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LA ARQUITECTURA Intima Por Arq. Isabel Rosas Martin del Campo
No se puede comprender la Arquitectura sin intimidad. Mi mente y mi espíritu se entrelazan con la totalidad de mi cuerpo. Cada pieza de mi cuerpo es una orquesta sinfónica de mí y de mi lugar, al que pertenezco; el que habito inevitablemente. Mis pensamientos son mi intimidad y la intimidad navega por toda la atmósfera en donde existo. Mi respiración se agiganta con las bocanadas del aire que enriquece mi espíritu cuando duermo, cuando como o cuando simplemente leo el libro al pudor de la ventana como testigo la luz de la silenciosa lámpara.
Mis emociones escuchan la intimidad de mi ser absoluto, mis deseos, mis sueños, me despiertan a la realidad para hacerlos vivir con cada instante que me conmueve o que me enloquece, pero nunca aquellos que me atormentan. Justo allí se pierde la intimidad y mi Yo, mi Cuerpo y mi Alma se quedan al desnudo de un lugar vacío de mí. Un lugar frío y distante nauseabundamente desolador y lleno de una tristeza enferma ¿cuál? El que no me define, el que me niega, el que me determina, el que me limita a la vergüenza de la NO intimidad. Ese lugar que pretende que todos seamos el mismo repetido mil veces.
Porque la intimidad no sólo es ausencia de otros ajenos a mí, sino que es todo lo que se acerca a mí para saber quién soy, la presencia de mi yo en su estado más auténtico. Porque mi casa es la extensión de mi cuerpo, y de mi identidad más personal. Qué sería de mi casa sin mí aun habitándola con mi cuerpo, mi alma y mi espíritu; poco a poco morirían hasta dejarme vacía. Cada mueble, cada muro, cada techo y cada suelo son solo objetos dispuestos para algo, en principio no los quiero para llenar el espacio sino para darle un sentido al lugar. Necesito de la intimidad que me cobija, que me eleva como vuelo de aves o que me canta como golondrinas al oído de mis fantasías y de mis anhelos.
Ven a mí intimidad y habítame toda en plenitud, que tu voz resuene en todo el espacio de mi existencia: mi casa.