3 minute read

Xilitla, Magia Originaria

Next Article
CONFLUENCIAS

CONFLUENCIAS

Los afectos familiares y de amistad me han llevado una y otra vez a Xilitla. En esta tierra húmeda y hospitalaria, un rumor de brisa y canto enciende la flor de los naranjos, enciende la flor de los cafetales y las cerezas puntuales. Huasteca linda dice el verso. Huasteca exuberante que me seduce todo el tiempo y me hace volver. Un goce son sus cocinas aromadas, y mi lectura por las mañanas mientras tomo un café y las aves cantan... Xilitla ofrece lo imprevisible. Aquí todo sucede porque así estaba escrito, porque así ha sido siempre lo mágico. Andando los cafetales y los verdes insignes, llegué al patio de una casa donde se encontraba un grupo de niñas y niños de Limontitla, Tlaletla, Plan de Juárez y de la misma Xilitla, comunidades todas de la Huasteca Potosina. Ahí estos niños nahuas y tenec, guiados por el maestro Jorge Rello del Proyecto La Semilla, trabajaban con sonrisa imaginativa y hasta con una aparente autonomía, un minucioso mural cerámico, siguiendo la técnica ancestral con la que han hecho los artesanos sus comales, ollas y cazuelas, de los ceremoniales que perfuman las casas. Del chililite –arena sílica obtenida al quemar la piedra y molerla– que permite con su poder calórico una cocción más uniforme, y también de un banco de barro lindante al Río Huichihuayán, habían conseguido el maestro y los niños la materia creadora que daría vida al proyecto. Todo el trabajo se realizó en Xilitla: amasado, fabricación de las placas, modelado de la obra, quemado y montaje.

Bajo la pupila del maestro reinaba en el ambiente una especie de comunión, de común unión, de ilación de los pensamientos y las habilidades. Y al trabajar los niños, fue adquiriendo el mural su fuerza expresiva y cautivadora: en la primera placa veía yo imágenes de la Prehistoria y en otra la presencia de Quetzalcóatl y más allá la figura del Adolescente Huasteco. También la frondosidad endémica, los conquistadores con sus caballos, y los muros del Ex Convento Agustino eran igualmente modelados por esas manos in- fantiles, que en sus hechuras iban descubriendo–describiendo la cultura, la ecología, las edificaciones de la Huasteca.

Advertisement

Y abarcó el tema desde que Xilitla se encontraba hace millones de años sumergida en el mar, pasando por los milenarios petroglifos, la Civilización Huasteca, la época de la Conquista, el movimiento de Independencia, hasta llegar a las esculturas de Edward James en el Jardín Encantado de Las Pozas, que con su aura surrealista ha dado en las últimas décadas más realce y expansión a esta tierra potosina, repetidamente admirada y visitada por viajantes de todo el mundo.

NOVELA. Recuerdo bien el día en que Elena Poniatowska presentó su novela Leonora, inspirada en la vida y obra de Leonora Carrington. La escritora relata en algunas páginas las estancias de la artista inglesa en Xilitla, a invitación de su amigo y mecenas Edward James, allá por los años de 1964–68. La singular lectura se realizó a mitad del día en un escenario más que surreal: el referido Jardín Escultórico del excéntrico Edward James, en la afamada Plaza Don Eduardo, de Las Pozas. Llegué al lugar y, tras caminar diez pasos en suelo plano, se elevaron frente a mis ojos y a mis pies decenas de escalones. Empiezo a subirlos, se esconden, aparecen de nuevo, culebrean, cambian de color, son de piedra laja azulverde, son amplios, angostos, interminables... Subo y subo, me falta la respiración, siento en el pecho el retumbo del corazón, el tic tac del reloj, y en las copas de los árboles ya reverberan las voces de los presentadores. Con el cobijo del aura surrealista, se habló de la cultura del universo inscrita en la obra de Carrington, y en la obra de algunos personajes relacionados a ella como Max Ernst, Dalí, Breton, Buñuel…

Al terminar la presentación de la novela, nos esperaba a los asistentes una generosa comida huasteca. Bajé los citados escalones con entusiasmo y sin contarlos. Los guisos lucían sobre una larga mesa en sus cazuelas, en sus ollas de barro. Todos sonreíamos con entusiasmo ante aquel espectáculo, mientras los brazos de los árboles se mecían con el viento sobre nuestras cabezas y cantaban los pájaros...

MUSEO. Es seguro que aquel día nadie habría podido imaginar que una noche de lluvia y viento y cielo generoso, decenas de pobladores y visitantes presenciaríamos con emoción la inauguración y apertura del Museo Leonora Carrington Xilitla, recinto en el que reina la imaginación, quizá porque no es de saberse bien a bien si la artista ha quedado atrapada ahí en su propia trama lúdica, y cumple la voluntad de cada habitante creado por ella. Leonora decía que todo nos influye. Hablaba de las relaciones invisibles y de la complejidad que habita en el interior de cada persona. Y pintó los personajes aquellos de los cuentos celtas

Amparo Berumen

y de los relatos de su madre y de su abuela irlandesa; con un firme conocimiento del pasado, plasmó en su obra criaturas mitológicas. Pero los temas, la iconografía, los lucientes colores tienen mucho que ver con la cultura mexicana, con nuestros mitos y rituales, con esas reiteradas relaciones invisibles que ya nunca la abandonaron...

Todo ensueño puede surgir en este pueblo entrañable que ha transitado su historia en completa armonía con la Naturaleza. Esta magia originaria ha convertido a Xilitla oficialmente en Pueblo Mágico. No podía ser de otra manera lo que ya era.

NOTA: Texto tomado de mi Libro de Fotografía Xilitla, una Escalera al Cielo, editado en 2021 por la Secretaría de Cultra de San Luís Potosí.

This article is from: