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personalidades
JOSÉ HARO CARBAJAL
El amor por el arte nació en él desde corta edad, afición que perfeccionó durante años siguiendo los pasos y enseñanzas de Alejandro Rangel Hidalgo. Sin fama reconocida es un aporte importante en el arte comalteco.
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POR FÁTIMA GARAY
“Esto es único porque en el arte encuentro muchos seres que aunque llegan a estar delante de nosotros, no los vemos. Las plantas, las hojas, los árboles e incluso, los colores nos muestran un mundo en el que no nos fijamos pero es muy importante”.
Originario de Comala, Haro nace en 1950, es un artista, poseedor de un talento que se distingue por plasmar la realidad de
José Haro Carbajal es un afortunado de la vida que siempre ha luchado por lo que quiere buscando, de una manera u otra, trazar sus pensamientos, experiencias y sentimientos a través del pincel.
una forma original. Actualmente se dedica a pintar cuadros en estilo rangeliano así como a hacer muebles de forma artesanal.
En su familia no existen antecedentes de artistas o pintores, pero el arte siempre estuvo presente en su vida, el pintor Alejandro Rangel Hidalgo fue quien se adentró en su vida dejando una huella, que al día de hoy, sigue recordando con afecto.
SUS PRIMEROS ACERCAMIENTOS
AL PINCEL
Su infancia transcurrió en el rancho “Los Llanitos”, ubicado en el municipio comalteco cerca de la localidad de Nogueras. Aunque a los nueve años su familia lo llevó a él y a sus 10 hermanos a vivir en la ciudad capital, siempre regresaban los fines de semana.
Sus sábados y domingos transcurrían entre idas al río, a la hacienda de Nogueras a recorrer las huertas de limón o a explorar los alrededores del rancho de sus abuelos, tiempo que le dio para desarrollar su vista.
“Ya me gustaba dibujar… dibujaba a Tarzán, al Hombre Araña… era lo que me encantaba. Comala estaba llena de huertas de mangos, naranjas o limones, algo de lo que aún quedan vestigios… la naturaleza siempre fue mi aliada”.
Haro señala que fue durante 1968 que Rangel Hidalgo comenzó a crear lo que sería la escuela y estudio donde estaba ubicada anteriormente la hacienda azu

carera, en el poblado de Nogueras. Dicho lugar se convertiría en una zona de enseñanza del estilo que tanto caracterizaba a Rangel Hidalgo.
“Yo recuerdo que mi papá me platicaba que, cuando yo tenía tres años, durante las fiestas de Comala venían personas de Ciudad Guzmán y siempre les pedía un dulce de chivito, pero no me lo daban hasta que les dibujaba uno… esta es la primera memoria que tengo de que me gustaba dibujar”.
Una vez en primaria, Haro señala que hacían vasijas de cuastecomate secas haciéndoles dibujos.
“Ya en secundaria el maestro Heredia nos llevaba a la calle para dibujar… ya después yo compraba revistas y dibujaba por mi cuenta. Cuando tenía 13 años uno de mis vecinos nos sacaba mucho a la calle y nos decía que nos fijáramos en las cosas, no tanto en la figura, sino en el entorno que veíamos. Yo iba haciendo un cuadernito, entonces Arturo Pinto me dice que por qué no me iba a estudiar Artesanías”.
Haro le tomó la palabra, fue por ello que unos años más tarde consiguió una entrevista con Alejandro Rangel quien al ver el cuaderno con sus dibujos, fue que lo acogió en su escuela de pintura.
DISCÍPULO DE RANGEL
Durante la primera semana Alejandro Rangel lo puso a rellenar con color diversos dibujos que hacían el resto de los alumnos, actividad que llamó “muestras”.
“Me daban una tapita con color y me dedicaba a rellenar los respaldos de las sillas. Luego me dijeron que rellenara hojitas y a la siguiente semana me dijeron que necesitaban que les ayudara a empezar a pintar peinetas. A los cuatro meses yo tenía ya mi propio destajo”.
Asegura que debido a que tenía bastante habilidad fue que avanzó rápidamente.

“De los iniciadores de artesanías estaba Arturo Pinto, Gustavo Silva Cobián, Jesús Figueroa, entre otros… yo pertenecía a este primer movimiento, fui el último que llegó”.
Haro señala que Alejandro Rangel tenía la particularidad de ser estricto con los trabajos que realizaban sus alumnos, es por ello que revisaba todos personalmente y si llegara el caso de que alguno no le gustaba, daba instrucciones para que el alumno tallara la madera hasta hacer desaparecer el dibujo o la pintura.
“Fuimos aproximadamente 15 alumnos, de los cuáles solamente quedamos seis después de la selección final de Alejandro Rangel”.
“Yo recuerdo que cuando estuvimos en Nogueras ahí comíamos, ahí dormíamos… estábamos en la mesa con doña Margarita y don Alejandro, nos trataban como sus hijos y nos educaban como tal… desde la música que debíamos escuchar, hasta lo que debíamos comer…”.

Una de las anécdotas que José recuerda con tanto cariño fue el gusto de sus compañeros por el grupo musical “Los Tigres del Norte”, disco que ponían una vez que se retiraba Alejandro Rangel.
“Nos juntábamos en la terraza y la señora Margarita les decía “No los regañes Alejandro, están chavos. A ellos les gusta ese tipo de música, es música del pueblo” a lo que don Alejandro le respondía que nosotros teníamos que escuchar buena música para hacer buenos trabajos”.
José recuerda que Alejandro era muy estricto, por lo que cuando descubrió que José realizaba trabajos extra los fines de semana, lo despidió.
OTRO RUMBO
Después del despido, José se centró en sus estudios universitarios. Luego de sus estudios egresó de bioquímico y comenzó a trabajar en varias empresas, siempre llevando consigo su amor por la pintura.
“Mi tiempo con Rangel fue bueno, él siempre tenía algo que mostrarnos. Nos llamaba mucho a observar la naturaleza, todo a gran detalle… los nudos de las hojas, las plantas, las luces o sombras… Cuando tú veas el objeto, no veas el objeto, ve más allá… esto me ha ayudado mucho en mi trabajo”.
El primer trabajo que consiguió fue en CONASUPO, seguido de adentrarse en el área de Geodesia en el INEGI. En el año 1997


viajó a Estados Unidos y en 1998 entró a trabajar en PROFEPA hasta en el 2015.
“En PROFEPA me encargaba de estar en áreas naturales clandestinas… me tocó hacerles inspecciones a la CFE, contenedores… durante todo este tiempo nunca dejé la pintura, siempre estuve pintando. Cuando estuve en el INEGI participé en un concurso a nivel nacional y quedé en segundo lugar”.
Después de esto se dedicó al campo por algún tiempo, sembrando pepino hasta el 2017.
AFICIÓN PARA TODA LA VIDA
José se dio cuenta de que su amor por la pintura seguía intacto a pesar de tener
a esta afición en segundo plano durante bastante tiempo. Fue en el 2017 cuando decidió retomar la pintura.
“Comencé haciendo artesanías para mis hermanos ya profesionalmente, pero nunca lo dejé. Mis trazos fueron evolucionando y ahora es cuando más lo trabajo”.

José señala que no define su estilo como rangeliano sino como artesanal. Asegura que en cada una de las piezas que realiza, ya sean alhajeros, llaveros, cuadros, artículos de madera, entre otros… siempre se pueden encontrar ciertas características que muestran la esencia de Rangel Hidalgo.
“De hecho a don Alejandro nunca le hubiera gustado que llamaran a su estilo minimalista como “estilo rangeliano”. En esta forma de pintar podemos encontrar simetría bilateral o cuadrilateral, un estilo decorativo y siempre siguiendo la temática de fauna, flora o fiesta”.
SU APORTACIÓN
Afirma que el único objetivo de las piezas es que son totalmente decorativas ya que es una forma de plasmar los dibujos para darle una estructura a un cuadro. En las pinturas se pueden encontrar desde Calandrias, Golondrinas, Zanates, plantas del lugar y colores ocres, tabaco o verde seco.
“Hubo altibajos, pero mi vida ha sido buena… creo que he tenido oportunidad de hacer cosas únicas y conocer lugares maravillosos gracias a los trabajos que he tenido.
Las piezas que realiza se pueden encontrar en la tienda que se ubica enfrente del actual Museo Alejandro Rangel Hidalgo, en la localidad de Nogueras.

En una semana hace unas 14 cajas de madera, las cuáles las adorna con trazos que ha ido mejorando a partir de sus estudios y enseñanzas de Rangel Hidalgo, estilo que ha ido desarrollando hasta encontrar el propio.

