9 minute read
La belleza y lo siniestro en la muerte. pág
LA BELLEZA Y LO SINIESTRO EN LA MUERTE.
por Montserrat Eva Ramírez Ramírez.
Advertisement
abstract:
La muerte es quizá ,
junto con la sexualidad , uno de los temas que más ha fascinado a la humanidad en la historia . Está representada en todas las artes , religiones , humanidades y ciencias , y como bien sabemos ambos temas son ejes en el psicoanálisis . La dicotomía entre vida / sexualidad y muerte resultan enigmáticas debido a su irrepresentabilidad .
En este texto abordo tomando como ejemplo de la pluma de Charles Baudelaire el poema titulado “ Una Carroña ” y el arte de la preservación de cadáveres cómo el ser humano hace un intento por negar la muerte por medio de la búsqueda de la belleza en el objeto cadáver . Sin embargo al mirar el objeto que ya carece de toda vitalidad y , por lo tanto libido , evoca lo ominoso y siniestro en quienes lo miran .
La belleza es algo que no puede transitarse, es un ideal el cual se busca alcanzar, pero rápidamente pierde su valor cuando se recuerda lo efímera que es ésta. Pareciese que la belleza como ideal es aquello que desafía al tiempo y el espacio, donde la muerte no tiene poder, sin embargo todo lo bello en la vida está sometido a la naturaleza y por lo tanto a su decadencia.
El valor de la transitoriedad es el de la escasez en el tiempo, menciona Freud (1916) en el breve texto de la transitoriedad, se ve sorprendido por la carencia de valor que le otorga el joven poeta a lo bello que el mismo Freud encuentra en el paisaje que les rodea. Aunque es un texto que trata acerca del trabajo de duelo y las vertientes que puede tomar, ilustra el cómo nuestro saber sobre la caducidad de la belleza en la naturaleza, sobre la condena a desaparecer y la muerte, puede despertar en el alma humana afectos tales que van desde el hastío, muy propio de la melancolía, el miedo, el horror, hasta el goce de lo bello y su perdurabilidad en las artes a través del tiempo.
La dualidad de la belleza y lo siniestro hacen uno en tanto lo familiar y lo extranjero, esto puede encontrarse en cualquier situación en donde el sujeto trata de acercarse a su deseo y no sea devorado en el intento. Lo siniestro para Freud remite al retorno de aquello que no debería volver, se trata de algo primitivo que retorna, donde se borra la fantasía y la realidad, y lo angustiante se vuelve ominoso.
A través de las diferentes artes es posible encontrar representada esa dualidad bella y siniestra, para George Bataille (1957) los poetas logran provocar a los lectores con singular detalle, tal es el caso de “Una carroña” , un poema escrito por Charles Baudelaire, contenido en su obra “Las flores del mal” . Estos versos relatan cómo la realidad cotidiana de una caminata es de pronto interrumpida con el encuentro de un “objeto” , la carroña. Se trata de un cadáver, Baudelaire describe meticulosamente el estado de putrefacción en el que se encuentra, la manera tan descriptiva en que lo hace evoca particular repugnancia, pero de manera irónica también retrata el símil de la belleza que encuentra entre la descomposición del cadáver y su amada.
El cadáver, además, está siendo devorado por gusanos y otras alimañas, es un encuentro que en lo vivencial resulta siniestro, representa el estar desvalido por completo ante la vida misma, ser devorado por seres que tienen esa función de degradación de la materia orgánica.
El impacto reside no sólo en el horror del encuentro en sí, si no que es el encuentro con lo real de un cuerpo en descomposición, es el observar lo intraorgánico, lo más ajeno de nuestro ser para nosotros mismos pues es imposible conocer nuestros adentros en su totalidad, incluso con los avances tecnológicos sólo podríamos alcanzar un conocimiento parcial de ello. Ser devorado, además, es estar en el lugar de objeto lo cual ya en sí representa algo gozosamente angustiante, es angustiante ya que sabemos que es destino, además el encuentro con los cadáveres siempre reanima esos complejos infantiles relacionados al animismo.
El poema cumple con el cometido de admirar la belleza pero no como clásicamente era idealizada, y también, claro está, de provocar al lector. El estilo de Baudelaire que refleja un descontento con la esperanza del progreso moral de la época precisamente trata de transmitir lo inmoral, aquello que se desea ocultar pues resulta degradante, por ello no es extraño que un poema así fuera gestado durante aquella época.
El poema de la carroña puede ejemplificar aquello que resulta bello en lo ominoso de lo no vivencial, en comparación existe otra forma de arte infravalorada que representa esta misma dualidad: la taxidermia.
La taxidermia conjuga distintas técnicas artísticas como la pintura, la escultura, la peletería, la carpintería, así como el conocimiento anatómico de diversas especies. Todo órgano es removido para sólo conservar la piel, aquello que en vida estuvo recubriendo y conteniendo a lo interno, posteriormente ésta es montada en una escultura previamente .
hecha de diversos materiales con el propósito de darle una expresión que su creador imagina. Hoy en día ha retomado relevancia gracias a las redes sociales debido a giros interesantes en la manera en la que se trabaja y se da a conocer por sus practicantes.
La taxidermia generalmente era utilizada para la exhibición de las presas que se volvían premios de caza, así como en museos con el propósito educativo de acercar a las personas con lo “natural” . Actualmente es practicada para conservar animales de compañía o con fines completamente artísticos, de competencia y de exhibición.
No sólo es ese encuentro con un cadáver si no que además el proceso parece ser una negación de la muerte a través del intento de preservar la vitalidad de manera artificial, se trata de realizar piezas que “honren” y traigan de nuevo a la vida a los animales ya sea muertos en caza o éticamente recolectados (que mueren por causas naturales o donados). La pregunta sería ¿qué más se trata de conservar? Se vuelve a significar algo sobre ese objeto, se detiene la descomposición de esa imagen al menos.
En cada pérdida aparece la ambivalencia con respecto al objeto y los vínculos de amor, pensando en querer conservar el cadáver de ese objeto de amor, una mascota por ejemplo, puede representar una manera de obturar o sanar esa herida narcisista. A este nuevo objeto puede dirigirse de nuevo la libido una forma de encubrir esa hostilidad por una nueva representación bella de este objeto. Sirviendo además de homenaje, como comprobación de que no somos culpables de destruirlo con el propio sadismo, caso contrario también puede ser una alegoría al mismo si es un trofeo de caza.
Se trata de un objeto embellecido que permite reconocer la renuncia ante la muerte del objeto que para el Yo ofrece el premio de permanecer con vida (Freud, 1917).
Para los taxidermistas su trabajo se trata además de la preservación de aquello que de otra manera sería desechado, de brindarle belleza nuevamente apuntando como ideal a lo vital, es algo que considero Baudelaire en su poema intenta realizar de la misma manera, sólo que en su caso utiliza las palabras.
La poesía también trata de hablar del fracaso de las palabras, de aquello indecible y que un resto siempre escapará aun en el escrito más elaborado, en la taxidermia tampoco se alcanza completamente esa preservación de lo que fue la vida de un animal ya que siempre habrá un resto que será desechado. Al intentar en ambos casos preservar la belleza se trata de negar eso natural o animal que representa un cadáver.
En ambos casos se trata de esa frontera entre lo vivencial y la ficción, la incertidumbre que resulta al preguntarnos si algo tiene vida o carece de ella, ¿Qué otorga ese animismo? ¿o es acaso el automatismo de las funciones orgánicas? Esa pregunta que surge cuando somos niños, ¿se trata de lo ominoso que resulta el retorno de esa omnipotencia infantil del narcisismo primario?
La misma omnipotencia del pensamiento que al ver estas piezas reviven esa sobreestimación animista donde surge la duda si lo que se piensa tiene un efecto en el exterior, algo que toca con esas creencias animistas aparentemente ya superadas en etapas previas de la vida pero que al admirar la muerte también nos recuerda el desvalimiento infantil que tenemos ante esta.
Un cadáver expuesto es una forma de representar aquello que no debe salir a la luz y cada encuentro con ella lo que la vuelve amenazante ese recordatorio de lo más angustiante. Recuerda y evoca a la ausencia como Bataille lo describe:
Pero ese vacío se abre en un punto determinado. Lo abre por ejemplo la muerte. Ese vacío es el cadáver en cuyo interior la muerte introduce la ausencia; es la podredumbre ligada a esta ausencia. Puedo acercar mi horror a la podredumbre (tan profundamente prohibida que me la sugiere la imaginación, no la memoria), al sentimiento que tengo de obscenidad. Puedo decirme que la repugnancia, que el horror, es el principio de mi deseo; puedo decirme que si perturba mi deseo es en la medida en que su objeto no abre en mí un vacío menos profundo que la muerte. Sin olvidar que, de entrada, ese deseo está hecho con su contrario, que es el horror.
Históricamente hemos tenido registro de que en las primeras sociedades ya existía la tendencia a hacer visualmente atractivos a los cadáveres, de embellecerlos por medio de adornos valiosos y de realizar ritos funerarios con ofrendas con el propósito de conservar una última imagen digna para recordar.
Hoy en día el embalsamamiento en comparación a la taxidermia es considerado un oficio, un buen trabajo por parte de un embalsamador consistiría en preparar la última impresión de un cuerpo con la que se .
constatará la muerte real de alguien para su grupo cercano.
Quizá de lo más angustiante al mirar un cadáver es que para quien lo mira reconoce cómo pierde esa cualidad de ser sujeto, de que la angustia de castración puede estar aún después de la muerte, pues al no poder concebir nuestra muerte en su totalidad miramos el cuerpo desmembrado, despojado de los órganos, en especial los ojos. En su texto de lo siniestro habla Freud del miedo a la castración mencionando como ejemplo el cuento del hombre de arena, justamente de esta amenaza representada en la extirpación de los ojos.
En el embalsamamiento se genera entonces un “doble” de la persona que ha fallecido en donde el cuerpo ya no es habitado más pero esa última imagen será perpetuamente bella para quien la mira previamente a la descomposición. Tanto en lo que consideramos arte como aquello que pretende acercarse, la búsqueda de la belleza en lo que resulta ominoso tiene como objetivo un cierto triunfo sobre la muerte.