Diábolo magazine enero 2020

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DIÁBOLO MAGAZINE

#01 / 2020

LAST MAN 11


LAST MAN 11

EL FINAL SE ACERCA… En un Valle de los Reyes sumido en la magia oscura y subyugado por el reinado del terror del malvado Virgil, el Hechicero lleva a cabo un extraño ritual y el recuerdo de Marianne Velba invade las almas de los que la conocieron, desde el padre de Elorna (su asesino) hasta el propio Hechicero... ¿Quién fue realmente Marianne? Ha llegado la hora de descubrirlo

LASTMAN TOMO 11 (de 12) Vivés, Sanlaville y Balak Rústica con sobrecubierta. 15x21. Color y blanco y negro. 2 páginas con pegatinas. 216 páginas ISBN: 978-84-120891-3-4 Precio: 14,95 euros Disponible la primera semana de enero

Premiada en Angouleme, LastMan se ha convertido en todo un fenómeno multimedia: videojuego, serie de animación…aparte de estar recibiendo un gran reconocimiento en múltiples festivales. Sin duda, una de las mejores series realizadas en Europa en los últimos años.

También disponibles los primeros diez tomos de la serie:







AL FONDO, EGER Juan Antonio de Blas (1942 – 2017) ensayista, guionista de cómics y narrador, experto en cuestiones bélicas y de espionaje, dedicó tres excelentes novelas a contarnos las andanzas del aventurero y escritor Francisco de Quevedo y, de su no menos aventurero amigo, Álvaro de Roa. Tras Soportal de los malos pensamientos, la primera de ellas, publicada como número dos de la colección “Aventuras históricas”, le toca el turno ahora a Al fondo, Eger, que nos invita a acompañar a don Álvaro de Roa hasta Praga, el centro mismo de esa gran conflagración que fue la Guerra de los Treinta años. Entre la épica, la poesía y la nostalgia no faltan momentos como este, en el que de Roa y su brigada de caballería, cargan en la batalla de la Montaña Blanca: “Extendí la espada hasta que la hoja de acero se convirtió en la prolongación de mi mirada. Espoleé mi montura y partí al galope. No volví la cabeza, estaba seguro de que me seguirían hasta el infierno. Me siguieron.”

SOPORTAL DE LOS MALOS PENSAMIENTOS Juan Antonio de Blas Cartoné. 15x21. 320 páginas ISBN: 978-84-120891-8-9 Precio: 18,95 euros Disponible la tercera semana de enero

También disponible en la Colección aventura histórica de Diábolo novelas:

• La Pimpinela escarlata (Baronesa Orczy) • Soportal de los malos pensamientos (Juan Antonio de Blas)


Sobre Álvaro de Roa y la guerra de los Treinta Años

A

unque la presente novela puede leerse con total independencia de cualquier otra, sí conviene reseñar que su protagonista, el capitán de los Tercios don Álvaro de Roa, aparecía ya en una novela

anterior de esta misma colección —“Aventuras históricas / ed. Diábolo”—, concretamente en el número 2 de la misma: Soportal de los malos pensamientos. En Soportal… Álvaro de Roa actuaba como lugarteniente de don Francisco de Quevedo, escritor, aventurero y maestro de espías del duque de Osuna, virrey de Nápoles. Ambos, Quevedo y Roa, junto con el apoyo de mercenarios franceses, la flota del duque de Osuna y un cuerpo de los Tercios españoles, intentaban un golpe de mano para hacerse con el poder en la República de Venecia. El hecho, históricamente cierto, se conoce como “La conjuración de Venecia” y aún hoy día se sigue opinando sobre si la intentona fue una decisión personal, no consultada con el rey de España, del duque de Osuna, virrey de Nápoles en aquellos días, o si el golpe de mano estaba auspiciado por la corona de España y realizada con su consentimiento. Cuando se inicia Soportal de los malos pensamientos, don Francisco de Quevedo, oculto tras un disfraz, acecha en las sombras de los soportales de la plaza “Sottoportego dei cativi pensieri”, donde se encuentra la residencia del embajador inglés ante la Serenísima. Descubierta la conjura, se está persiguiendo y dando muerte por toda la ciudad a los hombres reclutados por Quevedo y Roa para llevarla a cabo. Al espía español, con todo perdido, ya sólo le queda la satisfacción de intentar dar muerte al diplomático inglés, responsable de haber desvelado la conspiración a las autoridades venecianas. Nada sabe don Francisco de la suerte corrida por su joven subordinado y amigo, pero espera que Álvaro haya conseguido ponerse a salvo abandonando la ciudad antes de que las autoridades consigan sellar todas las salidas. Al iniciarse Al fondo, Eger, la novela que ahora tienes en tus manos, tenemos noticia más pormenorizada de cómo las esperanzas de don Francisco de Quevedo de que Álvaro de Roa lograra escapar, no se vieron defraudadas. El capitán español, espía, —o “entretenido”, que es como las autoridades españolas del siglo XVII denominaba a los soldados ocupados en el servicio secreto—, es consciente de que el fracaso de la conjura hará que la corona de España intente eliminar a los responsables. Bien por no dejar cabos sueltos, bien por la necesidad de encontrar chivos expiatorios. De cierto que de haber tenido éxito Osuna éste se hubiera visto coronado de laureles y a los intervinientes en tal logro les hubiera alcanzado el agradecimiento real y la fortuna... Pero Álvaro sabe que el fracaso, que ya ha hecho caer en desgracia al de Osuna, y complicado la existencia a Francisco de Quevedo, que finalmente logró escapar a España, tiene riesgos aumentados para su mucho menos relevante persona. Por tanto, intentando eludir a quienes le puedan pedir cuentas de la intriga, decide dejar a un lado la opción más obvia para un soldado español, que es dirigirse a la Península o a alguno de los numerosos territorios de soberanía española que hay en Europa y encamina sus pasos hacia Praga, donde el general Wallestein, un viejo conocido de Álvaro, está alistando bajo sus banderas a hombres de armas con experiencia. De seguro que un oficial de caballería español, con años de servicio, encontrará plaza en alguno de los muchos ejércitos que se están formando para la inminente contienda.


Álvaro de Roa, con treinta años de edad, veterano de los Tercios de Flandes, que ha sido y en parte, por libre, sigue siendo, agente del servicio secreto de España y por oficio actual un competente oficial de caballería ligera, llega a Praga en 1618. Casi en los días en que tiene lugar un hecho histórico de esos que inevitablemente se estudiaban hace años en los libros de enseñanza secundaria: “La defenestración de Praga”, ocasión en la que un grupo de amotinados, pertenecientes a la aristocracia de Bohemia, arrojó por la ventana del castillo de Hradcany a dos gobernadores imperiales y a su secretario. Para la mayoría de los historiadores este acontecimiento marca el inicio de uno de los periodos más turbulentos de la historia de Europa: La Guerra de los Treinta años. Un tanto por lo significativo de la desobediencia contra la autoridad imperial, otro quizá también por su “originalidad” —aunque hubo un par de defenestraciones previas en la historia de Praga— lo cierto es que la defenestración de 1618 ha quedado como el hito que marca el inicio de este conflicto que desangró a Europa desde 1618 a 1648 y configuró las siguientes décadas de la historia europea. Es ya un clásico dividir esta larga contienda en cuatro periodos: La rebelión de Bohemia; la intervención danesa, la fase sueca y, finalmente, la intervención de Francia. No tiene sentido hacer un resumen en esta breve presentación de Al fondo, Eger de cuál fue el devenir de


la contienda. En todo caso Álvaro de Roa nos va a permitir asistir a buena parte de la misma en detalle y desde primera línea. La avalancha de acontecimientos y vericuetos, personajes y situaciones, desplegada por Juan de Blas, su erudito autor, experto en cuestiones bélicas y de espionaje, refleja bastante acertadamente la confusa realidad de este conflicto. Una contienda en la que se entrecruzaban las ambiciones personales de verdaderos condottieros con ejércitos propios, con los odios y sangrientos conflictos de las guerras de religión, que venían asolando Europa desde hacía cien años. Donde calvinistas, protestantes y católicos batallaban por eliminar a las creencias rivales de territorios enteros y las pugnas por el control del Sacro Imperio Romano Germánico, troceado de hecho en multitud de estados territoriales, ciudades autónomas, principados, margravatos, y territorios señoriales, generaban en el núcleo del continente una permanente inestabilidad. También la lucha por la hegemonía europea entre los Habsburgo alemanes y españoles, enfrentados a Francia, o a Inglaterra era trasunto de casi toda intriga. Los deseos independistas de las posesiones españolas en Italia o Flandes; las aspiraciones de potencias recién llegadas a este escenario como Suecia; los intereses de las distintas facciones que pugnaban en el interior de cada estado que intervenía en el conflicto… En fin, una situación tan terriblemente confusa, con tanta paradoja,


con tanto soldado católico combatiendo a las órdenes de un señor de la guerra protestante y al servicio hoy del emperador y mañana de sus oponentes; o, por el contrario, tanto príncipe o general protestante o calvinista combatiendo por las pretensiones de líderes ferozmente católicos, que a veces las regiones y ciudades no sabían a quién temer más. Soldados de cuarenta nacionalidades diferentes luchando hoy por Bohemia, mañana por Baviera, ahora por España y luego por Francia, saqueando ciudades enemigas y a veces, en caso de necesidad, ciudades propias que habrían de defender. En resumen, que la confusión que tanto dato pudiera provocarle al lector, bien pudiera reflejar la que los mismos protagonistas de este periodo pudieran tener sobra la marcha de los acontecimientos. De estos treinta años de matanzas, combates, enfermedades y hambruna saldrían reforzados los Países Bajos y Francia, mientras se debilitaban y perdían posiciones los Habsburgo españoles y alemanes, que perdían su situación hegemónica en beneficio de Francia. Las aventuras de Álvaro de Roa en este escenario no son las de un oscuro soldado que ve las operaciones de lejos. Como oficial de confianza de Wallestein, uno de los principales jefes militares del periodo, —para algunos “el último de los condotieros”—, y como funcionario del servicio de inteligencia del conde de Gomar — tarea que sigue desempeñando ocasionalmente Álvaro—, el protagonista de la novela de Juan Antonio de Blas está en disposición de participar, asistir o al menos conocer los escenarios y momentos cruciales de esta pugna por el dominio de Europa. De su testimonio y cartas conoceremos, además de a Wallestein, a Tilly, al rey Gustavo Adolfo de Suecia, a Descartes o al mismísimo emperador Fernando de Habsburgo. Nos da noticia, puesto que con ellos trató personalmente, de Quevedo, Saavedra Fajardo, Olivares, Oñate, Kepler y algunos otros relevantes personajes de la época. Viajaremos por Italia, Bohemia, Alemania, Portugal… y visitaremos sin peligro algunos de los más sangrientos campos de batalla de la primera mitad del siglo XVII europeo. Juan Antonio de Blas ha creado en este Álvaro de Roa, amigo crítico, pero fiel, de Francisco de Quevedo, a un personaje muy en la línea de su célebre amigo espía, aventurero, espadachín y hombre de letras. Aunque esta última faceta no es virtud de la que pueda enorgullecerse nuestro joven veterano de los Tercios, pese a apreciarla en sobremanera, en cuanto a las otras, mucho de ese cinismo, descreimiento, melancolía y pesimismo que adornó a don Francisco de Quevedo está presente en Álvaro de Roa. Su desconfianza ante las arbitrariedades del poder, su lamento por la decadencia de España a manos de una aristocracia corrupta, intolerante y torpe, la falta de agradecimiento de los poderosos para con quienes sirven con integridad a su país, un cierto fatalismo… En Álvaro de Roa hay mucho de Quevedo y por detrás del lienzo, en la urdimbre, también se ve mucho de lo que Juan Antonio de Blas admiró en el gran escritor y aventurero español. Con frase larga, erudición y un estilo arcaizante y portador de aromas de nuestro siglo de Oro, pero perfectamente entendible ahora, Juan de Blas y Álvaro de Roa nos asoman a un fascinante y turbulento siglo XVII europeo. Que ustedes lo disfruten. Alfredo Lara López



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