mercancías exportadas por el país, especialmente el café, pasaron a depender cada vez más del movimiento de dichos precios. El alza sin precedente de los precios mundiales de mercancías, comenzó a romper y a deformar el sistema neo-keynesiano (deficiente ya de por sí), y la regulación estatal de la formación y control de precios que existía en el mercado nacional, regional y local. Esto dio origen a los tres grandes paros cívicos que se dieron en el país (1977, 1982 y 1985) Por consiguiente, la liberalización del mercado (neoliberalismo) comenzaba a mostrarse como la 'salida inevitable' a esa crisis.

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sindicatos, bajo la motivación innegable del marxismo y sus diversas expresiones político-ideológicas. Entre los partidos políticos de izquierda que se fortalecieron en ese periodo en Barranquilla estaban el Partido Comunista, el Partido Socialista Revolucionario, A Luchar, el Moir, Firmes, el Partido Socialista de los Trabajadores, el Partido Comunista marxista-leninista, el Frente Popular, las Comunidades Eclesiales de Base, las diversas corrientes M-L y otras expresiones democráticas que fortalecieron enormemente a la organización popular y sus demandas. Algo que resulta también importante para comprender este radicalismo de nueva expresión que cuajó coyunturalmente en estos barrios, fue que resultó de una conspiración masiva y consciente contra las formas oficiales de organización y de la urgente necesidad de proponer alternativas estructurales al sistema económico excluyente, amparado en el torturador y criminal Estado de Sitio. Existía pues una competencia y una confrontación entre las formas político-organizativas de los sectores populares en contra de la articulación dádiva-voto que tenía la maquinaria corrupta de los partidos tradicionales liderada por los Martín-Leyes, los Gerlein, los Vengoechea, los Tarud, los Rosales, los Lébolo, los Name etc., surgiendo así en estos barrios un radicalismo folclórico en la organización social y política que le imprimieron a la lucha social un aire de carnaval y al carnaval un soplo de lucha popular. Por otro lado, la creciente atracción de los sectores populares hacia las organizaciones socialistas y democráticas se profundizó, más que nada, en contra de la miseria social que se constituyó en la base orgánica que nutría a la politiquería, mediante la corrupción sin límite instalada en la administración del municipio90 y por consiguiente en las empresas de servicios públicos de la ciudad. Dos años después del gran Paro Cívico Nacional del 14 de noviembre de 1977 los industriales del país y de la región tenían ya otra preocupación en sus cabezas, pero esta vez no eran los obreros y las barriadas populares que se alzaban contra el hambre, la corrupción y la falta de servicios públicos, sino la nueva Ley de Acuerdos Comerciales aprobada por Estados Unidos en 1979 que brindaba la posibilidad de implantar aranceles y medidas compensatorias para 90

Según el ingeniero Luis Narváez el puente de la carrera 50, llamado el puente de la ignominia, donde por debajo de él no pasan sino los arroyos y la basura ‘fue una mala inversión para el municipio porque la obra que debió ser construida en cuatro meses demoró diez años y lo que debió valer 1 millón 600 mil pesos terminó en 16 millones de pesos'.

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defender la producción interna de las exportaciones latinoamericanas. Si las barreras de las tarifas arancelarias fueron un instrumento de valor-acumulación en la política comercial norteamericana (reducían la capacidad competitiva de los precios de la pobre producción colombiana), las limitaciones no tarifarias de esta Ley representaron para el país un mecanismo no administrativo, es decir político para la limitación de nuestro comercio. Este incluía, en primera fila, políticas tales como el embargo, restricciones cuantitativas para la exportación global, licencias de importación, requisitos técnicos zoo y fitosanitarios para los productos agropecuarios etc. Con tales barreras los Estados Unidos complicaron, limitaron o cerraron definitivamente el acceso a un sinnúmero de mercancías primarias que intentaba exportar Colombia a través de sus puertos, agudizándose de esa manera los problemas económico-sociales. Barranquilla, que según el censo del DANE para 1985 contaba con 1.100.785 habitantes y un desempleo promedio del 11.3%, no contaba con una adecuada infraestructura de servicios y sanidad. La crisis en estas ramas se evidenciaba en una baja cobertura de servicio de aseo y la del viejo acueducto municipal que por su poca extensión no alcanzaba a cubrir las necesidades de los barrios pobres de la ciudad. La capacidad de este viejo acueducto construido por los norteamericanos en los años veinte, apenas alcanzaba a cubrir al 45% de la población. Esta situación provocó la más espantosa epidemia de muerte infantil por diarrea aguda ocasionada por la gastroenteritis y también produjo una masiva lesión física a los niños de los barrios populares por la terrible expansión del polio. En el solo mes de abril de 1983 mil casos fueron atendidos, 139 niños fueron hospitalizados muriendo 9 niños en los primeros 4 días del mes, y según el Servicio Integrado de Salud del municipio «De los 139 casos registrados en los libros de los 3 hospitales, el 90% corresponde a los barrios tuguriales de la ciudad. El 10% restante es de niños de zonas urbanas y de varios municipios del departamento».91 (El Heraldo: 4/4/1983: p. 7-A) Mientras tanto en ese trágico mes, que produjo una espantosa mortandad de infantes, la Cervecería Águila anunciaba ganancias por 9.543 millones de pesos y Avianca aumentaba su capital autorizado en 91.150 millones de pesos. Todo este sistema de muerte, exclusión y acumulación a cuenta de los monopolios, de

91

El Heraldo, abril 4 de 1983, p. 7A.

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la corrupción y del control que ejercían en la ciudad la maquinaria politiquera más corrupta del país que, a su vez, eran los directos beneficiarios de la pésima prestación de los servicios. El negocio del agua, por ejemplo, era de doble vía; por un lado la demoledora politiquería asfixió a las Empresas Publicas Municipales mediante el robo de sus activos, y por otro lado, aumentaban sus sangrientas ganancias a través de una red privada de carrotanques de propiedad del mismo sector político que controlaba la Empresa, sector que le vendía el agua contaminada a la gente de los barrios populares a un precio que absorbía alrededor del 40% del salario mínimo legal vigente; o sea que entre ellos mismos se pagaban, se cobraban y se daban el vuelto; así lo informaba la revista Alternativa en 1979: «Diariamente cientos de niños hacen cola frente a los camiones repartidores que venden el galón a cuatro pesos; algunos de estos camiones son propiedad de un teniente político del senador José Name Teherán. Las empresas venden el agua a los camiones a 6 centavos el galón. No hay que perturbar la ganancia de tres con noventa y cuatro que hace el teniente de Name. El problema es similar en los barrios del occidente. La llamada 'zona residencial' (barrios acomodados) y las empresas industriales de la Vía Cuarenta tienen agua suficiente las 24 horas. Un acueducto alterno que se construye a un costo de 609 millones de pesos solo beneficiará a la llamada zona residencial y a las nuevas y costosas urbanizaciones de la carretera a Puerto Colombia. A la gente no solo no se le da agua, sino que le responden con tropa cuando la pide. Una manifestación organizada el 1º de abril (1979) por los Comités Cívicos de los barrios del sur fue hostigada por la fuerza pública desde su salida. Igual sucedió con otra el mismo día y hora en los barrios occidentales. La gente simplemente marchaba con ollas vacías y banderas tricolores». (Revista Alternativa: 26/3/1979: p.28) Este ascenso de la corrupción administrativa en el municipio, en medio de las luchas populares y el descenso rápido en la producción, debido a factores macroeconómicos ligados a la estructura de subordinación de la economía

270


colombiana al mercado de valores internacional,92 produjo que la economía barranquillera

entrara

en

una

recesión

irreversible,

lo

que

provocó

posteriormente nuevos levantamientos de los trabajadores y habitantes de los barrios populares de la ciudad, acciones que se manifestaron en los paros cívicos nacionales de 1982 y 1985. Para la ambientación combativa del paro de 1982, El 5 de abril, fueron paralizados los puertos de la ciudad por 12.500 operarios de la Empresa Puertos de Colombia, al no llegar a acuerdos sobre la modificación o derogatoria de los decretos 1174, 1175, 3137 y 550 que lesionaban gravemente la estabilidad laboral y las condiciones salariales de los trabajadores portuarios. «En el Terminal Marítimo de Barranquilla el paro estalló desde el sábado en forma parcial a raíz de la celebración de la Asamblea General, durante la cual se decidió entrar a participar en el Paro Nacional».93 (El Heraldo: 5/4/1982: p. 11-A) Todo esto ocurría mientras Barranquilla adecuaba sus puertos para la exportación de productos mineros a través de los nuevos proyectos del Níquel de Montelíbano y el Carbón del Cerrejón concedidos, en medio de la corrupción, a la multinacional Exxon Mobil Corp., para una explotación a 33 años en condiciones supremamente desventajosas para el país, para los trabajadores y, en general, para toda la región. En el plano internacional y a raíz de una nueva crisis cíclica del capitalismo mundial, producto del boom de los precios del petróleo a finales de los años setenta, el gobierno norteamericano declaró la imperiosa necesidad de aumentar su potencial exportador; elaborando la “Política Nacional de Exportación” base orgánica del neoliberalismo, y anunciaron, mediante esta imperial política, medidas para ampliar la exportación industrial y agropecuaria, conceder poderes más amplios al Banco de Exportaciones e Importaciones, aumentaron los créditos directos de exportación etc., todo esto tuvo por objetivo consolidar en el mercado mundial las posiciones de sus monopolios cuya capacidad competitiva, por la irrupción de Japón, se había reducido de manera notoria en la década del

92

Para esos días en los países de América Latina actuaban cerca de 5.000 compañías norteamericanas. Sin embargo, 4/5 partes de la suma total de las operaciones anuales de inversión de capital privado correspondieron, aproximadamente, a las 200 corporaciones transnacionales más importantes de Estados Unidos y Europa, es decir un dominio total de las inversiones privadas sobre las estatales, lo que se traduciría posteriormente en imposiciones políticas que dieron vía libre a las propuestas neoliberales. 93 El Heraldo, abril 5 de 1982, p. 11A.

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ochenta. Las propuestas de salida a esta crisis del capitalismo en la llamada “década perdida” latinoamericana, que ya se acerca a la cuarta, no provinieron de un debate al interior del país, de la región y la ciudad sino, como siempre, de las decisiones imperiales que dominan el continente y de la imposición unilateral de los centros económicos de poder que controlaban la economía de la ciudad, la región y el país. Con la crisis del modelo de sustitución de importaciones se acercaba en el Caribe colombiano, y principalmente en Barranquilla, el desastroso huracán neoliberal.

CAPITULO X

NEOLIBERALISMO Y CIUDAD

10.1 El impacto social del neoliberalismo y los cambios en la estructura económica

Reconocer que existían antecedentes fluctuantes en la situación económica del país y la región Caribe antes de la década del ochenta, no equivale a afirmar que esa crisis oscilatoria tuviera una continuidad permanente de carácter homogéneo. El avance en determinados rubros económicos sectoriales (planes de desarrollo regional y consolidación de los monopolios) y las propuestas parciales de cambio y adaptación que comenzaron a surgir en Barranquilla producto de la nueva euforia neoliberal que agenciaban Inglaterra y los Estados Unidos (Thatcher y Reagan), estos acontecimientos se inscribían en un proceso de transformaciones estructurales económicas, de cambios culturales y de modificaciones institucionales en el marco de una redefinición imperialista del escenario mundial, nacional y regional. En América Latina la política de dominación neocolonial la realizó Inglaterra con la invasión a las islas Malvinas, lo cual provocó que en barranquilla surgiera, en medio de duras batallas, un inmenso barrio popular en homenaje a las luchas del pueblo argentino: el barrio Las Malvinas que al igual que el pueblo argentino, batallaba por la dignidad de una vivienda. Fue determinante en ese proceso de surgimiento un grupo de mujeres que se hacían llamar “Las Domitilas” que con su lema teológico “nos 272


educamos en comunidad bajo la luz del evangelio” construyeron con sus propios medios una escuela y un centro de salud en terrenos adyacentes al Barrio El Bosque. Luis Octavio dirigente comunal que participó en la toma de tierras que dieron inicio al barrio cuenta al respecto: «Al barrio se le llamó las Malvinas porque la toma de los terrenos coincidió con la época de la guerra de las Malvinas entre argentino e ingleses, y comparamos esa lucha con la nuestra. La de ellos era la defensa de la soberanía del territorio y, en nuestro caso, era la defensa de un derecho básico: la vivienda para cientos de familias destechadas. Se cometieron muchos atropellos contra las mujeres y niños. Detuvieron a muchas personas. El enfrentamiento contra las autoridades del momento y los supuestos dueños fue muy fuerte y constante. Fue casi como una gran batalla campal que supimos resistir» (Las Malvinas: treinta años palpitando al ritmo de lo comunitario) La crisis manifiesta en la década de los ochenta y la manera como la asumieron tanto el gobierno nacional como los gremios económicos en Barranquilla, introdujeron modificaciones profundas en el mercado de trabajo, profundizaron la desigualdad social y empobrecieron aún más a los sectores obrero-populares y a las llamadas capas intermedias, pues para esos días se estimaba que el grado de explotación de un obrero en Barranquilla era seis veces mayor que el de un obrero en la ciudad de Tampa (Florida), ciudad bautizada por la dirigencia local como nuestra “ciudad hermana”. Estos elementos constituyeron la base fundamental del impacto en Colombia y la región Caribe de los cambios profundos relacionados con el estilo de acumulación, la nueva reestructuración tecnológica y la profunda transformación capitalista que se desarrollaba a escala mundial; es decir, con el nacimiento y desarrollo del neoliberalismo comenzó la implantación del egoísmo paranoico convertido en política de Estado. La intervención estatal del gobierno Gaviria y su nueva Constituyente, acentuó en los inicios de 1990 los efectos nocivos para la mayoría de los grupos y clases sociales desprovistas de capital y medios de producción, descargando sobre ellos y sobre los medianos y pequeños industriales, el peso del ajuste que desde los gremios y las altas esferas del poder se anunciaba. El programa de liberalización comercial iniciado en febrero de 1990 fue una concertación entre la administración de turno, las multinacionales extranjeras, los organismos financieros internacionales y el sector privado nacional. Los 273


neoliberales en ebullición planteaban la necesidad de modernizar la economía abriéndola a la competencia internacional, pues aseguraban que el régimen comercial orientado hacia adentro ya resultaba contraproducente, intensificando la penetración de las importaciones y reduciendo el curso “antiexportador” del régimen comercial. Se esperaba con estas medidas elevar el crecimiento económico a mediano plazo mediante el mejoramiento de la productividad y la diversificación de las exportaciones. La reforma comercial comenzó en los puertos colombianos en marzo de 1990 con cambios estratégicos en el sistema de licencias de exportación y aranceles. La administración Gaviria efectuó nuevas políticas para cambiar el sistema de licencias previas y la estructuración arancelaria. Las cuotas de importación industriales que solían cubrir el 80% de la producción nacional se eliminaron en 1990 (noviembre) y por decisión del Compes, se adelantó el cumplimiento de las metas arancelarias fijadas para 1994. La consiguiente estructura arancelaria se distribuyó en cuatro tasas: 0% para las materias primas, mercancías intermedias y bienes de capital no producidos en Colombia; 5% y 10% para estos renglones cuando existía la producción nacional; 15% para bienes finales de consumo; y una sobre tasa arancelaria del 8% a principios de 1992. Los aranceles y la sobre-facturación fueron unificados para crear un arancel adicional del 20%. (May: 1996: p. 265) Con la progresiva liberalización comercial y arancelaria, los aliados de clase más cercanos y seguros de los monopolios estadounidenses y europeos en Barranquilla fueron, en la etapa inicial neoliberal, los representantes de los círculos financieros, industriales y comerciales; destacándose la Cámara de Comercio local a quienes las multinacionales y otras entidades prestaron toda clase de asistencia ideológica, crediticia, técnica y organizativa, contando también con una eficiente ayuda política para imponer el nuevo “modelo de desarrollo” al municipio y, por consiguiente, a todos los estamentos de la población barranquillera. Igualmente, el paquete de medidas económicas convirtió a los comerciantes e industriales y a algunos economistas de su afecto en fieles abogados de la economía de mercado, en correveidiles, conscientes o no, de las grandes multinacionales, favoreciendo así la penetración de la ideología neoliberal y contribuyendo de esa manera a la entrega a estas multinacionales de numerosas empresas estatales facilitando, en medio de la euforia neoliberal, la penetración de sus mercancías y sus corrosivos capitales. 274


La Cámara de Comercio en su editorial titulado Barranquilla: capital de la apertura inició, con un ideologizante discurso, el nuevo ciclo de acumulación y pobreza en la ciudad de la siguiente manera: «Antes de concluir el presente año (1990) la administración Gaviria habrá perfilado las principales reformas legales necesarias para iniciar el proceso de internacionalización de y modernización de la economía nacional. Seguramente en 1991 el país tendrá nuevas reglas de juego en materia tributaria, cambiaria, financiera, laboral, portuaria y de comercio exterior... La aplicación de buena parte de las reformas legales que cursan en el congreso dentro del programa de apertura, brindarán al Atlántico y a Barranquilla una inmensa oportunidad para su reindustrialización y con ella la posibilidad de lograr un mayor progreso económico y social... Así las cosas, confiamos a partir de 1991 ofrecer a todos los inversionistas nacionales y extranjeros adecuados servicios públicos y portuarios para las zonas industriales, ubicación estratégica, mano de obra altamente tecnificada, créditos de relocalización, incentivos tributarios y cambiarios y la alegría y la paz costeña. En síntesis esas son las condiciones para ser la capital de la apertura».94 Los resultados de esos anuncios no se hicieron esperar. Antes de la constitución jurídica del neoliberalismo en 1991, la inversión neta de capitales comenzó a crecer desproporcionalmente en la ciudad, registrando una tasa de crecimiento anual del 19.5% pasando de 1.501 millones de pesos en 1980 a 7.437 millones en 1989 y a 9.327 millones en 1992. La inversión de estos capitales no se realizó para generar nuevas industrias de otros sectores económicos y equilibrar así la producción, sino para ampliar la base productiva de los monopolios económicos y transnacionales establecidos en los corredores industriales de la ciudad, como queda ilustrado en este análisis de la Cámara (1990: p.73): «Mientras el capital constituido le reportó a la inversión total el 40.6%, los aumentos realizados por las sociedades ya establecidas alcanzaron el 59.4% restante. Esto significa que los empresarios orientaron sus esfuerzos, en gran parte a ensanchar sus

94

Editorial Revista Informativa, cuarto trimestre de 1990.

275


fábricas». Es de anotar que la ampliación de las fábricas no fue un proceso comprendido en el concepto evolutivo de crecimiento industrial con la consiguiente absorción de mano de obra, como ocurría en épocas anteriores, ese crecimiento y ampliación fue más bien un mecanismo de adaptación tecnológica para competir en “mejores condiciones” en el escenario internacional, comenzando de esa manera una nueva forma de expulsión de la fuerza de trabajo o, como lo llaman algunos técnicos, de acentuación del “desempleo tecnológico”.95 Para la implementación del modelo neoliberal en la llamada por los gremios y la corrupta clase politiquera “capital de la apertura”, el discurso fue el principal elemento para asegurar esos fines. En el inicio del plan aperturista, el discurso la “Iniciativa para las Américas” de George Bush (padre) fue la inspiración ideológica y económica de la dirigencia colombiana y, particularmente, la dirigencia plutocrática de la región Caribe. El discurso de Bush (padre) pronunciado en una infortunada visita a Cartagena y posteriormente a Barranquilla y reproducido ampliamente por el diario El Heraldo y la Revista Informativa, publicación esta última que es divulgada por los comerciantes e industriales instalados en Barranquilla, se constituyó en el nuevo rumbo a seguir en materia económica. En uno de los apartes del discurso neoliberal realizado en Cartagena, Mister Bush (padre) con un premeditado cinismo precisaba: «La transformación política que sucede en América Latina y en el Caribe, tiene su paralelo en la esfera económica. A través de la región, las naciones están alejándose de políticas económicas estatistas que paralizan el crecimiento, y ahora apelan al poder del mercado libre para ayudar a que este hemisferio alcance todo su potencial de progreso... Como dijo el valiente gobernante de Colombia, el presidente Virgilio Barco, 'la larga pugna entre Marx y Adam Smith se está terminando finalmente con el reconocimiento 95

Sobre el problema de los nuevos condicionamientos sociales y económicos de la tecnología, en una teoría inquietante, decía un economista italiano que «Muchos pensadores de la izquierda pregonan que el viejo esquema del imperialismo decimonónico que giraba alrededor de la formula “dominador-dominado” a “proveedor de manufacturas-proveedor de materias primas” ya ha caducado y ha dado lugar a un mundo unipolar y unilateral en el que el dominador ya no necesita de mano de obra barata que puede ser reemplazada por la robótica. Esto conduce a la conclusión que lo mejor que se puede hacer con los pobres es eliminarlos por vía de hambrunas, pestes, enfermedades, guerras entre tribus, entre etnias etc.». Victorio Tacetti, Constelación sur, América Latina frente a la globalización, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 1997, p. 29.

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de que las economías con acceso a los mercados puedan conducir al progreso social'». Y posteriormente agregaba sobre el comercio y las barreras arancelarias, problemas que atañen a Barranquilla que «Una razón principal fueron las barreras arancelarias excesivamente restrictivas que separan las economías de la región... estas barreras son el legado de la errada noción de que, a fin de poder prosperar, la economía de una nación necesita protección. La gran lección de este siglo es que el proteccionismo paraliza el progreso y, por el contrario, los mercados libres generan prosperidad... los tres pilares de nuestra nueva iniciativa son el comercio, la inversión y la deuda».96 El discurso de Bush en Cartagena fue el abrebocas para la agilización y consolidación de la propuesta neoliberal en Colombia, pero en realidad este discurso con más de tres siglos de debate, como lo afirmaba el magnate petrolero y ex presidente colombiano Virgilio Barco (Q.E.P.D), comenzó a presentarse al país y la ciudad como si fuera una teoría novedosa con “grandes verdades” cimentadas sobre viejas ruinas, teoría que los economistas y empresarios nativos, como veremos más adelante, comenzaron a machacar reiteradamente para lograr la fácil penetración en el subconsciente colectivo y crear así las condiciones político-sicológicas necesarias para iniciar el traslado de los recursos físicos y espirituales del Estado a los grandes empresarios nacionales y extranjeros. Sin embargo, esta teoría del libre mercado que nos recordó Bush, inició su recorrido por el mundo a finales del siglo XVIII cuando en economías no monopólicas de pequeños empresarios y que por fuerza de la necesidad utilizaban tecnologías simples que ocupaban importante mano de obra, con unas relaciones de mercado limitadas por las dificultades del transporte marítimo y fluvial, como las que presentaba Barranquilla a mediados del siglo XIX, tuviera relativo éxito. Esta situación hizo posible que, de cierta manera, las teorías de Adam Smith sobre el libre mercado disfrutaran de aceptación y aplicación para que el mercado en ese siglo XIX lograra “equilibrar” los desajustes de la economía, y así todos los que estaban comprometidos en ese sistema no regulado lograran la “satisfacción máxima”. Pero ni antes ni ahora, como lo hemos mostrado en este trabajo, el “libre mercado” y la “libre

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Revista Informativa, segundo trimestre de 1990, Nº 166, p. 14.

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competencia” resolvería los grandes problemas económicos y sociales de la mayoría de la población sometida a estas políticas, y más bien la liberalización no controlada de los mercados, en la nueva versión del modelo, condujo en poco tiempo a una inserción muy pobre del país y la región Caribe en la nueva redivisión internacional del trabajo. El sistema de libre mercado y la internacionalización de las economías no es pues una teoría nueva, como nos la comenzaron a vender en los pulpitos de los centros de convenciones y en los atrios de los clubes, sino que comenzó a remodelarse para redefinir nuevamente las estrategias de acumulación y dominación ahora bajo el nombre de la glorificada “globalización”. Así nos lo recuerda de manera concreta James Petras: «La tesis de la 'globalización' ignora el hecho de que el movimiento hacia la integración internacional de las economías nacionales es tan antigua como la propia historia del capitalismo. La globalización comenzó a fines del siglo XX con el auge del capitalismo y la expansión oceánica. La conquista y explotación de regiones de África, Asia y América Latina constituyen instancias de dicha globalización... la globalización apenas si es un fenómeno nuevo; es meramente una nueva denominación, un subcódigo para el capitalismo

internacional,

que

abarca

diversos

procesos

económicos y sociopolíticos». (Petras: 1999. p. 11) La “Iniciativa de las Américas” o más bien la iniciativa de los Estados Unidos de América, fue pues el mismo viejo discurso con distinto ropaje y en esta ocasión los encargados de orientar la economía local y nacional, por disposiciones externas aprendidas en la Escuela de Chicago y en “prestigiosas” universidades norteamericanas, lo envolvieron en un trabalenguas de cifras econométricas para que nadie lo entendiera. Pero en el fondo seguía teniendo su fundamento en el mercado de competitividad perfecta mediante la libre formación de precios entre productores y consumidores sin la intervención “diabólica” del Estado; esquema que ya se había hecho pedazos con el “crac” de la economía capitalista en 1929. Para que este modelo de libre mercado funcionara, según Bush padre, deberían resolverse “los tres pilares” anteriormente anotados por este presidente y que guardan estrecha relación con el esquema económico diseñado en

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Barranquilla: el comercio, la inversión y la deuda. Analicemos a fondo cada uno de estos temas que propuso Bush padre a nuestra dirigencia en Cartagena. En el Comercio, el discurso neoliberal de la “Iniciativa para las Américas” que incluyó en su estrategia los planes que se diseñaron posteriormente como la fracasada Asociación de Libre Comercio de las Américas (ALCA) el bilateral Tratado de Libre Comercio (TLC) o incluso en los programas de ajuste económico conocido como las recetas del Fondo Monetario Internacional (FMI); el mensaje principal indicado por los Estados Unidos e iniciado por la administración Gaviria fue que el país debería hacer una gran apertura y practicar la libertad de comercio, aboliendo los mecanismos proteccionistas: “Un comercio libre y justo es nuestro objetivo” dijo George Bush padre, y como eco de ello los comerciantes instalados en Barranquilla, a través del subdirector de importaciones del INCOMEX afirmaba: «Es

improbable

que

en

un

contexto

cada

vez

más

competitivo,

internacionalizado e interdependiente los países en donde persistan estas políticas (protección) puedan superar las condiciones de atraso».97 Sin embargo, siendo los Estados Unidos los abanderados del discurso de libre comercio, el 40% de las exportaciones latinoamericanas en 1990 se encontraban gravadas o impedidas para ingresar al mercado norteamericano debido a las medidas proteccionistas y de subsidios que aplica la potencia imperial a su producción interna, como lo anotamos en capítulos anteriores. En otras palabras, la teoría y la práctica de los norteamericanos entraron en contradicción, es decir los gringos impusieron sus políticas de “libre mercado” a los países bajo su dominio, pero no las aplicaron a su economía interna; dicho de otra manera, nos impusieron la clásica y asfixiante “ley del embudo”. Para corroborar esto solamente hay que pegarle una leída a la Ley de Comercio Exterior de los Estados Unidos lo cual es una muestra fehaciente del proteccionismo a ultranza que impone esta nación a su producción interna, donde se incluye en unos de sus artículos la aplicación de represalias y amenazas a los países que comercien con Cuba.98 Es decir que él “Libre comercio” no nació tan libre pero, eso sí, atado

97

Revista Informativa, Nº 168, 1999, p. 5 Contrario al criminal bloqueo norteamericano contra Cuba que cuenta con la complacencia de gran parte de nuestra dirigencia, el diplomático cubano Luis Hernández Ojeda a su llegada a Barranquilla, y rindiendo cuentas de la ética y la política económica profundamente humana que existe en su país, afirmó que “En primer lugar vine a cumplir una invitación de los amigos de la revolución cubana. En segundo lugar, 98

279


hasta la medula al esquema político imperial. En esa medida, la dirigencia económica anclada en Barranquilla comenzó a practicar disciplinadamente las políticas económicas diseñadas en el discurso “profético” de la autodenominada “Iniciativa para las Américas”. En el documento gubernamental Lineamientos de la Política de Comercio Exterior (pág. 52) se definieron los mecanismos de racionalización de las políticas de “control” a las importaciones y de “protección” a la industria nacional. Entre otros puntos se enumeraron las siguientes clausulas: 1) reestructuración arancelaria para reducir la dispersión de tarifas, eliminar las protecciones efectivas excesivas o negativas y adecuar la estructura tarifaria a la estructura de la producción nacional, 2) traslado gradual y selectivo de partidas arancelarias al régimen de prohibida importación al de licencia previa (pasó de 16.5% del universo arancelario al comenzar 1985 al 1.1% al comenzar 1990) y del régimen de licencia previa al de libre importación (pasó de 9.5% a 38.9% en el mismo periodo). En otras palabras, con estas medidas de apertura de aranceles, aparte de descapitalizar al Estado, abrimos las puertas para competir en desigualdad de condiciones con los países capitalistas desarrollados siendo este el inicio de la ruina definitiva de las pequeñas y medianas empresas, pues los grandes monopolios nacionales gozaron de preferencias de importación (decretos 2183 y 2184 de 1990) para la adquisición de sus materias primas, reduciéndoles los costos anuales en 158 millones de dólares, lo que a la tasa de cambio promedio para 1990 representó un beneficio para los monopolios extranjeros y nacionales en cerca de 80 mil millones de pesos. Esto facilitó a la gran industria monopólica modernizar sus equipos para competir en mejores condiciones en la “nueva iniciativa” neoliberal. En cuanto a la deuda externa, que para 1990 se estimaba en Colombia en 14 mil millones de dólares y que para marzo de 2004 superaba los 121 billones de pesos, unos 45.700 millones de dólares equivalentes al 53% del PIB, Bush en su discurso de Cartagena afirmaba: «Propongo una nueva iniciativa de importancia (Plan Brady) para reducir la deuda oficial de América Latina y el explorar sectores de la empresa privada y del gobierno para conocer posibilidades de intercambio o de colaboración en distintas esferas donde pensamos que Cuba puede aportar algo de beneficio en los temas de pesca, producción de vacunas, medicamentos, educación, cultura, preparación de personal profesional, medicina general y otros renglones” El Heraldo, junio 7 de 2004, p. 6 A

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Caribe con los Estados Unidos, para aquellos países que adopten estrictos programas de reformas económicas y de inversiones, con el apoyo de las instituciones internacionales». Con estas trágicas palabras, Bush propuso aliviar al enfermo comprándole el ataúd, pues como se sabe, el actual costo de la deuda es impagable y los acreedores de la banca internacional se negaron a condonar la inmensa deuda contraída a través de los años, en donde la deuda contratada y la deuda vigente para esos años alcanzó un monto enorme y la primera de ellas ascendió a una suma cercana a la producción total del país en dos años. Pero Bush se encargó de hacerles creer a los gobiernos de las Américas, al Estado colombiano y a los comerciantes e industriales en Barranquilla que esta deuda se podía pagar mediante las reformas económicas impuestas por la banca, lo que condujo al efecto inverso, es decir no se pagó la deuda y, por el contrario, esta aumentó de 14 mil millones en los inicios de la apertura a 90.424 millones de dólares en 2013 consumiendo esta el 24% del Producto Interno Bruto; y los cambios económicos estructurales propuestos, como las privatizaciones, afianzaron la dependencia y la ruina interna siendo la deuda externa el mayor obstáculo, sin solución posible, dentro del actual esquema para lograr el crecimiento económico; descartando dentro de ese proyecto al llamado Plan Brady, que pretendía eliminar la hiperinflación, acceder al crecimiento y fortalecer las medidas para disminuir el empobrecimiento y que según Bush padre en su discurso este Plan: «ha ayudado a las naciones a reducir la deuda con los bancos comerciales» pero seguidamente se contrariaba y agregaba, «la carga sigue siendo pesada para los naciones con altos niveles de endeudamiento oficial». Este doble discurso, que combina esperanza y derrota a la vez, pone de manifiesto que en el problema de la deuda externa la integración regional latinoamericana a través de los nuevos acuerdos suscritos con Norteamérica, 99 era la prueba de fuego que había que superar para responder eficazmente al poder de los acreedores y de los monopolios nacionales y transnacionales que, en últimas, eran los que bloqueaban la verdadera reactivación de la economía regional, colombiana y latinoamericana a través de los “beneficios” arancelarios

El director del Fondo Monetario Internacional, Michel Camdessus declaró a la prensa en 1988 que “lo que estamos haciendo coincide con las intenciones básicas de la diplomacia americana en el mundo” Financial Times, febrero 9 de 1988, p. 12. 99

281


arriba mencionados. Así pues, apoyar el desarrollo económico del país y la región en las inyecciones de dólares en forma de empréstitos de la gran banca y de las distintas “ayudas” (Plan Colombia), sin tomar medidas radicales en la economía regional y nacional, equivalía a construir, de hecho, una verdadera “casa en el aire”. El problema de la financiación del desarrollo económico no se resolverá en el corto plazo mediante las mediocres reformas sugeridas por Washington desde que lanzó la llamada “Iniciativa para las Américas” a mediados de los noventas, sino se resolvería reajustando a fondo y protegiendo y desarrollando, en un corto y mediano plazo, la estructura económico-social atrasada (pequeñas y medianas empresas, infraestructura vial, puertos etc.) que existía en toda la región Caribe y la colombiana en general. Sobre el tercer pilar, la inversión, ésta en el desarrollo de las relaciones económicas tiene dos componentes, la inversión nacional privada y la extranjera. Teniendo en cuenta que la teología neoliberal expuesta por los nuevos economistas entrenados en la doctrina económica de la Escuela de Chicago conceden una prioridad fundamental a los sectores privados como el factor impulsor básico para la armonía económica y que, en términos generales, quedó expresado en el análisis eufórico neoliberal publicado por la Cámara de Comercio de Barranquilla a finales de 1990, donde con orgullo dogmatizaban que: «En cuanto a la asignación de los factores productivos, es un hecho también que la inversión privada ha representado una tendencia a reducirse en el largo plazo... estos fenómenos obedecen a los peligros connaturales del modelo, los altos niveles de protección otorgados a la producción interna, generaron distorsiones en los precios relativos y aislamiento de la competencia internacional, por lo cual las unidades productivas tienen pocos incentivos para desarrollar los cambios tecnológicos, buscar mayores niveles de eficiencia empresarial y ofrecer mejoras en la calidad y variedad de los productos».100 Sin embargo, el desarrollo de los acontecimientos económicos y los cambios y predicción realizado a través de la “bola de cristal” de los aperturistas, plasmados en el anterior discurso, produjeron, al igual que la deuda, el efecto contrario pues los inversionistas privados nacionales, aún en los tiempos en que tenían a su favor la protección estatal con instituciones como el IFI y Findeter, y que fue la

100

Revista Informativa, p. 53.

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base de su crecimiento en el modelo de sustitución de importaciones, funcionaron sobre la pretensión de intereses a muy corto plazo, y no por la voluntad de ellos, sino por las condiciones de dependencia estructural que los llevaron a aplicar una mínima innovación tecnológica, lo que hizo que esa inversión privada no fuera un factor constante de impulso autónomo, sino que la inversión actuante funcionó estructuralmente dependiente a diversos factores, (competencia de transnacionales, ciclo externo del capital, precio de los productos y otros). La inversión de los capitalistas nacionales y locales pudo tener un carácter autónomo y hubiese podido ser capaz de proyectarse como impulsora del desarrollo de las regiones, si hubiese tenido la capacidad para generar innovaciones tecnológicas en las nuevas condiciones que planteaba la competencia extranjera, pero tener esa capacidad dependía, necesariamente, de la existencia consolidada de un sector de producción de bienes de capital (bienes que en términos reales no existían en el país y menos en la región y la ciudad) para que pudiera desarrollarse, en las nuevas condiciones que el capitalismo global planteaba, la base material de un posible avance científicotécnico en sectores de la industria no monopólica. Esta situación de descalabro la aceptó años después y de manera tibia la misma Confederación Colombiana de Cámaras de Comercio (COMFECAMARAS) de la siguiente manera: «La apertura se planteó en Colombia bajo el supuesto de traer innovación tecnológica a nuestro país y mejorar la producción nacional para poder competir en mercados internacionales. El progreso tecnológico ha sido, con todo, el gran ausente dentro de este proceso de apertura. No se diseñó una política para el cambio tecnológico, las instituciones encargadas de promover nuevas empresas y canalizar recursos como el IFI, y las entidades financieras, se debilitaron, convirtiéndose en simples intermediarios de créditos». (Marulanda: 1999: p.15) Bajo esas circunstancias, las instituciones encargadas de la inversión como el Instituto de Fomento Industrial, Findeter y otros, y que los economistas neoliberales locales y nacionales mostraban alborozados como la gran esperanza que iba a ser capaz de impulsar la transformación productiva y la infraestructura de la región y del país a través del crédito y la inversión, fueron fulminantemente eliminados en la apertura neoliberal. De estas instituciones solo quedan escombros, pues se fueron arruinando en la medida en que sus capitales no encontraban ocupación, en medio de una situación estructural donde la 283


industria quedó totalmente monopolizada por el sector privado, y esas circunstancias los obligó a aliarse a otros sectores del capital que estaban siendo favorecidos por la apertura, en este caso el sector importador y el sector financiero que lograba sus máximas ganancias a través de la especulación o la nueva “economía casino” que se implementaba en el mundo. En Barranquilla, la economía especulativa jugaba su ruleta rusa con inusitadas ganancias, como lo afirmaba la revista de los comerciantes: «El saldo de las captaciones en el área metropolitana de Barranquilla a finales de junio del presente año ascendió a $194.359 millones presentándose una variación positiva del 27.6% con respecto a esa misma fecha del año inmediatamente anterior... del total captado en el periodo señalado fueron los Certificados de Depósito a Término y los depósitos de ahorro los que tuvieron un mayor grado de participación».101 Este sector de la economía barranquillera, favorecido ampliamente por la apertura y vinculados orgánicamente al capital transnacional, no mostró en el avance del proyecto aperturista ningún interés en invertir en el sector industrial y (o) económico real sino más bien se dedicaron desde principios de la década del noventa a continuar beneficiándose de la actividad especulativa en títulos valor y otros al comercio importador que, a la par, comenzó a repuntar de manera óptima en los inicios de la apertura y a consolidarse años después en todo el país, situación que trajo como consecuencia la creación de la Bolsa de Valores de Colombia (BVC) pues ya en el 2001-2003: «En los tres primeros años de operación de la Bolsa de Valores de Colombia (BVC) se realizaron transacciones por un monto de $1.018 billones. En el mercado accionario se transaron $6.9 billones, en el Mercado Electrónico Colombiano (MEC) $1.003 billones y en el mercado de derivados $8.5 billones. Los volúmenes de negociación registran un crecimiento sostenido. Es así que mientras en el primer semestre de 2001 las operaciones totalizaron $50 billones, en el primer semestre de 2002 ascendieron a $134 billones, en el primer semestre de 2003 a $164 billones y entre enero y junio de 2004 sumaron $285 billones»102 101 102

Revista informativa, citada, p. 64. Colombia económica, semana del 3 al 9 de julio de 2004, Nº 547.

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Claramente se observaba, en las cifras de esta desastrosa economía especulativa, que se disparaba hacia arriba la flecha de los indicadores económicos, pero también la de la pobreza reflejada en el informe del PNUD sobre el nivel mundial del Índice de Desarrollo Humano, donde confirmaban que «Colombia había ascendido entre el 2002 y el 2003 del puesto 63 al 64, descendió bruscamente en el 2004 para caer en el puesto 73». Rematando con el informe del Instituto de Bienestar Familiar Seccional Atlántico, en la etapa de disparo de la Bolsa de Valores de Colombia con las siguientes cifras que dejan al descubierto la acumulación de capital y la miseria que este genera en Barranquilla: «Tan solo en el primer semestre de 2004 se presentó un aumento de la mendicidad infantil en un 142% con respecto al año anterior. Barranquilla es la ciudad donde se presenta el 70% de los casos y el porcentaje restante se registran en el municipio de Soledad seguido por Puerto Colombia y Malambo». Todo este mecanismo de concentración y expulsión está claramente expuesto en este preciso análisis de la economía mundial en donde según Petras: «Los elevados beneficios obtenidos no están dispuestos a invertirse en los depresivos mercados nacionales, en los que se ha reducido la capacidad de consumo de los trabajadores. De allí procede el interés por los mercados exteriores (Mercosur, NAFTA, ALCA etc.) y por las inversiones especulativas internacionales». (Petras: 1999: p. 68) Bajo esta economía especulativa en detrimento de la industria productiva nacional, la cifra récord de importación por el puerto de Barranquilla le correspondió al sector comestibles con 100.370 toneladas (38.1%) seguidos de la industria química, las estructuras metálicas y los equipos de alta tecnología. Es de anotar, que al ser el sector alimentos el principal renglón de importación, coincidió con la parálisis agropecuaria y la ruina de este sector en el país pues de un millón de toneladas importadas por nuestros puertos en 1990, se pasó a 8 millones en 1994, a 14 millones en el 2004 disparándose a 75 millones en 2013 valorándose su costo en 59.397 millones de dólares según cifras del DANE. El resultado de esto no podía ser sino el desempleo en los campos y, por consiguiente, el combustible para la continuación de la larga guerra. En torno a la inversión extranjera en Colombia, la facilidad para acumular por este medio en el contexto de la apertura neoliberal, la llevaron a tomar una tajada 285


grande del pastel económico nacional. En 1991 según cifras del Banco de la República y Portafolio, esta inversión era de 3.602 millones de dólares, pasando en 1997 a 12.391 millones y en 2014 creció escandalosamente a 228.500 millones de dólares.103 Sin embargo, este capital no fue invertido en la creación de nuevas industrias como ocurrió en las décadas del cuarenta, cincuenta y sesenta, sino más bien esa “atracción fatal” se destinó a desnacionalizar el capital estatal y, por esa vía, a los municipios a través de la compra de empresas públicas y a convertir la deuda en capital mediante la especulación financiera de corto plazo; atraída por la diferencia en las tasas de interés y el movimiento oscilatorio del dólar. Igualmente, la apreciación de la moneda, como consecuencia del flujo imparable de capitales, dificultó las exportaciones y favoreció las importaciones. La reducción de los subsidios a la exportación apuntó en el mismo sentido. En consecuencia, el excedente comercial cayó y se transformó en un crónico déficits presupuestal; déficits que se empezó a subsanar con impuestos al consumo (IVA del 14% a algunos de los productos básicos de la canasta familiar) y recortando drásticamente el gasto en inversión social. En Barranquilla el capital extranjero también hizo su agosto por esos años. Aprovechando la crisis de las empresas estatales, arruinadas por la misma clase politiquera que después propuso su venta a un precio irrisorio con el precario argumento de la ineficiencia, se comenzó por feriar a las Empresas Públicas Municipales y a la Electrificadora del Atlántico. En ese panorama, la dirigencia política y gremial inició el proceso con la privatización de las EPMB, en uno de los tantos hechos que demuestran que la entrega de las empresas estatales al capital privado venía acompañada de la corrupción político-administrativa que existía en el municipio y auspiciada por los grandes monopolios, pues en un informe de la misma Confecamaras publicado en El Heraldo el 7 de septiembre de 2004, estimó que las sumas pagadas por los empresarios privados para obtener contrataciones públicas equivalía a tres billones de pesos, un 20% de la contratación estatal, y Barranquilla ocupaba el primer lugar en el país por este tipo de corrupción,104 contrariando pues este 103

Revista Banco de la República Nº 849, p. 32. Portafolio, Aumenta la inversión extranjera no petrolera en Colombia, febrero 17 de 2015. 104 Sobre este tema el norteamericano Peter Eigen afirmaba que “la principal fuente de la corrupción a gran escala está en el hemisferio Norte. Es común que empresarios y gobiernos en el Norte discutan los niveles

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informe los “principios” neoliberales de eficiencia, honestidad y pulcritud de la empresa privada. Las EPM, que en 1985 tocó fondo en su crisis por la baja cobertura y la poca calidad en el servicio de agua y alcantarillado que suministraba, contrató con la firma norteamericana Glace and Glace un estudio para diagnosticar la situación de acueducto y alcantarillado. Este informe fue conocido (no se sabe aún si por burla o por soberbia), como él “Plan Maestro”. Este documento concluyó que para reactivar las Empresas Públicas Municipales se debía invertir un total de 10 mil millones de pesos, capital que no tenía la empresa (había sido saqueado por la maquinaria politiquera) y por esa razón los administradores del municipio en 1987 convinieron con el Banco Mundial un préstamo de 37.2 millones de dólares equivalentes a 7.288 millones de pesos que, para ese año, representaba los 10 mil millones recomendado por Glasee and Glasee. El objetivo del préstamo era iniciar la construcción de la planta Nº 5 del acueducto y obras para el suroccidente de la ciudad. Los trabajos se comenzaron, pero no se concluyeron, pues los dineros de los mismos se dilapidaron antes del tiempo estipulado para su terminación. Sin embargo, los barranquilleros a través de los impuestos seguían pagando la deuda contraída con el Banco Mundial y «En 1990, el costo total del proyecto Banco Mundial ascendía a 39.18 millones de dólares. Del valor del crédito externo del Banco a las EPMB por 24 millones de dólares, se habían cancelado a finales de 1989 14.58 millones de dólares, es decir el 64.75%».105 Gran parte de la inversión se realizó para comprar equipos, medidores, vehículos y químicos para el tanque de la Ciudadela 20 de Julio, es decir para ir saneando y acumulando capital en bienes materiales y muy baja inversión en redes y obras. Los dineros acumulados que se utilizaron para la materialización del llamado Plan Maestro, que los barranquilleros burlonamente llamaban Plan Saqueo, se depositaron en bancos para dilapidar los intereses: «Los principales porcentajes de ejecución o de progreso físico del proyecto, discriminados en sus principales componentes nos dan una idea del considerable retraso, especialmente aquellos que son determinantes para la solución del problema de abastecimiento de agua para la zona sur occidental». (Informativa: p.20). de corrupción en el Tercer Mundo como si ellos mismos no fueran un elemento clave de la ecuación. Es axiomático que sin el ofrecimiento de sobornos no habría sobornados” La corrupción en los países en desarrollo y desarrollados, Revista Contribuciones Nº 4, Buenos Aires, 1995, p. 140. 105 Revista Informativa, Nº 168, p. 20.

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El objetivo era pues claro, sanear la Empresa mediante un plan de reestructuración que contempló la contratación de un fideicomiso de contratación de pagos, entre otros; y después del saneamiento, pagado con el bolsillo de los barranquilleros, ofrecerla en venta al mejor postor o, en otras palabras, al que mejor comisión le diera a la clase política que administraba el municipio. Los empresarios y comerciantes abanderaron, en el contexto neoliberal que se imponía, el proyecto privatizador de las EPM con la siguiente conclusión: «A raíz de la crisis de diversos ordenes en que se debate una de nuestras más representativas empresas de servicios públicos, la Cámara de Comercio de Barranquilla a través de su área jurídica investigó y concluyó... la viabilidad de declarar en estado de concordato a las EPM». (Informativa: p. 23) Los favorecidos de la quiebra y venta de la EPM, auspiciado por los abogados mercaderes del área jurídica de la Cámara, fue el capital transnacional español a través de la nueva empresa denominada Triple A con una leonina concesión de 32 años y que, en materia de servicios públicos, las multinacionales españolas fueron las que aprovecharon eficientemente la bonanza privatizadora del continente y la región Caribe colombiana, cargando el peso de sus ganancias sobre los hombros de la empobrecida población barranquillera, convirtiéndose ésta transacción en una deuda eterna contraída por el municipio, deuda que aumentaría gravemente su crisis fiscal y arruinaría posteriormente la inversión social. Al respecto dice un informe de Fundesarrollo que: «Como si fuera poco la nación obligó al distrito a asumir la deuda por 22 millones de dólares de las extintas Empresas Públicas Municipales (liquidadas para dar paso a la Triple A) con el Banco Mundial. De esa forma, el saldo de la deuda bancaria se elevó en 1988 a 140 mil millones de pesos; al final de 1999 llegó a 152 mil millones de pesos».106 Todo esto se dio sin incluir la onerosa carga de los pasivos laborales y pensiónales cargados al municipio, es decir al bolsillo de los barranquilleros. A raíz de todo este desbarajuste privatizador surge la pregunta ¿eran realmente ineficientes las EPM y la Electrificadora del Atlántico para entregárselas al capital privado internacional? El concepto de ineficiencia de las empresas estatales y por lo tanto de que estas deberían retirarse de la actividad económica de

106

Fundesarollo, Situación financiera de las ciudades portuarias del Caribe colombiano, p. 11.

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prestación de servicios para darle paso a la privatización, no era más que la propuesta clásica del discurso neoliberal inflado por los comerciantes e industriales de la ciudad para pescar en río revuelto. Ante esa situación se hace necesario precisar algunas cosas. Si de lo que se trataba era de mejorar la gestión de las EPM y la Electrificadora, para teorizar un poco sobre la eficiencia en estas empresas, el problema fundamental no se debía a la forma de propiedad de las mismas, es decir si estas empresas eran públicas o privadas, (pues ya los sectores económicos dominantes en la ciudad comenzaban con el discurso neoliberal, a satanizar la actividad pública de las empresas estatales) sino que el problema era fundamentalmente de administración, de la gerencia de estas empresas por fuera de la contaminación politiquera, porque muchas empresas estatales en Colombia alejadas en parte del vicio de la corrupción mostraron ser eficientes, Telecom por ejemplo. En otras palabras, una empresa estatal puede ser eficiente y cumplir con los objetivos sociales y económicos propuestos si es bien gestionada y si cuenta con compromisos gerenciales que, divorciados de la corrupción y la politiquería, organicen y proyecten la producción de manera adecuada a su fin. La misma Electrificadora del Atlántico demostró que el problema no era de régimen de propiedad sino de la concertación antinacional que hubo dentro del modelo neoliberal para entregar los bienes estatales a las multinacionales, pues la Electrificadora del Atlántico según la misma Cámara de Comercio en las 100 empresas más grandes de Barranquilla en 1990 ocupaba el segundo lugar con una utilidad de 7.867 millones de pesos después de Avianca, perteneciente en ese entonces al poderoso Grupo Santodomingo.107 Nos preguntamos entonces ¿quiénes estaban en Barranquilla y en general en Colombia detrás de las privatizaciones? ¿Los politiqueros, los gremios locales y nacionales o las transnacionales? En esta etapa de inicio del proceso aperturista diríamos que los tres puesto que, de hecho, las políticas del Estado y su corrupción interna, la proyección de los grandes empresarios nacionales y los intereses de las transnacionales se convirtieron en una trinidad unitaria, con un mismo discurso, unos mismos intereses y una misma estrategia. James Petras (1999: p. 18) nos trae oportunamente la siguiente apreciación: 107

En el año 2004 y producto de la reorganización del capital monopólico internacional, Avianca fue adquirida por el grupo Efromovich de Brasil.

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«Las corporaciones multinacionales están firmemente ancladas en el Estado Nación y dependen fuertemente de sus gobiernos de origen para sus actividades internacionales. Constituye por cierto un mito la noción de que las corporaciones multinacionales son independientes del Estado Nación. Necesitan de este para proteger los mercados existentes, para crear las posibilidades de su expansión en los mercados extranjeros, para mantener bajas las cargas laborales y subsidiar sus cargos en el exterior». Los beneficiarios directos de este proceso privatizador en Barranquilla serían indudablemente en su orden las empresas transnacionales (Unión Fenosa en los servicios públicos) y los empresarios locales (en los puertos y otras ramas de la producción), respaldados por el “nuevo” Estado neoliberal y la galopante corrupción en el municipio. Es de anotar que esa corrupción se materializaría más adelante en la nueva empresa de acueducto privatizada, siendo privados de la libertad los tres últimos gerentes de esta sociedad en 2018 y sentenciados por detrimento patrimonial por un valor de 27.879 millones de pesos, brotado este inmenso capital del bolsillo de los barranquilleros a través de los altos costos del servicio. Los tres gerentes aceptaron los cargos y les dieron, de manera ignominiosa, la casa por cárcel. A partir de la privatización de las empresas estatales en Barranquilla y en general en toda Colombia, era imposible ya en esta etapa hacer una separación entre las empresas estatales y las transnacionales en medio de las políticas neoliberales. Esas políticas fueron a partir de la década del noventa una unidad de acción entre las multinacionales, los monopolios nacionales y los neoliberales en el Estado para lograr dos objetivos fundamentales: una mayor explotación de la fuerza de trabajo a través de la aplicación de leyes antiobreras y, por esa vía, una mayor obtención de tasa de ganancia. En esa medida, las políticas laborales en la década de los noventa comenzaron a afectar drásticamente a la población barranquillera. La llamada flexibilización laboral comenzó su fatal itinerario por Barranquilla bajo la promoción de la ley 50 de 1990 como una respuesta a la Misión Chenery sobre empleo que llegó al país en 1985 y recomendó esta misión desregular la actividad laboral, recomendación que fue modificando los contratos a término fijo, la estabilidad laboral, las pensiones, las acciones de reintegro, las jornadas laborales, el régimen de cesantías etc., todo esto con el objetivo de incrementar la explotación de los trabajadores vinculados al capital nacional y 290


transnacional para fomentar, con la plusvalía obtenida, sus exportaciones e importaciones a través de la industria y los puertos, pues con el desarrollo implacable del modelo: «El neoliberalismo crea una cultura de inversión en la cual el costo reducido de la mano de obra y las inversiones sociales mínimas son la condición necesaria para nuevas inversiones. Los costos decrecientes del trabajo no son un mero atractivo para el ingreso de capitales sino la condición preparada y asumida para que se produzca la inversión capitalista. El sacrificio de la clase trabajadora no es, por lo tanto, una precondición transitoria para una prosperidad general, sino una condición estructural a largo plazo para la concentración de capitales». (Petras: 1999: p. 69) Teniendo en cuenta esta precisa observación, la directora del Departamento Jurídico del Ministerio de Trabajo en conferencia registrada en Barranquilla, trató el problema laboral de los barranquilleros desde el punto de vista del interés de los poderes económicos dominantes: «Esta jornada (reforma laboral) se considera de gran utilidad para el fomento de las exportaciones por cuanto muchas de las actividades con tal fin tienen que ceñirse al mercado laboral internacional que efectúa perdidas voluminosas en cortos plazos de tiempo».108 Todo esto según la funcionaria del Ministerio para incrementar la productividad y el empleo. Pero las cifras de crecimiento y desempleo ocho años después de establecidas las reformas laborales y económicas mostrarían todo lo contrario. La misma Confederación Nacional de Comerciantes (COMFECAMARAS) reconocía el desastre de estas políticas: «La variable económica y social más afectada por la aplicación del modelo aperturista fue el empleo. Comenzando la década de los noventa el país se enfrenta a un desempleo del 9%, ocho años más tarde de instaurar la apertura, este se encuentra en el 18% con tendencia al alza». (Marulanda: 1999: p. 22) Y años después, en 2014, las modestas cifras del DANE revelaban que en Barranquilla la tasa de ocupación era una de las más bajas en el país con apenas el 56% de la población laborando, en comparación con Bogotá que era del 71.8% y Bucaramanga de 68.9%. Al respecto Javier Bermúdez Presidente de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) Atlántico, afirmaba sobre esta situación que las cifras del DANE eran «un

108

La reforma laboral y la apertura económica, Revista Informativa, Nº 172, p. 7.

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“falso positivo” ya que en los últimos años la ciudad ha visto decaer su corredor industrial tras el cierre de grandes empresas y esto ha ocasionado la salida del mercado laboral de más de mil trabajadores» (El Heraldo1/5/2014) En síntesis, el desempleo, los bajos salarios y el precario nivel de vida de la población fueron (y son) imprescindibles para mantener la competitividad de los mercados externos en el modelo aperturista. Y en torno a la productividad, el costo económico fue todavía más desastroso, como lo indican las mismas cifras de los comerciantes: «En 1998, se disolvieron 5.850 empresas de acuerdo con los registros de la Superintendencia de Sociedades, 152 empresas entraron en proceso de liquidación obligatoria (las que tienen un número grande de acreedores entre financieros y laborales) y 9 ya han sido liquidadas. Esta cifra no incluye las Pymes». Con el desarrollo del modelo neoliberal y el correlativo incremento de las importaciones, se agudizó la crisis de este último sector y de 164 pequeñas y medianas empresas (Pymes) que existían en Barranquilla en el 2004, 84 exportaban apenas 12 millones de dólares al año, Bogotá 30 millones, Medellín 19 millones y Cali 15 millones de dólares. Los sectores de estas Pymes que mayor mercancía exportaban en Barranquilla fueron los sectores de las manufacturas e insumos (73%) y prendas de vestir y confecciones (17%). Sin embargo, es de anotar que en 2014 la producción de este sector en Barranquilla se incrementó en 100 millones de dólares anuales, y la mayoría de lo exportado (73%) se dirigió al mercado venezolano, contribuyendo la revolución Bolivariana al proceso de fortalecimiento de este sector económico en la ciudad, como producto de las nuevas relaciones comerciales que auspiciaba el Mercosur cayéndose estrepitosamente este intercambio en 2018 a raíz del conflicto político que existe entre las dos naciones. El pobre desempeño económico de las Pymes en Barranquilla, 24 años después de la aplicación de las reformas neoliberales, lo podemos dividir en dos factores fundamentales. El primero fue su incapacidad inicial de competir con productos importados, productos que ingresaban al país tanto de manera legal como ilegal y a muy bajos precios. El segundo factor se relaciona con la eliminación total o la gran dificultad de apoyo financiero en el periodo de aceleración del modelo aperturista. Este apoyo en el modelo de sustitución de importaciones se reflejaba 292


en créditos preferenciales a tasas de interés subsidiadas. En otras palabras, la crisis que sufre este sector económico quedó determinada por el lugar sensible que ocupan en la cadena de valor productiva y por la imposibilidad de financiamiento bancario debido al mayor riesgo que estas Pymes representan para las instituciones financieras en la etapa anterior y posterior al modelo, lo que no ha permitido su integral desarrollo. Los pequeños industriales a pesar de que empleaban, según la Acopi, al 63% de todos los asalariados y generaban el 45% de la producción manufacturera en el país, fueron pues los que pagaron a un alto costo la factura de la política neoliberal en lugar de beneficiarse de sus ventajas, y se convirtieron en simples instrumentos de justificación del triturador modelo neoliberal; sus intereses en realidad no contaron cuando se aplicaron estas políticas tanto en la administración Gaviria y la de sus sucesores, ni contarían después en los Tratados de Libre Comercio auspiciado por el régimen guerrerista de Álvaro Uribe Vélez, Juan Manuel Santos e Iván Duque a partir del año 2002. La salida incierta para las Pymes la propuso simbólicamente la CEPAL en el 2006 proponiendo un supuesto fortalecimiento de las redes electrónicas de este sector, y ante su exclusión definitiva de los nuevos tratados internacionales, planteaba el Ministerio de Comercio como única salida y de manera sarcástica y burlona que había que «Lograr que haya una mayor utilización de las posibilidades y servicios que ofrece Internet».109 Cabe apuntar que el único sector de las Pymes que mostró positivos resultados le correspondió al principal grupo económico del país y en fastuosa ceremonia «El mandatario colombiano (Álvaro Uribe Vélez) además tomará parte en la entrega de los VI premios interamericanos de la microempresa y uno de los cuales correspondió este año a la Fundación Mario Santodomingo, entidad que a través de varias décadas ha trabajado en programas sociales a favor de las comunidades más pobres».110 La apertura, en ese contexto de exclusión de los pequeños productores, comenzó a moverse en medio de un proceso que marcharía, en adelante, de la mano del avance de la pobreza y la creciente polarización social tanto en el país

109 110

El Tiempo, 31 de octubre de 2006, p. 2-6. El Heraldo, septiembre 9 de 2004, p. 8C

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como en toda la región Caribe con cifras escandalosas en su haber, distanciándose velozmente el abismo entre las clases sociales: «El Caribe es la región del país con mayor población en estado de miseria: casi dos millones de habitantes (una población similar a la de Barranquilla y Cartagena juntas). Entre 1991 y 1997 la pobreza urbana de la costa, medida NBI (Necesidades Básicas Insatisfechas) aumentó 3.8% en términos absolutos, en 1997 hay en las zonas urbanas 462.987 más pobres que en 1991... Según cálculos por línea de ingreso realizados por el DNP, en 1997 había en la costa 5.402.170 personas bajo la línea de pobreza, es decir 63.43% de su población se encuentra en esta categoría. Ese porcentaje es bastante superior al nacional de 58.19%, en otras palabras, dos de cada tres costeños están bajo la línea de pobreza». (López: 2001: p. 93) Sobre este tema, en el año 2014 el padre Ciryllo Swinne, líder social de los barrios del suroccidente de Barranquilla, realizó una vehemente crítica a la Agencia Nacional para la Superación de la Pobreza Extrema (ANSPE) quienes, mostrando cifras maquilladas, en complicidad con la alcaldía, intentaban superar el problema de la pobreza a punta de cifras y papeles. Al respecto el padre Ciryllo denunciaba: «Me molesta más la propaganda que recibí casi diariamente de la ANSPE de Samuel Azout, porque mientras allí se habla de bellezas de este programa, mucha gente en Barranquilla sigue viviendo en la miseria absoluta y hasta las casas se caen, cansadas de tanto esperar ayudas que nunca llegan. La única conclusión que puedo sacar es: por aquí Sammy no paso. O creo que la lucha contra la pobreza del actual y los anteriores gobiernos fracasa porque la voz cantante la llevan los técnicos, burócratas y economistas, pero no los éticos. El problema de la pobreza no es técnico, ni financiero: es un asunto puramente ético». (Emisora Atlántico: 2/2/2015) Y paralelo a esta ininterrumpida abundancia de miseria, los monopolios nacionales instalados en la ciudad nadaban en un mar de dólares: «En el 2003, Cementos Caribe y sus empresas asociadas como Colclinker, Tolcemento y Andino Venezuela, exportaron 2 millones 548 mil toneladas que dejaron divisas por 198 millones de dólares. Estados Unidos fue el principal mercado con el 70% de las ventas, seguido del Caribe con el 16% y el 14% en Suramérica... Los 294


activos de la empresa subieron 32%, al pasar de 1.5 billones en el 2002 a 1.9 billones en el 2003, el incremento se debió al aumento de las valorizaciones de las inversiones».111 Y rebosante de alegría el gerente de Monómeros en la asamblea de accionistas le anunciaba a la ciudad que la empresa «Alcanzó un buen resultado el año anterior al cuadruplicar sus ganancias al pasar de 6.108 millones de pesos en el 2003 a 27.470 millones en el 2004» (El Heraldo. 31/3/2005: p. 9-A) Igualmente, con el afianzamiento del TLC y con los grandes problemas de infraestructura vial que tiene Colombia, empresarios de otras regiones han instalado sus industrias en Barranquilla, Santa Marta y Cartagena por las facilidades exportadoras que le dan estos puertos de bajos impuestos y mano de obra a bajo precio. La bonanza de los tres puertos del Caribe en la segunda década del siglo XXI se está escenificando a expensas del empobrecimiento de las regiones del interior que con el TLC han mudado sus industrias a estas ciudades. al respecto la revista Semana en el año 2014 daba cuenta de este fenómeno de “bonanza”: «Los gigantescos recursos que llegan a Cartagena, Barranquilla y Santa Marta, dan cuenta de la dimensión de este fenómeno. Se estima que, en los últimos tres años, las inversiones en los nuevos proyectos empresariales de estas tres capitales superan 10.000 millones de dólares, entre nuevas plantas y ampliación de las ya existentes, tanto nacionales, como extranjeras. En Barranquilla, por ejemplo, se han instalado este año una decena de nuevas empresas y un número similar de compañías ha ampliado sus plantas. Entre estas últimas están multinacionales como Bayer, Indra, Bimbo, Vopak, Sutherland y Tecnoglass. Lo más sorprendente es que, según ProBarranquilla, están por aterrizar otras 20 compañías, entre ellas las metalúrgicas Deacero de México y Norton de España». Es innegable pues, que desde la aplicación del modelo aperturista y de que Barranquilla fuera su capital, hasta inicios del nuevo milenio se ha agigantado la inversión de recursos pero gravemente también y por la inmigración masiva que genera la ilusión de las bonanzas, entre ellas la de compatriotas venezolanos, la distancia entre pobreza y riqueza y no solamente entre Colombia y las potencias capitalistas desarrolladas sino también dentro del propio país, dentro de la región

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Nueva inversión del Grupo Caribe, El Heraldo, 5 de marzo de 2004, p. 4B.

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Caribe y de la propia ciudad, con la extensión de un ejército impresionante de pobres que se pretenden frenar echándole más leña al fuego, exacerbando las tendencias contrapuestas y alimentando, de paso, la contradicción y el desequilibrio; reflejada toda esta problemática económico-social en el aumento del desplazamiento interurbano, la “limpieza social”, la criminalidad común salida de madre, el paramilitarismo y otros factores que progresivamente enfrentan a la sociedad barranquillera y al país en general.

10.2 Una nueva oleada migratoria hacia la ciudad y los conflictos que genera por la existencia de los pocos empleos existentes

El rápido aumento de la población en la ciudad producto del desplazamiento forzado en otras regiones, que pasó en diez años de 1.146.359 (2005) a 2.180.000 mil personas en 2014, más la reproducción constante de población interna, contrasta con el ritmo relativamente bajo de desarrollo positivo de la economía; y es de ese particular fenómeno de donde proviene el avance acelerado en la ciudad que identifican varias formas de superpoblación relativa y absoluta, agravándose esta situación en el 2018 con el retorno de los emigrados colombianos que vivían en el país vecino de Venezuela debido a la crisis interna que este país padece, como lo indicamos en líneas anteriores. Con la aplicación intensiva del modelo neoliberal, el desarrollo de la industria en Barranquilla comenzó a crecer mucho más lento que el crecimiento acelerado de su población. La mayoría de desplazados rurales instalados en la periferia de Barranquilla provenientes de las zonas del conflicto militar que se desarrolla en los departamentos del Magdalena, Cesar, Guajira, sur de Bolívar, agudizada después de la aplicación del modelo, el Plan Colombia y la concomitante ruina del agro; en el mejor de los casos logra colocarse en el sector servicios o en el comercio informal, produciéndose así un desarrollo vertiginoso en la esfera improductiva que logra canalizar eficientemente el histórico problema del contrabando, las ventas ambulantes, el comercio minoritario de productos agropecuarios y, en el extremo opuesto, todas las variadas manifestaciones de la descomposición social. Sobre el dramático aumento de la pobreza en el 2004, a poco de implementado el modelo neoliberal, un editorial del diario El Heraldo

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dando cuenta de las consecuencias, pero no de las causas del problema, revelaba: «Urge hoy un completo programa de alimentos porque el enemigo no da espera. En las calles de las ciudades colombianas, Barranquilla dramáticamente entre ellas, se palpa este flagelo. Niños, jóvenes y ancianos, muchos desplazados por la violencia, estiran sus brazos implorando comida en los restaurantes y en las esquinas». (El Heraldo: 2/9/2004: p. 3-A) Y consolidado el modelo en el año 2012, un analista económico declaraba sobre algunos lineamientos que mostraban el desequilibrio social existente: «Los temas cruciales de la Región siguen siendo la pobreza y la débil institucionalidad pública carente además de institucionalidad regional, unida a unos hábitos de pensamiento distantes de la modernidad, pues no hay previsión, se anda de contingencia en contingencia. Los planes se engavetan. Un reciente estudio de Fundesarrollo (“El Caribe en cifras”), recogiendo cifras del Dane (2012), señala que la Región Caribe aporta apenas el 14,9% del PIB al país, pero tenemos el 21,36% de la población, ¡con el 31% de los pobres del país! El PIB per cápita regional creció a una tasa anual del 1,9% (2008-2012), inferior al 2,2% de la Nación. Otro informe de Fundesarrollo indica, al examinar las ciudades del Caribe que, aunque en algunas hemos mejorado los indicadores de pobreza, el caso de Riohacha es apabullante (43,8% de pobreza y 12,7% de pobreza extrema), muy parecido al de Quibdó, a pesar de las regalías que se han recibido. En el área metropolitana de Barranquilla se han registrado mejorías en los indicadores de pobreza y de ingreso per cápita, pero aún tenemos un 29,5% de pobreza. Aunque en el Caribe se ha avanzado en coberturas de educación y salud, la pobreza sigue siendo el hueso duro de roer. Hay poca industrialización. Poco

Estado.

Con

poblaciones

muy

pobres,

se

tienen

gobiernos

departamentales y municipales con finanzas públicas precarias, las cuales, si además están sometidas a la depredación de las famosas concesiones, la receta está completa para el desastre. A pesar de cifras algo mejores en el Atlántico, la situación se debe sopesar con realismo. El peso del PIB del Atlántico en el país sigue bajando a un 3,8% en el 2012, cuando hace un quinquenio era del 4,5%. Igualmente, a pesar de nuestros deseos de ser la región beneficiada del TLC con Estados Unidos, el Informe de Fundesarrollo sobre el TLC nos obliga a un aterrizaje forzoso». (Parada: 29:8:2014) 297


Así pues, la población desplazada interna, debido a la fuerte presión de la economía local que no absorbe sufrientemente la capacidad productiva de la ciudad, y externa, producto del agudo conflicto social y armado en los departamentos vecinos, constituye en la etapa neoliberal de la globalización un problema social candente para los factores de poder históricamente dominantes de esta martirizada urbe.

10.3 Reestructuración de las zonas francas y de los puertos en él nuevo modelo de acumulación aperturista y de cara al tratado de libre comercio

En el paquete de medidas neoliberales implementadas en Colombia, y en Barranquilla como funesta “capital” de este modelo, no se podía quedar atrás la reestructuración de las Zonas Francas como columna vertebral de este sistema, para así encuadrarlas en la búsqueda del máximo beneficio en el mercado de importaciones-exportaciones y hacerlas nuevamente atractivas al capital monopólico nacional y transnacional. De esa forma se creó un nuevo estatuto de Zonas Francas bajo el decreto 2131 de septiembre de 1991. Las medidas tomadas para la modificación estructural de la Zona Franca con el propósito de acomodarlas a las nuevas realidades neoliberales fueron las siguientes: «Los inversionistas extranjeros vinculados como usuarios de las Zonas Francas tendrán libre repatriación de utilidades al exterior sin perjuicio de las normas tributarias vigentes... La introducción de mercancías a las Zonas Francas se hará libremente y sin el pago de derechos de importación... la introducción de mercancías a las Zonas Francas, provenientes del resto del mundo, no requerirá sino que las mismas estén a nombre de un usuario... los ingresos que obtengan los usuarios industriales por sus ventas al mercado internacional no estarán sujetos al pago de impuestos de renta y complementarios». (Revista Informativa Nº 162: págs.: 8-9) De las anteriores medidas tomadas por el Ministerio de Comercio Exterior hacia estas áreas especiales de producción y comercio, (bajando los aranceles y descapitalizando al municipio y la nación) se deduce que en adelante serían las importaciones y exportaciones realizadas a través de este espacio, el supuesto factor impulsor en el que descansaría el esquema de apertura neoliberal, pues

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la inversión en nuevas industrias para el mercado interno de consumo dirigido hacia la región y el país comenzaba a verse como algo ineficiente que no estaba a tono con las nuevas circunstancias. Algo de esto lo detalla el análisis neoliberal de Segovia Salas en el libro El rezago de la Costa Caribe colombiana, (1999: p. 123) en donde en el más puro dogmatismo neoliberal afianza o condiciona la industrialización hacia un hipotético mercado exportador: «El modelo está inventado y no se aparta de la ortodoxia neoliberal. Es mas una cuestión de enfoque que de heterodoxia. Ha funcionado con intermitencia mientras se han ido afinando mecanismos institucionales para aplicar los principios, en Chile y Taiwán. Estos son países exportadores por excelencia como podría serlo Colombia utilizando la Costa Caribe de plataforma hacia el mundo». Pero, el modelo exportador y las nuevas medidas sobre Zona Franca, a las cuales apuntaba la lógica del anterior discurso partiendo de la supuesta liberalización del mercado para la exportación, no fue en modo alguno diseñado para transformar la producción en dirección a la inversión en los sectores más dinámicos de la industria barranquillera ni para adecuarlas al desarrollo tecnológico, como lo confesaba la Cámara de Comercio, sino que con la abolición de los pocos mecanismos de protección existentes en la Zona Franca y en otras latitudes aduaneras, se dio inicio a una nueva ronda de la dependencia primario exportadora, donde los productos básicos exportados (a excepción de los grandes monopolios nacionales e internacionales) no eran en su mayoría producidos por la industria local sino por la base agraria de cultivos no tradicionales; flores, frutas exóticas, cueros, camarones etc. y de productos mineros como el petróleo, níquel, hierro, carbón, etc. La obsesiva fijación en las exportaciones a través de los puertos del Caribe, como factor único de impulso al modelo neoliberal en la Costa, para fortalecer de ese modo la orientación económica y los mecanismos de integración desigual con las potencias, se hizo más evidente con el discurso fetichista de la “producción para la exportación” que, como afirmamos anteriormente, comenzó a proliferar en los círculos de poder económico y en los clubes sociales de Barranquilla. La noción de que liberadas las Zonas Francas del proteccionismo e intervencionismo estatal para que las relaciones del mercado y el comercio 299


internacional resolvieran todo, sin estorbo y de la mejor forma, modificó el cuadro de las exportaciones y de las industrias ubicadas en ese espacio geográfico, siendo las multinacionales, como siempre, las beneficiadas en el nuevo proceso. Un informe de la Cámara de Comercio nos lo confirma: «La producción de las industrias ubicadas en la Zona Franca de Barranquilla, durante el primer semestre de 1991, se incrementó en un 11.6% en comparación a igual periodo de 1990. Se pasó de 33.0 a 36.9 millones de dólares. Los componentes de la producción industrial (materia prima, mano de obra y otros insumos) representaron un valor agregado de 18.8 millones de dólares, cuya mayor participación le correspondió a Internaciones con el 62.4% (11.7 millones de dólares) Además, estos componentes, utilizaron un total de 18 millones de dólares en materia prima extranjera. Es decir, el 48.8% del valor de la producción total». (Revista Informativa: Nº 171: p. 23) Las anteriores cifras muestran dos cosas importantes, primero que la condición de predominio de los monopolios y oligopolios en la producción industrial de la Zona Franca a través de Internaciones era (y es) dominante y determinante en el escenario económico del modelo exportador; y segundo, que la falsa impresión de autonomía y neutralidad del mercado que imponían los teóricos de la “libre competencia” en los circuitos sociales de la ciudad eran, de hecho, una ficción pues este esquema de apertura para la exportación implementado en los puertos del Caribe colombiano no era más que un disfraz económico e ideológico para esconder la toma de partido a favor de los monopolios nacionales y las transnacionales para así cerrarle el paso definitivo al comercio de las pequeñas y medianas empresas, esquema que, igualmente, es parte importante del intercambio desigual acordado entre los sucesivos gobiernos neoliberales, el Fondo Monetario Internacional y las potencias económicas dominantes. Estos datos estadísticos muestran de igual forma el estado de las condiciones de producción y reproducción de las nuevas políticas sobre Zona Franca diseñadas en el modelo neoliberal, que inicialmente y a través de los comerciantes e industriales mostraron cifras que pudieron parecer optimas y creíbles en lo inmediato, pero que a mediano y largo plazo resultaron pésimas para el desenvolvimiento de la economía regional y nacional. La terapia de choque neoliberal impuesta a la ciudad a través de las privatizaciones, la reforma laboral, el cambio en el modelo exportador etc., tuvo su efecto natural dentro de 300


esa lógica aperturista. Por ser “capital de la apertura” según el censo de 1993, el Caribe colombiano pasó a ser la región más pobre del país y nos muestra como la región «Mantiene un nivel de pobreza por encima del promedio nacional y en el intervalo entre los censos del 85 y 93 se empobreció más que el resto del país... y Barranquilla es la ciudad capital, dentro de las principales, que presenta los mayores niveles de Necesidades Básicas Insatisfechas». (Fundación Social. 1998: págs. 94-95) Lo de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) quiere decir en el lenguaje común miseria. El 60% de la población del sur-occidente de la ciudad, según esas cifras, vive bajo esa condición y un 19% en la indigencia, casi la mitad de la población vive del rebusque: «En cifras se muestra que casi la mitad, un 42.1% de la población trabaja por cuenta propia, superando en casi al doble al resto de las restantes ciudades». En cuanto al ingreso al mercado de consumo artificial o suntuario en Barranquilla, está constituido en lo fundamental por una elite que no alcanza al 10% de la población, mientras que el resto lo componen el consumo de la cada vez más empobrecida clase media y el mecanismo o malabarismo particular que realiza el sector popular para redistribuir la pobreza. El informe de la Fundación Social (1998. p. 101) analiza el problema de estos últimos de la forma siguiente: «Al evaluar el comportamiento económico, se evidencia que el ingreso percápita de los sectores populares de Barranquilla es uno de los más bajos del país... es claro que la mayor parte de la población en edad de trabajar se articula a la informalidad económica... estos factores sumados a la tasa de desempleo y al estancamiento que presenta el sector manufacturero, son los que determinan la baja calidad del ingreso. Así mismo, más de la mitad de las personas ocupadas perciben ingresos inferiores al salario mínimo legal». De manera clara lo que nos quiere mostrar la Fundación Social con este informe es que Barranquilla quedó convertida, a partir de la consolidación del modelo neoliberal, en una pavorosa ciudad de pocos príncipes y muchos mendigos. Estos problemas y otros más estructurales, contrario a las cifras econométricas de los gremios locales, son los que realmente condicionan y limitan la integración de la economía barranquillera al mercado mundial a través de los acuerdos comerciales que se hacen vía Zona Franca y los que están proyectados para Colombia en el TLC, pues esa integración para que sea efectiva necesita de un 301


mercado amplio y de una alta capacidad adquisitiva de la población que sirva de base y proyección a los mecanismos multilaterales de integración económica. Es evidente pues que el problema de distribución del ingreso per cápita de la población, o la aplicación de la justicia social en los sectores populares, como otros la llaman, es la barrera principal que determina la estrechez del mercado local y un obstáculo de primer orden a la efectiva e incluyente utilización de los puertos y la industria para lograr la integración sólida de la economía de la región y del país al mercado mundial. Igualmente, con las cifras concluyentes de la Fundación Social se demuestra que si este es el éxito neoliberal pregonado por los gremios y la elite política local, es decir, con “sanos equilibrios” en el modelo exportador, obedientes en la anulación de aranceles, activos en la privatización de los puertos y las empresas estatales, y difusores de la pobreza y la polarización social de la ciudad, entonces el “éxito” de ese modelo exportador, (TLC.) que aunque ya hoy no se vende como pan caliente en las tertulias y los cócteles de los clubes como ocurría a principios de los noventas, este tendría hacia el futuro un sentido francamente ilusorio para resolver los grandes problemas de la población barranquillera y también de los millones de colombianos que están a la expectativa de su evolución y unen su suerte a la de ella, por ser precisamente esta urbe la “principal ventana” de Colombia hacia el mundo. Los ganadores del nuevo esquema exportador-importador dentro del modelo neoliberal en Barranquilla, no solamente estaban circunscritos a las multinacionales, el capital financiero y los monopolios, o a los grandes comerciantes locales; la privatización de los puertos fue configurando igualmente otro sector económico que empobreció las arcas del distrito y a los trabajadores portuarios, y aumentó paralela y significativamente las ganancias de los grupos privados que controlaban el embarque en los puertos, así lo indica el volumen de mercancías exportadas a mediados de la década del noventa: «El volumen total de las exportaciones realizadas por Barranquilla en 1995 llegó a 960.110 toneladas, representando un aumento del 6.3% frente a similar periodo de 1994. De dicho total, por el terminal marítimo (estatal) se movilizó el 4.8% (46.372 toneladas) y por los muelles privados el 95.2% restante (913.738 toneladas)». (Revista Informativa Nº 186: 1995), y en los años siguientes la Sociedad

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Portuaria cerró el 2014 con un total de 4.416.570 toneladas de carga movilizadas, un impresionante crecimiento con respecto a la década de 1990. La nueva Sociedad Portuaria Regional de Barranquilla integrada por capitalistas locales y extranjeros, comenzaría a funcionar así como un nuevo polo de acumulación en la ciudad, asociada ésta nueva empresa privada a los mecanismos imperiales de dominación que propagaban por los cuatro costados del país y los cuatro puntos cardinales de la ciudad la manida “libertad de comercio” que traducida a su lenguaje significa mejor y más segura inversión para la libertad de acumulación. La integración económica a través de la libertad privada del comercio supuso que se fuera creando en la ciudad un espacio económico ampliado que fuera definiendo preferencias intraregionales arancelarias y no arancelarias tanto a las otras ciudades portuarias del país como a los países vecinos que la integran, vinculadas a los acuerdos suscritos por Colombia, y con una supuesta existencia de pactos entre la nación y los industriales claros y definidos. Sin embargo, el modelo aperturista impuesto al país y la región Caribe comenzó a mostrar como característica predominante, por lo menos en Barranquilla, la unilateralidad y las preferencias de un intercambio económico con las potencias muy poco claros, creando esa apertura unilateral de mercados una sumisión incondicional al ajuste impuesto por la banca acreedora y sujeto a la ideología neoliberal que impulsaban los grandes comerciantes e industriales que preparaban los puertos del caribe para su enriquecimiento y que, hasta 1995, no mostraban en los puertos estatales ningún tipo de privilegio o beneficio en cuanto a la creación de preferencias en el intercambio económico aperturista. Las cifras de ese mercado desigual son claras y desastrosas y reflejan la dirección del comercio con el exterior en una sola vía: «La carga total de comercio exterior movilizada por el Terminal Marítimo de Barranquilla durante enero-agosto de 1995 ascendió a 644.685 toneladas, lo cual significó un aumento del 1.8% frente a los de igual periodo de 1994. Del total movilizado en 1995, las exportaciones participaron con el 7.2% y las importaciones con el 92.8%».112 Y en 2013 el gerente de la Sociedad Portuaria Rene Puche declaraba que “Manejamos 4,3 millones de toneladas en importaciones y exportaciones. El 25% de nuestra carga viene de

112

Revista Informativa, tercer trimestre de 1995, p. 12.

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Estados Unidos. Otra parte viene de Europa y Asia, el último un 15%. Viene además mucha carga de Argentina y Brasil” Lo que puede observarse con las anteriores cifras, donde las distancias entre lo que exportábamos con lo que se importa se mostraban supremamente escandalosas, es que los acuerdos internacionales de comercio suscritos por Colombia han sido un completo fracaso y que antes de comenzar a consolidar los procesos globales de apertura para fomentar las exportaciones y crear así “riqueza nacional” fueron realmente consolidando el proceso contrario, es decir, se incrementaron las importaciones y se arruinó la economía nacional por la baja capacidad en las exportaciones. Una muestra clara de lo anterior se refleja en el hecho de que en la década de 1983 a 1992 Colombia tenía un superávit comercial de 3.510 millones de dólares, y diez años más tarde hubo un desplome en el comercio exterior que causó un enorme déficit que ya para el 2004 se cifraba en 20.000 millones de dólares y en 2014 sumaban 34.000 millones. La llamada “integración al mercado mundial” gritada a voz en cuello por los empresarios locales, fue mostrándose como un subproducto del ajuste estructural neoliberal, y esto ocurrió desde el mismo momento en que la elite de empresarios locales osó bautizar a Barranquilla como “capital de la apertura”; pero la apertura en ese momento practicada en la ciudad y el país fue exclusivamente, como lo hemos dicho anteriormente, para el beneficio de unos pocos, descoordinada con los otros procesos económicos nacionales y aún regionales y dirigida, en últimas, solamente a fortalecer en el largo plazo a las grandes multinacionales de los tres grandes bloque del poder transnacional; la Comunidad Económica Europea (CEE), Japón y los Estados Unidos. Ejemplo de esto fue la venta de la cervecería Bavaria en el año 2004 a la multinacional SAB MILLC PLC por un valor de 5.600 millones de dólares precisamente cuando esta empresa controlaba el 99% del mercado nacional.113 Pero todavía, y después de los primeros fracasos económicos mostrados, los ideólogos neoliberales de la ciudad no nos convencían de que la nueva fase de integración puesta en práctica a partir de 1995 pretendía superar la ruina económica en los primeros años de

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Después de la venta de Bavaria el departamento tuvo que embargar en noviembre de 2006 las cuentas de esta multinacional por un valor de 342.000 millones de pesos por negarse a pagar la estampilla pro Hospital Universitario. Los dineros recaudados por la venta de estampillas iban a ser utilizado para evitar la quiebra del hospital que atiende a la población más pobre del departamento y la región. Los directivos de esta empresa cínicamente atinaron a decir “es una cosa absurda, totalmente desproporcionada”.

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la apertura para avanzar, según ellos, en la articulación industrial y la coordinación de políticas regionales para, teóricamente, salir del subdesarrollo. En ese marco, los gremios y representantes del Estado presentaron a la Costa Caribe colombiana el documento Bases para el Plan de Desarrollo Regional 1995-1998 en el cual propusieron para la industria en uno de sus apartes esta estrategia: «En el marco de una política nacional de reconversión y relocalización, (basada en el desarrollo del ciclo productivo y tecnológico de los sectores con ventajas comparativas y competitivas internacionales) se debe establecer en la Costa Caribe un sistema de localización industrial que la favorezca, haciendo uso de toda la gama de instrumentos de política económica en manos del Estado».114 Y para ello determinaron que: «De igual manera las orientaciones de la estrategia de desarrollo deberán encaminarse a racionalizar el tamaño del sector público a nivel departamental y municipal mediante el logro de la eficiencia y la eficacia... Además, aquellas actividades en las que el Estado sea ineficiente en la prestación de los servicios deberán trasladarse a los empresarios para formar una nueva clase empresarial y democratizar la propiedad». (Informativa: citada: p. 6) Si bien es cierto que estos planteamientos reflejan un cinismo exagerado, es decir el hacer creer que privatizando los bienes públicos se democratiza la propiedad, la conclusión es que las propuestas de este documento profundizaron el esquema económico neoliberal que en dieciocho años de aplicación ya mostraba síntomas de una crisis irreversible y la propuesta de afianzar la existencia de una «nueva clase empresarial» en la base de un sistema económico en ruinas por la apertura desmedida, no dejó de provocar sino serias dudas. La insistencia mediante este documento de aplicar medidas aperturistas y privatizadoras, sin una correspondiente presencia de factores que compensaran favorablemente las grandes desigualdades sociales, en especial los posibles beneficios que la población pobre de la región Caribe colombiana pudiera tener en esos “planes de desarrollo regional”, no solo pusieron en dudas las bases futuristas de este documento sino que la realidad en cifras muestra que estos planteamientos, sin una base económica clara, es decir que no solo reflejen el interés de la minoría, apuntan a la repetición de los fracasos

114

Revista Informativa, primer trimestre de 1995, págs. 4-5.

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económicos y sociales anteriores. En otras palabras, los llamados Planes de Desarrollo Regional no deben realizarse para desarrollar a privilegiados sino para desarrollar a la mayoría de la población barranquillera y caribeña mediante políticas económicas de base que estimulen la producción (microempresas, cooperativas, pequeña industria) y activen el mercado interno de consumo a través de una compensación efectiva del ingreso. En otras palabras, las principales metas de una política progresista dentro de nuestro sistema capitalista dependiente, debe apoyarse en un desarrollo social y económico sostenido, el aumento del consumo a través de mayor empleo y mejores salarios, la lucha contra la marginalidad social y, bajo esas bases, el impulso al desarrollo educativo y tecnológico de la región; contribuyendo así a la consolidación de los mercados intraregionales de Colombia, y por esa vía fortalecer mediante nuevos acuerdos soberanos el comercio con Latinoamérica, sin el estorbo utilitario de los imperios europeos y norteamericano.115 La fragilidad de estos “planes de desarrollo” se hace más grave debido a la gran vulnerabilidad que tiene la economía barranquillera (por su situación de puerto internacional) y a las fluctuaciones de los mercados mundiales, si comparamos la situación económica global de antes del proceso aperturista (políticas de sustitución de importaciones con un crecimiento promedio del PIB en 6%) con las de finales del viejo milenio 0.3% del PIB). El proceso de apertura y libre comercio que se agencia primordialmente desde Barranquilla ha significado, es cierto, una mayor inserción de la economía colombiana en los mercados mundiales, pero también es verdad que hemos quedado definitivamente contagiados de una transmisión directa de las fluctuaciones de esos mercados tanto en los sectores de bienes y servicios como en los de capital y tecnología,116 El comercio latinoamericano podrá recibir en la llamada “globalización” un considerable impulso si se acelera el proceso de formación de un gran mercado continental y se desarrollen las bases económicas para una cooperación más amplia de la actividad productiva en todo este mercado, sin la injerencia de las grandes potencias. La idea de la unión de las repúblicas latinoamericanas no nació del presidente venezolano Hugo Chávez y su propuesta en el 2003 del ALBA latinoamericano o Mercosur, o la del presidente argentino Eduardo Duhalde en el 2004 con la creación de “los Estados Unidos de Sudamérica”, en contraposición al ALCA norteamericano del 2005, sino que estas propuestas de unión continental tienen sus raíces en el siglo XIX. Bolívar, San Martín, Belgrano, Artigas, O' Higgins y otros líderes de la guerra libertaria de 18101826 hicieron interesantes proyectos sobre este particular, a los que precedió el de “Unión Indoamericana” ideado por Francisco Miranda. Y Martí, Mariátegui, Sandino, Allende etc., fueron, incluso con la ofrenda de sus vidas, sus más visibles exponentes y defensores en el siglo XX. 116 Sobre el problema de la dependencia a las fluctuaciones del mercado mundial, el presidente de Colombia en ese momento Álvaro Uribe, de lobby por la capital norteamericana para que el congreso de este país extendiera las preferencias arancelarias del Aptdea, desesperadamente afirmó: «Colombia necesita 115

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siendo esa una condición vital para el ingreso al “paraíso” del libre comercio. El Plan de Desarrollo Regional precisó este problema de integración regional condicionada al “paraíso neoliberal” de la siguiente manera: «La región requiere el manejo adecuado del conocimiento, el desarrollo tecnológico y el aumento de su productividad para que su crecimiento y competitividad le permitan entrar al proceso aperturista». Si en el anterior proceso de sustitución de importaciones los políticos tradicionales, empresarios y economistas del establecimiento se quejaban de que estábamos fuera de la competencia internacional por baja capacidad tecnológica; con la aplicación intensiva de éstas por parte de los oligopolios internacionales y los monopolios nacionales, la aniquilación de la fuerza de trabajo y por consiguiente del consumo interno, se realizó de forma fulminante y tuvo (tiene) graves repercusiones para el empleo y el desarrollo de la producción; productividad que en apariencia 'defendían' los promotores del llamado Plan de Desarrollo Regional. Las mismas cifras de los comerciantes así lo indican: «Durante enero-septiembre de 2000 se liquidaron en el Atlántico 271 sociedades... por otra parte la participación promedio anual de las sociedades limitadas, liquidadas en los primeros nueve meses de los años 1990-2000 fue de 88.2% las anónimas representan el 4,8% y las encomanditas el 4.3%».117 Y en correspondencia con esa situación sobrevino la liquidación brutal de la pequeña y mediana empresa con la correspondiente expulsión de mano de obra: «El desempleo pasó del 9.1% en 1995 a 20.3% en el 2000». Explicado este fenómeno de otra manera, significa que la aplicación del modelo neoliberal en Barranquilla convirtió a la economía y a sus factores sociales asociados, al igual que en toda Colombia, en un laberinto directamente vulnerable a las incertidumbres neoliberales, con su ciclo terrible de acumulación, siendo los sectores de clase media baja y los sectores populares los cada vez más marginados del estrecho círculo de producción-distribución-consumo, originando esto en el corto plazo una descomposición social impresionante y, a mediano y largo plazo, inevitables conflictos sociales.

imperiosamente la extensión de las preferencias arancelarias que da el Aptdea; de lo contrario, 600 mil empleos estarán en riesgo... se está generando zozobra y por eso ya hemos perdido 7.000 empleos». El Tiempo, noviembre 14 de 2006, p. 1-3. 117 Revista informativa, Nº 205, Tercer trimestre de 2000, págs. 56-57.

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Así, mientras el Plan de Desarrollo Regional 1995-1998 pregonaba con alborozo carnavalero las claves neoliberales para alcanzar el desarrollo (privatización para redimir a la región y al municipio; desmantelar al Estado para lograr la eficiencia económica etc.), el curso de los acontecimientos fueron convirtiendo a estos “planes regionales” en un proyecto reduccionista y excluyente que al endiosar al mercado mediante el impulso de una frenética sociedad de consumo sin

que

existan

los

correspondientes

consumidores,

y

auspiciar

las

privatizaciones sin ningún tipo de regulación, fue reforzando de manera espontánea y anárquica, al igual que lo hace el mercado y sus mercaderes, la tendencia paralela a ampliar la base de pobres y a reducir la minoría de ricos existentes en la ciudad y toda la región. Una dirigente política del establecimiento confesaba con amargura sobre este tema lo siguiente: «Al Atlántico, nuestro departamento modelo, lo dejó el tren del progreso. Hoy su producto interno bruto solo representa el 4.4% del total nacional que es nada comparado con el producto de Bogotá 21.7%, Antioquia 9% y el Valle 6%... pero para que estos recursos no se queden entre los mismos, es fundamental una nueva clase dirigente que entienda que ya esta región fue suficientemente saqueada y que llegó la hora de trabajar para sacar de la miseria a la región Caribe». (El Heraldo: 23/6/2004: p.9-C) Pero las tendencias naturales de la clase dirigente a expoliar las riquezas de la región no solamente se diseñaron para lo económico y lo político, como lo afirma la acongojada dirigente, a la cultura también le tocó su parte. El Plan de Desarrollo Regional (p. 8) en la parte cultural correspondiente al tema Intercambio, Proyección y Apertura Económica proponen convertir la cultura caribe en un rentable negocio: «Debido al intenso programa de apertura económica y de modernización del Estado que desarrolla el gobierno, es necesario reafirmar y preservar la pluralidad y diversidad cultural que conforman nuestra identidad, en el intercambio permanente con otras culturas, que permita la confrontación y enriquecimiento mutuo, para proyectar y valorar lo propio y entrar en el proceso de internacionalización... se trata de establecer un conjunto de programas de formación y capacitación artística y cultural mediante el ofrecimiento de becas, pasantías, intercambio de productos culturales y

308


promoción y ejecución de convenios. Preinversión, 2 mil millones y una inversión de 15 mil millones». Leído de manera rápida este discurso puede mostrarse natural e irresistible al raciocinio común, pero al leerse detenidamente y observando los factores de hegemonía cultural que lideran los países capitalistas desarrollados, impuestas fácilmente a través de sus aparatos ideológicos, se puede concluir que, en el fondo, este discurso pretende romper todas las bases histórico-culturales de la región Caribe, pues se deduce de este documento que la cultura quedará reducida a una simple mercancía que carece de sentido sin el precio que se pueda pagar o cobrar por ella, impregnándose la cumbia, el mapalé, el vallenato y hasta los mismos carnavales (que han sido eficientemente privatizados) de codicia, egoísmo excluyente y del interés mismo que pregona el “libre mercado” y la apertura para que nuestra cultura Caribe, al igual que cualquier mercancía, se convierta en un producto de exportación con sus ganadores y perdedores en la libre oferta y demanda del mercado cultural mundial. Sin embargo, surge la pregunta ¿qué tiene que ver la cultura con la economía? Diríamos que mucho. Para la aplicación de los modelos económicos, el capitalismo en la historia siempre ha reclamado la modificación de los patrones culturales para que los nuevos ciclos de acumulación sean aceptados fácilmente y no produzcan ningún tipo de resistencia, siendo la cultura y la ideología, en las actuales circunstancias de globalización, el epicentro de la economía y la política en conflicto que puede contribuir o a la confrontación social y la creación de alternativas desde lo popular, o a la unidad de los procesos sociales hegemónicos y antipolulares en los países subdesarrollados liderado por sus elites, clase dirigente pero dirigida a la vez, que funciona bajo la tutela del envalentonado imperio norteamericano. Estos niveles de represión cultural para facilitar la penetración ideológica y política norteamericana, así como para legitimar la recomposición de capitales en la ciudad, quedó al descubierto con la detención y encarcelamiento del folclorista Yamil Cure Molinares el 2 de octubre de 2004. En respuesta a estos hechos la Asociación de Músicos Folclóricos del Caribe (Musicaribe) envió a la región y al país un sentido y original comunicado: «La

Asociación

de

Músicos

Folclóricos

nos

sentimos

profundamente preocupados por lo que le está pasando a nuestro entrañable amigo y presidente de nuestra organización, el 309


folclorista José Yamil Cure Molinares. Nos sorprende que personas que gestionan a favor de nuestras manifestaciones artísticas y culturales como el Carnaval de Barranquilla sean involucrados en eventos que riñen con su espíritu altruista y solidario. A Yamil lo único que se le ha visto empuñar es una caña de millo o gaita, a lo único que le hemos visto golpear es a su inseparable tambor, y la única 'rebelión' con la que ha tenido relación es con la canción de ese nombre compuesta por el Joe Arroyo. Por lo anterior expresamos nuestro rechazo a la gran injusticia de la que está siendo víctima Yamil Cure y reiteramos nuestra convicción de que es totalmente ajeno a los hechos con los que está siendo asociado... si ser cultores de las diferentes manifestaciones que se expresan en el Carnaval de Barranquilla es incurrir en el delito de rebelión, a todos nosotros nos tendrán que dar el Carnaval por cárcel». Después de la detención arbitraria del folclorista popular y las decenas de amenazas que se sobrevinieron con otros, el carnaval de Barranquilla fue declarado, contradictoriamente, Patrimonio Histórico Cultural e Inmaterial de la Humanidad en cumplimiento de la conversión pactada de la cultura en dinero para hacer las viejas y populares carnestolendas directamente asequibles al mercado mundial y los carnavales, a partir de esa decisión, quedaron irremediablemente divididos por la polarización del capital, entre un carnaval para ricos y extranjeros (Vía Cuarenta), y otro para los pobres y excluidos (Calle 17). Retomando el curso de los acontecimientos económicos en nuestra ciudad, se puede observar que al interior de los economistas que orientan sus puntos de vista dentro de los gremios, parece existir una diferencia de criterios entre los que entienden la apertura y su modelo exportador en Barranquilla, como una forma de perfilar las articulaciones productivas y tecnológicas para la especialización en el intercambio comercial portuario agenciado por el Estado, teniendo como base el desarrollo del sistema educativo, relacionando así educación, mercado interno y exportaciones; y los que entienden este proceso neoliberal como un diseño radical en el marco de una zona de preferencias comerciales organizada por la empresa privada, es decir entre neoliberales 310


radicales y moderados118 o, en términos de la teoría económica, entre los partidarios del radicalismo de Friedrich Hayek y el neoliberalismo formal de Miltón Friedman. Estos enfoques teóricos tienen diferencias significativas en sí, pero tienen su punto de encuentro en que reivindican al mercado como el gran regulador económico y social, y compartidamente plantean la reducción gradual y otros acelerada de la intervención estatal en la actividad económica del país y la región. Sin embargo, las definiciones de esas posturas en torno al desenlace futuro de la economía de la Costa Caribe y de Colombia en general, estarán determinadas más por los factores imperiales de control que influyen nuestro proceso económico, que por las propuestas aisladas e ilusorias de gremios, políticos y economistas del establecimiento. Generalmente, y desde principios del noventa hasta comienzos del nuevo milenio, se puede observar que los ajustes estructurales aplicados venían casi siempre seguidos de políticas de “estabilización” de origen violento (Plan Colombia y paramilitarismo)119 que prepararon las bases para lograr ajustes económicos continuos y más severos. El TLC bilateral con Estados Unidos fue la nueva fase de estos ajustes, en la cual Barranquilla y la Costa Atlántica en general estarían en el ojo de ese desestabilizador huracán.

10.4.

La dictadura del TLC en el nuevo distrito especial, industrial y

portuario.

La propuesta del Acuerdo de Libre Comercio de las Américas (ALCA) que fue un completo fracaso y el Tratado de Libre Comercio (TLC),120 es un capítulo de

118

Para observar estas diferencias detenidamente se puede consultar el libro El rezago de la Costa Caribe colombiana. 119 El anuncio violento del TLC en esta región se concretó con la masacre de 40 campesinos en la ciénaga grande de la Magdalena en noviembre del año 2000, seguida de una serie de crímenes selectivos de dirigentes sociales en el corregimiento de Palermo y en el municipio de Sitionuevo en la margen oriental del río Magdalena. El propósito estratégico de esta matanza, que permanece en la impunidad, fue neutralizar cualquier oposición social a los planes económicos diseñados de cara al TLC para proteger así las grandes obras de infraestructura que se realizarían en los años siguientes. Se consiguió pues con esta verdadera carnicería humana desplazar de la región a más de tres mil campesinos que fueron a engrosar en su mayoría los cinturones de miseria de Soledad y Barranquilla. 120 El acuerdo para la materialización del ALCA fue celebrado en la “Cumbre de las Américas” realizado en Miami en el año de 1994 y se previó la culminación de los acuerdos para el 2005, pero los acontecimientos políticos en América Latina con la llegada de gobiernos de izquierda dieron al traste con esta iniciativa.

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suprema importancia para estimular el debate en todos aquellos sectores que están interesados en la situación económica nacional y regional, pues estos planteamientos económicos hacen parte de la materialización del discurso de Bush (padre) denominado la “Iniciativa para las Américas” donde como lo hemos indicado en líneas anteriores propone un solo mercado para América Latina sin ningún tipo de control aduanero y de barreras arancelarias bajo la hegemonía de los Estados Unidos. Para que los nuevos tratados de expoliación de las riquezas nacionales y regionales se lleven a cabo ágilmente (TLC), la ciudad comenzó a preparar su infraestructura. El ser declarada por el Acto Legislativo 001 de agosto 17 de 1993 como Distrito Especial, Industrial Y Portuario y simultáneamente decretada la liquidación de la Zona Franca como establecimiento público, el municipio quedó obligado a mejorar la infraestructura de puertos, vías de comunicaciones y servicios públicos, no para orientar un desarrollo social equilibrado, como puede observarse en la espantosa miseria que pulula a los alrededores de estos escenarios económicos, sino para garantizar la penetración efectiva y rápida de las mercancías en el circuito que trazarían los nuevos acuerdos multilaterales. En esa medida, se comenzaron a planificar grandes macro-proyectos como la ampliación de la avenida Circunvalar y la construcción del puente (ya concluido) que cruza la calle Murillo con la vía estratégica que abraza la ciudad (circunvalar) para convertir hacia el futuro esta área en un corredor de almacenamiento de productos industriales. Igualmente se construyó la Avenida del Río que se extiende desde la vía de acceso al Puente Pumarejo, paralelo a los caños y el río Magdalena hasta llegar a la zona industrial de la Vía Cuarenta en el norte; con este proyecto se pretende cerrar el anillo de la Circunvalar para que las futuras mercancías que ingresen desde los Estados Unidos vía TLC, no utilicen las vías del interior de la ciudad y, por lo tanto, lleguen con más rapidez a los centros de almacenamiento y distribución. La construcción de un nuevo puente sobre el rio Magdalena fue adjudicada en abril de 2015 a la multinacional Sacyr quienes fundaron el consorcio SES Puente Magdalena. Hay que recordar que esta multinacional española ha estado envuelta en escándalos de corrupción e incumplimientos de contratos en Panamá y, en Colombia, cuando hizo parte del consorcio Commsa que incumplió contratos en la llamada “Ruta del sol”. La nueva obra, según los constructores, 312


tendrá un costo de $ 614.935 millones de pesos y será construido paralelo al actual puente, con una longitud de 2.250 metros y 990 metros en conexiones y viaductos que permitirá la movilidad a gran escala de las mercancías procedentes de los nuevos tratados. Esta obra posibilitará la navegación de buques de más de 40 pies y, de paso, habilitará siete kilómetros para proyectos de almacenamiento de mercancías. Es este pues otro de los proyectos exigidos por el TLC para dinamizar y agilizar el comercio desigual que se está desarrollando con Estados Unidos. A estas obras se le crearon los llamados Parque Industriales con el propósito de concentrar la acumulación en determinadas áreas, entre estos emporios económicos están Industrial del Caribe, Industrial Riomar, Metroparque, Industrial Comercial y Portuario (PIPCA) Industrial del Norte, Industrial La Trinidad, además de los Parques ya existentes que ampliaron su operación como Almaviva y Marisol. Igualmente están construyendo en Galapa la Zona Franca Internacional (ZOFIA) como punto de concentración de mercancías extranjeras para catapultarlas a mercados regionales y de la concesión vial Ruta Caribe que servirá como trayecto de movilidad para estos mercados. La valorización de las tierras en Galapa producto de estas obras conllevó a la expulsión a “sangre y fuego” de decenas de familias que producto del desplazamiento forzado se instalaron hace más de diez años en estas tierras, declaradas de utilidad pública, pues desde 1956 carecían de tradición, sin embargo las familias Muvdi, de Invermans S.A y Abdala Saieh y Cia., apelando a títulos de dudosa procedencia hicieron desalojar a 130 familias que llegaron a la ciudad desplazados por paramilitares en varias regiones del caribe. El siguiente análisis de ese problema muestra las raíces represoras de los nuevos circuitos de acumulación que se agencian en la ciudad a raíz del TLC:

«El 28 de enero (2011) se practicó un desalojo en compañía del ESMAD, Ejército Nacional y vigilantes privados de la empresa 911, propiedad de Enilse López, alias la ‘Gata’. Arrancaron los cultivos con buldócer; talaron árboles con motosierra; tumbaron el rancho de doña Lucy de Ávila, enferma terminal de cáncer a quien el teniente Vera, encargado de Derechos Humanos, salvó de terminar incinerada. A la señora Carmen le tumbaron el rancho, ubicado en el lote Beitjala, cuando la diligencia era para la Granja Catalina; ella decía que tenía un papel que le habían dado en la Defensoría del Pueblo, que era desplazada, 313


“por qué nos atropellan”, rogaba, pero comenzaron a tumbar las matas de plátano, y una teniente del Ejército le dijo: “Ya no pregunte más, quítese que la catapila la va atropellar”. La máquina aplastó los animales, no pudo sacar nada de la casa porque venía del hospital de visitar a su hija, que a los días murió. Hubo tiros de goma, gas mostaza y arremetida con bastones. Los campesinos bloquearon la carretera de La Cordialidad con apoyo de la CUT, FANAL, CGT y 45 organizaciones campesinas del Atlántico. Hubo 14 heridos. Álex García, por orden de Lesman Parra –hermano de Libardo Parra, lugarteniente del ‘Caracol’ (Alberto Orlández Gamboa) y extraditado a raíz de la Operación Marejada– disparó delante del Ejército una pistola 7.65 mm. Fue detenido, pero luego liberado. Los Parra son considerados cabezas del llamado Cartel de la Tierra». (Molano: 31/3/2013) El otro proyecto que pretende afianzar las bases exportadoras de los nuevos tratados internacionales es el de la creación de un Puerto Marítimo Multipropósito evaluado en 40 millones de dólares, ubicado en el corregimiento de Palermo con 500 metros de muelle en la rivera y un área de 40 hectáreas para la localización de industrias y de mercancías procedentes del exterior, todo esto en virtud de los nuevos y desventajosos tratados comerciales. Para consolidar esa área económica fueron necesarios los “servicios” que el paramilitarismo implemento en la zona, asesinando a varios dirigentes sociales en el corregimiento de Palermo, logrando mediante el terror neutralizar cualquier asomo de oposición a este proyecto. El denominado “Superpuerto” o puerto de aguas profundas, paralelo a la margen oriental del río, es el otro megaproyecto que exigen los monopolios nacionales y las transnacionales para que la producción industrial y el tráfico del comercio internacional no sufran contratiempos en su distribución. Este proyecto, por la sumisión histórica incondicional de nuestra clase dirigente, como ya fue retratado en este trabajo, le fue concedido en octubre del 2006 a la firma norteamericana The Sun Land Group Corp. y estará encargada esta firma de diseñar y construir la primera fase del puerto a un costo estimado de 180 millones de dólares y la etapa siguiente de este proyecto su estimativo era de 300 millones de dólares. Los recursos económicos para esta obra saldrán del Estado, es decir del bolsillo de los colombianos a través de un préstamo al Export-Import Bank of The United States, Exinbank (140 millones de dólares), y se tiene presupuestado, después de concluido, entregarlo al capital privado para 314


su explotación. Para ese propósito la alcaldesa Elsa Noguera mediante el decreto 0212 de 2014 arbitrariamente (sin consulta a la comunidad) modificó el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) para favorecer a estas multinacionales y según Antonio Bohórquez abogado defensor de las comunidades afectadas: «Piensan convertir a Barranquilla en capital nacional del carbón y así se propiciará el ingreso, embalaje y circulación de unas 18 millones de toneladas de ese mineral con las consabidas repercusiones ambientales y personales, al igual que construir muelles para tal efecto, varias edificaciones en varios puntos de la ciudad y a orillas del rio magdalena, lo cual, al obstruirse las brisas, variara la calidad de vida de los lugareños» (El Heraldo: 1/9/2013) La “gallina de los huevos de oro”, el Superpuerto, quedó en manos de un grupo minoritario y la contaminación y la pobreza en las espaldas de la mayoría. Los principales accionistas para la operación serán Cementos Argos, Sociedad Portuaria Bocas de Ceniza, Muelles del Bosque y otras empresas privadas y accionistas particulares de la ciudad, entre ellos la familia Gerlein, el grupo del Dago y el grupo Daez; y estará destinado este puerto para «La entrada y salida de materiales a granel como cemento, carbón, chatarra, productos alimenticios en general, químicos, materias primas etc., localizado en Bocas de Ceniza, sobre el tajamar oriental, entre 'Puerto Mocho' y la 'Casa de pilotos', con una longitud de 3.000 metros en la ladera del tajamar y 200 metros de ancho, para un total de 60 hectáreas de plataforma». (Fundación Social: 1996: p. 232) Para garantizar en el futuro la penetración vial desde la Vía 40 y la Circunvalar hacia el proyectado “Superpuerto”, en julio de 1992 fueron igualmente desalojadas a sangre y fuego 180 familias que habían ocupado pacíficamente la parte norte del barrio Las Flores situado en el corazón de la zona industrial, barrio que está cercado por el hambre, el hacinamiento, la contaminación de las industrias, el río Magdalena y la ciénaga de Mayorquín. Primero se utilizó un piquete de 150 policías antimotines que no dieron abasto represivo para vencer la resistencia organizada y la emancipación interna que había logrado sacar de su conciencia la población, al querer sacudirse del miserable estado de hacinamiento a que estaban sometidos, enviándose posteriormente, por órdenes del presidente de Cementos Caribe en ese momento Juan Manuel Ruiseco, 120 soldados contraguerrillas que convirtieron el barrio “El Oasis” en un campo desigual de batalla y en una hoguera de esperanzas frustradas. Y después de 315


seis horas de sangrienta represión con un muerto, varios heridos a bala y muchos detenidos y encarcelados, las fuerzas represivas lograron abatir los sueños y las esperanzas de trescientas familias que anhelaban tener un techo para vivir. El sitio fue cercado y militarizado, y sobre la bandera tricolor que ondeaban los floreños desde la recuperación de ese punto estratégico para el capital, se izó la bandera de las multinacionales, de los conglomerados nacionales, del “patriótico” ejército de Colombia y bien atrás, la de la administración de ese periodo a quien no le sobraron palabras para justificar la represión, quedando al descubierto, en ese serio conflicto por la vivienda, las contradicciones y conflictos entre los “intereses populares del municipio” que lideraba el Movimiento Ciudadano, los intereses del capital y los de las clases excluidas. Para supervisar y apoyar todas estas obras de infraestructura, en noviembre de 2006 llegó al país Lars Thunell vicepresidente ejecutivo de la Corporación Financiera Internacional entidad del Banco mundial, quien afirmó en su primera visita a Colombia que «El organismo se enfocará en apoyar proyectos privados de infraestructura especialmente transportes, teniendo en cuenta que en Colombia, ese sector puede ser un obstáculo en el crecimiento del comercio, especialmente de cara al TLC con Estados Unidos». Y con una afirmación trasnochada recalcó este personaje que «El fortalecimiento del sector privado en esencial para la economía de un país y para apoyar la lucha contra la pobreza y la desigualdad».121 Contrario a esta afirmación, en la misma fecha y producto de esos nuevos cuentos que vienen con viejas recetas para aplicarlas trágicamente al país, una investigación de la Contraloría General de la República que se realizó en 1.087 municipios de Colombia, sin incluir a las cuatro principales ciudades, mostraba que el 61% de los miembros del Sisben de 5 a 17 años no tiene acceso a educación y que había 5 millones de personas de este total sin sanitarios, 12 millones sin servicio de salud, 17 millones sin conexión de gas, 11 millones sin alcantarillado, 9 millones sin recolección de basuras y más de 2 millones sin conexión de electricidad. Miles de colombianos pobres mueren cada año por

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El Tiempo, 1 de noviembre de 2006, p.1-9

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causas medioambientales que, según el Banco Mundial, costaban al país más que el conflicto armado. La represión a la población y la aún débil reacción en Barranquilla ante la propuesta desintegradora del TLC, refleja la precariedad de soberanía de la dirigencia regional (exceptuando algunos sindicatos, partidos de izquierda y democráticos y organizaciones populares) para contrarrestar una propuesta que está cambiando terriblemente el rumbo de Barranquilla, el del Caribe y Colombia de manera radical. El acuerdo bilateral del TLC es un intento de los Estados Unidos de reagrupar política y económicamente su patio trasero y, de esa manera, asegurar el mercado de sus productos ante el desafío de los otros bloques capitalistas conformado por la Comunidad Económica Europea (CEE) y Japón y, en otro ángulo, el poder económico de la República Popular China cuyo mercado tiene en Colombia y la región arruinadas a las importaciones de Norteamérica. Este nuevo acuerdo de libre comercio, proyecto este último que se materializó en el país en noviembre del año 2006, están envuelto en muchos interrogantes acerca de sus resultados pues los cambios políticos que están ocurriendo en América Latina, sobre todo en Brasil, Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Uruguay, Chile y el desajuste en otras economías como la de Argentina, hasta el 2014, se constituían en una traba circunstancial para el acuerdo con la potencia imperial. Sin embargo, las elites económicas lideradas por los gremios de industriales y comerciantes tanto regionales como nacionales, en un mismo coro comenzaron a elogiar los pactos celebrados en Miami; y las clases populares, sin conocer a fondo la verdadera naturaleza de este acuerdo y de cómo están repartiéndose las tajadas de ese inmenso pastel, son los que están sufriendo hoy las consecuencias de los mismos. Sobre esto, un informe del diario el Heraldo de abril de 2018 afirmaba que en 2017 la pobreza monetaria del Atlántico alcanzó el 24,3%, mientras que en 2016 la cifra fue de 25,0%, de acuerdo con el índice anual de pobreza monetaria del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane). Según la entidad, la línea de pobreza “es el costo per cápita mínimo de una canasta básica de bienes (alimentarios y no alimentarios) en un área geográfica determinada”. En el Atlántico dicha línea fue de $274.601, mientras que en 2016 fue de $264.814 es decir experimentó un aumento considerable. 317


Como lo hemos anotado en el transcurso de este trabajo, desde la aplicación del modelo neoliberal en el país y la ciudad, el crecimiento de capital de unos pocos se ha realizado sobre la base del aniquilamiento de otros sectores económicos y sus respectivos costos sociales (desplazamiento, desempleo, violencia etc.), es decir, la integración de Colombia y Barranquilla al proceso de apertura económica se ha realizado bajo una dualidad de funciones122 que la han hecho marcadamente dependiente a los poderes transnacionales y que no tienen, en términos estratégicos, la intensidad económica y la extensión política suficiente para que ese proceso, iniciado en la década de los noventa con la liberación de aranceles, actuara como un factor decisivo en la evolución positiva del país y la región; ni siquiera incluso ese proceso de apertura puede considerársele como un factor autónomo que fuera capaz de orientarse y decidir él mismo su estrategia teniendo como base de su política la importancia de los intercambios comerciales que se establecieron a partir de los diferentes acuerdos comerciales y aduaneros; acuerdos que fueron cerrando, progresivamente, el espacio de los mercados a los productores nacionales. Ejemplo de esta dualidad aniquiladora fue la instalación en Barranquilla de la Multinacional Parmalat que en pocos meses de operaciones llevó prácticamente a la ruina a las empresas de capital nativo Ciledco y Coolechera, con ventas que superaron en el 2004 los 100 millones de dólares, y en el primer trimestre del 2005 notificaba sobre su fortalecimiento y expansión en la costa Caribe, teniendo como plataforma a su planta procesadora recién instalada en Barranquilla. El gerente de esta empresa sobre su decisión de monopolizar el mercado regional, aseveraba que «La empresa confía en poder obtener una porción significativa del mercado costeño, en especial el de Barranquilla, un mercado con buen potencial, porque es la capital de la región y además tiene una posición privilegiada, desde donde se puede atender todas las poblaciones... con las nuevas inversiones la compañía está demostrando un interés muy fuerte en la costa». (El Heraldo: 2/6/2005)

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La dualidad de funciones de la economía global de carácter imperial puede definirse en estos precisos términos: “las redes globales articulan individuos, segmentos de población, países regiones, ciudades o barrios al tiempo que excluyen a otros tantos individuos, grupos sociales o territorios. Todos los países y territorios están atravesados por dicha lógica dual, al tiempo que se segregan y excluyen segmentos sociales y territorios al interior de cada país, región o ciudad; naturalmente, en proporciones altamente variables según las zonas del mundo en que opera la competitividad” ¿Es sostenible la globalización en América Latina? Conversaciones con Manuel Castells. Fondo de Cultura Económica, Santiago de Chile, 2003, p. 21.

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En el primer semestre de 2005 también se instalaron en Barranquilla, concretamente en Pimsa Malambo, una filial de la multinacional Mars, Masterfoods Colombia productora de alimentos para mascotas, la Distribuidora Plex que fabrica muebles para oficinas y el hogar, la Multinacional ABB empresa fabricante de transformadores, y en la segunda década del siglo se instalaron en los corredores industriales de la ciudad las multinacionales Bayer, Indra, Bimbo, Vopak, Sutherland y Tecnoglass. Esa dualidad en que se desenvuelve desde entonces la economía nacional y regional, la fueron atando más que nunca a las fuerzas impositivas del mercado agenciadas por las potencias desarrolladas, creándose así la base para definir un proceso de “integración económica” más amplio y más adicto que nunca a las nuevas estrategias anexionistas impuestas por Norteamérica. Bajo esos condicionamientos nació con olor a muerto y con muchos dolientes la propuesta del TLC hija legitima de las políticas neoliberales y pariente cercano del Plan Colombia, estrategia económica que pretende hacer de ese nuevo acuerdo multilateral un instrumento esencial para redefinir nuevas estrategias de acumulación capitalista y acomodar ese nuevo acuerdo de mercados a la estrategia económica y militar de las grandes potencias lideradas por Estados Unidos; pues en medio de esos acuerdos, en abril de 2004, el gobierno de Uribe compró por una astronómica suma la draga Resolution a la firma norteamericana Boskalis West Minster para garantizar el calado del puerto de Barranquilla con miras a la consolidación de los acuerdos multilaterales, y recibir así la certificación como puerto seguro para el comercio por parte de la Dimar. La directora de la Sociedad Portuaria al recibir la certificación declaró con un tufillo de anexión que: «Esto muestra que Barranquilla como puerto cuenta con estándares internacionales de seguridad para el manejo de nuestros puertos, pienso que con miras a lo que sería un TLC con Estados Unidos y otros acuerdos comerciales que Colombia viene negociando, resulta de gran importancia el que la ciudad como capital estratégica del Caribe sea la primera en recibir este tipo de certificaciones». (El Heraldo: 7/6/2004: p.4-A) Y en el plano nacional, se intenta redefinir las reglas de juego económicas para beneficio de los grandes monopolios que, en últimas, son los que están mejor preparados para enfrentar las reglas que impone el arbitrario TLC bilateral 319


Colombia-Estados Unidos. En el foro Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, la ex Ministra de Relaciones Exteriores y de Defensa, Marta Lucia Ramírez expresó ante una masiva concurrencia de empresarios reunidos en el majestuoso Hotel El Prado de Barranquilla que «El Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos generará a nivel empresarial grandes oportunidades, pero solamente para quienes estén preparados». (El Heraldo: 2/6/2004: p. 8-A) La exposición de este principio económico irracional sin explicar sus catastróficas consecuencias es, en el fondo, la equiparación ingenua y dogmática de la expulsión y la inclusión, donde los “mejor preparados” aniquilarán a la mayoría de pequeños y medianos industriales no preparados para la competencia, sectores que quedarán sin un horizonte económico definido y «Así, hasta que el mundo entero esté en manos de unas pocas transnacionales, mayoritariamente norteamericanas, y ya no haya prácticamente necesidad de trabajadores, a excepción de una elite de técnicos. El problema del capitalismo será entonces encontrar consumidores más allá de esa elite y de sus accionistas y contener la delincuencia fruto de la miseria». (Perrault: 1998: p.14) No se trata de realizar en este ensayo un ataque irracional a las políticas de integración, necesarias para Barranquilla y Colombia en un mundo cada vez más interconectado mediante los despejados hilos de Internet y la “mano invisible” del capital; lo que debe quedar claro en este aporte al debate es que aplicar el TLC con Norteamérica, en medio de la grave crisis económica nacional originadas por la imposición de un modelo que arruinó la mediana industria y el agro, que desnacionalizó el capital estatal y aniquiló el poder de compra de los colombianos con exiguos aumentos salariales, es de hecho una estrategia económica equivocada y contradictoria y que, en el fondo, van en contravía de los postulados de “reparto equitativo de los beneficios”, concertación, justicia social etc., de que tanto hablan los economistas del sistema y sus patrocinadores para justificar sus políticas. Para la muestra este botón: «No puede existir un modelo exportador sin identificar el bienestar colectivo como objetivo común. Al final del camino se busca la paz, las libertades y las oportunidades de trabajo». (Segovia: et. al: 1999: p.303) Mientras estas palabras florecieron en la inutilidad, Barranquilla se hunde irremediablemente en la miseria; él “nuevo progreso” del anterior discurso es visto hoy con escama y la nueva prosperidad prometida por los áulicos del 320


neoliberalismo, causa en los barranquilleros (por lo menos los que están atentos a la problemática económica y social y se han sacudido de la enajenación) un gran temor y una gran desconfianza. Así pues, la gente del Caribe desde su inconsciencia colectiva sigue huyendo de las nuevas profecías de estos magos de la economía, que, a partir del discurso de Bush, la apertura neoliberal de Gaviria y sus sucesores seguida por la implementación eficiente del modelo en la costa por la politiquería y los gremios, con su secuela galopante de marginalidad, estos augurios ya se le cumplieron al pueblo barranquillero desde hace mucho tiempo. Pero nos preguntamos, ¿por qué regresar en Colombia y la región Caribe a esos procesos de integración que ya resultaron un fracaso en las décadas pasadas a través de la llamada “integración latinoamericana” ALALC Y ALADI auspiciados por las transnacionales norteamericanas como lo recordará el lector en los capítulos anteriores? La respuesta a este interrogante está al interior

de

los

organismos

que

patrocinan

tanto

nacional

como

internacionalmente estos acuerdos y que con sofisticados trabalenguas econométricos lo ocultan eficientemente al país y la región. Detrás de los intereses oscuros que los mueven, confirmado con la firma inconsulta al pueblo de estos acuerdos, no se puede desconocer que la clase dirigente y la dominante colombiana manifiesta un desespero por buscar que el país sobreviva económicamente (pues de ahí depende su propia existencia) y manifiestan una necesidad objetiva de buscar por cualquier medio la ruta del cacareado desarrollo a través del modelo exportador, pero el modo en que se proyectan los acuerdos multilaterales y bilaterales de integración comercial y la forma antipopular en que se ejecutan, las hacen más proclives a profundizar el subdesarrollo económico y la miseria social para readecuar esos factores de dependencia a las necesidades estratégicas en lo económico, político y militar del capitalismo central y, en especial, del poder negativo pero indiscutible de los Estados Unidos de Norteamérica en nuestra economía haciéndola, como lo hace desde hace muchas décadas, marcadamente dependiente a ese mercado, pues según las estadísticas del DANE en los 5 primeros meses de 2004, (para escoger este año como promedio de imposición del modelo) del total de exportaciones colombianas, el “41.7% se destinó a Estados Unidos, lo que representó un monto de 2.464.9 millones de dólares. Un 17.4% de las ventas se dirigió a los países

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de la Comunidad Andina de Naciones (CAN, Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela) y el 15% a los de la Unión Europea” Y, según cifras concluyentes del diario el Tiempo, sector de prensa orgánico del sistema: «Con el TLC desaparecerán 20 mil hectáreas de trigo, 1.700 de soya y 70 mil de sorgo... hoy en Colombia se siembran 4 millones de hectáreas frente a las 4.600.000 que se cultivaban en 1990 y en el 2006 se dejaron de cultivar 150.000 hectáreas... de hecho la menor producción nacional ya está siendo reemplazada por importaciones. Solo en el primer semestre del presente año (2006) ingresaron al país 770.000 toneladas más de materias primas agropecuarias y agroindustriales que en el mismo periodo del 2005, lo que indica que al finalizar el 2006 las importaciones superaran el millón de toneladas». (El Tiempo: 29/8/2006: p. 1-A). Por otro lado, para el 2013 y en el marco de los acuerdos del TLC, los resultados de las exportaciones colombianas a Estados Unidos dejaron un déficit comercial crónico. Según el DANE el valor de las exportaciones a Norteamérica se redujo en un porcentaje cercano al 15.46 % y en el primer trimestre de 2014 «las exportaciones continúan cayendo de manera significativa: comparado con el mismo periodo de 2013, el valor de las exportaciones a E. U. ha caído un 31.5%...así las cosas Colombia ha pasado en 2014 a tener una balanza comercial deficitaria con Estados Unidos en un valor cercano a los 1.352,5 millones de millones de dólares FOB» (Portafolio: 7/14/2014). Estas cifras evidencian que el tratado con los norteamericanos no fue de cooperación sino de anexión y para ello el puerto de Barranquilla jugo un papel trascendental. Es necesario que Barranquilla y su puerto, la región Caribe y Colombia en general, inicien un proceso de integración con América Latina y con el mundo a través de acuerdos pero, en lo concreto, la ciudad y la región mantienen en términos económicos unas débiles relaciones con el resto del país y es la región, en el escenario económico nacional, no un bastión fundamental para aplicar positivamente las nuevas políticas del TLC, como lo señalan los comerciantes y políticos criollos, sino un simple agregado nacional de las políticas macroeconómicas excluyentes de los distintos gobiernos; gobiernos que actúan solos sin la concertación con los “indeseables” y divididos entre ellos (liberales, conservadores, independientes, lentejos, gobiernistas, etc.) por oscuros 322


conflictos de intereses y que, además, creen ser los preferidos de los gringos porque estos utilizan a nuestro país como cabeza de playa de los nuevos procesos intervencionistas en América Latina y el mundo (Venezuela, Irak),123 persiguiendo así mediante el terror y la guerra concesiones a partir de acuerdos bilaterales que la potencia concede y que de llegar a aplicarse, como efectivamente sucedió con la firma del TLC en noviembre de 2006, el resultado final ha sido un alto costo social por las implícitas concesiones unilaterales que lo envuelven. En agosto de 2004 el congreso norteamericano aprobó 180 millones de dólares para combatir a las guerrillas del sur del país bajo el denominado “Plan Patriota” y en el 2006 se aprobaron para este Plan 300 millones de dólares, aumentándose la cifra en el año 2014 a 323 millones de dólares, sin embargo, con el veinte por ciento de ese capital se hubiese podido resolver el problema de educación de 300 mil niños barranquilleros que carecen de la misma, solucionar el crónico déficit presupuestal de los hospitales del distrito que están al borde del cierre y que provocan el llamado “paseo de la muerte”,124 acabar en su totalidad con el problema de los arroyos que anualmente causan enormes tragedias y dotar de 3.000 viviendas a los desplazados internos y externos del sur-oriente y sur-occidente de la ciudad. Por

123

Sobre estos dos temas, las posiciones de la dirigencia barranquillera nos recuerdan que la sumisión a los intereses extranjeros no fue una cosa del pasado, sino que permanece intacta en el tiempo. En ese contexto, la inclinación a la guerra en este periodo 2002-2010 está alimentada principalmente por los intereses internos de los grupos económicos, pero también por la influencia de todos aquellos que pueden tener una ventaja individual de la política belicista implementada en el periodo presidencial de Álvaro Uribe Vélez y sus sucesores, ventajas que pueden ser de carácter económico o político. Ambos grupos de factores (individual y colectivo) se ven a veces rebasados por elementos que manifiestan un carácter pro-imperialista y antipopular, no solo en términos de fraseología política sino también de motivación económica. El congresista del Atlántico Jaime Amín, acusado de recibir el apoyo de la Gata, en la época en que esta se tomó “el chance” en el Atlántico a sangre y fuego, afirmaba: “debemos prepararnos para que no ocurra lo que a partir de la apertura indiscriminada incidió en sectores como el agro. Hoy Colombia, ahora que ha sido distinguida como un socio estratégico en lo económico y en lo militar, debe exigirle a los Estados Unidos las compensaciones por el apoyo que le hemos brindado como quiera que Colombia fue el único país de América Latina que apoyó abiertamente a Estados Unidos en Irak”. Y desde el otro lado, en Venezuela un diputado progresista advertía sobre los planes armamentistas de Colombia con la adquisición de 50 tanques AMX 30 “Estos no son para una guerra de guerrillas, los tanques son para una guerra convencional... esos tanques todos van a ir a la frontera con Venezuela” El Heraldo, 5 de marzo de 2004, p. 5 A, y 17 de abril de 2004, p. 10 C. 124 De hecho, la salud en el departamento del Atlántico quedó convertida en la caja menor de los paramilitares en alianza con conocidos políticos de la región investigados por paramilitarismo como Dieb Maloof, David Char (del clan de los Char Abdala) Alfredo Arraut ex alcalde de Soledad y otros que según la revista Semana en anotaciones de la libreta personal del paramilitar “don Antonio” se «desglosa con su puño y letra un contrato de aulas en Soledad por 3.497 millones de pesos. Contabiliza los gastos y le dan 1.091 millones. Luego deja 320 millones a nombre de Alfredo Arraut (ex alcalde de Soledad (Atlántico). Al fin califica como utilidad una cifra de 521 millones. Similares estos contratos con IPS y otros en educación». Revista Semana, N° 1.271, septiembre 11 al 18 de 2006.

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esa irracionalidad de atacar las consecuencias y no las causas, la instalación de las conversaciones del TLC en Cartagena produjo en mayo de 2004 una gigantesca movilización que fue acompañada, paralelamente, de una cruenta represión dando como resultado más de cien detenidos y una treintena de heridos, entre ellos varios congresistas que manifestaban su desacuerdo con la intervención militar norteamericana a través del mal llamado Plan Colombia y el nuevo Tratado de Libre Comercio. Pero el autodenominado Plan Colombia no es, en términos concretos, una ayuda gratuita. Detrás de este Plan, que desde su aplicación ha segado la vida de más de 20.000 colombianos y el desplazamiento de más de tres millones, existen poderosos intereses económicos. Entre esos intereses estaban los grandes contratos petroleros que tiene la familia Bush en el país; familia presidencial norteamericana que alimentó su ganancia petrolera con la sangre de miles de colombianos y el exterminio del pueblo irakí. Decía la revista Cambio en uno de sus artículos, donde se confirma la alianza de nuestra rancia oligarquía nacional y local y las multinacionales petroleras para consolidar el exterminio y asegurar las ganancias del imperio y por esa vía a la familia Bush, que: «A finales del año pasado (2000) se celebraba la elección de Bush (hijo), el propio presidente Pastrana comentó que la cercanía del nuevo presidente de los Estados Unidos con Colombia se debía no solo a que había sido asesor de una empresa petrolera con millonarias inversiones en el país, sino que la familia del nuevo presidente poseía acciones en esa compañía (Harken). Pastrana recordó que durante su visita a Austin (Texas), el entonces gobernador Bush le coordinó un encuentro con prestigiosos empresarios del sector petrolero y energético de Texas para que visitaran posibles inversiones en Colombia por cuenta de Harken Energy Corporation una firma cuya casa matriz está en Houston, Texas, y que tiene una filial en Bogotá, donde aparece registrada como Harken de Colombia Ltda... Harken figuró entre las empresas que contribuyeron a la financiación de las dos campañas presidenciales de Bush padre. Harken hizo lo mismo con las del hijo tanto para la gobernación de Texas en 1994 y en 1998, como para la presidencia del 2000. Ecopetrol le adjudicó a Harken tres 324


de los cinco contratos de exploración que hoy tiene con el Estado colombiano... En su página web Harken Energy Corporation muestra a Colombia como su principal inversión hacía el futuro, por encima de los Estados Unidos y de otros países de América Latina... según el ministro Villamizar “gracias a los intereses de Bush en Colombia, Harken ha invertido cerca de 250 millones de dólares en busca de petróleo, lo que ha reportado importantes ingresos en divisas”. Pero el asunto en más delicado. El cruce de cables entre los negocios del presidente Bush y la política exterior que hoy debe orientar, tiene sus semillas en 1999 cuando las principales petroleras estadounidenses -Harken entre ellas-, empezaron a cabildear ante el congreso en Washington para presionar la aprobación del Plan Colombia. Incluso se creó en el Congreso el grupo conocido como Us Colombia Business Partnership del que forman parte multinacionales que tienen negocios en Colombia y que están interesados en que se mejoren los niveles de seguridad para proteger sus inversiones». (Cambio: 3/12/2001: págs. 20 a 23) En el Caribe colombiano la empresa Harken tiene perforaciones en Aguachica, Cesar, donde perforan los pozos Olivo I y Catalina I, siendo coincidencialmente una de las regiones de la Costa de mayor desplazamiento de población campesina y con mayor presencia paramilitar, y también de numerosos batallones del Ejército colombiano entrenados directamente por el Pentágono. Las características actuales de desintegración que vive el país por cuestiones económicas, geográficas, políticas e incluso por el agudo conflicto militar, manifiestan una contradicción fundamental con el proceso de globalización económica que agencian las potencias imperiales. Estas potencias en el proceso de “globalización”, y contrario a la situación de desintegración de los países latinoamericanos, han conformado grandes bloques económicos que tienen concentrado a su interior un fuerte potencial científico-técnico,125 la organización

Al respecto se preguntaba el economista Joaquín Estefanía “El tipo de globalización ha que nos ha conducido el pensamiento único ha originado un planeta más desigual. La paradoja consiste en preguntarnos ¿cómo es posible que viviendo en una época de progresos tecnológicos sin precedentes -lo cual nos hace a todos más eficientes y más productivos- por qué no somos más iguales? ¿por qué unas 125

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del comercio mundial, la decisión en el otorgamiento de créditos y los principales proyectos de inversión estratégica que los ha conducido a conquistar la economía mundial en una nueva fase de reafirmación del neocolonialismo y ratificación del control regional de los mercados, como la que vivió Barranquilla en el siglo XIX (y quizás peor) a manos de los ingleses. Sin embargo, la prensa de la ciudad,126 los comerciantes y economistas costeños opinaban lo contrario. Fundesarrollo y la Cámara de Comercio de Barranquilla creen que la salida a la crisis neoliberal la van a realizar las potencias capitalistas que lideran la economía mundial una vez que estas superen la recesión, lo que muestra en términos generales la génesis y la “lógica” interna de los gremios en relación con el proceso de subordinación y dependencia de Barranquilla y Colombia al capital transnacional. Así pues, se expresan estos sectores: «En la actualidad (1999) la economía a nivel mundial experimenta una crisis casi comparable con la ocurrida en la década de los años treinta y son los países desarrollados los llamados a garantizar el crecimiento económico global durante 1999, de lo contrario la economía mundial podría crear un ciclo recesivo a principios del nuevo milenio». (Revista Informativa: Nº 199: p.33) Bajo esta expresión que invita a la anexión, todo apunta a que con la aplicación de los TLC bilaterales, la hegemonía norteamericana sobre América Latina y Colombia erosionara gravemente la economía de estos países, que por su vecindad geográfica con Latinoamérica y el Caribe, los gringos tendrán una excelente disponibilidad política y territorial para explotar su periferia con ventajosas condiciones sobre sus viejos y nuevos rivales (Japón, Europa, China) en el intercambio comercial que se plantea a través de estos acuerdos multilaterales. Este último país (China), rival poderoso de los norteamericanos y a través de la empresa Jincheng Barranquilla, en el 2006 ya ensamblaba 50 mil motos al año y dirigió buena parte de su producción a los mercados de Suramérica y el Caribe. Miles de toneladas de productos de esta nación entran al país por el puerto de Barranquilla dirigido al consumo de las ciudades intermedias y de la Capital. El embajador chino Wu Chang Sheng de visita en

naciones y unos ciudadanos son tan ricos y otros tan pobres? Joaquín Estefanía, Aquí no puede ocurrir. El nuevo espíritu del capitalismo, Editorial Taurus, 2000, p. 19. 126 El editorial del diario El Heraldo el 9 de julio de 2004 vociferaba: “Estados Unidos deberá seguir haciendo presencia en varios frentes para ayudar a resolver los conflictos políticos más graves del planeta, como en el caso de Colombia, donde la alianza con la potencia americana es imprescindible”

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Barranquilla opinaba que el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos daría más perspectivas a las inversiones de su país en territorio colombiano pues según este diplomático: «Seguramente los inversionistas de China quisieran aprovechar ese Tratado para establecer un trabajo o una producción conjunta con los empresarios colombianos, en vista del mercado norteamericano». Es decir, el TLC según este planteamiento está sirviendo, en parte, para catapultar no a la industria nacional sino a los poderosos intereses de industrias extranjeras. Frente a los grandes megabloques que ha creado el capitalismo mundial (incluido el TLC bilateral para los norteamericanos) Colombia con sus 45 millones de habitantes y Barranquilla con una población aproximada a los dos millones y medio de personas y una situación económica y social en la que según el gremio de los comerciantes: «Al confrontar el primer trimestre de 1998 con similar periodo de 1999, encontramos que la inversión neta de capital representa una caída real del 65%... se presentó una caída del 21.3% en el número total de inscritos en la Cámara de Comercio... se registró un aumento de la tasa de desempleo, la cual pasó del 13% al 16% y una disminución del 40.9% en el consumo total de gas natural debido a la drástica caída del 53.4% por parte del sector eléctrico y del 3.5% en el industrial», (Informativa: citada: p. 33), en ese contexto de disolución no tendremos en la dinámica proyectiva del TLC más opción sino la de ser absorbidos económicamente y en su totalidad por la potencia imperial que presiona en diversos frentes para consolidar esos acuerdos, lo que a su vez aniquilará la poca independencia política, si es que por la historia conocida alguna vez la ha habido, y terminará por corroer también la integridad cultural y física del pueblo colombiano y, por consiguiente, la rica diversidad cultural de la región Caribe. Siendo pues el TLC un imperativo para la “integración” definitiva al mercado norteamericano este Tratado está aniquilando, bajo la formalidad de la dominación neocolonial, las bases de nuestra subsistencia, convirtiéndose esta situación en un dilema existencial para nuestra clase dirigente y un desafío vital para las clases populares. Después que se declarara a Barranquilla como “capital de la apertura” en 1990 este proceso, al poco tiempo de la firma del TLC bilateral se ha mostrado ante el país y la región como un rotundo fracaso. Si bien es cierto que los gremios y los economistas de la región nos hicieron creer en el 327


pasado que esta era la opción más conveniente, en una situación económica internacional que aparentemente le abría las puertas a nuestra economía subdesarrollada, en la actualidad y bajo el signo de la derrota, Colombia y su Costa Caribe no parecen tener otra opción que anexar definitivamente su economía y sus puertos a las transnacionales norteamericanas para que estas compitan en buenas condiciones con los otros grandes bloques económicos en el proceso de comercio mundial instaurado por la globalización imperial. La transacción de capital de los monopolios nacionales a las multinacionales para fortalecer la competitividad de estas últimas, se concretó en Barranquilla con la venta del Grupo Caribe de su mina de carbón ubicada en la Jagua de Ibirico en el departamento del Cesar en agosto de 2004, compra que hizo la multinacional norteamericana Glencore Internacional A.G., una de los propietarias junto con la Billiton y Anglo-American de las minas carboníferas del Cerrejón en el departamento de la Guajira. La Glencore adquirió el 100% de las acciones de la Jagua Coal Company S.A. El proceso de venta fue asesorado por la banca de inversiones de la Corporación Financiera Nacional y el grupo Suramericana, Corfinsura y el B.N.P. Paribas, empresa del grupo comercial antioqueño. Y para diciembre de 2004 la multinacional francesa Carrefour, auspiciada por el grupo Santodomingo, iniciaba las operaciones comerciales de su emporio, iniciándose una lucha de mercados entre las cadenas comerciales regionales (Carullas, Vivero) y nacionales (Ley, Tia, Olímpicas) contra las nuevas multinacionales extranjeras instaladas en la ciudad, entre ellas Price Smart y Carrefour. Pero, el hecho de que la anexión económica sea una propuesta invariable mediatizada por la subordinación acrítica de los entes políticos nacionales y regionales, no quiere decir que la firma del TLC bilateral y las grandes transacciones entre monopolios y oligopolios, aseguren la salida a la grave crisis actual, se impulse el desarrollo regional y nacional, se estabilice la economía y se logre una mayor capacidad de negociación con los norteamericanos. Por el contrario, la nueva base conceptual del TLC bilateral como proyecto estratégico con sus conceptos de abolición total de aranceles y subordinación de los mercados, donde el Estado colombiano dejará de recibir aproximadamente 1500 millones de dólares anuales por impuestos, los acuerdos comerciales desventajosos, inferioridad en las condiciones competitivas y otros,

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más la política de subsidios que realizan los Estados Unidos a su producción interna,127 produjeron de manera radical el efecto contrario. Las privatizaciones, la corrupción y la descapitalización del distrito de Barranquilla a poco de implementar la firma de este acuerdo acentuaron la crisis económica de la región, profundizando la dependencia del municipio al capital extranjero, paralizándose de esa forma la inversión social y de infraestructura. Un informe de Fundesarrollo confirmaba que «Recientemente, la firma Duff & Phelps redujo al máximo la calificación de los bonos del distrito; de esta forma, la ciudad no es elegible para nuevas operaciones. En estas condiciones y sin una fuerte reestructuración financiera, no existe posibilidad alguna para desarrollar siquiera obras de mantenimiento ni, mucho menos, para avanzar en la solución de los problemas sociales y adelantar los programas de la nueva administración distrital (Caiaffa); 2001-2003». Según Fundesarrollo en un informe sobre la situación financiera de las ciudades portuarias del Caribe, estimaban que la deuda del distrito con la banca acreedora internacional (Banco Mundial) se multiplicó por cinco entre 1992 y 1994 y pasó de 12.000 millones de pesos a 60.227 millones, luego en 1997 se multiplicó por dos, pasando de 55.000 millones de pesos en 1996 a 101.000 millones en 1997. En 1999 tuvo esta deuda un valor de 152.000 millones de pesos multiplicándose por cuatro en 2015, es decir su monto ascendió a 526 mil millones, la mayoría de este endeudamiento fue para financiar las obras que traerán inmensos beneficios para el capital y su infraestructura como el llamado Centro de Eventos y Exposiciones Puerta de Oro de Barranquilla, armatoste que para su construcción la Alcaldesa de los gremios, Elsa Noguera, apropio un endeudamiento de 80 mil millones de pesos, mientras los barrios populares ubicados en el sur oriente y sur occidente de la ciudad carecen de pavimentación en sus calles, tienen un déficit del 65% en servicios de salud, 35% en infraestructura educativa y 44% en soluciones de vivienda. 127

La Ley de Libertad Agraria, que cambió hace algunos años (1996) el sistema de subvención agrícola, con libertad de siembra y producción, pagos globales fijos y sin compromiso, recibía del gobierno estadounidense cada año alrededor de 100.000 millones de dólares para subsidios; subvención que le permitió a los productores norteamericanos aumentar su producción y eficiente explotación del suelo. Y a partir del 2002 y en vista de los acuerdos comerciales que se avecinan, se expidió una nueva ley de agricultura que incrementará los aportes del gobierno norteamericano de 100.000 millones a 190.000 millones de dólares, ley que tendrá una vigencia de 10 años. Esta nueva ley elevó los subsidios hasta un 80%. Los subsidios a la agricultura se incrementaron en los 25 países más ricos del mundo de 300.000 millones en de dólares en 1994 a 420.000 mil millones en el 2004.

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El crecimiento acelerado de la deuda pública iba igualmente de la mano con el incremento de las privatizaciones y con la descapitalización del municipio, concluyendo la Fundación para el Desarrollo del Caribe que «Uno de los aspectos que más ha contribuido a agravar el problema financiero de Barranquilla ha sido la entrega de algunos de los más importantes ingresos de la ciudad a contratistas privados».128 Esta apreciación la corrobora un importante académico de la ciudad (Jairo Parada) donde afirma sin ambigüedades que finalizando 2019 “Veo un periodo fiscal difícil porque la Alcaldía de Alejandro Char ha hecho muchas obras de infraestructura y las ha ido cargando sobre vigencias futuras en más de 3 billones de pesos hasta el 2035. Eso no se detalla bien en la deuda pública y solo se limitan a la deuda bancaria y aun así esta deuda ya está pesando sobre los ingresos tributarios de la ciudad en intereses y amortizaciones…Las obras se han realizado con unos sobrecostos muy altos que han beneficiado a un reducido grupo de contratistas entre 6 o 7 muy cercanos a la administración Char. El problema en Barranquilla es que se hacen las obras y se hacen bien, pero nadie sabe el costo real de esas obras. A mi juicio muy costosas…” (Publimetro /24/10 2019) En consecuencia y con el censo adelantado en el 2015 por la Alcaldía distrital, se señalaba que, en el solo centro de Barranquilla, y producto del elevado desempleo, existían en las calles 8.709 vendedores estacionarios, y ya en 2019 según cifras del Observatorio de Seguridad Ciudadana “en el primer semestre

de 2019 se presentaron 164 casos de homicidio, 6 menos que el mismo periodo de 2018. Sin embargo, los casos de hurtos y atracos aumentaron de 4.607 en 2018 a 4.731 en 2019, se han presentado 124 casos más”, lo que indicaba que las deudas, las privatizaciones, el desempleo, la inseguridad y la pobreza iban agarradas de la mano. Bajo ese panorama, la firma del acuerdo del TLC y las reformas neoliberales que le han seguido, así como están planteadas, han institucionalizado una situación

128

La descapitalización del municipio de Barranquilla por cuenta de estas políticas preparó a la alcaldía del Movimiento Ciudadano para sacar del empobrecido bolsillo de los barranquilleros las futuras obras; el alcalde Guillermo Hoenigsber títere indulgente de los gremios y del poder politiquero decía en una reunión con los desesperanzados que, “en esta ciudad todos debemos aportar para tener en esta capital un fondo común para ejecutar importantes inversiones... y si nosotros llegamos aquí es para que la plata se vea y esta ciudad se desarrolle. Para tener la ciudad que queremos con el apoyo del gobierno nacional, cada barranquillero tendrá que dar 20 o 30 mil pesos anuales”. El Heraldo 7 de junio de 2004, p. 6 A.

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económica y política de marcada tendencia hacia la desestabilización total del país (expresada ésta en el gigantesco Paro Nacional de varios días en noviembre de 2019), y colocarán a los sucesivos gobiernos y a sus elites económicas regionales en una situación de secuestrados, pero no de las insurgencias o de los paros populares como es su temor tradicional, sino del sistema comercial y financiero norteamericano controlado por poderosas corporaciones. Así pues, al adueñarse por completo del mercado de los países latinoamericanos a través de estos nuevos acuerdos bilaterales y multilaterales, los monopolios estadounidenses fracturaran de manera radical el llamado “crecimiento económico” porque en particular satisfarán con sus propias mercancías la demanda decreciente de nuestro mercado que, en otras condiciones políticas, económicas y sociales, podría impulsar eficientemente la producción nacional y regional no monopólica. Sin embargo, la producción preferida en los acuerdos del TLC son la de los mercados ya consolidados en el comercio con Norteamérica, y las medianas y pequeñas empresas que no lograron consolidar su papel en la negociación del TLC han quedado aniquiladas del mercado ocasionando un déficit comercial desfavorable, como lo sugiere el siguiente análisis realizado por Emilio Sardi en el diario el Heraldo en 2018: «Se cumplieron 6 años de la entrada en vigencia del TLC con Estados Unidos, y los hechos demuestran que los pajaritos dorados que pintaban los fanáticos defensores de su firma no eran sino fantasías. El tiempo está demostrando que, lamentablemente, teníamos toda la razón quienes, por habernos tomado el trabajo de estudiarlo, vaticinamos su estruendoso fracaso. La balanza comercial, que en 2011, el año anterior a que entrara en vigor, era favorable para Colombia en USD 8.991 millones, se volvió negativa y después de haber llegado a un déficit de USD 4.940 millones en 2015, fue desfavorable en USD 865 millones en 2017.Ese deterioro de más de USD 10.000 millones anuales en la balanza comercial se refleja en todos los campos. La caída de nuestras exportaciones a Estados Unidos entre 2011 y 2017 fue de 52%, de USD 21.969 millones a USD 10.541 millones. Año tras año, la participación de Estados Unidos en las exportaciones colombianas ha caído, pasando del 39%: en 2011 al 28% en 2017. Esto mientras que nuestras compras de cereales aumentaron 160% y el gobierno de EEUU reporta fuertes crecimientos en innumerables otros rubros, como alimentos para animales (78%), preparaciones farmacéuticas (30%), pollo y 331


cárnicos (58%), lácteos (88%), vegetales (71%), otros alimentos (44%), y cosméticos (37%). Muchos de ellos en directa competencia con nuestra producción nacional». El debate de estos acuerdos en toda Barranquilla y la región Caribe colombiana debe abrirse y la discusión debe centrarse en saber si las políticas neoliberales que promueven el TLC van a resolver los problemas de justicia social, desarrollo equitativo y participación política de los grandes excluidos del sistema: las clases populares, o; si las nuevas condiciones que planteará la economía después de la firma de estos acuerdos comerciales, seguirán afianzando la pobreza y la desintegración del Caribe colombiano y, por consiguiente, de Barranquilla como su amargamente reconocida “capital”. Hay que recuperar en el debate planteado, lo que Alain Touraine afirmaba en 1997: «El largo silencio de la época neoliberal debe terminar y el debate público sobre los fines y los medios de la economía debe revivir». Estas son, de hecho, las características teóricas dominantes tanto regionales como nacionales que rodean la discusión, y el Tratado de Libre Comercio y sus draconianas reformas, las condiciones prácticas externas que lo impulsan.

CAPITULO XI

RESURGE EL CARIBE

11.1 Barranquilla: entre la miseria y la utopía apuntes finales para la reflexión

Pensar en construir una alternativa económico-social para Barranquilla y la región Caribe significa, en las actuales circunstancias, pensar necesariamente en la necesidad de corregir los efectos nocivos de las políticas que se han tomado históricamente desde el Estado hacia la región, y de la elite regional hacia la población. La importancia y profundidad de estas correcciones están

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ligadas indiscutiblemente a los nuevos escenarios que plantea la lucha ideológica para precisar que es lo que hay que corregir y que es lo que se necesita cambiar para que Barranquilla y la costa caribe colombiana inicien la búsqueda de la justicia social y el desarrollo económico negado en su evolución histórica. Mientras los planteamientos económicos de los gremios y los poderes económicos de la ciudad bosquejan alternativas que buscan salvar el capitalismo dependiente colombiano y al neoliberalismo de sus tendencias críticas, no solamente en el terreno económico sino también en el plano de los conflictos sociales, los efectos de esos cambios lo que buscan, en últimas, es que en el escenario de los nuevos acuerdos bilaterales (TLC), estos poderes no pierdan la alta rentabilidad de sus capitales bajo el negocio floreciente de las importaciones y exportaciones y, a su vez, explotar muy bien las condiciones del trabajo asalariado y, de manera sistemática, devastar los recursos naturales y ecológicos de la región. Sobre este tema de intereses encontrados, Kenneth Loewy principal accionista de la fábrica Sempertex de Barranquilla comentó lo siguiente: «La falta de orientación y criterio es tal que en plena apertura (1996) el Concejo de Barranquilla a través de un acuerdo distrital, intentó modificar los usos del suelo de la zona industrial más dinámica de la ciudad pretendiéndola convertir en reserva ecológica. El acuerdo fue finalmente archivado, pero mantuvo a los industriales por más de seis meses en un ambiente de incertidumbre injustificada, llegando a retrasar inclusive algunos proyectos de ensanche.

Reubicar

una

zona

industrial

que

se

encuentra

ubicada

estratégicamente a lo largo de la Vía Cuarenta por el fácil acceso al agua cruda del río Magdalena (imprescindible en muchos procesos industriales) puertos privados y la mejor infraestructura de energía, comunicaciones y acceso a la ciudad, va en contravía de la realidad competitiva implícita en un modelo de apertura». (Loewy: et. al: 1999: p.309) Sin embargo y en medio de esa situación concreta de sumisión (por convicción o interés) del Concejo de Barranquilla al poder económico de los industriales, aparecieron en la ciudad fuerzas políticas progresistas (Movimiento Ciudadano) que a través de la Alcaldía intentaron buscar alternativas para operar sobre los efectos políticos nocivos generados por los cambios estructurales que vivió el país y la ciudad a partir de la década del noventa con la instauración del modelo 333


neoliberal. Fue éste un intento admirable pero infructuoso (y sus causas no son objeto de este estudio) de intentar aminorar el desastre económico y social al ajuste del modelo neoliberal, pero la poca visión de sus dirigentes, que solo libraban la batalla en el escenario administrativo del distrito los llevaron, presionados por las circunstancias o a maquinaciones preestablecidas, a entablar complicidad con el modelo neoliberal y sus agentes, pues como se podrá recordar fue en la segunda administración de este movimiento que se logró imponer la privatización de las Empresas Publicas Municipales, la Electrificadora del Atlántico y otros organismos públicos. La irrupción del Movimiento Ciudadano fue, en su primera etapa129, un valioso intento por atacar los efectos antidemocráticos y antipopulares de la política tradicional y su jauría de corruptos, pero al hacer concesiones estratégicas al capital privado, a las maquinarias politiqueras y al capital transnacional, su administración no alteró en lo fundamental los mecanismos que generaban pobreza en Barranquilla, es decir, mientras los dirigentes de este movimiento estaban descubriendo con el discurso social las ventajas del mercado, la gran mayoría de los barrios pobres de la ciudad comenzaron a sufrir sus consecuencias, creándose en el ambiente social aparentemente políticas más justas, en medio y es lo contradictorio, de las relaciones de explotación más brutales que inició el neoliberalismo y su modelo mercantil en Barranquilla. Y esta contradicción fue posible porque los dirigentes de este movimiento no entendieron, o por lo menos no lo hicieron saber a las clases populares, que una cuestión fundamental del capitalismo y su expresión ideológica está determinada en que las relaciones de explotación económica determinan en forma 129

El documento que representa nítidamente el surgimiento de este movimiento lo realizó Alfredo Castro Haydar, académico y dirigente social asesinado por los paramilitares cuando aspiraba a la rectoría de la Universidad del Atlántico. En apartes de este importante documento sostiene: “El surgimiento del Movimiento Ciudadano en Barranquilla tiene en común gran parte de las características que definen la aparición de los movimientos políticos regionales. Se trata de un movimiento político que no ha sido pensado, ni es fruto de una política trazada previamente, por lo tanto, no es la prolongación de ningún partido u organización. Más bien su origen revela vacíos políticos dejados por la pérdida de la legitimidad de los partidos tradicionales y por las necesidades del proceso social que encuentran en las exigencias de las regiones y movimientos de sus gentes, luchas y organizaciones un caldo de cultivo para su nacimiento y consolidación posterior. Estos movimientos políticos nacen con la convicción de que el actual grado de desarrollo de la conciencia y organización del Movimiento Popular Urbano impone como prioridad una lucha democrática abierta que involucre el sentir y las reivindicaciones de amplios sectores de la población a través de mecanismos de participación electoral y de lucha directa de masas como marchas, huelgas y paros cívicos” Alfredo Castro Haydar, Jairo de Castro Mendoza, Movimiento Ciudadano en Barranquilla (1992-1994) Documento consultado en línea:

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considerable las relaciones de dominación política, por eso, mientras la administración del Movimiento ciudadano se preocupaba por tratar de generar políticas sociales, eran los gremios, como lo demostramos a lo largo de este trabajo, los que realmente diseñaban el cuadro económico estratégico de la ciudad para el beneficio de las grandes empresas, del gran comercio y de las grandes multinacionales, dicho de otra manera, mientras la administración de este Movimiento se ocupaba infructuosamente del hambre, los gremios locales se ocupaban eficientemente de la ganancia; incluso, varios de los dirigentes de este movimiento quedaron envueltos en casos de corrupción130; y fue allí, en el espacio de ese control municipal difuso, donde comenzó a desfigurarse y a desintegrarse la formación de su dirigencia quienes pasaron, según la nomenclatura jerárquica del sistema capitalista, de ser unos “resueltos revolucionarios” de estrato cero, uno y dos a convencidos neoliberales de estrato cinco y seis. La revista Semana en un artículo sobre este tema estimaba que: «Es difícil encontrar en Colombia otra capital que haya cedido la administración de tantas funciones públicas al sector privado. Bajo la figura jurídica de las concesiones, el distrito les ha entregado a particulares desde grandes negocios como el servicio de agua potable y saneamiento, la construcción del mantenimiento de la malla vial, el recaudo de impuestos, la semaforización y señalización, el mobiliario urbano, el estacionamiento de zonas de uso público, hasta otros más pequeños como la explotación del Carnaval de Barranquilla, el parqueadero del Estadio Romelio Martínez y la administración de parques... lo que llama la atención es que la mayoría de las concesiones cuestionadas fueron otorgadas durante la administración del padre Bernardo Hoyos». (Semana: Nº 1132: págs. 32-34) Una observación de James Petras sobre este particular proceso que afecta a la “izquierda democrática” latinoamericana, toca con precisión la problemática: «Los factores contextuales, los intereses políticos y el enriquecimiento personal han adquirido tanta importancia en el mundo actual en concordancia con los

130

El caso más preocupante fue la vinculación de estas administraciones, sobre todo la de Guillermo Hoenisgber, en casos de corrupción en contubernio con el paramilitarismo. A través de la firma Métodos y Sistemas, donde tenía fuertes intereses David Name, creada en una de esas administraciones los paramilitares controlaron, sistemáticamente, las finanzas del municipio. Después de este escándalo la recaudación de impuestos de la ciudad quedó en el bolsillo de la familia Char. (La Sillavacía, Los superpoderosos de Barranquilla, abril 1 de 2014, documento en línea)

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valores

dominantes.

Los

políticos

de

centro-izquierda

denuncian

al

neoliberalismo tan solo en abstracto; en la práctica, se muestran firmemente aferrados a la ética del enriquecimiento fácil y rápido obtenido a través de transacciones públicas y privadas. Este proceso se ve facilitado y legitimado por el discurso privatizador». (Petras: 1999: p. 65) Sintetizando este tema, la ceguera política de los dirigentes del Movimiento Ciudadano con relación a la miseria humana y social producida por la aplicación del modelo neoliberal hizo que este movimiento no se movilizara certeramente en contra del modelo privatizador y, en un sentido más bien negativo, proporcionó un apoyo suplementario a la posición de los grandes comerciantes e industriales que se aprestaban para devorar las empresas estatales en la ciudad. Otro ejemplo clasificatorio de la irracionalidad que suprimió todas las barreras de la conducta humana, fue la liquidación de la Empresa Distrital de Teléfonos en la administración Hoenigsberg. Al no tener ya consenso social para las privatizaciones, los grandes empresarios y dirigentes locales en alianza con la entidad liquidadora de la Superintendencia de Servicios Públicos Domiciliarios en un hecho insólito asaltaron, literalmente hablando, a la Empresa Distrital de Teléfonos con comandos antiterroristas del Ejército y la Policía el día 25 de mayo de 2004, creando mediante el terror y la represión la empresa Barranquilla Comunicaciones S. A. E.S.P. (Batelsa). El asalto militar fue planificado desde días atrás en la base aérea Cacom 3 del ejército donde, aparte de la Superintendencia de Servicios y el alto mando militar, estaban prestigiosos comerciantes e industriales de la ciudad interesados en su liquidación, estando entre estos buitres del capital insignes integrantes de la poderosa familia Char Abdala. El presidente de Intergremial del Atlántico, Arturo Sarabia Better, haciendo gala de un irracionalismo inconcebible y de interpretar la economía a la medida de sus intereses y los de su gremio, afirmó: «No había otro camino que la liquidación. Realmente se intentaron explorar alternativas distintas...los gremios seguirán acompañando el proceso tal y como lo ha solicitado el Alcalde Guillermo Hoenigsber y que está de acuerdo en que se garantice la continuidad del servicio, que el distrito tenga participación en la nueva empresa que se constituya y se cumpla con el pago del pasivo laboral». El sindicato respondió con una gran movilización dictada, más que por la defensa de sus intereses, por su determinación entusiasta de defender el patrimonio 336


social de los barranquilleros y con una inquebrantable voluntad de defensa de la empresa los trabajadores utilizaron todo su arsenal de movilización para impedir tamaña monstruosidad: «Por lo menos 40 vehículos de la compañía fueron utilizados para adelantar una 'caravana de protesta' que partió a las 9 de la mañana de la planta 11 de noviembre e hizo su estación en la Cámara de Comercio sede norte, donde se presentaron desordenes y los sindicatos lanzaron consignas y arengas contra los gremios de la ciudad». Juan Franco presidente de Sintradistel haciendo énfasis en la claridad de la razón, argumentaba: «Creemos que existe una confabulación por parte de la Superservicios y los gremios para liquidar la empresa... lo que en realidad quieren estos bandidos es vender la compañía a precio de gallina flaca y enferma». Y Juan Polo miembro de Sintratel, haciendo a un lado las pasiones colectivas y con un cálculo racional sobre las consecuencias sociales de la liquidación replicaba: «Nos parece una falta de respeto con la comunidad que se diga que se quiere liquidar la Empresa, aunque no nos extraña porque eso era lo que querían desde el principio. Con esa decisión el Distrito estaría condenado a la quiebra al asumir los pasivos laborales». (El Heraldo: 21/4/2004: p. 4-A) Ante la falta de argumentación de los gremios y ocultando y deformando todas las categorías de reflexión económica, a los comandos antiterroristas del Ejército y la Policía les tocó definir, (al mejor estilo de sus colegas norteamericanos en Siria, Afganistán e Irak) la liquidación de la Empresa y más de 500 trabajadores quedaron, al decir de un obrero «tirados como perros en la calle» bajo la amenaza de ser acusados de terroristas; ni siquiera por el simple hecho de reclamar sus garantías laborales individuales sino por defender el patrimonio de toda la comunidad barranquillera que, en últimas, fueron los que asumieron con plata de su bolsillo los pasivos laborales y, de paso, los altos costos de las tarifas de los monopolios privados. La razón de la fuerza de los gremios predominó sobre la fuerza de la razón de los trabajadores. Finalmente, Batelsa fue subastada y comprada por Telecom en enero de 2006 por un valor de 207 mil millones de pesos, pasando seguidamente a manos de Metrotel y, por último, a la multinacional Movistar. En esa dinámica de extensión de la represión y de control total militar en el departamento, en el año 2013 el comandante de las fuerzas militares Leonardo Alfonso Barrera Gordillo anunció, con el alto mando militar en pleno, la creación 337


de seis bases militares para “blindar la seguridad en el departamento del Atlántico”. Las seis bases se ubicaron en Suan, Manatí, Repelón, Luruaco, Sabanalarga, una emplazada en Bocatocino y la otra en La Vía al Mar. Esta estrategia global de control demuestra que el neoliberalismo como sistema requirió para su implantación no solamente la infraestructura económica para su desarrollo y acumulación sino de la represión para asegurar, mediante el miedo, la sumisión de la población. De todas maneras, y para alentar de nuevo las esperanzas o, como decía Eduardo Galeano «dejar el pesimismo para tiempos mejores», hablar de una verdadera alternativa popular que logre los cambios políticos reales en la ciudad, las exigencias en la interpretación económica del contexto urbano y regional, tanto histórico como actual, deben ser más rigurosas. Si pretendemos que en Barranquilla se consolide un proyecto político y social articulado a otros proyectos nacionales que modifique los efectos del capitalismo dependiente colombiano, particularmente en relación con la situación de miseria que vive la mayoría de las gentes de la región Caribe colombiana, es preciso en esta etapa enfrentar las bases conservadoras del proyecto neoliberal y, en la coyuntura, los planes desintegradores del TLC bilateral. Esta situación concreta implica tener en cuenta que la estructura del poder que se afianza en el neoliberalismo es nacional y, por consiguiente, la base para confrontar este modelo debe provenir de una alianza estratégica nacional de estudiantes, obreros, intelectuales, campesinos, pequeños industriales, comerciantes, desempleados y todos los excluidos del sistema que, mediante un movimiento policlasista, multicultural y políticamente diverso, confronte con propuestas claras el modelo económico excluyente actual. En ese contexto, nuevas expresiones políticas y sociales surgen en el escenario popular a mediados de 2014, entre ellas el Movimiento cívico-político Ciudad Para Todos que se conformó con el respaldo de 250 líderes del sur oriente y sur occidente de la ciudad, así mismo revitalizan su propuesta con el apoyo de varias organizaciones sindicales, sociales y políticas progresistas y de izquierda. Es este pues un nuevo punto de partida que surge como producto del fracaso de los nuevos lineamientos políticos, económicos y sociales que la clase tradicional, reemplazada ahora por una elite inhumana de empresarios tecnócratas, intenta consolidar en la ciudad.

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Por otro lado, algunas voces de personajes regionales vinculados al sistema también comenzaban, aunque tibiamente, a disentir: «Pero hoy, cuando esta era se acaba y la globalización entra en una segunda fase, aquella que reconoce que hay fallas en el mercado, es necesario que cambien muchas cosas, particularmente la actitud de los países en desarrollo. Es realmente vergonzoso como nos dejamos subyugar por paradigmas que solo producían beneficios parciales y que no resolvían nuestro más serio problema: la inequidad social». (López: et. al: 1999: p. 309) Esta “inequidad social” o, para utilizar un término más preciso, esta explotación miserable de la fuerza laboral en Barranquilla está apoyada en los poderosos intereses comerciales e industriales de una clase que en la ciudad constituye el 2% de la población y se embolsan en sus falquitreras hasta más de la mitad de la renta local; pero el 60-90% de las sumas que les quedan después del pago de nómina y de los menguados impuestos al municipio lo invierten en su mayoría para la lujuria del consumo personal, en operaciones especulativas comerciales, bienes inmuebles y re-exportación hacia el interior del país de las mercancías importadas provenientes de los mercados norteamericano, chino y europeo, todo esto bajo el auspicio de los nuevos tratados comerciales. Además, transfieren fraudulentamente (Panamá Papers) casi todos los años más de 3.200 millones de dólares hacia paraísos fiscales y hacia los bancos de los países desarrollados, constituyéndose la fuga de capitales en la región un problema económico de proporciones gigantescas. La empresa Tecnoglass, por ejemplo, que cotiza en la Bolsa de Valores (Nasdaq) mostró en 2018 ganancias consecutivas en cinco trimestres por un valor de 89 millones de dólares en venta con un incremento del 10% con respecto al año 2017 mientras sus barrios adyacentes, como La Playa, Las Flores y Siape sufren una espantosa crisis social. Planteadas las cosas de esta manera, la situación real de la población barranquillera y de todo el Caribe, como expresión regional, estará determinada en su futuro económico por la correlación de fuerzas políticas y su interactuación en el contexto nacional. En esa medida, pensar en una alternativa creíble para la ciudad requerirá agrupar a todas las fuerzas políticas y sociales nacionales que de una u otra manera estén buscando limitaciones estratégicas o tácticas al modelo neoliberal o a un desplazamiento progresivo de éste, pues nos 339


enfrentamos al complejo problema de construir para Barranquilla y el Caribe una fuerza social con contenido y propuesta nacional que encierre de forma proyectiva una alternativa de poder elaborada en función de metas estratégicas que superen el hambre, la miseria, el desempleo y todas las lacras sociales que minan la base de nuestra existencia Caribe, pues a medida que la pobreza aumenta no solo se profundizan las desigualdades entre los ricos y los pobres de la región, sino también los ingresos entre los pobres mismos, asimilándose cada vez más la Costa Caribe a una especie de “corraleja humana” sin burladero visible. Por la implementación intensiva de las políticas neoliberales en Colombia se perdieron entre septiembre de 2005 y octubre de 2014 3.1 millones de empleos y en correspondencia con esa cifra gigantesca de desempleados se anunciaba en Barranquilla la detención de 3.000 personas por robo de cables y tapas de alcantarilla y estimaban que las empresas de servicios públicos habían perdido, hasta septiembre de 2014, 18.300 millones de pesos por saqueos a redes de cable de teléfono y energía, y en la costa las pérdidas totales fueron de 7.570 millones de pesos. Estos hechos son pues, una inconsciente compensación social legítima de la población excluida, ante el dramático desempleo y ante el brutal saqueo que realizan los monopolios de los servicios públicos todo esto, como lo hemos dicho, mientras la Cámara de Comercio de Barranquilla anunciaba con bombos y platillos en noviembre de 2006, respondiendo al desmesurado aumento de sus ganancias, la creación de un pomposo Centro de Negocios Internacionales con capacidad para 1.500 personas que ya en 2017 se había terminado de construir en la Vía 40 en el sector de Siape a orillas del rio Magdalena. Con la expansión de la miseria y la continuación a gran escala del proceso de marginalidad y tugurios hacia el sur-occidente y el sur-oriente de la ciudad, los mecanismos de solidaridad se fracturan cada vez más. En esa perspectiva, las clases medias y populares tienden a fraccionarse y el Estado, anclado en el poder militar y el contubernio paramilitar que en la última década ha asesinado a decenas de dirigentes cívicos y sindicales,131 comienzan a mostrarse cada vez

131

Según cifras de la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOLS) en mayo de 2004, de los 94 dirigentes sindicales asesinados en América Latina, 90 se producen en Colombia y en un documento afirmaban que “los sindicalistas se ven obligados a trabajar en un clima de terror. Colombia es el lugar más peligroso del mundo para los sindicalistas, actualmente existen 356 amenazas de muerte”. Tres días después de esa declaración fue asesinado en Barranquilla, el día viernes 4 de junio de 2004, el

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más ante los ojos de la inmensa cantidad de pobres como algo ajeno que dicta leyes represivas y hambreadoras para ellos y las de acumulación y bienestar solamente para los políticos corruptos, los mafiosos y los nacidos en “cuna de oro”. Como fenómeno consecuencial a esta situación se desarrolla la violencia común para sobrevivir, la de la delincuencia organizada para satisfacer su consumismo suntuario y la violencia feroz del paramilitarismo para proteger los intereses establecidos. Sobre estos temas afirmaba el exsenador Gustavo Petro que «Barranquilla es un espacio privilegiado de actuación de la mafia política, que básicamente es la confluencia de intereses locales, entre narcotraficantes, sicarios de lesa humanidad y dueños de votos. Y su enemigo fundamental es la Constitución del 91. Estas mafias ya han construido dictaduras locales y buena parte del Caribe está bajo esa dictadura que avanza, porque quiere el poder nacional».132 El dominio de esta alianza se concretó desde la llegada al poder central del Estado del cuestionado presidente Álvaro Uribe Vélez y sus ocho años de oscuro mandato, surgiendo en la ciudad personajes tenebrosos como el empresario electoral y de la salud Dieb Maloof, acusado y puesto preso por la declaración de paramilitares de mandar a asesinar a los alcaldes del departamento que se oponían a entregarle a estos el presupuesto de la salud. Generar espacios en la ciudad para definir una nueva alternativa político-social, exige una acción compleja y difícil (amenazas, asesinatos, desplazamiento etc.) que logre el agotamiento del modelo neoliberal y la exclusión impuesta por unos pocos en el país y la región, ya que si bien este modelo económico no tiene una legitimidad afincada en las mayorías, como se desprende del asalto militar realizado a la E.D.T y de todas las acciones represivas que han realizado para afianzar sus proyectos exportadores, la clase popular barranquillera todavía carece en gran medida de una organización social y un proyecto político real que ubiquen su acción en contradecir, con sólidos fundamentos, los contenidos y objetivos de las fracciones sociales y económicas que se han beneficiado de este proyecto

aperturista,

(gremios

locales,

monopolios

nacionales

y

multinacionales).

dirigente sindical de la Dian Nelson Cotes López quien también era activista del recién fundado partido político de izquierda Polo Democrático. 132 El Heraldo, octubre 21 de 2005, p. 4-B

341


Aunque estos planteamientos que hacemos aquí traten de ubicar una búsqueda de nuevas alternativas económicas a partir de definiciones ideológicas históricas, pues tanto el neoliberalismo como las propuestas alternas lo son, es decir las que van desde el keynesianismo al marxismo, no se pueden confundir las propuestas de este ensayo con temas basados simplemente en presupuestos teóricos, pues en las actuales circunstancias carece de sentido elaborar teorías que no tengan una fuerza social real y que no recupere en su orden todos los elementos históricos que definan exigencias de contenido estratégico, de coherencia política, de capacidad de interpretación económica etc., que puedan oponerse a los factores de poder históricamente existentes. Pero, por fuera de la teoría, la gente del Caribe ya pasó a la práctica, aunque a la defensiva, miles de familias de los barrios populares de la ciudad y de los pueblos costeños se movilizan espontáneamente contra las multinacionales de servicios públicos que les cortan el suministro de agua y luz masivamente y contra elites políticas corruptas que los mantienen en el abandono y en la miseria. El neoliberalismo y sus multinacionales no tienen corazón ni patria, pero si tienen planteamientos teóricos defendidos por el poder existente, por lo tanto, elaborar teorías económicas y políticas alternas a estos poderes y a este modelo excluyente, y buscar mecanismos para que la población las enriquezca, las proyecte y las multiplique con la movilización, la organización y el debate es el método cardinal para combatir el poder del neoliberalismo y sus teóricos en la ciudad, la región y el país. La política neoliberal puede derrocarse en un levantamiento social, o ser simple y pacíficamente arrinconada por la presión de los pueblos que la padecen, como ha ocurrido en algunos países latinoamericanos; esto puede suceder pronto o tomar algún tiempo en Colombia y exigir más adelante una lucha desesperada; pero una cosa es cierta: sucumbirá inevitablemente ante la presión del hambre y la creciente marginalidad. La alta votación de la Colombia Humana en Barranquilla en las elecciones presidenciales de 2018, derrotando a la corrupta maquina electoral del poder local, es un síntoma elocuente de esa situación.

11.2. La importancia del ser caribe como mecanismo para renovar la utopía y consolidar una alternativa.

342


Con la estructuración del modelo neoliberal en la ciudad y los mecanismos de “concertación” utilizados hábilmente por los sectores dominantes en los salones de lujosos hoteles y clubes; a los sectores progresistas, democráticos y de izquierda, se le ha dificultado comprender las relaciones económico-políticas de las movilizaciones espontaneas de la clase popular barranquillera, con las proyecciones y metas futuras de este sector social. Esta situación puede anular procesos de unidad y proyección del movimiento social, pero, de ser asumidos correctamente estos brotes aislados de protesta y movilización, pueden transformar las acciones presentes contra el neoliberalismo, en la construcción de una propuesta para la ciudad más grande y de más largo plazo sin demeritar, claro está, lo que algunas organizaciones democráticas, progresistas y de izquierda han logrado hasta ahora. Es preciso que los sectores que están planteando propuestas económico-sociales alternas al sistema ganen en el desarrollo de la lucha política contra el neoliberalismo y la globalización imperial lo que podríamos llamar visión estratégica, es decir es preciso que logren superar el inmediatismo reinante con su secuela de pequeñez y poca imaginación para enfrentar los nuevos retos políticos, económico y sociales que se están desarrollando con la firma del TLC bilateral con Estados Unidos y el grave problema de los espirales de la corrupción que no dejan avanzar hacia la solución de los graves problemas de los pueblos de la región Caribe. Igualmente, la expresión de alegría y espontaneidad del costeño no debe ser asimilada a las parrandas de carnaval, al vallenato o a otros elementos de su cultura, por demás manipulada y distorsionada, sino en entender como ese proceso de gestación de la alegría que se incuba bajo los palos de mango y “matarratón” acompañadas de las brisas marinas del Caribe, pueden empezar a concebirse como acciones políticas primarias, y también como parte de una construcción original de futuro. Es mirar el detalle del comportamiento de ese “ser Caribe” para lograr entender el contenido coherente de su mensaje. Cada paso, por ejemplo, que en los carnavales da la Danza del Torito o los cumbiamberitos de San José, los saltos interminables de las marimondas, el significado de la muerte y resurrección de joselito, la bola e' trapo a 32º centígrados de alegría, las interminables partidas de dominó en las esquinas que distraen el hambre y el desempleo pero que también elevan el discurso político primario; estos factores, entre otros, se constituyen por esencia en un mensaje valioso, mensaje que descubre en sí la 343


definición del contenido del discurso histórico sumergido de nuestra martirizada ciudad, y proyectan claramente la fuerza indiscutible de la alternativa. Se requiere, por lo tanto, interpretar la imaginería y la creatividad costeña para hacerla coherente con la proyección económico-social de su futuro bajo la condición necesaria de una reinterpretación acertada del pasado y del presente. Dicho en términos del realismo mágico, se trata de rescatar la vigencia de la concepción utópica de los Buendía (Cien años de soledad) para superar las relaciones de dominación de los que una vez se llevaron el mar en pedazos (los gringos en El Otoño del Patriarca) y volver a tener en el horizonte una nueva oportunidad económica, política y social para esta saqueada tierra. Sin embargo, no se trata de identificar un ser social Caribe fundado en una forzada concepción idealista o garciamarquiana; o de interpretar la utopía de nuestro ser Caribe como una pretensión intelectual sin fundamento, sino rescatar la necesidad de buscar la construcción perdida de nuestra historia rebelde que, por naturaleza, ha estado fundamentada en la búsqueda del equilibrio, la justicia y la igualdad, como lo ha registrado la historia de esta ciudad a lo largo de este trabajo. Debemos partir pues por revisar la realidad que nos impone el presente para ir construyendo una identidad regional que esté respaldada por una visión de cambio que oriente resueltamente nuestro destino Caribe por los senderos de la autorealización pero, eso sí, bajo una completa disposición de lucha sin temor a sus resultados.

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Sábado de carnaval (2017): el autor con dos figuras icónicas de estas fiestas, el Che y Fidel

No se trata tampoco en estas líneas finales de estimular un voluntarismo utópico, pero sí es preciso superar la pasividad que, por distintos factores, envuelven y oscurecen el futuro económico, social político y cultural de las grandes masas populares. Renovar la concepción político-utópica del “ser Caribe” pone necesariamente el futuro en el presente y debe buscar, con su objeto, recuperar en la conciencia de las gentes costeñas la necesidad de concretar los cambios económicos a través de una constante multi-direccionalidad de objetivos, para así desplazar el conformismo y la pasividad reinante y legitimar igualmente formas de lucha e interpretaciones de la realidad económico-social de una manera más original y con mejores resultados sociales y políticos. Pero, las necesidades de orientación y dirección que en la historia de Barranquilla y la Costa requieren los grandes sectores populares marginados no han surgido solas. El origen de la miseria en estos sectores siempre ha demandado presencias intelectuales efectivas con capacidad de construir teorías económicas, sociales y políticas que se proyecten a su realidad. Sin embargo, en cada etapa económico-social que ha vivido Barranquilla, desde su origen hasta nuestros días, a pesar de las grandes luchas que fueron ejemplo en la

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primera mitad del siglo XX, ha existido en la última década una presencia muy poco organizada de los sectores populares que han orientado batallas de resistencia a los modelos económicos dominantes debido, en parte, a una capacidad intelectual no orgánica, anarquista si se quiere, que ha podido construir

aisladamente

líderes

intelectuales

costeños

que

basen

sus

experiencias en lo colectivo, pues es preciso reconocer honradamente que la intelectualidad visible que en el reciente periodo se ha formado en la Costa (y eso lo evidencian los escritos históricos sobre Barranquilla, y que son en su mayoría miembros de los sectores dominantes o consortes de ellos) han condenado sus estudios a la profecía del pasado para endiosar el presente, más que orientar la arquitectura del porvenir para proponer alternativas reales a nuestros grandes problemas económicos y sociales. En otras palabras, estamos devorados por la abstracción del pasado “glorioso y de progreso” instaurado en la inconsciencia colectiva del pueblo de Barranquilla que solo algunos “eruditos” interpretan a través del escritorio y la cátedra y, por esa vía, se impone en los recintos cerrados de clubes, teatros y universidades, originando esto gran dificultad en captar todas las posibilidades del momento histórico decisivo en que se desenvuelve la ciudad y la región Caribe en general. Pero ni siquiera estos mecanismos de lectura histórica son parte de una original concepción de nuestros intelectuales, sino que son promulgados por grandes multinacionales culturales para adaptar a los barranquilleros a las nuevas realidades neoliberales y crear así la artificialidad de un iluminismo que endiosa el enriquecimiento y la prosperidad a corto plazo. Rolando Díaz vendedor de libros e intelectual popular, en su chaza de la carrera 35 con la calle 43 en Barranquilla, mortificado por esta situación declaraba: «Ahora lo que la gente más busca es la basura, los libros que hablan sobre cómo hacerse rico y saludable en tres pasos, o los que hablan de los planetas, velas mágicas, la suerte y el destino» (El Heraldo: 9/7/2004) En la academia el resultado no es diferente, el programa “Cátedra Barranquilla” creado en 1997 por la privada Universidad del Norte es patrocinado, por ejemplo, por la fundación Kellogg's filial de la poderosa multinacional de transgénicos Monsanto a través del Partners of the Américas y cuya intención es la de reproducir en las futuras capas dirigentes que promueve esta institución, el mediocre historicismo trillado que nos agobia con claros y definidos propósitos, pues como afirma Petras: «Frecuentemente las academias (norteamericanas) 346


formulan los programas académicos de los países dominados para maximizar los intereses globales de las multinacionales y reciben lucrativos honorarios como consultores cuando están en el gobierno, sus antiguos estudiantes le dan la forma a las políticas, se involucran en prácticas corruptas y acumulan fortunas privadas a través de la política de privatización». (Petras: 2001: págs. 23-24) Mientras en Barranquilla las instituciones universitarias privadas son premiadas por la potencia norteamericana a través de la fundación Kellogg's, los intelectuales que proponen cambios pacíficos en la naturaleza injusta del sistema son violentamente reprimidos y asesinados. Después de la detención de un reconocido sociólogo de la ciudad el 17 de junio de 2004 en Barranquilla, por hacer un estudio científicamente documentado de la situación de los desplazados en la ciudad, y sindicado por esto de “auxiliador de la guerrilla”; la Asociación de sociólogos y sociólogas, académicos, artistas y trabajadores de la cultura del Caribe colombiano, enviaron un sentido comunicado a la ciudad y el país donde dan cuenta del contenido despreciable al conocimiento por parte de quienes se dicen portadores del progreso y del entendimiento humano. El acto ético y moral expuesto en la carta de los intelectuales proclamaba: «La detención del investigador social Alfredo Correa de Andreis, ha causado gran alarma y conmoción entre las gentes pensantes de la costa Caribe colombiana y el país porque parece advertirse una animadversión agresiva contra toda forma de investigación de la realidad sociopolítica de la sociedad colombiana, huérfana de estudios serios y dotados de sentido; especialmente agraviada se siente la comunidad de académicos y cientistas que tenemos a la investigación de los problemas sociales como definición y esencia social... rechazamos inermes, erguidos y dignos, con toda la fuerza moral de la ciencia, el arte y la literatura, toda forma de mordaza a la libertad de pensamiento y exigimos en nombre de los más altos valores de la justicia social, la libertad inmediata de Alfredo Correa de Andreis. De lo contrario nos convenceremos que el futuro que se nos ofrece desde la dirección del Estado será adverso para las faenas de la inteligencia en Colombia». Pero a la petición de libertad, concedida por presión popular el 17 de julio, y ante la ausencia de pruebas y el desmoronamiento del montaje, le siguió (como es 347


normal en la tendencia decisiva de los estados fascistas, que mostró en pleno la tendencia más opresiva del orden social neoliberal), el aberrante asesinato del sociólogo solo dos meses después del señalamiento estatal. El 17 de septiembre de 2004 quedó en evidencia la consciencia de la conexión Estado-paramilitares (confirmada en el 2006 con el hallazgo del computador del paramilitar “Jorge 40” que delató las íntimas relaciones de éste con el DAS y la clase política local) y la inconsciencia y anulación de que el derecho, el llamado Estado Social de Derecho, ya no sigue teniendo vigencia para los hombres en esta tierra. La verdad de esa observación quedó expresada en el comunicado de los intelectuales, entre ellos los insignes fallecidos Orlando Fals Borda y Carlos Gaviria, al siguiente día del asesinato de Correa: «Señor presidente informamos sobre el asesinato a mansalva del profesor Alfredo Correa de Andreis y de su escolta ocurrida hoy viernes 17 de septiembre en Barranquilla al salir de su casa, queremos sentar ante usted y públicamente nuestra voz de protesta y de la manera más enérgica, por tener preocupantes características de crimen de Estado e índice de persecución irracional e indebida a quienes tenemos la inalienable función intelectual de investigar, educar y denunciar. Al profesor Correa se le quiso imputar, por informantes innominados hace apenas dos meses, un cargo de rebelión como ideólogo de grupos insurgentes, imputación que no pudo probarse por no tener bases ningunas... su muerte no tiene ninguna otra explicación que la persecución política y sectaria por razón de las ideas que preconizaba, siempre en pro del pueblo costeño, en aras de la justicia y contra el fascismo-nazismo... la muerte del profesor Correa se suma a la cadena de crímenes similares que, como en otras épocas nefandas de nuestra historia reciente, se vienen haciendo de manera impune, y soterrada muchas veces, con el fin de destruir las libertades democráticas de nuestra nación... solicitamos, por lo tanto, una investigación expedita y eficaz, que lleve a una explicación clara de lo ocurrido, el castigo para los asesinos y la seguridad de que cesen estos actos de persecución por el delito de opinión». (El Heraldo: 18/9/2004: p. 13-A) 348


El dilema existencial-represivo en que se encuentra la intelectualidad progresista en Barranquilla, donde se incluye en menos de una década el asesinato impune de más de una decena de sindicalistas133, dirigentes sociales, profesores y estudiantes de la Universidad del Atlántico, entre ellos a los profesores Jorge Freyte, Alfredo Castro Haydar, Carlos Rivera Riveros, Lisandro Vargas Zapata, Raúl Peña Robles, Luis Meza Almanza, Jairo Puello Polo entre muchos otros dirigentes sociales, y la respuesta con múltiples y masivas protestas de la población ante esa barbarie, nos hace pensar y concluir que todo el modelo exportador diseñado para el Caribe colombiano esta salvaguardado por las balas paramilitares para facilitar el tránsito de la riqueza de los monopolios nativos y extranjeros y aguantar, mediante el terror y el hambre, a la extensa población marginada sin que exista oposición política y social de ningún tipo. En la libreta personal del paramilitar “Don Antonio” quien era el relacionista público de los paramilitares en la costa, y cuyas intimidades dio a conocer la revista Semana, confirma esa estrategia macabra: «En un apartado “don Antonio” tiene las siguientes notas: “que posibilidad hay de seguir y crecer por todo el país... organizar lo que tiene cada uno de los comandos con la Fiscalía... organizar con los comandantes las reuniones con ganaderos y empresarios amigos para organizar la red de comunicaciones y los servicios especiales de seguridad privada».

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El día 31 de agosto de 2002 fue asesinado en las calles de Barranquilla el dirigente sindical de Coca Cola Adolfo de Jesús Múnera López. Sobre este hecho sus compañeros en un sentido comunicado denunciaron el hecho y responsabilizaron a la multinacional Coca Cola y al estado de este vil crimen: “El Compañero Múnera López aportó durante su vida sindical y política como Vicepresidente de la Central Unitaria de Trabajadores de Colombia CUT Subdirectiva Atlántico, ocupó varios cargos directivos en Sinaltrainal y en la Junta Comunal del barrio donde vivió. Al compañero Múnera López le fue allanada su casa en Barranquilla por miembros de las fuerzas armadas de Colombia el 6 de abril de 1997, razón por la cual tuvo que desplazarse a otras ciudades con el propósito de salvaguardar su seguridad y su vida. Por esta razón Coca Cola procedió a enviarle a su casa la carta de despido de su puesto de trabajo el día 7 de mayo de 1997. Coca Cola lo despidió por abandono del puesto de trabajo facilitando con esto la actividad de los asesinos y así el encubrimiento de la empresa. Se continúan asesinando dirigentes sociales, aniquilando organizaciones y destruyendo comunidades. Sinaltrainal en múltiples ocasiones ha denunciado seguimientos, amenazas, secuestros, asesinatos, desplazamientos de dirigentes sindicales, pero todos estos hechos continúan en la impunidad. De todo esto es responsable el Estado de Colombia. Pedimos a las organizaciones sociales y de derechos humanos denunciar este nuevo atentado contra la vida y exigir de las autoridades colombianas encontrar a los responsables y castigarlos para que este nuevo crimen no permanezca en la impunidad”.

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Esta tenebrosa estrategia orquestada por empresarios y paramilitares en contubernio con el Estado, le costó desde el año 2002 al 2006 la vida a 508 dirigentes sociales en el Caribe, relacionadas y detalladas estas muertes en el mencionado computador de “Jorge 40” y muchas de ellas halladas en fosas comunes, ubicadas en fincas de reconocidos terratenientes en el municipio de Sabanalarga. Pero la gente está en un periodo en que las balas oficiales y paramilitares no fracturan su disposición a la organización y a la lucha, cada dirigente amenazado o asesinado descubre la sinrazón de sus políticas económicas y es un ladrillo más que cae del edificio monstruoso de las injusticias. Un informe de la Defensoría del Pueblo, después del asesinato en Barranquilla del sindicalista de Anthoc134 (sector salud) José Luis Torres Pérez informó que «63 sindicalistas en Barranquilla se encontraban amenazados, y en particular, los miembros de la junta directiva, activistas y afiliados de base de la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) seccional Atlántico, y de los sindicatos del Magisterio, Anthoc, Sintranaviera, Sutimac, Sintraelecol (Atlántico), Sintraelecol (Corelca), Sintrainal Barranquilla, Sintracoolechera, Sintraimagra, Sintragro, Sintragrícola y Fecode, entre otras organizaciones consideradas como población en situación de riesgo». (El Heraldo: 6/3/2004: p. 4-A) En septiembre del mismo año y bajo el conocimiento de una nueva ofensiva criminal, el movimiento sindical del Atlántico declaraba al país que «Las estadísticas de la CUT indican que 68 sindicalistas han sido asesinados en el departamento desde 1993, 110 han recibido amenazas de muerte y 15 han salido del país. Y hasta septiembre de 2004, 7 sindicalistas fueron asesinados en Barranquilla, 5 fueron capturados y 6 están con órdenes de arresto debido a su actividad gremial». (El Heraldo: 7:9:2004: p. 1–D) A los pocos meses de esa declaración (mayo de 2005) fue asesinado el dirigente de Sintraelecol Adán Pacheco y recibió graves heridas de bala el profesor de artes de la Universidad del Atlántico Julio Lamboglia. Diez años después, en octubre de 2014, un comunicado de la Defensoría del Pueblo da cuenta del

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La muerte de los sindicalistas del sector salud en Barranquilla está relacionada directamente con el control económico de este sector por parte de paramilitares y gamonales, pues mientras el jefe paramilitar “Jorge 40” admitió recibir dineros desviados de un fondo de salud para los pobres para financiar su guerra criminal, reconoció igualmente que “los hombres bajo su mando han dado muerte a los sindicalistas en Barranquilla” El Heraldo, septiembre 10 de 2004, p. 8A.

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recrudecimiento de las amenazas contra dirigentes sociales y defensores de derechos humanos a la par del llamado “florecimiento de la economía de la ciudad”. Con el preocupante título “Cerca de 5.000 habitantes de Barranquilla y su área metropolitana en riesgo por violaciones a los DD HH”, el comunicado de la Defensoría señala: «Adicionalmente, se ha registrado un incremento de las amenazas de muerte contra los defensores y defensoras de derechos humanos. De acuerdo con cifras de la Defensoría Regional Atlántico, desde el primero de enero hasta el 17 de junio de este año (2014) se han registrado 90 casos de amenazas contra líderes sociales,

defensores

de

derechos

humanos,

sindicalistas,

estudiantes universitarios, docentes, las cuales se profieren por medio de panfletos, llamadas telefónicas y envío de sufragios. Ante esta grave situación, el Defensor del Pueblo, exhorta al Ministerio del Interior para que declare la alerta temprana para los municipios del Área Metropolitana de Barranquilla con el fin de que se implementen medidas eficaces que prevengan las violaciones de los derechos de esta población en riesgo. Así mismo, recomienda a la Gobernación del Atlántico coordinar con la fuerza pública la adopción de medidas de prevención y protección de los derechos de dicha población en riesgo, y las acciones tendientes a la desarticulación y neutralización del accionar de los grupos armados ilegales que generan los hechos de violencia». (Defensoría del Pueblo: 4:10:2014) Las amenazas y el asesinato selectivo y masivo están pues desmoronando el “modelo de virtudes” de las políticas neoliberales, en una clara simbiosis entre el modelo y el crimen, situación que está fortaleciendo indiscutiblemente el recurso de la alternativa. Respondemos así de manera concreta a la pregunta de una inquieta dirigente donde cuestionaba que: «Resulta preocupante que en la Costa están los tres actores del conflicto armado: guerrilla, narcos y paramilitares, pero mientras en el sur de Colombia se considera como la zona donde predomina la guerrilla, el norte es reconocido en el exterior como la zona donde predominan los segundos... sin justificar lo más mínimo a la guerrilla, hay que preguntarse

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¿qué hay en cierta dirigencia costeña que hizo que renaciera un fenómeno tan aberrante como el paramilitarismo?». (López: 2001: págs. 110-111) En el modelo económico, la ganancia de los monopolios, el tratado bilateral con Estados Unidos, la sobre explotación del trabajo asalariado, el negocio jugoso de la salud, la corrupción que genera el movimiento de capitales, las divisas del contrabando, las comisiones de las privatizaciones, la redistribución narcogamonal de la tierra, los jugosos contratos de las grandes obras portuarias y viales, el miedo (por la razón que las cobija) a la oposición democrática y de izquierda etc., allí están las respuestas a esa interesante pregunta. El egoísmo desenfrenado del neoliberalismo y la represión antisocial que lo acompaña nos convirtieron en reos de la muerte y en portadores obligados del olvido, por eso, en gran medida seguimos sujetos a los días miserables y sin memoria que siguieron a la fundación de Macondo. Pero no hay que esperar a un Melquiades;135 la responsabilidad y acción de los economistas, historiadores, dirigentes progresistas etc., de Barranquilla a pesar de la represión, deben seguir confrontando sus experiencias en debates y análisis que superen las limitaciones históricas excluyentes de nuestro capitalismo dependiente y de la cultura represiva neoliberal que lo inspira para poder recuperar así la memoria y, por consiguiente, la elevación y consagración de lo popular como fuente prioritaria de preocupación. La construcción de una alternativa económica y política que centre su preocupación en el interés y la voluntad de las mayorías costeñas, representa hoy más que nunca una empresa grandiosa cuyo sentido no solo debe estar en la coherencia de las propuestas que se hagan a la población sino, además, en que estas propuestas tengan una capacidad de convocatoria real. Es preciso recordar pues que la educación política de los sectores populares en Barranquilla se encuentra en unos niveles preocupantes. Y más si consideramos que durante la ofensiva ideológica de los neoliberales y la desbandada de intelectuales de izquierda a raíz del colapso del “socialismo real” y su secuela de traidores a la causa popular, sumando los planes de exterminio y las amenazas de dirigentes sociales, estudiantiles, sindicales etc., los barrios populares han quedado, en parte, huérfanos de dirigentes que propongan caminos distintos a los del establecimiento. 135

Personaje ficticio que redimió a Macondo de la peste del insomnio y la pérdida de memoria en Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.

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Para retomar la iniciativa popular, en una primera fase, la convocatoria que se haga deberá responder a las realidades concretas y prioritarias que sienta la población como imprescindibles para superar los factores de atraso y miseria presentes. Y, de hecho, las necesidades básicas de los barranquilleros y costeños surgirán como un elemento integrador que reactivará las expectativas populares y será éste un elemento fundamental para redefinir su futuro inmediato. En una segunda fase, y desde el plano económico, origen y expectativa de este trabajo, es preciso que la población barranquillera sienta como suyo, y lo son, los puertos, el río, las industrias y empresas productivas estatales básicas, energía, acueducto etc., privatizadas por el sistema, para que nuevamente sean recuperadas en destino colectivo y queden libres de la politiquería y corrupción generadas por la misma clase dominante que hoy se apoderó de ellas y la han convertido en un fiasco económico y social. Electricaribe y la Triple A son la prueba palpable de esa ineficiencia y corrupción de estas entidades privatizadas. Con esto se superará la visión de inmediatismo y las reivindicaciones de corto alcance que impregnan la coyuntura, origen de la movilización espontanea de los sectores populares, pues como es conocido, estas movilizaciones populares sin orientación definida han sido utilizadas por politiqueros y empresarios electorales como mecanismo para la manipulación política y la perpetuación a diversa escala de la corrupción. Se trata pues de articular los problemas actuales de la ciudad en lo inmediato y particular para vincularlos, mediante un proceso de educación política consciente a una estrategia nacional, permanente y compleja que logre incorporar en el subconsciente colectivo una visión de futuro económico y social integral. Al replantear en sus bases el análisis histórico del problema de acumulación del capital en la ciudad y la región Caribe colombiana, se puede advertir claramente que la clase dirigente (politiqueros) y dominante (gremios) han callado a propósito las causas de la creciente miseria en Barranquilla y el caribe; y también silencian el hecho indiscutible de que los factores sociales y políticos ejercen una influencia decisiva sobre el nivel que tiene el proceso de acumulación en las principales esferas de la economía y sobre su parte en la distribución de la renta local, tanto antes como en este decisivo periodo. Sé han “olvidado” estos sectores que el saqueo permanente de nuestros recursos naturales, materiales y humanos, estimulados por el dominio del capital extranjero, han limitado 353


gravemente la acumulación de capital nativo y determinado, por su parte, la extrema lentitud del desarrollo económico y, por consiguiente, la preocupante elevación de la miseria en los barrios pobres de la ciudad, la región y el país. Son muchos pues los factores desintegradores que la nueva etapa del capitalismo ha impuesto a la cultura Caribe y a la cohesión popular costeña, sumadas a las intenciones de penetración ideológica que lideran los gremios y algunos intelectuales que escriben para ellos. (Como hemos dicho, casi todos los escritos sobre Barranquilla y su historia legitiman la idea de progreso que imponen los círculos intelectuales ligados al sistema, exceptuando el trabajo de Mauricio Archila Neira, citado en este trabajo). Se ha pretendido con esa historia artificial de progreso económico, acentuar un “regionalismo popular” y una “identidad Caribe” construida sobre cimientos de desigualdad, buscando así que los barranquilleros y los caribeños en general, compartan una supuesta estabilidad que no existe, una “seguridad y paz” que pretende esconder los graves conflictos sociales y una “alegría y jovialidad” que cada día se desdibuja más a raíz de la miseria creciente. Pero, a pesar de todo, existe una experiencia de lucha que históricamente se ha acumulado en el tiempo. Generación tras generación los barranquilleros han soportado bajo el inclemente sol Caribe la humillación del hambre y del olvido; sin embargo, existe una memoria ancestral que intenta reconstruirse y que los medios de comunicación de masas, el academicismo limitante y el economicismo decadente en su historia y con su contenido enajenante no han borrado, y es esa memoria histórica, popular, soberana y antiimperialista de este pueblo la que debe seguir siendo convocada para que los vientos alisios del Caribe nos espanten esa sumatoria infinita de problemas no resueltos. Sobre la situación latinoamericana de la época un historiador ruso afirmaba que “Los indios y africanos llevaban una vida insoportable, marcada por el hambre y la miseria, carecían de tierra y estaban privados de todos los derechos políticos. En realidad, se encontraban reducidos a la situación de ganado de labor. Estas masas enormes de esclavos y semisiervos de la gleba determinaban también el carácter de la estructura social de las colonias; los indios y los negros formaban la base de la pirámide social” K. Tasárov, América Latina, historia, economía y partidos políticos. Editorial Progreso, Moscú, 1972, p. 25. i

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