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Un mundo diminuto

Cuando pensamos en la naturaleza y la vida silvestre, con frecuencia imaginamos a los grandes animales y plantas: los jaguares, cocodrilos, caobas, ceibas. Sin embargo, la mayor biodiversidad en los ecosistemas del planeta está compuesta por los animales pequeños. Cada hueco, árbol, o trozo de suelo, puede albergar millones de organismos de todo tipo. Los hongos, de formas alucinantes, contribuyen a mantener la vida y controlar a la muerte. Por un lado, ayudan a las plantas a absorber nutrientes esenciales, mientras que por otro, descomponen la materia muerta, creando un ciclo vital que da lugar a nuevos seres. Los insectos son un mundo en sí mismo. Millones y millones de insectos devoran grandes masas de plantas y animales permitiendo que circulen los nutrientes dentro de los ecosistemas. Al mismo tiempo, sirven de alimento para aves, mamíferos, anfibios, reptiles, y un sinfín de organismos. Las abejas y algunas mariposas, por ejemplo, favorecen la polinización de las flores. Las grandes colonias de hormigas oxigenan y nutren los suelos.

En el mundo natural, las arañas cazan y son cazadas por insectos como las avispas. Algunas avispas paralizan a las arañas para depositar huevos en ellas. Además, los microorganismos como ácaros, protozoarios y bacterias están por todas partes, siendo vitales en la vida de los ecosistemas. Su actividad constante es crucial para la naturaleza, contribuyendo al desarrollo sostenible y permitiéndonos apreciar la belleza de la vida en la Tierra. Evitar el uso indiscriminado de insecticidas, herbicidas y antibióticos es crucial. Estos productos afectan no solo a las especies perjudiciales, sino también a organismos benéficos esenciales para los ecosistemas y la salud humana. La protección de la macro y la microbiología no es solo una obligación ética es un compromiso de vida para el ser humano.

Fotografía: ILCP/Amigos de Sian Ka’an

www.amigosdesiankaan.org

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