11 minute read

La Voz del Inspector

Next Article
El Rector Mayor

El Rector Mayor

Dos Gigantes que se suceden en el carisma salesiano

Les deseo un feliz Año Nuevo amigos lectores del Boletin Salesiano. Feliz y bendecido año 2022.

Advertisement

Estamos en el mes de enero y al final del mismo se cumplirán cuatrocientos años de la muerte de un gran santo, genial, único en sus tiempos. Se trata de San Francisco de SALES de quienes nosotros, los salesianos de don Bosco llevamos su nombre. Un día don Bosco dijo a un grupo de muchachos que habían crecido a su lado: “Nos llamaremos salesianos. Y así comenzó esta fascinante ‘aventura en el Espíritu’ que daría lugar al gran árbol que hoy es la Familia Salesiana de don Bosco, que hunde sus raíces y bebe cotidianamente de esta espiritualidad salesiana, es decir, la espiritualidad de Francisco de Sales leída y practicada con la sensibilidad de otro gigante, como ha sido don Bosco.

Es por eso que hablo de dos gigantes que se suceden en el carisma salesiano, porque ambos son un gran don en la Iglesia, y porque don Bosco supo traducir como ningún otro la fuerza espiritual de Francisco de Sales en la cotidianeidad de la educación y evangelización de sus muchachos pobres, y por ende, toda su familia salesiana sigue teniendo este deber en la Iglesia y el mundo de hoy.

Es por esto que quiero declarar desde el inicio que ‘simbólicamente’ ambos, Francisco de Sales y Juan Bosco (don Bosco), tienen mucho en común, ya desde la cuna.

Francisco de Sales, nace bajo el cielo de Saboya que corona valles atravesados por arroyos que nacen en las cumbres más altas de los Alpes. ¿Cómo no pensar que Juan Bosco también era saboyano? No nació en un castillo, pero tenía el mismo don que Francisco: una madre dulcemente llena de fe. Françoise de Boisy era jovencísima cuando esperaba su primer hijo y, en Annecy, frente a la Sábana Santa, que le hablaba de la pasión del Hijo bendito de Dios, emocionada, hizo una promesa: ese niño debía pertenecer a Jesús para siempre.

Mamá Margarita le dirá a su Juan un día: «Cuando viniste al mundo, te consagré a la Santísima Virgen».

Frente a la misma Sábana Santa, don Bosco también se arrodillará en Turín. Las madres cristianas generan santos. En un castillo, como Francisco, o en una casa de campo destartalada, como Juan.

Dicen que la primera frase completa que logró formular Francisco fue: “El buen Dios y mi madre me quieren mucho”.

Y el buen Dios cuidó de Francisco y de Juan. Y a ambos les dio un gran corazón. Francisco estudió en París y Padua, en las universidades más prestigiosas del momento. Juan estudió a la luz de las velas en el nicho de una taberna. Pero el Espíritu no se detiene ante las dificultades humanas. Los dos estaban destinados a “encontrarse”.

San Francisco de Sales es una de las figuras de la historia que, con el paso del tiempo, han crecido en relevancia y significatividad, debido a la fecunda expansión de sus intuiciones, experiencias y convicciones espirituales. Después de 400 años no deja de ser fascinante su propuesta de vida cristiana, su método de acompañamiento espiritual y, su visión humanista de la relación del ser humano con Dios. Y don Bosco, como ningún otro supo interpretarlo.

A lo largo de este año serán varios los acontecimientos en los que podremos acercanos a la figura de san Francisco de Sales y a su lado en el espíritu salesiano con la mística de Valdocco a Don Bosco. Mi saludo de hoy quiere ser una felicitación en el nuevo año y una invitación a todos los amigos del carisma de don Bosco a saborear esa frescura profundamente humana y espiritual que atraviesa, como un gran río, la espiritualidad salesiana que viene desde Francisco de Sales a don Bosco. Y este río lleva en sí una gran fuerza que encontramos en estos pensamientos ‘salesianos’ que vienen del mismo corazón de San Francisco y que don Bosco hizo suyos en la vida con sus jóvenes.

He aquí algunos:

• Dios, en su gracia, no actúa nunca sin nuestro consentimiento. Actúa con fuerza, pero no para obligar o constreñir, sino para atraer el corazón, no para violentar, sino para enamorar a nuestra libertad.

• Dios, como le gustaba decir a Francisco de Sales, nos atrae hacia Él con su bondadosa iniciativa, a veces como una vocación o llamada, otras veces como la voz de un amigo, como una inspiración o una invitación y otras como una “prevención” porque se anticipa siempre. Dios no se impone: llama a nuestra puerta y espera a que le abramos.

• Dios está presente y se hace presente a cada persona en esos momentos de su vida que solo Dios mismo elige y del modo que solo Dios conoce.

• Tanto Francisco de Sales como don Bosco hacen de la vida de cada día expresión del amor de Dios, que es recibido y también correspondido. Nuestros santos han querido acercar la relación con Dios a la vida y la vida a la relación con Dios. Se trata de la propuesta de

“la santidad de la puerta de al lado” o “la clase media de la santidad” de la que con tanto afecto nos habla el

Papa Francisco. “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad «de la puerta de al lado», de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, «la clase media de la santidad.

• Dios no nos ama porque seamos buenos, sino porque

Él es bueno

• A hacer la voluntad de Dios no se llega por sentimientos de “indignidad”, sino por la esperanza en la misericordia y en la bondad de Dios. Este es el optimismo salesiano. • Francisco de Sales responde al amor de Dios con amor.

• Te amaré, Señor, al menos en esta vida, si no me es dado amarte en la vida eterna; al menos te amaré aquí, oh Dios, y siempre esperaré en tu misericordia

• La crisis de Francisco de Sales deja traslucir lo más profundo de su ser: un corazón enamorado de Dios.

• La convicción de que el amor de Dios no se basa en sentirse bien, sino en hacer la voluntad de Dios Padre, es el eje de la espiritualidad de Francisco de Sales y debe ser la guía para toda la familia de Don Bosco.

• Hacer un camino desde los consuelos de Dios al Dios de los consuelos, del entusiasmo hacia el verdadero amor.

• Hacer todo por amor, nada por temor, porque es la misericordia de Dios y no los propios méritos la que nos mueve a amar.

• Si San Agustín decía que “nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”1, siguiendo el pensamiento de Francisco de Sales, podíamos decir con von

Balthasar, que “tu corazón [oh Dios], se siente inquieto hasta que nosotros descansemos en ti, hasta que el tiempo y la eternidad se confundan sumergidos el uno en el otro.

• Tal y como quería don Bosco: ¡Que el amor a Cristo nos lleve al amor a los jóvenes!, característica salesiana de nuestra vida y permanente desafío para la Familia de

Don Bosco hoy y siempre.

• La caridad es la medida de nuestra oración, porque nuestro amor a Dios se manifiesta en el amor al prójimo.

• En esto consiste la “oración de la vida”: en realizar todas las actividades en el amor y por el amor de Dios, de tal modo que toda la vida se convierta en una oración continua.

• Conviene encontrar momentos para retirarnos al propio corazón, apartados del ajetreo y el activismo, y conversar de corazón a corazón con Dios.

• En Ella (María) comprobamos lo que Dios está dispuesto a hacer con su amor, cuando encuentra corazones disponibles como el de María. Vaciándose de sí misma, recibe la plenitud de Dios. Permaneciendo disponible para Dios, Él es capaz de realizar en Ella grandes cosas.

1 AGUSTIN DE HIPONA, Confesiones, I, 1

La oración es para es para todos todos

En la pasada entrega del Boletín invitaba a centrar la atención en una frase de santa Catalina de Siena: “Hazte capacidad, y yo me haré torrente”. En esta ocasión les sugiero dar un salto en el tiempo de unos 220 años para conectar con san Francisco de Sales, en quien se inspiró Don Bosco para dar nombre a su Congregación, este formuló una expresión muy sencilla, pero de mucha profundidad y significación por la época en la que fue pronunciada por él: “La oración es para todos”. Este es un tema de vital importancia para él, así lo demuestra al adoptar en sus escritos la palabra oración en más de 125 veces.

En ocasión de celebrarse los 400 años de su muerte hemos de dejarnos iluminar y orientar sobre este aspecto fundamental para los cristianos, los religiosos y los sacerdotes en general. Ello nos ayudará a reforzar nuestra vida interior.

El punto de partida de la experiencia espiritual de san Francisco se cimenta en la frase bíblica de Lucas 18,1: Es “preciso orar siempre sin desfallecer”. En su obra la Filotea utiliza una imagen muy elocuente al referirse a la oración, “es un agua de bendición que hace reverdecer y florecer de nuevo las plantas de nuestros buenos deseos, limpia las almas de las imperfecciones y mitiga el ardor de las pasiones en el corazón”. La oración es necesaria y sin ella difícilmente se pueda alcanzar un bien. Es en la oración habitual en donde se recibe la inspiración para hacer las cosas correctamente. En definitiva, se aprende a orar orando.

El Santo de Sales señala que existen, básicamente, tres condiciones elementales para la oración y que no se pueden descuidar; insiste en que no son metodologías, ellas son: la humildad a través de la cual busca hacerse pequeño para generar la compasión. La esperanza, que hace grande a la persona; constituyéndose en un factor esencial que logra su fecundidad siempre que esté fundamentada en el amor. Y la tercera condición, para obtener mejor provecho de la oración, es la atención amable a Jesús.

Propone al orante una preparación para la oración en dos momentos: ponerse en la presencia de Dios e invocar su asistencia. Puede darse el caso de que se esté delante de Dios y que nos olvidemos de su presencia, de su proyecto para nosotros. Indica también que la oración mental envuelve el intelecto; alerta, asimismo, que la oración no es una cuestión cerebral. Incluso, llega a decir que la oración ilumina al intelecto para no caer en

la ignorancia y en los afectos desordenados. San Francisco recomienda tanto la oración mental como la vocal. A él no le interesa mucho la terminología, pero sí el deseo de centrarse en Dios. Por otra parte, deja muy claro que la oración mental no es un ejercicio intelectual, sino un diálogo atento, una conversación afectuosa porque la oración es siempre un coloquio entre Dios y la persona. E insiste que la oración es una cuestión del corazón y de la voluntad. Defiende también que la oración es algo práctico porque nace en el pueblo senLa oración es necesaria cillo. Y, además, se aprende en la cotidianidad de la vida. El único modo de y sin ella difícilmente se aprender a orar es comenzar a hacerlo. pueda alcanzar un bien. Jesús busca conectar con la persona

Es en la oración habiallí donde se encuentre, para establecer una relación de amor con esta. La tual en donde se recibe humildad, la esperanza amable y el esla inspiración para ha- tar injertados en Jesús crucificado, son factores esenciales en la oración salecer las cosas correcta- siana, lo que da paso a una relación de mente. En definitiva, se dos: Dios y la persona. aprende a orar orando. Para Francisco la oración es algo sim ple y complejo a la vez, ya que se re quiere esfuerzo y una cierta estructura. Y, sobre todo, requiere de tiempo. Para él son fundamentales dos pequeñas virtudes: la humildad y la sencillez. Es en este contexto que Dios atrae a la persona para proveerle el alimento de su gracia, la persona se apega, con todas sus fuerzas, para responder a Dios. Es decir, la sencillez de la oración genera, por lo regular, una profunda intensidad e intimidad. A lo que el santo de la amabilidad llama intimidad con Dios, otros le llaman unión con Dios. La unión se caracteriza por la sencillez, evitando de esa forma las complicaciones. Para unirse a Dios hay que proceder de modo franco y casual. La sencillez supone la paciencia de la repetición. Las personas que son fieles a la oración lo son porque están absortos en Dios y no en sí mismos. Quien está profundamente ensimismado en Dios ni siquiera se da cuenta que está orando porque su atención está en el Señor. Es aquí donde se inserta la mística salesiana. Por otra parte, Francisco está claro de que el conocimiento se adquiere con la experiencia; los propósitos han de traducirse en acciones concretas. Es decir, en obras de caridad. En fin, son todos estos factores que tributarán para que la oración se constituya en un diálogo íntimo de corazón a corazón.

This article is from: