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Despiezando la ballena en la zona portuaria de Santoña. Escudo de Laredo en el siglo XIII.
¿Quién se comió la ballena? Motivo de chanza, pero también de más de una bronca; cuerda de arranque de mil y una conversaciones con laredanos y santoñeses como protagonistas; recurrente ocurrencia para ambientar un encuentro entre gentes de ambos pueblos; y excusa para romper el hielo que en otras latitudes se solventa con un no menos tópico "hace buen tiempo". Tuvo que ser un programa gastronómico de Radio Laredo quien, a mediados de junio gestase la bendita ocurrencia de juntar en una mesa de debate a personas bien documentadas de ambas villas para
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despejar definitivamente unas dudas que difícilmente abandonarán el terreno de la leyenda. El mérito de Angel Luis Gómez Calle, conductor del espacio "Entrecazuelas" reside no sólo en alumbrar la idea del encuentro dialéctico, sino sobre todo en sentar en la tertulia a gentes bien pertrechadas en el terreno argumental, donde no escatimaron toda suerte de quiebros, fintas e ironías para seguir hurgando en la herida aunque sin ánimo de hacer sangre. Los protagonistas, además del mencionado Angel Luis en el papel de moderador, fueron, por
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parte santoñesa, el conservero y periodista Antonio Cefalú , y el Presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Santoña, Adolfo Muela. Y por parte pejina, Rufo de Francisco, conocedor y estudioso de los modos y costumbres de nuestra villa; y Oscar Gutiérrez, presentado como hombre emprendedor, vitalista y, sobre todo, laredano. Precisamente fue Oscar el encargado de romper el hielo, con una intervención cargada de rotundidad verbal y que encerraba mucho sentimiento. "Han pasado 63 años afirmaba- y la mancha, el oprobio, el estigma, ese arponazo que los santoñeses de la villa hermana nos lanzaron al corazón debemos lavarlo, clarificarlo, especialmente lavar y restañar la fama y el código de con-
ducta de los pescadores laredanos, que fueron acusados por los santoñese de piratería gastronómica, de cuatreros de la mar al ir a hurtar en aquella noche del 3 de noviembre carne de la ballena de Santoña". A partir de ahí, insertaba al cetáceo santoñés entre las ballenas más universales, junto a la ballena bíblica que engulló a Jonás; a la que en
la ficción nos puso a todos el corazón en un puño en la novela -y posterior película- "Moby Dick"; y a la que se tragó a Geppeto, el padre de Pinocho. Habló después de las embarcaciones activas en aquellos años. Barcos como el "Linda Playa", el "Mar Negro"; la "Gaviota del Mar"; el "Buenos Aires; "El Rana"; el "María Nieves"; y los "Pósitos" aquellos que eran fletados por la propia cofradía de pescadores. Precisamente en torno al Pósito nº1 de Laredo rescató una anécdota que llenó en su tiempo de angustia y zozobra a todo el pueblo. Salieron a faenar frente a la costa de Santoña, se les averió el motor y quedaron a la deriva, yendo a parar a la costa de Bayona (Francia). En Laredo no hubo noticias de ellos y se creyó que habían fallecido; los pescadores, que arribaron a una Francia ocupada por los nazis, fueron inicialmente apresados. Días después
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las autoridades galas contactaron con las pejinas para darles cuenta del hallazgo, el de unos hombres por quienes ya se había oficidado el funeral. Por supuesto su retorno fue celebrado con gran júbilo. Oscar cerró su intervención lanzando al viento su teoría: "Efectivamente, Laredo comió ballena, porque como dicen los japoneses, una ballena da para comer a siete pue-
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blos", y esto es lo que ocurrió en este caso: ballena comió Laredo, Santoña, Santander, los pueblos limítrofes… y que quede limpia esa mancha, ese oprobio, ese arponazo al corazón de estos pescadores laredanos". Tras una breve intervención de Cefalú, llamando al sosiego tras tan agitado discurso, fue Rufo de Francisco quien tomó la palabra
para dar unas pequeñas pinceladas sobre lo que la ballena representaba en nuestro litoral. Según la documentación existente, la pesca de la ballena se desarrolló en esta zona entre los siglos X y XVIII, abarcando toda la costa cantábrica. Una pesca llena de épica con unos hombres que se enfrentaban a tamaña presa en unas embarcaciones que tenían que ser robustas pero a la vez lo
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suficientemente ágiles como para ser movidas por remos. Una vez capturada, se procedía a hacer "el beneficio de la ballena": se extraían las partes grasas; el saín que metido a cocción daba el aceite de tan extraordinarias propiedades; y por supuesto, la carne de ballena, cuyo sabor, decía Rufo, no es el fuerte del pescado, sino que es un sabor y consistencia de tierra, de carne. Pasado el tiempo, las ballenas se trasladaron a otras latitudes y Laredo y el resto de pueblos se quedaron con la pesca tradicional. Pero en muchas villas del litoral, entre ellas Laredo, los escudos antiguos recuerdan la importancia que tuvo esta pesca, hasta el punto de estar recogido el cetáceo en sus cuarteles. Incluso el sello-escudo de Laredo más antiguo tiene como único emblema la ballena. Llegó el turno de Manuel Adolfo Muela, quien centró su intervención en narrar la aparición de la ballena en Santoña. "Se ha constatado que apareció el 30 de octubre de 1943. Fue un cetáceo de 16 toneladas y 14
metros de longitud. A las tres de la madrugada, cuando Octavio Valle, uno de los patrones de uno de los vapores de Santoña, se acercaba a la zona marítima para comprobar el estado de la mar comprobó que había una ballena varada en la arena frente a su persona; rápidamente llegó a la bodega, recogió unos "chicotes", la amarró a un "noray" y se la llevó al puerto pesquero con su pequeño vapor llamado "Plus Ultra". La ballena fue subastada. La compraron unos fabricantes de Santoña, uno de los empleados cayó al interior de la "paila" y tuvo toda la vida problemas de piernas. La ballena fue traída a Laredo en un camión de "Transportes Balmaceda" de Santoña; otro camión fue a Burgos, a un cuartel de infantería; y también se comió la ballena en Santoña. La cabeza fue trasladada al centro biológico de Santander, y la grasa fue a Barcelona para una empresa de cosméticos". A continuación, Muela narró la tragedia del Pósito 1 de Santoña, que en su primera navegación desapareció llevando 16 tripulantes a bordo; y recordó una gesta de solidaridad de los pescadores santoñeses con sus hermanos laredanos, al socorrer a una embarcación que había perdido ya a dos hombres.
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Antiguo escudo de armas de Laredo.
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De nuevo el turno llegó a Oscar Gutiérrez, quien volvió al particular sobre la ballena en litigio y añadió el dato de que, al parecer, Octavio Valle creyó al principio que se trataba de un submarino, algo que se entendía dentro del contexto bélico de aquellos años; el propio Adolfo Muela señaló al respecto que la ballena tenía alambres y una
especie de disparos sobre su cuerpo, que posiblemente se debieran a ser confundida con un submarino. El debate siguió luego por la senda de lo gastronómico, verdadero objeto del programa, y fue bonito recordar cómo en aquellos años del hambre, la mar fue una auténtica despensa para ambas poblaciones que, pese a lo cercano, difieren a la hora de
nominar a alguna de sus delicias gastronómicas. No sólo la mar, también la marisma en el caso de Santoña y el arbolado del Buciero; en Laredo, las "arreturas" también sirvieron para engañar, y bien, a los estómagos hambrientos, como los respigos o la "rebusquita", que era recoger los restos de la recogida del maíz, sin olvidar la matanza del chon.
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Tiempo hubo incluso para que Rufo rescatara del relato de su padre la anécdota de una ballena varada en Laredo, allá por 1921. Todo el pueblo acudió a verla, tendida sobre un lado, malherida, dando los últimos coletazos de su vida. Las autoridades contactaron con unos industriales de Galicia que llegaron a la zona del puerto con enormes cuchillos y gran habilidad para despiezar al animal. Decían a los pejinos que "tengan reparos en comer. Algunos grandes dados fueron depositadas en la plaza del mercado, en sus cámaras, y, pese a los reparos, se acabó comiendo". A partir de ahí se fueron sucediendo interesantísimas intervenciones que versaban sobre el aprovechamiento de las ballenas, la rivalidad entre pueblos costeros, la forma de preparación más idónea para este bocado y mil y una curiosidades más. Lo que
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no descendió en ningún momento fue el tono de ironía que presidió el encuentro y que sirvió para que Oscar lanzase dos teorías sobre por qué la ballena varó en Santoña: una, porque siendo un animal inteligente, quería morir en Laredo pero algo en el último momento se lo impidió; o bien porque quiso morir en Santoña deleitándose con la vista de Laredo; en esta línea Adolfo Muela sostuvo que allá por el siglo XVI, el emperador Carlos V quiso desembarcar a principios de septiembre en Santoña, pero allí estaban de fiesta e ignoraron a quien entonces optó por poner pie en tierra en Laredo. La intervención del público con sus preguntas hizo revisitar toda suerte de tópicos, como el del mutuo achaque de la condición de "tiñoso" que, en honor a la verdad, parece ser que era aplicado en propiedad a algunos pescadores de
Laredo a los que el uso en condiciones poco higiénicas de las boinas, en las que incluso se guardaba la pesca, produjo tan incómodas heridas en el cuero cabelludo. Eso sí. Sobre la mesa quedó patente el interés por aprovechar la fama alcanzada en torno al contencioso ballenero, y organizar una celebración conjunta. Una buena manera de sancionar una vecindad que, a pesar de los pesares, siempre se lleva adelante con muchas dosis de ironía por ambas partes. Así transcurrió una tertulia que el programa de Radio Laredo "Entrecazuelas" cocinó al gusto de las decenas de curiosos que aquella tarde completaron gran parte del aforo de la Casa de Cultura. Acierto pleno, no hay duda. Que sin embargo no evitará que perdure durante mucho tiempo la misma pregunta: ¿Quién se comió la ballena?