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Virreinato de nueva España

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Consumada la caída del imperio azteca a manos de Hernán Cortés y enfrentados los españoles a la inmensidad de sus nuevos dominios, en 1535 fue establecido el virreinato de Nueva España. Su territorio abarcó una gran extensión cuyo centro natural sería el valle de México. Sobre los cimientos de la monumental Tenochtitlan se erigió la ciudad de México, sede de la corte virreinal durante todo el período colonial. El primer virrey fue don Antonio de Mendoza, conde de Tendilla.

Los límites del virreinato comprendieron, por el sur, toda la América Central (Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Honduras y Costa Rica), salvo la gobernación de Castilla de Oro con la estratégica ciudad de Panamá. Por el este, incluyó al golfo de México y al mar de las Antillas. Sin embargo, el territorio isleño compuesto por las pequeñas y grandes Antillas (Cuba, Santo Domingo y Puerto Rico entre otras), no formó parte de Nueva España, constituyendo gobernaciones independientes.

La jurisdicción de Nueva España incluyó, finalmente, gran parte de la zona occidental de los actuales estados de California, Texas, Nuevo México, Arizona, Utah, Nevada y parte de Colorado, pertenecientes a Estados Unidos desde 1848. Hacia el oeste Nueva España limitaba con el Océano Pacífico hasta que se le agregó la administración de las Islas Filipinas, conquistadas en 1564 por la expedición de López de Legazpi.

El Virreinato de Nueva España se creó oficialmente el 8 de marzo de 1535. Tomó el nombre que el propio Cortés ya utilizaba para nombrar las tierras conquistadas en el nuevo continente: “la nueva España del mar Océano”. En ese momento, ya el Imperio Azteca había caído frente a las tropas invasoras españolas y se habían establecido las primeras órdenes religiosas evangelizadoras, los Franciscanos (en 1524), seguidos de los Dominicos, Agustinos y Mercedarios. A pesar de que hubo rebeliones y alzamientos contra el dominio español desde finales del siglo XVIII, el virreinato se sostuvo durante poco más tres siglos, hasta su abolición en la Constitución de Cádiz de 1812.

La economía del Virreinato de Nueva España, así como en el resto de la colonia hispana en América, era de tipo extractivista, centrada en la explotación de minerales preciosos (plata, sobre todo), la agricultura (maíz, cacao y otros productos típicos de la cultura mesoamericana, así como vides y olivos introducidas por los colonizadores). Además, la ganadería fue introducida por los europeos, y se practicaba el comercio, aunque esta última actividad fue la que contó con mayores restricciones y controles por parte de la metrópoli europea. Muchas de las actividades económicas novohispanas exigieron la incorporación de mano de obra esclava de África.

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