Religión, desarrollo y cooperación en Centroamérica Antigua, Guatemala 28 al 30 de abril 2008
Frente al misterio: Religión, desarrollo y cooperación en Centroamérica 1.0
Introducción
Llegué a Guatemala por primera vez como voluntario en 1974, recién graduado de licenciado en comunicación social de una universidad evangélica conservadora. Pasé un año viajando por todo el territorio nacional: conociendo, documentando, aprendiendo – admirado por la poca relación entre mi formación profesional y la exclusión e invisibilización experimentada todos los días por la gran mayoría de las y los guatemaltecos. Regresé al final del 1977, ahora como misionero de la Iglesia Presbiteriana (EUA). En estos años, he tenido el privilegio de acompañar, aprender – y reflexionar sobre lo vivido. Lo que comparto con ustedes hoy tiene, a su manera, sustento científico. América Latina en estas últimas décadas ha producido un enorme cuerpo de teoría e investigación en los campos de la sociología de la religión, la antropología, la comunicación social y las ciencias políticas y económicas. Pero mi aporte no pretende ser científico, sino testimonial. Hoy me toca compartir con ustedes algunas observaciones construidas a partir de estos dos años de estudio.
2.0
Pueblos saturados por el Espíritu
Guatemala y toda Centroamérica son espacios física y metafísicamente impregnados, saturados, por el Espíritu. No se puede comprender el pasado, presente o futuro de la región sin contemplar los complejos y contradictorios impulsos de la gente frente a la trascendencia, lo numinoso, y frente a la fragilidad de la vida humana. En Centroamérica, lo espiritual viene mediatizado, mayoritaria pero no exclusivamente, por instituciones religiosas. Posiblemente el sector religioso menos comprendido ha sido el sector protestante, usualmente conocido en América Central como las iglesias evangélicas. Por eso, como aporte a la reflexión, encontrarán en sus materiales una tipología anotada de las iglesias evangélicas en Guatemala que hemos preparado para ustedes. Eso sí: tanto la espiritualidad como espacio de construcción de relaciones y significados a partir de los misterios límites de la vida humana – el nacimiento y la muerte, el dolor, la enfermedad y la sanación, la carencia y la plenitud, la pérdida y la ausencia, el odio y el amor, la esperanza, la ternura, la sabiduría, el sentirse conectada con ancestras y ancestros y con poderosas fuerzas más allá del raciocinio humano – como también las instituciones religiosas que pretenden mediatizar (y controlar) estos fenómenos, demuestran que aquí lo espiritual no ha sido del todo domesticado. Es, todavía, una fuerza elemental, cruda, a veces salvaje.
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Dennis A. Smith, Cedepca
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Las personas que han venido de afuera han visto, a veces, a lo espiritual y lo religioso con ojos seculares, reduccionistas. Pero aquí no se puede reducir lo religioso y lo espiritual a relaciones económicas ni del poder. Aquí son fenómenos palpables, enraizados en la historia y en la experiencia cotidiana. Hay personas en nuestro medio que son intermediarios con lo inconocible; son custodios del espacio sagrado. A veces este espacio se manifiesta como fiesta de sanidad, plenitud y esperanza, a veces como escenario de miedo, de manipulación, de venganza. Aquí lo sagrado penetra en cada esfera de la vida humana. Algunas anécdotas: Doña Juana es guía espiritual maya del altiplano guatemalteco. Con ternura y dolor compartió conmigo como los tiempos de la violencia también conllevaban una guerra espiritual contra las fuerzas de la muerte. Con sus colegas, día y noche, vigilaban por la seguridad física y espiritual de su pueblo. En las obscuras horas antes del amanecer, se encontraban, a veces, con seres espirituales que anunciaban la llegada de fuerzas del mal que querían destruir a su pueblo. Les tocaba defender a sus vecinos con ayunos, plegarias, y sacrificios, según la sabiduría ancestral. Pero no andaban solas; sus ancestras y ancestros les acompañaban en los momentos más difíciles. No estoy hablando metafóricamente. En su semblanza se veía todavía, más que una década después, la sombra del terror y coraje con el cual libraban estas batallas. Sus vidas corrían peligro. Pero lograron defender a su pueblo. Allí nunca entraron los escuadrones de la muerte. Allí nunca lograron imponer las patrullas de autodefensa civil. Otro caso: Ella tenía quizá 17 o 18 años. Su colonia en la ciudad capital la construyeron sobrevivientes del terremoto del 4 de febrero de 1976. Las y los católicos, organizados en comunidades eclesiales de base, se reunían en casas particulares. Celebraban su fe y buscaban como atender a las muchas y urgentes necesidades de la comunidad. ¿Su sueño? Construir una iglesia como manifestación concreta de su esperanza por un futuro mejor, un edificio construido por todas y todos, para todas y todos, que proclamaba “Dios está aquí.” En dos oportunidades habían formado comités pro-construcción del templo. En dos oportunidades, los hombres que presidían estos comités habían robado los recursos. De allí, nombraron a esta patoja para organizar la construcción del templo. Ella dejó de ir a la escuela un año. La comunidad se organizó, repartieron tareas, consiguieron recursos, y construyeron la iglesia con sus propias manos. Allá está, hasta el día de hoy. Y a veces, durante la misa, los vecinos se acuerdan de lo que, un día, ellos mismos hicieron. Otro caso: El pastor Pentecostal y su esposa se dieron cuenta que algo tenían que hacer por la niñez de su comunidad. Se trata de una comunidad acosada por las maras. El Espíritu de Dios había movido en sus corazones. Hablaron con la gente de su comunidad de fe. Vieron como las
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niñas y los niños se encontraban en un callejón sin salida, y como las maras les ofrecía identidad, autoestima, un propósito para su vida. Quizá, pensaron, podemos identificar a unos 50 niños y niñas que viven en las cuadras alrededor de la iglesia. Quizá podemos ofrecerles un espacio seguro donde puedan hacer sus tareas, buscar consejos y comer alguito. ¡Cual fue su sorpresa al descubrir casi 90 niñas y niños en situación de riesgo en su propia cuadra! En una sola casa encontraron a 14 menores de edad bajo la tutela de una abuelita. El programa tiene ahora 3 años de funcionamiento. No se trata de un programa de proselitismo, sino de presencia y acompañamiento, y Dios ha manifestado su poder. Pero los custodios del espacio sagrado también pueden convertirse en monstruos. He visitado a muchas comunidades maya. A veces, después de construir cierta confianza, he preguntado a la gente porque se convirtieron a la fe evangélica. Porque vivimos con miedo, me dijeron. Miedo de seres espirituales que buscaban hacerles mal. Miedo del chamán que recibía dinero de sus vecinos para obrar venganzas espirituales contra sus enemigos. Y en Jesús, decían, encontraron un chamán más fuerte. Jesús les concedía una fuerza capaz de vencer su miedo, sanar sus dolencias, ayudarles a dejar el trago. Hablando de monstruos, en Guatemala es elocuente la historia de la relación entre las iglesias cristianas, el poder económico y el poder político. La iglesia católica se hizo cómplice de los horrores de la conquista, y también de los horrores de 1954. La iglesia evangélica se hizo cómplice de los horrores de las dictaduras liberales y de la lucha contrainsurgente. La iglesia evangélica debe asumir una especial responsabilidad por haber participado en la satanización de las tradiciones espirituales de los pueblos maya. Ambas tradiciones, tanto católica como evangélica, son intrusas, foráneas, y se han prestado para los designios nefastos de imperios extranjeros. A la vez, ambas tradiciones – y especialmente la iglesia Pentecostal como precursor de una iglesia de los pobres - han echado raíces aquí. Por eso debemos celebrar, como hemos hecho en estos días, el testimonio vivo de pastoras y pastores, catequistas, religiosas, sacerdotes, y obispos que han sido, que siguen siendo, portadores fieles de las buenas nuevas de Jesús. Pero nuestro pasado todavía se hace presente, y nos pesa. Todo eso es, a penas, una parte de universo espiritual que nos rodea. Aparte están los espiritistas, aparte los Mormones, aparte los Testigos de Jehová. Aparte están las comunidades judías y musulmanes. Aparte, las personas de las grandes ciudades que practican una espiritualidad neo-gnóstica, buscando construir sentido para sus vidas en medio de la ambigüedad del mundo posmoderno. En 2006, una encuesta de personas mayores de 18 años realizada por el Pew Global Forum documentó que el 48 por ciento de las y los adultos guatemaltecos se identificaban como católicos, el 34 por ciento como protestantes y el 15 por ciento respondieron no pertenecer a ninguna iglesia.
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La encuesta puso especial énfasis en la presencia de religión “lleno del Espíritu” (la categoría utilizada en el estudio) en Guatemala: el 85 por ciento de las y los protestantes en esta muestra se identificaban como pentecostales o neo pentecostales, mientras el 62 por ciento de las y los católicos se identificaban como carismáticos. Dos cosas me llamaron la atención de este estudio. Primero, tengo la intuición de que un porcentaje importante del 15 por ciento de la muestra que dicen no pertenecer a ninguna iglesia son ex católicos y ex evangélicos. Colegas en Brasil, Costa Rica y Perú han documentado como muchas personas responden a la anomia producida por la migración a centros urbanos, a la pérdida del poder cultural de las instituciones religiosas tradicionales, a la precariedad económica y política, y a la globalización de la economía y de la cultura, entre otros factores, emprendiendo un peregrinaje espiritual. Este peregrinaje suele arrancar desde una fe católica tradicional, pasa por el movimiento carismático, los lleva al neo pentecostalismo, y termina con un profundo desencanto hacia la religión organizada. Pero no por eso dejan de considerarse religiosos. No por eso dejan de consumir bienes simbólicos, ni de practicar una espiritualidad a la carte. El segundo factor que me llama la atención de este estudio es que una mayoría absoluta de la población guatemalteca dice que han tenido una experiencia personal con el Espíritu Santo. Si los porcentajes de la muestra reflejan de manera acertada a toda la población, podemos extrapolar que casi el 60 por ciento de las y los guatemaltecos se identifican personalmente con la religión “llena del Espíritu.” 3.0
¿Cómo hacer el bien?
Venir de afuera y querer hacer el bien en este ambiente, promover el desarrollo, atender a emergencias, no es nada fácil. No es de sorprenderse, entonces, que gente cristiana europea y norteamericana, de buena fe, se han asustado al contemplar un mundo tan polifacético, tan contradictorio. Quieren ayudar, y quieren ver resultados. Hoy. La iglesia sigue siendo la institución de más amplia cobertura y más amplia representatividad en la región. Más que los gobiernos, más que las organizaciones no gubernamentales. Y en la aldea más lejana del departamento más pobre de la región, una aldea donde la misa se celebra, si mucho, dos o tres veces al año, encontrará dos o tres pequeñas iglesias evangélicas, la mayoría de ellas pentecostales. Son dirigidas por líderes locales y, a su manera, tienen capacidad de convocatoria. Como agencias de cooperación, ¿ustedes y sus contrapartes en la región saben cómo convertir a estas iglesias en interlocutoras y aliadas? En estas últimas décadas he observado como, a veces, las agencias de cooperación han respondido a este cuadro contradictorio fomentando la creación de ONGs e, incluso, agrupaciones eclesiales, a su imagen y semejanza. En vez de emprender la difícil y larga tarea de construir relaciones de confianza y de trabajo conjunto con las iglesias mayoritarias en la
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región, han buscado crear o fortalecer contrapartes que manejan su mismo discurso sobre lo que es el desarrollo, y que manejan sus mismos criterios programáticos y políticos. En este proceso, la religión “llena del Espíritu” se ha visto como un fenómeno exótico, exógeno; el opio consumido por seres todavía sujetos a los impulsos efímeros y poco objetivos generados por la pasión. Personas, se entiende entre líneas, de carácter inferior. ¿Qué hacer cuando estas personas conforman la mayoría? Cada día más el tema de la inserción en la sociedad está en la agenda de las iglesias pentecostales. En el foro del sector evangélico realizado aquí en Guatemala como preparativo para esta consulta, el televangelista y político guatemalteco Harold Caballeros participó en uno de los paneles. El también había analizado los resultados del estudio Pew, también había sacado sus números y se preguntaba por qué, si el encuentro con el Espíritu tenía que transformar vidas humanas, seguimos experimentando en Guatemala tanta violencia y tanta corrupción. Hace un par de semanas, la Iglesia de Dios del Evangelio Completo culminó la celebración de 75 años de ministerio aquí en Guatemala. El superintendente de la iglesia desafió a miles de personas de todo el territorio nacional reunidas en un estadio de futbol a tomar el siguiente paso en su fidelidad al evangelio. Que ser fieles el evangelio, decía él, no solamente implicaba compartir las buenas nuevas de Jesús con individuos, sino también trabajar para que toda la sociedad manifestase frutos de justicia. Quizá el momento para sentarnos y hablar ha llegado. Quizá el momento para trabajar juntas y juntos ha llegado. Pero primero, las personas que vienen de afuera, y sus contrapartes, tendrán que suspender su incredulidad, y extender la mano a posibles contrapartes hasta ahora desconocidos. Y las iglesias “llenas del Espíritu” tendrán que tomar el riesgo de hacer lo mismo. Hay mucha gente marginada y adolorida en nuestro medio; hay mucho que hacer. Tenemos que descubrir como trabajar juntas y juntos. Aquí en América Central, ha llegado la hora de superar siglos de relación acrimoniosa entre católicos, seguidores de espiritualidades ancestrales y evangélicos en América Central. Son profundas las heridas. Es real el dolor. Ha habido mala fe, insensatez. Se ha derramado sangre, se han perdido muchas vidas humanas. Tenemos que confesar nuestros pecadas. Tenemos que pedir perdón y ver si aquellas contra quienes hemos pecado están dispuestas a perdonarnos. 4.0
Siguientes pasos
Desde siempre las agencias de cooperación han establecido sus indicadores y promovido sus agendas de trabajo. Sabemos perfectamente bien que el aumentar la capacidad adquisitiva en sí de un grupo social no necesariamente es indicador confiable de desarrollo: más importante, a veces, es construir la dignidad, fomentar la participación, restaurar la armonía con las y los vecinos y con el medioambiente, asegurar el protagonismo de la mujer, establecer, de común
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acuerdo, mecanismos de transparencia. En esta última sección de la ponencia quiero compartir algunos elementos de una posible agenda común de trabajo. A estas alturas de la historia, es obvio que debemos atender con urgencia la problemática del medioambiente, el impacto del calentamiento global y los desastres naturales en poblaciones viviendo en situaciones precarias. Hemos aprendido que la crisis del calentamiento global es, finalmente, una crisis espiritual que denuncia la perversidad de la sociedad de consumo. Una crisis que nos llama a abrazar la sencillez y entrar en armonía con toda la creación. También hemos aprendido la absoluta necesidad de promover la dignidad e integridad de las mujeres, protagonistas de un bienestar integral. Seguiremos luchando para eliminar la violencia contra la mujer y la niñez, porque violencia contra la mujer es violencia contra Dios mismo. A la par, hemos aprendido la importancia de construir una nueva masculinidad: hombres seguros de si mismos, capaces de celebrar la ternura y compartir, sin sentirse amenazado. Otros tres fenómenos salieron a relucir en nuestro estudio: 4.1
La cultura de violencia e impunidad
Vivimos una situación permanente de violencia y corrupción. La violencia se siente en el transporte colectivo, en los centros comerciales, en las familias, en los lugares de trabajo, en las escuelas, en el deporte. En parte es producto de la precariedad económica, en parte de los factores derivados de los conflictos armados, en parte de la criminalización de la juventud y de la militancia social. En parte es producto del narcotráfico, con su violencia tan dramática, y con su enorme capacidad de comprar voluntades y corromper al estado y al sector privado. Tanta violencia y tanta corrupción durante tanto tiempo han dejado a la gente cansada, distante; se ha roto el tejido social. Cada persona aquí presente que trabaja en América Central puede compartir sus anécdotas – este es el mundo en que vivimos. No conozco a ninguna iglesia que no haya manifestado los síntomas producidos por vivir en una cultura de violencia e impunidad. Las luchas de poder, las rivalidades, los abusos de autoridad, y la corrupción siempre han formado parte de la experiencia religiosa institucionalizada. Aquí no es la excepción. La competencia feroz entre grupos que buscan acceso a los recursos manejado por las agencias de cooperación hace más complicado el cuadro. Y, para acabar de ajustar, los narcotraficantes y los políticos corruptos también diezman a sus iglesias. El producto de la cultura de violencia e impunidad es el silencio y la parálisis. La violencia e impunidad socavan la dignidad de cada persona, y su autoestima – la vida cotidiana enseña que todo se compra, que cada persona tiene su precio. Son temas que tienen que entrar en cualquier definición del desarrollo aquí y ahora.
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4.2
Construir la ciudadanía
Al principio del 2007, Erwin Sperisen fue Director de la Policía Nacional Civil de Guatemala. Con su mamá asistía a una de las mega iglesias neo pentecostales; su abuela es una de las matriarcas de la Iglesia Presbiteriana Central en la Ciudad de Guatemala. Como parte de su gestión buscó fortalecer el sentido ético y el auto estima de sus agentes. Pero también, empezaron a circular en la prensa versiones aseverando que el estado de Guatemala estaba practicando la “limpieza social.” Habían organizado escuadrones de la muerte, que ejecutaban extrajudicialmente a jóvenes tatuados, criminales comunes, y trabajadoras del sexo. Hace un año, Sperisen, en su programa semanal en uno de los canales de televisión evangélicas, hizo una declaracion sorprendente: Esta no es una justificación, es, más bien, un reconocimiento humilde cuando uno está y es un instrumento de la JUSTICIA DIVINA. . .Los escuadrones de la muerte que funcionan aún adentro de la PNC y el Ministerio de Gobernación, son un trabajo santo y está organizado por agentes y personal de las iglesias evangélicas que sabemos nuestras obligaciones con la sociedad. . .Tengo que reconocer que lo que publicó el diario New York Times el 5 de marzo de este año, es cierto, la limpieza social que junto a Carlos Vielman como Ministro de Gobernación llevamos a cabo en la Institución, se tenía que hacer y se tiene que continuar, como tengo entendido que se ordenó a las nuevas autoridades. . . Pero no todos los evangélicos apoyan a la limpieza social. El año pasado yo estaba impartiendo un taller sobre comunicación y evangelización en la sede de Cedepca. Una señora Pentecostal compartió como integrantes de una mara habían asesinado a su sobrino, a tres casas de la suya. Tenía ella un pariente que trabajaba en el Ministerio Público; vino y le dijo: “Mirá, todos sabemos quién es el responsable de este hecho. Si estás de acuerdo, nosotros nos encargaremos de él.” La señora meditó en esta oferta y respondió, “Estoy dispuesta a colaborar con su investigación. Pero, como discípula de Jesús, no puedo avalar la muerte de otra persona. Dios es Dios de vida y no de muerte.” Más allá de lo anecdótico ¿Qué papel pueden jugar las instituciones religiosas y las espiritualidades en construir el imperio de la ley? ¿Las comunidades de fe pueden formar a ciudadanas y ciudadanos críticos, éticos, conscientes y participativas? ¿Los principios éticos de nuestra espiritualidad nos pueden llevar a fiscalizar a los que ejercen el poder desde la sociedad civil? De nuevo, son preguntas que venimos trabajando desde hace décadas, y hay experiencias muy importantes en este campo. Pero como que en este momento hemos
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perdido terreno. La trivialización del individuo, reduciéndolo a consumidor robotizado, el agotamiento generado por la violencia y la crisis económica, etc., etc. El cuadro se nos ha complicado. Fomentar la participación ciudadana, y sustentarla en los principios éticos de nuestras espiritualidades, se vuelve cada día más difícil.
4.3
Mística y desarrollo
Concluyo comentando un factor poco mencionado que surgió en nuestro estudio. Varios interlocutores expresaron su frustración frente a la “ong-ización” de las iglesias que llegan a trabajar en proyectos de desarrollo. En un primer momento, personas de buena fe buscan responder voluntariamente a necesidades concretas en sus comunidades. En el proceso se van nutriendo de una mística altruista que nace de su espiritualidad. Pero los desafíos que enfrentamos son grandes y complejos, y es lógico buscar el apoyo de expertos en la materia. Eso lleva, muchas veces, a la profesionalización del proyecto y la captación de recursos de alguna agencia de cooperación. Dicha profesionalización trae ciertas bondades: el trabajar técnicamente, una administración ordenada, el establecer y cumplir con objetivos claros. El problema es que, en el momento de la profesionalización del proyecto, las y los voluntarias de la iglesia abandonan el proyecto, y la comunidad de fe pierde acceso al escenario donde ejercía la solidaridad. Peor todavía, se genera división en la comunidad porque todas y todos necesitan urgentemente de los empleos ofrecidos por el proyecto. Es un problema cuando la iglesia convierte a su proyecto de desarrollo asistencialista en un gancho proselitista, Pero también es un problema cuando el proyecto, en un ambiente tan profundamente religioso como el nuestro, queda reducido a una empresa técnica y secular. Nuestras distintas tradiciones afirman que la religión y la espiritualidad buscan el bienestar integral del ser humano y de toda su comunidad. Las agencias de cooperación proponen lo mismo. Ahora nos toca la compleja tarea de discernir si estamos hablando o no, el mismo idioma. - Dennis A. Smith, 28 abril 2008 densmithfam@gmail.com
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