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El Notición El British Museum ocultó a las autoridades españolas la Seo

La British Library se creó en 1973. Hasta entonces, los fondos bibliográficos antiguos de Gran Bretaña dependían del British Museum. En 1961, cuando estalló el escándalo de los libros de la Seo, se movilizaron la Policía Española, Interpol, el FBI y Scotland Yard. También las autoridades franquistas.

Redacción / Desiderata / Noticia e imagen extraída del heraldo.es

El agregado cultural de la Embajada en Londres, Xavier de Salas, envió en septiembre de 1961 una lista de los libros desaparecidos al British Museum. Su director, Frank Francis, le prometió ayuda. Cuando la investigación interna llegó a George D. Painter, conservador de la sección de Incunables, el tema dio un giro inesperado. Encabezó su primer informe así: “He marcado este informe como ‘Confidencial’, porque supongo que será preferible para el museo que la información sobre este asunto no se extienda”.

Durante el trabajo de investigación para su libro ‘A Sorry Saga’, John Paul Floyd tuvo acceso a los informes confidenciales que se cruzaron en el seno de la prestigiosa institución británica, que no queda en muy buen lugar. El British compró los libros pensando que su origen era legítimo pero, cuando vio que no era así, retuvo información importante a las autoridades españolas, pese a que les habían prometido ayuda.

En ese primer informe ‘confidencial’, Painter aseguraba que el inventario español carecía de precisión y que, por ello, “sería imposible que la biblioteca de la catedral identificara algún libro como suyo a partir de su propia descripcion. No obstante, considero que los cinco libros siguientes, todos adquiridos por el museo en los siete últimos años, pueden provenir de la biblioteca de la catedral de Zaragoza”. Y citaba incunables de Santo Tomás de Aquino, Aristóteles, Nicolaus Perottus y Stephanus de Flandria.

“Sospeché de estos libros al verlos en la lista de los desaparecidos -añadía en el informe-. Son de la mayor rareza, todos menos el último se remontan a los albores de la imprenta en España y han llegado a nuestras manos en muy pocos años. Hay también otra razón. Siempre había supuesto que estos libros españoles podrían haber llegado a [los libreros] Davis y Witten a través de un marchante de Barcelona llamado Ferraioli (sic). Witten ha vendido recientemente un sensacional manuscrito de tema americano. Ese manuscrito me lo trajo Davis al museo hace unos cinco años acompañado por Ferraioli, que entonces era su dueño”.

Pagó 2.343 libras y 18 chelines

En su informe, Painter añade que Witten le dijo que el origen de los libros era “legítimo” y que procedían “de una biblioteca eclesiástica española que no desea que se conozca su disolución”. Dice que sabe que Ferrajoli ha sido detenido y encarcelado por el caso de los libros de la Seo, aunque cree que los compraba “de buena fe”. Abre una vía de escape subrayando que “en los ejemplares del Museo no hay señales que indiquen que hayan pertenecido a la catedral de Zaragoza ni a ninguna otra biblioteca institucional” y señala al- gunas incongruencias acerca de sus medidas respecto a las que figuran en la lista enviada desde Zaragoza.

“No obstante, creo que las pruebas circunstanciales son tan sólidas que las discrepancias con la lista impresa pueden explicarse como errores del catalogador –subraya– (...). Parece razonable concluir que estos libros proceden de la biblioteca de la catedral de Zaragoza; que podría ser cierto que se vendieron a Ferraioli ilegalmente, aunque con plena apariencia de legalidad, y que no cabe la más mínima sospecha sobre la actuación de Davis y Witten”.

Los últimos párrafos del informe confidencial son los más expresivos. “El museo pagó 2.343 libras y 18 chelines por estos libros, que constituyen la espina dorsal de la colección para el periodo más temprano de la imprenta en España. Si los enviáramos (a Zaragoza) para que los inspeccionaran y dijéramos que pueden ser de su propiedad, la Iglesia los reclamaría diciendo ‘sí, son los que hemos perdido’. Y el museo perdería tanto los libros como el dinero invertido en ellos sin esperanza de recibir compensación alguna. La Iglesia no podría probar que son de su propiedad, ya que no hay evidencia directa de que en algún tiempo le pertenecieran (...). Considero, al igual que el Sr. Nixon, que no sería correcto que el museo se desprendiera de estos libros o incluso que revelara su existencia aquí. Recomiendo que el museo responda que no ha sido posible identificar o rastrear ninguno de los incunables desaparecidos de la biblioteca de la catedral de Zaragoza”.

Cuando el superior de Painter trasladó el informe confidencial al director del British Museum, lo hizo añadiendo una nota personal: “Adjunto el informe de Painter sobre los incunables desaparecidos en Zaragoza. Apoyo su sugerencia de que informemos a De Salas, con pesar, que no podemos identificar ninguno de los libros desaparecidos como presentes en el British Museum. Cualquier aceptación de que podríamos haber adquirido algunos nunca podrá ser corroborada y sólo generaría sospechas. (Puede imaginarse lo que diría la prensa española si admitiéramos tener algunos libros que podrían proceder de Zaragoza y, sin embargo, nos negáramos a devolverlos)”.

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