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Caminar amablemente por la Tierra Caminar amablemente por la Tierra

El Papa Francisco en su “Quin cuagésimo séptimo (57.o) Mensaje para las Comunicaciones Sociales” de este año 2023 estimula a todos a “hablar con el corazón”, y en el ante rior mensaje, del año 2022, a “escu char con el corazón”. Asimismo, en su Carta Encíclica, ecológica y social, Laudato Sí, invita a “caminar amable mente por la tierra”. De hecho, decía el antropólogo André Leroi-Gourhan, que “la humanidad comienza por los pies”. El Santo Padre, con sus llama tivas metáforas, quiere conquistar nuestra atención y movernos hacia la acción a favor del bien común y de la paz, encaminarnos a un estilo de vida sobrio y sencillo, propio de la espiritualidad cristiana.

Les propongo siete virtudes ecológicas identificadas por el profesor de la Universidad Pontificia Salesiana de Roma, Joshtrom Isaac Kureethadam, en la Carta Encíclica Laudato Sí. Tales virtudes no están explícitas en el documento, sin embargo, se mencionan repetidas veces en el mismo: alabanza, gratitud, cuidado, justicia, trabajo, sobriedad y humildad. Las virtudes son hábitos buenos que promueven caminar amablemente por la tierra y a dar vida a la ley moral.

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El mismo título de la Encíclica es una invitación a alabar al Creador. El término recorre todo el documento y aparece más de treinta veces. La Biblia, también, habla a menudo de la bondad y belleza de la creación, llamada a dar gloria a Dios. San Francisco de Asís estalló espontáneamente en gozosas alabanzas frente a la belleza de la creación, pero hoy nos comportamos de una manera arrogante y egoísta, reduciendo la naturaleza a una “cosa” que el hombre usa y explota a su antojo. Dice Thomas Berry que sufrimos de una especie de “autismo cultural” que nos impide escuchar las voces de la creación.

La gratitud está unida a la alabanza. Sin embargo, actualmente la naturaleza no se ve como un don salido de las manos de Dios ni se entiende que “la tierra nos es dada”; solo se percibe como un don económico, pero no como un don de Dios. Ello ha conducido al abuso de la creación y de los bienes creados. Se nuestra, más bien, ingratitud hacia el Creador; entonces, necesitamos aprender a vivir con gratitud a Dios por el don de la creación.

El cuidado es otra virtud ecológica, incluso el documento lleva como subtítulo: “cuidado” de nuestra casa común. Cuidar es auténticamente humano y auténticamente cristiano. El cuidado tiene su fundamento en la fraternidad universal, de hijos de un mismo Padre. Además, la ética del cuidado tiene su fundamento en una visión del mundo como una red de relaciones. Hace falta volver a sentir que nos necesitamos unos a otros, que tenemos necesidad del otro y del mundo. Hay que amar la tierra.

Así mismo, la justicia es una virtud ecológica. El fundamento de la eco-justicia es el destino común de todos los bienes materiales. La crisis ecológica está siendo movida por una serie de amenazas, como, por ejemplo, los gases generados por los países ricos. Es decir, la bancarrota del mercado se ha reflejado en los impactos del cambio climático; tal crisis se genera en el crisol de la desigualdad. La crisis ecológica es fruto de una profunda injusticia. Hoy la filantropía hay que traducirla en justicia hacia los más vulnerables. Existe una urgente necesidad moral de una renovada solidaridad intrageneracional. La eco-justicia también es intergeneracional y la solidaridad intergeneracional es una cuestión de justicia.

En cualquier planteamiento sobre una ecología integral no se puede excluir al ser humano y la virtud del trabajo. Dios le solicitó a Adán que cuidara con su trabajo la creación. Nos volvemos virtuosos cuando trabajamos y cuidamos la creación. El trabajo promueve el crecimiento de los seres humanos, y se ha de asegurar una vida digna a través del trabajo.

Asimismo, se requiere de sobriedad y ascetismo para un óptimo uso de los recursos naturales y para combatir la sociedad de consumo. El futuro común radica en el cuidado que prodiguemos al planeta tierra. La sobriedad que se vive con libertad y conciencia es liberadora: consiste en ver el mundo con los ojos de Dios y desde el punto de vista de los pobres. Solo un estilo de vida sobrio puede salvar nuestra casa común.

La humildad es la madre de las virtudes. La falta de ésta conduce a la dominación sin sentido. El desacierto que hoy vivimos está siendo causado por nuestra falta de humildad para reconocernos creaturas. En la arrogancia humana está la raíz de nuestra gestión irresponsable de la creación. La crisis ecológica es un fruto de la incapacidad de reconocernos hechura del Creador. Los problemas ecológicos surgen de nuestra obstinada negativa a aceptar cualquier límite. Nos hemos revelado contra el orden natural. Por tales motivos "la tierra sufre y necesitamos políticas amables y previsoras de ecología integral". Acojamos, orientemos y formemos la sensibilidad y la generosidad de los jóvenes para promover estas virtudes.

ranciSco alberto Pérez roDríguez boletinantillas@gmail.com @educadoreslideresrd

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