9-1 Dendra Medica / Ars Medica Vol. 9 Num. 1

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Dendra Médica Revista de Humanidades

Revista de Humanidades Volumen 9

Número 1

Editorial Fuga de cerebros José Luis Puerta

Artículos Piratas del siglo XXI Víctor San Juan

Breve historia de la National Library of Medicine (NLM) José Luis Puerta

Psicología de la nostalgia Cecilio Paniagua

Artículo especial La Europa de Ratzinger Carlos Aragonés Junio 2010

Doce artículos para recordar

Vol. 9

Katharine Hepburn

Europa, política y religión Joseph Ratzinger

Crítica Juan Tejero

N.º 1

Carlomagno entre los Papas San Gelasio I (¿?-496) y San Gregorio Magno (c.540-604). Tomada del libro de oraciones de Carlos II de Francia (823-877).

Página literaria

Págs. 1-112

Guy de Maupassant (1850-1893). Nota de la Redacción Enfermos y médicos Guy de Maupassant (†)

Miscelánea Energía envasada Diego Quintana

Judicialización sanitaria Alfonso Utrillas Compaired

Publicar o perecer, pero ¿a qué coste? Ushma S. Neill

Fidel Pagés: descubridor de la anestesia epidural Ramiro de la Mata Pagés Dendra Médica

Dudosos esfuerzos de conservación Achim Steiner

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Revista de Humanidades

Dendra Médica. Revista de Humanidades es una publicación semestral (junio y noviembre) que patrocina la Fundación Pfizer y publica Mediscript, S.L. Fue fundada en 2001 por José Luis Puerta López Cózar y el primer número apareció en junio de 2002 con el título de Ars Medica. Revista de Humanidades con el que ha sido publicada hasta noviembre de 2008 por el Grupo Ars XXI de Comunicación, S.L., momento en el que por distintos avatares esta empresa editora dejó de hacerse cargo de la publicación y, por tanto, hubo que cambiar el nombre de la publicación. Desde su aparición, la Revista ha tenido como objetivos recuperar la tradición humanística que siempre ha rodeado la práctica de la medicina y contribuir a que se entienda mejor el nuevo paradigma que se está fraguando dentro de la profesión médica. Consecuentemente, la publicación pretende, por un lado, acercarse a la Historia de la Medicina y, por otro lado, favorecer la interacción de esa larga lista de materias que inciden en la práctica clínica de hoy: economía, derecho, gestión, ética, sociología, tecnología, ecología, relaciones internacionales, política, etc. Asimismo, esta publicación desea analizar y promover los valores humanos que siempre deben estar presentes en la relación médico-paciente. Dendra Médica. Revista de Humanidades is a biannual publication (June and November) sponsored by the Pfizer Foundation (Spain), and published by Mediscript, S.L. The journal was grounded in 2001 by José Luis Puerta López-Cózar, and its first issue appeared in June 2002 with the title Ars Medica. Revista de Humanidades. Under this name has been published until November 2008 by Grupo Ars XXI de Comunicación, S.L. Due to various circumstances, the publisher discontinued it, and the title of the publication should be changed. From its very first issue, the aims of the journal were to restore the humanistic tradition that has always surrounded the clinical practice, and to contribute to a better understanding of the new paradigm that is operating within the medicine. Accordingly, in these pages we try to approach the History of Medicine, and to promote the interactions of the long list of disciplines which are shaping the clinical practice in our days: economics, law, management, ethics, sociology, technology, ecology, international relations, politics and so on. Likewise, this publication tries to analyze and foster the human values that should always be present in the physician-patient relationship.

Redacción

Consejo Editorial

Director: José Luis Puerta López-Cózar (jlp@dendramedica.es) Redactor Jefe: Santiago Prieto Rodríguez (s_prieto@telefonica.net
) Coordinación editorial: Assumpta Mauri (mauri@dendramedica.es)

Juan Luis Arsuaga Ferreras, Enrique Baca Baldomero, Francisco José García Pascual, Julián García Vargas, José Luis González Quirós, Maite Hernández Presas, Juan José López-Ibor Aliño, Emilio Moraleda Martínez, Alfonso Moreno González, Pedro Núñez Morgades, Juan José Francisco Polledo, Marta Reyes Suárez, Juan Rodés Teixidor, Julián Ruiz Ferrán, Elvira Sanz Urgoiti

Periodicidad: Dos números al año (junio y noviembre) que se distribuyen gratuitamente entre profesionales de la salud Suscripciones: Si desea recibir la revista en soporte papel, entre en la página web: www.fundacionpfizer.com. En la parte superior derecha, haga doble clic en la pestaña “consultas” y rellene el formulario, incluyendo su dirección postal. Si prefiere obtenerla en versión electrónica, entre en la página web de la Fundación Pfizer: http://www.fundacionpfizer.org/publicaciones/coleccion_de_humanidades/indice_coleccion_de_humanidades.html. También puede conseguir la revista en formato electrónico en: www.dendramedica.es

© Copyright 2010 Mediscript, S.L. correo electrónico: mauri@dendramedica.es

www.dendramedica.es Los contenidos de la revista expresan exclusivamente los puntos de vista y las opiniones personales de sus autores. Y en ningún modo pueden considerarse representativos de los posicionamientos del staff de la Revista, la Fundación Pfizer, que la patrocina, o sus patronos. Asimismo, los autores son los únicos responsables ante terceros de la autoría de sus escritos o de aquellos otros elementos suministrados por ellos (fotos, ilustraciones, dibujos, etc.). Publicación que cumple los requisitos de soporte válido. ISSN: 1889-8203. Título abreviado: Dendra méd. rev. humanid. Depósito Legal: M-30736-2009. Impresión: Gráficas Onofre Alonso, S.L. • Travesía de Villa Esther 5 - Polígono Industrial El Nogal - 28110 Algete (Madrid) Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización escrita de Mediscript, S.L., bajo las sanciones establecidas por las leyes, la reproducción parcial o total de esta publicación por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

Remisión de manuscritos Dirigirlos a: Dr. José Luis Puerta, director de “Dendra Médica. Revista de Humanidades”, al correo electrónico: jlp@dendramedica.es Todos los artículos aceptados quedan como propiedad permanente de “Dendra Médica. Revista de Humanidades” y no podrán ser reproducidos total o parcialmente sin permiso de Mediscript, S.L.


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Volumen 9

Número 1

Editorial | Editorial 4

Fuga de cerebros Brain drain José Luis Puerta

Artículos | Articles 6

Piratas del siglo XXI Pirates of the XXI Century Víctor San Juan

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Breve historia de la National Library of Medicine (NLM) A brief history of The National Library of Medicine (NLM) José Luis Puerta

39

Psicología de la nostalgia Psychology of nostalgia Cecilio Paniagua

Artículo especial | Special Article 49

La Europa de Ratzinger The Europe of Ratzinger Carlos Aragonés

53

Europa, política y religión Europe, politics and religion Joseph Ratzinger

70 Doce artículos para recordar | Twelve Articles to Remember Crítica | Critic 76

Katharine Hepburn Katharine Hepburn Juan Tejero

Página literaria | Literary page 83

Guy de Maupassant (1850-1893). Nota de la Redacción Guy de Maupassant (1850-1893). Editor´s note

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Enfermos y médicos Patients and physicians Guy de Maupassant (†)

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Número 1

Miscelánea | Miscellaneous 93

Energía envasada Packed energy Diego Quintana

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Judicialización sanitaria The judicialization of Health Care Alfonso Utrillas Compaired

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Publicar o perecer, pero ¿a qué coste? Publish or perish, but at what cost? Ushma S. Neill

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Fidel Pagés: descubridor de la anestesia epidural Fidel Pagés: The discoverer of epidural anaesthesia Ramiro de la Mata Pagés

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Dudosos esfuerzos de conservación Fishy Conservation Efforts Achim Steiner

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Editorial

Fuga de cerebros Brain drain ■ En lo que llevamos de 2010 ha habido en el mundo de la ciencia española dos noticias que merecen un comentario. A saber. El oncólogo Josep Baselga fue nombrado, el pasado mes de marzo, director de la División de Oncología y Hematología del Massachussets General Hospital de Boston y catedrático de la Harvard Medical School. Según se ha dicho en los medios, simultaneará esta nueva ocupación con la dirección científica del Instituto de Oncología de Vall d’Hebron (VHIO), del que era su director. Es cierto que desde hace años existe una fluida colaboración entre ambas instituciones. Pero también lo es que nuestro oncólogo —dicho lisa y llanamente— ha hecho las maletas y se ha ido (con esposa e hijos). Aunque venga de vez en cuando a presidir alguna reunión de coordinación científica y a seguir atendiendo su consulta privada, el día solo tiene 24 horas. Ayuda a entender el porqué de su marcha, sus declaraciones a la prensa: “En Boston, existe una gran concentración de ciencia”, lo que representa una “concentración de talento y oportunidades”1. “La única crítica que tengo es para el Gobierno central, que no ayuda lo suficiente a la investigación en este país”… “Si se financia el CNIO con tantos millones de euros, ¿cómo es que no hay el mismo apoyo para otras iniciativas que se desarrollan en los hospitales?”2. La otra noticia que tiene interés resaltar, también acontecida en marzo, es la distinción con el premio Templeton (un millón de libras esterlinas) al científico Francisco José Ayala, de la que se hicieron eco los periódicos españoles con titulares como este: “El primer español galardonado con el premio Templeton…”. Ante afirmaciones como ésta, hay que empezar recordando que Ayala, nacido en Madrid (1934), emigró a EEUU en 1961 y, una década más tarde, adquirió la ciudadanía de ese país. Por tanto, Ayala —al igual que Ochoa y otros muchos— no es un producto de nuestra ciencia, como ha trascendido a la opinión pública de una manera algo tramposa, sino de la de EEUU, que es donde ha vivido durante medio siglo y donde han sabido apreciar su talento. Nos guste o no, sus textos científicos se publicaron primero en inglés y, luego, se tradujeron a otras lenguas. Pero lo que aún resulta más sorprendente es que nuestro Ayala, que posee medallas y premios de numerosos países, de España solo ha recibido 1 Europa Press. El doctor Josep Baselga dirigirá la división de oncología del Massachussetts General Hospital. La Vanguardia. 11-3-2010. 2 Valerio M. Cien oncólogos y 20.000 pacientes esperan a Baselga en Boston. El Mundo. 11-3-2010.

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como reconocimiento el título de doctor Honoris causa en alguna universidad. Ni tan siquiera es miembro de la Real Academia de Ciencias. Y tampoco pudo ser catedrático, vaya usted a saber por qué. Así, cuando un periodista de EFE le preguntó si había deseado regresar a la tierra de su niñez y juventud, respondió esto: “Sinceramente yo quise volver. Pero en España hay mucho nepotismo, los cargos se entregan a los amigos, a los parientes. Los que valen tienen muchas dificultades para triunfar”3. No es tiempo de enredarnos en saber si Ayala exagera o no, sino de actuar sobre lo que estamos haciendo mal para que personalidades como ésta cambien de idea. En una reciente entrevista, el oscense Carlos Saura (El Cultural, 9-4-2010) daba otro golpe en el mismo clavo: “somos muy tribales, tenemos eso de: ‘Oye, ¿puedes poner a mi sobrino?’ Y, luego, ‘¿te acuerdas de ese sobrino?, pues ahora tengo un hijo’”. En nuestro país, la sangría de buenos científicos (y profesionales) la provocan los que están en el poder, pues no hacen nada serio por cohibirla. Ello, sin embrago, no es óbice para que a no mucho tardar, acompañado del correspondiente aparato mediático, se haga un gesto de reconocimiento al premiado, a la par que se enfatiza —como si de la primera vez se tratase— que hay que hacer todos los esfuerzos posibles para repatriar a nuestros investigadores. También este biólogo y pensador, que se licenció en la Universidad de Salamanca antes de partir para EEUU, ha hecho notar en las entrevistas otro de los motivos que dan pábulo a esta penosa situación, esto es, la inextinguible fuga de nuestras mejores cabezas: “Aquí, en EEUU, se busca la calidad. Algo que desafortunadamente no ocurre en España”3. Efectivamente, las cosas no suceden azarosamente, sino en un contexto, en un ambiente, que viene marcado por fenómenos culturales, sociales y morales. Y uno de los fenómenos más señeros de la España de hoy es, precisamente, la poca estima que hay por la calidad. No nos damos cuenta de que cuando la cultura laboral, en cualquier ámbito, constituye un obstáculo para el fomento de determinados valores, por ejemplo, el trabajo bien hecho (y su posterior reconocimiento), los profesionales más lúcidos tratan de progresar por otros medios, llegando incluso a hacer sus maletas. Pues nuestro sistema, vanamente, se empeña en ir contra uno de los instintos más prístinos de la especie humana, en palabras de Adam Smith (La riqueza de las naciones; II,III), “el esfuerzo uniforme, constante e ininterrumpido de cada hombre por mejorar su condición”. *** Al igual que siempre, los que hacemos esta Revista de Humanidades agradecemos a los amables lectores sus comentarios y a nuestra benefactora, la Fundación Pfizer, el apoyo incondicional con el que nos distingue. Hasta el próximo mes de noviembre. José Luis Puerta jl_puerta@yahoo.com 3

EFE. “En España, los cargos se entregan a los amigos y a los parientes”. ABC. 25-3-2010.

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Artículos

Piratas del siglo XXI Pirates of the XXI Century ■ Víctor San Juan* Resumen El siglo XXI está cuestionando lo que se creía un hecho irreversible desde el anterior: la desaparición de la piratería. La realidad hace que los piratas salten de los inocentes juegos infantiles, urdidos en nuestro subconsciente ficticio, a las primeras páginas de los diarios y a la apertura de los noticiarios del mundo real por sus secuestros, robos y saqueos, que quedan al margen de todo control. Poniéndose en evidencia la incapacidad del Primer Mundo para mantener su actividad comercial y pesquera a salvo de esta amenaza.

Palabras clave Piratería. Siglo XXI.

Abstract The XXI Century is being brought in question by what, since the former century, was considered a non-reversible fact: the disappearance of piracy. Reality makes pirates pass from the naïve children’s games, produced in the subconscious world, to the foreground of newspapers and to the opening of the newscasts in the real world, because of kidnappings, robberies and pillage, which remain out of any possibility of control. This fact proves the inability of the First World to maintain its commercial and fishing activities safe from this threat.

Key words Piracy. XXI Century.

■ Si alguna vez alguien pensó que con el desarrollo de la electrónica, los satélites, los medios de comunicación y las guardias costeras, la * El autor es ingeniero y experto en temas marítimos. Recientemente ha publicado: Piratas de todos los tiempos (Sílex Ediciones, SL, 2009).

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piratería iba a quedar en el siglo XXI como un pintoresco recuerdo, la realidad ha demostrado cuán equivocado estaba. Por lo que se refiere a la marina mercante, sólo en 2006 se contabilizaron más de 4.000 ataques piráticos a barcos mercantes en aguas de Indonesia, mar de la China, estrecho de Malaca, Caribe, Sudamérica, Nigeria y Somalia. El dato era alarmante porque el siglo XX había concluido con 221 casos registrados por la IMO (International Maritime Organization) en 1998, lo que significaba un grave incremento con la llegada del nuevo siglo. Piratería de toda la baja intensidad que se quiera y muy relacionada con el subdesarrollo, pero piratería al fin, con su secuela de crímenes, robos, saqueos, accidentes e incidentes de todo tipo; por no hablar de su repercusión en el libre tránsito y comercio mercante en los mares, expresión con la que algún político gusta de llenarse la boca pero que, en la realidad, las fuerzas navales y costeras modernas no son capaces de imponer en la mar.

Náutica deportiva y de recreo Una de las víctimas más castigadas de esta nueva piratería, aparte del tráfico mercante, ha sido la náutica deportiva y de recreo. Durante la segunda mitad del siglo XX tuvo lugar una verdadera revolución en el mundo de la navegación en general y de la náutica en particular. Hasta entonces, los barcos mercantes, pesqueros y militares parecían los únicos capaces de surcar las grandes extensiones oceánicas. Sólo un reducidísimo grupo de pioneros —el norteamericano Slocum, el argentino Vito Dumas, el francés Alain Gerbault— se habían atrevido, con veleros de no más de 10 metros de eslora, a emprender travesías oceánicas, siendo considerados, entre los marinos profesionales, como excéntricos solitarios, temerarios insensatos o, simplemente, locos. Sin duda que hubo afán de protagonismo en estas hazañas —¿hay alguna en la que no lo haya?— pero lo cierto es que este puñado de pioneros, con sus pequeños barcos de vela, demostraron saber lo que hacían, además de llevar a cabo un verdadero alarde de pericia, tesón, fuerza de voluntad y capacidad de sufrimiento. Milla a milla, travesía a travesía, probaron que la posibilidad de cruzar los mares no depende del tamaño de la nave empleada, sino de su correcto diseño, equilibrio, amarinado y manejo. Por lo demás, todo era cuestión de tiempo, velocidad, aguante, víveres, agua, combustible y, cómo no, contar con buena salud física y mental como imprescindible compañera. Tras aquellos pioneros llegaron los auténticos gurús de los años sesenta, figuras como Moitessier, Chichester, Rose, Primrose o Kelsall, que llevaron la navegación de altura con pequeños veleros hasta la reválida que significó la convocatoria, primero, de la Regata Transatlántica Ostar en Solitario, ganada por el luego grande entre los grandes, Eric Tabarly; y, después, de la Primera Regata Golden Globe Vuelta al Mundo en Solitario que, tras mil peripecias, vería el triunfo de un oficial de la marina mercante británica, Robin Knox Johnston. Había nacido la navegación oceánica con pequeños yates. A la sombra de estas espectaculares hazañas, en aguas europeas y americanas crecía una auténtica flota de pequeños veleros para surcar las rutas maríDendra Médica. Revista de Humanidades 2009; 9(1):6-23

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timas del globo; de ellas, la más famosa y concurrida sería la Ruta de los Alisios: la travesía del Atlántico desde las islas Canarias o Cabo Verde hasta las Antillas británicas o francesas. Cada año, decenas de barcos largan amarras para “cruzar el charco” en alas de los vientos favorables hasta el Caribe, las islas soñadas, Centroamérica, Venezuela, y la puerta del Pacífico, Panamá. Los más atrevidos, o que disponen de más tiempo, siguen adelante, cruzan el Canal y, al otro lado, da comienzo otra aventura con nombres de leyenda como Galápagos, Fidji, Marquesas, Tonga, Tahití y un largo etcétera. El periplo “vueltamundista” puede continuar vía Australia o Nueva Zelanda, siendo luego inevitable cruzar aguas indonesias o filipinas, para alcanzar el estrecho de Malaca y el golfo de Bengala. La larga travesía del Índico y los monzones conduce al Cuerno de África y aguas somalíes para buscar el agotador ascenso Figura 4. “Piratas de todos los tiempos” (2009), del mar Rojo a través del canal de recientemente publicada por el autor de este Suez, que les lleva, finalmente, a artículo (cortesía de Sílex ediciones, SL). las entrañables y milenarias aguas mediterráneas. Comparado con un buque mercante o un barco de guerra, el pequeño velero en medio de la mar es una embarcación indefensa, que se puede asaltar desde un simple pesquero o una lancha neumática; está lleno de víveres, aparatos electrónicos, enseres, ropa, repuestos y herramientas, constituyendo un valioso botín para habitantes de países subdesarrollados, frente a cuyas costas cruza a velocidad reducida. Durante la década de los sesenta y setenta del siglo XX, un pequeño porcentaje de los yates que zarpaban desaparecía sin rastro, dándose por perdidos en la mar. Los piratas lo tenían fácil: asaltaban la embarcación, asesinaban a los tripulantes, saqueaban todo lo que fuera de valor y hundían el barco. Desaparecido en la mar, punto final. Pero, como casi siempre sucede con los crímenes, tarde o temprano empezó a desvelarse la verdad. Algún barco reapareció transformado y desprovisto de su auténtica identidad en perdidos puertos asiáticos, caribeños o sudamericanos. Luego comenzaron a llegar evidencias de los ataques y a los investigado8

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res ya no les cupo duda alguna: la marina deportiva se había convertido en el objetivo de los modernos piratas. Las revistas náuticas registraron en aquella época el incidente en que se vio envuelto el famoso velero de regatas sueco Midnight Sun, acosado no lejos de las Bahamas por un pesquero de bandera cubana cuyos tripulantes iban armados. Muy bien manejado, el yate logró esquivar sus acometidas. Informada la Guardia Costera norteamericana, a los suecos se les dijo que “habían tenido mucha suerte”. La piratería contra los yates oceánicos era un hecho y el trasfondo político y social en el que se inscribía, el inevitable y expuesto paso de magníficos e indefensos yates “capitalistas”, mostraba el egoísmo e insolidaridad occidental frente a litorales donde la población moría miserablemente de hambre. Era sólo cuestión de tiempo que el inerme y pequeño barco fuera asaltado. En consecuencia, se definieron áreas marítimas y costas de máximo riesgo que, para un yate “vueltamundista” eran el Caribe cubano, dominicano y venezolano, la costa pacífica colombiana, las aguas filipinas e indonesias, el estrecho de Malaca, el golfo de Bengala, el Cuerno de África y las costas del mar Rojo. Es inevitable que una derrota de circunnavegación intertropical pase por uno o varios de estos puntos, por lo que, en petit comité, los organismos marítimos internacionales tuvieron que reconocer que a finales del siglo XX la piratería estaba lejos de haber desaparecido de las rutas oceánicas más transitadas, para rubor de las Armadas y Guardias Costeras implicadas en el control de este tipo de delincuencia. ¿Cómo se defendieron los yates? De muchas y no siempre eficaces formas: reforzando los sistemas de comunicaciones, navegando en convoyes de dos o más embarcaciones y, sobre todo, llevando armas de fuego a bordo. Una de las mayores dificultades que encuentra un pequeño barco es cómo identificar al pirata, pues el parche en el ojo, la pata de palo, el loro y la bandera negra de las tibias cruzadas y la calavera —la Jolly Roger— sólo son pintorescos vestigios de otra época. Un inofensivo pesquero faenando puede transformarse repentinamente en pirata para, tras el acto violento, volver a su pacífica ocupación. El caso más desconcertante es el de las patrulleras de una de las infinitas micro-repúblicas caribeñas que proliferan en aguas ecuatoriales, cuyos tripulantes decidan dar un sabroso golpe a costa de un yate. El Derecho Marítimo Internacional y las normas que se enseñan en cualquier academia náutica les respaldan para detener, registrar y hacer casi lo que deseen con una embarcación deportiva, mientras representen la soberanía de algún Estado. En otras palabras, un yate lo tendrá muy mal si se lía a tiros con una patrullera que puede abordarle con la excusa, por ejemplo, de un registro antidroga. Así, está confirmado que patrulleras de países de gran inestabilidad política o en guerra civil pueden actuar como contrabandistas, y de ahí a la piratería sólo hay un paso. Un botón de muestra de cómo se hallan las rutas marítimas para pequeños barcos de vela la da en sus libros el ya finado marino catalán Avelí Bassols, que circunnavegó la Tierra en su velero Principat D’Andorra, superando varios intentos de asalto pirático. Cruzó el Caribe en convoy sin incidentes, evitando las costas venezolanas —donde son habituales los “peñeros” con sus veloces lanchas rápidas, que asaltan yates desarmados—; y, tras pasar al Pacífico por el canal de Panamá, también las costas colombianas, coto vedado de los narDendra Médica. Revista de Humanidades 2009; 9(1):6-23

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cos y sus actividades ilegales. Tras atravesar el Pacífico, llegó a Indonesia. Cerca de Borneo, buscando un puerto donde repostar gas-oil, quedó varado en medio de un grupo de pesqueros de no muy buen aspecto. Inmediatamente convergieron sobre él, llegando Bassols a pensar que iba a sufrir un ataque del que no podría defenderse, pues era contrario a llevar armas de fuego a bordo. Se equivocaba, pues los pescadores lo que hicieron fue ayudarle a salir del atolladero y después le guiaron a puerto. No le sucedió lo mismo, sin embargo, en el estrecho de Malaca, donde, navegando en convoy con otro yate, en plena noche, al norte de Sumatra, apareció una embarcación que les arremetió embistiéndoles la proa y lanzando un arpón a bordo como arpeo para el abordaje. Uno de los tripulantes tuvo el acierto de cortar el cabo del arpón, mientras el otro yate disparaba una bengala blanca y el propio Principat una roja de emergencia, tras lo que el agresor renunció al ataque. Menos suerte había tenido en las mismas aguas el velero Atlantis de Bern Ehinger, que fue asaltado y encañonado por otros piratas; perdonaron su vida, pero el yate fue saqueado. Por desgracia, tras el dramático terremoto y tsunami de Banda Aceh en 2006, la piratería en esta aguas tiene que haber aumentado y lo hará más si no se implica en el asunto la cercana isla-país de Singapur. Bassols navegó a continuación sin incidentes por el golfo de Bengala, pero no así otros yates, que han sufrido en él ataques o incidentes. El catamarán vasco Jotake, de Santiago González, se encontraba entre Sumatra y Ceilán, a cincuenta millas de esta última isla, cuando en plena noche un junco le enfocó con proyectores a unos sesenta metros de distancia antes de iniciar la persecución. Santiago, tras intentar inútilmente contactar por radio, respondió enfocándoles por su parte y emprendiendo la huida. El junco se lanzó al abordaje, que Santi y su familia lograron evitar, prolongándose el acoso cinco angustiosas millas, tras las que los frustrados piratas fueron dejados atrás a base de pura velocidad del catamarán. También aquí otros no tuvieron tanta suerte. Al Eudes D’Aquitaine se le aproximó un pesquero abriendo fuego de ametralladora e intentando el abordaje, del que pudieron zafarse de milagro pero con graves daños. Y mucho más dramático fue el asalto al Gonne Troppo, que sufrió el fuego de fusiles AK-47 hiriendo a la esposa del matrimonio que lo tripulaba. El viaje vueltamundista prosigue con los monzones llegando a las críticas aguas somalíes, destinadas a pasar a la primera página por la piratería indiscriminada, como veremos. La náutica de recreo ha sufrido considerablemente en estas aguas; varios veleros han sido capturados, sus tripulaciones secuestradas y llevadas a algún perdido e infecto refugio en tierra durante meses para solicitar rescates fabulosos por ellos. Nada se ha hecho contra este crimen internacional, salvo pagar los rescates. Recordemos el Super Maramu de Jean Ives Delane, rescatado por la Armada francesa, y un matrimonio alemán cruelmente maltratado hasta que se satisfizo el importe del rescate. Puede que los casos más llamativos hayan sido los de los grandes yates franceses, Le Ponant en 2008, y Tanit, al año siguiente, que mostraron la capacidad de la Armada francesa y la determinación de su Gobierno. El primer caso coincidió con la presencia en la zona de la agrupación GEOAM 07-08 con el portahelicópteros Jean D’Arc y la fragata Georges Leygues, desde los que se lanzó 10

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un grupo especial de asalto de la Gendarmería en paralelo con el pago del rescate por el armador, llegándose a tierra con la persecución y atrapando a la mayor parte de los secuestradores con el rescate. El Tanit, secuestrado en la primavera de 2009, provocó la misma respuesta que se saldó con dos piratas y uno de los tripulantes muertos, recuperándose parte del rescate. Este era un precio que no todas las naciones estaban dispuestas a pagar. Tambien el Principat D´Andorra, en su periplo, sufrió en aguas yemeníes del golfo de Adén el acoso de un butre sin bandera; les siguió durante cinco horas, iluminándolos con un foco al anochecer cuando casi llegaron al abordaje. Bassols mantuvo la cabeza fría y pudo escapar sin daño. Pero, días después, hallándose fondeado en Sha’ab Rumi, apareció una patrullera sudanesa que abordó y registró el yate, dejándolos luego en libertad. Había tenido lugar un golpe de estado en Sudán, y cuando se refugiaron en Marsa Umbeila junto con tres barcos pesqueros, estos les dejaron quedarse si guardaban silencio, pues estaban haciendo contrabando. Es el tipo de situaciones que pueden darse al navegar por estas zonas. Podemos terminar el breve repaso del reciente auge de la piratería contra pequeños yates con un caso que ya trascendió a los grandes medios de comunicación de todo el mundo: el asesinato de sir Peter Blake a bordo de su velero en el estuario del Amazonas. Blake era —y sigue siendo— un icono dentro del mundo de la náutica deportiva, el único capaz de ganar la regata Whitbread Vuelta al Mundo por etapas, y la Copa América de Vela con el equipo neozelandés, además de ostentar el récord Jules Verne de navegación a vela alrededor del globo terráqueo con su maxi-catamarán Enza. En su palmarés figuraban muchos otros triunfos, como la Sydney-Hobart o la Vuelta a Australia, que le habían convertido en un auténtico héroe en Nueva Zelanda, su país natal, comparable a Edmund Hillary, conquistador del Everest. Dejando atrás su vida deportiva, Blake había seguido los pasos de Jacques Cousteau filmando documentales que mostraran a la Humanidad el deterioro del Planeta. Con el velero reforzado Seamaster recorrió la Antártida como testigo de la regresión de los casquetes polares; acto seguido navegó hasta las bocas del Amazonas para adentrarse casi 2.000 km río arriba, comprobando la degradación forestal y fluvial que ha sufrido esa cuenca a consecuencia de la explotación industrial descontrolada. De regreso al Atlántico, el velero fondeó en la noche del 4 de diciembre de 2001 cerca de la población de Macapá, en la deprimida región de Amapá, dentro del inmenso delta del río. Con la tripulación descansando, una banda de salteadores armados, conocidos como “las ratas de río”, abordaron el Seamaster por la popa. Los ocho piratas inmovilizaron a punta de pistola a todos los tripulantes, menos a Blake, que intentó repeler el ataque con dos rifles que habían llevado a la Antártida para defenderse de los osos polares. Tras desarmar y ahuyentar a un delincuente, el arma se encasquilló al segundo disparo; otro asaltante asomó su pistola por el tambucho de entrada y disparó a ciegas; dos disparos alcanzaron al legendario patrón neocelandés, causándole la muerte. Después, los piratas desvalijaron el barco y se fueron por donde habían venido. Dada la abrumadora repercusión internacional del caso, el Gobierno brasileño no tardó en capturar a los culpables y Dendra Médica. Revista de Humanidades 2009; 9(1):6-23

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ponerlos a disposición de los tribunales. Pero eso no pudo ocultar el hecho de que el número uno de la vela mundial había caído víctima de la piratería incontrolada tercermundista. Muy pocos quisieron ver en el suceso otra cosa que un desgraciado incidente puntual y no el prólogo del notable repunte que iba a experimentar la piratería con la entrada del nuevo siglo. Un viejo, viejísimo, problema que se creía extirpado, pero que iba a reproducirse con virulencia por la incapacidad del mundo occidental para imponer el Derecho Marítimo Internacional sobre los océanos, viéndose obligados los gobiernos de los llamados “países civilizados” a actuar a remolque de las circunstancias y con una eficacia relativa. La plaga, en efecto, iba a estallar en el amplísimo litoral de un país subdesarrollado y carente de instituciones capaces de imponer autoridad como es Somalia.

Somalia El enigmático país de Punt de la Antigüedad, que algunos señalan como los dominios del Preste Juan medieval —el cual habría escondido en Aksum las sagradas reliquias de la Tierra Santa— posee una situación geoestratégica de indudable importancia en el llamado Cuerno de África. Éste domina la vertiente sur del golfo de Adén y una importante porción del océano Índico por el que se despliegan las líneas de navegación que llevan al Mar Rojo y al canal de Suez. A su vez, los monzones son rutas legendarias, tan viejas como la propia navegación, que unen el Mediterráneo con las costas indias y persas. Hoy constituyen una vía de comunicación imprescindible para el creciente tráfico marítimo exportador de China, India, Taiwán, las dos Coreas e incluso Japón; e, igualmente, y en sentido contrario, desde Europa y los países de la cuenca mediterránea hacia el Oriente Asiático. Geográficamente, Somalia posee tres grandes regiones: la costa norteña, margen sur del “embudo” del golfo de Adén, en cuyo extremo más angosto, el estrecho de Bab-el-Mandeb, se halla el golfo de Tadjoura con el puerto de Djibouti, apostadero de la Armada francesa; a lo largo de ella se hallan poblaciones costeras como Berbera o Boosaaso (puerta de entrada del tráfico con Arabia y Yemen). Este tramo, que llega hasta el vértice del “cuerno”, el cabo Guardafuí, forma la región de Puntlandia, en la que, a pesar del subdesarrollo, se pueden encontrar autoridades e instituciones que, al menos simbólicamente, representan al estado somalí. Desde el cabo Guardafuí hacia el sur, las regiones de Mudugh y Migiurtinia poseen un extenso litoral desértico con aldeas de pescadores como Hafun, Bender Beira, Eyl, no lejos del cabo El Khail, Obbia —resto de la ocupación italiana en la primera mitad del siglo XX— El Dere o Haradhere y El Hur. Constituyen un extenso santuario para contrabandistas y bandas de delincuentes locales, señores de la guerra que en remotas poblaciones como Eyl encuentran situaciones de pobreza extrema, lejanía de las autoridades y ausencia de cualquier tipo de control militar o policial, que les permiten convertirse en nidos desde donde desplegar ataques piratas. 12

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Más al sur, la naturaleza desértica se atenúa en el valle y riberas del río Vebi Shebeli, que irriga la región de Benadir, contigua a la vecina Kenia, donde se halla la capital de Somalia, Mogadiscio; y, ya cerca de la desembocadura, importantes poblaciones agrícolas y ganaderas como Brava, Giamama, Merca o Chisimaio, las dos últimas con puerto. En total, pues, más de 3.200 millas náuticas de costa que, por su estratégica posición y naturaleza propicia para la ubicación de puertos, han constituido, a lo largo de la Historia, un sabroso bocado para potencias como Gran Bretaña, siempre preocupada de jalonar la ruta a la India; Francia, que acabó ejerciendo un protectorado sobre Eritrea para quedarse con Djibouti; o la Italia de Mussolini. Disuelta la fiebre colonial en la hecatombe de las guerras mundiales, Somalia, integrada en el mundo musulmán, siguió en permanente conflicto con países vecinos como Etiopía y Eritrea para definir sus límites. Como consecuencia de estas convulsiones, en 1991 estalló la guerra civil al caer el gobierno de Mohamed Siad, desgarrando y empobreciendo el país durante dieciocho largos años. Los señores de la guerra sumieron a Somalia en el terror y la confusión, y las destempladas intervenciones de EEUU buscando imponer orden terminaron en lamentables episodios (recuérdese la película Blackhawk derribado). Las milicias islámicas, apoyadas por Al-Qaeda, se apoderaron de importantes ciudades, mientras EEUU apoyó a las fuerzas eritreas que invadieron Somalia y tomaron Mogadiscio. Tras su retirada, quedó un país inestable e ingobernable, deshecho por los conflictos e inabordable para las grandes potencias-policía, ya muy comprometidas en otros escenarios —léase Irán y Afganistán—.

Somalia, flota pesquera española y Operación Atalanta Somalia es un país rico en recursos, ya que su plataforma continental posee los caladeros y aguas sin explotar más ricas del mundo por la calidad de las especies y la biodiversidad del ecosistema. Por ello, aparte de circular no lejos de sus costas un denso tráfico marítimo, muy vulnerable y fácil de atacar, hay desplegados en los caladeros somalíes pesqueros de varias nacionalidades, entre ellos una veintena de atuneros gallegos y vascos que, expulsados de todas las aguas, (del golfo de Vizcaya y el Gran Sol, por Francia; del Mediterráneo por la restricción del atún rojo; del caladero canario-sahariano, por Marruecos, y de los bancos de Terranova tras la Guerra del Fletán con Canadá), encontraron en estos lejanos bancos una nueva fuente para su actividad; una fuente que animó a los armadores a construir grandes y modernos pesqueros oceánicos. No tuvieron suerte, ya que hubo quienes, en la costa, incapaces de generar actividad, industrias o puestos de trabajo, pero testigos de las debilidades del mundo occidental y crecidos por haber hecho huir a los norteamericanos, decidieron dedicarse a la lucrativa actividad pirática del secuestro. Sabían, además, que con el tráfico mercante siempre habría quien los disculpara en Occidente por su subdesarrollo. Y, en el caso de los pesqueros, incluso no faltaría quien les acusara de esquilmadores y arrasadores del medio ambiente somalí. Sólo había que respetar Dendra Médica. Revista de Humanidades 2009; 9(1):6-23

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dos principios: no causar víctimas mortales y poner a la Prensa, en especial la de matiz ecológico y solidaria con el Tercer Mundo, de su parte. Después, la manipulación de los medios de comunicación occidentales alcanzaría tal nivel que se llegaría a dudar si el verdadero cerebro era un señor de la guerra somalí o un oscuro ideólogo actuando desde muy lejos. ¿Europa, tal vez? Para nuestra flota pesquera, Somalia trascendió a los medios de comunicación en el año 2000, con motivo de la captura del atunero Albacora Cuatro, por el que hubo que pagar un rescate. En puertos como Boosaaso, las pateras utilizadas para la pesca tradicional de bajura y subsistencia se amontonaban en la costa. Progresivamente, la guerra civil facilitó la disposición de armamento y con él algunos pescadores se dedicaron a ahuyentar pesqueros extranjeros de sus costas, justificando sus actos por la necesidad de proteger el medio marino. Esta arbitraria presión sobre las pesquerías, consentida o ignorada por las autoridades somalíes, se les acabó yendo de las manos. Los incontrolados, muchos de ellos antiguos combatientes, pasaron a abordar barcos mercantes para apoderarse de algún artículo o cargamento: tabaco, una televisión, comestibles, alcohol e, incluso, prensa y revistas. No se hacía daño a las tripulaciones, abandonando el barco después del robo o saqueo. Inevitablemente, la impunidad de estas acciones debió decidir a uno o varios señores de la guerra a empezar con los secuestros, de mayor repercusión y rentabilidad. Debemos recordar que en 2006 los armadores de los pesqueros españoles que faenaban en la zona ya alertaron al Gobierno Español del cariz que estaba tomando la situación, pero sin que se adoptara medida preventiva alguna. 2007 marca el inicio de la ofensiva pirática desde la costa somalí. Dotando a las pateras de potentes motores fueraborda japoneses, depósitos suplementarios de combustible y el imprescindible GPS de fabricación occidental, los somalíes se lanzaron al asalto del tráfico mercante en el golfo de Adén y, después, de los barcos pesqueros en el océano Índico. En ese año se registraron 30 apresamientos de embarcaciones. La comunidad internacional, que mantenía con Somalia un Programa Mundial de Alimentos auspiciado por la ONU, no concedió la debida importancia al problema. Los piratas se asombraban de la facilidad con que lograban sus objetivos, secuestrando barcos y personas por los que exigían rescates cuantiosos, auténticos ríos de oro para otros candidatos a piratas que, sin nada que perder, optaron por ingresar también en esta “cofradía” de rápido enriquecimiento. En 2008 se registraron 111 ataques a buques mercantes y de recreo, con 42 secuestros, el más grave el del mercante ucraniano Faina, cargado con 2.500 toneladas de armamento, en el que figuraban 33 carros de combate rusos adquiridos por el gobierno keniata. El peligro de que pudieran ser usados en el conflicto sudanés movilizó finalmente al mundo occidental, remitiéndose al área la Task Force 150 norteamericana y el destructor ruso Neutrashimy. La comunidad internacional se veía, al fin, obligada a aceptar que la piratería en aguas somalíes se había convertido en una fuente de conflictos de primer orden. En lo referente a la flota pesquera española, fueron atacados dos barcos: el Playa de Anzoras, que se libró del secuestro, y el Playa de Bakio, con matrícula de Bermeo, que fue capturado. Los piratas lo condujeron al puerto somalí de 14

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Figura 1. El pesquero “Alakrana” seguido de la Fragata “Canarias” rumbo a las Seychelles en noviembre de 2009 (cortesía del Ministerio de Defensa de España). Eyl para cargar víveres y volvieron a zarpar para evitar su localización. El Ejecutivo reaccionó como si hubiera sido sorprendido, y particularmente incómodo, dando la impresión de que deseaba deshacerse por la vía rápida de este remoto problema con un mundo subdesarrollado con el que presumía de gran sensibilización, solidaridad y humanitarismo. De ninguna manera iba a proceder como había hecho el francés con los yates Le Ponant y Tanit. España actuaría escrupulosamente de acuerdo con el artículo 101 de la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, según el cual sólo es piratería la practicada en aguas internacionales, calificándose como de simple delincuencia la llevada a cabo dentro de la Zona Económica Exclusiva —200 millas— del país en cuestión, en este caso Somalia. Tal era el caso del Playa de Bakio, por el que se exigió un millón de dólares de rescate que, velando por la seguridad de los pescadores, fue abonado con la máxima rapidez, ofreciendo el Ejecutivo su actuación a la opinión pública como de gran eficacia humanitaria y solvencia administrativa. Ello estaba lejos de la realidad: no sólo se había permitido que unos filibusteros impidieran por las armas el libre derecho al tránsito y pesca en caladeros sobre los que no existía prohibición ni regulación internacional alguna; sino que, con el pronto pago, liberado a través de un sospechoso bufete londinense,

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se estaba financiando el crimen internacional con dinero de las arcas del Estado. De forma del todo incoherente, con el pago se había saltado a la torera una legalidad que se quiso respetar a ultranza con las aguas jurisdiccionales, no permitiendo actuar a la moderna fragata Méndez Núñez, desplazada a la zona y que quedó como simple espectadora. Tampoco se valoró, censuró o se establecieron criterios sobre la actuación del patrón y las instrucciones de los armadores para faenar en aquellas aguas; ni nadie se acordó de los avisos previos que podían haber generado las medidas preventivas adecuadas. Lo que sí hizo nuestro país fue participar en el dispositivo internacional que iba a tomar cartas en el asunto: la OTAN, con el grupo SNMG-2, compuesto por diez fragatas y un destructor procedentes de Holanda, Grecia, EEUU, Canadá, Italia, Gran Bretaña y Malasia, además de España, que empezó su participación en la llamada Operación Atalanta en la primavera de 2009 con la fragata F-82 Victoria y después con la F-83 Numancia, dotadas de helicópteros y un avión de vigilancia P-3 Orión. La medida era correcta ya que suponía incorporarse a la actuación de nuestros aliados en la defensa del libre tráfico internacional, pero con el criterio de “no uso de la fuerza” diferente de aliados como Francia o EEUU, además de respeto a una legalidad inexistente en Somalia. La doble lectura legal del fenómeno pirático acabaría por dejar en evidencia la discrepancia dentro del mundo occidental y rebajando el efecto disuasorio de Atalanta. En efecto, la lectura pirata era que, según quién les atrapara o a quién se enfrentaran, podían salir bien librados en la mayor parte de los casos. Quedaba por ver cómo iban nuestras fragatas a defender los pesqueros que eran directa incumbencia de España, y qué protocolos legales se habían previsto para luchar contra la piratería. Todo apuntaba más a una medida cosmética de corporativismo OTAN y respaldo lejano de la flota pesquera, que a una verdadera intención de defender nuestros barcos, misión para la que las fragatas lanzamisiles, barcos de escolta oceánica, no parecían lo más adecuado. Pero era lo que pidió la OTAN y lo que se mandó. Las fragatas fueron, además, relevándose en el escenario, permaneciendo operativa en un escenario tan inmenso sólo una de forma constante. Así, Peter Hudson, jefe de la Operación Atalanta, al referirse a la tarea encomendada a la fuerza internacional, diría que era como vigilar toda la costa Este de los EEUU con seis coches de policía incapaces de pasar de los 60 km por hora. La Victoria, y después la Numancia, realizaron el buen trabajo que se esperaba de ellas dentro del dispositivo. Se marcaron unas rutas “seguras” y un corredor de tráfico en el golfo de Adén, además de organizar convoyes protegidos por una o varias unidades militares. A fines de marzo de 2009, el helicóptero de la Victoria impedía el ataque a los mercantes Jolbos y Dubai, mientras que, poco después, la Numancia puso en fuga una patera con seis piratas que pretendía abordar el mercante panameño Lucía. Por esas fechas, sin embargo, trascendía a los grandes medios de comunicación el intento de secuestro del mercante norteamericano Maersk Alabama; este gran portacontenedores de 17.000 toneladas era abordado por tan sólo cuatro piratas, a los que el capitán logró convencer de que no lograrían con16

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trolar un buque tan grande. Les propuso llevárselo a él secuestrado en una lancha salvavidas. Los ingenuos piratas dejaron que su víctima les indicara cómo proceder. Perseguidos por el destructor Bainbridge durante cinco jornadas, al acabarse sus víveres y combustible los somalíes amenazaron con matar al capitán Richard Phillips, siendo tres de ellos abatidos por tiradores del SEAL y resultando herido el cuarto. El caso era tanto más incomprensible cuanto que el barco asaltado transportaba ayuda humanitaria del Programa de Alimentos de la ONU para Etiopía, Sudán y Somalia, lo que desenmascaraba las supuestas nobles intenciones de los piratas. Entrado el mes de abril de 2009, una auténtica nube de lanchas se desplegaba a la caza de mercantes y pesqueros desde Somalia. Dos de éstos se libraron con maniobras evasivas, mientras que fragatas holandesas, canadienses, portuguesas e italianas evitaban varios ataques a mercantes en el golfo de Adén, donde la situación, día a día, iba siendo controlada por Atalanta. Sin embargo, en la gran extensión del Índico, la audacia de los piratas no conocía límites. La Numancia no pudo evitar la captura del mercante belga Pompei, cuya persecución abandonó al alcanzar éste las aguas jurisdiccionales somalíes. A fin de mes se produjo, nada menos que a 600 millas de las costas de Somalia, el ataque al gran crucero de lujo Melody —habitual de las islas Baleares— que, con quinientos tripulantes y casi mil pasajeros a bordo, se dirigía desde las Seychelles a Akaba, en Jordania. El comando de seguridad israelí, contratado por la naviera, puso en fuga una embarcación con seis piratas armados con fusiles Kalashnikov. El petrolero español Marqués de la Ensenada (que prestaba apoyo logístico a la fragata española y que dispone de un helicóptero y quince soldados de Infantería de Marina especializados en asaltos), acudió en apoyo del transatlántico italiano, escoltándolo hasta una ruta segura en el Golfo de Adén. Pero, otros barcos, como el alemán Patriot, el griego Saldaña, o el Stolt Strength, sufrieron la ofensiva pirata; y a bordo del petrolero Qana se desató una grave escaramuza, al asaltarlo una decena de piratas y ser atacados por miembros de la Guardia Costera yemení cerca de la Península Arábiga. A primeros de mayo, los incidentes se multiplicaron. Fueron capturados el mercante maltés Ariana, el pakistaní Al Misan y el alemán Victoria. Una flotilla pirata de “larga distancia” incurrió en el error de confundir la fragata francesa Nivose con un mercante, de lo que resultaron capturadas once piratas y tres embarcaciones, dos pateras y una grande, la “nodriza”. Su armamento incluía fusiles, lanzagranadas y explosivos. Cuando otra patera con siete piratas intentó abordar el mercante panameño Nepheli, éste, con una maniobra evasiva logró hacerla zozobrar, acudiendo el Marqués de la Ensenada a salvar y detener a los náufragos. Sólo dos días después, su helicóptero AB-212 apresó otros siete piratas, evitando la captura del mercante maltés Anny Petrakis. Por su parte, tras el ataque al Melody, la Numancia, con la fragata india Nirdeshak, persiguió a dos pateras sospechosas dentro de las aguas jurisdiccionales seychellenses. Se capturaron nueve piratas que se entregaron a una patrullera de estas islas. La notable actuación de los barcos españoles se vio empañada por la actuación del Ministerio de Defensa y la Judicatura española, que entró en un conflicto de competencias por los trece prisioneros del Marqués de la Ensenada, evidencianDendra Médica. Revista de Humanidades 2009; 9(1):6-23

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do la falta de previsión del Gobierno para estas situaciones. Aquellos serían, finalmente, entregados a las autoridades de Kenia en Mombasa. La ofensiva pirata continuó hasta que, en julio, con el monzón, los piratas tuvieron que cesar en sus actividades por el estado de la mar, imposible para pequeñas embarcaciones. A primeros de agosto, la fragata Canarias zarpó de Rota para relevar a la Numancia y el Marqués de la Ensenada. Hasta ese momento se habían capturado 52 piratas, y colaborado en la detención de otros 20, lo que, con una sencilla división, debió evitar la captura de una decena de barcos. Pero, junto a este balance, se imponía una profunda reflexión sobre puntos que se revelarían cruciales tras el verano, algunos de los cuales ya constaban desde el secuestro del Playa de Bakio. Por un lado, estaba el aspecto legal, es decir, si España iba a seguir respetando el artículo 101 (que convertía las 200 millas de aguas territoriales somalíes en un inmenso refugio para los piratas), y si se proseguiría con el criterio de entregar los piratas capturados a Kenia, donde se presumía que eran rápidamente puestos en libertad. Por otro lado, estaba el concepto operativo, es decir, cómo se estaban usando por el Gobierno los medios puestos a disposición, y si éstos eran los más adecuados. Desde mediados de abril, la flota pesquera venía denunciando en la Prensa que la Armada Española incorporada a Atalanta estaba dedicada a escoltar convoyes y proteger el corredor de mercantes en el golfo de Adén, dejándolos desprotegidos en el océano Índico, donde se habían visto obligados a trasladar sus zonas de pesca, lejos de la costa somalí. Allí, donde, como sabemos, los piratas de “larga distancia” iban a buscarlos. El dilema operativo era evidente, ya que la fragata no podía estar en dos sitios a la vez, y desplazar otra fragata al escenario de los hechos era impracticable por su elevado coste. Hemos visto cómo el Marqués de la Ensenada, un barco logístico, tuvo que incorporarse a las tareas de represión de la piratería, e igual hizo a principios de mayo la fragata F 103 Blas de Lezo, de paso en su misión de apoyo al dispositivo internacional en Afganistán, demostrando que hacía falta más de un barco. Nos preguntamos por qué, disponiendo la Armada de cuatro guardapescas específicos para estas tareas —Chilreu, Alborán, Arnomendi y Tarifa— no se desplazó alguno de ellos para apoyo directo a los pesqueros, complementando a la fragata con un coste muy bajo, pues son pesqueros modificados con motores diesel y gran autonomía, dotados de pista para helicópteros y que, aunque no pueden soportar logísticamente estos aparatos, sí pueden actuar como bases alternativas. La insuficiencia de nuestra única unidad desplegada al conflicto acabaría pagándose cara, ya que ponía a los profesionales de la fragata ante la cuadratura del círculo. Por último, la carencia de una solvente política de medios de comunicación hizo que éstos, haciéndose eco de las pretensiones de los pescadores y sus familias, y buscando simplemente audiencia, acabaran siendo utilizados por los piratas como caja de resonancia y poderosas armas de coacción al Ejecutivo, difundiéndose informaciones falsas y opiniones condicionadas que impidieron la resolución competente de los problemas planteados. El mes de septiembre entró con un nuevo recrudecimiento del conflicto pirático: en aguas de las islas Quoray, en pleno golfo de Adén, los pesqueros egipcios Montaz y Samara Ahmed, fueron apresados. Se pedían cinco millones de dóla18

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Figura 2. Las fragatas de la Armada española “Navarra” (F-85) y “Canarias” (cortesía del Ministerio de Defensa de España).

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res por ellos, pero fueron violentamente rechazados por sus tripulaciones; ocho piratas fueron detenidos y siete cadáveres aparecieron flotando en el agua. A bordo del Ariana, capturado en mayo, los piratas somalíes perpetraron todo tipo de tropelías, como violaciones a embarazadas, etc., mientras dejan morir de inanición a sus prisioneros. Cuando un helicóptero norteamericano sobrevoló Garacad, al sur de Eyl, se abrió fuego contra él con armas de gran calibre. Tales son las consecuencias reales de un problema que, no atajado a tiempo, acaba derivando por cauces lamentables. Llegaban, también, noticias preocupantes sobre la flota española. A 500 millas de Somalia, el pesquero Alakrana estuvo a punto de ser capturado el día cuatro de septiembre. Se libró a toda máquina proa a la mar. Cuatro días después, a 450 millas de la costa somalí, el Campolibre Alai debió huir ante una lancha que merodeaba en sus proximidades. Al día siguiente, el Intertuna II, a 400 millas de Somalia, debió recoger las artes y marcharse ante un acoso similar, lo mismo que el Felipe Ruano. Obsérvese que todos los casos se registraban muy por fuera de aguas territoriales somalíes, por lo que no se sostiene el argumento de que los piratas defienden sus recursos piscícolas. Se trata, abiertamente, de un ataque a la pesca en aguas internacionales. Ante esta perspectiva, los armadores, con toda la razón, reclamaron del Ejecutivo la presencia de la Canarias en el océano Índico, abandonando definitivamente sus tareas rutinarias en Atalanta. En otras palabras: que acudiera donde hacía falta. En caso contrario, pedían que se les autorizara a llevar a bordo militares o personal armado; permiso que, por el momento, fue denegado por un tecnicismo legal. España, no obstante, se obstinó en lo que podríamos denominar una solución de compromiso: situar la Canarias frente al cabo Guardafuí, de manera que no abandone del todo el dispositivo de la OTAN, pero quede más cerca de los pesqueros que faenan en el Índico. La consecuencia de querer estar en dos lugares al mismo tiempo y pretender contentar a todo el mundo, es que no se contenta a nadie y al final todo sale mal: los mandos de Atalanta no están conformes con una unidad de la que no disponen, y los pescadores se irritan, puesto que no se puede pescar donde pretende la Armada, es decir, en la llamada Zona de Protección, a 600 millas de las costas somalíes. En otras palabras, la pretensión de “estirar” la fragata para todo obliga a ceder a los piratas una distancia de ¡tres veces sus aguas jurisdiccionales! Los pescadores, hartos de diatribas inútiles, deciden hacer la guerra por su cuenta y aceptar los riesgos consiguientes. Estamos, como se habrá adivinado, en los prolegómenos del tristemente célebre “caso Alakrana”, con el que pondremos fin a este artículo.

El caso Alakrana En la madrugada del dos de octubre de 2009, este pesquero, ya atacado el cuatro de septiembre, era abordado por piratas somalíes a unas 400 millas al este del puerto somalí de Chisimaio, no lejos de la frontera con Kenia, y unas 20

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800 millas al sur de la posición de la fragata española. Ésta, dada su lejanía, ni siquiera pudo proponerse interceptarlo antes de que penetrara en aguas territoriales somalíes. Hay un viejo principio táctico que dice que si quieres defender algo, debes estar entre él y el enemigo. El Alakrana fue capturado por la sencilla razón de que no fue protegido. No obstante, en compañía de la fragata francesa Germinal, la Canarias partió a toda máquina en pos del pesquero secuestrado. El impacto sobre la opinión pública fue brutal; el pesquero llevaba a bordo 36 tripulantes, 18 de ellos españoles, y se había perdido todo contacto con él para espanto de los familiares. Éstos se volcaron en los medios de comunicación con una peculiar visión del asunto, como era interpretar la presencia del barco de la Armada como un peligro más que como una ayuda, pues “a los militares españoles, como a los franceses, les podía entrar la tentación de usar sus armas, poniendo en riesgo la vida de los pescadores”. Lo que se pretendía era que el ejecutivo pagara rápido y sin valorar ninguna otra alternativa, como se hizo en el caso del Playa de Bakio, para que sus seres queridos volvieran a casa lo antes posible. No obstante, la fragata, de la que parecía pretenderse el absurdo de que no cumpliera con su obligación, siguió en pos del Alakrana, mientras el Ministerio de Defensa se justificaba ante la opinión pública alegando que el pesquero estaba fuera de la Zona de Protección, provocando la ira de los armadores. Esta vez, en la persecución se traspasó el límite de las aguas jurisdiccionales para seguir al pesquero secuestrado hasta el nido de los secuestradores, la aldea de Haradhere, un villorrio a 20 km de la costa donde no hay puerto ni refugio alguno y donde permanecían fondeados otros cuatro barcos previamente asaltados. El Alakrana se unía a ellos. Cuando, en plena noche, dos de la docena de piratas que habían perpetrado el secuestro decidían ir a tierra, la Canarias, en una operación de comando, los detuvo. En España, una atribulada opinión pública se llevaba las manos a la cabeFigura 3. El pesquero español “Playa de Bakio” escoltado por la za: haber tomado fragata “Méndez Núñez” en abril de 2008 (cortesía del Ministerio dos “rehenes” sólo de Defensa de España). serviría para comDendra Médica. Revista de Humanidades 2009; 9(1):6-23

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plicar las negociaciones, pues los secuestradores exigirían su libertad, que sería imposible de conceder. Llegados a este punto, si de los enloquecidos y vociferantes “portavoces” dependiera, habría que detener a la fragata, o, mejor aún, haber evitado que estuviera ahí. Contemplada con ecuanimidad la situación a posteriori, debe decirse que los que habían tomado rehenes, en número de 36 personas, eran unos delincuentes de la costa somalí. La Canarias, en cumplimiento de su misión contra la piratería, había seguido y acudido en auxilio de un buque español secuestrado; e, incluso entorpecida por los desaciertos del Ejecutivo y Defensa, había sido capaz de detener y poner a disposición de la Justicia a dos de los delincuentes. Ahí nacería el siguiente tropiezo, por falta de previsión en el aspecto legal, pues los dos prisioneros, en vez de ser entregados a Kenia como se hizo anteriormente con los piratas capturados por el Marqués de la Ensenada, fueron remitidos a España para ser puestos a disposición de la Audiencia Nacional. No haremos más hincapié en el desbarajuste legal a que dio lugar y del que derivaría el sainete del pirata que un día tenía la edad legal para ser procesado y al día siguiente no. Baste concluir que estos dos individuos cumplen aún condena en cárceles españolas y que, lejos de servir de moneda de cambio, como vaticinaron algunos, se encuentran en nuestro país muy a su gusto, teniendo ambos la intención de prolongar largo tiempo su estancia. No obstante, en el momento del secuestro, los piratas y sus “cerebros” pensaron que se podían aprovechar de unos medios de comunicación tan crecidos como los españoles y que actuaban a favor de sus designios de forma gratuita. El cuatro de octubre alguien, de la organización pirata o del grupo de familiares, sin descartar a los propios pescadores secuestrados, difundió el bulo de que tres de los rehenes habían sido llevados a tierra. La información, sin confirmar y transmitida por teléfono móvil, incendiaba definitivamente los medios, demostrando la falta de escrúpulos con que son tratadas las primicias que pueden impactar en la opinión pública y arrastrar grandes audiencias. La noticia, totalmente falsa, era propalada a los cuatro vientos por unos embusteros que sólo trataban de impedir la intervención de la Armada a cualquier precio, coaccionando a un Gobierno carente de hechuras para soportar la ofensiva mediática, y se seguía dando vueltas a la tuerca, desatando una mini-crisis en el Ejecutivo y llegándose, además, a acusar a Defensa de haber intentado averiar al Alakrana para que no pudiera llegar a la costa somalí. De las imprevisiones del Gobierno en el aspecto legal, el cuestionable uso operativo de la unidad puesta a disposición y la equivocada política de medios, se había pasado al pánico de los familiares de los secuestrados y una desaforada presión mediática que, con sus excesos, condicionaban gravemente al Gobierno para tomar decisiones. Y se plantea la duda de si con esta presión, comprensible en los familiares, pero no tanto en los medios de comunicación, no se bordeaba lo delictivo por colaboración con banda armada. Tal vez lo que ha evidenciado esta crisis no sea sólo el triple fallo gubernamental en la resolución de un conflicto internacional, sino también el fracaso colectivo de España como organización a todos los niveles, con un Gobierno bloqueado por los alaridos mediáticos; una Judicatura perdida en galimatías lega22

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les irresolubles; unos familiares que, por muy mal que lo pasen, no pueden debilitar cualquier Institución del Estado a golpe de medios de comunicación para que unos delincuentes logren sus fines; y de esos propios medios de comunicación, al publicar y amplificar noticias falsas para coaccionar al Gobierno y aumentar los índices de audiencia. Tales pueden llegar a ser, hoy en día, las consecuencias de la piratería internacional perversamente manipuladas. Finalmente, se impuso la serenidad y, como en el caso del Playa de Bakio, se efectuó el pago de un rescate de cuatro millones de dólares, uno de los más elevados. Por el petrolero saudí Sirius Star fueron tres millones, aunque posteriormente se llegaron a pagar siete por el Maran Centaurus. Se cedió, pues, por completo y sin condiciones a la extorsión, lo que reprocharía la ONU a España el 18 de noviembre, pero sin dar solución alternativa alguna. El día anterior, el Alakrana había sido liberado y, con la escolta de la Canarias, que ahora sí parecía hacer falta para espantar otras bandas de piratas que podrían haberlo recapturado y de la Méndez Núñez, marchó a las islas Seychelles, donde los familiares esperaban ansiosos la llegada de los pescadores. El Gobierno cerraba la crisis con tres broches merecedores de mejor causa: por una parte, autorizó al fin a los armadores a disponer de profesionales armados a bordo de los pesqueros. En segundo lugar, Exteriores negó haber pagado los cuatro millones de rescate, rúbrica de un Ejecutivo que siempre había presumido de la transparencia de sus actuaciones. Por último, la ministra de Defensa destituyó a uno de sus asesores militares durante la crisis, y la vicepresidenta del Gobierno, una vez más, cerró el caso con un triunfalista “misión cumplida” muy alejado de la percepción de todos los españoles, que habrían preferido, tal vez, algo más de modestia y contención teniendo en cuenta el ridículo internacional que había protagonizado el Gobierno español y algunas de sus instituciones. La fragata Navarra relevó a la Canarias a finales de año y desde entonces, con la falta de incidentes a bordo de los pesqueros armados, los medios de comunicación se han olvidado definitivamente de los piratas. Seguimos con una fragata en la zona, pero, todo hay que decirlo, la Armada está botando actualmente cuatro patrulleros de altura, Meteoro, Rayo, Relámpago y Tornado, denominados BAM (Buque de Acción Marítima) que atenderán estas misiones mejor con costes más reducidos. Para terminar, sólo cabe añadir que las cifras de 2009 para la Operación Atalanta fueron 47 secuestros consumados de 214 intentos. Aunque el número era superior al de 2008, la “efectividad” de los piratas, a pesar del engrosamiento de sus filas, había descendido del 40 al 22%. En otras palabras, parece que empezamos a saber cómo combatir este fenómeno y los españoles lo que no tenemos que hacer. Pero, si la enfermedad ha entrado en mejoría aún está lejos de su curación definitiva.

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Breve historia de la National Library of Medicine (NLM) A brief history of The National Library of Medicine (NLM) ■ José Luis Puerta Resumen Desde comienzos del siglo XIX, los responsables del Departamento de Sanidad militar del Ejército de EEUU mostraron un verdadero interés por mantener al día a los médicos militares, aun cuando se hallaran destinados en los lugares más remotos. Con el paso del tiempo, este esfuerzo llevó al establecimiento de una biblioteca central de publicaciones médicas, que finalmente cristalizó en la creación de una institución fundamental para el avance de la Medicina: la National Library of Medicine, la biblioteca médica más grande e importante del mundo.

Palabras clave National Library of Medicine. Joseph Lovell. John S. Billings. Fielding H. Garrison. Index-Catalogue. Index-Medicus. Medline.

Abstract From the beginnings of the Nineteen Century, the heads of the US Army Medical Department showed a true interest for the updating of the medical officers, even when these were appointed to the most remote posts. In the course of time, this effort leaded to the foundation of a central library for the medical publications. Finally, it crystallized into a basic institution for the progress of the Medicine: The National Library of Medicine, the biggest and most important medical library of the whole world.

Key words National Library of Medicine. Joseph Lovell. John S. Billings. Fielding H. Garrison. Index-Catalogue. Index-Medicus. Medline.

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Los orígenes de la NLM se remontan a 18181, fecha en que el Congreso de EEUU reorganizó el Departamento de Sanidad militar (US Army Medical Department) tras la Guerra anglo-estadounidense (1812-1814), otorgándole por primera vez una estructura permanente, aun en tiempos de paz. Joseph Lovell (1788-1836)2, un oficial cirujano procedente de Harvard, fue su primer director y a tal efecto se le nombró “Surgeon General” (SG)3. La primera sede que se le asignó al cuerpo de Sanidad militar de EEUU constaba de dos despachos alquilados en un edificio de Washington DC; su localización se desconoce en la actualidad. En el verano de 1819 se trasladó a otra oficina ubicada en el primer edificio que tuvo la Oficina de Guerra4 (US Department of War, o War Office) en dicha ciudad, que estaba situado entre la Pennsylvania Avenue y la calle 17. El mobiliario era simple: una mesa, seis sillas y una estantería. Desde allí, junto a un secretario que copiaba la correspondencia, Lovell dirigía a los cirujanos militares que servían en fuertes, cuarteles, puestos avanzados, regimientos, hospitales y arsenales de EEUU5. En aquel entonces el Ejército proporcionaba a los oficiales médicos una obra de referencia para cada rama de la Medicina y una suscripción a una revista para que, allí donde estuviera destinado cada oficial, incluso en los destinos más remotos en la frontera, tuviera la posibilidad de conocer los avances de su profesión. La revista que se enviaba habitualmente era el Medico-Chirugical Journal and Review6, editada en Londres, aunque podía remitirse otra publicación periódica en atención a las preferencias del cirujano. Algunas de estas obras, probablemente junto con las adquiridas por el propio Lovell mientras estudiaba en Harvard, durante su ejercicio en la práctica privada o como cirujano del Ejército, terminaron en las estanterías de su despacho. Al fallecer en 1836 sus libros permanecieron allí, formando el núcleo de la biblioteca del SG. Un siglo más tarde, el general de división Edgar Erskine Hume (1889-1952), uno de los oficiales más admirados del Cuerpo de Sanidad Militar estadounidense, hombre con una singular curiosidad y autor de crónicas de ciencia y sociología, tomó arbitrariamente 1836 como el comienzo de lo que posteriormente se convertiría en la NLM. Decisión que, quizá, estuvo motivada porque 1

Miles WD. O. c., p. 1. Tan solo se aportarán las fechas para aquellos personajes que vertebran este artículo: oficiales que hayan ostentado el cargo de SG, bibliotecarios médicos y compiladores de bibliografías. 3 En la actualidad el SG es el director y oficial de mayor graduación del Cuerpo de Salud Pública estadounidense, que forma parte de la Oficina de Salud Pública y Ciencia del Ministerio de Salud y Servicios Humanos de EEUU (US Department of Health & Human Services). Es nombrado, con la aprobación del Senado, por el Presidente de EEUU y durante su mandato ostenta el rango de vicealmirante. Su despacho junto con las dependencias para el personal bajo su mando reciben el nombre de Office of the Surgeon General. Disponible en: www.surgeongeneral.gov/. 4 En 1947 pasó a denominarse Department of the Army, como parte —junto con el Ejército del Aire y la Marina— del National Military Establishment (NME). Éste, poco después, en 1949, sería rebautizado con el nombre, que todavía hoy mantiene, de Department of Defense. 5 Miles WD. O. c., p. 1. 6 Miles WD. O. c., p. 7. 2

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ese año por primera vez se solicitaron fondos al Ministerio de Guerra para la biblioteca (se pidieron 150 dólares americanos destinados a libros médicos para la oficina del SG)7. El sucesor de Lovell, el general de brigada Thomas Lawson (1789-1861), SG entre 1836 y 1861, continuó acrecentando la colección. En ésta había obras de anatomía, fisiología, fiebres y calenturas, enfermedades de los niños, odontología, epidemias, farmacia, ginecología, jurisprudencia médica y sanidad militar, así como el diccionario de latín de Robert Ainsworth (Dictionary of the Latin Tongue), el diccionario de inglés de Samuel Johnson (A Dictionary of the English Language), la Zoonomía de Darwin y una traducción al inglés de la Toxicología General de Mateo Orfila, entre otras. Por esa época, la colección también se vio ampliada gracias a los primeros intercambios y regalos. Además, el Departamento de Sanidad militar fue la primera organización que registró sistemáticamente datos sobre el clima, décadas antes de que se estableciera el Servicio meteorológico de EEUU (US Weather Bureau). Cirujanos destinados en hospitales, fuertes y puestos avanzados mantenían diarios en los que anotaban la temperatura tres veces al día, así como el curso de los vientos y alguna otra información. En 1840 la oficina del SG publicó esos datos en un pequeño volumen: Meteorological Register for the Years 1826-1830. También, entre 1819 y 1839, se recopilaron datos sobre la salud de los soldados que se plasmaron en una obra llamada: Sickness and Mortality in the Army in the United States. Lawson mandó ambos libros al Departamento de Estado de Defensa británico, recibiendo a cambio otras compilaciones estadísticas8. El primer regalo de importancia que recibió aquella incipiente biblioteca médica, probablemente, procedió de John Kearsley Mitchell, un afamado médico de Filadelfia que había tratado a Edgar Allan Poe. Mitchell obsequió 50 copias de su libro, On the Criptogamous Origin of Malarious and Epidemic Fevers (1849), de las que 49 fueron distribuidas a cirujanos militares de los estados del Sur, Suroeste y Oeste, donde existía una mayor prevalencia de fiebres y calenturas epidémicas. En 1840 Lawson se dio cuenta de que la colección reclamaba ya la confección de un catálogo, que consistió en un pequeño libro de notas manuscritas que contenía 134 títulos —ocho de los cuales eran revistas—, y en él se refirió a la biblioteca como: Library of the Surgeon’s General Office. En ese mismo año la oficina publicó el primer catálogo de sus libros, titulado: A Catalogue of books in the Library of the Surgeon’s General Office. No obstante, aunque la colección creció sobremanera bajo la dirección de Lawson, estaba desorganizada y era poco relevante. Por la misma época, la biblioteca médica del asilo de Filadelfia contenía más de 1.100 volúmenes y la del Hospital de Nueva York más de 5.000 libros y 100 revistas9.

7

Blake JB. From Surgeon General's bookshelf to National Library of Medicine: a brief history. Bull Med Libr Assoc. 1986;74(4):318. 8 Miles WD. O. c., p. 8. 9 Horwitz NH. O. c., p. 1304.

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La Guerra de Secesión y sus repercusiones para la biblioteca Durante la Guerra de Secesión (1861-1865), como es lógico pensar, tanto el Departamento de Sanidad militar como la biblioteca se desarrollaron de forma notable. El nuevo SG, el general de brigada Clement Alexander Finley (17971879), necesitaba más espacio para su personal, por lo que se trasladó a un edificio situado entre la calle F y la calle 15 de Washington DC. Allí, junto a sus ayudantes militares, ocho oficinistas civiles y un mensajero, administraba el suministro de material médico, la construcción de hospitales, el reclutamiento de médicos y todas las demás tareas que conlleva la guerra. Gracias a la situación bélica, la biblioteca fue más consultada de lo que nunca antes lo había sido y la lista de libros a distribuir fue revisada para satisfacer las demandas originadas en el campo de batalla. Finley tenía 64 años cuando fue nombrado para el puesto en 1861 y le vino el relevo inmediatamente. Su sucesor, el general de brigada William Alexander Hammond (1828-1900), un joven neurólogo de 34 años que acababa de aceptar un puesto de profesor en la Universidad de Maryland. Después de haber servido como médico militar en el Fort Riley del Estado de Kansas (1849-1860), fundó en 1862 el Army Medical Museum (que se transformaría en 1989 en el National Museum of Health and Medicine) en el que recogió historias clínicas y muestras anatomopatológicas diversas, e impulsó la elaboración de estadísticas. De este modo fue posible escribir la historia médica de la Guerra Civil estadounidense, que posteriormente sería publicada, entre 1870 y 1883, por el Ministerio de la Guerra bajo el título: Medical and Surgical History of the War and the Rebellion. Por otro lado, el museo contenía aparatos de laboratorio y los integrantes de su personal eran estudiosos que, a su vez, impartían materias tales como histología y microscopía a los oficiales médicos. Esta circunstancia aumentó la necesidad de disponer de más libros y espacio. En 1862, la oficina del SG se trasladó a un edificio anexo a la emblemática sede del Riggs National Bank10, un banco privado situado entre la calle 15 y la Pennsylvania Avenue en Washington DC. Bajo la dirección de Hammond se añadieron a la biblioteca publicaciones solicitadas a Alemania y Francia, incluyendo el Virchow’s Archiv y las revistas de la Academia Francesa de Medicina y de la Sociedad General para el Estudio del Clima de París; dotándose además de textos de referencia a cada hospital y puesto médico permanente del Ejército. Como los cirujanos militares destinados en regimientos que intervenían en el campo de batalla no estaban en condiciones de transportar todos los libros que deseaban, se les proveía con cinco de los que se consideraban más útiles. Hammond podría haber convertido la colección de la oficina del SG en una biblioteca de primera categoría si no hubiera tenido un acérrimo enemigo en el poderoso (y sectario) Ministro de Guerra, Edwin M. Stanton (1814-1869), quien le obligó a aceptar un destino forzoso en Nueva Orleans (1863). En su lugar 10

Después de algunos escándalos, el 16 de mayo de 2005 se concluyó su fusión con el PNC Bank y el nombre de Riggs dejó de usarse, aunque el edificio sigue en pie.

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Figura 1. Hospital de Fort Riley en el que trabajó a mediados del siglo XIX, como médico militar, W. A. Hammond (NLM).

nombró al general de brigada Joseph K. Barnes (1817-1883). Acusado de irregularidades relacionadas con la compra de suministros médicos, Hammond fue sometido a una corte marcial y relevado de su puesto en 1864. Abandonó el Ejército, se convirtió en un importante clínico y escribió el Treatise of the Diseases of the Nervous System (1871), que contenía la primera descripción de la atetosis. En 1874 fundó —junto con seis colegas— la American Neurological Association (ANA). Apeló la sentencia y el Gobierno finalmente le exoneró de los cargos por los que había sido separado de la institución castrense. Aunque sin derecho a percibir un retiro, fue repuesto en su empleo de general de brigada (1879) e incluido en el escalafón.

El primer catálogo, el oficial médico Billings y la caza de publicaciones En enero de 1864, Barnes decidió catalogar la biblioteca, que entonces poseía aproximadamente 1.800 volúmenes, y ese mismo año publicó el catálogo. Al año siguiente, tras el cierre de los hospitales temporales del Ejército erigidos durante la Guerra Civil, la oficina del SG recibió un alud de libros y revistas. Motivo por el que tuvo que tomar una decisión con consecuencias decisivas para el futuro de la biblioteca, a saber, ordenar al oficial cirujano John Shaw Billings (1838-1913), de 27 años, que se hiciese cargo de la creciente colección. Éste, tras haber estado destinado en el Ejército del Potomac, había pasado a desempeñar un trabajo buro-

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crático en Washington DC, y se entregó a la nueva empresa con verdadera devoción. Desde el principio, se hizo el propósito de que la colección estuviera al alcance de toda la profesión médica. A lo largo de las tres décadas siguientes, Billings la ampliaría de 1.800 volúmenes a 117.000 libros y 192.000 opúsculos. “Imaginaba” —dejó escrito Billings— “una biblioteca con cada tipo de publicación para el cirujano militar, el investigador, el estudioso y el médico en ejercicio, que incluyera informes de hospitales y de otras agencias de salud, tesis doctorales, opúsculos, revistas, libros de los siglos XVI, XVII y XVIII, e incluso incunables”11. Como la biblioteca carecía de fondos para suscribirse a todas las revistas médicas que se publicaban en el mundo, Billings escogió las mejores publicaciones inglesas, francesas, alemanas, suizas, escandinavas y de otros países europeos. Para ello requirió la colaboración de algunos médicos militares y de agentes europeos. Asimismo se las ingenió para superar las limitaciones del presupuesto gubernamental tratando de adquirir publicaciones por otros conductos. Abrigaba la esperanza de conseguir donaciones de médicos jubilados y de sus viudas, cultivó las relaciones con facultativos de todo el país, manteniéndoles informados de las obras depositadas en la biblioteca, y mantuvo trato con numerosos ediFigura 2. Billings vestido de militar, con la gratores europeos porque en ocasioduación de “major”, durante la época de la nes conseguía de ellos precios más Guerra Civil (NLM). ventajosos; incluso se dirigió a oficiales médicos pidiéndoles que enviasen las obras adquiridas en sus viajes al extranjero. El médico y escritor Oliver Wendell Holmes12, uno de los poetas más reconocidos del siglo XIX, llegó a decir de él que “constituía un peligro para el propietario de cualquier biblioteca”13. Inicialmente, al seleccionar los libros Billings había buscado obras que abordaran los tres temas que revestían especial interés para los médicos militares:

11

Miles WD. O. c., p.30. Sobre este interesante personaje, véase: Prieto S. Oliver Wendell Holmes (1809-1894). Estetoscopio y Letras. Ars Medica. Revista de Humanidades, 2006;5(1):133-140. 13 DeBakey ME. O. c., p. 1252. 12

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el cólera, la fiebre amarilla y la cirugía. La importancia de ésta se debía fundamentalmente a los accidentes que tenían lugar en fuertes y destacamentos, y a las heridas sufridas por los soldados que batallaban contra los indios en la frontera del Oeste. La fiebre amarilla se había propagado en varias ocasiones desde la época colonial, ocasionando bajas entre los soldados, y los brotes de cólera, aunque menos frecuentes, resultaban igualmente mortales.

El Index-Catalogue y el Index-Medicus Inicialmente los libros habían sido clasificados por materias y, dentro de éstas, por orden alfabético de autor; y las revistas colocadas en las estanterías ordenando sus títulos alfabéticamente. Sin embargo, Billings sabía que para que una biblioteca pudiera dar el mejor servicio, debía ser ordenada de otra forma. Existían catálogos impresos de otras bibliotecas que podían servirle de modelo, pero sólo recogían las revistas sin hacer referencia a los artículos que contenían. Y, aunque había publicaciones europeas que contenían resúmenes y revisiones, no existía ningún índice completo por materias14. Billings, a principios de la década de 1870, en un intento de crear una fuente bibliográfica central de las publicaciones médicas, comenzó a compilar un catálogo mixto de materias y autores de la creciente colección de la biblioteca. Así, en 1875 ordenó las fichas desde “aabec” hasta “air” y las envió a la oficina gubernamental de publicaciones para que imprimiera una muestra de lo que iba a ser el catálogo, que denominó Specimen Fasciculus of a Catalogue of the National Medical Library, con 72 páginas y más de 4.000 referencias15. Pero lo que necesitaba era el apoyo necesario para reunir una suma que le permitiese la publicación del catálogo, a saber, 25.000 dólares americanos para los volúmenes I y II, cantidad nada despreciable para la época. Por lo que envió copias del Specimen Fasciculus a médicos influyentes. Billings escribiría: “El Congreso debe analizar si el gasto merece la pena… ¿Cuál es el valor de un catálogo bibliográfico como éste para la población de EEUU en comparación con una expedición al Polo Norte, cinco millas de ferrocarril, una compañía de caballería o una pequeña oficina de correos?”16. Finalmente el Congreso aprobó una asignación económica. Y en 1880 vería la luz el primer tomo del Index-Catalogue of the 14

Fue en el Renacimiento cuando se empezaron a hacer los primeros intentos importantes de compilación de bibliografías médicas. Destacamos: De medicine claris scriptoribus (1506) de Symphorien Champier (1472-1539); Biblioteca Universalis (1545) de Conrad Gesner (1516-1565); Bibliothecae Medicinae Practicae (1776-1788) de Albrecht von Haller (1708-1777), y Literatura Medica Digesta (1808) de Wilhelm Gottfried Ploucquet (1744-1814). Ésta recogía más de 200.000 citas en cuatro volúmenes. Admirablemente organizada, sigue siendo la bibliografía por materias más importante en el campo de la Medicina hasta finales del siglo XVIII (véase: Blake JB. The physician as bibliographer. Bull N Y Acad Med. 1985;61(3):241-2). 15 Miles WD. O. c., p.119. 16 Blake JB. From Surgeon General's bookshelf to National Library of Medicine: a brief history. Bull Med Libr Assoc. 1986;74(4):320.

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Surgeon’s General Office, correspondiente a las letras “A” y “B” (hasta la entrada: “Berlinski”)17. El alfabeto completo se finalizó 15 años más tarde, en 1895. Como el propio Billings afirmaba, el Index-Catalogue no era una bibliografía médica, sino el catálogo de una biblioteca concreta. No obstante, la colección era tan amplia que, si incluimos la segunda serie del Index-Catalogue, sigue siendo la fuente más completa de literatura médica del siglo XIX y constituye una guía indispensable sobre los siglos anteriores. La principal razón de la tardanza en completar el Index-Catalogue fue que hubo que comenzar de nuevo por la “A” para incorporar las nuevas apariciones habidas durante la gestación de su proyecto. Así, el artículo clásico de Koch sobre la etiología de la tuberculosis, publicado en 1882, no apareció en el Index-Catalogue hasta 1893, bajo la entrada “Tuberculosis (bacilo de)”. De igual importancia que el Index-Catalogue para la comunidad médica sería la publicación del Index-Medicus, que Billings ideó como una publicación periódica mensual complementaria a la anterior, que, en lugar de ocuparse de la bibliografía retrospectiva, recogía los títulos de artículos, libros y otras fuentes bibliográficas de reciente aparición, con un índice de autores. El primer volumen del Index-Medicus vio la luz en 1879. Entre 1869 y 1870, el general Barnes consideró la posibilidad de destinar a Billings a otro puesto, pues llevaba en la oficina del SG cinco años y lo normal era que fuera trasladado. Éste fue un momento crucial para la biblioteca. Afortunadamente, Barnes lo mantuvo en su destino.

El proyecto de una biblioteca médica nacional En 1871, Barnes y Billings comenzaron a hacer planes para convertir la colección en una biblioteca nacional de Medicina. Ello significaba, en palabras de Barnes, que la institución contaría con “cada libro médico publicado en este país y cada obra relacionada con la salud pública y la Medicina estatal”, y que sería “tan completa como fuera posible en todas las publicaciones relacionadas con la organización militar, la Medicina y las ciencias afines”. Sería “una biblioteca universal de referencia”18. Tras el asesinato del presidente Abraham Lincoln, acontecido el 14 de abril de 1865, mientras asistía a una representación en el Teatro Ford de Washington DC, el Gobierno tomó la decisión de adquirirlo para que albergara, en 1867, la nueva oficina del SG, el museo, la biblioteca y un archivo para las historias clínicas de los veteranos (que, aparte de servir para escribir la historia médica de la contienda civil a la que ya se ha hecho referencia, se utilizó para atender las reclamaciones por heridas de guerra). Pero fuera del Departamento de Sanidad militar, la biblioteca era una gran desconocida, por lo que Billings dio a conocer a la profesión médica su existencia y disponibilidad. Como necesitaba apoyos

17

Mehnert RB. A world of knowledge for the nation's health: the U.S. National Library of Medicine. Am J Hosp Pharm. 1986;43(12):2992. 18 Miles WD. O. c., p.36.

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para lograr sus objetivos, convenció a las élites académicas de que cabildearan en el Congreso para que éste siguiera impulsando su crecimiento. Mientras las colecciones del Ejército estuvieron albergadas en el Teatro Ford, salieron de la imprenta los primeros ocho volúmenes del Index-Catalogue. Además, la biblioteca comenzó a expandir sus servicios con el fin de satisfacer las necesidades de información de los médicos. Poco después de la Guerra Civil, Billings puso en marcha el préstamo de libros y revistas a los oficiales médicos y en 1874 estableció las normas para el préstamo a través del servicio postal. Algunos bibliotecarios o sociedades médicas llegaron a tener tantas peticiones de libros para Washington DC, que crearon formularios normalizados y se responsabilizaron de la custodia de los libros. En la década de 1880 ya se realizaban regularmente préstamos a médicos de todo el país y las peticiones llegaban incluso de Canadá y Europa. En 1868 el catálogo contenía casi 7.000 volúmenes, incluyendo 231 títulos de los siglos XV al XVIII. Gracias a los esfuerzos de Billings, en 1873 la colección alcanzó 25.000 libros y 15.000 folletos. Hacia 1880, el número de libros se había duplicado y el de opúsculos cuadruplicado. Y lo mismo sucedió con las revistas: cinco años después de comenzar a “darles caza”, la biblioteca contenía colecciones totales o parciales de 714 de las 1.147 revistas médicas conocidas que se habían publicado desde que apareció la primera de ellas en 167919. En 1875 la biblioteca contenía ya el 75% de toda la producción de revistas médicas. Antes de retirarse del Ejército en 1895, Billings había transformado la colección en la mayor biblioteca médica de EEUU, que contenía 124.000 volúmenes y 210.000 revistas y opúsculos, más del doble de su rival más próximo, la biblioteca del Colegio de Médicos de Filadelfia20. Tras su retiro, las ordenanzas militares no volvieron a considerar más el cargo de bibliotecario como un destino vitalicio, y entre 1895 y 1913 fue desempeñado por cuatro oficiales distintos. El trabajo de compilar el Index-Medicus y el IndexCatalogue recayó en Robert Fletcher (1823-1912), un médico civil que fue el principal bibliotecario ayudante entre 1876 y 1912. Éste seleccionó a Fielding Hudson Garrison (1870-1935) —quien había comenzado en la biblioteca como oficinista, licenciándose en Medicina posteriormente— como su colaborador y coeditor del Index-Medicus. Para una de las exposiciones de la biblioteca, Garrison compiló una lista de publicaciones clásicas que contenía los títulos que consideraba cruciales para el desarrollo de la Medicina desde la Antigüedad hasta el siglo XX21. La primera impresión de esta bibliografía médica —con más de 2.000 entradas— se 19

Horwitz NH. O. c., p. 1306. Tras retirarse del Ejército, Billings reuniría las bibliotecas de Nueva York en la New York Public Library (NYPL) y convencería al filántropo Andrew Carnegie para proporcionar los fondos para la construcción de 65 bibliotecas públicas dependientes de la NYPL, además de 2.509 en ciudades y pueblos de EEUU y Gran Bretaña. Disponible en: http://en.wikipedia.org/wiki/John_Shaw_Billings. 21 De acuerdo con el propio Garrison, sería William Osler quien sugirió al bibliotecario (teniente coronel Walter D. McCaw) las ventajas de segregar de la colección las publicaciones históricas más valiosas para su preservación. Citado en: Morton LT. The history of 'Garrison-Morton': a personal account. Health Libraries Review. 1987;4(3):132-8. p. 132. 20

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hizo en el Index-Catalogue de 1912, y desde entonces ha constituido una fuente de referencia para bibliotecarios, libreros y anticuarios. En 1938 el bibliotecario británico Leslie T. Morton (1907-2004) se hizo cargo de la obra hasta su quinta edición (Scholar-Press/Ashgate Pub, 1991), titulada Morton’s Medical Bibliography: An Annotated Check-list of Texts Illustrating the History of Medicine22. La Gran Guerra interrumpió el flujo de libros y revistas desde Europa; motivo que hizo inevitable ciertos vacíos en el Index-Medicus y el Index-Catalogue. Cuando EEUU entró en la contienda europea en 1919, Garrison sugirió que la oficina del SG recopilara las actividades médicas realizadas a lo largo del conflicto, al igual que se había hecho durante la Guerra Civil. A tal efecto se designó un comité para que revisara la colección de artículos e informes enviados por el personal médico militar. La serie completa de 15 volúmenes fue publicada entre 1921 y 1929 bajo el título: The Medical Department of the United States Army in the World War. En 1917 Garrison ingresó como reservista en el Ejército con el grado de comandante. Tras la contienda estuvo destinado en Manila. En 1924 volvió a la biblioteca (con la graduación de coronel) y nuevamente se hizo cargo de la edición del Index-Medicus. En 1927, con la ayuda del editor del Journal of the American Medical Association y una beca de la Carnegie Foundation, el IndexMedicus se convirtió en una publicación trimestral: el Quarterly Cumulative Index-Medicus. Garrison permaneció en el comité editorial durante dos años y, tras expirar la beca, la American Medical Association se hizo cargo de la totalidad del coste en 1932. Sin embargo, la cuarta serie del Index-Catalogue, que debía haber comenzado en 1933, se pospuso tres años por falta de fondos. No puede dejarse de señalar que Garrison fue profesor de Historia de la Medicina en la Johns Hopkins University entre 1930 y 1935, y además se le debe una obra de referencia en esta disciplina: An Introduction to the History of Medicine23. En 1887, el Museo y la Biblioteca (Army Medical Museum and Library) se trasladaron, por falta de espacio, a lo que se conoció como el “Edificio rojo” (Old red), más tarde demolido (1962). En el solar que ocupaba, hoy se halla el Instituto Smithsoniano. El edificio resultó ser poco adecuado para albergar permanentemente las colecciones, tenía goteras, no dispuso de luz eléctrica hasta 1900 y su financiación era insuficiente, pues todos los años competía por fondos con otras necesidades del Ejército. En 1922, la institución pasó a denominarse Biblioteca Médica del Ejército (Army Medical Library) y, en 1952, Biblioteca médica de las Fuerzas Armadas (Armed Forces Medical Library), su última designación castrense antes de convertirse en la institución civil que es en la actualidad (la NLM). Sobre los libros en español de la biblioteca, tenemos que decir que algunos se “consiguieron” durante la Insurrección filipino-estadounidense (1899-1913), pues el jefe del Cuerpo de Sanidad Militar de EEUU destinado en Manila dio la orden a sus oficiales de hacerse con textos publicados en el archipiélago o en España24.

22

Morton LT. O. c. Garrison FH. An Introduction to the History of Medicine. Philadelphia: W. B. Saunders Company. 1913. La cuarta y última edición se publicó en 1929. 24 Carta. Huntington al Coronel Greenleaf, Manila, Mayo 7, 1900. En: Miles WD. O. c., p. 205. 23

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En 1930 se ordenó la demolición del edificio donde se alojaba la biblioteca. Pero el gran cirujano Harvey Cushing, que era consuegro del presidente Franklin Delano Roosevelt25, intervino y se redactó un decreto para proceder a la construcción de una biblioteca y un museo nuevos. Aunque el decreto se aprobó, su ejecución se pospuso. Durante la II Guerra Mundial, el interés por Figura 3. Biblioteca y museo de la Oficina del SG en Washington la seguridad y la neceDC, ubicados en lo que se conoció como “Edificio rojo”. Sentado sidad de espacio adien la mesa de la derecha puede verse al doctor Billings (ca. cional crecieron, por lo 1890, ©NLM). que la colección histórica fue trasladada a Cleveland (Ohio) para su conservación; y allí permaneció hasta 1962. Con el tiempo se convirtió en la división de Historia de la Medicina de la Army Medical Library. Además, en la sede de Washington DC, gracias al desarrollo de la tecnología y a las crecientes demandas de información del Departamento de Sanidad Militar, se pudo crear en 1940 una unidad de microfilmación. En 1941 comenzó la publicación de un opúsculo semanal, la Current List of Medical Literature, que servía para notificar los avances de la medicina y tuvo una enorme difusión; de forma popular, era conocida como la Current List. Por otro lado, los sistemas de microfilmación y fotocopiado empezaron a sustituir el clásico préstamo de originales, lo que permitía enviar información a los médicos militares destinados en ultramar con una mayor facilidad. Tras la contienda, el Ejército inició un programa de actualización de la biblioteca. El título de bibliotecario, utilizado hasta entonces como designación militar para el encargado de los temas de la biblioteca, fue cambiado por el de director y se decidió que los directores tuvieran formación específica en biblioteconomía. El primer miembro del Cuerpo de Sanidad Militar en disponer de esa cualificación fue Frank Bradway Rogers (1914-1987)26, que sería el director

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En una carta dirigida a Franklin D. Roosevelt fechada en 1933, Harvey Cushing afirmó: “Es la única gran biblioteca médica del mundo, y el Index-Medicus y el Index-Catalogue probablemente sean más utilizados en todo el mundo que ningún otro libro médico publicado”. Citado en: Horwitz NH. O. c., p. 1308. 26 Blake JB. Frank Bradway Rogers 1914-1987. Bull Med Libr Assoc. 1988;76(1):95-97. 34

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de la Army Medical Library entre 1949 y 1963. Durante su mandato la biblioteca sufrió un importante proceso de modernización: pasó a manos civiles en 1956 (dependiendo del Public Health Service), se rebautizó con la denominación que aún mantiene (NLM), se mudó en 1962 a su nueva sede en Bethesda y se mecanizó la producción de bibliografías. Rogers deseaba interrumpir la publicación del Index-Catalogue debido a que se tardaba 20 años o más en abarcar todo el alfabeto. Mientras se preparaba la quinta serie, 87 años después de que Billings iniciase el proyecto, se aceptó la recomendación de un comité de bibliotecarios de discontinuarlo en 1950. Al interrumpirse la publicación del Index-Catalogue, la biblioteca amplió la Current List y comenzó a publicarla mensualmente, reflejando las revistas por orden alfabético en lugar de por materias. Ello hizo necesario elaborar una nueva lista de “encabezamientos de materia” o “descriptores”, que culminaría en la publicación, en 1960, del tesauro todavía utilizado para indexar las referencias contenidas en la base de datos PubMed/MEDLINE. Actualmente dichos “descriptores” se conocen como Medical Subject Headings (MeSH). Ese mismo año, la biblioteca comenzó a publicar una bibliografía mensual, el IndexMedicus, que reemplazó la Current List y al Quarterly Cumulative IndexMedicus, y la American Medical Association, de acuerdo con la biblioteca, publicó un volumen anual, titulado Cumulated Index-Medicus, en el que se suprimieron las referencias duplicadas.

La National Library of Medicine Siempre se había cuestionado que la institución castrense tuviese a su cargo lo que se consideraba la biblioteca nacional de Medicina, por tanto, no puede sorprender que se acabara creando una comisión en el Congreso de EEUU para dar una salida a esta situación. De ella formaron parte los senadores Lister Hill y John F. Kennedy, y el 3 de agosto de 1956 el presidente Eisenhower firmó el Decreto-S.3430, aprobado por el Congreso, que convertía la biblioteca en una agencia civil, la rebautizaba como NLM, la transfería al Servicio de Salud Pública y preveía la construcción de una nueva sede. Finalmente, en 1962, bajo la presidencia de Kennedy, el nuevo edificio de la NLM, que costó siete millones de dólares de entonces, abrió sus puertas en el campus de los National Institutes of Health (NIH) de Bethesda (Maryland), motores de la investigación biomédica en EEUU. Diseñado para proteger la colección de las posibles amenazas de la guerra fría, estaba dotado de gruesas paredes de piedra caliza, de más de 80 km de estanterías subterráneas y de un techo plegable. El museo se segregó de la biblioteca y se instaló dentro del Walter Reed Army Medical Center (el centro médico de referencia del Ejército en la costa Este de EEUU, situado en Washington DC). Por la misma época en que tuvo lugar su traslado, el coronel Rogers tomó la decisión de diseñar un sistema denominado MEDLARS (Medical Literature Analysis and Retrieval System), el cual reducía el tiempo necesario para clasificar y ordenar las citas bibliográficas, y además permitiría indexar más revisDendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(1):24-38

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Figura 4. Entrada principal de la NLM (©Sage Ross). tas y elaborar bibliografías bajo pedido. Rogers dimitió en 1963 —poco antes de la implementación de MEDLARS— y le sucedió el médico Martin M. Cummings (1920-), quien previamente había sido director del Tuberculosis Research Laboratory en Chamblee (Georgia). Con el nuevo director, la biblioteca entró plenamente en el mundo de la informática. MEDLARS proporcionó a los médicos de EEUU y, luego, a los de otros países, el útil bibliográfico más potente del mundo. En 1968 se crearía —como anexo a la nueva biblioteca— el Lister Hill National Center for Biomedical Communications, así denominado en homenaje al senador Hill, desde donde era posible transmitir electrocardiogramas e imágenes médicas por satélite. La informatización abrió nuevos horizontes y, en 1964, se inauguró un servicio de peticiones de búsqueda bibliográfica dirigido a investigadores. Pero pronto resultó evidente que la cantidad de peticiones iba a resultar inabarcable para el personal existente, por lo que se estableció una red de 11 bibliotecas regionales que podían acceder al sistema central en Bethesda. Sin embargo, MEDLARS no era satisfactorio del todo. El inconveniente principal residía en el retraso, de 3 a 6 semanas, existente entre una petición de búsqueda bibliográfica y la recepción de la misma. Por lo que en 1971 se creó MEDLARS online (MEDLINE), un servicio de recuperación electrónica de referencias bibliográficas a través de redes de telecomunicación, que hizo posible acceder a los catálogos de la NLM desde las bibliotecas médicas regionales, las facultades o los 36

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hospitales, suministrando la información en cuestión de minutos. MEDLINE es el equivalente online, aunque ampliado, de las ediciones en papel del IndexMedicus posteriores a 1965. Por petición expresa de la Medical Library Association (MLA), en 1971 la NLM ofreció el Index-Medicus en forma electrónica (MEDLARS) e impresa. El presidente de la MLA desde 1966, Alfred N. Brandon, fue quien elaboró la primera lista de materias de las revistas recogidas en el Index-Medicus27. En la década de los años setenta, la mayor parte de las bibliotecas de Ciencias de la salud comenzaron a funcionar en la “World Wide Web”. La NLM estableció otras bases de datos con acceso online, como TOXLINE (Toxicology Literature Online), que suministraba referencias bibliográficas sobre toxicología, e implantó tarifas para las búsquedas de literatura médica con el objeto de sufragar los costes de las telecomunicaciones. En 1977 el Lister Hill Center de la NLM inició un trabajo pionero sobre un sistema integrado de automatización de bibliotecas de ciencias de la salud basado en miniordenadores. Además, ese mismo año, tuvo lugar el primer congreso sobre aplicaciones de los ordenadores a la atención médica, que desde entonces se ha convertido en el congreso anual de la American Medical Informatics Association (The AMIA Annual Symposium). En 1984 Donald A. B. Linbergh (1933-) sucedió al doctor Cummings en la dirección de la NLM, comenzando otra etapa de gran expansión de la biblioteca. El nuevo director se había licenciado en Medicina en la Universidad de Columbia, tras haber estudiado matemáticas aplicadas en el Amherst College (Massachussets). Como era un pionero en la aplicación de los ordenadores a la información médica, se esforzó en que ésta llegase a los profesionales de la salud y en hacerla accesible a aquellos que trabajaban en zonas rurales o en poblaciones apartadas del país. Uno de estos proyectos daría lugar al servicio de obtención de documentos, Grateful Med, en 1986. Este programa informático proporcionaba una interfaz de usuario al sistema MEDLARS que facilitaba a los médicos e investigadores de EEUU y Canadá las peticiones de documentación, siempre que dispusiesen de un identificador de la NLM, un ordenador personal y una conexión telefónica con módem. Su coste rondaba, entonces, dos o tres dólares americanos por búsqueda. En 1992 Grateful Med incorporaría un programa informático denominado Loansome Doc, que permitía a los profesionales de la salud solicitar documentos a través de su biblioteca local28. Asimismo, los esfuerzos realizados durante la primera década de su dirección —el doctor Linbergh aún sigue en activo— culminaron en la aprobación de la legislación para erigir el National Center for Biotechnology Information (NCBI) en el campus de la NLM en 1988. En 1993 la NLM creó su primera página Web, que informaba acerca de la biblioteca y sus servicios, aunque no proporcionaba textos médicos. En 1997 nació PubMed, la base de datos que permite hacer búsquedas gratuitas en

27

Morgan LK. Alfred N. Brandon, 1922-1996. Bull Med Libr Assoc. 1997;85(1):71-72. Lacroix EM, Backus JEB. Organizing electronic information to serve the needs of health practitioners and consumers. Library Trends. 2006;54(4):609-10. 28

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MEDLINE a través del NCBI29, ya sea en lenguaje libre o utilizando el lenguaje controlado (tesauro MeSH). Luego vendría un proyecto piloto sobre información médica para el consumidor que condujo a la implantación de MEDLINEplus en 1998. Este servicio diseñado para el público general permite acceder a documentos elaborados por los NIH y otras organizaciones gubernamentales (desde 2002 existe una versión en español). A lo largo de las últimas décadas, la colección ha crecido enormemente. En la actualidad, la base de datos PubMed contiene más de 18 millones de artículos procedentes de las revistas indexadas en MEDLINE y de otras revistas de ciencias de la salud. La Medicina goza de los frutos de los grandes avances habidos en el dominio de las tecnologías de la información; gracias a ello es posible aplicar los conocimientos procedentes de la enorme inversión estadounidense en investigación biomédica a la práctica clínica. Algo que, sin duda, hoy puede hacerse con mucha más facilidad que en los tiempos del SG Joseph Lovell, cuando enviaba a través de estafetas militares un pequeño paquete con libros y revistas básicos a cada médico militar, incluso a los destinados en la frontera, para que se mantuvieran actualizados en su profesión y, así, prestasen un mejor servicio a las tropas a su cargo. El valor de la Institución como parte integral de la investigación fue puesto de manifiesto en la declaración firmada por el presidente Reagan el 29 de enero de 1986: “Los ciudadanos americanos, para los que la salud de sus seres queridos es una cuestión del mayor interés, pueden estar muy orgullosos de su NLM, institución que recaba conocimientos a partir de la investigación, los organiza y los transmite a aquellos que están más cualificados para combatir la enfermedad y la discapacidad, y para mejorar la calidad de vida de todos nosotros”30. Actualmente, la NLM está asociada a veinte naciones y sigue esforzándose en llegar a consumidores y profesionales de la salud alrededor de todo el planeta.

Bibliografía general • Brodman E. The development of medical bibliography. Washington D.C.: Medical Library Association, 1954. • DeBakey ME. The NLM. Evolution of a premier information center. JAMA 1991;266(9):1252-8. • Horwitz NH. The NLM. Neurosurgery 2002;51(5):1304-12. • Miles WD. A History of the NLM. Bethesda: U.S. Department of Health and Human Services, 1982. • www.nlm.nih.gov. • www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed

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Lacroix EM, Backus JEB. O. c., p. 611. Smith KA, Mehnert RB. The National Library of Medicine: from MEDLARS to the sesquicentennial and beyond. Bull Med Libr Assoc. 1986;74(4):325. 30

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Artículos

Psicología de la nostalgia Psychology of nostalgia ■ Cecilio Paniagua* Resumen Es la evocación de recuerdos queridos lo que caracteriza la nostalgia. Ésta supone una yuxtaposición de sentimientos de gozo y aflicción por el pasado. El análisis de este fenómeno psicológico nos retrotrae, por lo general, a etapas infantiles enraizadas en la relación materno-filial. Épocas, lugares y personas suelen añorarse de modo distorsionado porque la finalidad de la nostalgia no es la fidelidad histórica, sino la inducción de autoestima y de unos sentimientos de seguridad que contrarresten la angustia provocada por la amenazante toma de consciencia del desamor, la indefensión y nuestra finitud.

Palabras clave Nostalgia. Autoestima. Sentimientos de seguridad. Relación materno-filial.

Abstract It is the evocation of loved memories that characterises nostalgia. Nostalgia implies the juxtaposition of pleasure and grief for the past. Generally, the analysis of this psychological phenomenon brings us back to periods of our childhood rooted in the mother-child relationship. Times, places, and persons are usually recalled in a distorted fashion, for the objective of nostalgia is not historical fidelity but the induction of self-esteem and feelings of safety that may counter anxiety whenever awareness of lack of love, defencelessness and finitude threatens to come to the fore.

Key words Nostalgia. Self-esteem. Safety feelings. Mother-child relationship.

* El autor es Doctor en Medicina, psiquiatra y psicoanalista.

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Significado de la nostalgia El término “nostalgia” deriva del griego nostein = regreso, y algia = dolor. Implica un deseo doloroso de regresar, pero de regresar ¿a dónde?, ¿con quién?, ¿a qué época? La literatura está repleta de obras expresivas de la añoranza por personas, lugares y tiempos pasados, de cantos a paraísos perdidos; después de todo, como señaló Jean Paul Richter, “la memoria es el único paraíso de donde no podemos ser desterrados”. Pero, ¿son fidedignos los paraísos de nuestra memoria? La investigación psicoanalítica de los recuerdos queridos que atesoramos nos retrotrae asociativamente siempre a la infancia, esa “única patria del hombre”, en el decir del poeta Paul Éluard. Tanto la experiencia clínica como los hallazgos experimentales, muestran que la memoria es una facultad poco fiable para imágenes de etapas tempranas de la vida. Decía Freud (1899) que más que recuerdos de nuestra niñez teníamos recuerdos acerca de ella: "Todos nuestros recuerdos infantiles conscientes nos muestran los primeros años de nuestra existencia, no como fueron, sino como nos parecieron al evocarlos luego, en épocas posteriores. Tales recuerdos [...] han sido formados en ellas, interviniendo en su selección toda una serie de motivos muy ajenos a un propósito de fidelidad histórica" (Los recuerdos encubridores, 1899). Esta serie de motivos obedece a la necesidad de crear mitos personales que repriman las representaciones mentales negativas y expresen, por otra parte, fantasías inconscientes de bondad y bienestar. Más tarde, estas distorsiones mnémicas se hacen patentes sobre todo en situaciones de regresión psicológica, y es en esas situaciones, especialmente las dramáticas y amorosas, que solemos sumirnos en los ensueños de la nostalgia. Los anhelos insatisfechos poseen mayor poder evocador que las percepciones objetivas de la realidad externa. Éstas pueden interferir con lo que internamente se quiere ver. En Espejismo, un poema de José Fuentes, se halla esto bien expresado: “Y sobre esta miseria carnal de mis despojos, / De mis cinco sentidos con aversión reniego. / No supe conocerte, porque era un pobre ciego: / Para ver bien quién eras me estorbaban los ojos”. Es muy probable que el poeta, más que conocer, estuviese intentando reconocer algo en su amada; si no, ¿por qué habrían de estorbarle los ojos? Seguramente, sin saberlo, como tantos enamorados, quería formarse un concepto grato muy especial de ella e interpretar su realidad a través de un prisma personal forjado en la infancia. Para este propósito la nitidez perceptual de los sentidos representaba un obstáculo, y así, el autor parece estar diciéndonos que los ojos de su cara cegaban los de su alma ensoñadora. La nostalgia siempre implica una yuxtaposición de sentimientos de gozo y de aflicción, pero por regla general, los poetas enfatizan el componente penoso del recuerdo, “Añadiendo siempre / Pasión a pasión, / Memoria a memoria, / Dolor a dolor” (Góngora), porque el padecimiento parece más ennoblecedor que el placer: es la victoria del masoquismo moral, expiador éste de sentimientos inconscientes de culpa. El deleite es, claro, un resultado más directo de gratificaciones instintuales y, por tanto, es más susceptible de despertar nuestra censura superyoica. La frustración es un motor mucho más poderoso que la 40

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satisfacción a la hora de intentar transformar las fantasías en sublimación artística. Además del gusto masoquista proporcionado por el sufrimiento y el sacrificio, existe el deseo de buscar consuelo despertando sentimientos maternales protectores y cariño compasivo. Es en la niñez donde tienen su origen inicial los sentimientos de nostalgia. Experiencias de épocas posteriores a los años más tempranos son, en realidad, orígenes segundos de dichos sentimientos (aunque la persona los experimente como primeros). Las fuentes infantiles forjan moldes en los que van a encajar —o no— las frustraciones, añoranzas y desengaños posteriores. Estas fuentes suelen ser objeto de represión y acaban resultando parcial o totalmente inconscientes. Anhelamos el retorno a las etapas infantiles con esa “insaciable sed de afecto” de que hablara León Tolstoi en sus Recuerdos. Fue entonces que gozamos de aquella sensación de seguridad y aceptación plena que la singular relación con el amor materno nos procuró. Sin saberlo, añoramos el retorno a la misma existencia intrauterina. Se ha dicho que los impulsos sexuales no son sino nostalgia, esto es, deseo de volver al inicio físico de la existencia. En condiciones normales, la madre incondicional existe sólo en la infancia temprana. En el niño, el amor de esta madre (o figura materna) sufre entonces una introyección. Este proceso de internalización de la bondad permitirá al niño desarrollar una autoestima saludable, que es la que le hará sentirse intrínsecamente valioso y merecedor de cariño y respeto el resto de su vida. Después de esa fase inicial, el amor totalmente incondicional cesa —o debe cesar— y comienzan —o deben comenzar— las expectativas y exigencias. Éstas impelen al niño a una adaptación normal a su medio, pero le suponen, por otra parte, una frustración; de aquí, seguramente, el mito universal del “paraíso perdido”. Aquí encontramos también la raíz de esa común tendencia a considerar que “Cualquiera tiempo pasado / Fue mejor” (Jorge Manrique). El nirvana de aquel estado, las percepciones tan placenteras de aquel primer cariño vuelven a activarse en los periodos de enamoramiento, aunque en estos haya normalmente elementos de la evolución psicosexual posterior. Así visto esto, el conocido dicho francés, on retour toujours à ses premiers amours, adquiere un significado más profundo. En el enamoramiento puede incluso recrearse el sentimiento del amor transgeneracional: “Besándonos tú y yo se besan nuestros muertos, / Se besan los primeros pobladores del mundo” (Miguel Hernández). Esta evocadora idea alimenta las fantasías de esa fusión con otros seres que llamamos el sentimiento oceánico. En el psiquismo humano es necesario entender el fenómeno de la conservación de lo pretérito. El pasado no es una mera etapa superada: sigue latente en el presente. William Faulkner nos recordaba: The past is not dead; it’s not even past! En efecto, la infancia de los hombres persiste literalmente por debajo de los estratos psicológicos de la adolescencia y la adultez. Esta recóndita realidad psíquica, como tantas otras, parece haber sido entendida mejor por los poetas que por los científicos. Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(1):39-48

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Tiempo y lejanía En un conocido poema, Rubén Darío exclamó: “¡Juventud, divino tesoro; / Ya te vas para no volver!”. El envejecimiento supone la pérdida progresiva de facultades físicas y algunas psíquicas y, por tanto, es comprensible que se experimente como penoso y que se añore la mocedad. “Ayer se fue, mañana no ha llegado, / Hoy se está yendo sin parar un punto; / Soy un fue, y un seré y un es cansado”, nos dice Quevedo en uno de sus Poemas morales. Sin embargo, ya sabemos que la visión halagüeña del pasado no proviene sólo de la consciencia del paso de los años. Para ahondar en los orígenes y desplazamientos de este sentimiento nos serviremos de un pasaje de El Quijote en que el héroe manchego arenga así a unos cabreros estupefactos: "Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro [...] se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío. Eran en aquella santa edad todas las cosas comunes” (XI, I). ¿A qué “dichosa” y “santa” edad se refería Don Quijote? ¿Cómo entender su nostalgia por una edad que ni él vivió ni nunca existió? Prosigue el personaje cervantino, “Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia; aún no se había atrevido la pesada reja del corvo arado a abrir ni visitar las entrañas piadosas de nuestra primera madre; que ella, sin ser forzada, ofrecía, por todas partes de su fértil y espacioso seno, lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijos que entonces la poseían”. Aquí el autor nos proporciona una asociación mental explicativa del porqué de este nostálgico ensueño. Cervantes, en efecto, nos habla de vivencias infantiles, fantaseadas y embellecidas, de una madre nutricia y generosa. De nuevo nos encontramos con lo que los psicoanalistas conceptuamos como la madre pre-edípica buena y omnipotente. En la nostalgia se echa mano del depósito de relaciones con las personas significativas de nuestro pasado con el fin esencial de preservar la integridad del self idealizado. A este efecto, las descripciones nostálgicas tenderán a reflejar el psiquismo del autor más que las cualidades objetivas de los seres queridos. Podemos incluso evocar lo que nunca fue. Existe la nostalgia por los sentimientos asociados a esperanzas incumplidas. Es posible sentir nostalgia no ya de algo que ocurrió, sino de la ilusión que uno tuvo de que hubiese ocurrido. Tanto la separación temporal como la espacial estimulan la nostalgia. Es comprensible que los riesgos (reales o imaginarios) inherentes a lo desconocido nos hagan añorar la seguridad de lo familiar. Rafael Alberti en una muy nostálgica canción escribió: “Hoy las nubes me trajeron, / Volando, el mapa de España [...] / Yo, a caballo, por su sombra / Busqué mi pueblo y mi casa. / Entré en el patio que un día / Fuera una fuente con agua. / Aunque no estaba la fuente, / La fuente siempre sonaba”. El gran poeta gaditano parecía ver y escuchar en una alucinación unos retazos amados de su pasado. A la patria, como a los familiares, se la quiere no tanto por ser buena, como por ser propia, y se tiende a idealizarla como se idealiza a los seres queridos. Un notable ejemplo de esto es el proporcionado por 42

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el escritor judío polaco Bashevis Singer, premio Nobel de literatura, quien en Norteamérica escribió con nostalgia de una Varsovia bajo la ocupación nazi. El hecho de considerar ideal la identidad del propio país, esto es, soslayar o justificar sus defectos, y exaltar o inventar sus virtudes, hace más posible el amor regresivo. En efecto, la representación interna de la patria no es sino una extensión témporo-espacial de las experiencias buenas vividas o fantaseadas con las figuras parentales (no en vano se habla de “la madre patria”). De la nuestra escribió José Zorrilla (Cantos del trovador): “En su desgracia, a par que en su opulencia, / Celebraré su fuerza y sus azares”, añadiendo en patriótico arrebato: “¡Tierra de amor! ¡Tesoro de memorias, / Grande, opulenta y vencedora un día, / Sembrada de recuerdos y de historias / Y hollada asaz por la fortuna impía! / Yo cantaré tus olvidadas glorias; / Que en alas de la ardiente poesía / No aspiro a más laurel ni más hazaña / Que a una sonrisa de mi dulce España”. El arrobamiento y la incondicionalidad de este afecto no puede tener otro origen que el del amor filial generalizado a la patria. También es campo abonado para la nostalgia la evocación de épocas históricas de magnificencia, situación en la que se encontró España en la decadencia de su hegemonía. Lógicamente, las gentes “que todo lo ganaron y todo lo perdieron”, en el decir de Manuel Machado, tuvieron que añorar los tiempos de grandeza. “Y es más fácil, oh España, en muchos modos / Que lo que a todos les quitaste sola / Te puedan a ti sola quitar todos”, cantó Francisco de Quevedo en unos dolidos versos que barruntaban el colapso del imperio. El amor al propio país, en su ruina, y la identificación con sus características, se hallan bien ejemplificados en este otro conocido soneto de Quevedo que comienza: “Miré los muros de la patria mía, / Si un tiempo fuertes, ya desmoronados, / De la carrera de la edad cansados, / Por quien caduca ya su valentía”. La nostalgia no siempre se generaliza al país entero. Frecuentemente lo que se evoca son imágenes del terruño más próximas a vivencias de la niñez o de unas etapas vitales especialmente entrañables (fidedignas, romantizadas o, más comúnmente, una mezcla de ambas cosas). Veamos algunos ejemplos: “¡Adiós, tierra de Soria; adiós al alto llano [...] / En la desesperanza y en la melancolía / De tu recuerdo, Soria, mi corazón se abreva. / Tierra del alma, toda, hacia la tierra mía, / Por los floridos valles, mi corazón te lleva”, escribió Antonio Machado en el tren que le conducía desde esa ciudad castellana, donde había muerto su joven esposa, a su Andalucía natal. Otro de trenes es éste de Alberti, en una de sus Canciones del Paraná: “Ríos inmensos y barcos / Que bajan hacia los mares. / Mas en el viento que pasa / Yo escucho trenes lejanos / Que van hacia el Guadarrama”. La grandiosidad del paisaje del Nuevo Mundo no es suficiente para anular el recuerdo juvenil emocionalmente investido y asociado a quién sabe qué constelación afectiva. En situaciones de inseguridad, ante lo desconocido, nos retraemos a esos “médanos de oro” (Juan R. Jiménez) que son los recuerdos que nos dan cobijo ilusorio. Esta es la esencia del mecanismo defensivo de la regresión. “Y siempre que te escucha el caminante / Sueña escuchar un aire de su tierra” (Antonio Machado). Evocamos la realidad pasada y, si es necesario, la distorsionamos, transformándola en impresiones que nos proporcionen sensación de cálido refugio. Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(1):39-48

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Otra defensa psicológica en la nostalgia es la idea de la transmigración de los propios afectos hacia el ser amado. Miguel Hernández nos proporciona un buen ejemplo de esto cuando, desde la cárcel, evocando su hogar escribe a su hijo en una famosa nana, “Desperté de ser niño: / Nunca despiertes. / Triste llevo la boca: / Ríete siempre [...] / Ríete tanto / Que mi alma al oírte / Bata el espacio”. La utilidad defensiva de esta hermosa fantasía semialucinatoria reside en que al poeta le resulta entonces posible, en su terrible trance, vivir ilusoria y vicariantemente la libertad y alegría que quiere atribuir a su hijo: “Tu risa me hace libre, / Me pone alas. / Soledades me quita, / Cárcel me arranca”. Podemos habitar otros espacios, transportarnos a otras vidas. La imaginación humana vuela, no conoce trabas a la hora de contrarrestar la desesperación.

Las personas idealizadas “Váyanse las noches, / Pues ido se han / Los ojos que hacían / Los míos velar; / Váyanse y no vean / Tanta soledad, / Después que en mi lecho / Sobra la mitad”, escribió estremecedoramente Góngora. Cuando no media la defensa psicológica del desplazamiento o la generalización y la nostalgia se refiere al recuerdo del amor mismo, la nostalgia por las personas amadas adopta un tono intensamente sentimental. Leamos estos versos de Rafael de Penagos: “¡Cuánto y cuánto daría porque en todo / Brillara aquel reír que se ha extinguido / Y fuera tu mirar lo que antes fuera! / ¡Cuánto por encontrar de nuevo el modo / De oponer a este invierno amortecido / Aquella relumbrante primavera!”. Apuntemos además que la libido en la nostalgia no siempre va dirigida a un amor romántico. Veamos el ejemplo de cómo requirió Sancho Panza, apenadísimo, a su señor, postrado éste en su lecho de muerte: “Mire no sea perezoso, sino levántese desa cama, y vámonos al campo vestidos de pastores, como tenemos concertado: quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora Dulcinea desencantada...” (II, LXXIIII). Añora el buen escudero los tiempos de desvariado ensueño con Don Quijote, le anima a revivir aquella época de excitación y aventura, y, llevado del amor, se identifica con sus ideas delirantes. A través de la identificación se mantiene imaginariamente el amor y hasta la misma existencia de alguien de quien dependemos emocionalmente. La capacidad humana en cuanto a esta internalización de los afectos y actitudes de las personas significativas de nuestro entorno parece infinita. Como ejemplo de identificación, admiremos ahora esta magistral pincelada de Azorín: “Cuando mi madre ha tomado en sus manos blancas esta mantilla, yo he visto que se quedaba un momento pensativa; esta mantilla es la de su boda. Y yo he sentido que una vaga tristeza —la tristeza de lo pasado— velaba sus hermosos ojos”. Un hijo, aquí, se identifica empáticamente con su madre; un hombre, por un momento, se pone en el lugar de una mujer y de su trayectoria sentimental de ilusiones y desilusiones. Otro mecanismo psicológico al que puede recurrirse ante el dolor por la ausencia del ser querido es la minimización o negación del impacto de dicha ausencia. Tenemos un buen ejemplo de esto en el Poema XX de Neruda. Tras 44

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decirnos, “Puedo escribir los versos más tristes esta noche”, y antes de confesar, “Mi alma no se contenta con haberla perdido” exclama el poeta incongruentemente, “¡Qué importa que mi amor no pudiera guardarla!”. ¿Cómo que “qué importa”? Los psicoanalistas llamamos defensa maníaca a esta reacción, con la que se intenta contrarrestar el sufrimiento por medio de la pretensión de invulnerabilidad y de una huida hacia la negación. Para comprender la psicología de la nostalgia hay que tener siempre en cuenta que la ecuación “recuerdo = reproducción de la realidad objetiva” es una falacia. Rafael Alberti, en una balada, escribió, “Nostalgia que todo lo aleja y lo cambia [...] / Te tengo. Me tienes. Y no eres la misma. / Ni es el mismo sueño de amor quien te llena”. En lo referente a las imágenes de nosotros mismos o de los seres queridos la memoria tiende a mentirnos en el sentido de la benevolencia, cuando no de la idealización. Esto no es de extrañar, porque todos necesitamos conservar o crear cimientos positivos en que basar las representaciones buenas de nosotros mismos y de los seres a quienes amamos. Ello nos proporcionará sensaciones de autoestima y confianza, contribuyendo decisivamente a que no vivamos neuróticamente inhibidos ni atemorizados entre nuestros semejantes. Buscamos con ahínco en el presente lo hermoso de nuestro pasado, lo que sentimos que dio significado positivo a nuestra existencia. Pero con frecuencia sucede que el presente es poco halagüeño y choca demasiado con las imágenes idealizadas de otras personas del pasado. Esto acentúa la tendencia a evocar como modélico lo pretérito. García Lorca, por boca de un personaje de Así que pasen cinco años, confesó, “Quiero morirme siendo ayer / Quiero morirme siendo amanecer”. A todos nos resulta indispensable un anclaje ideal más o menos firme en nuestro pasado. Decía Aliosha, personaje de Los hermanos Karamázov de Dostoyevski, que la más saludable y sustancial educación que podía dársele a una persona era la de proporcionarle en su infancia algún “recuerdo sagrado”. Esto refleja una gran verdad a la que se le podía haber añadido que, de todas formas y de un modo u otro, la persona va a procurarse dicho “recuerdo”, porque se trata de una necesidad psicológica. La evocación nostálgica de la persona adulta está invariablemente relacionada con “aquel feliz tiempo pasado, cuando su padre le parecía el más noble y fuerte de los hombres, y su madre, la más amorosa y bella mujer” (La novela familiar del neurótico, Freud, 1908). Estas idealizaciones proceden, en efecto, de nuestro psiquismo primitivo, y en la infancia son completamente normales y deseables; es más, los fallos en la función idealizadora generan cuadros de patología narcisista bien conocidos en clínica psicoanalítica. A medida que maduramos, dichas idealizaciones van chocando con la evaluación de las características reales de las personas a quienes amamos. Cada vez se hace más difícil mantener un estado de embelesamiento ante los seres queridos, resultando a veces traumáticas las desilusiones consiguientes. De hecho, las tormentas del periodo de la adolescencia son debidas no sólo a la intensificación hormonal de los impulsos, sino también a la decepción creciente que producen los padres. Miguel de Unamuno imploró así a Dios: “Vuélveme a la edad bendita / En que vivir es soñar. / Gracias, Padre, que ya Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(1):39-48

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siento / Que se va mi pubertad; / Vuelvo a los días rosados / En que era hijo no más”. En lo referente a los amores de la adultez podemos preguntarnos qué habría sucedido si no se hubiese deteriorado la idealización. Años más tarde ¿habrían empleado los poetas el mismo esteticismo exaltado para describirlos? Jean de la Bruyère dijo, cínicamente, “Añorar lo que amamos es una ventura si se compara con la realidad de vivir con el objeto amado”. Recordemos aquí la evocadora confesión de Neruda: “Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise”. De forma llana y realista, Azorín expresó así el curso más probable de acontecimientos en una nostalgia por un amor de la adolescencia: “Yo pienso a ratos, en tus manos blancas, en tus pies pequeños, en tu busto suavemente henchido; yo quisiera volver a aquellos años [...] Y esto no puede ser; tú vivirás en una casa oscura; acaso te hayas puesto gruesa, como todas las muchachas de pueblo cuando se casan; tal vez encima de la mesa del comedor haya unos pañales [...] Y yo siento una secreta angustia cuando evoco este momento único de nuestra vida, que ya no volverá, en que estábamos los dos frente a frente, mirándonos de hito en hito sin decir nada”. La angustia de Azorín denota la nostalgia por la belleza pretérita, el enfrentamiento a la caducidad y el reconocimiento penoso del cariño abortado. Quizás, precisamente para aliviar este último dolor tuviese el autor que pintar una escena doméstica deslucida, de quien fuera su amor juvenil.

Evocación de la muerte “Divina Elisa, pues agora el cielo / Con inmortales pies pisas y mides...”, dice Garcilaso en una conocida égloga. La idealización tiende a ser máxima cuando, como en este caso, las alabanzas van dirigidas a una amante difunta. En similar circunstancia, José de Espronceda escribió en un famosísimo canto, “Aún parece, Teresa que te veo / Aérea como dorada mariposa [...] / ¡Feliz! la muerte te arrancó del suelo, / Y otra vez ángel te volviste al cielo”. La idealización nostálgica del ser querido desaparecido no siempre va dirigida a una o un amante. El célebre poema de Jorge Manrique a la muerte de su padre es un buen ejemplo de ello. Las Coplas manriqueñas son notorias por haber bastado por sí solas para dar inmortalidad al autor, lo que lleva a recapacitar sobre el atractivo intemporal de este tipo de encomios mortuorios. Tras la muerte se disuelve la ambivalencia que normalmente se tiene hacia la persona amada: desaparecen los rencores, las críticas, los disgustos, y queda el cariño, acendrado además por las reacciones de culpa. Éstas son las que suelen proporcionar el impulso principal a ese homenaje que es el ditirambo luctuoso. Está, además, el hecho de que por medio de este tipo de tributos poéticos se alienta, siquiera fugazmente, ese sentimiento de omnipotencia que nos permite hacer revivir a los desaparecidos. “Los muertos pueden vivir sólo con la intensidad y calidad de vida que les impartan los vivos”, señaló el novelista Joseph Conrad. Los poetas consiguen conjurar, ilusoriamente, claro, la temible idea de que nuestra vida no es sino “un relámpago entre dos oscuridades” (en palabras de 46

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Vicente Aleixandre), así como el horror de que todos los seres vivientes acabamos tornándonos “en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada”, que dijera Góngora. Nos sentimos compelidos a rechazar, en contra de nuestra razón, tanto la finitud propia como la de los seres queridos. En Duelo y melancolía (1917) escribió Freud que existía una “oposición naturalísima” a renunciar a nuestros vínculos con los difuntos emocionalmente investidos: “Esta oposición puede ser tan intensa que surjan el apartamiento de la realidad y la conservación del objeto por medio de una psicosis desiderativa alucinatoria”. En efecto, esta clase de aflicción puede llevarnos a ideas formalmente psicóticas que nos hagan experimentar o creer en percepciones discordes con la realidad externa. Deseamos fervientemente creer que lo inanimado puede vivir. En un poema a una muchacha muerta, dice Aleixandre: “Cantas como si el nácar durmiera o respirara”. El saber que lo que antes era vivo ahora es inorgánico nos causa gran angustia; tanta que estamos dispuestos, por medio de intelectualizaciones apoyadas generalmente en las creencias compartidas por nuestra cultura, a defender el absurdo de que lo muerto sigue viviendo. El sufrimiento por la más terrible de las pérdidas puede metamorfosearse en belleza. Veamos un hermoso ejemplo de cómo puede trocarse defensivamente una experiencia terrible de desolación en una vivencia gloriosa, en este canto de Lope de Vega a un hijo pequeño muerto: “A pesar de la sangre que procura / Cubrir de noche oscura / La luz de esta memoria, / Viváis vos en la mía, / Que espero que algún día / La que me da dolor me dará gloria / Viendo al partir de aquesta tierra ajena, / Que no quedáis adonde todo es pena”. El dolor del poeta se mitiga con la idea de que su niño sigue viviendo en él, en su memoria. Soñamos con volver a ver a los seres desaparecidos que quisimos. Es universal el deseo de encontrar en el futuro el buen pasado, o lo que necesitamos creer que fue el buen pasado. Pero el retorno al pasado, a cualquier pasado, no es posible más que en la memoria y en la fantasía. Por lo general, en los poemas a una persona fallecida se glosa no sólo sobre sus atributos, sino también sobre la desolación y amargura de los supervivientes. Recordemos, por ejemplo, la desgarrada elegía de Miguel Hernández a su amigo Ramón Sijé, en que clama el poeta: “No hay extensión más grande que mi herida” y “Tanto dolor se agrupa en mi costado / Que por doler me duele hasta el aliento”. Antonio Machado, en otro conocido poema, pregunta a su joven esposa muerta: “¿No ves, Leonor, los álamos del río..?”, para terminar diciendo: “Por estos campos de la tierra mía, / Bordados de olivares polvorientos, / Voy caminando solo, / Triste, cansado, pensativo y viejo”. Al ser menos cotidiana y parecer lejana, la muerte se presta más que otras calamidades a un tratamiento estético. Leamos aquí el final de un soneto de Quevedo: “Mi báculo más corvo y menos fuerte. / Vencida de la edad sentí mi espada, / Y no hallé cosa en que poner los ojos / Que no fuese recuerdo de la muerte”. En estos versos tristes (de los que los penúltimos parecen una metáfora del declinar sexual del hombre) habla Quevedo del “recuerdo de la muerte”. Con esto se refería, naturalmente, a que entre las ideas asociadas a sus sentimientos de ocaso, estaba la de que tenía que morir, no a que tuviera “recuerdo” de la muerte (precisamente es de lo único que no podemos tener Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(1):39-48

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recuerdo). Ante este fatal acontecimiento, y con el objetivo de superar la angustia inherente a la incognoscible vivencia de nuestro fin, se recurre a menudo a tratarlo como si fuese verdaderamente una experiencia: una entidad conocida que puede ser aprehendida psicológicamente. El relato de Tolstoi La muerte de Iván Ilich quizá constituya el texto más ilustrativo del conflicto dramático generado por la consciencia de la propia muerte. Es comprensible que revivamos episodios gratos (o la fantasía de unos episodios gratos) cuando se cierne la amenaza de una muerte, con el propósito de contrarrestar la angustia y la tristeza del presente. Así, cualquiera puede entender que aquel forzado del romance de Góngora que se hallaba “Amarrado al duro banco / De una galera turquesca”, evocase vivísimamente a su mujer, pidiéndole al “sagrado mar de España”, “Tráeme nuevas de mi esposa [...] / Que bien puedes si es verdad / Que las aguas tienen lengua; / Pero, pues no me respondes, / Sin duda alguna que es muerta, / Aunque no lo debe ser, / Pues que vivo yo en su ausencia”. Quien corría mayor riesgo de muerte era, claro está, el galeote y, defensivamente, éste (es decir, el autor en identificación con su personaje) desplaza el peligro hacia su esposa. Además, los últimos versos ejemplifican la común fantasía consoladora de que una persona muerta puede sobrevivir en el alma de quien la quiso. Los poemas sobre la muerte a veces se refieren a la del mismo autor. Se trata en realidad de cantos a la propia supervivencia fantaseada. El poeta se siente capaz de escuchar “Voces que me aseguran que podré verte / Cuando al mundo mis ojos cierre la muerte” (Federico Balart). Se trata, claro está, de un antídoto trascendental imaginario contra la angustia del fin. José Asunción Silva, un rapsoda de hace dos siglos, escribió en una fantasmagoría de su propia muerte, de “esa noche más larga que las otras”, como solía llamársela: “Mis ojos, que en recuerdo / Del infinito eterno de las cosas, / Guardaron sólo, como de un ensueño, / La tibia luz de tus miradas hondas [...] / Verán, en lo ignorado de la muerte, / Tus ojos destacándose en la sombra”. Con esta defensa animista lo que queremos preservar por encima de todo es aquello que consideramos más ennoblecedor de nosotros mismos: nuestra capacidad de amar. Y aquí es cita obligada el soneto de Quevedo Amor constante más allá de la muerte, que acaba así: “Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido, / Venas, que humor a tanto fuego han dado, / Médulas que han gloriosamente ardido, / Su cuerpo dejará, no su cuidado; / Serán ceniza, más tendrá sentido; / Polvo serán, mas polvo enamorado”. No hay mejor consuelo ante la angustia de nuestro inexorable fin que la idea de la pervivencia eterna del amor.

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Artículo especial

La Europa de Ratzinger The Europe of Ratzinger ■ Carlos Aragonés* ■ Hay una frase que define la imagen que nuestro autor se hace de la situación europea: “Cuando empecé hace cincuenta años con San Agustín, vi enseguida que se trataba de un contemporáneo mío", decía Ratzinger en un acto sobre “el padre de Europa”, San Benito, días antes de ser elegido Papa. Valoraciones así sobre nuestra época del primer teólogo-pontífice se encuentran en sus numerosos escritos, pero las conferencias son inmejorables fuentes para hacerse rápidamente y de primera mano con su visión histórica. Una idea de la historia sostenida, a lo largo de 40 años, por quien comenzó a despuntar internacionalmente cuando el Concilio le seleccionó, junto a un grupo de consagrados o prometedores profesores de teología, como perito del Vaticano II. Joseph Alois Ratzinger (Marktl am Inn, Baviera, 1927) no teme exhibir su pensamiento en público, cuida la precisión de ideas y siempre interesa a sus audiencias. La repercusión de estos actos ha superado en muchas ocasiones el espacio reservado, usualmente, a las noticias de religión por los medios de comunicación. La cosa empezó en sus clases abarrotadas de alumnos, a primera hora de la mañana, en las facultades de Tubinga y Ratisbona. De los apuntes y grabaciones reunidas apareció el primer libro reconocido, Introducción al cristianismo, que le deparó una influencia como intelectual sin precedentes —para un prelado— y sin rival en el orbe católico, a no ser la obra de su colega el suizo Hans Küng. De modo que esta autoridad personal difundida por las diócesis de la Iglesia, volvió lógico su ascenso a la romana “Cátedra de Pedro”, pero mucho más a ojos de la opinión informada no europea que entre nosotros los países vecinos a Roma. No por casualidad, es el problema de la religiosidad europea futura el debate cultural que el sacerdote germano elige siempre que le brindan la ocasión. Cabe apuntar que sigue la estela de otro presbítero alemán e intelectual de primera línea, Romano Guardini (1885-1968), figura igualmente magistral para el profeso* El autor es filósofo, diputado por Madrid en las Cortes Generales y miembro de las Comisiones de Cultura y Asuntos Exteriores. Además, presidió la Comisión de la Unión Europea de esa Institución.

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rado católico de entreguerras, por su facilidad para combinar fe y reflexión. Fueron también aquellos primeros años del joven Ratzinger, los de actuación política de un tío carnal sacerdote, elegido repetidas veces diputado a la Cámara de Baviera. Leer al todavía cardenal Ratzinger en el simbólico año 2000, depara el placer de topar con una erudición vertida a un lenguaje claro. El orador repasa con elegancia datos, si bien no desconocidos, bajo puntos de vista en absoluto tópicos, y ello en un campo tan minado como la conflictiva relación del poder secular y la autoridad religiosa. El hoy Papa, habla con la arquitectura mental de un alto eclesiástico, en el pulcro estilo de profesor de la gran universidad alemana. Es una paradoja biográfica que una inclinación tan poderosa hacia el estudio y la enseñanza haya sido “desviada”, sistemáticamente, hacia puestos de gobierno en la Iglesia católica desde que fuera designado arzobispo de Munich, por Pablo VI en 1972, prefecto en Roma de la Congregación para la Doctrina de la Fe pocos años después y luego elegido sucesor del Papa Woytila. Obligado a predicar y “pontificar” casi a diario, comprometido por una actualidad seguro que incómoda al hombre de vocación académica y avanzada edad, sus cualidades públicas de estilo e inteligencia, no obstante, resisten bien bajo la presión de los medios y la carga de responsabilidad moral aneja a su función de “primer pastor”. Esta facilidad para otear las coordenadas de la actualidad, desplegada al servicio de un vasto trabajo de síntesis cultural, merece ser leída despaciosamente. Jacob Neussner, rabino de Nueva York y corresponsal de este Papa, sostiene que no ha encontrado una personalidad contemporánea más lúcida que el profesor Joseph Ratzinger. La conferencia que presenta la Revista constituye una resonante toma de posición sobre Europa, formulada en una circunstancia nada coyuntural o en respuesta a compromisos de agenda. En vísperas de la cumbre de jefes de Estado europeos y primeros ministros en Niza, el ciudadano nacido bávaro que Ratzinger es acude a Berlín, a invitación de la delegación de su Estado, justo en el primer aniversario de esa recuperada condición de capital de la Alemania unida. Primer año del nuevo siglo, un tratado de la Unión Europea que negociar entre los primeros mandatarios y un proyecto en ciernes de Constitución para el continente… son datos que apuntan a un nuevo comienzo histórico-político. Die Zeit, principal semanario de su país, dirigido por el antiguo canciller, el social-demócrata hamburgués Helmut Schmidt, se apresuró a publicarla de inmediato. La Europa de Ratzinger adquiere la forma de una idea moral antes que un concreto territorio. Con su proverbial agilidad mental, abre el mapa ante su auditorio y comienza por señalar en él que fueron los limes africanos del imperio romano la primera frontera de lo europeo. En ellos su admirado Agustín de Hipona asistió al primer colapso continental de una civilización europea, desde la otra orilla mediterránea en la frontera “con el país de los libios”. Aún más que sus naciones, los límites de lo europeo se han movido por más de 25 siglos desde que las islas y riberas del Asia Menor llamaron “europea” a la parte continental de Grecia. Ésta es su primera respuesta al cardenal Glemp, quien, como primado de la nación católica más hacia el Este, Polonia, hacía algo más que preguntar a sus 50

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compañeros de episcopado europeo dónde termina el territorio que habitan los europeos, reunificados al comenzar el tercer milenio. En la perspectiva del Papa vivo no está de más anotar que fuera precisamente un monje toledano, quien primero calificara de “europeos” a los soldados francos de Carlos Martel enfrentados en Poitiers (732) a las tropas musulmanas venidas de la Marca catalana. Victoria militar rápidamente hinchada en su real importancia estratégica al servicio de una primera delimitación de Europa, definición sentida con particular urgencia en territorios vecinos a los dominios islámicos como los reinos hispanos de entonces. La visión europeísta de nuestro conferenciante no renuncia a nada del pasado, y menos a “la infancia de Europa”, la Edad Media. Una de las ventajas institucionales de las Iglesias cristianas consiste en su memoria histórica, empero reservada hoy a no muchos más que a sus hombres de cultura y algunos dignatarios. A pesar de ella, cabría tomar esta inclinación medievalista por una inevitable nostalgia hacia los tiempos de la Cristiandad. Lo cierto es que el vocabulario de Ratzinger descarta la identificación de “los buenos tiempos” con esta larga época histórica, o cualquier otra, y encuentra poco gusto en las nostalgias románticas de una espiritualidad perdida entre brumas medievales. En realidad, el teólogo hoy Papa tiende bastante más al diálogo con la época de la Ilustración y a la refutación del positivismo, en sus diálogos públicos sobre razón creyente y racionalidad agnóstica, junto a filósofos de la talla de Jürgen Habermas, políticos profesores como Marcello Pera, y teólogos de la secularización como Juan Bautista Metz. Qué libertad, qué igualdad y qué noción de la dignidad de la persona en el futuro supraEstado europeo, acotan los temas de discusión entre el religioso y el no creyente que aspiren a ser ciudadanos conscientes de su destino. Lo comprobamos en sus palabras finales de Berlín, cuando hace la conocida reclamación a los parlamentarios europeos de que figure una mención al cristianismo en la futura Carta constitucional. Petición reiteFigura 1. “Batalla de Poitiers” (732) en la que se reprerada y que no fue atendida. senta a Carlos Martel (montado a caballo) frente al Si, con todo, nos pareciera barbado caudillo islámico, el valí (gobernador) de Alque el conferenciante se aleja Ándalus, Abderrahman ibn Abdullah Al Gafiki. Óleo de de lo contemporáneo, quizá Charles de Steuben (1788–1856), pintado entre 1834 sea justo entender que mil y 1837 (Museo del Castillo de Versalles, Francia). años de hilo conductor de una Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(1):49-52

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historia, la europea, más deseada, reflexionada e imaginada que cumplida, recobran una vigencia no sospechada. La inmigración de los pueblos francos y germanos o sajones, cuajó en una nueva sociedad, junto a galos romanizados y otros pueblos latinos, en torno al año 800, en el territorio del hoy pentágono de ciudades europeas o “corazón de Europa”: Londres, Frankfurt, Viena, Milán y París. Desde entonces se logró una hibridación con escasos paralelos en la historia mundial. Este impulso constructivo, nacido de aquello que sólo pueden aportar las integraciones culturales profundas, acaso prefigura la tarea por venir del continente cuando avance nuestro siglo XXI. Interpretaciones aparte, es clara la apuesta de la conferencia por explicar la insólita fuerza expansiva del continente en la tensión de principio entre los diversos poderes. Entre europeos, el control moral de la sociedad ha estado por doquier repartido y disputado por eclesiásticos y civiles. La originalidad europea se cifra en esa lucha por la supremacía, por quién disponga de “la última palabra ante los hombres”, vendría a decirnos Ratzinger. Los nombres y su predominio cambian a lo largo de siglos, pero el atractivo mítico que emana de episodios remotos y recientes, tal que la unidad carolingia, el Sacro imperio, la corona bicéfala de Carlos V… luego la Europa gobernada por las científicas Luces; hasta la reconciliación franco-alemana de posguerra abogada por los padres fundadores de la Comunidad Europea, son variaciones de una fórmula para relacionar la conciencia moral y el poder político sin absorberla ni suprimirla. Del otro lado, Bizancio y la “Tercera Roma” o Moscú, sigamos sus palabras, ejemplifican un concepto fallido de “lo europeo”. El imperio bizantino y su heredero espiritual y político al norte, el imperio ruso, fusionaron Estado e Iglesia en un mismo poder. Su imagen de la mejor sociedad olvida el inestable equilibrio en que de siempre han vivido los europeos occidentales —y con el que emigrarán a las dos Américas—, que es la fuente de su impresionante movilidad económica, científica y cultural. Paradójicamente ya en nuestro siglo, los experimentos nazi, fascista y comunista emprendieron igual camino, pero en un sentido inverso e irreligioso, mutando la política en una suerte de nueva religión secular para sus pueblos. La catástrofe no se hizo esperar. Cuando el máximo representante de una institución con tan larga memoria histórica elige maestro de historia a San Agustín, conviene tomar nota del paralelismo. Agustín será quien anote, desde su sede episcopal de Hipona en la otra orilla del Mediterráneo, cómo sus conciudadanos de Roma —la “Europa de la Antigüedad”— ceden el paso a otros pueblos de otras culturas. Quien sienta interés por otras manifestaciones del hoy Benedicto XVI a caballo entre política y religión, puede buscarle, después de Berlín, en estos otros enclaves europeos: “Europa en la crisis de las culturas”, en el Monasterio de Subiaco, abril de 2005; “Fe, razón y universidad”, Universidad de Ratisbona, septiembre de 2006, en la que levantó grandes protestas de la inteligencia islámica; el discurso no pronunciado en la Universidad de La Sapienza, Roma, enero de 2008, por la protesta de los estudiantes; y el más reciente hasta la fecha: ante las Academias de Francia en el Colegio de Bernardinos de París, en septiembre de 2008.

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Artículo especial

Europa, política y religión Europe, politics and religion ■ Joseph Ratzinger* ■ Europa... ¿Qué es en realidad Europa? Esa pregunta fue planteada con énfasis una y otra vez por el cardenal Glemp en uno de los grupos lingüísticos del Sínodo romano de los obispos europeos: ¿dónde comienza, dónde termina Europa? ¿Por qué, por ejemplo, Siberia no pertenece a Europa, aunque está predominantemente habitada por europeos, que viven y piensan de manera claramente europea? ¿Dónde se pierde Europa por el Sur de la comunidad de Estados rusos? ¿Por dónde discurre su frontera asiática? ¿Qué islas son Europa, cuáles no, y por qué? En esas conversaciones se puso de manifiesto que Europa sólo de forma secundaria es un concepto geográfico: Europa no es un continente geográficamente aprehensible con claridad, sino un concepto cultural e histórico. El nacimiento de Europa Este concepto se manifiesta con toda evidencia cuando tratamos de remontarnos a los orígenes de Europa. Al hablar del origen de Europa es costumbre remitirse a Heródoto (aprox. 484-425 a. de C.), probablemente el primero en dar cuenta de Europa como concepto geográfico, que la define así: “Los persas consideran Asia con sus pueblos como país. Europa y el país de los griegos, dicen, está completamente fuera de sus fronteras”. No se indican las fronteras propias de Europa, pero está claro que el núcleo de la Europa actual está completamente fuera del campo de visión del historiador clásico. De hecho, con la formación de los Estados helenos y del Imperio Romano, se había constituido un “continente” que se convirtió en la base de la ulterior Europa, pero que tenía unas fronteras enteramente distintas. Se trataba de los países que circunda-

* Conferencia pronunciada el 28 de noviembre de 2000 en Berlín, cuyo texto íntegro fue publicado, traducido al español, por Nueva revista de politica, cultura y arte, nº73 (enero-febrero 2001), y que se reproduce con la debida autorización. Sirva este escrito de recuerdo a Antonio Fontán (1923-2010), que en esta Revista publicó: Ayer y hoy de las humanidades en la cultura occidental. Ars Medica. Revista de Humanidades 2005;4(2):326-330.

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ban el Mar Mediterráneo, que configuraban un verdadero “continente” por su vinculación cultural, por la circulación de personas y el comercio y por un sistema político común. Sólo las victoriosas campañas del Islam trazaron, por primera vez, en el siglo VII y comienzos del VIII, una frontera a través del Mediterráneo. Lo partieron, por así decir, por la mitad, de modo que lo que hasta entonces había sido un continente se dividió ahora en tres: Asia, África y Europa. En Oriente, la reestructuración del mundo antiguo se llevó a cabo con mayor lentitud que en Occidente. El Imperio Romano, con capital en Constantinopla, se mantuvo allí —aunque cada vez retrocediendo más— hasta entrado el siglo XV. Mientras, alrededor del año 700 la parte sur del Mediterráneo quedó separada definitivamente de su anterior continente cultural, al mismo tiempo que se llevaba a cabo una creciente expansión hacia el Norte. El Limes, que hasta entonces había sido una frontera continental, desaparece y se abre a un nuevo espacio histórico que ahora abarca las Galias, Germania y Britania como su auténtico núcleo y se extiende a ojos vistas hacia Escandinavia.

El Imperio de Carlomagno En este proceso de desplazamiento de fronteras, la continuidad ideal con el anterior continente mediterráneo se vio garantizada por una construcción histórico-teológica. Enlazando con el Libro de Daniel, se consideró que mediante la fe cristiana el Imperio Romano se renovaba y se convertía en el último y permanente imperio de la Historia Universal y definió el conjunto de pueblos y Estados que se estaba formando como el permanente Sacrum Imperium Romanum. Este proceso de nueva identificación histórica y cultural se llevó a cabo con plena conciencia bajo Carlomagno, y aquí emerge la vieja palabra Europa, con un significado transformado. Ahora este vocablo se utiliza como denominación para el imperio de Carlomagno, y expresa a un tiempo la conciencia de la continuidad y de la novedad, con las que el nuevo conglomerado de Estados se identifica en tanto que verdadera fuerza de futuro: de futuro, precisamente porque se entiende anclado en la continuidad de la Historia anterior y, en última instancia, siempre permanente. En la comprensión de sí mismo, que así se forma, se expresa tanto la conciencia de algo definitivo como la de una misión. Ciertamente, tras el final del Imperio Carolingio el concepto de Europa vuelve a desaparecer, y sólo se conserva en el lenguaje de los eruditos. Tan sólo a principios de la Edad Moderna —probablemente en relación con el peligro turco, como forma de autoidentificación— pasará a la lengua popular, para imponerse con carácter general en el siglo XVIII. Con independencia de este recorrido etimológico, la constitución del Imperio franco, como el nunca desaparecido y entonces vuelto a nacer Imperio Romano, significó el paso decisivo hacia lo que hoy entendemos cuando hablamos de Europa.

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Figura 1. Vista parcial del claustro del monasterio románico de San Juan de Duero, situado a las afueras de Soria y levantado en la primera mitad del siglo XII por la Orden militar de los Hospitalarios de San Juan de Jerusalén. La convivencia de distintos estilos arquitectónicos convierte este espacio claustral en uno de los más excepcionales de Occidente. Bécquer se inspiró en él para escribir la leyenda de “El monte de las ánimas” (©José Luis Puerta).

El Imperio de Bizancio Ciertamente, no debemos olvidar que hay una segunda raíz de Europa, una Europa que no es la del Oeste, que no es la Europa occidental. En Bizancio, el Imperio Romano, como ya se ha dicho, había resistido las tempestades de las invasiones bárbaras y la invasión islámica. Bizancio se entendía a sí mismo como la auténtica Roma; de hecho aquí el Imperio no había sucumbido, por lo que también se mantenían sus pretensiones sobre la mitad occidental del mismo. También este Imperio Romano de Oriente se extendió hacia el Norte, hacia el mundo eslavo, y creó un mundo propio, greco-romano, que se distingue de la Europa latina de Occidente por poseer otra liturgia, otra constitución eclesiástica, otra escritura y por haber renunciado al latín como lengua común de cultura. Hay, sin duda, bastantes elementos de cohesión que podrían hacer de los dos mundos un continente común. En primer lugar, la herencia compartida de la Biblia y de la Iglesia antigua, que, por lo demás, en ambos mundos se remite a un origen que está fuera de Europa, en Palestina. Además, la idea tradicional de imperio, la concepción básica sobre la Iglesia y, por tanto, también la comunidad de concepciones jurídicas e instrumentos legales fundamentales. FinalDendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(1):53-69

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mente, habría que mencionar el monacato que, en medio de las grandes conmociones de la Historia, siguió siendo soporte esencial no sólo de la continuidad cultural, sino sobre todo de los valores religiosos y morales básicos de la orientación última de la vida del hombre, y que como fuerza prepolítica y suprapolítica se convirtió también en vehículo de los renacimientos que una y otra vez se hicieron necesarios.

El poder político y el espiritual Entre ambas Europas hay sin embargo una profunda diferencia, sobre cuya importancia ha llamado la atención Endre Von Ivanka. En Bizancio, el Imperio y la Iglesia aparecen casi identificados entre sí; el Emperador es también la cabeza de la Iglesia. Se considera vicario de Cristo, y enlazando con la figura de Melquisedec que era rey y sacerdote a un tiempo (Gen. 14, 18), ostenta desde el siglo VI el título oficial de “rey y sacerdote”. Como, por su parte, el Imperio había abandonado Roma desde Constantino, en la antigua capital imperial pudo desplegarse la independencia del obispo romano como sucesor de Pedro y cabeza de la Iglesia. Desde el principio de la era constantiniana, en Roma se enseñó que había una dualidad de poderes. El Emperador y el Papa tenía plenitud de facultades, pero separadas: ninguno de los dos disponía de todas. El papa Gelasio I (¿?-496), en su famosa carta al emperador Atanasio y aún con más claridad en su cuarto Tratado, frente a la tipología bizantina de Melquisedec, recalcó que la unidad de poderes residía exclusivamente en Cristo. “Debido a las debilidades humanas (¡superbia!), Él mismo separó para los tiempos ulteriores los dos oficios a fin de que ninguno se creyera superior al otro” (capítulo 1l). Para las cosas de la vida eterna, los emperadores cristianos necesitaban a los sacerdotes (pontífices), y éstos a su vez se atenían a las disposiciones imperiales en lo referente a asuntos temporales. En las cuestiones del mundo, los sacerdotes tenían que obedecer las leyes del emperador instaurado por ordenación divina, mientras que en las cuestiones divinas éste tenía que someterse al sacerdote. Con ello se introducía una separación y diferenciación de poderes que alcanzó la mayor importancia para el ulterior desarrollo de Europa y, por así decirlo, sentó las bases de lo específicamente occidental. Pero, dado que en contra de tales delimitaciones se mantuvo viva por ambas partes el ansia de totalidad, permaneció la exigencia de predominio de un poder sobre el otro. Este principio de separación se convirtió también en fuente de infinitos padecimientos. Cómo hay que vivir y cómo organizarse correctamente desde los puntos de vista político y religioso, subsiste como un problema fundamental para la Europa de hoy y de mañana.

El cambio hacia la Edad Moderna Si, con todo lo dicho, consideramos como el verdadero nacimiento del “continente” Europa, por una parte, la formación del Imperio Carolingio, y, por otra, 56

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la pervivencia del Imperio Romano en Bizancio y su misión entre los eslavos; para ambas Europas el principio de la Edad Moderna representa una ruptura que afecta tanto a la esencia del continente como a sus contornos geográficos. Constantinopla fue conquistada por los turcos en 1453. Otto Hiltbrunner (1913) comenta al respecto con laconismo: “Los últimos (...) eruditos emigraron (...) a Italia y proporcionaron a los humanistas del Renacimiento el conocimiento de los originales griegos; pero Oriente se hundió al arruinarse su cultura”. La formulación puede ser un tanto brusca, porque también el Imperio otomano tenía su cultura; pero, lo que sí es cierto es que con estos hechos llegó a su fin la cultura grecocristiana, “europea”, de Bizancio. Con ello amenazaba con desaparecer una de las alas de Europa, aunque la herencia bizantina no había muerto. Moscú se declaró a sí misma “tercera Roma”, constituyó su propio patriarcado basándose en la idea de una segunda translatio imperii y se presentó como una nueva metamorfosis del Sacrum Imperium, como una forma propia de ser Europa y, sin embargo, seguía vinculada a Occidente y se orientaba cada vez más hacia él, hasta que finalmente Pedro el Grande trató de convertirla en un país occidental. Este desplazamiento hacia el Norte de la Europa bizantina trajo consigo que las fronteras del continente se ensancharan también hacia el Este. La fijación del límite de los Urales como frontera es absolutamente arbitrario, pero en cualquier Figura 2. Puerta de la Iglesia del Palacio de Wittenberg, caso el mundo al Este de donde, de acuerdo con la tradición, el 31 de octubre de ellos fue convirtiéndose 1517, Martín Lutero (1483-1546) clavó sus “95 Tesis” cada vez más en una espe(©Torsten Schleese). cie de patio trasero de Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(1):53-69

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Europa; no era Asia ni Europa, pero estaba esencialmente conformado por la personalidad europea aunque sin ser parte de esa personalidad: era objeto y no titular de su historia. Quizá es eso lo que define la esencia de un status colonial. Así pues, en lo que respecta a la Europa bizantina, no occidental, a comienzos de la Edad Moderna podemos hablar de un doble proceso. Por una parte, está la extinción del antiguo Bizancio, y de su continuidad histórica respecto al Imperio Romano; por otra, esa segunda Europa obtiene con Moscú un nuevo centro y extiende sus fronteras hacia el Este, para levantar finalmente en Siberia una especie de avanzadilla colonial.

La Europa de la Reforma Al mismo tiempo, podemos constatar igualmente en Occidente un doble proceso de enorme importancia histórica. Una gran parte del mundo germánico se desgaja de Roma; surge una forma nueva e ilustrada de Cristianismo, de tal forma que, desde ahora, recorre el “Occidente” una línea de separación que constituye también claramente un limes cultural, una frontera entre distintas formas de pensar y actuar. Ciertamente, hay también grietas dentro del mundo protestante, por ejemplo entre luteranos y reformados, a los que se unen metodistas y presbiterianos, mientras la iglesia anglicana trata de construir un camino intermedio entre lo católico y lo protestante. A esto se añade la diferencia entre el Cristianismo como Iglesia de Estado, que se hará característico de Europa, y las “iglesias libres” que buscan refugio en América del Norte, de las que luego hablaremos.

La doble europeización de América En primer lugar, prestaremos atención al segundo proceso que transforma esencialmente en la Edad Moderna la situación de la Europa hasta entonces latina: el descubrimiento de América. A la ampliación de Europa hacia el Este mediante la continua expansión de Rusia hacia Asia, se une la radical ruptura de los límites geográficos de Europa hacia el mundo trasatlántico, que ahora recibe el nombre de América. La división de Europa en una mitad latino-católica y otra germánico-protestante se traslada a ese otro continente conquistado por ella. También América se convierte al principio en una Europa ampliada, en “colonia”; pero, al mismo tiempo, con la sacudida que sufre Europa a través de la Revolución Francesa, crea su propia personalidad. A partir del siglo XIX, aunque profundamente marcada por su nacimiento europeo, se contrapone a Europa con esa personalidad propia. Al intentar reconocer la identidad íntima de Europa mirando a su historia, hemos advertido dos cambios históricos fundamentales: en primer lugar, la sustitución del viejo continente mediterráneo por el continente del Sacrum Imperium, situado más al Norte, en el que desde la época carolingia se consti58

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Figura 3. La Batalla del Somme (1916), en la que las fuerzas británicas y francesas intentaron romper las líneas alemanas, fue una de las más largas y sangrientas de la I Guerra Mundial. La foto fue tomada, en las cercanías de Ovillers-la-Boisselle, en una trinchera defendida por soldados ingleses del 11º batallón del Regimiento de Cheshire (©United Kingdom Government). tuye “Europa” como mundo latino-occidental. Junto a ella, la subsistencia de la antigua Roma en Bizancio, con su expansión hacia el mundo eslavo. Como un segundo momento, hemos observado la caída de Bizancio y el desplazamiento hacia el Norte y el Este de la idea imperial cristiana en un lado de Europa, y en el otro la división interna de Europa en mundo germano-protestante y mundo latino-católico, con una extensión hacia América, a donde llega tal división. Así, el Nuevo Mundo, finalmente se constituye con una personalidad histórica propia y enfrentada a Europa. Ahora tenemos que prestar atención a un tercer cambio cuya antorcha más visible fue la Revolución Francesa. Sin duda, desde la Baja Edad Media el Sacro Imperio estaba en curso de disolución como realidad política y se había hecho cada vez más frágil como hilo conductor de la Historia, pero sólo ahora se rompe también formalmente ese marco espiritual sin el que Europa no habría podido constituirse. Se trata, tanto desde el punto de vista de la política real como desde un punto de vista ideal, de un proceso de notable alcance. Desde el punto de vista ideal, significa que se rechaza la fundamentación sacra de la Historia y de la existencia de Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(1):53-69

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los Estados. La Historia ya no echa de menos una idea de Dios que la precede y la conforma; a partir de ahora el Estado se considera algo puramente secular, basado en la racionalidad y en la voluntad de los ciudadanos. Por primera vez en la Historia surge un Estado secular puro, que desecha la acreditación y fundamentación divina de la política, calificándola de cosmovisión mítica; a la vez que declara a Dios asunto privado, que no pertenece al ámbito público de la voluntad popular. Ésta es considerada únicamente cosa vinculada a la razón, para la que Dios no aparece como claramente reconocible: la religión y la fe en Dios pertenecen al ámbito del sentimiento, no de la razón. Dios y su amor dejan de ser públicamente relevantes. De esta forma, a finales del siglo XVIII y principios del XIX, se produce una nueva clase de escisión de la fe, cuya gravedad empezamos a percibir a ojos vistas. En alemán no tiene nombre porque en Alemania ha tenido una repercusión más lenta. En las lenguas latinas, se define como una división entre “cristiano” y “laico”. En los últimos dos siglos, esa tensión ha causado en las naciones latinas una profunda grieta, mientras el Cristianismo protestante logró, más fácilmente al principio, dar cabida en su espacio a las ideas liberales e ilustradas, sin tener que romper el marco de un amplio y básico consenso cristiano. La cara político-real de la disolución de la vieja idea del Imperio consiste en que ahora las naciones que se habían hecho identificables como tales mediante la formación de espacios lingüísticos unitarios, aparecen definitivamente como los verdaderos y únicos sujetos de la Historia; es decir, alcanzan un rango que antes no les correspondía. El explosivo dramatismo de este sujeto de la Historia, ahora plural, acabó en que las grandes naciones europeas se consideraban depositarias de una misión universal que necesariamente tenía que conducir a conflictos entre ellas; conflictos cuya mortal furia hemos experimentado dolorosamente en el siglo que ahora termina.

La universalización de la cultura europea y su crisis Finalmente, hay que tener en cuenta otro proceso más con el que la historia de los últimos siglos entra claramente en una nueva fase. Si la vieja Europa premoderna sólo había conocido en sus dos mitades esencialmente un único adversario con el que tenía que enfrentarse a vida o muerte, el mundo islámico; y si la inflexión de la Edad Moderna había traído consigo la expansión hacia América y parte de Asia sin grandes culturas propias, ahora se produce el salto a los dos continentes hasta el momento tan sólo tangencialmente tocados: África y Asia, a los que también se trata de convertir en vástagos de Europa, en “colonias”. Esto se ha conseguido en cierta medida, en cuanto que Asia y África también persiguen el ideal del mundo marcado por la tecnología y el bienestar, de modo que también allí las viejas tradiciones religiosas han entrado en una situación de crisis y los estratos de pensamiento puramente secular dominan cada vez más la vida pública. Pero también hay una reacción. El renacimiento del Islam no sólo está vinculado a la nueva riqueza material de los países islámicos, sino que está ali60

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mentado por la conciencia de que el mismo puede ofrecer un fundamento espiritual sólido para la vida de los pueblos que la vieja Europa parece haber perdido; lo que hace que, a pesar de mantener su poder político y económico, se vea condenada cada vez más al retroceso y a la decadencia. También las grandes tradiciones religiosas de Asia, sobre todo sus componentes místicos, expresados en el Budismo, se alzan como fuerzas espirituales frente a una Europa que niega sus fundamentos religiosos y morales. El optimismo acerca de la victoria de lo europeo, que Arnold Toynbee aún podía representar a principios de los años sesenta, parece hoy curiosamente superado: “De veintiocho culturas que hemos identificado... dieciocho están muertas y nueve de las diez restantes —de hecho, todas excepto la nuestra— muestran signos de estar ya derrumbándose”. ¿Quién podría hoy decir una cosa así? Y además... ¿qué es esa cultura “nuestra” que ha quedado? La cultura europea ¿es la civilización de la tecnología y el comercio victoriosamente extendida por el mundo? ¿No ha derivado más bien un resultado posteuropeo como consecuencia del fin de las viejas culturas europeas? Yo descubro en esto una paradójica sincronía: a la victoria del mundo técnicosecular posteuropeo, a la universalización de su modelo de vida y su forma de pensar, va unida, especialmente en los ámbitos estrictamente no europeos de Asia y de África, la impresión de que el mundo de valores de Europa, su cultura y su fe, en los que descansaba su identidad, están acabados y en realidad han sido ya abandonados; que ha sonado la hora de los sistemas de valores de otros mundos: de la América precolombina, del Islam, de la mística asiática. En esta hora de su máximo éxito, Europa parece vacía por dentro, paralizada por una mortal crisis circulatoria, forzada por así decirlo a someterse a trasplantes, que sin embargo tenderán a anular su identidad. A ese morir interno de las fuerzas sustentadoras del espíritu se une que, también desde el punto de vista étnico, Europa parezca en vías de extinción. Hay un extraño desinterés por el futuro. Los niños, que son el futuro, son vistos como una amenaza para el presente; se piensa que nos quitan algo de nuestra vida. Ya no se los percibe como esperanza, sino como límite del presente. Se impone la comparación con el hundimiento del Imperio Romano decadente que aún funcionaba como gran marco histórico, pero que en la práctica ya vivía por obra de los que iban a liquidarlo, porque no tenía energía vital en sí mismo.

Diagnósticos contemporáneos Con esto hemos llegado a los problemas del presente. Hay dos diagnósticos contrapuestos sobre el posible futuro de Europa. Por una parte está la tesis de Oswald Spengler, que creía poder constatar en las grandes culturas una especie de desarrollo sujeto a leyes naturales. Serían los momentos del nacimiento, paulatina ascensión, el del esplendor de una cultura, su lento agotamiento, envejecimiento y muerte. Spengler documentaba su tesis de forma impresionante con testimonios extraídos de la Historia de las culturas, en los que se puede rastrear esa ley del desarrollo. Su tesis era que Occidente había Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(1):53-69

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llegado a su fase tardía; que, a pesar de todos los exorcismos, desembocaría irrevocablemente en la muerte de este continente cultural. Naturalmente, podría transmitir sus dones a una nueva cultura ascendente, como ha ocurrido en anteriores decadencias, pero como tal sujeto había dejado atrás su vigencia vital. Entre las dos guerras mundiales, esta tesis biologista encontró apasionados adversarios, especialmente en el ámbito católico. También le salió al paso, de forma impresionante, Arnold Toynbee, por cierto con postulados que tienen hoy poco eco. Toynbee establecía la diferencia entre progreso técnico-material, por una parte, y el verdadero progreso, que él definía como espiritualización, por otra. Aceptaba que Occidente —el “mundo occidental”— se encontraba en una crisis, cuyas causas descubría en la apostasía de la religión para rendir culto a la técnica, a la nación y al militarismo. En última instancia, la crisis tenía para él un nombre: secularización. Si se conoce la causa de la crisis, también se puede indicar el camino hacia la curación: hay que regresar al momento religioso, que para él comprendía la herencia religiosa de todas las culturas, pero especialmente “lo que ha quedado del Cristianismo occidental”. Al punto de vista biológico se contraponía aquí una visión voluntarista, que apostaba por la fuerza de las minorías creadoras y las personalidades destacadas. Se plantea la pregunta: ¿es correcto el diagnóstico? Y si lo es, ¿está en nuestras manos reimplantar el momento religioso, haciendo una síntesis entre el Cristianismo residual y la herencia religiosa de la Humanidad? En última instancia, entre Spengler y Toynbee la cuestión queda abierta porque no podemos atisbar el futuro. Pero, con independencia de ello, se nos plantea la tarea de preguntarnos por aquello que pueda garantizar el futuro y por aquello que sea capaz de mantener la identidad interna de Europa a través de todas las metamorfosis históricas. O más sencillo aún: por aquello que hoy y mañana prometa mantener la dignidad humana y una existencia conforme a ella.

Iglesia y Estado contemporáneos Nos habíamos quedado en la Revolución Francesa y sus consecuencias en el siglo XIX. En ese siglo se desarrollaron sobre todo dos nuevos modelos “europeos”. En las naciones latinas, el modelo laicista: el Estado está estrictamente separado de las corporaciones religiosas, que son remitidas a la esfera de lo privado. El propio Estado rechaza un fundamento religioso y se sabe fundado únicamente sobre la razón y sus criterios. En vista de la fragilidad de la razón, estos sistemas se han revelado débiles y propensos a las dictaduras. En realidad, sólo sobreviven porque se mantienen como parte de la vieja conciencia moral; incluso sin los fundamentos de antes, existe un consenso básico. Por otro lado, en el ámbito germánico se encuentran de distintas maneras los modelos de relaciones entre Iglesia y Estado característicos del protestantismo liberal, en los que una religión cristiana ilustrada, esencialmente entendida como moral —incluso con formas de culto garantizadas por el 62

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Estado— asegura un fundamento religioso de amplia base al que tienen que adaptarse las distintas religiones no estatales. Este modelo garantizó durante largo tiempo la cohesión estatal y social en Gran Bretaña, en los Estados escandinavos y al principio también en la Alemania dominada por Prusia. En Alemania, la quiebra de la iglesia estatal prusiana creó un vacío que era campo abonado para una dictadura. Hoy, las iglesias estatales están amenazadas de consunción por todas partes. De las corporaciones religiosas, que son derivadas del Estado, no emana fuerza moral alguna, y el Estado mismo tampoco puede crear fuerza moral, sino que tiene que presuponerla y construir sobre ella. Entre los dos modelos están los Estados Unidos de América que, por una parte —aunque constituidos sobre un fundamento eclesial libre— parten de un estricto dogma de separación, y por otra están profundamente impregnados de un consenso básico cristiano-protestante no confesional, al que se unió una especial conciencia de misión respecto del resto del mundo, que dio al momento religioso un peso público importante, que podía llegar a ser decisivo para la vida política como fuerza prepolítica y suprapolítica. Naturalmente, no se puede ocultar que también en los Estados Unidos avanza incesantemente la disolución de la herencia cristiana, mientras que, al mismo tiempo, el rápido crecimiento del elemento hispano y la presencia de tradiciones religiosas provenientes de todo el mundo modifican el cuadro. Quizá haya también que observar que los Estados Unidos promueven de manera evidente la “protestantización” de América Latina, es decir, la sustitución de la Iglesia Católica por formas de “iglesia libre”, en la convicción de que aquella no puede garantizar sistemas políticos y económicos estables, que fracasa por tanto como educadora de las naciones. Mientras se supone que el modelo de las “iglesias libres” hará posible un consenso moral y una formación democrática de la voluntad parecidos a los que son característicos de los Estados Unidos. Para complicar aún más todo el cuadro, hay que aceptar que hoy en día la Iglesia Católica representa la mayor comunidad religiosa de los Estados Unidos, y que en su vida religiosa apuesta decididamente por la identidad católica. No obstante, respecto a las relaciones entre Iglesia y política, los católicos han asumido las tradiciones de las “iglesias libres”, en el sentido de que precisamente una Iglesia que no está fundida con el Estado garantiza mejor los fundamentos morales del conjunto, de forma que la promoción del ideal democrático aparece como una profunda obligación moral conforme a la fe. Hay buenas razones para ver en tal postura una continuación adaptada a los tiempos del modelo del papa Gelasio del que hablé antes.

El socialismo Regresemos a Europa. A los dos modelos de los que hablábamos antes se unió en el siglo XIX un tercero, el del socialismo, que pronto se dividió en dos vías distintas, la totalitaria y la democrática. El socialismo democrático ha Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(1):53-69

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podido insertarse desde el principio como un saludable contrapeso frente a las posturas liberales radicales de los dos modelos existentes y los ha enriquecido y también corregido. Se reveló, además, como interconfesional. En Inglaterra era el partido de los católicos, que no podían sentirse como en casa ni en el campo protestante-conservador ni en el liberal. También en la Alemania guillermina el Centro católico pudo sentirse mucho más próximo al socialismo democrático que a las fuerzas conservadoras protestantes, estrictamente prusianas. El socialismo democrático en muchos aspectos estaba y está próximo a la doctrina social católica, y en cualquier caso ha contribuido notablemente a la formación de la conciencia social. En cambio, el modelo totalitario se asoció a una filosofía de la Historia estrictamente materialista y atea. La Historia es entendida, de forma determinista, como un proceso de progreso que, pasando por las fases religiosa y liberal, se encamina hacia la sociedad absoluta y definitiva, en la que la religión queda superada como reliquia del pasado y el funcionamiento de las condiciones materiales garantiza la felicidad de todos. Este aparente cientificismo esconde un dogmatismo intolerante: el espíritu es producto de la materia; la moral es producto de las circunstancias y tiene que ser definida y puesta en práctica conforme a los fines de la sociedad; todo lo que sirva para alcanzar el feliz estado final, es moral. Esto culmina la perversión de los valores que habían construido Europa. Más aún; aquí se lleva a cabo una ruptura con toda la tradición moral de la Humanidad. Ya no hay valores independientes de los fines del progreso. En un momento dado todo puede estar permitido o incluso ser necesario, moral en un nuevo sentido. Incluso el ser humano puede convertirse en un instrumento; no cuenta el individuo, sólo el futuro que se convierte en una terrible divinidad, que dispone de todo y de todos. Actualmente, los sistemas comunistas han fracasado por su falso dogmatismo económico. Pero se pasa por alto con demasiada complacencia el hecho de que se derrumbaron, de forma más profunda, por su desprecio del ser humano, por su subordinación de la moral a las necesidades del sistema y sus promesas de futuro. La verdadera catástrofe que dejaron detrás no es de naturaleza económica; es la desolación de los espíritus, la destrucción de la conciencia moral. Yo veo un problema esencial de esta hora de Europa y del mundo en que, sin duda, en ninguna parte se discute el fracaso económico, y por eso los vicios comunistas se han convertido sin titubeos en liberales en economía; en cambio, la problemática religiosa y moral, que es de lo que de verdad se trataba, ha quedado casi completamente desplazada. Pero la problemática legada por el marxismo sigue vigente hoy: la liquidación de las certidumbres originarias del ser humano acerca de Dios, de sí mismo y del Universo; la liquidación de la conciencia de unos valores morales que no son de libre disposición sigue siendo ahora nuestro problema; y eso es precisamente lo que puede conducir a una autodestrucción de la conciencia europea que, con independencia de la visión “decadentista” de Spengler, tenemos que contemplarla como un peligro real. 64

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¿Dónde estamos hoy? Así llegamos a la pregunta: ¿hacia dónde ir? ¿En los violentos cambios de nuestro tiempo existe una identidad de Europa que tenga futuro y que podamos respaldar desde dentro? Para los padres de la unión europea tras la devastación de la Segunda Guerra Mundial —Adenauer, Schumann, De Gasperi— estaba claro que ese fundamento existe, y que descansa en la herencia cristiana de lo que el Cristianismo convirtió en nuestro continente. Para ellos estaba claro que las destrucciones a las que nos habían enfrentado la dictadura nazi y la dictadura de Stalin se basaban precisamente en el rechazo de esos fundamentos, en un monstruoso orgullo que ya no se sometía al Creador, sino que pretendía crear él mismo un hombre mejor, un hombre nuevo, y transformar el mundo malo del Creador en el mundo bueno que surgiría del dogmatismo de la propia ideología. Para ellos estaba claro que esas dictaduras, que habían puesto de manifiesto una cualidad del Mal enteramente nueva, reposaban, más allá de todos los horrores de la guerra, en la voluntad de eliminar aquella Europa, y que había que regresar a aquella concepción que había dado su dignidad a este continente, a pesar de todos los errores y sufrimientos. El entusiasmo inicial por el retorno a las grandes constantes de la herencia cristiana se ha esfumado rápidamente, y la unión europea se ha llevado a cabo casi exclusivamente en aspectos económicos, dejando a un lado en gran medida la cuestión de los fundamentos espirituales de tal comunidad. En los últimos años ha vuelto a crecer la conciencia de que la comunidad económica de los Estados europeos necesita también un fundamento de valores comunes. El crecimiento de la violencia, la huida hacia la droga, el aumento de la corrupción, hacen muy perceptible que la decadencia de los valores también tiene consecuencias materiales, y que es preciso un cambio de rumbo. Partiendo de ese punto de vista, los días 3 y 4 de julio de 1999 los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea acordaron la elaboración de una Declaración de Derechos Fundamentales. A la ponencia encargada de redactarla se dio el 3 de febrero de 2000 el nombre de “convención” y el 14 de septiembre del mismo año presentó un proyecto definitivo, que fue aprobado el 14 de octubre por los jefes de Estado y de Gobierno. Yo no puedo intentar analizar aquí ese esbozo de Declaración; tan sólo pretendo plantear la pregunta de hasta qué punto tal Declaración es apropiada para dotar de un núcleo espiritual al cuerpo económico de Europa. Es importante la segunda frase del preámbulo: “En la conciencia de su herencia religioso-espiritual y moral, la Unión se fundamenta sobre los valores indivisibles y universales del ser humano: la libertad, la igualdad y la solidaridad”. Se ha lamentado la ausencia en este texto de la referencia a Dios, algo sobre lo que luego volveré. Es importante en principio la incondicionalidad con la que la dignidad y los derechos del hombre aparecen aquí como valores que preceden a todo derecho estatal. Günther Hirsch ha recalcado con razón que esos derechos fundamentales ni son creados por el legislador ni son concedidos a los ciudadanos, sino que “más bien existen por derecho propio y han de ser respetados por Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(1):53-69

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el legislador, pues se anteponen a él como valores superiores”. Esta vigencia de la dignidad humana precedente a toda acción y decisión política remite en última instancia al Creador: sólo Él puede crear derechos que se basan en la esencia del ser humano y de los que nadie puede prescindir. En este sentido, aquí se codifica una herencia cristiana esencial en su forma específica de validez. Que hay valores que no son manipulables por nadie es la verdadera garantía de nuestra libertad y de la grandeza del ser humano; la fe ve en ello el misterio del Creador y la semejanza con Dios conferida por Él al hombre. De este modo, esta frase protege un elemento esencial de la identidad cristiana de Europa en una formulación comprensible también para el no creyente. Hoy nadie negará directamente la preeminencia de la dignidad humana y de los derechos fundamentales sobre cualquier decisión política; aún están muy próximos los espantos del nazismo y su doctrina racista. Pero en el ámbito concreto de lo que se suele llamar progreso médico hay amenazas muy reales a estos valores. Pensemos en la clonación, en el almacenamiento de fetos humanos con fines de investigación y donación de órganos o en todo el campo de la manipulación genética. A esto se añaden el comercio de seres humanos, nuevas formas de esclavitud o el tráfico de órganos humanos con fines de trasplante. Siempre se alegan “buenos fines” para justificar lo injustificable. En lo que respecta a estos ámbitos, hay algunas constataciones satisfactorias en la Declaración de Derechos Fundamentales, pero en otros puntos importantes sigue siendo demasiado vaga, cuando es precisamente aquí donde los principios corren peligro. Resumamos: la afirmación del valor y la dignidad del ser humano, de la libertad, igualdad y solidaridad, los principios de la democracia y el Estado de Derecho, incluye una imagen del ser humano, una opción moral y una idea del Derecho que en modo alguno se entienden por sí mismas, pero son factores básicos de la identidad de Europa, que también han de ser garantizados en sus consecuencias concretas y, naturalmente, sólo podrán ser defendidos si vuelve a integrarse en la correspondiente conciencia moral. Pero, quiero señalar otros dos puntos en los que aparece la identidad europea, Ahí están, en primer lugar, el matrimonio y la familia. El matrimonio monógamo ha sido conformado como figura ordenadora fundamental de las relaciones entre hombre y mujer y a la vez como célula de la formación comunitaria del Estado, a partir de la fe bíblica. Tanto la Europa del Oeste como la Europa del Este han configurado su historia y su concepción del hombre a partir de unos preceptos muy precisos de fidelidad y de comunión. Europa ya no sería Europa si esta célula básica de su estructura social desapareciera o cambiara de forma sustancial. La Declaración de Derechos Fundamentales habla del derecho al matrimonio, pero no prevé ninguna protección jurídica y moral específica para él ni lo define con más precisión. Pero todos sabemos lo amenazados que están el matrimonio y la familia. Por una parte, por el socavamiento de su indisolubilidad, por formas cada vez más fáciles de divorcio; por otra, por el nuevo comportamiento, que cada vez se extiende más, de la convivencia de hombre y mujer sin la forma jurídica del matrimonio. En clara contraposición a esto está la demanda de las uniones homosexuales, que, paradójicamente, reclaman una forma 66

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Figura 4. Perspectiva de la cuidad de Berlín desde la puerta de Brandenburgo (febrero de 1990). Hay un gran gentío a ambos lados del llamado “Muro de protección antifascista” y al final de la calle del 17 de junio se divisa la Columna de la Victoria (©Ralph Hirschberger, Bundesarchiv).

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jurídica más o menos equiparable al matrimonio. Con esta tendencia se abandona toda la historia moral de la Humanidad, que a pesar de toda la variedad de formas jurídicas del matrimonio, siempre supo que por su esencia es la especial convivencia de hombre y mujer, que se abre a los hijos y, por tanto, a la familia. Aquí no se trata de discriminación, sino de la cuestión de lo que el ser humano es como hombre y como mujer y de cómo se conforma jurídicamente la relación mutua de un hombre y una mujer. Si por un lado esa relación se separa cada vez más de su forma jurídica y si, por otra parte, la asociación homosexual es vista cada vez más como de igual rango que el matrimonio, nos encontramos ante una disolución de la imagen del hombre cuyas consecuencias pueden ser extremadamente graves. Por desgracia, en la Declaración falta una palabra clara al respecto. Finalmente, permítanme tratar el ámbito de lo religioso. En el artículo diez se garantizan las libertades de pensamiento, de conciencia y de religión, la libertad de cambiar de religión o visión del mundo y, en fin, la libertad de manifestarse y practicar la religión, solo o en comunidad con otros, pública o privadamente, por medio de servicios religiosos, enseñanza, costumbres y ritos. Los Estados se declaran neutrales respecto a las religiones, pero al mismo tiempo les conceden el derecho de una presencia pública. Esto es en sí mismo positivo, y responde en última instancia al básico criterio cristiano de la distinción entre los ámbitos estatal y eclesial, de la libertad del acto de fe y del ejercicio de la misma, de no aceptación de la religión ordenada por el Estado. No obstante, en la práctica se plantea la cuestión de cómo se integran en el conjunto de la sociedad las distintas manifestaciones públicas de la religión. Voy a poner un sencillo ejemplo. El Estado no puede declarar día libre el viernes para los musulmanes, el sábado para los judíos y el domingo para los cristianos. Tendrá que decidirse por una ordenación común del tiempo y después preguntarse por preferencias. Las grandes fiestas —Navidad, Pascua, Pentecostés—, ¿no son señas de identidad de nuestra cultura? ¿Y el domingo? Aún es más difícil cuando en las distintas religiones se encuentran elementos que no concuerdan con los objetivos constitucionales básicos del preámbulo y el primer capítulo, referidos a la dignidad de la persona. ¿Qué ocurriría si una religión considerase por principio la violencia parte de su programa? ¿Si una religión negara por principio la libertad de religión y exigiera formas de teocracia política? ¿Qué pensar de la magia que quiere dañar el cuerpo y el alma del otro? Asimismo, la reaparición de ideologías de extrema derecha vuelve a hacernos conscientes de que la tolerancia no puede llegar hasta el punto de promover su propia eliminación: tiene su límite allí donde la libertad ilimitada se emplea para destruir la libertad en beneficio de ideologías hostiles a la libertad e inhumanas. Hay que seguir reflexionando sobre la cuestión de los límites internos de la tolerancia, límites que necesita en aras de sí misma. En este punto vuelve a plantearse la cuestión de si, partiendo de la tradición humanista europea y sus fundamentos, no habría sido necesario anclar en la Declaración a Dios y la responsabilidad ante Él. Probablemente no se ha hecho porque en modo alguno quería que se prescribiese desde el Estado una convicción religiosa. Esto hay que respetarlo. Pero mi convicción es que hay algo que 68

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no debiera faltar: el respeto a aquello que es sagrado para otros, y el respeto a lo sagrado en general, a Dios, un respeto perfectamente exigible incluso a aquél que no está dispuesto a creer en Dios. Allá donde se quiebra ese respeto, algo esencial se hunde en una sociedad. En nuestra sociedad se castiga, gracias a Dios, a quienes escarnecen la fe de Israel, su imagen de Dios, sus grandes figuras. Se castiga también a quien denigra el Corán y las convicciones básicas del Islam. En cambio, cuando se trata de Cristo y lo que es sagrado para los cristianos, la libertad de opinión se convierte en el bien supremo y limitarlo pondría en peligro o incluso destruiría la tolerancia y la libertad. Pero la libertad de opinión tiene sus límites en que no debe destruir el honor y la dignidad del otro; no es libertad para la mentira o para la destrucción de los derechos humanos. Aquí hay un autoodio, que sólo cabe calificar de patológico, de un Occidente, que sin duda (y esto es digno de elogio) trata de abrirse comprensivamente a valores ajenos, pero que ya no se quiere a sí mismo; que no ve más que lo cruel y destructor de su propia Historia, pero que ya no puede percibir lo grande y puro que hay en ella. Para sobrevivir, Europa necesita una nueva aceptación —sin duda crítica y humilde— de sí misma. A veces el multiculturalismo que con tanta pasión se promueve es, ante todo, renuncia a lo propio, huida de lo propio. Pero el multiculturalismo no puede existir sin constantes comunes, sin directrices propias. Sin duda, no podrá existir sin respeto a lo sagrado. Eso incluye salir con respeto al encuentro de lo que es sagrado para el otro; pero es algo que sólo podremos hacerlo si lo que es sagrado para nosotros, Dios, no nos es ajeno a nosotros mismos. Desde luego que podemos y debemos aprender de lo que es sagrado para otros, pero nuestra obligación, precisamente ante los otros y por los otros, es alimentar en nosotros mismos el respeto a lo sagrado y mostrar el rostro del Dios que se nos ha aparecido: el Dios que acoge a los pobres y los débiles, a las viudas y a los huérfanos, a los extranjeros; el Dios que es tan humano que Él mismo quiso ser hombre, un hombre doliente, que sufriendo con nosotros da dignidad y esperanza al sufrimiento. Si no lo hacemos, no sólo negaremos la identidad de Europa, sino que dejaremos de hacer a los otros un servicio al que tienen derecho. El dominio absoluto de lo profano que se ha construido en Occidente es profundísimamente ajeno a las culturas del mundo. Esas culturas se fundamentan en la convicción de que un mundo sin Dios no tiene futuro. En ese sentido, el multiculturalismo nos llama a volver a nosotros mismos. No sabemos cómo seguirá Europa su camino. La Declaración de Derechos Fundamentales puede ser un primer paso para que vuelva a buscar conscientemente su alma. Hay que dar la razón a Toynbee en que el destino de una sociedad depende una y otra vez de minorías creadoras. Los creyentes cristianos deberían verse a sí mismos como una minoría creadora y contribuir a que Europa recupere lo mejor de su herencia y así sirva a toda la Humanidad.

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Doce artículos para recordar Twelve Articles for Remember Entre la miríada de artículos científicos publicados en los últimos meses, la Redacción ha seleccionado los doce que siguen. No “están todos los que son”, imprudente sería pretenderlo, pero los aquí recogidos poseen un rasgo de calidad, sencillez, originalidad o sorpresa por el que quizá merezcan quedar en la memoria del amable lector.

Gracheva EO, Ingolia NT, Kelly YM, Cordero-Morales JF, Hollopeter G, Chesler AT, Sánchez EE, Pérez JC, Weissman JS y Julius D. Molecular basis of infrared detection by snakes. Nature 2010;464:1006-1011. Las serpientes venenosas localizan sus presas de sangre caliente merced a su capacidad para detectar la radiación infrarroja (longitud de onda entre 750 nm y 1mm) que emiten. Esa facultad reside en un órgano presente en una fosita localizada en la punta del hocico (en la serpiente de cascabel) o bien en el labio superior (en pitones y boas). La coordinación en su cerebro de las impresiones térmicas y visuales permite a esos ofidios rastrear animales con rapidez y precisión. Hasta hoy no se conocía el fundamento de tal capacidad. Los autores de este artículo, de Universidades de California, Utah y Texas, comunican cómo en el fondo de aquella fosita en la serpiente de cascabel (Crotalus atrox), hallan una membrana muy vascularizada e inervada por fibras sensitivas, ramas del trigémino. Además, demuestran que en esas fibras existen canales de iones que se comportan como receptores de infrarrojos. Así, esas fibras transforman las señales infrarrojas en señales nerviosas que son transmitidas al tectum óptico de su cerebro, donde convergen con otros tipos de sensibilidades. Se demuestra una vez más que los canales de iones son esenciales en la fisiología o, si se prefiere, en la vida y en la lucha por ella. 1

Maron BJ y Estes NAM. Conmotio cordis. N Engl J Med 2010;362:917927. Cuenta la leyenda que el maestro chino de artes marciales Dim-Mak acababa con la vida de sus enemigos mediante un golpe seco (el “toque de la muerte”) en el borde izquierdo del esternón. Hoy sabemos que un traumatismo en el centro del pecho puede producir “conmoción cardiaca” y la muerte del que lo sufre. Su frecuencia se desconoce, su causa suele ser una taquicardia ventricular y su patogenia es explicada en este artículo. Los autores, de Mineápolis y Boston, revisan los 224 casos de muerte por golpes no penetrantes y aparentemente inocentes en el pecho registrados en Mineápolis en los últimos 15 2

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años. Observan que esta entidad tiene preferencia por niños y adolescentes, 95% varones, (media de edad: 15±9 años; 26% menores de 10 años y sólo 9% mayores de 25) en los que la caja torácica es bastante más elástica que en adultos. Las prácticas de deportes con posible impacto de bates, bastones, pelotas compactas (béisbol y hockey) y balones (rugby y fútbol), o el choque con otros deportistas, son responsables del 75% de esas muertes; y el 25% restante obedece a golpes recibidos durante juegos u otras actividades. Además, aunque el colapso suele ser instantáneo, un 20% de las víctimas pueden seguir activas durante unos segundos antes de caer fulminadas. Mediante estudios experimentales en palomas, perros y conejos, recuerdan que los factores determinantes de la muerte por conmoción cardiaca son: la localización del impacto precisamente sobre el corazón (con un brusco aumento de la presión en sus cavidades) y que el golpe se reciba en la estrecha ventana de 20 milisegundos que dura la rama ascendente de la onda T del ECG. Conocer el cómo y el porqué de un fenómeno siempre puede ser útil para evitarlo.

Lindqvist C, Schuster SC, Sun Y, Talbot SL, Qi J, Ratan A, Tomsho LP, Kasson L, Zeyl E, Aars J, Miller W, Ingólfsson Ó, Bachmann L y Wiig Ø. Complete mitochondrial genome of a Pleistocene jawbone unveils the origin of polar bear. Proc Natl Acad Sci. USA. 2010;107:5053-5057. El oso polar (Ursus maritimus) es el más grande de las seis especies de osos que existen y su hábitat es el Océano Glacial Ártico. Su evolución y procedencia son casi desconocidas al ser sus fósiles muy escasos precisamente por el inhóspito lugar en que vive, ya que cuando mueren sus restos son devorados por otros animales o van a parar al mar. Sin embargo, su origen ha sido desvelado. Los autores de este artículo, de las Universidades de Búfalo, Filadelfia, Anchorage, Oslo, Reykiavik, Tromso y Longyearbyen (Noruega), a partir del estudio genómico mitocondrial en una mandíbula inferior fósil hallada bajo el hielo en el archipiélago de las Svalbard, han podido demostrar que el oso polar desciende del oso pardo. Dada su similitud genética, sostienen que muy probablemente algunos osos pardos debieron quedar aislados en las costas de Siberia hacia el Pleistoceno Medio (hace 100-70 kiloaños) y que en un período de tiempo relativamente breve debieron convertirse en carnívoros cada vez más especializados, adaptados a un medio en el que sólo podían alimentarse de carne o pescado. El oso polar, ejemplo de oportunismo evolutivo en el linaje de los mamíferos. 3

Fishman J, Ten Have T y Casarett D. Cancer and the media: How does the news report on treatment and outcomes? Arch Intern Med 2010;170:515518. Se ha calculado que la mitad de los hombres y un tercio de las mujeres en el mundo desarrollado serán diagnosticados de un cáncer a lo largo de su vida, y que aproximadamente la mitad de ellos morirán por la neoplasia o sus complicaciones. Los autores de estas páginas, de la Universidad de Pensilvania, revisan 436 artículos sobre cáncer publicados en ocho grandes diarios y cinco revistas de tirada nacional en EEUU. Observan que casi la tercera parte de ellos tratan sólo de la supervivencia y que menos del 8% se refieren a aspectos como el final y sus formas. En consecuencia, se plantean si los medios de comunicación están dando 4

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una información realista sobre la amplia variedad de tumores que nos afligen; y si no estarán ofreciendo una visión incorrecta al destacar la supervivencia sobre la mortalidad, las curaciones sobre los fracasos terapéuticos o sesgando la información en pro de los tratamientos agresivos frente a las alternativas paliativas. En un tema tan sensible como éste, qué difícil es lograr la ecuanimidad; el difícil equilibrio entre información, realidad y esperanza.

Himmelstein DU, Wright A y Woolhandler S. Hospital computing and the costs and quality of care: a national study. Am J Med 2010;123:4046. Una de las “verdades indiscutibles” que han surgido en el último cuarto de siglo en el campo de la gestión sanitaria es que la informatización mejora la calidad de la atención de los pacientes, reduce los gastos e incrementa la eficiencia administrativa. Sin embargo, eso quizá no sea tan absoluto. Los autores de este artículo, del Hospital Cambridge de la Facultad de Medicina de Harvard y el Departamento de Investigación en Informática Clínica de Boston, han analizado los resultados de la incorporación de esa técnica en 4.000 hospitales americanos en el período de 2003 a 2007 y estudian si los hospitales más “informatizados” tienen menos gastos en atención y en administración y una mejor calidad en el cuidado de los pacientes. Comunican que la informatización de un hospital no reduce los costes globales y sólo conlleva una discreta mejora en los parámetros de calidad asistencial. Y es que, sin negar importancia a las máquinas como instrumentos útiles, pero nada más que instrumentos, las “verdades indiscutibles” no suelen ser ni tan verdades ni tan indiscutibles. 5

Carey AF, Wang G, Su CY, Zwiebel LJ y Carlson JR. Odorant reception in the malaria mosquito Anopheles gambiae. Nature 2010;464:66-71. El A. gambiae es el principal vector de la malaria, una enfermedad que desde hace siglos azota a la población del África subsahariana. Este mosquito es antropofílico (para nutrir a su prole las hembras chupan la sangre de personas y con la punción de la piel transmiten a la vez el plasmodio, parásito que causa la malaria) y, como otros insectos, identifica a su huésped o su alimento por el olor que despide. Los autores de este trabajo, de las Universidades de Yale y Vanderbilt, desvelan las bases de ese proceso. Demuestran que la capacidad para detectar el olor se debe a genes que codifican receptores específicos en sus antenas. Merced a una ingeniosa técnica ya aplicada en la Drosophila melanogaster, identifican y caracterizan funcionalmente en la membrana de las antenas del A. gambiae receptores específicos para las sustancias químicas responsables del olor humano. Observan, además, que esos “receptores de olor” son diferentes de los de la Drosophyla, lo que explica la atracción de ésta por la fruta en vez de por el hombre, y que ciertos olores inhiben tales receptores. Como apuntan en su artículo, quizá por la vía de engañar a su “olfato” se podría evitar la antropofilia del anofeles. 6

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Dechamps A, Diolez P, Thiaudière E, Tulon A, Onifade C, Vuong T, Helmer C y Bourdel-Marchasson I. Effects of exercise programs to prevent

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decline in health-related quality of life in highly deconditioned institutionalized elderly persons. Arch Intern Med 2010;170:162-169. En el mundo occidental, cada día la soledad, la enfermedad o sencillamente el declive intelectual y físico, llevan a miles de personas a ingresar en diversos tipos de instituciones. El destino es obvio, pero la más o menos larga etapa previa puede ser buena, llevadera o penosa. Los autores de este artículo, de diferentes centros de Burdeos y Nimega (Holanda), estudian en 160 institucionalizados mayores de 65 años capaces de comprender indicaciones y desplazarse por sí mismos, la influencia en sus capacidades de dos sencillos programas de diferentes tipos de ejercicios. Uno, tai-chi, adaptado a la capacidad física de cada individuo (media hora al día, cuatro días a la semana); el otro, centrado en técnicas verbales de comunicación interpersonal. Observan que, salvo en los pacientes con deterioro cognitivo o psicóticos, al cabo de un año y comparados con el grupo de control con atenciones habituales, ambos programas retrasan significativamente el declinar de la calidad de la vida física y mental de los ingresados. Una vez más, se demuestra que siempre conviene evitar la rutina y “mover el esqueleto”... y la neurona.

Schmitt-Kopplin P, Gabelica Z, Gougeon RG, Fekete A, Kanawati B, Harir M, Gebefuegi I, Eckel G, y Hertkorn N. High molecular diversity of extraterrestrial organic matter in Murchison meteorite revealed 40 years after its fall. Proc Natl Acad Sci. USA 2010;107:2763-2768. El 28 de septiembre de 1969 cayeron en el oeste de Australia varios fragmentos de un meteorito de más de cien kilos de peso cada uno, que fueron recogidos casi inmediatamente por los científicos. Gracias a ello, el “meteorito de Murchison”, uno de los menos contaminados, ha sido estudiado exhaustivamente buscando en él compuestos biológicamente activos, aminoácidos en especial. Así, desde hace décadas se sabía que, además de esferas de apenas un milímetro de diámetro de minerales de silicio, contiene más de 500 compuestos de carbono parecidos a biomoléculas conocidas en la Tierra, pero de estructuras diferentes. Los autores de este artículo, de distintos departamentos de Múnich, Mulhouse, Dijon y Graz, han ido más allá y utilizando técnicas de ultrarresolución molecular, han hallado en él decenas de miles de estructuras moleculares orgánicas distintas y, además, formadas en distintas etapas cronológicas. Deducen que la diversidad química extraterrestre es muy superior a la de la biología y biogeoquímica de la Tierra, y sugieren que el estudio de los meteoritos permitirá conocer las bases químicas que subyacen en la formación y, quién sabe, si en el destino de los planetas. 8

Holbrook TL, Galarneau MR, Dye JL, Quinn K y Dougherty AL. Morphine use after combat injury in Iraq and post-traumatic stress disorder. N Engl J Med 2010;362:110-117. El trastorno de estrés postraumático es una importante y bien precisada alteración en la salud mental observada en civiles y militares que sobreviven a graves heridas o traumatismos. El conocimiento de su patogenia y bases neuroquímicas es fundamental a la hora de su prevención secundaria. El primer objetivo de la farmacoterapia es reducir o impedir la cris9

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talización de las situaciones vividas en la memoria del paciente. Se sabe que ni las benzodiacepinas, otros psicofármacos, ni los β-bloqueantes adrenérgicos son eficaces en el tratamiento de este trastorno. Pero los autores de estas páginas, del Naval Health Research Center, en San Diego, abren una puerta en ese campo. Basándose en estudios previos llevados a cabo en niños que sufrieron graves quemaduras y en los que se evitó la aparición de este trastorno mediante inyecciones frecuentes de morfina, estudian el efecto de ésta en 453 militares gravemente heridos durante la guerra de Irak. Observan que en el 76% de todos los que recibieron precozmente tratamiento analgésico con ese derivado del opio no se desarrolló estrés postraumático, con independencia de la edad del herido y la gravedad o el tipo de lesión. Sabíamos que la morfina es un excelente alivio del dolor físico grave, pero desde hoy también debemos considerarla útil para evitar la quiebra de la salud mental tras situaciones límite.

Kumar SV y Wigge PA. H2A.Z-containing nucleosomes mediate the thermosensory response in Arabidopsis. Cell 2010;140:26-28. La detección de la temperatura ambiente es esencial para la supervivencia de los seres vivos. Pero, mientras que los animales pueden desplazarse hacia entornos térmicamente favorables, las plantas deben adaptar su fisiología, crecimiento y estrategia reproductiva a las señales térmicas del medio. Así, cuando crecen a temperaturas frías, muchas plantas desarrollan una arquitectura compacta y retrasan la floración; por el contrario, en medios de temperatura cálida se incrementa su eje longitudinal y se acelera la transición al desarrollo reproductivo. Desde hace años se sabía que las plantas poseen sistemas mediante los que detectan diferencias de temperatura de apenas 1 ºC, pero se desconocía su fundamento. Los autores de este artículo, de Norwich (Reino Unido), comunican que la cromatina y la histona H2A.Z son esenciales en ese proceso. Utilizando nucleosomas purificados (agregados nucleares de histonas y ADN) de Arabidopsis (planta herbácea modelo de fisiología vegetal) demuestran que dicha histona controla el despliegue del ADN en función de la temperatura ambiente: en unos casos ello activa y en otros inhibe las distintas etapas de la fisiología celular. Detectar e interpretar sin error... o morir. 10

Leung CC, Lam TH, Ho KS, Yew WW, Tam CM, Chan WM, Law WS, Chan CK, Chang KC y Au KF. Passive smoking and tuberculosis. Arch Intern Med 2010;170:287-292. Está demostrado que la inhalación del humo del tabaco fumado por otros favorece por diferentes mecanismos el desarrollo de enfermedad coronaria y cáncer de bronquio en adultos, así como bronquitis aguda, otitis media y asma en niños. A partir de ahora a esa lista de enfermedades debe añadirse una más. En casi todas las latitudes el hábito tabáquico es más frecuente en varones que en mujeres, por lo que el fumar pasivamente perjudica en especial a las mujeres. Los autores de este artículo, de diferentes departamentos de la Universidad de Hong Kong y del Hospital Universitario de esa ciudad, han estudiado entre 2000 y 2003 a 15.486 mujeres de 65 a 74 años fumadoras pasivas en su domicilio. Comunican que, como el tabaquismo activo, ese factor por sí solo incrementa en un 13,7% el riesgo de sufrir una tuber11

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Doce artículos para recordar

culosis activa en esa población. Es lamentable adquirir una enfermedad “sin comerlo ni beberlo”... ni fumarlo.

Taylor J, Roehrig AD, Soden Hensler B, Connor CM y Schatschneider C. Teacher quality moderates the genetic effects on early reading. Science 2010;328:512-514. El aprendizaje en la infancia está influido o determinado por factores genéticos y los entornos familiar y escolar. La capacidad de leer y comprender lo leído es crítica, y los niños que no la desarrollan carecerán de instrucción, con obvias consecuencias en su desarrollo personal y para la sociedad. Los factores genéticos no son modificables y casi otro tanto puede decirse del entorno familiar. Sin embargo, sí se puede actuar en la escuela. Los autores de este espléndido trabajo, de la Universidad del Estado de Florida, en Tallahassee, demuestran cómo la calidad de los docentes repercute en los resultados logrados por los niños. Para ello estudian 280 gemelos monocigotos y 526 dicigotos de ambos sexos y valoran su capacidad de lectura y comprensión en función de la calidad de sus maestros. Observan que cuando éstos son excelentes el nivel de aprendizaje es el máximo que el niño puede lograr en función de su dotación; pero, cuando falla la capacidad o dedicación de los docentes, los niños no alcanzan todo su potencial, independientemente de la genética. Sobran los comentarios. 12

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Crítica

Katharine Hepburn Katharine Hepburn ■ Juan Tejero* Sobre ella dijo Frank Capra: “Hay mujeres y mujeres, y además está Kate. Hay actrices y actrices, y además está Hepburn”. Y esta opinión ha sido compartida por muchas personas en las últimas décadas. En los años cuarenta y cincuenta, cuando su cuerpo fue convirtiéndose en un fascinante amasijo de huesos, la llamaron “la divina fea”, significando acaso que su atractivo era demasiado personal para gustar en un Hollywood dominado por el glamour más convencional. Sin embargo, las nuevas generaciones la encuentran sorprendentemente moderna y actual. Lo cierto es que sin ser una belleza clásica, fue siempre especialmente hermosa, accesible a la vez que incontrolable, sin perder nunca su esmerada educación de niña bien. Brillante, sofisticada, con un tono de voz enérgico (su acento de Connecticut fue descrito por algunos como el zumbido de una sierra) pero de ojos vulnerables y llenos de emoción, Katharine Hepburn daba a su feminismo elegante y alegre un estilo propio y mucho encanto. Era un extraordinario compendio de hermosura, cultura, cerebro, ingenio, gracia, fuerza y, sobre todo, temple. Kate ostenta un récord: once nominaciones al Óscar y cuatro preciadas estatuillas a la mejor actriz. Pero estos premios (al principio y al final de su carrera, y nunca por sus mejores papeles) sólo son un pálido reflejo de una estrella iconoclasta que trajo a Hollywood de cabeza durante cinco décadas gloriosas. Eligió siempre sus películas, sus directores y sus galanes. Jamás aceptó intromisiones en su vida privada. Incluso las facciones de su rostro estaban lejos de coincidir con el canon de belleza oficial. Su físico —rasgos muy marcados, que daban a su rostro una belleza casi oriental, y un cuerpo que su perenne compañero Spencer Tracy solía llamar “saco de huesos”—; su carácter, solitario, fuerte e independiente, inflexible con lo que no se encuadrase dentro de sus principios; su conducta imposible y

* El autor fundó (1992) la revista Cinerama, que dirigió durante nueve años, y en 1998 T&B Editores (www.cinemitos.com/tbeditores/Paginas/home.asp). Desde la fundación de T&B compagina la labor de dirección de la editorial con la de escritor, así como la colaboración en diversos programas de radio y televisión. Es autor de numerosos artículos y libros. Recientemente ha publicado: John Wayne. El vaquero que conquistó Hollywood (T&B Editores, 2007).

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Figura 1. Katharine Houghton Hepburn (1907-2003), quizá la mejor actriz de todos los tiempos (cortesía del autor).

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“poco dispuesta” a hacer lo que se espera de una estrella; todo ello contribuyó a hacer de la “otra Hepburn” la más heterodoxa de las grandes estrellas de Hollywood, una marginada voluntaria que durante décadas violó los rígidos cánones del mundo cinematográfico. Liberal, feminista, eterna enfant terrible, dotada de una voluntad de hierro, su vida no ha sido sino una larga y victoriosa rebelión contra todas las concepciones tradicionales de la mujer. Pese a eso —y tal vez por eso— la pelirroja indómita dio un toque de distinción a sus películas, proyectó una magia propia. Aunque muchas veces la materia prima que se le ofrecía no fuese estimulante, su interpretación contribuía con frecuencia a mejorar la de sus compañeros. Su categoría era muy superior a la de cualquier película y sus recursos mucho más sólidos que los que pudiera exigir el mejor papel. Kate siempre encarnó el tipo de la señorita rebelde con muy buenas maneras, la inconformista criada con cuchara de plata, bailando en la frontera entre la revolución y el conservadurismo. Capaz de poner en camisón a Cary Grant y convertirlo en mariposa, de enseñarle a Tracy la superioridad física en el deporte, de mostrarle a Bogart quién es de verdad la que lleva el timón cuando las aguas se ponen revueltas. No nació para ser chica sumisa, para hacer bordados y aguardar al hombre de su vida. La suya era una virtud dinámica, que atraía en el arrebato incontrolable y arrastraba a situaciones desesperadas. En varios aspectos, Kate supuso un problema que Hollywood nunca logró resolver. Entre otras cosas, no sabían cómo promocionarla; cómo reaccionar cuando exigía con toda intransigencia que le dieran mejores papeles; con qué actor emparejarla o enfrentarla; y qué clase de vehículos poner a su disposición. La raíz del problema estaba en su famosa rebeldía. Miss Hepburn era una actriz que parecía haber nacido para interpretar a las grandes heroínas de mentalidad independiente. Esta característica era una constante tanto de sus personajes como de la imagen que proyectaba en la vida real. Hasta cierto punto, su rebeldía era útil, porque las espectadoras la encontraban atractiva y se identificaban con ella; lo malo es que siempre estaba a punto de cruzar la frontera hacia lo subversivo, lo radical, lo incontenible. Ese era el problema que le planteaba a Hollywood: que no la podían contener. Por eso mismo es tan interesante su carrera, por lo que aportó al feminismo: en la ficción y en la vida real, Hepburn se dedicó a rebelarse contra un orden social y una industria dominados por los hombres, cuando la industria, además de formar parte de ese orden, reproduce y representa sus estructuras a los ojos del público. Sus personajes, fruto de una cuidadosa elección, fueron evolucionando de jóvenes vivaces de fuerte carácter a inefables solteronas, reflejando los cambios operados en la propia actriz. Seguramente no debía ser fácil trabajar con ella, enfrentarse a su ritmo, dirigirla, pero sin duda era una experiencia a la que muy pocos podían resistirse. Nacida en Hartford, Connecticut (EEUU), el 12 de mayo de 1907, Kate era una persona marcada por sus raíces burguesas liberales; su padre, Norval Thomas Hepburn, era un reputado cirujano que se carteaba con BernardShaw, y su madre, Katharine Martha Houghton, una valedora del feminismo y propagandista del control de la natalidad. Educada en una atmósfera de com78

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pleta libertad espiritual y espartana disciplina física, era un producto de Nueva Inglaterra. Nadaba en el frío océano Atlántico, adoraba el ejercicio físico, y le gustaban sus largos y crudos inviernos y sus cortos y bonitos veranos, sin hablar de sus primaveras embarradas y sus otoños llameantes. Kate estudió en una universidad femenina de elite, Bryn Mawr, Pensilvania, y se licenció en Historia y Filosofía. Sus padres la animaron —la retaron, casi— a ser franca, directa, segura de sus ideas y defensora de causas perdidas. También conoció la tragedia. Cuando a la edad de trece años descubrió el cadáver de su hermano Tom, que se había suicidado, en su espíritu nació la implacable determinación de alcanzar la autosuficiencia, de no depender de nadie. Su independencia fue su posesión más valiosa y también, quizás, la carga más pesada de su vida. Su matrimonio con Ludlow “Luddy” Ogden Smith, un agente de Bolsa de Filadelfia, en 1928 —“cuando aún tenía ilusiones”, dijo ella—, fue un paso lógico para su esnobismo americano, pero ilógico para su nula disposición a honrar y obedecer. “En aquella época era todo yo, yo, yo”, recordó. “Sólo pensaba en lo que podía hacer Luddy para hacerme feliz”. La unión no duró (se divorciaron en 1934), pero ella siempre sintió afecto por él. No volvió a casarse: quizá comprendió que había demasiado “yo” en su vida para hacerlo. Kate era ambiciosa, a veces hasta la exageración y una vez que decidió que su futuro estaba en la interpretación, persiguió su sueño con pasión. Su carrera teatral estuvo salpicada de trabajos brillantes —y algunos fracasos señalados— en importantes y sofisticadas producciones de Broadway, donde se ganó fama de cabezota e indirigible. Cuando llegó a Hollywood a principios de los años treinta, su preparación para el estrellato ya había comenzado. A veces era conflictiva, intransigente, exasperantemente egocéntrica. También enormemente inteligente, hermosa y, sobre todo, dotada de un talento excepcional. La estrella de Doble sacrificio (A Bill of Divorcement, 1932), su primera película, era el divo John Barrymore. Pero ella no tuvo miedo; al contrario: entró en la jaula del león —John era la fiera— con una autoridad suprema. Así ganó su primera batalla. Acto seguido, se reveló como la perfecta Jo de Las cuatro hermanitas (Little Women, 1933), y ganó su primer Oscar por el papel del joven actor de Gloria de un día (Morning Glory, 1933). Sus siguientes trabajos no corrieron tanta suerte. Eligió personajes arriesgados, aunque equivocados; estaba en la nómina de un estudio modesto, la RKO; y nunca se permitió ser tierna o adorable. A esto se sumaba la brusquedad con la que trataba a los periodistas de sociedad, su renuncia a dar entrevistas y firmar autógrafos, su original estilo de vestimenta (compartía la afición a los pantalones de Dietrich y Garbo) y la franqueza con la que expresaba sus opiniones. Quizá por eso, cada vez que estaba al borde del abismo, la gente pensaba que por fin caería al vacío. Pero ella, después de tambalearse, recuperaba el equilibrio. Fue aviadora en Hacia las alturas (Christopher Strong, 1933; en Mística y rebelde (Spitfire, 1934) se transformó en un chicazo extraño, y no estuvo demasiado creíble en los refinados romances de Sangre gitana (The Little Minister, 1934) y Corazones rotos (Break of Hearts, 1936). En A Woman Rebels (1936) fue Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(1):76-82

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una mujer victoriana con ideas avanzadas sobre la independencia, y en María Estuardo (Mary of Scotland, 1936) resultó involuntariamente hilarante. Ninguna de estas películas funcionó bien, y Hepburn, a veces, parecía forzada o quejumbrosa. Por fortuna, su crisis profesional se resolvió espectacularmente, con una racha magnífica. Se la recuerda con gozo en la arriesgada La gran aventura de Silvia (Sylvia Scarlett, 1936). En Damas del teatro (Stage Door, 1937) sostuvo deliciosas batallas verbales con Ginger Rogers. Y el papel de Phoebe en Olivia (Quality Street, 1937) le dio la oportunidad, que no desperdició, de darse un baño de sensibilidad temblorosa. A continuación estuvo inolvidable y completamente avanzada para su época en tres comedias rompedoras al lado del cauto, listo y burlón Cary Grant, el mejor de sus oponentes masculinos. Así, alcanzó su cumbre cómica en el papel de la atolondrada heredera de La fiera de mi niña (Bringing Up Baby, 1938), demostrando que sólo ella podía ejercer la agresividad más increíble sin perder un ápice de su belleza y elegancia. No tuvo menos éxito en Vivir para gozar (Holiday, 1938), como la niñata rebelde que quiere una vida más decente. Y los espectadores de la época aplaudieron a rabiar su interpretación de la rica y consentida Tracy Lord en Historias de Filadelfia (The Philadelphia Story, 1940). Si en su etapa de la RKO recorrió todas las gamas del dinamismo juvenil, su imagen en los años cuarenta, la de los filmes rodados junto a Spencer Tracy, fue el de un cierto tipo de mujer americana, decididamente superior, enfrentada a su pareja casi siempre por motivos profesionales. Se cuenta que cuando las dos estrellas se conocieron al empezar el rodaje de La mujer del año (Woman of the Year, 1942), Hepburn dijo: “Me parece, señor Tracy, que es usted demasiado bajito para mí”. A lo cual contestó él: “No se preocupe, la rebajaré hasta dejarla a mi altura”. Ése fue el comienzo de una larga relación sentimental (su condición de amantes fue el secreto más conocido, pero también el más respetado de Hollywood) y profesional que ganó el respeto de sus contemporáneos y la admiración de las generaciones venideras. Improbable como era la alianza entre la pelirroja indómita y el irlandés obstinado, su relación generó una pócima tan potente como contagiosa. El thriller psicológico Keeper of the Flame (1942) fue una extraña elección, igual que el espectacular western de Elia Kazan Mar de hierba (The Sea of Grass, 1947). Pero, con Sin amor (Without Love, 1945) recuperaron la forma. Divertida, romántica e ingeniosa, la cinta presenta a Hepburn en el papel de una científica viuda que cree que el amor no llamará de nuevo a su puerta, hasta que acepta un matrimonio platónico con un colega, el investigador Tracy... con consecuencias regocijantemente predecibles. Estuvieron soberbios en El estado de la Unión (State of the Union, 1948), otra comedia romántica sofisticada de ambiente político, y alcanzaron su cenit con la incomparable La costilla de Adán (Adam's Rib, 1949), donde la experta mano de George Cukor combinada con el entorno procesal dio alas a la beligerancia cómica de la pareja. Desde su primera película, el equilibrio era evidente y esplendoroso: los nervios, los ataques repentinos de Kate venían a romperse como las olas contra la solidez, la calma y la serenidad de Spencer. Se ha dicho, y no sin razón, que 80

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fue un continuo duelo no para robarse planos, sino para regalárselos el uno al otro en un constante reto de la inteligencia. La mutua admiración se trasluce en los apasionados intercambios de miradas, gestos, réplicas e incluso declaraciones en distintas entrevistas. En todo se percibe ese entendimiento básico que parecía nacer de la perfecta posesión que el uno tenía de la técnica del otro. Y, sin embargo, sería un error idealizar la relación que mantuvieron. En sus películas vemos su historia de amor tal como nos gustaría que hubiese sido, renovada una y otra vez, salpicada de obstáculos y complicaciones, pero siempre blindada bajo el precepto del final feliz. La verdad fue bastante más calamitosa, bastante más humana. Cuando se conocieron, Tracy estaba felizmente casado. Aunque se separó de su esposa, no se divorció por sus creencias religiosas. El nacimiento de un hijo ciego aumentó su sufrimiento. Esto, pensaba él, era un castigo de Dios, la cruz que se le había impuesto, una desgracia que le llenaba de dolorosos remordimientos, que intentaba aplacar con la bebida. Está claro que los demonios de Tracy despertaron algún instinto latente en Hepburn, que obligaron a la actriz, por primera vez en su vida, a poner los intereses de otra persona por encima de los suyos propios. Él la necesitaba, y ella necesitaba sentirse necesitada, aunque sabía muy bien que el destino no les había llamado, a ella y a Spencer, por el camino de la felicidad doméstica. Aun así, Hepburn se negó a ejercer de psicóloga. No le gustaba que bebiera tanto — cada vez la asustaba más, según empeoraba la salud de Tracy— e intentó apartarle de la botella, hasta el punto de buscarle por la ciudad y llevárselo a casa desde cualquier bar de Hollywood al que hubiera ido a parar. Más que la chantajista decidida a convertirle en abstemio, fue la enfermera que cuidó del enfermo durante las calamitosas resacas. Spencer murió en 1967, nada más terminar el rodaje de Adivina quién viene esta noche (Guess Who's Coming to Dinner). Desde un punto de vista estrictamente cinematográfico, su afortunada colaboración marcó el intermedio entre la gran comediante de los años treinta y la trágica excepcional de los últimos años. Los mejores papeles de Kate en los años cincuenta explotarían su lado más brusco y a menudo harían de ella una solterona que llega tarde al amor. Falta de imaginación por parte de los cineastas a los que se perdona fácilmente ante un clásico menor como El farsante (The Rainmaker, 1956) o mayor Figura 2. “Historias de Filadelfia” (1940), Katharine como La reina de África (The Hepburn y Cary Grant (cortesía del autor). African Queen, 1951). Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(1):76-82

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Figura 3. “Mar de hierba” (1947), Katharine Hepburn y su perenne compañero Spencer Tracy (cortesía del autor). Hepburn se afeó en Locuras de verano (Summertime, 1955); fue el monstruo matriarcal en De repente, el ultimo verano (Suddenly, Last Summer, 1959); la madre alcohólica de Larga jornada hacia la noche (Long Day's Journey Into Night, 1962); la reina del ruido y la furia en El león en invierno (The Lion in Winter, 1968) y en La loca de Chaillot (The Madwoman of Chaillot, 1969)... Cualquiera de estas creaciones bastaría para granjearle una fama imperecedera. Los Oscars de 1968 y 1969, el último por su deslumbrante Leonor de Aquitania, son testimonio de su categoría como antidiva original e inimitable, la voz clara de la independencia inteligente en Hollywood. La maestría de la nueva Hepburn provocó una oleada de adoración hacia su persona, y quien durante años había batido el récord de permanencia en la lista de “estrellas venenosas” para la taquilla, se encontró de repente en el pináculo de las estrellas más reverenciadas. Los periodistas buscaron en sus diccionarios nuevos superlativos y los críticos, más que calificar sus películas, le enviaron cartas de amor. De sus años de transición a la vejez, hay que decir que por lo menos conservó la dignidad y se libró de los subproductos de terror a los que se vieron reducidas actrices como Bette Davis y Joan Crawford. Murió en 2003, a los noventa y seis años, y el solo hecho de preguntarse quién podrá tomar el relevo es suficiente para establecer su excepcionalidad. 82

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Guy de Maupassant (1850-1893). Nota de la redacción Guy de Maupassant (1850-1893). Editors´ note ■ En Normandía, en el término de Tourville-sur-Arques, a mitad de camino entre Dieppe y Rouen, se alza el château de Miromesnil. En aquella mansión rodeada de un jardín con árboles centenarios, venía al mundo el 5 de agosto de 1850 René Albert Guy de Maupassant, uno de los puntos de referencia en ese peculiar cosmos literario que es el relato breve. Creció en una atmósfera familiar sin armonía. Su padre, Gustave Maupassant, heredero de una notable fortuna, cultivaba los placeres mundanos, en especial los infradiafragmáticos, y pronto despreció a su esposa y madre del neonato: Laure de Poittevin. Ésta, una mujer cultivada, amante de la literatura, que tenía amistad con Gustave Flaubert (1821-1880), con delirios de grandeza y espiritual hasta el exceso, hubo de soportar más de una paliza física a manos de su marido ante los aterrados ojos del niño. El matrimonio se trasladó en 1854 a Grainville, cerca de Étretat, también en Normandía, donde nació poco después su segundo hijo, Hervé, poco dotado intelectualmente y que moriría demenciado a los 34 años en una casa de salud en Antibes. Aunque su madre se esforzó por cultivar en él el afán por la lectura, es probable que el ambiente en que Guy pasó los primeros años de su vida empapara su espíritu tanto vital como literario de una descarnada misantropía. Su infancia trascurrió en la región de Caux, alta Normandía, una tierra feraz, agrícola y marinera, rica en tipos y lugares que más adelante aparecerán en sus páginas. Desde los siete hasta los trece años recibió una educación religiosa en el domicilio familiar y cuando se inscribía en el Instituto eclesiástico de Ivetot sus padres se separaban, quedando bajo la tutela de la madre. A los trece Guy ya era un mozalbete vital, buen nadador, amante del mar, capaz de gobernar un balandro por la costa, poco dado a la disciplina de las aulas, que leía libros “prohibidos” y escribía sus primeras páginas. A los 14 contribuía al salvamento del poeta Charles Swinburne, a punto de morir ahogado en las playas de Étretat. Este inglés extravagante y libertino le “instruía” y le regalaba una mano humana disecada que conservaría toda su vida y constituirá el núcleo de uno de sus relatos más celebrados. Pronto, a los 16, probó las mieles del que sería, con el mar y la literatura, uno de sus tres móviles vitales: la mujer. En 1867 era instado a abandonar el instiDendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(1):83-87

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tuto de Ivetot y se trasladaba a Rouen donde, al finalizar su bachillerato en Letras dos años más tarde, festejará la graduación en un burdel. Visitaba a Flaubert, amigo de la familia materna y ya literato consagrado, que le orientaba sobre el incierto camino de la escritura. Pronto viajó a París y se matriculó en la Facultad de Derecho, si bien su paso por ella fue fugaz pues el 19 de julio de 1870 al estallar la guerra francoprusiana se alistó como voluntario. Fue destinado a Rouen y poco después a Alsacia, donde asistió al derrumbamiento del frente y la derrota sin paliativos del mal pertrechado y peor dirigido ejército francés. El poco honorable comportamiento de sus jerifaltes, ahítos de soberbia y verborrea, pero ineptos, carentes de orgullo y entereza, harían que Maupassant adquiriera un profundo afecto por las gentes del pueblo llano y un odio hacia los prusianos sólo comparable con el desprecio que siempre sentiría por sus compatriotas figurones de la política y la cúpula militar. Y, conociendo lo que escribirá años después, por su cabeza tal vez pasara por entonces la idea de “nos veremos en mis páginas”. París cayó y el armisticio se firmaba el 10 de mayo de 1871. Francia quedaba a los pies de Bismarck. Maupassant consiguió que su padre pagara la cantidad estipulada para que otro joven ocupara su puesto y pudiera abandonar el servicio militar. Dejó el Ejército y para sobrevivir se convirtió, merced a una carta de recomendación de Flaubert, en funcionario; primero del Ministerio de Marina, desde 1872 hasta 1878, y después del de Instrucción Pública hasta 1880. Un período de ocho años del que escribirá: “Me hundí en heces hasta las cejas, sumergido en las redes y tristezas de una burocracia indescriptible”. Pero vivía en París, era joven y fuerte; se creía invulnerable; remaba los fines de semana por el Sena; frecuentaba los tugurios de sus orillas, cultivaba todas las pasiones y conocía bien el mundo de las princesas de la noche; observaba la triste existencia de los marginados y la ramplona psicología de los burgueses de todas las edades, credos y sexos, a la vez que sacaba tiempo para leer desde Aretino a Baudelaire; de Cervantes a Demóstenes; desde Cicerón a Dante; de Hoffmann a Lord Byron; de Horacio a Dickens; desde Goethe hasta Hugo; de Poe a Balzac; de Schopenhauer a Boccacccio, o desde Sade a Gogol. En casa de Flaubert conoció a Émile Zola (1840-1902), quien le presentó a Ivan Turgueniev (1818-1883), Alphonse Daudet (1840-1897) y Edmond Goncourt (1822-1896). Durante algunos años todos los jueves al atardecer visitaría a Zola y su gremio de amigos, primero en el café Trapp y más tarde en su mansión de Médan, cerca del Sena. En 1875 publicaba, bajo el seudónimo de Joseph Prunier, La main d´ecorché (La mano disecada), su primer cuento; un macabro relato en el que percibimos la influencia de Poe y en el que vertía ciertos recuerdos de infancia. Le seguirían Le docteur Héraclius Glos, donde ya tocaba el tema del doble y en el que se halla la influencia de Hoffmann, y artículos en La Nation. Por entonces visitaba con asiduidad el cabaret “La Grenouillière” (La charca de las ranas), alardeaba de su potencia coeundi y atrapaba la lúes, de lo que insensatamente se jactaría. No hizo caso del consejo de Flaubert: “¡Demasiado remo; demasiado ejercicio; demasia84

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das p...! El hombre civilizado no necesita tanto ejercicio como aconsejan los médicos. Tú has nacido para hacer poesía. ¡Hazla! Todo lo demás no vale nada”. Por su poema Une fille (Una prostituta), publicado en 1880 en La Revue Naturaliste, fue denunciado por “atentar contra la moral y buenas costumbres” y es probable que hubiera acabado en prisión de no mediar una carta exculpatoria de Flaubert en Le Gallois. Pero, ese mismo año, en el que su mentor moría de un ictus, leyó ante Zola y un selecto grupo de literatos, un relato titulado Boule de suif (Bola de sebo). Un texto que vio la luz el 16 de abril incluido en la antología Les Soirées de Médan, editada por el propio autor de Germinal y que Figura 1. Guy de Maupassant (autor desconocido). significaba su irrupción en el mundo literario. Desarrollada en la Francia ocupada durante la guerra con Prusia, en un viaje en diligencia desde Rouen al puerto de Le Havre, sus páginas eran una crítica corrosiva de la sociedad francesa. Unas páginas, en las que, frente a la ramplonería moral de un político, de un matrimonio de comerciantes, de un conde y su mujer y de un par de monjas, el único personaje que demostraba poseer amor propio y a su país era una prostituta, Bola de sebo. Una desgraciada que se sacrificaba a un oficial prusiano para ayudar a sus miserables compañeros de viaje que, por supuesto, la despreciaban. Con Bola de Sebo, calificada por Zola como “una obra maestra; una obra perfecta de ternura, audacia e ironía”, Maupassant había hecho algo difícil en Literatura: había creado un arquetipo. Y es que, cómo no recordar ese personaje cuando, por ejemplo, veamos dos obras cinematográficas ya clásicas como El expreso de Sanghai (Joseph von Sternberg, 1932), o La diligencia (John Ford, 1939). Aquel relato de 1880 fue como el disparo de un meteoro, ya que Maupassant publicó a partir de ese momento casi 400 cuentos, además de crónicas y artículos, muchos de ellos bajo pseudónimos (Joseph Prunier, Maufrigneuse, Chaudron du Diable, Guy de Valmont) repartidos entre diarios y hebdomadarios, en su mayoría de París. Relatos que recopiló en libros como La maison Tellier (1881), Mademoiselle Fifi (1882), Miss Harriet (1884), Contes de la bécasse (1883), Les soeurs Rondoli (1884), Clair de Lune (1884), Tonio (1885), Contes Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(1):83-87

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du jour et de la nuit (1885), L’Horla (1887) y La main gauche (1889). Textos que desde muy pronto fueron aguardados con expectación por una legión de lectores, y a los que añadía un libro de poemas, Des verses (1880), tres obras de teatro: Une histoire du vieux temps (1879), Musotte (1891) y Une repetition (estrenada en 1904); y seis novelas: Une Vie (1883), Bel-Ami (1885), Mont-Oriol (1887), Pierre et Jean (1888), Fort comme la mort (1889) y Notre coeur (1890). A nivel íntimo amaba el mar y el dinero, e idealizó su Normandía natal. Siempre recordaría las playas y acantilados de Étretat que tantas veces vio de niño; aquellos paisajes que Corot y Monet plasmaron en sus lienzos. Se creó una teoría filosófica personal amarga, desolada, iconoclasta y provocadora en la que, pensaba, el hombre y la mujer no podían alcanzar una mínima armonía dentro del matrimonio. “Es preciso amar y amar locamente, sin ver lo que se ama, porque ver es comprender y comprender es despreciar… El amor de las mujeres es monótono, como el espíritu de los hombres”, escribió. Afirmaba que el sufragio universal era una estupidez y que la mujer debía estar siempre en un segundo nivel. Era escéptico y pesimista, y despreciaba por igual a los bienpensantes, la religión, el orden establecido, los funcionarios, las jerarquías y los políticos: “Antes, cuando uno no valía para nada, se hacía fotógrafo; hoy se hace diputado”. Le horrorizaba la maternidad y buscaba los amoríos mientras huía del amor. Tuvo ocho amantes duraderas, relaciones con al menos cinco damas de la “alta sociedad”, y parece ser que tuvo tres hijos, a los que no reconoció pero sí se ocupó de su manutención durante algún tiempo. A la vez, su energía, capacidad de observación, imaginación, sentido artístico y dominio de la técnica narrativa, le permitieron crear el conjunto de una obra más que notable en sólo quince años. Como escribió Zola: “era comprendido porque él era la claridad, la sencillez, la medida y la fuerza. Era amado porque poseía la bondad risueña, la sátira profunda, la alegría audaz que persiste incluso bajo las lágrimas... Los lectores, los admiradores, no se equivocaban...”. La literatura le enriqueció y le permitió adquirir un yate, el Bel-Ami, y residencias en París, la Costa Azul y en Étretat. Para tratar su enfermedad, en un tiempo en que la Medicina sólo podía ofrecer placebos para el treponema, los médicos le aconsejaron ir a la mar, buscando el efecto beneficioso del yodo. Así, visitó Argelia, Túnez, Sicilia, Italia, Bretaña e Inglaterra. Fruto de ello fueron tres libros de viajes: Au soleil (1884), Sur l’eau (1888) y La vie errante (1890). Pero, el “mal francés” minaba su cuerpo y ya en 1881 sufría algunas de sus manifestaciones: iritis, cefalea, alopecia, nerviosismo… Preocupado, asistió entre 1883 y 1884 a las clases que el gran Charcot (1825-1893) impartía en el hospital de La Salpêtrière y pudo ver sobre el terreno los síntomas de la histeria, la inclemencia de las enfermedades neurodegenerativas y la tragedia de las demencias. Allí coincidió con Axel Munthe, destacado psiquiatra y escritor sueco (pero no con Sigmund Freud, que pasaría por sus aulas entre 1885 y 1886) y observó los efectos devastadores de la entonces frecuente neurolúes. Una enfermedad cuyos síntomas se acrecentaron en él de día en día: ataxia, debilidad muscular, crisis tabéticas con dolores lancinantes, retenciones de orina… y, lo más temible, la pérdida de sus facultades mentales. 86

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En 1887 publicó Le Horla, título que se presta a discusión (“¿vete de ahí?”, “¿el extraño?”), relato en el que un ser maléfico e invisible anunciaba el fin de los tiempos. Un ser desafiante que ponía al protagonista ante el miedo a su doble, ante el terror a la soledad y la nada; ante un miedo que abrumaba al hombre que se sentía vacío y que para huir de aquel ser recurría al suicidio. Y si recordamos a Poe cuando leemos los cuentos de terror de Maupassant, cuando leamos algunas páginas de Lovecraft recordaremos a Maupassant. Aún vio el éxito que tuvieron sus tres últimas novelas, en especial Pierre et Jean (1888), con cuarenta mil ejemplares vendidos en un mes, y dejó inconcluso un último libro (L’Angelus) pleno de diatribas contra Dios (“el mayor saqueador de sueños que ha habido sobre la tierra”), en el que era evidente su insania. Se encontraba en Cannes cuando redactó su testamento el 15 de diciembre de 1891. En un manuscrito bien legible a pesar del temblor, nombraba heredera universal de sus bienes a su sobrina Simone de Maupassant, hija de su desgraciado hermano Hervé, y dejaba una notable renta vitalicia anual a su madre, así como 10.000 francos a su fiel sirviente François Tassart, que le acompañó desde 1883 hasta el final. Unos días después escribía al doctor Henry Cazalis, su médico y amigo, una carta que era un ejemplo de delirio sistematizado: “Estoy perdido. Tengo el cerebro reblandecido por los lavados que me he hecho con agua de mar a través de las fosas nasales… Cada noche mis sesos se me escapan por la nariz y la boca en forma de una masa pegajosa y salada con la que lleno una palangana… Mi muerte es inminente. He perdido la cabeza…”. El uno de enero de 1892 intentó pegarse un tiro en la cabeza con un revólver, pero Tassart, previéndolo, le había quitado las balas. Al ver lo fallido de su intento, tomó un abrecartas e intentó, también sin éxito, cortarse el cuello. La profunda herida pudo ser curada, pero el agotamiento y los delirios ya eran casi continuos. Seis días después fue trasladado en tren a París e ingresado en la “casa de salud” del doctor Blanche. Allí pasaría 18 meses en una dramática agonía de alucinaciones visuales y auditivas, verborrea insensata, agresiones verbales contra todo lo humano y lo divino, crisis epilépticas, confusión, caquexia y parálisis progresiva. Guy de Maupassant murió al mediodía del 6 de julio de 1893, un mes antes de cumplir los 43 años. Sus restos recibieron sepultura al día siguiente en el cementerio de Montparnasse. Bajo un sol que derretía las lápidas, Zola pronunció el elogio fúnebre. Un encomio que finalizaba: “Et dans la suite des temps, ceux qui ne le connaîtront que par ses oeuvres l’aimeront pour l’eternel chant d’amour quíl a chanté à la vie”1. Por cierto, en aquella venerable tierra también descansan los huesos de los que en vida fueron Charles Baudelaire, Julio Cortázar, Simone de Beauvoir, Samuel Beckett, Marguerite Duras, Jean Paul Sartre, Émile Cioran, César Vallejo o Eugéne Ionesco. Es fácil imaginar los aquelarres literarios que se organizarán allí en las noches de plenilunio. 1

“Y en el curso de los tiempos, los que le conocieron sólo por sus obras le amarán por el eterno canto de amor con que cantó a la vida”.

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Enfermos y médicos Patients and physicians ■ Guy de Maupassant* (†) ■ ¡Qué misterio tan singular es el recuerdo! Uno va ensimismado por las calles bajo el primer sol de mayo y de repente, como si unas puertas cerradas durante mucho tiempo se abrieran en la memoria, cosas olvidadas vuelven a nuestra mente. Pasan, se continúan con otras y nos hacen revivir horas pasadas, horas lejanas. ¿Por qué esas bruscas vueltas al pasado? ¿Quién lo sabe? Un olor que flota, una sensación tan ligera que apenas hemos notado, pero que uno de nuestros órganos ha reconocido; un escalofrío, incluso el efecto del sol que daña al ojo; quizá un ruido, una nada que nos rozó en una circunstancia pasada y que volvemos a encontrar, basta para hacernos volver a ver de golpe un país, gentes, acontecimientos que habían desaparecido de nuestro pensamiento. ¿Por qué un soplo de aire cargado de olores, de hojas bajo los castaños de los Campos Elíseos, evoca súbitamente un camino, una carretera, la altura de una montaña en Auvernia? A la izquierda, entre dos cimas, aparece el majestuoso cono del poderoso Puy de Dôme. Alrededor de este pesado gigante, más o menos cerca de él, se yergue un macizo de picos. Muchos de ellos parecen conos truncados que antaño escupían fuego y humo. Volcanes apagados, cuyos cráteres muertos se han convertido en lagos. A la derecha, el sendero domina una llanura infinita poblada de pueblos y ciudades, rica y arbolada, la Limagne. A medida que ascendemos vemos más cumbres a lo lejos y allá abajo, las cumbres de Forez. Todo este inmenso horizonte está velado por un vapor lechoso, dulce y claro. Los aledaños de Auvernia poseen un encanto infinito en su bruma transparente. La carretera está orillada de nogales enormes que casi siempre la mantienen protegida del sol. Las faldas de los montes están cubiertas de castañares en flor, cuyos ramilletes, más pálidos que sus hojas, parecen grises en el seno del umbrío verdor. * Relato publicado el 11 de mayo de 1884 en Gil Blas, semanario ilustrado de París, con el título de Malades et médecins. Traducción de A. Pérez-Gutiérrez.

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De vez en cuando, sobre un pico de la montaña aparece una construcción en ruinas. Esta tierra estuvo erizada de fortalezas, todas muy parecidas entre sí. Sobre un sólido edificio de planta cuadrada y festoneada de almenas, se levanta una torre. Sus muros no tienen ventanas, apenas unos casi invisibles agujeros. Pudiera decirse que estas fortalezas han crecido en las alturas como las setas en la montaña. Están construidas con piedra gris que no es nada más que lava. Y a lo largo de los caminos se encuentran yuntas de vacas que arrastran domos de heno. Los dos animales llevan un paso lento en las empinadas pendientes y en las cuestas, frenando o tirando de la enorme carga. Un hombre va delante, controlando su paso con una vara larga con la que las toca en algunos momentos. No las pega nunca. Sobre todo parece conducirlas con los movimientos de la batuta, como si fuera un director de orquesta. Posee ese gesto serio que domina a los animales y a menudo se vuelve para indicarles su voluntad. Nunca se ven caballos, excepto en las diligencias o en los coches de alquiler; y cuando hace calor, en las carreteras se levantan ráfagas de polvo que llevan un olor azucarado que recuerda algo a la vainilla y trae a la memoria los establos. Toda la región también está perfumada por árboles olorosos. La vid, recién florecida, exhala un aroma dulce y exquisito. Los castaños, las acacias, los tilos, los abetos, el heno y las flores silvestres de las cunetas colman el aire de perfumes ligeros y persistentes. Auvernia es la tierra de los enfermos. Sus volcanes extinguidos semejan calderas cerradas que en sus entrañas aún calientan múltiples clases de aguas minerales. De estos enormes pucheros brotan fuentes de aguas calientes que contienen, según dicen médicos interesados, todo tipo de medicamentos válidos para todas las enfermedades. En cada una de las estaciones termales, asentadas alrededor de cada arroyo de agua templada descubierto por un lugareño, se desarrolla un conjunto de escenas sorprendentes. Todo empieza con la venta de la tierra por el paisano; la fundación de una sociedad de un capital, ficticio, de varios millones; el milagro de la construcción de un establecimiento con esos fondos imaginarios y piedras auténticas; la instalación del primer médico con título de médico inspector; la aparición del primer enfermo, por otra parte eterno, y la sublime comedia entre ese enfermo y ese médico. Para un observador cada ciudad de aguas termales es una California festiva. Cada doctor es un tipo fascinante, desde el médico correctísimo al estilo inglés, con corbata blanca, hasta el doctor escéptico, espiritual y malicioso, que cuenta a los amigos sus métodos y sus trucos. Entre estos dos modelos se encuentran el doctor paternal y buen muchacho, el doctor científico, el brutal, el médico de mujeres, el doctor de cabellos largos, el doctor elegante y otros muchos ejemplos. Cada tipo de médico encuentra inexorablemente su tipo de enfermos, su clientela de cándidos. Y cada día, entre ellos, en cada habitación de hotel, comienza la admirable farsa que Molière no acabó de contar por completo. ¡Oh!, si hablaran; si estos médicos hablaran, ¡qué notas; qué maravillosos documentos nos podrían dar sobre el hombre! Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(1):88-92

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Sin embargo, en ocasiones, después de beber, ellos cuentan alguna aventura, una entre mil. Uno de aquéllos, en plena inspiración, tuvo la genial idea de anunciar en los periódicos que las aguas de B..., descubiertas por él, prolongaban la vida humana. Por otro lado, en su acto no había ningún misterio. Él lo explicaba científicamente por el efecto de las sales, los minerales y los gases sobre el organismo. Incluso había escrito un extenso folleto al respecto, en el que, además, se indicaban las excursiones que podían hacerse por los alrededores. Pero necesitaba pruebas para tales afirmaciones. Y así emprendió un pequeño viaje en búsqueda de personas centenarias. En general, las familias pobres, no teniendo apenas con qué alimentar a sus viejos e inútiles padres, los cedían durante seis meses al año. Él los instalaba en un elegante hotelito que había bautizado como Albergue de los Centenarios. Aunque no todos tenían cien años, sí estaban cerca. Tal era su reclamo; su insuperable reclamo. Curar no es nada, pero vivir lo es todo. Sus aguas no curaban, ¡pero hacían vivir! ¡Qué importan el hígado, los bronquios, la laringe, los riñones, el estómago, el intestino! Vivir es lo único que importa. Un día que estaba contento ese gran hombre contó la siguiente aventura. Una mañana fue llamado a la vera de un nuevo viajero, M.D..., llegado la víspera por la tarde y que había alquilado un hotelito muy cerca de la fuente de la Soberana. Era un pequeño anciano de ochenta y seis años, pero todavía vivaz, flaco, de buena salud, activo y que hacía grandes esfuerzos por disimular su edad. Hizo sentarse al médico y en seguida le preguntó: —Doctor, si yo me encuentro bien es merced a la higiene. Sin ser muy viejo ya tengo cierta edad, pero evito las enfermedades, las indisposiciones, hasta los más ligeros malestares mediante la higiene. Usted afirma que el clima de esta región es muy favorable para la salud. Estoy dispuesto a creerle; pero, antes de afincarme aquí, quiero pruebas. Así pues, yo le rogaría que viniera a mi casa una vez a la semana para darme con exactitud la siguiente información: Deseo tener una relación completa, muy completa, de todos los habitantes del balneario y sus alrededores, que han superado los ochenta años. También necesito conocer ciertos detalles físicos y psicológicos de ellos. Quiero saber su profesión, su estilo de vida, sus costumbres. Siempre que muera una de esas personas usted deberá hacérmelo saber e indicarme la causa exacta de su muerte, así como todas sus circunstancias. Después añadió con amabilidad: —Espero, doctor, que llegaremos a ser buenos amigos —y alargó su pequeña y arrugada mano, que el médico estrechó a la vez que le prometía su colaboración incondicional. A partir del día en que estuvo en posesión de la lista de los diez y siete habitantes de la región que habían sobrepasado los ochenta años, M.D... sintió despertar en su corazón un extremo interés, una infinita atención por esos ancianos que iba a ver caer uno tras otro. No deseó conocerlos, sin duda por miedo a encontrar cierto parecido entre él y alguno de ellos que pudiera morir pronto, lo que le hubiera afectado. Pero sí 90

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se hizo una idea muy precisa de sus personas, y sólo hablaba de ellos con el médico que todos los jueves iba a cenar con él. Preguntaba: —¡Y bien! Doctor, ¿qué tal marcha hoy Poinçot? Le habíamos dejado algo indispuesto la semana pasada. —Y cuando el médico le había dado el parte clínico de la salud del enfermo, M.D... proponía cambios en su régimen de vida, pruebas, métodos de tratamiento que él podría aplicar en sí mismo a continuación si habían tenido éxito en los otros. Estos diez y siete viejos eran un campo de experimentación del que sacaba enseñanzas. Una tarde, al entrar, el doctor anunció: —Ha muerto Rosalie Tourol. M.D... se estremeció, e inmediatamente preguntó: —¿De qué? —De una angina de pecho. El pequeño anciano exclamó un ¡Ah! de alivio y añadió: —Era demasiado obesa; demasiado gruesa. Esa mujer debía de comer demasiado. Cuando yo alcance su edad me observaré más. Él sólo era dos años mayor, pero apenas aparentaba setenta. Unos meses después le llegó la hora a Henry Brissot. M.D... quedó muy conmovido. En esta ocasión se trataba de un hombre delgado, de su misma edad, ni siquiera se llevaban tres meses, y una persona prudente. Estaba inquieto y no se atrevía a preguntar esperando que a el médico hablara. —¡Ah! ¿Murió así, de repente? La semana pasada se encontraba muy bien. Habría cometido alguna imprudencia, ¿no es cierto, Doctor? El médico, que se divertía, contestó: —No lo creo. Sus hijos me han dicho que siempre había sido muy sensato. Entonces, no pudiendo contenerse y temblando de angustia, M.D... preguntó: —Pero..., pero... entonces, ¿de qué ha muerto? —De una pleuresía. Era una alegría. Una auténtica alegría. El pequeño anciano apretó sus secas manos una contra otra: —¡Pues claro! ¡Ya le dije que tenía que haber cometido alguna imprudencia! No se atrapa una pleuresía sin un motivo. Habría querido tomar el aire después de la cena: y el frío se le ha metido en el pecho. ¡Una pleuresía! Eso es un accidente; ¡ni siquiera se trata de una enfermedad! ¡Sólo los locos mueren de una pleuresía! Y se puso a cenar hablando alegremente sobre los que quedaban: —Ahora sólo son quince, pero son fuertes, ¿no es verdad? Toda la vida ha sido así. Los más débiles caen los primeros; los que cumplen treinta años tienen muchas probabilidades de llegar a los sesenta; aquéllos que cumplen sesenta llegan a menudo a los ochenta, y los que alcanzan los ochenta casi siempre llegan al centenar, porque son los más robustos, los más sabios, los más enérgicos. A lo largo del año cayeron otros dos, uno de disentería y el otro de un ahogo. M.D... celebró mucho la muerte del primero: —¡La disentería es el mal de los imprudentes! ¡Qué diablo! Doctor, debería haber vigilado usted su alimentación. En cuanto al que se lo había llevado el ahogo, sólo podía deberse a una enfermedad del corazón mal diagnosticada hasta ese momento. Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(1):88-92

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Pero, una tarde, el médico anunció el óbito de Paul Timonet, una especie de momia del que se esperaba que llegara a centenario para servir de reclamo para el balneario. Cuando, según su costumbre, M.D... preguntó: —¿De qué ha muerto? El médico respondió: —A fe mía que no lo sé. —¿Cómo? ¿No lo sabe? Siempre se sabe. ¿Acaso no tenía ninguna lesión orgánica? El médico movió la cabeza: —No. Ninguna. —¿Podría tratarse de alguna afección del hígado o los riñones? —No; estaba bien de todo eso. —¿Había observado usted si su estómago funcionaba adecuadamente? Con frecuencia un ataque deriva de una mala digestión. —No ha habido un ataque. Perplejo, M.D... se movía inquieto: —Pero, veamos. Debió morir de algo, ¿no? Por lo tanto, y según su opinión, ¿de qué fue? El médico elevó los brazos: —No sé nada. Absolutamente nada. Está muerto porque está muerto. Nada más. Entonces, con una vocecilla temblorosa, M.D... preguntó: —¿Qué edad tenía, con exactitud? Ya no la recuerdo. —Ochenta y nueve años. Y el pequeño anciano, con gesto incrédulo y comedido, exclamó: —¡Ochenta y nueve años! Pero, entonces, tampoco ha podido ser por vejez... ¿No es verdad?

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Energía envasada Packed energy ■ Diego Quintana* ■ Cada vez que hacemos algo tan sencillo como encender la televisión o el horno, cada vez que ponemos la tostadora, enchufamos el cargador del móvil o pulsamos cualquier interruptor de la luz, la electricidad llega instantáneamente desde los centros de producción eléctrica hasta nosotros, el consumidor final. Esto que vemos en nuestros días como algo natural, casi como un acto de generación espontánea de energía, conlleva sin embargo una compleja serie de decisiones y operaciones para las extensas redes de transporte y distribución del sistema eléctrico. Tengamos en cuenta que los usuarios se cuentan por decenas de millones y que la energía, en esencia, plantea el grave inconveniente de que no se ha logrado almacenar. No al menos en grandes cantidades. Y si no la consumimos al mismo tiempo que se produce corremos el riesgo de perderla. Éste ha sido siempre uno de los principales rompecabezas para cualquier gestor del sistema. En nuestro país es Red Eléctrica de España (REE) la empresa que garantiza la seguridad y continuidad del suministro eléctrico entre los centros de generación y los de consumo. Efectúa predicciones de la demanda para ajustar la producción eléctrica al consumo real, procurando no dejarse ningún kilovatio por el camino. Si producción y consumo difieren, REE envía las órdenes oportunas a las centrales para que aumenten o disminuyan la generación de energía pertinentemente. Es un constante tira y afloja. Entre los principales desestabilizadores del sistema eléctrico se encuentran las que son a la vez una de las mayores apuestas en sostenibilidad de presente y futuro: las energías renovables. Las también llamadas fuentes limpias aumentan su peso año a año y España se perfila como uno de los países líderes en este campo, especialmente en el de la energía eólica, donde ocupa el tercer cajón del pódium mundial de potencia instalada (casi 19.149 MW al cierre de 2009). Precisamente la eólica, que satisfizo el 14,3% de la demanda eléctrica española el pasado año, es la energía renovable que mayor incertidumbre provoca al sistema eléctrico, por impredecible. El viento genera energía al margen de las necesidades eléctricas existentes a cada momento y, como la electricidad producida se pierde si no se consume al instante, el problema está ser* El autor es periodista.

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vido. Más todavía si tenemos en cuenta que el viento tiene el dudoso gusto de soplar con mayor asiduidad por las noches, momento en el que la demanda energética es mucho menor. Pero este tipo de bretes parece tener los años contados. La tecnología desarrolla diferentes vías para almacenar energía y que ésta pueda ser liberada en función de las necesidades. Las prestaciones del almacenamiento de energía varían según los tipos de tecnología que se utilice: mecánicas, químicas, térmicas, electroquímicas y puramente eléctricas. Son en general tecnologías costosas e inmaduras pero que poseen, sobre todo en materia de baterías, un potencial y un margen de abaratamiento enormes de cara al futuro. De un futuro no muy lejano. A la vanguardia del almacenamiento de energía se sitúan Estados Unidos y Japón, países pioneros que llevan a cabo los principales proyectos piloto del planeta desde hace apenas cinco años con buenos resultados. A su vez, otros países como Chile, Canadá, Alemania, Francia o Italia experimentan ya con estas tecnologías. Pero el proyecto más ambicioso de todo el Viejo Continente se abre paso, como veremos, en España. Se llama “Store” y es iniciativa de la compañía eléctrica española Endesa, que ha empezado a ejecutar los primeros pasos del proyecto en las Islas Canarias. Pero dejemos Store para más adelante. Eduardo Mascarell, responsable de Tecnología e Innovación de Endesa, en una entrevista reciente subrayaba el auge e interés estratégico del almacenamiento energético: “Tradicionalmente, la tecnología no nos permitía la posibilidad de almacenar energía salvo en casos muy concretos como el bombeo de agua de un embalse a otro (a diferentes cotas). El resto estaba recogido en las baterías de los coches y en las pilas que utilizamos diariamente, pero nada más”, aducía. Estas pilas y baterías de coche tradicionales funcionan a través de reacciones químicas y presentan ciertos inconvenientes que limitan su utilización, como son el peso, el coste, su baja productividad y, en algunos casos, la peligrosidad de sus componentes (ácidos o plomo). Sin embargo, apuntaba que “en los últimos cinco años están apareciendo unas posibilidades tecnológicas de almacenamiento que ofrecen al sector eléctrico una versatilidad muy interesante”.

Tecnologías y coche eléctrico En esquema, las principales tecnologías de almacenamiento de energía son el mencionado bombeo, el aire comprimido (CAES), el líquido comprimido, el almacenamiento térmico (en centrales solares termoeléctricas), los superconductores magnéticos y supercondensadores, los volantes de inercia y las baterías electroquímicas. Éstas últimas cobran cada vez más relevancia. Cabe destacar las baterías de ión-litio, las de sulfuro de sodio (NaS), las de flujo, las de metal-aire y las pilas de hidrógeno, además de las baterías tradicionales de plomo y níquel. Con este abanico de tecnologías de almacenamiento exploradas y en muchos casos por desarrollar, el sector eléctrico mira al futuro con esperanza, en vista 94

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de las dificultades que comporta generar electricidad para el consumo inmediato. Mascarell reconocía que “necesitamos redundancia en instalaciones y asegurar una calidad muy elevada por los requisitos que establece el Ministerio de Industria”; aunque se mostraba optimista porque “disponer de baterías electroquímicas u otras tecnologías de almacenamiento de energía nos da margen para trabajar con más flexibilidad y ofrecer un servicio con mayor juego y comodidad y para ampliar nuestro catálogo de ofertas”. Ya hemos señalado que el almacenamiento energético se antoja fundamental para mejorar la fiabilidad de la red eléctrica y la óptima integración de las renovables en el sistema eléctrico. El responsable de Tecnología de Endesa recordaba que “las renovables tienen una impredecibilidad muy alta, sobre todo la eólica, y algunas tienen la mala costumbre de estar disponibles cuando no hacen falta. Irlanda, por ejemplo, tiene un gran parque eólico pero hay veces durante el día que la oferta eólica es de solo el 3%, mientras que genera toda la electricidad por la noche cuando la demanda es muy baja. Entonces, tener la posibilidad de almacenar la energía que se genera por la noche da un empaque muy interesante a las renovables: se aumenta la cuota de renovables, se reducen emisiones y el uso de centrales de generación eléctrica emisoras de CO2. Estamos en una fase incipiente, pero la importancia estratégica del almacenamiento puede dar un vuelco muy grande al sector”, incidía. La electricidad proveniente de las renovables, especialmente de la eólica y la solar, podrán utilizarse a medio y largo plazo a gran escala para separar limpiamente y valorizar el hidrógeno del agua. Existen ya proyectos, como Hydrosol II del Centro de Investigaciones Energéticas Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT), en la Plataforma Solar de Almería, que dan los primeros pasos en España en pos de la llamada “economía del hidrógeno”, donde las pilas de combustible cumplirán un papel esencial. Pero, si hay un ingenio que está de rabiosa actualidad en este capítulo es el coche eléctrico, ya que éste se convertirá con toda probabilidad en otro almacenador de energía de primer orden. Es un aliciente ecológico que colaborará en pocos años en una mejor integración de las energías renovables y en una mejor gestión de la red. ¿Por qué? En primer lugar, porque podrá verter –y vender— a la red la energía almacenada en sus baterías eléctricas en función de las necesidades del sistema. Necesidades que sabemos suelen darse siempre por el día. Resulta obvio que los vehículos eléctricos cargarán sus baterías mayoritariamente por las noches, momento idóneo para ‘colocar’ o almacenar esa energía producida por el viento, que sopla con más ganas por las noches, y que de otro modo se perdería. El potencial del vehículo eléctrico es inmenso. Las baterías mejoran sus prestaciones cada año y gozan de un amplio margen de desarrollo. No obstante, aún deben, principalmente, aumentar la autonomía de los vehículos, reducir los tiempos de recarga y multiplicar los puntos de carga en calles y garajes. En España, el “Plan Movele”, del Ministerio de Industria y el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía, prevé instalar próximamente, y para empezar, 546 postes de recarga en lugares públicos y aparcamientos de Madrid, Barcelona y Sevilla. También contempla un plan de ayudas para la Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(1):93-96

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venta de 2.000 vehículos híbridos y eléctricos a instituciones, empresas y particulares en 2010. Y aspira a poner en circulación en nuestro país un millón de vehículos de este tipo para 2014.

Proyecto Store Pero, aparquemos el coche eléctrico y volvamos al proyecto piloto “Store” de Endesa, que responde al acrónimo en inglés de “Tecnologías de Almacenamiento de Energía Eficiente”. Según Mascarell, “Store es el primer proyecto de España en I+D de almacenamiento de energía y el más importante de Europa”. Con un presupuesto de 13 millones de euros, acaba de recibir la aprobación del Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI), dependiente del Ministerio de Ciencia e Innovación, que financiará el 75% del proyecto, la máxima ayuda que puede conceder. Store consiste en probar dos tecnologías de baterías conectadas a la red de distribución. Las primeras baterías, de 0,5 MW, serán de bromuro de cinc y se instalarán en Tenerife; las segundas, de 1 MW, se colocarán en Gran Canaria y serán de sulfuro de sodio. “Nos servirán para trabajar fundamentalmente en aporte de energía y como piedra de toque para extrapolar qué beneficios aporta el almacenamiento de energía”, expone el responsable de Tecnología e Innovación de Endesa. La elección del archipiélago canario para efectuar las pruebas no fue casual: “Es probablemente la zona más adecuada por el marco regulatorio específico de las islas, por la problemática de ser lugares energéticamente aislados y por la gran penetración que tiene actualmente de energías renovables”. En 2011 deben empezar las pruebas y evaluaciones de la integración en la red de estas baterías, cuya vida útil rondará los diez años a un ritmo habitual de utilización. A nadie se le escapa que a las tecnologías de almacenamiento de energía les pasa factura ahora mismo su ‘juventud’, como a cualquier novedad tecnológica. Pero, como el propio Mascarell afirmaba: “El proyecto necesita cierta madurez. Los próximos diez años van a ser claves. En ese tiempo nos encontraremos probablemente en escenarios mucho más favorecedores que los de ahora”. Y, apostillaba, viendo el futuro “con una ilusión enorme y muchísimo optimismo. Son tecnologías que nos van a dar mucho. Van a ayudar a la penetración de las renovables y en las sinergias que tiene con el vehículo eléctrico. El almacenamiento de energía va a ser un elemento clave. Es el sueño de los eléctricos”. Un sueño que ya se está haciendo realidad.

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Judicialización sanitaria The judicialization of Health Care ■ Alfonso Utrillas Compaired* ■ La Medicina ha progresado considerablemente como ciencia en el último siglo (lejos queda ya el Código de Hammurabi, allá por el siglo XVII a.C., en el que se relataba que “si un médico trataba a un hombre libre de una herida grave con la lanceta de bronce y hacía morir al hombre, se le cortaban las manos”), pero ha retrocedido como profesión, debido en parte a una ascendente reivindicación de derechos, a una excesiva regulación en el cumplimiento de los deberes, y al excesivo culto a las tecnologías. La Medicina es el arte de curar. Debe ser estudiada como ciencia, para ser ejercida como arte. Su ejercicio impone al profesional una especial diligencia, en atención a que es la salud —y en última instancia la vida de una persona— la que depende de su actuación y, por consiguiente, las consecuencias de su posible error culpable difícilmente pueden encontrar reparación a través de una compensación económica. Pero las continuas dificultades, los no muy altos emolumentos en relación con las horas de trabajo, la tensión del entorno, las dosis crecientes de agresividad en el ambiente, las difíciles relaciones interpersonales que trae consigo nuestra sociedad actual y que se dejan sentir con más fuerza de la deseable en el interior de los centros hospitalarios, añadidos al escaso respeto que viene mostrando nuestra sociedad hacia el profesional de la Medicina y al creciente aumento de demandas presentadas por los pacientes, suman demasiados obstáculos. Además, el indudable progreso de la Medicina actual deja sentir su favorable influencia en el hombre de nuestra sociedad que, debido a ello, crea grandes expectativas de longevidad. Y puede llegar a confundir el derecho a la salud con el derecho a la vida, olvidándose de la fragilidad de la propia naturaleza humana. La relación médico-paciente de antaño se basaba en la confianza, porque el paciente veía en el médico una persona especial, plena de conocimientos y de virtudes, dotada de grandes cualidades humanas que justificaban ampliamente la gran confianza que en él depositaba. El paciente contemplaba al médico en un plano superior al suyo propio y lo colocaba así en una situación de pri* El autor es médico, Facultativo Especialista de Área de Traumatología y Cirugía Ortopédica
del Hospital Universitario de Guadalajara. El presente artículo se publicó en: “Médicos y Pacientes” (30-XII-2009).

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vilegio. El médico adoptaba una posición paternalista y se creaba entre ambos una relación interpersonal de características muy especiales. Esta forma tradicional de ejercer la Medicina hubo de cambiar al ritmo que lo hicieron las distintas estructuras sociales y actualmente la relación entre el médico y el paciente ya no asienta primariamente sobre una confianza íntima y personal, sino que la ayuda médica se convierte en un servicio contratado en el cual las dos partes suelen buscar ante todo su particular ventaja. Asistimos a la deshumanización del ejercicio médico, a la pérdida de esa atmósfera de confianza que otrora presidía las relaciones médico-paciente. Los pacientes han pasado a ser asegurados, consumidores de asistencias, pacientes impacientes, clientes, usuarios... por lo que hemos perdido gran parte de la esencia por la que todos nos encaminamos a la Facultad con ilusión años atrás. Es la consecuencia de la llamada “socialización de la Medicina”. De acuerdo con la normativa legal, de general aplicación, el médico está obligado a prever lo previsible y evitar lo evitable, hasta el punto en que las posibles complicaciones puedan ser previsibles a través de su actuar diligente; pero nadie puede pedir responsabilidades al profesional de la Medicina por aquellas complicaciones imprevisibles que pudieran alterar el curso de una intervención, cualquiera que fuese el desenlace de estas posibles complicaciones. En la práctica pueden presentarse situaciones que motiven dudas razonables. Puede suceder que durante la realización de una intervención quirúrgica, previamente informada y consentida, se detecte algo diferente a aquello para lo que el paciente había dado su consentimiento. Éste sólo es válido para la intervención que el paciente ha autorizado en función del diagnóstico que los médicos le han dado a conocer. El médico no puede, porque no está autorizado por aquél, adoptar una decisión clínica por cuenta propia y por ello, si comenzada la intervención quirúrgica percibe algo diferente a aquello sobre lo que informó al paciente, debe mostrarse prudente y evitar extender el consentimiento del interesado a un tratamiento que éste no había autorizado (salvo excepciones en caso de urgencia). El médico, en el desempeño de su actividad profesional, se ve obligado en muchos casos a trabajar con un margen de riesgos controlables y resolver las dificultades sobre el terreno, puesto que en Medicina nada es matemático ni preciso, y pueden surgir variedad de situaciones no previstas de antemano. De no hacerlo así, la Medicina quedaría automáticamente paralizada en su progreso, con los consiguientes perjuicios para la sociedad a la que sirve. El paciente debe contraer por su parte la obligación de colaborar con el médico, cumpliendo el tratamiento prescrito, o siguiendo los consejos y advertencias al caso concreto. En pura teoría, el abandono del tratamiento prescrito exonera al médico de responsabilidad por los daños resultantes de esta desobediencia, responsabilizando al propio paciente del resultado dañoso. Las reclamaciones por responsabilidad civil médico-sanitaria han experimentado un notorio crecimiento en la última década, al igual que ha sucedido con las demandas interpuestas frente a los profesionales en general. Hasta el último acto médico está judicializado. Se ha perdido la esencia. No parece que la posición que Benzo Cano pronosticó en el año 1944 haya sido desvirtuada por el 98

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paso del tiempo: “Si llegase el día en que los enfermos no curados de su mal pudieran, por este solo hecho, acudir a los tribunales para reclamar una indemnización de daños y perjuicios, nos encontraríamos con que los médicos industrializarían la carrera, y volviéndose positivistas, sólo atenderían los requerimientos que les hiciesen los enfermos en ciertas condiciones, que les protegiese de las consecuencias —muchas veces inevitables— de un fracaso”1. La frecuencia de los procesos civiles contra los médicos es un buen indicio de la mudanza operada parcialmente por la cultura del bienestar imperante en la sociedad actual (debido en parte a la proliferación del culto a la estética, la perfección, etc.), que conduce a soportar mal el fracaso y la no aceptación de la desventura. El médico ha de tener presentes las circunstancias personales del paciente concreto que va a ser sometido a la intervención médica y/o quirúrgica. Al concepto genérico lex artis, se le suma el adjetivo ad hoc, que individualiza y adapta el comportamiento médico a cada caso concreto. Pero no debemos olvidar que la Medicina es una ciencia inexacta, en la que inciden múltiples factores, endógenos y exógenos, que pueden hacer truncar el fin que se persigue, que jamás podrá ser garantizado precisamente por su notorio componente aleatorio, algo que los pacientes solicitan con relativa frecuencia. No todos los individuos reaccionan de igual manera ante los tratamientos de que dispone la Medicina actual (lo que hace que algunos de ellos, aún resultando eficaces para la generalidad, puedan no serlo para otros). Según el Convenio de Bioética del Consejo de Europa, la persona que haya sufrido un daño injustificado como resultado de una intervención tiene derecho a una reparación equitativa en las condiciones y modalidades previstas por la Ley. Pero creo que la falta del éxito del acto médico no debe conducir necesariamente a la obligación de resarcir al damnificado, pues el médico generalmente cumple su deber, empleando la razonable diligencia que es dable requerir a quienes se les confía la vida de una persona o su atención ya que, en general, el éxito final de un tratamiento o de una operación no dependen por entero del profesional, sino que a veces influyen factores ajenos a él. Es más, aunque el error parta de equivocaciones involuntarias a pesar de que el equipo de profesionales haya puesto toda la diligencia debida y haya actuado con la pericia que el caso requería, su conducta no es siempre legalmente reprochable aunque el paciente, que sintió frustradas sus esperanzas ante el error cometido por el facultativo, pueda vivenciar lo sucedido como el resultado de una negligencia médica. Por otra parte, difícilmente las posibles faltas técnicas pueden ser juzgadas por tribunales de abogados. El delicado y complejo problema del nexo objetivo de causalidad es, indudablemente, uno de los más importantes y debatidos en el Derecho, pues no es fácil establecer cuándo el comportamiento por acción u omisión del médico es causa directa del daño producido: esta consecuencia puede ser directa o indirecta, mediata o inmediata, previsible o imprevisible,

1

Benzo Cano E. La Responsabilidad Profesional del Médico, Madrid: Escelier S.L. 1944.

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instantánea o remota. Delicada cuestión que ha de ser resuelta por el propio juez. Y por otra parte, no es correcto que el ordenamiento jurídico, movido por la compasión hacia la víctima inocente, acabe tratando igual al buen médico que al médico incompetente, al diligente que al descuidado, al profesional estudioso y riguroso que al aventurero descarado. Los jueces no deben afirmar la negligencia del médico allí donde no estén en condiciones de reconocer su existencia, de modo que allí donde la ciencia médica discute entre diversas vías, el juez no puede pronunciarse por una de ellas, no pudiendo obviamente decirse que el médico que siguió una de las vías existentes obrara negligentemente. Los jueces conocen las limitaciones de la ciencia médica, y se ven presionados por cientos de reclamaciones de usuarios insatisfechos con la asistencia sanitaria recibida, que en muchas ocasiones no son más que un intento de conseguir una compensación (que a veces es descompensación del prestigio médico del profesional) económica a lo que ellos consideran un agravio. Entiendo que una persecución a ultranza de los profesionales de la Medicina, tratando de encontrar una compensación económica a la insatisfacción del propio paciente sin pruebas de mala praxis, podría conducir a un importante deterioro en el ejercicio de la Medicina. El riesgo a ser demandado lleva consigo, además de en su caso tener que pagar cuantiosas sumas, una cierta intranquilidad de tipo psicológico y laboral. Aún en el supuesto de que la demanda no prospere y el interesado no obtenga la cantidad económica pretendida, el médico absuelto después de un proceso judicial ha tenido que soportar una situación de inquietud, desasosiego y preocupación, que no favorece en nada su equilibrio psicológico y que puede alterar su trabajo habitual. El médico debe entonces protegerse del riesgo permanente a ser demandado por cualquier motivo de insatisfacción de su paciente y de la posible disminución de su credibilidad profesional ante su entorno social. Los médicos empezamos pues a tomar conciencia de las posibles ventajas del ejercicio de una Medicina defensiva, basada en el principio de la proporcionalidad: si el paciente no acepta los riesgos, el médico se abstiene de intervenir; cuanto menos trabajo, menos posibilidades de demanda. Me pregunto si no será más conveniente cuidar la calidad de la asistencia sanitaria a recibir por los ciudadanos, que indemnizarles por los daños sufridos como consecuencia de una posible atención irregular o mediocre. Al final es la propia sociedad la que, de una u otra forma, paga el precio de la ligereza de las demandas y denuncias innecesariamente presentadas, que no estimulan el desempeño del trabajo del médico y sus colaboradores. El exceso de trabajo innecesario de nuestros tribunales de justicia repercute en el conjunto de los ciudadanos en cumplimiento de sus obligaciones contributivas. Y el precio más alto lo paga el paciente, ya que la inquietud, incertidumbre, desasosiego y preocupación que llevan consigo las denuncias y demandas llevan al desánimo, la desmotivación y la apatía del profesional de la Medicina, sustituyendo el espíritu de entrega, capacidad de sacrificio, altruismo y demás virtudes que se espera posea este profesional.

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Publicar o perecer, pero ¿a qué coste? Publish or perish, but at what cost? ■ Ushma S. Neill* ■ La ciencia académica premia a aquéllos que poseen los currícula más amplios y con mayor número de publicaciones. Los científicos, presionados por esta realidad, caen a menudo en la doble publicación, el autoplagio y la presentación de “unidades mínimas publicables”. Pero, desde un punto de vista ético, ¿estas actuaciones pueden encuadrarse en una zona gris, o estamos ante verdaderas transgresiones? En el pasado, con frecuencia he utilizado el editorial para tratar lo que está permitido o no en el JCI (The Journal of Clinical Investigation) acerca de la manipulación de la reputación de alguien. Pero lo que ahora quiero analizar es una zona más oscura de potenciales infracciones, a saber, las que están relacionadas con la ética de las publicaciones, en concreto si el hecho de publicar dos veces el mismo conjunto de datos es aceptable (claramente no lo es), si utilizar el mismo texto en varios artículos es un plagio (quizá lo sea) y si publicar datos obtenidos tras la publicación de un artículo es admisible (puede que lo sea). Comencemos con lo más evidente: un lector nos avisó recientemente de que una revista especializada había publicado un artículo que parecía ser una copia casi literal de una publicación reciente del JCI. Los autores eran los mismos, sólo se habían añadido dos más en el otro artículo, y los datos eran idénticos. Basándonos en las fechas de presentación, aceptación y publicación, quedaba claro que el artículo del JCI había sido publicado antes de que el otro ni siquiera hubiera sido presentado para su publicación. ¿Cómo podía ser esto? Una de las primeras normas que aprenden la mayor parte de los científicos sobre las publicaciones es la ampliamente aceptada “regla de [Franz] Ingelfinger”, cuyo epónimo se debe a un antiguo director (1967-1977) del New England Journal of Medicine, quien en 1969 afirmó que su revista no iba a tener en cuenta la publicación de ningún manuscrito que hubiera sido presentado simultánea* El autor es director-ejecutivo de The Journal of Clinical Investigation. El artículo originalmente se publicó en esta revista: Publish or perish, but at what cost? J Clin Invest. 2008;118(7):2638. Se reproduce con la debida autorización. La traducción es de Assumpta Mauri.

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mente en otra revista o publicado previamente de forma parecida. Todos sabemos que no es posible reproducir íntegramente un artículo en otra revista sin señalar la autoría o sin el oportuno permiso, especialmente cuando la revista donde se publicó el original es la poseedora de los derechos del trabajo, tal y como ocurre con el JCI. Solicité a los redactores del JCI su opinión sobre cómo penalizar esta infracción sin quedarnos meramente en pedir a la otra revista que retirase el artículo (lo que aceptó hacer). Después de escuchar las razones esgrimidas por el autor principal sobre la doble publicación, sus reacciones fueron muy distintas. Como requisito para poder presentar su trabajo en un simposio al autor se le exigió publicar su conferencia en otra revista. Algunos redactores dijeron que esto era escandaloso y que debíamos informar a la institución en la que trabajaban los autores y prohibirles publicar durante cierto tiempo. Otros pensaron que este tipo de peticiones (la publicación de una conferencia) eran frecuentes, y que simplemente bastaba con solicitar a la otra revista que se retractase. Esta polarización me resultó chocante. Algunos de los redactores dijeron que en situaciones de este tipo se habrían inclinado por publicar un resumen o bien rechazar tal petición (en este caso, ¿los organizadores habrían rescindido realmente la invitación?), o bien habrían presentado los datos obtenidos después de que el artículo hubiera sido aceptado y, por tanto, no cabía su publicación por separado. En el transcurso de nuestra discusión este último punto puso a algunos los pelos de punta. ¿Es ético enviar un artículo que muestre algunos datos nuevos con relación a un estudio ya publicado? Por otra parte, si en el artículo publicado hubiera una figura que mostrase un experimento único representativo de cuatro experimentos independientes, ¿sería ético que el nuevo artículo mostrase ese experimento como diferente a los otros cuatro? Algunos redactores creyeron que ello constituía una práctica corriente, mientras que otros lo censuraron como algo desvirtuado que rayaba en lo fraudulento. Por otro lado, hemos tenido ciertos casos en los que los autores han reutilizado textos de publicaciones previas presentándolos nuevamente sin hacer referencia a la primera publicación o sin la autorización para hacerlo. Ello sucede con mayor frecuencia en las revisiones que en los artículos de investigación original, pero ¿resulta más aceptable en aquel formato? Aunque sabemos que en ocasiones existe un único modo de expresar una idea o un concepto y que la utilización del mismo lenguaje o de uno muy semejante resulta tolerable, la repetición de los mismos pasajes palabra por palabra no lo es. En el caso de una revisión, si no hay nada nuevo que decir, entonces no hay que aceptar escribirla; no resultaría oportuno, ya que hacerlo no daría lugar a grandes avances y los revisores (referees) lo anotarían en sus comentarios. Volviendo al caso de la doble publicación, resultó bastante fácil hacer ver a los redactores de la otra revista que tenían que retirar el artículo, dado que infringía claramente las leyes sobre el copyright. Pero ahora cabe preguntarse: ¿por qué mantenemos dichos derechos? Por un lado, porque nos da la oportunidad de controlar el uso que se hace del contenido que hemos publicado, y de la forma en que se archiva y en que es utilizado (en ocasiones, mal utilizado); 102

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y, por otro lado, porque conseguimos ciertos ingresos al otorgar una licencia para reproducir el contenido. No obstante, aunque disfrutamos del copyright para todo el contenido del JCI, permitimos a los autores que reutilicen, republiquen y distribuyan sus artículos con fines educativos, y que los incluyan en los repositorios institucionales. El uso (no comercial) que hagan los autores de su propio artículo no está restringido en ningún modo, excepto por el hecho de que tienen que citar el JCI cuando lo utilizan. Hacemos todo lo que está en nuestra mano para que los lectores del JCI confíen en los manuscritos que publicamos, pero comienza a ser imposible establecer una norma específica para cada tipo de práctica cuestionable que observamos. En relación al caso anterior, el comité editorial decidió informar de la infracción a las autoridades pertinentes de la institución a la que pertenecían para que determinasen si era necesario emprender ulteriores acciones punitivas. Sin embargo, podríamos haber actuado de otra forma de no haber existido una razón plausible para los actos de los autores. Pese a todo ello, el hecho de establecer una política para las infracciones éticas viene a ser algo así como perseguir un objetivo móvil, por lo que sería bueno conocer otras actitudes y respuestas frente a estos temas.

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Fidel Pagés: descubridor de la anestesia epidural Fidel Pagés: The discoverer of epidural anaesthesia ■ Ramiro de la Mata Pagés* ■ En la actualidad la anestesia epidural se utiliza muy frecuentemente en intervenciones quirúrgicas, en especial en obstetricia. Su descubrimiento se debe al doctor Fidel Pagés Miravé, médico español que publicó la técnica en 1921. La importancia de su hallazgo se ha difundido por todo el mundo, habiéndose incorporado a la cirugía como una técnica habitual. El perfil profesional del autor resulta fascinante por su brillantez y precocidad, habiendo supuesto su legado científico uno de los mayores avances de la anestesia en el último siglo. La técnica La anestesia epidural comenzó a aplicarse en obstetricia en 1935 y hoy se emplea en numerosos campos quirúrgicos. La punción epidural se realiza con el paciente sentado o en decúbito lateral y se punciona el espacio entre las apófisis posteriores de las vértebras. El punto de punción depende de la zona que se desea anestesiar y así, la lumbar, la más frecuente, se realiza en el espacio entre dos vértebras lumbares y permite anestesiar la región abdominal.

Descubrimiento de la anestesia epidural Fidel Pagés Miravé nació en Huesca en el año 1886, ciudad en la que estudió el bachillerato. Se licenció en Medicina y Cirugía en la Universidad de Zaragoza en 1908 con premio extraordinario y a lo largo de su vida mantuvo una intensa actividad académica. Además de su tesis doctoral, presentada en la Facultad de Medicina de la Universidad de Madrid sobre “Patogenia de las braquicar* El autor, nieto del descubridor de la anestesia epidural, ha sido jefe de sección del Servicio de Cirugía Máxilofacial del Hospital Doce de Octubre de Madrid hasta su jubilación en 2004.

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dias”, publicó en abril de 1913 la traducción de la conferencia titulada “Tratamiento incruento de los tumores” que el alemán Vicent Czerny había presentado en el congreso de Münster. Al año siguiente publicaba “Tratamiento de las fracturas diafisarias de los huesos largos de las extremidades producidas por proyectiles de arma de fuego” y en 1919 vieron la luz sus trabajos: “Sobre un caso de estrangulamiento retrógrado de epiplón”, “Contribución al estudio de la cirugía plástica de mejilla” y “Tratamiento de las fracturas de olécranon por el enclavamiento y la extensión continua”, así como traducciones de casos publicados en las revistas médicas del momento.

Experiencia quirúrgica con heridos de guerra Al terminar la licenciatura ingresó en Sanidad Militar por oposición en 1909, siendo destinado al Hospital Militar de Melilla en el delicado momento de una nueva rebelión de las cabilas rifeñas en el llamado “desastre del Barranco del Lobo”. Sobre la base de años de estudio y preparación, fue allí dónde se terminó de gestar su descubrimiento. El sufrimiento de los soldados junto con la carencia de recursos médicos y anestesiológicos, le llevaron a investigar métodos alternativos y eficientes para calmar el dolor de forma rápida y segura, facilitando los tratamientos quirúrgicos y reduciendo sus riesgos. En 1921 fue nombrado cirujano jefe del equipo quirúrgico con destino en el Hospital Doecker (así llamado por estar construido con barracones desmontables de ese nombre). Por entonces se produjo el “Desastre de Annual” que llevó a los rifeños de Abd-el-Krim hasta las puertas de Melilla, con sangrientos combates que causaron numerosas bajas entre los soldados españoles. Estas circunstancias bélicas y siempre en puestos sanitarios avanzados, le obligaron a realizar numerosas intervenciones quirúrgicas y así, durante los combates de Tizza, Atlanton y Tarrenda permaneció en el quirófano casi sin descanso durante varios días para atender al enorme número de heridos. Sin duda, ésta fue la razón por la que en su memoria se dio el nombre “Hospital Comandante Dr. Pagés” al “Hospital Doecker de Melilla”, en cuyo quirófano realizaba sus operaciones. Y en ese mismo lugar se puso una placa en su memoria Figura 1. Fotografía del Dr. Pagés con el texto: “Sirviendo a España enalteció (cortesía del autor). la ciencia”. Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(1):104-109

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Experiencia internacional durante la I Guerra Mundial Tras su experiencia en Melilla, Pagés actuó durante la Primera Guerra Mundial como Delegado del Embajador de España en Viena, al servicio de la Inspección de los campos de prisioneros de guerra de Austria-Hungría en febrero de 1917. Su ya acreditado prestigio como cirujano y sus conocimientos de francés y alemán, le hicieron digno de esa responsabilidad. Durante su misión realizó inspecciones en todos los campos situados en Hungría en colaboración con el profesor Werner en la sección de prisioneros de guerra del Hospital nº 2 de Viena. Su trabajo bien puede calificarse de heroico, ya que la falta de alimentos, cuidados elementales y de higiene costó la vida a varios médicos militares españoles que en la misma etapa realizaban atención médica e inspectora en la zona. Incluso, él mismo enfermó gravemente y hubo de ser repatriado a España.

La publicación del descubrimiento en 1921 Ya en nuestro país, y en paralelo con su actividad médico-quirúrgica, el doctor Pagés fundó la Revista Española de Cirugía en 1919, publicación que codirigiría hasta su muerte. En ella divulgó su descubrimiento de la técnica epidural lumbar en dos artículos sobre la “anestesia metamérica”, publicados en el número del mes de marzo de 19211, así como en la Revista de Sanidad Militar ese mismo año2. En esas páginas describió la anatomía del canal raquídeo, la técnica de la anestesia epidural lumbar, incluyendo una revisión bibliográfica, junto con el material y los fármacos necesarios para la punción lumbar. Además, analizó con precisión las ventajas e inconvenientes de esta praxis que había utilizado en 43 intervenciones, entre las que figuraban una nefropexia y dos hidroceles. Exponía allí “la posibilidad que proporciona privar de sensibilidad un segmento del cuerpo, Figura 2. Dibujo original del doctor Pagés sobre la dejando con ella a las porciones técnica de anestesia epidural (cortesía del autor). que están por encima y por deba-

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Pagés MF. Anestesia Metamérica. Rev Esp Cir. 1921; 3: 121-148. Pagés Miravé F. Anestesia Metamérica. Rev Sanidad Militar 1921;11: 351-65; 385-96.

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jo del segmento medular”. Asimismo, en dicho artículo, escribía: "En el mes de noviembre del pasado año, al practicar una raquianestesia, tuve la idea de detener la cánula en pleno conducto raquídeo, antes de atravesar la duramadre, y me propuse bloquear las raíces fuera del espacio meníngeo y antes de atravesar los agujeros de conjunción, puesto que la punta de la aguja había atravesado el ligamento amarillo correspondiente...”. Añadiendo: “hice la disolución de... 375 mg de novocaína en 25 cc de suero fisiológico, procediendo a inyectarlo entre las vértebras lumbares 2ª y 3ª… El resultado de este intento nos animó a seguir estudiando este método, al que en clínica denominamos de anestesia metamérica...”.

Muerte prematura y su impacto en el desarrollo del descubrimiento Fidel Pagés murió en 1923 a los 37 años en Quintanapalla (Burgos) en un accidente automovilístico cuando regresaba con su familia de pasar las vacaciones en el norte de España. Su muerte conmovió a la comunidad médica3 y fue recordada en la prensa general. Pero, como ha sucedido con otros descubridores, su nombre cayó en el olvido durante años, hasta que su figura fue rehabilitada años más tarde por la comunidad científica internacional.

Reconocimieto mundial a Pagés como descubridor de la anestesia epidural. El plagio de Dogliotti A pesar de que el descubrimiento de Pagés había sido publicado con extensas referencias de aplicación quirúrgica en las dos importantes revistas antes mencionadas, Achilles Dogliotti, médico anestesista italiano, presentó en el Congreso de la Sociedad Internacional de Cirugía celebrado en Madrid en 1932, un trabajo en el que se atribuía como propia la técnica de Pagés. Una técnica que, aunque había sido publicada 11 años antes4, no era conocida por los médicos congresistas, tal como manifestaba en 1991 el doctor Hervás en un artículo titulado “La perenne actualidad de un clásico: Fidel Pagés y la anestesia epidural”5. Fue el cirujano argentino Alberto Gutiérrez, Jefe del Servicio de Cirugía de Mujeres del Hospital Español de Buenos Aires, que había utilizado desde 1929

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De los años próximos a la muerte del doctor Pagés es destacable la nota necrológica que escribió el Dr. Tomás Rodríguez de Mata en la Revista Española de Cirugía: Rodríguez Mata T, Covisa IS, Pagés F (1886-1923). Editorial. Rev Esp Cir 1923:5. 4 Hay quienes han criticado a Fidel Pagés por no haber realizado con posterioridad un seguimiento de la anestesia epidural. Sin duda se trata de poco estudiosos de su obra y que desconocen su prematura muerte. 5 Hervás Puyal C. La perenne actualidad de un clásico: Fidel Pagés y la anestesia epidural. Rev Esp Anestesiol Reanim. 1991; 38:317-326.

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este tipo de anestesia, quien desveló el error en la Revista de Cirugía de Buenos Aires en 1932. Manifestaba allí que el descubridor de la anestesia epidural había sido el español Pagés y contribuía a su divulgación. En 1935 el profesor español Pi Figueras presentó una ponencia en el Congreso Interregional de la Sociedad Italiana de Anestesia y Analgesia en la que reivindicó a Pagés ante el propio Dogliotti, quien reconocería posteriormente la “genuina autoría” y la prioridad de Pagés como autor de la técnica metamérica. En años posteriores se siguió reivindicando la autoría del descubrimiento y así, en 1958, el doctor Miguel escribió en la Revista Española de Anestesiología: "Como españoles nos sentimos orgullosos de esta gesta; como amantes de la verdad es nuestro deber exponer cuánto hay de cierto en este asunto"6. Unos años antes, el prestigioso anestesiólogo John J. Bonnica7 (1917-1994), de Seattle, ya había impulsado y difundido la anestesia epidural, que describía recordando en 1953 con verdadera veneración a Pagés como el primer médico del mundo que aplicó una técnica que sin duda entrañaba menor riesgo en comparación con la raquídea.

Premios que llevan su nombre El reconocimiento al insigne español se ha hecho patente también a través de dos importantes premios científicos. La Sociedad Española de Anestesiología, Reanimación y Terapéutica del Dolor (SEDAR) instituyó en 1957 un premio bianual en su memoria, el denominado “Premio Pagés”, otorgado por primera vez en 1959 al doctor Cantero Gómez por su trabajo sobre “Los procesos de óxidoreducción en anestesia”. Asimismo, el Ministerio de Defensa de España instituyó en 2007 el Premio a la Investigación en Sanidad Militar “Fidel Pagés Miravé” que se ha otorgado en dos ocasiones a trabajos de notable relieve8.

Bibliografía reciente El interés por el descubridor de la anestesia epidural se ha mantenido hasta la actualidad, poniéndose de manifiesto en diversas publicaciones científicas en los últimos años. Así, en relación con la más reciente bibliografía, es destaca-

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Miguel MJ. Editorial. Rev Esp Anestesiol. 1958; 5: 241. John Bonica fue el creador de una nueva especialidad, la algología (algos, dolor; logos, tratado) y fundó la primera clínica multidisciplinar del dolor en Seattle, así como la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor, que agrupa a los especialistas dedicados al tratamiento del dolor de todo el mundo. 8 Por Orden Def/2614/2008, de 10 de septiembre se concede el primer premio “Fidel Pagés Miravé” a Luis Alfonso Arcarazo García y María del Pilar Lorén Trasobares por el trabajo titulado “La asistencia sanitaria militar en Zaragoza desde el siglo XVIII: los hospitales militares”. 7

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ble el artículo “Fidel Pagés Miravé (1886-1923). The pioneer of lumbar epidural anaesthesia” publicado por De Lange y cols., en la revista Anaesthesia (1994)9. Igualmente, es digno de mención el estudio realizado por Herrera y Mulas, quienes publicaron en 1996 un excelente trabajo en la Revista Española de Anestesiología y Reanimación conmemorando el setenta y cinco aniversario del descubrimiento de la anestesia epidural10. En 2005, Cortés Román publicó en el número 52 de dicha Revista, un artículo dedicado al descubrimiento y a su creador titulado “Anestesia epidural lumbar 1931-1936. Segundo debut”11; y en 2007 se presentó el trabajo: “Historia de la raquianestesia y de la anestesia epidural en España”12 en la Revista de Urología Española. Finalmente, Alejandro Beláustegui Fernández ha escrito una completa biografía titulada “Fidel Pagés Miravé y otros sanitarios militares ejemplares. La lucha contra el olvido. III”13, editada en 2008 por el Ministerio de Defensa.

Conclusión Laín Entralgo escribió en su obra Ciencia y Vida: “Por extraño que parezca, los hombres olvidan con frecuencia hallazgos científicos importantes, aunque de ellos haya quedado constancia escrita. Los descubrimientos de los que se beneficia la humanidad no aparecen por azar. Son el resultado de una búsqueda que lleva consigo el esfuerzo de años. Nunca hubieran sido descubiertos por el científico sin un intenso estudio y una profunda dedicación. Eso no quiere decir, que no pueda trabajarse sobre un invento para perfeccionarlo o completarlo, pero siempre hay que reconocer la genuina autoría”. Unas palabras que bien pueden aplicarse a Fidel Pagés. Las circunstancias que rodearon su vida y especialmente su prematuro fallecimiento, le privaron del merecido reconocimiento por un descubrimiento que, lejos de ser resultado del azar, sólo fue posible por la conjunción de su brillantez como cirujano y una incesante actividad científica y quirúrgica a lo largo de su vida. De este modo, su nieto, quien esto escribe, en honor a su memoria y a la ciencia, le rinde tributo por la autoría de uno de los descubrimientos más relevantes del siglo pasado.

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de Lange JJ, Cuesta, M. A, Cuesta de Pedro, A. Fidel Pagés Miravé (1886-1923). The pioneer of lumbar epidural anaesthesia. Anaesthesia. 1994; 49: 429-31. 10 Herrera A, De las Mulas M. En Memoria de Fidel Pagés Miravé (1886-1923). LXXV Aniversario de la Publicación de "Anestesia Metamérica". Rev Esp Anestesiol Reanim. 1996;43:59-66. 11 Cortés Román C. Anestesia epidural lumbar 1931-1936. Segundo debut. Rev Esp Anestesiol Reanim. 2005;52. 12 Gonzalo Rodríguez V, Rivero Martínez MD, Pérez Albacete1 M, López López AI, Maluff Torres A. Historia de la raquianestesia y de la anestesia epidural en España. Arch. Esp. Urol. v.60 n.8 Madrid oct. 2007. 13 Beláustegui Fernández A. Fidel Pagés Miravé y otros sanitarios militares ejemplares. La lucha contra el olvido III. Ministerio de Defensa, 2008.

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Dudosos esfuerzos de conservación Fishy Conservation Efforts ■ Achim Steiner* ■ Si un animal tiene la fortuna de ser una especie de salamandra conocida como el “tritón manchado de Kaiser”, presente únicamente en Irán, puede que su futuro no sea malo. Así, en la reciente reunión del pasado mes de marzo de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Convention on International Trade in Endangered Species, CITES), que tuvo lugar en la capital de Qatar, Doha, se votó la prohibición de comerciar con estos reptiles, además de adoptarse otras medidas para la protección de una serie de animales terrestres. Por el contrario, si fuera un “atún de aleta azul del Atlántico occidental”, se sentiría mucho más apesadumbrado. Lo mismo puede decirse para varias especies de tiburones, entre ellos: el “oceánico de puntas blancas”, el “tiburón martillo” y el “tiburón espinoso”. A pesar de que existen pruebas científicas sólidas que nos dicen que asistimos a una acusada disminución de sus poblaciones, ninguna de las propuestas dirigidas a establecer controles más estrictos sobre la explotación comercial de estas criaturas marinas —y de más de 30 especies de coral— logró la necesaria mayoría de dos tercios. En el caso del atún de aleta azul del Atlántico occidental, varios países arguyeron que es el organismo de gestión específico para estos asuntos, la Comisión Internacional para la Conservación del Atún Atlántico (International Commission for the Conservation of Atlantic Tunas, ICCAT), el que mejor puede abordar el problema. Varios de los representantes que propusieron reglas más estrictas para este tipo de comercio, no se sintieron muy cómodos con el resultado y no les faltaba razón. La población de este pez, altamente valorado, ha llegado a reducirse hasta un 80% desde que comenzó la pesca industrial. Lo que ha sucedido sin que la ICCAT hiciese nada por evitarlo. Igualmente, en el *

El autor es economista (London University) y experto en políticas medioambientales. Desde junio de 2006 ocupa el puesto de Director Ejecutivo del United Nations Environment Programme (UNEP). ©Project Syndicate, 2010. www.project-syndicate.org. Traducción de José Luis Puerta.

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caso de los tiburones y las rayas, un estudio reciente indica que cerca de un tercio de las 64 especies oceánicas está a punto de extinguirse. Su declive se vincula con la sobreexplotación de especies que alguna vez fueron comunes. Por ejemplo, el tiburón espinoso ahora reemplaza en parte al bacalao en muchas tiendas europeas de fish and chips. Además, los tiburones están resultando seriamente afectados por la creciente demanda de la sopa que se prepara con su aleta, considerada un manjar en varias zonas de Asia. Pero salvar a las especies vulnerables o en peligro de extinción no es un asunto exclusivamente medioambiental, pues está en relación con el sustento de millones de personas y, por lo tanto, con la buena salud de los océanos. En la actualidad, el medio marino se encuentra ciertamente amenazado. Recordemos que cuando el explorador John Cabot navegó por las costas de Terranova hace más de 500 años, enormes cardúmenes de bacalao impedían el avance de los barcos y la tripulación podía tirar cubos al agua e izarlos repletos de peces. Sin embargo, en 1992 la sobreexplotación obligó al cierre completo de esta zona atlántica antiguamente ubérrima y, a pesar de todos los esfuerzos, los Grandes Bancos de Terranova no se han recuperado. De manera similar, el exceso de pesca de tiburones en el Caribe ha generado un aumento de las poblaciones de pulpos y una drástica caída de la langosta y la vieira, dos importantes fuentes de ingresos económicos para las comunidades costeras caribeñas. El resultado del encuentro de la CITES ha evidenciado con claridad las crecientes Figura 1. Desembarque de la captura de atún en el puertensiones entre los intereses to japonés de Misaki (©sawdust, Istockphoto). industriales y ambientales, Dendra Médica. Revista de Humanidades 2010; 9(1):110-112

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presentándolos como si fuesen irreconciliables. Nadie duda de que los pescadores del siglo XXI rechazan la idea de ver su medio de vida degradado o destruido. Tampoco los conservacionistas modernos desean poner puertas al medio natural para evitar que la gente se gane la vida. Por todo esto, si los gobiernos quieren que los acuerdos actuales imperen en los océanos, deben comenzar por hacer cálculos realistas. Por ejemplo, con respecto a los tiburones, hay que aplicar las sanciones actuales contra la “extracción de aletas” establecidas por las Organizaciones Regionales de Control de Pesca, reforzadas por un sistema independiente de observadores que subidos a bordo garanticen su cumplimiento por parte de los barcos pesqueros. Más aún, debe impulsarse un plan de acción internacional para proteger a los escualos, que incluya cuotas máximas de pesca. Y deben utilizarse artes adecuadas para capturar sólo determinadas especies, devolviendo vivos al mar los peces atrapados accidentalmente o por lo que se conoce como captura accesoria (bycatch). En las zonas donde los acuerdos de pesca no se estén aplicando, es necesario hacer cumplir los convenios de conservación. Después de todo, no estamos ante códigos normativos en conflicto sino complementarios. Hemos visto que las decisiones sobre el futuro del atún de aleta azul del Atlántico occidental vuelven a depender de la ICCAT. Los gobiernos que aceptan su autoridad deben permitir que esta Institución esté a la altura del desafío ante el que se halla. Tienen tres años para hacerlo, antes de que la CITES vuelva a reunirse en Tailandia. Si no se toman medidas enérgicas para mejorar la situación, los gobiernos deben permitir que en el seno de la CITES se alcance un acuerdo para la conservación y el comercio, y, así, pueda revertirse el triste estado en el que se encuentra esta especie. El atún de aleta azul se encamina a la extinción comercial, si es que no a la definitiva, al igual que otras especies marinas de importancia ecológica y económica. Está nadando en su última oportunidad, lo que también reza para las organizaciones bajo cuyo tejado se ha producido el sobrecogedor colapso de tantas áreas de pesca —al dañarse y degradarse un ambiente marino antes fértil y lleno de recursos—, y con ello las vidas y el sustento de incontables pescadores.

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Dendra Médica Revista de Humanidades

Revista de Humanidades Volumen 9

Número 1

Editorial Fuga de cerebros José Luis Puerta

Artículos Piratas del siglo XXI Víctor San Juan

Breve historia de la National Library of Medicine (NLM) José Luis Puerta

Psicología de la nostalgia Cecilio Paniagua

Artículo especial La Europa de Ratzinger Carlos Aragonés Junio 2010

Doce artículos para recordar

Vol. 9

Katharine Hepburn

Europa, política y religión Joseph Ratzinger

Crítica Juan Tejero

N.º 1

Carlomagno entre los Papas San Gelasio I (¿?-496) y San Gregorio Magno (c.540-604). Tomada del libro de oraciones de Carlos II de Francia (823-877).

Página literaria

Págs. 1-112

Guy de Maupassant (1850-1893). Nota de la Redacción Enfermos y médicos Guy de Maupassant (†)

Miscelánea Energía envasada Diego Quintana

Judicialización sanitaria Alfonso Utrillas Compaired

Publicar o perecer, pero ¿a qué coste? Ushma S. Neill

Fidel Pagés: descubridor de la anestesia epidural Ramiro de la Mata Pagés Dendra Médica

Dudosos esfuerzos de conservación Achim Steiner

Junio 2010


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